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EL JUEZ Y EL DERECHO

 
Lic. Leopoldo Parra Ocampo.
 
La administración de justicia es una parte fundamental del sistema
jurídico.  A través de ella se intenta dar solución a los conflictos de relevancia
jurídica.  A fin de cuentas, lo que interesa a las partes en conflicto no es el
significado más o menos abstracto de la ley, sino el sentido concreto de la
sentencia; del cual la administración de justicia dispone la solución de un litigio.
 
Es el juez quien dicta la sentencia en ejercicio de la función
jurisdiccional.  Su misión no puede ser ni más augusta ni más delicada: a él está
confiada la protección del honor, la vida y los bienes de los ciudadanos.  Es el
depositario de la confianza del pueblo.Para tal efecto, debe gozar de absoluta
libertad para sentenciar en la forma que su criterio y su conciencia le dicten,
porque los jueces no tienen más superior que la ley; no se les puede indicar que
fallen en su sentido u otro.
 
La función del juez es la de aplicar el derecho, no crearlo, por no ser su
tarea legislativa sino jurisdiccional, y sólo puede hacer lo que la ley le permite o
concede.
 La aplicación del derecho es un elevado encargo, de una gran majestad, de rango
superior y de trascendental relevancia.  Por tanto, a quienes se les honra con el
privilegio de detentar en sus manos la vara de la justicia, se les exigen ciertas
cualidades para que no haya ocupaciones que usurpen un reservado a los
mejores elementos humanos.
 
El individuo que tenga el honor de administrar justicia, ha de esmerarse en
superarse a sí mismo para estar a tono con la investidura que se le ha entregado;
pues la judicatura no es un negocio, sino una forma de vida.Es por ello que el
Estado piensa que es esencial el problema de la selección de los jueces; porque
sabe que les confía un poder mortífero que, mal empleado, puede convertir en
justo lo injusto, obligar a la majestad de las leyes a hacerse paladín de la sinrazón
e imprimir indeleblemente sobre la cándida inocencia, el estigma sangriento que la
confundirá para siempre con el delito.
 
Sería útil que entre las varias pruebas que los candidatos a la abogacía
hubiesen de superar con el fin de ser habilitados para el ejercicio de su profesión,
se incluyese también una de resistencia nerviosa como se exige a los aspirantes a
aviador.  No puede ser buen juez quién pierde la cabeza por una palabra mal
intencionada o mal entendida, o que ante la villanía del adversario sepa reaccionar
solamente con el tradicional gesto de los abogados de la vieja escuela de arrojar
el tintero a la pared.  
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Además de recto, el juez debe ser bondadoso y tener un profundo sentido
de las relaciones humanas, para observar siempre una conducta cortés y no
negarse a oír a las partes.  La extrema rigidez puede provocar la sospecha de que
se trata de un hombre venal. El juez debe ser juez y sólo juez; porque para eso se
le rodea de una serie de garantías y se ponen en sus manos facultades que no
tienen otros funcionarios. Independientemente es un gran honor dar clases en una
escuela de derecho, en donde se enseñan las experiencias adquiridas en la vida
profesional.
 
Solo puede ser juez, el que estima insuficiente el valor de cualquier dinero
para comprarlo; dicho de otra manera, quien subordina el valor de los bienes
materiales al de los morales. De manera sucinta podemos decir que los requisitos
que requiere un juez son los de todas las funciones que tienen algo de espiritual:
la sabiduría, la rectitud moral, la diligencia en el cumplimiento de los deberes que
el cargo impone, la experiencia y la lealtad del juzgador con el espíritu de la ley.
“Esa experiencia sólo se consigue con larga práctica y el continuo contacto con el
dolor humano.  Nada mejor para lograrla que una carrera judicial”.
 
El juez inteligente, probo y experimentado requiere también de diligencia,
los jueces deben resolver un número de casos que exceda a la dedicación propia
y de sus auxiliares, dictando sentencias con ligereza, porque como bien dice
Calamandrei: LA JUSTICIA HA DE SER DILIGENTE, PERO NO APRESURADA.
  El esfuerzo, a veces desesperado, de quien busca justicia,  no debe ser
infructuoso, y así como la ley debe actualizarse, el abogado tiene que ser cada día
más abogado, mejor jurista, mejor profesional, para luchar por un valor eterno que
ha sido objeto del anhelo del hombre desde que habita la Tierra: LA JUSTICIA.
 
 
 
 
 

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