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Rubén Franco González Hipatia, la filósofa

Hipatia, la filósofa
Comentario a propósito de Ágora (2009, Alejandro Amenábar)
Por: Rubén Franco González

El estreno de la quinta película de Alejandro Amenábar el viernes 9 de octubre de 2009


ha venido precedido de una gran expectación. Desde que anunció su rodaje y sobre todo desde
su estreno en el Festival de Cannes en mayo de 2009, se ha estado hablando mucho de la
película, y no sólo entre los aficionados al cine sino entre la población en general. La campaña
publicitaria de la película se ha orquestado muy bien y durante los meses de septiembre y
octubre de 2009 hemos visto, leído y escuchado cosas sobre Ágora prácticamente todos los
días {1}. Nosotros propondremos nuestro punto de vista, y este artículo se añadirá a tantos otros
que se han escrito a propósito de la película. Aportaremos nuestro granito de arena a la
discusión, la polémica y el análisis sobre Hipatia {2} y sobre Ágora.
Conviene advertir que, aunque no se trata de una película con giro final (el típico thriller o
película de misterio consistente en descubrir quién es el asesino), si el lector no quiere que se
le «destripe» la película, no siga leyendo.
Alejandro Amenábar realiza su primera película, Tesis (1996), con veinticuatro años.
Resultó ser un gran éxito. Desde entonces, las cuatro películas que ha realizado (Abre los ojos,
1997; Los otros, 2001; Mar adentro, 2004 y Ágora, 2009) vienen envueltas en múltiples
intereses. Sus dos últimas (Mar adentro y Ágora) han acarreado polémica. Intentaremos ver la
estructura de su última película, los argumentos que se siguen, las intenciones de Amenábar
(aunque bien poco nos importe de cara a analizar su película), artículos publicados sobre la
película, malentendidos en polémicas, &c., de la mejor manera que nos sea posible.
Lo primero en lo que deberíamos fijarnos es en el título: Ágora. Cuenta el director que tras
desechar otros títulos (como «Alejandría», que alguien propuso), optaron por el actual porque
representaba el sitio de reunión de la ciudad y donde los conflictos que narran la película
comienzan. Como en la película no se nos muestra el ágora como el sitio de reunión pacífico,
armonioso y con ciudadanos tolerantes, nada tenemos que objetar.
La película tiene una duración de 1 h y 54 m. Está rodada en inglés y doblada al español.
Hemos visto esta última versión, por lo que cuando citemos algún diálogo será el de la versión
doblada. La cinta nos sitúa en Alejandría en el año 391 de nuestra era, y establece como
protagonista (esto es objeto de discusión por parte de críticos {3}) a Hipatia, una profesora de
matemáticas, astronomía y filosofía. Se desencadena el conflicto entre paganos, judíos y
cristianos, siendo estéril el intento de apaciguamiento por parte de Hipatia, espíritu libre y
pacífico (acusa a Olimpio de incitar a sus alumnos a pelear contra los cristianos: «Tú haces
que se comporten como criminales»). Los cristianos destruyen la segunda Biblioteca de
Alejandría y se alzan en el poder. La vida prosigue en Alejandría, llegando Orestes, antiguo
alumno y amigo de Hipatia a ser prefecto romano. Hipatia se niega a ser bautizada, y por este
motivo fue asesinada por un grupo de fanáticos cristianos, según el film por orden de Cirilo
(otra cosa son las disputas acerca de ello), a la postre reconocido como santo por la Iglesia
Católica.
Un primer problema con el que nos encontramos es el de clasificar a Ágora como una
película de género (cinematográfico). ¿De qué género? ¿Es una película religiosa? ¿Política?
¿Divulgativa científica? ¿Histórica? ¿De amor? Seguramente la película tiene elementos que

Artículo publicado en EL CATOBLEPAS, Revista crítica del presente. N° 94 diciembre 2009. www.nodulo.org
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podrían encasillarla en alguno de los géneros citados (o en otros no mentados). La cuestión


de los géneros cinematográficos es asunto en el que si no se establecen claramente unos
marcos o unos parámetros mediante los cuales acotar las películas, la cosa se va haciendo
muy laxa y cabe alegar cualquier motivo para insertar tal película en un género determinado
{4}.

¿De qué trata la película? (la respuesta a esta pregunta tiene que ver, naturalmente, con
el párrafo anterior). Se dirá que, de religiones, de política, de filosofía, de astronomía, de la
violencia, del poder, del despecho, de la mujer, de la libertad, de la firmeza, de la cobardía, de
la venganza y del amor, entre otras cosas. Ahora bien, aceptando que en la película estén
presentes todos esos elementos, la cuestión es ver de qué modo lo están. Nos parece que un
aspecto central para poder entender e interpretar correctamente la película es el uso que se
hace de la tríada Ciencia-Religión-Filosofía. De cómo se entiendan estas tres ideas (y de otras
muchas... y del talento) dependerá el resultado final de la película y el análisis de la misma.
Es muy difícil desmontar tópicos asentados popularmente (en el imaginario común).
Buena muestra es la Leyenda Negra. Gente que no ha leído nada acerca del papel de España
en el Nuevo Mundo, defiende con una tremenda ligereza ciertas tesis que en nada se ajustan
a la realidad.
Todos conocemos las teorizaciones sobre el estatuto gnoseológico de la Historia. También
las distintas polémicas historiográficas acerca de acontecimientos o períodos históricos. Unas
veces son debates puramente categoriales. Otras de filosofía de la historia. En ambos casos
no es posible llegar a un acuerdo. Reconociendo esto, una película que recrea un contexto
histórico determinado, será sometida a duras críticas. Mutatis mutandis, lo mismo pasa
respecto a la concepción de la filosofía y de la ciencia. De la Razón, de Dios y de las religiones.
En el caso de Ágora casi nadie ha hablado de la puesta en escena, de la fotografía, de los
encuadres, de la dirección artística (de ésta sí se ha mentado), &c. La mayoría de los que han
escrito sobre ella se fijan en el argumento y apenas prestan atención a los detalles técnicos
(que son parte constitutiva de la película). Al revés de como usualmente acontece. Esto se
debe a las ampollas que levanta el film. Para algunos, por el tema planteado, y para otros por
cómo lo plantea (adviértase la estrecha relación entre una y otra cosa). Y todo ello nos muestra
cómo materia y forma van siempre de la mano.
También nos topamos con el problema de la «libertad creadora» del artista (no sujeta a
ningún mástil). Desde un punto de vista histórico hay anacronismos evidentes que el propio
Amenábar conoce y los asume como tales. Eso va en beneficio de la película (dice). Así, se
nos muestra a una Hipatia que muere joven, y aunque no se nos dice su edad, desde luego no
tiene los sesenta o sesenta y cinco que debía tener cuando murió. Se cambia el modo en cómo
fue asesinada (para subrayar el paralelismo con algunas sociedades actuales: parabolanos y
talibanes –se opuso el coguionista Mateo Gil–). O se nos muestra a Hipatia adelantándose
doce siglos a Kepler y Copérnico (si bien su saber supuesto no sale a la luz por el fanatismo
cristiano).

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Disponemos de pocos datos sobre la figura de Hipatia. Tenemos a Sócrates Escolástico,


Juan de Nikiu, Damascio o a Sinesio de Cirene, pero poco más. No nos quedan escritos de
ella. De este modo resulta más fácil ponerse a fabular qué pudo decir o representar Hipatia,
su vinculación con las distintas confesiones religiosas, su toma de postura política, &c.
Pero no debe pensarse que hasta ahora nadie se había molestado en estudiar la figura
de Hipatia y que permanecía en el olvido hasta que ha llegado Alejandro Amenábar. Se han
escrito novelas como la de Charles Kingsley titulada Hipatia: or new foes with and old face,
publicada en dos volúmenes (1843 y 1854), y traducida al español (aunque sin figurar el autor)
en 1957 bajo el título de Hipatia o los últimos días del paganismo en Alejandría; como la de
John Toland de 1720, de 35 páginas (es un capítulo de su Tetradymus) pero, con un título
kilométrico, Hypatia; or the history of a most beautiful, most virtuous, most learned, and every
way accomplish'd lady; who was torn to pieces by the Clergy of Alexandria, to grafity the pride,
emulation, and cruelty of their Archbishop Cyril, commonly but undelervedly stil'd Saint Cyril{5};
o la del filósofo alemán Federico Mauthner, Hypatia: Roman aus dem Altertum, de 1892.
Gibbon en su Historia y decadencia del Imperio Romano habla de Hipatia. También lo han
hecho Voltaire (en su Diccionario Filosófico), Draper (Historia de los conflictos entre la religión
y la ciencia) o Lange (Historia del materialismo), además del Marqués de Figueroa o Manuel
de la Revilla, en textos disponibles en el Proyecto de Filosofía en español.
En los últimos años se han escrito biografías y novelas sobre Hipatia (y qué decir de este
año, aprovechando el tirón popular de Ágora), siendo la más prestigiosa la de la profesora
María Dzielska, publicada en 1996 y traducida al español en 2004 por Siruela. También
disponemos de artículos como los de José María Blázquez («Sinesio de Cirene, intelectual. La
escuela de Hypatia en Alejandría» {6}, 2004), Carlos García Gual («El asesinato de Hipatia.
Una interpretación feminista y una ficción romántica», 1994) o Gonzalo Fernández Hernández
(«La muerte de Hypatia», 1985).
La cinta ha ofendido a muchos católicos que ven cómo los parabolanos (un grupo
cristiano) ejercen una violencia enorme, destruyen la sabiduría de siglos y alcanzan el poder
político para empezar a someter a la humanidad a siglos de oscurantismo (los famosos «mil
años sin tomar un baño» de J. Michelet). Y también molesta a personas que no sintiéndose
afectadas en cuanto que no profesan la fe católica, entienden que la película contiene una
interpretación histórica desajustada de la realidad (una visión equivocada de lo que ha sido el
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cristianismo y su relación con las ciencias, por ejemplo). Lo que se ve en la película y en las
entrevistas que ha concedido Amenábar es un simplismo filosófico tremendo. Y lo decimos por
cosas como confundir la idea de Dios con las religiones positivas.
La película nos muestra cómo los distintos grupos religiosos son todos ellos violentos e
intolerantes respecto a las creencias religiosas de los demás. Y entre ellos, los más brutales
fueron los cristianos (representados por el grupo de los parabolanos, que visten de negro) {7}.
Éstos pasan así de perseguidos a perseguidores (cuando los paganos se encierran en la
Biblioteca, uno de ellos comenta sorprendido: «¿Desde cuándo son tantos los cristianos?» y
otro añade: «Habrá que negociar»). En la medida en que destruyen la herencia griega, supone
el paso de la religiosidad secundaria a la terciaria. Abandonan (o ponen en segundo término)
virtudes como la caridad para centrarse en la imposición de su modus vivendi. Sus normas
deben ser acatadas, y si no... la muerte. Si alguien contradice o niega la palabra divina, se le
elimina de la sociedad. Entre las distintas religiones no hay diálogo posible {8} debido a su
pretensión exclusivista (imperialista). Así que, para que las distintas personas de múltiples
sociedades puedan dialogar y relacionarse pacíficamente las religiones deben desaparecer de
la faz de la tierra.
Esta parece ser la tesis central del film. Alguien puede objetar que del hecho de que las
religiones son nocivas para la humanidad, no se sigue que si desaparecen todos seamos
felices y pacíficos, ya que los conflictos pueden seguir enfrentando a las personas por causas
políticas, económicas, &c. Pero la tesis que parece rige la película (así nos lo parece y así lo
defendemos) es la de que las religiones suponen el principal motivo de enfrentamiento, siendo
así que los demás problemas se derivan de ellas. Si se extirpa el «hecho religioso» (como si
de un tumor se tratase) de las sociedades humanas, el resto de choques culturales se
quedarían sin asidero y poco a poco se irían desvaneciendo hasta lograr encauzar la
agresividad humana mediante la racionalidad dialógica {9}. Es una tesis que entronca con el
ideario de la FIdA (Federación Internacional de Ateos).
Es curioso señalar que el Teón que vemos es un Teón que castiga a sus esclavos por
portar un crucifijo, que da el consentimiento para atacar a los cristianos o que se equivoca en
las sumas. Y él le dice a su hija cuando está herido, que le recuerde como era antes (de no
razonar correctamente), cuando trabajaban juntos, y no en los últimos tiempos, cuando es un
Teón guerrero, vengativo. Se debe a que su cabeza ya no es lo que era. Es decir, el Teón
matemático y lúcido es el de antes, no el que el espectador ve. Con esto se está cargando las
tintas contra las religiones y abogando por «la paz».
Las religiones son elementos constitutivos de las sociedades políticas, y su influjo se deja
ver en muchos ámbitos de la vida. Y conforman la visión del mundo de los habitantes de esas
sociedades. Por eso se dice que no es lo mismo un ateo católico que uno musulmán. Y también
por ello, puede llegar un ateo a defender que no se quiten los crucifijos de las escuelas (la
famosa polémica de los crucifijos, que ha llegado hasta las páginas de esta revista). Porque
es un símbolo cultural de una sociedad determinada, y de esta manera sirve para demarcarse
de otras sociedades histórico-políticas con sus símbolos propios.
La tesis de la película (se ha llegado a decir que Ágora es una película con mensaje, «una
película de tesis», como se decía hace décadas) es la propia del fundamentalismo científico.
La que supone que la ciencia nos hace mejores personas, basándose en la idea de progreso
acumulativo-lineal (herencia de la Ilustración). La visión que atribuye a la ciencia (así, en
general, lo cual ya nos hace sospechar) caracteres casi soteriológicos (trasladando esa función
de la religión a la ciencia). Y es el punto de vista de quien defiende la incompatibilidad entre la
religión y la ciencia, dicho así en general, sin aclarar de qué religiones y qué ciencias estamos

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hablando, y a su vez, las partes de las mismas que entran en conflicto {10}. Pero «la idea del
freno cristiano a la ciencia es totalmente discutible» {11}. Y si ello es así es porque la ciencia se
ha desarrollado en un ambiente cristiano (otra cosa es la posición de repliegue que haya tenido
que adoptar en numerosas ocasiones y ante distintos teoremas científicos una institución como
la Iglesia Católica).
Ciñéndonos a la propia película es ahí donde se patentiza que el verdadero choque se da
entre la filosofía (naturalista atea) y la religión (terciaria cristiana). En la película se muestra
que el asesinato de Hipatia se debe a que ella no acepta la religión cristiana (otra cosa es que
realmente fuera así, y que la causa no fuera otra que el crimen político {12}). Se ve muy bien
cuando Hipatia dice a Sinesio: «Tú no pones en duda lo que crees. No puedes [hacerlo]. Yo
debo.» Ella en cuanto filósofa no puede dejar de problematizar y de cuestionar ciertos dogmas
o creencias (su padre Teón le dice con lamento durante el encierro en la Biblioteca: «Yo quería
que fueses libre», respondiendo ella tranquilizadoramente a su padre enfermo que «Yo soy
libre»). Pero, por otra parte, al decir ella que no puede no poner en duda lo que cree, está
afirmando implícitamente que comparte las creencias cristianas pero que a la vez las está
poniendo en solfa constantemente, estableciéndose así una fuerte tensión unamuniana. Pero
también puede interpretarse que ella tiene creencias religiosas no cristianas, o que se está
refiriendo a su pensamiento, a sus ideas.
Desde luego, Amenábar no nos muestra que el asesinato de Hipatia se deba a sus
preocupaciones astronómicas, sino a que se niega a ser bautizada. Así, es considerada
enemiga del cristianismo. Otra cosa es que ello sea un pretexto para justificar una venganza
personal. El prefecto Orestes (amigo de Hipatia) le aconseja que ceda y acepte ser bautizada
para salvar su vida, aunque ambos sepan que en su «fuero interno» Hipatia no acepta el
cristianismo. Orestes insta a Hipatia a que públicamente sea cristiana, aunque en la intimidad
no comparta los dogmas de fe (le solicita que sea una «marrana»). Esto nos dice que el
cristianismo (mucho antes de la Reforma) es cosa pública y no cosa privada. E Hipatia
considera que por honestidad o por dignidad no puede acceder al bautismo. Se le asesina «por
no creer absolutamente en nada», por impía.
Otro momento de la película donde se ve que es la filosofía la que choca con la religión
es cuando Hipatia, ante la pregunta acerca de en qué cree, responde: «Creo en la filosofía.»
A esto el interlocutor comenta: «La filosofía. Lo que necesitamos en estos tiempos»,
provocando la risa entre los presentes. A lo que vamos es a que Hipatia (Amenábar) no dice
«Creo en los epiciclos» sino «Creo en la filosofía». En esto podemos ver una similitud con la
condena de Galileo, si aceptamos la tesis de que en realidad fue procesado por su teoría
atomística (que ponía en peligro el dogma cristiano de la Eucaristía) y no por defender el
modelo heliocéntrico, que ya había sido propuesto por Copérnico, y por el propio Aristarco
(como se dice en la película).
No hay que olvidar tampoco que Hipatia era una filósofa neoplatónica, y según nos informa
Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía, probablemente ejercía prácticas teúrgicas (en la
película se le condena bajo la acusación de impiedad y hechicería).
Las escenas de violencia interreligiosa son filmadas mediante planos aéreos. Apenas hay
planos desde la tierra, sino que la cámara se eleva y se sitúa en el punto de vista de Dios
contemplando a sus criaturas. O de una nave extraterrestre que contempla la brutalidad de la
especie humana. Amenábar pretende desmarcarse de las peleas, ir echándose hacia atrás
hasta que no se salpique con la sangre de los acuchillados (aunque relativamente: se ven
miembros decapitados). Él mismo ha reconocido que «El punto de vista "cosmológico" no es
ni más ni menos que el de unos marcianos que estuvieran observando la Tierra con un

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telescopio-microscópio, y lo que verían sería hormiguitas, algo más evolucionadas, pero


hormiguitas, al fin y al cabo. No somos para tanto»{13}. Esto, contemplado desde un punto de
vista ético, nos recuerda a la posición sostenida por Harry Lime (Orson Welles) en la famosa
escena de la noria de El Prater de Viena de El tercer hombre (1949, Carol Reed), donde le
dice a su viejo amigo (Joseph Cotten) que, si una de esas hormiguitas desapareciera, ¿quién
lo iba a notar? ¿Qué importancia tendría? La escena continúa con el famoso monólogo del
«reloj de cuco», como todo el que haya visto la película sabe.
Amenábar ha insistido en las entrevistas que se le han realizado con motivo de la
promoción de la película que ésta no debería molestar a los cristianos de hoy día sino a los
que usan la violencia para imponer sus ideas, y en este sentido deberían sentirse aludidas
ciertas culturas o sociedades actuales (no se atreve nunca a decir sociedades mahometanas
o islámicas, aún con el adjetivo de radical) o los miembros de ETA, pero no un católico de hoy
día. El director ha reconocido que cambió la forma de la muerte de Hipatia (a pesar de
oponerse su coguionista Mateo Gil, como ya hemos dicho) para hacer más evidente la
conexión de aquella época con la de hoy. Entonces, si quería hacer una metáfora de los
talibanes del siglo XXI, ¿por qué no hace una película sobre ello de modo directo? Pues porque
no le da la gana. Y por supuesto que es libre para hacerlo. Ahí nada que objetar. Las críticas
van dirigidas (como venimos expresando) a la perspectiva desde la que se interpreta el
cristianismo o la ciencia, por juzgarlas tergiversadoras o sencillamente erróneas.
La película se postula como una crítica al fundamentalismo, ya sea político o religioso. El
propio Alejandro Amenábar está preso de otro tipo de fundamentalismo: el científico (a este
habría que añadirle el pacifista). Porque, como venimos diciendo, supone que la ciencia hará
a los hombres mejores. Y Amenábar ha citado en entrevistas a Carl Sagan (compartiendo su
opinión) cuando decía que si no se hubiese producido el freno de la ciencia durante los negros
años (la Edad Oscura), el hombre estaría ya (a finales del siglo XX, cuando decía esto Sagan)
haciendo colonias en Marte {14}.
En la película se introducen hasta cinco veces planos desde el «espacio exterior»,
contemplando la Tierra y las estrellas. Se pretende situar al espectador en el cosmos y con la
suficiente distancia espacial como para percatarse del papel minúsculo del hombre en el
conjunto de galaxias. ¿Y qué más dará que unos cuantos hombres se maten entre sí? Eso es
una cantidad insignificante en la inmensidad del cosmos. Sería una crítica al antropocentrismo
y a la vez, situarse en el punto de vista de Dios. Amenábar seguramente está planteando (por
lo visto en la película y por lo dicho en entrevistas) la importancia (mínima) que pueda tener
una revolución política, o el adorar a unos dioses o a otros, a escala de miles de miles de
millones de años.
El texto que aparece sobreimpresionado en pantalla para darnos una información de
dónde nos encontramos y cuál es la situación que tenemos (aparece al principio, después del
incendio de la Biblioteca en el minuto cincuenta, y al final) se lee muy mal. La función principal
es que se pueda leer, y debido al color de los rótulos, al del fondo de pantalla y a que dura
poco tiempo, esto se realiza con dificultad. Gran error para una superproducción de cincuenta
millones de euros, cuando un cortometrajista sin presupuesto sabe que eso no se puede hacer.
Davo (el antiguo esclavo de Hipatia y que está enamorado de ella) facilita la eutanasia a
Hipatia. Davo ahuyenta en sus compañeros la idea de desollarla viva para no mancharse las
manos con sangre impura {15}, sustituyéndolo por lapidación. Así, mientras ellos van a la calle
en busca de piedras, Davo asfixia a su amada estando colocado detrás de ella (que se
encuentra desnuda), de manera que ella, mientras va agotando la respiración, puede observar
durante unos segundos la forma elíptica, la contemplación de la naturaleza a la que ha

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dedicado tantos años de estudio. La escena simboliza una violación (el deseo de Davo de
mantener relaciones con la casta Hipatia), sin necesidad de ponernos en posturas
psicoanalíticas. Davo intenta besarla y ella le esquiva por segunda vez, pero al mismo tiempo
le asiente con la cabeza como dándole su consentimiento para que le aplique la eutanasia.
Davo, profundamente enamorado de Hipatia y que se decanta finalmente por el cristianismo
(tras tomas de contacto, como el dar de comer a los pobres en compañía de Cirilo) al llamarle
su amada «estúpido» y sentirse despreciado por ella («¿Dónde están los esclavos cuando se
les necesita?», dice Hipatia al ver que Davo no colabora a rescatar ningún libro), ya había
tenido contacto epidérmico hasta en tres ocasiones a lo largo de la película (secando con una
toalla a Hipatia tras tomar ésta un baño, acariciando su pie mientras duerme y manoseando
sus pechos mientras intenta besarla bruscamente). Pero es esta última vez cuando más cerca
está de ella y al mismo tiempo sabe que su amor ha sido siempre imposible (como les sucede
a Orestes y a Hipatia entre sí). Davo mantiene contacto carnal con Hipatia, que no se resiste
teniendo en cuenta lo que le espera y advirtiendo que fallece en el acto contemplativo.
Recordemos los rezos de Davo: «No dejes que sea de otro», en alusión a Hipatia.
Se ha escrito mucho sobre si esta escena final tiene fuerza dramática o no la tiene. Si
conmueve o no. Rosa Montero ha dicho que:
«Me inquieta haber leído que es un film frío y sin emociones, una tabarra llena de insulsa
astronomía, cuando a mí me pareció un trabajo estremecedoramente intenso capaz de
conmocionar el cerebro y el corazón, una película de las que te remueven en el asiento
y te ponen un nudo en la garganta.»{16}
En cambio, David Gistau ha sostenido que:
«Lo peor es que el director no logra convencer de que le importan las personas, ni
consigue que importen al espectador. La escena final, la del asesinato de Hipatia, que
debería haber conmovido, no sirvió para que uno dejara de preguntarse si se había
acordado de descongelar los filetes antes de salir de casa.» {17}
También se han ofrecido lecturas feministas de Hipatia (cómo no), rodeada de un montón
de hombres, pero teniendo claro lo que quiere (poder dedicarse al estudio y a enseñar). Esta
interpretación la verá como una mujer firme y segura en sus convicciones. Una mujer «dueña
de su sexualidad» (así se dice), aunque en sentido contrario al frecuentemente defendido y
ejercitado por las feministas.
Amenábar ha dicho que
«En Ágora la trama surge de mi interés por la astronomía. Al tirar de ese hilo te topas
obligatoriamente con el conflicto entre fe y ciencia, te enteras de la lucha de los
astrónomos para demostrar que la Tierra no era el centro de la galaxia. Si a eso le
sumas la corriente de intolerancia que lleva a la destrucción de uno de los mayores
centros del saber de la Antigüedad la película acaba teniendo un fuerte componente
religioso. Pero no quería hacer una película sobre la religión, sino sobre la astronomía
(...) Lo más complicado de Ágora fue unir las tres miradas: la cosmológica, la de Hipatia
y la de una civilización en decadencia.» {18}
Él ha contado cómo surgió su interés por la astronomía. Una noche de verano estando de
noche en un yate en Mallorca con unos amigos y mientras observaba el firmamento, se
pusieron a opinar acerca de si existe vida extraterrestre. Y Amenábar se sorprendió al ver que
ninguno de sus amigos creyera que ello fuera posible. De ahí pasó al intento de mostrar la
Historia de la Astronomía a través de sus grandes nombres. Pero al ver la esterilidad de la
empresa, fue acotando terreno y se quedó en la Alejandría del siglo IV y con el personaje
femenino de Hipatia. Estamos analizando en este artículo cómo le ha podido quedar a

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Amenábar su intento, pero ya podemos prepararnos, porque uno de los proyectos que tiene
en mente es hacer una película sobre la Teoría de la Relatividad.
Pero es que, además, Amenábar pretendía hacer una película sobre Jesucristo (no
sabemos si la hará en un futuro). En la entrevista de Público que estamos citando (por ser de
las más interesantes) el periodista le pregunta si Hipatia es una versión feminista de Jesús y
él responde:
«Sí, se podría decir que sí. Es curioso comprobar cómo los seguidores de Jesús, que
había predicado la no violencia, acabaron haciendo cosas brutales en su nombre. Por
ejemplo, asesinar a Hipatia frente a un altar. Hay una conexión especial entre Hipatia y
Jesucristo. Tanto que durante un tiempo barajé con Mateo Gil [guionista del filme] contar
las dos historias en paralelo».
El periodista sorprendido comenta: «¡Caramba! ¿Quería rodar una película sobre
Jesucristo?» y nuestro director responde que «Sí, eso no se lo había dicho a nadie hasta
ahora (risas)».
Amenábar ha declarado que fue en el ambiente de Los otros (2000-2001) cuando fue
consciente de su condición de agnóstico. Y que cuando iba a empezar a rodar Ágora (2008),
él ya era ateo. Dice que como ninguno de los dioses sobre los que ha leído y de los que existen
le convencen, pues debe de ser ateo. «Puedo creer en algo superior: llamémosle Naturaleza.
Así que sí, soy ateo». Como no está de acuerdo con muchas posturas de la Iglesia Católica
(referentes a la homosexualidad, el aborto, &c.), entonces es que no existe Dios. Desde luego
el bueno de Alejandro no conoce la distinción entre lo que son las religiones como instituciones
históricas y lo que suponen como estructura social, y la idea de Dios. No le sonará de nada la
tradicional distinción (aunque haya quien no la acepte) entre Teología Natural y Teología
Dogmática. Parece que no ha leído a Aristóteles. Ni a Pascal o Voltaire. Parece como si al
hablar de Dios todos supiéramos a lo que nos estamos refiriendo. Pero nada más lejos de la
realidad. Utilizando la fórmula aristotélica podemos decir que «Dios se dice de muchas
maneras». Ni seguramente se ha parado Amenábar a reflexionar y estudiar los distintos
significados que tiene eso de la Naturaleza y que él parece tener tan claro. Esperamos que
preparando otro próximo proyecto lo haga.
¿Podremos decir que Amenábar, como director de «tesis», ha realizado una película pro-
Alianza de civilizaciones? ¿O más bien anti-Alianza de civilizaciones? Probablemente esté más
en consonancia con la primera opción, pero una vez que esas supuestas civilizaciones hayan
neutralizado a los seguidores más integristas. Como entendemos que la película destila una
interpretación pesimista del hombre (incapaz de llegar a acuerdos dialogando pacíficamente),
Amenábar asume que esto no se da en el presente. Así que pondría esa voluntad de acuerdo
o entendimiento en un futuro, constatando las múltiples dificultades que existen para ello. Así,
sería un pensamiento utópico y no el propio del Pensamiento Alicia. Si bien, por otro lado, al
intentar que cristianos y mahometanos (por ser las dos religiones más numerosas del presente)
se pongan a dialogar en el siglo XXI para llegar a un acuerdo y respetar las creencias del otro,
se está olvidando que ello sólo sería posible a fuer de que se olviden o supriman las
dogmáticas propias, con lo que estaríamos en la situación explicada en la nota 8. Y estaría
ignorando cada vídeo de Al Quaeda (por ejemplo) donde se explicita muy bien cuáles son los
objetivos del Islam. Y no son otros que los de extender el mensaje del profeta a todo el globo
empleando para ello la yihad menor (la guerra santa) {19}. Llega a decir Hipatia a sus discípulos:
«Es más lo que nos une que lo que nos separa. Somos hermanos. Las luchas son para el
vulgo y los esclavos». Hacia el final de la película, Orestes dice: «Ingenuo de mí por creer que
habíamos cambiado».

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Se han publicado distintos artículos a favor y en contra de la película. Veamos algunos de


ellos, lo que defienden y lo que critican de la película y de qué modo lo hacen; si se ciñen a la
película y ejercen un método dialéctico o si argumentan de manera retórica, desviando la
atención del tema inicial.
Entre quienes se posicionan contra la película podemos citar los comentarios de Pío Moa,
publicado en su blog el viernes 16 de octubre de 2009, y de Agapito Maestre, publicado
en Libertad Digital el mismo día, como dos de los más furibundos ataques a la película y a su
director, por ser un sectario, achacándole filiaciones políticas que no vienen al caso. Dice
Maestre:
«Ágora es una película tendenciosa. Ideológica. Es el óbolo que paga la izquierda
"cultural" y totalitaria a los favores de Zapatero (...) Ágora es el documento ideológico
de un fanático que pretende curar a Occidente de una enfermedad actual que sólo él
percibe: el cristianismo es un "fundamentalismo" del mismo tipo que el islamismo (...) El
crítico cínico del fanatismo es peor, mucho peor, que el dogmático. Éste es alguien.
Tiene algo insobornable: su conciencia de verdad. Porque el dogmático defiende su
verdad, por encima de cualquier tipo de escepticismo, con razones y serios argumentos,
sin duda, tiene más credenciales intelectuales que un vulgar fanático de la piara de
Zapatero. Prefiero, pues, discutir con dogmáticos, aunque tengan sangre de una
ilustración decadente, que con pedantes fanatizados por Rodríguez Zapatero. Prefiero
discutir con almas apasionadas y cultas que con ideólogos totalitarios. No discutiré,
pues, con el guión de esta película. No hay nada que apreciar. Es enteramente
despreciable. Ágora, sí, no es la cinta de un dogmático, de alguien dispuesto a defender
su verdad con la argumentación, sino de un fanático que desconoce por completo las
bases mínimas de la cultura occidental. Sólo un fanático, a medio alfabetizar, puede
producir tal engendro (...) La cartilla ideológica, o peor, el catecismo laico que defiende
el director de esta película está reñido con el espíritu de Hipatia y la idea de libertad de
la Antigüedad (...) Pero esta película, en mi opinión, contiene algo peor. Rebosa malicia
por todas partes. Resentimiento. Es un impedimento crucial para entender que todo
documento de la historia, como diría Walter Benjamín, contiene barbarie y civilización.
En fin, "en el alma maliciosa", como nos enseñó Sor Juana Inés de la Cruz, "no entra la
sabiduría".»
David Gistau en su columna de El Mundo del martes 13 de octubre de 2009 defiende
algunas tesis de la película:
«Es injusto el auto de fe a que ha sido sometida la película, quemada en la hoguera
dialéctica por escrúpulos inquisitoriales y los prejuicios de quienes defienden la
infalibilidad cristiana. Si uno de los mensajes que Amenábar trata de transmitir es que
la humanidad debe mucho más a la ciencia que a la religión, a la inteligencia que, a la
superstición, lo que parece mentira es que a estas alturas de los siglos todavía haya
que defenderlo. Y que aún permanezcan en el mundo zonas oscuras donde no prospera
el conocimiento, ahogado por las teocracias»
y critica otras como la Alianza de Civilizaciones y la falta de emoción (que ya hemos
mencionado).
Javier Morán achaca a la película que, por buscar transmitir un mensaje doctrinal muy
claro, no emociona (en la línea de lo apuntado por David Gistau al final de su artículo recién
transcrito, en contraposición al punto de vista de Rosa Montero). Dice en su artículo de La
Nueva España el domingo 11 de octubre de 2009:

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Rubén Franco González Hipatia, la filósofa

«Por muy compleja que fuera la Alejandría de aquel tiempo, quien desee conocerla a
fondo ha de acudir a una biblioteca y no al cine (...) Entra entonces a borbotones lo
específico del guión de «Ágora»: es cine ideológico, o «cine político», según el antiguo
cuño (...) no es difícil salir de «Ágora» con las ideas cargadas contra aquel período del
cristianismo, o contra la religión cristiana en general (de los obispos no hablemos). La
de Amenábar es una película eminentemente doctrinal, y lo es en sí misma, de modo
que no es necesario acudir a las intenciones del director. Al igual que la veracidad
histórica de una película, las motivaciones de su director, o sus declaraciones antes del
estreno («quería haber rodado una película sobre Jesucristo»), no nos interesan (...) No
hay por qué demonizar a Amenábar (como están haciendo algunos católicos de espíritu
parabolano). Vamos a la película en sí misma: lo que en «Ágora» se sacrifica para que
predomine su enfoque doctrinal es nada menos que la emoción.»
Miguel Ángel García Mercado, en el ABC de Sevilla del viernes 23 de octubre de 2009,
critica la película desde una perspectiva histórica en su artículo titulado «A la mentira por la
imagen». Es la misma línea seguida por Ricardo Moreno Luquero en El Periódico de
Extremadura, en su artículo «Ágora: rigor histórico», publicado el domingo 25 de octubre de
2009.
Jesús Trillo Figueroa, en La Razón del martes 6 de octubre de 2009, argumenta:
«La película tiene tantos mensajes ideológicos que es imposible meterlos en dos horas
y, al mismo tiempo, mantener un ritmo entretenido, interesante y espectacular (...) Pero
lo que pretenden es inyectar en una pastilla los siguientes mensajes: primero, que las
religiones generan odio y violencia. Segundo, que el cristianismo es la más talibán de
todas y la que empezó. Tercero, que existen dos mundos, por una parte, el de la filosofía
y la ciencia, contrapuesto e incompatible con el de la religión. Cuarto, que el cristianismo
al principio fue misericordioso, pero la jerarquía eclesiástica y la Iglesia son por
definición intolerantes y fundamentalistas. Y, sobre todo, hay dos mensajes más que
son especialmente queridos por la película y por toda la explosión de libros y
propaganda que estos días se vienen haciendo: el cristianismo es la causa de la caída
del Imperio Romano y de la desaparición de la sabiduría grecolatina. Además, es el
culpable de la subordinación y dominación de la mujer por parte del hombre. En fin,
Alejandría e Hipatia son el símbolo de una civilización grecorromana basada en la
filosofía, la ciencia y la libertad, hasta que llegó el cristianismo y comenzó la oscura
Edad Media. Demasiado para una sola película (...) Lo malo de la trama que cuenta la
película es que es mentira desde el principio hasta el final (...) la auténtica leyenda surge
con la obra de John Toland en 1720 (...) Bertrand Rusell comienza su «Historia del
pensamiento occidental» con una irónica semblanza de San Cirilo diciendo: «El motivo
principal de su fama es el linchamiento de Hipatia». Todo esto huele excesivamente a
podrido.»
César Casal, el sábado 24 de octubre de 2009 en La Voz de Galicia, escribe:
«Ahora llega lo último de Alejandro Amenábar, Ágora. Y me sucede que no me
convence. No entro en la película. Entiendo lo que quiere denunciar y subrayar, que el
hombre es un lobo para el hombre, y que las religiones son la carnaza que multiplica
esa violencia natural. Entiendo que Hipatia fue una mujer singular, en un tiempo en el
que las mujeres eran igual a menos cero. Entiendo que la película es una lección contra
la intolerancia que nos mata, nunca mejor dicho. Pero los personajes se quedan en
caricatura. Como una cosmética de la ficción histórica. No me los creo del todo. Incluso
así, hay escenas potentes. La final, tremenda (...) Y esos talibanes cristianos, los

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Rubén Franco González Hipatia, la filósofa

parabolanos, suerte de ejército de fanáticos, tan parecidos a los que hoy en día siguen
matando en Chechenia o en Afganistán. Pero son más de dos horas en las que me
pierdo en ese universo de estrellas que es la cabeza de Hipatia. El director abusa mucho
de la técnica. Demasiado movimiento de cámaras y demasiado Google Maps, planos
desde arriba. Me quedo con la tristeza que siempre es ver convertida una biblioteca en
una iglesia.»
En el lado de las críticas favorables, situamos la de Oti Rodríguez Marchante (que no hay
que olvidar que es el autor del libro Amenábar, vocación de intriga, 2002, que es la
transcripción de una entrevista que mantuvieron ambos –junto con José Luis Cuerda–, justo
un día después del atentado contra las Torres Gemelas), que en el ABC del viernes 9 de
octubre de 2009 escribió:
«La película te sumerge en el complejo clima político, social y religioso que impregna a
los personajes y a sus actos, de tal modo que algo que te era ajeno y desconocido se
clarea y lo entiendes de inmediato: a Hipatia, su obsesión por los astros y sus leyes, su
posición en esa escuela, sus ansias de mujer libre, el auge, empuje y medra del
cristianismo, el eclipse del paganismo, la decadencia de Roma... La limpia belleza de
Rachel Weisz y su perfecto empaste con el personaje consiguen hacerlo cercano,
cálido, incluso en su fría vertiente de mujer obsesionada por la ciencia e incompatible
con el amor (...) El punto de vista es, pues, de ella, pagano, que en el mundo actual se
correspondería con algo cercano al laicismo; mientras que enfrente está un cristianismo
montaraz cuya expresión actual estaría más próxima al fundamentalismo islámico. Tal
vez, ahora el espectador cristiano podría sentirse maltratado, pero en realidad no es el
cristianismo actual lo que combate esta película, sino el radicalismo, el fanatismo racial,
territorial, sectario o religioso... Y tergiversar el auténtico sentido de «Ágora» por
razones de secta, ideología o religión solamente le dará la razón a la sustancia de la
película: casi dos mil años después, aún sirven las mismas piedras para tirárselas a los
demás. Quedarse en eso, o en si se aleja o se acerca la cámara a las estrellas, es como
querer tocar el piano con los codos.»
Otra crítica favorable es la de Rosa Montero (ya citada) donde dice sencillamente que:
«Ágora, en resumen, me ha gustado muchísimo, aunque comprendo que a algún crítico
le pueda parecer una castaña, porque ya hemos dicho que no hay normas objetivas a
la hora de juzgar una obra de arte.»
Han salido otros artículos que no hablan de la película, pero sí de Hipatia y su contexto.
Podemos citar «Hipatia de Alejandría, la mujer detrás del mito», de María Arribas (publicado el
1 de noviembre de 2009 en la página web Leer Gratis); «Hipatía y la pasión por la verdad», de
Jorge Juan Fernández Sangrador (director de la BAC) en la tercera de ABC del domingo 11
de octubre de 2009; «La leyenda de Hipatia», de Luis Alberto de Cuenca, publicado en ABC el
domingo 4 de octubre de 2009{20}.
Hagamos mención por último al artículo de la Blanca Álvarez González, publicado en El
Correo Digital el jueves 15 de octubre de 2009. En su escrito sólo se dedica a insultar e intentar
desacreditar gratuitamente. Pretende criticar las opiniones de Gustavo Bueno Sánchez que
aparecieron en La Nueva España (ver nota 10). Antes de que se estrenase la película y ante
la gran expectación suscitada, el periódico solicitó la opinión de varias personas, entre ellas el
profesor Bueno Sánchez. Y lo que no ha sabido captar en absoluto la malintencionada Blanca
Álvarez es el sentido de crítica filosófica que tenían sus palabras. Por supuesto que no puede
hablar de la película sin haberla visto. Es el requisito esencial. Pero es que no habla de la
película. Ni los otros entrevistados lo hacen (Jorge Juan Fernández Sangrador –que hemos

11
Rubén Franco González Hipatia, la filósofa

mencionado en el párrafo anterior– y Amalia González). No pueden materialmente hacerlo. Lo


que se les pregunta es acerca de la figura de Hipatia. Bueno Sánchez expone cuál ha sido el
sentido de reivindicar la figura de Hipatia históricamente y aventura cuál podría ser la versión
que nos ofrecerá Ágora. Dice él: «Combinará probablemente planteamientos del feminismo
con una perspectiva anticlerical» (subrayado nuestro). Una posición deudora de la postura
protestante, anticatólica y potenciada en la Ilustración. Sobre todo, esa visión que considera
que el catolicismo y la ciencia se han llevado muy mal, olvidando que gran parte de los
científicos importantes de la historia han sido católicos {21}. Al decir Blanca Álvarez: «¿Qué
rayos tendrá que ver Hipatia con Lutero?» está demostrando una ignorancia histórica
tremenda. Casi tanta como al afirmar que Tesis es el proyecto de fin de carrera de Amenábar,
cuando éste no ha acabado su carrera (había abandonado las clases y rodaba cortos por su
cuenta). Dice Blanca: «Para ellos, la opinión, dado que no la razonan, se limita a ese mercadillo
verdulero de los mediocres». No cabe realizar un autorretrato mejor. En un artículo se intenta
explicar en dos párrafos la significación de Hipatia en la historia de la filosofía y de la ciencia y
advertir los anacronismos referentes a la Biblioteca de Alejandría (que Amenábar es
consciente de ello). En el otro se dedica a arremeter contra una persona sin fundamentar sus
opiniones y sin percibir el alcance de la tesis histórico-filosófica que el «adversario» defiende.

Notas
{1} Alejandro Amenábar ha concedido multitud de entrevistas: en prensa (El Mundo, El
País, Público, ABC, &c.), en televisiones (en El Hormiguero de Cuatro el lunes 5 de octubre
de 2009; en Buenafuente de La Sexta el miércoles 7 de Octubre de 2009; en Cuarto
Milenio de Cuatro el domingo 25 de Octubre de 2009, &c.) y en radios (en Te doy mi
palabra de Isabel Gemio en Onda Cero el sábado 10 de Octubre de 2009; en Queremos
hablar de Ana García Lozano en Punto Radio el martes 13 de Octubre de 2009, &c.). Pero
no sólo eso. El pasado 29 de septiembre de 2009 en el Teatro Palacio Valdés de Avilés,
Antonio Muñoz de Mesa entrevistó a Alejandro Amenábar para el programa Taller Canal
Plus dedicado a la trayectoria de directores y actores de cine, que se emitió el jueves 12 de
noviembre de 2009. El programa de TVE2 Versión española emitió el viernes 2 de octubre
de 2009 (una semana antes del estreno de Ágora) la penúltima película de este director, Mar
adentro (2004). Estos hechos, que en principio son externos a Ágora, sirven sin embargo (y
desde luego, no por casualidad) para promocionar la película.
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Rubén Franco González Hipatia, la filósofa

{2} En esta ocasión, vamos a utilizar Hipatia y no Hipatía, por convención, a pesar de la
objeción de Rosa Montero (Jorge Juan Fernández Sangrador escribe «Hypatia»).
{3} Como la que mantienen Jaime Pena, Ángel Quintana, Carlos Reviriego, Carlos F. Heredero
y Eulalia Iglesias en Cahiers España en el número 27 (octubre 2009).
{4} Un buen ejemplo de ello nos lo proporciona el programa radiofónico de Es Radio, Cowboys
de medianoche. Están dedicando un par de programas a un género cinematográfico dado,
y después pasan al siguiente. El primer género ha sido el de «Terror», el segundo de
«Ciencia-ficción», el tercero de «Cine negro» y el cuarto de «Cine de gángsters». Los
oyentes envían sus listas de las diez mejores películas del género que se trate. El propio
José Luis Garci ha advertido que, si no se fijan unos límites, la discusión es muy vaga. Y
dependiendo de los presupuestos que uno considere, una película de terror podrá o no ser
considerada como tal. Por citar un ejemplo muy rápido: la película de terror más citada por
todos los oyentes (el número uno de la lista de diez) es El exorcista (1973, William Friedklin).
{5} Tanto el libro de Kingsley como el de Toland se pueden leer en Google Books.
{6} «El asesinato de la profesora se ejecutó en marzo del 415, durante la cuaresma, al regresar
Hypatia en carruaje a casa, la plebe le sacó del vehículo, la arrastró a la iglesia, la desnudó
y asesinó con estacas. Luego llevó su cuerpo a Cinaren, de emplazamiento desconocido
para quemarlo, dato confirmado por Malalas (Chronogr. P. 359 Bora). Juan de Nikiu (Suda.
Hypatia) indica también que el cuerpo fue despedazado por los alejandrinos y sus miembros
esparcidos por la ciudad. Hypatia tenía unos 60 años al morir. Según Damascio (frg. 102. p.
81, 7-10 Zintzen), el crimen político de Hypatia quedó impune.» (subrayado nuestro),
«Sinesio de Cirene, intelectual. La escuela de Hypatia en Alejandría», 2004, un artículo del
historiador José María Blázquez Martínez (1926). Puede leerse en la Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes.
{7} Gonzalo Fernández –y tantos otros– desestima que fueran ellos quienes lincharon a
Hipatia, y se inclina por un grupo de marineros. En cualquier caso, lo que habrá que ver es
si seguían el mandato de alguien, y en este caso, ver de quién se trataba.
{8} Salvo que sigamos al Lessing de Nathan, el sabio (1779), pero entonces al destruir los
contenidos positivos de las distintas religiones, éstas desaparecen y lo que obtenemos es
otra cosa (deísmo).
{9} Desde una posición materialista, Gustavo Bueno ha escrito o expresado en numerosas
ocasiones la ingenuidad de este tipo de pensamiento:
«A veces el fundamentalismo «racionalista», en forma de ateísmo, se presenta como la
condición previa, necesaria e incluso suficiente, para dar lugar al desarrollo de los
pueblos, haciendo responsable a la religión (generalmente dicha en general) del atraso
y barbarie de las sociedades. Se trata de una ingenuidad puramente idealista, propia de
la época de la Ilustración del siglo XVIII, a la que ya se enfrentaron, no sólo los filósofos
cristianos tradicionales, sino también la filosofía positivista de Comte, el marxismo (y
especialmente Lenin) y otras corrientes críticas, como pueda serlo la Escuela de
Frankfurt que, a través de Horkheimer y Adorno, renovó en el siglo XX la crítica a la
Ilustración.
Las religiones terciarias en general, y el cristianismo en particular, no pueden considerarse
como la antítesis racional del desarrollo científico o cultural, como pretenden tantas
posiciones identificadas con el fundamentalismo científico, es decir, con el «radicalismo
racionalista» ateo. Por el contrario, la teología terciaria, y especialmente la cristiana, ha
desplegado a lo largo de su historia una teología dogmática que puede considerarse como
una de las muestras más refinadas, en desarrollos culturales, de la ciencia en su acepción

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Rubén Franco González Hipatia, la filósofa

(aristotélica) de ciencia proposicional. Quien conoce un poco la teología tomista de la


transubstanciación no puede dejar de admirar el refinamiento y sutileza de las teorías
teológicas, que además han preparado muchas veces ulteriores conceptos o ideas
científicas o filosóficas, incluso materialistas. No queda otra alternativa sino la de mirar con
deprecio a quienes hablan, en general, de la rudeza del pensamiento teológico y de su
acción retardaría, y creen, con ingenuidad de adolescente idealista, que removida la religión
e instaurado el ateísmo, el progreso, el bienestar, la paz y la felicidad vendrán por sí
mismos», pag. 263, La fe del ateo, Temas de Hoy, Madrid 2007.
«Hay muchos autores, que mantienen que la religión debe ser extirpada o que defienden
que el fin de la religión librará a la humanidad de todos sus problemas. Defienden que
el cristianismo es una lacra para la ciencia y el progreso de la historia moderna, piensan
que el cristianismo es una reliquia y debe terminar. Pero son argumentos falsos.
Demuestran una ignorancia histórica fundamental. La ciencia moderna se inició con la
revolución copernicana. Copérnico era un canónigo y la Iglesia no se opuso a la
revolución copernicana. Hubo cuestiones más complicadas, como Galileo y su
oposición, pero el problema con Galileo era que ponía en duda cuestiones más
trascendentales para la Iglesia como era la Eucaristía. Hay muchos más ejemplos. O
sea, decir que el cristianismo se opuso a la ciencia es tan absurdo que es un suspenso
en primero de Historia del Pensamiento», entrevista en La Voz de Avilés, el 19 de
febrero de 2008.
En esta línea se pueden leer las páginas 86 y 87 del artículo «Dios salve la razón» en Dios
salve la razón, Encuentro 2008.
{10} Puede verse al respecto el capítulo 2º de Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la
religión (1989) y el capítulo 9º de La fe del ateo (2007), ambos libros de Gustavo Bueno.
{11} Como afirma Gustavo Bueno Sánchez en La Nueva España el domingo 27 septiembre de
2009.
{12} Con esto no estaría de acuerdo Carlos García Gual, que dice: «No niego que también su
prestigio en el terreno político atrajera el odio del clero y de Cirilo, pero la misma ferocidad
del asesinato indica una violencia fanática mucho más desencadenada por un furor religioso
que por un maquiavélico plan para eliminar a una competidora. De todos modos, sería
menos importante la inescrutable motivación interior de Cirilo que el fervor fanático con el
que actuaron esos cientos de monjes desenfrenados y sanguinarios. Los escritores
cristianos, gente de la iglesia de buena intención, que anotan el crimen y lo comentan con
un claro disgusto, le echan gran parte de la culpa a la ambición del obispo, ciertamente. Pero
sin disminuir la responsabilidad inherente a san Cirilo, me parece muy simplista tratar toda
esta intriga como un mero plan para eliminar a una rival en la conquista de autoridad en la
ciudad» (subrayados nuestros), «El asesinato de Hipatia. Una interpretación feminista y una
ficción romántica», Claves de Razón Práctica, Nº 41 (abril 1994).
{13} Chat en El País el martes 13 de octubre de 2009.
{14} Recogemos aquí un fragmento de lo que dice Sagan en el primero de los doce capítulos
de la serie de televisión Cosmos (1980) a propósito de Alejandría, por considerarlo esencial
para Amenábar, y por tanto, para la película que ha realizado (la transcripción es del doblaje
español):
«(...) Si pudiera regresar en el tiempo, éste es el lugar que yo visitaría: la Biblioteca de
Alejandría en su apogeo hace dos mil años. Aquí realmente comenzó la aventura
intelectual que nos ha conducido al espacio. Toda la ciencia del mundo antiguo estuvo
confinada entre estas paredes de mármol (...) Fue el primer verdadero instituto de

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Rubén Franco González Hipatia, la filósofa

investigación entero (...) Cosmos es una palabra griega que significa orden del universo.
De cierta manera, es lo opuesto al Caos. Implica una profunda interconexión entre todas
las cosas. La forma completa y sutil en la que el universo está formado. El genio floreció
aquí. Además de Eratóstenes, existió el astrónomo Hiparco (...) y también Euclides (...)
También Dionisio de Tracia (...) También Herófilo (...) Tenemos a Arquímedes (...) y al
astrónomo Ptolomeo (...) Entre estos grandes hombres, hubo una gran mujer. Se
llamaba Hipatia. Era matemática y astrónoma. Fue la última luz de la Biblioteca y su
martirio está unido a la destrucción de este lugar siete siglos después de haberse
fundado (...) Aunque es difícil hacer un cálculo exacto, parece ser que la Biblioteca llegó
a tener un millón de pergaminos (...)».
{15} Davo sí tuvo contacto con la sangre infiel de Hipatia, cuando ella entregó a Orestes un
pañuelo con sangre menstruada y éste lo arrojó al suelo indignado. Hipatia pretendía mostrar
a su pretendiente que ella no era perfecta como él creía, y para ello le da la parte más sucia,
repugnante o desagradable de su ser. En la película, Hipatia hace esto delante del resto de
alumnos y Orestes lo considera una falta de respeto. Pero Davo incluso desea ese pañuelo
manchado. Dice Amenábar en la entrevista concedido al diario Público el miércoles 7 de
octubre de 2009 sobre esto:
«Es un hecho histórico. "Tú buscas la perfección", le dijo a su alumno. "Pero el universo
no es perfecto". El pañuelo ensangrentado era una metáfora del desorden, pero la clave
aquí es que Hipatia hizo esto en público. Era una manera de decirle a la ciudad que no
iba a renunciar a una vida dedicada al estudio para entregarse al matrimonio. O al
menos eso es lo que hemos interpretado nosotros. A lo mejor Hipatia era lesbiana, pero
a la película le venía bien tratar el tema de la pasión de muchos científicos hacia su
trabajo».
{16} En El País Semanal del domingo 1 de noviembre de 2009.
{17} Publicado en El Mundo el martes 13 de octubre de 2009.
{18} En Público, miércoles 7 de octubre de 2009.
{19} Puede verse al respecto la reciente publicación en la editorial Pentalfa del libro diez de la
Bidaya, a saber, El libro del Yihad. En él, Averroes expone lo que significa el yihad para el
mundo musulmán, y hoy día constatamos su rabiosísima actualidad.
{20} Y ha salido un libro del crítico Jordi Costa en formato de cómic con dibujos de Darío Adanti
titulado Mis problemas con Amenábar, Glenat 2009. El título del libro es esclarecedor.
{21} Bueno Sánchez cita a Draper. Veamos un fragmento de la obra más conocida y polémica
del químico estadounidense donde se habla de Hipatia:
«En este tiempo ocupaba un tal Teófilo el obispado de Alejandría. Habíase dado a los
cristianos de esta ciudad un antiguo templo de Osiris, para que sobre sus ruinas
edificaran una iglesia, y al cavar para echar los cimientos del nuevo edificio, se
encontraron casualmente algunos símbolos obscenos del culto primitivo, los que Teófilo,
[56] con más celo que pudor, expuso en el mercado como objetos de pública mofa.
Menos sufridos los paganos en esta ocasión que los cristianos cuando las farsas
teatrales sobre el debate de la Trinidad, se alzaron en tumulto y estalló una asonada.
Establecieron su cuartel general en el Serapeo, y tales fueron los desórdenes y la
carnicería, que el Emperador se vio obligado a intervenir; envió un edicto a Alejandría
ordenando a Teófilo que destruyera el Serápeo, y la gran biblioteca reunida por los
Ptolemeos y que se había salvado del incendio de Julio César, fue dispersada por este
fanático.
Al obispado de Teófilo ascendió a su debido tiempo su sobrino San Cirilo, que se había

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Rubén Franco González Hipatia, la filósofa

captado el aprecio de las congregaciones alejandrinas, como predicador elegante y


aplaudido, y a él se debió en gran parte la introducción del culto de la Virgen María. Su
influencia sobre este pueblo inconstante estaba empero turbada por Hipatia, hija de
Teon el matemático, que no sólo se distinguía en la exposición de las doctrinas de
Platón y Aristóteles, sino también por sus comentarios sobre los escritos de Apolonio y
otros geómetras. Diariamente se estacionaba ante su academia una larga fila de carros,
y la sala de las conferencias apenas podía contener las personas más ricas y elegantes
de Alejandría, que iban a escuchar sus disertaciones sobre asuntos que en todo tiempo
ha inquirido el hombre y que jamás han sido explicados: ¿Quién soy? ¿Dónde estoy?
¿Qué puedo saber?
¡Hipatia y Cirilo! La filosofía y el fanatismo no podían existir juntos, y reconociéndolo
Cirilo obró según esta idea. Cuando Hipatia se encaminaba a su academia, fue asaltada
por las turbas de Cirilo, en las que iban varios monjes, desnudada en la calle, arrastrada
a una iglesia y allí asesinada por la masa de Pedro el Lector; el [57] cuerpo fue
destrozado, la carne raída de los huesos con conchas, y los restos arrojados al fuego.
Nunca tuvo Cirilo que dar cuenta de este horroroso crimen; parece, pues, que se
aceptaba que el fin santifica los medios.
Así acabó la filosofía griega en Alejandría y pereció la ciencia que tanto se esforzaron
en promover los Ptolemeos; la biblioteca Hija, la del Serápeo, fue dispersada, y la suerte
de Hipatia sirvió de aviso a los que intentaran cultivar los conocimientos profanos; no
hubo por tanto libertad para el pensamiento del hombre; todo el mundo debía pensar
como la autoridad eclesiástica ordenase en el año del Señor 414, y en la misma Atenas
aguardaba su sentencia la filosofía; Justiniano al fin prohibió su enseñanza e hizo cerrar
todas las escuelas de la ciudad», capítulo 2 (págs. 46-47), Juan Guillermo Draper
(1876), Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia, Noctulabium, Barcelona
1987. También disponible en el Proyecto Filosofía en español
(http://www.filosofia.org/aut/dra/index.htm)

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