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¡ARROJA TU PIEDRA!

Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos
hasta los postreros;
Juan 8.9
El conocimiento no debe reducirse al simple hecho de adquirir información, o memorizar conceptos que
suenen atractivos. Debemos ir más allá de toda experiencia humana y encontrarnos con el rostro de Jesús
para mirar la vida a través de su amor paciente y su juicio santo.
En la lección anterior estudiamos que el conocimiento al que todos debemos recurrir es al de Jesucristo.
Pero este conocimiento va permanentemente unido a la gracia salvadora de Jesucristo. Todos nos hemos
visto en algún momento de nuestra vida sacudidos por la gracia de Jesús, aun cuando nuestros juicios sobre
nosotros mismos parecían ser perfectos.
La primera carta de Juan dice: “si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios y el
conoce todas las cosas” 1 Jn.3.20. Nuestros juicios son condicionados según el concepto que tengamos
Jesús y la manera en cómo nos acercamos a Él.
Entonces ¿Qué importancia tienen la gracia y el conocimiento en la realización de nuestros juicios?
Hay mucho por aprender sobre la naturaleza de los juicios de Jesús. En esta ocasión meditaremos sobre un
acontecimiento que muestra la miseria humana desde diferentes ángulos.
Una mañana de tantas, Jesús volvió al templo, después de pasar la noche en el lugar que habitualmente
usaba para comunicarse con su padre “el monte de los olivos”. Apenas la gente sabia de su paradero, lo
buscaban para oír sus enseñanzas, Juan usa la frase: “venir a él” en varias ocasiones para mostrar que
Jesús es la meta del acercamiento.
Pero esta idea de acercarse a él no alude al hecho de ir al lugar donde él está, sino a la decisión de optar
por él por encima de todo lo que el mundo ofrece. Ya desde allí vemos lo fascinante que es aprender de
Jesús, porque la idea de ir a él no es aproximación desde el punto de vista espacial, sino también desde el
punto de vista de la fe. Según el relato el pueblo ha optado por escuchar y aprender de Jesús en vez de sus
dirigentes (fariseos y escribas), pues como dice Lucas 4.22 “sus palabras estaban llenas de gracia”
Por otro lado, vemos a sus acusadores pretendiendo ser superior a Jesús en conocimiento. Los escribas y
fariseos se preocupaban por la estricta interpretación de la ley y poseían una notable influencia en el pueblo.
El relato primero describe que estos hombres llevan a la acusada ante Jesús y como en cualquier tribunal, la
ponen en medio para ser juzgada. Es importante recalcar que estos, ya tenían una sentencia para la
desventurada. No buscaban establecer la culpabilidad o la inocencia de la mujer, sino “tender una trampa a
Jesús”. Ellos sabían de la radicalidad de Jesús sobre el tema del matrimonio, (Mt. 19.6) y asumieron que
definitivamente lo que la mujer había hecho atentaba contra su doctrina. Y dijeron <<a este nos lo llevamos
tempranito>>
Bueno, la trampa esta tendida y al parecer Jesús no tiene escapatoria.
Pero ¿Cómo hará Jesús para ser coherente con su misión, que no condena, sino que salva, sin llegar
a transgredir la ley de Moisés?
Su paciencia para responder, deja bien claro que él tiene la situación bajo control. Su silencio no es ninguna
muestra de cobardía ni de indiferencia, solo es el claro ejemplo de que cuando tenemos la razón y el poder
de aplastar a los acusadores, debemos ser pacientes y esperar que llegue nuestro momento de abrir la
boca. Jesús cita (Deut. 17.7) y da su parecer “el que este sin pecado, arroje la primera piedra”. El juicio de
Jesús es imparcial y contundente, de manera que le da vuelta a la moneda y los acusadores, pasan a ser
acusados. Pero notemos que el juicio no ha terminado, al enderezarse Jesús ve que todos se han alejado, y
la mujer está sola, indefensa y lista para recibir su veredicto. Pero, por primera vez, alguien pone atención a
la mujer y en vez de pronunciarse sobre ella, le habla directamente y la invita familiarmente a hablar.
Primero la llama mujer, reconociendo su dignidad y pregunta ¿Dónde están? ¿ninguno te condenó? Con sus
preguntas deja que ella responda sobre la ausencia de sus verdugos. Su respuesta, va mas allá de una
salida de apuros, es el mas grande reconocimiento de la autoridad de Jesús “señor”, Jesús estaba más
cerca de lo que pudo imaginar, pues ya no se encuentra en manos de los escribas sino en manos de Jesús.
El único que podía lapidarla, le dijo: “ni yo te condeno” (Jn 3.17). y su veredicto final termina con una
llamada a la conversión. “Vete y no sigas pecando”
Si Dios es el que Juzga ¿Por qué nos atribuimos juicios que corresponden solo a Dios?

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