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Sin embargo, en los últimos años la Corte Constitucional revirtió esta tendencia,
señalando que las entidades territoriales y las comunidades locales también tienen
competencia para adoptar decisiones sobre los proyectos de minería que se lleven a cabo
en sus territorios.
La Sentencia C-035 de 2016 declaró exequible la norma del Plan Nacional de Desarrollo
que permitía al sector central crear zonas de reservas mineras estratégicas para la Nación
en el entendido que deberá concertarse con las autoridades locales de los municipios. Por
su parte, la Sentencia C-273 de 2016 fue mucho más allá y declaró inexequible el artículo
37 del Código de Minas que señalaba expresamente que ninguna autoridad regional,
seccional o local podrá establecer zonas del territorio que queden permanente o
transitoriamente excluidas de la minería.
Estas decisiones han sido los detonantes para que se inicien procesos de consulta en
muchas partes de Colombia para determinar si las comunidades desean o no que se
exploten recursos naturales en sus territorios. Tras décadas de exclusión, las comunidades
tienen por primera vez voz para pronunciarse. Asimismo, por cuenta de la reforma a la ley
de regalías, esta situación también ha creado la falsa idea de que todas las ganancias
económicas también se trasladan a la capital, desconociéndose que las entidades
territoriales reciben millones de dólares en tributos derivados de la minería. Solo que
ahora también reciben los municipios que no tienen esa actividad.
Sin embargo, en época de campañas políticas es mucho más rentable un discurso
regionalista que uno técnico. Especialmente con las elecciones del Congreso y la
Presidencia a la vuelta de la esquina. En este escenario, en el próximo año las consultas
populares mineras podrían convertirse en combustible para las campañas. Así, se anticipa
que en muchas regiones habrá una mezcla de política con decisiones técnicas
trascendentales para el futuro de los municipios.