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Rafael Lara-Martínez
Tecnológico de Nuevo México
rafael.laramartínez@nmt.edu
Desde Comala siempre…
Abstract/Resumen
Key words/Palabras claves
0. Introito
1. Experiencia
2. Teoría iniciática
3. Paradoχa
3. 1. Réplica
4. Tipología I
5. Tipología II
6. Tipología III
7. Tipología IV
8. Tipología V
9. Tipología VI
9. 1. Afinidades
10. Tipología VII
11. Abandonio
12. Bibliografía
Abstract/Resumen
“De gramatología indígena” desarrolla una lectura tipólogica de varias lenguas indígenas de
Mesoamérica. El artículo discute varios obstáculos políticos y filosóficos que dificultan el
estudio de lenguas ajenas al pensamiento occidental. Establece una clasificación tipológica de las
lenguas indígenas que rebasa la reconocida oposición entre lenguas acusativas y lenguas
ergativas. Aplicando las propuestas de autores tan diversos como M. Launey, C. Lenkersdorf y
H. Seiler, el ensayo clasifica las lenguas indígenas como “omnipredicativas”, “intersubjetivas” y
“aplicativas”. En contraposición a cualquier idioma occidental, las lenguas indígenas ofrecen
sistemas en los cuales toda unidad lingüística funciona como predicado; prefieren el uso de
difrasismos o de dos construcciones yuxtapuestas en lugar de una jerarquía sintáctica y, por
último, utilizan predicados univalentes, a una entrada, en vez de usar términos bivalentes y verbos
transitivos. A la convención científica por abstraer la teoría de su contexto social (Dasein), el
articulo contrapone una geopolítica y poética del conocimiento.
Key words/Palabras claves: Politics, philosophy, science, syntax, typology of Western and
Native languages. Política, filosofía, ciencia, sintaxis, tipología de lenguas occidentales e
indígenas
0. Introito
Y mi voz que madura
Y mi voz quemadura
Y mi bosque madura
Y mi voz quema dura
Xavier Villaurrutia
Escritura
/ \
sonido sentido
[Unos] juzgan que la metafísica [la ciencia] es una rama de la literatura fantástica [cuyo principio
consiste en] la duplicación de objetos perdidos [que] se llaman hrönir [o] ur, [si] el objeto [es]
educido por la esperanza [en la escritura]; otros, que la ficción es el corolario obligatorio de la
ciencia. [Así, mientras la verdad se esconde, en Aztlán] se reúnen poesía y pensamiento, la
esencia pensante de la poesía y la esencia poética del pensamiento.
Ecos del desierto: JLB-FN-MH-GA
1. Experiencia
E io a lui: I’ mi son un, che quando Io veggio ben come le vostre penne
amor mi spira, noto, e a quel modo di retro al dicttator sen vanno strette
ch’e’ ditta dentro vo significando. che delle nostre certo non avvenne.
(Dante, Purgatorio, XXIV: 52-54 y 58-60).
Aún con esas limitantes, mejor todavía, con estos obstáculos míticos al rigor del saber,
suponíamos que hacer ciencia consistía en mantener nuestra modestia como punto de arranque.
Creíamos con firmeza que debíamos formalizar un reducido sector, un área específica. Todo lo
demás quedaba fuera de nuestro objeto de estudio y le correspondía a una metafísica —no a la
ciencia— comprender ese entramado idiomático que resistía toda formalización. Con esta idea en
mente iniciamos los estudios de las lenguas indígenas. Estábamos conscientes de que la ciencia
es el núcleo matemático de la lengua, susceptible de formalizarse. Todo aquello que no se
prestaba a la deducción matemática lo llamábamos metafísica: política, poética, psicoanálisis,
filosofía, etc. Profesábamos no “la religión del arte”, sino la de la ciencia. La ciencia era
metapolítica.
2. Teoría iniciática
(1) O -> FN + FV
O -> FN + V + FN -> the cat eats the rat (SVO)
Hacia la caída del muro de Berlín, la teoría ponía esa secuencia al centro del debate (Marácz y
Muysken, 1989). En la actualidad el lector puede encontrarla en
www.nyu.edu/pages/linguistics/ling.html. En la urbe que “se robó la idea de arte moderno” —la
de innovación sin fin— cuarenta años de historia no afectan en absoluto el conocimiento
científico de las lenguas.
Al aplicar ese esquema, nos sentíamos nuevos frailes. En lugar de amoldar las lenguas al
latín —como en la época colonial— en la poscolonialidad las vertíamos al crisol de la lengua
inglesa (Seiler, 2000: 28). Nos resultaba obvio que esa secuencia formal calcaba la oración
canónica del inglés en su orden estricto: sujeto-verbo-objeto (SVO). La teoría formal se revelaba
como acto de habla (speach-act). Poseía condiciones geopolíticas implícitas que “relativizaban”
su opción por los universales: «“lo que una teoría lingüística le atribuye a las lenguas” […]
durante cierto tiempo» (Seiler, 2000: 26-27).
A la supuesta igualdad lógica de las lenguas, se sobreponía el hecho social de que existía
una lengua superior a las demás. A este idioma lo llamamos: lengua materna. La verdadera
nacionalidad —el naturalizarse— la otorgaría no el país sino la lengua nativa. Su estatuto
existencial —académico y lógico-matemático— supera al de las demás lenguas del mundo. En la
etapa inicial de la gramática generativa, el inglés era el idioma casi exclusivo de la ciencia, como
lo es aún de casi todas las editoriales universitarias estadounidenses. English only remeda en
espejeo poscolonial al “sólo el catolicismo” de la España colonial. La formalización era máscara
para disfrazar que el punto de comparación universal lo expresaba un idioma particular.
Llevó unos veinticinco años —K. Hale, hacia 1980-1983— reparar que la mayoría de las
lenguas difería de la materna de los científicos anglos. No obstante, al percatarse de que existían
idiomas distintos al inglés se calificó el fenómeno de manera negativa. Había “lenguas
configuracionales” como la materna, el inglés, —con un orden fijo de palabras y sin posibilidad
de suprimir el sujeto— y su envés, “lenguas no-configuracionales” como el español, sin orden
fijo y con posibilidad de eliminar el sujeto gracias a la concordancia. Siempre sucedía lo mismo,
yo, al derecho, y el otro al revés. Oraciones tan sencillas como las siguientes eran el
rompecabezas de los científicos anglos de la lengua:
En efecto, las oraciones más simples del español —palabra-oración, verbo sin sujeto— la
gramática transformacional las derivaba de las complejas, sujeto-verbo (S-V), frase nominal-
verbo (FN-V). En la ENAH, donde el estudio del nahuatl clásico era requisito, la sencilla
traducción de (3) podía complicar más la teoría.
Si “comer/eat/cua” es un verbo transitivo, tiene dos posiciones, una para el sujeto, otra
para el objeto. Por tanto, la oposición binaria, según la configuración debía concebirse como una
opción a tres entradas. El nahuatl —no el inglés— ofrecía un principio de proyección exacto
entre la estructura léxica y la de frase; no permitía que ningún argumento estuviera ausente.
Existían no dos, sino tres posiciones con respecto a la supresión del pronombre (pro-drop). En
nahuatl no puede eliminarse ni el sujeto ni el objeto de un verbo transitivo. Apelábamos a volcar
los universales de la lingüística chomskiana hacia una tipología. Una teoría de los tipos como la
arriba esbozada serviría de enlace entre los particulares de cada lengua en específico y los
universales que comparten todas las lenguas del mundo 1.
1
Sobre la dificultad de considerar la inclusión obligatoria del objeto en nahuatl a las tipologías en boga, véase:
Burkhart, Steger y Wiegand, 2001: 28. Un simple recurso sintáctico necesario no afecta una tipología cuyo horizonte
3. Paradoχa
La paradoja con la cual se encontraban los lingüistas anglos al encarar un sistema distinto
al de su lengua materna —el orden libre de las palabras en español (“esto lo hice yo” (OVS) y la
eliminación del pronombre de sujeto (“llueve”)— era semejante a la que enfrentó el
descubrimiento del cero (0) en el naciente pensamiento occidental. Todo aquello que es distinto a
nosotros mismos refleja la contradicción y la paradoja.
Sea n el indicativo de un número, se entiende que n = n + 1. De tal suerte se define una
serie interminable de números enteros desde el dos (2) hasta el infinito (∞). Esta definición
griega del número nos presenta dos puntos medulares: el uno y el cero. Según la definición
anterior del número (n = n + 1), uno (1) no es un número. Uno es igual a sí mismo: 1 = 1. Es un
metanúmero; es la condición de posibilidad para que exista la serie infinita de números enteros.
Por ello, está incluido en la fórmula misma del algoritmo numérico. Los números enteros
comienzan con el 2 = 1 + 1.
Dentro de la serie de números enteros infinitos, uno (1) posee igual estatuto lógico que
“ser”. “Ser” no es un verbo. Más bien, es un metaverbo que afirma la existencia de algo: “x es”.
Sólo en seguida, luego de postular la existencia de un ente “x”, es posible predicar, decir algo de
“x”. Todo lo que existe “es”, y sólo se admiten predicaciones de lo existente. Si se afirma algo
de la no-existencia, de antemano, se presupone su existencia. He ahí la paradoja.
El cero (0) representa esta paradoja lógica. Expresa que es posible simbolizar el vacío,
la ausencia, lo que no existe. Lógicamente, significa concederle un valor simbólico a la
inexistencia. La inexistencia “es”. La contradicción no podría ser más flagrante. Al representar
la inexistencia la hacemos existir. Por tanto el cero (0), la existencia de la inexistencia, tampoco
es un número. Este símbolo expresa uno de los límites de la lógica europea original sobre los
números enteros positivos. Predica algo de la inexistencia, aunque esa mínima cosa no sea sino
su propia figura: ø. Este simple trazo hace que la inexistencia sea. Cero es la marca del vacío o,
para algunos, el vacío que presupone toda marca.
Si pensamos que el símbolo del vacío (0, ø) llegó al Occidente primitivo por medio de la
invasión islámica de España y por las recién conquistadas civilizaciones amerindias, resultaría
fácil deducir su verdadero significado. El cero (0) —la paradoja que representa la ausencia— es
la conciencia que desarrolla una cultura, un país, del hecho de que sus valores no son universales.
Es la conciencia de que el otro existe, pero la (re)conquista le niega la palabra. Este miembro —
si bien se halla presente— carece de toda representación que lo incluya en “la metaestructura (el
Estado)” de la teoría (Agamben, 1998: 24). He ahí su estatuto: define una presencia sin
representación. El vacío es el conocimiento científico, que se enfrenta a lo inédito, al otro.
En su época formativa, era Occidente en diálogo de sordo con el Islam y Amerindia. En
la actualidad, es Angloamérica negando a Latinoamérica y, de nuevo, al Islam. El continente
conquistado, “América”, queda asimilado a “un espacio vacío jurídicamente [ø]” “paralelo” al
triunfo de una política secular europea (Agamben, 1998: 36). Acaso porque la epistemología —la
esencia actual de lo falso (fallen, lo vencido, ø)— es un simple corolario de la ley del imperio
(Heidegger, 1998).
de análisis es eurocéntrico: inglés-italiano. La motivación política y tipológica no podría ser más “natural”. La
“enciclopedia internacional” elige las exclusivas lenguas oficiales que representa y escriben (Vorstellung/Darstellung)
la ciencia: inglés, francés y alemán. Acaso esta distinción lingüística aclare la relación entre “localización histórica y
producción de conocimiento”. Hay lenguas hegemónicas destinadas a “ver”, al “tener a su disposición” como objeto
los demás idiomas del mundo. En su rigorosa expresión se resuelve la esencia del saber: la aisthesis, lo que se abre y
entrega a la vista (aletheia) para que el científico se vuelva sujeto y centro relacional de todo lo que es materia de
lenguaje. De ahí que nuestra afición por diluir fronteras —política, poética, ciencia— derive de una inclinación nata.
Por naturaleza, escribimos una lengua destinada a vivir la periferia y ocupar el reverso de la ciencia: la ficción.
El otro — el que se inmiscuye en el perfecto algoritmo de la infinitud numérica— es la
diferencia. Es la presencia de la ausencia, la voz de los sin voz.
3. 1. Réplica
5. Tipología II
La complejidad e inversiones posibles en nahuatl son tales que los mayores procesos
sintácticos —focalización, topicalización— son simples reflejos especulares de oraciones
invertidas. Es imposible sostener que una es la base, la oración simple, mientras la otra es
secundaria, derivada por transformación. Ambas oraciones es preferible tomarlas como conjunto
de paráfrasis derivado de un mismo esquema léxico abstracto con múltiples variaciones.
(8) choca in piltontli (He) cries the (one who is a) child llora el niño (VS)
piltontli in choca He is a child the (one who) cries el niño llora (SV)
(Se omite la marca ø en ambas unidades predicativas, por lo que la lectura literal de las
oraciones es la glosa inglesa: “él llora el (que es) niño”, e inversamente, “él (es) niño el
(que) llora”. Para un equivalente quiché, ri, “artículo”, véase: PLFM, 1996: 101, 103,
131, 170, 185 y England, 2001: 149-154. Su empleo es singular: antes de un sustantivo,
con un pronombre independiente (ri in, “yo, soy yo (it’s me)”, al igual que ante un verbo
cuyo objeto se “resalta” y ante una oración relativa. Si la lingüística maya tomara en
cuenta la recomendación de Seiler (2000: 127 y 134) —«“participios relativos”» y
“oraciones enteras nominalizadas”— se resolvería el campo de aplicación del “artículo”
ri. Si se define como “verbo” toda unidad con sufijos de aspecto, el yaqui ofrece un
fenómeno paralelo inverso. “ Se verbalizan frases nominales complejas [y] subordinadas
(Jelinek y Escalante, 1988: 420); paradoja que se resolverá en 10)
(9) ø-qui-cua in piltontli in nacatl El niño come carne (El lo come, el que es niño, la
que es carne) — The child eats meat (He eats it, the
one who is a child, the thing that is meat)
(donde los clíticos (ø y qui-) funcionan como argumentos obligatorios del predicado
verbal, con marca de caso, y las frases nominales, sin marca de caso, se identifican como
oraciones ecuativas nominalizadas adjuntas. Esta distinción explica la doble secuencia:
SOV para los clíticos pronominales obligatorios y VSO para las frases nominales
facultativas adjuntas)
Desde mediados de los ochenta, bajo la rúbrica de “crisis en el formalismo”, el italiano Paolo
Ramat había cuestionado los presupuestos chomskianos como “actos de fe”. Anteponía “datos
empíricos” tal como el mismo orden de palabras en el árabe clásico que en el nahuatl, al igual que
otros procesos sintácticos (Ramat, 1987: 71 y ss.). Para el nahuatl, al igual que en su pariente
norteño, el cahuilla, “las relaciones sintácticas” ocurren al interior de la palabra verbal y no tanto
entre esta “palabra-oración” y las frases adjuntas por “aposición” o parataxis (Seiler, 2000: 133).
Además, cosa inaudita para el pensamiento occidental, no hay preposiciones. En su
defecto, su función la suplen nombres relacionales. Del nahuatl (10), poco a poco hacemos variar
la discusión hacia otra lengua amerindia, el tojolabal, lengua maya del estado de Chiapas,
México, en la oración (11):
Con los dos ejemplos anteriores, entendemos que las lenguas indígenas nos confrontan con un
sistema de organización oracional, con una lógica radicalmente distinta a la occidental. En
lenguas que carecen de nombres relacionales —el mixteco, lengua del estado de Oaxaca,
México— el uso de partes del cuerpo suplanta el de las preposiciones (Macauley, 1996: 172-187,
ante todo los ejemplos en 175-176 en los cuales se empaña la diferencia entre
prospectividad/estación/retrospectividad, dando pauta a interpretarlas como oraciones ecuativas
en sí). Al no marcar distinciones tales que estación/movimiento, fuente/meta, hay que asumir que
esas rúbricas espaciales son intrínsecas al modelo actancial del verbo. El complemento se halla
no en relación de subordinación sino apuesto en relación paratáctica al verbo. La supuesta
jerarquía sintáctica de los compuestos oracionales debe concebirse como una verdadera
yuxtaposición. La parataxis —la aposición— rige la sintaxis.
6. Tipología III
7. Tipología IV
No obstante, dada la identidad entre posesivo y agente o sujeto transitivo, se nos impone
una interpretación alternativa, en términos de Villaurrutia, una escritura distinta. Esta postura
más radical la explicitamos en (13) con ejemplos del tojolabal:
(donde la cópula representa una igualdad lógica (=), o bien un predicado lógico
“¥, se aplica a”, véase: Seiler, 1977)
Si en todas las lenguas occidentales las oraciones en (14) utilizan tres recursos gramaticales
distintos —sustantivo, verbo y preposición— el tojolabal las unifica bajo la rúbrica de una triple
predicación copulativa: (ser/¥) esposo/amar/compañía. Introducimos un predicado lógico, ¥, “ser
o se aplica a”, para dar cuenta de la relación entre el primer argumento (yo) y el predicado
gramatical precedido de una marca posesiva.
En otra lengua mesoamericana, el p’urhépecha, el uso de un mismo caso “acusativo” para
dos secuencias distintas —FN-acusativo + V y FN-acusativo + Posposición (Posp)— apunta tal
vez hacia una equivalencia formal insospechada. La sintaxis identifica dos predicados patentes
—verbo y posposición— por la marca de sus objetos respectivos (Monzón, 1997: 67). Si el
sujeto rige la frase verbal —SOV = FN + FV ( FN-acusativo + V)— una categoría gramatical
semejante debe controlar una cadena sintáctica similar: FN (S (ø)) + FN-acusativo - Posp.
8. Tipología V
Este último enfoque a la gramática del tojolabal presupone que buen número de oraciones
de esta lengua carecen de verbo en el sentido estricto y, por tanto, también la categoría de objeto
se priva de todo fundamento gramatical (para la dificultad de mantener la categoría de “objeto
indirecto” en mixteco, véase: Macauley, 1996: 175. Se marca por una parte del cuerpo poseída,
nuù, “cara, su cara” que no distingue entre prospección (a), estación (en) y retrospección (de); su
glosa omnipredicativa equivaldría a una oración ecuativa en relación paratáctica con el verbo:
“eso es su cara”). Más bien, la oración copulativa parece ser el modelo generalizado de casi toda
la sintaxis de esa lengua maya. A nivel de la gramática profunda, el tojolabal nos obliga a
reconocer la identidad lógica entre dos secuencias: Verbo + Frase Nominal = Cópula + Predicado
Nominal. De tal suerte, obtenemos (16).
Utilizando el predicado lógico (¥, se aplica) como sustituto de “ser”, obtenemos en cambio (17):
(17) Su llamar (¥, se aplica a) Yo/mí = His calling (¥, applies to) I/me
(18) s-lo’ilta k-ab’i Me habló = él habló, yo escuché = his talking (is/applies to) my
listening = su habla (es/se aplica a) mi escucha
Hacia la mar del sur, en el pipil de El Salvador, las “frases verbales complejas” se corresponden a
“formas verbales yuxtapuestas” (Campbell, 1985: 140). No existe ni “elisión” ni avance (raising)
de una frase nominal, ni tampoco “construcciones con formas infinitivas”. Los dos ejemplos
siguientes dan cuenta de la parataxis pipil. Se trata de una estrategia que apone verbos
conjugados en serie (Campbell, 1985: 137 y 141).
9. Tipología VI
(26) ¥
/ \
\
\
¥ Arg \
/ \ / \ \
Arg Arg Arg Arg \
| | / \ | |
wan on Pred Nom |
/ \ | | |
Raíz pas | | A3
| | | | |
s i wa h el P3s i ø
(La misma estructura da cuenta de wan-on s-mil-h-el “estoy matándolo (yo soy gerundio
su matanza (its kilingness) es eso)”, véase, Robertson, 1992: 78, aunque su escritura le
impone al verbo nominalizado una jerarquía sintáctica inexistente en la estructura
superficial. Esta misma nominalización abarca otros marcadores aspectuales tal cual
“och-on + verbo-el”, “entrar-yo, aspecto inceptivo”. Más cercana a nuestro análisis es la
glosa del maya-yucateco con diáfana signatura alemana, “its eating / my doing is the
middle”, Lehmann, Shin y Verhoeven, 2000: 44)
(27) sh-ø way-ø Juan-ø Juan duerme = lo incompletivo se aplica a eso, el dormir se
aplica a él, Juan se aplica a él
La compleja glosa literal explicita un intrincado sistema de múltiples predicaciones ecuativas que
presupone cualquier oración simple en tojolabal: incompletivo = eso (ø), dormir = él (ø), Juan =
él (ø). La marca de aspecto incompletivo —el tiempo presente del castellano— actúa como
predicado del cual depende la oración en su conjunto como argumento (way-ø Juan-ø). Luego, el
predicado “dormir” funciona de nuevo según la misma regulación ecuativa con respecto al
nombre propio que, a su vez, presupone una nueva oración copulativa.
Esta afición por el uso de copulativas y de gerundios nominalizados clasifica a los
idiomas indígenas como “lenguas aplicativas” (Seiler, 1977). Mientras los idiomas occidentales
prefieren el uso de predicados bivalentes y el establecimiento de una jerarquía sintáctica —entre
el mayor potencial del sujeto y su falta de capacidad en el objeto— las lenguas mayas optan por
la utilización de igualdades lógicas y por la nominalización en gerundio. Las lenguas europeas
son ”lenguas relacionales”, pero las indígenas favorecen la aplicación directa de un solo
argumento a un predicado (Seiler, 1977).
Bajo esta concepción, los universales no son tanto las características que comparten todas
las lenguas del mundo; los universales son las dos caras de una misma moneda o, en su defecto,
un proceso continuo entre esos dos polos extremos entendido como elección de distintas
estrategias sintácticas. Las lenguas aplicativas seleccionan la secuencia (Cópula/Predicado
lógico/¥) + Gerundio Nominal, ahí donde las aplicativas requieren la estructura Verbo + Frase
Nominal. Lejos de concebir la afición por el participio como “falta” idiomática —una “teoría
nominalista”— la pensamos como «“categoría” gramatical» familiar al eon griego en su
“dualidad de sentido”: “existencial y categorial”, accidental y esencial (Sadock, 1999 y Dastur,
1994: 24). De su doble participación deriva toda la metafísica occidental, y la ciencia como
“forma de existencia”.
Actualmente, el afán globalizador de las gramáticas recientes es tal que olvida (lethe) y
oculta la enseñanza de los clásicos. Según Munro S. Edmonson, en el Popol Vuh y en el Chilam
Balam el uso de gerundios y participios es la regla. Si en el primer libro, el sentido poético lo
capta “la afición por las construcciones pasivas […] estados abstractos [y] el ablativo absoluto
latino”, en el segundo “los verbos […] son la excepción. En su lugar hay una marcada afición por
construcciones sustantivadas y con participios” (Edmonson, 1971: xii y 1982: xv). En el
documento quiché, las nominalizaciones iniciales —u k’utunizaxik, “su desciframiento (su ser
causado a manifestarse, its being caused to be shown)”— establecen una hermenéutica lingüística
que enlaza origen, historia e idioma; “la raíz de la palabra antigua” —la verdad— significa
recolección (logos), revelación (k’utumih), iluminación.
9. 1. Afinidades
(28) se glosaría “me ayudaste a curarlo”, literalmente “tu ayuda = yo/ me ayudaste/ ayudaste = yo
su curación (his/her/its (being) healed) = eso”». La única jerarquía sintáctica es la que le atribuye
la interpretación de Robertson. Su razonamiento sintáctico presupone la escritura de una
secuencia oral —sin segmentación morfológica patente— y su traducción a una lengua académica
occidental. Si la nominalización “especializa o reduce el significado […] en un sentido
aspectual”, el carácter omnipredicativo debe aplicarse también a este participio (Seiler, 2000:
127). La glosa exacta la leemos como una secuencia de dos oraciones ecuativas en serie
paratáctica: “tu ayuda = yo/me ayudaste/ ayudaste = yo su curación = ø (eso)”, restituyendo un
absolutivo vacío (A3) para la segunda ecuación.
La estructura relacional “posesivo/ergativo-raíz nominal/verbal-absolutivo” (véase (15),
más arriba) resuelve la paradoja por expresar los tres términos de una construcción transitiva.
Robertson desea reducirla a un orden que califica de diádico, el de una posesión. Así, deja sin
considerar la relación aplicativa entre ambos términos, el poseedor y el poseído. “X (es) de Y (la
esposa (es) de Juan)” implica tres términos: el referente (Juan), el relator (esposo) y el relatum
(ella) (el ser esposa de Juan se aplica a ella)”. La cuestión esencial es recordar que el absolutivo
de la tercera (no)persona lo marca el cero (ø). Toda secuencia “posesivo-raíz” presupone esa
marca vacía que la notación de Robertson olvida considerar. La conversión del sustantivo
(“perro”, “mi perro”) en predicado (“es perro”, “es mi perro”), la justifica la filiación
omnipredicativa de las lenguas indígenas expuesta en 4. En breve, se trata de restituir el vacío (ø)
que la mayoría de las gramáticas mayences omiten anotar . 2
Hay excepciones a la reticencia por reconocer el contraste entre idiomas. Una de ellas la
ofrece la lingüística alemana reciente. La lengua “estándar promedio europea (Standard Average
European, SAE)” y la prototípica indígena se sitúan en dos polos tipológicos opuestos (Lehmann,
Shin y Verhoeven, 2000). El occidente prefiere un sistema de relieve personal (person
prominence), donde el amerindio adopta uno de relieve relacional (relation prominence). Este
último procedimiento presupone la nominalización de una oración entera. El verbo y sus
argumentos funcionan como sujeto de un predicado monovalente de carácter
temporal/aspectual/modal. Mientras en inglés y alemán los “operadores modales” reciben
“sujetos individuales (yo, tú, etc.)”, el maya-yucateco sólo acepta “sujetos oracionales”. “I have
to eat” se traduce por “el que yo lo coma es obligatorio”; “comienzo a comer”, por “el que yo lo
coma comienza”; “iré/voy a ir”, “el que yo vaya es futuro/ir”. etc. En maya yucateco, la
destitución de la persona implica la nominalización de la oración completa, la cual ocupa la
posición de sujeto de un predicado aspectual.
Examinamos el sufijo –ta, sufijo de dependencia, en la oración (29). Notamos su función genitiva
no muy distinta de la que se le atribuye al -‘s en inglés. La conversión de esa aparente frase en
oración la justificamos por la presencia de un ø que marca la tercera (no)persona, semejante a la
ausencia de un pronombre de sujeto en castellano (llovió/ yuku-k).
Este mismo sufijo aparece en todo sustantivo objeto de una preposición o nombre
relacional.
2
Otras posibles tipologías inéditas pueden construirse al tomar en cuenta “sistemas [espaciales] de orientación
absolutos”, más allá del egocéntrico que prevalece en las lenguas occidentales, así como por la preeminencia del
aspecto y del modo sobre el tiempo gramatical (tense) (P. Mühlhäusler en Burkhart, Steger y Wiegand, 2001: 570). La
oposición entre concepción relativa y absoluta del espacio se presta a una seria discusión sobre los universales (Brown
y Levinson, 1993). Nótese por ejemplo que (23) y (29) expresan un gerundio o aspecto progresivo sin la referencia
temporal que cualquier glosa occidental nos obliga a imponerles. De ser necesario, el tiempo lo especifican adverbios
tal cuales “ayer”, “hoy”, “mañana. Queda abierto a la discusión demostrar si “la falta de jerarquía estructural” que
hemos expuesto guarda una estrecha correlación con una tipología característica de ”lenguas no-configuracionales”
(Marácz y Muysken, 1989: 15).
(30) piino-ta betuk (Está/=) abajo del árbol
árbol-dep abajo el estar abajo del árbol se
aplica a eso/él/ella
La identidad con una construcción castellana que utiliza preposiciones complejas con el
posesivo “de” resalta la expresión del yaqui. Con los ejemplos anteriores, la lengua indígena no
ofrece ninguna novedad. Se usa el genitivo tanto para expresar posesión, al igual que para el
objeto de una preposición o nombre relacional. La interpretación se complica al asentar que ese
mismo sufijo posesivo de dependencia —el genitivo latino— sirve para marcar el objeto directo,
el acusativo latino.
11. Abandono
partes del habla”, en remedo al ajedrez y al I-Ching, según la tipología holandesa (Anward, 2000:
7).
Acaso las sesenta y tres posibilidades teóricas no manifiestan sino eso: una realidad
“plástica” y “dócil” al punto de mira. Reflejan el modo de la historia, cuyo relato narra un pasado
tan maleable como los “varios porvenires” que imagina la esperanza. En Aztlán, las filosofías
“existen en casi innumerable número [en] juego dialéctico [sin] busca[r] la verdad ni siquiera la
verosimilitud [sino] el asombro. [Porque todos los habitantes del desierto] saben que un sistema
no es otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno cualquiera de ellos”.
El destino hermenéutico de la filosofía —“todo sistema es una visión parcial de la verdad”— la
anticipa la ficción borgeana (Gadamer, 1998:25).
Sea lo anterior un modo singular de “testimoniar” el “inconmovible” paso por “el
tiempo” y la lengua, al advertir el severo juicio de un lector incrédulo. En el otoño raso, “hay que
desconfiar de la serenidad con que estas hojas esperan su inevitable caída, su vocación de polvo y
nada” (Mutis, 1990: 130). En el páramo infinito, entre el rumor de los nopales y sus escuetas
raíces, sólo una añoranza dariana dicta el diálogo ciencia-poesía: “el pesar de no ser lo que
hubiera sido”.
Su voz se arraiga en un pretérito posible. Cuentan que en un pueblo vecino, Comala, sus
habitantes se rebelaron —abatidos en el silencio— al percatarse que una teoría había predicho
con exactitud todo enunciado potencial. Su mudez expresaba la desazón; ya no había lugar para
expresar la libertad humana. Todo acto idiomático sería potencia realizada en el sistema. Como
la Torah y el Corán, sus sentencias poéticas estaban prescritas en el Logos que habitaba el
empíreo desde el principio de los tiempos, a la diestra del Creador. Todo decir se tradujo en
letanía, en repetición intermitente según lo dictaban (Dichtung) las estaciones. En ese pueblo
fantasma, dicen que las almas se encorvan aún en la afonía. Sólo una arqueología de los
escombros le haría justicia a su mudez. A una lengua que ya no comunica nada, si no es su
propio carácter intransitivo, su vestigio creador.
Fragmentos dispersos de esa rancia presunción azotan de continuo el desierto de Aztlán.
Los acarrean los vientos huracanados de la primavera, entre el polvo mustio y la arena amarga.
Reconstruimos algunas de esas páginas y transcribimos el eco de sus voces roncas. Todo error u
omisión es nuestro. No incurrimos en él adrede. Más bien, como otra voz que clama solitaria en
un alejado desierto, “la métrica del persa”, la equivocación y el descuido testimonian de la frágil
condición humana. “El arduo monumento que erige la soberbia es como el viento, que pasa” y
lleva consigo la única teoría de lo que “Perdura”. Al principio de toda tipología y gramática
universal se halla inscrita una sentencia —una analítica del Dasein— en espera de falsificación y
comentario: Logos en Arkhe. En la ciencia actual, el silencio fundador no difiere del que profesan
nuestros vecinos de Comala. Acallados vivimos.
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Añadimos dos ejemplos adicionales obtenidos del kanjobal, lengua maya de los altos
cuchumatanes en Guatemala, los cuales ilustran el uso de nominales y del gerundio.
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k-il ku-p’a
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ku-kaxat ku-p’a
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