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Bocaz&Soto2000 Narrar-Exponer PDF
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NARRAR Y EXPONER:
EL TRATAMIENTO DEL DISCURSO EN LA REFORMA EDUCACIONAL
Aura Bocaz
Guillermo Soto
Universidad de Chile
INTRODUCCIÓN
En los últimos veinticinco años, el estudio del discurso, en tanto unidad básica de la
comunicación humana, ha concitado gran interés por parte de investigadores y
académicos en el mundo desarrollado. La confluencia en la investigación de este
dominio de especialistas provenientes de diversas disciplinas en el marco común de las
ciencias cognitivas (lingüistas, psicólogos, especialistas en inteligencia artificial,
sociólogos y antropólogos, entre otros) ha favorecido el rápido desarrollo de modelos de
complejidad creciente que explican, cada vez con mayor precisión, los diversos
fenómenos implicados en la producción y comprensión del discurso oral y escrito.
En nuestro país, en cambio, la mayor parte de los investigadores ha enfatizado,
hasta años muy recientes, el análisis de la oración independiente, del léxico y del
estrato fónico del lenguaje. El privilegio acordado a estos niveles ha redundado en un
conocimiento mínimo de las características cognitivas, formales y sociales del discurso.
No sorprende, por tanto, que muchos profesores de castellano no hayan podido abordar
con propiedad el desarrollo de las habilidades que suponen la comprensión y
producción de los distintos tipos de discurso. No cabe duda de que de la escasa
reflexión sobre estas materias en los ámbitos de la investigación y la docencia derivan,
en buena parte, los magros resultados sobre el nivel de comprensión de lectura de
distintas poblaciones de nuestro país, divulgados recientemente en diversos medios de
comunicación nacionales1.
La actual reforma educacional, de modo acertado, ha innovado en las
prácticas precedentes incorporando el tratamiento del discurso como unidad central en
el desarrollo de la lengua materna en los cuatro años de Enseñanza Media. En nuestra
opinión, sin embargo, hay ciertas insuficiencias teóricas en la conceptualización de los
tipos de discurso incluidos en los dos primeros años, las que, de mantenerse, pueden
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Véase, a este respecto, el artículo de Bárbara Eyzaguirre, Carmen de Foulon y Ximena Hinzpeter “Los chilenos no
entendemos lo que leemos”, publicado por El Mercurio el 2 de julio recién pasado. En él se presentan los malos
resultados obtenidos por lectores chilenos en tareas de comprensión de lectura, de acuerdo con el informe “Literacy
in the information age” de la OECD.
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EL DISCURSO NARRATIVO
En la mayor parte de los estudios de la última década se reconoce que las narraciones
y las historias acerca de experiencias propias y ajenas constituyen los ingredientes
básicos de la comunicación social. Desde una perspectiva cognitiva, investigadores
como Schank y Abelson les asignan, además, un papel fundamental en la construcción
del conocimiento humano. De hecho, se las plantea como las unidades estructurantes,
por excelencia, de la representación y el almacenamiento de la información en la
memoria. Se afirma, adicionalmente, que la estructuración narrativa de la información
favorecería tanto su evocación posterior como su empleo en los diversos contextos de
interacción social del individuo. A pesar de haber quienes critican la radicalidad de esta
postura, considerando que reduce la construcción de conocimiento proposicional
estricto a un mero ejercicio ocasional, no puede desconocerse la existencia de un
modo narrativo de pensar, como tampoco la función esencial que cumplen dichas
unidades en la vasta gama de interacciones comunicativas en que participamos. En
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efecto, el conocimiento social –centro del sistema cognitivo del ser humano- se
sustenta, en gran medida, en la psicología, filosofía y cultura populares o ingenuas que
los individuos van derivando de la amplia colección de historias acumuladas en sus
mentes a lo largo de sus vidas. Por centrarse en la conceptualización y comunicación
de la acción humana, cabe afirmar, por consiguiente, que este tipo de discurso ha
desempeñado un papel preponderante en el desarrollo de la cultura, en la cohesividad
de los grupos sociales y en el establecimiento de sus normas y valores.
En atención a que en los actuales programas de Enseñanza Media no se ha
reconocido a las unidades narrativas su carácter estructurante de la cognición humana
ni se las ha caracterizado suficientemente en sus otros planos de análisis,
examinaremos, a continuación, algunas propiedades que las singularizan con respecto
a otros tipos de discurso.
En términos generales, el acto de narrar consiste en relatar las interacciones
dinámicas –reales o imaginarias- que se producen entre determinados sujetos, los
sucesos que los implican o en los cuales participan, los estados mentales que
manifiestan o que es dable derivar de las acciones y los entornos físicos en que los
hechos tienen lugar, todo lo cual se presenta en una secuencia temporal, causal y
motivacionalmente estructurada.
El proceso de comprensión del discurso narrativo en todas sus variedades
(e.g., narración, relato, cuento e historia) entraña la construcción de una representación
mental coherente de sus contenidos. Ello implica equiparar conceptualmente los
constituyentes de su estructura formal (e.g., escenario, conflicto central, meta y
resolución del conflicto) con aquellos del esquema mental que el lector u oyente tiene
de este tipo de discurso. Cada vez que esta equiparación es exitosa, se produce una
nueva instancia del esquema, la cual, al reforzarlo, facilita el proceso de comprensión
de lo narrado. Si, por el contrario, se carece de este tipo de esquema o gramática
mental, el proceso de comprensión se verá considerablemente entrabado.
Supone, también, construir un modelo mental de la situación en que se relató
la historia, lo que implica, para el oyente, incorporar a sus contenidos semánticos
propios la información pertinente al contexto espacial y temporal en que la actividad
narrativa tuvo lugar y la relacionada con los sucesos y acciones correspondientes a las
personas que, si bien estuvieron presentes en la situación narrativa, no eran personajes
de la historia. Toda representación narrativa mental enriquecida por un modelo de la
situación facilita considerablemente su evocación posterior.
Dicho proceso significa, además, relacionar conceptualmente cada nueva
proposición del relato con una o más de las proposiciones ya procesadas, lo que se
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Si bien la narración constituye el uso más natural y básico del lenguaje, los sujetos
procesan otros tipos de textos, entre los que destacan los expositivos, fundamentales
para el desempeño adecuado de las personas en el mundo moderno. Su propósito
central es entregar información nueva a través de la exposición de ideas, con el objeto
de construir o incrementar el conocimiento en algún dominio. De aquí su importancia en
una era que se caracteriza por la constante y veloz producción, procesamiento y
distribución de información compleja. Las actuales exigencias de la vida académica y
laboral demandan de los sujetos el uso frecuente de sus capacidades para procesar
este tipo de discurso y, como se desprende del informe de la OECD, quienes poseen un
mejor nivel de comprensión de lectura en estos textos tienen, también, mayores y
mejores posibilidades de empleo, hecho que incide, en último término, en las
proyecciones de desarrollo de los países.
El procesamiento de los textos expositivos es notablemente más arduo para los
sujetos que el de los discursos narrativos: su comprensión, retención y recuerdo es más
difícil; su velocidad de lectura es menor; y, por regla general, no logran cautivar al lector
u oyente como lo hacen los buenos relatos, ni constituyen la opción favorita de las
personas cuando éstas desean gozar con la lectura. Aun cuando algunos niños
disfrutan del conocimiento que estos textos entregan, la lectura de escritos expositivos
resulta un escollo difícil de superar para muchos alumnos a lo largo de su instrucción
formal. Teniendo en cuenta que los textos de estudio se ajustan, en gran medida, al
modelo expositivo, la incidencia de las dificultades señaladas en el desempeño
académico no puede ser menos que considerable. Dada su relevancia social y las
diferencias que presenta en relación con las narraciones, se desprende que el
desarrollo de las habilidades implicadas en la producción y comprensión de textos
expositivos debe ser uno de los objetivos fundamentales de la enseñanza de la lengua
materna.
Desde la perspectiva de su función social, el texto expositivo se emplea para
construir o enriquecer áreas de conocimiento centradas en objetos, situaciones,
procesos, sistemas y teorías. Supone como mínimo, por tanto, un emisor que conoce
de un tema dado y un receptor que lo desconoce, enmarcados en una interacción que
apunta al traspaso de información en contextos tales como el educativo y el laboral,
donde ésta se entrega con frecuencia por escrito y de modo formal. Piénsese, por
ejemplo, en la lectura de un capítulo de un texto de ciencias naturales, de un manual de
funcionamiento de un scanner o de un informe sobre temas económicos. La
comprensión profunda de la información contenida en los textos expositivos nos permite
resolver problemas cotidianos como el modo de operar el scanner, de identificar y,
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problemas, deben ir más allá de la superficie del texto y generar, durante la lectura, un
modelo mental operativo de éste.
Algunas de las relaciones de coherencia lineal, es decir, entre proposiciones,
presentes en los textos expositivos son compartidas con los narrativos, como señala el
investigador John Black. Así, también en las exposiciones existen relaciones de
coherencia referencial y causal, si bien estas últimas están a veces sujetas a
restricciones impuestas por el conocimiento científico o técnico. Estas relaciones son
fundamentales cuando nos enfrentamos a textos que explican mecanismos, sistemas o
procesos naturales, sociales o históricos, entre otros. Un papel semejante al de las
relaciones motivacionales en los relatos desempeñan las de propósito en las
exposiciones, básicas en textos que explican el funcionamiento de un aparato o
instrumento. Importantes, también, son las relaciones de propiedad, que dan origen a
clasificaciones o series descriptivas. Típicas de los discursos expositivos y
argumentativos son, por último, las relaciones de apoyo, del todo secundarias cuando
se trata de relatos. Éstas permiten construir argumentos, es decir, estructuras de
organización más global en que una tesis central se apoya en un conjunto de
proposiciones de base.
Las relaciones de coherencia lineal permiten ir construyendo unidades mayores
dotadas de sentido, algunas de las cuales ya se han señalado. Si bien la propia
organización formal del texto puede ayudarnos a construir representaciones globales —
tales como una organización retórica en que dos fenómenos se comparan entre sí—,
como se ha afirmado en párrafos anteriores la representación más profunda no es
lingüística: al comprender se construye un micromundo mental constituido por
personas, objetos, marcos, estados, procesos y acciones. La comprensión profunda del
texto tiene poco que ver con la capacidad de recordar de modo exacto las palabras y
oraciones que se emplearon; mejor índice de ella, según el psicólogo A. Graesser, son
conductas que implican la manipulación de modelos mentales, como ocurre, por
ejemplo, con la formulación de preguntas adecuadas cuando se enfrentan problemas.
Algunos investigadores han tratado de identificar la base textual característica de
la exposición, pero es posible que se trate, como afirma el lingüista J. M. Adam, de una
categoría heterogénea constituida por secuencias explicativas o descriptivas. Las
estructuras de organización de un texto expositivo pueden variar y estudios empíricos
sugieren que éstos no siguen los mismos patrones de organización en las ciencias
físicas, biológicas y sociales. Más aun, dado que no existe un esquema equivalente al
de las gramáticas de los relatos, los textos expositivos pueden combinar las estructuras
globales con bastante libertad.
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CONCLUSIONES
El desarrollo de las capacidades implicadas en el procesamiento del discurso
narrativo y el expositivo entraña numerosas exigencias psicolingüísticas y
comunicativas, muchas de ellas difíciles de detectar por los estudiantes sin un plan de
enseñanza específico que trate las unidades discursivas en toda su complejidad social,
cognitiva y lingüística. Puesto que diversos estudios han demostrado que la enseñanza
de la gramática oracional no incide significativamente en un real progreso en el uso del
lenguaje, una especialización de los docentes, profunda y extendida, en el nuevo
dominio de los estudios del discurso resulta indispensable para el éxito de la reforma
educacional en la enseñanza de la lengua materna.
El sostenido progreso de los estudios del discurso en las últimas décadas y los
nuevos desarrollos que ya se vislumbran en este campo exigen, además, que esta
especialización sea constante. Tal como los médicos se preocupan permanentemente
de actualizar el conocimiento de sus especialidades, es indispensable que los
profesores se mantengan al día en el conocimiento de las materias que imparten. De
otro modo, el anhelo de aproximarnos al nivel alcanzado en la comprensión de la
lectura en los países desarrollados seguirá siendo una meta irreal.
De igual importancia es un tratamiento más claro de las distinciones y
complejidades propias del nivel discursivo en los programas propuestos por el Ministerio
de Educación. La caracterización provista es, como ya se señaló, no sólo limitada,
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