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III CONGRESO PANAMERICANO DE COMUNICACIÓN

“Integración comercial o diálogo cultural ante el desafío de la sociedad de la información”


Buenos Aires, 12 al 16 de agosto 2005
Facultad de Ciencias Sociales – Univ. de Buenos Aires

Panel:
PROBLEMÁTICAS DE COMUNICACIÓN PARA EL DESARROLLO

Desarrollo, ciudadanía, democracia:


aportes desde la comunicación
Washington Uranga

Resumen:

El desarrollo está absolutamente vinculado al modelo de democracia que


las sociedades se planteen y esto último es inseparable del concepto de
ciudadanía y participación. La democracia no es un bien innato a la vida en
sociedad. Es preciso educar en la democracia y comunicar su sentido y sus
valores. La educación para la democracia y la comunicación democrática
son esenciales al desarrollo. El espacio público, lugar simbólico y material
de disputa de sentidos y de poder es un escenario atravesado por la
comunicación. La batalla por el desarrollo se da hoy de manera particular
desde el ámbito local en tensión con lo global, y en el espacio público. Este
hecho problematiza el rol y la función de los comunicadores de cara a su
aporte al desarrollo.

Palabras claves: desarrollo – democracia – ciudadanía – espacio público - estrategias


de comunicación - educación

Discutir hoy el tema del desarrollo – en particular después del fracaso de la


idea de desarrollo vinculada a la modernidad – exige mirar cómo se fueron
modificando entre nosotros las configuraciones sociales, cuáles son las
problemáticas y temas vinculados y, consecuentemente, desde una perspectiva
comunicacional, cuáles han sido las configuraciones de sentido construidas en
torno al tema.

Poco más de dos décadas después del final de la mayoría de las


dictaduras latinoamericanas más sangrientas, nuestros países padecen todavía
las consecuencias de aquellos regímenes autoritarios a las que se agregaron,
como flagelo no desvinculado con el anterior, las crisis por la deuda y la aplicación
de un modelo neoliberal que terminó de sembrar la extrema pobreza como un dato
relevante aún en aquellos países con mejores niveles de vida. Toda esa
estrategia, construida desde los centros de poder internacional con el respaldo y la
complicidad de nuestros propios dirigentes, no sólo afectó la realidad política y
destruyó la sociedad civil, sino que también puso los cimientos de cambios
económicos estructurales que sobrevivirían a las propias dictaduras. Es por lo
menos incorrecto pensar que las dictaduras militares de los setenta fueron el
resultado del aventurerismo o de la acción perversa pero aislada de un grupo de
militares. Lo ocurrido en la mayoría de los países latinoamericanos en los años 70
y 80 tiene que ver con un proyecto deliberado que apuntó a cambiar el modelo de
desarrollo, darle mayor presencia al poder económico-financiero hegemónico
internacional y ajustar todo a una estrategia que quedaría manifiesta
posteriormente en el llamado Consenso de Washington (1989).

Sólo a modo de ejemplo, podemos aportar algunos datos que ayudan a


ilustrar lo que estamos diciendo y la magnitud del desastre vivido en esta parte del
mundo que llamamos América Latina. Según cifras de los organismos
internacionales en 1980 había 120 millones de pobres. En 1999 la cantidad de
pobres había crecido a 220 millones, es decir, a casi el 45% de la población.
Agreguemos a eso las diferencias que provienen de la concentración del poder
Desarrollo, ciudadanía y democracia:
aportes desde la comunicación

económico: al final del siglo el 20% más rico percibía 19 veces más que el 20%
más pobres, cuando en promedio los países ricos esa diferencia es de siete a uno.
La deuda externa pasó de 257,3 mil millones de dólares USA en 1980 a 439,7 mil
millones en 1990, a 830 mil millones en el 2001 y sigue creciendo1. A ello hay que
agregarle otras realidades como la precarización del empleo, los bajos salarios, la
desnacionalización de la producción, etc. Este el marco en el que hoy tenemos
que discutir la relación entre comunicación y desarrollo, totalmente resignificada
respecto de otras miradas que, en el pasado, se vincularon con perspectivas y
visiones sumamente esperanzadas y optimistas respecto de las posibilidades del
desarrollo para nuestros países. Hoy el desarrollo es una meta lejana y
críticamente atravesada por la exclusión, la pobreza y la injusticia. Y la pregunta
es qué papel juega la comunicación y qué puede aportar en ese escenario.

Lo que padeció América Latina fue un proyecto integral, económico-político


y cultural destinado a instalar un modelo de desarrollo dependiente y funcional al
sistema que buscó también desarticular todo tipo de resistencia y acabar con
todos los niveles de organización. Modificar la estructura económica exigía, de
manera clara y decisiva, desarmar los sindicatos o cooptarlos, destrozar los
partidos políticos o corromperlos, arrasar con las organizaciones intermedias de la
sociedad civil. El terrorismo de Estado, la violencia como método y como
instrumento, la desaparición de personas (incluidos periodistas y comunicadores
sociales), la cooptación de los medios, la aniquilación de medios de comunicación
alternativos y la corrupción como herramienta de destrucción del tejido social, son
parte integral de la metodología necesaria para un proyecto siniestro. No se puede
hablar de desarrollo en nuestra región sin contemplar estos elementos. Tampoco
se puede ignorar que este proceso estuvo también montado sobre dispositivos
comunicacionales que, en muchos casos, sirvieron para legitimar los discursos y
para generar sentidos a favor de lo que se estaba construyendo. La concentración
de la propiedad del sistema de medios y el avance de la sociedad
infocomunicacional en la región se dio a la par y como parte integral del mismo
proceso.

No caeremos sin embargo, en el simplismo de adjudicar todo el peso de


nuestros males a las decisiones que vinieron del exterior. Nada de lo anterior
habría sucedido sin la complicidad abierta, manifiesta y activa de muchos
dirigentes políticos, militares y, sobre todo, personas y grupos económicos dentro
de nuestros países. Muchos de ellos obtuvieron, por lo menos coyunturalmente,
enormes beneficios y ganancias que se apoyaron en la desgracia de muchos de
sus compatriotas.

Hoy, sin dejar de lado totalmente ninguno de los items anteriores,


problematizar la relación entre comunicación y desarrollo exige poner sobre la
mesa los datos más relevantes del escenario social, pero también sobre el sistema
democrático, la ciudadanía, los modos de participación, y el espacio público donde
todo esto se debate y se instituye simbólicamente desde la comunicación. Al elegir
este camino tenemos claro que dejaremos de lado otras reflexiones más
tradicionales sobre los aportes de la comunicación a las iniciativas de desarrollo,
que también son valiosas y pueden ser objeto de otras consideraciones.

Partimos de un concepto de desarrollo que pone su mirada en el ser


humano, en su mejora personal y cultural, y busca armonizar todos los recursos
materiales y simbólicos en función de una construcción social que aporte a la vida
digna y a la calidad de vida de todos y todas los ciudadanos y ciudadanas. Así
entendido, el desarrollo en todos sus aspectos es indisociable de la cultura y de
los procesos de comunicación. A la comunicación y a los comunicadores se le
exigen aportes fundamentales a la construcción del desarrollo pero éstos
adquieren características muy diferentes en cada época. En un tiempo el aporte
de la comunicación al desarrollo estuvo vinculado al difusionismo y a las
posibilidades de transferir información a través de los medios de comunicación.

1
Fuente: CEPAL (Comisión Económica para América Latina)

W. Uranga 2
Desarrollo, ciudadanía y democracia:
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También a la idea de la transferencia y actualización tecnológica a través de los


medios. Poco después esas consideraciones se ampliaron a las propuestas
políticas de comunicación en el marco del NOMIC (Nuevo Orden Mundial de la
Información y la Comunicación). También la comunicación popular y comunitaria
ha estado estrechamente vinculada a esa idea generadora de comunicación y
desarrollo. Son distintos momentos históricos, experiencias diferentes y a cada
una de ellas le caben reflexiones y consideraciones distintas.

LA CALIDAD DE LA DEMOCRACIA: CIUDADANÍA Y DESARROLLO

En América Latina el debate fundamental no parece ser acerca de la


democracia que, en general, resulta ser un valor aceptado por el conjunto de la
sociedad. El interrogante más profundo tiene que ver con el tipo de democracia
que queremos. ¿De qué democracia estamos hablando?

En la introducción del trabajo “La democracia en América Latina. Hacia una


democracia de ciudadanas y ciudadanos”2 presentado el año anterior por
Naciones Unidas se sostiene que “no hay malestar con la democracia, pero hay
malestar en la democracia”. Y para resolverlo “es indispensable hacer uso del
instrumento más preciado que ella nos brinda: la libertad. Libertad para discutir lo
que molesta, lo que algunos prefieren que se oculte. Libertad para decir que el rey
está desnudo y tratar de entender por qué. Libertad para saber por qué un sistema
que es casi sinónimo de igualdad, convive con la desigualdad más alta del
planeta, para saber si lo que discutimos es lo que precisamos discutir o lo que
otros nos han impuesto, para saber cuáles son nuestras urgencias y prioridades”3.
En otras palabras: el dilema más grave es que hay que reaprender la democracia,
porque quien no tiene experiencia sobre la libertad no puede tampoco ejercer en
plenitud su derecho a la libertad.

Estamos frente a una crisis de dirigencia y de liderazgo. Y no olvidemos que


tenemos que reaprender la democracia. Porque muchos que hoy deberían ejercer
ese papel no están, porque otros desertaron y porque todos y todas tuvimos que
reaprender lo que es la democracia. Hoy las condiciones son otras, el contexto
global es distinto y los modos de participación son también diferentes. Los partidos
políticos tradicionales han dejado de ser por sí solos actores eficaces para la
construcción democrática. Vivimos una profunda crisis de la “partidocracia”
tradicional y aún hoy los liderazgos emergentes, surgidos de las nuevas prácticas,
no logran consolidarse para constituirse en alternativas de poder. Es necesario
pasar de una democracia de electores, a una democracia de participación, es
decir, a una democracia de ciudadanos con capacidad de incidencia y poder real,
partiendo del reconocimiento y el respeto por la diferencia. Nuestras sociedades
necesitan educar y educarse en el respeto a la diferencia y para ello hay que
encaminar procesos de comunicación. Un aporte de la comunicación al desarrollo
es hoy educar en la democracia, buscando una democracia participativa con
protagonismo ciudadano a partir del reconocimiento de la diferencia.

A diferencia de las democracias previas a los gobiernos autoritarios, las


democracias posteriores a las dictaduras son democracias “mínimas”: autoridades
elegidas por sufragio universal, alternancia en el poder, legalidad constitucional y
derecho de asociación e información. Atrás quedó la idea del proyecto nacional,
de la soberanía política y la independencia económica. Apenas unos atisbos de
ese proyecto aparecen en contadas excepciones que, con diferencias entre sí,
pueden situarse hoy en Brasil, Argentina, Uruguay y, tal vez, Venezuela. Pero no
se ven al menos con claridad formas de participación social que apuntalen un
modelo realmente diferente.

2
PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y
ciudadanos. PNUD, Buenos Aires, 2004.
3
Ibid. pág. 19

W. Uranga 3
Desarrollo, ciudadanía y democracia:
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El modelo neoliberal aplicado en la mayoría de nuestros países dejó graves


secuelas: gran concentración del poder económico, asociado al poder político
también concentrado. Al ya mencionado desprestigio de los partidos políticos y de
sus dirigentes se une a la retirada del Estado de las responsabilidades que venía
desempeñando. El “Estado de bienestar social” (o “Estado benefactor”) que había
acumulado en sus manos la suma de “lo público” dio un paso al costado y resignó
responsabilidades. A tal punto que el Estado dejó de ser el garante de los
derechos fundamentales y básicos de la población.

Un Estado “ausente” de sus responsabilidades y volcado a ser el facilitador


de los intereses de grupos privados que, como buitres se lanzaron sobre los
recursos y las riquezas de nuestros países, puso a las organizaciones intermedias
en el centro de la escena, convirtiéndolas en intermediarias entre los desposeídos
y el poder. En el marco de la avanzada neoliberal el máximo rol que el Estado se
adjudicó a sí mismo fue el de mediador entre intereses encontrados en el marco
de disputas de mercado. Pero, en ningún caso, jugó el papel de defensor de los
intereses de los excluidos del mercado.

Las organizaciones sociales no estaban preparadas para afrontar ese


desafío. En medio de un escenario caracterizado por la fragmentación de las
iniciativas, de las propuestas y de los modelos organizativos, las organizaciones
sociales dieron respuestas supletorias, se hicieron cargo de la acción social,
generaron redes y articulaciones muchas veces precarias. Estas iniciativas dieron
respuesta a la emergencia, pero sin capacidad para generar un modelo de
desarrollo alternativo. Hoy nos encontramos frente a la necesidad de redefinir el
sentido mismo de estas organizaciones, de discutir su papel en el marco de otra
relación con el Estado y de la redefinir el sentido de lo que entendemos por “lo
público” y las responsabilidades que a cada sector le competen en ese escenario.

No está clara la responsabilidad que le cabe al Estado y a las


organizaciones sociales en el marco de una realidad de fragmentación, de crisis
de la representación. Esto exige trabajar “lo público” como espacio, redefiniendo el
carácter y la responsabilidad de los diferentes actores que se involucran allí.

Nada de esto puede mirarse, por supuesto, fuera del marco que impone la
tensión entre inclusión y exclusión y que atraviesa todo el escenario, generando
necesidades, urgencias, rupturas y realineamientos. Porque el eje de la discusión
pasa por ser o no, estar o no dentro de aquellos que “tienen derecho” a ser
considerados por el sistema. El discurso del neoliberalismo impuso que sólo “los
más aptos” tienen derecho a sobrevivir y esos son considerados “incluidos”. Los
otros, pueden ser excluidos porque son “descartables” para el sistema.

Pero no es esa la única parte de la historia. No es esa la única mirada. Hay


también experiencias de resistencia, nuevos modos de organización en medio de
la adversidad, de instancias participativas diferentes. No sería justo mirar
solamente un plato de la balanza. En nuestros países, en nuestras comunidades,
hay muchas reservas, valores y voluntad para construir un modelo diferente,
aunque todavía ello no logre plasmarse propuestas de participación y ciudadanía
articuladas con una idea de desarrollo económico que contemple la dignidad de
las personas y la calidad de vida.

El mismo informe de NNUU ofrece algunas pistas que pueden ayudar a


definir un criterio de “ciudadanía integral” entendida como el derecho de los
ciudadanos a “acceder armoniosamente a sus derechos cívicos, sociales,
económicos y culturales y que todos ellos conforman un conjunto indivisible y
articulado”.

Desde esta perspectiva la democracia:


 supone una idea del ser humano y de la construcción de la ciudadanía;
 es una forma de organización del poder que implica la existencia y buen
funcionamiento del Estado;

W. Uranga 4
Desarrollo, ciudadanía y democracia:
aportes desde la comunicación

 implica una ciudadanía integral, esto es, el pleno reconocimiento de la


ciudadanía política, la ciudadanía civil y la ciudadanía social;
 es una experiencia histórica particular en la región, que debe ser entendida
y evaluada en su especificidad;
 tiene en el régimen electoral un elemento fundamental, pero no se reduce a
las elecciones.4

Pero agrega también el PNUD que “la preferencia de los ciudadanos


(latinoamericanos) por la democracia es relativamente baja”, que “gran parte de
las latinoamericanas y los latinoamericanos valora el desarrollo por encima de la
democracia e incluso le quitaría su apoyo a un gobierno democrático si éste fuera
incapaz de resolver sus problemas económicos”.5

¿Por qué democracia y desarrollo aparecen como dos valores


contrapuestos? Seguramente porque la frustración por el desarrollo ha terminado
arrasando con los ideales de igualdad y de dignidad. Y en esta construcción no ha
sido inocente el discurso del sistema masivo de medios. La “artillería pesada” de
la comunicación ha sido utilizada durante todo el período neoliberal, de distintas
maneras y con formas diferentes, para argumentar que habrá mayores beneficios
y logros si atacamos las “ineficiencias” del Estado y dejamos de lado absurdas
pretensiones participativas y reivindicativas que perjudican los procesos
productivos.

Temor, despolitización, desarticulación de las organizaciones políticas y


sociales fueron algunos de los saldos. Pérdida de la capacidad de reacción, de la
creatividad política es uno de los resultados más evidente. Escepticismo frente al
sistema político y descreimiento respecto de cualquier salida que se intente. La
“profesionalización” de la política ha llevado a que quienes ejercen funciones de
responsabilidad en las organizaciones partidarias y están expuestos a los medios
de comunicación, sean vistos como personas alejadas cuando no ajenas a los
intereses mayoritarios. Lo que surge como toda claridad que estos políticos
profesionales no encarnan en sí mismos, en sus actitudes y comportamientos, un
proyecto de futuro compartido con asiento en la ciudadanía y en la sociedad civil.
Es evidente el divorcio entre esta dirigencia política y la mayoría de la ciudadanía.
Esto es lo que su muestra a través del sistema de medios.

Hay nuevos liderazgos que no sólo están vinculados a la política, sino


también a iniciativas de desarrollo local y a nuevas formas de participación
política. Un nuevo modelo de dirigente y de liderazgo surge en medio de las
nuevas prácticas que afloran en la sociedad civil. Pero estos no aparecen en el
escenario de los medios y no existen todavía redes suficientes para referenciarlos
y exhibirlos como modelo posible.

Es cierto también que las nuevas experiencias muchas veces están teñidas
también de las mismas desviaciones y corrupciones que se han denunciado en el
nivel de los partidos políticos. Así, quienes arribaron con fama de reformadores
terminan, en mucho de los casos, dejando al descubierto las mismas carencias,
limitaciones y desviaciones.

Pero la democracia es mucho más que una forma de elegir gobierno. Es


una idea sobre el desarrollo, un modo de vida y necesita de un marco económico,
institucional, civil y social que le sirva de sustento y, al mismo tiempo, convalide y
le de sentido a los mecanismos formales. Esto puede leerse como un proyecto.

Y, entiéndase bien. No se trata de un proyecto que anule o aniquile las


diferencias. Se trata de un proyecto que, asumiendo la diversidad de enfoques y
miradas se construya de manera participativa, negociada, apoyándose en los
valores aceptados por todos y ordenando el camino de todas y todos hacia el
horizonte trazado. Ese proyecto necesita construirse también desde la
4
Ibid
5
Ibid

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Desarrollo, ciudadanía y democracia:
aportes desde la comunicación

comunicación. Desde una comunicación para el desarrollo que sea comunicación


en tónica de servicio público que construya sobre la diferencia y la pluralidad y que
monte un escenario de debate de ideas, de confrontación de miradas de diálogo
sobre alternativas.

En muchos momentos basta con reconocer las tensiones. Son parte de los
mecanismos de diagnóstico. Pero, para poder caminar, estas tensiones tienen que
ir encontrando caminos de salida, así sean parciales, porque de lo contrario nos
sumergen en los caminos de la incertidumbre.

Hay tensión:
 entre modelos económicos que garanticen mayores niveles de crecimiento
y el desarrollo de la democracia y la participación
 entre el crecimiento y la pobreza
 entre la participación y la atención a las demandas públicas y las exigencias
de la economía
 entre el rol del Estado y el avance de las organizaciones de la sociedad civil
 entre la libertad y la necesidad de régimen de justicia que ofrezca garantías
a los ciudadanos
 entre las expectativas que desata la democracia y los resultados que,
siempre parecen magros, en cuestiones sociales y como respuesta a la
exclusión de la mayorías.
 entre modelos de desarrollo funcionales a los economía internacional y las
experiencias de desarrollo local que buscan atender a la calidad de vida de
los ciudadanos
 entre la comunicación concentrada en la propiedad y globalizada
tecnológicamente en la sociedad de la información y las graves dificultades
de acceso y participación de la gran mayoría de los ciudadanos y
ciudadanas que, desde lo local, pretenden hacer germinar otro modelo

De ninguna manera lo antedicho agota los elementos del diagnóstico. Son


apenas algunas referencias que pueden servir para ubicar esta reflexión que tiene
por objeto pensar la relación entre desarrollo, ciudadanía, democracia y
comunicación.

Presentaré a continuación algunos ejes que me resultan básicos a la hora


de articular los cuatro temas.

1. Alteridad y complejidad
2. La democracia en la base del desarrollo
3. Reconstruir lo público desde sociedad civil: el papel de la comunicación
4. Ciudadanía social: educar y comunicar para la participación y la
ciudadanía
5. Lo local: lugar de construcción, de participación, de comunicación
6. Estrategias de comunicación para el desarrollo
7. La comunicación al servicio de la democracia y el desarrollo

ALTERIDAD Y COMPLEJIDAD

Un principio básico de la democracia es el reconocimiento de la diferencia


y el valor que se le otorga a la misma. La relación entre ciudadanos y ciudadanas
tienen que apoyarse en el reconocimiento de la diferencia absoluta entre las
personas. El valor del otro y de la otra reside, entre otras consideraciones, en el
hecho de su diferencia. Es la diferencia la que me enriquece y nos enriquece. Ese
reconocimiento del diferente, de la diferente, es un principio fundamental de la
democracia y es esencial a la convivencia democrática. Ese reconocimiento de las
asimetrías como un dato que no admite discusión, es básico para luego promover
procesos de comunicación realmente democrática. Es la base para la construcción
de un proceso de comunicación democrática que aporte al desarrollo.

W. Uranga 6
Desarrollo, ciudadanía y democracia:
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Supone también dejar de lado la idea de que el éxito de alguien sólo se


concreta en la eliminación del adversario, constituido en enemigo. Aprender a
convivir en la diferencia es una tarea irrenunciable en este camino de construir la
democracia como base del desarrollo.

Valorar la diferencia conlleva, necesariamente, al reconocimiento del


conflicto como parte esencial de las relaciones humanas. En muchas de nuestras
sociedades latinoamericanas (también en el mundo) necesitamos construir y
reconstruir la paz. Todos y todas necesitamos de la paz. Pero ello no debería
leerse nunca como negación de los conflictos. Los conflictos existen y son parte
esencial de la convivencia social. En todo caso a lo que tenemos que obligarnos
es encontrar los caminos de mediación para superar los conflictos sin llegar a la
eliminación del adversario. Para ello cada una de las partes debe poner en juego y
transparentar no sólo sus posiciones, sino también su intereses. La deliberación,
en este caso, se convierte en un valor social y en una herramienta para hacer del
conflicto una oportunidad de crecimiento, de desarrollo de capacidades y de
hallazgo de nuevas alternativas.

Todo ello entendido en medio de la complejidad cómo una clave de lectura


de la realidad. La diversidad de miradas, pero sobre todo la multicausalidad y la
multideterminación de cada uno de los hechos de los que somos partícipes exige
cada día miradas más interdisciplinares en búsqueda de respuestas que también
lo son. No hay respuestas sencillas y aisladas a realidades complejas. El
reconocimiento de complejidad nos demanda complementación y articulación, de
recursos y de actores, en la producción de las respuestas, lo que implica resignar
protagonismos y mesianismos inútiles en función de la construcción de respuestas
colectivas apoyadas en miradas y acciones diversas y complementarias.

Seguramente esto nos llevará a valorar más las redes, con su sentido de
complementariedad y de alternancia en el liderazgo a partir de saberes específicos
y especializados, dejando de lado las grandes organizaciones que otrora nos
sirvieron para articular nuestras acciones. Redes sociales y culturales que aporten
al desarrollo y que necesitan no sólo de soportes tecnológicos sino
fundamentalmente de construcciones hechas con perspectiva y criterios de
comunicación. Hay experiencias, nacionales e internacionales, entre las que
destaco especialmente las de las radios comunitarias y populares del continente
que aportan muchas luces en esta línea.

LA DEMOCRACIA EN LA BASE DEL DESARROLLO

La democracia no es ni un modelo dado al que hay que ajustarse, ni una


meta a la cual arribar. La democracia es un estilo de convivencia en la diferencia,
que se apoya en el compromiso radical de defensa de la vida y la vigencia de los
derechos humanos. La radicalidad en la defensa de la vida lleva hasta el extremo
de decir que el máximo sentido que tiene la vida es preservarla... aunque sea para
darle oportunidad a encontrarle sentido. Es poner la vida en el centro de nuestras
preocupaciones y, tal como escribí hace un tiempo en un diario de Buenos Aires
“poner la vida en el centro es recuperar el sentido. Y eso nos permitirá enarbolar
como uno de los máximos derechos el derecho a morir de viejos... siendo felices y
gozando cada minuto de la vida”6.

Las democracias latinoamericanas necesitan de la recomposición de


prácticas políticas participativas integradas en la cultura de los ciudadanos, de una
red institucional que las sostenga y se constituya en espacio para la toma de
decisiones. Pero este esfuerzo por la democracia no puede ser ajeno a los
objetivos del desarrollo, como proyecto integral vinculado a la calidad de vida, a la
equidad y a la justicia. En este sentido la comunicación y los comunicadores
pueden y deben contribuir haciendo del espacio público un escenario necesario y
posible para la presentación de propuestas y la construcción de alternativas.

6
URANGA, Washington; “Poner la vida en el centro”, nota publicada en el diario Página 12 (Buenos Aires, Argentina) en su edición del
29 de julio de 2002.

W. Uranga 7
Desarrollo, ciudadanía y democracia:
aportes desde la comunicación

Experiencias como la realizada por las radios de ERBOL (Educación Radiofónica


de Bolivia) en los conflictos socio políticos de aquel país, utilizando todos los
medios a su alcance (radio, internet, radio por internet, red de reporteros
populares, etc.) para aportar alternativas en los momentos de crisis, son una
contribución directa en esta línea. Lo mismo puede decirse, desde otro lugar, de la
experiencia peruana liderada por el Centro Calandria y denominada Veeduría
Ciudadana de la Comunicación.

RECONSTRUIR LO PÚBLICO DESDE LA SOCIEDAD CIVIL

Lo público, si bien puede abrir a múltiples (e interminables) debates, puede


sintetizarse en el reconocimiento de un “mundo común” en el seno del cual se
construyen y constituyen particularidades de los individuos y las personas con
diferente identidad. Puede decirse entonces que el espacio público es “el lugar”
donde, sin negar las particularidades, estas alcanzan su verdadera dimensión y se
potencian desde la alteridad.

Lo público así entendido es un ámbito privilegiado de la sociedad civil,


donde si bien el Estado se encuentra inserto y participante, lo hace de un plano de
igualdad intersectorial y no de preponderancia institucional. Esto se basa también
en el reconocimiento de igualdad de condiciones y derechos de todos los actores
que participan del espacio público7. Lo público se construye desde la
comunicación comprendida como diálogo entre actores diversos, que producen e
intercambian sentidos en un proceso de conflicto y negociación permanente, de
interaprendizaje y producción de consensos.

La crisis de lo político en América Latina afectó severamente también la


noción de lo público, de los modos de legitimación, las regulaciones sociales y los
mecanismos de representación considerados válidos en ese espacio social. De allí
que hoy nos enfrentamos a la necesidad de debatir y reconstruir el sentido de lo
público, a partir del reconocimiento y del valor de la diferencia, con sentidos de
complementariedad y dejando de lado las pretensiones hegemónicas de otros
tiempos.

Hay que trabajar en una suerte de nueva democracia de lo público, donde


se redefina el espacio mismo, donde los actores encuentren modos renovados de
participación, donde se generen otras formas de diálogo, negociación y
construcción de consensos y donde todos y todas, sujetos y organizaciones,
puedan alcanzar la visibilidad real que la democracia necesita, tanto para expresar
sus demandas como para poner de manifiesto sus posiciones. Esa tarea de
reconstrucción y nueva constitución de lo público tiene que hacerse,
necesariamente, desde la sociedad civil.

CIUDADANIA SOCIAL: EDUCAR PARA LA PARTICIPACIÓN

La ciudadanía es una categoría en el conjunto de derechos políticos,


civiles y sociales de la población y uno de sus objetivos es generar niveles
adecuados de desarrollo para el conjunto. Los derechos, a su vez, importan
también obligaciones y corresponsabilidades. Los diferentes mecanismos de
participación ciudadana colaboran para que esos derechos alcancen a la
población en su totalidad y se hagan efectivos. La participación ciudadana debe
contribuir a la resolución creativa de la problemática social otorgando mayor
dinamismo a las políticas públicas, reorganizándolas en base a las prioridades
locales y recuperando sustento dentro de las necesidades de la gente.

Esta participación deberá traducirse, simultáneamente, en proceso y


resultado. Como proceso, educando en el sentido de la participación e
involucrando a las comunidades y sus ciudadanos en las decisiones y programas
que los afectan. Como proceso también educando para la comunicación, para el
ejercicio del derecho pero también para la incorporación de capacidades y
7
Al respecto ver PÉCAUT, Daniel, Crisis y construcción de lo público. Ëcole de Hautes ëtudes en Sciences Sociales, Paris. s/f

W. Uranga 8
Desarrollo, ciudadanía y democracia:
aportes desde la comunicación

habilidades comunicativas en los procesos de desarrollo, sociales y productivos.


Como resultado, logrando actores sociales capacitados para desenvolverse con
mayor conocimiento, autonomía y estabilidad. De este modo, a través de la plena
participación ciudadana en el armado e implementación de sus destinos, se forjará
un proceso creciente y continuo de desarrollo sostenible.

Es necesario trabajar sobre la recuperación de la autoconfianza, de la


identidad política y cultural y de la iniciativa para nuevos actores. Es preciso pasar
de la resistencia a la construcción de nuevos modelos de participación y de hacer
política, lo que requiere procesos de educación política y social. En otras palabras,
recrear la cultura política.

Comunicación para el desarrollo supone hoy colaborar de manera directa


con las organizaciones en los procesos de educación para la participación y la
ciudadana. Educar en la democracia es también educar en la comunicación. Pero
en el mismo marco y de manera consecuente, hay que trabajar para darle
visibilidad a muchos actores hoy ocultos por exclusión. La comunicación tiene que
darle visibilidad a los pobres, a los líderes sociales, como sujetos, pero también a
sus propuestas y a sus iniciativas. No habrá desarrollo verdadero sin nuevos
actores visibles y reconocidos en el escenario social. La ciudadanía exige e
impone la visibilidad de todos y todas por igual. Demanda también poner en
tensión a lo diferente y educar acerca del valor de la diferencia. Desde una
perspectiva comunicacional es necesario trabajar para garantizar la visibilidad de
muchos que hoy “no existen” para la sociedad en su conjunto y porque son
“invisibles” no son tomados en cuenta y desprovistos de todo poder real.

El desarrollo exige hoy educar para la participación utilizando todos los


recursos y las estrategias de la comunicación. Hablando de ciudadanía social los
procesos educativos son necesariamente comunicacionales, entre otros motivos
porque tienen que contener a grandes grupos sociales y actores diversos.

LO LOCAL: LUGAR DE CONSTRUCCIÓN, PARTICIPACIÓN Y COMUNICA-


CIÓN

El poeta y trovador uruguayo Alfredo Zitarrosa –ya fallecido- tuvo la


capacidad de transmitir en una milonga popular, las condiciones que necesita un
proceso de construcción política para adquirir solidez. “Desde el pie” es una
milonga que, montada sobre las rimas de la poesía y las melodías de la canción,
explica que la planta crece desde el pie, desde el suelo, desde la tierra, para
hacerse árbol. “Desde el pie” no sólo ha sido un himno del folklore popular
rioplatense y latinoamericano, sino también una expresión de voluntad política
hecha canción.

El pie desde donde nace y crece la democracia participativa es el ámbito de


lo local. El municipio y la comuna son los espacios de reconocimiento, donde la
vecindad acrecienta la visibilidad de los actores, de las demandas y permite el
intercambio en el diálogo directo. Es allí donde se construyen y constituyen las
bases de nuevos modos de participación que luego alcanzarán otras dimensiones
y particularidades en ámbitos macros. Estas construcciones están y deben estar
acompañadas por otras formas de comunicar, por nuevos modos apoyados en las
redes, en lo comunitario, en estrategias de comunicación popular muchas de las
cuales ya existen, que tienen que ser potenciadas y realimentadas.

En lo local se pueden visibilizar las demandas, priorizarlas y articular


respuestas en función de una estrategia concertada. Lo local es la ciudad, es el
distrito, pero lo es también el barrio en los grandes conglomerados urbanos. Lo
local es lo próximo y lo cercano. Lo local es el espacio de la identidad y de las
alternativas que se construyen a partir de la cultura propia y de la vida cotidiana,
es el espacio donde se da el mayor reconocimiento de la diversidad de miradas y
de opciones, donde la diferencia puede ser reconocida más fácilmente como un
valor, donde la multiculturalidad tiene manifestaciones concretas, y dónde mejor

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Desarrollo, ciudadanía y democracia:
aportes desde la comunicación

pueden desarrollarse experiencias de espacios asociativos desde una perspectiva


multisectorial y multiactoral.

ESTRATEGIAS DE COMUNICACIÓN PARA EL DESARROLLO

Aquí vale la pena retomar el antiguo temas de las políticas nacionales de


comunicación (PNC) y del NOMIC que tantos desvelos nos ha traído en América
Latina. Soy de los que piensan que la batalla por las políticas nacionales de
comunicación y el Nuevo Orden tiene todavía hoy vigencia en el marco de una
mirada de desarrollo. Aún asumiendo que el escenario actual es muy distinto al
planteado en los años setenta.

Si la comunicación, como sostenemos, es un servicio público, su regulación


y ordenamiento tiene que estar sometido a la decisión ciudadana y no puede
quedar librada simplemente al juego de intereses económicos. Lo novedoso,
seguramente, es que al revisar la idea de lo público admitiendo que este concepto
está vinculado al “bien común” y que éste es responsabilidad del conjunto de los
actores sociales, las políticas nacionales de comunicación tienen que ser
construidas por el complejo multisectorial y multiactoral de quienes ejercen
responsabilidad sobre lo público.

En otras palabras. Hoy las políticas de comunicación tienen que ser el fruto
del debate público en el espacio público, en el cual los diferentes actores y
sectores establezcan las bases para el diálogo social, para la circulación de la
información y para el proceso de construcción de consensos y expresión de los
disensos.

Esa es, a nuestro juicio, la esencia de las políticas de comunicación hoy. De


ello tiene que ser garante el Estado y partícipe todos los sectores y todos los
actores sociales.

Pero más allá de ello los sectores, las organizaciones, las redes, los
diferentes actores, de acuerdo a sus intereses e iniciativas están hoy en
condiciones de generar estrategias de comunicación al servicio de la movilización
social en el sentido que las formulara José Bernardo Toro8. Estas estrategias
trazadas por diferentes actores se apoyan en ideas fuerza (construcción
ciudadana, defensa de la vida, del medio ambiente, género, etc.) para usar todos
los medios y recursos de la comunicación a fin de involucrar participativamente a
la ciudadanía en el debate de ideas, en la búsqueda de alternativas y soluciones.
Las estrategias de comunicación para la movilización social son una forma
contemporánea de generar procesos sociales y de implementar políticas de
comunicación para el desarrollo ciudadano, cultural, político, económico y social.

LA COMUNICACIÓN AL SERVICIO DE LA DEMOCRACIA Y EL DESARROLLO

No hay democracia política sin comunicación democrática y viceversa. El


desarrollo hoy necesita de la democracia y de la comunicación. Para superar el
momento y consolidar las bases de nuevas formas de democracia en América
Latina es necesario pensar la relación entre educación, comunicación, ciudadanía
y democracia. ¿La ciudadanía está indefensa ante los medios? ¿Moldean los
medios las decisiones políticas? Las concentración en la propiedad de los medios,
genera problemas a la democracia y el proceso de concentración es un dato
insoslayable en la realidad latinoamericana de hoy. ¿Son los dueños de medios
los verdaderos constructores de lo político? ¿Son ellos los que, a través del
sistema masivo de comunicación van incorporando y naturalizando modos,
propuestas político-culturales y modelos de desarrollo? Creo que es efectivamente
lo que sucede sin que, como contraparte, haya sobre los medios y las empresas,
niveles de control y vigilancia ciudadana.

8
TORO, José B. y RODRÍGUEZ, Martha C.; La comunicación y la movilización social en la construcción de
bienes públicos. BID, Bogotá, 2001

W. Uranga 10
Desarrollo, ciudadanía y democracia:
aportes desde la comunicación

La comunicación y la cultura son espacios de participación y de negociación


de nuevos consensos sociales y políticos. Y como tales tienen que ser
reconocidos y utilizados. Es necesario usar el sistema de medios para construir y
desarrollar cultura de participación, cultura democrática. No a la manera de la
antigua “concientización”. Si de modo tal de generar ámbitos para el diálogo, la
participación, el intercambio, la negociación y el consenso.

No hay que esperar, de ninguna manera, que el sistema infocomunicacional


de propiedad concentrada sea permeable a las demandas en este sentido. Hay
que dar sí batallas educativas, culturales y políticas para exigir cambios en la
materia. Pero al mismo tiempo es necesario desplegar todas las redes existentes,
todos los recursos a la mano para ir generando estrategias alternativas de
comunicación que apuntalen los desarrollos emergentes con base en lo local.

Simultáneamente no hay que perder de vista que la sociedad tiene el


derecho y la obligación de establecer límites, criterios, reglas de juego que
ordenen y garanticen el sentido plural y democrático de la comunicación. En ese
marco las experiencias de auditoría ciudadana de los medios constituyen aportes
muy importantes y significativos a los que deberíamos prestar mayor atención para
aprender de ellos y replicarlos en diferentes espacios y de manera adaptada a
cada realidad particular.

A los comunicadores sociales les corresponde cada vez más la tarea de ser
facilitadores de este proceso, como articuladores de saberes y capacidades de los
distintos actores en el espacio público. Actuando también como promotores del
debate y del diálogo público en el espacio público, incluyendo allí a actores
plurales y promoviendo procesos comunicacionales con sentido de educación
ciudadana. Esa puede ser hoy nuestra principal contribución al desarrollo, a la
ciudadanía y a la construcción de una democracia más participativa.

Washington Uranga es periodista, docente e investigador de las Univ. de Buenos Aires y La Plata (Argentina), Dirige la
Maestría en Periodismo de la FAc. de Ciencias Sociales de la UBA (Argentina). Fue director de la Maestría en Planificación
y Gestión de Procesos Comunicacionales (PLANGESCO) de la UNLP. Fue Vicepresidente de ULCRA (Unión
Latinoamericana y del Caribe de Radiodifusión). Fue Vicepresidente Mundial y Presidente Latinoamericano de la Asociación
Católica Mundial para la Radio y la Televisión y Director Ejecutivo del Centro de Comunicación Educativa La Crujía (Buenos
Aires, Argentina). Ejerce la docencia de posgrado en las Univ. de Comahue, La Plata y San Martín (Argentina), UNISINOS
(Brasil) y Univ. Andina (Bolivia).
wuranga@ciudad.com.ar

BIBLIOGRAFÍA

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Desarrollo, ciudadanía y democracia:
aportes desde la comunicación

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