Nuestro nivel de consumo no cabe en los límites biofísicos del planeta y las inmensas
inteligencias científicas en el detalle de las cosas se pagan por una tremenda ceguera en el
conjunto del destino de la humanidad. Nuestra misma superpotencia colectiva nos pone en
riesgo de desaparecer en poco tiempo, en la era nuclear de las crisis ecológicas y del
incremento de las desigualdades. En estos momentos, destruimos rápidamente la
biodiversidad, el equilibrio de nuestro sistema inmunológico y la confianza en la reparación
justa de los ingresos mundiales por porcentaje de población. Según el Informe OXFAM de
2014, 7 de cada 10 personas del planeta viven en un país donde la desigualdad económica
es mayor ahora que hace 30 años. El espectro de la gran escasez y la gran violencia flota
detrás de nuestro “desarrollo insostenible”.
economía basada en flujos energéticos renovables, provenientes del sol, los vientos, los ríos
y la biomasa.
El primer problema es el Poder. Los grupos que tienen actualmente el poder, tanto
económico como político, no quieren saber nada de una sociedad ecológica. Porque la vida
implica diversidad y el poder exige monopolio. Porque la ecología dice “Small is
beautiful”, demanda la diversificación de soluciones locales administradas en forma
comunitaria y autónoma, mientras que los poderosos quieren individuos atomizados
consumiendo soluciones monistas, orquestadas desde monopolios globales según una
economía de escala mundial.
El segundo problema es la Educación. Como está en manos de los poderosos y de las
mentes colonizadas por el poder, se diseña como molde educación y/o uniformizado para
todos, con criterios de éxito individual atomizado. Es el alumno aislado quien Ɵ ene que ser
“performante”, no su comunidad de jóvenes. Dominada por tecnologías pedagógicas
posivistas y rankings internacionales reductores y estandarizadores, la “educación bancaria”
(Freire) prevalece: los individuos alumnos van a la escuela o la universidad a comprar un
servicio prefabricado de nivelación cognitiva y titulación profesional, cada vez menos
atento a las particularidades locales y más ávido de internacionalización niveladora.
El tercer problema que nos aleja de la solución sostenible a nuestra situación planetaria
actual es la estrechez de nuestra ética. Ética significa espontáneamente para nosotros:
patrón de conducta individual para buscar el bien en lugar del mal. Esto reduce
automáticamente nuestra mirada moral, el cumplimiento de buenos actos para el prójimo.
Tres dimensiones a la vez, pues, para la ética: Virtud, Justicia, Sostenibilidad; o bien el
enfoque exclusivo en una de las dimensiones termina tornándola en peligrosa.
5. Conclusión:
las cosas no están separadas, que todos vivimos en una misma intersolidaridad local y
galáctica, bajo el “Padre” Sol y sobre la “Madre” Tierra, eso era obvio para los pueblos
originarios del vasto continente americano. Ellos, los olvidados del desarrollo, los excluidos
analfabetos del prestigio universitario, han sabido sin embargo acrecentar los frutos
científicos más importantes para la humanidad, en el transcurso de una paciente labor
milenaria: las diferentes variedades de papas, los cientos de maíz, las decenas de tomates y
de quínoa… Ningún occidental existe lejos de estos “biólogos agrícolas amerindios” que
permitieron, entre otras cosas, terminar con el hambre en Europa.
tendrán que asumir la carga de toda su sociedad? ¡Pero ellos son parte de ella, inmersos en
ella, y no tienen poder sobre ella! Una responsabilidad “social” sería tan amplia que no se
entiende cómo podría evitar, al final, ser inaplicable, entonces incapaz de constuir ninguna
coacción sólida para los ciudadanos y las organizaciones.
2. De la responsabilidad a la responsabilidad social
Ciertas promesas son libres, vale decir, facultativas (firmar un contrato, jurar amor eterno,
etc.), mientras otras son obligatorias (cumplir con el contrato firmado, criar a sus hijos,
etc.); pero todas responsabilizan al que promete, lo transforman en el encargado de una
misión delante de los demás, luego en sujeto pasible de sanción si fracasa o traiciona.
– Cumpla con las leyes y sea compatible con las normas internacionales de conducta.
Para asumir plenamente su responsabilidad social, las empresas deben aplicar, en estrecha
colaboración con las partes interesadas, un proceso destinado a integrar las preocupaciones
sociales, medioambientales y éticas, el respeto de los derechos humanos y las
preocupaciones de los consumidores en sus operaciones empresariales y su estrategia
básica, a fin de:
1. Se trata de una responsabilidad de las organizaciones por sus impactos: los negativos
(sociales y ambientales) de sus actividades deben (idealmente) progresivamente
desaparecer. Esto constituye la promesa exigida.
3. La responsabilidad social no está más allá y fuera de las leyes, sino que se articula con
las obligaciones legales. Las leyes deben definir cuáles son los impactos negativos
prohibidos y motivar a la responsabilización social de todos. Desde luego, este no empieza
“más allá de las leyes”, como se suele escuchar, sino dentro de las leyes y para que estas se
cumplan y vayan mejorando.
4. La responsabilidad social pide una coordinación entre las partes interesadas capaces de
actuar sobre los impactos negativos diagnosticados, en situación de corresponsabilidad, a fi
n de buscar las soluciones mutuamente beneficiosas (construir valor para todos los actores
sociales, soluciones “gana-gana”, y no sólo valor para algunos a costa de los demás).
5. Conclusión:
¡No perdamos más tiempo! Si ahora pudiéramos no confundir más el compromiso piadoso
unilateral con la verdadera responsabilidad con y delante de sus pares sociales, lograríamos
menos superficialidad y autosatisfacción en la práctica de la responsabilidad social, tanto
por parte de las empresas como de las universidades. Si pudiéramos empezar seriamente a
diagnosticar y tratar los impactos negativos de cada organización, habría ciertamente más
incomodidad al inicio en las iniciativas de responsabilidad social, pero más eficacia y
felicidad al final, porque la responsabilidad social no es cómoda acción altruista para los
necesitados afuera de la organización, sino incómoda reorganización de sus rutinas adentro
para su mejora continua (supresión de sus “impacciones”). Si pudiéramos confundir menos
los problemas que dependen de la responsabilidad jurídica de las organizaciones con
aquellos que remiten a su (co)responsabilidad social, lograríamos ciertamente menos pelea
ideológica alrededor del tema de la responsabilidad social, a la que muchos consideran
todavía como un invento neoliberal
2) lo debemos hacer en redes de corresponsabilidad con todos aquellos que nos pueden
ayudar para disminuir hasta erradicar estos impactos negativos, con el fin de
3) construir juntos una sociedad más justa y sostenible, para nuestros prójimos y nuestros
lejanos. Pues sí está claro, ¡hagámoslo!