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DE LA
SABIDURÎ
A
Contenido
13
46
DIOS 48
ED UCA CIÓN s9
14 Cl
15 67
16 EXPEitIEhCIA 70
l7 73
Ig 78
J ESTIC l A
LEI’
LIBERTAD 106
MEMORIA E IM fiGINA 110
CION
115
PLACER l’ DOLOn
i35
140
144
152
37 TBABA]O
¡56
38 VALOB
159
39
tan las palabras hwa en el habln popular. Aun
quienes niegan la existencia del alma, en uo
senti- do ecoló gico o metafísico se sirven del
término en oposició n al cuerpo para referirse a
vagos senti mientos y afinidadcs que al parecer
son sjenos al mundo materia)
Salvo contadas excepciones los teotíá s trudi
cionales dtsiingucn el alma dcl cuerpo, Ya sea que se opte por una u oua
aunque relacionan ambos conceptos. Una de concepció n pronto aparecen nuevos
estas ezccp- ciones es la dtl filó sofo irlandés problemas. tExine el al- ma mtes de su unió n
George Bcrkclcy , quien niega la tezlidad de la con el cuerpo ? /Subsiste una vcz disucltn la
materia y concibe el alma como existente en sí ú nió n? ¿Qué forma asumc cuando está sepoada
y por sí misma. 5egün su teoría ni él ni otros de la materia?
hombres poseen alma sino Parn quienes consideran que el Ama est*
com- puesta de partículas materiales déntro de
los límites del cuerpo, clase de preguntas en
tierra poco o ningú n significado. Quienes la
con- ciben como ir materia) y existente en sí
misma, se decidirá n de inmediatp a fzvot de su
Por el contrario facultad pza tiistir en‘ forma autó noma Só lo
del hombre il cuando se picns* quc el almz es una forma que
junto ton la mate. ttK, c0nstituyc *la substanc2a
los ojos. Aunque la
de un cucrpo vlvo¡
considera el arma co-
cobra scnúdo y cngcpdrz objçcioncs 1a pregunta
Luctecio se te
iobrc la posibilid*d de que subsista cuando muere
una planta un aninial o un hombte
misma hirtoria parece volverse, ora hacia un Describe Platón en D banquetc una escalera '
lado, ora hacia el otro, al compás de las representa el amor y en la que cada peldaño
pasiones de un
gobernante. Algunas veces las instituciones corazón más de un amor? ¿Existe algún orden que
histó- ricas aparentan derivar su fofta1eza del establezca armonía en la diversidad de amo- fC6?
ardor de un solo patriota; los sacflficios De enas preguntas parten las teorías más
invencibles de los mártires, ya scan por la completas sobre el amor,
causa de la iglesia o del es- tado, perpctúan
con amor aquello que ni el poder de las
armas ni la astucia podrían ya preservar. las
páginas más admirables y las más nefastar
de la histofla narran los esfuerzos extremos en
los que tantos hombres impulsados por su
amor han in- currido ; mar es frecuente que
cl relato de la per- turbación interna
permanezca semioculto y se aso- me apenas
entre las líneas que describen actos de
violencia y heroísmo, meras consecuencias dcl
vi- got de un sentimiento.
Otras grandes obras evidencian la fuerza
que emana del amor. Montarme bien puede ser
es- céptico con respecto a casi cualquier cosa
que atraiga su atención ; puede diferir sus
juicios sobre todo problema y modelar un
sentimiento al com- pararlo con el opuesto ;
sin embargo, en cl caro de su amistad con
Etienne de la Boétie, el amor surge triunfadOf
sobre disputa o duda. Cuenta la Biblia, a su
vez, la historia de la humanidad en términos
de amor , o, diciéndolo de oua manera, en
términos de la multiplicidad de amores. Todas
las clases de afecto se encuentran en este
libro: el amor a Dios y a Mammó n, cl puro y el
perversO, la idolatría y la vanidad que brota
del amor otorga- do a quien no lo merece, toda
la lujuria innamral, todo éxtasis del espíritu,
todo lazo de amistad y fraternidad, sí como
todos los odios que el amor engendra.
Las grandes obras de la humanidad —de
poesía
e historia; de meditació n, confesió n y
revela- ció n— describen el amor sin ofrecef
una dixtrina o definició n. Antes de háCCf Ufl
análisis psicoldgi- co del amor o de discutir las
tflOfÍás del sentimien- to tal y como las
proponen filó sofos y teó logos. quizfi sería ú til
resumir los hechos que deben sef
considerados en cualquier teoría. Al
cxaminarlos se encuentran problemas
ineludiblci que son ra- zó n fundamental de
las disputas surgidas de aná- lisis opuestos.
El primero y más importante de los hechos
es. segú n parece, la multiplicidad de amores.
Existen muchas clases de amot, con objetos,
tendencias y expresiones diferentes; cuando se
presentan varias de estas formas en una sola
vida, no es posible de- jar a un lado las
cuestiones de la unidad y el or- den. ¿Hay
algún amor que suprima a los demás o al que
los dcmiís se subordinen? ¿Puede albergar el
corresponde a un tipo diferente. y fuera de ésta lo que cra perfecto se vuelve
Aristóteles, a su vez, clasifica el amor en deficiente. El deseo y la vo- luntad, afirma el
su análisis sobre los tipos poeta, giran sobre sí mismos co- mo una
de amistad. Santo Tomás de Aquino distingue rueda impulsada por el amor, que mueve el
entre el amor pasional y el que se desprende de sol y las demás estrellas. El Inf Ícrno se
una decisión. En la teoría de £reud, el afecto caracteri- za por la ausencia del amor de
ema- Dios, digno castigo
a las
formas que el amor asume cuando la libido se fija
en diversos objetos.
Todas estos clasificaciones y distinciones, y
muchas más, estmcturan la teoría dcl amor huma-
no. La diversidad del amor, sin embargo, ha origi-
nado que se amplíe la teoría para incluir en ella a
el mc hnhixe
lihcxr ir «n emn loroy f‹u ›."
r el iun
los más de los mnraIi‹n gs, sin rmebr g o, piensen
q e\› ft gc‹i6n t #xutl nO rrqt\ i de OIDO
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miento que el que ee eplicea los demgsa prtti oey
deic‹ u, Quitl por la meyor romplejidtd con que
w manifiesta, por cl ‹et Grter im p¢iinsn que t¢i ncn
s ut impulsos, la razón dehee jcx er unma ynr¢
s• fuereo pazr e gulerle, dirigiial o reprimiral;
el nmor se*uaI, emgero, no requiere de virtudesu
obligaciones esgecitle . Podraf drrir•• que exlo ‹c
religioso de le castidad encuentra eu igual en
el vaso de gobroze: rt gmor st dinero constituye
una desviación tan grande del amors Dios
como la I•u
voluntad o del intelecto. Piensan algunos que ro, de unn proporción adecuada debido a lo
las dos clases de amof j3ueden existir que algunos consideran una
separadas por completo, mas también unidas del ser amado. i-a
en diversos gra- dos, como ocurre en el afecto virtud tcologal de la cuidad, por otra patte, es
que es a un tiempo romántico y conyugal. Hay un amof sifRilai a la amistad, cuya pureza
quienes consideran que, hatz cierto punto, perfecta se deriva de su fundamento divino.
existe un componente erótico o sexual en toda Existe una imponente controversia sobre la
clase de amor. Aunque Freud afirma esto, no compatibilidad de la concepción cristiana del
acepta que lo contrario sea verdad: no cree que amor con la romántica. Puede preguntarse si
la sexualidad esté siempre acompañada del el adorar a un sef humano no equivale a su
cariño caiacterísiico del amor hu- mano. Los deifica- ción, lo cual constituiría una alienta
puntos de vista contradictorios que aquí se tan seria a los preceptos de la cuidad como en
mencionan son producto de nociones opuestas la que incurre quien poscc un amor ilimitado
sobre la naturaleza humana, especial- mente en de sí mismo. La opinión que se guarde a este
lo que se fcfiere a lx relación entre el instinto y fCS]3tCtO ectafl la idea del xmor conyugal y
la razón, los sentidos y el intelecto, las de la relación entre el amor en el cortejo y el
emociones y la voluntad. que se da en el £ojtt£ II\0- nio. Pero estos tema, y
tCfÍOffRcnte SC ha sugerido que en el amor en general las formas amor que surgen
rorn ncicO entran en juego taflto foOtiVOS de pOSe - dentro de la comunidad domés- tica, se
Siéin ‹iOrRO aÍtfuiStm; e5tOS últimos carecen , elRpc discuten en cl capítulo “Familia’'.
-
CopiJulo /.’ ARTE ș
1 té fmino "arte” posee Vä f İOS SlgflİÛ fiI Å OS , POS Cuenta la leyenda que Prometeo obsequió el č
cuales bien pueden perdcrse de vista debido fuego a los hombres para que éstos pudieran
a la tendencia a util.zar esta palabra con un sobrcponerse a su existencia animal; el don dcl ¿
sentido resiringido , es decir , exclusivamentc heroico personaje , empero , incluía cl conocimien-
con refcrcn- cia a las bellas artes. Los pensadores to de las tćcnicas para domînar la materia, es de-
contemporź- neos suelcn asociar ct arte con la cir, dc tae artcs ú tiles bá sicas. Los grandes auiorcs
belleza, si bîen a lo largo de la hisioria se le ha de la civilizació n, desde los tiempos de la aritigua
relacionado acaso má s estrechamente con los Grecia hasta nuestra era, han airibuido el progre-
conceptos de utilidad y
conocimiento.
so de la cultura, así como la diferencia entre las so-
En nuestios días pievalece la tendencia, ciedades primitivas y las civilizadas, al desarroilo .»
domi- nance también en el siglo xix, a dc In artcs y las cicncias. Algunos pcnsadores
consideiar la teoría del arte y la estética como an-
una misma cosa. Esto ha tenido como resultado tiguos han visto en el descubrimiento, pot partc
que se idcntifique el arte en general con una de del hombre, de las artes para trabajar la ticrra y
sus clases específicas, concretamente “las bellas iransformar los mutates el principio de ese progie-
artes ” . La especializa- ció n del significado ha so. Rousseau coincide con esie panto de vista y
ido tan lejos en cierias cultural, que la palabfă advierte que “la metalisieria y la agiicultuia
“ante’ se utilize en oca- siones para referirse só lo fueron las dos utes que produjeron esta gran ie-
a uno de los grupos dentro de las bellas artes: la voluciõ n ” , es decir, el paso de la vida primitiva a
pintuta y la escultura. Este concepto se ha la civilizada.
dífundido a tal extremo que al hablar de museos Las bellas artes, como factor de progfeso , figu -
o exposiciones artísticas, cast se da por hecho rari no en primero sino en scgundo término. ê'
que “arte” es ú nicamentc aquello que puede como un mero complemento de otros aspectos vî •
colgarse en una pared o ser colocado en un tales; son fruto selecto de los momentos de inactî-
pedestal. sidad física, hecha posible ú nicamcnte por cl
Un momento de reflexió n, empero , serź sufi- aporte de las aries utilitarian, pues sin éste no hu-
ciente para corregir esa idea. ¿No es cierto, bieian podido florccer las bellas aries.
acaso, que se acostumbra concebir la medicina y Otra ambigü edad de la palabra “arte” surge
la ense- ñ anza como artes? Por otra parte, son cuando se la utilixa para designar ciertas č
bien conoci- das las expresiones como “arses manifes- taciones que son producto del ingenio
industriales ” y “artcs y artesanías” , con las que humano i
se hace referencia a la producció n de objetos se llama ernonces arte a lo que en realidad son
ú tiles. Al hablar de la educaciõ n humanîstica, obras dc aMe. En otras ocasiones se emplea el tér-
debe pensarse en las lla- madas "arics liberales” mino al hablar sobre la causa de los objetos que
que, independientemen- te de una dcfinició n han sido producidos pot el hombre, es decir, la
personal o de las disciplinas que se incluyan en
habilidad mental que dirige la mano cuando ćsta
ellas, son las que se rclacionan con las facultades manipula la materia. El arte es inherentc at artista
de la mente. Es obvio que cl tér- mino “artc” , y a la obra de arte, en cl primero como caoia y
aunque es la iaíz de “artista” , tam- bién lo cs de en la scgunda como efecto. Este ú ltimo
“artcsano' ’. Una mayor rcflezió n lleva al consists en un detefminado ennoblecímiento dc
descubrimiento de que es poscer Îa mate-
ciertz habilidad aun para realizar lv rormas iia, en una transformació n ptoducîda no solamcn-
infe- riores del trabajo productivo . Asimismo , al te por la mano del hombre sino también por sus
obser- ver que la palabra “arte” es también ideas y conocimiento.
raíz de “ar- tificio” y "artificial” , surge la En términos generates, la palabra arie sucle
noció n de que el arte cs algo que se disiingue identificarse mâ s con la causa que con el efecto.
dc la naturalcza y aun pucde oponerse a ésia. Hay muchas clases de arte en las que no se ob-
Tanto las acepciones an tiguas de ante como tienen productos tangibles, como en el caso de
las modernas está n presences en el lenguaje la navegació n o de la cstratcgia militar. Es
coti- diano. En el pensamicn to moderno, posible calificar de obra de arte una vicioria
prevalece la idea de bellas anes, en tan to que militar, aun- que mà s bien se suele hablar del
en el de čpocas preiérita5 dominabait los arte del navegan- tc o del general. De la misma
aspectos utilitarios del iérmino en cuestiõ n. manera, se conside- ra que la curació n y el ïŸ
apfendizaje, productos de la medicina y la
enscfianza, son algo natural; no
ARTE t9
hay motivo pza creer que esos resultados scan en mo constituye una obra de xrte en Ía que se
com- sí mismos un arte, pero se encuentra, en la habili - binan técnicas variadas y se utilizan objetos
que dad del médico o del maestro, un arte verdadero . son productos artísticos, tales como cÍepsidras,
Por lo mismo, incluso en el caso de un zapato o prismas, espejos y lentes.
una estatua, parece que el arte se encuentra en la El segundo aspecto de la pregunta sobre la
exis- mente y labor del zapatero o del cscultor , y só lo tencia de utes correlativas a todas las ciencias, y
de una manera indirecta en los objetos que cstos acerta de su producció n implícita, presenta uno
produccn. de los problemas miís importantes de la
naturale-
Aunque el arte, al igual que la ciencia y las ac- za dcl conocimiento científico.
ciones morales, pertenece al dominio de la mente Algunos pensadores consideran que el arte es
c implica aprendizaje y experiencia, imaginació n una consecucncia necesaria de la ciencia. Si bien
y pensamiento, difiere de ambas en cuanto su ésta es un fundamento indispensable para el arte
principal objetivo es la producció n, el saber có mo —y equivale £ conocimiento de las causas—, cl
hacer algo o lograr un efecto deseado . La ciencia, arte es todo cl fruto de la ciencia, puesto que
apíi- por otra parte, entraría cl conocimiento de que ca ese conocimiento a la produ ió n. Quienes así
algo es de cierta manefa o posee una naturaleza piensan indican que no só lo el valor sino la vali-
determinada. En ocasiones se identifica el conoci - dez dcl conocimiento cicntifíco deben detcrmi-
miento con la ciencia, antes que con un arte o ha- natsc por su productividad . Una ciencia natural
bilidad; sin embargo, es necesario abandonar tal sin aplicació n, que no pueda sef utilizada para
noció n al darse cuenta de que dicha habilidad controlar a la naturaleza, es inconcebible.
consiste en sabcr cómo se hace algo. Hay que indicar, sin embargo, que no todos
los
Pocas veces se ha sugerido que un arte pueda grandes pensadores coinciden en el punto de
vista ser descubierto o desarrollado de manera indc- mencionado . Los que se oponen a Este, apuntan
pendiente de la ciencia que se refiera a tal discipli - que hay disciplinas científicas que no tienen un
na artística. Gto no quiere decir que sea im- uso propiamente dicho; el hecho de que no pro-
posible que un individuo adquiera la destreza porcionen al hombre los elementos pata
sxtisfacet necesaria pza un arte sin un previo conocimiento sus necesidades u obtener placeres
demuestra su científico apropiado. Las artes pueden aprenderse superioridad. Este disciplinas
proveen al ser hu- por medio de la prá ctica; las habilidades con la mano con algo que es mejor
que la utilidad: la persistencia. No obstante , un maestro de arte no apreciació n y el
conocimiento que constituyen la puede dirigir el aprendizaje de sus alumnos sin sabiduría.
antes establecer reglas para éstos; y si se diera el Al tratar de comprender los fenó menos
natura- caso de quc alguno pusiera en tela de juicio la ve- les del cambio y la generació n, los antiguos
en- Pacidad o iritcligibilidad de las reglas, habría ne- controon en los procesos de la creació n artística
cesidad de responderle utilizando el conocimiento un modelo de aná lisis adecuado. El hombre
cient”ifico por medio del cual cstas se han propues- puede llcgat a entender có mo funciona la aatura-
to. leza si comprende la manera en que él mismo
Si se admite, pues, que rio puede haber arte sin ciertas cosas.
ciencia, invirtiendo los términos cabe preguntar: Cuando una persona consiniyc una casa o mo-
les posible que haya ciencia sin arte? La pregunta dela tina estatUa modifica la materia ya stu en su
tiene dos aspectos. Primero: thay artes imprescin - forma o posició n. El proyecto o Ía idea surgidos
en dibles para el desarrollo de la ciencia? Segundo: la mente del anista se convierten en algo
tnngible
¿genera la ciencia en todos los casos un arte corre- a través de su manejo dcl material. Los antiguos
lativo que le permita actuar a través de cl? consideraban que cualquier producció n de tipo
Tradicionalmente se hz considerado que las ar - artístico implicaba una serie de causas o factores
tes liberales son indispensables para el desarrollo diversos, tales como el material, cl proceso de
de la ciencia, lo cual se ha afirmado de manera es- la ejecució n, cl ideal a seguir y cl motivo del cs-
pccia) con respecto a la ló gica. Esta disciplina, en fuerzo .
cuanto arte, reglamenta una serie de procesos Entre todos los cambios naturales, la genera-
como son la investigació n, la inferencia, la defini- ció n es acaso el que má s se asemeja a la produc-
ció n y la demostració n, que constituycn el funda - ció n artística, especialmente la generació n de seres
mento de las ciencias. A fin de cuentas , ci método vivos a partif dc otros ; ambos procesos parecen
dar científico no es má s que el arte de obtener infor- origen a nuevas entidades. Sin embo go , un cxa-
mació n. Dentro de las ciencias experimentales hay man más cuidadoso revela importantes diferencias
ciertas artes auxiliares, imprescindibles para et entre los procesos naturales y la creació n kftística.
control de los instrumentos o aparatos que se em- En la procreació n bioló gica, los nuevos seres
plean en la experimentació n. El cxpcrimento mis- asumen la forma de sus padres. No obstante, el
producto anístico no se asemeja al artista, sino a la neració n, así como en otros cambios naturales, la
forma imaginaria que éste ha concebido y que in- materia manifiesta una tendencia a conveftirse en el
tenta plasmar en su material de trabajo. En la ge- producto final del cambio; la bellota, por ejemplo ,
tiende naturalmentc a tmnsformarse en un roble, g¢tjf) jql¢S. g5 frutas 105 CCfCítlCS, pof ejemp] ,
mientras que la madera de este á rhol no posee la podrían darse en forma natural, si bien el Etc o
misma propensió n a convertirse en una siÍla o una trabajo del agricultof propicia SU dcsorollo de
cama. En manos dcl artista, el material es una manera abundante y regula. La saltld / Cl co-
completamente pasivo, y el resultado serfi pro- nocimiento son también efectos naturales, aun-
ducto só lo de su labor. que las artes de la medicina y la enscfíanzt pueden
El reino dcl arte , o de lo artificial, st opone, por facilitar su producción. Estas artes ofrecer un
lo tanto,'al de lo naturN, y se diferencia de fiste. marcado contraste con las habilidades rela- cionadas
Bien puede afirmarse que el arte es algo que no directamente con la producción de obje- tos útiles
habría tenido lugar sin la intervención humana; es que, de no ser por la mano del hombre, no
producido por el hombre, no de cualqui‘¢r ma- nera, existirían. En un caso, la actividad del hombre
sino específicamen te por su inteligencia, la misma imita o propicia el trabajo de la naturaleza ; en
facultad que lo hace libre. otro, la obra dcl artista, aÍ transformar los mate-
Conviene preguntarse aquí si la naturaleza es una riales que le brinda la naturaleza. imita formas o
obra de arte . Si se supone que los objetos de la funciones naturales.
naturaleza fueron creados originalmente por un ser En su mayoría, las artes industriales pertenecen a
divino, ¿en qufi difiere su producció n dcl tra- bajo la segunda categoría, ya que transforman la ma-
de los artistas, o de la g¢nefació n bioló gica ? El teria inanimada en mercancías o herramientas.
problema de la creació n del universo se discute en Las artes que favorecen los procesos naturales, por
otros capítulos, entre ellos los intitulados otra parte, suclcn aplicarse sobre la materia viva,
“Eternidad” y “ ios” ; sin embargo, es netesaiio como sucede con la agricultuf£t, la medicina y la
apunta que la nitidez o vaguedad de la línea de cnsenanza.
demarcació n entre los reinos del arte y la naturale- Si a lo expuesto hasta ahora se le añ ade la divi-
za dependerá de la posició n que se tome con res- sió n de las artes en liberales y serriles o manuales, se
pecto a ía similitud entre la obra humana y la habrfin ahorcado las distinciones tradicionales má s
importantes. Esta divisió n tuvo su origen en el
La distinció n entre aries utilitaiias y bellas artes reconocimiento de que algunas artes, como la
es la má s comú n y la que má s a menudo sale a re- escultura y la carpintería, estaban sujetas a la ma-
lucir en discusiones. El criterio que determina la teria, en tanto que otras, como la poesía y la ló gi- ca,
distinció n no necesita explicarse ¡ el hombre pro- no guardaban vínculos con ella, por lo menos en el
duce algunas obras para su utilizació n y otras para sentido de actua productivamentc en me- dios
que sean contempladas o disfnitadas. En cuanto a su simbó licos. Sin embargo , cuando se utilizan otros
cará cter imitativo, se puede dccif que los pro- principios de clasificació n, la poesía y la es- cultura
ductos de las artes utiiitarias imitan alguna fun- se diferencian de la lógica y la carpintería en tazón
ció n natural; los zapatos, por ejemplo, hacen las de ser las primeras bellas aftes y las se- gundos
veces de la capa protectora que brinda una picl artes utilitarias. Por otra parte, la lógica, la
ericallecida. La imitació n tiene, en este caso, un gramática, la retórica y las matcmáticas se dis-
cará cter meramente utilitziio i cl uso es lo ú nico tinguen de la poesía y la escultura puesto que las
que verdaderamente cuenta. En los productos de las primeras son artes liberales y las segundas bellas
bellas artes, empero , la imitació n de la forma, artes. Cuando se utiliza en tal sentido la palabra
cualidad u otro aspecto de un objeto es lo que se “liberal” su significado queda restringido, exclu-
considera como la fuente del placer que propor- sivamente, a las artes especulativas o a las que es- tán
ciona la obrz final . relacionadas con los procesos dcl pensamiento y el
Hay una distinció n menos familiar entre las ar- conocimiento.
tes, la cual se menciona, aunque sea de manera Existen otros dos impor antes tcmzs de discu- sió n
indirecta, en toda discusió n concienzuda; a los sobfe las bellas artes. El primero, ya men- cionado,
elementos de esta distinció n, sin embargo, nunca, o se refiere al cará cter imitativo dcl arte. Los
mi nunca, se les identifica con su nombre. Dent ro impugnadores de la imitació n artística no niegan
dcl á mbito de las artes utilitafias, algunas disc ipl
que puede haber un puecido perccptiblc entre una
inas sue len tener resu ltados que difícilmente obra de arte y un objeto natural . Un drama, por
pueden ser considerados productos
ejemplo, puede evocar experiencias vividas en
carne propia, y la mú sica puede insi- nuar ritmos y
tonos de la voz humana bajo cl influjo de las
emociones. No obstante, se dice que la motivació n
que impulsa a alguien a cien una obra de arte es má s
profunda que cl mero deseo de imitar a la
naturaleza.
Según Tolstói, las artes constituyen el medio yo. donde permanecen latentes todos los impulsos pese
ideal pata la comunicación espiritual, desde cl al hecho de habct sido acallados’ ' .
momento en que ayudan a estrechar los Las teorías de Ía comunicació n , expresió n o imi-
vínculos de hermandad entre los hombrn. Freud, tació n son intentos de explicar el arte o por lo
por otra parte opina que la emoción o las sus motivaciones Existe empero concepció n
expresiones sub que hace a un Iado los explicaciones y considera el arte
como un misterio, como cl fnito esponiá nco de la
imitar deben scr consideradas como el verdadc inspiració n o de una locura divi- na, como cl producto
ro origen de la creació n artística ; el artista ' 'nos dcl genio insondabÍe. A es-
fuerza a adquirir conciencia de nuestro verdadero seguramente se refiere Montaigne cuando escribe
sobre algunos ' 'rasgos que, partiendo de la mano
del pintor, “sobrepasan la ciencia y la concepció n
del artista a quien admitan y sorpren den
El otro gran tema de discusió n concicmc a la dioses y las alabanzas a los hombres famosos
reglamentació n oficial de las artes para que fistas
be ser excluida del estado. Tal opinió n supone la
sirvan al hien comú n. A) igual que en las contro-
existencia de una determinada teoría sobre las
versias tratado anteriormente, las bCllas artes han
bellas artes y su influencia sobre Íos ciudadanos y la
sido el centro del debate. El problema de la cen-
sura, o la reglamentació n de carú cier político de comunidad en general. Puesto que considera a esa
influencia como pott ncia)mcnte negativa , PÍató n
no ve por qué los argumentos esgrimidos en
nombre de la libertad individual deban hacer que
el estado se abstcnga de interferir en los de-
rechos del artista en aras de un mayor bien a la
co- munidad .
En cambio para John Milton, cl célebre poeta
inglfis, la irifluencia que el artista pueda ejercer
sobre la sociedad no debe impedir que Ías attes
gwen de plena libertad, sin interf•r•ncias de
índole cclcsiá stica o política Aunque admite la
necesidad de que se protejan la paz y seguridad
pú blicas, Milton exige: ' Sobre todas las otras li-
bertades, dadme la libertad de saber , de
expresar- mc y de zrgumcnzar sin restricciones,
segú n mi conciencia. “ El problcma, desde su
punto de vis- ta, atarte exclusivamente a la
libertad. Milton se une a la causa de quienes
defienden esie valor y pugna potque el artista
pueda expresar y comuni- car su obra, y porque la
comunidad reciba dcl ar- tista cuanto cste tenga
que ofrecer.
Capítulo d.- BELLEZA
y a tradició n del pensamiento occidental ha gira- gusto individual, no ofrecía base para la polémica
Edo siempre en torno a una triada de conceptos o cl razonamiento: no había fundamentos objeti-
esenciales. verdad, belleza y bondad. Estos térmi- vos que permitier all fesolver las dÍVcrgCflCÍas de
nos, considerados como ”los tres valores funda- opinion
mentales” , han servido de norma exclusiva para Desde los antiguos esccpticos hasta nuestros
juzgar el valor de cualquier cosa. Otros, sin em- días, los hombres han observado la gran
variedad bargo, tales como placer o utilidad, han sido pro- de rasgos, muy a mcnudo radicalmente
opuestos, puestos como valores adicionales o variantes signi- que han sido considerados bellos en
diferentes lu- ficativas de los tres que se estiman bá sicos; e inclu- gafcs y tiempos. “Cada cual la
acomoda a su mcli- so a veces se hz sugerido que pueden ser aú n má s nació n —dice Montaigne
de la belleza—: para los fundamentales. Placer o utilidad, por ejemplo, indios es atezada y negra,
con los labios gruesos e han sido considerados como el criterio definitivo hinchados y la nariz
achatada; cuelgan fistos
de la belleza y bondad gruesos anillos de oro en el cartílago para que
Verdad, belleza y bondad, por separado o en caiga sobre la boca. . . En el Perú las orejas de
conjunto, han constituido el meollo de la eterna mayor tamaiio son las má s bellas, y valiéndose de
controversia entre absoluto y relativo, objetivo y proce dimientos diversos alá rganlas cuanto
subjetivo. En cierto épocas se ha pensado que Ía pueden. . . Otras naciones ennegrccen los dientes
distinció n entfe lo verdadero y lo falso , el bicn y el con superior esmero y desdeñ an cl verlos blancos;
'’
mal, lo bello y lo feo, tiene su base y justificació n en otras los tiíien de color rojo. Para los ita-
en la propia naturaleza de las cosas, y que la certe- lianos la belleza corporal ha de ser gorda y
maciza, za y exactitud del criterio del hombre sobre estas para los españ oles delgada y csbelta;
éstos la pre- cuestiones se mide por su adecuació n a la reali- fieren blanda y delicada, aquélÍos
fuerie y vigoro- dad. En otras ocasiones la posició n contraria es la sa; quién coge melindies y
dulzuras, quién ma-
que ha prcdominado. Un significado del antiguo jestad y fiereza. Asi como Plató n encuentra la
adagio de que el hombre es la medida de todas las belleza en la forma esférica, los partidarios de Epi-
cosas se aplica particularmente a lo verdadero, lo euro la ven en la piramidal má s bien, o en la
bueno y lo bello. El hombre mide la verdad, la cuadrada, y no pueden transigir con un dios en
bondad y la belleza por cl efecto que las cosas forma de bola.'
tienen sobre su persona, conforme a lo que a él le Cuando hay un consenso entre los individuos
parecen ser. Lo que a un hombre le parece bien, a acerca de lo que es bello o feo, los escépticos o
re- ouo pucde pareccrle mal. lativistas gcneialmentc lo explicar por referencia
La belleza ha sido considerada con mayor frc- al predominio de ciertos prejuicios o normas con-
cuencia como subjetiva, o condicionada al juicio suctudinxrias, que a su vez veían segú n la distin-
individual. La conocida má xima de guitibus con tas tribus y culturas. o las diferentes épocas y luga-
di’spvtendum (en gustos se rompen géneros) tiene res.
su aplicació n original en cl campo de la belleza, Desde el dominio de la belleza, el su Jetivismo
má s que en los de la verdad y la bondad. En cierto o telativismo se extiende primero a los juicios
sentido , la muy citada observació n de Hamlet de sobre el bicn y el mal, y luego a declaraciones
que “nada hay bueno ni malo si cl pcnsamirnto acerca de la vcfdad , pero nunca en sentido opucs-
no lo hace tal” también resulta vá lida aquí, al to. El proceso se completa cuando, como ocurre
igual que en muchos otros xspectoi de la vida. con tanta frecuencia en la actualidad , lo bueno o
Así, aun en los casos en que se suponía que los verdadero se considera simplemente una cuestió n
juicios sobre lo verdadero y lo bueno podían tener de gusto personal o de opinió n comú n, como en
cierto cará cter absoluto o determinada universali - el caso de la belleza.
dad —o al menos se íos consideraba como algo El problema de la objetividad o su bjctividad de
acerca de lo cual los hombres podían llegar a un la belleza puede, claro está , separarse de proble-
acuerdo a truvfis de la discusió n—, las opiniones mas similares relacionados con la verdad y la bon-
acerca de la belleza se dejaban aparte por considc - dad , pcto cualquier tentativa para resolverlo re-
rarsc inú i il toda controversia acerca de ellas. querirá abordar estos otros problemas y llevar la
Como la belleza cra simplemente una cuestió n de discusió n a sus propios tcrrenos. El grado de inter-
dependencia de los tres problemas lo determina tuales debates sobre los fines de la educació n se
la medida en que cada uno de los trts téfminos
re- quiere el contexto de los otros dos para su
defini- ció n y aná lisis.
Probablemente la belleza sea algo imposible
de definir en el sentido estricto de la palabra.
Esto no obstante. son innumefables las
tentativas Que se han hecho para exponer , con
la brevedad de la de- finició n , lo que es la
belleza. Generalmente, las nociones de bondad,
u otro relacionadas con el deseo y el amor, se
incluyen en la exposició n.
El placer o deleite que implica la percepció n
de la belleza pertenece a la categoría del
conocimien- to, má s bien que al deseo o la acció n.
El conoci- miento de ella, ademá s, parece diluir
del pro- piamente científico, ya que se ocupa de
lo indivi- dual má s que de lo universal, y se
adquiere in- tuitiva o contemplativamente, y no
tanto median- te el juicio y raciocinio. Hay una
clase de verdad peculiar a lo bello . así como un
tipo especial de bondad.
Definir la belleza en términos de placer
equivaldria a hacerla relativa al individuo, pues
lo que causa placer —aun tratandose de plarer
contemplativo— a un hombre, puede no
producirselo a ono. Debería advertirse, sin em-
bargo, que dicho placer se atribuye al objeto
como su causa. En consecuencia, cabe
preguntar- se, ¿cuá l es, en el objeto, la causa de
esa peculiar satisfacció n que constituye la
experiencia de la belleza? ¿ Puede el mismo
objeto con igual facili - dad suscitar desagrado
en otro individuo y un consecuente juicio de
fealdad? ¿Obedecen acaso estas reacciones
opuestas ú nicamente al estado anímico de la
persona?
Al margen de las reacciones individuales, los
objetos pueden diferir pOf Cl grado en que
poseen esas propiedades o caracteristicas capaces
de agra- dar o desagradar al espectador. Esto no
significa que la reacció n individual
invuiablemente con- cuerda con las
características objetivas de lo que se contempla.
Los hombres difieren pOf 5u Capaci- dad de
percepció n —sí como por el acierto de su
juicio crítico—, al igual que los objetos se
distin- guen por el grado en que poseen
elementos de belleza. Una vez má s, en la
controversia relativa a la objetividad o
subjetividad de la belleza, parece existir una
actitud intermedia entre las dos posi- ciones
extremas, la cual insiste en la belleza
intrínseca del objeto, pefo no rechaza la
impor- tancia de las diferencias en la
sensibilidad indivi- dual.
Las consideraciones antedichas —selectivas más
bien que exhaustivas— conducen a una vincula-
ció n entre las definiciones de la belleza y el
problema de la formuió n cstciici. En los habi-
plantea el problema de có mo experiencia de lo btllo. tanto en las cosas de la
cultivar cl buen gus- to, es du naturaleza como en las creaciones humanas.
ir , la capacidad de distinguir La cuestió n que se plantea entonces es si la
con espiritu crítico entre lo belleza natural, o la percepció n de lo bello en
bello y lo fco. la naturaleza, implica los mismos elementos y
Si la belleza es causas
enteramente subjetiva, una que la belleza en el arte. ¿Son acaso los factores
cuestió n que depende que determinan la belleza de una flor o de un
ú nicamente de la sensibili-
campo florido asimismo aplicables a una
dad individual, se )educe que,
naturale- za muerta o a una pintura de paisaje
salvo por lo que respeta a su
?
conformidad con las normas
Al parecer , la opinió n tradicional se inclina en
estable- cidas por las
sentido afirmativo . La norió n aristotélica de
costumbres correspondientes
que el arte imita la naturale za indica una nueva
al tiem- po y lugar, no se
dispone de criterio alguno rela- ció n entre lo bello en el arte y en la
para medir el gusto de los naturaleza. Unidad , proporció n y claridad
individuos. Si la belleza es serían, pues, los elementos comunes a la
meramente objetiva —algo belleza en todas sus expresiones, aunque estos
inmediatamente ma- nifiesto elementos pueden or- ientarse de manera
a la observació n como lo son diferente en cosas que difieren en su modo de
las simples cualidades ser, como las cosas naturales y arti- ficiales.
sensibles—, no parece que Con respecto a la belleza de la naturaleza y del
sea necesa- ria una arte, Kant tiende a tomar la posició n opuesta. Se -
preparació n especial para
agiidizar la per- cepció n de
ella.
El má s importante problema educativo en el
campo de la belleza parece
depender , en conse- cuencia,
de una teoría de lo bello que
evite ambos extremos y que
permita al educador fijarse
el pro- pó sito de desarrollar
la sensibilidad personal de
cada uno de conformidad
con criterios de gusto
objetivos.
Las consideraciones
anteriores también sumi-
nistran una base para el
problema de la belleza en la
naturaleza y el arte. Como
se indica en cl capítulo sobre
“ Arte”, la consideració n de
éste en tiempos recientes
tiende a circunscribiise a la
teoría de las bellas artes. De
la misma manera, la cuestió n
de la belleza ha despertado
un interés cada vez mayor,
como aná lisis de excelencia
en poesía y mú sica, pintura y
escultura. En conse- cuencia,
el significado de la palabra
“estética” ha ido
reduciéndose en forma
progresiva, hasta cl punto en
que en la actualidad se
refiere casi exclu- sivamente
a la apreciació n de obtas de
arte, cuan- do antes
comprendía cualquier
24 BELLEZA
del bien y el mal cruia los límites de La polémica sobre el bien y el mal utilice una
ciencias y materias. Es de gran impor- terminología derivada de la economía má s quc
de
tancia en ctica economía política y derecho. For- la teología. La palabra ”valor” ha reemplazado
ma parte de todas las cicncias dcl comportamiento virtualmente a bucnD 'mato Lo que en
humano, tales como la psicologín y la sociología. otros siglos correspondía a diversas cicncias mora-
aunque en ellas tiene menos importancia. les se trata ahora como parte de la teoría general
La relación del bien y el mal con la verdad y la del valor. La substitución de “bueno ” por “va-
falsedad, la belleza y la fealdad, ll‹wa la disrusiÓ rl for” o dc juicio mora ¡u cio de valor
a lz ló gica, la está tica y lz filosofía dcl arte. Lo vcr- refleja la influencia de la economía.
dadero , se ha dicho, es lo bueno en cl á mbito del Gomo se indica en cl capítulo so bre la “Ri-
pensamiento Lo mismo puede dccirse de lo queza en la antigü edad la economía cra consi
bello, que es una cualidad que las cosas poseen dcrada tomo una dixiplina moral, al igual que la
como objetos de contemplació n y amor , o como ctica y )a política. Sr hallaba subordinada a csias
produccioncs. Tan posible es entender cl bien y la potquc trataba no del bienestar humano en su
belleza en términos de verdad, como Esta y cl bien conjunto, sino úniramente de la riqueza, un bien
en términos de belleza. cntrc tantos
Un propó sito del aná lisis de lo verdadero, lo Con ci desarrollo moderno de la economía, la
benéfico y lo bello consiste en preservar su distin- palabra ' ‘bienes” ha adquirido una connotació n
ció n sin debilitar su universalidad. Ello ha sido in- especial, y se refiere a mercancías o servicios.
como tentado por escritores que emplean estos tres tér- en la free “bienes y servicios” . De manera má s
minos como si poscycran cierta similitud en su gcncra cualquier cosa que sea ú t l c intercam
aplicació n a todo, pero que también insisten en biable asume el cará cter de un bien econó mico.
que cada una de )as tres nociones concibe Ías cosas Este sent do genera! se transmite comú nmente
bajo un aspecto diferente mediante el uso por los economistas de la
palabra
En aquella parte de la teología que va má s allfi valor
de la filosofía moral, se encuentra el concepto dcl Segú n varios pensadores modernos la teoría
bien infinito —cl que caracteriza a un ser del valor no se aplica a cualquier ripo de bien,
infinito— y se plantea el problema de có mo debe sino solamcnte a aquc. que autorci má s antiguos
ser entendida por el hombre la bondad de Dios. dcnominaban ’’bienes externos” o “bienes de
Los términos bá sicos de la teología moral fortuna”. Má s recientemente, empero, el conccp-
justicia y pecado salvació n y condenació n to de valor se ha extendido a la evaluació n de todo
son concepciones del bien y el mal en la condició n aquello que los hombres consideran deseable en
humana. Sin embargo, cl problema tcoló gico tra- una forma u otra. Así, la vieja controversia acerca
dicionaJmentc denominado “cl problema dcl de la objetividad o subjetividad dcl bien y el mal
concierne a todo cl univcrso en tanto ú stc se se expone ahora en términos que atañ en a la
dife relaciona con la perfecció n divina. rencia entre hechos y valores.
Esc problema puede ser formulado de distinto El punto a dilucidar es si tas cuestiones de
valor maneras . ¿Có mo comprender la cxistcncia del pueden respo nderse en la misma forma que las
de mal en un mundo treado por un Dios que es om- hecho, Una posició n mantiene que los cuestiones
nipotente y el bien en su perfecció n? Como Dios de valor no suscitan má s que cxptcsioncs de opi-
es bien y dado que iodo lo que acacce se halla so- nió n En cl extremo opuesto de la controversia se
metido a la voluntad divina, jcó mo explicar el pe- hallan los que insisten en que las normas de valor
cado de Sataná s o la caída del hombre sin limitar son objetivas y cicnt íficamcnte dcterminablcs.
cl poder de Dios o absolvcr de responsabilidad a La palabra “calor” no cambia el problema en
la criatura descarriada i ¿Puede decirse que Este es forma alguna ; pues, ¿qué puede significar
evaluar cl mejor de los mundos pos bles, si tam6ién es algo sino juzgarlo como bueno o malo, mejor o
verdad que dista de ser perfectamente bueno y si, peor ? El problema, cuya historia es tan vieja
como como ciertos teó logos sostienen, Dios podría harer la tradició n occidental, consiste en saber có mo
es otras cosas o añ adir algo a la creació n y entonces posible defender tales juicios y cuel rs su significa
- habría otro universo mcjor? do cu relació n con las cosas jezgadas ¿Son el bien
26 BIEN Y kIAL
y el mal objetos de conocimiento o cuestiones de les como placer y dolor, deseo y avCfSiÓf i . < ,
na- opinió n * turaÍeza y razó n.
El título de un ensayo de Montaignc Se ha dicho, por ejemplo. que lo benéfico u
—”Có mo el sentimiento de los bienes y los idéntico a lo placentero ; que el bien es lo que
males depende en gran pane de la idea que de lot hombres desean ; que Cs una pfObÍCd«d del
ellos nos forma- mos” — sugiere una serie dC set q de la existencia ; que es lo que se
iespUcstas a estas cuestiones. “Si los males no conforma a la na- turaleza de una cosa; que es
penetran en nosotros sino pot nuestro juicio, aquello que la r dq aprueba. Resulta posiblc
estaría en nuestra mano dcsdcfiarlos o encontfai Cierta verdad en cada uno de estos
convertimos en bienes. . . Si lo que llamamos enunciados. En sí mismos, sin embargo, pueden
mal y tormentos no son tales cosas por si mismas constituir una simpltf¢¢. ció n exagerada. Nada
sino en tanto que nuestro ser los considera de ese difícil seria que plantear agudas preguntas al
modo, es indudable que reside en nosotros el respecto, aquellos que ichú san establecer una
poder de modificailos. ” Haciéndose eco de equivalencia entre el bien y { placentero, lo real,
Montaignc, Hamlet comenta qur “nada hay' lo natural o lo razonable.
bueno ni malo si el pensmicnto no lo hace tal” ¿Acaso no hay placeres que en alguna fotma son
Los sofistas griegos, siglos xntes, parecen males, y dolores que de algú n modo son bienes?
haber sido de la misma opinió n. El enunciado ¿Son todos tos deseos bienes en sí ffli5mos o
de Protá - goras de que ”el hombre es la medida son buenos por igual? ¿En qué medida el llamar
de todas la cosas” puede, significativamente, a una cosa “bien ” aíiade algo a su ser o
no aplicarse a todas las cosas, sino só lo a alg existencia?
unas, como lo bueno y lo justo, lo verdadero o lo ¿Acaso no existe el mal. ni modifica fiste a la
bello . En general, los hombres juzgan todo exis- tencia? j Mediante qufi normas puede
segú n su propia condició n y la forma en que les juzgaisc bueno lo natural y racional. si lo bueno
afecta. Esta teoría del bien y el mal niega la es aquelÍo conforme a la naturaleza y la razó n?
posibilidad de una ciencia moral. Estas preguntas exigen un análisis má s
Un nú mero parcia) de pensadores antiguos profun- do de cada uno de los factores
y modernos adversos al relativismo en el campo involucrados en la discusió n dcl bien y el mal, y
de la moral, indica que cl acuerdo sobre esc sugieren que riingu- no de ellos por Jí V tlT O
punto va acompafiado de discrepancias sobre las basta para resolver el problema de la definició n
razones para mantener lo que parece ser una del bien y el mal o pza formuÍzr el criterio a
misma opi- nió n. El criterio opuesto parece seguir. De los cinco términos mencionados má s
también compar- tido por pensadores que arriba, dos en particular
difieren entre sí, al igual que de Montaigne y —placer y deseo— suscitan la interrogante de si el
de los antiguos sofistas. Ba- ruch de Spinota, bien y el mal son objetivos o subjetivos. Re-
por ejemplo, define el “bien” como aquello que quieren que se decida si las cosas placen porque
sabemos que nos es ú til. Al mogcn de la tos buenas o son buenas porque plocen, si se de-
sociedad, dice, no hay nada que por consenso sean la cosas porque son buenas, o
universal sea bueno o malo , puesto que en sencillamente son llíunadas ' 'buenas” porque se
estado natural todo el mundo se atiene a lo que desean.
le bencficia. ú nicamente cuando los hombres Los otros tres términos —contrariamente al pla-
viven juntos, en una sociedad civil de derecho, cer el deseo— parecen favorecer Ía
puede decidirse por consenso universal lo que es objetividad dcl bien y el mal, al menos para
bueno y lo que es malo. aquellos que con- sidcran cl orden de existencia,
lx na¡¡urNeza de la cosas, y las leyes de la razón
Al sostener que todos los hombres buscan la como independientes
fe-
de los deseos o preferencias.
Esto no obstante, si deseo y placer no pueden
licidad y determinan lo quc es bueno y lo que *5 ser eliminados de Ía consideració n dcl bien y el
malo, en casos particulares, con referencia a *°** mal —al menos no del bien y el mal que forman
propó sito, John Stuot Mill patece ofrecer la parte de la vida humana—, cl problema de
nor- hallar una base puramente objetiva para los
ma de utilidad como principio objetivo de juicios mo- rales no se puede resolver mediante
morali- dad. Pero, puesto que identifica a Ía
el simple ex- pcdicntc de apelar ar ser, la
felicidad con la suma total dc placercs o
naturaleza y la razó n.
satisfacciones, aqufilla tiende a referirse al
En la bú squeda de una solució n cs posible que
individuo o al grupo. Si jueces competentes
se encuentre ayuda en un hecho a menudo reite-
difieren acerca de cuá l de dos place- res es mis
rado en Ía relació n entrc el bien y cl deseo
gfandc o elevado , no cxiste posibiÍidad de
huma- no. Los pensadores de la antigü edad
apelació n, dice Mill, salvo que se rccurra al
juicio de la mayoría. insisten en que ningú n hombre desea algo que
en ese mo-
A fin de dilucidar esta controversia bá sica es nc- mento no le parezca benéfico en cierta forma. El
cesario tomar nota de otros términos generalmen - objeto conscientemente deseado es siempre un
te implicados en la discusió n dcl bien y cl mal, ta- bien, al menos en ‹rpmá • tir. Cuando los
BIEN Y MAL 27
deseado.
hombres se equivocan al estimar las cosas como
benéficas o perjudiciales para ellos, el bien apa-
rente —el bien que de hecho sc desea— sera
pro- piamente un mal, es decir, algo realmente
inde- seable. En cambio, lo que es un bien
verdadero puede no parecerlo en ocasiones, por
lo que no se- rá deseado a pesar de ser deseable.
Las aparien- cias, como bien dice la gente,
engañ an.
Ln distinció n entre cl bien real y cl weoir,
claro est*, se relaciona con el problema del bien
objetivo y subjetivo. El bien aparente varía
segú n el individuo y la época. Si hubiera un bien
real es- taría libre de tal relatividad y
variabilidad. A me- nos que los bienes scan
reales, por oposició n a lo meramente aparente, los
moralístas no pueden dis- tinguir entre lo que los
hombres deberían desear y lo que de hccho
desean.
Dado que la ciencia moral trata dcl comporta-
miento humano, no puede sef separada de otras
disciplinas que se consagran a la misma materia
—tales como la psicología y la sociología—,
salvo en términos de aplicació n diferente a esa
tres del conocimiento. La ciencia moral debe ser
normati- va o prescriptiva, má s bien que
descriptiva. Le in- cumbe determinar lo que los
hombres Hzó zríó n buscar, no lo que & Zrrú p
buscan. Parecería, por lo tanto, que la existencia
misma de las ciencias nofmativas, para no hxblar
de su validez , depen- de del establecimiento de
un bien real, por contraposició n a uno nada má s
aparente.
Esto no plantea una dificultad especial a los
moralistas que creen que el hombre sabe lo que
es realmente un bien para él, tanto en gcnernl
como en particular, por intuición o deducción
racional, basándose en los mandamientos de la
ley divina o en los preceptos de la ley de la
fazó n. Mas para aquellos que insisten en que el
bien es siempre hnstn cierto punto relativo al
deseo y sin excepció n implica placer, la
distinció n entre el bien real y el aparente
plantea un problema extremadamente dificil.
Oecir que un bien aparente no es en
realidad un bien sugiere, como hemos visto, que
lo que se denomina “bien” puede no ser en sí
deseable. Que algo que es realmente un bien
pueda no pa- reccilo de hecho, implica, por lo
visto, que lx pa- labrn “bien” tiene aplicación
significativa a algo que en realidad no se desea, al
menos de manera consciente. ¿C6mo es posible,
entonces, que el bien sea siempre relativo al
deseo? La respuesta tradicional a esta pregunta
debe recurrir a la dis- tinción entre deseo namral
y consciente, que se examina en el capítulo
”Deseo”. Es por referen- cia al deseo natural que
el bien se juzga en sí mis- mo siempre deseable,
aunque el bien real no sea conscientemente
estrellas”.
La relación del bien y el mal con el Aunque deseo y amor forman parte de la con-
placer y el dolor puede también cepció n del bien como causa có smico final, no son
dilucidarse mediante una distinción un deseo y amor humanos. El bien inherente a
básica entre el placer concebido como las cosas, segíin su grado de perfecció n, puede
objeto de deseo y el placer como ha- cerlas deseables, pero no depende de que
satisfacción del deseo. Esto se analiza scan conscientemente deseadas por cl hombre.
en el cupímlo “Placer y do- lor”. Si el En la teología cristiana y judía, por ejemplo ,
logro de un bien deseado es cl bien de Dios no se mide por los deseos,
satisfacto- rio, no cabe duda que en propó sitos o placeres humanosi tampoco sirven
cierto sentido el bien y el placer —o éstos para medir el bien de las cosas creadas
lo satisfactorio— estln siempre aso- que. segú n el tscnesis, Dios examinó y encontró
ciados; pero puede ser también que estaban “muy bien”. En el campo del
verdad que el pla- cer no sea más que comportamiento moral, y especialmente para
un bien entre diversos objetos de aquellos que tienen por norma más el deseo o
deseo y que ciertos placeres que los placer que el debtr, pa- rece haber una pluralidad
hombres desean parecen, pero en de bienes que re- quieren clasificacibn y orden.
realidad no son, un bien. las Algunas cosas, según parece, no son desmdas
consideraciones anteriores se aplican por sí mismas, sino por amor a otras. Son un
al bien en cl ámbito de la conducta bien únicamente como medio de uso. En cambio,
humana. Mas cl bien humano, el bien hay cosas que se desean para ser poseídos y
practicable, el bien para el hombre, disfnitadu por sí mismas, y son, pues, bienes
no agota el significado del tcrmino como fin. Esta división de los bienes en medios
bien . El bien absoluto es, como se y fines —lo útil y lo agradable o placentero—
advierte eri la Divi- no comedia, la permite en tercer tipo de bien, que es a la vez
causa o fin de los movimientos del medio y fin. Esta clase de análisis lleva al
universo: “es el alfa y el omega de concepto de io»smom poner, el bien sumo o
cuanto el amor escribe en mí, ya sea bjen en toda su perfección a que se aspita en
leve o fuertemente”. Dios, el bien todos los demás deseos.
supremo, es “aquella esencia, en la Lx pregunta esencial con respecto al bien
cual hay tanta ventaja que los demá s sumo consiste en si es un bien o r/ bien —si se
bienes existentes fuera de ella no son trata me- ramente de un tipo de bien más
má s que un rayo de su luz”: es “el deseable que cualquier Otfo, o de la suma de
amor que mueve el Sol y las todos los bienes que, una vez poseídos,
demá s satisfacen por completo el
28 BIEN Y
MAL
Otro sentido de “bien comú n ” ** el del
deseo—. La evaluació n de las cosas por referencia
a su contribució n a la felicidad como bien ú ltimo ¿Qué es mejor, padecer la in- justicia de otros o ser
constituye el utiliiarismo en la ética. El injusto con ellos?
problema de la primacía de la felicidad o dcl La divisibn de los bienes en medios y fines no es la
deber —del deseo o de la ley— se discute en ú nica distinció n que hatcn tos mDra1istas que
los capítulos sobre “Deber’ ' y “Felicidad", reconocen la pluralidad y desigualdad de los bienes.
donde se sugiere que en una ética del deber, Los bienes han sido divididos en limitados e ili-
justo c injusto substi- tuyen a bien y mal como mitados por lo que respecta a cantidad ; en puros y
términos fundamenta- les, y que el bien sumo, mixtos por lo que se refiere a calidad ; en bienes
de primer principio de la moral, pasa a ser una sensibles e inteligibles, o bienes particulares y el
noci6n derivada. bien en general; bienes externos, bienes dcl cuer- po y
bienes del alma; los placentcros, los ú tiles y los
En el otro extremo cstfin los que niegan cl de-
virtuosos. Una enumetaci6n má s específica de la
ber por entero, y con él cualquier significado a
diversidad de bienes incluye riqueza, salud, vi- gor,
justo e injusto diferenciados de bien y mal. En
belleza, longevidad. placer, honor o nombre, virtud,
una posició n intermedia se hallan los que em conocimierno y amistad.
plean justo e injusto como términos subordinados
en el aná lisis del bien y el mal, y con Existe una distinció n, adem£s, que se mantiene QOf
si misma, aunque afecta a todas las demá s. Es la
significació n especial al considerar el bien de
distinció n entre el bien individual y cl colecti- vo, o
los demá s o el bien social. Segú n ellos, hacer lo entre el bien pfivado y el pú blico , el bien para un
junto es benefi- tima los demá s, mientras que hombre específico y el bien para todos los demá s y el
es injusto dañ uloi. La pregunta de si es mejor conjunto de la comunidad. En el len- guaje del
causar injusticia o sufrirla, puede plantearse utilitaiismo moderno, es la distinció n entre la
también en términos de bien y mal o justo e (clicidad de los individuos y lo que Je- rCmy
injusto. ¿Qué es mejor , sufrif el mzl o causarlo? Bentham llamaba “el mayor bien para el mayor
nú mero” . bienestar de la comunidad como bien
La expresió n “bien comú n“ tiene varios compartido por sus miembros. El bienestar de
signi• fijados. En un sentido, que algunos la familia o del estado es un bien que
consideran el menos significativo, se refiere a lo pertenece a una sociedad organizada para un
que puede ser compartido o utilizado por propó sito común. Si los miembros individuales
muchos como, por ejemplo, la tierra de del grupo derivan ciertp¢ beneficios de su
propiedad comú n que traba- jan varias asociació n mutua, la prosperid ad de la
personas o familias. Así, se habla de los “bienes comunidad es no só lo un bien comú n colec-
comunales“ de una villa o aldea.
tivamente considerado, sino también un bien co-
mú n desde el punto de vista distiibutivo, puesto
que es cl bien de cada miembro del grupo, •l
igual que del conjunto.
Es posible proponer una concepció n má s del
bien comú n. Un bien puede ser comú n en la
me. dida en que unx naturaleza específica es
comú n a los miembros de íz especie, no como
sociedad or- ganizada, sino simplemente en su
calidad de se- mejantes. Si todos los hombres
buscan la felici- dad, por ejemplo, ésta
adquiere la categoría de bien comú n, aunque
cada individuo aspirc a su pfopia felicidad. En
un sentido má s profundo, es un bien comú n si la
felicidad que cada cual busca es la misma para
todos los hombres, puesto que todos son de
igual naturaleza; má s estrictamente, cmpero, es
un bien común si la felicidad de cada individuo
no puede separarse de la de los demá s. Algunos
filó sofos emplean cl término “bien comú n” en
un sentido ú nicamente y rechazan los restantes.
Otros no só lo lo utilizan en todos sus
significados, sino que también desurollm una
jerarquía de bienes comunes. Consideran la felici-
dad universal, por ejemplo. como un bien
comú n de orden má s elevado que el bienestar
de la co- munidad política. En cualquier caso,
cmpero, in- sisten en la primacía del bien
comú n sobre el indi-
vidual.
Enos diversos significados del bien común
complican la dilucida¢ió n de la controversia entre
los que parecen proponer que el bienestar de la
comunidad siempre tiene procedencia sobre el
bienestar o la felicidad del individuo —que el
bien del todo es siempre mayor que el de sus
partes—, y los que tienden a afirmu que el
estado se hizo para cl hombre, no fiste para
aquél. o que la prosperidad de lz sociedad en
que los hombres viven es un bien,
fundamentalmente porque per- mite que cada
uno de ellos lleve una buena vida. La oposición
entre colectivismo e individualis- mo en
economía y política no agota la cuestión que,
expuesta en los términos morales más amplios,
es un conflicto entre egoísmo y altruis- mo. El
aspecto primordial que debe considerarse aquí
es si el problema es genuino, o únicamente una
pugna entre falsos extremos ,ue innecesa-
riamente excluyen la media verdad que cada posi-
ció n antagó nica contiene.
Capítulo 6.' CASTIGO
deben infligirsc al malhechor, ya sean consccuen- pública. De manera semejante, otros scíialan que un mis-
cia de un pecado, un crimen o un vicio, o que mo grado o medida de castigo no resultaría igual-
Dios, el estado , la naturaleza ó un individuo dc-
temiinado sea el encargado de imponer la
pena. lo contrario también parece ser vcfdad.
ltu ouas cuestiones suscitan dificultades o
controver- sias que ponen a prueba las teorías
conflictivas de que el castigo debería ser
exclusivamcnte una represalia justa, o de que
*rr¢omenír se justifica por sus consecuencias, o
de que dcbefía coiutitilif en cierto modo una
romótom/ós de dar cl justo merecido con una
garantía de buenos efectos.
Por ejemplo, la manera de determinar y de
aplicar las distintas medidas de castigo a las diver-
sas faltas no puede ser la misma cuando el
princi- pio es meramente retribuiivo que
cuando el pro pósito de aquél es la reforma y la
disuasión. Con- forme al principio de
reciprocidad, la gravedad de la ofensa es la -que
determina exclusivamente la severidad del
castigo. É ste debe ser proporcionado
a) crimen, y no a la naturaleza del criminal como
alguien capaz de verse beneficiado por el
castigo. A juicio de algunos pensadores, la
justificació n de la pena de muerte no depende
de la curabili- dad o incuiabilidad del
transgresor , ni tampoco consideran que la
decisió n de quitar la vida al cri- minal debería
ser motivada, como otros parecen sugerirlo, por
el deseo de proteger a la sociedad de sus futuras
fechorías. Basta que haya arrebatado una vida, o
cometido un delito igualmente grave, para que
deba sef C8Stigado con una pena propor-
cionado.
La actitud hacia la pena de muerte, así como
respecto a los demá s castigos, difiere cuando el
Pe/ro propó sito del castigo es el bienestar de la
so- ciedad y la mejora de los individuos, ya sean
transgresores de hecho o potenciales. El castigo
debe determinarse entonces tomando en conside-
ració n su eficacia como medio de lograr los
fines deseados. Montcsquieu, por ejemplo,
analiza los có digos pen€ts en diversos sistemas
legislativos exclusivamente desde el punto de
vista de su éxito para prevenir el crimen.
Aunque no parece crece que cl castigo mejore el
cará cter del individuo, opina que cierta
proporció n entre la pena y el de- lito puede
tender a reducir la extensió n y grave- dad de los
crimenes. “En Rusia —dice— donde el castigo
por robo y asesinato es cl mismo, siempre
asesinar." En el mismo sentido parece concurrir
Montaigne cuando dicc: “No se corrige al que se
ahorca, sino a los demás por el ahorcado.”
En geneml, Montcsquieu se opone a los
castigos
excesivamente severos, y en especial a los crueles
y extmordinarios, no tanto por su injusticia
como para protección de la libertad y la moral
mente efectivo en todos los casos culpable. Mas, si los que otorgan al castigo un
pam los propó si- tos de reforma y cará cter rctributivo y los que lo hacen reforma-
disuasió n. Las penas severu, por dos o disuasivo parecen concurrir en que la res-
ejemplo, pueden tener mayor efecto ponsabilidad es un prerrequisito, este principio
disuasivo en los transgresorcs no parece ser igualmente concordante con
potenciales que formas má s mo- ambas teorías, por lo menos no en la hipó tesis
deradas de CaStigo, pcfo también de que un castigo ejempl3r puede disiiadir a
podrían enfure- cer a los criminales otros. cual- quiera que sea la responsabilidad de
en lugar de reformarlos. la persona castigada.
Finalmente hay el problema de la necesidad
El conflicto de principíos en lu na- tural de castigo y de las penas que la propia
determinación de los castigos parece natu- raleza impone a las malas acciones. H
ser aún màs notnblc en el caso de má xima fa- miliar de que la virtud tiene su
aquellos que tratou de combinar la ptopia recompen-
justicin retributiva con la utilidad.
5i la penn de muerte, por ejemplo,
es el justo merecido en caso de
asesi- nato, ¿habrá que aplicarla
siguiendo el principio de
reciprocidad, aunque un asesino en
particular pudiera ser reformado
mediante un castigo más
dos los juicios, son igualmentc vtrosímiles. In El culto de la ignoiancia fecibe muy ¡xxa o
cer- teza cs prucba fehzcientc del desatino e nin- guna atenci6n critic los grandes zutorcs.
incerti- dumbre de una persons. Aun los que ensalzan la inocencia de los
Desde el punto de vista del escćptico, esta hombres primiti- vos o satirizan la instnsrtcz
posi- ción ts irrefutable en unto no se admiia que acompañn tan a mcnudo z la sabiduna
ninguno de los princípios qu¢ harîan factible humana, no dudan se- riamente de la validez
una rcfìita- ción. Sus advcisarios, en cambio, de la ids de que iodos los hombtes, por
consideran que el tscepticismo integral es naturżteza, desean coronet. Tam- poco se pone
contiudictorio, puesto que cualquicr en tela de juicio que c1 conocímiento es bueno;
declxración definida del escćptico indicaià que su posesiõn conuibuye a In felici- dad del
cierto conocimiento o, al menos, que maritime hombre y al bienestai del estado; que su
una opinió n de picfcrencìa a otra. Su ú nica bùsqueda por el individuo y su discminsci6n
altemativa es permanecer callado. Si insists en en lx sociedad debcrían ser fxcilitzdu por la
haccr declarncioncs que se contradicen. su im- educxcidn, mediante el zpoyo de la libertad
pugnador no podrfi hacer oua cosa que itR. de erudiios y cientJficos, y con toda clasc dc
Ło diamctralmente opucsto al escepticismo dispositivos que puedan ayudar a los hombres a
extiemo sería un dogmatismo para el que comunicafsc sus conocimientos.
no habria objetos fuera del alcance del Mas no todos valoran el conocimiento por
conocimiento la misma razóri. Su utílidad para el artiita,
humano, que no establCcÍCfl distínció n critic legisla- dot, estadista, y para cualquier
los gtados de cognoscibilidad y que admitiese individuo en la conducta dc su vida, parece
igual deisc por sentadn en las discusioncs sobre la
Ñ certidunibre en sodas las cuestionts. Esta posi- aplicación de lz cíencia a las divcisas artes, a la
ción, al igual que el escepticismo exagerado, es política y al anălìsis de la vir- tud. A este último
poco frecuente. Todos los gtandts ptnsadores respecto, el problems no es si el conocimiento
que han considerado el problema del tienc utilidad mosil, sino si el co- no¢îmiento
conocimiento, establecieron limited a la del bien y ct mol es idćntico a la vir- tud, en
capacidad cognoscitiva del ser humano. Según cuyo caso pecado y vicio serían resultado del
ellos, determinados obje- tos no pueden ser ertor o la ignorxncia.
conocidos por c1 hombre, o dís- tinguen enue Si la opinión sobre esto es negativa, queriá de-
los que pueden ser conocidos en forma cir que el conocimicnto es insuficiente pam logiar
inadccuada peso no comprcndidos. Al mrs- mo Îa vimid. Conover no cs obrar. 5c requiem algo
tiempo, han indicado que otros objetos
pueden
scguiu. set captados en forma adccuada y
ż Estas dos distintu maneras de abotdar In mźs que conocimiento para actuar bien.
teori
la controvenia măs radical acerca del valor del
del conocimiento —csc¢pticismo y dogmatismo ‹:onocimiento concicrne a si ćste es un bien en
— dan pot rcsultado diferentes conclusioncs sí mismo, sin tomar en considcraciõn pam
acerca de la naniraleza y alcancc del nada su utílidad técnica o moral. ¿Es la
conociœiento hu- contemploiõn de la veidad un fin en sí, o acaso
mano. ł.os que a paitir de las ciencias el bien dcl conoci- iniento reside en su poder
cstablecidas se limitan a investigar los pam alcanzar iesultados en el dominio de la
fundamcntos y métodos de ćstas, parccen natuinlezz y en e1 gobierno de la conducts? In
terminal con una confianza in- condicional en utiłidad del conocimiento cs algo que
la cxpacidad del hombie parx co- nocer. Inn ranmente niegan loi que hacen de la
que indagan en los fundamentos y mé- todos sabidurln especulativa y de la ciencia teótica
cicntíFicos como pi‹:paiación necesaria pem el bienes en sí, y aun bienes de la mayor
desartollo dc las cicncias, tìenden en su mayorín jeraiqutn, dejando aparte el uso que pueda
a fijar lîmites mls estrechos al ărea del conoci- dá neles. In posi- ción contnria, empeio, no
miento välido. Ambas maneras de abotdar el admite ct valor espe- cial de la contemplación
te- o de la sepafación de lz verdad y la utilidad.
amtambitn afectan la forma en que se
distinguen
y cotnpsfan las dİvenM clasts de conocİmİento.
Capítulo 8: COSTUMBRE Y HÁBITO
dada puede deducirse anticipadamente dcl cono- res, por ejemplo , o de cierras clases de inserta,
cimiento de sus instintos. El instinto y el hfibito demuestra que un alto grado de inteligencia es en
—o tos há bitos innatos y los adquiridos— parecen realidad compatible con instintos complejos ; pero
tener este cará cter comú n: el de ser tendencias a admite que es probable que exisia alguna
intente- comportarse de un modo específico o determina- tencia entre esc automatismo y cl
desarroÍÍo de la do. En manera alguna constituyen un comporta- inteligencia independiente.
miento casual En Ía cuestió n del iristin to con respecto a la
in- El hecho de que los instintos puedan ser modi - tcligenciz o la tazó n, la postura de William
James fijados por la experiencia, revela una relació n adi- st antoja menos ambigua. A su parecer, eÍ
cional y má s diná mica entre los há bitos innatos y hombre posee todos los impulsos que tienen Íos
los adquiridos. Segú n algunos observadores, el animales, y muchos otros ademá s. Después de
proceso de aprendi zaje de los animales puede ser enumerar lo que él considera tendencias instinti-
en gran parte una substitució n de los instintos por vas de la espec ie humana, James concluye que
há bitos. ningú n otro mam”fero, ni siquiera el mono, de-
Algunos añ os antes de que el fisió logo ruso muestra tan gran variedad de ellos. Pero puesto
Ivá n Pá vlov estudiara en forma experimental el que también opina que el hombfc poseC Ía
inteÍi- condicionamiento de los fe(lejos, William James gencia má s aguda c incluso puede ser el
ú nico ani- describió el aprendizaje animal como la substitu - mal que razona,
considera improbable la existen- ció n de ciertas respuestas a estímulos por otras.
cia de un antagonismo imporranie entre el instin-
Por cjemplo, un animal rapaz que reacciona ins- to y la razó n. Por el contrario, el desarrollo de
las tintivamente ante la vecindad de su presa, puede facultades de memorizar , asociu ideas y hacer in-
aprender a buscaf su alimento en cierto lugar, en ferencias implica, no la ausencia de instinto ,
sino cierto momento y en cierta forma. De manera si- la mutabilidad de éste med
iante la experiencia y
milar, un animal que no teme instintivamente al cl aprendizaje.
hombre puede adquirir una tendencia habitual a Se oponen a estas consideraciones aquellos que
escapar al sentirlo aproximarse como resultado de mantienen que cuanto má s adecuado ser cl
experiencias en las que la aparició n de seres hu- equipo instintivo de un animal para su supervi-
manos ha estado asociada con señ ales de peligro. vencia, tanto menos necesita la inteligencia inde-
Los cuentos sobre animales de Jack London pendiente pza fines de adaptació n al medio
mm- ilustran admirablemente el intercambio de instin - bierite. Algunos pensadores, como Santo Tomá s
to y há bito tanto en los perros como en los lobos. de Aquino, van aú n má s lejos y sostienen que,
en EÍ grado en que los instintos de un animal son, el caso del hombre, lz facultad de la razó n como
o bien relativamente inflexibles, en uno de sus instnimento de aprendizaje y de solució n de
los extremos, o fá cilmente modificablcs, en el otro, problemas de la vida suplanta al instinto casi
en- ha sido tomado como indicio de la posició n de ese teramente. Conforme a este punto de vista, lo
animal en la escala de la inteligencia. Los anima- qUe otros anifRales hacen por instinto cl hombre
les superiores parecen poseer mayor capacidad pa- lo hace por raciocinio.
ra formar há bitos y pueden , por lo tanto, modifi- La modificació n de los instimos plantea la cues-
car sus normas de conducta instintivas. Su com- tió n de su mutabilidad de generació n a gcnera-
portamicnto es al mismo tiempo má s adaptable y ció n, tema de obvia imponancia para la teoría
de
má s variable que el de animales que siguen siem- la evolució n.
pre las líneas de ació n propuestas por cl instinto. Algunos piensan que los instintos de un animal
Las especies cuyos instintos son en gran parte representan la experiencia anterior de la raza.
invariables se encuentran en desventaja en un ajTi- Herben Spencer, por ejemplo , sostiene que los
biente cambiante. En la lucha por la existencia, actos reflejos y los instintos resultan de
cxpcricn- observa Charles Darwin, el organismo adaptable cias adquiridas a través de
innumerables genera- es el que prospera. Aun cuando en su mayoría los ciones. Sigmund Freud
patece coincidir instintos parecen dirigirse
hacia la supervivencia ampliamente en tal opinió n . En efecto, sostiene
dcl animal, la inteligencia, o la capacidad de mo- que los instintos de los seres vivos revierten
»ni dificar los instintos mediante el aprendizaje, 4//ó de la historia ancesiral hasta sus formas
inor- puede resultar necesaria a veces para salvar al ani- gá nicas. James, por otro
lado, asegura que quizá mal de sus propios instintos. no haya una rota prueba en favor de la idea de
El que los animales inferiores sean los má s de- que los cambios de adaptació n se heredan. A su
pendientes de sus instintos, y los menos capaces entender, la variabilidad de los instintos de
gene- de modificulos, parecería indicar cierta oposició n ració n a generació n debe explicarse por
algunas entre cl instinto y la inteligencia. Darwin, empc- otras razones y no por la herencia de
caracteres ad- so, considera que el comportamiento de los casto- quiridos.
COSTUMBRE Y HÁBfTO
Puede deciise que el cornportainiento instinct- tela arrugnda, y los há bitos dc un animú adİestra-
vo consta dc tres componcntes: primero, una ha- do o de un obrcro cspecializado. Los ú ltimOs se
bilidad innaia para reconoccr ćicrtos objctos; s¢- adquiercn por mcdio de la actividad, aJ efcctuarsc
gundo, una reacció n emocionai a ellos que inclu- ct mismo acto repei idamente. Mă s fiú n, no son
ye un impulso a actuar en cicrta forma; y, tercero, mcros iecuerdos pasivos de una impresió n
pasada, la habilidad para ejccutar tal impulso sin necesi- sino en sí mismos tendencies a la acció n, a
la cual dad de aprendîzajc. pagan casi espontźneamente cuando sc presents
la
El énfasis puesto en uno u otro de estos compo- ocasió n.
nentcs hn variado con el transcurso del tiempo. Podría poncrse en tela de juicio si la palabta
Los psicó logos medievales paieccn subrayar ese “há bito” debiera usarsc de manera tan general.
primer aspccto del comportamicnto instintivo. La mayoiía de los escritofcs testringen en aplica-
Santo Tomá s de Aquino, por ejemplo , habla de la ció n a cosas vivientes, y aun así limitan la forma-
huida de la oveja "cuando ve at lobo, no debido ció n de há bitos a la esfera dcl aprendizajc. Si la
al color o la forma de éste, sino porque ve en ćl a capacidad dc aprender de la experiencia no es una
un cnemigo natuial”. Lo que Santo Tomá s en- propicdad dc la vida vegetal, entonces las plantas
cucntra notable aquí no es el hecho de que la ove- no pueden adquirir há bitos. Lo mismo puede dc-
ja huya, sino má s bien de que, sin ninguna expe- cirse de ciertas cspccies de animates cuya actividad
ricncia anterior respecto al lobo, la oveja lo rcco - es completa e inflcxiblcmcnte instintiva. S‹í1o
nozca como pehgroso. pueden poseer há bitos los organismos —ya sean
Autorcs posteriores hacen hincapié en c1 aspec- animalcs o humanos— cuya conducts futura
to emocional dcl instinto: la sensació n de un inn- pueda determinarse por su propio comportamicn-
pulso. James, por cjemplo , evidencia este énfasis to pasado.
cuando dice que todo instinto es un impulso ; y Esto lìcva en scguida a la scgunda cuestió n.
Pa- Freud concede al deseo , má s que a la percepció n o ra los que creen que cl ser humano no es
especifi- la accİó n, una importancia central. Un instinto, camente diferente de los demá s anifrtalcs,
las COS- dice éste, puede describirsc como un cstimulo pe- tumbles del hombrc y su formació n dc
há bitos no
ro sciía má s exacto habla de ćl como de una nece- requieren una disiinció n o anźlisis especial. Tales
sidad. Los instintos son los causantes inconscientes pensadores sostienen que la inteligcncia humana
primarios del comportamicnto y el pcnsamiento. difiere de la animal sõ lo en grado, no en clase. A
Lo que Freud llama “necesidades instintivas ” su parecer , en eI aprendizaje humano no se en-
podría confundirse con lo que, en una fasc ante- cucntran prcsentes otros factored que los que ope-
rior de la psicología, se llamó “descos naiuralcs “ . ran cuando los animalcs , de alguna manera, sc
Estas dos nociones distan de ser estrictamente in- benefician de la experiencia o adquieren nucvas
tercambîables, pero sí poseen cierta similitud en normas de comportamiento. En la tradició n occi- ë
cuanto a su referencia a dcseos que no son Rons- dcntal, no obstantc , cxistc una teoría muy espe-
cientes o adquiridos a través de la expericncia. cial accrca de la costumbre , que es parte dc la Ć
5i se considers ahora al hźbito como algo ad- doctrine d0 QUfl el hombrc dificte específicamcnte
quirido por los individuos, es posible encontrar de todos los otio5 afiimales en que só lo ćl es rn-
û”
dos cucstiones principales. La primcra dc ellas ya cion€ y irene fibre albedrío .
se ha mencionado al hablxr de la concepció n dc la ¿Fonnan há bitos los animalcs y los honibrcs
ea costumbre como un efecto retenido. eł mi’smo sennĂo de esc ićrmino? El uso de la pa-
De acuerdo con William James, la capacidad dc labra no cstá en jucgo, ya que ' 'há bito ” puedc
foimar há bitos es una propiedad generxì dc la na- usarse en un sentido distinto pata las inclinacioncs
turaleza, que sc cncuentra en Îa materia inanima- adquiridas de los animales. Los que afirman que
da tanto como en las cosas vivientes. James atiibu- las bestias y los hombres no ticnen há bitos en el
yc esta capacidad universal a lo que llama la mismo sentido fcconocen que el hombte puedc
plastİcidad ' de la matcria inorgá nica, y que tencr , adcmá s dc sus costumbres humanas
ilustra con ejemplos como la imantació n de una cspecíficas, la clase de instintos modificados o
barra de hierro, la solidifiració n dcl ycso, los ras- reflcjos condicionados que son típicos de la for-
guñ os en una superficie pulida o las arrugas en un mació n de há bitos animales.Má s aú n , se accpta
pcdazo de tela,La materia en cada uno dc estos ca. que los há bitos animales y los humanos son
scmc- sos no só lo es plà stica y saleable, sino retcntiva jantes en p
ciertos respectos. Ambos sc adquieren debido a su inercia. Los há bitos de las cosas vi-
por la acrividad y ambos son tendcncias a una ac-
vientcs o dc la mente humana debcn considerarse tividad de un tipo dctcrminado.
só lo como casos especiales de la plasticidad gene- De acuerdo con la icoria de hźbiios espccífira-
rat dc la naturalCza. James hace notar la difcrencia mente humanos, ćstos sc sitú zn só lo dcntro
de las entry la barra imantada, la superficie arañ ada o Îa faculiadcs dc razó n y voluntad que
hacen a los
COSTUf t8RE Y HABITO 39
hombres libres para actuar de una manern u otra. distinguen de aquellas que mu un don de la grn-
La costumbre adquirida libremente ¡lo $C COftSide - CÍa de Dios parn actccmitar o elesnr lu naturaleza
ra destructorn de la libcnad. Por difícil que resul - humana. Las pfÍfTleras son nactiral s, los ú ltÍz£ms.
te opta libremente en contra de un h*bito sobrenaturales. En la ‹:sfcia de lo s›brcmnual. el
amargado, aun el má s invctcfado de ellos no se ttó logo hare una distinÓ ó o entre la grncia tpisna
juzga inquebrantable ; y si es quebrantablc, debe y la costumbres tales que la mpamn. R
permitir una acció n contraria x sí mismo. Ln con- grncia. considernda por sí misnsa y rio por sus
coo- ducta habitual só lo parece crecer de libertad por-
secuencias. no es un hñ bito oprruMr. es deÓ r.
no que se incurre en ella sin prestar atenció n cons- consiste en la costumbre de tjecurar cicrtm .
cicmc a los detalles, lo que uno se verin obligado a Empero. ‹orisidernda como algo «endido a tz en-
hacer a cada paso por determinació n consciente si mraleza, y que la perfecciona. cae mio cl aspecto
no tuviera el há bito . de costumbre.
En la teoria que se considera, las costumbres es- Sin los habitos de los individuos las
costumbres tá n clasificadas de acuerdo con la facultad que de- s‹xiales no tienen existenÓ a alguna.
Pero los cm- terminan o perfcccionan, sobre lx base de que tunsbres sociales e individuales no
pucdoi “toda facultad que pueda dirigirse a actuar de di- equipaiarsc en virtud de que puede
haber indivi- Gerentes maneras necesita un há bito que la predis- duos que no obren en
conformidad con los rnece- ponga al acto correspondiente’ ’. En consecuencia, tas de la ciedad:
hombres de costumbres difé- hay costumbres intelectuales, del pcnsar y el sa- rentes. Las
costumbres predominantes esrá n coes- bcr; y há bitos apetitivos o de deseo , que invo- tituidas
por los actos consuetudinarios de la lucran a las emociones y la voluntad, y que gene- mayoría.
ralmente implican tipos específicos de conducta. Ninguna sociedad perdura o funciona
Dcntfo de una misma facultad, como la del inte- pacíficamente si no está unida pot Íos lazos de
cm- lecto, las costumbres se diferencian también por tumbrcs comunes. A fin de pcrpetuaisc, el
estndo sus objetivos o por el fin al que su operació n ha de procurar moldear los há bitos de adn
nucn caracteristica se dirige. Por ejemplo, las que se ne- generació n, vaÍiéndose para ello de todos los
rrie- ccsitan pza dominar una ciencia como la geome- dios de educnció n disponibles. de la tradició n y
de tria, y la excelencia literaria que se deriva del estu- la ley. han importante es la estabilidad que ixin-
dio consuetudinario de la gramá tica, pertenecen da la costumbre pan la vida de la sociedad, que a
por igual al intelecto, pero son costumbres distin- Montaignc le parece “el colmo de lo injusto pi-
tos potque difieren sus objetos o fines. tender someter las constituciones v reglas pú blicos
Todas estas distinciones tienen una significa- c inmó viles a la inestabilidad de una apreciació n
ció n tanto moral como psicoló gica. Conuibuyen a partícula' '. “Hay duda grande —segú n él—
formular el criterio respecto a las buenas y malas sobre si puede cambiarse una ley recibida
hallan- costumbres, que se discute má s apropiadamente do en el cambio mejora, o si el ma)
aumenta mu en el capítulo sobre “Virtud y vicio”. Mas aquí la reforma.“ Su extrema cautela en
cuanto a cxm- hay otra distinció n psicoló gica que merece comen- biar la ley proviene de una
preferencia por la estn- tarse. Algunos de los há bitos adquiridos por el bilidad de las
costumbres implantndas y del rcco-
hombre st consideran como naturales en un senti- nocimiemo de que “un gobierno es como un edi-
do especial, no equivalente al que en el á mbito de ficio, que se compone de diversos partes unidas y
los instintos se atribuye a los hábitos “naturales” amalgainadu de tal suene que es imposible scar
o “innatos". La distinció n proviene de suponer una de su lugar sin que la demá s se rcsicntan”.
que ciertos há bitos son adquiridos inevitablemen- Sin buenas costumbres que rijan su compone-
te QOf todos los hombres. a menos que permanei- miento, ni cl individuo ni la sociedad pueden cvi-
con completamente inactivos, por la sencilla razó n tar el caos. Los há bitos enlazan un dú € otro en
de que la naturaleza humana es la misma en to- una continuidad que se perderá n si los
rcitcrados dos. Ln palabra “natural” aplicada a un há bito en problemas de conducta y
pensamiento tuviesen este sentido significa simplemente que es comú n que ser resueltos
cada vez que sr presentaren. Sin a todos los que poseen la misma naturaleza. há bitos, la vida
se convertirá n en una carga intole- Existe aú n otro significado tradicional del tir- rablc; la gente
sucumbiría agotada por cl esfuerzo mino "na iura) ” por lo que se tefiere a las cos- de tomar
decisiones a cada paso. Sin costumbres cumbres. En la teología cristiznz, las costumbres
cl hombre no podría convivir consigo mismo, v
adquiridas por cl pfopio esfuerzo del hombre se mucho menos con ouos.
Capítulo 9.’ DEBER
conceptos: sobre el deber suelen abarcar lo que está mal, dice Montaigne, es mucho más
(l ) observancia de la ley de comprometcdor que cualquier tipo de
“sujeción
Dios ; (2) cumplimiemo de las leyes civiles; y civil'’.
(fi) docilidad a los dictados de la conciencia para Las doctrinas éticas pueden ser clasificadas por
no lesionar los derechos dcl prójimo. El religioso el papel que cada una asigna al deber como prin-
tiene deberes para con Dios, y el ciudadano los cipio moral. Acaso no exista en la filosofía moral
tiene para con el estado. 5in embargo, no se trata, un asunto ian debatido como el que se refiere el
al parecer, de que tales deberes provengan exclu- avcnimiento entre la ética dcl deber y la fitica dcl
sivamcrstc de un poder supremo , ya sea Dios o el placer o de la felicidad. El tema compete, claro
estado. Quienes se someten a la ley divina o a la está. tanto a los capítulos sobre “Felicidad ' y
ley civil únicamente por temor al castigo, actúan, “Placer y dolor” como al presente; de suerte que,
no en cumplimiento de sus deberes, sino única- para una visión integral del conjunto, será necesa-
mente por conveniencia, tras una estimación de tia la consideración de los tres.
riesgos y consecuencias. Ante el código del deber todo acto ha de ser
El respeto a la ley sería en verdad cumplimiento juzgado como obediencia o desobediencia a la
del deber ú nicamente en el caso de quienes teco- ley, y la distinció n moral bá sica será cnrre lo
nociesen el magisterio de la ley o la autoridad mo- correcto y lo incorrecto. Mas cuando el propósito
fal del legislador para mandar: tales personas medular sea cl placer o la felicidad, la distinción
acatarían la ley aun no habiendo amenazas de por se establecerá entre el bien y el mal, y será el
deseo medio. Quienes ven en la ley un compromiso de antes que la ley el que fije la norma de apre-
conciencia antes que una imposició n de la fuerza, ciació n. En la ética de la felicidad figl2ra£l pOf lo
la acatan por ser coherente con la ética. Para ellos, regula un análisis de los medios y los fines así
tanto la autoridad moral de la ley como el sentido como una teoría acerca de las virtudes; en tanto
del deber emanan de los dictados de la concien- que en la ética del deber destacan las teorías de la
cia. conciencia y de las sanciones.
Para los antiguos filósofos, el concepto de deber Se encuentra en un extremo la posición que
corresponde al cczcezo de los mencionados al prin- excluye por completo cl concepto del deber, ca-
cipio, y con frecuencia es algo que no guarda rela- racteristica ésta que define, más que ninguna
ción alguna con la ley, ya sea divina o humana. otra, al epicureísmo. Para esta corriente, la vida
Cada vez que alguien empeña su palabra o ejemplar —tan disciplinado que prácticamente
contrae una deuda, coincide con esta opinión; renuncia a todos los placeres salvo los más sen-
siente el deber de cumplir aun cuando no haya de cillos en su afán por evitar el dolor— no deJa lu-
por medio un superior que así lo mande, o que la gar, al parecer, a obligación o responsabilidad
so- persona con quien haya contraído el compromiso cial de ninguna especie.
sea su igual. En la filosofía moral de Aristóteles, mucho
más El hombte justo e intachablc reconoce sus obli- elaborada, la virtud entrañ a moderació n, tanto en
gacioncs, independientemente de que así lo man- la cvasió n del dolor como en la bú squeda del
pla- de la le›' o lo exija cl superior. La razón puede, cer. El hombre feliz es el que logra de alguna
ma- ClRfO está, impul5Rf á un hombre a actuar en pro neta Satisfacer todos sus deseos, procur*ndosc
los del bien comú n y a obedecer las leyes del estado y diversos bienes en conformidad con un orden
y los mandamientos de Dios ; mas el deber de •rtu•r una jerarquía. La felicidad es algo que
“elegimos
en determinado sentido para con el prójimo tiene siempre por sí misma y nunca por otra razón ” .
su origen , segú n los antiguos, en la viftud . Desde Segú n la ética de la felicidad de Aristó teles, el
este punto de vista, el ú nico mó vil del deber es la deber no queda del todo excluido , aunque tam-
propia virtud: de otra suerte, la gente se poco se le destaca como entidad independiente.
mantendría dentro dcl marco legal ú nicamcrne Es un aspecto má s de la justicia, y su importancia g
por la fuerza cocrciiiva de las leyes y no no va má s allá dcl reconocimiento de la deuda del
reconocería obligació n alguna ni ante el estado ni hombre con sus semejantes, o de su obligació n
re- ante sus congéncres. Este sentido natural, inter- lativa de cvitar cualquier dañ o a los defTlá s en
aras no, que permite discernir entre lo que está bien y del bieH comú n.
40
DEBEn 4t
En cl otro extremo esta la postura asumida per La tragcdia de ser a un tiempo racional y animal
cl estoicismo, que identifica cl sentido dcl deber resulta , al parecer, dc tener que elegir cnt c cl de-
con el de la moral. Vivir en formd CJemplar signi - bcr y el deseo , má s que de cualquier otra
elecció n . fica cumplir con el deber , aportando de sí todo Es significativo, empero, que los
grandes hfifoes deseo que sg intcfpofjga. La vocatió n de( horflbrC de la poesía dlamá tica optcn
en muchos casos poI no es ser feliz; su fclicidad depende de la realiza- abandonar su deber antes que
renunciar a sus de- ció n de aquello que dC Cl SC Requiere como un de- seos o a sus amores, pese a
que muy rara vez lle- ber y en atenció n al puesto que le corresponde en gan a escapar del
castigo o de las tribulaciones del el orden del universo. No hay bien superior a una
remordimiento. Con cuá nta frecuencia, sin em-
buena disposjció n, a una voluntad responsable, bargo , engañ á ndose a sí mismos, pretenden en -
capaz de actuar en armonía con las leyes de la na- cubrir sus deseos con la má scara dcl deber.
turalcza. Otro venefo de tragedias en la esfera del
deber
La filosofía moral de Immanucl Kant encierra lo constituyen las lealtadcs antagó nicas que
las mismas ense fianzas fundamentales, como lo dcsttozan al scr humano y las obligaciones que
ti- prueba el hecho de asociar lo que fil llama eude- ran de él en direccione s • r uestas. En las
relaciones mo»frwo (o sea, la ética de la felicidad) con dedo- familiares, por ejemplo. muchas veces
no es po- ritmo (o fitica del placer). “El deber —aÍirma— sible cumplir con los padres sin
lesionar, o al me- es actuar en acatamiento de la ley. ’ ' Y a partir de nos descuidar, las
obligaciones con la esposa.
este concepto sostiene que el deber ha de cumplir- Cuando hay conflicto entre la ley moral y la civil,
se porque es bueno y pofque la ley moral interna la decisió n corresponde a la conciencia. No obs-
así lo manda. tante , hay veces en que una obligació n parece
an- Esta ley, fuente dcl deber y de la acció n moral, teponcrse a otra, como ocurre , en la tragedia de
corresponde al famoso ' 'imperativo tategó rico” Só foclcs, a Antígona, ante quien el edicto feal
de Kant o, en otras palabras, al mandato incondi- pierde su autoridad por ir en contra de la ley de
cional de la razó n. Kant declara: “Obra siempre Dios.
segú n una m;ixima tal que desees sc convierta en Si el hombre no es un anima) racional, o si no
ley universal. ” Al acatar el imperativo caiegó rico , es la razó n el principio que lo rige ,
indepcndien- es posible conocer el deber y cumplir lo, con la to- demente de su nat
uraleza, el deber no sería má s tal seguridad de que la propia voluntad es buena que una
impostura, un producto de energías en términos de la moral. emocionales encubierto por el
ser humano con Hay otra voz que se suma a esta controversia una serie de normas de conducta
concebidas por sobre cl deber y la felicidad, y es la de John 5tuait él mismo. Antes que
actua a modo de contrapeso MÍll, cuyo utlliiarismo convierte a Kant en el del deseo, el
deber mismo no sería má s que la for- principal oponente de una ética de la felicidad. ma
que asumen ciertos deseos para combatir a
Asienta Mill que toda sanció n de la moral es un otros.
sentimiento subjetivo de nuestra propia mente. Los conciencia o cl 5upcrego, segú n Freud,
nace Sostiene que, una vez que la felicidad general sea de la lucha entre el ego y el /#. Esto, en
lenguaje establecida como norma ética, despertará en no- ordinario , significa que el ego
representa x la pm- sotros un vigoroso sentimiento natural. hsta con- dencia, mientras que cl id es
símbolo de las pa- vicció n, má s que un sentido interno del deber, o siones desatadas. Lo que en un
principio pudo ha- cl temor a sanciones externas impuestas por un bcr tenido CÍCrta funció n en
el equilibrio poder StlpCfiOr, es pi£ff Mill “la justificació n bá si- psíquico , puede, en un momento dado,
llegar a ca de Ía ética de la mayor felicidad” , cuyo famoso cobrar excesiva importancia. Para el
psicoanalista lema es el de bustar eÍ mayor bienestar pza el no es una tragedia, sino una neurosis,
lo que mayor nú mero de personas, puede resultar del celo excesivo en cl
cumplimicn-
Ln tensió n entre el deber y el deseo , entre cl res- to dcl deber.
peto a las normas de conducta y la bú squeda sin En cualquier tipo de comunidad, la relació n
restrirció n del placcf , es una de las cargas que só lo entre jefe y subordinados suele interpretarse, a
el hombre, y ningú n otro animaÍ, ha dc soportar. primera vista, como la simple imposició n de
obli- Constitu ye asimismo un tema pcrsisicntc en la gaciones y deberes por parte del primero a los
se- poesía y argumento medular de las grandes histo- gundos. El gobernante manda y los sú bditos
rias de amor. Es un tema de perfiles trá gicos, ya tienen la obligació n de obedecer . Mas, ¿acaso el
que, sea cual fuere eÍ sentido dcÍ desenlace, bien gobernante no tiene también una serie de
dcbcrcs hacia cl deber (como en cl caso de Eneas al aban- y obligaciones para con sus
gobcrnados? Si no donas a Dido) o hacia la desobediencia a la ley fuese así, los sú bditos carecer
ían asimismo de de- (como en cl caso de Adá n, que cede a la instan - rcchos, los cuales cl
gobernante tiene cl deber de cias de Eva), el resultado final es la desolació n. respetar . Tal
absolutismo —que implica una
*ucr ncia corrclaT iva de dcbcrcs en cl og bcrnanc y
de dcrochos en cl gobcrn*do— dc£ inc zI s r*fa- O
ș
cioncs entre cl ama y cl csclz vo'
En cl caso de gobcrnzn r cs con invcst iduar de
£ uncionarios públicos, los dcbcr csy autoridsd
de su cargo son proporcionales a su jerarquía. El
lun - cionario , ar ado a sus de beres por la
constitució n , no es un gobernante absoluco . De
hecho, es un scw idor dcl país y no su emo. lncluso
cl monarca medieval , que cl dia de su coronació n
juraba cumplir con los de beres de su rango , podía
,«
no es• tar su jeto a las leyes por él promulgadas,
pero en la mc did a en que su concicncia lo r
obligaba a g uardai su palabra , reconocía la
preponderancia de la ley natural o de la ley de Dios. 0
De modo si• milar. cl ciudadano libre de una
repú blica se ve a_
Capítulo 10.’ DESEO
n la actualidad se usa la palabra “ deseo” prin- entre los antiguos Ía validez de una verdad literal
, cipalmcnte para designar un mó vil de la con- dcii «da de la observació n de diversos fendmcnos
ducta, así en el ser humano como en los animales. naturales, manifiestos en los cuerpos ligeros o
pe- Sc trata de uno de los términos bá sicos que se ma- sados. El sentido de tales apreciaciones es
cxacta- ncjan en el análisis psicoló gico, y comprende toda mente el mismo que se da a
algunas palabras; por la gama de fenó menos que asimismo se distinguen ejemplo, al hablar de un
girasol, se dice que, pese ron palabras como gdm.ienen , e/la. m- a su falta de
conciencia, tiende en forma natural a to y ro/«ni&, enue otras. Estas también guardan
volverse hacia cl astro rey, o que todos los cierta relació n con las teorías
del instinto y la cmo- hombres, por namralC2$, tiCndcn hacia eÍ saber. cifin, la li’bido y el
amor, la motivació n y cl propó - Desde su más estricto significado en alusió n a Ía
*‹* conducta del hombre o de los animales, cl deseo
Rcmontindose al comienzo, a lo expresado por adquiere una connotació n má s amplia al rela-
ta filosofía griega, se descubre que el deseo , en cionarlo con todos los apetitos manifiestos en los
psicología, forma parte de un contexto mucho sefes vivos. Pero en su sentido má s general se
re- má s amplio. Los antiguos advirtieron desde un fiere a la tendencia connatural, inherente a la ma-
principio el papel asumido por el deseo como un seria. Como se verá a continuació n, el apetito ,
el determinante de la conducta de hombres y ani- deseo o la tendencia es algo que se asienta en
la males, y no desconocieron las causas de taÍes de- materia segú n el concepto que la define como po-
seos. Ademá s, se intercsuon por impulsos que, al tencialidad O ComO sef Otencial.
parecer, se aprecian tanto en plantas como anima- Concebido por lo regular como apetito o pro-
les. pensidn natural , el deseo asume un cará cter
físico Ya que el hambre y la sed simbolizan la esencia o metafísico. En este sentido, su significado se
del deseo —o representan indudablemente su proyecta má s allá de lris fenó menos psicoló gicos,
manifestació n má s generalizada en los seres sobre todas las cosas que se agitan bajo el ímpetu
vivos—, las voces “apetito” y “deseo” suelen ser de su propia naturaleza y no de fucrzas
exteriores.
utilizadas como sinó nimos. Algunos autores de la En la fisica antigua, toda tendencia natural
antigü edad establecían una diferencia entre apeti- tiene un fin o consumzció n, en que el movimien-
to natural y deseo conciente , distinció n que ac- to dirigido por dirha tendenria viene a
sosegarse. tualmente se expresaría tal vez con las p£abras firoi y teloi —deseo y fin— son
conceptos “necesita” y “desear”, El antiguo concepto que complementarios, principios
corrclativos de la postula tendencias inherentes a todas las cosas fisica: factores que operan
juntos a lo largo y a lo animadas o inanimadas— hacia una rea)izarió nancho de la naturaleza en
todo proceso de cam-
natural, amplía el significado de lo que es cl apc- bio. El teloi óc cada cosa es la consumació n per-
tito o cl deseo. Dondequiera en el mundo físico fectn que satisface todo natural impulso. El que la
que las cosas revelan una tendencia natural a naturaleza no haga nada en vano significa
simple- desplazarse en determinado direcció n o a cambiar mente que no hay deseo natural —
necesidad o en cierto sentido, allí el apetito , como parte de lz apetito— que carezca de su
satisfactorio corres- naturaleza misma de la cosa mó vil, actú a como pondiente.
causa. Al adopta esta opinifin, Dante declara: Tu observar cl plan del universo y la relació n
ni el Creador, ni criatura alguna Parecieron ja- de la criaturas con Dios, los teblogos utilizan cl
má s de amor, bien sea natural o racional ” ; y en f/ concepto de deseo tanto en su sentido psicoló g
ico
fo•vi’ir demuestra cdmo cada cosa tiene su “espc - como en el metafísico.
cial amor”. Así, los elementos “tienen un amor Desde ci punto de vista metafísico , el desto es
natural dentro de sí a su propio lu, gar. . los mi- propio ú nicamente de seres finitos, ya que lo fini -
nerales tienen un amor natural dentro de sí a su io carece de perfecció n . De all í también la
imposi- lugar propiO' ' . bilidad absoluta de que el deseo pueda existir en
Segú n el criterio anterior , cabría hablar de la el ser inmutable, infinito y perfecto que es Dios.
propensió n natural de ía lluvia a caer o del humo Dude cl momenio en que Dios es perfecto , cl de -
a subir. Este lenguaje, lejos de ser metafó rico sao no puede ter atributo divino, excepto en sen
-
—expresió n de un animismo primitivo—, tuvo tido mciafó rico. El amor, cmpefo, no implica
4)
44 DVEO
perfección sino perfección, puesto que nace en un No hay duda de que el deseo y la aversión
están acto libre de la voluntad. Por eso mismo, aunquepsicol6gicamente relacionados con apreciacion es
la infinita perfecció n de Dios sea incompatible sobte el bien y el mal. o el pÍacer y el dolopr. Tal
con el deseo , no lo es así con el amor. cl caso, sin importar cuá Í sea nuestro concepto de
¥z m á s allá el tedlogo que cl filó sofo cuando la moral. ¿Deseamos algo Qof el hecho de srr
lleva el analisis del deseo al plano de lo sobrcnatu- bueno, o lo consideramos “bueno” porque lo de-
ral. Siendo Dios la causa eficiente y sobrenatural seamos? I-as implicaciones éticas de la pregunta y
de todas las cosas creadas, es asimismo la causa ú l- sus respuestas divcrgenies, se tratan en el capítulo
tima. el fin o bien ú ltimo hacia el que tienden to- sobre''Bien y mal''.
das las criaturas. Entonces se consuma el principio El concepto de deseo natural proporciona un
metafísico que advierte que todas lu cosas tien- punto de apoyo para el análisis psicológico del
de- den hacia su propia perfección. seo consciente y su propósito. Considerado como
El deseo por Dios, manifiesto en la criatura, propio de la naturaleza misma de un ente, clapc-
suscita complejas preguntas en torno a la maflefa tito es la tendencia hacia algo que le hace falta y
de satisfacerlo. Un fin sobrenatural no puede scf que puede obtener. Ambos factores son csen-
alcanzado por medios puramente naturales, o sea, ciales: tanto la privació n como la capacidad, o
ap-
sin la intervenció n divina. Para el teó Íogo, la vi- titud, de obteflcf aquello que necesita.
sió n de Dios en que al fin descansan las almas de 1-os autores que manejan estos términos no
los bicnavcnturados constituye el postres don de dirían nunca que el girasoJ está privado de
la gracia. Cabe pues preguntar, al menos en cuan- sabiduría, como tampoco llamarían ciega a una
to al hombre se refiere, si es posible que pueda piedra. La ceguera es privació n de la vista en
seres haber en él un deseo natural de ver a Dios, cuan- que por naturaleza tienen la capacidad de
ver. do la meta de tal deseo no es accesible por medios Así, cuando se dice que, por naniraleza.
cl puramente naturales. hombre desea saber, o que determinados
anima- En psicología las voces deseo y amor suelen ser les, gregarios por instinto, tienden en forma natu-
usadas indistintamente , aunque no siempre se ral a asociarse entre sí en grupos o en rebañ os,
se confunden los conceptos que cada una denota. hace clara referencia a la presencia potencial dcl
Aquí, el hecho antes mencionado, de que Dios conocimiento o de la vida sociali y precisamente
ama pero no desea, sugiere la raíz misma de la por estas potencialidades, la ignorancia y el
aisla-
distinció n entre ambos. El deseo implica. ntcesa- miento está n considerados como privacioncs.
riamcntc. una falta o privació n de algo que hace Se aprecian aquí dos aspectos diferentes del
imperiosa la necesidad de un cambio ; en tanto apetito o del deseo. Asi como “posesió n” es lo
que cl amor —amor correspondido, claro está — contrario de ”carencia” y ”tener” lo es de “estar
implica ese tipo de satisfacció n que aborrecc cual- privado de”, los estados opuestos de apetito son
quier posible cambio. De suerte que el amor y el el impulso hacia lo que no se posee y hacia la
satis- des¢o, por má s que se les confunda con frecuen- facció n de poseer. No hay una preocupacibn
por cia, conservan sus diferencias específicas, en cuan- lo que ya se tiene, a no ser para prcservarlo
contra to a tendencias se refiere ; tales diferencias son tan una posible eventualidad; de la misma
manera, grandes como puede haberlas entre de y recibir. no hay satisfacció n en rarito no se hx
obtenido El amor procura el bienestar del ser amado. en aquello que hacía falta.
tanto que con el deseo se busca disfrutar de un El objeto de deseo —natural o consciente—
placer o poseer un bien. produce, al parecer, una alteració n en la
naturale- La distinció n entre amor y deseo, así como las za de quien desea. resultante de la unibn con
el preguntas de si se distinguen tanto en los anima- objeto deseado. El deseo natural de saber
impelc les como en cl ser humano, y cuá l es su relació n al ser humano a aprender. Todo
aprendizaje ten- recíproca, en caso de ser distintos, son puntos que dente a satisfacer
este deseo natural consiste en se metan con mayor amplitud en el capítulo
una alteració n del intelecto. Cuando conscicntc-
Amor ”. Bastc con sciialir iqui que, cuando al- mente se desea alimento, no es éste en sí lo que se
gú n autor usa ambas palabras indistintamente, busca. ya que só lo el hecho de comeilo satisfará
el Estas expresan una idea de empefio o de bú s- deseo, al operarse en el organismo ese cambio
de- queda. nominado "nutrició n”. El hecho de que el ali-
Tanto en los hombres como en los animales, cl mento en sí sea algo meramente incidental, deseo
es un anhelo consciente ú nicamente si el queda manifiesto al comprobar que ninguna for-
objeto es algo conocido, del mismo modo que se ma de posesió n de alimento puede satisfacer cl
conoce un objeto científico, y cuando es juzgado hambre si no es comido.
bueno o provechoso; en pocas palabras, cuando La diferenciación entre deseo natural y deseo
vale la pena, consciente se confunde con otras distinciones ari*-
DESEO
logos establcridzs por los psiró logci. La tan estrechamente vinculado con los problemas
complica- ció n es en parte srm5ritiee, x' puede del bien y ct mal, la virtud , el deber y la fcliridad
climinane si se distinguen lcs deseos naturales
QUC , hasta mu y rccicntemcnte , el tema cra
como no- conscientes, m"n bien que tu-
conscientes. El signi - trata- do sobre todo en libros de ética, política o
licado literal de la pal abrir consciente es ros retó ri- ca, má s que cn trabajos de psicología.
fono lncluso Ftcud, quien se esfuerza por dcsvincular
‹-lzzrico to . Las criat urss despros'isias de esta el aspec- to psicoló gico de todo principio o
facul- tad no purden desear conscitntcmcruc ; de conclusió n mo- ral, no puede cvitar la alusió n a
lo cual no se sigur , cmpcto, que los seres conscientes no los efectos de la moralidad sobre la diná mica del
tengan apciitos naturales. El deseo dc sabcr , na- deseo y la vida de
)KS PSI OflCS .
tural en cl hombre, constituYc uno de estos caos.
Esa tendencia no desaparece por cl hccho de que Muchos de los términos bá sicos empleados en
el saber también se busque conscientemente psicoaná lisis —tales como conflicto , represió n,
debi - do a lo que representa y por ra- cionalizació n y sublimació n, para mencionar
considerá rselo como só lo algunos—, cncicrran cierta connotació n
a)go digno de posccrsc. moral, aun cuando no impliquen má s que un
Por otra parte, se estima que cl deseo aná lisis pu- ramente psicoló gico. Por cjcmplo, lo
que Freud lÍama infantilismo emocional , hasta
instintivo de los animales no opera, en general,
cierto punto se parece a lo que los moralisczs
fuera de la prtccpció n del objeto hacia cl cual lo impelcn sus
designan como vi- cio o incontinencia.
emociones. Dicho deseo opera tonsrientcmente,
Al parecer, no hay en Freud implicació n alguna
tanto en cl cam po de la percepció n como en cl
dcl impulso emocional. Si, por cl hecho de ser de que los aperitos animales del ser humano sean
inna- malos en sí mismos, aun en cl caso de no estar
to. má s que adquirido o aprendido, se llama “na- dis- ciplinados o controlados y de causar
tural ” aÍ deseo instintivo, conviene puntualizar desó rdenes tanto en la persona como en la
que la palabra no implica una falta de conciencia. sociedad. No obs- tante , algunos moralistas
Tanto los deseos instintivos como los adquiridos opinan lo contrario . Pa- ra ellos, el deseo es
puede n operar en el inconsciente, como en cl intrínsecamentc malo, un fac- tor de descontento
caso de lo que llama Freud un “deseo reprimido” ; tal y de dolor.
deseo bien puede ser de origen instintivo o fesul - El dilema entre estos dos puntos de vista, en
tado de al guna fijació n de la libido , en objeio o cuanto al dcseo rn la vida moral, constituye uno
de los puntos má s controvertidos de la teoría
en ego, ¡' que, de no ser reprimida. sería una ten
ética y se comenta ampliamente en los capítulos
- dencia consciente . El desco reprimido actú a,
sobre ‘Deber“ y ‘ ‘Virtud ” . La doctrina dcl apetito
en- tonces, de manera inconsciente ; lo cual no
na- tural tiene particular relevancia en este tema.
evita, dc ningú n modo, su influencia sobre la
Si el naruralista en fitica está en lo cicrto, será
conducta o el pensamiento , sino que la fuerza
de su impul- so y su propó sito plan por la verdad dc que las tendencias naturales son
inadvertidos. la me- dida para determinar lo bueno y lo malo
Mas, si la doctrina del deseo natural carece de
Por el coiurario, el deseo habitual y por lo mis-
mo inconsciente hasta cierto punto, no es un de- fundamcn-
seo reprimido sino simplemente uno que ya no to, cntonccs los impulsos quc emanan de las pa-
reclama toda la atenció n siones animales del hombre no pueden
El papel que dcscmpeiia cl deseo en la vida hu - ¡ustificarsc ante la rató n.
mana —especialmente cÍ deseo emocional— cstfi
Capítulo DESTINO
11:
s indudable quC todo cl Contenido de la vida compensas y castigos eicrnos cntrc los hijos dc
th umana rcsu lta afectado 5İ los hom bles se cOrl -
dán, a quicncs ayuda ‹aznbién con Su gracia.
sideran a sí mismos como seres superiorcs o st En csta conccpciõn rcligiosa de Dios, un térmi -
fe- conoccn a un ente supremo, un ser
no debe quedar a salvo de toda interpretación fal-
sobrehumano , que conciben como objeto de temor
sa. La palabra “personal” no debc ser entendida
o amof, una fuerza que desafiar o un señ or que
obedeccr. Entre los que admiten una divinidad de maneru tal que denote una representación
tiene gran importancia si to divino está antropomórfica. aunque su significado autoriza a
reprcsentado mera- mente por el concepto de Dios llamar persona, más bien que cosa, tanto at
—un objeto de es- pcculació n filosó fica— o por el hombre como a Dios.
Dios vivicnte a Quien los hombtes adoran en Sc usarź csta idea de un Dios personal. cuva
todos los actos de piedad que comprenden los rea- lidad el atco contemporáneo nicga. a fin de
rîtuales de la reli- gion. dis-
tinguir conccpcîones divergentes en otras doctri -
Las diferencias má s radicales en las ideas del
nas. Y má s adclantc sc cxaminará de cerca lo que
hombre sobre su propia naturaleza se derivan de
la exclusiõ n de la divinidad como fuente o mode-
lo humano, por u na parte , y de las dîvcrsas
giones paganas —cspcciaìmente según se refle jan
formas en que cl hombre cs considerado como
en los pocmas c historian de la Grccîa y Roma
partici- pants de la divinidad, por otra. En
antiguas— eran politeístas. El númcro de sus
consecuencia, muchos temas y controversias son
dioscs, scgú n estimacioncs de Montaigne .
comu nes a cste capítulo y al que tiata del '
ascendía a treinta y seis mil.
‘Hombre”. Que cl politeísmo, no mcnos que el
Algunas de las matcrias de cste capítulo son
monotcisrno, tiene una concepción personal dc lo
fundainentalmente filosó ficas, y por lo tanto divino, se comprueba en la ApologÄ dc Plaió n .
compatibles con la especularió n racional o la îma-
Cuando 5dcrates es acusado de atcísmo, pregunta
ginació n poética de todas las grandes épocas de si la inculpacîó n signifier que no ’acepm los
la culrura, sin iomar en consideració n las dioscs que ct estado reconoce, sino otras nucvas
diferencias dc crcdo rcligioso. Otras materias, en divinidades o entidades cspirimalcs en su
c nbio, es- tán circurisctitas peculiarmente a lugar”. Meleto responds que en su opinidn
cuestiones de fc Só crates es un completo ateo que no reconoce
o religió n. Con rcspccto a estas ú ltimas, las ningú n dios. A es-
difc- rencias dogmá ticas o en artículos de fe to Só crates replica que sus encmigos dcbcn estar
deben scr explícitamcnte reconocidas. confundićndolo con Anaxá goras, quicn haò ía
En la civilizació n, ¿quć cs lo que niega cl ateo blasfcmado contra Apolo a1 calificar cl Sol de
al decir que no hay Dios ? No rechaza la “picdra ardiente”. En cuanto a ćl, Sò crntes ofrece
exístencia dc ídolos o imã genes que el hombfe pruebas que demuestran su creencia en entidades
pucde tratar de aplacar , ni la dc construcciones divinas o espiritualcs, “nuevas o viejas, no impor-
filosó ficas o fi - guras mitoló gicas. Ciertamcntc ts” ; y “si yo crco en scrcs divinos —intcrroga—.
tampoco la del propio univcrso, ya sea como un ¿cfimo no habría de crcer en espíritus o semi -
todo infinito y etcrno, o finito y temporal, pero dioscs?”
igualmente mis- terioso en su incomprensi A semejanza del Dios ú nico del judaismo y el
bilidad ú ltima para la cristianismo, los numerosos dioscs dc la anti-
mente humana. Pone en duda la existencia dc un
err sobrcnatural, objcto dc creencia y adoració n gü edad pagana son inmorrales, pcro no dejan de 'š
religiosa para jud íos, crisi ianos y musulmanes . tcncr origcn. Zrus es hijo dc Cronos, y tienc pro-
Nicga at Dios ú nico y ,f›erJoøa/ que cieó el mu ndo fusa dcscendcncia de dioses y semidioses , que rca-
de la nada, que trascicnde cscc uriiversa creado y lizan distintas funciones y no øcupan igual posi -
to confirms por su poder inm z nen\ e ; que es‹abIe- ció n en la jerarquía dcl Olimpo. El reino de lo di-
ció lcycs para ct gobicrno dc rod as las cosas y vela vino încluye figuras como Íos titancs y los cíclopes.
por cada criaiura mediante su providencia; y que que no son dioses ni hombrcs ; y semidioses, como
creó al hombre a imagen y semejanza Su¡'a, lc re- Heraclcs o Hćrculcs, conreb idos en la u nidn divi-
vclõ su prcscncia ¡' su volu ntad, y distri buț'e re- na y humana. Estas dcîdadcs cjcrcen poderes
4g
abrehumzuos, pero ninguna es omnipotenteu 49
omnisciente en sentido absoluto, ni tan siquiera
Cronos o Zeus, puesto que no pueden escapar a
la concepció n que tienen dcl universo físico no
los decretos del destino. Es má s. con excepció n de
jon el set infinito de Dios. El mundo. a pcsar de
Zeus, cl poder de una divinidad ts a menudo
su vastedad y variedad. só lo representa un
puesto en jaque o contrariado por otra.
aspecto de la natumlczz divina.
La medida en que se juzga a los paganos como
Contrariamcntc al pantcísmo, el deísmo afirma
idó latras porque cxulpían imá genes de sus
a los dioses o a Dios como intcligenrias
dioses en forma humana, o se consideran sus
personales que existen aparte de este mundo:
concep- ciones de los dioses como
peto. a veces, el deista llega al extremo de creer
antropomó rficas, de- pende de las
en dimcs ausen- tes que no intervienen en el
interpretaciones personales del sim- bolismo
orden de la naturale- za ni se preocupan por los
religioso . Plató n, por ejemplo, piensa que
asuntos humanos. Esos dioses ni crearon el
muchas de las descripciones poéticas de los
mundo ni lo gobiernan : sobre todo, no
dioses y sus actividades deben ser desechadas
iccompcnsan ni castigan al hombre, de modo que
como triviales, ya que rebajan a los dioses zl
no deben ser Gemidos o propiciados. Lu
nivel hu- mano.
divinidad no parerc tener significació n moral
Aquellos que interpretan los símbolos en má s que en la medida en que los dioses
forma estrictamente literal, por lo demá s, cjcmp1i(ícan una vida feliz : pero la religió n es
podrían atacar iguGmco‹c aÍ cristianismo como inmoral porque sus supersticiones acerca de las
antropomó ifico e idó latra ; en realidad, así ha iniromisioncs y motivos divinos hacen a los
ocurrido. La defensa deÍ cristianismo ante esta
hombres scrvilcs y mi- serables.
acusació n no es ›•á lida en el caso del culto al
Cuando se contrasta el deísrno dic los antiguos
emperador romano, que consistía no en
tiempos con las má s familiares formas modernas
humanizar lo divino a fin de repre- sentarlo de esa d‹xtrina, se percibe la influencia dcl cris-
simbó licamente, sino en la deificació n de lo tianismo. El deista moderno afirma la
meramente humano con propó sitos políticos. supremacía de un Dios, creador infinito y eterno
Aunque existen diferencias radicales, también de este mun - do, cuyas leves son las de la
hay acuerdos fundamentales entre el paganismo naturaleza, estableci- das desdc el principio, y
v la tradició n judco-cristiana en cuanto a la que gobiernan a todas los cosas creados.
natura- leza de lo divino . Como se ha observado No todos los deístas. y desde luego no los dcl
va, las deidadcs se conciben personalmente, no siglo xvii y principios del xviii. llegan al extremo
en térmi- nos de fuerzas irracionales e de describir un Dios indiferente v moralmcntc
impersonales. Pucsio que son seres con neutral; muchos de ellos creen en la vida
inteligencia y voluntad , los dioses se preocupan después de la muerie. El dcísmo posterior,
de la soriedad terrestre : apo- cmpcro, sí tiende a esc extremo. Ya en Ía cpoca
¡'an o contrarían los planes \ csfuerzos dei de lmma- nuel Kant, los dcistas habían dejado de
hombre; lo recompensan por su fidclidad y virt considerar a Dios tomo una inteligencia
ud personal. Kant, en consecuencia, realiza grandes
y lo castigan por su impiedad y pecado . esfuerzos para dis- tinguir el dcísmo del tcismo.
A pcsat de todas las demá s diferencias cnrre El deísta, segú n Kant, “admite que es pmible
pa- ganismo y cristianismo , estas concordancias conocer mediante la simple rnzbn pura la
son lo suficientemente substanciales pua cxistcn- ria de un ser supremo, pero al mismo
suministrar una bre comú n a la especulació n tiempo mantiene que nuestra concepció n de este
tcoló gica, espe- cialmente en lo que respecta a ser es puramente tfasccndcntzl, y que todo io
los constantes problemas prá cticos del juicio que que po- demos decir de cl es que posrc toda la
debe hacerse cl hombre de sí mismo y de su realidad, sin poder dcfinirlo con mayor precisió n
destino, en relació n con lo divino y sobrenatural. " El tcista. por otra parte, ”afirml que la razó n es
Las doctrinas conocidas como deismo y ca- paz de presentarnos, por analogía con la
pantcísmo. al igual qur el atcísmo inrondicional, naturale- za, una concepció n má s definida de
se oponen tanto a las creencias religiosas rstc ser, y que sus intervenciones, como causa de
politCiScas tOmO a la Mc de judios y cristianos. todas Ixs cosss, son cl resultado de una
De las dos citadas en primer lugar, el intcligcncia y una volun - tad l ibre“
pantcísmo se halla mucho má s cerca dcl atcísmo , La esposir ió n sistemá tica del ‹onocimiento hu-
puesto que niega la existencia de un ser o setes mano de Dios consi ituye Ía ciencia de la teología
trascendentales v sobrenaturales. Dios es la nat u Ademá s de considerar iodas 1s cosas —cÍ mundo
- raleza, Dios es inmancn‹e en el mundo \', en ta eniero y la vida del hombre— en su relació n con
forma extremada det panreísmo , carece de toda Dios, Ía teología trata especialmente de la existen-
t rascendcncia. Ciertas doctrinas histó ricos que a cia. esencia y atributos de Dios En toda esta serie
menudo se consideran como formas o clases de de cuestiones y problemas, la teología puede ser
panteísmo , no llegan a tales ext remos, puesto
que
DIOS
de dos clases: la que ticndc al conocimiento natu - de Dios, como en que es eterno —en su ^*g^!
ral, obtenido por el proceso ordinario de observa- +*- do in temporal —. infinito o incorpÓ reo ; al
ció n y razonamiento; y la que pcrsiguc ct conoci - igual que se falsifica en todos los atributos
miento sobrtnxtural cx cl sentido de estar funda- positivos, que se expresan con pala6ias tales como
do en la rcvclació n divina. É sta es la distinció n bien” o
tradicional entre teología natural y sagrada o, co- “ viviente '' o “cognoscente ' , en la medida en
mo a veces se llama a esta ú l rima, dogmá tica. La que implican una comparació n entre Dios y las
primera pertenece al á mbito de ía razó n; es la la- c riaturas. Cuando no puede n ser interpretados
bor del filósofo. La oira al dominio de la fe, y es negativamente , es permisible tolerar esos atri bn-
la toca dcl teó logo que busra comprender su fe. tos como metá foras , pero no dcben ser considera-
A continuarió n se presentar á n las difercntcs ac- dos como expresiones de una comprensió n de lz
titudes hacia el problema del conocimiento hu -
mano de Dios. El dcista rec haza la revelació n verdadera esencia de Dios, acerca de la cual
Maimó nidcs sostiene que ”no hay posibilidad de
sobrenatural y la fe; sostiene que la teología , al
obtener concicimienio” .
igual que la religió n, debe ser estrictamente natu- Santo Tomá s de Aquino impugna tal agnosti-
ral, un trabajo de la razó n. El agnó stico, por otra cismo acerca de la naturaleza divina en su discu-
parte , expresa lo opuesto. N iega que lo sobrena- sió n sobrc los nombres de Dios. Aunque declara
tural pueda ser conocido por la razó n; mantiene quc ”no podemos conocer lo que Dios es, sino
que no puede probarse o, para el caso, refutarse má s bien lo que no es” , se muestra en desacuerdo
Los testimonios de la naturaleza y las l uccs dc la con Maimó nides en cuanto a que todos los
razó n no permiten dcducciones o argumentos re- nombres que expresan cierto conocimiento de la
lativos a Dios, la creació n, la providencia y la in- esencia dc Dios deben ser interpretados ncgativa-
mortalidad. men te o tratados como metá foras . Niega que
Es gene ralmcnte con respecto a la existencia de “cuando decimos que Dios vive , queremos dar a
Dios que el agnó stico se muestra mfis rotundo al entcnder simplemente que Dios no es una especie
hacer hincapié en las limitaciones de la razó n . A de cosa inanimada [como] lo criseiió el rabino
menudo acompaiia esta dec laració n con elabora- Moiscs” Por el contrario, mant iene que ' 'estos
nombres significan la substancia divina. . aun-
das críticas de los argumentos quc pueden ser que no bastan para representar a Dios. . Pues es-
aducidos por otros Sí n embargo, éste no siempre tos nom bres expresan a Dios só lo hasta donde
es cl caso. Por eje mplo , el gran teó logo judío nuestro intelecto alcanza a conocerlo . Ahora bien ,
Moisfis Maimó nidcs ptensa que la ex isiencia de dado que nuestro intelecto conoce a Dios por 1s
Dios puede ser probada por la razó n , sin recufrir criaturas, lo conoce en la medida en que In
para nada a la fc ; mas , con respecto a la esencia y criaturas lo rcprescntan ” . En consecuencia.
los atributos de Dios, su posició n se asemeja a la COftClUye SzfttO TOfTlÁS ’ 'Ct2afldO deCjfTlOS Df’Oj rJ
que podría llamarse agnó stica. bi’e r, eí significado no es Di’os es la cama del bre»,
Cuando los hombres ”adsrribcn atributos escn- o Dios oro es m‹z/ , sino Cualquier bien que atn’bu-
ciales a Dios declara Maimó nidcs— estos su- yamos a las cn’aturas precxisie en Dios , cu orma
puestos atributos esenciales no deberian cener superior' ' .
si- inilirud alguna con los atributos de otros Si Maimó nides tuviera razó n en que los
cosas, así como no hay semejanza entre la nombres que se expresan positivamente tanto dc
esencia de Dios y la de otros seres”. Dado que cl Dios como de tas criaturas se “aplican . . . en un
significado de atri- butos positivos como bien y sentido puramente equívoco ' —es decir , con un
sabio xc deriva del to - nocimiento de las cosas, signifczóo litcfal cuando se dicen de las criaturas,
no proporciona conoci- miento alguno de la pero ú nicamc nte mctafó rico en cl caso de Dios—,
esencia de Dios, puesto que no hay punto de entonces, de acuerdo con Santo Tomá s, se
comparació n entre las cosas y DiOs. En conSCc seguiría que “a part ir de las criaturas no es posible
ucncia, Maim6nidcs afirma que "los atributos conoccr o demostrar nada en absoluto acetca de
negativos de Dias son los ú nicos verdaderos”. Dios ” . Los que ;isevcran, por otra parte , que “las
Éstos indican, no lo que es Dios. sino lo quc no cosas atribuidas a Dios y las criaturas son
es. unívocas —esto es, que se dicen cxactamcn te en
Aunque Maim6nidcs mant iene que ’‘existencia cl mismo sentido—, afirman comprender má s de
y esencia son peTtec amen e idénticas" en Dins, lo que rl hombre puede conocer de la esencia di -
tambie n insiste en que ’ ' no comprendemos má s vina. Cuando cl tú rmino sabio ”se aplica a Dios
que el hecho de Su existencia, no Su esencia. —esc ribc Santo Tomá s — , es sin lograr abarcar lo,
Todo lo que entendemos {ademá s ] dcl hecho dt ¡'a que Dios excede la sign ificació n de1 nombre
que ex istc , {es que] se tras a de un Ser al que nin - Por lo tanto , es cvidcnte que cl tcrmino radio no
guna dc sus criaturas sc ascmc ja' ' Esta dcclara - se aplica en lz misma forma a Dios y al hombre .
ció n se confirma cn iodos los atributos negativos
los positivos] se dicen de Dios y las criaturas en senti- do aná logo
no ” .
m El agnosticismo generalmente va má s allá y niego que el
Esto mismo ocurre con otros términos. En br
conse- cuencia, ningú n atributo es unívoco es hombre pueda tener el má s mínimo conocimicnto natural de
respecto de Dios y las criaturas sino que todos Dios, ya sea de su exis- tencia o de su esencia. Entendido en
esta forma, cl ag nosticismo no tiene por qué 51
DIO
ser incompatible con la religió n, a menos que
S
una religió n dada sostenga , como artículo de
Freud, por ejemplo , juzga la rcligidn como
fe, que la existencia de Dios puede set probada
una quimcra que debe cxpíitarse en términos
por la rezón. De hecho, el agnó stico puede ser
de la ne- cesidad dcl hombre de crear dioses
un hombre religioso que acepta la revelació n
a su propia ímagcn, a fin de encontrar un
y considera la fc como de ins- piració n divina.
substituto para cl padre y poder proyectar en
La Apología de Raymond Sebond, de El su dependencia in-
Montaig- ne, ilustra esta posició n. Sebond
había escrito un tratado de teología natural, En el extremo opuesto al agnosticismo se en-
que a Montaigne le pareció “atrevido y valiente, cuentra, como su nombfe lo implica, el
pues en cl se intenta pof razones humanas y gnosticis- mo. Este, al igual que cl dcísmo,
naturales probé y estable- cer contra los ateos prescinde de la fc, pero no se tirrunsc ribc
los artículos todos de la cfis- tian a religió n ” . tanto como cl dcísrno tradicional, puesto que
Aunque Montaigne dice de la obra: “no creo afirma cl poder de la ra- zbn para penetrar en
que sea humanamente posible mejor conducir los misterios divinos. Entre aquellos que
los argumentos” —y no obstante hacerse la ciepositan su seguridad en la fc y los que
conjetura de que éstos podían ser obra de exaltan la razdn hasta el punto de que no es
Santo Tomá s de Aquino, ' ’pues, en verdad, el necesario para Dios revelar nada, existe una
autor de la Suma Geológica , al par que po- sició n intermedia que reconoce las
erudició n vasta, poseía una sutileza de contribuciones tanto de la fc como de la
razonamiento digna de la mayot admitacidn’ y razó n. Los que tratan de armonizar ambas,
só lo él era “capaz de generalmente distinguen entre los á mbitos
que corresponden a cada cual, y for- mulan
ciertos principios que las fclacionan de ma-
nera ordenada.
La aquicsccncia a todo lo que es una pura
cues- tió n de fe, dice Santo Tomá s, se debe
ú nicamente a que ha sido revelado por Dios,
Dado que “la ra- zó n humana es muy
deficiente en las cosas relati- vas z Dios ” —
“seíial de lo cual es que los filó so- fos. . . han
caido en numerosos ci ores y han discrepado
" entre sí—, los hombres no podrían tenef
conocimiento de Dios “libre de dudas e in-
certidumbres' ' , a mc nos que todas las
verdades
divinas les hubieran sido “manifestadas por me-
tales filó sofo francés no dio de la fe. comunicada, como lo fue, por Dios
imaginaciones” cree
“que medios puramente humanos” sean en ma- considerar la fe ya sea como una superstició n o como el
nera alguna capaces de probar la existencia ejcrcicio de la voluntad de creer lo incognoscibÍc c inintcligiblc ,
de Dios. A juicio de Montaigne, “sólo la fe es decir , virtualment e algo ilusorio. En caso extre- mo trata la
abarca vivamente de un modo verdadero y religió n como si fuera patoló gica.
seguro los ele- vados misterios de nuestra
religión”. Opina tam- bién que la razón por
sí misma no es capaz de pro- bé acta, y
mucho menos acerca de Dios. “Nuestra
razón y humanos discursos —escribe— son
como materia estéril y pesada; la gtacia de
Dios es la forma de ellos y lo que les
comunica precio y apariencia. ” La luz y el
valor de los argu- mentos de 5ebond
proceden dcl hecho de que la fc los “ilusi
ró” y los “convirtió en firmes y sóli-
Tales argumentos, dice Montaigne, pueden
SC£y1I de “ruta y primera guía a un primerizo”
y
aun le hacen visible ”la gracia de Dios” ; pero
en cuanto a él mismo, escéptico a iodos los
argumen- tos, ú nicamcntC la fc es fuen te de
certeza.
Lejos de ser religioso como lo era
Montaigne , el agnó stico puede ser escéptico
arcfra de la fc, al igual que de la razó n, y
mismo, que no puede mentir ” .
En formas diferentes, la
fe sostiene a la razó n y csta
ayuda a la primera. Por lo
que respecta a las cuestiones
que pertenecen tanto a la
razó n como a
la fe, esta ú ltima ofrece mayor certidumbre.
En
las que son estrictamente
de fe, la razó n facilita cierta
comprensió n, aunque
temota e inadecuada, de los
misterios de la religió n.
Ademá s del con‹ximicnto
discursivo de Dios, ya sea
por medio de la fe o de la
razó n, existe esa relació n
íntima y totalmente
incomunicable con lo
sobrenatural que cl místico
atribuye a su visió n en
momento de éxtasis
religioso, o que está pro-
metida a los
bicnavcniurados como su
beatitud celeste. Cuando, en
la culminació n de “El
paraiso ” , Dante ve a Dios,
dice: “lo que vi exce- de a
todo humano lenguaje ” .
“Desde este punto
—continú a—, a causa de lo
poco que recuerdo, mis
palabras será n má s breves
que las de un niñ o ru ya
lengua se ba ñ a todav ía en
la leche materna. ” Trata, sin
embargo , de comunicar un
destello de la gloria divina a
1s generaciones venideras.
Ante Ía presencia de Dios,
escribe : “Así es que mi
mente en suspenso miraba
fija, inmó vil y atenta, y
continuaba mirando con
ardor creciente . El
DIOS
efecto de esta luz es tal, que no es posible —escribe— a establecer una distincibn entre exis- tencia
consen- tir jamá s en separarse de ella para y esencia. fácilmente mc pcrsuado de que la existencia
contemplar otra cosa ; porque el bien, que es puede ser separada de la esencia de
objeto dc la volun- tad . se encuentra todo en
cl(a, y (nera de ella es dcfcct uoso lo que allí es
perfccto. ”
Los argumentos a favor de la existcnria de
Dios o —en el caso de la antigüedad— de los
dioses, constituyen una de las grandes tentativas
de la mentc humana para ir má s alla del mundo
sen- sible o fenomcnico de la experiencia. La
tentativa ha sido hecha en todas las cpocas y
por mentes de muy d iferentes conviw iones
religiosa y filosó fi - cms. Es posible, sin embargo
. clasificar los aigu - mentos en varias categorías
principales.
En el dominio de la razó n pura o espcculativa
parccc haber dos formas de abordar cl
problema
de la existencia de Dios. Una es en términos de
un ser infinito, perfecto y necesario, cuya no
existen - cia es por lo tanto inconcebible. Segú n
San Ansel- mo, Dios no puede imaginarse en otra
forma que no sea “como un ser sin parangó n
conccbible en su grandeza”. Mas al considerar
que “cl necio había dicho en su corazó n: no hay
Dios ” , ¿có mo hacerle saber que el Ser Supremo,
el cual existe en su entendimiento en el
momento en que niega su realidad, también
existe realmente fuera de su en- tendimiento?
“Ya que una cosa cs que el objeto estc en el
entendimiento, y otra comprender que el objeto
exista.” San Anselmo , pues, considera la
consecuencia de suponer que Dios existe ú nica-
mente en el entendimiento.
“Si aquello cuya grandeza no tiene puangó n
conceb ible —arguyc— existe ú nicamente en el
entendimiento, el mismo ser cuya grandeza no
tiene paragó n conccbiblc es uno del que mayor
grandeza puede ser concebida”, puesto que exis-
tir en realidad, así como en cl entendimiento, es
tener mó i ser. Esto lleva, empcro, a “una contra-
dicció n irreconciliz ble ” . dxdo que “si aquello
cuya grandeza no tiene parangó n concebiblc
puede concebirse como no existente, no es
aquello cuya grandeza no tiene parangó n conce
- bible”. En consecuencia, San Anselmo llega a la
conclusió n de que un ser “sin parangó n concc-
biblc en su grandeza” tiene que existir “tanto en
el entendimiento como en realidad ” .
San Ansclmo resume su atgum¢nto al decir
que “nadie que entienda lo que Dios es, puede
conce- bir que Dios no existe” Como la no
existencia de Dios es inconcchihle. Dios tiene
que existir.
Dcscartes da al mismo razonamiento una
enun- ciació n ligeramemc diferente en
términos de la inscparabilidad de la esencia de
Dios de su exis- tencia. ”Acostumbrado en todo
las demá s cosas
Dios, y que en esta forma podemos cvidcnte en sí misma. Sujeto y predicado está n
conccbit a Dios como no existente en in- mcdiaimenie relacionados. Esto no obstante ,
realidad. No obstante, cuando pienso en Santo Tomá s mantiene que la proposició n no es
ello con mayor atenció n, clara- mente evidente en sí para nosotros ' 'porque no conoce-
veo que es tan imposible sepuar la mos la esencia de Dios”. Aun suponiendo, cscri-
existen- cia de la esencia de Dios, como
separar tres á ngu - los iguales a dos
á ngulos rectos de la esencia de un
triá ngulo rectilíneo, o la idea de una
montañ a de la de un valle; y así no es
menor la rcpugnancia a concebir un Dios
(es decir , un Ser de perfecció n suprema)
que carece de existencia (es decir, que no
posee cierta perfecció n), que concebir
una montañ a sin valle. ”
Spinoza define una “causa de sí misma”
como “aquella cuya esencia implica
existencia, o aquella cuya naturaleza no
puede concebirse a menos de que exista”.
Como en su concepció n de la substancia,
csta es necesariamente infinita, también es
causa de sí misma. En consecuencia.
concluye que "Dios, o la substancia,. . .
necesa- riamente cxistc ” . “Si esto se niega,
hay que con- cebir, de ser posible, que
Dios no cziste. De ello se sigue que su
esencia no implica existencia. Mas esto es
absurdo. Por lo tanto, Dios
necesariamente existe. ”
Este modo de argumento , que asume
también otras formas, tradicionalmente
se denomina “ar- gumento ontoló gico” o
la “pmcba a@rtÓ n‘” de la existencia de
Dios. Sus críticos niegan a veces que
constituya argumento o prueba en
sentido algu- no. Santo Tomá s, por
ejemplo, no considera que San Anselmo
haya probado la existencia de Dios, sino
má s bien afirmado que la existencia
divina es evidente en sí misma. Los que
dicen que cl juicio “Dios no existe ” es
contradictorio , están asevc- rando que la
proposició íi opuesta, “Dios existe”, tiene
que ser evidente en sí.
Santo Tomá s no n¡ega que la
proposició n “Dios existe“ sea
intrínsecamente evidente. En este punto
va má s allá que San Anselmo , Desczt- tes y
Spinoza. En tanto que éstos dicen que la
esencia de Dios íwJ//co su existencia,
Santo To- má s asevera que en Dios esencia
y existencia son idénticas. En la consulta
que Moisés hace a Dios: “Pero cuxndo mc
pregunten: ¿Cuá l es tu nombre?. /quc les
responderé ?”, el Señ or contes- ta: “Yo soy
el que soy ” , y agrega: “Así dirá s a los
hijos de Israel: El que es mc ha enviado
a vosotros. ” Esta designació n —“cl que
es” — constituye, segú n Santo Tomá s, “el
nombre má s adecuado de Dios' ' , puesto
que significa que “el ser de Dios es su
propia esencia”. Esa es la razdn de que
piense que la proposició n “Dios existe” es
DIOS
be, “que todos entiendan el nombre Díos con El hombre tiene, segú n Locke, un conocimien
el significado de algo que no tiene parangó n - to intuitivo de su propia existencia. Sabe que
concc - bible en su grandeza, dc ello no se una ' ’ficció n no puedc produci r un ser real ” ;
sigue que en - tiendan que lo que el norribre y así “de la consideració n de nosotros mismos,
significa existe en realid ad , en lugar de y de lo que infat iblemcn te encontramos en n
mentalmente. Ni tampoco puede argü irse que uestra constitu - ció n , la razó n nos conduce al
en realidad extsta, a menos dc admitirse que en conocimiento de es- ta vcrdad scgura y evidente :
realidad existe algo que no tiene parangó n que rxü /r oo Ver om- niici’ente. rirvo
conccbiblc en su grandeza, y csio preci- omniJolenle” .
samente es lo que no admiten aquellos que Sin cotisidtiatio una prueba de la existencia
sos- de Dios, San Agustín presenta en sus Comfesionei
‹ienen que Dios no exiscc” un argumento similar basado en la cre acidn
visible. ”Mirad —dice —: el cielo y la tierra son,
El autor de la ”Primera serie de objccioncs”
procla- man que fueron creados, pues cambian
a la Lledi‘taclones óe Descartes mantiene quc
y varían. . . Pr‹x1aman también que no se
Ía crítica de Santo Tomar se ap lica tanto a
hicieron
Descartes como a San Ansclmo . Ya sca que se
¡Z Sl ffl t SmOS i eSOITlOS , pU¢S , J2Ofq OC Ítg ITIOS SIDO
formulc en términos de concepció n de un ser
hethos; no eramos, por lo tanto, antes de serlo.
absolutamcntc perfec to o en términos de
esencia y existencia, considera inválido el para poder hacernos•. . . Vos, Serior, en conse-
argumento que afitma que Dios existe en cuencia, los hicisteis.”
realidad porque su no existencia es inconceb Esta segunda manera de abordar la existencia
ible. La crítica posterior que Kant hace del arg de Dios, es decir , a partir del análisis de los hee
umcnto ontoló gico sigue un curso similar, hos de la experiencia o los testimonios de la
proposició n puede ser ló g icamcnte necesaria naturale- za, se denomina “la prueba d
verdadera en realidad. ' 'La concepció n de ,f›oireriori”. Ha si- do formulada de muy
diversas mancras . Lo quc es comú n a todas ellas
un ser absolutamente necesario —escribe — no
es ci principio de la causali- dad, conforme al
es má s que una idea cuya realidad objetiva
cual la ezistcncia de ciertos efec- tos se utiliza
dicta dc haber sido establecida por el simpÍc como bre para inferir la cxistencia de una
hecho de que es una necesidad de la razó n. . La causa ú nica: una causa primera, una causa
necesidad in- condicional de u n juicio no superior , una causa no causada.
conforma la necesidad a bsoluta de una cosa. ” Aristó teles, por ejemplo, en el ñ ltimo libro
Del hecho que ' 'la exis- tencia pertenece
de su Ru/r«, parte dot hecho del movimiento o
necesariamente al objeto de la concepció n”, no cam- bio para argü ir la existencia de un motor
podemos concluir que “la exis- inmó vil. Resume su elaborado razonamiento
tencia de la cosa. . . es en consecuencia sobre este
absoluta- mente necesaria' ' , y esto
simplemente “porque
su existencia ha sido cogitada en la mundo, sien- do percibidos por sus obrzs. "
concepció n. . . Cualquiera que sca cl contenido
de nuestra concepció n de un objeto, se
necesita algo má s si deseamos predicar su
existencia. . . El célebre argumento ontoló gico o
cartesiano sobre la existencia de un ser
supremo es, por lo tanto, insuficiente".
La segunda manera principal de abordar el
problema de la existencia de Dios es, segú n
John Locke, mediante esa clase de pfucba que
”nuestra propia existencia y las partes sensibles dei
universo ofrecen tan clara y convincentemcntc a
nuestros pensamientos”. Se abstiene el filó sofo
inglés de criticar el argumento de 'la i’dea ócl
ser má s per- fecto”, pero insiste en que el
hecho de que “al- gunos hombres tengkn esa
idea de Dios en sus mentes. . . no debería ser
considerado como la ú nica prueba de una
deidad ” . Locke prefiere ate- nerse a la
observació n de *an Pablo: “Lo que es dable
conocer de Dios está manifiesto en ellos [los
hombres], ya que Dios se lo manifestó , Porque
lo invisible de É l, su eterno poder y su
divinidad, sc hacen noiorios de›de la creació n del
punto en la siguiente proposició n: “Establecimos
el hecho de que todo lo El argumento de Aristó teles, a diferencia del
que se mueve es movido de San Agustín o cl de Luke, no presupone la
por algo, y que el motor crcac ió n dcl mundo, al menos no en el sentido
puede estar inmó vil o en de que el mundo tuvo un comienzo. Al
movimiento, y quc si está contrario , sostiene que cl mundo y sus
en moció n es movido ya movimientos son tan eternos como su inmó vil
sea por sí mismo o pof motor. “Es imposible
alguna otra cosa, y así a —escribe en la 3lela á /fa— que el movimiento
lo largo de toda la sctic : haya tenido un origen o deje de ser. ”
y en esta forma Precisamen- te porque piensa que los
llegamos a movimientos del mundo son eternos,
la posició n de que cl primer principio que Aristó teles mantiene que el pfimcr motor,
causa ademá s de sempitcrno, debe ser inmu - table.
directamente cl movimiento de los cosas Esto para él significa un principio tu¡'a cuencia
es lo que misma es actualidad ' ' ú nicamente una
principio de toda substancia que carete por completo de
la serie es lo inmó vil. ” potenciali- dad, só lo una que es purame me
actual, puede
á4
DIO
S
constituir un ser absolutamente inmutable , cibimos por los sentidos —escribe—, debe rcncr
ctcr-
alguna otra causa que nuestra propia
no.
voluntad, y es en consecuencia un signo o
Cualquier cosa que tcngz potencialida¢t en su
efecto dcl poder de Dios. “ Al ”irreflexivo
naturaleza, puede no Existir . Si todas las rebañ o” que afirma “no poder rar a Dios”,
cosas fueran de esa clase, nada de lo que
! ahora es “lo sería necesariamente, pues es Berkeley réplica que “Dios. . esta
íntimamente prescntc en nuestras mentes,
posible que todas las
(osas pucdzn existir , pero aún no produciendo cn ellos toda esa variedad de
ideas o sensaciones que continuamente nos
existan”. En (onsecuencia, de esta otra
akc-
forma también, A ristó- telcs parece llegar
t¢p” .
a la conclusión de que un ser uramentc
La existencia de cualquier idea constituye,
actual tiene que existir ; y, además, pa-
para Berkeley, un fundamento que le
rete identificar este ser con un Dios
¡i permite afirmar ra existencia y el poder de
viviente y pensantc. La vida también
Dios como sus causas Para Dcscznes, en
pertenece a Dios escribe—, pues la
cambio, uaa idea solamente constituye la
actualidad dcl pensamiento es vida, y base de tal in£crcrtcia. Complementa
Dios es esa actualidad; y la actualidad su argumento o@rTozT u ontológico, cn cícCto, ton
autodcpendientc de Dios es vida perfecta
y eter-
i na.’ lo que llama una “demostración n 9oiirúori’de la
El principio dcl argumento de la contingencia Pasral les pide que consideren si Dios existe
dcl mundo o sus partes, Kani lo cxprcsa romo si - no. “La razó n no puede decidir en este caso
gue: ”Si algo existe. un ser absolutamcntc ncrcsa- agrega. Si la razó n ticnc que c lcgÍf , IO hará Cn
fOF- rio también tiene que existir . “ Una premisa en cl ma de apuesta. “¿Quc escogerá s cntOflCCS ? Vea-
argumento, a saber, que las cosas contingentes mos. Como tienes que elegir, aclaru qur es lo que
existen, se funda en la experiencia y por lo tanto te interesa mcnos. Tienes dos cosas que pcrdet. la
Kant admite que el razonamiento “no es total - verdad y cl bien ; y dos cosas que jugar, tu ro-ó n y
mcnte aprioristico u ontoló gico’ Mas, para t u volu ntad, tu conocimiento y tu feliz idad; y tu
completar la prueba, consi dcra que debe del- naturaleza tiene dos cosas que, evitar error y misc-
mostrarse qure un rt rzn//Jii‘m•m, o ser de perfcc- ria. Tu razó n no se resiente más por escoger una
ció n suma, es lo mismo que un ser absolutamente cosa que otta, puesto que necesariamente debes
ncccsario, a fin de que la conclusió n obtenida (un elcgir . Se ha solucionado ya, pues, un punto. Pc-
ser necesario rxii/r) se i radu aca en la conclusió n ro, ¿y tu fclicidad? Pasemos el pro y cl contra en la
deseada (Dlo$ e f’5II). apunta a favor de quc Dios es. Calculamos las dos
Que "un ent rza /iisi›zzJz m debe poseer el atri - posibilidadcs. gi ganas, ganas codo: si pierdes, no
buto adicional de necesidad absoluta' ' —o, en pierdes nada. Así, pues, apuesta sin titubcos a
otras palabras, que un ser perfec to es idé ntico a que es. ”
uno quc nccesariamentr existe — es, seg ú n Kant, El hombre es incapaz dc conocer que Dios cxis-
exactamente Io que se mantuvo en el argumento te o lo que Dios es, segú n Pascal, porque “si hay
ontoló gico” . De ahí su afirmació n de que el argu - un Dios, es infinitamente incomprcnsible ” y “no
mento de contingencia es invá lido, puesto que no tiene afín idad con nosotros’ . Esto no obstante, si
puede evitar incluir lo que para Kant constituye la se procede con el sentido prá ctico dcl apostador,
premisa inválida del argumento ontoló gico como la razó n puede conducir a la fc cristiana, aunque
“base s'erdadera de su disfrazado e ilusorio razo- no en forma que proporcione rwonamientos ade-
rlamiCtitO' ’ cuados de tal fe, dado que los cristianos ’profesan
La controversia relativa a la prueba de la exis- una religió n para la cual no pucden aducir razo-
! • tencia de Dios plantea problemas de ló gica, nes
metafísica y fisica, así como de teoría dcl conoci- Kant también convierte la afirmació n de Dios
miento. Los filó sofos se contraponen en la cues - en cuestió n de fc, pero para El es una 'fc pura- tió n
de si una demostració n vá lida es posible . mente racional, puesto que la razó n pura. . . es la
Quienes la consideran posible, difieren entre sí en ú nica fuenie de donde brota’’. Define una carr-
cuanto a la forma en que dcbc elaborarse la noo de/e como cualquier objeto que no puede ser
prueba. Los que la juzgan imposible no siempre conocido a través dcÍ uso cspcculativo de la razdn ,
llegan al extremo opucsto de afirmar que Ía cxis- pero que ”debe ser pensado a priori, ya sea como
tencia de Dios es una cuestió n de fe; o de negar consecuencia o como fundamento, si la razó n pu-
con el escéptico que pueda obtenerse luz alguna ra y prá ctica ha de utilizarse como el deber man-
¢ en cl asunto. Pascal y Kant, por ejemplo, rccha- da. . . Es ta) Ía naturaleza dcl bien sumo —dice—
zan los argumentos teó ricos como insostenibles o que debe realizarse en el mundo a través de la li-
no concluycntcs. pero no consideran que el bcrtad. . . Este efecto que cs ordenado, /uoio roat
! problema sea totalmente insoluble. Y así ofrecen lu ja/cm condü:iones est que i« ,f›oi/óVi »s
, razones o fundamentos prácticos para aceptar la concebible para noioirris. z saber, la existencia de
existencia de Dios. Dios y la inmortalidad del alma, son r«einoori ñ e
"Las pruebas metafísicas de Dios son tan remo - fe y cRtic todos los objetos los ú nicos que pueden
' tus aÍ razonamiento dcl hombre— ascvera recibir cse nombre“ .
Pasral—, y tan complicadas, que apenas causan Para Kant, por lo tanto, la existencia de Dios es
impresió n.” ‘No tengo la intenció n —dicc en un ‘postulado de la razó n pura de carzcter prá cti-
sus Pcnsamientos— de probar mediante razones co. . y es condició n necesaria de Ía posibilidad
naturales. . la existencia de Dios. ” En su opi - del bien sumo” . La ley moral ordena al hombre
nió n ' ‘no hay má s que tres clases de personas: las buscar cl bien sumo, con la felicidad perfecta co-
que sirven a Dios, luego de haber lo encontrado ; mo concomitante ; pero Kant opina que “no exis-
otras que se ocupan en buscarlo, por no haberlo te la menor base en la ley moral para una conc-
' encontrado; y la restantes, que vivcn sin buscarlo xió n necesaria cntrc moralidad y felicidad propor-
› y sin haberlo encontrado” Considcra a los prime - cionada. en un ser que pertenece al mundo” . Da-
ras ' 'razonables y felices” . y a la ú ltimas ‘nccias do que el hombre es parte dcl mundo o de la na-
c infelices’" , por lo que propiamente se dirige al turaleza, y depende de eÍÍa, ' 'no pucde por vo-
grupo intermedio, que juzga ”infeliz y razo- luntad propia ser causa de esta naturalc za, ni por
nablc”. su propio poder hacerla que armonice cabalmen -
DIOS 37
te, en lo que a su felicidad concierne, con sus humanas . Que Dios creó al mundo de la nada y
principios prá cticos . La ú nico solució n posiblC por volu ntad propia: que el míindo tuvo un co-
yace en la existencia de una causa dc toda la Ha- mienzo y tendrá un fin, son , por ejcmplo, dog-
turalcza, distinta de fista, y que contenga el prin - rm del judaísmo y del cristianismo tradicionales .
cipio dc esa conexió n, a saber, la armonía exacta Los filó sofos pueden argü ir en cuanto a la libertad
de felicidad y moralidad” Es por esta razó n, o necesidad del acto creativo, o acer¢a de la posi-
explica Kant, que “ resulta moralmeme necesario bilidad de un comienzo o un fin dcl ticmpo y cl
suponer la existencia de Dios” mundo , pero los teó logos, judios y cristianos. en-
El fundamento comú n que comparten la razó n tuentran en las Sagradas Escrituras la justificació n
y la fe se caracteriza por la convergencia de las para creer aquello que tal vez no sea
enteramente contribuciones realizadas por paganos, judíos y intelig ible para la razó n, y mucho
menos de- cristianos —así como por poetas, filó sofos y teó lo- mosirable por ella. Lo que es verdad
de la creació n gos— al problema de (a exiSt‹ntia de Dios ) (a se aplica generalmente a la creencia
religiosa en la comprensió n de la naturaleza divina, la esencia de divina providencia y a los
mandamientos positivos Dios y sus atributos. de Dios, al don de gracia que Dios confiere a los
Algunos de esos atributos de Dios, como hombres y a Ía realizació n de milagros.
simplicidad, inmaicrialidad, eternidad, infini - Judaísmo y cristianismo comparten cíeftos dog-
tud, pcrfeccíó n y gloria, generalmente se conside- mas, aunque el grado en que teó logos judíos y
ran otras tantas formar diferentes en que eÍ enten - cristianos entienden generalmente lo que al
pare- dimiento humano aprehende la naturaleza divina cer es el mismo dogma varía desde una gran
símil- en sí misma. Otros atributos, como los de causali - tud de interpretació n —como en el
caso de la dad divina, omnipotencia, omnipresencia, om creació n y la providencia— hasta
dixrepanciu ian nisciencia. amor , justicia misericordia, son co- grandes —por
ejemplo, con respecto a la gracia—
mú nmcntc conceptuados como manera dC cOnsi- que cabe la duda de si eÍ dogma en cuestió n es
dcrar la naturaleza de Dios en relació n con el verdaderamente el mismo. En realidad, podría
mundo o las criaturas. Dividir los atributos en esta decirse que es má s fá cil establecer la línea de
de- fotma, cmpcro, es algo que no puede justificarse marcació n entre ambas doctrinas que sus funda-
r abalmcntc, salvo en términos de conveniencia mentos comunes: aun así, cuestiones como la re-
para su comprensió n La voluntad de Dios, por surrecció n del cuerpo —sin por ello dejar de to-
ejemplo, no menos que su intelecto, puede ser mar en cuanta las diferencias de interpretació n
— considerada en relació n con É l. El intelecto dÍvi- pueden considerarse como un dogma compartido
no, no menos que la voluntad dC Dios, puede te- por las dos religiones
ner cl mundo por objeto. De la misma forma, la Las divergencias básicas entre la teología judía y
bondad divina puede ser considerada con referen- cristiana se centran, claro está , en la controversia
cia a ciertas cosas, zl igual que el amor de Dios entre (as concepciones unitaria y trinitaria de (x
puede considerarse con referencia a Dios mismo. divinidad, divergencia que tiene consecuencias
Las dificultades que se encuentran al clasificar u inmediatas para la creencia o no en Cristo como
ordenar los atributos de Dios ronfirmzn la opi- segunda persona encarnada de la Trinidad, es
de- nió n, de casi todos los teó logos, de que el cnten- cir, la encarnació n del Verbo. Esto a se vez
repcr- dimiento humanoresulta inad«uado para cutc en las doctrinas de la
salvació n, así como en comprender la esencia de Dios. El hecho de que se las
ideas sobre la naturaleza y misió n de la iglesia, emplee una multiplicidad de atributos pata rcprc-
sus rituales y sacramentos. Aun dentro dcl cris- sentar lo que en sí mismo es una unidad
absoluta, tianismo, cmpcro, hubo y subsisten sctias diver- constituye otra
indicació n en cl mismo sentido. El tencias doctrinales acerca de todas estas cues-
solo atributo de ilmpli’cldad parecería negar al tioncs. Las hcfejías y los cismzs má s
fundamenta- hombre el derecho de nombrar otros, a menos les dcl cristianismo primitivo
concernían a la con- que la pluralidad de atributos sígnificaia para él ceprió n de la Trinidad
y de la encarnació n El algo sobre la comprensió n humana de Dios, má s gran cisina
moderno que dividió a la cristiandad que una verdadera complejidad en la naturaleza surgió
de Ías controversias en torno a los sacra- divina. mentos, la organizació n y
prá cticas d‹ l• iglcsia, y
Aun en los casos en que son objeto de las condiciones de salvar ió n.
discysiü n En tan difícil decir qué creencias profcsan
por los filó sofos, o de imá genes por parcc de cris- tianos y judios por igual como enunciar
los poetas, tierras cuestiones pertenecen lz fe co- mú n a todas las sectas dcl
especialmen- te a la tcologia, ya que constituyen cristianismo. Si se inclu • den todas las
dogmas de la religió n : artículos de fe que se variedades de la doctrina protestan- cc, poco es
basan exclusiva- mente en la revclaribn divina lo que tienen en comú n, con la cxLcp- ció n de la
y que no han sido descubiertos por lz crecnciz en el Dios de Abraham, lsaar y
investigació n o la especulació n
DIOS
Jacob. criador y providente . iector y juez, dispen- y el hombre. Pza aquellos que tienen f•, lxs
sados de recompensas y castigos. Sagradas Escrituras son la palabra de Dios reveló.
Un libro destaca entre todos porque, según la da. Su divisió n en Antiguo y Nuevo Testamentos
tradicibn, es —como el uso de Bíblia parn nombrc representa la relació n histó rica de las religion¢¢
propio lo implicar— el libro vcrdadcro sobcc Dios jud:a y cristiana.
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EDUCACIÓN
5as sobre la formació n del cará cter , ya sea fortalC- en que han de cnscñ arsr y aprcnderse. Toda una
ciendo la voluntad en el acatamiento de la ley, o erie de respuestas se dcriVa de los distintas opi-
dominando los apctitos c inclinaciones naturales. nioncs sobre la aptimdcs del ser humano. lu na-
Independientemente de las teorías éticas, eÍ turalcza del con‹ximiento y la clasific orió n y el
problema fundamental estriba en si pucdc o no orden de las artes y los ciencias. Las diversas con-
ser ense iiada la moral, y c6mo . Los griegos formu - ccpcíoncs de la naturaleza y las funciones de las
laron csia pregunta en términos de virtud, prc - artes liberales revisten particular importancia.
guntando si, por ejemplo, e) valor y la templanz a Otros aspcctos sccundarios tratan del lugar que
son en alguna fama susceptibles de ser cuenta- han de orupar las bcílas artes y las artes
manuales dos, como pueden serlo la geometría o la cquita- en la cducació n general, así
como el cará cter de la ci6n. El problema subsiste si una persona se pre- experimentació n y de
la experiencia ; y todo ello gunta có mo adicstrar la voluntad. ¿Es posible, cn relació n
con el papel que dcscmpcñ an el
acaso, emplear los mismos métodos que se aplican maestro y los lihros.
para la superació n del entendimiento? Ademá s de los problemas que entrañ as el plan
La respuesta a esta pregunta, formulada en los de estudios y los matcria!es de enseñanza, Iz cco-
términos que fuere , dependerá del juicio que se ría de la educació n intelectual ha de comprender
tenga sobrc la relació n entre conocimiento moral también los métodos de ensc iianza y aprendizaje
. conducta moral. j BaSta acaso entender los prin - En este respecto hay una seríe de proposiciones di-
cipios de la ctica o conocer la ley moral para actuar versas, correspondiemes a las distintas conccp-
dc conformidad con dichos conocimientos ? ciones sobre el proceso de aprendi zaje , es d‹-cir,
¿ Puede un hombre sabcr lo que es correcto en un las causas o factores que i ntervienen en el cultivo
caso particular y, no obstan te , hacer prccisamcnte de una habilidad o en la adquisició n de un cono-
lo contrario? Así parece sugerir lo San Pablo cuan - cimiento.
do dice Por cuanto el bien que quiero no lo ha- Dado que el maestro no es má s que uno de los
go; ames bien, el mal que no quiero, eso numerosos factores que intervienen en el
fcnó mc- practico. ” Si ci buen comportamiento exige algono dcl aprendizajc , su contribució n ha dc
cnten- má s que el conocimiento o que el simple pensa - derse dentro del aná lisis psicoló gico. Es
discutible miento, ¿có mo pucdc adquirirse ese algo , y có mo si el maestro ha de ser considerado
como la causa puede un hombre ayudar a otro a adquirir lo? No principal de la comprensió n por
parte dcl será por cierto al aprender o al cnseiiar en el senti - discípulo; o si, segú n la descripció n que
Só crates do en que estas palabras se aplican a las ciencias y hace de sí mismo, ha de actuar como
simple “co- las artes. ¿Gó mo, entonces?: ¿a través de la prficti - madrona” que asiste a la mente en el
parto del ca, la cxhortació n o cl consejo, o por medio de re- conocimiento y la sabiduría.
compenszs y castigos?; o bien, si por ninguno de Ademá s de las consideraciones t£cnicxs en tor-
éstos, ¿será acaso por un don de la naturaleza o no a la naturaleza del aprcndizajc, la tueSti6n dc
por lz gracia de Dios ? la enseñ anza incluye aspec ros morales y emo-
Estos preguntas son inevitables si se desea prcci - cionales de la rclació n cntrc profesor y estudiante .
se el papel de ía família, el estado y la iglesia en Sin interés, difícilmente purdc haber aprendiza-
la formació n moral de la persona. Asimismo, pro- je, o, cuando mucho, se llegará a la rcpeticidn de
porcionan los anteccdcntcs necesarios para la con- coro. Una cosa es estructurar un plan de estudios
y sideració n de influencias particulares, como las de otra muy distinta motivar al estudiante.
la poesía y la mú sica, o los íeyes y las costumbres, El amor suele facilitar los estudios. El rccíproro
en la formació n del cará cter de hombres y nirios. interés entre Dante y Virgilio , en la Divina romr
Todos estos problemas de educació n moral pre - di’o, revela cuá n estrechos vínculos de afecto
suele scntan un cariz político cuando se habla dcl de- haber cntrc discípulo y maestro. É ste cspcra dcl
rccho del gobicrno para ccnsurar y reglamentar los disrípulo d‹xi1idad y amor ; y cl discípulo espera
artes en aras de Ía moralidad ; de la primacía quc dcl macsiro respeto a sus puntos de vista. La edu-
corresponde a la familia o al estado en la dirccci6n cació n intelectual puede no ser determinante en
moral de las nuevas generaciones i y de Ía distin - la formació n dcl cará cter , mas las virtudes mora-
ció n entre cl hombre virtuoso y e) buen ciudadano les, al pareccr , constituyen un factor decisivo cu
la o gobernante, con las posibles diferencias de for- bú squeda de la verdad y en la disciplina necesaria
mació n que cada caso exija , para cl aprendizaje.
El problema bá sico de la educació n intclcctual Se han mencionado antes algunos aspectos dc
es, al parecer , cl relativo al plan de estudios. La índole política en el problema dr la educació n, de
claboració n dc un ptan dc estudios ideal tendifi los cuales el de mayor trascendencia es acaso el
que considerar , forzosamente, las materias que que se refiere a la institució n misma: dctcrminar
deben incluirse y en qué orden, así como la forma si ha de ser pú blica o privada . Cualquier opinió n
62 EDUC*CION
ció n corporal, sino que implica cl impulso a hac er st las acciones del hombre se avicnen invariable.
algo con respecto al objeto de la pasió n. mente con sus juicios sobrc el bien y el mal, lo
Al parecer no hay duda de que los emociones correcto y lo incorrecto. La acció n puede originar.
afectan tanto al hombre como a los animales, y se ya sea en un juicio racional sobrc lo que es pro.
que se hallan m;is pró ximas del instinto que de la vcchoso , o por un impulso emocional en el mismo
inteligencia. Damin proporciona innumerables sentido. Si estos dos factores son independientes
ejemplos con los que pretende demostrar que fa- o aun antagó nicos entre sí, el hombre puede en un
cultades y emociones, tales como el amor, la me- momento dado ceder a sus impulsos cmotivos
moria, la atenció n, la curiosidad , la imitació n y la contraviniendo a los dictados de la razó n. Estos
razó n pueden hallarse , en distintos g rados, aun as- pectos se comenEan con mayor amplitud en cl
entre los animales inferiores. Cabe preguntarse si capítulo dedicado a la “Tcmplanza”.
una pasió n determinada es idéntica, o só lo parcri
Conviene , cmpcro, señ alar aquí que las pp.
- da, en hombres y animales.
siones y la tazó n, o los aspectos “inferior' y “su-
Independientemente , por ejemplo , de que el
perior” de la naturaleza humana, no siempre es-
enojo en cl hombre se asc- meje en muchos
tá n en conflirtoi hay veces en que los arranques
aspectos a los arrebatos de la bes- tia, ¿no
entrañ as á rasgos peculiarmente humanos , emotivos está n al servicio de la razdn y en apoyo
tZrlto Cfr Sil5 i fr1 p ti lsos COITiO ell sU fiSiO1 Og ía ? ¿ ES
de decisiones emanadas de la voluntad, en cuyo
caso vienen a reforzar ¡' a dar valide z efectiva a re-
atributo exclusivo dcl ser humano el sentimiento
soluciones morales que de otra suerte resultaría
de justa indig narió n en el que al puecer se com-
binan la razó n v la pasió n ? Las respuestas a pre- demasiado difícil llevar a cabo.
guntas aná logas sobre el impulso sexual en los Los antiguos no su beso imaron la fuerza de las
hombres y en íos animales determinar á n el pasiones , ni tampoco contaron plenamente en la
punto de vista de cada persona sobre los aspectos fuerza de la raz6n en su lucha pof someter las o
de índole exclusivamente humana que entraiian el pOr libefarse de ellas. Estaban perfectamente al
amor y cl odio. Cabe asimismo preguntarse si este tanto de los excesos a los que podían llevar las pa-
ú ltimo, tal como lo padecen los hombres , podrá siones. a los que dcsignaban como ’locura’ o
en determinadas circunstancias ser experimentado “frenesí . Mas no fue sino hasta Freud cuando
por los animales, y si emociones como la desespe- apareció el enfoque introspectivo sobrc la
ració n y la esperanza les son o no totalmente aje- etiología y la patología de los trastornos emo-
nas. cionales, la teoría general de la neurosis y la defi-
nició n del cará cter ncutó tico como resultare na-
El papel de los emociones o pasiones en el
tural de la represió n emocional .
com- portamiento humano ha dado lugar a dos
pregun- tas, una en relació n con eÍ conflicto entre Para Freud. la cuestió n primordial no es cl
emo- ciones antagó nicas, y otra vinculada con el conflicto entre la razó n y la emoció n —o, como cl
conflic- to entre los pasiones y la fuerza de diría. cntre el ego y el *J—, sino má s bien la
voluntad o la razó n. Es esta ú ltima pregunta la represió n derivada de dicho conflicto . Por una
que ha desperta- do mayor interés entre parte, al lado de la razó n y la circunspecc ió n está
moralistas y gobernantes. et ego, cuyo cometido es representar al mundo ex-
terno, o lo que llama Freud "el principio de la
Pese a que las emociones humanas pueden ser
de origen instintivo, lzs reacciones del hombre ,
realidad”. Asociada al ego está la idea dcl supere-
go, que le sitve de norma y cartabó n, y hacia el
segú n parece. está n sujetas z cierto control de la
cual se proyecta, csfordá ndose por satisfacer su
voluntad. de suerte que está en sus manos el po-
creciente demanda de pcrfcwió n. Por otra parte
der modificar sus há bitos cmocionales. De no ser
está el id , que representa las ”pasioncs
así, no se explicaría la existencia de un problema
desatadas ” y que es origen de la vida inst int iva.
motal relacionado con el dominio de las pasiones
como tampoco podtía hablarse de un problema El ego, segú n Freud, actú a como mediador
médico y una terapéutica destinada a la ata nció n entre cl id y la realidad, y se esfuer za por elcvarSC
de dcsbrdencs emocionales. El tratamiento hacia cl ideal implantado por el superego, con ob-
psicoanalítico de ciertas neurosis supone la jeto de cli minar el “principio del place i ” que
posibi- lidad de resolver los conflictos emocionales ejerce su dominio sobrc cl id, para suplarnar lo
por medio de la razó n y de la voluntad sin exr luir , por el principio de la realidad , aunque no sic mpi=
desde luego. los recursos tcrapeut icos encamina - logra su propó sito, En oczsioncs , cuando no dis
dos a dyscubrir las fuentes del conflicto y a cl imi - pone de fofmas de conducta are ptablcs para tra -
nar las barreras entre las cmocioncs rcprim ides }' la duc ir en acció n los impulsos emocionales, cl eg ,
decisió n racional del parien te.
Í_a re lació n . )' Cn CSpcC t¡el cl COfifl Íct O , en I re Ía apo)'ddo por el supcrcgo , çCpr ÍfRc Cl í mpet u ¡jS -
volu ntad ¡' las pasiones, compete a la cucsi ió n de tintivo , impidiéndole que se exprese libremente
EMOC.ION y
La conjetura genial de Freud consistc en que las se comentau imismo en los capítulos sobrr “Dc•
emociones rcprimidas no se debilitan ni dcs3g2fC- bcr“ y "Deseo" .
H1y quicncs suponrn que lzx pasionos en
una Haga, comienzan a supurai hacia el intrínscca mcntc mal4s, enemiga natumlcs de
interior. Junto con ideas, recuerdos y deseos uha voluntad bien intcncionada, i cIcmcni‹xs prr-
afines, las emociones rcprimidas forman lo que niciosos que prcdisponcn al hombrr en contrz
llama Freud un “complejo”, que no s6lo es el dcl deber; pero hav también quienes ven en ellas
foco dcl desor- den emocional, sino, adtmá s, un impulso natural por alcanzat determinados
causa de la conduc- ta y de los síntomas bienes, propios de uns vida feliz, o pin cvitir
ncuró ticos —fobias y ansieda- des, obscsioncs y de- tetmin dos miles.
compulsioncs—, así como de di• versas Quienes se inclinin por cl pfimer punto de
manifestaciones físicas de la histeria, tales vis- ta recomiendan sofocar las poiones. cuyi
como ceguera o parálisis, que no son de origen impt- tuosidad dcbr Atcmpcrarsc si se dcseo
ot- gfinico. liberar a b
No hay una línea de claramente razó n de su posible influencia y ptoicget i li io-
demarcación
definida cntte lo normal y lo neutfitico pues, se- luntad de sus peligrosas scduccioncs. Según esti
gú n Freud, los complejos emocionales son, a su teotía, nida se pierde si las pasiones se debilitan o
vez, causa de problemas de lenguaje, distracibn , mu•i‹ n. M«s ii inte, segú n la d‹xttina opucsn,
sueños simbólicos, elecciones convugales y ocu 2- t ienen su lugir dcntto de li vida moral, el objeii-
cionales , y de toda una serie de f‹iitimenos apa- vo no será destruir las sino dominarlas v en-
rentemente fortuitos o derivados de actitudes ra• cauzarlas.
cionales. Freud llega incluso al extremo de afirmar escarmicnto. La controversia entre los dos enfoques
que todos los procesos que parecen racionales mencionados
—tanto por lo que toca al pensamiento como a
la decisió n— son predeterminados por factores
emo- cionales ; y que en todos, o casi en todos, el
razo- namiento no es má s que la racionalizacibn
de creencias o prejuicios fijados de amemano
emocionalmente.
La antigua distinció n entre conocimiento y
opi- nió n coincide al parecer con la idea de que
las emociones pueden controlar el flujo dcl
pensa- miento, aunque al propio tiempo niega
que la mente pof COfRQleio esté necesariamente
supedi- tada a las emociones.
Si el pfoceSO del razonamiento no tiene defec-
tos, los pensamientos que se vean libres de todo
sesgo o dominio emocional pueden resultar en
co- nocimiento. Mas cl tipo de pensamiento que
está dirigido y determinado por las pasiones
resultará necesariamente en opinió n. En el
primer caso se trata de un razonamiento
genuino ; en el segun- do, de lo que Freud llama
“racionalizació n”.
Desde el momento en que pueden 5Cf rcen-
cruzadas, las emociones plantean problemas tan-
to de orden médico como moral. Independiente-
mente de que sez o no crucial el conflirto enttc
uno y otro enfoques, o de que la psicoterapia sea
aconsejable ú nicamente cuando ha fracasado la
moral, o de que un excesivo celo moral pueda ser
causa de los desó rdenes que Ut pSl€Oterapia debe
atender, lo cierto es que la diferencia entre uno y
otro es evidente. Desde el punto de vista
mcdico, los trastornos emocionales reclaman un
diagnó sti - co y una terapia. Desde el punto de
vista moral reclaman una censura y “un
La diversidad de personalidades
es un hwho que reviste la mayor
importancia para quienes re-
conocen que las leyes universales de
la morxl de- ben aplicarse de un
modo diferente segú n el tem-
peramento de la persona y las
circunstancias específicas de cada
caso. Tanto psicdlogm como
moralistas han clasificado a las
pcnonxs pot su temperamento, segú n
prcvalczcan o no en ellas ciertas
prcdisposiciones emocionales o rargos
here- ditarios que definan su
cará cter. Estos difcrrnriu de
temperamento presentan asimismo
aspectos médicos o fisioló gicos
detefminados por la rcla- cibn que
guardan, al parecer , ciertos
elementos de la constitució n
física humana —
los famosos cuatro humores que
mencionan los antiguos o las
hormonas de la endocrinologla
moderna— con los diversos tipos de
personalidad.
En teoría politica, tiene primerlsima
imporrln-
cix el papel que asume la pasió n a
escala soris).
/St han organizado los hombres en
citados por te- mor a la inseguridad y
z los pcligras de la anarquía natutul
y la guertu universal. o simple- mente
por las ventajas que pueda brindsrlcs
lz › i- da política? En la comunidad
polít ica, una s oz
estructurada, ¿son cl amor y la
amistad, o acaso la desconfianza )•
cl temor. los elementos que dctcr -
minan la relación de los ciudadanos
cnttc sí o de los gobernantes y los
gobernados ? Debería cl hombre que
sspira a ssumir cl podcz público tra-
tar de inspirar confianza y amor, o
más btcn rte in - fundir respeto ¡'
temot en aquéllos a quienes pre-
tende gobernar ? ¿O acaso todos
estas ema iones tienen su aspecto ú til
segú n los tipos de gente s las
circunstancias de cada czso ?
Los dos recursos mts eficaces de la pol
ítira para
influir sobre las emociones de la
sociedad son la
EHOCÍON
mado eterno, de la eternidad que atribuye a Dios En sus escritos a l« vez filosdficos y tco1ó g=os,
exclusivamente. Molscs Maimó nidcs, cl gran pcnsadoF hispano—-
La concepción de eternidad como existencia ab- judío del siglo Xll, Considera que la cuestión del
solutamcntc inmutable se cncucntra ya en los an- tiempo infinito y cl movimicnto perpetuo no
tiguos escritores paganos. Son los teó logos judíos puede sef resuelta por cl hombre , ya sea de
mane- v cristianos, sin embargo, los que hacen dc la etcL• ra afirmativa o negativa. A Maimó nidCS , Al
igu2{ nidad, en este sentido, uno de los atributos prí- que a can Agustín y Santo Tomá s de Aquino. le
marios de Dios. San Agustín, pot ejemplo, invoca rcsulta indifcrentc —dcsdc un punto de vista a
Dios como "esa Eternidad inalterable ' en que filosó fico— si el mundo creado y el Creador, soy
“nada pasa porque todo cstá presente”. Como cl coctcrnos o si, como diCcc el ñ odáíi , ’al principio
tiempo es para él inconcebible separado del cam- creb Dios el ciclo y la tierra”. Ambas alternativas,
bio o del movimiento, lo inmutable no pucdc empero , no son igualmente aceptables para cl
existir en cl tiempo. É ste y la eternidad se conci - tefilogo. Dado que no esiste prueba en un sentido
ben así como dos categorías distintas de la rcali- u oiro. dice Maimó nides, sc debiera aceptar c{ dad:
la temporal, que pertenece al orden de las tcxto óc Iz'Biblia literalmente, y creer que enseñ a
cosas mudables y diná micas, y Ía eterna, que está una verdad que no es posible comprobar, es dccir,
en el reino de lo fijo o permanente, de lo inmó vil que el mundo tuvo un comienzo en el tiempo.
inmutable. Santo Tomá s llega a la misma conclusió n. “Que Para
Baruch de Spinoza, filó sofo judío- cl mundo no existió siempre escribe—, es ú ni-
holandés del siglo xvli , la distinció n radica en dos camente artículo de fe ” ; no es “objeto. . . dc de-
maneras de ver el orden de la naturaleza: una en mostracibn o de ciencia”. Pafa cristianos y judíos
relació n ¢on un tiempo y lugar determinados, y la por igual, cl dogma religioso de que cl mundo no otra
como parte de Dios. ú nicamente en el segun- só lo fue creado por Dios, en el sentido de que de-
do caso es posible concebir a las cosas como etct- pende pza su existencia de Dios como causa, sino
nas. y só lo podrá el hombre considcrarlas así en la que también fue divinamente iniciado —o que
medida en que conozca a Dios. Dios causó el comienzo de su cxistencia y
La separación de tiempo y eternidad en distin- movimiento—, se basa en la palabra de Dios rece-
tas esferas dc la realidad, o aun en formas distin- lada en la Sagrada Escritura.
tas de concebir la totalidad del ser, es puesta en Aquellos que, con fundamentos filosó ficos,
entredicho por pensadores que cncucntran lo nicgan la creació n a partir de la nada, tampoco rc-
etctno en el decurso del tiempo. †anto pza los conocen un comienzo para el mundo. El hombre
judíos como para los cristianos, eÍ Dios scmpiter- de fc, sin embargo, cree en un Dios libre de ctear
no interviene directamente en asuntos de orden o no, má s bien que en uno de quien emana el
temporal. La forma má s radical dc intervenció n se mundo como un efecto necesario de su causa .
cjcmplifica tal vez en la doctrina de la cncuna- Cuando afirma, en consecuencia, que Dios libre-
ció n de Cristo , cuando eÍ Vcrbo se hizo carne y mente decidió crear el mundo de la nada, parece
habitó entre Íos hombres. dar respuesta a la pregunta: ' ¿que hacía Dios an-
Como ya se ha indicado, las cuestiones tcoló gi- tes de crcu cl cielo y la tierra?”
cas y filosó ficos fundamentales relativas a la ctef- 3i del concepto de eternidad, en el sentido de
nidad no pueden ser expuestas dt manera intcli- iicmpo infinito, se pasa al de lo eterno en cl scnti-
gible, a menos que se mantenga la distinció n do de intemporal o inmutable, surge la pregunta
entre los significados de "eternidad” y 'lo etcr- de si existe en verdad algo eterno. No basta apun-
no”. Lo que plantea el problema tradicional de la tar que cl cambio en sí mismo implica aspectos o
etcraidad dcl mundo , por ejemplo, no es si cÍ or- elementos dc permanencia pues lo que plantea Ía den
de la naturaleza est* libre de cambio y suce- pregunta, estrictamente interpretada, es si existe
sió n , sino si cl cambiante universo físico tuvo un algo cu sí mismo que, no teniendo comicnzo o
principio o tendrá alguna vez un final . Como se fin, tampoco tiene pasado, presente o futuro. es
señ ala en el capítulo “Tiempo”. esta cuestió n decir, que carece de fase temporal en su pcrma-
concierne a la infinitud del tiempo; o, en otra for- nentia continua. ú nicamente algo así sería intcm-
mulacidn, a la perpetuidad dcl cambio o moví - poral e inmutable.
miento. Como no hay nada material exento de movi -
La doctrina judía y cristiana de la creació n del miento, general mente se supone que ninguna co-
mando por Dios implica, al parecer, la negació n de sa material es eterna en este sentido. Ni siquiera la
eternidad del mundo. En realidad , sin cmbar- Dios podría ser eterno. a menos que fuese absolu -
go, los teó logos no lo consideran asi, puesto que tamente inmutable al igual que espiritual. Los á n -
conciben la creació n divina como la causa de @F gcles son seres espirituales y, sin cmbogo. confor -
dcl mundo y no necesariamente de su comi‘enzo. me a la teología cristiana, no pueden ser llamados
ETERNIDAD
cternos ” porque , en primer lugar, son criaturas tables es idéntico al intelecto divino, entonces
tuvieron un origen ; y , cn segundo . está n sujetos nirtgú n ser eterno podría exist ir aparte de Dios.
a cambios cspiri tuales aun cuando no se hallen La proposició n de quc Dios es cl ú nico ser cter-
implicados en los tipos de movimiento de que son no, la ú nica existencia iricrcada c inmutable, está
susceptibles los cuerpos. Los teó logos, por lo tan- inextricablrmente vinculado a la proposició n de
to, emplean la palabra ”cvitcrno” para dar a en - que Dios es, en realidad , el ú nico ser infinito.
tender cl modo de cxistcnc ia angelical como algo Cuando la palabra 'infinito” se aplica a Dios, los
intermedio entre la ctcrnidad y cl tiempo . La cvi - teó logos le dan u na significació n positiva má s
ternidad , explica Santo Tomá s, tiene un comien - bien que negativa. Se refieren así a la verdadera
zo, pcto no un fin. infinit ud, a la perfecció n dcl ser y al poder
absolu- Dos pregunta surgen al considerar lo eterno to, en bajante contraste con la infinidad
potencial, como intemporal c inmutable: ¿Existe un Dios in- a la que los matemáticos
atribuyen el significado mutab lc ? ¿Hay algo má s quc sea inmutable? de auienriie de límite,
romo puede ocurrir en la
A la primera pregunta, no basta con rcplicar suma o la divisió n .
mcdianie ta afirmació n de la existencia de Dios. Estos dos significados de “infinidad” o ”infini-
Algunos teó logos modernos niegan la inmutabili- tud“ parecen ser paralelos a los dos de “eternidad ”
dad absoluta de Dios y, por consiguiente, la etcr- que se han expuesto a lo lago de este capítulo:
nidad de ser en cl sentido estricto que ahora se uno, en sentido negativo que advierte la ouJrarid
considera. de comienzo o de fin en el ticmpo ; y otro, en
sen- En lo que concierne a la segunda pregunta, hay tido positivo, que entiende la eternidad de Dios
que observar que, en la tradició n accidental, se como esa plenitud de ser que puede existir
aparte atribuye eternidad a dos cosas aparte de Dios, a del tiempo y el cambio. Como los
intelectos son saber, a la verdad y las ideas. finitos, s6lo es posible aprehender el ser eterno
ú e La expresió n “verdades eternas ” demuestra manera negativa, al llamarlo ” interminable” o al
hasta qué punto prevalece la noci6n de que la ver- concebirlo como una duració n infinita.
dad en sí no purde cambiar y que, cuando los Otra discusió n teoló gica presenta, bajo un en-
hombres hablan dc una nueva verdad o del de- toque ú nico, los dos significados de eternidad, al
sarrollo de la vetdad , el cambio a que se refieren tratar la doctrina revelada de perdició n y salvació n
es cxcl usivamente un cambio de opinió n con res- como muerte y vida eternas. ¿Equivale Ía eterni
• pecto a lo que creen verdadero o falso, no a un dad del infierno y el paraíso a un período de
*na-
cambio en la propia verdad. Lo que ahora es ver- cabaMe duraci6n o denota fundamentalmente cl
dad , lo fue y lo será . Tiempo y cambio no afcctan estado i’nvariable de las almas tras cl juicio
final? en absoluto la verdad de que dos méi dos son De conformidad con algunos teó logos, la etcr-
cvarro. nidad del paraíso y el infierno significa la
inmuta-
Aun así, queda en pie la pregunta de có mo bilidad moral del alma inmortal , así como cl ca-
existe la verdad , pues Ía atribució n de eternidad a rá cter perpetuo de la bicnaventuranza que goza
o cualquier cosa requiere que sc corisidere su modo det castigo que sufre . ú nicamente en el
purgato-
de scf. Si , por ejemplo, la verdad no cxistc má s rio sobrevicnc un cambio cu el estado moral,
pero que en la mente , entonces sbI o es invariable en clcl proceso de purificació n que ocurte allí
es
entendimiento de un conocedor infalible, en una siempre de tiempo limitado. El purgatorio. en
mente que no aprende ni olvida, y que no cambia consecuencia, no es etetno en ninguno de los
dos
en sentido alguno con relació n a lo que sabe. Si sentidos.
Dios es tal conocedor, la verdad eterna puede En cualquiera de estas concepciones del paraiso
% existir só lo en su mente. Los teó logos llegan a ve-
, ces má s lejos c identifican la verdad absoluta, al
y el infictno, y dcl cstado de l alma en cl má s allfi
cl significado de “eternidad “ sufre cierta altera-
igual que la bondad absoluta, con Dios. ció n, pues para el alma individual tanto la vida
En el caso de 1s ideas, sin embargo, el problc- como la muerte eterna, aun no teniendo fin. ma
se complica, pues hay que dilucidar si ellas tendrá n forzosamcnte un comienzo . Como cn el
cxistcn de por sí y en sí mismas, furra de la mente caso de todos los dogmas religiosos
fundamenta- de Dios y del liombrc. Conforme a los plató nicos, les, la verdad cxpuesta permanece
obscuro y vela-
las ideas o formas existen por separado, y en con- da de misterio . No só lo es inimaginable , sino
secuencia constituyen un reino de seres eternos, ya que, aderriá s, se halla fuera del alcance dc cuel-
gue su inmutabilidad es indudable. Si, desde un quier concepció n, aná lisis o demostració n razo-
punto de vista opuesto, cl rcino de las ideas inmu- nables.
Capítulo 16.- EXPERIENCIA
to de las obras de la razó n como d• los objetos actú a ademá s como estímulo u ‹xasió n pa-
de
la experiencia.
Los debates que sobre la experiencia tienen
filó- sofos y científicos —quienes se interesan
cxclusi- camente en lo que cl hombre pucd• conocer
m-•- diante cl ejercicio de sus propias facultades
— suelen indicar que existe una diferencia
entre los sentidos y la ruzó n o intelecto . La
misma validez de tal distinció n. cmpero , ha sido
objeto de controversias. Quienes afirman que es
vá lida tien- den a considerar la experiencia
como fruto de la actividad de los sentidos. Segú n
ellos, el proble- ma consiste en averiguar si las
ideas provienen de la experiencia sensorial.
Existe la posibilidad de que la mente , a
través de procesos de absiraccibn o inducció n,
derive de a)guna manera todos sus conceptos y
generaliza- ciones de la experiencia. Sin esta, la
mente estaría pero la experiencia en sí no
puede propor-
C1OI33£ 1s idro» al intelecto , aunque sea la fuente
indispensable de los materiales con los que éste
trabaja. Es incorrecto , pues, considerar que los
co- nocimientos que en verdad merecen el
nombre de ciencia o arte provienen
exclusivamente de la ex- periencia.
Evidentemente, quienes niegan que pueda
ha- ber algo en el intelecto que no haya pasado
antes por los sentidos, no pretenden afirmar que
la ex- periencia sensorial nunca sea modificada
por la fa- cultad intelectual. Por el contrario , la
contribu - ció n vital es la concepció n de juicios
universales a partir de nociones particulares.
Asimismo . quienes sostienen que los
principios del conoci- miento se obtienen de la
experiencia, por medio de la induccibn, no
quieren decir que todo cono- cimiento se derive
di’rectamente de aqucllz. Pues- to que el
razonamiento deductivo lleva al hombtc al
conocimiento de nuevas verdades, éstas se deri-
vurá n de la experiencia só lo en forma indirecta ;
su fuente inmediata será el conocimiento de
otras verdades que, a su vez, proceden de la
experiencia a través de la induccidn.
Los opiniones expuestas no son consecuencia
necesaria de la distinció n entre las facultades
de los sentidos y la razfin. Lu teoría de las
ideas mul- tas, defendido entre otros por René
Dcsrartcs, plantea otra posibilidad. Considera
este filó sofo que hay ideas puramente
intelectuales, las cuales er encuentran ya
implantados en la mente dcl hombre en el
momento de su nacimiento. Esto podría indicar
que la ú nica fu ncibn de la expe- riencia fuesr la
de proporcionar conorimicntos sobre cosas o
acontecimientos particulares. Sin embargo , la
mayoría de los pensadores que han propuesto
teorías similoes indican que la expe- riencia
ra el desutollo de lxs semillas dei exQcficncia ni requiere de verificació n
conocimiento innato, abstracto y empírica.
universal. Es posible plantear el problema de otra
Só lo podrá n asumir la posició n cztrcmz , que mane- ta. La ruestió n es si el conocimiento
niega a la experiencia toda humano se extiende a objetos que está n má s allá
participació n en el pro- ceso dcl de la expe- riencia, a cosas o seres imperceptibles
conocimiento, quienes crean que las que tras- tienden toda experiencia posible.
ideas innatas no requieren de un Cabe suponer que quienes opinan que cl ori-
impulso externo para convertirse en gen del conocimiento es a poiien‘ori’ consideren
conocimiento verdadero, y acaso que el entendimiento se limita a lo que puede
también quienes consideran las ideas pctci birse . Sin embargo, algunos filó sofos
como objetos de la captació n apun- tan qv r aunque el conocimiento se
intuitiva de la mente. Es dudoso, desprende de la experiencia, lo cognoscible no
cmpero, que alguien llegue a este se limita a lo sen-
extre- mo sin haccf la salvedad de que.
por lo menos en lo que atañ e a
obJctoS particulares, la experiencia
sensorial equivale al conocimiento.
La posicibn opuesta, que toma la
experiencia como Jr/m fuente del
conocimiento, es asumida por
aquellos que niegan la distincidn de
las facul- iadc5 y reemplazan la
dualidad de los sentidos y la razó n por
una distinció n entre percibir c interpre-
tar los estímulos Los miembros de la
llamada es- cuela empírica, dentro de
la psicología. represen- tan esta
tendencia. Segú n ellos, lo ú nico que el
hombre hace con las sensaciones,
impresiones o ideas —o cualquier
otro iéfmino utilizado para referirse a
los datos o percepciones originales de
la experiencia— es teproducitlas
por medio de la memoria y la
imaginacibn, así como compararlas,
rombinarlas y rclacionarlas en diversas
formas pa- ra producir ideas complejas,
juicios y argumentos. Todo el
contenido dcl conocimiento humano
queda reducido de esta manera a los
elementos que se derivan
exclusivamente de la experiencia.
La controversia sobre la experiencia y el conoci-
miento puede ser planteada también
en términos de la oposició n entre lo a
pn’on‘ y lo a posteriori. Estos
expresiones suelen emplearse para
diferen- ciar lo que se posee antes de
lo que viene después de cierta
experiencia, aunque también se les
usa para distinguir , sin referencia a su
orden, lo que es independiente de la
experiencia de lo que no lo es. No es
igual la distinció n entre lo «pnÓ rr y
lo a posierz”on cuando concierne a
proposiciones y juicios que cuando se
refiere a razonamientos e in- ferencias.
Para cl propó sito de este capítulo.
cm- pefo, es suficiente hacer constar
que un juicio a
,f›nÓ ú no está determinado por la
72 EXPERI EftíClA
sible . Si esto es válido para la ast°onom‹a. por pa- ra derivar conocimiento de la experiencia sino,
ejemplo , con mayor fazón IO Será para la
metafísica y la teología. Aunque todos los concep-
tos dcl ser humano sean absiraccioncs de la
expe- riencia. éste puede , a través de ellos. ir más
allá dcl mundo sensorial y llegar a conocer
realidades puramente inteligibles: seres o
aspectos del ser que son inmateriales e
impcrccptiblcs.
Hay quienes sostienen, no obstante, que el co-
nocimiento sólo puede trascender la experiencia si
implica una relació n de ideas, como sucede en
las matemá ticas. Precisamente porque esta
disciplina no estudia hechos positivos o de
existencia real, sus proposiciones son discernibles
por el fTlCfO proceso dcl pensamiento, sin
referencia alguna a
COSAS COnC£CUS .
Cualquier ciencia que pretenda el conocimien -
to de la realidad, y no só lo de las relaciones entre
las ideas, se vefá así limitada al campo de la
expe- riencia. En la medida en que los objetos que
estu- die una ciencia se encuentren dentro de este
cam- po, sus conclusiones podrán ser verificadas
por la experiencia. Ésta es prueba decisiva de la
veraci- dad en las proposiciones de las ciencias
naturales ; solamente los juicios matemá ticos
conservan su validez má s allá de la verificació n
empírica.
De esta manera es posible poner en tela de
juicio la validez de la metafísica y la teología natu-
ral. Estas disciplinas pretenden llevar al hombre
al conocimiento de objetos reales mas no
sensibles, de suerte que sus conclusiones no son
susceptibles de verificació n empírica. la existencia
de.Dios y la inmortalidad del alma pueden ser
verdades de fe, pero se distinguen de las
proposiciones científic as en que no pueden ser
comprobadas. Por lo mis- mo, la metafísica no
puede proporcionar un cono- cimiento cicntifico
de la constituci6n fundamen- tal del mundo
objetivo apoyá ndose en especula- ciones que
está n má s allá de los fenó menos nam- rales y de
la experiencia humana.
Kant opina que el conocimiento teó rico abarca
exclusivamente a las matemá ticas y al estudio
de la naturaleza. La metafísica, ciencia que
pretende conocer lo que se encuentra por fuera
del á mbito de los fenó menos naturales, es
inadmisible . Se- gú n Kant , lo quc trasciende toda
posible expe- riencia no puede ser conocido, por lo
menos no si se emplean los métodos de la
ciencias espcculati- vas: só lo las ciencias morales,
a través de un cami- no diferente , tienen acceso al
reino de lo supra- sensible .
En la clasificació n de la ciencias, las matcmá ti -
cas y la metafísica suelen figurar aparte de las
ciencias naturales, a las que se denomina
“empíricos” o “cxpcrimentalcs” . Sc les llama sí
no só lo porque se valen del mfitodo inductivo
además, por cl hecho de que sus mate- má ticas y experimentales, los experimentos
hipótesis y conclusiones , per- miten al investigador medir fendmenos
indcpcndicntefTlCFttC dC Su naturales con precisió n , a fin de determinar una
lación o del metodo que se emplee pala u otra for-
llegaf a ellas, han de ser verificadas por relació n matemá tica que concuerda con sus ob-
la ex periencia. Sin servaciones. Ademá s de comprobar hipó tesis y
embargo, los términos “e mpñico” y aportar las medidas que permiten aplicar forrriu-
"experi- lasiones matcmá t icas a la naturaleza, la experi-
mental” no deben ser usados indistintamente; to-
da ciencia experimental tendrá que ser empírica. mentació n es fuente de inferencias inductivas. El
experimento constituye, pues , un caso singular
del que es posible derivar una generalizació n apli-
pero lo inverso no es ncccsariattientc cierto. cable a todos los casos.
Existen al parecer tres clases diferentes dC expe- Un tercer uso de los cxpcrimentos es la explora-
riencia de las que se pueden derivar ci6n de nuevos carripos de fenó menos naturales a
conocimien- fin de lograr descubrimientos.
tos: (1) las cxpcrienctm ordinarias que el
hombre é
acumula sin esforzarse por estudiar o Comprobar;
(2) las que se fundamentan en la
investigación metódica y la observación E
sistemática, con o sin aparatos especiales
; y (3) los producidos artificial-
mente y cuyas condiciones son determinadas
pOr
el ptopio observador.
De las tres clases de experiencia mencionadas,
humana. segú n el gran filó sofo mo una organ izaci6 n rclat ivamcnte estable para
Jean-Jacqucs Rousseau, es la más anti- servir este propó sito, alguna otra cntidad social
gua de todas las sociedades y la ú nica natura). En tendría que proporcionar cuidado constante a los
cuanto a csa naturalidad, paiccc existir un comñ n ninos. Mas dondequiera que existen otras comu-
consenso en la tradició n occide ntal, aunque no nidades, como tribus o ciudades , se halla también
to- dos los pensadores afirmarían , como lo hace aiguna forma de familia, no só lo realizando la
Rous- seau, que es la *»zcn sociedad natural. El funció n de criar a los niñ os, sino asimismo como
cstado también es considerado a veces como una grupo social primitivo que da lugar al desarrollo o
comuni- dad natural, pero esto no resulta tan formación de agrupaciones más amplias.
obvio y ha si- do a menudo puesto en tela de Se ha visto que la naturalidad de la familia
juicio. —como respuesta a una necesidad natural— no
El término “natural ’, aplicado a una comuni- es incompatible con su existencia como producto
dad o asociació n de seres humanos, puede signifi- de la costumbre o la convenció n, Los hechos
tat ya sea que éstos ini/znfirame Ue se asocian señ ala- dos por Montaigne, que muestran la
entre sí, como lo hacen las abejas o las hormigas; variabilidad de las familias en extensió n y
o que la asociació n citada, aunque voluntaria y en nú mero de miembros, en forma y gobierno , no
ese medida convencional, se ha formado por ser excluyen , si- no que, al contrario , subrayar, el
necesaria para el bienestar humano . Es en este hecho de que allí donde los hombres viven en
sentido de necesidad que Rousseau habla de los mínima aso- ciació n, también viven en familias.
vínculos familiares como naturales, En tiempos má s modernos, cuando resultó
Si la familia humana fuera enteramente una so- afectada por las condiciones urbanas e in-
ciedad formada por iristinto, seria de esperar que dustriales, la fam ilia tendió a constituir una uni-
se hallara un patró n o estructura de comunidad dad mucho má s grande, no só lo en cuanto al nú -
doméstica invariable en toda época y lugar. Desde mero de hijos, sino también con respecto a otros
los tiempos má s remotos, sin embargo, los histo- miembros y paricn tes. El hogar incluía a sirvien-
riadores y, posteriormente, los antropó logos han tes, si no a esclavos, y a parientes en diversos gra-
observado una gran diversidad en las dos de consanguinidad, abarcando hasta la
instituciones de la familia en las distinto tribus o tercera o cuarta generació n. La esposa de Sancho
culturas, o aun en diferentes épocas en una Panza, por ejemplo, describe cl matrimonio ideal
misma cultura. Basado en sus propios viajes entre pata su hija como uno en el que se tendría
diversos pueblos, Herodoto scñ ala la extensa siempre al ma- rido a nuestros ojos, y seremos
voicdad de costumbres con respecto al todos unos, padres c hijos, nietos y yernos. y
matrimonio y la fami- lia. De los viajes efectuados andará la paz y la bendició n de Dios entre todos
por otros hombres, Montaignc obtuvo una nosotros”. Aun- que pertenecen al siglo xlx, las
colecció n similar de relatos acerca de la familias en H grrrra J lo jos indican cuá n diferente
diversidad de costumbres con relació n al sexo, es la insti- tució n doméstica en condiciones
especialmente en lo que se refiere a las reglas o agiarias y scmi- fcudaÍes.
usos que encuadran Ía comunidad de ma- rido y Sin embargo, aun al incluir un nú mero de
mujer. miembros má s extenso y variado , la famiiia
Aunque la obserracidn de las variadas formas difcria de otras unidadcs sociales, taÍes como la
que asume la familia humana ha llevado a algu- tribu o el estado, tanto en temario como en
nos a negar la naturalidad de esta asociació n —al funciones, Su
menos en l« medida en que esa ”naturalidad' ' composició n, determinada por consanguinidad,
s i g n i tic a ra u n a for mac ió n pu r a men t e era generalmente má s restringida que la dc otros
instintiva—, raramente se ha impugnado que la gnipos, aunquc las relaciones de parentesco, a
familia satisface una ncccsidad intrínsecamcnic menudo má s re motos , pod ian también opcrat
humana. Convencional cn su cstructura, la fami - cu Ík limitació n de los componentes de la tribu o
tia sigue siendo natural como medio indispen- cl estado.
sable para un fin que todos los hombres natural- En una sociedad agrícola del tipo que st daba
mente desean. entre los antiguos, el hogar era el que se ocupaba,
El infante humano requiere añ os de cuidado má s que la ciudad, de los problemas econó micos
para poder sobrevivir. Si la familia no existiera co-
7S
74 FAMIMA
Ademá s de la procrcació n y crianza dC IOS hÍjOS, niñ os fueron educados en conjunto, sin conocer
y probablemente a causa de esto en pete, la z sus
familia como una unidad parece haberse
ocupado de 1 medios de subsistencia, tanto
desde el punto de vista de la produxión como
del consumo. Sus miembros pariicipaban en
una división del traba-
j O y fiOn5CCUpfl tcmCfltC COMpaf tíafl lOs ffu tos d¢
fiste.
La familia the durante siglos lo que la fá brica
y cl almacén han vcnido a ser recientemente, en
es- ta cra de la industrializació n. Para los
antiguos, los problemas de la riqueza —su
adquisició n, acu- mulació n y uso— eran
domésticos, no políticos.
Aparte de las industrias que ocupaban exclusi-
vamente mano de obra esclava al servicio del
esta- do, la producció n de bienes dependía en
gran parte de la industria familiar. En tiempos
moder- nos este sistema de producció n vino a ser
llamado doméstico ' , en rontraposirió n al
sistema de grandes fá bricas, y ha persistido hasta
cierto pun- to aun después de la revolució n
industrial . Esta, en realidad, originó una
economía en la que no Solamente la agricultura,
sino también la familia, dejaron de ocupar una
posició n central. El proble- ma econdmico se
transformó : ya no se trataba de la riqueza de las
familias, sino de la riqueza de las naciones, dcl
mismo modo que la producció n pa-
só de la familia a la fá brica.
Lo anterior arroja luz sobrc el extraordinario
cambio en el significado de la palabra
'economía” , si se comparan los tiempos antiguos
con lqs modernos. En la significació n de sus raíces
griego, la palabra “polis” qulere decir ciudad o
estudo, la palabra “economía ”. familia i y del
mismo modo que “política” concernía al arte de
gobctnar la comunidad. “economía” dcnotaba
cl arte de gobernar la comunidad doméstica.
Só lo parcialmente trataba de los medios para
obtener bienes. En su uso moderno, “economía”
se re- fiere generalmente a una ciencia o arte que
trata de la riqueza, y es política en el sentido de
que la administració n de la riqueza, y de los
hombres con respecto a ella, se ha convertido en
un proble- ma del estado má s bien que de la
familia. No só lo la economía industrial ha
pasado a ser cada vez má s un asunto político ,
sino que el cará cter de la familia como institució n
social ha cambiado tam- bién al modificarse su
papel en la comunidad y su funcibn cconfimica.
Li cucstidn principal acerca de la familia
res- pecto dcl estado ha sido, en los tiempos
antiguos como en los modernos, si la familia
posee de-
rechos naturales que cl estado no puede en justi-
cia invadir o transgredii. Plató n propuso ya en cl
siglo v a. C. que las mujeres fuesen compartidas
por los hombres de la comunidad, y que los
progenitores. Esta propuesta. empero, era >n parece
ra-
dical entonces como ahora lo parece.
En la tradició n cristiana , la defensa de los
de- rechos de la familia frente a los dcl estado
se hace por referencia a la ley divina. El punto
no es que el estado tenga menos de comunidad
natural qu¢ la familia, en opinió n de muchos
teó logos, sino que ademá s dc gozar de cierta
prioridad en el or- den natural, la familia, má s
direciamente que el estado, es de origen
divino. No só lo está fundada en el sacramento
del matrimonio, sino que los mandamientos
expresos de Dios dictan los debe- res de cuidado
y obediencia que alan a sus miembros.
Cualquier interferencia del estado en esas
relaciones entre padres e hijos o enue marido y
mujer , ieglamcntadas por lx Icy divina,
cquivaldría a exceder su potestad, y por lo
tanto a actuar sin facultad y en violació n de los
derechos fundados en superior autoridad
Asimismo, cii la tradició n cristiano, algunos
fi- ló sofos enuncian los derechos de la familia en
tér- minos de la ley natural. Estos derechos
pueden justificarse, sin negar que la familia,
como el indi- viduo, debe obediencia al estado.
En tiempos mo- dernos, al menos, cl problema se
plantea parcial- mente en la siguiente pregunta:
¿hasta quc punto los padres pueden reclamar
con justicia libertad de la intervención política
en cl gobiefflo de sus propios hijos? Esto, sin
embargo, es sólo parte del problema. Es preciso
preguntarse tmbién si, ade- más de reglamentar
la familia para mayor bienes- tar de toda la
comunidad , el estado se halla facul- tado para
interferir en los asuntos domésticos, a fin de
proteger a los nifios de la irresponsabilidad o
incompetencia de los padres. Ambas preguntas
requieren que se examinen los principios y la
for- ma de gobierno del hogar.
Dos relaciones fundamentales deben ser
anali- zadas: la de marido y mujer, y la de
padres e hi- jos.
En lo que respecta a la primera, se plantean
cuestiones de igualdad y supremacía
administrati-
va. Aun en los casos en que la mujer es
considera- da como enteramente igual a su
esposo, el proble- ma administrativo subsiste,
ya que se precisa de una divisió n de facultades
o que prcvalczca la unanimidad. o que uno de
ellos —cl mmido o la esposa— ienga la ú ltima
palabra en los casos en que hay que superar
desacuerdos para decidir una cuestidn prá ctica.
En lo que concierne al marido y la mujer, la
prcgunta es: í debc sct la familia una monarquía
absoluta, o una especie de gobierno
constitucional?
Aunque las respuestas a estas preguntas
susci- tan discrepancias, particularmente en la
ú ltima parie del siglo Xx con su fuerte hincapié
en la igualdad de dCteChos para la mu jer, no
FAkIIMA
que exista ninguna en cuanto a la desigualdad divina— obviamente afecta la posición que se
cntm padrrs e hijos mientras Estos no hayait ma- adopte sobre la monogamÍa, el divorcio , la casti-
durndo, dad y el adulterio, así como sobre los méritos
CoiTto IOS ni fiOS sofl YCf(ÍaiÍcraMCrltC inte riOrCS cOfTiparatiYOS de lk coriiÍiciórl Matr ifTlOn iaÍ y la de
cn competcncia, no pMecc una in)u$tíciR c( que ta sOÍtVtíx. Los pRg8Mos, cn su mayor¥k, cOnsidC-
sean gobernados por sus padres, ni que se les ran el celibaio como una desgracia, especialmente
excluye en forma absoluta en cl ejercicio de una para las mujeres. El cristianismo, por owa parte ,
voz decisiva en la conducta de sus propios asuntos celebra cl heroísmo de la virginidad y alienta la
o los de la familia. Aquellos que piensan que los formaci6n de comuriidades moná sticas para ccli-
reyes no pueden reclamar la autoridad absoluta bcs. Dentro de la propia tradició n judco-cristiana,
dcl gobierno patctnal, frecuentemente usan la pa- cmpcro, hay divergencias impresionantcs. No so-
laba “desp6tico” para designar un paternalismo lamenta los patriarcas del Antiguo Testamento
injustificado, es decir , una transferencia al estado eran polígamos, sino que el judaísmo y el cris- dcl
tipo dc dominio que só lo puede justificarse en tianismo ortodoxos también difieren acerca del
la familia. La palabn griega de dondc se deriva divorcio.
”d£spots” se origina, al igual que su equiva)cnte San Agustín explica có mo debe interpretar un
latino paJeJamtfidi, en el gobierno del hogar, y cristiano los pasaJCS dcl Antiguo Testaincnto quc
tiene una connotació n de supremacía absoluta, de describen las costumbres poJígamas dc los patriar-
mando total del padre sobrc los hijos, si no sobre cas. Ante la necesidad de una numerosa descen-
la esposa. En consecuencia, no parece que pueda dencia, dicc, la costumbre de que un hombre tu-
considerarse denigrante referirse al gobierno do- viera varias esposas estaba libre de culpa. En cam-
místico corno dcsp6tico. El problema existe ú ni- bio, no era correcto que una mujer tuviera varios
corriente con rcspctio al. dcspoiismo en cl estado , maridos, porque esta practica rio llevaba a incre-
cuando un hombre gobierna a ono ya maduro con mentar ía descend¢nris.
el mismo absolutismo con que un padre gobierna Leyes y costumbres, sin embargo, representan a
un hijo. finiramrnte el aspccto externo o social del maui-
A veces surge el dcsgobierno en el seno de la fa- monio. La discusió n de estas apariencias no puede
milia, cuando cl niñ o drja de necesitar la ayuda ofrecer una imagen real del problema íntimo y
de los padres. Éstos pueden tmtar de mantener su profundo que constituye para la persona indivi-
dominio absoluto aun dcspucs de que cl niño ha dual. Unicamente los grandes poemas, las gran-
madurado y es competente para manejar sus pro- des novelas y dramas, los grandes libros de
hisio- pios asuntos. Quien no renuncia a su absolutismo riz y biográ ficos, pueden presentar
adecuarse mcn- momento puede ser calificado de “dcspóti- fe los aspectos psicológicos y
emocionales del
co“ en cl sentido peyorativo de la palabra. matrimonio en la vida de los individuos. Ofrecen
Si se aplica aquí una distinció n quc ha sido testimonio elocuente para apoyar la idea de que la
hecha por diversos exritores políticos, el padre es sociedad
conyugal , en todas las épocas
tirtnico más que despótico cuando usa a los hijos —cualquiera que fuese la cultura y la variada
serie parn su propio provecho y los trata tomo una pro- de circunstancias—, es una de las
pruebas supre-
piedad pa explotar, aunque desde el punto de mas del cartier humano.
vista de la opominidad esmviera justificada la di- Ln relación entre hombres y mujeres dcntto y
Secció n absoluta de los niñ os en caso de eJrcerse fuera dtl matrimonio, lz del marido y la esposa
en bienestar de los mismos. La existencia de la antes de que lo fueran y después del tonnubio, la
tiranía patcrnal plantea en forma aguda la cues- de padres c hijos, crean crisis y tensiones, conflíc-
tió n del derecho del estado a intervenir en la fa- tos entre amor y deber, entre razó n y pasiones, de
milia en beneficio de sus miembros las cuales ninguno puede escapar por completo .
El elemento central en la organizació n domcsti- El matrimonio no es solamente un problema
‹n es, claro cst5, el matrimonio. A este respecto, el típicamente humano, sino ptopizmcntc cl
problema má s profundo tal vez sea si cl matrimo- problema que, a la vez psicol6gica y
moralmente, nio es una simple institució n humana que debe afecta a todo hombre, mujer o niñ o. A
veces se re- ser regulada ú nicamente por la costumbre y cl có - suelvc en forma trá gica ; otras, ci
desenlace parcce digo civtl, o un contrato que sanciona la ley natu- ser feliz, casi bendito. Empero, ya
sea que la vida rzl, o un sacramento religioso que imparte y sigm- humana se edifi que sobre esta
piedra fundamen - fica la gfacia de Dios. Las dos últimas altcrnativas tal o que se haga pedazos en ella,
cl proceso la sa- no se excluyen mutuamente , pero los que insisten ende con violencia v la forja para
siempre .
en la primera generalmente rechazan las otras . En las tribulaciones de Odiseo, Pcnclopc y Tc-
La concepción del matrimonio —ya sea como lCmaco en los amores de Héctor y Andrómara, de
institució n meramente civil, natural o aun Natat ha y Pioir Bei ujov, en los celos de Otelo, la
76 [AM1U*
angustia dC Lear y la indecisió n de Hamlet Se en- Ouas cuestiones se plantean en torno a los
hi• cuentra cierto aspecto dcl amor relacionado ‹on cljos, apzrtc de la actitud de IOS p9dFC5 sobrc la
‹oq. matrimonio, una determinada fase de la patcrni - veniencia de tenerlos y r riarlos. ‹Cual es la poli-
dad o infancia que ha influido en una vida indivi- ció n econó mica del niñ o, tanto en lo que
concier. dual o familiar ; y algú n momento de la propia ex - nc a la propiedad de bienes como con
respecto pericncia de quien lee las historias de esos perso- su participació n en la divisió n del
trabajo ? ¡En najes ofrece una base para seniir simpatía y qufi medida la posició n de los hijos ha
sido afeciz. comprensió n por la extraordinaria relació n entfe da por cl industrialis mo? ; Cuales son
las ratactg. el príntipe Hamlct y la reina Gertrudis , por la de risticas mcntales y moralC5 del
iflMadUrO que Piotr Betujov y su esposa, o por la que ta) vez sea excluyen su participació n en
la vida política y que la má s singular de todas, la de Adá n y Eva. requieren de la reg
lamentació n adulta en lo
Hasta cierto punto es preciso limitar la univet- asuntos que le conciernen ? ¿Cuá les son los
critc. salidad dcl problema del matrimonio y de la vida rios —emocionales y mentales, así como
familiar. El conflicto entre el amor conyugal y cl cronoló gicos— que determinan la clasificació n de
ilícito ha existido en todas las épocas. La marañ a los individuos en niiios o adultos, y c6mo se
e(et. de los lazos entre matido y mujcr, y los que, carac - tú a la transició n de la ni diez a la
madurez en los terizados por ser tanto de amor como de sangre aspectos econó mico, político
y, sobre todo, emo- unen a padres e hijos, es igualmente universal. En cional ?
cambio. las dificultades que surgen en el matri- Muchos grandes pensadorrs han analizado la
monio como resultado de idcalcs o ilusiones de mayoria de citas cuestiones, pero Freud fue cl
amor romá ntico parecen constituir un
pri- mero en ver que en la relació n de hijos’y
problema pcculiarmcnte moderno. los antiguos
padres sr halla la determinació n emocional bá sica
distinguían entre amor sexual y amor amistoso,
de la vida humana. El triá ngulo fundamental de
y comprendían la necesidad de arribos en Ía
amor y odio, devoció n y rivalidad, consiste en el
relació n conyugal para que cl matrimonio
padre, la madre y cl hijo . A juicio de Freud,
prospcrase. No fue sino hasta las postfimerías
todas las complejidades y pcrvcrsiones del amor,
de la edad media cuando los hombres
su clasifi- cació n en romá ntico. conyugal e ilícito
concibicron el matrimonio como una forma de , así como los factores que determinan la
perpetuar a lo largo de los añ os el elecció n dcl có nyu- ge, el fixito o fracaso en cl
romanticismo y ardor de ese momento en que matrimonio y el aban- dono del irifantilismo
los amantes se encuentran cl uno al otro sin emocional. no pueden comprenderse má s que
tacha y sin reproche. por referencia a la vida emocional del niñ o en cl
Los temas relativos a este problema moderno vó rtice de la familia.
se examinan en el capítulo “Amof”. Como en él
se indica. el amor romá ntico. aunque parece ser La gran toca del niñ o, segú n Freud, consiste
de origen cristiano, puede también constituir en libe(arse de sus padres y convertirse así en
una deformació n —y aun una perversió n miembro maduro de la comunidad soctal. Es no-
hefética— de la clase de amor que se promete table, indica, la rareza con que esto se logra.
en los votos recíprocos del matrimonio tanto desde cl punto de vista psicoló gico como
cristiano . social. En cl caso de los neuró ticos, agrega, esta
Se han considerado ya algunos de los problemas separa- cidn de los padres no llega a
familiares relacionados con los niñ os y jó venes consurnarse jamá s.
—los miembros inmaduros de la raza humana En cicfto sentido, nadie llega nunca a consu-
—, tales como si el niñ o pertenece a la familia o malla. Lo que Freud llama el “ego-ideal” —cl
al es- tado, o si la familia es la ú nica responsable cual representa nuestra naturaleza Superior y
del cuidado y educació n de los ni tios, o en nombre del “principio de la realidad “ resiste
comparte esta responsabilidad con cl estado y la sumisió n instintiva a) “principio del placer”—
la iglesia. tiene su origen, al parecer, en la identificació n
Hay otros problemas, empcro. /Por qufi con un padre. Aun después de que un individuo
hombres y mujeres desean descendencia y qué sa- ha conseguido apartarse de la familia, este
tisfacciones les proporciona la crianza de los ego-- ideal artú a como substituio de la añ oranza
hijos? En casi toda la cristiandad, y sin duda de un padre¡ y, bajo la forma de conciencia,
alguna en la antigü edad, la situació n de los que continú a ejerciendo censura moral.
no tienen des- cendencia se considera como una Otto grupo de cuestiones que involucran a Ía
doloroso frustra- ció n. familia —al menos como trasfondo—
No tener hijos es no solamente contfanatu- conciernen a la posició n o papel de las mujeres.
ral, sino que, para paganos y cristianos por Se ha consi- derado ya la relació n con sus
igual, constituye la privació n de una esposos en el gobier- no de la fmilia. La forma
bienzventurznza que agraria los añ os en que se concibe esa relarió n afecta Ía
dcclinantes de la vida matri- monial. situaci6n y la actividad de la mu -
77
ignifica la felicidad una misma cosa para validez sin antes aceptar un relacívismo total en
o cada quien tiene una idea personal de cuestiones morales. El que a nombre de ella, co-
ella? t Puede cl hombre alcanzarlo en esta vida, mo s r y/r¢/o ocurre, la gente persigo cosas nsuy
o sblo en el má s allá ? Y, en caso de que no sea un distintas, no invalida cl hecho. señalado por la
empeñ o inú til, ¿có mo habrá de procurá rscla cl ser filosofía clásica, de que la felicidad que se deben:a
humano? buscar tendría que ser la que mejor se avinicsc con
Al parecer no hay duda de que el hombre busca la condición humana que todos competen. De
la felicidad ; pero cl hecho de que la desee en for- no ser así, a la pregunta de cómo Cdfl2arla,
ma instintiva, aun tratá ndose de algo que pudiera convendrían diversas respuestas basadas en prefe-
ser obvio, no esclarecc la cuestió n de ii una perso- rencias u opiniones csirictamente personales.
na hace bien o no en condicionar todos sus actos Salvo contadas excepciones, quienes piensan
con miras a ser feliz, pues cabría preguntar si tal que la ctica ha de girar en torno al principio de fe-
debieran hacer todos los hombres. licidad, tienden a dar a este concepto una proyec-
La oposició n entre la ética del deber y la de la ción universa), y así consideran que otras opi-
felicidad, así como el conflicto que implica entre niones se apartar en mayor o menor grado de lo
quienes consideran la ley como raíz de la moral y que constituye el verdadero y sumo bien.
aquellos que confieren este papel al deseo, son En la charla cotidiana hay al parecer un consen-
considerados desde diversos puntos de vista en so por lo que toca al significado de vocablos como
los capítulos sobrc “Deseo ” y “Deber’ , sí como ' 'feliz” y ”felicidad ; y es precisamente con base
en el que trata sobre "Bien y mal”, donde se en ese comú n acuerdo que se ptueba la exactitud
analiza el problema del “bien sumo ” . Por ahora se de cualquier definició n del concepto aquí uatado.
consi- dctmá la felicidad como principio ético y, por Cuando una persona dice estar contenta, ello sig-
consiguiente, los problemas que habrá n de enca- nifica que se siente complacida o satisfecha por-
rar quienes. en una u otra forma, la tomen como que tiene lo que quiete. Cuando la gente habla
tazó n de ser y bien supremo de la vida. Es pro- de tragedia en contraste con la felicidad, tiene en
bable que Estos no vean razó n alguna para de- mente la vida en su totalidad. Ya sea en la escena,
sechar opiniones morales que operan má s a ttavcs en la novela o en la vida diaria, la tragedia se defi-
del dcseo que del deber; es posible que no vean ne vulgarmente como ”una historia de funcsto
objeció n alguna en aspirar a la felicidad como cl desenlace”, idea que expresa el sentir general de
fin ú ltimo que justifica los medios y determina la que la felicidad es la cualidad de una vida bien
jerarquín de todos los demá s bienes. Mas quien logrado, en términos generales, pese a los desca-
afirme que la felicidad es cl principio primordial labros y a los obstá culos con que haya uopezado
de la ética, no podrá eludir numerosas preguntas en el camino. Só lo es verdaderamente trá gica la
en torno a la naturaleza de la felicidad y su rela- derrota postrimcra o la frustració n final.
ció n con la virtud. Al parecer hay aquí un conflicto entre ema fe-
El hecho de que todos aspiran a la dicha liz en un momento dado y ser feliz en la vida, o
marca el principio antes que el fin de la sea, vivir feliz. Acaso se trate de elegir entre pa-
discusió n. Una vez que esto queda sentado, y que sarla bien o vivir como Dios manda. No obstante
se ha conveni- do en que la felicidad es la piedra , en ambas acepciones de la palabra “feliz” hay
de toque en el enfoque ético dcl problema, no es una connotació n de agrado y complacencia.
posible eludir la pregunta de si todos los que la Cuando cl vulgo expresa su anhelo de felicidad,
anhclan han de buscarla o descu brirla en la supone que, al tenerla, no querrá nada má s. Si se
mú »rai cosas. le pregunta por qué la desea, responderá simple-
Los filó sofos de la antigü edad insisten en que la mente: ”potque sí“. De esta manera lo da a en-
ciencia de la ética se finca en un primer principio tender Sancho en el Qr/Ji›Jr cuando dice: “y tan
que es evidente en sí mismo y es cl mismo pua to- rey seria yo de mi estado como cada uno dcl suyo;
dos. Desde su punio de vista, la verdadera y viéndolo, haría lo que quisiese: y haciendo lo
felici- dad ha de scr necesariamente la misma que quisiese, haría mi gusto; y haciendo mi gus-
para to- dos. Puede darse por hecho que existen to , c Staf fa C Ofi tC rt tO ; y estaEtdO uno Co fi t¢ ritO , rlo
opiniones mú ltiples acerca de lo que realmente es tiene má s que desear' ' . La gente no conci be nada
la felici- dad, mas no es admisible que se dc a
todas igual
FELICIDAD 79
“Deseo”— se ve tambien involucrada en la cues- política o a tareas prá cticas, de otra dedÍcada en
tió n de si el valor de la felicidad ha de ser el mis- buena parte a la solució n de problemas tcdrlcos cq
mo para todos, independientemente de opiniones la bú squeda de la verdad. ¿Habrá , pues. dos !
cla- personales. ses de felicidad, pertenecientes una z la vida
prá c- Aun si los hombres no identifican la felicidad tica y otra a la espcculativa ? ¿ Será un tipo de fcíi-
con u n determinado tipo de valor, sino que la ven cidad superior al otto?
más bien como el g‹xe de todo tipo de bienes. Para responder a estas preguntas ha de
considc- ípucdc haber diferencias razonables de opinió n rarse el papel que asumen los dones de
fortuna, acerca de los valores que han de set incluidos, o de tales como la salud. la riquc za, el
nacimiento ven- ta jerarquía que corresponde a cada uno de ellos? turoso, las dotes naturales físicas o
intelectuales y
Al parecer se impone una respuesta negativa, des- la duracibn de la vida. Estos son factores
dctermi- de el momento en que los bienes reales, en oposi - nantes de la actividad
viftuosa. o bien pueden cidn a los aparentes. son objeto dcl deseo natural. plantear problemas
a la virtud . Pero, desde cl mo- La rclaci6n de la felicidad con determinados va- mento en que son
precisamente dones “de la fot- tores suscita toda una serie de problemas que ata- tuna” , no
está en manos de la persona el poder
ñ en en particular a cada uno de los valores en obtenerlos, conservarlos o renunciar a ellos. Para !
cuestió n. Las dificultades que se presentan con los menos dotados, la felicidad será precaria, o
mayor frecuencia son las relativas al placer, al co- incluso inasequiblc, en la medida en que dichos
nocimiento, a la virtud y a los dones de la fortuna. dones sean indispensables, y en esa misma
mcdi- En cuanto al placer, la dificultad surge al pare- da la definició n de felicidad se verá
condicionada cer de los dos significados del vocablo que se co- a ellos. La dicha requiere
de algo má s que una au-
mentan en el capítulo sobre “Placer y dolor”, En tuacidn acorde con la virtud.
uno de sus significados, el placef se entiende Las consideraciones en torno a los dones de la
como un objeto de deseo, y en el otro como el fortuna han planteado la cuestió n de hasta qué
goce que acompañ a a la posesió n del objeto punto puede la felicidad ser ascquiblc en esta
vi- deseado. Es en este ú ltimo sentido que el placer da. Dichos dones pueden incluso. en un momen -
podría ser identificado con la felicidad, puesto to dado, convertirse en obstá culo para la dicha.
que si ésta consiste en el goce de todas las cosas Piotr Bezujov, en H,gocrra y le,f›m, aprendió du-
buenas, será ;uimismo la suma total de los place- « sus días de cautiverio que “el hombre ha
rante
_
res y satisfacciones asequibles. Allí donde “pla- sido creado para la felicidad, que ésta reside en
él, cer” significa satisfaccibn, “dolor” significa en la satisfacció n de las exigencias cotidiana de
la frustració n y no denota el dolor sensorial que una existencia, y que el infoftunio es el resultado fa-
herida, por ejemplo, podría producir. ral, no de las necesidades, sino dc la
Mas cabe preguntar si todos los placeres son abundancia” .
buenos y todos los dolores malos. El placer sen- Aun pudiendo llamar feliz a un hombre
sual, entendido como fin, muchas veces se presen - mientras vive —con base en que su virtud le
per- ta en conflicto con otfos objetos de deseo. Si “pla- mito resistir cualquier embate , incluso la má s
cer” significa satisfacció n , puede haber conflicto atroz dcsvcntura—, es necesario entender la
dicha entre los placeres, desde el momento en que al sa- con respecto a la totalidad de una vida. Entre
los tisfacerse un dcseo se puede frustrar otro. Es aquí dones de la fortuna que, segú n parece, guardan
donde Aristó teles ve la necesidad de introducir el cierta relacidn con cl logro de la feliridad
principio de virtud. El hombre virtuoso se aquellos que constituyen la naturaleza individual
complace *r/remrr/e en las cosas buenas, e inclu- de un ser humano desde su nacimiento —
rasgos so estfi dispuesto a afrontar el dolor si ello lo acer- de su fisonomía , temperamento o
grado de ca a la conserucibn de su ideal. Si hay diferencias inteligencia— pueden permanecer
inalterables en entre los placeres, así como entre los deseos y su el curso de la vida. Si hay razones
genéticas que li - satisfacció n, será necesario establecer una escala mi ten la dicha , o la hagan
totalmente inascquible de valores en funció n de los grados de felicidad para una persona, la
felicidad, entendida como cl que cada uno representa. fin de lz vida, no será el bien sumo para
todos, o
Este enfoque suscita otro tipo de problemas. En al menos no en la misma forma.
cl capítulo sobre 'Virtud y vicio” se habla de vir- El que la felicidad sca ascquiblc para todos los
bud moral c intelectual; una concerniente al dcseo hombres puede asimismo depender de un sistema
y a la conducta social, y la otra en relació n con las econó mico y una constitució n política, desde el
ideas y cl conmimiento. Hay asimismo dos formas momento en que dichos factores determinan en
de vida que suelen designarse como artiva y con- cierta medida si a todos los hombres se les
garanti- templativa, que difieren entre sí tanto como zará la oportunidad y cÍ tiempo libre
indispen- pueden diferir una vida consagrada a la actividad sablcs para que lÍcven una vida digna y
puedan
FEMCIDAD 8l
hombre y la de los animales mperiores, por muy La mzó n y la palabra son para William /amcs
grande que pueda puw r, es sólo de grado y no mani(estaci6n de auibutos peculiumente huma-
de género. Por onu parie, quienes asumen la nos, en tamo que para Adam Smith constituyen
posi- ción contraria no siempre coinciden en no el efecto, sino la causa. “Lz inclinacidn natural
al trueque, a la permuta y al intercambio
cuanto a la
su mayoria, auibuycn el uso de la razón única- y
mente al ser humano y utilizan la palabra —escribe Adam Smith—, n comú n a tedos
“bnito" para indicar que todos los demá s anima- los hombres, y no se encuentra en ninguna otra
les carecen en absoluto de la facultad de espe- cie animal.” Thomas Hobbes, como se
racioci- nio, independientemente del grado de vera en se- guida, asume aú n oua postura, al
agudeza de su inteligencia o de la aparente explicar la capa- cidad de raciocinio del ser
sagacidad de sus reacciones instintivas. humano en términos de su capacidad para
Quienes establecen diferencias de género enue hablar. fanltad que no posee ningú n ono
el hombre y los animales tienden asimismo a animal.
pen- sar que la sociedad y el lenguaje humanos Pese a sus mú ltiples divergencias, así en teoría
presen- como en explicació n. autores como Locke, Rous-
seau, James, Smith y acaso Hobbes, parecen coin-
tan diferencias esenciales con respecto a la cidir en que existen entre el hombre y el bmto di- , 4
colme-
na o al hormiguero, al canto de los pá jaros, al ferencias de género. En ese punto están de
cla- mor de la stlva o a la parla de los loros, acuer- do incluso con pensadores como Platón,
por ser aquéllos fmto y expresió n de la razó n. Aristóte- les, San Agustín, Santo Tomás de
En oposi- ció n a Dim, algunos ven en el Aquino, Dcs- cartes, Spinoza, Kant y Hegel,
lenguaje huma- no, no la causa de una quicnes sostienen, conuariamentc a aquéllos,
diferencia nQnreoJr en rela- ció n con ouos que el hombre posee en exclusiva una faculud
animales, sino el resultado de una diferencia mental especial: la ra- zón o el intelecto. El
real de género; m distintiva capacidad de antagonismo, pues, no esifi en la negación de
raciocinio. El hecho de que el hombre pueda una determinada teoría acerca
hacer lo que ningú n ono animal significa para de la raz6n, sino más bien cu la negación de que ›’
ellos que el ser humano estl dotado de ciertos cualquier facultad o auibuto exclusivo del
po- deres que ningú n otro animal comparte con hombre permita llamarlo “racional” en
él, ni siquiera en grado mínimo. Interprctarian, conuaste con el “bnito”.
pues, el asentimiento de Darwin en cl sentido Queda así manifiesta la pugna enue ambas
de que ningú n anoopoide es capaz de posuiras, que cvitan, sin embargo, quienes no
confeccionar una herramienta a partir de una ven en la civilización humana sino
piedra, entender un razonamiento complicado, determinados aspectos, como las artes y las
resolver un problema matemá tico, reflexionar ciencias, la ley, el go- bierno y la religidn.
sobre Dios o admirar un panorama. como un John Smut Mill, por ejemplo, encuentra la
claro indicio de que el mono carece en raíz del xntimiento de justicia en la tendencia
absoluto de raz6n o de intelecto, por más aguda namral del hombre a sentiría agraviado y a
que pueda parecer la inteligencia del animal. repelcr cual- quier posible daño conua sí o
Sin embargo estos autores, que advierten conua los suyos. El
diferencias radicales enue el bmto y el hombre, hombre se distingue de oxos animales, “en pri- '
no siempre coinciden en sus opiniones sobre la mer lugar —apunta—, por su capacidad de
ra- zón humana; tampoco todos están de iden- tificación, no sdlo con los suyos. . . sino
acerdo en que el libre alkdrío sea inherente a con todos los de su especie e incluso con todos
la capacidad de raciocinio. los seres sen- sibles: y en scgundo lugar, en el
John Locke, por ejemplo, apunta que “el en- hecho de que po- see una inteligencia más
tendimiento. . . sitú a al hombre por encima de desurollada”.
los demá s seres sensibles". El hombre comparte Una opiniÓn de esta naniraleZa abre gl
con otros animales ciertas facultades de los xnti- parecer el interrogante de si tal desarrollo
dos, corno son la memoria y la imaginació n, típicamente hu- mano significa que el hombre
pero
Locke afirma que el bnito es incapaz de elaborar posee poderes espc-
ciaÍe5 qi3e IO sÍtíiafi
muy grandes cOmO UR
y evidentes ,gúorfo
que aporte.
parezcan POr
las difcren-
absuacciones. William James toincide con él
en cias en cuanto al comportamiento y conquistas dcl c
que “es probable que los brutos no logren que habla”. rasgos que James considera
conce- bir abstraccioncs ni establecer consecuencia de csn noder asociativo.
asociaciones por si- militud” ; pero es con base
en esta ú ltima obscrva- ció n que James advierte
la diferencia primordial entre el hombre y la
bestia. Otras clásicas diferen- cias consisten en
que cl hombre es“el animal que ríe” y “cl animal
ser humano frente a otros animales, sin embargo nifiesten aparentementc como diferencias de
no se dcscarta la posibilidad de que tales logros ¿ gé- nero.
pnicbcn simplcmcnte la cxisicncia de importan- tes En cocecuencia, la discusión cu torno al
diferencias de grado y de capacidad que se ma- hombre v la bestia está ínt amerite vinculada
HOktBltE 87
con la conttuwtsia sobrr les Iiamarlx• facultades Aquino no coinciden en sus definiciones de la
sup<riom" dcl hombrr. Salvo por lo que atarte a mcnir, o intelecto, y2 sea en si misma o en su
re- la opini6n de que el hcmbrr rs un ser purzmrntc lacidn cnn los sentidos y la imaginación .
ninguno apiriruxl, que simplcmcncc hgbicx o utili29 UN de ellos objctz su cxi5tcnci2
como fxcultxd indc- cucrpc tico. ninguna roori2 accm de la natura- pendiente. En ]z
esfera etc Iz experiencia sensorial leza hum»ns duda de 9ue el hombrr, tomo ser vi- no
tncluyen estos autores las ideas ni los objetos x›, comparta con plantas y animales determina-
intcligiblcs, romo tzmporn roiisidcran que-la me
da-s £aculcsdcs i funciones curporglcs. I-a-s Aun- moria srnsitivz o Iz imaginzci6n scz le mismo quc
ciones -egeiztivas son inherentes a cualquier for- el pcnsamicnto racional.
ma de vida corporal. Oe modo análogo, la capaci- En la i«diri6n clá sica y medieval no só lo se
da dad scnsitixu y lu fuerze del apetito o dcseo estfin por hecho que cl h‹›mbrc posee estas dos formas
obviamente presentes tanto en el hombte romO distintas de conocimiento, sino que, én general,
en los animales. Todo obsrn'ador que analice las también se supone que otros animales, en mayor
reacciones externos, tunto de hombres como de o en menor grado, gozan exclusivamente de los
animales superiores, frrntc a dCierminados facultades de los se nt idos. Só lo cl hombre pucdc
estímulos fisicos, comprobará que unos y otros percibir y entender; só lo cl hombre puede captar
responden con ciertos movimientos que varían lo universal y lo particular; s6lo el hombre puede
ú nicsmrnte en la medida en que su esqueleto y concebir lo imperceptiblc y aun lo
inimaginable, sus ó rganos de locomoció n son difctrntes. Asimis- como los á tomos, Dios, la
eternidad, el infinito o mo, los signos externos que acompañ an a ciertas cl intelecto mismo .
altcracioncs emOcionalr'x internas, son lo bastante Establecer una diferencia cspecial ent re la rztÓ n
similares entre hombres y animales como para y los sentidos equivale, en apariencia, a
estable- afirmar que dctcrminadas cmoriones, como el te- cerla entre cl hombre y cl bruto. En la
cpoca mo- mor o la ira, son comunes a ambos. derna. tmpcro , se han dejado escuchar tanto du -
En este punto no hay discrepancias ; los difcrcn - das corno ncgaciones en el sentido de que tal sea
cias se manifiestan y agudizan en el momento de así efectivamente, pues aunque ambas afirma-
considerar la trascendencia interna de estas rcac- ciones suelen aparecer juntas, no siempre se los
ciones exterioms. Hombres s' animales superiores rechaza en conjunto. Montaigne, por ejemplo, no
poseen ó rganos de los sentidos muy similares, y duda tanto de que el hombre posea razó n, comÓ
comparten facultades como eÍ tacto, el gusto, cl de que otros animales carezcan de ella. Considera
ideas dc honor y fzma sc uúlizan a votes co- Otra opinió n dcl honor no sõ lo to separ2 dc la
si su signifimdo fuen intetcambizble, y fama, sino que to hace independiente dc la
apto- oiras como si cada una dc ello nivicra un scntido bació n pú blica. Ë sie es un sîg nificado familiar
dcl difcrentc. En la tradiciõ n orcidental sc han usadotćrmino . El hombrc que dice “por mi honor” o
de ambas mantras. Los auiores que no ven dife- “pzlabra de honor” , puedc no scr un hombrc
rcncia cntrc eí honor y la farrta de un hombre sc honrado, pero si lo cs, se compromete con
esas oponen en cutsiiones fundamcntales dc moral a cxpresiones a cumplir una promesa o
satisfacer los que juzgan las normas dc honor como indc- ciertas espctanzas Esiă diriendo que
no neresita ptndientes dc las causas dc fama. Esta pugna vcrificació n o sanció o external. Un
hombrc que implica opiniones connarias sobre ct papcl dc las ruviera que scr obligado por
amenaza o fuerza a recompensas v castigos en la vida de Îos individuos honrar sus compromisos no
estar ía artuando por y de la socîedad. scntido drl honor.
Elogio v cerisura pareccn ser elemcntos comu- “No porque lot demos to vcan y Ío sepan
debe ncs en la significació n dc fama y honor. El sentido nucsira alma desempeñ ar su papel —ascribe
de honor, adcmá s, par‹xe impliczr la noció n dc Montaigne—, sino para nosotros, interiormente
, mérito o dignidad. Impero, ya sea el hombre vir- donde no lJeguen otros ojos que los nuestros.
Allí ruoso o no. ¡- que mer£zca o no la buena opinió n cl alma nos resguarda drJ temor dr la muertc, de
de sus semcjantcs, ello no es quizź una condiciõ n los dolores y de la deshonra misma; allí nos
procu - indispensable para su fama o înfamîa. Ni su ra la calma cuando perdcmos nuestros hijos,
buena ni mala reputació n en la comunîdad signi- nuestros amigos o nuestros bienes ; y cuando las
fican necesariainente que es hombre dc honor u circunsiancias lo exigen nos conduce a los
peligros honorable. de la guerra: no,äor inlPrel. sino por reudlr home
-
En consecucncia, la relaciõ n y distinció n entre aojż e la vi‘rtud ”
tales tčrminos es la primers dificultad por resolved Este srntido del honor fu nciona dc manera si-
en esie capírulo. Cua)quier solució n del problema milar al deì deber. Ambos reflejan la ìuz de la
debe considcrai los vínculos que unen a1 indivi - concicncia. Los dos opcran a travćs de una
rcsolu- duo con la comunidad. así como las normas que ció n interna de la voluntad dc hacer lo que
la ra- determinan el aprecio que cl individuo se tiene azó n considers correcto en dçterminado
raso.
sí mismo y cì que lc guardan sus semcjantes. Am- Gencralmenic, cl dcbc r implica obligacioncs
bos, honor y fama, pateren impLcar aprobariõ n hacia otros, pero el scntido del honor pucdc con-
pú blica, pcro la cucstió n que s¢ plantea cs st )os ducir a un hombrc a actuar en cierta forms aun-
dos prcsuponcn las mismas causas c iguales opor- que no beneficie a nadic mă s. A fin dc
coriscwar iunidades dc estimz sxiai. el respeto dc sí mismo, dc be ztenerie a la
norma Un criterio afirma que el honor no es algo que dc conducta que sc ha trazado . En consccucnria,
cl hombrc posca en sí mismo, sino que ìo recibc una persona pucdc scntirse avergonzada por obrar
de otros. El honor se otorg•. Un individuo se con- o pcnsar dc mancra qur no daíie a nadic o que ni
sîdcrará deshonrado si los dcmá s no le de- siquiera łlcgue aÍ conocimicnto dc los demá s
El mucstran un r¢speto que roncuerdc con aquel sentido dc la vergíirnza le atormenta por no
ha- que ćl mismo se ticnc. pero la evaluarió n dc sus berse mosrrado a la alt ura dc su propio ideal .
por scm¢jant¢s scrś hzstg tierto punco indcpcndicnt• un comporiamicnto desleal hacia sus propias ron
- dc lxs normxs con que sc midl a si mismo, Dc. ccpcioncs dc to que rs‹á birn y cs corrcrto.
pcnderź dc la rćlació n que haya ncablccida con El scncido drl honor y cl dcl debcr dificrcn
ade-
cllos, en ‹ćrminos dcl podcr par ćl adquirido y dr măs en otra zspc‹to. El drber presupomne la . Lz
las ncrcsidadu dc sus scmrjantcs. Virtud v dcbrr cscncia dc la Ieț' cs la universalidad . Ei scntido drl
—ronsidefaciones de bien y mal, jusio e injuno deber, por to ianto, lleva al hombrc a reaÍizar
— no cntran en csta conccpció n dcl honor. Lz lo que se cspcra dr ćl, mgs no só lo dr ćl, ya que
disiin- cidn entre honor y Namz cicnü c a no cs dlstinto de ios dcmă s par lo que respects a
dcsaparcccr cuando el honor reflcja la opinió n los preceptos de Iz ley. En contrzstc, cl senfido
dc la comuni - dad, basada en la utilidad dr1 honor prcsuponc que cl individuo rcnga
polítîca mls que en la valía moral del hombrc. roncien rzò dc la virtud en si mismo. Lo obliga
en con‹ien -
92 HONOR
cia a mostrusc a la zltura de la imagen que se for- y hastn posiblemente ruin e innoble, obtiene ho-
ma de su propio cará cter. riores al simular con habilidad la posesió n de
Sin respetarse a sí mismo, un hombre no puede cualidades admirablcs.
tener sentido del honor. En los grandes poemas Parece apropiado considerar la proporció n enttc
má gicos, el héroe que se deshonra a sus propios el valor intrínseco de un hombre y cl honof que
ojos pcrccc espiritualmente al perder el respeto recibe. La distribució n de honores plantea cucs-
que se tiene a sí mismo. Vivir físicamente después tiones de justicia; en realidad , se considera que
ei sería un destino peor que la muerte corporal que uno de los principales problemas de la justin j3
generalmente simboliza el trá gico final. distributiva. Para aquellos que mantienen quc
El sentido en que un hombre puede honrarsc o honor y fama son totalmente distintos en princi-
dcshonrarsc a sí mismo es mu y afín a la manera en pio. estos problema son señ al clara de su
diferen. que puede ser honrado y deshonrado por otros. cia. La justicia no requiere que la fama sea
ptopor- Ambos implican el reconocimiento de la virtud o cionada a ra viriud. Aunque en cierto sent
ido la su violación. Empero, difieren en esto: el honor fama puede no ser mcrccida, las cualidades de
personal de un hombre es una consecuencia inter- una persona que justifican la fama son de un or-
na de la virtud e inseparable de ella, mientras que den diferente a los que deberían recompensar el
el honor pú blico conferido a un hombre es una re- honor. La falTla pertenece 2 IO grande, lo sobresa-
compensa exterior de la virtud. No siempre ob- liente, lo excepciona:l , sin insideració n por la vir-
tienen reconocimiento quienes lo merecen. tud o el vicio. La in Narnia no es menor fama que
la No puede haber separació n entre lo que una buena icputacibn . El gran pícaro puede ser tan fa-
comunidad juzga honorable y lo que considera moso como el gran hcroe . Al exist lf Cn la rcputa-
vicioso o excelente como prendas de la mente o ció n de un hombre. sin que se consideren su ca-
cl cará cter. Mas de esto no se sigue necesoiamente rá cter o realizar iones, la fama no se cmpañ a, al que
el hombre virtuoso recibirá siempre el honor contrario dcl honor, cuando es inmefecida. Por la
que se le debe. El honor pú blico puede ser un de- misma razó n, sin embargo, la fama se pierde a
sacierto, ya sea que haya sido corifcrido sin mcrc- menudo de la misma manera fortuita en que se
cimiento o injustamente retenido. Tolstdi lamcn- adquiere.
ta la injusticia del honor otorgado a Napoleó n y cl La distinció n entre honor )' fama no es reconoci-
dcshonor en que se tenía a Kutuzov. “Napoleó n da por aquellos que ignoran el mérito como con-
—escribe en M ,g«e« fe por—, ese íntimo ins- dició n del elogio. Maquiavelo, cuyo nombre mis-
trumcnto de la historia, constituye un tema ina- mo ha venido a convertirse en sinó nimo de cnga-
gotablc de exaltació n y entusiasmo . A sus ojos(de ñ o y pcrfidia, sitú a la fama en esa triada de
bienes los rusos] es •grandc•. (Có mo] parangonarlo con mundanos que el hombre desea sin límite y
sin re- Kutuzov, que desde principios a fines de 1812, lació n con lz justicia. Si cl propó sito de lz vida
es desde Bofodino a Vilna, no fue desmcntido una progresar en el mundo , dineto. fama y poder son
sola vez con palabras ni con actos, que es un los principales símbolos del éxito. Este no se
con- ejemplo sin precedentes de la abnegació n má s ab- sidera menot si un hombre adquiere el poder
gra- soluta y que con rara claiividcncia presten te en loscias a la usurpació n o lo obtiene por medios
acontecimientos que se suceden a su alrededor la execrables má s que honrados; lo mírmo sucede
si importancia que tendrá n en lo sucesivo. Los histo- se hace famoso mediante trapaccrías o mentiras
y riadorcs presentan a Kutuzov como un ser inrolo- falsea cuanta forma de grandeza la gente tiende a
to, digno a lo sumo de conmiseració n, y hablan elogizr.
con frecuencia de él con un mal disimulado senti- Dado que se ronsidcta moralmente neutral, la
miento de vergü enza. ” fama reemplaza al honor en las discusiones de
Kutuzov fue honrado hasta cierto punto en una aquellos que miden a los hombres segú n su éxito,
cpoca posterior , al condecorá rselc con la raramen - en lugar de hacerlo por su virtud, cumplimiento
te otorgada Orden de San Jorge. Un honor po- del deber y felicidad. Al set moralmente
neutral, siblemcnte mucho mayor fue el que recibió des- es el término que utilizan los que
desean juzgar, pues de su muerte. cuando Tolstó i lo consagró no a los hombres, sino a la
impresió n que causan. como uno de los hcioes de de gcerro la Jaz. A Lo que cuenta es la
magnitud de esa impresió n .
veces el hombfc viriuoso o verdaderamente hono- no su correspondencia con la realidad.
rable, por vivir en una sociedad depravado, muere Lo opuesto de la fama es el anonimato. En el
sin haber sido objeto de honor en su propio iicm- universo moral de Dante, ú nicamente los indifc -
po, para sello ú nicamente por la posteridad . Y rcnres, al borde del infierno , son totalmente anó -
aun puede que sea deshonrado por una s‹xiedad nimos ; ni buenos ni malos, carecen de nombre y
que menospiccia la virtud. A veces, también, un fama. Al haber vivido “sin merwci alabanza ni
hombre de carácter v realizaciones insignificantes. vitu Oerio”, "el profundo infierno no puiere reci-
HONOR
br rlos , por la gloria que ton ello podrían reportar que en sí no es digno de rlog io, que si éste prorc -
los dcmEs culpables ” . Ellos solos no logrflFOfl fe- de de aquellos cu ya falta de vitt ud l os de.sra l
ifica ma. El honor y la gloria pertenecen a los bicna- para otorgzflo con honradez. El virtuoso no se afa -
ventufados ; pero los condenados en los fosos dcl nará tras la fama ni se séntir fi infeliz por no po-
infierno. por ra memoria de oprobio que dejaron secrla, pues ella, al igual que el placer o la ri -
z los hombres, son recordados no menos, y por lo qucz a, puede ser disfrutada tanto por malos r omu
ianto tienen igual fama que los santos en el cielo . por buenos, y descanse por malas al igual Quv Que
los hombres normalmeiue desean la csti- buenas razones. o lo mismo por el camino clrl mat
maci6n de sus semejantes parccc ser indiscutible. que dcl bien. La virtud , scgú n los moialistas . pro-
Una sociedad de misfintropos que se desprcciaran tegc al hombre de 1s scducciones del dinrro, la
rntrc sí es tan inimaginable como una economía fama y cl poder , cosas por las que los hombres no
de m íseros. La naturaleza snrial dcl hombrr re- d isciplinados cn la vi rtiid parecen tener un in
mo-
qu ic re s impa tía y compañ erismo, amor y amistad , dcfado deseo .
v rodo ello implica cierto g rado de aprobació n ba - El heroísmo se examina cn el capítulo ded icado
sado en el conorimic nto o la comprensió n . Con- al ’' va)or ” . Aqu í ú nicamen te se trata al hcroc
por
forme a eterna teoría , el iipo m is elevado de amis- lo qur rrspccti a la estima de que goza entre sus
tad surge de la adm irat ió n mu eua , del respeto de semejantes, como símbo lo dr g rande za humana
y un hombre por el ot ro. El viejo proverbio de que objeto de admiració n
“entre ladrones también hay honor ” indica que Horior, fama y gloi ia se combinan en diversas
aun los malhechores tienen cl deseo dc conservar proporciones para constit nir las hcroicas fig uras de
la aprobació n de aquc J los ton qu icnes corñ parten la aritigíicdad cl á sica: honor. dado que ningu no
una vida e n comú n . dc¡a de tener alguna virtud y czbz cual poder a1
Pero , ¿es que esta aspiració n a ser apreciado por menos determinadas virtudes en grado notablc :
1 os demá s nace del deseo dc honor o de fama ? fama, porque son grandes ent re los hombres .
des- t Introduce algú n nuevo factor en Ía concepció n tacados y muy conocidos , semejantes a los diosrs
de felicidad cl que se diga que los hombres no en su preeminencia ; y gloria , casi en el scnt ido
pueden ser felires sin honor o que no pueden ser ecoló gico, en la med ida en que los héroes celebra
- (clices a menos que sean famosos? dos por Homero son amados de los d ioses .
Aun aquel los que no distinguen entrc honor y No cs por mcro accideni e que la fi gura cent
ra1 fama son llevados por estas preguntas a discrimi - en las tragedias griegas rcciba el calificativo de
nar entre fama c infamia. Como ya sc ha hee ho ”héroe ' ' , puesto que , segú n el criterio de los ant
i- notar , famz e infamia son semejames, ya que am - guos, cl personaje trá g ico necesariamente de br
bas implican la notoriedad de que disfrutan lo corresponder a un gran hombre, un hombrr dr no-
so bresalicn te , lo excepcional, lo grande, sea bles proporciones. Si también t iene alguna falla
bueno o malo. Si lo que los hombres dcsezn es o defecto, ello es consecuencia de una fuerza
simplemente llegar a ser conocidos y gozar de una mal empleada, y no muestra de fÍaqucza indivi-
especie de ínmortalidad al vivir en la memoria de dud. Sus debilidades son las que se derivan de la
generaciones postcriorcs, cnton¢es no cabe duda comú n fragilidad de los hombres.
de que una nula reputació n servirá con la mismo En cl mundo moderno, cl heroísmo y lo hcroiLo
eficacia que una buena. Lo único que imponi es son más difíciles de identificar o dcfinit. Sr tiende
el tamafio de la reputació n y su vitalidad. Mas si cl a substituirlos por la noci6n de genio , al cunsidc-
afá n es de aprobació n o elogio, ú nicamente la rar z hombres excepcionalmente dotados. La gin-
buena opinió n puede satisfacerlo, y entohccs la ria se reconoce ronfusamentc y ¢1 honot ocupa un
cuestidn que se plantca cs si el objeto es la fama o scgundo lugaf , detrá s dc la fama. Esa parte dr i›
cl honor. ¿Qué es lo que Yago está pensando, en literatura que canto a los héroes —como, por
Otclo, de Shakespeare, cuando dicc: ‘Mi querido ejemplo , las tragedias de Shakespeare —, los ron-
senior, en cl hombre y en la mujer, el buen forma o mode la segú n las figuras lcgendarias, Las
nombre es la joya má s inmediata a sus almas“ ? grandcs novelas modernos, cquivaícntcs de los
Respuestas contrarias parcccn csiar detcrmina- poemas cpicos de la antiguedad, describen a
dxs pOr opiniones opuestas accr¢a de la naturaleza hombres y mujeres excepcionales sin idcalizarlos
y la felicidad humana. Aquellos que creen que la hxstl cl punto de darles estatura heroina. Una de
virtud es un ingrediente indispcnsabtc de la felici - estas novelas, R gurrra f« paz, de Toísiéii . sr
es-
dad, incluyen cl honor entre las “buenas cosas” a fucrta por restar importancia a la fama de ciertos
que cl hombre virtuoso debe aspirar por cl camino grandes hombres. No merecen éstos siquiera su
a
del bien. Aplicado al honor, esto parece qucfcr reputación por haber realizado obras de impor-
decir que cl hombre virtuoso no aceptará elogios cancia, mucho menos c] honor qu e se debr a los
por malxs razones, lo mismo si se trata de algo hombres verdaderamente grandes.
ca, no ofrecc pruebas só lidas frente a la teoría llcga al c!irnax en med io de un fulgor cnceguccc-
diametralmentc opuesta que sostiene que el alma dor, a l final d< ' 'El paraiso ” .
ha cxistido sicmprc y ha animado innumerables Conforme Dante asciende en el reino dcl amor ,
cuerpos. La existencia del cielo, el purgatorio y el donde cada expresió n está saturada de
bcnevolcn-
infierno como rrioradas sobrenaturales del alma ; cia y donde la caridad imprcgna todas las volunta-
cl momento, cl lugar y el cará cter del juicio final ; des, contempla la rosa mística dcl cielo gracias ar
la resurrecció n del cuerpo y la diferencia entre los reflejo de la luz divina.
cuerpos con que vuelven a unirse las almas de los Los santos, y en especial aquellos espíritus glo-
condenados y de los elegidos; cl gore de la gloria y riosos que lo guían en su progreso, se
transforman el dolor de la condenació n eternas: estos dogmas en tenues cspcjos de la visi6n
inefabte que ellos de la ortodoxia cristiana van má s allfi de los intcn - mismos contemplan.
tos puramente filos6ficos para demostrar la in- La cuestió n filosó fica sobrc la inmortalidad no
mortalidad del alma o para considerar su vida puedc dcsvincularse de los temas rclacionados
con
fuera del cuerpo. la existencia y la naturaleza dcl alma humana. Los
Los grandes teó logos pretenden algo má s que la argumentos en pro de la inmortalidad se apoyan,
exposició n escuela de los utículos de fe. La razó n al parcccr, no só lo en la realidad de una distinció n
plantea interrogantcs que el hombre debe tratar entre el alma y cl cuerpo, sino má s czactamcntc
de contestar en defensa de sus creencias, no mc- en la inmatcrialidad dcl alma .
diante pruebas sino eliminando dudas, anulando El carácter imperecedero de lo simple, o sea, de
posibles ohjeciones y haciendo de los dogmas algo lo que no tiene partes, se toma como premisa en
i nteligible , por má s que hasta los grandes teó lo- uno de los aigumeiuos má s só lidos para
demostrar gos reconozcan un impcnctra6le fondo de miste - la inmortalidad del alma. En su diá logo fi‹rd
ñ s , rio. El gozo dcl alma unida a Dios en beatííica vi- parte Plaró n de dos suposiciones. una. 9ue el al-
sió n rebasa todo entendimiento ; y los misterios ma es el pfiti‹ipio vital en todos los cuerpos ani-
del infierno son acaso afín má s impenetrables. mados, y dos, que dada su esencia inmaterial, el
La privació n del amor de Dios y de su presencia alma es necesariamente simple, porque ú nica-
divina causa un dolor espiritual comparable en in- mente los cuerpos son “compuestos” y, por lo
densidad só lo a la gloria de la contemplació n de mismo, “mutablcs ” .
» Dios dentro del luminoso círculo de su presencia.
El primer estado es de angustia infinita, de ator-
De la primera de estas suposiciones, cl argu-
mento prosigue en términos de lo que significa
mentadora frustraci6n y sentimiento de pcrdida ; para los cuerpos estar vivos o muertos . Só crates
se el scgundo es de infinita paz y descanso en la plc- apoya en ejemplos: ‘’Si alguicn os prcguiuara
ni bud. —dicc— qué es aquello que calienta el cuerpo,
Mas los teó logos afirman que los condena- no diréis que es el calor . . sino el fuego. . .O si
dos sufren penas corporales en el infierno, ademá s alguien os preguntara por qué enferma un cuer-
del dolor que supone la privació n. Si cl fuego del po, no diréis que por la enfermedad sino por la
infierno y las penas expiatorias del purgatorio no fiehre . “ Así, si alguno preguntara: “ ¿qué es
son mcras figuras dcl lenguaje, las preguntas qur aquello que infunde vida al cuerpo? ” , la respucs-
suscitan son de extrema complejidad. ra no será ' ’Ía vida” sino 'el alma. ” Como prin-
Dante pide que se comprendan sus dcscrip - cipio mismo de la vida, el alma “jamá s admitirá
‹ iones del infierno , cl purgatorio y el paraíso en la lo contrario de lo que ella misma es portadora ”, o
Dlvi’no co media, xsí en su significado est rictamc n- sea, que jamá s podrá concil iarse con la muerte.
te literal como sim6ó lico; pero explica en su pro- Por consiguirntc , el alma es inmortal.
pio comentario al poema que el sentido literal De la scgunda suposició n se desprende que el
cnt rañ a en si mismo uri simbolismo . En todo ca- alma es inmor rat , dado su cará cter simple , como
so. el poeta acierta mfis que el tc6logo en su em - ser in nia ier tal e inmutable . ” Podemos suponer
pe ñ o por hacer intelig ibtc lo que cn rigor cs ini- —dicc Só crates — que todo agregado o
compuesto maginablc . La serie de est ampas e n que czpta la es nat u ralmc n ic c apaz de disolverse, en la
misma
at mó sfera agobiantc, )a pcsantcz , cl fragor y las forma cii que !ogró integrarse ; mas lo que no es
sombras que se tornan cada vez mú s intensas a compurs c . !' solamente es , st es . d•br ser indi-
mcd ida que sc desciende en cl infierno, consigue sulublc . ” Cu:ttido rt alma deja el cuerpo , para el
mas en su prop6sito que el arigustioso clamor de mal ha sido motor y conducior, la vida en el curi-
los cotidrnados po ‹esa y ú str perecc como todo objeto material,
Con imá genes de vívida musicalidad evoca la pcro el alma s'ive, liberada ya de sus ataduras
trm-
» . rmcnia dcl ticlc ; pero en especial cs con poral«s ron cl cuerpo rn que se habil visto zpri-
símbolos de luz como Íogra zprisionzr lo invisiblr sionada, “Parte hacia el mundo invisible, hacia cl
' cn ccrminos de lo visible, exccg o acaso cuando *mbito dr lo divino , ii1IT)Oftal y raL itJÜ a). ' '
'» ! FtOIt1”ALI tJAD
El postulado que define el alma romo su bstan ma substancial del rucrpo humano , es asimismo
- cia simplc es critir*do por Kant. Aun ruando ad capaz de ex ist ir cn sí misma y ¢ Si mÍ5ff’lá COITIO 5i
- mitc que “un ser verdaderu mcntr simplc es im fuese una substancia simple .
- posiblc que no sea , Kant arguyc q ue cl alma
Dogmas de la fc cristiana son la resurrecció n
roJooi¢ii›/r —que para cl es el yo cmpírico o la
del ruerpo después dcl juicio final y el fin dcl
conciencia— puede carecer de grado en exten-
munfio, así como la subsistencia indepcnd)n tc
sió n, y en cambio posccf un mayor o menor g rado
dcl alma g partir dcl momento clc la muerte. En
opinió n de un tcó logo como Santo Tomá s de
naciones en su real idad ; y así “scf cada vez mc-
nos, en una serie infinita de grados inferiores ” . Aquino, toda prueba filosó fica de la
inmortalidad debe corro- borar ambos dogmas ;
En un peaje que se Ira hecho famoso, declara
una prueba que se apoyada en el postulado de
Atist6tel¢s que la mente , como fuerza artiva del
que cl alma posce una natura- leza afín a la de
pensamiento , “es scparablc , imposible , no
un á ngel (es decir , una subsianri a puramente
mezclado” : y al afirmar la scparabilidad del inte-
espiritual ), convert iría cl dogrria cris- tiano de la
lecto y la materia supone, al parecer, la inmortali
rcsurferció n dcl cuerpo en algo no só lo
- dad dc1 alma, al menos por lo que toca a su po-
ininteligible sino rontrario a la razó n .
tencia intelectual. “Cuando la mente queda libe-
Si el alma inmortal fuese una substancia inde-
rada de su situació n actual —escribe— aparece
pendiente y perfecta, no tendría necesidad algu na
tal cual es , y nada má s: sblo ella es eterna e
del cuerpo en la otra vida. Tendrá tal necesidad
inmor tal. ‘ '
ú nicamente si su naturaleza es la de una forma
Sin embargo, los comentadorcs á rabes de Aris-
substancizl , en pzrce inmersa en la materia y en ,
tó teles —y, en particular, Averroes— no en-
parte separada de ella. Entonccs, dados estos dos
cuent fan bases pafa hablar de la inmortalidad aspectos de su naturaleza, puede decirse no só lo
del alma individual. Los textos de A ristó teles, en
que ”el alma humana retiene su pfopia existencia
opi- nió n de aqué llos, sustentan la teoría de un
cuando está separada del cuerpo”, sino que posee
inte- lecto activo y i/wQ/e que no depende de la
asimismo 'una aptitud y una inclinació n natural
mente individual, sino que es principio
a unirse con cl cuerpo”.
cuasidivino del universo y que act ú a sobre el
La insuficiencia del alma sin el cuerpo y, má s
alma racional del in- dividuo, permitiéndole
aú n , la dependencia de la mente humana
pensar y entender .
respec- to de los sentidos y facultades corporales ,
Los postulados de Santo Tomá s de Aquino
plan - tean, como se ha visto , el inexiricable
apuntan en direcrió n rontraria . Contra la postura
problema de la existencia y las funciones del
avetroísta, Santo Tomá s arguye que si el hombre,
alma mientras esta separada deÍ cuerpo , desde el
entendido romo un individuo, es capaz de pen-
momento de la mucfte hasta cl de la resurrecció n ;
sar, entonces toda la fuerza indispensable para
c incluso po- nen en tela de juicio la validez
ha- cerlo debe encontrarse asimismo en la
filos6fica dcl razo- namiento de Santo Tomá s:
naturaleza individual. Desde cl momento en que
¿se propone acaso de- mostrar la existencia real
cl pcnsa- miento implica nociones universales, y
del alma fuera del cuer- po, o se pretende
que las formas universales son concc bibles só lo
simplemente sugerir tal posibi-
fuera de la materia, el intelecto, capaz de concebir
lidad? Mas son precisamente los hechos que plan-
y enten- der abstracciones, tendrá tean el problema los que toma Santo Tomá s pá ra
necesariamente que ser inmaterial. El poder explicar la forma en que tiene lugar Ía re-unibn
intelectual no opera a través de un ó rgano milagrosa del cuefpo y el alma.
corporal como en el caso de la nutri- ció n, que Los argumcntos cu pro y en contra de la
funciona gracias al aparato digestivo , o como cl inmor- talidad considerados hasta este momento
poder de la vista, que sc sirve del ojo. El cerebro , se esgri- men en forma de pruebas o
en otras palabras, no es el ó rgano del en- refutaciones de cará c - ter concluyente. Sin
tendimiento o del pensamiento, sino má s bien , embargo, por otra parte, to- dos. excepto u no,
junto con los ó rganos externos de los sentidos. cl son teó ricos o especulativos en
ó rgano material de la percepcidn , de la memoria cuanto está n basados en observaciones, su post -
y de la imaginació n. ciones c inferencias acerca de la natuialc za de las
El postulado de la inmortalidad dcl alma hu- cosas: forma y materia, á tomos y substancias , cx- 0
mana prosigue entonces con la premisa de que tensió n y pensamiento , cuerpos inertes y org3nis-
aquello que puede act mar fuera de la materia mus viyos. La sola excepció n es cl argumcn u fríe - §
puede existir ú nicamente fuera de ella. De ahí tico de Kant , basado en la necesidad motal de
que Santo Tomá s conclu ya que ”el alma humana.
una vida inmofta(.
1 lamada mc nte o intelecto , es algo incorpó rco y
Existe un argumento má s, expuesto sin la pre-
subsistentc ” . La atribució n de su bsistcncia al
tensió n de constituir prueba alguna, y que se
alma humana sig nifica que aun ruando es la for-
plantea como una apuesta entre altcrnat ivas
igualmente desconocidas: la vida eterna cl olvi-
IHt4ORTALtDAD
Quienes sostienen la existencia de la junicia y es una ‹ucstió n de drbcr \' drudz. Les lzzus dr
la ley naturales hablan de los derechos
naturales romo algo no conferido al individuo
por cl esta- do, sino inherente a la
prrsonalidad humana. Al no ser creació n dcl
estado, cste no pucdr destruir ialts derechos. Si
un gobierno iransgredc los de- rechos
naturales, niega su propia razó n de ser.
Por su pan c, aquellos que nirgan los derechos
naturales parecen de normas para juzgar
cu*ndo 1w• gobiernos violan los derechos e
invaden las li- b•rrtadcs del hombre. Si se
considera que los hombrrs no tienen má s
drrcchos que los otorga- dos por los
gobernantes. el podef absoluto que e jctccn
cstos no pueden ser denunciado como ti- rá nico
o dcspó tico .
El significado de la justicia nat ural puede exa-
minarse aparte de las fiistinns interpretaciones
del llamado “estado natural ” . Sin embargo,
aun aquellos que no conciben el origen de la
sociedad políiica como una iransici6n a partir drl
cstado nar ural, :ipelan a un principio de la
justicia natu - ral. Este principio parte ser pane
integrante de la ley natural. .\ ›'eccs eÍ enunciado
del primer pre- cepto de esta lc\ es “ Busca el
bien: evita cl mal ” En otras ocasiones consisic en
“Haz eÍ bien a otros, no perjudiqucs a nadie, d4 a
cada quien lo que le corresponde”. En esta
segunda formula- ció n, la ley natural puece ser
idéntica al prccepto
XC J USt IC ld . Á CClOtlCS (Cg lt t ff't ILS —O J Il S t its— 5Ofl
las que sin'en al birn comú n o al bicn de otros: la
ilcgítimzs —o injustos—, son las que perjudican
a otros o defraudan a la suciedad.
Los leyes que sirx'en al bien comú n son
justas: las que sin en a los intereses privados de
los furi- a ionarios gubernamentales , injustos.
Este signifi- cado de la justic ía debe ser valedcro
tanto para los ciudadanos en general —todos los
miembros de la piedad—, como para los que
dcscmpcíian u ocupan cargos especiales en cl
gobierno.
Ya sea que se enuncia en términos dcl bien de
otros individuos o deÍ bien general de la comuni-
dad (doméstica o política), esta forma de enten-
der la justicia pared c considerar las actiones de
un hombrr segú n ala ian al bicncsto, no de él
mis- mo, sino de otros. Haccf cl bien a otros o no
per- judicalos, como asunto de estricta justicia,
es sirnplrmcntc pagar la deuda que cada hombre
t ic nc con su se rric jítri te .
En consecuencia se planea unz discrepancia
de opinionei cn cu amo k la adecuar ió n de la
just iria para establecer la paz )' la armonía en la
sociedad. A lguuos en ritorrs parrccn prtisai qur,
al obtc ncrsc la just icia prr cx te, er logrará la armonía
no menos pcrferf a dr una n t›Ititud ü r •cIumzdrs
en lt bfC arciú n . Otfos cotisidcr an que la just iria
es
ngECSaria pero insuñ t im tr. picL is4fJ\cnt r porqur
arrioc y zmis‹ad unen a los del principio de igualdad, ya que existe una
hombres, mientras qu« la equivalencia de tipo proporcional cuando se da
justicia simplemente más a los que más merecen y menos a los
gobierna su intcra‹rió n. Lo demá s.
que los hombres hacen La justicia se divide a veces en econó mica y
uno por e! otro a im- política, ya sea que la equidad c igualdad atañ an,
pulsos de la generosidad por una parte, a la clase de bienes que origina la
del amor, excede con fuerza de trabajo o, por otra, z la posicifin de los
mucho los mandamientos hombres en cl estado. La diferencia entre
de la justicia. De ahí que se estos dos tipos de justicia parece depender , en
apelc a la piedad y a la gran me- dida, de la cÍasc de transacció n a que
caridad pza ate- nuar los se aplica el principio de justicia. Las dos formas
rigorcs de la justicia o aun de justicia
hacerla a un lado. “El —los modos de igualdad y equidad— pucccn
poder terrestre —dcclara subsistir sin cambio . Los problemas especiales
Porcia eri El mercader de de la just iria econó mica se examinan má s
Venecia. de Shakespeare— detallada- renee en los capít mos “Trabajo ” y
se aproxi- ma tanto como es Riqueza”. En cstc texto se consideran ú nicamcntc
posible al poder de Dios las genera- l idadrs y espcciaJmrntc aquellas
cuando la clemencia relacionadas con los punros principalcs de la
atcmpera la justicia”. teoría dc la jusi icia.
El precepto “dar a los Aunque Karl Marx no interviene cn la contro-
demá s lo que lcs corres- versia accrca de la justicia natural, parece
ponde” se lee bajo una luz compai tir la opinió n quc considera a la justicia
diferente cuando se como una norma universal quc no se deriva de,
considera el otro aspecto de sino que má s bien mide , las instituciones
la justicia, Si lo justo se humanas.La expre-
concibe como lo equitativo,
la imparcialidad a que
todos tenemos derecho se
apÍica, no al benc- fi‹io y
perjuicio en gcnetzl, sino al
intercambio y
distribución dc bienes y c•
g^ íCuá l es, empcro, cl
principio de un intercambio
o de una distribu-
ción equitativos ?
En 11s transacciones
comerciales, lo equitativo
parece requerir el
intercarribio de cosas
equivalen- tes en valor. La
norma de ”ojo por ojo y
diente por diente’ es otta
expresió n dcl principio de
igualdad como criterio de
castigo equitativo o jus- ta
compensació n. En la
distribució n de honores y
recompensas, la equidad
entre iguales exige que
éstos sean tratados
indistintamente, y que los
que son diferentes en
mérito reciban pattcs desi-
guales. No todos deben
compartir en las mismas
proporciones distribució n de
rrierccimientos a los que se
han hecho acreedores en
forma desigual. El
tratamiento diferente de los
desiguales, sin em- bargo,
sigue derivando su equidad
102 JUSTICIA
ibcn d y ley, libertad y justicia, libertad e igual- que ser examinada la vida pasada de los pueblos y
de ecos términos de la humanidad? : ¿como resultado de la activi-
origina que se pierda de vista el significado que se dad libre o de la actividad no libre de los
confieren mutuamente al asociarse. Unas cuanto hombres? He iquí la pregunta que nos presente
la preguntas sencillos pueden ayudar a restablecer su historia.”
significació n. json libres los hombres cuxndo sus Los problemas tradicionales de la libertad pare-
acciones está n regidas por la ley o la coerció n? cen enunciarse en estas preguntas. Si se considera
;Consiste 1¢ libertad en que el hombre hagx lo el hecho de que la mayoría de ellas. si no todas,
que le plazca o esté dentro de sus posibilidades, o provocan diferentes respuestas, puede suponeise
la justicia requiere que se abstenga de perjudicar a que existen tantos temas bá sicos como preguntas
los demá s? ¿Puede existir la libertad aparte de la hay de esta clase. Mas la respuesta a determinadas
igualdad y tal vez también de la fraternidad? preguntas presupone contestaciones a oiras. Ade-
Ottas pteguntns acuden inmediatamente por sí má s, el significado de libertad, o de independen-
solas. jAcaso no asegura la ley la libertad de los cia, no es cl mismo en todos las preguntas que x
gobernados ? ¿Es indiferente para la libertad que han planteado. Ciertas respuestas que parecen
in- la ley o la constitució n sean justo.? ¿O se tmtn de compatibles pueden no serlo cuandO SC R]3fCcia
el una cuestió n sin importancia porque el gobierno significado gire implica su fomulació n. Es neccsz-
en sí constituye un impedimento para la libertad? rio, en consecuencia, hailar las raíces de las
distin-
¿Aumenta la libertad en la medida en que las fa- tas doctrinas de 1s libertad, a fin de separar
las cultades dcl gobierno se reducen, y llega a su ple- cuestiones verdaderas de los conflictos verbales.
nitud con la anarquía o cuando los hombres viven Los historiadores describen la tradicional lucha
en estado natural? de los hombres y de los estados por la libertad o
la
Y, sin embargo, ¿no se dice que ciertas formas independencia. Ln historia, como desarrollo del
de gobierno son apropiados pam el hombre libre y espíritu, no comienza, segú n algunos, sino des-
otras incompatibles con él? jTienen todos los pués de la aparició n de esn lucha, y alcanzará su
hombres derecho a la libertad o só lo algunos? punto culminante cuando la libertad haya sido
;Son ciertos hombres esclavos por naturaleza y conquistado univenalmentc. Mas, aunque la li-
otros libres? ¿Quiere decit esta diferenciació n que bertad es su producto, la historia, conforme a
esa hay igualdad y desigualdad a la vez en la nnturale- misma opinió n, no es obra de la libertad,
sino re- za humana y que, como consecuencia, debe haber sultado de una inevitable scrÍe de
acontccimien- igualdad y desigualdad en la posició n social y el tos.
tmtamiento? ¿Qué implicaciones tiene para la Ottos pensadores opinan que cl hombre estár en
ley, la justicia y la igualdad la distinció n entre so- libertad de labmr su destino. y consideran los
ciudades lÍbres y comunidades dependientes, es grandes crisis de lz civilizació n como puntos
ctu- decir, sometidas? ciales en los que hombres íibres, es decir , hombres
Como apunta Tolstó i, la variedad de preguntas de libre albedrío, ejercen su libertad de elecció n
que pueden hacerse sobre la libenad indica la di- para bÍefl O Qitfa rrial. ”Tanto si hablamos de lx
versidad de temas o ciencias en que los problemas emigració n de los pueblos como de los bá rbuos,
o de la libenad se plantean de modo diferente. de las ó rdenes de Napoleó n lil, o dcl acto
recién “¿Qué es, pues, el pecado, cuyo concepto deriva realizado por un hombre y consistente en
elegir de la conciencia de la libertad humana? He aquí un camino entre los vurios que se presentan
ante la pregunta que plantea la teología. . . ¿En quc fil, no veremos en ningú n caso la menor
contmdic- consiste. pues, la responsabilidad de un individuo ción” entre libertad
y necesidad, declara ante la sociedad , puesto
que el concepto de la res- ,Tolstó i. “Ocurre con frecuencia —agrega— que,
ponsabilidad dimank de la conciencia del libre al representamos la libertad en sus diferentes gra-
albedrío ? He aquí la pregunta que formula el de- daciones Asia se nos aparece distinta, segú n el
rrcho. . . ¿Qué es. pues, la conciencia y la ohscr- punto de vista desde el cual examinamos los fenó -
vanciz dcl bien y dcl mal en los actos que dims- menos; pero codo acto humano se nos presenta
nxn dcl reconocimiento de la libertad? He aquí la siempre como una mezcla de libertad y
necesidad, pregunta que nos hace la ética. . .(Có mo tiene y en todos los casos cuanta mts
libertad advcrti-
106
LIBERTfiD
107
mos en un acio, menos necesidad descubrimos en de autonomía que no puede ser atributo de las co-
ct, ? viceversa”. sas finitas.
En consecuencia, ni la necesidad, que fluye de La identificación de independencia con infini-
las leyes de la materia o dcl espiritu, ni el imper- rud no se extiende al dominio de la libertad
t urbab!e destino, determinan la dirección dc los política. Sin embargo, en un respecto existe
acontecimientos. Aunque los tcólogos afirman analogía. Autónomo es lo que en sí mismo es ley y
que todo lo que ocurre ha sido prcvisio por Dios, no admite autoridad superior. Los estados libres e
también dicen que la divina providencia deja al independientes no tienen poder infinito. Hay
mundo lleno de contingencias y al hombre en li - siempre la posibilidad de que scan subytigados
beriad de actuar en medio de ellas. por otra nación y rcducidos a las condiciones de
La palabra libertad tiene otro significado —el una dependencia. Mas, aunque sti poder dista de
de elección libre o libre albedrío—, que concierne ser infinito, no reconocen otto superior. Ser sobe-
a cuestiones diferentes a las implicadas en la rela- rano es no aceptar órdenes dc nadie. Gomo la
ción del individuo con el esiado o sus semejantes. autonomía o soberanía es incompatible con la
Sin embargo, los interrogantes filosóficos sobre li- existencia bajo la ley o el gobierno humanos, la
bertad y nccesidad, o libertad y causalidad, así co- independencia de los estados soberanos tiene que
mo l u disqu isiciones tcológicas acerca de la ser anárquica, libertad de toda ley y gobierno.
autonomía del Ser humano en relación con Dios, Si se aplica esta concepción al hombre, es po-
no dejan de tener influencia sobre los probiema sible definir la libertad natura! por contraposición
de la libertad del hombre en la sociedad, sus de- a la civil como la independencia del hombre en
rechos y sus podefes. estado natural. Cuando así vivía, el ser humano
Las doctrinas fundamentales sobre la libertad gozaba de una independencia limit ada, puesto
cix'i1 difieren sin duda alguna, según la concep- que cada cual podía ser coaccionado por una
ción que contengan de la libertad natural. La li- fuer- za superior; mas poseía absoluta
bertad puede ser natural en el sentido de que el independencia en el sentido de que no estaba
libre albedrío forma parte de la naturaleza huma• sujeto a ley o go- bierno humanos.
na; o en el sentido de que la libertad es un de- En las argumentaciones en pro y en contra del
recho de nacimieiuo, un derecho innato e ina- libre albedrío, un criterio lo considera incompa -
lienable. También puede ser natural en el sentido tible con el principio de causalidad , necesidad na-
de que la libertad en estado natural se distingue tural u omnipotencia de Dios: y el ocro concibe la
de la política o libertad bajo derecho civil y go- libre elección como algo que se halla en el orden
bierno. de la naturaleza o de la causalidad, y conforme a
El esfuerzo por aclarar significndos exige que la providencia de Dios. No se considerarán aquí
se examinen dos palabras que ya se hari estas alternativas, puesto que cl tema ha sido te-
utilizado, hasta cierto punto, con sentido cerrado para el capítulo ' ‘Voluntad ' ’.
intcrcambiablc: “libertad” e “independencia”. Una cosa estfi clara, sin embargo, para la pre-
Este último tér- mino tiene connotaciones sente discusión de la libcri ad política. Si cl enun-
especiales, por lo que es equivalente a “libertad” ciado de que los hombres nacen libres significa
sólo en forma parcial. En sentido ncgativo, que el libre albedrío coristituye una propiedad de
independencia es libertad de limitaciones o de su natufaleza Nacional, entonces es evidente quc
sujeción a los determinaciones de otro. no pierden su libertad innata por cl hecho de vivir
Positivamente, independencia implica en una sociedad civil. El gobierno puede interferir
autosuficiencia y poder adecuado. Cuando se en las acciones del hombrC , pero no coattaf SU
habla de un hombre que goza de independencia VO- luntad. De ningún modo puede pasar de regla-
económica, se establece no solarricnte su libertad
da la necesidad y de la dependencia de otros. sino mentar la expresión de la libertad dcl hombre en
también cl hecho de que posee suficiente riqueza °°°'°"*° *•**'"
para satisfacer sus gustos y propósitos. Una breve Ln extensión del libre albedrío tampoco puede
reflexión, empcto, demostraré que tsta cs una limitarse por ley. Como se indica en cl capítulo
cuestión relativa. Resulta dudoso que el hombre o correspondiente, cualquier ley —moral o civil,
aun las naciones puedan disfrutar de absoluta in- natural o positiva— que dirija la conducta huma-
dependencia económica. La verdadera pregunta na puede ser violada. El hombre está en libertad
en este caso es de carácter metafísico. ¿ Puede una de desobedecer y aceptar las consecuencias. Mas si
cosa finita ser absolutamente independi ciuc* La la norma es buena o justa, cl acto que la t ransgrc-
rcspuesta tradicional es “No” . Linicamente un de debe tener la cualidad opuesta. La libertad del
ser infinito en su perfccción y poder goza de libre albedrío cs, por lo tanto , moralmente indifc-
completa independencia. Dios posee la libertad rente. Puede ser ejercida para bien o para mal.
108 IJBERTAD
Los que conciben la ley moraì natural como civil como en estado natural. El que en realidad /o
enunciado dc los preccptos dc la vÎrtud o de los sea depends de la justiciı de las leycs que to go-
mandamientos del debar, que , ademâ s, const- bÎernari, y no de su nú mcio o de los puntos que
deran todo acto concreto que procede de lz tratcn. C rece de la libcrtad , claro estl, de heel
fibre elecció n dc la voluntad como bueno o lo que lc place sin considcració n por el biencstar
malo de otros hombres o el de la comunidad, mas
—nunca indiferente—, observan que la distin- ello, segú n la conccpció n moral de la lÎbcrtad, no
ciö n entrc libertad y liŒninzje u aplìca a cada sig- nifica una disminució n de ćsta. La pieide en
ae- to fibre. El significado de csta distinció n es ct la so- ciedad ú nicamcnte el que es menoscabado
mis- mo que el de libertad bien o mal emplesda. o mat gobernado , y cuando, siendo igual a los
Aú n mls, dado que no existe acto bueno que no dcmâ s hombrcs, no se le traia como a un igual; o
haya sido pfeKiito por oposició n a1 libertinaje, cuan- do, sicndo capaz de gobctnarst a sí mismo,
consists en hacer lo que manda ía ley moral. sc le niega voz en su propio gobierno.
Estas consideraciones afectan al problems de El significado de tiranía y csclavitud paiccc
la libcrtad política, especialmente pot lo que se con- fitmar esta concepció n dc la lib<rtad
re- fiere a si los á mbitos de la ley y la łibenad política. Ser esclavo es no solamcnte ser dirigido
sc hallan separados o incluso son conträrios. Un por otro, sino estar someiído al dominio dc
cri- terio, como hemos visto, cs que el dominio aqućl. csto cs, señ o- reado en bien de ese otro y
de la libertad civil queda fuera dcl teino de los sin voz alguna en su propio gobierno. Esto
actos normados por la ley. Quebrantar la ley implica, per c‹iniraste, que set gobernado como
puede her criminal licencia. pcro obedecerla es hombrc libfe requiem que Îa autoridad se ejerza
no scr libre. El á mbito de la libertad crece en la en su bcneficio y con su par- ticipaciõ n en
medida en que eÎ alcance o el rigor de la ley mavor o menor medida en dicho go- bicrno.
disminuyc. S¢ convienc gcncralmente en que los sú bditos
El criterio opuesto no considcra la libertad de un estado despó tico o totalitario, conttaria-
co- mo autonomía Jeofe a la ley. Todo lo que mentc a los ciudadanos de una democracia, no
impor- ta en la relació n entre libertad y ley, es gozan para nada de autogobiemo. En la medida
si csta ú lti- ma cs justa y si el hombrc es en que la libcrtad política consists en cierto
virtuoso. En caso dc que la ley sea justa, no oblig grado de autogobicrno , los sú bditos de un
rrà a un hombfe justo a hacer lo que no harfa per gobcrnantę absoluto caiecen de la clase de
hire elección aun en el caso de que la ley no libertad que po- seen los ciudadanos bajo un
cxistieia. Unicamentc el cri- minal es coartado O gobierno constitu- cional. Por csta razó n la
festringido por buenas leyes. Decir que Tal supremacía de la ley sc menciona a menudo
impedimento en la acciõ n destruye lz libertad, como el principio bä sico de la libcrtad políiica.
equivä łdría a negar la distinció n cntrc libertad y Donde la ley termina, la tirania generalmente
libertÎnaje. Esto no obstante, la libcrtad puede ser comicnza. Al ir má s allä dc la ley, el gobernantc
limitada por la ley. É se cs precisamente el rebasa la autoridad que sc le ha confcrido por
problems del hombre de bien que vive bajo le- con- stntimiento del pueblo ; ésie ts el ú nico que
yes injustu. pucdc haccr del hombre sú bdito de las leycs dc
A nivel sobrenaiuial, los teó logos enseñ an cualquier gobiemo. Pot esto , la ley sc considers
que la gracia de Dios ayuda a la razõ n a frecuentemente como un piincipio de libertad.
conformar los aeros a la ley divina, pero La constituciõ n otorga a los gobetnados la con-
tambićn que la graciu no llega a abolir la libre dició n de ciudadanîa en en propio gobieino.
elccció n por pane de la voluntad. Mientras el Puede iambićn proporcionarles medios lcgales
hombre perinanece en la Tierra, iiene libcrtad pari defender sus libertades cuando los
para pecar. Mas la gracia sobrenaturil, sumada a funciona- rios del gobicrno infrinjan sus
la naturaleia, eleva al hombre a un nivel mä s dercchos constitu- cionales. Esio pucdc lograrse
elevado de libertad espiri- tual dcl que puedc mcdiante una sepa- ració n de poderes. Un
lograrsc mcdiante la disciplina de las vinudcs sistcma de frenos y contra- pesos limits la
adquiridas. autoridad de cada nama de gobier- no y permits
Aú n mâ s elevada es la liberiad ú ltima de la que la ley fundamental sea aplicada
pro- pia bentitud. Vals la pena hacer notar que - por un depariamento contm otro, cuando fun-
cstz li- bcrtad tîltima consists en verse libre de
tener que elegir o de la necesidad dc elegir, mas
no en tener libcrtad con rcspecto a1 amot o la
ley. El hombre
no puede alcanzu otra libertad , cuando tiene consistir en que el hombr• p• de ser tan lİbre en la
ćxi- to con 1s ayuda divina. que la de somctersc sociedzd
volun- tariamente y por amor a la guía de Dios.
La significació n política de estas doctrines
mo- rales y teoló gicas dc la libcrtad , parcce
CiOflafios de este ú ltimo usurpan
poderes no es- tablecidos por la
constitució n o actú an, de cual- quier
otro modo, inconstitucionalmente.
En sentido opuesto a la tiranin.
sin embargo, el gobierno absoluto
ha contado con muchos defen-
sores, tanto en ćpocas pasadas como
contcmporź-
LIBEfiTfiD
ricas. Los antiguos planeaban la pregunta de monizació n de lis voluntades individuales que
si no sctia apropiado que un ser verdaderamente
su- perior, semejante a los dioses, de existir,
' hace que la libertad de cada quien sea compatible
goberna- se a sus inferiores en forma absoluta.
con lz de los demá s. En términos instimcionales,
Los súbditos de este gobierno sólo serían libres cl gobierno republicano, fundado en la
en el sentido de saberse gobernados pot su soberanía popular, con un sistema de
propio bien, tal vez mejor de lo que lo harían representació n. es pre- cisamente cl ideal
ellos mismos. Perderían, en cambio, esa político. porque da a sus ciuda- danos la
porció n de libcnad polítira que consiste en el dignidad de hombres libres y les permite
autogobierno . Frente a esta alternativa con alcanzar su libertad en cl autogobicrno.
respecto al gobierno constitu- cional, ¿cuál Kant se apoya ampliamente en 1s
debería ser la elecció n de hombres por conclusiones de Rousseau sobfe la libertad
naturaleza libres? Esta pregunta ha venido rc- política. Rousseau, sin embargo, abofda cl
pitiéndose z lo largo de la historia del mundo problema de la libertad de mñ flcfa ligeramente
oc- cidental. Adquirió perfiles apremiantcs en el diferente, con su nosa enunciado de que "el
siglo hombre nace lÍbrc y en to- das partes está
xx. con la aparició n de los estados totzlitarios y encadenado” . En seguida se plan- tea dos
las dictaduras militares y, en medida limitada, del preguntas: la primera, ¿qué es lo que legi-
es- tado benefactor. tima al gobierno? Y sc responde que una
La respuesta que dieron los antiguos no tuvo conven- ció n libremente acordada. Luego
ca- rá cter decisivo. Hay muchos pasajes, tanto en Rousseau se for- mula la segunda: ¿có mo formar
Pla- tó n como en Aristó teles, en los que se una mciació n “en la que cada cual, al mismo
describe el gobierno absoluto de un rey sabio — tiempo que se mantiene unido a los demá s, só lo
superior a sus sú bditos , de la misma mancta a sí mismo obe- dece y permanece tan libre
que el padre lo es a los hijos, o un dios a los como antes”? Este, di- ce, es ' 'el problema
seres humanos— como el ideal político. El fundamental que soluciona el roovaio tpol”.
hecho de que los hombres libres no lo sean má s
de lo que pueden seflo niñ os en un hogar bien La solució n implica má s que un gobierno re-
administrado, no constituye un defec- to pza publicano, la soberania populu y la
Plató n y Aristó teles. No parecen sustentar la participació n del individuo mediwte el voto y la
representa- ció n. Introduce el concepto de la
opinió n de que (a libertad czbzl es condició n
voluntad gene- ral, ú nica que prcserva cn
imprescindible del buen gobierno. Por el
ú ltimo ttrmino la liber- tad de cada individuo.
contra- rio, la justicia es para ellos má s
importante. John Stuart Mill corisiderz el problema desde
A partir del siglo xvhl surgió una fuerte ten- el ángulo opuesto. El gobierno constitucional y
dencia en direcció n opuesta con cl pensamiento las instituciones representativas son condiciones
político de Locke , Montesquieu, Rousseau, in- dispensables de la li1›ertad política. Mientras
Kant, los constiiucionalistas estadounidenses y que Aristó iclC5 Juega a la dcmoctncia como el
John Stuart Mill, entre otros. El autogobicrno tipo de institució n má s favorable para la
vino a ser considerado como la esencia del libcnad, ya que ototga igualdad de ciudadanin a
buen gobierno. No cabe duda de que fue el todos los hombres ruidos libres, M’dl aiguye en
simbolo de lo que los escritores dcl siglo favor del
xvn¡ l1zmzron un ”gobierno libre”. Nacidos sufragio universal para dar igual liArtzd a todos , ’,
para scf libros, se afirmzba, los hombres no los hombres, puesto que todos nacen iguales.
podían sentirse satisfechos con menos libetrad Só crates, sin embargo, describe cl estado de-
civiÍ. No obstante, cita tendencia, como se hizo mocrá tico como algo cercano a la anarquía por
notar má s arriba, se invirtió en lz prá ctica, si no la relajació n de las leyes y aun el completo
en la teoría, a comienzos de la segunda y la desorden. En tales circunstancias existirá lz
tercera decadzs del siglo xx. mayor variedad de diferencias individuales.
Ln concepció n kantiana de la sociedad humana Algunos lo considera- rá n como el mejor de los
como reino de los fines, en cl cual ninguna estados; para otros, en cambio, será uno en el
perso- na libre debería ser degradado a la que lz libctiad se habr* de- sarrollado sin
ignominia de ser un medio , expresa un aspecto límites a expensas de la justicia y el orden.
de la libtnad política. El otro se halla en el
principio de la ar-
Capítulo 26.’ MEMORIA € IMAGINACIÓN
1 10
111
cl aprendizaje consiste en rctotdar un conoti- acaso nunca llegue a rontcstarse z ciencia cierra
es miento no adquirido en esta vida: es por esto QUc sÍ cl animal puede discernir entre la imá genes del
la actividad de la memoria no podría ser, tomo se sucio y las que percibe en estado de vigilia. Por
la concibe habitualmente, cl rccuCrdo dc conoci - otra parte, filó sofos y psicó logos se preguntan si
mientos aprendidos en estl vid3. Para entender habrá alguna forma dC Ú isringuir con precisió n
Izs una dorttina en la que cl significado romú n dO las im agenes evocadas por el pensamiento ,
de la palabras se halla tan profundamente alterado , fantasmagoiía de los sueñ os.
srrá menester tal vez entender antes cl problema Aparte de las consideraciones sobtc la veruidad
que se propone resolver. o falsedad y la realidad o iffCdlldad de los
sueltos, Esc problema existe ú nicamente para quienes sus causas y naturaleza han sido temas de
perenne establecen una distinció n absoluta entre imágenes controversia en la historia del
pensamiento occi- sensoriales particulares y conceptos abstractos o dental. Así como
hay diversas teorías sobr¢ la ideas universales. Quienes niegan que la mcntr causa de
los suciios, hay también mú ltiples ín-
m capaz de captar txles conceptos no se prcocu- terpietacioncs sobrc su significado.
pan por explicar el origen de esa parte del conte- Cuando el sueñ o es atribuido a inspiració n
divi- nido mental que no es resultado de impresiones na, se le convierte en recurso proffitico o
adivina- sensoriales. En cierta forma, desde el exterior se torio , en un medio para predecir el
futuro o para producen la impresiones originales, y todo cl res- saber lo que Dios o los
dioses se proponen , o bien to del contenido mental —sus imagenes, rtcuer- se le
considera portador de avisos particulares a dos e “ideas complejas”— se deriva naturalmen -
una persona. En cl Antiguo Testamento y en las
te de las impresiones sensoriales originales. grandes obras de poesía c historia de la anti-
Contrariamente, quienes niegan que las ideas o gü edad , los sueñ os, sí como los oráculos, son in-
los conceptos sean imágenes de alguna especie , no terprctados como portcntos sobrenaturales y des-
pueden eludir el probiema de có mo concibe la tacan como valiosa fuente de profecía.
mrnte sus ideas. Una solució n del pfobl¢ma asig- Los autores modernos ven en la sensació n y
en na existencia a las ideas, entendidas como objetos la memoria las causas naturales que determinan
el intcÍigibles, y atribuye a la mente cl poder de tap- origen y el contenido de los sueñ os; pero, a
excep- tartas por intuició n directa. en idéntica forma en ció n de quienes gustan de soñ ar despiertos,
no que los sentidos captan íos objetos sensibles. creen que en los sueDios intervenga mayormente
el San Agustín alude a lo “que conocemos dentro deseo . Si la extraordinaria intuició n de Ffcud
de nosotros mismos sin imá genes” . AI pensar en sobre este particular es corroborada por las nume -
nú meros, pot ejemplo , “no son sus imá genes las rosas prucbas que reú ne en su libro Dic Traum-
que están en la memoria, sino los nú meros en sí' ' . deutvng (1899: R interpretmióu de los sueños),
Pcnsaf sin imágenes —en abstracto— es al parecer entonces lo reciente del descubrimiento puede re-
un acto que se presenta a menudo en ciencias sultar más extraordinario aú n que la misma teoría.
como las matemáticas, la metafísica y la teología , fista no dice que cl contenido de Íos sueñ os
estc en las cuales lo concebiblc puede ser inimagi - determinado simplemente por los deseos.
Cuan- nable. Los temas dr estudio propio de estas cien - do Edipo confiesa a Yocasta su temor de
que, al
cias exigen del pensador que se las ingenio sin tomarla por esposa, inconxientcmcntc d‹spoiar
imá genes memales, o como apunta Santo Tomá s a su madre, ella le dicr que no tema, puesto
que de Aquino, que “se eleve por encima de su ima- “a muchos ha ocurrido eso mismo en
sueñ os” . ginatió n “ . De ser ése cl caso, tales sueltos caen fuefa de la
in-
Normalmente, el pensamiento y el conoci - ierpretació ri que proponc Freud. Si hay quien
miento humanos constituyen un proceso en et sufra del llamado 'complejo de Edipo” , que
su- que se combinan cl intelecto y los sentidos, la pone la presencia de un dcseo inccstuoso
rcpiimi- imaginació n y la rató n, pero hay vetes en que, do, la expresió n de tal deseo en el
suefío no seria aun en el hombre, la imaginació n puede estar ac- la de satisfacerlo
tiva sin que intervengan cl juicio o el raciocinio Por cÍ contrario, lo que Freud sostiene acerca
Segú n parece, Íos animales se dejan llevar en gfan dcÍ simbolismo de los sueltos es que fistos, tal
parte por la imaginar ió n, mas cuando en el ser como se recuerdan, no son la cosa en sí, ni
mutho humano esta facultad suplanta al pensamiento , menos, sino un substituto muy
distorsionado. los resultados suelen set pasió n, sopor o enfermo - Subyacente al
”conocimiento manifiesto dcl dad. sueiio ” , como él lo llama, y que corresponde a
los Los sue rios son al parecer un caso en el que lz imágenes oníritas propiamente dichas, csi*n “los
imaginació n se presenta divorciada dcl juicio o del pensamientos latentes del sueñ o” , que se mani
control de la razó n. Suele suponerst que los ani- ficstan distorstonados por la intervenció n de una
males también sueñ an, pero una pregunta que 'ccnsura”, la eua( impide cl paso a los impulsos
114 HEHORI A E IMAGINACIÓN
do para construirlo i es decir . los recursos de la tela de araíia o la presa del castor y los productos
na- turalcza y los que son innatos al g¿ncro de la industria humana, tales como ropas y rasas.
humzno. Si tOdOS SOITIOS 5efe5 flatUfalCS, y Si
ftUC5tfaS aCtiVi- dades est á n determinadas por lo
que somos, ¿por g
que no son la aries y las ciencias, cl desarrollo R diversidad característica de los productos de lz
de razó n, en contrastre con la uniformidad de los
las instituciones políticas , cl cultivo de los seres que proceden de los instintos, es signo ncquívoco
de la presencia del libre albedrío.
humanos a traves de la educació n y la El concepto de la naturaleza que implica una 9
experiencia
—todo esto fruto de la rivilizació n— ian natura- separació n entre lo neural y lo hecho por cl
les como una piedra que cae, como un bosque en hombre depende de la idea que se tenga dcl s¢r é
todo su esplendor o como una colmena ? En una humano. Las controversias suscitado respecto de
palabra, ¿por quc ha de existir un contraste entre la diferencia entre el hombre y otros animales
las obtas de la naturaleza y las del hombre? —especialmente por lo que se rcfiefe a la libertad
Esta pregunta trae consigo uno de los proble- humana considerado en capítulos tales como
mas fundamentales y tradicionales dcl estudio “Hombre” y “Voluntad”—, está n íntimamente
fi- losó fico de la naturaleza. Quienes defienden relacionadas con el problema de la naturalidad de
la validez del contraste , lo hacen en razó n de las cosas hechas por el hombre.
una ca- racterística especial de la esencia Sc ha considerado hasta aquí la idea de la natu -
humana. Si cl hombre obedcciese exclusivamente raleza que opone lo quc procede de ella a lo que 1
es obra dcl hombre . Puede examinarse el concep-
a sus instintos
—si todo lo que hiciera fuese determinado por su
naturaleza, sin que pudiera efectuar elecció n al-
to de naturaleza, sin embargo, desde un punto de e
guna, sin que le fuera posible desviarse del vista teoló gico también . Segú n una opinió n tradi-
curso de lo natural—. no habría entonces cional, lo natural no se opone, sino má s bien se
diferencia al- guna entre lo humano y lo natural. identifica, con la obra de Dios. Quienes conciben
El hombre, sin embargo. es esencialmente un ser cl universo como creació n divina y piensan que
racional que posee la libertad de elegir, Este libre só lo el Ser Supremo no ha sido creado, suelen uso
albedrío lo separa de todos los demá s entes, de el vocablo “naturaleza” con una acepció n
todos los efec- tos que tienen causas naturales. colectiva, para dcnotar todo lo creado en su
Eritre las dos características humanas menciona- conjunto, a la vez que de una manera
das anteriormente, la racionalidad y la libenad , es distributiva, con referen-
a esta ú liima a la que se otorga mayor importan- cia a cada tipo de cosa a la que Dios infundc el ser.
1-a teología cristiana ha interpretado de diversa
cia. El reino de lo natural está limitado por todo maneras la distinció n entre lo sobrenatural y lo C
aquello que se desprende del libre albedrío. natural ; pero ninguna interpretació n es tan fun-
Aun- que se suele considerar que la naturaleza damental como la que divide todo lo que es entre
es de cierta manera racional, sus leyes se lo que fue creado y lo que no lo fue. Segú n esto,
caracterizan por la uniformidad . Expresiones el orden de la naturaleza incluye no só lo cl mun-
tales como “la naturaleza no hice nada en vano’ ' do de objetos físicos y sensibles, sino también la
, “la naturaleza aborrece el vacío ” y “la creació n espiritual, representada por á ngeles y
naturaleza no actú a in- tcmpcstivamcnte” á nimas. Los seres inmateriales, empcro, no son
describen, si son interpretados de la manera más sobrenaturales que los corporales: también
usual, la invariabilidad de los fenó - menos los primeros han sido creados. Só lo Dios no Io ha it
naturales. sido .
Corno se puede observar, cl hecho de que la na-
turaleza sea racional de cierta forma, no contradi- En lo que concierne a la naturaleza, las doctri-
Ü
ce a quienes relacionan la libCft á d del hombre determinado
con su racionalidad y que, en consecuencia,
distin- guen tas obras humanas de todo aquello
que surc- de de acuerdo con los desigriios
naturales La dife - rencia entre la colmena y la
ciudad humana es, pues. clara: la primera es una
crearió n roarp/eran
»ieofr natural, un organismo social
nas ecoló gicas suelen presentar dos clases de raleza ; por sí mismas, sin embargo, son insufi-
problemas. El primero se relationz con la eficacia cientes para producir efectos naturales. La
de las causas naturales. El científico las considera segun- da clase de problemas concierne a la
suficientes para explicar los fenó menos de la natu- distinció n
en su totalidad por los instintos invariables de entre lo natural y lo sobrenatural, ahora no en tér-
lxs í:
abejas, y que siempre asume las mismas estructu- minos de lo que ha sido creado y lo que no lo
ras generales ; la ciudad , cmpcro, requiere de ha sido. sino en razó n de lo que sucede de
algo míos que cl deseo natural de los hombres. manera natural —o incluso pof czsuaGdad-
puesto cn cono ascc
que estos animales políticos se asocian en con lo que t iene lugar gracias a lz intervenció n di-
circuns-
tancias diferentes y establecen diversos tipos de vina en la naturaleza. ü
gobierno que se rigen por legislaciones variadas. Los milagros, por ejemplo , son sobrenaturales.
Se puede hacer una comparació n similar ent re la No son producidos por causas naturales o por acci-
117
dante: todo lo contracio, los te6k›gos los atribu- yen a la acen:n de li nstureleza o de lo natural. Cuando se discute
caumJidzd divino. que se zplics, empcro, de una manem la esencia de algo se examina to que cito es. De la misma
que no es trpulsiiu a ls natutaIc- msnern, expresar la sJ4enitifJea dr gÍgo es definirlo ; o, si pot
£os milagros, segú n Santo Tomá s de Aquino, no tÍgtiris tuzó n no er pu¢'dc proporciongt una Ü rftnictó t\
violen cl orden de lx nsturslcza: no logran tn imposible, fofmal. equivale a derir qué es cntectetltticu del objetc, o
puesto que asI la dmruirRn, sino lo improbable. grupo de objetos. en cuestió n. y qué lo distingue de to‹lo
Ames de poner punto final a este texto. es con- lo demá s.
veniente hacer nornr ottu acepció n de “natunle- ¡Tiene toda cosa une naiutelezs particulermcn
za” Los significados del término considerados
c suys, «unquc no pu•dz ser definida ? O. les la
hasta ahora tienen algo en comú n: todos justifi- can el
uso de la palabtu “Natutaleta” como ñ ombre propio y ancia sicmptr algo comían a vntioi obleto*, lo
singular. La otra acepridn surge cuando se dice que todo
tiene una nitunleza pto- pia y que en el mundo conviven en csporics y g5nctns? Tienen juan y á aimc• por ejemplo.
una vasts plurali- dad, unx diversidad radical, de natur«lcxas individuales 9dCm6s de la que les es comú n
pot ptttenecet a la especie hu - mana! ¿Implica la esencia
natuolczu.
del hombre propieda- des genéricos en lugar de
Es en este sentido que st habla de la natur«lczn o esencia
específicas ; esto es, que parecen estat dcicrininadas por
de aquellos cosas que no pcnenecen a la nziutaleza o a lo la naturileia co- mú n a todos los animales ademá s de In
natural. Suele hacrtsc refeten‹-i:i, por ejemplo, a la especfficemcnte humana?
esencia de Dios ¡’ de 1s libertad : a las de la tazó n. ideas,
estado y costumbres. Esto, pez supuesto, podtia resultar Estss preguntes r¢s to de las neturelezas indi - vidual,
en una teoría segú n la cual todo aquello que no fucsr específica y genèrirs plzntcan ptoblcmas de definici6n y
completamente natutul posttríz, no obstante, un tlasificaribn. Es posible ínquirit, por ejemplo, si I•
fundamento na- tural, como ocurre ¢on el arte, eÍ estado n«turaIczz consiste en una jeretqula de estrictas o clases
o las cos- tumbres. Otro significado, cmpero, parche distintos. ¿O es acaso una continuidad de cosas que
desprendcrsr de las considcmciones Rntertorcs. comparten la mis- ma naiutalezz y difieren entre sI
Al utilizar expresiones como “la naturaleza de”, no individual o acci- dentalmente, mas no en esnntia?
suelen tenerse en mente teorías explícitas
Capítulo 28.' PECADO
Ț os pccados dc 5atãn y dc Adán figuran entre pa, expiando sus rnalos placercs por medio de jus-
.k• los grander misterios de la religi6n cristiana. tas penas’ .
S«im •i •l más encumbrado de los Angeles, el Tanto en la concepció n paganz del pecado co-
pti- mero entre las criaturas espirituales de mo en la ctistiana, el oigullo y la desobediencia
Dios. Es menos que Dİos ú nİcamente en la del hombtc ante los mandatos divinos se rela-
peifecci6n de su natuf«leza. Adä n fue creado cionan generalmente con la noció n misma deÎ
con giucias y do- ries sobienaturales; su cucrpo pe- cado. Los hćroes de las tragedies griegas, al
inmortal rtsponde por completo a su espíritu, exhi- bit el trágico defecio del orgullo, parecen
sus apetitos a su razó n, y Rsta se vuclve hacia olvidar que, aunque tivalizan con los dioses. no
Dios. son mls que hombres, sujetos a leyes que no
El ú nico mal latente en Satźn o Adá n pareCCfÍä pueden dcso- bcdeccr sin que acaezca la
residir en su falta de infinitud en el ser, en el po- catá strofe . En la łliädo , Fénix exhorta a Aquiles a
der y el conocer. Mas ćste no cs un rnal mornl; ni rcfrenar su “źnimo fo- goso” Así le dice: “No
es pecado ni piedisposición a pecar. En conse- conviene que tcngas un corazón despiadado,
cucncia, la única causa de su pecado, si Dios cuando los dioses mismos se dejan aplacar, no
mis- mo no los predestina a ello, iiene que ser obstante su mayot vittud, dignî- dad y poder.
la fibre elecciõn que hacen entre el bien y el ma1. Con sacrificios, votos ăgfAdables, li- baciones y
5i Dios positivamente los predestinara a pccai, vapor de grasa quemada los dcsenojan cuando
careceiían de responsabilidad y estarían tin infringieron su ley y pecaron. “
pecado. Mas si no estźn predeterminados hacia El orgullo y la desobediencia reflejan ct profun-
cl mat —si, con la excepciön de la debilidad de do desorden de amor que se encuencra en el
ser finitos, se hallan libres de mancha—, ¿cõmo cora- zó n del pecado. El orgullo es amor propio
puede plantearse en ellos el conflicto que abre la llevado mäs allź de lo que el yo rnerece. El
posibilidad de elegir entrc bien y mal, y los impele, orgullo, dice Montaigne, “nos pierde y nos
cast contra la incli- nación dc sus propias corrompe' ' Y atri- buye esto en gran parte a la
naturalezas, a alejarse del primero para buscar curiosidad del hombre: “el deseo de aumentar
a1 último? la ciencia y la sabiduría fue la causa de la
Los mementos bäsicos en la concepción judeo- perdiciõ n del género humano”. La
cristiana del pecado parecen ser evidences: el or- desobediencia puedc ser originada por un amor
gullo y lv envidia que mueven a Satã n y Eva, la que supera eÎ vaÎor del objeto ama- do. La
desobediencia de Adă n que results de su medida de ese valor, o lot límitcs que sc cs-
decor- den de amar má s a Eva que a Dios. En In tablecen al zmoi de sí mismo o dc otro. de
Dlvina comedia, un gran poema dc pcczdo y acuer- do con John Milton. son fijados por ct
salvkciõ n. Adñ n habla x Dxnte en c1 Paratso y le Bien Sumo que, zl oidcnai loi demos bicnes,
dice: “Sa- be, pues, hijo mío, que el haber deberla ordenar también ct amoi en proporció n
probado la fruta del ă rbol no fue la causa de tan a su virtud.
largo destierro si- no solamente el haber fiste parecc ser el dixetnimiento central de la
infríngido la orden.” An- tcriormente, Beatrix Di’vlna omedia, dcl cual sc da un enunciado in-
habia cxplicado cõ mo , a fin de redimir al mario en “El purgatorio”. donde Virgilio cxplica
hombre del pccado, el Verbo asu- mió la có mo el amor es la raíz a la vcz de la vittud y dcl
naiuraleza humana: ”Unió a sí en persona la pecado. “Ni el Creadoi, ni criatura alguna cate-
riaturalcza, que se había alejado de su Hacedoi.” cieron jamá s de amoi —lc dice a Dame—, bien
L¢ difie también a Dante que “esta na- turalcza sea natural o racional, segú n re consta. El
unida a su Hacedor, tal cual fue creada, era natural no se equivocó nunca; el otro pucdc
sincere y buena, peso por sí misma fue des- crrar , por di- rigirse a un mal objeto. por exccso
teirada dcl Paraíso porque se salió del camino o por falta de fervor. Mientras se dirige a Îos
dc la vcrdad y de su vida” . La criat ura humana principalcs bienes, y se modeia en su afccto a los
puede caer de su primigenia nobleza por el sccundaiios, no puede ser causa de censurable
peca- do que “es el que Îc arrcbata su libertad y deleite ; pero cuan- do se inclina at mal, o sc lanza
su se- mcjanza con cl Sumo Bİen , por lo cual al bien con mayor o menor solicited dc Îa que dc
teÛ cja muy poco su I uz , y no vuclve a adquirir be, entonccs la criatura se vuelvc contra su
su digni- dad , si no llena de nuevo cl vacío que Creador. De «quí puedcs deducir, que cl amor es
dejó la cut- en vosotros la sc-
PECADO
119
'
120 PECADO
li i›tt ricrta scmrjinia entre la domina cris- a la manera de la tnrisgrciió n de Adm, el cual es
iiana de que cl pecado de Adfin mcrerc un castigo figura de Aquel que había de venir .
que debe ser sobrcllrvado pot rodar los genera- ' Mas no fue cl don como el delito, pues si pot
rioncs subsecuentes, y la doctrina judía de la res- ci delito del uno, los muchos murieron, mucho
pstisabilió afi colectiva drl pueblo de lsrael por los más ropiosamcntc se derramó sobre los muchos la
pccados de .sus antepasados, aun hast9 la tcfCcta )' gracia de Dios y cl don por la gracia de un solo
‹uaria gcnciarioncs. Los puntos de diferencia, sin hombre, Jesucristo. Y con el dori no sucedió
como rnibargc. parecen mis fundamentales qUc las Si - con aquel uno que pecó , puesto que
de uno llo milituÜ rs. vino cl juicio puz condenació n, mzs cl don g
pzrz
En primer Iugar, esos pecados de los padtes, justificació n vino por muchos delitos. Pues si por
por los cualrs posteriores generaciones sufren , son cl delito de uno solo la muerte reinó por culpa
de pccados individuales ú c hom1›rcs cuyas natufalr- uno, mucho má s los que reciben la
sobreabun- zas tienen predisposició n a pccar , mientras que dancia de la gracia y el don de
la justicia, feinarán
.\dfin, antes de su caída, no la tenía. El scgundo en vida pof cl uno: Jesucristo. De esta manera,
punto es que cl ca5tÍpo recaC no Sobre toda la faza como por un so}o delito (r*nO el Júlct’ o ) Sobre to-
humana. sino únicamente sohre el “pueblo elegi- dos los hombres para condenación, así también
dn" , y en la forma de flagr1os tcmporzles, més por una sola obra de justícia (czzz/r lo grmz”o) a to-
que de corrupción de la propia naturalrza. dos los hombres para justificación de vida. g
Porque Ademá s, cl profeta hebteo Ezequiel pone encomo por la desobediencia de un solo hombre
los duda la justicia de la responsabilidad colectiva. muchOS fuCf0n constituidos pecadores, así tam-
“¿Por qué vosostros —pregunta—, que sabé is bién por la obediencia de uno solo los muchos
se-
hablar en Proverbios aplicfiis al país de lsrael este ran constit nidos justos. '
refrá n: •Los padres tomicion cl agraz , y los hijos Así, la doctrina cristiana del pecado original
pa- sufren la dcnirra•? Por mi vi6a, dice Yahvc , el Se- roce estar estrechamente vinculada a la
doctrina ñ or, que no tcndrris má s necesidad dc decir este de li necesidad de un divino salvador:
Dios mis- refrán en lsrael. el alma que pccare, csa mori- mo hecho
hombre para rcdimir al gcnero humano rfi. . . EÍ hijo no pagar fi la iniquidad dcl padre, ni de la
mancha del pecado y, por medio de los rt padrr la iniquidad fiel hijo; la justiri:t deÍ justo
sacramentos que fil instituyó , provetr Íos iristru sobir éste mismo recaerá , y la
Iniquidad del im- mentos de gracia y los medios de arrepentimiento cuo caerz sobrr fil mismo.
y absolució n de los pecados, tanto del original
' 'Si cl mano sc con¥'iertc dc todos sus pecados tomo de Íos pClsonales.
cometidos i’ guarda todos mis prcceptos y obra se- La comprensió n de los sacramentos; la tcofía
de gú n de techo y justicia, ciritamcnic viviré; no mo- la gracia en relació n con el pecado original y la
rin. No le serfi imputado uing uno de los parados caída dcl hombre ; la cuestió n relativa a la gracia
y que haya sometido . A causa de la just iria que ha las buenas obras para alcanzar la santidad y la
sal- obrado vivira. ¿ Acaso quiero Yo la murrtr del vació n; la distinció n entre la perdició n eterna
dcl impio?, ditc Yahvé, el Señ or . jNo má s bicn que infierno y los castigos cxpiatorios dcl
purgatorio, vuclva de sus caminos y vis'a? Pero cuando cl justoson, todos ellos, problemas teoló gicos
fundarncn- se dcsviare de su justicia cometiendo iniquidad c tales que figuran en la consideració n
dcl pecado y imitando todas las abominacionrs del impío, sus consecuencias, a la vez temporales
y eternas.
¿acaso vivirá ? Ninguna de sus justicias quc ha A lgUnos de estos problemas se dixutcn en
los hecho le scrfi imputada. Pof la prcvaricacion en capítulos 'Hombre ”, ''Inmortalidad ” y
"Casti• que ha caído,y por el pecado que ha sometido, go” . Otras cuestiones, tales como la
clasificació n por ellos moriré. ” de tos pecados segú n su cará cter espiritual o
car- Conforme a la doctrina cristiana, la justicia dcl nal, monal o venial, y la enumeració n de los di -
castigo indtvidua( por os pecados que una pe reo- vctsos tipos de pecados de acuerdo con su
grave- na ha cometido duraiu e su vida es inficpentÍiciuc dad, son problcmas de la teología
moral. Aunque del castigo que todos los hombres dcbcn sufrir de- corresponden
primariamente a estr capítulo, tam- bido al pecado de Adfin . “ Por t auto, ‹omo por un bicn
están relacionadas con la clasificació n de las solo hombre entró cl pecado en cl mundo —ú icc
virtudes y los vicios, especialmente ton la teoría
San Pablo en su •Cart a J lOs romanos›—, y por rl de las virtudes tcologalcs ; y, ent re c5tas ú ltimas,
perado lz muerte, iambién así la muerte pasó a muy partit ularmentc con Ía caridad, que es cl
iodos los hombres, por cuanio todos pccaron ; principio de la santidad, del mismo modo que el
porqur ¡'a antes dt la Lcy había pcrado en ci orgullo io rs del pecado.
mundo, mv cl pcrado no se imputa si no hay De todos los puntos que conciernen a la
conci- Ley. Sin embargo, reinó la mucrtc desdc Adá n duració n del pecado, la distinció n entre
pecado hasta Moisés, aun sobre los que no habían per ado original y adquirido es tal vez la mís
importante,
PECADO
121
no s6lo porque el Peter parador heredado se dones que lo hacían superior al hombre natural
considera como lz causn que piedispone a los de-
m£s pecados, sino tzmbi5n porque lz na‹u sI•z•
—inmortalidad, conocimiento infuso e impoiibi-
humana cortompida por el prado se concibe
como muy inferior a la petfeccidn del hombir QU-
tamente natutui, así como al estado de gncia
en que Adá n fue creado. Al igual que Adm
poseía
' ! .
¿ . ,.
' ”
Capítùlo 29.- PLACER Y DOŁOR
E'que ct scr humano goza o padece scgún el ca- tipos de sensación —visual, auditiva, olfativz,
etcètera— podrían tener imismo ct dolor o el
so. Sin embargo, pocos entre los grandes autores
en la itxdició n del pcnsamiento occidental dejan desagrado como attibuto. Así entendidos. el pla-
a la sofa intuició n de lz experiencia decidir sobre cer y cl dolor —o lo agradable y lo desagradable
la naturuleza y el significado del placer y del — no setían scnsaciones opuestas como las que
dolor. causan el frío y el calor, per ejemplo, sino atribu-
Existen al respecto opiniones divergences. Los tos contrarios quc podrtan afcctar a cualquier tipo
psicó logos no coinciden en cuanto a las condicio- de sensación, aunque no aørøi trnmeafr « todas.
ries que detcrminan estos sentimientos, sus causas Algunas sensaciones pueden ser neutrales con res-
y consccuencias. sus vínculos con la sensació n, ptcto a lo que llaman los psicõlogos ”tono afecti-
el dcseo, la emoció n, el pcnsamienio, la voluntad vo” o “cualidad fectiva”. ÿ
y la acciö n. Si el placer es el ú nico bien y cl hs“i, cI tipo dc placer y dolor que se denomina
dolor el ú nico mal, si cl placer es só lo uno de “cofporal” o “sensorial”, serîx sensorial pot
los bicnes que han de estimarse dentro de la ser atributo de las scnsaciones y corporal porque
escala general dc valores, si el pìacer y cl dolor son las
ajenos a la moral. si algunos placeres son buenos y scnsaciones implican la intervención de ciertos ór-
otros ma- los, o si todos son intrínsccamente ganos dcl cuerpo. Mas por lo regular, cuando se
malos, consti- tuycn tcmas de controversia entre abordan los temas de placcr y dolor, se reconocen
los moralistas. Tan to en la teoría del bien y el muchos otros tipos; se habla, por ejcmplo , de los é
mal como en las rclativas a la bclleza y la verdad, gozos intelcctualcs, de los gustos y tribulaciones
los términos pla- cer y dolor son fundamentalcs. propios del aprendizaje, del placer estético que
La ambigü edad de estas tcorías y el scntido que, supone la contemplación de la belleza con la
se dé a las ideas de belleza, deber, virtud, pecado mcnte o con los sentidos, y dcl dolor que cntra-
y castigo, afectarźn en mayor o menor grado cl Sian las pćrdidas irreparables o las privaciones, tan
significado de las pz- distinto del dolor fuico de los sentidos. El sufri-
labras “placer” y “ dolor”. miento humano que suele ser exaltado en los
grander potmas es más un tormcnto del espîritu
La acepciõ n de cstos conceptos se torna mä s
que un padecimiento dc la carne.
confuse si se toman en consideració n las mú ltiples
Si se desea abarcar todos cstos malices , serf ne-
definiciones que reciben; se les substitute , por
cesario ir màs alll de la sensación y considerar
ejemplo, con sinó nimos u otras voces que expre-
otros dos tćrminos iradicionalmcnte vinculados al
san s6ło una parie o un aspecto de su significado.
Si el placer y el dolor fuesen meras sensacioncs,
anâlisis psicolõgico del placer y del dolor: uno es Ë
emociõn y otro deseo, este último en sentido lato,
como Îas producidas por el sonido o el color, ct
comprendiendo en tl los apctitos de los sentidos y
problema que plantearían al fisiõ logo no sería
los rationales, las pasioncs y la voluntad.
dis- tinto del que suscitan la vista y el oído. La Como factored del deseo , el placer y cl dolor
fisiología moderns afirma haber descubicrto —o cl gozo y la penz— pueden scr ya sea pxsiones
cicr- tos nervios terminates que iransmiten Îa o. al igual que ottas emociones, estados corpora-
scnsació n dc dolor y que, junto con los ó rganos les, o bien actos de la voluntad. Pero en una u
específicos desiinados a captar la presió n, el otra forma, el placer y eł dolor rcprcsentarían en
calor y eÎ frío , in- tegran el sentido del racto . estc caso la satisfzcción o la frustración del deseo,
Empcro , no hay pruebas que revclcn la extsiencia más que el objeto deseado o rehuido. Sentirsc sa-
de ó iganos sen- sibles al placef romparables, por tisfecho pot haber alcanzado un objeto deseado ,
ejemplo , a Îas neurones de la retina que son ya sea alimento, bebida o conocimiento, no es lo
scnsibles a la luz. De esto podría despienderse mismo que descar cl placcr mismo como, por
que eì placer no es propi mmc n ¢e u na sen cjcmplo, la satisfaccióri que puede suponcr el
sae iõ n , tcorîa que confirmaría la hecho de comer o beber.
observación traditional de que rodo tipo de La diŁcrcncia, gcncralmcncc accptada, entrc
scnsaciones, aun las de dolor, pucdcn scr dolor físico y moral cs paralcla a la distinciõn
placenteras. co- me cl placcr scnsnrizl y cl que suponc
Incluso st cl doÎor, a diferencia del placcr , cons- poscsión a satisŁzcciõn.
tituyera un modo específico de scnsaciõn, con su
corrcspondicnte órgano sensofîal , todos los demăs
122
PLACER Y DOLOR 123
propio juicio al respecto ” .
Si la felicidad consiste en la satisfació n de to-
dos los deseos, una vida feliz podría dB5Cfibine ya
sea en funció n de los bienes que posee cl
hombre
—objetos de deseo satisfechos—, o bien en térmi-
nos del placer que supone la posesió n de dichos
bienes. Si el placer —particularmente el sensual
o el corporal— en su otra acepció n es un simple
ob- jeto de deseo , entonces li carencia o la falta
de dicho placer puede, al igual que la pérdida
de la salud o de la fortuna, menoscabar la
relicidad de una persona. Mas la bú squeda de
placef en esc sentido no puede ser identificada
ron el anhelo de felicidad. Una vida henchida de
placeres y libre de padecimientos corporales
que, no obstante , Pa- reciera de otros bienes a los
que normalmente as- pira el ser humano, se verla
empaiiada por muchas insatisfaccioncs, del todo
incompatibles con la felicidad.
Cuando hablaba con don Quijote sobre la
ínsula que le gustaría gobernar, decía Sancho
Panza que lo primero que haría en su gobierno
sería no permitir que nadie lo conttolaia ; que
setía un gobernante absoluto, ya que siendo abso-
luto podría hacer lo que Ie viniese en gana y
darse gusto, estar contento y no tener má s que
desear . Parecería que Sancho entendiera la
felicidad como suma de placeres o de
satisfacciones: todo deseo se extingue con la
posesió n del objeto ambicionado . Gomo se indica
en los capítulos sObfC “Deber”
y “Felicidad”, los moralistas que consideran el
deber. má s que la virtud, como fuente del buen
comportamiento. y que estiman que la excelencia
de cualquier cosa depende de su rectitud y de
su coincidencia con la ley moral, no perciben
mayor diferencia entre las teorías diversas sobre
el placer y la felicidad, entendidos como bien
ú ltimo y co- mo norma de conducta.
Segú n Kant, la razó n “jamá s se dejará per-
suadir” de que ''haya algú n valor intrínseco en
la existencia real de un hombre que vive part el
pla- cer. . . aun cuando ello fuese en beneficio
de los demá s”. A1 admitir que ”la mayor
suma de pla- ceres en la vida, teniendo en
cuenta su nú mero y su duració n ” , merecerían
“el nombre, ya no de bien verdadero , sino del
má s alto'', Kant aiiade que “la razó n se vuelve
también en contra de es- to”. La línea del deber
apunta invariablemente en contra de las
deducciones del placer o de toda estimació n
utilitaria, ya sea entendida como me- dio para
alcanzar Ía felicidad o como una forma para
aumentar las satisfacciones de la vida.
Pata los estoicos, como Marco Aurelio , el
placer no es ni bueno ni ú til, como tampoco el
dolor es un mal. Cuando los hombres se
encuentran “afli- gidos por algo externo”,
deberían tener presente que, en realidad, ' 'no
es aquello lo que nos con- turba, sino nuestro
cionados con ella misma en las actividades
Tanto el placer como el dolor son menta- les, y no los corporales, invariablemente
ajenos a la mo- rt, pues como la •in‹nilz- dos con el dolor.
vida y la muerte, o el honor y la Siempre hay algo que falta en la vida del placer
ignominia, ”igual acaeceti al o en la consagrada a la sabiduría. La_vida má s
bueno que al malo” y, por lo completa sería aquella en la que se combinuan
mismo, “no nos hacen ni el placer y la sabiduría ; comprendería todo
tipo de bienes. La dificultad estfibaría en
mejores ni pcorcs. . . no son ni
descubrir el principio que determinada las
buenos ni malos” .
ventajas de esta combinació n o el buen orden y
A partir de la misma
proporció n en que habrían de combinarse los
observació n, de que hombres diversos valores.
buenos y malos disfrutan a la par los aspectos rriorales relacionados con cl
de los placeres, Plató n y placer y el dolor se tratan con mayor amplitud en
Aristó teles se inclinan a supo- los capítulos sobre “Bien y mal”, “Virtud
ner, no que sean ajenos a la y’vicio” “Templanza” y “Pecado”, así como en los
moral, sino má s bien que los hay que tratan sobre “Deber” y “Felicidad ” . Hay
buenos y malos. Plató n contrasta otras
el placer y la sabiduría pafa
cuestiones que se estudian por separado, como la
destacar la diferencia esencial incidencia del placer en la percepció n de la belle-
entre ambos valores. la za y en los juicios sobre cuestiones de gusto
sabiduría es siempre buena y (vfiase ' ’Belleza”), o el papel que desempeiia cl
verdadera, pero así como las opi- dolor como un recurso en el gobierno de los
niones pueden ser verdaderas o hombres (véase “Castigo”).
falsas, los placeres pueden ser Debe hacerse una breve menció n de dos pro-
buenos o malos. Más aú n, la blemas especiales, planteados por cl placer y cl
sabiduría o cl conocimiento dolor, el primero en relació n con el contraste
representan cl tipo de bien que en- rrc el ascctismo y la intemperancia o aun cl
en sí mismo es definido o liberti- naje.
mcsurado, en tanto que el placer, En la historia del pensamiento y la cultura
como la riqueza, es un bien occi- dentales, y en los mundos antiguo y
indefinido, que requiere de algo moderno, quienes vcnctan el placer —aunque
externo, como la sabiduría, pof lo tomen co- mo una dcidad menor a la que
ejemplo , que estime y limite su hay que honrar só - lo en días de francachcla—,
proporció n. Si la sabiduría se encuentfan en opo- sició n a aquellos que
eligiese entre los placeres, vuelven las espaldas al pla- cer, calificá ndolo
sugiere Só crates en el Fllebo, de demonio, mundo y carne , llegando al
optaría por aquéllos rela- extremo de querer santificaisc monifi-
12d PLnCER Y DOLOR
cando el cuetpo. Sin llega a fomias tan Estas reflexiones sobrc el trabajo y cl juego.
extremas, cl contrane entre estas actitudes
y los dolores y placeres que enirañ an llevxn al
plantea la cues- tió n tradicional sobte cl
se- gundo de los problemas a que antes se
esparcimiento mundano, toto en s‹xiedad
como en la vida privada. ¿Es el placer dcl aludió : el placer y el dolor en la vida del
juego un descanso adecuado y necesario que aprendizaje. Aquí no hay. al parecer, una
compensa la carga del tiabAjo, o es siempre cuestió n fundamental, ya que la tradición habla
una debilidad que da ocasió n al pecado? ¿Son los con voz casi unánime dcl placef que todos los
dCl tCgtfo, Ía mú 5Íca y ION lÍbfo 8 , cOS25 hombres dexubrcn en el co- nocimiento, así
QtlC como del dolor inevitable que
deben xr promovidas o prohibidas por el implica la bú squeda de la verdad.
estado?
.» *
.
'
’ "
Capíiulo 30. PROGŒSO
que la idea de evolució n, con la que Proudhon. Auguste Comte, Joh n Stuari Mill, He-
cicrtos nexos, la noció n de progrcso gel y Marx.
indica modernidad. Ya entre los pensadofes de la Aunque no todos ellos coinciden en sus
expiira- antigü cdad y del Medievo sc descubrcn ciettos ciones o definirioncs dc progrcso, ni
subscriben vislumbres de esta idea, algunzs veres en forma de una ley rígida y universal que
icnga ratá ctcr dc negaciõ n implírita. Sin embargo , en cuanto a re- mandato divino y que
reemplacc o transforms licve e importancia, el piogreso cs algo netamcnte opiniones mcnos
optimist as sobfr la providenria, actual. No sc trata de un tern a que se ha puesto en tasi todos cJlos
se mucstran optimistas i ya sea que boga, sino de un concepto que ha f ectado el sen- mean en la
perfcttibilidad del ser humano a travćs tido de muchas ottas ideas y que ha dado un ma- del esfueizo
libre y personal, o que vean en la di- tiz caracterîstico at pensamienio moderno . nźmica de la
historia el avance inevitable de la ci-
La teofía de la evoluciõ n puede afectar concep- vilizació n hacia nivelcs superiores.
tos de hombre y naturaleza ; mas dicha teoría s¢ ve In contraposició n a la idea optimist a de
supo- afectada a su vez por la idea de progreso . Desde cl ner una mejoría constants en todas las
cosa, o un momento en que dos siglos antes de Darwin, por ascenso irreversible hacia
nîveles inás altos, el en- lo menos, el progrcso era ya un tern a de primera foque pcsimista
mega que ct progrcso pucda ser la imponancia, éste nunca ha dependido de la teoría
esperanza o la ley de la historic. Más bien supone de
la evolució n biolõ gica. Má s bien ocurre a la in - que todo ascenso implica necesariamente un ulte-
versa: la idea de cvoluciõ n cobra su relevancia mo- rior desccnso. Este punto de vista ha cobrado sin-
ral, social, y aun cõ smica, a partii de la idea gular vigencia rn nucstros días, a raíz de que ei
implícita de que la trayectoria general que sigue el hombre se pertató , durante la segunda mitad del
mundo de los seres vivos. e incluso ta1 ver el uni- siglo xx, de que los recursos drl planet a no son
verso, es precisamentc un avance hacia formas su- inagotables, y ante las demandas cada vez mayo-
pețiores d€ cxistencia. fts de una pobÍació n creciente. El palpable
dete- Es discutible que la evolució n bioló gica siga rioro del medio ambience ha obligado a los seres
una trayectoria uniforms, ya que, en ese caso, no humanos a examinai con cspírit u crítico todas las
podrían explicarse los fenó menos de regresió n y impliraciones del progfeso.
multiplicació n de formas no só lo superiores, sino Impero, el interés de estc capítulo se
cirrunsrii- también infefiores. Sin erríbogo, Daiwin sc incli - be por ahora a
consideiar el piogreso en las źrcu na a suponcr que. en vista de que “la selccció n
de cconomía, teoría política, historia de la natural aciú a ú nicamente por y pea el bien de ca-
filosofía, y en las ciencias y las artes en general. da ser, todas sus
dotes fñ icas e intelectuales ticn - Pefo antes de abofdaf ct tema convendrź distin-
den a avanzar hacia la perfecció n ” . Sean cuales guir entre ct ô erfio y la ihe‹r de progreso En cuan-
fueren Ías pruebas, la idea má s difundida acerca to at primero, la gente rerurre invariablemente al
de la evolució n , y en particular el enfoque que 1e pasado en busca de piuebas, ya sea para apoyar
o da Herbert Spcnrcr , en relació n con la sociedad y rechazar el aserto de que cl cambio operado ha si-
la civilizació n, suponc cierta forma de progrcso: la do favorable , Ello impl ira una dob)e
ronsidcra- marcha gradual y scgura haria Îa pcffecció n. ció n: primefo , cl €5t udio de 1os rambios
que han Aparte de aplicat la idea de evoluciõ n a las rel a-ocurfido, y segundo , el juitio —basafio en
ricrta ciones humanas, ct progreso figura como tesis mc- norma— de que dirhos cambios han
sido favo- dulaf dc la moderń a filosofía de la historia. Para rablcs. Mas r uando la genre
pirn5a Cfl II progfCSO algunos esta disciplina cstź tan íntimamcntc liga- homo idca,se
descnticndr del puado del presen - da con una teoría de progreso, que la considcran
te y mira haci a ct porvcni i; ct pasado es homo un como un producto del mismo. Las obras
modcr- punto dc apoyo para la profccía, y ct presents cs la nas que analiian
las tendencias de la historia, jus- ocasió n de planear la forma en que sc rumplan ia›
tifican en cierta (orma esta opinió n , desde el mo- csperanzu y las profecías . Como hct ho, cl progre-
mcnto en que no puede halíarse en cl mundo an- so se manifiesta en los logros ; y homo idea, en
la tiguo un equivalents dc autores como Giamhat- meta por alcanzai . Ła difcienria cn cÍ conccpto dr
tista V iro, Condorcct , Kant, Pierre-Joseph progrcso entrr los antiguos y los modrf nos ilustfa
1 25
t26 PROGRESO
asimismo esta distinció n. Aquéllos observan cl propone una meta definida, al tiempo que
Zñ fú o del progreso en ciertos detalles. pero casi concibe el progreso como una caracteristica
nunca le dan un enfoque universal. esencial de lo que Marx y
La opinió n de Adam Smith sobre el progreso
econó mico es un ejemplo de la moderna preocu -
pació n por cl futuro . Como lo habrían hetho
los antiguos, Smith juzga el avance econó mico en
tér- minos de m$\Of riqueza que garantice el
incre- mento de las reservas de capital, la
expansió n dcl comercio y la consolidació n de
las fuerzas arma- das, tanto en tiempos de
guerra como en la paz. Pero Smith va más allá y
se esfuerza por descubrir las causas de la
prosperidad para que, a través de ellas, sea
posible propiciar el desorollo. Se con- vierte así
en promotor del progreso y deja de ser el mero
historiador, que se limita a observar los efec- tos
benéficos de la productividad, la multiplica-
ció n de los recursos mecá nicos y las
subdivisiones cada vez má s sutiles del trabajo.
Marx estima el progreso econó mico a partir de
otra norma. La transició n de la economía esclavis-
ta de la antigiicdad a la feudal, basada en la
servi- dumbre, y de ésta a la economía de la
sociedad in- dustrial, estructurada en torno a
lo que él llama “esclavitud de los asalariados” ,
suele ir acompa- iiada por un aumento de
productividad y una ma- yor acumulació n de
capital. Si bien, para él, el as- pecto esencial de
estos sistemas sucesivos de pro- ducció n es su
efecto sobre la posició n social y las condiciones
de los trabajadores. Su libro, día»/- fett der
kommunistisclies Parker’ (1848 ; Ma tifíes- to del
Partido Comunista), destaca ciertos aspec- tos
en los que el trabajador , supuestamente libtc
bajo el sistema capitalista, se encuentra en peores
condiciones que sus antepasados esclavos. Mas
si el progreso econó mico ha de entenderse
como un proceso histó rico tcndente a la
liberació n del tra- bajador , el capitalismo
representará, así, tanto un avance sobre el
feudalismo como una etapa en la marcha hacia
cl comunismo.
Desde el punto de vista de Marx, las revolu-
ciones económicas acercan paulatinamente al ser
humzno a una economía ideal, a una sociedad
sin clases. El proletariado es hechura del
capitalismo, uí como la clase revolucionaria
que entraña en sí misma la muerte de ese
sistema. El derrocamiento de la aristocracia
terrateniente por la burguesía allanó el terreno
a la dictadura del proletariado en la misma
forma en que ésta, a su vez, supuesta- mente
liquidará los obstáculos que se interpongan al
logro de la perfecta democracia comunista.
No es por ahora necesario ahondar en los
por- menores de esta visión profética de la
historia, si- no únicamente considerar la teoría
del progreso que elli supone. En primct lugar,
Hcgcl cntienden por "dialéctica de la historia”. Rousseau, por su parte. considera que “la facul-
Quienes piensan que el carácter inevitable del tad de autosuperació n“ es una diferencia entre
progreso implicaría para éste una carrera tan el bruto y el ser humxno “que no admite un
inter- minable como la historia misma, argu- mento en contra”. Pero asimismo supone
encuentran cier- ta incongruencia en el que es-
postulado del materialismo dialfictico, que
establece una meta definida para lz historia;
así como en la noció n hegeliana de las etapas
dialécticas por las que la ldea Absoluta al-
canza su realizació n perfecta en el estado
alemá n.
¿Porde el progreso ser ley intn"nseca de la
histo- ria y no obstante alcanzar su objetivo
ames del fin de los tiempos? La respuesta a esta
pregunta es posible en un segundo aspecto de
la teoria del progreso. conforme a una dialéctica
de la historia. El progreso manifiesto a lo largo
de la historia es apreciable en la calidad de las
instituciones, mas no así en la naturaleza misma
del ser humano. Si hay mayor justicia
econó mica o libertades
políticas, no se debe a que las ú ltimas genera-
ciones hayan nacido mejor dispuestas hacia la
bondad o la virtud , sino a que el conflicto de
cier- tas fuerzas histó ricas ha hecho
evoluciona a las instituciones. Má s aú n, para
Marx, el nacimiento define só lo en pane la
naturaleza del ser humano; el resto lo
determinará n las circunstancias sociales y
econó micas de su vida, es dccir, el sistema de
producció n bajo el cual viva. De ahí que, si el
progreso institucional llega a su meta histó rica
con el establecimiento de un tipo ideal de
economía, el progreso ulterior será posible
indefinidamente a través de la superació n
individual, una vez que la persona cuente con
las condiciones ideales pza su desarrollo.
Al tratar el progreso se han distinguido
dos u- pcctos fundamentales. ¿Es en verdad
accesible la meta del progreso , o se triata m
bien de un
ideal inalcanzable, pero al cual es posible
acercuse in- definidamente? ¿Como lograr cl
progreso: por el perfeccionamiento de las
instituciones o por la su- peració n de la
naturaleza humana?
La segunda pregunta entrañ a una
connotació n crítica respecto a la primera,
especialmente para quienes conciben al
hombre como un set infinita- mente
pcr(ectible. También se relaciona con el
problema de si u’na forma má s elevada de vida
en la tierra evolucionan a partir del hombre, o
de si el futuro pertenece al desarrollo
progresivo de la naturaleza humana, ya sea en
sentido bioló gico o cultural. Darwin se resiste
a admitir que “só lo el hombre sea capaz de
superació n progresiva’', pe- ro sí afirma que
el hombre “puede lograr una su- peració n
incomparablemente má s rá pida y mayor que
la de cualquier otro animal”, Jean-Jacques
126 PROGRESO
asimismo esta distinció n. Aquéllos observan el Hegel entienden por “dialéctica de la historia”.
largo del progreso en ciertos detalles, pero casi Quienes piensan que el carácter inevitable dcl
nunca le dan un enfoque universal. progrcso implicaría para (ste una carrera tan inter-
La opinió n de Adam Smith sobre el progreso amable como la histofia misma, encuentran cier-
econó mico es un ejemplo de la moderna preocu- ta incongruencia en el postulado del matcrialismo
pació n por el futuro. Como lo habrían hecho los dialéctico, que establece una meta definida
pata antiguos, Smith juzga el avance econó mico en tér- la historia, así corro en la noció n hegeliana de
los minos de mayor riqueza que garantice el incre- etapas dialécticas por las que la Idea Absoluta zl-
mento de las reservas de capital, la expansió n dcl canza su realizació n perfecta en el estado alemá n.
comercio y I a consolidació n de los fuerzas arma- ¿Puede el progreso ter ley intrínseca de la hielo-
das, tanto en tiempos de guerra como en la paz. KJ no obiIanIe alcanzar su objetivo antes del fin
Pero Smith va más allá y se esfuerza por dexubrir de los tiempos? Lu respuesta a esta pregunta es
las causas de la prosperidad para que, a través de posible en un segundo aspecto de la teoría del
ellas, sea posible propiciar el desarrollo. Se con - progreso, conforme a una dialéctica de la
hírtoria. vierte así en promotor del progreso y deja de ser el El progreso manifiesto a lo largo
de la historia es mero historiador, que se limita a observar los efec- apreciable en la calidad
de las instituciones, mas tos benéficos de la productividad, la multiplica- no sí en la
naturaleza misma del ser humano. Si ció n de los recursos mecá nicos y las subdivisiones hay
mayor justicia econó mica o libertades
cada vez má s sutiles del trabajo. políticas, no se debe a que las ú ltimas genera-
Marx estima cl progreso econó rrá co a partir de ciones hayan nacido mejor dispuestas hacia la otra
norma. 1-a transició n de la economía extasis- bondad o la virtud, sino a que el conflicto de cier-
ta de la antigü edad a la feudal, basada en la servi- tas fuerzas histó ricas ha hecho evolucionar a las
dumbre, y de ésta a la economía de la sociedad in- instituciones. Má s aú n, para Marx, el nacimiento
dustrial, estnicturada en torno a lo que él llama define só lo en parte la naturaleza del ser
humano; “esclavitud de los asalariados” , suele ir acompa- cl resto lo determinará n las circunstancias
sociales ñ ada por un aumento de productividad y una ma- y econó micas de su vida, es decir.
el sistema de yor acumulació n de capital. Si bien, para él, cl as- producció n bajo cl cual viva. De ahí
que, si cl pecto esencial de estos sistemas sucesivos de pto- progreso institucional llega a su meta histó rica
con ducció n es su efecto sobrc la posició n social y las el establecimiento de un tipo ideal de economía,
condiciones de los trabajadores. Su libro, ñ ían/- el progreso ulterior será posible indefinidamente
fett der IommunlsIi’schen Pgrtei (1848,’ Nlanifíes- a través de la superació n individual, una vez que
to dcl Partido Comunista), destaca ciertos aspec- la persona cuente con las condiciones ideales para
tos en los que el trabajador, supuestamente libre su desarrollo.
bajo el 5istCma capitalista , se encuentra en peores AI tratar cl progreso se han distinguido dos as-
condiciones que sus antepasados esclavos. Mas si pcctos fundamentales. ¿Es en verdad accesible la el
progreso econó mico ha de entenderse como un meta del progreso, o se trata má s bien de un ideal
proceso hirtó rico tcndente a la liberació n del tia- inalcanzable, pero al cual es posible acercarse
bajador , cl capitalismo ieprcscntara, así, tanto un definidamenie? ¿Como lograr el progreso: por el
avance sobre el fcudalismo corno una etapa en la perfeccionamiento de las instituciones o por la
su- marcha haciz el comunismo. pefació n de la naturaleza humana?
Desde cl punto de vista de Marx, los revolu- La segunda pregunta entrañ a una connotació n
ciones econó micas acercan paulatinamente al ser crítica respecto a la primera, especialmente pza
humano a una economia ideal, a una sociedad sin quienes conciben a) hombre como un ser
infinita- clasts. El proletariado es hechufa dcl capitalismo,mente pcrfectible. También se relaciona con el
así como la clast revolucionaria que entmiia en sí problema de si u’na forma má s elevada de vida
en misma la muerte de esc sistema. El derrocamiento la tierra evolucionará a panir del hombre, o de si
de la aristotacia tcrratcniente por la burguesía el futuro pertenece al desarrollo progresivo de la
altanó cl terreno a la dictadura del proletariado en naturaleza humana, ya sea en sentido bioló gico o
la misma forma en que ésta, a su vez, supuesta- cultural. Darwin se resiste a admitir que '‘só lo el
mente liquidará los obstá culos que se interpongan hombre sea capaz de superació n progresiva”, pe-
al logro de la perfecta democracia comunista. ro sí afirma que el hombte 'puede lograr una su-
No es por ahora necesario ahondar en los por- peració n incomparablemente má s rlpida y
mayor menores de esta visió n profética de la historia, si- que la de cualquier otto anima)”. Jean-
Jacques no ú nicamente considerar Ía tcofÍa dcl proQfcso Rousseau, por su parte. considera que “la
facul- que ella supone. En pfifTier lugar, propone una dad de autosuperació n” es una diferencia
entre el meta definida, zl tiempo que concibe el progreso bruto y el ser humano “que no admite un ogu-
como una caracteristica esencial de lo que Marx y mento en contra”. Pero uimismo supone que cs-
PROGRESO
t27
ta facultad es causa tanto dcl progreso como de la de base para censurar a los retrasados. A partir del decadencia
humana. siglo xvin, el avance espectacular de las cicnrias Falta por
considerar aú n otro aspecto dcl en general ha agudizado cl contraste frente z la progreso, cl cual
plantea cl problema de la libcr- filosofía, y en particular frente z la metafísica. El tad humana y cl
cará ctcr ineluctable de los proce- progreso que desde ct principio se obscrvó en las sos histó ricos.
jEs cl progreso inevitable en sí mis- matcm á t icas, y má s iardc cu la fisica , lo interpretó mo. o só lo
tiene lugar cuando la gente dirige sa- Kant como un indicio dc que estas disciplinas biamcntc su anhelo
de superació n y prevé con habían dado ya con cl ' tra¡’ecto seguro ” de la acierto la forma de
mejorar sus condiciones de vida? ciencia En contraste. la mctafisica ni siquiera Il antagonismo
entre antiguos y modernos, en había logrado salir del comienzo. Un siglo má s cuanto a) progreso
político se refiere, es al parecer tarde, William James diría que, en comparació n comparable al
seria la do antcs con respecto al con cl avance de las ciencias naturales. la
heroe y la idra dcl progreso. los antiguos afirman metafísica es una ciencia dcl fíituro.
la superioridad del presente sobrc cl pasado , c Los antiguos no revelan cu Sus artes )’ en sus incluso definen
las etapas del progreso, desde la ciencias mayores pretcnsiones de perfecció n, co-
sociedad primitiva hasta las condiciones prcvalc- mo tampoco parccc inquietarles gran cosa el dientes en la
civilizació n , pero sr abstienen de to- saneamiento. Aná)ogamente, sus frecuentes desa- da proyección
hacia el futuro . Los modernos, en cucrdos entre sí no parccrn exigibles tampoco la cambio, enfocan su
interés hacia una realizació n revisió n acuciosa de sus métodos \ sistemas. Mon- furura sin la cual
todo Parecería de objetivo . taigne señ ala que “lo que uno no pudo descubrir .
En la esfera de las ciencias ¡' las artes o de la cue - otfo lo encontró o lo resolvió , y que lo que cra tura en general, el
énfasis actual sobrc el progreso desconocido en un siglo, el siguiente lo aclaró ; cs al parecer má s
pronunciado aú n que en los á m - que las ciencias y las arics no alcanzan desarrollo bitos de la
política y la economía El estancamien - completo de un solo golpe, sino que se dcscrumcl-
to en una ciencia se interpreta como indicio de ven poco a poco, merced al repetido culti›'o y pu- que csta no
cuenta todavía con bres suficiente - limento, a la manera como los osos dan forma a
mente só lidas, o de que aú n no ha logrado de sus pequeñ uclos lamiú ndolos z su sabor”
con el mctodo que le permita descubrir la verdad Sin embargo, en opinió n de los modernos, la Los desacuerdos en
un determinado campo son tradició n intelectual puedc asimismo scr cl mayor cíara se Vial de
este defecto . impedimento al avance dcl aprendizaje si se la re- Las diferencias en
cl grado de progreso alcanza - cibc sin espíritu crítico y con una rcvcrcncia cxcc-
do cn los diversos campos del aprendizaje sirven siva a la autoridad de los antiguos.
Capñtulo 31: PRUDENCIA
' h’»•
pdncp+o de 1s motal probablemente convendián
cntx'ramcittc «dmitablc. /tun ¢n I« t en Sur iu• propios fin•s, es fisco y eztuio, més que
pru - no <o*denan ta ¡›tuctcn‹ia ‹rte u im fxltx dr 41s- dente. Estos filó sofos dan cez£ctcr
recíproco a la
t› ‹lrrlsivxntenie,
uc rico“ de la le}' moral. Dr acucr4u con buen fin, scu 4s‹e lx feIi‹idsd o cl bien comü n de
le ‹lasific«ri6n ktntiana de lu iiiipenitivos de la sociedad.
condufits en pr¢gnilticos y morales, segú n se re- A ls inversa, las virtudes morales dependen de
ficmn « bienectnt y feli‹idzd n d•Rr y ley, lz pm- ls prudencia, pucstu que sen el rrsultsdo de les
dencia es meramente pragm£tics. No pertcnerr a elecciones corrccczs, Ln prudencia es une ‹ausa in•
ta momlided, EJ imperativo prsgmácico de Is pru- dispcnssblc de ls virtud moral. Dado que la vir•
dcncic se as‹»ocjc m4S al imperativo técnico del tud consiste p cciszm¢nt¢ en <l ¡usco medie
entre
eric, ¢e nbi£» candicionaJ y conducente a dctcr- los extremos, y que Este, en lx mcyorla tte los ca-
minar los medias pam conseguir un fin, en este sas, os subjetivo o depende dcl individuo, no
es con. la obrn producto del talento. A juicio de posible dct•rmin•rlo pnr medida objetivo. Lc
Kant, la únice tatee de la taxbn en la filosofía mo- rszdn debe tratar de cstabletctlo risedisnte la pm.
rel de la prudencia consiste en unificar todos los dente consideració n de lvi citcunitsncias- prtti
fints ptoputstm por les inclinaciones en una fina- nentes. La interdependencia de la prudencia y
les lidad ü ltims, la de la felicidad, y poner de mani- vinudes morales pafece ter 1s baie dif d-
i«cini ficxo cl acuerdo que deberá n cxisté cntrr los me- miento de que es imposible poner une
vittu‹l dioi necesarios pan alcnnzarla, moral sin tenerlo todo,
Le pol£micz ‹on respecto z la prudencia puccc Hay otrs virtud intelectual, irtdispcnsublc para
formar parte de una má s amplia controversia acer- las virtudes morales, que es la vittud de la
ca de los principios fundamentales de la moizl, comprensió n, y 9ue consiste en conoret íos
ptimc• icmn que se examina en los capítulos “Deber ' y ros principios en cuestiones tanto pt£vi iius cnmvi
“Felicidad”. Algunos filó sofos son pragmá ticos espctulativas. Los primeros principios de la tstó n
m£s que moraliitas. Todos ellos son utilitaiios en prá ctica (por ejemplo, lot preceptos de la ley nittl
•
el sentido de que consideran la felicidad como el ral) son fundamento de la ptudenri•, así ionxi
de prim¢r principio de lz conducen humanz y se inte- lzs virtudes morales. Al iguzl que cl buen
¡uici‹› fefizn en ordcnu los medios para esc fin. Como laen asuntos cspcculxtivos, lx prudrn‹ix prurrJr ‹ir
cortsidrrzció n de los medios necesariamente principios naturalmente conocidos, puc›t‹› que es
implicn topes r las oprionts desde cl punto de vio- juicio atinado acerca de lo que dcl›r hu‹etsr.
te de su conveniencia, la prudencia resulta indis- Otro ptoblemz de intetprei«ion debe jet
info nnble pan la bñ squeda de lk felicidad. Ln eler- cionado. Sc plantea con respecto al cnunriutlo
‹tr
tió n del mejor medio ú nicamente le cede en im- Aristó teles doble los diversos mod‹›i de ls ptui1‹n
potianria a la elecció n del justo fin. cia,
130 PhUDENCI A
“La sabiduría política y la sabiduría prá ctica fiere a esta ú ltimz hace especial hincapié en lo que Ñ
pr‹xeden de un mismo estado mental —escribe el llama “prudencia reinadoru” , ts decir , la clase de
pensador griego—, pero su esencia no es la mis- prudencia que Dante califica de ”ciencia rcgia”, Á
ma. En lo que atañ e a la ciudad, la sabiduría prá c- la cual sitúa x1 príncipe aparte de los hombres or-
tica que dtsnmpe ñ o un papcÍ predominante es la dinarios. El filó sofo Thomas Hobbes. por otra
{¢gi${gt¡vg, mientras que la que SC feÍaCÍOfia Con
parte. afirma que ”cl buen gobierno de una fami-
esta cuestió n, del mismo modo que los lia y un reino no requiere distintos grados 3c pru-
particula-
@
res con los universales, es conocida con el dencia, sino que simple y sencillamente se trata
nombre gene d de •sabiduiía políticas. . . l-a de dos cuestiones diferentes ; del mismo modo
sabiduría práctica se identifica asimismo que pintar una miniatura o un cuadro a tamañ o
especialmente con a forma de sí mismo que atañ e real o aun más grande son diferentes casos de arte”.
al hombre indi- vidual. De las otis clases de Esta controversia está íntimamente relacionada
sabiduría, una es la llamada doméstica, otra la
legislativa y una tercera la política: y de csta con las formas de gobierno . De $Cf CÍcrto que só lo
unos cuantos han sido dotados por la naturaleza
ú ltima, una parte se denomi- para adquirir la clase de prudencia reqUcr ida pafa
na dclibcrativa y la oua judicia).” gobernm, ¿có mo rcfutar que cl gobierno de los
¿Quiere decir esto que la aptitud mental para pocos o de uno es naturalmente ci mejor? Por otra
determinar los medios má s adecuados de
lograr
un fin difiere segú n el carácter de la finalidad parte, si en una repú blica los ciudadanos gobier- @
per-
seguida. ya sea la felicidad de un individuo o el
nan y son gobernados alternativamente, ino
bien comú n de la sociedad ? ¿Significa, ademá s,
que la prudencia requerida en el manejo del ho- debería cada uno de ellos poseer la prudent ía ne-
gar difiere de la que debe aplicarse en los cesaria para desempeñ ar ibas funciones, sea ésa
asuntos políticos, y que, en el estado , la igual o diferente para cada fíinció n ? Y finalmen-
prudencia del go- bernante —príncipe o te, si la teoría democrá tica es que todos los
estadista— es diferente de la prudencia de los hombres son capaces de ser ciudadanos —aunque
gobernados —sú bditos o ciudadanos—, puesto no todos, tal vez, igualmente elegibles para los
que uno actú a en el plano de las leyes generales puestos pú blicos de má s elevada jerarquía—, ¿no
y los otros al nivel de los ac- tos particulares en debe pensarse asimismo que la prudencia política
acatamiento de la ley? ¿Y en cl á mbito de la está al alcance de todos?
jurisprudencia, o prudencia de las le- yes, es la Queda en pie la pregunta, cmpcro , de si
prudencia del legislador diferente de la del juez aquellos que merecen los cargos pú blicos de
que aplica la ley? ma-
En su tratado sobrc la prudencia, Santo yor jerarquía poseen una prudencia de tipo espe-
Tomá s de Aquino responde a esas preguntas en cial para gobernar , o simplcmcntc un grado míís
sentido afirmativo. Establece la distincidn entre elevado de la misma prudencia con que gobiernan
pruden- cia privada, doméstica y política, y en lo sus vidas privadas, sus hogares o sus negocios.
que se re-
Capítulo 32: HLIGIÓN
cer notar, estaría justificado en no hacerlo. Esto, dinero y riqueza ha preralecido en todos los
sin embargo, no invalida la t‹-oría de Marx —
que a su vez no invalida lo anterior— de la tiem - pos, como los repetidos intentos por
corregir esa falacia lo indican.
'expro- piación original” que, en su opinión,
inició la capitalista; ni entru en conflicto con la Afirmar que cl dinero en sf mismo no puedc
de Marx de que cl capitalista tiene que rz- cis£accr ninguna necesidad fjaturzl , no
explotar a los trabajadores para lograr una utili- quiere de - cir que no sirva a un propósito
dad, ya que no puede CxtfaCila má s que de lz económica. PrSct i• camente todos los
plusvalía creada por los asalariados, que economistas comprenden la utilidad dcl dinero
producen má s de lo que se les retribuye para su como medio de intercambio , indispensable
subsistencia o para satisfacer sus propias para la circulación de las mercancías, una vez
necesidades. que se supera la fue dcl trueque. El dinero , sin
Estas consideraciones contradictorias en teoría embargo , no es s6lo un medio de intercambio,
econó mica constituyen un ejemplo de la forma sino que también consti- tuye una medida
en que Smith y Marx se cruzan. miís bien que se comú n del valor de los diversos bienes. H
en- cuentran, en numerosas cuestiones utilidad econó mica dcl dinero en el in-
econó micas bá sicas. Resultaría imposible, dada la tercambio y como medida de valor, o el
extensió n de este capítulo trazar la intrincada simple hecho de que las monedas de oro )'
relació n de su pensamiento, incluidos sus plata tienen a veces cierto valor intrínseco a
acuetdos y claras di- vergencias, así como los causa dcl trabajo que se les ha incorporado al
asuntos en que sencilla- mente discrepan extraer y acufiir el metal, no altera la distinció n
porque los dixuten desde dife- rentes puntos entre riqueza natu- ral y artificial.
de vista. El mismo juicio expone John Locke en cl
Los antiguos conccbían la riqueza como una siglo xvll, pero aun así, cien añ os después ,
va- riedad de bienes externos para sostener la Smith se ve en la necesidad de argü ii contra la
vida: alimento5, ropa, vivienda. La riqueza, teoría mercan- tilisia de lu prosperidad nacional
empero , puede comprender otras cosas, además basada en la con- fusió n de riqueza y dinero.
de las in- dispensables. Cuando Só crates, en H “Resultaría el mayor de los ridículos —escribe
república de Plató n . csboza una economía Smith— asumir sc- rimcnte la tarea de
simple, cuyo ob- jeto es satisfacer ú nicamente demostrar que la riqueza no consiste en dinero ,
las necesidades bá si- cas, Glaucó n le dicc que o en oro o plata ; sino en lo que el dinero
“está proponiendo una ciudad de puercos“ Se compra y es vá lido ú nicamente para
necesita má s, dice, para satisfacer “las
comodidades ordinarias de la vida. Con el fin de muchos propó sitos, ademá s del de adquirir
llevar una existencia grata, la gente se ha
díne- ro, pero cste no sirve pua otro fin que el
acostumbrado a venderse en sofá s y a cenar en la
de ad- quirir mercancías.”
mesa, y deberian poder tomar sus alimentos
condimcntados y disfrutar de un postre al Esto no obstante , la noció n tan comú n de
estilo moderno ” . Só crates réplica con un que la riqueza es dinero, oro o plata, se origina
proyecto de “estado sibarítico”, un “estado de en la doble funció n del dinero como
fantasía”, que no se limite a lo necesario, instrumento de comercio y tomo medida de
“como viviendas, ropas y zapatos. Habrfi que valor. La noció n es tan familiar que, aun aqucllos
fomento las artes dcl que estfin conven- cidos de su absurdo, tienden
pintor y del feCamadof, y procurar cl oro, el marfil a olvidar sus propios
y toda clase de materiales”; y la ciudad “estará rg. principios. Algunos de los mejores economistas,
bosantc de ocupaciones que la ley natural para industria, así como los medios para producirlos.
na- Únicamente se excluye el dinero. Sólo cstc no
da requiere” constituye una riquezi o ie le d‹rlai riqueza irtifitial; y,
Esta distinció n enttc bienes necesarios y de lu- sin cmbugo, la confusión de
jo, que tiene numcrosar implicaciones para la
éti- ci y la economía, al iguil que para la polítici,
no establece una dCfTlfifCació n entre riqueza
natural y aftificial. La riqueza natural no se
identifica exclu- sivamente con los recursos
naturiles en estado pu- ro, no clzborzdos por cl
trabajo pub su uso y con- sumo. 1-a riqueza, segú n
se entiende en general, comprende todos los
bienes de consumo, sean ne- cesarios o de lujo,
o productos de la caza, la agri- cultura o la
hace notar Adam Smith, comienzan
con la obser- vación de que la riquezi
de un piis consiste no en su oro y
plata exclusivamente, sino en sus
tierras, viviendas y bienes de
consumo de diversas clases. En el
curso de su rizonimienio, cmpcro,
li tierra, viviendas y bienes de
consumo suelen escaparse a su
mcmOria y cl énfasis de su
argumento frecuen- temente hace
suponer que toda la riqueza consiste
en cl oro y la plita.
Las distinciones enttc riqueza
real y dinero, y entre bienes
necesitios y de lujo, tienen una
signi- ficación que desborda le
económico. Son bisiC2S para las
enseñanzas dcl moralisti en cuanto al
dc- seo de riqueza, el lugar de fista
en el orden de bienes, y la forma en
que puedc dársele un buen HsO.
138 RIQUEZA
tantas en aigunos rcspcctos que la propia dua) y tapitnlista, s*gú n sus propietarios stan o no
libertad. ’ ' Sin embargo, es difícil, 5tgíÍfl Admite, trabajadora, y según consista en bienes de
consu- garantizar la propiedad de los individuos por un mo o mcdios de producción, Marx
preconiza que
lado, sin atacarlo por otro; y et imposiblc que las sólo la última sea transferida de la ptopiedad
pri- reglamentaciones que gobierno cl orden de suce- cada a la pública.
sión, testamentos, contratos, eitctcra, no contcn- Aún más radical que el socialismo marxisix es
el gan algunas rcstritcionts en cuanto a la disposi- comunismo que Platón propone en de rap ubh!
ca. ción de los bienes por las personas, con lo que se El propósito de Platón no es resolver el problema
limita por lo tanto cl derecho de propicdad”. de la pobreza o la injusticia económica.
Mediante A Hcgel la pobreza le parece una consecuencia la abolició n, por lo que cl llama
la clase de cusio- inevitable de la propiedad, del mismo modo que dios, de rol
propiedad privada, espera que ésios, la guerra es una consecuencia inevitable de la
aÍ compartir posesiones —mujeres e hijos
soberanía, y en ninguna de los dos casos puede incluidos—, no tendrán motivo de fÍvalidad, di-
abolirsc la causa. “Se torna evidente que a pesaf tensión o mbición ptisonai. Este cará.cter de la
de un exceso de tiqucza, la sociedad civil no es lo posesiones los moldearfi en una fraternidad y los
suficientemente rica. . . para impedir la pobreza liberará de los intereses privados, para que
excesiva y la creación de una multitud indigente. puedan trabajar en pto dcl bien general. En cera
Esta dialéctica interna de la sociedad civil la lleva a cuesuón de lz propiedad, ía condición de los cus-
expandirse fuefa de sus límites y a buscar mcrca- iodios imaginaba por Platón no dificrC Cn fTlutho
dos, y. . . sus indispensables medios de subsisten- de la de los discípulos de Jcsús, tal como se relata
a cia, en ones tierras, que son deficientes en los en KJ 3rc30J de lot apñJio/rt, o de la que existe
bienes que aquella sociedad sobrcproduce, o bien en las órdenes monásticas cuyos votos induycn tn
que están en general industrialmente rezagadas.” pobreza voluntaria.
El imperialismo, según Marx, no actuará por La crítica aiistotclica de los disposiciones adop-
mucho tiempo como remedio de lo que Richard tadas para los custodios en H repúbli‹:a se
dirige
H. Tawney más tardc Ilama “la crifermedad de la en gran medida contra la comunidad de mujeres
y sociedad de corinimo”, cs decir, esa fnisuación in- niños y la eliminación de la propiedad privada.
terna que Marx ve manifestose en las cíclicas crisis Aristóteles no sólo defiende la propiedad privada
económicas y depresiones cada vez de mayor mag- en muchos casos, sino que objeta los sistemas
para nitud. Tampoco propone este pensador la aboli- disttibuirla por igua).
ción de toda la propiedad privada como remedio Sea Cl comunismo deseable o no, hay
muchos de lz probreza cuando pide ”la expropiación de quc lo consideran imposible , no tanto en cl
plazo los expropiadores”. Al contrario, únicamente la económico como en el de la revolución moral
que posesión por cada individuo de una adecuada pro- también implica. El es¢cptico opina que la
natu- visión de bÍencs de consumo puede abolir la rales humanz no puede ser transformada hasta
pobreza. Al diferenciar entre propiedad indivi- ese punto.
Capítulo 3d. SABIDURÍA
los gentiles. inscnsatez; mv para los que son lla- recomienda tanto la ignormcin.” Mas los teó logos
mados, sean judíos o griegos , un Cristo que es po- sí condenar las imposturas de obiduria a que es-
der de Dios y sabiduría de Dios. Porque la inscn- teri expuestos los hombres. É sas son falsas
satcz de Dios es má s sabia que los hombres, y la sabiduriá s; la sabiduría del filó sofo no es falsa sino
debilidad de Dios es má s fuerte que los hombres. imperfecta. g
"Y mi lenguaje y mi predicació n —continú a Quienes elogian la l‹xura no pasan por alto la
San Pablo en su epístola a los corintios— no con- observació n que figura en los Proverbios en el sen- g
sintieron en discursos persuasivos de sabidufín tido de que “los insensatos desprecian la
(humana), sino en manifestación de espiirini y de sabidutí n”. Mis bien dembren la verdad que en-
poder; para que vuestra fe no se funde en la cicrrz una apuenie inserisaiez, y se valen de ella
sabiduría de hombres, sino en una fuerza divina. para evidenciar la locura de quienes pretenden
sef
Predicmos, sí, sabiduría entre los perfectos ; labios. Montaigne asegura que a diario escuchaba
pero no sabiduría de este siglo, ni de los príncipes a los locos decir cosas que no eran disparaudas; y
de este siglo, los cuales caduczn, sino que predica- haciéndole eco, el bufón Touchstone, en la obra
mos sabiduría de Dios en misterio, aquella que de ShWespcare , Ai You Life í/ (1399-1600; A
estaba escondida y que prcdestinó Dios antes de rrrnro grito), se queja: "Es gfan lá stima que los
los siglos pza gloria nuestra.” locos no tengan derecho a hablar sertsatamcntc
de EL asombro es el germen de esa sabiduría natu- las locuras de las gentes sensatos.” A lo que Celia
ral que cl filó sofo considcra como fin último de responde: “ fc mía, dices verdad, pues desde
las búsquedas humanos. Mas la sabiduría sobrina- que se ha reducido al silencio el escaso juicio de
rural de lz que habla la Bi’b1ía ptincipia con cl te- los loros, la p‹xa l‹xura de las gentes strisatas
anda mor de Dios y llega al hombre no por su esfuerzo bastante suelta. ' ' Y más adelante
, después de personal síno como un don divino. "Si alguno de una conversació n con
Touchstone sobre cl paso vosotros está desprovisto de sabiduría declara del tiempo,
Jacques observa : “Cuando escuchó al
Santiago—, pídala a Dios. que a todos da liberal- bufó n gayado moralizar así sobre el tiempo, mis
mente sin echarlo en cara, y le serfi dada.” pulmones comenzuon a cantar como un gallo, de
Los teó logos abundan sobre el texto dcl salmis- só lo pensar que los bufones pudieran ser en sí tan ¿
ta: “El principio de la sabiduría es el temor de pro(undos contcmplativos. ”
Yavhé. ” Enurnetando los pasos hacia la Del mismo efecto general son los reflexiones de
sabiduría, escribe San Agustín: “Ante todo, ne- Piotr en H guerra y la paz, en los días de su
feliz cesario es dejarnos guiar por el temor fe Dios para 1‹xxira a raíz
dcl incendio de Moscú. Cuando re- conocer su voluntad; sabet qué nos manda desear cuerda
las opiniones que se habin forjado de los y qué evitar.” hombres y de
las circunstancias durante su locura, No desdeñan los teólogos cristianos la sabiduría siempre las
encuentra correctas. “Quizás en del filósofo, porque cstc no logra
penetrar en los aquella época era ridículo. Mi inteligencia cia
más
misterios divinos ni guiar al hombte a su salva- abierta y más penetrante. Y comprendía entonces
ción. San Agustín ve en las enseñanzas de Platón lo que en la vida merecía ser comprendido. . .
un maiavílloso presagio de la sabiduría cristiana. porque era feliz.”
“Es evidente que nadie se acercó tanto a nosouos La l‹xura no siempre es alabado en términos de
como los platónicos“, dice al atribuir a Platfin la puadoja, como tampoco es condenada seriamen-
idea de que “el sabio como cl que imim, sabe. te s6to por cl tc6logo ctistimo, quien ve en
ella un ama a este Dios y al elegido que vive con É l y com- equivalente de ncgat a Dios o volverlo las
tspal- parte su bienaventuranza”. Si bien Santo Tomás de. “Hija vcncrada de Ztus —dice
Agamenón afirma que la “sabiduría, como don, es más cxccl- eri la Ilíadu— es la perniciosa Ate [la
locura], a sa que la sabiduría como virnid intclecnial, por todos tan funesia; sus pies son
delicados y no los llegar a Dios en fotma más íntima, en una especie acerca al suelo, sino que anda
sobrc las cabezas de de unión del alma con Él”, considera por cierto a los hombres a quienes causa
daño y se apodera de Aristóteles como el epítomc de la sabiduría natu- uno, por lo menos, de los que
contienden. En ral cuando se refiere a el como “cl filósofo”. otro tiempo fue aciaga para el
mismo Zeus. ”
Ln exhortacifin de San Pablo: “Mirad, pues, Agamenón concluye la historia de lz confusión de
que no haya alguno que os cautivo por medio de Zrus: “Un agudo dolor peneuó el alma del dios,
la filosofía y de vana falacia, fundadas en la tradi- que Irritado en su coraz6n, cogió a Ate por los
cibn de los hombres sobre los elementos del mun- níiidos cabellos y prestb solemne juramento de
do”, no es interpretada por San Agustín y Santo que Ate, ian funesta a iodos, jamás volvería al
Tomás en el sentido que más tarde habría de Olimpo y al cielo estrellado. Y volte*ndola con la
sugerir Montaígnc : “El tormento humano es la mano la arrojó dcl ciclo. En seguida llegó Ate a
sed de saber; he aquí por qué la rcligibn católica los campos cultivados por los hombres.”
in ct ,d«m «iz»i, in t«un»*nw naiáú
term s. de las cuaks. a JuiÒo dc ldixintgne. las
mls exespern tes s‹m In torpezn del ingenio. h
Ç a mayor parte de las figuras sobresalientes hace recordar que el hombrc es intemperante en
M en la historia y tasi todos los hérocs literarios o má s de una forma.
de leyenda son hombres de fuertes pasiones, am-
biciosos y soberbios. Actúan por impulso de de- La sociedad puede depender de la tcmplanza
seos que tienden a ser ilimitados. Muy pocos de sus miembros, pero esto no quiere decir que
prac- tican la moderacidn. Pocos, también, son estc en su podcr exigirla. El derec ho de la so-
los que iefrcnan sus excesos en la ira o el amor , o ciedad a imponer ra templanza mediante la pro-
en la lucha por cl poder y los placeres. Cuando mulgació n de leyes suntuarias. especialmente en
logran contener sus apctitos en un sentido, es lo que respecta a alimentos y bebidas alcohdlicas ,
para entre- garse con descnfrcno a ellos en otro. es objeto de fuerte impugnació n. Ello se basa en
DiStan de se- guir en todo los consejos de la el supuesto de que cl intemperantc no se dañ a
templanza que tan acertadamente expresa la má s que a sí mismo —lo cual es prerrogativa de
antigua má xima: ”Nada en demasía ' '. su libertad personal—, mientras que el injusto
Aquiles no muestra tcmplanza en su ira, y per- judica a los demá s. Má s adelante se volverá
Odi- seo, a pesar de su habilidad y astucia, no a con- siderar este tema, una vez quC se haya
logra do- minar sus impulsos de curiosidad y examinado la naturaleza de la templanza y su
vanidad. Mac- beth, instigado por su esposa, no relació n con otras virtudes, tales como la justicia,
se detiene ante nada, ni siquiera ante el propio cl valor y la sabiduría o prudencia.
asesinato, para sa- tisfacer su impulso de Mientras que poetas e historiadores describen
gobernar. Comedia y trage- dia fluyen por igual la frecuencia y extensió n de la intcmperancia, los
de la intcmperancia, como cuando cl exagerado moralistas tienden a mostrarse uná nimes en reco-
sentimentalismo de los ro- mánticos enamorados mendar al hombre dominio de sí mismo y mode-
descritos por Cervantes o Shakespeare hace ració n. Prá cticamente no existe vuicdad de teoría
sonreír al lector, quien se rego- cija con el ridículo motal —ya sea que haya sido desarrollada en
comportamiento de Sir]ohn Falstaff. tér- minos de ley y deber o de felicidad y virtud
La historia nace a menudo palidcrer a la — que no rccomicnde la disciplina dcl deseo por
literatu- la razó n y no condena la sensualidad , la
ra al relajar excesos de crueldad y de sensualidad autocomplaccn- cia, cl desorden de los apctitos o
que, dc no haber sido hechos reales, se hubieran las pasiones sin freno.
considerado como inimaginablcs. El panorama Los que preconizan la moderació n no siempre
histórico de la intcmperancia, pot lo demás, no se usan la palabra “templanza” o introducen la no-
circunscribe a las complaccncias dcsenfrenadas de ció n técnica de virtud. Para algunos autores, por
unos cuantos: déspotas orientales, césares y sus otra parte , templanza y virtud son casi
sé- quitos en la corte imperial de Roma, o idénticas. Consideran que la esencia de la
algunos di- rigentes de estados iotalitarios. No, iemplanza es la modcracibn y que una vida
cn el registro de la historia también figuran virtuosa consiste en llevar una vida razonable:
ejércitos en campa- ña, turbas y aun pueblos aquella en que la razfin modcra las pasiones y
cnteros entregados a una vida de dcsenfreno o limita la prosecució n del placer.
carentes de normas de de- cencia pública.
La teoría freudiana dcl principio de la realidad,
por ejemplo, parece reflejar n‹xiones tradicionales
aunque es objeto de controversia, consiste en la
de templanza. Una persona dominada por el
tendencia a identifica la templanZa COfi la
principio del plarer es de carácter infantil. “La
modera- ción en el consumo de bebidas
alcohólicas o, en el ámbito de los impulsos transició n del principio del placer al principio de
la realidad —señ ala— es uno de los avances má s
sexuales, con la castidad . La noción general de
importantcs en el desarrollo del ego. ” Cuando
virtud se cinrcu nscribc a me- nudo a la de
castidad, como cuando alguien emplea las “cl ego aprende que debe habituuse a no obte-
palabras “mujer virt uosa ” para dar a entender que ner inmediata satisfacció n se torna •razonable•,
es casta, o "mujer de virtud fácil’ ' para indi - car deja de estat dominado por el principio del placer
que no lo es. Esto no obstante, el espn táculo de la pza seguir el principio de la realidad, que
guía, embriaguez, avaricia y codicia se en- cuentra persi- gue un plzccr diferido y menos intcnso ” .
constantemente y en todas partes, lo que
144
Correspondc a Montaigne magníficas Ía aspen-to de toda stand. incluida la pmpia
templanza como superior a la vimid y converiirla tcmplanza como um vimid cnne ocras. Así. cl
en medida de una prosecución acertada de todos hombtc valeroso es cl que no teme mucho ni de-
los bienes, incluida la propia virtud Sin En rriasiado pero, sino que se muestra modcrndo
con tcrnplanza, escribe en su ensayo ’De la modcra- respecto al peligro y cl doÍor . En consccucocia.
un
¢¡§p¡ ' ' , ' 'COfçOmpC mO5. al mancjaf}as . COSaS quc hOm brC HO ptl Cd c SCf dCm2SÍfldO S’ZlC, tOSO Si III
por sí mismas son hermosas y buena. Podemos demasiado osado, y por lo ramo irr.prudente r te-
practicar la virtud . pero hacerla viciosa , de abra- metario.
zarla con un dcseo en que predomina la violencia El hombtc que puedc controlar sus deseos por
excesiva ' ’. Montaigne se opone a “los que afir- los placeres dcl tacto. está en mejor aptimd de
man que en la virtud no puedc haber exceso ” . Al contener su audacia frente al cl que es
contrario, piensa que un hombre puedc amar capaz de no vacilar ante los peligros mucric.
demasiado la virtu d y tfansponer los l ímitcs de podrfi más fácilmente encarar con fi rmcza la
la misma en la comisió n de un acto justo. . . Ad- tació n de los placeres. Ln tcmplanza forma parte
miro las naturalczas templadas, medias y así de 1s demá s virtudes. en la medida en que
llc- equilibradas; la falta de modcracidn, si no me va a los hombres a observar cÍ punto medio en
to- ofende , hasta cuando va entaminada al bien mis- de las cosas. De la misma manera, la firmeza de
mo, me extraída al mcnos, y me pone en duro á nimo es parte de la tcmplanza. puesto que
fona- aprieto calificar la” . lece al hombre contra Ía seducció n de los
placeres.
Lo que piensa Montaigne de la virtud , lo aplica al iguai que contra rl micdo al dolor.
también a la sabiduría o la filosofía. Cita a las La tcotía general de la virtud, que permite
dii- Sagradas Esc(ituras, que no recomiendan dcmz- tinguir las diversas vimidrs v advertir sus
rcla- siada prudencia, sino la prudencia con sobriedad, ciones, se examina en cl capítulo ‘‘Viriud
y y agregan que “el exceso de filosofía perjudica”, vicio’ ' ; y las virtudes esprcia)cs con que la
por lo que no se debe ”explotarla hasta un punto temptanza se vincula se analizan en los
capítulos en que ya transponga los limites de lo ú til”. En “Valor”, “Justicia” y “Prudencia” .
Aquí só lo se conclusió n, “no hay placer por legítimo que se considerará la concepció n general
de la virtud y de considere cuyo exceso e intcmperancia no nos sea qué modo se
ejemplifica en los definiciones de reprochable” . templanza propuestas por los que la juzgan, no
Montaigne opina que la templanza aumenta el como la virtud por entero, sino como una de las
placer de la vida en lugar de menguarlo; y subscri - virtudes fundamentaies y distinta de las demá s.
be lo que Plató n enuncia en MJ /eyri, es decir , Segñ n Plató n, los términos ”templanza” y
que “la vida templada es en todas las cosas suave, ' 'dominio de sí mismo" son casi
intercambiables; suave en los dolores y en el placer ; mientras que la ambos significan ”el imperio de
la mejor parte vida intemperante . . . experimenta violentos do- sobrc la pror”, Así como cl
hombrc valeroso es lores y placeres, así como vehementes y agudos aquel “cuyo estado dr ánimo se
aticnc , en cl pta- deseos y amores delirantes; en la vida iemplada, cer y el dolor, a los
mandamientos dc la razón ademá s, los placeres superan a los dolores , en tan - sobre lo que debería o
no temer”, de igual mane- to que en la vida intemperantc los dolores sobre- ra el hombre templado
es aquel en quien “cl pasan a los placeres en magnin id , número y fre- principio dominante de la razón
y los dominados cuencia ” . Só lo si se olvida esto, dicc Montaigne , estados de ánimo y dcseo se
muestran igualmente cabe suponer que el régimen que detiene al acordes en que al
primero toca gobernar” borrachín antes de que sc ahogue en su borracha- En
términos butante similares. Aristóttlcs defi- ra. al glotó n antes de que se indigestc, y al luju - ne la
tcmplanza y cl valor pot referencia aÍ placer rioso antes de que contraiga la sí(i1is, es un cncmi y cl
dolor . “El hombre que se abstienc de placeres go del placer. En su amor por las ”natufalezas
materiales y obtiene deleite de ello es templado,
templadas, medias y equilibradas' ' , Slontaignc mientras que el que experimenta molestia es
repetidamente aconseja evitar un celo excesivo por autocomp lacientc ; y aquel que se mantiene in-
la misma tcmplanza. La má xima “Nada en qucbrantablc ante cosas tcrriblcs y aun sr deleite
demasía ” se aplica a la virtud , al igual quc a la en ellas o no lc cau5d n d ngust ia, CS valCFOfiO, Cfl
bú squeda del placer que la virtud trata de domi - tanto que el angusiiado es un cobarde”
nar. Al igual que Freud, Aristó teles ‹onsidcra la
Conforme a ía teoría de que todas las virtudes autocomplaccncia tomo infantil . Cuando esc dc-
morales consisten en un punto medio entre cx¢eso sco no Cstá regulado por la razó n, ’ 'prá cticaff\CFtt
¢ y carencia, Montaignc parece identificar la mode -
carecer* de límites, pues en un ser irracional ci
du- ració n con la observancia de ese promedio, de SCo de placer es insaciable sin importar las fuentes
modo que dicha modelació n se convierte en un dC satisfacció n a que rccurta“ En tanto que
1 d6 TEkI PLANZA
Freud habla dC un principio dcl placcf que se so- EÍ que pract ica la continencia no es cl ú nico que
mccc al principio de la realidad, Aristó teles puedc ofrcccr la apariencia de templanza sin po-
afir- ma que “así como cl niñ o de bcría vivir sccr un cará ctcf verdadcramcnte templado . Algu-
conforme a la dirección de su tuior, dcl mismn nos hombres son modcrados por naturaleza.
mndn cl clc- mento apetii ivo debería Lo que parece tcmplanza en ellos , por lo tanto,
conformarsc scgú n el principio racional ' no es un hfibito virt uoso adquirido mediante
Cuando la razón contiene cl dcseo de placeres buenas ac- cioncs, sino simple mente una capacidad
materiales, “no es para disminuir el placer sen- natural para controlar sus dcscos o una índole
sual ” en opinió n de Santo Tomá s de Aquino, templado que se halla libre de deseos
“sino para impedir que la concupiscc ncia sc ccbe poderosos. En reali- dad no merecen ser
demasiado en él “ . Aunquc Santo Tomá s con- elogiados por el aparente do- minio de sí mismos
viene ton Aristó teles en definir la tcmplanz a ; tampoco lo merecen aquellos quc logran ser
cstrictamcntc como moderació n con respecto a moderados con respecto a ciertos pJatcres , pero
los placeres dcl gusto y dcl tacto, ' tales como los dan ricnda suelta a otros deseos. Al avaro que
pla- ceres de la mesa o dcl sexo” , también asixia limita sus placeres materiales a fin de amasar
la tcmplanza con aquellas virtudes que una pila de oro, difícilmente puede consi-
implican moderació n con respecto a otros derá rscle templado.
placeres. Por ejemplo , a pesar de que cxistc
amplitud de critc- Fig en lo que concierne al La templanza es a veces elogiada como una vir-
dinero como objeto de amor o placer , ni el tud por rcfcrc ncia a un objetivo específico y limi-
despilfarrador ni el tataiio son templados. tado. Al analizar la riqueza de las naciones,
Las nociones de abstinencia y continencia Adam Smith juzga la prodigalidad como un
pare- cen estar estrechamente relacionadas con vicio consi- derable y considera la posimonia
como una vir- tud indisptnsab(c. ' ’El txpitxl se
la idea de templanta. Ambos términos suclen
utilizarse indistintamente. Como se ha visto, acrecienta con 1s parsimonia —escribe— y
empcio, se - gú n la teoría de la virtud como punto disminuye con la prodi- galidad y la conducta
intermcdio entre los extremos de exceso y desordenada. . .La parsi- monia. y no la
carencia, la templanza exigr modefacidn en el industria, es la causa inmediata del aumento del
goce de los pla- ceres, mas no abstenerse de capital. ” Desde el punto de vista del incremento
de la riqueza, Smith califica a todo hombre
ellos por completo. Aquísc plantea la cucstidn de
si el ascetismo de la vida religiosa viola la norma pró digo de “enemigo pú blico y al fruga) de
de la razdn al privar a quien lo practica, en benefactor de la comunidad ” . Marx, empero ;
forma inmoderada, de los placeres ordinarios. ponc en duda que cl ahorro o la posimonia
Lo que a ojos de un psicoana- lista puede parecer
repre- senten una virtud moral en el capitalista.
una renuncia patoló gica o, en opinió n del Se mofa de la teoria econó mica clá sica, que
filó sofo, una violació n de las leyes na- turales, a tiende z iden- tificar el capital con la
juicio del teó logo cristiano asume las abstinencia y, con basc en la declaració n de
proporciones de templanza heroina, una perfec- Smith de que “la indusUia pro- vee el material
cidn sobrenaniral de la virtud. que el ahorro acumula” , interpffl- ta al ahoffo
San Agustín, en sus Confeii’onei, habla de los como “ía reconversió n en capital de la mayor
tiempos en que “juzgaba que la renuncia a los porció n posible de plusvalía o excedente de
producció n”.
abrazos de una mujer mc hoía sentir cl má s
desgraciado de los hombres ; y no pensé en Tu Estas consideraciones llcvan a examina de
mi- sericordia como medicina curativa de esa nuevo la cuestió n planteada zntttiotmenie con
debili- dad, ya que nunca había recurrido a respecto al significado de la templanza para la
ella. Crcía que la rontincncia eta algo que so- ciedad, o del efecto de la intcmpcrancia
privada en el bienestar pú blico. El problema se
dependía de nuestra propia fuerza de voluntad, y
muestra sumamente difícil cuando se desez
sabía que no tenía esa fuerza; pues en mi
ncccdad ignoraba la palabra de Tu Escritura en
olverlo me- diante la reglamentación de ciertos
el sentido de que nadie puede or continente a tipos de Pon- ducta, tales como la embriaguez,
menos que Tú lo concedas ”. Aunque San Agustín cxtravagancia o adulterio.
se separó de su amante con cl propó sito de las varones que se han aducido contra la
prepararse para cl matrimo- nio, no tardó en prohi- bición legal de bebidas alcohblicas son
dcscubrir que 'no era el matri- monio lo que en muchas y muy variado. En Opinió n de los que
realidad deseaba. Simplemente cra esclavo de mantienen que la tcmplanza consiste en la
la lujuria ” . Relata la )uchas consi- go mismo moderació n, y no en la abstinencia, “las leyes
que finñ mentc le permitieron tomar otra de tempermcia” ni son io que indica su nombre
direcció n y “ver la austera belleza de la conti- ni sc ajustan a sus fi- nes. Para otros, la mitad
nencla, serena y en realidad gozosa” de la poesía y iragediz de la vida humana se
dcsvaneccría si no existiera el alcohol; y a juicio
de otros mís,las leyes sumuoiu
TEMPLANZA 147
mnstimyen una equivocación de principio, ser perseguido por la ley. Montarme suma su voz
pues- to que el consumo que tfatan de a esta crítica de las leyes suntuaiias: “El medio
reglamentar es asunto privado. Si la de que nuestras leyes se valen para reglamento
intempcrancia Individual no perjudica m@ que los íocos y vanos dispendios de las mesas y de los
al que lz practica. éste podrá ser momlmcncc ves• tidos de los ricos, parece contradecir su
ccnsurzdo, ptro no tiene por qué
fin”.
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TOMPO
TRABAjO
nscnte por referencia a la clase de trabajo CcOttÓ- guen a estas tres economías no deberían.
micamcntc producú vo, sino en !* '^ d^ dis- segíin ht rx , oculur ta profunda analogía que
se estable-
tinció n entre unbajo y ocio, o enue funciones y esclavo o entre señ or feudal y siervo.
eco- Todas las diferencias institucionales que
nó micos u otrns en la sociedad distin-
Í' O ttjd(t5 COftvicOCtt , Cr£ipCFO , C£1 QtlC t2)CS dÍ C-
iencias de clast son b•nJ‹ s para la smicdad, co-
mo lo es el aumento de riqueza u opulcncia que
la divisi6n del uubajo hace factible. Esta y
aqucllos no só lo zmcnaran la unidad y la paz de
Iz so- ricdad, sino que tienden a dcgradar la
índole del trabajo, pues rcduccn al que lo
efectú a a la condi- ció n de simple componente
de una má quina. R divisió n dcl trabajo
frecuentemente lo limita a una tarea uivial e
insignificante, ejecutada en fot- ma repetida,
que Ic imposibilita el desarrollo de una
habilidad o experimentar satisfacció n por el
producto crcxdo.
Al parecer Íos grandes problemas del trabajo
son morales y políticos má s que econó micos. El
examen de la divisió n del irabajo desde el punto
de vista de la eficacia en la producció n tiene un
Cafá ctef puramente CcOOó micO sfilo sÍ 5e hacc
una absuacció n dC Sus efectos Sobre cl
trnbajador. Cuando se investigan los horarios,
condiciones y organizació n dcl trabajo en
términos dcl trabaja- dor, el aná lisis de los
factores que afectan la pro- ductividad cesa de
ser meramente econó mico.
El economisu examina una serie de asuntos
di- ferentes: la deterrninuidn de los salarios por
ln compra y venta dcl trabajo —o , segñ n Mam,
de la fuerza de tnbajo— como la de una
mercancía su- jeta a las condiciones de la oferta
y la demanda ; la diferencia entre salarios reales
y nominales, segú n la determim el nivel de los
salarios con relació n el precio de otras
mercancías ; la llamnda “ley de bronce de los
salarios”, segú n la cual los saluios no pueden
ser reducidos por debajo del nivel minimo de
subsistenN del trabajador y su fami- lia. Todos
estos temas los examina el economista de una
inanen descriptiva o histó rica, pummente
impersonal. Esto no obsta pita que se
susciten problemas de justicia y tales temas
den lugar a acalorado discusiones en cuanto a
los derechos del trabajador a los frutos de su
labor, a la seguri- dad del pleno empleo y otras
formas de protec- ció n, así como a la negociació n
colectiva y al de- recho de voz en Ía gestió n de la
empresa.
Enunrin‹1os de esta manera, los problemas ad-
quieren cancterísticas pcculiarmente modernas.
Son las dificultades de una economía
capitalista. para las cuales los paitiduios dcl
capital y del tra- bajo proponen diferentes
soluciones ; y, sin em- bargo, los principios de
justicia a que apelan los partidos en pugna
parecen no menos aplicables a anteriores
conflictos en otros sistemas econó micos: entre amo
ce en la relació n de propietoios y trabajadores. ya sean —que herr fund•mrntslmerite semejantes a to-
estos ú ltimos es‹:)avos, siervm de la glebn, o pfoletarios das las formas de esclavitud wonó micn— es
industriales que venden su fuerza de vista por marx en términos de producció n de
una•io. plusvalía por el intnjador; te decir,. que Este
Mann empirnde la tara de explicar có mo la di- produce un valor en mrrr•=•Ns superior el
ferencia superficial entre mano de obrn esclava y necesarie pam su subsistencia. Esta plusvalía,
asalariada oculta la ana)ogía. Eu el sistema de cuando se la apiopia el dueRo de los materiales y
esclzvinid, afirme , aun aquella parte de la jorna- da de herramientas con que labora el mbajador no
trabajo que el esclavo dedica exclusivamen- te para propietario, se conviene en acumulació n no
reproducir el valor de sus propios medios de devengndz o, en otros pa- labms, en una
existencia —y en la que, por lo tanto, tmbaja sdlo pan utilidad injusto obtenido del uub«- jo de ono
sí mismo—, está com‹idcrada por su amo como trabajo. hombir.
Toda la labor rcalizada por el cscla- La conuovcrsia sobtc la teorín de la plusvalín
xscpxscoucomocnbzono:rmuncmdo.Ent en
trabajo ax*l•risdo, por cl contrario, aun la parre 1x#fM,dcMzn,puedcdifcrcnüzncdcÍ*quc
excedente, no r«munrrnda, parece pagada. £n cl se plantea en tomo al programa revolucionario del
prirncc cnso, la telacibn de propiedad o¢uÍta el tra- bajo 3o nifíesto del Pmñdo (om renta. Ninguna de
que el esclavo efectú a para sí mismo: en el se- gundo, ellas, cmpero, puedc separarse de los cuestiones
la relació n monetaria ‹multa cl tnbajo no reuibuido del de justicia. Es dNutible que existn una conuovei-
asalariado. sia teal enne Marx y aquellos economistas que cri-
Dos frases en el pá rrafo anterior —”trnbajo no tican los datos y conclusiones de Marx en términos
remunerado” y "trnbajo no reuibuido”— indi- can que exclusivamente económicos o descriptivos, y que
Mam está pensando en tCrmioos de j - cia. En otras no toman en cuenta consi+• c‹=nrs de justicia y
partes califi‹n al pioleiariado in- dustrial de “esclavos equidad. Me no cnbc duda de que esos hechos
asalariados” pam subrayar la presencia, en una econonsin y conclusiones. especialmente en lo que respecta
aparentemente libte. de la misma injustn explotació n que al funcionamiento de la uonomía cnpitalisn, ad-
connota la pe- labin “centavo” cuando se irfierr al uso quieren imponancia en la disputa de si las
de los hombres mmo propiedad. Ln similitud esencial utilida-
en todas las formas de explotació n ceonó rnicn
des capitalistas son intrínsecamente injustos, puesto que no la forma de renta y cl capitalista
pucdcn acumularse Salvo con la cxplotació n de los trabajadores.
Los que impugnar este razonamiento raramen- te niegan que
la esclavitud sea injusta. Estos mis- fTlOS OpOFtCflt(•S, pOf )O
dCfIjÁS , HO pareCcfl argÜ IF su caso en términos de una teoría
diferente sobre lo justo e injusto. Ellos mismos apclan sl principio
comfin de equ idad en el intercambio y la distribu- ció n , con cl fin
de defender los derechos dc los propietarios de capital a una
utilidad que com- pensa su propio trabajo pyevio en !a
acumulació n del capital original, así como Íos riesgos que
COffCl"1 aÍ iftVe£tir SUS fes(*rYaS Cfl elTlpreSZS pfOdLf(- tivas . El
problema , en consecuencia , parece redu- cirse a si los
trabajadores son explotados cuando reciben en salario mcnos del
valor total que su tra- bajo ha creado; si las utilidades de los
capitalistas proceden enteramente de la plusvalía que consti- tuye
el diferencial entre lo que el trabajador crea y recibe ; o bien , en el
ceo de que la utilidad no sea idéntica a la plusvaJía, si no sigue
conteniendo un elemen to m;irginal de acumu laci6n no devengada
one se deriva de la explotació n de los trabajadores.
La noció n de valor —el valor de las materias primas y el dcl
propio trabáJO— CS Obviamente de importancia fundamental.
Gomo se indica en el capítulo ' ’Justicia” , las fó rmulas dc
igualdad , que determinan distribuciones o intercambios equita-
ivos , requieren cierta medida de equivalencia en valor. ¿Qué es
lo que determina el valor intrínseco de un producto parz que
pueda scr comparado con otro, sin hacer referencia a sus
precios en el mercado? La respuesta de Adam Smith a esta pre-
gunta es: trabajo. La misma contestació n que an- tes de El dieta
John Locke y dcspurs Marx.
Esta tcoria del valor plantea a su vez la cucsti6n
del valor dcl trabajO mismo. )Qué es lo que deter- mina su precio
natural o real, por oposició n a su precio nominal o de mercado?
Aquí Marx y Smith disrrepan, lo que puede explica otra
divergcncia cuando Marx declara que ’ ‘cl valor real del trabajo es
cl cosro de su producció n , no cl prccio prome- dio que puedc
alcanzar cl mercado“ En seguida paso este pensador a explicar la
plusvalía que ob- tiene cl capitalista, cl cual paga la fuerza de
trabajo sobrc la base de reproducir y sostener al tra- bajador, pero
utiliza su fuerza de trabajo para producir un valor real en
productos que supera eÍ precio real del propio trabajo .
Smith, por su parte, mantiene que cl producto dei trabajo
corresponde al trabajador ú nicamente en ese estado original de
cosas que precede tanto a la apropiació n de íz tierra como a la
acumulació n de capital. Cuando la tierra se convierte en pro-
piedad privada, cl tcrratcnientc hace una primera deducció n bajo
efectíía una segunda bajo la forma de uti’1idad. Substraídas
rcnia y utilidad , lo que queda rcpre - santa cl JAarzó dcl
trabajador
Esto no obstante, Smith también dicc dc los terratenientcs
que éstos, “al igual que otros hombres, aman cosechar donde
nunca scmbra- ron ” Esta denuncia implícita de acumulació n
no devengada , sugiere que Smith no eluds mezclar los juicios
morales con la descripció n econó mica, y que no discrepa de
Marx en cuanto a la justicia eco númica . Sin embargo c1 hecho
de que Smit h considere ía uti)idad como el precio apropiado
que se paga por el uso de capital, y que en su opi- nió n cosechar
sin sembrar no constituya un ele- mento esencial en la
obtenci6n de utilidades, puede jezgosc como un rechazo al
desarrollo hecho por Marx de la teoría del valor del trabajo
hasta convertirla en una teoría de la plusvalía y de la
acumulaci6n no devengada.
Ademá s dci problema estrictamente econó mico
de la distribució n , hay otras cuestiones de justicia que
conciernen al trabajo. En el mu ndo antiguo, por ejemplo , no
sÓ lo los Esclavos , Sino tambicn los artesanos libres, eran
considerados frecuen tamen- te como incapaces de participar
en la vida política. ú nicamente los que contaban con medios de
in- depende ncia ccoobmicz disponían del suficiente tiempo
libre para dedicarse a actividades civiles que, en las ciudades
-estado de Gretia, constituían virtualmcntr una ocupació n de
tiempo completo . Frente a este cmMetro oligfirquico —que
asimis- mo implica la noció n de que la riqucza merece
privilegios políticos especiales —, los demó cratas griegos
asumicron la posició n de que todos los hombres libres de hían
ser ciudadanos iguales, sin tomar en consideració n la cuantía de
sus bienes o sus condiciones de trabajo y de tiempo íibre. El
principio oligá rquico, empero, tendió a seguir prevaleciendo
entre los republicanos del siglo xvill. Kant, por ejemplo,
sostenía que la ciudadanía ‘ ’presupone la indcpcndcncia o
autosuficiericia del ciudadano individual en medio del pueblo“,
y sobrc esta base preconiz6 la limitació n del sufragio , La
revolució n democrá tica no se inició sino has-
ta mediados del siglo xix, pero aun entonces, John Stuart Mill,
que abogaba en favor del sufra- gio univcrsal, pedía que se
descalificara a los indi- gen tcs y a los desocupados quc vivían
dcl socorro pú blico, sin hacerse la pregunta de si el derecho el
trabajo —para evita la pobreza y la indigencia involuntoia— no
constituye un principio de- mocrá tico inseparable de los
derechos ciudadanos. La relació n histó rica de la democracia
con el movimiento hacia la justicia política para las clases
trabajadoras , parece sugerir que la democracia política debe ir
acompañ ada de ta democracia eco-
nó mica a fin de alcanzar todos sus objetivos.
Ț os hćrocs que han pasado a la historia o que
Tal cs cl valor del hombre dectdido , del
M han, sido inmortalizados por la pocsía pucdcn
gucrre - ro csforzado qu¢ haya participado en cl
ser crueles, impu lsivos , rod iciosos,
sitio dc Troya o en cualquier otra batalla: como
despiadados, inicuos e insolcntcs, pero jamá s
Leó nidu en las Tcrmó pi ías , o los combaticntes
cobardcs Los hć- roes no ccdcn ni tit ubean i no
que figuran en las obras dc Shakespeare , o cl
pierdcn ía sefenidad ante el pcligro , y cuentan con
civilizado prínripe Andrćí y el rondc Rostov en be
la cneigía y entereda suficientes para Íograr lo
Jeems y lv pan. Es ese iipo de valor at que
que se proponen En una palabra, no es concebi
ble un héroc pusiiá nime. acompañ an la fHcrta fÍsica y lTS proczas de
cstoicismo : tal es el
El valor cs la esencia misma del heroísmo y
sentido literal de la palabra ' 'fortalcza” , sinõ ni -
con- here un aura dc scmidiõ s a los hérocs
mo dc valor , como rcscrva de fuerza moral y cspi-
Jegcndarios . En los poemas de Homero, los
fitual que pcrmitc a quîen la posce pcrscvcfar en
héroes sc baien at parejo con mortales e la acció n aun cuando las turf zas ya parczC$fl ago-
inmortales; sobfe todo en la llíada, no faltan los tadas. Valor scmejanie cs una virrud cntcndîda
hćrocs a quienes nada amcdrcnta. El valor cs la scgú n la primera accpció n de la voz latina
virt nd que por cncima de c ualquier otra distingue virtus , virilidad, aliento, fuerza del espîritu que
a Hćctor y ignites, Ă yax, Patreclo, Diomedes ,
ha de poseer cl varó n.
Agamenó n y Menc- lao. Otra cualidad, no mcnos
Existen otros tipos de valor. Los hćroes
encomiada que el valor, es la astucia, objeto de
trá gicos como A ntígona y Edipo ostentan un
alardes y rivalidades , rasgo distirN ivo deí
valor cuya fuerza no cs fîsica sino mental ; y en
multifacético Odiseo y carac- ter îstica de la
cse scntido se ttata dc un valor esericialmcnte
elocuentia de Nesiof . Con todo, la mà s lñ cida de
humano. El valor no consists s6lo en dominai cl
las afcngas no es sino un preludio a la acció n.
micdo y reprimir
Fuera de la incursió n nociurna de Odi- seo y
todo impulso del cticrpo a escapar, con plcna in-
Diomcdcs por ¢1 campo troyano, las grandcs
difcrencia hacia el peligro o cl dolor. Consists así
hazafias que se refieren en la //idle no son ac-
en forraleccr Ía voluntad y mantcncr sus iesolu-
ciones furtivzs o maquinadas de antemano, sino
ciones, como en buscu y cncazar sicmprc en for-
má s bien cncucntros espontźneos en los que
ma decidida la verdad.
earn- pea la valentía.
Entre lv pasioncs de los hćroes figura indu- acció n civil, no mcnos que la militar. re-
dablcmente cl tc mor . Cuando se les llama de valor, espccialmcntc en un rćgimen de
intrć- pidos, no es porque nada los arredre ni les libertad. El valor o la debilidad dc un pucblo son
hiele la sangre en las venas. Tan puedc harcr considcrados unas veccs como caiisa y otias como
presa dc ellos la íia como el temor . Son consecucncia dc sus instituciones políticas.
impźvidos por cuanto el temor no les impidc El irabajo del hombrc implica acibn y forma-
tomar dccisioncs y actuar. Su valor sc acrece ció n. El scr humano tiene un compromiso con la
ante la pcrspectiva del pcligro, to cual les vcrdad y ante cl estado. La habilidad para
permit.• actuar con enicreza, sin que el dolor o encare con resolució n lv vicísitudes de la vida
incluso lz muerte consiga amedrcntzrÍos. define cl iempermento de una mente esfotzada.
Mas los valientes suclen asociar la idea dc Apiendcr nunca ha sido cmpresa få cil. y la
vaÎor con la de impavidez, y señ alar at cobarde ver- dad tampoco ha sido una matstra
como aquel a quicn to pierde el miedo “Una accesiblc. Los giandes ń lfisofos y hombres de
celada ciencia, haciendo acopio de peiscverancia y
—dice ldomedeo en I z lliada— es donde fźcil- entcrcza. Íograron sobreponcrsc a la oposiciõ n y
mcntc se disiinguc al cobardc dcl animoso (ct
co- barde sc ponc dcmudado. ya de un modo
ya dc otro ; y como no sabe tencr firms *nimo
dcsconfianza de la sociedad , así como a los
tropiezos intelectuales que habrían desalentado c
a hombrcs mcnos rcsuel- tßs a buses y dcscubrir
en el pctho, no permanece tranquilo, sino que la vcrdad Los grandes
dobla las rodillzs y se sicnta sobre los pics, y el má rtircs y samos dcmosiraion tambićn posecr cl
corazó n le da Grandes ialtos por ct temor de las temple de buenos soldados en la defense dc sus
parcas y los dicntes le crujen). ” Il valicntc, en conviwioncs, las cuales hibfîan qucdado en
carribio, podr* sobrcponerse at temor e entiedicho si ellos hubiescn ccdido ante la descs-
impediră que some en su semblance, pcr8cîó n.
VSLOR 1 37
Las manifestaciones de fortaleza suclen obedc- prevalecer entre los gobernantes, el valor entre los
cer a causas difrrentes, tan distintos entre sí como soldados y la templanza én todos ellos.
las formas que puede asumir el vaior kntc las di- La teor ía sobre las virtudes cardinales y su
rela- versas exigencias de la vida. No todos ellas son ci6n rec íproca, que no concibe la perfecció n de
igualmen tr ad rDirablcs, en pZr£c por cucstiÓ fi dc una en auscncip de las dcmÁs, sc exponc en eÍ
grado, y en partr también porque los actos que capítulo sobre '’Virtud y vicio ” . Los capítulos
reclaman fortaleza no son de igual valía moral, en sobrc “Justicia’ ', “Templanza” y ” Prudencia' sí
mismos o en sus propó sitos. Con todo, el valor ‹omentan la doctrina que concibe las virtudes co-
es en esencia siempre cl mismo: mantienc incó lu - mo partes integrantes de un todo. El papel espe-
me a don QuiJOtc y , en cierto sentido, a JirJoh n ¢ ial que dcnmpe tia la prudcncia en relació n con
Falsta££; da esplendor a los nombres de Ccs8r y otrxs virtudes, como cl valor y la tcmplanza,
Alejandro Magno ; pcrmiir a S6cratcs y a Galileo trata en el capít ulo , correspondiente a dicha vir-
arrostrar sercnamcntc sus respectivas condenar. tud. Aquí se considera únicamente cómo la fe1a•
Sea ya en el cumplimiento del deber o en su anhc- ciÓ n con la prudencia puede determinar el signifi -
lo de felicidad, el valor fortalece a la persona ante cado o la naturaleza mismo del valor .
las decisiones difíciles que la vida le obliga a to- Algunos autores relacionan cl valor y lz pruden-
ar. cia, modificando así la definicidn de valor . Aquí
Como se indica en el capítulo sobrc ”Virtud y entra en consideració n la doctrina dcl justo me- vicio
” , tradicionalmente se ha situado al vzlor o a dio, que si es aplicable a todas las virtudes mOra-
la fortaleza entre las cuatro virtudes cardinales . Íes. con mayor razón al valor y la templanza.
Las tres restantes son templanza, justicia y En Aristóteles se origina la idea de virtud en-
sabiduría o cordura. Plató n menciona estas virtü - tendida como ' ’cl justo medio entre dos vicios.
des aÍ comparar, en rep ub l’ca, ías paftcs del es• porQuc los vicios, respectivamCn£c, cKrccen o cx-
rado con las partes dcl alma. Los mismos princi - cedcn de aquello que conviene tanto a la pa-
pios vigentes para cl estado se aplican también al siones como a las acciones”. Sc requiere prudcn-
individuo. Luego procede Só crates a nombrar.las cia para decidir lo que hay que temer y en qué
tres partes del alma individual, a sabcr : la parte grado y circunstancias; y así, un juicio pnidentc
racional , la irracional o apetitiva, y la partc pa- indicará al hombre qué debe icmer , cu5ndo y
sional O Espiritual. 9º* medida, para que cl temor no sea ni dema-
En correspondencia con estas tres partes del al- siado ni insuficiente.
ma hay, o de biera haber , segú n Plat6n , otras tan- Casi todos los autores que en una u otra forma
tas en el estado: los custodios o gobernantes, los se ocupan del valor llegan poco má s o menos a las
trabajadores —agricultores y artesanos—, y los mismas conclusiones. Si s¢ sabe cdmo graduar la
a U x¡Í¡a tes O SOIda‹]Os. prCCaIICi6 fl y Ía COrlfÍariza , pOr ej CfTlplo , Ge CV i Para
Las virtudes propias de cada parte del alma lo caer en los extremos de la temeridad y cobardía,
serán asimismo de las partes correspondientes en para mantenerse en el justo mcdio que define el
cl estado. Valiente es aquel “cuyo espíritu se valor. La cobardía no es, pues, cl único vicio que
atienc, tanto en cl placef cÓ mo en el dolor , a los se opone al valor. Quien no es precavido ante el
dictados de la raz6n sobre lo que debr y lo que no peligro inminente y pasa por alto las advcrtü ncias
debe temer . dcl sentido comú n, má s que valiente es insensnto ;
La templanza , cmpcro, antes que la perfecció n de idéntica forma, el cobarde se deja amedrentar de
sólo una pzrte, es la virtud que imprcgna el por temores que el sentido común le ordena ven- conjunto y
que, segú n 86¢fates, se la c ncuentra eri cci. Tel es precisamente Ía idea que expresa don
el hombre que posee esios mismos elementos en Quijote cuando advierte a Sancho que “la
fraternal armonía, y en quien el principio regidor valentía que no se funda sobre la base de la pm-
de la razdn irripera sobre Íos del espíritu y el de- dencia se llama temcridad, y los hazañ as del
te- seo . La ju s tic ia —‘ ' u n i ca vi rt u d aú n merario má s se atribuyen a la buena fortuna que a
pendiente. . . cuando se ha hecho abstracció n de su finimo”.
las otras vi rt udes : valor, temp la n za y Decidir en un momento dado qué convienc
sabiduría”— “es causa ú ltima y condició n de la má s, si huir o luchar , para evitar no s61o la
existencia de todas ellas, y en tanto prevalece en cobardía sino también la tcmeridad, implica, dcs-
ellas es ademá s su salvaguardia” . de luego , un fallo de la razó n. Sin el fteno ra-
En la esfera política, la justicia florece en el es- cional de la prudencia se podrá ser arrojado, pero
tado bien organizado , allí donde gobierna la no valiente.
sabiduría, donde el valor es salvaguardia de la paz Quienes no incluyen la razón o la pnidencia co-
y de las leyes, y donde la tcmplanza mcsura los mo elementos esenciales en su definició n de valor,
costos de la hacienda público. f-a sabiduría ha de consideran cue Este es mfs una emoción une una
virmd, y tienden a identificarlo con la temeri-
dad, en oposicidn el excesivo recelo.
el menos impmibles serían tiff Valientes como actuación determinada implique. Mas si el
quienes han logrado sobrepoRcrsc zl temot para hombre en verdad valiente ha de ser asimismo
no dcfruudar s se conciencia Hay borrachos que vir- tuoso entonces muchas de las aparicn_cias
del va
valor
Segú n estos consideraciones, en la definició n dida como un habito implica una disposicidn
de valot debe tenerse en cuenta esc prudente bien asentada. Aun quien habitualmente se con-
disret cimiento capaz de decidir entre lo que duce como un cobarde puedc inopinadamente
hay que temer y lo que hay que afrontar pese a realizar un acto de valor: pero al puecer, no
los peligros o dolores que suponga. Con el objeto cabría llamar valientes a quienes por mero
de tomar decisíortCs de esa índole en un caso desplante se muestran impávidos en un momento
Concreto, la persona ha de tener criterio dado El vdor entendido como la virtud de domi
suficiente para orde nar su escxla de valores, y nar cl temor, no es algo que se avenga con ellos.
dilucidar cuá l es el fin de la vida. Pata que un A través de Íos siglos el tipo de valor que han
hombrc encxie con valor su situació n tendrá enaltecido por igual historiadores y poetas es
que decidir qufi cosa son má s aquél del hombre que entrega su vida si es
preciso doc <I bien de los demá s: el valor del
ciudadano que no escatima esfuerzo en eÍ
cumplimiento de
mÍCtttO' ' Aquí sc tratarfin otras tuestiotlCS Cftl- SCgú .(y Sktlto TOmá 5 de AQuino. kitt SÓ IO LOS OK-
nentes a la verdad. jctos artificiales pueden poseer verdad , sirto las co-
En primer lugar hay que hacer norar que existe sas naturales tá mbifin, si se les considcra con rela-
una cucsti6n de importancia en cl tema que nos ci6n al intclccto dcl que han sutgido . La mentc
otupz , la cual no parece suscita grandes disputas. divina, causa creadora de las cosas de la naturales
Es notablc la amplia coincidencia entre los gran- za, determina la verdad de cstas, al igual que e}
des autores de nuestra civilización sobrc la capaci - intelecto del hombre es medida de verdad para los
dad del hombrc para alcanzar y compartir la ver- productos de la industria humana. ' ’Se dice que
dad —o por lo menos .algunu verdades— y, asi - las cosas naturales son verdaderos — esc ribe Santo
mismo, sobrc la respuesta a la pregunta: “jqut es Tomás— en tanto expresan similitud con la man-
la verdad?” Esta unanimidad acerta de la defini- te dcl Creador : una piedra es llamada verdadera si
ción dcl concepto es sorprcndcnte, dadas las di - posee la naturale za propia dc una piedra, según la
vergencias sobre lo que es verdadero . Como ya se concepción del intclcéto divino . “,
ha indicado, algunas discrepancias se suscitan La ¢onclusiú n de Santo Tomá s, en el sentido de
dentro de II misma teoría de la vcrdad , y son que “la verdad radica en primer lugar en el inte-
pro- ducto de distintos aná lisis de las fuentes de lecto y sólo de manera secundaria en las cosas, es
error o de formulaciones conflictivas de los sig nos decir, en su relación con el intelecto”, sugiere una
que in- dican la presencia de la verdad. Ni siqu iera diferencia profunda entre la verdad en la mente
estas diferencias, sin embcgo, afectan el acuerdo divina y en Ía humana. Esta distinción es todavía
gene- ral respecto de la naturaleza de ra verdad. más ni›tab1e que la que existe entre la verdad infi -
Así co- mo todo el mundo sabe lo que es un nita y la finita. La diferencia entre la verdad crea-
mentiroso, aunque no todos pueden establecer la y la que no lo ha sido afecta la misma defini-
tan fá cilmen- te que se les estfi mintiendo , los ción del término “verdad ”.
grandes fil6sofos al parecer coinciden en lo que es
la verdad , mas no en lo que es verdadero. El definir la verdad como una concordancia
La definició n tradicional de verdad, que propo- entre pensamiento y cosa, o cosa y pensamiento,
ne que ésia es una concordancia entre pensamicn - no es compatible al parecer con la idca que filóso-
to y realidad, deja, empero, muchos problemas fos y tc6logos se han hecho del intelecto divino.
sin solució n. Quicnes aceptan la definició n debe n En cl ámbito de lo humano, por oirx parte, la de-
includiblcmentc ahondar en mayores explica- finición puedc ser interpretada de manera difc -’
ciones. No termina con clla la teoría de la renta de considerarse la verdad como una pro-
verdad, sino má s bien empieza. ¿Có mo sabemos piedad de las palabras más bien que coriio
cuá ndo nuestros ideas, propuestas o juicios , característica de las ideas. La verdad de los signos ,
concuerdan con la realidad? ¿Qué indicadores o a la que se denomina también “verdad de la sig -
signos, quc criterio nos indicará la verdad o nificación ” , “no es más —según Locke — que la
falsedad ? lvlás adelante considerarcmos las conjunción o scparacidn de palabras en las propo-
diversas respuestas que se han ofrecido a este siciones, de la mismx manera en que las ideas que
respecto, pero otros pro- blcmas requieren denotan, concuerdan o se oponen en las mentes
prcviamrnte de nuestra atenció n . Una de las de los hombres”. En contraposición a tales verda-
consecuencias de la definició n men- cionada es des verbales, las de carácter mental, según Locke,
que la verdad se considere como cuacter ística implican la conjunción o separación de las ideas
de las ideas y no de los objetos mis- mos. La mismas de una manera acordc con las realidades
que representan.
concordancia entre intelccto y cosa , Aris- ibte!es
indica, puedc cstudiarsc dcsdr dos puncos de Las verdades matemáticas pueden diferir de los
vista, según se crea que cl intelecto es la causa de de la física, y las de la filosofía o la rcligión de las
la naturaleza de la cosa, o que la naturaleza de ésta que proponen las ciencias empíricos. En ocasiones
es la causa dcl conocimiento implantado cn cl se considcra, por ejemplo, que las verdades mate -
intelecto . Cuando “las cosas devicnen medida y máticas son exclusivamente formales, es decir , no
regla del intelecto, la verdad consistr en la concor- se refieren directamente a la existencia real. Algu-
dancia del intelecto con la cosa. . Mas cuando el nos filósofos y científicos consideran que los
intelecto es regla o medida de las cosas, la verdad juicios quc conciernen a cosas reales son, en cl me-
radica cn la concordancia de las cosas con el inte - jor de los casos, sólo opiniones probables. Otros
lccto”, de la misma manera en que se denomina a afirman que se puede alcanzar (a verdzd en las
una obra de attc ”verdadera” cuando se su jcta al ciencias naturales, pelo que las verdades empírica
proyecto o intención dcl artista. Por eso, Aristóte- que de ellas se desprcndcn son intr ínsecamentc
les apunta que ‘’se dicc que una casa es verdadera diferentes de las formales que proceden de la 16gi -
cuando concuerda con la imagen que cl arquitecto ca v las matemáticas.
se ha formado mentalmentc dc cha ” .
VERDAD 161
Al llegar a este punto cabe preguntaisc si la de- por lo tanto, debe ser cierto. L‹is axiomas, o pro-
finici6n de verdad que condiciona ésta a una con- posiciones autecvidcntcs c indiiputnbles, son
cordancia con la realidad puAc aplicarse Z todas aqucllos juicios que reconocemos inm<diatamen-
las clases de verdad, o sólo a aquellas que atañen te tomo verdaderos, puesto que sus contradicto-
al rcino de la naturaleza. Esta pregunta no impli- rios, al contradccirsc a sí mismos, son imposibles
o ca únicamente una distinción entre disciplinas ta- necesariamente falsos. La verdad de cualquier
les c OfrlO Ía5 frl a tefTlfiticas y la fÍSica , 5inO qUC cOf - pfopo5iciófi qUC rlO sea pOr sí rft iSfTia Ufi axiofTl a , O
cierne a la diferencia entre el estudio de la naiura- la declaración de un hecho evidente quc n ha
leza y el de la moral, entre las disciplina practicas percibido, se verifica por medio del principio de
y las teóricas. no contradicción, determinlndosc la concordan-
El problema del criterio o los signos para rero- cia de tal proposición con algún axioma u obscrva-
nocer la verdad, no causa igual preocupación a to- ción .
dos los que estudian la naturaleza de la verdad. La congruencia interna o falta de contradicci6n
Los antiguos apenas lo consideraban como proble - de un juicio —rontraiiamente a sus consecuencias
ma, mientras que para algunos autores modernos, o efectos— parecería ser un signo intrínseco c
como William James, constiniye una cuestió n pri- inequívoco de su veracidad ; mas no todos los fi!ó -
mordial. Por lo que respecta a la controversia sus- sofos han adoptado este criterio ”Lx contradic-
citada en torno a la teoría pragmá tica dc la ver- ci6n —segú n Pascal— no es indicio de falsedad,
dad , propuesta por James, suele desprenderse ni la falta de contradicció n signo de verdad.’ ' Ni
cierra confusió n del hecho de que este psicó logo y siquiera todos los que aceptan ta) criterio lo juz-
filó sofo norteamericano rara vez discute lo que es gan adecuado para resolver cl problema.
la verdad, cxccpto en términos de có mo conocemos Algunos pensadores confían en una señ al inter-
que algo es cierto. Sus oponentes, por otra parie, na por medio de la cual la idea revela su fMdad no
se interesan en los signos de la verdad cuando o verdad. 5an Agustín, por ejemplo, considera de
discuten la naturaleza de ést a. James no considcra la siguiente mancra có mo podría sahcr si las pa-
importante que la verdad consista en una concor- labras de Moisés son verdaderas. “Si lo supiera
dancia con la realidad, sino el hecho de que “las —se pregunta—, ¿procederá n este conocimiento
ideas verdaderas scan aquellos que podemos asi - de él? No —contesta—; pero dentro de mí, en lo
milar, corroborar , verificar: aquellos a las que po- rccdndito de mi mente, la verdad, que no es demos
dar validez ''. El quc nos sea posible asimi - hebrea ni griega, ni romana ni bá rbara, mc diría
lar, verificar o dar validez a una teoría depende, a sin labios ni lengua ni sílabas audibles: •aquú l di-
su vez, de las corisecuencias de ésta, ya sea pza el ce la vcrdad•“ .
pensamiento o para alguna actividad. James defi- Según San Agustín, Dios es garantía de la voz
nc estas consecuencias como “el valor efectivo de que de una manera sencilla nos indiro la verdad.
la verdad cn términos de la expericncia”. Spinoza, a su vez, considera que la verdad de una
Es plausible considerar la verificación que se lle - idea depende de su relación con Dios, porque en
va a cabo por medio de observaciones como una “nosotros, una idea verdadera es aquella que
manera de probat la verdad dcl pensamiento en Dios es adecuada, en la medida en que Él er
maui- términos de sus consecuencias; pero la verificaci6n ficsta por mcdio de la naturaleza de la
mente hu- requiere ademá s del criterio de verdad presente en mana“. De acuerdo con
este filó sofo judío, cl principio de no contradicció n. Cuando Aristó - “aquel que
tiene una idea verdadera, sube al mis- clcs afiimz, por ejemplo, que só lo debemos mo tiempo
que tiene una idea verdadera. y no
aceptar como verdaderas aquellos teorías “que puede dudar de la veracidad de ella' ' ; puesto que
concuerdan con los hechos observados”, quiere “aquel que connce ciertamente tina cosa debe po-
decir que cuando la veracidad de una pctccpció n seer al mismo tiempo una idea adecuada o un co-
determinada es indiscutible, puesto que el hecho nocimiento verdadero de su conocimiento, esto es
observado es evidente , la declwarió n teó rica o ge- (como es evidente), debe necesariamente estar en
neral que la contradice debe ser falsa. lo cierto ” .
La funció n del principio de no contradicció n Spinoza sostiene que es imposible tencr una
como criterio de verdad. sin embargo, no se limita idea verdzderz sin conocer a un mismo tiempo
a probar teorías pan determinar si son congruen• que es verdadera. A la pregunta: “ ¿c6mo puedc
res con lo que se ha observado. Una de cada dos sabcr un hombrc que su idea concuerda con
proposiciones conuadictorias debe set falsz y la aquello de lo que es la idea ? ”, responde de la
si- otra verdadera ’‘si aquello que es verdadero afir- guiente manera: “lo sabe simplemente porque
mai no es más que aquello que cs falso negar”. tiene una idea que concuerda con aquello de lo
Pucdc incluso probarse la falsedad de un juicio que es la idcx, es decir , porque Ía verdad es por sí
* islado si se contradice a si mismo; y su opuesto, misma criterio de verdad“ ¿Jul puedc ser má s
162 se tcvela a sí misma y a la obscuridad, la ver- dad es
criterio de sí misma y de la falsedad tam- bién”.
claro, señ ala Spinoza, "o más cierto que una idea Aunque Dtscmcs y Locke emplean un criterio
verdadera como criterio de vetdad? Al igual que la luz inoInse‹:o de verdad similar al de Spinoza, no
de dos czuszs, z sabcr, la faculta dcl conoci- miento
que se encuenua en mí, y el poder de elecció n o
libre albedrío”. Tanto el entendimien- to como la
tC•ü u pues la fuente de nuestros errores? Se- volumad, no obstante, son perfectos en sí mismos:
gdn Dtscartes, el error “surge de una combína- ci6n ninguno de los dos, por sí solo, nos
quieren dar a enicnder, al padecer, una idea hace caer en cl error. El problema yace en la rela-
pot sí sola pueda ser falsn o verdadero. Al igual ció n de la voluntad y el intelecto, “pues la volun-
que Aristóteles, antes que ellos, o que Kant pos- tad sobrepasa en extensió n y áicance al entendi-
teriormente, consideran que una idea, o concep- to, miento“, y el hombre yerra entonces al nam de extender
no. es, esuictamente hablando, capaz de ser verdadero su saber hxsta donde sdlo llega el albedrío.
o falsa por sí misma. Sólo las proposi- ciones, los Otras explicaciones similares del error han
juicios, la unión de dos ideas, pueden sujetarse al sido propuestas; y, aunque menos complica- das y
criterio de verdad. sutiles que la de Descartes, condicionan también el
En ocasiones se ha relacionado esuechamente el error a alguna combinací6n de faculta- des humanas,
problema del criterio de verdad con cl de las causas más que a ninguna factiltnd por se- parado.
dcl etror. Desearías pasa de un problema a otro de una Cuando consideramos los exuemos a los que
manera por demás namral. Después de decidir que han ido los hombres al examinar las cualidades y la
‘los cosas que distinguimos clara y distintamentc son fragilidad del género humano, la moderación que
todas verdaderas”, indica que puedc surgir “alguna muestra Locke no puede ser mcnos que bien- venida:
dificultad en la determina- ció n de quc ideas “A pesar de la alharam que todo el mun- do hace
concebimos dístintamenie”. El misterio del error respecto del error y las opiniones equivo- cadas —
abruma a Desearías, quien piensa que el intelecto escribe—. hay que hacer justicia a la hu- manidad y
humano, creado por Dios, debe posect alguna forma decir que el hombre no comete tuntos crmres iii tan z
de infalibilidad omi- te, la infUibilidad propia de un menudo sostiene opiniones fxlsas como comúnmente se
insininiento con- cebido por Dios para el ha supuesto.”
conocimiento de la ver- dad, y no para la ignorancia y
el ctror.
CapííuÍo J0.’ VIDA Y MUERTE
varigs ha dividido la totalidad de las cosas absoluto de las propicdadcs esenciales de la vida,
* maneras; entre colas, las ttes principa - así como la imposibilidad dc que existan eslabo-
les distinguen lo natural de lo sobrenatural, lo ma- nes intermedios entre la formz más elemental de
terial de lo espiritual y lo que tiene vida de lo que vida y la más compleja de las substancias inorgáni-
carece de ella. cas.
Cada una de estas divisiones plantea una mis- la afirmacidn contraria, en cl sentido de que la
'I
ma cuestión básica, aunque no siempre expresada diferencia entre seres animados c inanimados rs
en términos semejantes. Puede referirse a la exis- sólo de grado, establece la continuidad de la nam -
tencia del orden sobrenatural o de seres incorpó- ralcza a través dcl aparente vacío entre seres ani-
reos; o analizar si los términos de la división rcprc- mados e inanimados. Todos los cuerpos tienen las
sentan, efectivamente, una Cualidad, o son mismas propiedades básicas aunque no en la mis•
simples aspectos de una sola esencia. ,Son Dios y ma proporción. Cabría entonces preguntar si esas
la naturaleza una misma cosa o son radicalmente propiedades son las facultades o las funciones ge-
distintos? Es la espiritualidad una mera expre- neralmentc asociadas con la aparicncia de vida
sión de la existencia corporal, o hay dos mundos, —tales como crecimiento, reproducción, sertsibi-
uno físico y otro espiritual ? lidad, deseo y locomoción —, o si son propicdadcs
El problema planteado por la tercera gran divi - mecánicas de la materia en movimiento, que sión
constituye el tema medular de este capítulo: varían únicamente en cuanto al grado de comp1c-
¿quc diferencia hay entre los seres vivos y las cosas jídad en la organización de la materia.
inanimadas? Ya no se trata aquí de si, en el orden Según la doctrina que suele designarse unas ve-
de la naturaleza, existen o no los seres vivos. El ces ’ 'animismo ' y otras “pan psiquismo ' ', la vida
hecho de la vida es evidente y est* fuera de ioda lo imprcgna todo; todos los seres tienen alma, por
discusión, al menos en cuanto a observación se re- más que en cl extremo inferior de la escala los sig-
fiere. Salm a la vista la diferencia cntre un árbol y nos de vida no se manifiesten a primera vista. una
piedra, o entre el animal que hasta hace un Aunque esta teoría es atribuida generalmente a
momcnto cstaba vivo y ahora está muerto. una concepción un tanto primitiva de la naturale-
Mas la pregunta es: Cómo ha de entenderse za, se insinúa sutilmentc en ciertos ptantcamicn-
nuidad, de una ruptura absoluta enue el mundo un principio tan universal como el de la materia.
de los seres vivos y cl de los cosas inanimadas ? ¿O La doctrina que hoy se conore por
prcscrva acaso la continuidad de la naturaleza a mo' concibe la continuidad de la naturaleza
través de la lÍnca divisoria entre mataria orgâ nica c través de la univrrsalidad dc principios puramen-
inorgfinica? ¿Es la diferencia entre los seres vivos y te mecánicos. Rcduce todos los fcnómcnos a una
los exánimes una diferencia esencial o s61o dc gra- interacción de partes m6vilcs o partículas, y no
do? considera necesario tencr que recurrir a otros
prin- Quienes consideran que se irdta de una difercn- cipios para explicar los fenómenos de la vida.
Para cia esencial, suelen trazar una línea de dcmarca- ello bastan las leyes dr la fisica y de la química.
El cÍ6n bien definida que stpara a los mres qur campo de la biofísica y de la bioquímica no es
sino reñncn todas las propiedades caractcrlsticas de la el de la mecánica de sistemas materiales más
vida, de las cosas que carecen por completo de comp lcjos. La diversidad de funcioncs entre seres
clÍas. Aquí, cl punto crítico es tfi en detctminar si “vivos ” y ”no vivos” es só lo aparenlc y se debe al
una cosa carece en absoluto dr vitalidad o puede grado de mayor o menor complejidad en la
orga- poscerla en cierto grado. La definici6n de vida no nizació n de la materia llamada “vida”.
tiene que ser siempre la misma: no nccesariamen - La controversia en torno a los principios
› mcca- te ha de postular, por ejemplo, que el alma sca clnicistas en el aná lisis del fenó meno de la vida
i principio de todos los seres vivos, o implica tal
concepto en relació n con todo organismo vivientc.
cobró gran fuerza hacia la segunda mitad del siglo
xix y aú n prosigue en nuestros días. Los
principa- Mas quien dcfina la vida como algo característico les oponentes del mccanicismo se
autodesignaron de ciertas naturalezas, implicará en su definición ”vitalistzs” en un affin por
subrayar la diferencia la existencia dc otras naturalezas que carczcan rn esencial que advcrtían entre
los fenómenos vitales
VIDA Y I•tUERTE
y los marú nicos. Li obra de Jacques Loeb es quizá s autonutrició n. . . constituye esa fuerza prístina
la má s brillante exposició n de la postura mecani que nos permite reconocer como ríriea/ri a los se-
rista frente a los escritos de Hcnfi Bcrgson, John rcs que la poseen . ' '
B S. Haldanc y A lffed N. Whitehead , vorcros dcl El pfimer antagonismo en reiució n con esta teo-
vitalismo , ría sobre los seres vivos y los cuerpos inanimados
Qu icncs consideran cl rcino de los seres vivos surge, al po ecer , con Dcsrartes, quien sostiene
como uri dominio aparte en la naturaleza , picn- que cl alma no es un cuerpo, ni un compuesto
de san también que su estudio requiere de conceptos cuerpos. En su opinió n no se trata tampoco
de un especiales, sí como de principios y métodos tan principio inmaterial que unido a la
materia orga- distintos de los aplicables a la fisica y la quimica nica constituya un cuerpo
vivo, sino que cl alma como diferentes son estas materias de estudio , es en sí misma una
substancia inmaterial c indc-
El origen de la ciencia bioló gica se remonta a pendiente del cuerpo humano zl cual se halla aso-
fipOcas fflUy iintiguas . LOS C5Cfitos hipocrá ticos ciada.
sobrc la enfermedad y la salud, la vasta documcn- Dcscartcs pide que se considere cl supuesto de
tacidn de Aristó teles en cl campo de la biología y que Dios haya formado el cuerpo humano sin do-
la obra de Galeno indican que, ya para entonces, tarlo al principio de un alma racional. Luego pro-
esa ciencia se hallaba en u na etapa de desarrollo cede a señ alar que “examinando las funciones que,
algo má s que inicial. La antigua clasificació n de en concordancia con esm hipó tesis, podrían
existir las funciones vitales establece los términos del en ese cuerpo, hallé precisamente todo la
que análisis biológico. Conceptos que ahora pocccn podrian existir en nosotros sin implica la
facultad evidentes por la accptacifin que han tenido a lo del pensamiento y, por lo mismo, cl
alma; es de- largo de la historia, hubo un día en el que fueron cir, aquella parte de nosotros
diferente del cuer- descubrimiento; por ejemplo, que todos los seres po y de la cuaÍ se ha dicho é?
que su naturaleza es vivos se nutrcn , crecen y se re producen pensar’ '.
—funciones mínimas. no má ximas, de Ía materia Las implicaciones mccanicistas de estu teofia
orgá nica—; o que en cl lapso normal de la vida son desarrolladas por Descaries en forma explícita
hay un ciclo regular de crecimiento y decadencia, al considerar el dcsucubrimicnto de Harvey sobre
diferente para cada tipo de organismo ; o que el los movimientos del coro6n y la circulació n
organismo vivo se mantiene activo gracias a un sanguínea. Estos movimientos, afirma, ”son re-
equilibrio diná mico en cl intercambio de la sultado necesoio de la disposició n misma de los
economía biolfigica como la respiració n. Coinci- ó rganos. . como los de un reloj dependen de la
den Ías grandes obras de la ciencia bioló gica cscri- fuerza, situació n y forma de sus pesas y
tas hasta la fipoca de William Harvey en sciialar cngrancs”, En estos movimientos, como en las
ac- que la materia viva posee poderes peculiares y ciones efcctuadas a través de los nervios, los
mú s- cumple funciones que no figuras en absoluto enculos y cl cerebro, no es necesario suponer
ningu- el rcino de la materia inerte o inorgá nica. Casi tO- fld Otffi CZUsa fuC£8 de las que
opefw segñ n las le - de ellas reflejan la teoria de que cl cuerpo vivicn - yes de la mecá nica.
te posee un alma que es principio de su vitalidad y ú nicamente las funciones de la raz6n, los
actos fuente de todas sus potencias. del pensamiento —no los de la vida—, dice Des-
Las teorías prevalecientes en la mtigú edad clá - cartes, operan segú n otrns leyes, que no son las de
sica y en la fipoca medieval no afirrtian que cl al- la mecá nica de los cuerpos. Vivos o no, todos los
ma sea un atributo exclusivo dcl ser humano, des- cuerpos dcsprovistos de razó n o de alma racional
de cl momento en que no la identifican con la son meras má qu mas o autó maias. Cualquier
cosa mente o con las facultades intelectuales. R pa- que hagan podrá explicarse como resuhado
de un labra “animal ” se deriva de una voz latina que mecanismo de rclojcrín, a partir de la
disposició n
significa alma o principio de la animació n. c interacció n de sus panes.
Dice Aristó teles : 'Lo que tiene alma se distin- Otra fuente y otra versió n acerca de la inin-
gue de lo que no la tiene por el hecho de vivir . terrumpida continuidad de la nzruraleza, se
deri- Ahora bien, decimos que una cosa vive si está pre- va de la teoria de la evolució n. E propio
Charles sente en ella cada una de las rosas siguientes: man -
Darwin, en su breve consideració n sobre cl origen
te o pcnsamiento, sensació n, movimiento o reposo de la vida, sc orupa primofdialmcnte de las
hipó - en cl espacio, ademá s dcl movimiento que implica tesis de la creació n divina, ya sea de rara id
for- la nutrició n y el crecimiento o corrupció n. En
conse - ma original o de raríiti forma primitivas de las
cuencia, se considera que todas las plantas viven, que se derivaron paulatinamente, por ley de
cvo- pues se ha observado que poseen en sí mismas unaluci6n natural, Íos reinos animal y vegetal
potencia organizadora que les permite cretcr o Rcth8Za la divisió n dcl mundo animado en má s
decrcccr en cualquier dircxió n. La capacidad de de dos grandes reinos, vegetal y animal, y
sostiene
VIDA Y MUERTE
que la diferencia entre ct hombrc y otros animalcs de intcligcncia o discernimiento como inherentc
a no cs csencial, sino ú nicamcntc de grado. toda forma dc vida. De allí que ta carattcrîsiica
Doin duda que haya discontinuidad entre esencial que, segú n ćl, distingue una atiõ n inte-
plantas y animalcs, y aludc a ciertas formas dc vi- ligenie de una mecźnica —concrctaincntc, el pro-
da intermcdías que igual puedcn pertenec¢r a põ sito, “la prosccució n de riertos fines y la
clcc- uno u otro rcinos. Sugiefe la posibilidad dc que ció n dc medios para
alcanzarlos”— ronstiiuya las formas infciiores dc la vida animal sc hayan tambićn la
diferencia entre los scrcs animados y
dcrivado, por evolutibn natural, de organismos los inanimados.
vcgctalcs i pcfo sc resists a consideran scriamcnte Convicne scñ alar que tal caractcristica es una
dc la hip6tesis de una transició n natural de lz mate- las que, segú n Descartes, distingucn al hombre
dcl ria inorgfinica al organismo vivo En contrasts con rcsto dc la creació n, por str cl ú nico posecdor dc
ra- su enfoque general del problema, aquí sí paiecc zó n o pensamicnto. Puede asimísmo sefia)aise que.
admitir que cxista una diferencia cscncial. Duda al asociar divcrsos grados dc dîscernimiento o dc
que los organismos vivos pucdan dcfívarse, por ge- conciencia con la vida en todos sus nivelts de
de- ncraci6n cspontźnca, dc la matcria inorgźnica. sarrollo, el propio James afirma una continuidad
No obstante, en una pfoyexió n cbsmica de la en el reino dc los sefes vivos. Es pot ello que no
tcoría darvînista sobfc cl origen y cvolució n dc lv llcga aÍ cxtfcmo de quicnes, en la WadiciÕ n dc In
espccies, William James se reficre at 'Nato evo- obras maestias, ven difeiencias escnciales entre sc-
lutivo “ que lleva a cscritorcs como Herbert Spen - res vivos e inanimados, cntre plantas y animalcs,
y
cer a ' 'hablar de la mente homo emanada del entfe animales y seres humanos.
cucrpo en una pcrpctua corrientc. . Tan audaz Quicnes obscrvan difciencîas cscncialcs en el
postu lado cs el de la contiriuidad ” , prosigue Ja- mundo dc )os seres animados tienden asimismo
a mcs, que los cvolucionistas tfatan de ‘franquear distinguir crnfe seres vivos y no vivos. con rcferen-
dc un salto la brecha” entre materia orgźnica y cîa a cicrtas propiedades genćricas dc la vida
cor- conciencia. poral, o sea, las facultades o funciones comparti-
“En una teorîa gcncral de la cvolució n das por plantas, animates y scics humanos. Lt
—cxplica—, sc pate de lo inorgá nico hacia las cuestiõ n relative al ofigen, empero, no es a1
pzie- fofmu infcriorcs de la vida animal y vcgctal, para cer impoftante cuando sc considera el
problema pasar dcspućs a las formas dc vida que poseen in - que plariiean lv difcrcncias.
teligcncia, hasta llegar por ú ltimo a aqucllos seres Los bió logos modernos suclen comparar el
cre- quc, como nosotros, la poseen en zlto grado. . cimiento de los cristalcs en nut solució n con los
constantcmcntc tencmos que ver con la materia, fcn6mcnos dc rcprodu ió n y crccimiento dc los
sus agregacioncs y disgregaciones: y aunquc sercs vivos; o, en oiras palabra, al sostener que
nuestro cnfoquc ha de scr nctcsariamcnte hipotć- “otros sistcmas en cqui)ibfio dinfmico muestran
tico, ello no impidc que sea roaJfauo. El punto en ciencia las propiedades de los seres vivos’’, di-
que como cvolucionistas debcmos mzntcncr con cen que ”es casi imposiblc dtstinguii entre la llx-
firmcza es que todas las nuevas forms dc cxi5ten - m8 dc una vet a y un otganismo vivo ” . Arist6tc-
cia que hagan su aparició n, no scrâ n sino cl resul - lcs, sin embargo, considcra esta ú ltima proposi-
tado dc una redistribución de los elementos oiigi- ciGn y la iechaza. Obserra que “el crccimiento
del nalcs. Los mismos ătomos que, dispersos en el fucgo prosiguc sin límitcs mientras subsíite la rc-
caos, formaban una ncbulosa, ahora, rcunidos y scrva de combustible' ; mas ningunk cantidad de
tcmporalmentc aprisionados en una distribució n substancias nutritivas puedc incremental indeń -
peculiar. forman nuestro cerebro ; y Ía •evoíució n• riidamcntc c1 tamañ o de los seres vivos. “Hay un
del cercbro, si la entendićscmos, no sería sino la límitc o proporció n que determine su tamaiio y
relaciö n de c6mo los źtomos quedzron así apti - crecimiento, y ese límite y propoiciö n son signos
sionados y rcunidos, En cstc rclato no rxistc la po- dc1 alma, pero no dcl fucgo. ’
sibilidad de que sc prescntan nucvas ngiurHizai En la llama puede habti vivacidad ¡ pero dccif
en alguna ctapa ulterior , ni factor alguno que no que estfi viva, que crcce o que muere, puede ad-
estuvicsc ya presents desdc un principio.” miiirse como una metźfora poètica, mas no
como William James dcsairolla aquí una ieoría a la una observació n cicnt”ifica. “Cuando haya airkn-
que ć1 mismo se opone , Rcconoce la fucrza dci cado tu rosa —dice Otelo— no podrć dale dc
' 'postu lado dc la continuidad ” en lms tcorím de nuevo tu potcncia vitai. Necesariamente habtá
de Spencer y otros cvolucionistas; pero , dado el cvi - march iiarsc.” Mas a prop6sito dc la vcla cncendi-
dcnte ”contrasts entie las actuaciones dc los scres da a un lado dcl lccho de Dcsdćmona dice : “Si
animados c inanimados' ' , se incline por la divi- extingo, agente de la cluidad, y me urcpiento en
sió n dc la naturalcza en dos grander rcinos. Con scgtiida. podrć ccanim r tu primitive llama, ” Ln
todo , conicmpła tambićn , at pareccr, cicrto grado llama es cnccndida o cxtinguida dcsdc cl exterior ;
166 Y1DA Y ktUERTE
sentido corriente, las palabras “virrud “ Plató n, al enumerar las virtudes, también aü a-
cio” tienen una significació n muy limita- de la sabiduría a la templanza, el valor y la justi-
da La virtud tiende a identificarse con la cast i- cia. Esto indica de inmcdiato que la antigua con-
dad, o al mcnos con la adaptació n a las normas ccpcidn de la virtud como la cualidad que hace a
prevalecicntes de comportamiento sexual. La no- un hombre bueno, se extiende a su cntcndimicn -
ció n comú n de vicio conserva algo má s de su signi- to al igual que a su cará cter. Aristó teles lo
expresa ficado tradicional, en la mcdida que implica dano explícitamente al dividir las virtudes en
morales e al colctcr o Ía salud de una persona, como resu Í- intelectuales. De estas ú ltimas
menciona cinco: tado de una fucrie propcrisidn habitual. Al igual además de sabiduría y pnidcncíz —que
distingue que en tl caso de la virtud, sin embargo,las cosas corro sabiduría especulativa y Sabiduría
popularmentc conocidas como "vicios’’ atañen práctica—, su lista comprende arte , cienria y lo
mayormente a los placcres o a las complaccncias que llama '‘razón intuitiva’ ', que Santo Tomás
sexuales. de Aquino posteriormente denomina '’compren-
A lo largo de la historia de la cultura occiden- sidn”.
tal, no obstante , el alcance de estos términos y la El dividir las virtudes en morales c
variedad de los problemas en que figutan parecen intclccixixles conduce a una nueva distinció n.
ser coextcnsivos con los de la moral; o, en otras ahora entre las vimides intelectuales —
palabras, con la má s ampl ia consideració n del comprensió n, ciencia, sabiduría— que
bien y el mal en la vida humana, con lo que es representan la posesió n de discer- nimiento o
justo e injusto no só lo que un hombre haga. sino conocimiento teó rico, y los que mani- fiestan
también desee o aun llegue a pensar. A juicio de habilidades dcl pensamiento prá ctico. co- mo el
algunos grandes filó sofos moralistas, otros arte y la prudencia. Por estar ligada a la ac- ci6o o z
térmi- nos —tales como de bcr, placer y utilidad — lz conducta moral, la vimid de la pruden- cia es la
pare- cen ser má s adecuados. Para los antiguos que se asocia má s esttcéhamcntc a las vir- tudes
griegos, empcro, ta virtud es un principio moral moraln de justicia, valor y tcmplanza. La
bá sico. Por referencia a ella, definen al buen clasificació n de estas cuatro como virtudes cardi-
hombre, la buena vida y la buena sociedad. Aun nales indica que las restantes cuatro —es decir ,
asi, ni ellos la consideran el primer principio de ar- te y las tres virtudes de la razó n especulativa
la ética. Su definició n de la virrud se supcdita a — de- sempeñ anun papel secundario. La
un bien ú ltimo: la felicidad. En su opinió n, las tmplicació n es que estas virtudes pueden hacer
virtudes cstá n ordenadas hacia la felicidad corno de un hombrc un buen científico o artista, peto
los me- dios a un fin. no bueno en el sen- tido cabal del término.
Tampoco lo capacitan pa- ta lleva una vida
La antigua enumeració n de las vimidcs virtuoso y alcanzar la felicidad . como lo haccn las
particu- lares puede mostrar el contenido de la virtudes mor£es acompañ adas por la prudencia.
noci6n ge- neral de vimid. Contribuirá también a E moralistn cristiano va má s allá que el
agudizar el contraste con la tendencia filó sofo éiico en el d‹sartollo de la teoria de la
contemporá nea de uiilitar las palabras “virtud ' y virrud. To- mando en consideranció n la cgída del
“vicio ' como si se aplicaran ú nicamente a hombrc, mantiene que las virtudes naturales —
cuestiones que correspon- den al á mbito de s61o esto es, las virtudcs quc cl hombrc pucdc poseer
una de las virtudes. Esa vir- tud es la “ tcmplan za por su pro- pio esfuetzo— son insuficientes para la
” , que , segú n se la concibe ahora. atañ e salvació n . Fc , esperanza y caridad , segú n San
priritordialmcntc a los apctitos y pla- ceres Pablo, son in- dispensables. Estos dones de la
materiales. Plai6n y Arisi6tclcs agrupan a las
gracia de Dios son subsecuentcmentc tratados
virtudcs cn forma algo difercntc, pcro valor y jus-
como virtudes no na rurales, sino sobrenaturales.
ticia son tan fundamentales para ellos como
Reciben cl nombre de “virtudes teologalcs' ' para
tcmplaflz8 ; y cuando ciCftas virtudcs l)cgan a sCr
distinguirlos de owas mercedes sobrenaturalcs.
CÍaSifiCadZS COfTlO CafdÍfla]CS O [2fÍflCi}3algS , C5aS
CrC$ se mencionan siempre juntas. En esta Podrfi observar el lector que de todas las
clasificació n hay una cuaitn virtud, la prudencia virtu- des mencionadas hasta ahora, ú nicamente
o, como se la de nomina a veces, “sabidur:a las tres tcologales no figuran en un capítulo por
prá ctica’ ' . separado en esta colcccidn de grandes ideas. Los
capítulos
VIRTUD Y '\/ICIO l6Ç
sobre “Valor”, ”Justiciı”, “Templanza”, ' ‘Pm- que la virtud no puede set enscĞ ada. “El
resulta- dcncia ” y “Sabiduría ” pucden incluir la discu- do de nuestra distusidn —dice
Sdrratci at final—, sibn de cstas cualidadcs sin tratarlas me parece singular. Pucs si el
argumcnto tuvicra especîficamente como virtudes. No obstante, ct voz humana, oiríamos cõ mo
sc cstź ricndo dc no-
que esos capítulos lleven nombrcs que tradi- sotros al dtcif: «Protźgoras y Só crates, en vcrdad
cionalmente se rcconocen como virtudes, indica la sois extrañ os seres ; hete ahí Só cratcs, tú que
dccías frecucncia y la multiplicidad con que aparecen a que la virtud no puedc scr cnscñ ada tc
cstá s
lo largo de este volumes. contradiciendo ahora con csa tcntativa de de-
Es intercsante asimismo advertir la relació n que mostrar que todas las cosas son conocimiento,
este capítulo tiene con los que tratan accrca de incluyendo la justicia, la tcmplznza y el valor, lo
otros conceptos fundamentales dc filosofía moral que tiendc a cvidcnciar que la virtud
riertzmente o teología. Algunos términos citados en los pźrra- puede scr cnseñ ada. . . Por
otra parte, Protźgo- fos anteriores —debcr , placer, felicidad, bien— ras, que comcnzó por
decif que podía scr cnscń a- encabezan capítulos relacionados con éste , en to da, cstź
ahorz ansioso por probe que no tiene na- que concierne at probÍema de có mo los hombrcs
da que ver con el tonocimîcnto. •” R ú nico forma
deberían vivir y qué deberían bu scar . 'en que esta terrible confusi6n dc nucstrn ideas”
Un capítuło todavía no mencionado tiene má - puede ser aclarada, sugicrc Só rrztcs, es piosî-
xima re levancia para la mayoría de los autores que guicndo la convcrsaciò n hasta “averiguar quć es
analizan la virrud. Éstc es el de “Costumbre y hã- la virtud ”
bito ” , que examina una idea de crucial importan- 5e supone a vcces que Arisidtclcs dificrc dc
Pla- cia para definir la viitud. La nociú n dc qac la vir- tin en puntos fundamentalcs sobfe ła icoría
dc la tud combina los elcmentos de costumbre y bon- virtud. El hecho dc que Aiîstó iclcs critique a
dad está muy cxtendida. Só cratcs por “pcnsai que todas las virtudcs son
Sc origina la discusió n dc la virtud en los diá io- formas dc sabiduría prźctica”, pziece involuciar
gos dc Plató n y en los tratados de ćtica de Aristó - un desacucrdo bàsico en la rclacidn dc virtud y co-
Seles, con cierto nú mero de cuestiones relaciona- nocimierito Arist6tcłcs, cmpcto, tambičn obser-
das. La prcgunta inicial cR fenón es: “¿Puedes va que Só cratcs estaba en lo cicito “al decir que
decirme, Só crates, si la virtud sc adquiere median - implicaban sabiduría prá ctica”. Su ptopia opi-
te la enseiianza o la prźctica? O , en caso de no ser niõ n de que las virtudcs morales, como el valor,
lz así, ¿se trata de un don natura) o dc otra proce- tcmplanza y la justicia, son inseparablcs de la vir-
dcncîa ? ” Só crates dice que esta pregunta requiem tud intelectuał de la prudcncia, no parecc diferif
plantcarse otras: quć es la virtud ; ró mo sc vincula substancialmcntc de la dc Sò cratts .
con el conocimiento; es la virtud una o muchas; y, El aná lisis de Arisió tcles, cÍzro está, cambia a
en este último caso, cdmo se relzcionan cntrc sí las vcces las propias picguntas para hacer posiblc la
divcrsas virtudcs particularcs. En cl curso dcl rcspuesta, mas no en todos lot ceos. Su rcsumcn
diálogo sc examinan cstas opcioncs. EÍ rcsultado de las opinioncs cxistcntes en r.uarito a la adquist-
cs que ni la prźctica ni la cnscñ anza parcccn cxpli- ció n dc virtud equivale pră cticarnentc a la pre-
car por sí mismas la poscsidn dc la virtud por el gunta inicial de Mcnón. Sin embargo, mientras
hombrc. Sócrates, sin embargo, no dcsecha por que Sòcratts, en su contestación a Mcnón, se con-
completo cstas posibiíidades o la alternativa consi - forms con sugerir que cada una dc lv posibilida-
dcrada en ú ltimo tćrmino , cs dccir, que “la vir- des citadas puedc tontener algo de verdad al
com- md llega a1 virtuoso por mcrced de Dios”. La ver- paiaila con las rcstantes, Aristótcles definitive-
dad que hay en cada una dc elf as, concluye, es al- mente aÛrma que la vcrdid cabs del punto se
go que no puedc detcrminafsc hasta que se co- halla en nut tombinatión de los tres factorcs.
nozca con prccisi6n quć es lz virtud. “Hay trcs cosas —tsrribc— que hacen x los
Otro dialógo, Protâgorgs, realize una investiga- hombrcs buenos y virtuosos: naturalcza, cos-
ción similar y parcce llegar a conclusioncs igual- tumbrc y principio facional “
mentc vagas. En ćl, Sócrates logra que Ptotágoras En cambio, en cl coo de oiras dos preguntas
admita con rcnucncia que eí valor consists en co- platónicas —una, la relaciön cntre virtud y cono-
nor imicnio y la c obardía en ignorancia de aquc)lo timicnto, y la otra, !a unidad dc la viftud—, cl
que cs o no peligroso. Fuc Protá goras, sin cmbar- znllisis de Aristó tclcs transforms el problcma.
go, quicn originalmcntc sostuvo frente z S6cratcs An, en su distinció n bá sica tnrrc virtud moral c
que la virmd puede ser enscñ ada. La reducció n dc intelectual, la pregunta sobre virtud y conoci -
todas las virtudcs a cicrta forma de conocimienio micnto se conviertc en otra reÍativa al papel que
pareccría, en consccuencia, confirmxr su opinió n . un tipo muy especial de conorimicnto, represcn-
$Øcrates, at ganar la dfiusió n sobie la virtud y cl tado pot la vinud de Ía prudencia, dcscmpcñ a
conocÎ micnto , parcce dcstfu fr Su propio ascfto dc en la formació n y puesta en prźctîca de bucnas
cos-
\ 70 VIRTUD Y VICIO
tumbres morales: costumbres en el á mbito de la tento de haber rcali zado algo conforme a tu natu-
acció n y )a pasió n, o de la voluntad y las emo- raleza y buscar pof ello un pago? ' Las virtudes no
ciones. Al su bstituir cl término ' ’conocimiento ” só lo llevan en sí su recompensa, sino que son las
por cierto nú mero de virtudes intelectuales distin - ñ nicu cosas en que un hombre bueno puede de -
tus, Aristdtclcs puede responder claramente con leitose.
u n “sí” y un “no” n la pregunta. No todas las Entre los que relacionan la virtud con la felici-
virtudes intelectuales, incluidas arte y cícncia, y ni dad. no todos lo hacen de la misma fofma. John tan
siquiera la sabiduría cspeculativa, son necesa- Stuot Mill, por ejemplo , no considera la virtud rias
pra cl valor, la tcmplanza y la justicia : pcfo si como una condicibn narutal y nccesaria de la fcli-
por conocimiento” se qu ierc inditaf ú nicamen- cidad. Plató n y Aristó teles parecen adoptar wna te
prudencia, entonces Aristó teles afirma que esas actitud claramente contraria. Todas las cosas que
virtudes morales comprenden cierto tipo de cono- tienen fines desig nados por su naturaleza , deben
cimiento . ser capaces también de las virtudes o excelcncias
Algunos pensadores tienden a separar las virtu - que les permitan alcanzar sus fines . Si la felicidad
des. La justicia, segú n Marco Aurelin, antecede a es el fin del alma o de la vida humana, habrá que
las demá s, ya que “en la justicia las otras virtudes buscar los medios de lograr la en excelc ncias
como tienen su fundamento “ . Al sugerir que un la virtud de just icia y de templanza. En
cuanto a hombre puede asegurarse “una favorable y cbmo- objeto de
deseo o como algo que vale la pena po- da interpretació n de sus vicios ” coloreá ndolos de
scer por sí mismo, la virrud no es má s que un tipo
virtudes , Francis Bacon parece aceptar la conjun- de bien. No constituye la felicidad, que asimismo
ció n de vicio y virtud que se expresa en la familiar comprende bienes materiales y externos como la
frase “los defectos de sus virtudes ” . salud y el placer, la amistad y la rique za. Mas al Esta
có moda doctrina, de que un hombrc contrario de estos otros bienes , ú nicamente las vir-
puede ser verdaderamente virtuoso en algunos as- tudes son capaces de producir felicidad, ya que
pcctos de su cará cter y vicioso en otros, es rechaza- son las causas de que el hombre piense y actú e de
da, sin embargo , por Montaigne. La norma de vir- manera apropiada con respecto a todos los
demá s
tud cristiana es aú n má s rigurosa. Lo que puede bienes.
parecer virtud es má s bien vicio , mientras no haya Segú n Kant, “la conexió n de virtud y felicidad
referencia a Dios en la cuestió n. La virtud teologal puede entenderse de dos formas: o bien el esfucr-
de la caridad —el amor a Dios— es considerada zo por ser virtuoso y la prosecució n racional de la
por los tcdlogos como indispensable para lx per- felicidad no son dos acciones distintas. sino abso-
feccidn de las otras virtudes en una vida cristiana. lutamente idénticas. . o la conexió n consiste en
No solamente la fc y la esperanza carecen del ca- que la virtud produce felicidad como algo distinto
rá cter perfecto de vimid sin la caridad, sino que de la conciencia de virtud, del mismo modo que
todas las demá s virtudes son imperfectas en una causa produce un efecto ” . Kant piensa que
ausencia de ésta. tanto la doctrina del estoicismo como la dcl
epicu- Que la virrud cs un bien y el vicio un mal pare- ieísmo adoptan la primera de las citadas alterna-
ce ser un hecho indísputable en la tradició n occi- tivas. Difieren entre sí, ju2ga el filó sofo , ú nica-
dental. La unanimidad en este punto, sin embar- mente en la forma en que conciben la identidad
go, no excluye una multiplicidad de respuestas a de virtud y felicidad.
algunas preguntas: ¿Qué objeto tiene la virtud ? Pafa Kant, la virtud no es felicidad, sino que
¿Es un fin en sí, o un medio , y si esto ú ltimo , a consiste má s bien en merecer ésta mediante el
qué Si ri sirve? Ademá s, ¿cuá Í es el principio del cumplimiento del deber. “La moral —dice— no
bien en las virtudes? ¿Reside en el gobierno de la es propiamcmc la doctrina que nos indica cl cami-
razó n, en la conformidad con la naturaleza, en la no para roorerZiNoi en seres felices, sino de có mo
obediencia a la ley moral y al imperativo del de- hacernos mrrrfeHorri de la felicidad. ” Conforme
ber, o en la sumisión a la voluntad de Dios? ¿O a la ley moral, ser feliz no es un deber, pero mete-
son las virtudes buenas ú nicamente en la medida cef la felicidad sí lo es . En opinió n de Kant, por lo
en que resultan ú tiles y provechosas? ¿Para cl in- tanto, la virtud se relaciona con la felicidad a tra-
dividuo solamente o para el conjunto de la so- vfis del deber.
ciedad también ? Las diferentes respuestas que se La COntfoversia entre Kant y Aristó teles en
dan a estas preguntas ponen de manifiesto las di- cuanto a lo benéfico de la virtud como medio o
versus concepciones de la virtud, ftn , involucra a la totalidad de sus filosofías mora-
Marco Amelio da la contestacidn má s simp[c y les; atañ e al conflicto central entre sus principios
familiar. La virtud tiene su propia recompensa. fundarricntales, tema que se discute en los
“¡Qufi má s quieres —pregunta— que el haber capítulos “Deber” y 'Felicidad ” . Otras difcren-
hecho un servicio a otro hombre? ¿No está s con - cias de tipo fundamental en filosofía política se
VIRTUD Y VICIO
l7t
suscitan por las distintas opiniones acerca de ía
vitnid en trlacifin con las formas de gobierno ¡' moná rquico, y el temor del despbtico . Para Mon-
los (inc dcl cstndo. tesquicu, la democracia y la aristocracia ion
Lm antiguos, por ejemplo, definen la aristocra-
for- mas del gobierno republicano, por lo que
cia en términos de vtrtud. El punto no es sola- consi- dcm que la primera se bxsa en la virtud
mente que la oistm=‹ia es la forma de gobictno en igual grado que la ú ltima.
de los poros m£s virtuosos, sino también la forma Las vtrtudcs que un gobierno promueve, sin
de gobierno cuyo principio es la virtud, al igual
que la libertad es el principio de la democracia
y la riqueza el de la o1ig«rquía. Montesquieu
hatc de la virtud el fundamento del gobierno
republi- cano. en contraste con cÍ honor como
principio dcl
Capi“tulo 42,’ VOLUNTAD
Spinoza y Descartes adoptan otro punto de vis- de en la voluntad. ni en la falta de necesidad o dc-
ta sobrc la relació n enttc la voluntad y c! intelecto terminació n causal, sino má s bien en la autodeter- o
el entendimiento . Ninguno de ellos admite quc minació n. No consiste en elegir sino cn climinar
la voluntad humana sea capaz de forjar nuevas presiones externas, ajenas a la propia naturaleza ,
idea o, como dicc Spinoza, que pucda haber Descartes, por su parte, sitú a la libertad en la
'meras fantasías urdidas por el libre ejercicio de voluntad y lz identifica con el poder de elegir. la
voluntad ” . Para ambos, la funció n de la volun- “Esc arbitrio —apunta— consiste ú nicamente en
tad se limita al simple asentimicnto o disenti- la facultad que tenemos de elegir entrc hacer una
miento ante las ideas. Mas a partir de esc punto, cosa o dejar de hacerla. . o má s bien, en cl solo
ambos filó sofos emprendcn caminos diferCfltC5. hccho de que para afirmar o negar, buscar o evitar
Entre otras cosas, Descaries concibc la voluntad aqucllo quc cl cntcndimicnto sitú a ante nosotros,
co mo una facultad de elección, y cl rntcndimirn - procedemos sin reparo en absoluto en que alguna
to como u na facultad de conocimiento, tn tanto fuerza externa pud icra obligarnos a actuar en tal
que Spinoza sostiene que “la voluntad y Cl ÍFtte - sentido ' Al parecer , Descartes concibe la volun-
lecto son una y la misma tosa”. Como este ú ltimO tad como causa de sí misma en sus decisiones, mas
niega que las potencias del alma mencionadas se absticnc de atribuir a la voluntad humana la
sean algo más que ”voliciones individuales e ideas autonomía que asigna Spinoza a Dios. ’’El cono-
en sí”, especifica que la volici6n individual —o cimiento de la inteligencia —escribe— deber ía
Sea, la afirmación o negación de una idea preceder siempre a las decisiones de la voluntad ” ;
particular— y la idea individual, afirmada o nega- y en otra parte dicc que “no es la voluntad la que
da, son la misma cosa. nos mueve a acercarnos o a alejmnos de algo, en
Dificrcn pucs cstos filó sofos en cuanto al podcr tanto la inteligencia no nos lo presente como un
de voíicidn Spinoza critica cl postulado de Des- bien o tomo un mal ”.
cartes de que “la voluntad abarca un campo má s Pza ser libres, explica Dcscartes, “no se re-
amplio que cl intelecto, y es por eso mismo dile- quiere que sea yo indiferente a la elecció n de uno,
rente de fi1”. Si Dcscartcs dicc: ' ‘la facultad de cntrc dos opuestos ; antes al contrario , mientras
comprensió n que poseo. . . es limitada y de muy má s me inclino por uno —ya sea por reconocer en
corto alcance ' ’, Spinoza, en cambio, afirma: ' 'soy él lo bueno y verdadero, o porque Dios así lo haga
consciente de una voluntad tan vasta que no co- entender— con mayor libertad afín mc decido a
noce límites”. El hombrc es capaz de afirmar o abrazarlo”. La voluntad siempre rcticne ”la fa-
negar mucho má s de lo que puede sabcr a ciencia cultad de dirigirse hacia uno u otto lado, inde-
cierta. pcndientemcnte de cualquier decisió n por parte
Esta diferencia entre Spinoza y Descartes se ma- de la inteligencia’'. En ese sentido, la voluntad
nifiesia sobrc todo en la concepció n que cada uno dc1 hombre es siempre ajcna a las circunstancias
tiene de la voluntad de Dios. Pata Dcscaites, la externas, aunquc no a las alternativas que la con-
omnipotencia divina reside en la supremacía de Su frontan,
voluntad ; en su absoluta indcpcndencia, aun res- La negació n del libre albedrío se deriva, al pare-
pecto del intelecto divino. Spinoza, a su vez, cer, del principio de que cualquier acontccimicn-
declara absurdo decir que “Dios podría hacer que to dcbc obcdcccr a una causa. En la esfera del
no estuviera en la naturaleza dcl triá ngulo quc la comportamiento humzno, los actos voluntarios se
suma de sus á ngulos internos fuesc equivalente a encuentran tan determinados por causas ante-
dos á ngulos rectos”, riores como los actos involuntarios. Aunque unos
Ideas tan divergcntcs accrra de la voluntad y sus y otfos responden a exigencias bien definidas, la
alcances ÍÍcvan ncccsariamcntc a conclusiones an- diferencia cntfc un acto voluntario y otro involun-
tagó nicu acerca del libre albedrío , ya sea en cl tatio, scgú n Hobbes, Locke y Humc , consiste en
hombre o en Dios. La mente humana, segú n Spi- el hecho de que, cuando un hombre actú a volun-
nota, “no pucde ser causa cspontá nca de sus pro- tariamentc, lo hace siempre por su propia dcci-
pias acciones’ ' . Cada una de sus voliciones c ideas sión; y el hecho dc quc csta obcdczca también en
cstá n determinadas por alguna causa. La suposi- cicrta forma a una causa, no invalida, segú n la
ci6n de una voluntad infinita en Dios no exime a opinió n dc estos autores, la libertad de su acció n
dicha voluntad de la necesidad dc una dctcrmina- sino, en todo caso, la de su voluntad. Si la liber-
rió n en sus actos, como tampoco Dios “por ese tad se atribuye, no a la voluntad, sino al hombrc fa-
motivo puede decirse que actú e a partir de Su vo- cultado para hzcer lo que quicrc, entonces estos
luntad soberana“, Con todo. Spinoza afirma autores no ven conflicto alguno entre libertad y
tzmbi¿n que "únicamente Dios es czusa esponja- necesidad , o entre la libertad y el imperio univct-
nca, puesto que só io É l cxisir y actú a por necesi - sai de la causalidad. Para ellos, la libertad dcl
dad de Su propia naturalcza” . La libertad no resi - hombrc se ve limitada ú nicamente por aquellas
VOLUNTAD