Está en la página 1de 10

ENSAYO

“El elemento religioso en la literatura antioqueña del siglo XIX”

Por

Jhovanny Montoya Gómez 98.644.489

MATERIA: Seminario Temático.


PROFESOR: Stella Girón.
Grupo: M – J 8:AM- 10:AM
Fecha: Junio 2009

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
Facultad de Educación
Medellín
“El Elemento Religioso en la Literatura Antioqueña del Siglo XIX”

-“Saquen los rosarios de sus ovarios”

(Grafiti escalas tercer piso Facultad de Sociología UdeA, Mayo 2009)

- “Los domingos los tenía dedicados al misterio de la Santísima Trinidad; los


lunes, al Espíritu Santo; los martes, a los Ángeles Custodios; los miércoles, a
San José; los jueves, al Santísimo Sacramento del Altar; los viernes, a la pasión
de Jesús; los sábados, a la Santísima Virgen María. Todas las mañanas se
santificaba de nuevo en la presencia de alguna sagrada imagen o de algún
misterio…”

(El retrato del artista adolescente)

James Joyce

Recorriendo a lo largo y ancho la obra “Antioquia Literaria” de Juan José Molina, es


más que evidente el asunto de la religión, y específicamente la religión católica, como
un aspecto de vital trascendencia para la cultura antioqueña de aquella época.

Tanto es así que entre mediados del siglo XIX y del XX en Antioquia era usual
encontrar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús exhibida en los hogares y sitios de
trabajo de ricos y pobres por igual, y más concretamente en el interior de cada
habitación, como símbolo general de esta realidad, como lo demuestran muchísimas
fotografías de aquel entonces recopiladas por Patricia Londoño Vega en su tesis
doctoral (2).

Es este, pues, mi propósito, en el presente trabajo, demostrar y comprobar que el


catolicismo dejó una “huella imborrable” en aquel largo periodo de la historia
antioqueña, de tal manera, que hasta aun hoy, se pueden reconocer muchas
manifestaciones de esas marcas religiosas tan profundas y arraigadas en esta cultura.

Propósito que seguramente han emprendido muchísimas más personas a lo largo de


la historia, y que muy pronto constaté al empezar esta investigación; descubrí por
ejemplo que muchos autores reconocen en Tomás Carrasquilla a uno de los autores
más relevantes en este aspecto, a uno de los pioneros en este tipo de análisis.

Kurt Levy, estudioso canadiense de la obra de Carrasquilla, afirma que las páginas de
este autor antioqueño rinden una documentación amplia y apta de temas como las
supersticiones, fiestas y devociones, así como de las características del cristianismo
antioqueño, permitiendo conclusiones acertadas sobre el alma de Antioquia. Anota
además, que sus obras son testimonio de su respeto por la religiosidad genuina y de
su hambre espiritual que prefería esconder bajo la corteza de la sonrisa escéptica, y
de manera contundente comenta que sin lugar a dudas, para Tomás Carrasquilla, la fe
y el misterio eran una “necesidad del corazón”. (1)
En esta misma obra, La religiosidad de la antigua Antioquia a través de la Obra de
Tomás Carrasquilla, Kurt Levy le escribe a su autor, el Padre Huberto Restrepo, una
carta introductoria diciéndole: “No cabe la mínima duda que la religiosidad popular es
un factor orgánico del medio ambiente americano que sigue ocupando un lugar
prominente en la tierra de don Tomás. Antonio Gómez Restrepo destaca el “acendrado
espíritu religioso” entre las características del antioqueño, mientras que don Marco
Fidel Suárez acentúa su “aquilatada religiosidad”. Asimismo Gregorio Gutiérrez
González rinde, en los comienzos de las letras antioqueñas, su homenaje conmovedor
a aquella “oración pura y sencilla”…

La carta escrita por Kurt Levy, cita una cuarteta donde se señala la honda
preocupación universal de Antíoco por este mismo fenómeno:

“Y ya la moda va quitando al pueblo

El único tesoro que tenía.

(Una duda me queda solamente:

¿Con qué le pagará lo que le quita?”

(Memoria , Cap III)

También en la “presentación” de este libro del padre Huberto, realizada por un obispo
auxiliar de Manizales, Samuel S. Buitrago, es claro el mismo propósito:”Desentrañar el
alma religiosa de la gran Antioquia, conservada en sus obras por el más genial
exponente literario de la raza antioqueña, Tomás Carrasquilla, para que el
descubrimiento sirva de acertado diagnóstico al pasado y presente de nuestra
religiosidad, y de proyección hacia el futuro”. (pp13)

Aunque mi objetivo e intención particular puede coincidir en muchos aspectos con esta
obra citada anteriormente, en mi caso no se tendrá como punto de referencia sólo a
don Tomás, sino, de una forma más exclusiva, pero a la vez más extensa, la
compilación bien lograda por Juan José Molina en su obra” Antioquia literaria”

Las compilaciones realizadas por Juan José Molina servirán a manera de ejemplo y de
verificación de dicho propósito, a las cuales estaré haciendo constantemente alusión
para ilustrar esta realidad; entre las obras seleccionadas que reúnen elementos
relacionados con este tipo de análisis se pueden referenciar las siguientes:

“la oración”, Pascual Bravo, “Patria y Fe”, Arcesio Escobar, “Luto nacional”,
Antonio María Hernández, “Caída del hombre y su rehabilitación”, Juan Esteban
Zamarra, “A María”, Ricardo López, “La mujer” , José Mario Faciolince, “A mi
Madre”, Agripina Montes del valle, “La Virgen y la madre”, Pedro Estrada “una
trenza de pelo”, Antonio María Restrepo, Canuto Restrepo Manuel,
“Impresiones en Jerusalén”, Posada Arango Andrés, “Páginas de viaje”,
Jaramillo F. Aureliano, “Noche buena”, López C. Ricardo, “A María”, Restrepo
Vicente, “Las penas de un alma”, Vélez Baltasar, “O sufrir o morir (plegaria de
un ciego)”, Mejía Epifanio, “La Paloma del arca”, Escobar Arcesio, “La poesía
religiosa”, Carvallo Luciano, “La revelación”, Uribe Benito, “La caridad
(Discurso pronunciado en la Sociedad Católica de Medellín”, Botero U.
Alejandro, “Discurso pronunciado en las exequias del ilustrísimo señor obispo
José Joaquín Isaza”, Restrepo I. Guillermo, “Discurso pronunciado en la
Sociedad Católica de Medellín en la sesión solemne del 19 de marzo de 1877”.
(3)

En estos relatos, poemas, biografías, ensayos y discursos se intentará identificar la


esencia religiosa del pueblo antioqueño, es decir, su Credo, el contenido espiritual del
cristianismo antioqueño, su cuerpo dogmático, la influencia del Catecismo y la
transmisión de la vida religiosa en Antioquia.

Comenzando por el primer prólogo del libro, a cargo del profesor Jorge Alberto
Naranjo, ya este logra vislumbrar e identificar varios elementos relacionados con mi
presente intención; dice que la compilación de Molina es “una ventana espacio-
temporal para asomarse a la vida cotidiana, a las mentalidades y costumbres del siglo
XIX… por sus páginas desfilan…los ritos y las creencias de Antioquia la Grande”,
anota demás: ”esta rica colección construye una verdadera fisionomía espiritual del
pueblo antioqueño”.

Pues justamente será ahí donde centraré mi atención, en la estructura religiosa que se
encuentra internalizada o personalizada en el antioqueño del común y que fácilmente
se puede percibir en muchas de las obras recopiladas por Molina en su texto
“Antioquia Literaria” que abordaré a continuación:

Ya en las primeras páginas aparece un componente esencial de manifestación


religiosa, “la oración” escrita por Pascual Bravo, donde se dirige de manera personal
y directa al Dios bueno pidiendo reconocer en todo, la Providencia divina; en esta
misma línea, aparece un poco más adelante una oda de Arcesio Escobar titulada
“Patria y Fe”, donde se suplica a la Patria que por nada del mundo se aparte de la
sombra del árbol del Calvario que es la cruz, y finaliza con una oración al Señor
pidiendo por la Patria y por la fe de los mayores (Quito, Nov 1865).

En el relato “Luto nacional” de Antonio María Hernández aparece otro elemento


trascendental en la historia del cristianismo en la humanidad, la Iglesia, se muestra allí
como madre benéfica y misericordiosa ante la muerte de sus más devotos fieles en su
lúgubre sonar de las campanas del Templo, invitando al pueblo con religioso
recogimiento al sacrificio incruento de la Misa (otro elemento vital que desarrollaré más
adelante), por medio de los Salmos pronunciados por el Sacerdote cristiano a manera
de gemidos del alma que la Iglesia llama “Oficio de difuntos” (24 Dic 1854).

Se encuentra también en “Impresiones de Jerusalén”, del obispo Manuel Canuto


Restrepo, unas emocionantes descripciones de la cuna u origen del cristianismo, de
todos aquellos lugares santos donde se vivieron los misterios y acontecimientos más
grandes del Dios de los cristianos; el huerto de los Olivos, donde se escucharon los
gemidos de la oración de Jesús, y donde la tierra fue regada con el sudor y la sangre
del Redentor; el monte Calvario, aquel lugar donde la afligida Madre (a quien también
se hará referencia más adelante) presenciaba el martirio de su divino hijo, lugar que
escuchó los lamentos y dolores de Jesús, que presenció sus mortales agonías; el
Santo Sepulcro, lugar visitado muy temprano por María Magdalena, donde el género
humano resucitó de los abismos de la muerte en que había sido sepultado por su
desobediencia a Dios, allí donde todos los días se celebra la misa de domingo de
Pascua y se pronuncian las palabras “¡Resucitó como lo había dicho!”, y pareciera que
se siente mover la losa que sirve de altar y se pudiera ver los resplandores de
Jesucristo cual glorioso se levanta.

Queda condensado en este maravilloso y emocionante relato de viaje a Tierra Santa,


el núcleo de la fe cristiana, el llamado Triduo Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección
de Cristo); que luego se conmemorará y celebrará perpetuamente cada año, en la
popular llamada Semana Santa, donde se reunirán todos los fieles a revivir este
misterio de amor.

Pero el Pecado no podría pasar inadvertido en este rastreo religioso de la Antioquia


del Siglo XIX, Juan Esteban Zamarra habla en su obra “Caída del hombre y su
rehabilitación” del llamado padre de la humanidad, Adán, quien rompió con la
armonía universal para desobedecer a su Creador y desencadenar de esta forma un
sin número de consecuencias funestas para la humanidad como lo fue el conocido
fratricidio de Caín y numerosos crímenes más que lograron desatar el furor del cielo y
el deseo de Dios por acabar con su creación; pero apareció el segundo Adán, Noé y
luego Moisés y la figura del pueblo de Israel, hasta que finalmente se presenta Cristo,
con su sacrificio en el Calvario reconciliando de este modo a la humanidad del pecado
original.

En esta misma función redentora, en Molina hay otro aspecto realmente indiscutible
propio y profundamente arraigado y venerado en el pueblo antioqueño; y es la figura
de María y su exaltación por el género femenino, explícitamente se encuentran cuatro
títulos que mencionan este hecho: “A María” de Ricardo López, “La mujer” de José
Mario Faciolince, “A mi Madre” de Agripina Montes del valle, y “La Virgen y la
madre” de Pedro Estrada. En todas estas obras queda realmente esclarecido el papel
esencial y la devoción tan popular que se expresaba por la Virgen María.

En un ensayo de Edison Neira Palacio llamado “La región como tema y contexto
intelectual en Tomás Carrasquilla”, se puede encontrar un fragmento realmente
contundente que confirma esta devoción: “En frutos de mi tierra, Tomás Carrasquilla
hará visible un interior de camándula, bastante sobrio, en el que la Imagen de Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro supera al médico que trata al enfermo Martín Gala. No
sólo en las iglesias reposaban los y las Santas patronas de los barrios. Todas las
instituciones públicas y aún las fábricas construyen altares y habilitan espacios
interiores y exteriores para las imágenes religiosas. La virgen del Carmen, protectora
de los choferes, se perpetuaría en cada bus de servicio público, al tiempo que
representada en el escudo municipal, sobre un castillo que Medellín nunca tuvo,
Nuestra Señora de la Candelaria, con una antorcha encendida y con el niño en los
brazos, se constituía en icono oficial de la ciudad.

Pero la solidaridad y el amor al prójimo es también una característica sobresaliente de


la Antioquia de aquella época manifestada en cantidad de grupos o asociaciones que
buscaban el servicio y el bienestar de los demás; Antonio María Restrepo en “una
trenza de pelo” menciona la Asociación del Corazón de Jesús de Medellín ayudando
con dinero y hace una súplica a Dios por esta: “Bendice, pues, ángel mío, con los
labios y el corazón a esas buenas señoras que bajo la denominación de Hermanas del
Corazón de Jesús, ejercen la caridad en nombre del Redentor del Mundo” (Mayo,
1876); finalizando esta compilación también se puede encontrar un discurso de
Guillermo Restrepo I pronunciado en la Sociedad Católica de Medellín donde
explicita el balance de todas las obras realizadas a lo largo de todo ese año: “..se ha
asociado a todas las nobles acciones de beneficencia y caridad, contribuyó a
solemnizar la entrada de las Hermanas de la Caridad en esta ciudad, ha encontrado
siempre una palabra de consuelo para las viudas y los huérfanos de los que han
sucumbido en el campo de batalla, sostuvo correspondencia activa con todas las
demás sociedades católicas que se establecieron dentro y fuera del Estado hasta el
momento en que éstas suspendieron sus tareas por consecuencias de la guerra,
costeó como de costumbre, un hermoso altar en la festividad del Corpus, y hoy asiste
confiada y tranquila a solemnizar la fiesta de su patrono San José, Jefe de la Iglesia
Universal, que le ha prestado una protección tan señalada y que no la abandonará si
desgraciadamente llegaren días de prueba…” (p612); se encuentra también otro
discurso pronunciado por Benito Uribe en La Sociedad Católica de Medellín titulado
“La caridad”, donde se explica esta como la única razón de ser de los católicos: “El
catolicismo para vencer no necesita luchar. El porvenir siempre le ha pertenecido:
Todos sus problemas que son siempre de presente, se resuelven por medio de una
sola fórmula. ¡La Caridad!”

Cuenta la profesora de la Universidad Nacional, Gloria Mercedes Arango en su


libro “La Mentalidad Religiosa en Antioquia” que estas asociaciones fueron otro
de los recursos a los que acudió la jerarquía eclesiástica para promover la
enseñanza de la Doctrina Cristiana y la educación católica, a las que los
párrocos dedicaron gran atención a partir de 1870; que estos grupos cumplían
múltiples funciones: la enseñanza de la doctrina cristiana, la fundación de obras
piadosas, colegios y hospitales, y la propagación de las prácticas piadosas;
menciona además el propósito de una circular enviada a los vicarios del obispo
José Joaquín Isaza a los curas de la Diócesis sobre el establecimiento de
Confraternidades para la enseñanza de la doctrina cristiana a los niños. (4)

Pero es mucho más completa la información que se encuentra en la tesis doctoral de


Patricia Londoño Vega citada anteriormente, al hablar de ellas como un verdadero
fenómeno de “proliferación “de asociaciones devotas; dice en su texto: “Entre 1850 y
1930 se conformaron en Antioquia por lo menos 298 asociaciones devotas. Una quinta
parte de ellas tenía su sede en Medellín y el resto se repartía entre 68 pueblos y
veredas, generalmente como hermandades anexas o sucursales de la congregación
principal de Medellín” (pp110-142)

En estas páginas se expone de una manera muy completa los nombres de estas
asociaciones y sus funciones particulares; entre estas se mencionan las siguientes:
“Congregación de Obreros de San José, Asociación del sagrado Corazón de Jesús, La
Sociedad Católica, Congragación Hijas de María, Juventud Católica, Asociación social
Católica y la Congregación Mariana de la Inmaculada”.
Iniciando este mismo texto se dice que “así fue como la religión llegó a ser un
referente cultural común bajo el amparo de un fuerte respaldo político, de este modo la
Iglesia se expandió por medio de un gran número de comunidades religiosas y
asociaciones devotas, con lo cual se prestó cohesión y estabilidad a la sociedad
antioqueña” (p31)

Por eso no es exagerado escuchar la expresión de infinidad de autores e historiadores


antioqueños, quienes a una sola voz, afirmaban que “la religión impregnaba la vida
diaria del pueblo antioqueño”, otros comentaban: ““Hacia 1950 el departamento aún
era visto como el más fanáticamente de Colombia, y este a su vez, como uno de los
más católicos de América” (5)

Algunas estadísticas encontradas, así lo confirmaban: “En 1960 Antioquia contaba


con el mayor número de parroquias, el mayor número de sacerdotes con relación a la
población, el mayor número de vocaciones religiosas masculinas y femeninas, y la
mayor cantidad de asociaciones devotas en Colombia” (6)

Todos estos datos encontrados nos llevan a una misma conclusión, a manera de
síntesis expresada en las palabras mismas de José María Torres Caicedo: “El
Estado de Antioquia es esencialmente religioso, y prefiere las ceremonias
religiosas a los bailes y espectáculos” (1857) y James Parsons: “En un punto de
piedad y devoción, los antioqueños van adelante… La ocurrencia frecuente de
nombres bíblicas de lugares, tales como Belén, Betulia, Jerico, Líbano, Palestina
y Antioquia mismo confirman lo anterior” (7)

Realmente era algo tan arraigado e incrustado en lo más profundo del ser del
antioqueño, que nada ni nadie lo podía separar de ese convencimiento o certeza
absoluta, ni siquiera las más grandes dificultades o incluso la misma muerte
conseguían renegar de aquello. En el texto de Molina se puede dar perfectamente
cuenta de este enigmático hecho, por ejemplo en “Las penas de una alma”, de
Vicente Restrepo se encuentra creo que uno de los más grandes testimonios de
aquella fe vivida, sufrida, probada, pero a la vez aumentada hasta el punto de no llegar
a temer ni siquiera a la misma muerte, aquí el autor, quien es el esposo de la sobrina
del moribundo presbítero Manuel Tirado Villa, narra los últimos momentos vividos al
lado del valiente sacerdote a quien se le ve padeciendo el penoso y doloroso proceso
de un cáncer en la lengua de una manera anormal, a la vez sorprendente para otros,
pero seguramente sobrenatural, hasta el punto de terminar la narración con una
descripción estremecedora de fe viva: “El cadáver del justo reposaba sobre el lecho
del dolor. Su cabeza estaba en la misma actitud en la que descansaba la cabeza de
Cristo en las rodillas de su Santa Madre, en el cuadro que sus ojos habían
contemplado pocas horas antes con anhelante amor. La parte baja de su cara y el
ángulo de la barba mostraban una rara semejanza con el hermoso rostro de aquel
divino señor”. (Medellín, 1869) (pp309)

En este mismo contexto se encuentra una poesía de Baltasar Vélez, titulada “Plegaria
de un ciego: ¡o sufrir o morir!”(dedicada exclusivamente al propio compilador de la
obra, Juan José Molina), que retrata de forma similar la situación que se viene
desarrollando, en su estrofa número diez:
“El dolor es un bien: es una prueba;

Libremente aceptado purifica;

Porque él a la virtud y a Ti nos lleva

Y las penas del alma dulcifica.

Ven, ¡oh dolor! Visítame constante

¿Por qué sin ti de Dios estoy distante! (pp456)

Pero tal vez, lo más contundente, es un relato a manera de testimonio, o tal vez pueda
ser perfectamente una crónica, realizada por Demetrio Viana donde expone y
describe la crueldad de la guerra vivida entre liberales y conservadores en el año de
1876, llamada “Una noche de angustias” , crueldad representada al extremo a
través de la muerte de uno de los hijos del protagonista que se encontraba en
combate, irónicamente el día del cumpleaños de otra de , pero lo más absurdo e
insólito, pero a la vez lo más impactante, es su fe, su fortaleza su religiosidad que allí
no se queda en teorías sino que se expresa hermosamente en realidad:

“Yo arrojé sobre el féretro de mi hijo la primera palada de tierra, y entoné, con los
circunstantes, el Credo. ¡Esta profesión de fe hecha al borde mismo de la tumba, en
presencia de los despojos de la muerte, delante de lo desconocido que se abre para
recibir un cadáver, y se cierra después para devorarlo; esta profesión de fe hecha con
el corazón desgarrado por el dolor, tenía algo de infinitamente tierno, y derramaba en
el alma un suavísimo consuelo y una firmísima esperanza! ¿Qué fuera del
desgraciado sin la fe? Entonces comprendí estas palabras del señor Eugenio Díaz, al
hablar del entierro de Rosa, uno de los personajes de su Manuela:

El pueblo rezaba el Credo en voz alta y era sublime oír aquel “creo en la Resurrección
de la carne y en la Vida Eterna”, pronunciado delante de los sepultureros…” (p419)

Es así como de esta manera se ha logrado dar un vistazo al siglo XIX de la literatura
antioqueña y se ha podido descubrir a la religión como algo muy sagrado, esencial y
vital para sus vidas, hasta el punto de poder decirlo, parafraseando el epígrafe de este
ensayo, que los antioqueños “tenían la fe en sus ovarios, es decir, en sus entraña, en
lo más íntimo y profundo de cada ser”,
BIBLIOGRAFÍA

(1) Restrepo Humberto, La religiosidad de la antigua Antioquia a través de la Obra


de Tomás Carrasquilla. Medellín, Ed Bedout, 1972 (pp11-12)

(2) Londoño Vega Patricia, Religión, cultura y sociedad en Colombia (Medellín y


Antioquia, 1850- 1930). Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 2004 (pp179-
181)

(3) Molina Juan José, Antioquia Literaria. Medellín, Imprenta Departamental 1998.

(4) Mercedes Arango Gloria, La mentalidad religiosa en Antioquia. Prácticas y


discursos 1828-1885. Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 1993
(pp76-80)

(5) Fajardo L. H, La moralidad protestante de los antioqueños, Cali, s. f., p.63.

(6) Gutiérrez de Pineda V, familia y cultura en Colombia, Medellín, 1994 (pp373-


402)

(7) “El pueblo antioqueño”, Revista Universidad de Antioquia, XXV/ 100, agosto-
octubre, 1950 (pp532)

Textos de muestra del libro “Antioquia Literaria” de Juan José Molina:

Canuto Restrepo Manuel, “Impresiones en Jerusalén”, en Molina Juan José


(Compilador), Antioquia Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998,
(pp87-92)

Posada Arango Andrés, “Páginas de viaje”, en Molina Juan José (Compilador),


Antioquia Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998, (pp200-202)

Jaramillo F. Aureliano, “Noche buena”, en Molina Juan José (Compilador),


Antioquia Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998, (pp262-26592)

López C. Ricardo, “A María”, en Molina Juan José (Compilador), Antioquia


Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998, (pp292-295)

Restrepo Vicente, “Las penas de un alma”, en Molina Juan José (Compilador),


Antioquia Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998, (pp295-309)

Vélez Baltasar, “O sufrir o morir (plegaria de un ciego)”, en Molina Juan José


(Compilador), Antioquia Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998,
(pp453-456)

Mejía Epifanio, “La Paloma del arca”, en Molina Juan José (Compilador),
Antioquia Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998, (pp466-469)
Escobar Arcesio, “La poesía religiosa”, en Molina Juan José (Compilador),
Antioquia Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998, (pp483)

Carvallo Luciano, “La revelación”, en Molina Juan José (Compilador), Antioquia


Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998, (pp550-557)

Uribe Benito, “La caridad (Discurso pronunciado en la Sociedad Católica de


Medellín”, en Molina Juan José (Compilador), Antioquia Literaria. Medellín
Imprenta Departamental de 1998, (pp586-590)

Botero U. Alejandro, “Discurso pronunciado en las exequias del ilustrísimo


señor obispo José Joaquín Isaza”, en Molina Juan José (Compilador), Antioquia
Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998, (pp601- 604)

Restrepo I. Guillermo, “Discurso pronunciado en la Sociedad Católica de


Medellín en la sesión solemne del 19 de marzo de 1877”, en Molina Juan José
(Compilador), Antioquia Literaria. Medellín Imprenta Departamental de 1998,
(pp606- 613)

También podría gustarte