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Manualito de imposturología física

Fernando Vallejo

«En recuerdo de Heráclito que dijo que todo se movía y de Parménides que
dijo que todo estaba quieto». Con esta dedicatoria, el escritor colombiano
Fernando Vallejo deja patente qué tipo de reflexiones va a descubrir el
lector a lo largo de su obra.
Antes de entrar en materia, Vallejo nos presenta una nueva ciencia
que denomina imposturología y define como la maliciosa capacidad del ser
humano para mentir. Mentiras o imposturas que surgen desde el mismo
momento en que nace el ser humano y que se concretan a lo largo de toda
su evolución a través de las palabras y las ecuaciones.
Como toda ciencia, la imposturología tiene su unidad de medida
particular: el aquino, «que corresponde a la cantidad de impostura
contenida en los 33 volúmenes de la Suma Teológica de Tomás de
Aquino». Su aplicación se extiende a las ciencias, las religiones, la filosofía
y, en general, a cualquier campo del conocimiento humano, aunque el autor
la circunscribe a la física, en la que la impostura es la que alcanza su cota
más alta. En ella es, además, donde podemos encontrar a los representantes
que ocupan algunos de los primeros puestos en la clasificación de la
imposturología (Newton: 23 aquinos, Maxwell: 180 y Einstein: 280).
Vallejo no entiende la obsesión por medir todo tipo de cosas, crear
ciencias medidoras y poner en circulación una gran cantidad de unidades
que miden todo tipo de magnitudes, y se pregunta: «¿Cuántas de esas
magnitudes corresponden a una realidad exterior y no son simples
construcciones mentales? Al distinguir entre la corriente eléctrica y el
voltaje ¿no estaremos haciendo una distinción tan ociosa y vacía como las
de los escolásticos cuando distinguían la esencia de la existencia?» La
respuesta es muy clara, los conceptos que encierran las palabras no
corresponden en muchos casos a la realidad exterior, y diferencia entre lo
material que se mide directamente y lo inmaterial que se mide
indirectamente por los efectos que produce.

NEWTON

Para casi todo el mundo, Newton es el padre de una de las leyes más
famosas de la física: la de la gravitación universal (la fuerza de la gravedad
entre dos cuerpos es directamente proporcional a sus masas e inversamente
proporcional a la distancia entre sus centros gravitatorios elevada al
cuadrado). Sin embargo, para Fernando Vallejo no está tan claro que

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Newton formulase esa ley, ya que no se encuentra en Principios
matemáticos de filosofía natural, la obra de dónde sus seguidores pretenden
haberla extraído: «No está dicha con símbolos matemáticos, ni está dicha
con palabras, ni en la forma de proporción, por la sencilla razón de que no
es de Newton sino de los tratadistas de física de finales del siglo XIX».
Del análisis de la obra de Newton, Vallejo concluye que en los
Principios no existen ecuaciones algebraicas, únicamente hay teoremas
geométricos. Tampoco se habla en ningún momento de multiplicar las
masas de dos cuerpos (como dice el nominador del quebrado de la
ecuación) y, finalmente, la constante de la gravitación universal no existía
en el momento en el que Newton formuló su «supuesta» ecuación.
Los dardos que lanza Fernando Vallejo no sólo se dirigen a los que
interpretaron e inventaron erróneamente los teoremas y ecuaciones de
Newton, sino también al propio científico inglés del que pone en tela de
juicio su capacidad para demostrar teorías: «Newton no midió nada.
Pretendió probar en un inmenso embrollo de teoremas geométricos, que la
gravedad disminuye según la distancia elevada al cuadrado. Pero no la
midió. Pues mientras no la midamos, su afirmación no pasa de ser un acto
de fe».
En el siguiente capítulo, que se titula de forma significativa «Un
libro feo y abstruso», Fernando Vallejo hace un análisis más
pormenorizado de los contenidos de la obra de Newton, Principios
matemáticos de filosofía natural, que recoge la mayor parte de su
pensamiento. Critica la forma en la que está estructurada y la sorprendente
manera en la que se relacionan las proposiciones con los teoremas y los
problemas con los que están relacionados. La recomendación final a sus
lectores es que no lean a Newton, ni tampoco a Maxwell o Einstein.
A continuación, Fernando Vallejo va desmenuzando varias de las
teorías de Newton que hacen referencia a la oposición de los cuerpos a la
gravedad, su movimiento en el espacio, la inercia cinética, la gravitación de
la Luna hacia la Tierra, y sobre todas ellas va poniendo en evidencia todos
los fallos e incongruencias que contienen y su nula utilidad para explicar
algunos de los más importantes fenómenos físicos.
Y si nos centramos en la ley de la gravedad, a la que Fernando
Vallejo dedica una parte importante de su obra, una vez refutada la teoría
de Newton y de sus acólitos (a los que Vallejo atribuye realmente esta ley),
el autor colombiano hace su propia proposición basada en siete postulados
que explican el fenómeno gravitatorio de una forma mucho más racional y
lógica.

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MAXWELL

«Según Maxwell, genio escocés de la impostura, autor de cuatro


ecuaciones en las que culmina todo el humano saber, la luz es una onda
electromagnética que se propaga en el éter a unos 300.000 kilómetros por
segundo.» De esta manera empieza un capítulo que Vallejo dedica al
«charlatán» de Maxwell.
Otra de las «aportaciones» de Maxwell al conocimiento humano es el
análisis dimensional, en el que expresa las relaciones dimensionales como
productos de las potencias de la masa, la longitud y el tiempo. Una vez
hecho el desarrollo matemático de esta expresión verbal Maxwell logró una
especie de milagro, como lo expresa Vallejo en una comparación bastante
explícita: «Hay prestidigitadores que se sacan de la manga un conejo,
Maxwell se sacó un león».
Para Maxwell, la luz es un fenómeno electromagnético, otra teoría
que no parece tener un sustento ni lógico ni científico y que lleva a Vallejo
a hacer un irónico retrato del científico británico: «La maravillosa claridad
verbal de Maxwell sólo se puede equiparar a su maravillosa claridad
matemática. Multiplicando ese par de límpidas claridades obtendremos la
astronómica cifra de 180 aquinos, que es la medida exacta de este genio».
Vallejo califica de charlatán a Maxwell entre otras cosas porque, en
el momento en que se encuentra con alguna dificultad para explicar sus
teorías, se inventa datos que ayuden a hacerlas comprensibles. Por ejemplo,
cuando relaciona la velocidad de la luz con el electromagnetismo tiene que
sacar sus mejores artes de mago para inventarse una onda de perturbaciones
magnéticas transversales acompañadas por desplazamientos eléctricos
perpendiculares entre sí y a la vez perpendiculares a la dirección en que
viajaban.
Como se ha comentado antes, Fernando Vallejo no sólo es capaz de
desarmar las teorías de los representantes de la imposturología, sino que
aporta sus propias conclusiones y, por eso, sobre la velocidad de la luz
afirma: «La luz no viaja a 300.000 kilómetros por segundo, como sostienen
tantos, sino a más velocidad. [...] Como la luz siempre tiene una amplitud,
por más pequeña que sea, forzosamente tenemos que concluir que va
siempre a mucha más velocidad».

LAS MARIHUANADAS DE EINSTEIN

No se habla en este capitulo de una supuesta adicción del científico alemán


a esta droga sino de que algunas de sus teorías parecen hechas bajo sus
efectos. Einstein es para Vallejo: «el genio máximo de la impostura. Mide
280 aquinos, que son el tope, el súmmum, el non plus ultra. Más no se

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puede». Parece evidente que aquí no existen eufemismos y que cada palo
deberá aguantar sus velas y cada impostor sus imposturas.
Las imposturas no solo son malas en sí mismas, sino que también en
lo que trascienden a través de las interpretaciones de otros científicos
posteriores o de la importancia que adquieren en el ámbito científico.
Hablando de Einstein, en este sentido, Vallejo lo explica de una forma muy
gráfica: «¡Qué genio el de Einstein! Sin él hoy no tendríamos, bomba
atómica, cohetes intercontinentales, sida, computadores, la oveja Dolly, el
Internet». Además, le acusa de egoísta porque no reconoce la influencia de
otros físicos anteriores y de ladrón porque robó ideas y ecuaciones de otros
haciéndolas suyas.
Ni siquiera la teoría de la relatividad que tanta fama mundial le ha
otorgado es una genialidad de Einstein, ya que está llena de falsedades e
incongruencias. Además, el hecho de que Einstein haya robado alguna
ecuación que otra tampoco le parece a Vallejo algo especialmente grave ya
que para él todas las ecuaciones aplicadas a la físicas son falsas y no valen
un carajo. Por lo tanto, lo que Einstein robó, ya eran monedas falsas.
Y como máximo ejemplo de la inutilidad de las ecuaciones en la
física, el autor lo ejemplifica con la atribuida a Einstein (E=mc2) que
Vallejo explica de la siguiente manera: «la energía es la energía, la masa es
la masa y la velocidad de la luz nada tiene que hacer ahí elevada al
cuadrado y pegada a m como con mocos después de las rayas
horizontales».

LOS PAYASOS CUÁNTICOS

Payasos cuánticos llama Fernando Vallejo a los físicos a los que muchos
atribuyen la autoría del descubrimiento de la energía atómica y sus
primeras y fatales consecuencias. Sin embargo, el autor colombiano les
exculpa de este hecho: «Que no se crean tampoco responsables de las
bombas de Hiroshima y Nagasaki los genios cuánticos, porque a ellos no
les corresponde ni un jirón del hongo atómico. De esas bombas también
son inocentes». Pero tampoco son responsables de la comprensión del
átomo que debe de ser atribuida con más propiedad a los que siguieron el
camino que señalaron J. J. Thompson, descubridor del electrón y Ernest
Rutherford que descubrió el vacío atómico.

LOS ENGAÑOS DEL SIGNO IGUAL

Su particular cruzada contra la inutilidad y falsedad de las ecuaciones


aplicadas a la física, queda simbolizada en el signo igual: «A mediados del

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siglo XVI, cuando se popularizó el signo + en toda Europa, el inglés Robert
Recorde propuso las dos rayas horizontales (=) para designar la igualdad
¡Qué iba a imaginar ese alma ingenua que sus dos rayitas habrían de
convertirse en el signo de la impostura, que es la máxima manifestación de
la inteligencia humana!»
Para Vallejo la expresión «es igual a» no es unívoca y puede cambiar
de significado dependiendo de los casos en los que se utiliza. No es lo
mismo decir «2 es igual a 2» que «2 más 2 es igual a 4», ya que en el
primer caso estamos aludiendo a una identidad absoluta y en el segundo, a
una suma. Y para evitar equívocos, y como colofón a este capítulo, propone
en primer lugar que se supriman todas las ecuaciones de la física y, luego,
que se suprima la física. Más claro, agua.

EL SISTEMA INTERNACIONAL DE UNIDADES O LA TORRE DE BABEL

Este último capitulo está dedicado al Sistema Internacional de Unidades,


que para Fernando Vallejo ha triunfado finalmente y que es límpido, claro
y transparente como un pantano, a pesar de la cada vez más débil e inútil
resistencia del mundo anglosajón: «El mundo anglosajón, tierra de obtusos
y pertinaces. ¡Anglosajones, no mediréis más en pies, ni en millas, ni en
libras! [...] ¡No sumaréis más confusión a la confusión!»
En un interesante epílogo, el autor reflexiona sobre el cambio de los
temas a los que se dedica la inteligencia humana, aunque en el fondo sean
los mismos, como lo expresa gráficamente: «En vez de Dios tenemos el
Big Bang, y tenemos el Big Crunch en vez del Diablo».

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