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TERCERA PALABRA

«Mujer, he ahí a tu hijo»


“JUNTO A LA CRUZ DE JESÚS ESTABAN SU MADRE Y LA HERMANA DE SU MADRE, MARÍA MUJER
DE CLOPÁS, Y MARÍA MAGDALENA. JESÚS, VIENDO A SU MADRE Y JUNTO A ELLA AL DISCÍPULO
AMADO, DIJO A SU MADRE: «MUJER, AHÍ TIENES TU HIJO» LUEGO DIJO AL DISCÍPULO «AHÍ
TIENES A TU MADRE» Y DESDE AQUELLA HORA EL DISCÍPULO LA ACOGIÓ EN SU CASA.
Nos encontramos aquí con un Jesús agonizante, sufrido ante toda la maldad que ha podido
descargar la sociedad de su tiempo en Él, un Jesús que ha sido ultrajado y humillado por una
sociedad que no acepta las diferencias, que se ha encasillado en sus ideas, encerrados y cegados
por lo que creen correcto y lo que no, enfrascados y llegando a encapsular a Dios. Jesús estaba ya
encumbrado en el madero. Y en este momento, cuando ya no tiene absolutamente nada, cuando
no le queda nada, decide entregar hasta lo último y nos da a su madre.

Por un lado tenemos a María, que estaba Junto a la Cruz, lo cual nos recuerda el mismo valor que
tuvo la madre de los macabeos al afrontar la muerte de su hijo. Pero causa una gran multitud de
sentimientos el hecho de pensar que esa misma mujer que estaba en la cruz es la misma que tuvo
la fe de Sahara al recibir el anuncio del Ángel, y no se quedó encerrada, sino que fue mujer de
servicio al pueblo, como Rut, y se fue a casa de su prima Isabel y fue quien tomó la iniciativa, el
liderazgo, como Esther, de empujar a su hijo a hacer su primer milagro en las bodas de Canaa de
Galilea. Y así podemos encontrar en María los valores de las mujeres que han hecho grandes
aportes en la historia de salvación del pueblo de Dios. Es esta misma mujer que fue desterrada, de
alguna manera repudiada, y perseguida. Y ahora esta mujer debe sufrir la pérdida de un hijo. Para
la mujer Judía, la realización como mujer estaba en el hecho de poder ser madre, y ahora el poder
le quita aquello que le daba realización. Pero más aún, le quitan su hijo, el dolor más grande de
una madre.

Resulta difícil no pensar en el dolor, el dolor del hijo que ve a su madre sufriendo por lo que le han
hecho a Él, por el dolor de ese hijo que casi muerto, sin dignidad, humillado, ultrajado,
vilipendiado, sin apariencia física a causa de los azotes, entregado y negado ve en su agonía a su
madre llorando, desconsolada. Y por otro lado, ver a la madre a la cual le arrebatan a su hijo, le
hacen todo esto y ella lo presencia todo. ¿Pasa por nuestra mente el dolor de es madre? Resulta
difícil imaginarse la magnitud de tal aflicción.

Por otro lado tenemos al discípulo, que se encontraba con Jesús en la agonía y también
acompañaba a María en su dolor, se hace uno con esa mujer que sufre la pérdida del ser querido,
acompaña a esa mujer mientras sufre con ella y ahora Jesús le encarga a esa mujer, para que la
acoja como madre y el de inmediato la acoge en su casa.

María es madre de la Iglesia, madre del hombre nuevo, madre del varón de dolores. También es
mujer de dolores que sufre pérdidas. Estamos llamados a como Juan recibir a María en nuestro
corazón, como seguidora dela voluntad del padre, en nuestro hogar para que ella nos lleve a
Cristo. Pero también recibimos a María cuando acogemos a la mujer sufriente de hoy día, a la
mujer vilipendiada en una sociedad que menoscaba su dignidad, que solo la ve como objeto de
posesión y objeto sexual. Acogemos a María cuando luchamos por la reivindicación de la dignidad
de las marías de hoy día, acogemos a María cuando luchamos por la mujer desterrada, acogemos a
María cuando acompañamos a las mujeres que a manos de algunos inescrupulosos pierden a sus
hijos. Hoy María es Negra, es Campesina, es Indígena y desplazada. Acojámosla con amor y fe para
que ella nos lleve al hijo.

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