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CAJAMARCA, DONDE EL PUEBLE ELIGE

Es bastante satisfactorio ver el resultado de la elección hecha por el pueblo de


cajamurqueses, al rechazar definitivamente la iniciativa de construir una mina a cielo
abierto en su territorio, la Registraduría entregó los resultados: 6.296 personas
participaron de los comicios, de las cuales el 97% eligió la opción de rechazar las
actividades mineras en su municipio.
La minería a nivel mundial tiene adeptos y detractores. Los primeros señalan que ésta
crea empleo, trae inversión al país y, en el caso colombiano, protege los territorios de la
ilegalidad, mientras que los segundos afirman que se crean daños irreparables a los
recursos naturales. Sin embargo, los resultados a favor del No a la extracción de oro en
Cajamarca fueron tan avasalladores (con más del 97 por ciento de la votación), y las
celebraciones de líderes políticos, ambientalistas y muchos colombianos fueron tan
entusiastas que hoy muchos se preguntan no sólo que motivó tal movimiento sino si este
será un punto de quiebre para el ejercicio de la minería en Colombia.
Lo primero que hay que decir es que, además del factor ambiental, existe otro elemento
clave del debate: el poder de las regiones. Irónicamente, pese a que esta actividad se
realiza en los municipios, por muchos años éstos han sido relegados a un segundo plano
en las decisiones esenciales sobre la extracción de sus recursos naturales.
En parte, ese ‘olvido’ se matizaba en el pasado con las regalías, millones de pesos que
entraban a las arcas municipales cada año en compensación por la actividad extractiva. Sin
embargo, cuando el gobierno Santos cambió el esquema de repartición de esos recursos,
con la famosa teoría de que había que esparcir la mermelada en todo el pan, los
municipios mineros se quedaron sin el dinero, pero no menguaron los impactos que esa
actividad produce en el territorio.
Esta situación inclina considerablemente la balanza, pues quienes votan en las consultas
son precisamente los habitantes de los lugares en las que se realizan las extracciones. En
el caso de Cajamarca, el municipio tiene una vocación agrícola y muchos de sus habitantes
creen que esa actividad estaría en riesgo. Los resultados habrían sido totalmente opuestos
si la consulta se hubiera realizado en Vetas y California, los dos pueblos de Santurbán que
llevan en la minería desde la colonia y no han conocido otra actividad. Sin embargo, aún
en ese caso, por mucho que una explotación minera sea ambientalmente sostenible o que
cumpla con los parámetros de reforestación y manejo del agua, difícilmente podrá ser
aceptada por una comunidad si se piensa como una imposición realizada desde Bogotá.
Al respecto, durante muchos años se entendió que en virtud del artículo 332 de la
Constitución es la Nación y no las entidades territoriales la competente para adoptar las
decisiones más importantes en relación con la determinación de los sitios en los cuales
podría llevarse a cabo la minería. En virtud de ello, el artículo 37 del Código de Minas
señalaba expresamente que ninguna autoridad regional, seccional o local podrá
establecer zonas del territorio que queden permanente o transitoriamente excluidas de la
minería, mientras que el Plan Nacional de Desarrollo 2014 – 2018 permitía al sector
central determinar zonas de reservas mineras estratégicas para la Nación.

Sin embargo, en los últimos años la Corte Constitucional revirtió esta tendencia,
señalando que las entidades territoriales y las comunidades locales también tienen
competencia para adoptar decisiones sobre los proyectos de minería que se lleven a cabo
en sus territorios.
La Sentencia C-035 de 2016 declaró exequible la norma del Plan Nacional de Desarrollo
que permitía al sector central crear zonas de reservas mineras estratégicas para la Nación
en el entendido que deberá concertarse con las autoridades locales de los municipios. Por
su parte, la Sentencia C-273 de 2016 fue mucho más allá y declaró inexequible el artículo
37 del Código de Minas que señalaba expresamente que ninguna autoridad regional,
seccional o local podrá establecer zonas del territorio que queden permanente o
transitoriamente excluidas de la minería.
Estas decisiones han sido los detonantes para que se inicien procesos de consulta en
muchas partes de Colombia para determinar si las comunidades desean o no que se
exploten recursos naturales en sus territorios. Tras décadas de exclusión, las comunidades
tienen por primera vez voz para pronunciarse. Asimismo, por cuenta de la reforma a la ley
de regalías, esta situación también ha creado la falsa idea de que todas las ganancias
económicas también se trasladan a la capital, desconociéndose que las entidades
territoriales reciben millones de dólares en tributos derivados de la minería. Solo que
ahora también reciben los municipios que no tienen esa actividad.
Sin embargo, en época de campañas políticas es mucho más rentable un discurso
regionalista que uno técnico. Especialmente con las elecciones del Congreso y la
Presidencia a la vuelta de la esquina. En este escenario, en el próximo año las consultas
populares mineras podrían convertirse en combustible para las campañas. Así, se anticipa
que en muchas regiones habrá una mezcla de política con decisiones técnicas
trascendentales para el futuro de los municipios.

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