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cambio metodológico con escasos precedentes. Al rebufo de esta reforma “afrontamos unos
cambios que en ningún momento vienen reflejados en la normativa al uso. Amparados en la
necesidad de asumir el crédito ECTS, como reflejo de todas las actividades formativas que
realiza el alumnado y no sólo las horas de clase real, los docentes nos hemos visto
abocados a ser adiestrados –muchas veces por el método del ensayo-error- en la
planificación de prácticas, evaluación de las mismas, búsqueda de actividades en clase
distintas a la lección magistral y plantear la materia como medio para la consecución de
competencias y, además de forma coordinada con el resto de los docentes de la titulación”
(Hijano, 2009). No vamos a entrar ahora en analizar los modos y las formas en que se han
aplicado estas decisiones de política educativa, generalmente a coste cero, ni los
malestares docentes generados durante el proceso. Este debate requiere de un análisis
crítico en profundidad que dejamos para otro momento. Nos centraremos ahora en los
aspectos positivos que entendemos también tiene el proceso en su vertiente más
pedagógica. Porque lo que no pueden negar los críticos integrales del denominado proceso
de Bolonia es que la enseñanza transmisiva tradicional, seguía siendo absolutamente
mayoritaria en muchos contextos universitarios, como una herencia cultural de los siglos XIX
y XX que, sin duda, no podía ya satisfacer los requerimientos de la sociedad actual. Sin
embargo, muchos profesores estaban ya inmersos motu proprio en un cambio de
perspectiva nacida del paradigma socio-constructivista que preconiza unos procesos
formativos más interactivos y constructivos, donde el estudiante se convierte en el
protagonista del proceso de aprendizaje. Estos modelos reciben de manera genérica el
nombre de learning by doing ya que se basan en plantear a los estudiantes una serie de
actividades a desarrollar, a partir de las cuales inferir el conocimiento sin necesidad de que
el docente lo trasmita en primera instancia. En estos modelos, mucho más allá del mero
recuerdo de unos hechos, procedimientos o principios que se consideran los correctos de
manera apriorística y externa, el proceso de enseñanza-aprendizaje consiste en una
búsqueda individual y colectiva de significado y relevancia. El aprendizaje se adentra así en
el área de la creatividad, la resolución de problemas y el análisis de situaciones.
De este modo, las acciones formativas incorporan las ideas y experiencias de los
estudiantes en situaciones de colaboración (Travé, Pozuelos y Cañal, 2006). Desde esta
vertiente, Sanz (2003) apunta que se pone el énfasis en el desarrollo de la potencialidad del
sujeto para que éste se convierta en un aprendiz estratégico, que sepa aprender y
solucionar problemas en función de las situaciones en las que se encuentre, que lo que
aprenda lo haga significativamente, es decir, incorporando el significado a su propio
esquema mental. El aprendizaje se plantea como un proceso de construcción social del
conocimiento, y la enseñanza como una mediación a este proceso. Los planteamientos
constructivistas coinciden en otorgar una especial relevancia a la actividad reorganizadora y
estructuradora del saber, como forma de adquisición de conocimientos (G.I.E., 1991).
Jonassen (1991, 1994) ya señalaba en los años noventa la necesidad de cambiar de
paradigma y pasar de una posición objetivista a una posición constructivista, entendidas
como dos extremos de un continuo, encontrándonos, en uno, con una medición externa de
la realidad (objetivismo), y en el otro, con una medición interna de la realidad
(constructivismo). Mientras que la posición objetivista contempla el mundo correctamente
estructurado en términos de entidades, propiedades y relaciones, desde la posición
constructivista se asumirá que sus significados surgen desde nuestra propia realidad social,
cultural e ideológica. En coherencia con las propuestas anteriores, Valverde (2002) indica
que, desde esta perspectiva, las personas construyen sus teorías sobre el mundo en función
de sus experiencias. Aunque la construcción del conocimiento es personal, tiene su origen
en entornos de interacción social, mediante acciones dirigidas a metas socialmente
reconocidas y utilizando un sistema de tecnología y conocimiento compartido. Asimismo, se
caracterizan en su mayoría por entender que el conocimiento se construye gracias a la
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