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Memorias de mis putas tristes, novela de Gabriel García Márquez que narra la historia de un
hombre de 90 años que encuentra el amor al final de su vida con una joven adolescente justo
cuando el anciano solo esperaba la muerte.
La novela Memoria de mis putas tristes, del premio Nobel colombiano, Gabriel García Márquez,
narra la vida de un hombre costeño colombiano que se ajusta bien a estos perfiles, veterano
amante, que se describe a sí mismo en la novela con estas frases: “Nunca he ido a la cama con una
mujer que no pagó… el momento en que tenía cincuenta hubo 514 mujeres con las que yo había
estado al menos una vez… Mi vida pública, en cambio, carecía de interés: los dos padres muertos,
un soltero sin futuro, un periodista mediocre… y un favorito de los caricaturistas por mi fealdad
ejemplar”.
Sus devaneos amorosos comienzan en la flor de una adolescencia casi infantil, en algún prostíbulo
de pueblo, a modo de regalo para alguna damisela ya entrada en años, que presumiblemente se
deleita con sus juveniles energías amorosas. A cambio de ello, le inicia en el mundo del sexo sin
límites ni compromisos. En esta forma se siembran las semillas amorosas de un hombre que
siempre verá en las mujeres a seres con los cuales no logra estructurar una vida de pareja, sino
más bien un tejido de relaciones signadas por cierta sensación de posesión y de enamoramiento,
sin mayores esperanzas.
Para definir estos significados, nada mejor que el contacto con una virgen joven, empacada como
si se tratara de un regalo por una vieja amiga alcahueta. La virgen es una mujer sola que no dice
una sola palabra, cuyas motivaciones y sentimientos debe adivinar el lectora través de los
símbolos, de los gestos, de vestimentas, de ungüentos en su piel fresca y morena. Es evidente la
tristeza, es clara la desesperanza, se aprecia la imposibilidad de la comunicación entre estos dos
mundos. Nada podrá resolver el abismo entre la vieja sabiduría ya desgastada del amante macho y
la exuberante juventud frustrada de la joven que ya no será novia sino prostituta.
¿Y qué siente este hombre? Dice en la novela: “Aquella noche, descubrí el placer inverosímil de
contemplar el cuerpo de una mujer dormida sin los apremios del deseo o los estorbos del pudor”.
Estas son palabras de un hombre sensible. Esta joven virgen, como todas las demás putas tristes
de su vida, reconoce al hombre inteligente, sabe que no es un simple comprador de sexo, sabe
que podría ser una excelente pareja, alguien con capacidad de escuchar, pero, como todas ellas, se
resigna a ser simplemente una posibilidad perdida de amor, una esperanza fallida.
Gabriel Garcia Márquez es un maestro de la descripción de las mentes y de las vidas de hombres
amantes singulares, que se la pasan toda una vida entre imaginaciones, pensamientos y pequeñas
historias comunes y corrientes, soñando con amores de juventud que van a reaparecer en la vejez,
como queriendo dar fuerzas a la mente incansable, sobre el cuerpo que se va desgastando, como
asignando grandes poderes a los recuerdos y a las historias personales, capaces de ser contadas y
recordados al final de la vida, para darle sentido, para explicarla. Pero cuando las memorias no
pasan de ser recuerdos de noches pasajeras con mujeres abandonadas, las explicaciones no
fluyen, las historias quedan a medio contar y la única compañera es la soledad, otro de los temas
recurrentes del gran escritor, Son historias, historias de casonas amplias, con patios, matas y
jardines medio descuidados, ambientes donde penetra el sol, calles en las cuales el tiempo avanza
despacio, adormeciendo los diálogos, obligándolos a rozarse con la poesía.
Se puede decir que este es un libro escrito con el oficio que da la experiencia abrumadora de
Gabriel GM. Tiene frases realmente brillantes, que surgen sobre todo de algunas de las reflexiones
en primera persona de este hombre de noventa años de envidiable salud y estado físico, que
trabaja, va en bicicleta y mantiene una vida activa con “unos cuantos dolorcillos”. Pienso que GGM
ha tratado con este libro de hacer una reivindicación de la vejez, por cuando el personaje no es el
típico viejo que suele aparecer en las novelas, decrépito, impedido y en un papel secundario. Aquí
se habla de una vejez en la que se pone de manifiesto que la edad es algo externo, pero que en el
interior uno siempre se siente más joven de cómo lo ven los demás. El personaje no se priva de
nada, ni de pensar en el amor y el sexo desmintiendo la imagen asexuada de los ancianos en
nuestra sociedad. Es una novela “vitalista” y llena de optimismo, a pesar del tono nostálgico, que
incluso deja un final abierto a la historia de amor del personaje y la niña. En este sentido rompe
tópicos.
LA PROBLEMÁTICA SOCIAL
Mientras el país repudia, se asombra y se pregunta por qué crecen las cifras de violencia sexual
contra los menores de 14 años, especialmente contra las niñas, en esta novela muestra de alguna
manera esta situación de menores en estos actos sexuales, de modo que en muchas ocasiones
algún parecido con la realidad tiene esta novela.