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– Actos de contrición por nuestros errores y pecados cometidos en este año que
termina. Acciones de gracias por los muchos beneficios recibidos.
I. Hoy, es un buen momento para hacer balance del año que ha pasado y
propósitos para el que comienza. Buena oportunidad para pedir perdón por lo que
no hicimos, por el amor que faltó; buena ocasión para dar gracias por todos los
beneficios del Señor. La Iglesia nos recuerda que somos peregrinos. Ella misma
está presente en el mundo y, sin embargo, es peregrina (1). Se dirige hacia su
Señor peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Diosƒy
(2).
El tiempo del que cada uno de nosotros dispone es corto, pero suficiente para
decirle a Dios que le amamos y para dejar terminada la obra que el Señor nos
haya encargado a cada uno. Por eso nos advierte San Pablo: andad con prudencia,
no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo (4), pues pronto
viene la noche, cuando ya nadie puede trabajar (5). Verdaderamente es corto
nuestro tiempo para amar, para dar, para desagraviar. No es justo, por tanto, que
lo malgastemos, ni que tiremos ese tesoro irresponsablemente por la ventana: no
podemos desbaratar esta etapa del mundo que Dios confía a cada uno(6).
San Pablo, considerando la brevedad de nuestro paso por la tierra y la
insignificancia que tienen las cosas en sí mismas, dice: pasa la sombra de este
mundo (7). Esta vida, en comparación de la que nos espera, es como su sombra.
Cada año que pasa es una llamada para santificar nuestra vida ordinaria y un
aviso de que estamos un poco más cerca del momento definitivo con Dios.
II. Al hacer examen es fácil que encontremos, en este año que termina, omisiones
en la caridad, escasa laboriosidad en el trabajo profesional, mediocridad
espiritual aceptada, poca limosna, egoísmo, vanidad, faltas de mortificación en
las comidas, gracias del Espíritu Santo no correspondidas, intemperancia, mal
humor, mal carácter, distracciones más o menos voluntarias en nuestras prácticas
de piedad… Son innumerables los motivos para terminar el año pidiendo perdón
al Señor, haciendo actos de contrición y de desagravio. Miramos cada uno de los
días del año y cada día hemos de pedir perdón, porque cada día hemos ofendido
(9). Ni un solo día se escapa a esta realidad: han sido muchas nuestras faltas y
nuestros errores. Sin embargo, son incomparablemente mayores los motivos de
agradecimiento, en lo humano y en lo sobrenatural. Son incontables las mociones
del Espíritu Santo, las gracias recibidas en el sacramento de la Penitencia y en la
Comunión eucarística, los cuidados de nuestro Angel Custodio, los méritos
alcanzados al ofrecer nuestro trabajo o nuestro dolor por los demás, las
numerosas ayudas que de otros hemos recibido. No importa que de esta realidad
sólo percibamos ahora una parte muy pequeña. Demos gracias a Dios por todos
los beneficios recibidos durante el año.
Es menester sacar fuerzas de nuevo para servir y procurar no ser ingratos, porque
con esa condición las da el Señor; que si no usamos bien del tesoro y del gran
estado en que nos pone, nos lo tornará a tomar y nos quedaremos muy más
pobres, y dará Su Majestad las joyas a quien luzca y aproveche con ellas a sí y a
los otros. Pues, cómo aprovechará y gastará con largueza el que no entiende que
está rico? Es imposible, conforme a nuestra naturaleza, a mi parecer, tener ánimo
para cosas grandes quien no entiende está favorecido de Dios; porque somos tan
miserables y tan inclinados a cosas de tierra, que mal podrá aborrecer todo lo de
acá de hecho con gran desasimiento, quien no entiende tiene alguna prenda de lo
de allá (10).
III. En estos últimos días del año que termina y en los comienzos del que
empieza nos desearemos unos a otros que tengamos un buen año. Al portero, a la
farmacéutica, a los vecinos…, les diremos Feliz año nuevo! o algo semejante. Un
número parecido de personas nos desearán a nosotros lo mismo, y les daremos
las gracias.
Pero, qué es lo que entienden muchas gentes por un año bueno, un año lleno de
felicidad, etcétera? Es, a no dudarlo, que no sufráis en este año ninguna
enfermedad, ninguna pena, ninguna contrariedad, ninguna preocupación, sino al
contrario, que todo os sonría y os sea propicio, que ganéis bastante dinero y que
el recaudador no os reclame demasiado, que los salarios se vean incrementados y
el precio de los artículos disminuya, que la radio os comunique cada mañana
buenas noticias. En pocas palabras, que no experimentéis ningún
contratiempo(11).
Es bueno desear estos bienes humanos para nosotros y para los demás, si no nos
separan de nuestro fin último. El año nuevo nos traerá, en proporciones
desconocidas, alegrías y contrariedades. Un año bueno, para un cristiano, es
aquel en el que unas y otras nos han servido para amar un poco más a Dios. Un
año bueno para un cristiano no es aquel que viene cargado, en el supuesto de que
fuera posible, de una felicidad natural al margen de Dios. Un año bueno es aquel
en el que hemos servido mejor a Dios y a los demás, aunque en el plano humano
haya sido un completo desastre. Puede ser, por ejemplo, un buen año aquel en el
que apareció la grave enfermedad, tantos años latente y desconocida, si supimos
santificarnos con ella y santificar a quienes estaban a nuestro alrededor.
Cualquier año puede ser el mejor año si aprovechamos las gracias que Dios nos
tiene reservadas y que pueden convertir en bien la mayor de las desgracias. Para
este año que comienza Dios nos ha preparado todas las ayudas que necesitamos
para que sea un buen año. No desperdiciemos ni un solo día. Y cuando llegue la
caída, el error o el desánimo, recomenzar enseguida. En muchas ocasiones, a
través del sacramento de la Penitencia.
Que tengamos todos un buen año! Que podamos presentarnos delante del Señor,
una vez concluido, con las manos llenas de horas de trabajo ofrecidas a Dios,
apostolado con nuestros amigos, incontables muestras de caridad con quienes nos
rodean, muchos pequeños vencimientos, encuentros irrepetibles en la
Comunión…
Pidamos a la Virgen la gracia de vivir este año que comienza luchando como si
fuera el último que el Señor nos concede.
El fin de año momento para pedir perdón y agradecer
¡Que tengamos todos un buen año! Que podamos presentarnos delante del Señor con las
manos llenas.
Actos de contrición por nuestros errores y pecados cometidos en este año que
termina. Acciones de gracias por los muchos beneficios recibidos.
I. Hoy, es un buen momento para hacer balance del año que ha pasado y
propósitos para el que comienza. Buena oportunidad para pedir perdón por lo
que no hicimos, por el amor que faltó; buena ocasión para dar gracias por todos
los beneficios del Señor. La Iglesia nos recuerda que somos peregrinos. Ella misma
está presente en el mundo y, sin embargo, es peregrina (1). Se dirige hacia su
Señor peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Diosƒy
(2).
El tiempo del que cada uno de nosotros dispone es corto, pero suficiente para
decirle a Dios que le amamos y para dejar terminada la obra que el Señor nos
haya encargado a cada uno. Por eso nos advierte San Pablo: andad con prudencia,
no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo (4), pues pronto
viene la noche, cuando ya nadie puede trabajar (5). Verdaderamente es corto
nuestro tiempo para amar, para dar, para desagraviar. No es justo, por tanto, que
lo malgastemos, ni que tiremos ese tesoro irresponsablemente por la ventana: no
podemos desbaratar esta etapa del mundo que Dios confía a cada uno(6).
Cada año que pasa es una llamada para santificar nuestra vida ordinaria y un aviso
de que estamos un poco más cerca del momento definitivo con Dios.
No nos cansemos de hacer el bien, que a su tiempo cosecharemos, si no
desfallecemos. Por consiguiente, mientras hay tiempo hagamos el bien a todos
(8).
II. Al hacer examen es fácil que encontremos, en este año que termina,
omisiones en la caridad, escasa laboriosidad en el trabajo profesional, mediocridad
espiritual aceptada, poca limosna, egoísmo, vanidad, faltas de mortificación en las
comidas, gracias del Espíritu Santo no correspondidas, intemperancia, mal humor,
mal carácter, distracciones más o menos voluntarias en nuestras prácticas de
piedad… Son innumerables los motivos para terminar el año pidiendo
perdón al Señor, haciendo actos de contrición y de desagravio. Miramos
cada uno de los días del año y cada día hemos de pedir perdón, porque cada día
hemos ofendido (9). Ni un solo día se escapa a esta realidad: han sido muchas
nuestras faltas y nuestros errores. Sin embargo, son incomparablemente mayores
los motivos de agradecimiento, en lo humano y en lo sobrenatural. Son
incontables las mociones del Espíritu Santo, las gracias recibidas en el sacramento
de la Penitencia y en la Comunión eucarística, los cuidados de nuestro Angel
Custodio, los méritos alcanzados al ofrecer nuestro trabajo o nuestro dolor por los
demás, las numerosas ayudas que de otros hemos recibido. No importa que de
esta realidad sólo percibamos ahora una parte muy pequeña. Demos gracias a
Dios por todos los beneficios recibidos durante el año.
Es menester sacar fuerzas de nuevo para servir y procurar no ser ingratos, porque
con esa condición las da el Señor; que si no usamos bien del tesoro y del gran
estado en que nos pone, nos lo tornará a tomar y nos quedaremos muy más
pobres, y dará Su Majestad las joyas a quien luzca y aproveche con ellas a sí y a
los otros. Pues, cómo aprovechará y gastará con largueza el que no entiende que
está rico? Es imposible, conforme a nuestra naturaleza, a mi parecer, tener ánimo
para cosas grandes quien no entiende está favorecido de Dios; porque somos tan
miserables y tan inclinados a cosas de tierra, que mal podrá aborrecer todo lo de
acá de hecho con gran desasimiento, quien no entiende tiene alguna prenda de lo
de allá (10).
III.
En estos últimos días del año que termina y en los comienzos del que
empieza nos desearemos unos a otros que tengamos un buen año. Al
portero, a la farmacéutica, a los vecinos…, les diremos Feliz año nuevo! o algo
semejante. Un número parecido de personas nos desearán a nosotros lo mismo, y
les daremos las gracias.
Pero, qué es lo que entienden muchas gentes por un año bueno, un año lleno de
felicidad, etcétera? Es, a no dudarlo, que no sufráis en este año ninguna
enfermedad, ninguna pena, ninguna contrariedad, ninguna preocupación, sino al
contrario, que todo os sonría y os sea propicio, que ganéis bastante dinero y que
el recaudador no os reclame demasiado, que los salarios se vean incrementados y
el precio de los artículos disminuya, que la radio os comunique cada mañana
buenas noticias. En pocas palabras, que no experimentéis ningún
contratiempo(11).
Es bueno desear estos bienes humanos para nosotros y para los demás, si no nos
separan de nuestro fin último. El año nuevo nos traerá, en proporciones
desconocidas, alegrías y contrariedades. Un año bueno, para un cristiano, es aquel
en el que unas y otras nos han servido para amar un poco más a Dios. Un año
bueno para un cristiano no es aquel que viene cargado, en el supuesto de que
fuera posible, de una felicidad natural al margen de Dios. Un año bueno es aquel
en el que hemos servido mejor a Dios y a los demás, aunque en el plano humano
haya sido un completo desastre. Puede ser, por ejemplo, un buen año aquel en el
que apareció la grave enfermedad, tantos años latente y desconocida, si supimos
santificarnos con ella y santificar a quienes estaban a nuestro alrededor.
Cualquier año puede ser el mejor año si aprovechamos las gracias que Dios nos
tiene reservadas y que pueden convertir en bien la mayor de las desgracias. Para
este año que comienza Dios nos ha preparado todas las ayudas que necesitamos
para que sea un buen año. No desperdiciemos ni un solo día. Y cuando llegue la
caída, el error o el desánimo, recomenzar enseguida. En muchas ocasiones, a
través del sacramento de la Penitencia.
Que tengamos todos un buen año! Que podamos presentarnos delante del Señor,
una vez concluido, con las manos llenas de horas de trabajo ofrecidas a Dios,
apostolado con nuestros amigos, incontables muestras de caridad con quienes nos
rodean, muchos pequeños vencimientos, encuentros irrepetibles en la Comunión…
Hagamos el propósito de convertir las derrotas en victorias, acudiendo al Señor y
recomenzando de nuevo.
Pidamos a la Virgen la gracia de vivir este año que comienza luchando como si
fuera el último que el Señor nos concede.
Moniciones Misa Vispera de Año Nuevo – Ciclo A
INTRODUCCION
Hermanos bienvenidos a esta Eucaristía del último día del año 2010.
Hoy culmina un año más en la historia de la humanidad y en la historia de nuestras propias vidas, y queremos
terminarlo con los ojos y el corazón puestos en Jesús, nacido en Belén. Él, esta más allá de la historia, pero la guía,
la orienta y le da sentido. En este día de fin de año, pidamos a Jesucristo, Señor del Tiempo, que el mundo entero y
nosotros mismos, podamos dar pasos decisivos, en el año que comienza, a un nuevo tiempo, donde El reine y ocupe
el lugar que le corresponde. Y pidámosle a María, Nuestra Madre Celestial, que nos ilumine la razón para que
realmente podamos analizar nuestro accionar en el camino recorrido hasta aquí, como así también que encienda
nuestros corazones para una entrega generosa y para estar dispuestos a ser verdaderos dadores de Vida.
San Juan nos enseña que por estar ungidos con el Espíritu de la Verdad, nosotros no podemos desear, ni obrar mal.
El apóstol san Juan expresa que Cristo es la Palabra que se ha hecho carne entre nosotros y su Palabra, es la vedad
que todo hombre necesita.
Por la Iglesia universal, para que siga proclamando en todo momento y en todo tiempo, que Cristo – Jesús, es el
Señor, el Rey de Reyes, el Salvador. OREMOS.
Por los pastores de la iglesia, para que sus vidas, sean manifestación perenne del amor de Dios, y su testimonio,
refleje a todos los hombres de la tierra, a Cristo vivo y presente , ayer, hoy y siempre. OREMOS
Por el mundo, para que en este nuevo año que se inicia, sea propicio para el acercamiento de todos los pueblos, sin
distinción alguna, especialmente, de aquellos que viven la tragedia de la guerra, la violencia y el terrorismo, y que
se desplieguen por todas partes, las banderas de la paz, justicia y verdad. OREMOS.,
Por nuestra comunidad parroquial, para que juntos iniciemos con optimismo y confianza el año venidero y con
esfuerzo y firmeza, con fe y amor, hagamos realidad los proyectos para la construcción de nuestro templo.
OREMOS.
Vamos a pedir muy especialmente por la Hermana Silvana, para que el niño Jesús, María y José la acompañen
siempre por los caminos que nuestro Señor le señale. Te vamos a extrañar. OREMOS.
Por nosotros aquí reunidos en este ultimo día del año, para que encontremos siempre en la Eucaristía, el alimento
del espíritu, que nos fortalezca y ayude a profundizar la verdad de nuestra fe, para amar mas al Señor y a los
Hermanos. OREMOS
OFRENDAS
Junto con el Pan y el Vino, depositamos en el altar todos los trabajos, sufrimientos y alegrías vividos en este año
que se termina.
COMUNION
Caminamos hacia el Altar, confiados de que al recibir la comunión con Cristo quedaremos inundados de esa
Vida, llena de entusiasmo, para ser entregada a los demás.
DESPEDIDA
Hermanos, demos gracias a Dios por todo lo que nos ha regalado durante el año que hoy termina, y pidámosle,
desde lo más profundo de nuestro corazón, que en el nuevo año que está por comenzar, su presencia sea Luz y Guía
de nuestras vidas, y María, mediadora de Gracias, dadora de vida y madre nuestra, nos haga tener un corazón
abierto a todos.
Nos vamos con María, Medianera de Gracias, Dadora de Vida y Madre nuestra, agradecidos de todo lo que
hemos recibido y pidiendo, con sincero amor y humildad, un corazón abierto a todos.
ORACION DE MEDITACION
ACCION DE GRACIAS
Señor…
Un poquito de ti
Amén.
En estos últimos momentos del año que ya termina,
heme aquí, Señor, en el silencio y en recogimiento
para decirte GRACIAS,
para solicitarte: AYUDA,
para implorarte: PERDÓN.
GRACIAS,
Señor por la paz, por la alegría,
por la unión que los hombres, mis hermanos, me han brindado,
por esos ojos que con ternura y comprensión me miraron.
Por esa mano oportuna que me levantó,
por esos labios cuyas palabras y sonrisa me alentaron,
por esos oídos que me escucharon,
por ese corazón que amistad, cariño y amor me dieron.
Gracias, Señor por el éxito que me estimuló,
por la salud que me sostuvo,
por la comodidad y diversión que me descansaron.
Gracias, señor... me cuesta decírtelo...
por la enfermedad, por el fracaso, por la desilusión,
por el insulto, por el engaño, por la injusticia,
por la soledad, por el fallecimiento del ser querido.
Tu lo sabes, Señor, cuán difícil fue aceptarlo;
quizá estuve al punto de la desesperación,
pero ahora me doy cuenta
que todo esto me acercó más a Ti.
¡Tú sabes lo que hiciste!
Gracias, Señor, sobre todo por la fe
que me has dado en Ti y en los hombres.
Por esa fe que se tambaleó
pero que Tú nunca dejaste de fortalecer
cuando tantas veces encorvado bajo el peso del desánimo
me hizo caminar en el sendero de la verdad
a pesar de la oscuridad.
AYUDA
Te he venido también a implorar
para el año que muy pronto va a comenzar.
Lo que el futuro me deparará, lo desconozco Señor.
Vivir en la incertidumbre, en la duda,
no me gusta, me molesta, me hace sufrir.
Pero sé que Tú siempre me ayudarás.
Yo te puedo dar la espalda. Soy libre.
Tú nunca me la darás. Eres fiel.
Yo sé que me tenderás la mano.
Tu sabes que yo no siempre la tomaré.
Por eso, hoy te pido que me ayudes a ayudarte,
que llenes mi vida de esperanza y generosidad.
No abandones la obra de tus manos. Señor.
PERDÓN
No podría retirarme sin pronunciar
esa palabra que tantas veces,
te debí de haber dicho,
pero que por negligencia y orgullo he callado,
perdón, Señor, por mis negligencias,
descuidos y olvidos, por mi orgullo y vanidad,
por mi necedad y capricho,
por mi silencio y mi excesiva locuacidad.
Perdón, Señor, por prejuzgar a mis hermanos,
por mi falta de alegría y entusiasmo,
por mi falta de fe y confianza en Ti,
por mi cobardía y mi temor en mi compromiso.
Perdón, porque me han perdonado
y no he sabido perdonar.
Perdón por mi hipocresía y mi doblez,
por esa apariencia que con tanto esmero cuido
pero que en el fondo no es más que engaño a mi mismo.
Perdón por esos labios que no sonrieron,
por esa palabra que callé,
por esa mano que no tendí,
por esa mirada que desvié,
por esos oídos que no presté,
por esa verdad que omití,
por ese corazón que no amó
... por ese Yo que se prefirió.
Se acerca el fin del 2018 y el mundo entero se prepara para recibir el nuevo año con
fiestas y fuegos artificiales, pero muchos olvidan de celebrarlo con Dios, dueño de la vida
y el tiempo. Por ello te compartimos esta oración para rezarla junto con tu familia,
comunidad o amigos antes de la medianoche del 31 de diciembre.
Se recomienda estar alrededor del nacimiento o pesebre. Juntos comienzan diciendo: “En
el nombre del Padre…”
Luego se hace la siguiente oración:
Lector 1: “Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el
pasado y el futuro. Al terminar este año queremos darte gracias por todo aquello que
recibimos de ti.
Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por
cuanto fue posible y por lo que no pudo ser. Te ofrecemos cuanto hicimos en este año, el
trabajo que pudimos realizar, las cosas que pasaron por nuestras manos y lo que con
ellas pudimos construir.
Lector 2: Te presentamos a las personas que a lo largo de estos meses quisimos, las
amistades nuevas y los antiguos que conocimos, los más cercanos a nosotros y los que
estén más lejos, los que nos dieron su mano y aquellos a los que pudimos ayudar, con
los que compartimos la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor, hoy queremos pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido, por el
dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Todos: Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin
entusiasmo. También por la oración que poco a poco se fue aplazando y que hasta ahora
vengo a presentarte. Por todos los olvidos, descuidos y silencios, nuevamente te pido
perdón.
A pocos minutos de iniciar un nuevo año, detengo mi vida ante el nuevo calendario aún
sin estrenar y te presento estos días que sólo tú sabes si llegaré a vivirlos.
Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la
sabiduría. Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un
corazón lleno de comprensión y paz.
Cierra tú mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas,
mordaces o hirientes. Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno, que mi espíritu se
llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso. Amén.”
Para terminar, los participantes se agarran de las manos y rezan un Padre Nuestro, un
Ave María y un Gloria. Luego, entre todos, se dan un abrazo diciendo: “La paz sea
contigo. ¡Feliz año Nuevo!”