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HSG Teórico

Semana 15
Socialismo y movimiento obrero

¿El socialismo y el movimiento obrero no son acaso la misma cosa? Esta pregunta se ha
replanteado innumerables veces desde 1948, fecha en que por primera vez se reagrupa la clase
trabajadora francesa bajo la bandera roja. Antes de este suceso, pocos observadores habrían
mantenido que el socialismo (a diferencia del comunismo) representaba los objetivos de la clase
obrera.
Mientras, entre 1830 y 1850 existe un movimiento obrero en período de gestación, cuyos
líderes son socialistas, cuando en 1867 el grueso de la clase obrera urbana obtiene el derecho de
voto, surge algo radicalmente distinto: un movimiento sindical progresivamente atraído hacia el
liberalismo, a pesar de que una considerable minoría apoyaba a los conservadores.
En Inglaterra, gracias a la política imperialista logró dormir durante una generación al
socialismo pero ésta resurgió una vez más a la superficie en la década de 1880, como
consecuencias del desempleo y el desencanto general frente al liberalismo.
Por estas mismas fechas, en 1864, se reúne en Londres la Primera Internacional con
participación predominantemente anglo-francesa y un programa elaborado por Marx del tipo que
posteriormente se designaría como socialdemócrata. Vemos así que en la década de 1860 se
produce una emancipación parcial del movimiento obrero respecto del liberalismo.
¿Qué era el comunismo? Para los obreros radicales de París en los años 1840 significaba
algo así como la distribución igualitaria de la propiedad; pero este “slogan” carece de sentido una
vez asimilada la revolución industrial, y que la “propiedad” se organiza entonces en grandes
fábricas que no pueden ser “distribuidas igualitariamente” como se había distribuido la tierra entre
una parte del campesinado francés en 1793.
Sin duda, el principal acontecimiento de la década de 1860 es la reconstitución del antiguo
movimiento demócrata sobre nuevas bases sociales. En la década de 1840 había existido una
coalición democrática, pero tenía escasa relación con el socialismo, a pesar de que durante esta
década las doctrinas socialistas comenzaban a penetrar en la mentalidad obrera. Por estas fechas
existía también un primitivo movimiento obrero que en su mayoría equiparaba “democracia” y
“comunismo”. Hacia la década de 1860 surge un nuevo fenómeno: la Primera Internacional. Pero
junto a este fenómeno existía una fuerte corriente liberal radical entre la clase media baja y los
trabajadores.
Para los observadores de 1840, trataron de delimitar los términos “socialismo” y
“comunismo”. Para Stein, el “socialismo” era caritativo y benefactor, y tenía como objetivo la
reorganización pacífica de la sociedad, mientras que el comunismo era revolucionario y de
“aplicación inmediata”.
El comunismo es un movimiento proletario y sólo puede germinar realmente entre quienes
no poseen nada, ya que implica un rechazo radical del orden social existente. De la misma forma,
por esa época sólo Francia e Inglaterra contaban con un proletariado genuino. Francia era el
punto candente, ya que allí el proletariado era políticamente consciente: había heredado las
doctrinas revolucionarias de los plebeyos sans-culottes que llevaron al poder a los jacobinos en
1793.
También se sabía que los socialistas, a diferencia de los comunistas, rechazaban la
violencia, aunque comenzaban a incidir en la clase obrera ¿Cuál era el significado del
comunismo? En primer lugar, era un movimiento francés; en segundo, provenían de tradiciones

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Socialismo y movimiento obrero

del ala extrema de la Gran Revolución; y en tercer lugar, se apoyaba en el nuevo proletariado
industrial.
Resumiendo, el socialismo en un principio fue considerado respetable y poco peligroso. Sin
embargo, por la década de 1840 se comenzó a postular una revolución democrática que
conduciría al socialismo. A partir de entonces se suavizaron las diferencias entre socialismo y
comunismo.
En los años 1840 y durante algunas décadas era incuestionable que, a excepción de Gran
Bretaña, la clase trabajadora industrial no comprendía más que una minoría de ciudadanos.
Precisamente por esta razón el socialismo democrático no se presentaba como una perspectiva
muy esperanzadora, a no ser que consiguiese nuevos aliados. En este sentido el socialismo sólo
podía significar dos cosas:
 que la clase obrera debía aliarse con la clase media baja y el campesinado, con el fin de
obtener una mayoría electoral que le permitiera introducir reformas socialistas en la legislación.
 que el movimiento obrero sólo debería contar con sus propias fuerzas, desarrollar
organizaciones propias, en especial los sindicatos, y no prestar atención a la política
parlamentaria, burguesa por definición.
Si éstos son los años en que el socialismo establece contacto con la clase obrera, también
es la época en que el capitalismo desarraiga el campesinado en el continente europeo. Se trata de
las dos caras de la misma moneda, ya que el campesinado que abandonaba su forma habitual de
vida para buscar trabajo en la ciudad era susceptible de toparse con las ideas socialistas al
afiliarse a un sindicato.
Un aspecto de la vida rural en Francia era el apogeo, más o menos activo, del campesinado
a la Iglesia Católica, como también en distintas regiones en Europa. Por lo tanto, en todas estas
zonas la revolución industrial no sólo separó al productor campesino de su parcela, sino que
también destruyó la cultura en que la iglesia era el centro espiritual. Con el transcurso del tiempo,
el catolicismo urbano daría origen a un movimiento obrero, pero no un movimiento interesado en
definirse como socialista; pero para millones de obreros cuyos antepasados habían sido
campesinos o artesanos, la catástrofe social y cultural que supuso la revolución industrial destruyó
su legado religioso, junto con la forma de vida establecida, El socialismo se introdujo en la brecha.
En las regiones protestantes, el socialismo se coaligó normalmente con un movimiento sindical
que ya había creado algunas manifestaciones de una cultura autónoma de la clase obrera.
En cuanto a la clase trabajadores de Francia, Italia, España y otras zonas, el socialismo
adquirió carácter de fe. La aspereza del anticlericalismo en estos países era la medida de
hostilidad mutua con que se enfrentaban creyentes y ateos. Y era así porque la Iglesia católica
exigía un grado de lealtad que un proletariado en creciente rebeldía ya no estaba dispuesto a
conceder.
No es perjudicial tener presente que el socialismo se convirtió en la creencia de la clase
trabajadora, a la que contribuyó a civilizar al hacerle accesible la herencia de la Ilustración. De la
misma forma, se puede decir que el liberalismo tuvo un efecto civilizador sobre la clase media,
clase con la que el movimiento obrero entraría en conflicto político a partir de entonces. El
liberalismo y el socialismo eran rivales, pero también tenían algo en común: ambos movimientos
demostraron su capacidad de elevar a los hombres por encima de sí mismos.

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