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INTRODUCCIÓN
*
Doctor en Derecho de la Universidad de París y Profesor Emérito de la Universidad de
Buenos Aires.
**
Doctor en Derecho de la Ludwig Maximilians Universität de Munich y Master en De-
recho de la Wolfgang Goethe Universität de Francfort.
***
Este trabajo es una versión traducida y revisada del artículo publicado en From Bilat-
eralism to Community Interest. Essays in Honour of Judge Bruno Simma. Fastenrath, Geiger,
Khan, Paulus, Von Schorlemer (ed.), Oxford University Press, 2011.
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I. ANTECEDES DE LA CONTROVERSIA
a) La competencia de la Corte
La Corte delimitó y definió inicialmente su competencia. Lo hizo con
un criterio restrictivo; aplicando el art. 60 del Estatuto que establece que toda
controversia acerca de la interpretación o aplicación del Tratado de 1961 o
del Estatuto de1975 puede ser sometida por cualquiera de las partes a la Corte
Internacional de Justicia, consideró que las cuestiones relativas a la contami-
nación sonora y visual también invocadas por la Argentina, le eran ajenas, al
igual que la cuestión relativa a los “malos olores”.
Luego de analizar el art. 41 del Estatuto, concluyó la Corte que él no con-
tiene una cláusula de “reenvío” y que las diversas convenciones multilaterales
invocadas por la Argentina no se hallan, como tales, incorporadas a él. Por
lo tanto, la competencia que le es acordada a la Corte en virtud de su art. 60
se encuentra limitada a las controversias que conciernen a la interpretación y
aplicación de las normas en él contenidas.
2 Pulp Mills on the River Uruguay (“Argentine v. Uruguay”) Provisional Measures, Or-
der of 13 july 2006, I.C.J.Reports 2006, p. 133, parag. 81.
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3 El art. 36 establece que “Las Partes coordinarán, por intermedio de la Comisión, las
medidas adecuadas a fin de evitar la alteración del equilibrio ecológico y controlar plagas y
otros factores nocivos en el Río y sus áreas de influencia”.
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cada sistema deben estar “de acuerdo con los convenios internacionales aplica-
bles y con adecuación, en lo pertinente, a las pautas y recomendaciones de los
organismos técnicos internacionales”.
La Corte vuelve sobre la relación entre la necesidad de una evaluación de
impacto ambiental, donde la actividad planificada es responsable de causar un
daño transfronterizo y las obligaciones de las partes bajo el art. 41 a) y b) del
Estatuto de 1975. Las partes están contestes en la necesidad de llevar a cabo
una evaluación de impacto ambiental.
Para la Corte, la obligación de proteger y preservar sentada por el art. 41
a) del Estatuto debe ser interpretada conforme a la práctica, que ha venido con-
solidándose en los años recientes, conforme a la cual debe ser considerado un
requerimiento conforme al Derecho Internacional el realizar una valoración del
impacto ambiental cuando hay un riesgo de que la actividad industrial pueda
tener un impacto significativamente adverso en un contexto transfronterizo, en
particular, tratándose de un recurso compartido.
La Corte observa que ni en el Estatuto de 1975, ni en el Derecho Inter-
nacional general, se precisa el alcance y contenido específico del gravamen de
un impacto ambiental. Consecuentemente, considera que corresponde a cada
Estado determinar en su legislación interna o en el proceso de autorización
del proyecto, el contenido específico del impacto ambiental requerido en cada
caso.
Luego de haber analizado el caso, para decidir sobre el cumplimiento de
las que la Corte consideró obligaciones formales, se pronuncia sobre los pun-
tos específicos de la disputa con relación al rol de este tipo de evaluación en el
cumplimiento de las obligaciones sustantivas de las partes.
Como una cuestión de método, a su juicio, necesariamente deben ser con-
siderados, en primer término, los posibles sitios alternativos para emplazar a
las plantas de celulosa teniendo en consideración la capacidad de recepción
del río en el área donde la planta ha de ser edificada y, en segundo término, si
las poblaciones susceptibles de ser afectadas: en este caso, ambas poblaciones
ribereñas , la uruguaya y la argentina, podrían ser, o han sido en el hecho, con-
sultadas en el contexto de la evaluación de impacto ambiental.
La Corte destaca que el IFC’s Final Cumulative Impact Study de septiem-
bre de 2006 demuestra que en el 2003 Botnia evaluaba cuatro emplazamientos
en total, en La Paloma, en Paso de los Toros, Nueva Palmira y en Fray Bentos,
antes de elegir Fray Bentos. Con relación a la capacidad de recepción del río en
el lugar de emplazamiento de la papelera, la Corte nota que las partes difieren
en las características geomorfológicas e hidrodinámicas del río en el área, en
modo relevante, particularmente, en lo que se refiere al caudal del río. Los dife-
rentes criterios sobre tal cuestión pueden deberse a los diferentes modelos que
cada una ha empleado para analizar las diversas características hidrodinámicas
del Río Uruguay en la localidad de Fray Bentos.
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lera Orion (Botnia) tienen escasa incidencia en la calidad de las aguas del río.
Ellos son: oxigeno disuelto; total de fósforo; sustancias fenólicas; nonilfenoles
y nonilfenoletoxilates; y dioxinas y furanos.
Se refiere a cada una de ellas y las conclusiones que sienta en cada caso
no son terminantes, ni concluyentes. Con relación al Oxígeno Disuelto la Cor-
te considera que parece no haber una diferencia significativa entre los sets de
datos en el tiempo y que no existe evidencia para sostener el argumento que
la referencia a oxidación en el OSE informe referido por la Argentina debería
ser interpretado como para significar “oxígeno disuelto”. En lo que concierne
al Fósforo, no ha sido probado a satisfacción de la Corte que es un episodio
de floración de algas ocurrido el 4 febrero 2009 fue causado por descargas de
nutrientes provenientes desde la Papelera Orion (Botnia). Acerca de las sus-
tancias fenólicas, basadas en la relación y la fecha presentada por las partes, la
Corte concluye que no constituye evidencia suficiente para atribuir el alegado
aumento del nivel de concentración de sustancias fenólicas en el río a las ope-
raciones de la papelera Orion (Botnia). En lo que se refiere a dioxinas y furanos
la Corte considera que no hay una clara evidencia para relacionar el aumento
en la presencia de dioxinas y furanos en las operaciones del río de la papelera
Orion (Botnia).
Con relación a la obligación de las partes de preservar el medio ambiente
acuático, la Corte no encontró evidencia suficiente para concluir que el Uru-
guay quebrantó sus obligaciones. El informe demuestra que no ha sido esta-
blecida una clara relación entre las descargas de la papelera Orion (Botnia) y
las malformaciones rotifers, o de dioxinas encontradas en los sábalos o la falta
de crecimiento de las almejas, expresados en las conclusiones del programa
denominado Plan de Vigilancia Ambiental del Río Uruguay.
En consideración a las conclusiones acerca de la calidad del agua, en
opinión de la Corte, el informe no demuestra con evidente claridad que las sus-
tancias con efectos perjudiciales han sido introducidas en el medio ambiente
acuático debido a las emisiones en el aire de la papelera Orion (Botnia).
Teniendo en cuenta lo antes expresado, la Corte considera que, no hay
ninguna conclusión evidente que demuestre que el Uruguay no obró con el re-
querido grado de debida diligencia o que las descargas de efluentes provenien-
tes de la papelera Orion (Botnia) han tenido efectos deletéreos o han causado
perjuicio en los recursos vivos o en la calidad de las aguas o en el equilibrio
ecológico del río desde el comienzo de las operaciones en noviembre de 2007.
Por lo tanto, sobre la base de la evidencia que le ha sido sometida, la Corte con-
cluye que el Uruguay no ha quebrantado sus obligaciones conforme al art. 41.
Ello, a su juicio, a pesar de muchos de los resultados inciertos y no asertivos a
los que llegó la Corte en la valoración de las pruebas y circunstancias del caso,
con prescindencia de un peritaje oficial.
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de la sentencia del Tribunal que decidió que el Uruguay no violó sus obligacio-
nes sustantivas conforme a los arts. 35, 36 y 41 del Estatuto del Río Uruguay5.
Aunque diversos y fundados han sido sus cuestionamientos referidos, en
lo sustancial, a la circunstancia de que la Corte interpretó su función en el caso
con una extremada estrechez y que dejó de captar los caracteres novedosos y
progresistas del Estatuto de 1975, limitaremos nuestro comentario a la crítica
hecha a dos aspectos fundamentales de la sentencia: 1) el que atañe a la prue-
ba pericial rendida en la causa y a su valoración, sin la asistencia de expertos
externos y 2) el que se refiere a la pérdida de la oportunidad de definir la inte-
racción entre las obligaciones de fondo y las de procedimiento.
duo, cuerpo, oficina, comisión u otra organización que puede ser seleccionada
con la tarea de llevar a cabo una encuesta o de emitir una opinión experta.
Recuerdan los jueces disidentes dos casos en los que la Corte ejerció sus
poderes bajo tal previsión. En el caso del Canal de Corfú9 la Corte encomendó
a tres expertos navales evaluar la visibilidad fuera de las costas albanesas en
miras a substanciar la demanda británica basada en el hecho de que Albania
pudo haber visto varias operaciones de minado ocurridas fuera de sus costas.
Por considerar que el primer informe de los peritos no era enteramente conclu-
yente, la Corte decidió que ellos verificasen, completasen y si cabía, modifi-
casen sus respuestas luego de una comparecencia en el lugar de los hechos, en
Saranda (Albania). Los resultados de las nuevas experiencias fueron terminan-
tes: las operaciones de minado que agraviaban a Gran Bretaña, cuestionadas
por Albania, debieron ser observadas por los puestos de vigilancia de ese país.
La Corte dijo entonces, que no podía dejar de dar gran peso a la opinión de
los expertos que examinaron el lugar en una manera que dio garantías de una
correcta e imparcial información, lo que no pudo hacer en el caso Botnia por
la ausencia de estudios autónomos y exhaustivos dispuestos por el Tribunal.
El contraste de ese precedente con las dubitativas conclusiones del fallo
en estudio, en el que la Corte persiste en resolver complejas cuestiones cientí-
ficas sin recurrir a expertos externos, hace evidente las razones de la disidencia
de los jueces Al-Khasawneh y Simma.
Asimismo, en el caso de la Delimitación Marítima del Golfo de Maine en-
tre Canadá y Estados Unidos de América, designación de experto, orden del 30
de marzo de 1984 (I.C.Reports 1984, p. 165), invocado por la Corte utilizando
el mismo art. 50 del Estatuto, fue designado un experto “... en la preparación
de la descripción de límites marítimos y de cartas. Esa pericia fue incorporado
a la sentencia final de la Corte”.
En igual orden de cosas, los Jueces disidentes se refieren documentada-
mente a la práctica de la Organización Mundial de Comercio como la institu-
ción que en mayor medida acudió a consultas externas para evaluar las pruebas
que le han sido sometidas por las partes, las que se han utilizado para resolver
disputas que conciernen a cuestiones científicas complejas. Diversos paneles
han oído a expertos propuestos por las partes, como también han acudido a
organizaciones internacionales especializadas o a agencias de información y
han oído enteramente las opiniones de expertos propuestos por el panel. Son
numerosos los precedentes que invocan los magistrados disidentes, quienes re-
afirman su criterio invocando casos en los que el aporte de expertos científicos
fue requerido por los paneles aunque no hubiesen sido pedidos por las partes.
Expresan con razón los jueces Al-Khasawneh y Bruno Simma que en el
caso de las plantas de celulosa, la Corte tuvo amplia discreción para valerse del
art. 50 de su Estatuto y del art. 67 de sus Reglas y establecer ella misma como
cuidadosa y sistemática Corte a la que cabe confiar evidencias científicas com-
plejas, mediante las cuales el cumplimiento de la ley (o su eventual violación)
puede ser establecido. Por otra parte, la decisión de no acudir al procedimiento
posible bajo el art. 50 del Estatuto significa que la evidencia no fue conside-
rada de una manera convincente para establecer la verdad o falsedad de los
reclamos de las partes. Ciertamente, los expertos deberán enfrentar cuestiones
de interpretación legal involucradas en la aplicación de términos jurídicos. El
criterio de los expertos científicos ha de ser indispensable para distinguir la
esencia del sentido de conceptos legales como “significado” del daño, “sufi-
ciencia”, “razonable umbral” o “necesidad” que se presentan en un determina-
do caso. Por tal razón, juzgan los jueces disidentes que en un caso de compleja
evidencia científica y en el que aún en la presentación de las partes subsiste un
alto grado de incertidumbre científica, hubiese sido imperativo que se realizase
una consulta pericial (expert consultation) en una audiencia pública y con la
participación de las partes.
Admite la Corte que existe una relación funcional entre las obligaciones
de procedimiento y las obligaciones sustanciales. Ella considera que todo el
procedimiento establecido por los arts. 7º a 12, está estructurado en modo tal
que las partes, en asociación con la CARU, son capaces al término del proceso
de cumplir su obligación de prevenir cualquier perjuicio transfronterizo que
pueda ser causado por potenciales actividades dañosas planeada por una o por
la otra (sentencia, párr. 139). Pero se aleja de tal criterio al sostener que en la
medida en que la satisfacción de las obligaciones de fondo se encuentren ase-
guradas (o al menos no esté acreditado lo contrario), el incumplimiento de las
obligaciones procesales no importa demasiado y, por lo tanto, que una declara-
ción que compruebe tal incumplimiento constituye una satisfacción apropiada.
Culmina la disidencia con la verificación de que la Corte perdió una oca-
sión para demostrar a la comunidad internacional su falta de preparación y
habilidad para encarar disputas científicamente complejas. Es válida y valiosa
su conclusión de que no participan del criterio de que el Uruguay no violó sus
obligaciones sustantivas bajo los arts. 35, 36 y 41 del Estatuto del Río Uruguay.
A nuestro juicio, la opinión de los jueces disidentes trasciende el caso
específico de las plantas de celulosa, tiene interés institucional y jerarquiza la
búsqueda de la verdad jurídica objetiva. La renuncia consciente a tal búsqueda
afecta el servicio de justicia.