Introducción
Los vínculos con otras personas son fuente de sentimientos en nosotros. Algunos
que nos hacen bien y otros destructivos. Los que nos hacen bien, nos restauran.
Los que destruyen, van marcando un surco de dolor, estrés, depresión y más, que
desgastan nuestras energías vitales.
Pero Dios hizo provisión para darnos energía renovadora.
Desde la ciencia, hace poco que se logró demostrar el daño o bienestar físico que
provocaban los sentimientos. Antes se los trataba por separado, distanciando lo
físico de los sentimientos y la forma en que se afectaban mutuamente. Pero hoy
se conoce la relación estrecha entre el cuerpo y la mente.
¿Por qué pasó tanto tiempo? Costó mucho hasta que se logró entender y medir lo
que no se ve. “Yo no lo creo si no lo veo”, ese fue siempre el razonamiento de
muchos, y todos somos susceptibles a dejarnos llevar por él.
Pero el tiempo ha demostrado la falacia detrás de este razonamiento. Es
justamente lo que no se veía, lo que motivó el estudio de investigadores por ver lo
que no se ve para entender cómo nos afecta.
En el mundo físico
Por ejemplo, en el ámbito de lo físico, siglos atrás los griegos dedujeron la
existencia de la partícula más pequeña que componía todo y la denominaron
“átomo”. No fue hasta hace apenas un poco más de un siglo atrás, que se pudo
comprobar su existencia.
Los científicos buscaron ver lo que no se veía. Creyeron que existía sin verlo y
pudieron crear métodos para buscarlo.
De allí en más surgieron estudios tendientes a conocer en profundidad todo lo
relacionado con el átomo. Cuanto más avanzaron los seres humanos en conocer
lo que no se veía, descubrieron que en su interior existían partículas aún más
pequeñas. Pero además de esto, estas partículas se mantenían unidas por varias
fuerzas invisibles, fuerzas que no se veían. Si pudiéramos ir hasta el interior de un
átomo, notaríamos la existencia de diferentes partículas, ahora los científicos las
llaman cuerdas, que se mueven en una armonía de interacción y vibran.
No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el
mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en
ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me
has enviado. (Énfasis añadido)
El propósito de Jesús, fue que las fuerzas invisibles del amor, la meditación y la
oración, nos conectaran poderosamente a Dios e hicieran que creamos en él.