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Resumen del capítulo 5 y 6 de “Un comercio justo para todos”

Capítulo 5
Principios Fundamentales: La base de un acuerdo justo

El camino al desarrollo ha sido caracterizado, en principio, por una institucionalidad mercantilista que ha
basado su funcionamiento en el interés de negociación, trayendo así muchos escenarios desventajosos para la
obtención de beneficios. Todo ello se evidencia expresamente en la estructura de la OMC. Dicho interés de
negociación no ha sido ampliamente discutido, dada la carencia de valores comunes para crear un consenso
entre políticas rivales en materia de comercio.

Por lo anteriormente mencionado, surgen tres cuestionamientos fundamentales que se esclarecerán en el


capítulo 5. El primero de ellos es << ¿Cuáles son las delimitaciones apropiadas para la agenda de la OMC?
>>, el segundo: << ¿Qué constituiría un acuerdo “Justo”? >> y finalmente, << ¿Cuáles son las características
de un proceso de negociación justo? >>. Cabe resaltar que las respuestas exactas a dichos interrogantes son
casi inexistentes, sin embargo, se plantean aproximaciones.

Para comenzar a forjar un cambio sobre los principios de la Ronda del Desarrollo, se tiene que:

 Cualquier acuerdo debería ser evaluado en términos sobre su impacto


 Cualquier acuerdo debería ser justo
 A cualquier acuerdo debería llegarse de manera justa
 La agenda debería estar limitada a las cuestiones relacionadas con el comercio y orientadas al
desarrollo.

El evaluar las repercusiones del comercio se ha encontrado que, en su gran mayoría, están dados por los
modelos de equilibrio general, que son estáticos en lo que respecta a la pluralidad de su aplicación a diferentes
países, pero que son muy sensibles a sus supuestos. Sin embargo, los acuerdos comerciales deberían estar
orientados a fomentar el desarrollo, más no a obstaculizarlo. Además, las medias a favor de la libertad
comercial son beneficiosas para un país, puesto que fomentan que diferentes recursos sean redirigidos de
sectores productivos de baja productividad a sectores más productivos a medida que se van generando
condiciones económicas que propicien la división y especialización del trabajo en las diferentes áreas,
reconociendo y entendiendo la ventaja competitiva.

Anexo a lo anterior, se expone que las negociaciones propias del comercio internacional deberían ser regidas
por principios basados en la “justicia” o como sea entendido de manera generalizada el concepto de justicia,
en lugar que por el poder económico que pueden tener ciertos países por encima de otros. Añadido a lo
anterior, se reconoce en el texto que la aplicación de los principios de equidad es mucho más débil a nivel
internacional que a nivel nacional, lo que explica la gran brecha comercial entre países como Estados Unidos,
Japón o en general desarrollados en comparación a países desarrollados. De todas formas, se expone que la
toma de decisiones en materia de libertad comercial es igualmente de libre elección y que ningún país se ve
obligado a optar por este tipo de políticas.

Cuando ya se entra a evaluar el tema de la equidad entre productores nacionales y extranjeros, se tienen que
tener en cuenta todas las dimensiones que involucran el proceso de producción, liberación y accesibilidad a
dicho producto, ya que aspectos como el capital, la mano de obra, la capacidad productiva y la tecnología
varían de acuerdo a las economías que se estén evaluando y por ello, la formulación de políticas comerciales y
de protección debe estar orientada a acotar las desigualdades.

Finalmente, el capítulo cierra con un postulado acerca de la justicia, en el que se destaca la apertura y
transparencia del proceso de negociación y en la manera que se sigue el hilo conductor de la discusión. Todo
ello, de suma importancia para ampliar las posibilidades comerciales, así como también los vínculos en
diferentes mercados e igualmente, limitando los abusos que se pueden desprender del poderío de las
potencias.

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