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Profesora Sylvia Aguilar, directora
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Profesor José de Piérola, director de
estudios graduados
Pachón 1
Introducción
como funciona, que hay otras maneras de ser. En mi proyecto de grado voy a valerme de este
poder para hablar sobre la violencia en Colombia. Me voy a enfocar, principalmente, en los
casos de lideres sociales asesinados por parte del Estado. Creo que una de las razones por las
que nos cuesta salir del círculo de violencia en Colombia es la falta de imaginación. Nos falta
imaginarnos de una manera distinta. Nos falta imaginarnos siendo el otro en vez de
eliminarlo. Escogí hablar de la violencia por medio de una novela porque creo, al igual que
humana no está definida por lo que ha ocurrido sino por lo que podría ocurrir.
recordando a los lectores que las cosas no son tan simples como parecen. En mi proyecto
quiero salirme de las narrativas maniqueas con las que tradicionalmente se cuenta el conflicto
colombiano. El ser humano, sostiene Kundera, “desea un mundo en el cual sea posible
distinguir con claridad el bien del mal porque en él existe el deseo, innato e indomable, de y
juzgar antes que de comprender” (3). La novela, por su parte, se resiste el deseo de juzgar
pues en vez de plantear una única verdad absoluta en esta coexisten un montón de verdades
Trama
Emilia y Miguel se hacen amigos en la universidad. Los une el baile y el deseo de transformar
la situación del país. Forman juntos una revista independiente y se hacen miembros de un
Mientras que Emilia no puede reconciliarse con los problemas estructurales dentro del
movimiento, Miguel justifica estos problemas por la causa mayor de acabar con el gobierno.
Mientras que Emilia se queda en los límites de la academia y el periodismo, Miguel viaja a
los territorios e intenta cambiar las cosas de una manera más práctica.
Un año después de que se distancien por completo, Emilia se entera de que Miguel
viaje, va a ir recordando los momentos y las luchas compartidas, así como las razones por las
que se separaron.
Modo de narración
La novela va a ser narrada en tercera persona y va a estar, sobre todo, focalizada en Emilia.
Con este tipo narración pretendo poder acceder al mundo interior de la protagonista y, a la
embargo, quisiera poder acercarme a otros géneros. Escribo desde mi posición abiertamente
feminista. Escribo desde el margen, desde lo que las feministas francesas han denominado
escritura femenina. Creo que una escritura femenina/feminista no solo debe cuestionarse los
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completo, los géneros literarios que han sido impuestos por una industria editorial
periodísticos. También voy a incluir algunas cartas que me van a permitir experimentar con
Tiempo
La novela va a estar dividida en capítulos. El primer capítulo se va a tratar sobre el viaje que
pasado. Con esta estructura temporal pretendo, por un lado, darle un nuevo sentido al pasado,
convertirlo en una actividad vital, y, por otro lado, simular el proceso de memoria. Como el
Escenario
país, la atmósfera y ciertos eventos históricos van a permitir reconocerlo. Con esto, pretendo
moverme entre la realidad y la ficción. Voy a partir de eventos que han sucedido en Colombia
en los últimos años, como el asesinato de lideres sociales, las ejecuciones extrajudiciales, la
eventos van a aparecer descolocados para así a abrir nuevas posibilidades que superen los
límites de la exactitud histórica. Voy a seguir el modo de hacer historia que propone
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que el hombre moderno pretende tratar la historia como un saber científico, como un ejercicio
matemático que va a tener los mismos resultados sin importar quién lo haga. Sin embargo, el
pasado, dice Nietzsche, no es como las matemáticas, no se puede conocer a distancia, sino
que forma parte de nosotros. Por esto, el filósofo defiende un modo artístico de hacer historia,
uno que reconozca la interpelación y en el que esté en juego una idea de verdad distinta a la
de la fidelidad factual.
Temas
• Amor: mi novela va a ser sobre el amor. No sobre el amor romántico, sino sobre el amor
en las amistades, que me parece que muchas veces está infravalorado. Quiero
preguntarme qué es eso que hace que dos personas conecten inmediatamente como lo
hacen Miguel y Emilia. Quiero preguntarme por la naturaleza del vínculo de una amistad:
qué lo hace diferente a otro tipo de vínculos, qué es lo que esperamos de nuestras
amistades, cómo es la compañía de un amigo y cómo es el vacío que deja cuando se va.
armado colombiano, sino que también voy a explorar las microviolencias que suceden en
la cotidianidad.
de qué manera los movimientos de izquierda muchas veces terminan reproduciendo los
mismos mecanismos de opresión del sistema al que se oponen. Aunque puede que
busquen la igualdad de clases, les falta buscar la igualdad de género, les hace falta
novela. La figura del macho de izquierda latinoamericano voy a explorarla con otros
personajes.
darle plataforma incluso a las partes que ejercen la violencia? ¿Hasta qué punto debe
• Cadáver: Emilia viaja para identificar el cuerpo de Miguel. Lo hace porque la familia de
Miguel se lo pide, pero también lo hace por ella misma. La búsqueda por el cadáver es
también una búsqueda por iniciar el duelo. Este duelo, para muchos en Latinoamérica, es
• Culpa del sobreviviente: Emilia va a sentir durante el viaje culpa por haberse quedado en
el lugar seguro, mientras dejó que su amigo a exponerse a la muerte. Va a sentir que no
hizo lo suficiente.
• Soledad: Voy a explorar de qué manera los puntos medios suelen implicar la soledad.
Emilia viene de una familia de clase media alta. Cuando se vincula con los movimientos
de izquierda traiciona a su clase y, por tanto, queda aislada de todas las personas
Sobre la bibliografía
Gabriel García Márquez, Andrés Caicedo y Marvel Moreno son los tres autores que me
muchos de los de los libros García Márquez, para este proyecto mi principal referencia va a
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ser El otoño del patriarca, una novela que recrea el prototipo de las dictaduras
Leí ¡Que viva la música! de Caicedo por primera vez cuando era adolescente y, desde
entonces, la he vuelto a leer varias veces. No deja de sorprenderme: en cada lectura le saco
algo nuevo. Cuando la vuelva a leer para el proyecto, me voy a fijar sobre todo en la fluidez
de la voz narrativa.
Marvel Moreno es de las pocas autoras mujeres que, con dificultad y después de
muerta, ha logrado entrar al canon literario colombiano. Su novela En diciembre llegaba las
brisas hace parte de mis referencias porque retrata muy bien el clasismo y el machismo de la
sociedad colombiana.
Para la creación del espacio ficticio voy a utilizar como referente El diablo de las
provincias: fábula en miniaturas de Juan Sebastián Cárdenas, Los ejércitos de Evelio Rosero,
Temporada de huracanes de Fernanda Melchor y Érase una vez el amor pero tuve que
matarlo de Efrim Medina. Estas novelas suceden en lugares sin nombre o con nombre
imaginario que, aunque no aparecen en el mapa, podrían ser cualquier pueblo o ciudad
Incluyo en la bibliografía las novelas Arturo: la estrella más brillante y Otra vez el
mar de Reinaldo Arenas y la colección de crónicas Loco amor de Pedro Lemebel porque
quiero explorar las nociones de masculinidad que han tenido los movimientos
las mujeres dentro de estos movimientos incluyo Todos se van de Wendy Guerra, The Golden
Book de Doris Lessing, Las aventuras de China Iron de Gabriela Cabezón y La sangre de la
Estoy convencida de que una escritura desde el margen no solo debe desenmascarar
los mecanismos de opresión en el contenido, sino que también debe transgredir la norma en
la forma. Debido a esto, quiero acercarme a una escritura femenina. Mis dos referentes de
Hélène Cixous.
violentados son también desaparecidos, el tema del cadáver es central. Para explorarlo, voy
investigaciones van a ser fuerzas que va a poner en movimiento la acción en la novela. Para
pensar cómo hacer esto de la manera más efectiva, voy a estudiar la forma de la novela
Las dos películas que incluyo en la bibliografía, La estrategia del caracol y Pájaros
La pregunta por el propósito, o mejor, por lo que puede hacer la literatura es una
pregunta que no quiero perder de vista ni en este proyecto, ni en mi oficio como escritora.
Escogí, en mis referencias teóricas, a tres autores que han sido faroles en el camino hacia mi
propia respuesta: Jaques Rancière, Milán Kundera y Friedrich Nietzsche. De acuerdo con
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Rancière, las formas estéticas tienen el poder de fracturar el orden establecido, acabar con
todo esto en mi proyecto. También quiero lograr las dos cosas que según Kundera la novela
puede hacer: revelar una parte desconocida de la existencia humana y mostrar el mundo como
ambigüedad. Por último, para Nietzsche los artistas tienen la fuerza plástica de darle una
unidad estética al pasado y crear algo nuevo. En mi proyecto, el proceso de escritura va a ser
una manera de reimaginar el pasado, de darle forma y convertirlo, como propone Nietzsche,
Referencias literarias
Arenas, Reinaldo. Arturo, la estrella más brillante. Vol. 51. Editorial Montesinos, 1984.
Arenas, Reinaldo. Otra vez el mar. Vol. 463. Tusquets Editor, 2002.
Periférica, 2017.
Cabezón Cámara, Gabriela. "Las aventuras de la China Iron." Ciudad Autónoma de Buenos
Lessing, Doris. The golden notebook. New York: Simon and Schuster, 1962.
Medina Reyes, Efraím. Érase una vez el amor pero tuve que matarlo. Bogotá: Planeta,
2001.
Sork, Catherine Jane, Breaking the Spell: My life as a Rajneeshee, and the long journey
Referencias fílmicas
Way Chapman y Way Maclain. Wild Wild Country. Duplass Brothers Productions, 2018.
Referencias teóricas
Bonilla Mora, Alejandra. " Falsos positivos diez años después: discursos antagónicos y
Cixous, Hélène, and Ana María Moix. La risa de la medusa: ensayos sobre la escritura.
Salamanca (2002).
Human Rights Watch. "El rol de los altos mandos en falsos positivos. Evidencias de
civiles." (2015).
Calendario Tentativo
Fechas Actividades
Agosto 31 Primera entrega
Septiembre 28 Segunda entrega
Octubre 26 Tercera entrega
Noviembre Trabajar en correcciones
Diciembre 1 Primer borrador completo (para
Profesora Aguilar)
Diciembre1 – enero 20 Trabajar en correcciones
Febrero 10 Segundo borrador completo
Febrero 11 Empezar prefacio
Febrero 28 Terminar prefacio
Marzo 1 Circular Tesis y prefacio entre el comité
Marzo 17 a abril 6 Trabajar en últimas revisiones
Mayo 5 Defensa de Tesis
Pachón 11
Muestra de escritura
Cuando se despierta, la mesa está desplegada; la bandeja de comida, encima de la mesa. Una
azafata parquea el carrito del bar en el pasillo y le ofrece algo de tomar. Emilia pide vino,
servilleta. Se come la mitad del pan con queso. En dos tragos se acaba el vino. No puede
volver a dormirse: le duele el cuello por haber dormido con la cabeza inclinada y, en la fila
de atrás, unas pasajeras están haciendo tremendo escándalo. Una de ellas va a casarse y todo
les parece increíble: increíble que sea ella, y no otra, la que va a casarse primero; increíble
que hayan podido reservar el salón del hotel con tan corto aviso; increíble el encaje del
vestido; increíble los azulejos del anillo, e increíble el novio, claro. Emilia predice las
oraciones de todas antes de que las digan. Hace unos años, a ella también todo eso le habría
parecido increíble. Esos años ya parecen ser parte de otra vida, de otra Emilia.
ventanilla es una sucesión de potreros o es el mar. Hace tiempos que no visita el mar.
Despegan.
Emilia quita el «modo avión» del celular. Tiene una llamada perdida de un número
desconocido. Espera en el asiento a que todos los pasajeros salgan. Las del matrimonio no
sacan ningún equipaje de los compartimientos. Seguro, piensa Emilia, enviaron sus grandes
los hombros. Apenas se baja, el viento caliente le golpea las mejillas. Huele a la sal.
está en ruinas o está sin terminar. Antes del principio y después del final todo se ve igual:
Emilia sube por unas escaleras eléctricas lentísimas. En el techo, dos letreros reciben
a los visitantes: en uno se les invita a inmiscuirse en el paraíso del realismo mágico; en el
otro se le advierte que la prostitución infantil es un delito. En la entrada, los taxis están
—O entrábamos los dos, o ninguno entraba: ese era el acuerdo. Y, en esta ocasión, sí lo
íbamos a cumplir, no como cuando prometimos que ninguno de los dos se iba a cuadrar a la
Juliana.
Emilia sacó la grabadora de voz del estuche. La puso en el centro del escritorio,
haciendo que la distancia entre ella y Hernán se extendiera. Oprimió el botón rojo y le pidió
—El sábado, después de salir de la plantación, bajamos a la plaza a echar unos tiros.
La noche estaba libre de niebla. Yo las estaba metiendo todas de taquito. —Formó una sonrisa
—El año pasado, doctora. Estábamos en temporada de siembra, entonces debía ser
marzo o abril —contestó nervioso, apenado, como si estuviera fallando una pregunta de una
evaluación muy fácil. Hizo cálculos con los dedos. —Sí, abril —dijo con más seguridad.
Emilia, con un gesto, le indicó que siguiera. Decidió que lo más efectivo era intentar
y nos dijo que un reclutador, un conocido suyo, estaba buscando nuevos talentos pa’ jugar
profesionalmente. No nos dijo para qué equipo ni nada. Yo creía que podía ser el Unión;
Coco que podía ser el Junior. Los dos le íbamos al Junior. «Tu estás volao», le decía yo al
Coco, «no nos van a llevar a un equipo de la primera división: esas mierdas no pasan». Pero
él seguía soñando.
»Las pruebas iban a ser el siguiente domingo en la cancha de Micoahumado, entre las
veredas Guásima y Progreso Alto. Le pregunté al Yuyo que por qué tan lejos. Él me contestó
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que allá iban a llegar todos los candidatos del municipio; que no nos teníamos que preocupar
por nada: una buseta iba estar esperándonos a las tres en la destapada.
»Esa semana, bajábamos todas las tardes a entrenar con los pelados. Yo soy un buen
media punta y Coco era el mejor defensa, pero decidimos irnos turnando las posiciones.
Usted sabe —Hernán se dirigió, por primera vez, a Emilia y no a la grabadora— en caso de
Hizo una pausa, esperando a que Emilia le preguntara por el significado de «polivantes»,
—Jugadores que puedan hacer de todo: defender, tapar, meter goles —contestó él,
—Después de los partidos, Coco y yo caminábamos juntos a nuestra casa echando bareta
y hablando mierda; imaginándonos un futuro en las canchas, por fuera de las plantaciones.
Éramos vecinos.
»El sábado no pegué el ojo. El domingo estaba listo a las diez de la mañana. La buseta
salía a las dos; yo estaba listo a las diez, a las diez. Me puse la camiseta de la selección y los
guayos de mi hermano, que estaban un poco rotos, pero eran mejores que los míos. Antes de
salir, mi mamá me pidió el favor de ir a la tienda por leche y panela ¿Cómo le iba a decir que
no? Me tocó bajar hasta el mercado de la plaza porque la tienda de la esquina estaba cerrada.
Dejé la compra en la puerta y salí pitado hacia la carretera. Llegué a las dos y veinte, y no
»Don Jairo me hizo el favor de acercarme en moto hasta el brazo del río. Alquilé una
Chalupa pa’ mí solo. Me gasté veinte lucas: todo lo que había ganado esa semana. El cielo
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estaba nublado; el agua tranquila: sin olas. Cuando iba llegando a la orilla escuché los tiros
»Amarré la Chalupa a un tronco. Grité varias veces el nombre de Coco con la esperanza
de que estuvieran cerca: nada. Llamé a Yuyo y tampoco. Entonces subí corriendo por la
trocha. Alcanzaba a ver el filo de la Serranía de San Lucas. El barro se me metía por los
»Yo había jugado en Micoahumado par veces cuando era niño, pero no me acordaba bien
en dónde quedaba la cancha. Cuando llegué ahí al caserío de Progreso Alto, le pregunté a un
pelado que iba en cicla. Él me dio indicaciones: estaba cerca, muy cerca. Me metí por un
camino lleno de arbustos. Desaceleré el paso, pues vi un letrero que advertía que era una zona
minada. Fui cogiendo las ramas con las manos pa’ evitar los golpes.
Emilia se sabía el final de la historia —el final era lo único que ya sabía—, pero, mientras
escuchaba, sentía en el estómago el vacío propio de la intriga. Deseaba, con fuerza, un final
partido y metiendo un golazo; a Coco, y a otros nueve jugadores, lanzándosele encima para
celebrarlo. Se lo imaginó jugando para las ligas mayores y hablándole a una cámara, con la
misma elocuencia sorprendente con la que en ese momento le hablaba a la grabadora, sobre
los detalles de algún partido importante. Pero en ese país no había lugar para finales felices
ni heroísmos.
Yuyo ni al reclutador ni nadie me pillé de qué se trataba. Todo era muy bueno pa’ ser verdad.
Yo había escuchado historias similares, pero creía que eran puro chisme: pa’ echar miedo,
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usted sabe. No vi, tampoco, rastros de los cuerpos. Salí a correr. No volví a mirar pa’trás. Me
han llamado y llamado periodistas pa’ dar mi testimonio. Yo ya les he dicho que yo no soy
Emilia contuvo las lagrimas: ella no tenía derecho a quebrarse, y mucho menos si Hernán
no se había quebrado ni una sola vez mientras relataba los hechos. Además, faltaba la parte
más difícil de la entrevista. Era ineludible. Le pidió que dijera su nombre completo.
Él hizo silencio.
—Tranquilo —dijo ella —, es solo para mis registros. El testimonio va a ser anónimo.
—¿El de Coco?
—¿Y Yuyo?
—No sé, doc. Todos lo conocíamos como Yuyo. Y, desde ese día, no se ha vuelto a
—¿Y Coco?
—¿Y no hacían nada más? —preguntó Emilia dirigiendo su mirada al piso, y odiándose
—Mira, Hernán. Yo entiendo que la situación, la necesidad, los puede llevar a ustedes a
venido el ejercito a hacerme la misma pregunta muchas veces. Que por qué usaba esas botas,
y yo la verdad les dije que nosotros en el campo no trabajamos a pie limpio, todos trabajamos
La comparación entre ella y el ejercito le dio a Emilia una punzada en el pecho. Tal
vez sí habría podido eludir esas preguntas, esa sugerencia, tal vez habría podido creerle a
pero no le aceptó nada de comer (Emilia tampoco tenía mucho que ofrecerle: en la pequeña
nevera de la oficina había solo tres pedazos de pizza de cinco días atrás, un tarro de salsa de
tomate Fruco, un Red Bull y una bolsa abierta de frutos secos). Emilia lo acompañó hasta la
portería. Mientras iban en el ascensor le preguntó, por curiosidad, por qué había decidido
—Vea, doc. Yo le voy a decir la verdad: yo siempre he creído que todos ustedes son, y
quieren, lo mismo; que no les importa lo que pase o no pase con nosotros: con el campo. Pero
en el video parecía que a usted, que a usted y a ese otro pelado, el pecoso, sí les importa.
Emilia no dijo nada. Estaba recreando en su mente la escena del video que, hasta ese
—No, Hernán —contestó ella en tono serio—, sí nos importa. Claro que nos importa. —
Seguía utilizando plural, aunque sabía que había dejado de ser cierto hace tiempo, que ahora
estaba sola.
—El caso es que ustedes fueron capaces de hablarle así a ese man, que tiene tanto poder,
pensé que tal vez podrían enfrentarlos. No me pueden devolver a Coco, él ya está bien ido,
No era una buena idea, en ese tiempo ni en ningún otro, estar haciendo ese tipo de
promesas en público, en la portería del edificio (esa zona de la ciudad tenía fama de
izquierdosa, pero no se podía saber con certeza a qué orilla pertenecían los vecinos o de qué
eran capaces para salvar su pellejo), así que se estrecharon la mano para despedirse.
Emilia subió por las escaleras. Alcanzó a ver, desde la ventana, a Hernán alejarse. Notó
que sus pasos eran distintos a los otros pasos, a los citadinos: eran más lentos y cautelosos;
mas conscientes del mundo y de sí mismos. Después de luchar unos minutos con el impulso
de desparramarse en el sofá de cuero y hacer una siesta que durara eternidades, abrió la gaveta
con una llave diminuta y sacó el CD. Estaba marcado con un sharpie azul permanente:
«BRIGADA CATORCE». Bajó las persianas, se sentó en el escritorio, se puso los audífonos,
Por su tono de voz parecía que el teniente tenía la misma edad que Hernán: unos
«…».
«Sí, mi general».
«Sí, mi general».
La calle pavimentada se terminó. El taxista bajó los seguros y siguió conduciendo despacio
por un camino de arena y rocas. Miguel iba con la mirada fija en el GPS; Emilia, en la
ventana: en esa ciudad ajena que aparecía detrás de su reflejo. Los cables de los postes de luz
—¿Y qué es lo que van a hacer ustedes por allá? —les preguntó el taxista por tercera
vez; no estaba acostumbrado a llevar a los muchachos del norte más al sur de la cincuenta y
cuatro.
Emilia se hacía la misma pregunta. Lo que ella iba a hacer por allá era acompañar a
Miguel, que le había rogado y rogado que fuera con él. Lo que Miguel iba a hacer por allá
era acompañar a Joaquín, que le encantaba; y a Joaquín le encantaban ese tipo de eventos. A
Joaquín le encantaba todo lo underground, solo por ser underground, y rechazaba todo lo
mainstream, solo por ser por ser mainstream. Las cosas que a Joaquín rechazaba incluían,
pero no se limitaban a las películas de Hollywood, las películas europeas, cualquier película
que no fuera un documental danés sobre los asesinatos en indonesia, las series gringas
(bueno, todo lo gringo), las camisas con cuello, los calcetines estampados, los cactus, las
guirnaldas de luces amarillas que colgaban en las terrazas, los golden retriever, las canciones
de rock que habían salido entre los setenta y los ochenta, el antibacterial que venía en envases
pequeños, el reguetón, los bares que no olían a pecueca, los cócteles, el vino de botella, las
—No, hermano —le contestó él al ver la calle angosta y empinada—. Yo por allá no
subo.
—¿Está seguro?
—Cuidado con la mona —le dijo el taxista mirando a Emilia por el espejo retrovisor.
Se bajaron del taxi y empezaron a subir por el andén agrietado. La noche estaba quieta
y fría como el cuerpo abandonado de un animal muerto en medio de una carretera. Podían
ver y oír su propia respiración. La de los dos era blanca; la de Emilia entraba y salía con
—Igual. Yo leí en un estudio que deformaban los pies y que eran malísimos para la
espalda.
A lado y lado, las fachadas de las casas iban cambiando de color: azul claro, lila,
aguamarina, ocre, salmón. Dos años atrás, la alcaldía había llevado a cabo el proyecto de
embellecimiento de los barrios periféricos, que consistía en pintar las casas de colores para
que, desde la distancia, formaran distintas imágenes. En ese momento, subían por el ala de
una mariposa.
—Sí. Ya estamos cerca —le prometió Miguel mientras sacaba el celular y revisaba el
GPS.
Miguel resopló.
preguntarle a Emilia sobre su país. Era algo que jugaban con frecuencia: cada uno se
inventaba un país ideal, con su propia constitución y sistema de gobierno. El país de Emilia
no tendría fuerzas armadas, y sería regido por un sistema de gobierno parecido a una
aristocracia: para lanzarse a la presidencia las personas tendrían que aprobar una serie de
Se dieron cuenta de que habían llegado por el olor a marihuana. Parecía que la casa
pertenecía a otro barrio, a otro país, a otros tiempos. Tenía una forma ovalada y era tres veces
más grande que todas las casas por las que habían pasado. La fachada no estaba pintada de
colores pastel, sino de rojo, de un rojo tan intenso que ni siquiera la oscuridad de la noche
opacarlo. Estaba, además, cubierta por una enredadera en mal estado. Emilia se apoyó en el
hombro de Miguel y se puso los zapatos. Después, golpeó una puerta enorme de madera con
Golpeó de nuevo.
Y nada.
Empezaron a rodear la casa y, en uno de los costados, encontraron una ventana rota.
Miguel subió las mejillas, haciendo resaltar sus pecas, y bajó los parpados un poco. Emilia
amarillentos. En el techo una luz azul palpitaba. La caneca estaba atiborrada de botellas de
Cuando se acercaron, una muchacha de piel pálida y pelo lacio —a la que le pertenecían las
piernas— levantó la espalda y señaló sin ganas la salida de la cocina. Parecía que había tenido
No contestó nada.
Emilia iba a preguntarle de nuevo, pero Miguel la agarró del brazo y la jaló hacia la
salida.
—¿Por qué siempre tienes que hacer eso? —le preguntó mientras cruzaban el pasillo.
El suelo estaba resbaladizo y las paredes estaban decoradas con mensajes escritos en esfero
siempre».
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—¿Hacer qué?
—Tú sabes.
El pasillo los llevó a una antigua sala, transformada en ese momento en pista de baile.
Salvo por un piano antiguo, no había muebles. Al lado del piano, un dj, que parecía sacado
—¿No la viste?
—No todos queremos ser salvados, Emi —dijo Miguel mientras que, con la mirada,
medio de dos muchachos. Cuando la canción se terminó, se salió del montón y se acercó a
saludarlos:
—Genial ¿No?
Emilia asintió con la cabeza e hizo una mueca incomoda que pretendía ser una
sonrisa. No se aguantaba a Joaquín, pero estaba haciendo su mejor esfuerzo por Miguel.
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Miguel no había tenido ninguno de sus ataques desde que empezó a salir con Joaquín, y las
Una nube hecha de humo de marihuana flotaba por encima de la cabeza de los
asistentes.
quería interrumpir el acto: cuellos, caderas y hombros que se movían en todas las direcciones,
de manera torpe y violenta; pasos de baile impostados que intentaban imitar, sin éxito, cierta
espontaneidad animal.
Llegó, por fin, a la mesa blanca remax que le había indicado Joaquín. La chica detrás
de la mesa se quedó viendo los tacones de Emilia y Emilia se quedó viendo el pelo de la chica
La chica señaló un recipiente de plástico que tenía pegado con cinta un letrero escrito
a mano: «No nos regimos por los precios impuestos por el libre mercado. Se aceptan
donaciones a La Causa».
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—No, reina.
Emilia echó el billete de cincuenta en el recipiente y cogió dos cervezas. Tomó aire
y un sorbo largo antes de entrar a la pista de nuevo. Ya no quedaban espacios vacíos. Oyó un
acento gringo:
La pola era para Miguel, pero Miguel no estaba donde lo había dejado ni en ningún
—Pues sí.
El gringo —que se veía como se veían todos los gringos a ese lado del continente:
ojiclaro y larguirucho; vestido de alpargatas y ruana— agarró la cerveza con una mano y con
otra mano la cintura de Emilia. Ella estaba distraída y bailaba sin ganas, pero sus
movimientos tenían mucho más sabor que los del gringo, que estaba dándolo todo. Él le
gritaba al oído: que había encontrado el paraíso; que qué barata era la rumba; que qué rica
era la comida; que qué buenas estaban las mujeres; que qué exóticas y liberales. Ella soltaba,
ocasionalmente, un «ajá» e inclinaba su cabeza hacia los lados para evitar el aliento a tabaco
y a crema de maní. La mano del gringo se fue escurriendo de la cintura al culo de Emilia. Se
lo apretó. Ella, despacio y con cuidado, le movió la mano y le dijo que tenía que ir al baño,
que ya volvía. Los cuerpos y las paredes sudaban. Emilia no encontraba el baño ni el pasillo
que llevaba a la cocina que llevaba a la salida ni a Miguel ni a Joaquín; en cambio, el gringo
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se le aparecía en todos lados o se le aparecían otros gringos, que seguramente olían también
a tabaco y a crema de maní, y agarraban culos ajenos como países ajenos: a la fuerza y sin
consentimiento.
Sintió alivio cuando se topó con la mesa remax y con la chica de pelo azul. Sin decirle
nada, ni echar nada en el recipiente, cogió otra cerveza (en el mundo de afuera de la casa
ovalada, la donación de cincuenta mil pesos le habría alcanzado para nueve o diez cervezas).
Vio una cara conocida: un compañero con el que había visto clase dos semestres atrás. No le
reconoció más caras: otros compañeros con los que había visto clases. Estaban sentados sobre
unos cojines de colores que formaban una media luna. Todas las miradas se dirigían al centro
de la media luna: Simón. Simon, en ese momento —como en casi todos—, tenía la palabra.
Una luz tenue iluminaba su tez morena y perfecta. Emilia, con solo verlo, adivinó su
verla: tacones altos, pelo con rayos rubios, cejas y manicura de peluquería.
En contra de lo que le rogaban los píes, Emilia no se sentó, sino que se quedó parada
al lado de una de las puntas de la media luna. Simón estaba hablando sobre el conflicto entre
Palestina e Israel. Hacía pausas breves después de cada oración, como si acabara de inventar
en ese mismo momento todas las palabras y categorías y estuviera esperando la celebración
del público, que recibía con las miradas de admiración. Se levantó la manga derecha de la
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camisa y mostró el mapamundi que tenía tatuado en el brazo para explicar la situación
—Ahora, es muy importante que tengamos en cuenta que, como dice la teoría
marxista-hegeliana…
Emilia había volteado los ojos varias veces y resoplando hacia sus adentros, pero, en
ese momento, el «Pff» le salió hacia afuera y con fuerza; no pasó desapercibido. Se quedó
esperando a que las miradas volvieran a Simón y él terminara su discurso, pero no sucedió:
—Hegel se debe estar revolcando en la tumba —dijo Emilia muy rápido, como
siguió Emilia.
Simón se acomodo las gafas, frunció un poco el ceño, con una curiosidad fingida,
como si estuviera intentando leer un libro con una letra demasiado pequeña.
—Ah, ¿eres de la privada? —dijo en el mismo tono solemne y tranquilo con el que
había explicado el conflicto en el medio oriente. Parecía más una confirmación que una
pregunta.
Todos, incluyendo los ex compañeros de clase de Emilia, soltaron una risa nerviosa
y homogénea.
—¿Y tú dónde estudias? —le preguntó Emilia intentando, sin éxito, imitar el tono de
alternaba entre los dos. Emilia sostuvo la mirada, pero no dijo nada más. Todas las respuestas
que se le ocurrían podían ser acusadas de reaccionarias, el peor insulto que se podía recibir
en la casa ovalada. El silencio incomodo fue interrumpido por unos pasos que subían las
escaleras. El muchacho, que no había visto el espectáculo, llegó a la media luna y se sentó
en uno de los cojines. Le ofreció una cerveza a Simón. Él rechazó la cerveza y, sin que nadie
le preguntara, empezó contar una anécdota que explicaba por qué había decidido dejar de
tomar alcohol: hace dos fines de semana había consumido yagé y el yagé le había hablado y
le había dicho que parara. La atención y las miradas volvieron a fijarse solo en Simón.
Los siguientes encuentros entre Emilia y Simón iban a ser variaciones de ese primer
revanchismo. El desafío de esa noche había dado inicio al duelo (aunque los duelos, como
Emilia sabía que en el piso de abajo la iba a estar esperando el gringo, pero prefería
aliento a crema de maní y a tabaco que seguir escuchando la historia sobre el despertar
espiritual de Simón. Así que decidió bajar. En efecto, ahí estaba el gringo: más borracho, y
más intenso que antes. La agarró y la arrastró a la pista. Habían desterrado al dj de su puesto
—¡Emi, nuestra canción! —gritó mientras la jalaba hacia él y le daba una vuelta.
Ninguno de los dos había escuchado antes la canción que estaba sonando, pero desde ese día
se volvió su canción.
—¿Y Joaquín?
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estar. Emilia se quitó los zapatos y bailaron hasta la madrugada. Cuando salieron, la niña de