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Tesis de Licenciatura en Psicología

En Tierra de Hombres: un análisis sobre lo


femenino a través del cine

María Victoria Toribio


L.U. 39.256.644/0
Tutor de Tesis: Lic. Paula Mastandrea – Dni: 37.417.404
Año 2019

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Índice

Introducción...................................................................................................... 3

Planteo del problema de investigación ............................................................ 4

Marco Teórico ................................................................................................... 5

La construcción de subjetividades a partir de los imaginarios sociales ........... 5

Los imaginarios sociales en torno a lo femenino: la Mujer como Alteridad ..... 6

La mujer como construcción social compartida............................................... 7

Trastrocamiento de subjetividades .................................................................. 9

Resistencias frente a los nuevos modos de subjetivación ............................ 10

Estado del Arte ............................................................................................... 12

Representaciones sociales de lo femenino a través del cine ........................ 12

Construcción de subjetividades a partir de los estereotipos de la Mujer ....... 15

Metodología .................................................................................................... 17

Diseño y método de investigación................................................................. 17

Objetivos ....................................................................................................... 19

Desarrollo........................................................................................................ 20

Presentación de North Country ..................................................................... 20

La sociedad patriarcal y los roles estereotipados.......................................... 21

La mujer: lo ajeno y distinto .......................................................................... 22

La pasividad femenina: Mitos sociales en torno a la maternidad y la


conyugalidad ................................................................................................. 24

El quiebre de los ideales de pasividad: la aparición de nuevos modos de


subjetivación y sus consecuencias ............................................................... 25

Conclusiones .................................................................................................. 29

Bibliografía...................................................................................................... 31

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Introducción

La presente tesis se realiza como trabajo final en el marco de la carrera


de Licenciatura en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. El tema
abordado surge a partir del recorrido de la Práctica de Investigación “Cine y
subjetividad: el método de lectura ético – analítica de películas y series
televisivas” a cargo del profesor Michel Fariña, Juan Jorge.

El objetivo de la presente investigación es analizar cuál es el impacto en


la subjetividad femenina de los imaginarios sociales de maternidad y
conyugalidad en relación a la mujer. Esto parte del supuesto de que los mismos
condicionan y limitan su actuar en la sociedad. Para ello, se parte del film North
Country (Wechsler, Estados Unidos, 2005). Se prioriza al cine como material
privilegiado para abarcar los Estudios de Género en relación a las
representaciones sociales de la mujer y los roles estereotipados en el ámbito
laboral y familiar en un contexto socio-histórico particular.

El film fue escogido por plasmar la vida cotidiana de una mujer madre en
la década del ‘80 en Estados Unidos, que lucha por sus derechos en el ámbito
laboral a raíz de los abusos psicológicos y sexuales sufridos, y frente a los
prejuicios sociales que produce salirse del actuar esperado en una mujer en
dicha época. La pasividad exigida en la protagonista produce un cambio de
posición que funciona como instituyente en una sociedad donde lo instituido
radica en el patrimonio patriarcal. Este cambio de posición puede situarse en tres
escenas específicas que se desplegarán a lo largo del trabajo.

Es necesario poder contextualizar el momento en el cual se desarrolla la


historia del film. Es a partir de la década del ‘60 donde se comienza a visualizar
la segunda ola del feminismo en los países industrializados, que luego se
extienden en el resto del mundo como una ola expansiva a lo largo de las
próximas dos décadas (Bellucci, 1993).

Para dicha investigación se utilizará el método clínico-analítico de lectura


de filmes (Michel Fariña, 2014). Asimismo, se tendrán en cuenta autores
destacados para abordar la temática desde una dimensión social tales como

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Castoriadis y Jodelet. Y también, se recurrirán a autoras feministas desde una
perspectiva de género como Fernández, Beaviour, Tajer y Martínez, entre otras.

Planteo del problema de investigación


Gracias a la consolidación de diversos procesos en el ámbito social,
político y económico, se ha permitido pensar a las mujeres como nuevos sujetos
sociales productoras de nuevas subjetividades. La irrupción de la mujer en el
mercado laboral, su acceso a la educación, las nuevas modalidades de vivir su
erotismo, y la maternidad en segundo plano, son algunas de las expresiones de
cambio en los contextos actuales. Junto con las manifestaciones y los
movimientos en el plano legal y laboral por la sanción de leyes justas para las
mujeres, las denuncias de discriminaciones sufridas y la adquisición de códigos
públicos se puede entrever un gran avance en el camino hacia la libertad
femenina en el ámbito público y privado.

Todas estas dimensiones cuestionan las significaciones imaginarias


sociales que autentifican la desigualdad de derechos. Esto impacta en el lugar
tradicional de las mujeres, lo que implica no solamente modificaciones en los
espacios sociales por los cuales transitan sino también profundas
transformaciones subjetivas.

Es por lo explicado anteriormente que lo interesante de la elección del film


es poder visualizar cómo la mujer está representada socialmente y cuál es el
impacto en la subjetividad femenina de los imaginarios sociales de maternidad y
conyugalidad. A su vez, es interesante dar cuenta de cómo comienzan a caer
dichas significaciones imaginarias en una época donde recientemente se
empezaba a pensar en la desigualdad de géneros. Y también cómo los
cuestionamientos sobre los roles estereotipados encuentran resistencias en la
misma sociedad que los produce por la negación a abandonar los ordenamientos
sociales sostenidos hasta el momento.

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Marco Teórico

La construcción de subjetividades a partir de los imaginarios sociales


Fernández (2014) asegura que cuando una sociedad se instituye como tal
inventa significaciones a partir de la propia interpretación del mundo. Estas
producciones de sentido representan los esquemas compartidos socialmente
que operan como organizadores en el accionar, pensar y sentir de los hombres
y de las mujeres. Funcionan como mitos que sustentan la orientación y la
legitimidad de sus instituciones.

Desde la perspectiva de Castoriadis (1988), la sociedad organiza el


mundo por medio del mito. Este mito está conformado por un conjunto de
significaciones que empapan y orientan la vida de los sujetos. Y que no
corresponden a elementos racionales o reales, sino que están dadas por la
creación y la participación colectiva de los individuos dentro de una sociedad. El
autor denomina imaginario social al conjunto de significaciones compartidas.
Para él tiene un doble modo de existir: lo instituido y lo instituyente. La primera
hace referencia a aquellas significaciones que se fijaron y se establecieron. Es
lo que conserva la organización imperante que descansa sobre instituciones
cristalizadas. Mientras que lo instituyente es aquello que cuestiona lo
establecido, interpela y propone algo nuevo. Es lo opuesto y transformador que
intenta modificar el orden establecido a partir de su cuestionamiento
(Castoriadis, 1988).

Por otro lado, desde las concepciones de Jodelet (1986) se denomina


representaciones sociales a las modalidades de pensamiento práctico
orientadas hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno social,
material e ideal. Determina que éstas constituyen una explicación sobre cómo
los sujetos, que forman un colectivo, construyen aspectos de la vida cotidiana
que les permite poder definirla e interactuar con ella.

En esta línea, Di Iorio (2014) da cuenta de cómo dichas representaciones


se construyen en la historia de una determinada estructura social. Y cómo se
extienden a lo largo de la vida, y en medio de lo cual, tanto los afectos, los
valores, las necesidades, los estereotipos, entre otros, adquieren forma. A su

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vez, sostiene que las representaciones sociales no pueden pensarse sin los
valores y las prácticas. Ya que son conocimientos que están anclados en
determinado orden cultural que se constituye como matriz desde donde se
interpela el mundo, se lo carga de valores y de afectividad.

Según Verea (2004) poder trabajar con la dimensión imaginaria es de


suma importancia, ya que esto permite visualizar el peso de producción de
sentido que los miembros de una sociedad le atribuyen a la cultura. Es por eso
que la dimensión imaginaria determina la cultura como ese espacio simbólico
para la construcción de las identidades subjetivas y colectivas que son la vía por
la cual se percibe la realidad.

Los imaginarios sociales en torno a lo femenino: la Mujer como Alteridad


Como se explicó anteriormente, existen representaciones en torno a lo
femenino y a lo masculino que se sostienen a nivel colectivo. A continuación se
realiza un recorrido sobre aquellas significaciones en relación a la mujer, la
maternidad y la importancia de su función social dentro del ámbito público.

Uno de los imaginarios sociales compartidos radica en pensar a la mujer


como lo diferente y en consecuencia, como inferior. En El Segundo Sexo (2019)
Beauvoir conceptualiza que:

La relación entre ambos sexos no es la de dos electricidades, dos polos:


el hombre representa al mismo tiempo el positivo y el neutro (…) La mujer
aparece como el negativo, de modo que toda determinación se le imputa
como una limitación, sin reciprocidad (p. 47).

Y sostiene que la mujer siempre ha sido la vasalla del hombre porque


nunca han compartido el mundo en pie de igualdad. La mujer se presenta como
la Alteridad, como lo distinto y lo ajeno. Desde los ojos del hombre, es un misterio
sobre el cual le es imposible penetrar en la experiencia singular.

Sin embargo, la autora comenta que “No es posible dividir la sociedad por
sexos. Esto es lo que caracteriza fundamentalmente a la mujer: es la Alteridad,
en el corazón de una totalidad en la que los dos términos son necesarios el uno
al otro” (p. 51). El hombre que considera a la mujer como la Alteridad, encontrará

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en ella la complicidad para continuar con el orden establecido, sin
cuestionamiento alguno. Y a su vez, la hará partícipe para el cumplimiento de
sus deseos como hombre.

Lo que el hombre busca es realizarse mediante la Alteridad, mediante la


mujer. Se busca en todo entero en ella porque ella es toda la Alteridad tanto para
él como para ella misma y para lo que se espera de ella.

El problema radica en la medida en que se la considere como una


Alteridad, es imposible mirarla como otro sujeto. El acto de posicionar al Otro
como ajeno a Uno permite que el hombre se ratifique como individuo. Siguiendo
a Hegel (1807) el sujeto sólo se afirma cuando se opone. Es así como se enuncia
como esencial convirtiendo al otro en inesencial, en objeto (citado en Beauvoir,
2019).

Las mujeres nunca fueron un grupo separado que se afirmaron para sí,
frente al grupo masculino. Nunca tuvieron una relación directa y autónoma con
los hombres. Es por eso que la autora sostiene que: “La Alteridad es la pasividad
frente a la actividad, la diversidad que rompe la unidad, la materia opuesta a la
forma, el desorden que se resiste al orden. La mujer queda consagrada al mal”
(p.137). Con esto da cuenta de la mancha original que carga el sexo femenino.

La mujer como construcción social compartida


En La mujer de la ilusión (2014), Ana María Fernández propone que la
mujer es una ilusión social recreada a partir de un momento histórico
determinado y según las necesidades contextuales. Frente a dichas
necesidades, los hombres y mujeres construyen conjuntamente qué es ser mujer
y qué es ser hombre. “Estos discursos ordenan, legitiman, disciplinan y definen
los lugares de los actores de las desigualdades y su subordinación en los
espacios sociales y subjetivos” (p.29). Es así como a partir de estas
construcciones colectivas, imaginarios sociales, legitimados mediante los
discursos se validan las normas de ordenamiento social y se permite conocer la
producción de subjetividades de los miembros que los componen.

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Mujer = Madre y Mujer = Esposa
Los imaginarios sociales en torno a la mujer encuentran sus argumentos
en una serie de mitos. Fernández (2014) hace un recorrido de los mitos en
relación a la mujer que define su lugar dentro de la sociedad. Plantea la
importancia del mito Mujer = Madre sosteniendo que:
La maternidad es la función de la mujer y a través de ella, la mujer alcanza
su realización y adultez. Desde esta perspectiva, la maternidad da sentido
a la femineidad; la madre es el paradigma de la mujer (…) la esencia de
la mujer es ser madre. (p.161)

Martínez (1993) plantea la ilusión de la naturalidad de la función maternal


a partir de las características y la anatomía femenina. Contempla cómo las
propiedades biológicas (gestación intrauterina, parto y amamantamiento)
reducen a la maternidad a un hecho biológico y cómo la práctica específica del
cuidado de los niños recae sobre la responsabilidad de la figura femenina. Estas
hipótesis contribuyen a la idea de que el destino de la mujer es el de ser madre
pese a que esto no concuerde con sus propios intereses.

A su vez, Verea (2004) habla acerca de “La Madre” como una


representación ideal, abstracta y generalizadora que encarna la esencia de la
maternidad: el amor materno, la paciencia y la tolerancia, la capacidad de
proteger y sacrificarse. Y a partir de este Gran Matriz, aparecen los estereotipos
de “buenas madres” y “malas madres” que nacen del acercamiento o alejamiento
del ideal materno. El concepto de “mala madre” incluye a esas mujeres que
contradicen la naturaleza de todas las mujeres, la de ser madre y saber serlo. Es
por ello que destaca que pareciera que toda la subjetividad de quien cumple la
función materna se reduce a ser madre.

Si se retoma nuevamente a Fernández (2014) se podría pensar en un


tercer elemento que constituye el imaginario social en torno a la mujer: la
importancia de la conyugalidad. La autora la conceptualiza como un escenario
donde se ponen en juego las estrategias de poder entre los géneros sexuales.
En esta escena persiste la forma de subjetividad femenina de ser de otro y la
pasivización de su erotismo con el objetivo de sostener el contrato conyugal.
Este pacto matrimonial nace del ideal de poder desarrollar proyectos de vida, en
conjunto con el objetivo de la crianza de los niños. Frutos del amor y la
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coexistencia de la pareja basada en la complementariedad de las funciones:
hombre como sostén económico y mujer como ama de casa cuidadora de los
hijos.

Trastrocamiento de subjetividades
Actualmente las categorías de lo femenino y lo masculino están entrando
en revisión, ya que lentamente empiezan a cuestionarse los ordenamientos que
sostienen las diferencias de los sexos. Fernández (2014) considera que hay un
tránsito de la heteronomía a la autonomía económica y erótica de la mujer. Un
tránsito de la maternidad, como eje central de su proyecto de vida, a algo
secundario, acotado y de mayor participación social. Este pasaje de forma de
subjetividad femenina radica en dejar de ser de Otro dando lugar a una nueva
producción de ser para sí.

De esta manera, Tajer (2009) llega a la conclusión de que a partir de los


cambios históricos comienzan a producirse nuevos impactos en los modos de
subjetivación de varones y de mujeres. Para Bleichmar (2005), los modos de
subjetivación son construcciones conceptuales que refieren a la relación entre
las formas de representación que cada sociedad crea para la conformación de
sujetos y las maneras en las que cada sujeto constituye su singularidad (citado
en Tajer, 2009).

Para Tajer (2009) se puede hablar de tres modos de subjetivación cada


uno de los cuales se instituye en base a representaciones mediante las cuales
las mujeres son medidas y valoradas socialmente. Estos no son estáticos, sino
que se pueden presentar en la misma época e incluso pueden coexistir. También
una persona puede presentar características de un modo de subjetivación
diferentes al predominante en distintas situaciones.

El primero se define como modo tradicional de subjetivación de género


femenino en el cual las mujeres, en la Modernidad, estructuraron su vida con los
valores de maternidad y la conyugalidad como áreas fundamentales de
desarrollo vital dejando por fuera el desarrollo laboral o personal. La postergación
personal es necesaria para ser considerada una “mujer decente” merecedora de
ocupar el lugar de acompañante del marido. Este modo tradicional incluye una

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división asimétrica de roles por los cuales los varones gozan de mayores
posibilidades y se encargan de la provisión económica y simbólica de los
hogares. Mientras que las mujeres deben responder a lo que el ideal social
propone: ocupar los roles tradicionales de permanecer en el hogar, estar
calladas, ser obedientes y no protestar.

El segundo modo de subjetivación que propone la autora lo sitúa en la


mitad del siglo XX a raíz de la entrada masiva de las mujeres al mercado laboral.
Lo denomina modo de subjetivación transicional. Frente a la ecuación de Mujer
= Madre (Fernández, 2014) se agrega la inserción laboral y profesional. Pese a
que continúa la expectativa de que el varón sea el principal proveedor económico
y simbólico y que el dominio masculino se mantiene, aparece un nuevo
protagonismo en la mujer. El sistema de ideales continúa basándose en la
maternidad y la conyugalidad como valores fundamentales pero combinados con
expectativas del mundo público. Igualmente las realizaciones personales siguen
teniendo lugar en un plano secundario.

El último modo de subjetivación propuesto por Tajer (2009) aparece en la


actualidad y lo denomina modos innovadores de subjetivación de género
femenino. El plural corresponde a la diversidad y a la amplia gama de
modalidades de construcción subjetiva. La maternidad y la conyugalidad se
presentan como una opción y no como mandato en la construcción del proyecto
de la femineidad. En estos casos, la inclusión laboral figura como una condición
para el autosustento, propio de este modelo, ya sea que la mujer viva sola, en
pareja o en familia. El ideal de trabajo se manifiesta a la par del ideal de
maternidad.

Resistencias frente a los nuevos modos de subjetivación


Los nuevos modos de subjetivación producen efectos en las sociedades.
La principal consecuencia es la resistencia a abandonar la división de roles de
acuerdo al sexo y los ordenamientos sociales que rigen los actuares tanto de los
varones como de las mujeres. En relación a la institución familiar Fernández
(2014) sostiene que:

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Los conflictos que en ella se producen frente a la nueva situación, no son
de índole exclusivamente afectiva. Aunque puedan expresarse muchas
veces en ese plano, sino que abarcan intereses materiales e involucran
permanentemente las relaciones de poder entre sus integrantes. Esta
nueva realidad social produce una “crisis” (…) de los pactos y contratos
que regían las relaciones familiares y extrafamiliares entre hombres y
mujeres. Crisis de los contratos explícitos e implícitos, de lo dicho y lo no
dicho, que habían delimitado lo legítimo en las relaciones entre los
géneros, en los últimos tiempos (p.17).

No solamente la resistencia se presenta en el ámbito familiar, sino que


hay un impacto negativo a nivel social, frente a la novedad que la mujer empieza
a salirse del rol pasivo exigido y comienza a tener voz propia:

Es interesante ver qué sucede cuando una mujer accede a un lugar de


poder y su palabra entonces adquiere razón cuestionando lo instituido. A
su alrededor los hombres se distraen de discutir las ideas que ella
presenta o de llevar a la práctica las acciones que ella dirige. Ya que no
pueden sustraerse de algún atractivo que ella posea. También algunas
mujeres parecieran envidiarlas, como si las animara un oscuro
sentimiento de traición (…) porque una ha salido del conjunto de las
idénticas, se ha individuado y tiene voz particularizada (p. 113).

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Estado del Arte

El objetivo radica en indagar sobre el estado actual de investigaciones


realizadas acerca de los imaginarios sociales sobre la mujer. Para ello se
realizan búsquedas en bases de datos de investigaciones científicas. Estas
investigaciones arrojan diversos estudios efectuados en el campo, de los cuales
se toman dos ejes que se creen más pertinentes.

Representaciones sociales de lo femenino a través del cine


En el primer eje de análisis, se tienen en cuenta investigaciones que
permiten pensar en cómo la mujer se ve representada en el cine.

Virginia Guarinos Galán (2008) en Mujer y Cine sostiene que a comienzos


del siglo XXI, la televisión e Internet se convirtieron en los medios más rápidos
en captar los fenómenos de la realidad empírica. De esta manera, han logrado
representarlos y simbolizarnos permitiendo que estos formen parte del
imaginario colectivo. Pero en el caso del cine, éste es más conservador que los
otros medios cuando debe incluir en sus historias y personajes las
preocupaciones actuales.

Desde las teorías fílmicas feministas, los primeros trabajos de esta


corriente tuvieron una postura crítica del cine desde una perspectiva decidida y
feminista. Se pretendía con ello:

Como decía Annette Kuhn (1991), hacer “visible lo invisible”, entendiendo


por ello enfocar con la mirada aquello que está en la pantalla y no es visto,
pasa desapercibido. Es decir, observar esa posición de la mujer como
miembro de una plantilla del sistema de producción cinematográfica o
como elemento narrativo, expuesto a la mirada a través de los créditos o
a través de los personajes. (p. 104)

Este proceso se convirtió en dos líneas de fuerza de investigación. El


primero, de orden sociológico, que rastrea la presencia de la mujer en la
producción cinematográfica. Y el segundo de orden teórico, que profundiza en
los estereotipos de la mujer propuestos desde los orígenes del cinematógrafo.

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La autora considera que:

El cine es un modo de representación y como tal puede tomar la realidad


y reconstruirla formando un universo nuevo con sus propias reglas. En
este sentido, el cine puede usar y necesita usar los estereotipos por una
simple cuestión de funcionalidad narrativa. En la base de cada personaje
debe encontrarse un estereotipo que haga identificable su
comportamiento y sus actos como parte de un sistema narrativo por parte
del espectador (p. 115).

Es de esta manera que Galán afirma que la vida funcional de la mujer


personaje es siempre estereotípica. Ya que se basa en estereotipos
normalizados y aprehendidos socialmente. Algunas de las principales
representaciones sociales de lo femenino reflejados en el cine son las siguientes:
la ama de casa feliz, la chica mala, la guerrera, la solterona, la virgen, la madre
dominante, la madrastra, la superheroína entre otros.

En relación al actante, el estado de la mujer es el de la pasión y el dejarse


hacer. La figura femenina queda ubicada en posiciones periféricas
representadas como objetos, ayudantes y oponentes y destinatarias de la
actuación de otros. Siempre en un rol pasivo, siendo figuras secundarias y sin
autonomía narrativa.

Para concluir, la autora sostiene que gracias a los cambios contextuales


y a las nuevas luchas feministas, la mujer como personaje principal y sujeto
actante, ha ido ganando terreno en el cine en los últimos veinte años. Aunque el
cine patriarcal continúa existiendo en la gran mayoría del cine comercial:

Un cine dominado por el sistema que de vez en cuando se limpia la


imagen con alguna película políticamente correcta desde el punto de vista
feminista, o así se publicita. No es una feminización, sino un relativo
debilitamiento de lo masculino (p. 110).

Es necesario destacar que dicho artículo fue presentado hace una década
y que en los últimos años hubo producciones que intentaron plantear alguna
ruptura con dichos estereotipos: Las sufragistas (Gavron, Reino Unido, 2015);
Carol (Haynes, Estados Unidos, 2015); Tully (Reitman, Estados Unidos, 2018),

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entre otras. Y también en las películas animadas para niños ya se han empezado
a ver cambios en los estereotipos establecidos para lo femenino. Por ejemplo, el
film Valiente (Andrews, Chapman y Purcell, Estados Unidos, 2012), Frozen (Buck
y Lee, Estados Unidos, 2013), Toy Story 4 (Coleey, Estados Unidos, 2019), entre
otras más.

Por otro lado, en El dilema de lo femenino; Diversas concepciones sobre


el rol de la mujer a partir de la narrativa cinematográfica, las autoras Paragis y
Mastandrea (2017) señalan la importancia de los medios masivos de
comunicación para la trasmisión de representaciones sociales sostenidas por el
orden patriarcal en torno al film The Hours (Daldry, Estados Unidos, 2002), en
tanto estas representaciones refuerzan los roles tradicionales de género. En el
caso de la figura femenina, se destaca la importancia de la maternidad: la mujer
debe tener hijos para poder desarrollar todo su potencial, y ésta es su prioridad.
Esta construcción cultural suele derivar de la estigmatización de aquellas
mujeres que no han cumplido con el rol de madre impuesto socialmente. Las
autoras sostienen:

Si bien vemos que suele representarse a la maternidad como una


elección, es posible evidenciar que a través de los universos simbólicos
que los medios propician, ésta sigue siendo un mandato imperativo para
la subjetividad femenina. Es decir que se utiliza cierta infraestructura
ideológica para operar en las representaciones sociales y el imaginario
colectivo, ya que a través de las imágenes se transmiten diversos ideales
sobre lo que se espera de las mujeres (p. 238).

Desde esta línea, podría pensarse que hoy el patriarcado impone unos
patrones de maternidad más invisibles pero no menos efectivos. Es decir, ésta
ya no aparece como una obligación o única misión en la vida de la mujer. Sino
como una opción atractiva que hará que llenen sus vidas y se sientan completas.
“Resulta evidente que la maternidad continúa perfilándose como uno de los
pilares de la subjetividad de las mujeres, al punto de que no ser madre sigue
siendo algo reprobable a nivel social” (Paragis y Mastandrea, 2017, p. 238).

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Construcción de subjetividades a partir de los estereotipos de la Mujer
En relación al segundo eje, se retoman dos investigaciones para dar
cuenta de cómo los roles estereotipados en relación a la maternidad impactan
en la construcción de subjetividades.

Paterna y Martínez (2002) en su estudio Tradicionalismo de los roles


maternales y la relevancia del trabajo destacan el alto nivel de gratificación del
trabajo asalariado en la vida de la mujer. A partir de los aportes de Lewis (1991),
dan cuenta que en las últimas décadas se ha confirmado que el desarrollo
femenino es más pleno con dos tipos de roles: a través de la maternidad y el
trabajo remunerado (citado en Paterna y Martínez, 2002).

A su vez, Paterna y Martínez (2002) sostienen la presencia de una


construcción social del ideal de madre, del modelo laboral masculino y los
estereotipos sobre las madres que trabajan. Y dan cuenta de cómo estas
construcciones generan dilemas en las mujeres al tener que hacer compatibles
ambas parcelas. Las mujeres deben asumir los estereotipos negativos que la
sociedad desarrolla sobre las madres y, a su vez, tienen que construir
activamente su propia realidad para conseguir éxito en las estructuras
dominantes machistas.

En un estudio más actual, Ser mujer: entre la maternidad y la identidad


(2016), Agudelo Londoño, Bedoya García y Osorio Tamayo se preguntan cómo
se puede responder a la pregunta “¿qué es ser mujer?” dejando de lado las
concepciones culturales y los roles que históricamente desempeñó.

Ellos sostienen que para definir a la mujer es necesario tener en cuenta


distintas variables: las condiciones culturales de la definición de los roles de
género, las condiciones biológicas y fisiológicas propias de la constitución
sexual. Sin embargo, para Fuller (2001) pese a que el concepto de mujer suele
describirse por las características correspondientes a la maternidad, es
importante destacar que la mujer, desde su identidad, construye diversos
significados que pueden comprenderse como la expresión de su “ser” (citado en
Agudelo Londoño et al., 2016).

Los autores conceptualizan a la maternidad como construcción de


identidad, pero buscan manifestar que no es la única opción, y que la mujer tiene

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otras posibilidades con las que puede identificarse y, de esta manera, alcanzar
su realización. Pese a la presión social, cultural, familiar e individual que implica
responder a este rol, en el momento actual las mujeres incluyen en sus proyectos
de vida otra variedad de metas. Es de esta manera, que sus realizaciones
personales ya no recaen solamente en ser madres. Esas otras posibilidades, al
igual que la maternidad, también les aportan felicidad y satisfacción. “Los
cambios culturales han invitado a reflexionar sobre la definición del ser mujer y
sus expresiones de identidad, desde una perspectiva desarticulada del rol
materno” (p. 310).

Para concluir, sostienen que definir a la mujer en términos generales es


inútil debido a que no se tienen en cuenta las múltiples expresiones que cada
mujer logra construir desde su propia subjetividad atravesada por su recorrido
individual y los ideales colectivos. La identidad se construye en torno al deseo o
la motivación de las personas, a su capacidad de elección y de esta manera de
elegir aquello que más lo identifique. “En consecuencia los intentos de definir el
ser mujer desde las formas determinantes de la experiencia colectiva y las
definiciones basadas en estereotipos, denotan una mirada que descuida e ignora
la riqueza que hay en la diversidad” (p. 310) .

De esta manera, retoman a Alcoff y terminan diciendo que no sirve


reemplazar la imagen de la mujer nacida para ser esposa y madre, por otra
imagen basada en la mujer profesional más indistinguible de los hombres. Ya
que cualquier definición es una forma de estereotipar y de encasillar a la mujer
(citado en Agudelo Londoño et al., 2016).

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Metodología

Diseño y método de investigación


La presente tesis se enmarca dentro de la Práctica Profesional y de
Investigación Cine y Subjetividad: el método clínico analítico de lectura de
películas y series televisivas. En el cual se realizó un análisis profundo sobre la
película North Country (Wechsler, Estados Unidos, 2005).

El método elegido en la presente investigación es de carácter cualitativo-


descriptivo. Según Denzin y Lincoln (1994), la investigación cualitativa es
multimetódica, naturalista e interpretativa. Esto quiere decir que se indaga sobre
situaciones naturales con el objetivo de interpretar los fenómenos a partir del
significado que las personas le otorgan. Dicha investigación abarca el estudio, el
uso y la recolección de materiales empíricos, en este caso el film utilizado, los
textos y capítulos de libros, que permiten poder indagar sobre las problemáticas
habituales de la vida cotidiana de los individuos.

En esta línea, según Morse (2005), los métodos cualitativos constituyen


un modo particular de indagar, una forma de ver y de conceptualizar e interpretar
la realidad. La investigación de este estilo permite poder comprender y hacer el
caso individual significativo en el contexto de la teoría.

Este análisis se apoya también en el método clínico-analítico de lectura


de películas de Michel Fariña (2014). Siguiendo a Michel Fariña y a Tomas Maier
(2016) el cine permite ilustrar grandes problemáticas psicológicas y éticas de la
existencia humana haciéndose de utilidad para la investigación en el campo de
la psicología. A través de la narrativa cinematográfica se busca reflexionar,
analizar y profundizar sobre la problematización que nos interpela como
profesionales de la salud en la actualidad.

A su vez, los autores recurren al paradigma indiciario de Carlo Guinzburg.


Este consiste en realizar un rastreo de huellas y vestigios, recolectando indicios,
poniendo especial atención en datos marginales y pequeños detalles que
escapan a la observación genérica. Se trata de remontarse a datos secundarios
de una realidad compleja con el objetivo de que el observador pueda construir
una secuencia narrativa que previamente no estaba dispuesta. A este tipo de
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razonamiento se lo conoce como abductivo. Dicho método permite la creación
de una hipótesis que explique las posibles razones o motivos del hecho mediante
las premisas obtenidas. Es de esta manera, que el investigador crea su propio
material de análisis a partir de los detalles que le han resultado significativos
(Michel Fariña y Tomas Maier, 2016).

Según lo postulado por Cambra Badii (2018) el cine podría considerarse


como una vía de acceso conceptual a problemáticas complejas del campo de la
subjetividad. Es así como se permiten estructurar nuevos modelos
metodológicos de comprensión o incluso de creación de problemas complejos
en el marco de la psicología. La narrativa cinematográfica se convierte en una
vía privilegiada para estudiar los dilemas de nuestra práctica cotidiana como
psicólogos y a su vez, nos permiten acceder a las representaciones actuales
como indicadores privilegiados de una determinada cultura de época.

Es importante poder destacar la importancia del cine para los Estudios de


Género, Iadevito (2014) sostiene que las narrativas del cine configuran espacios
de significación que permiten poder observar y analizar las modalidades en que
las marcas de género instituyen las redes culturales de una sociedad. Y que a
su vez, la perspectiva de género en el análisis fílmico resulta productiva para
poder comprender la relación entre hombres y mujeres a través de la historia. De
esta manera se pueden identificar los mecanismos de reproducción y
cuestionamiento de las representaciones culturales. Si se tienen en cuenta los
aportes de Hall (2000) las experiencias de las mujeres representadas y narradas
por el cine son “algo” que no puede ser pensando en sentido objetivado, sino
que siempre están siendo construidas por una memoria, una narrativa o un mito
que expresa ciertas perspectivas culturales del mundo (citado en Iadevito, 2014).
Es por eso que los estudios sobre feminismo y cine ponen énfasis en el espacio
cinematográfico como productor de sentidos y significados. Desde ésta línea, “lo
femenino” se entiende como una dimensión subordinada y bloqueada por el
orden patriarcal y el cine como dispositivo de denuncia y manifestaciones
feministas.

Es por lo explicado anteriormente, que la lectura de filmes resulta de


particular importancia para la investigación actual ya que permite poder
profundizar y conocer la complejidad del objeto de estudio. Es así que al tener
18
en cuenta detalles de la cinta cinematográfica que resultan importantes para la
investigación, se logró un análisis posible sobre la problematización planteada
en el apartado de la introducción.

Objetivos
Objetivo general

 Analizar, a partir del soporte audiovisual del film North Country, cuál es el
impacto en la subjetividad femenina de los imaginarios sociales de
maternidad y conyugalidad en relación a la mujer.

Objetivos específicos
 Advertir las diferencias de género en dicha comunidad y los roles
estereotipados en el ámbito familiar y en el laboral.
 Distinguir las resistencias, frente al quiebre de los ideales de pasividad en
la mujer, por parte de la comunidad en la que se desarrolla el film.
 Indagar cómo la mujer está representada socialmente en el film.

19
Desarrollo

Presentación de North Country


La película se basa en la historia real de una mujer, Josey, que vuelve a
su pueblo natal en el norte de Minnesota escapando de su marido que la maltrata
físicamente. Es una madre soltera, con dos niños a su cargo, que encuentra
trabajo en la fuente principal de empleo de la región: las minas de hierro. Como
antecedente de esta historia, se sabe que en 1975, las minas de hierro de esta
región contrataron a la primera mujer minera. Para 1989, los varones empleados
sobrepasan a las mujeres por 30 a 1; por lo tanto, la industria minera se
encuentra dominada por varones. Es en este año que transcurre la historia de la
película.

En dicho lugar, la protagonista encuentra amistades y complicidad con el


pequeño grupo de mujeres que forman parte de la empresa. Pero también,
humillaciones por parte de los varones. A lo largo de todo el film, tanto Josey
como sus compañeras son víctimas del acoso sexual y psicológico ejercido por
el resto de los trabajadores. Lo que la lleva a embarcarse en una lucha por vía
judicial contra la empresa minera, para protegerse a ella misma y al resto de las
mujeres.

Lo interesante de este film es el quiebre y el cambio en la posición


subjetiva de la protagonista. La misma llega a cuestionarse, inconscientemente,
sobre el orden social establecido y los estereotipos en relación al rol que debe
ocupar ella como mujer. Para poder analizar en profundidad cuáles son los
efectos de las imposiciones que se le hacen a la protagonista, es necesario poder
puntualizar un recorte importante en el film que dé cuenta de esto.

Existen tres puntos de quiebre fundamentales, que llevan a Josey a poder


pensar qué es lo que verdaderamente quiere para su vida. El primero, podría
ubicarse en una de las primeras escenas dónde ella decide acabar con el
maltrato físico y cotidiano de su pareja. Ella escapa de su vida de ama de casa
y de las humillaciones sufridas para volver a su pueblo natal en busca de una
segunda oportunidad.

20
La segunda vivencia se ubica cuando Josey comienza a trabajar en la
industria minera. Un ambiente exclusivamente de varones. Más allá de la
necesidad económica, ella consigue otros trabajos considerados “femeninos” en
la peluquería local.

El tercer punto de quiebre fundamental en la protagonista radica en la


decisión de llevar a juicio a la empresa minera por las humillaciones y los
maltratos hacia ella y las demás trabajadoras, a sabiendas que tendría muchas
posibilidades de perder y pese a los comentarios de su amigo y abogado White:
“Aún si llegas a ganar no ganas. O estás loca y te lo imaginaste o eres una puta
y te lo ganaste” manifestándole que no importa lo que ella haga, las cosas van
a continuar igual. Es por tal motivo es que Josey decide llevar adelante el juicio,
con la intención de que su verdad cotidiana sea escuchada.

Más allá del relato que acontece a lo largo de todo el film, es importante
poder situar de qué manera North Country logra romper con lo que propone
Galán (2008) acerca de cómo la mujer se ve representada socialmente mediante
estereotipos normalizados en el cine. El personaje de Josey escapa a los roles
pasivos y no cumple con figuras secundarias, sino que es su voz aquella que se
hace escuchar a lo largo de todo el film.

La sociedad patriarcal y los roles estereotipados


El film refleja una ciudad donde lo instituido que conserva la organización
imperante es una sociedad patriarcal, en la cual no existe la búsqueda de
beneficios en conjunto. Es decir, que a partir de la construcción de
representaciones sociales instituidas dentro de la sociedad que las comparte
(Jodelet, 1986), se pueden advertir diversas lógicas mediante las cuales se
anuda que lugares ocupa el varón y que roles la mujer. En esta sociedad, los
varones dedican su tiempo a trabajar fuera del hogar para cumplir con las
obligaciones de ser el proveedor económico de la institución familiar. La
participación masculina en el cuidado de los niños es nula y recae sobre la figura
femenina que es la que se encuentra limitada al hogar sin posibilidad de transitar
espacios laborales considerados como masculinos. A su vez, se presiona su
silencio frente a situaciones de violencia sufridas dentro del hogar. Estas

21
representaciones sociales se consolidan a partir de los imaginarios colectivos
(Castoriadis, 1988) compartidos en relación a una superioridad machista.

A lo largo del desarrollo del film, se pueden observar desigualdades al


acceso del espacio público a partir de cómo se conciben los roles de mujeres y
varones de acuerdo al sexo. Principalmente, el acceso al ámbito público por
parte de las mujeres se encuentra limitado y la desigualdad de género se
visualiza en comentarios como “Este (ámbito minero) no es ámbito para mujeres
y ustedes deberían estar agradecidas por estar trabajando habiendo tan poco
empleo”. Estos discursos ilícitos y sostenidos colectivamente permiten
comprender la producción de subjetividades a nivel social y operan como
organizadores en el accionar, el pensar y el sentir de cada uno de sus miembros
(Fernández 2014). Dichas producciones subjetivas determinan que el lugar de
la mujer es subordinado y dependiente, y está basado en la sumisión, la
aceptación y el no cuestionamiento del orden establecido.

La mujer: lo ajeno y distinto


Para poder entender la superioridad machista sostenida colectivamente
en el film, es necesario poder situar las representaciones sociales sobre lo
femenino en dicha estructura social e histórica (Di Iorio, 2014). Si se tienen en
cuenta las necesidades sociales en relación a los comportamientos que se
esperan y se exigen en la época, se puede decir que la mujer es una ilusión
social y recreada (Fernández, 2014). La necesidad de cumplir con roles
estereotipados conlleva la construcción de mujeres dóciles limitadas al dominio
doméstico y al cuidado familiar. Es de esta manera, que el sexo femenino
aparece representado en el film como pasivo, frágil y dependiente. Las mujeres
figuran como sujetos obedientes predestinados a quedarse en el hogar sin
cuestionar sus destinos. Y en caso de acceder al ámbito masculino, como lo es
el de la industria minera, deben responder sumisamente y callar ante las
humillaciones sufridas, sin polemizar los acosos de los que son víctimas.

En esta sociedad patriarcal, la relación entre el varón y la mujer no puede


pensarse como la de dos electricidades. El hombre considera a la mujer como
algo distinto a uno, como una Alteridad, como lo Otro (Beauvoir, 2019). A partir

22
de estas concepciones, queda justificado que el espacio no esté compartido en
pie de igualdad. Las humillaciones, los maltratos, los comentarios de
superioridad y el menosprecio hacia las denuncias y necesidades de Josey dan
cuenta de cómo los varones necesitan de la contradicción y la negación, para
reafirmar su autoridad como varones absolutos.

Sin embargo, el varón necesita de la complicidad de la mujer, de la


aceptación de su desventaja, para que la sociedad continúe rigiéndose por las
reglas que él mismo impuso durante los siglos. Hay una necesidad implícita de
que la mujer no cuestione el orden sancionado con reglas que a él lo benefician
y a ella la excluyen. Esta complicidad es sumamente necesaria para que el
mundo continúe perteneciéndoles a ellos. Es por eso que para Beauvoir (2019)
no se puede dividir la sociedad por sexos. La mujer es la alteridad en la totalidad
en la que los dos términos, hombre y mujer, se necesitan mutuamente.

Transformar al diferente en peligroso o inferior trae aparejada la


necesidad de producir y reproducir las condiciones que lo hagan posible. Es por
eso que la sumisión de la mujer es necesaria para que las cosas continúen tal
cual fueron aplicadas. Esto se ve reflejado en el film en el silencio cómplice que
se le exige a la protagonista frente a los maltratos y las humillaciones sufridas.
Así como también la familia de Josey, su madre y su padre son testigos y callan
frente a las situaciones de violencia. Como si la sumisión fuese un hecho natural.
La formación de consenso juega un papel decisivo. La aceptación y la
acomodación frente a dichas situaciones de violencia autorizan y permiten que
éstas continúen sucediendo.

Algunos de los comentarios retomados de la película en relación a estos


sucesos son los siguientes. Al verla golpeada su madre le pregunta “¿Te ha
encontrado con otro hombre? ¿Por eso te ha pegado?”. Su madre también toma
una posición justificativa acerca de los moretones “Los hombres necesitan
trabajo y él no lo tenía” de allí su accionar. Sin embargo, ellos no son los únicos
que manifiestan disconformidad con la llegada de su hija, el mismo pueblo la
crítica por tener hijos de distintos padres y por querer trabajar en la industria
minera.

23
La pasividad femenina: Mitos sociales en torno a la maternidad y la
conyugalidad
Según Castoriadis (1988) la sociedad organiza el mundo mediante mitos
que orientan y empapan la vida de los sujetos. Estos mitos no corresponden a
elementos reales o racionales, sino que se construyen de forma imaginaria a
partir de la participación de los individuos. Con el propósito de entender los
efectos que produce la ruptura que inscribe la protagonista a raíz de las tres
vivencias nombradas anteriormente, se recurre al análisis de los mitos sociales
en relación a qué es la mujer y qué se espera de ella.

Algunos puntos a tener en cuenta dentro de los imaginarios sociales en


relación a la mujer concebida sexualmente pasiva, frágil, emotiva, dependiente,
predestinada a la maternidad y que condiciona el actuar de la protagonista son
los siguientes. Por un lado el mito de que la mujer debe dedicarse
exclusivamente al cuidado de sus hijos. Y por otro, el rol que debe ocupar dentro
de la vida conyugal.

Cuando Josey le comenta a su madre que va a emplearse dentro del


ámbito minero, ella le contesta “Tu trabajo es el de cuidar a los niños. El de tu
padre es la mina”. Si se retoma a Fernández (2014) y el mito Mujer=Madre, con
esta frase se plasma cómo su madre se encuentra tomada por la lógica que
anuda lo femenino a la obligación de ser madre y a la dedicación exclusiva a ello.
La representación social de lo femenino ligado a estas cuestiones, da cuenta de
cómo la maternidad aparece como la principal función que Josey debería cumplir
y privilegiar. Dentro de la pareja, la responsabilidad del cuidado de los hijos recae
sobre Josey. A lo largo de todo el film se visualiza que ella es la única que atiende
a sus necesidades. Esta práctica caracterizada por la exclusividad de los
cuidados de los niños por parte de la madre contribuye a la idea de que las
mujeres han nacido para ser madres (Martínez, 1993).

Sin embargo, este destino no corresponde ni concuerda con los propios


intereses de la protagonista. Pese a encontrar gratificación en la maternidad,
puede observarse una tensión latente, en el desarrollo de la película, en relación
a dos elementos que se contraponen: por un lado, una sociedad que le exige
que cumpla con su rol de madre, y le condiciona su libertad reduciéndola a

24
quedarse en el hogar cuidando a sus hijos; por otro, el deseo de libertad, de
autonomía económica y de realizarse por fuera de la maternidad.

Por otro lado, también ocurre que a esta ecuación de Mujer = Madre se le
agrega un tercer elemento: Esposa. Para ello es necesario tener en cuenta que
dentro de la sociedad patriarcal en la que se encuentra inmersa Josey hay
indicios sobre la importancia del matrimonio, en los cuales se filtra la importancia
del control y el poder ejercido en el seno matrimonial: la subordinación a su
marido, la buena esposa dependiente y sumisa.

Múltiples veces la protagonista se ve expuesta ante comentarios de índole


negativos sobre que ella no está casada y que tiene dos hijos de distintos padres.
La relación que la protagonista mantiene con su pareja no es conyugal en
sentidos legales pero igualmente pueden analizarse algunas cuestiones. Un
punto a tener en cuenta, es que la falta de matrimonio de Josey funciona como
una novedad dentro de una sociedad donde lo normal proviene del orden que
establece el matrimonio. Al no estar casada, y al criar a sus hijos por fuera de lo
que dispone el contrato conyugal, Josey es vista como una “mala madre” (Verea,
2004) que no cumple con las expectativas de ideales de ese papel social, y que
quiere ocupar lugares que no le corresponden: ser el sostén económico de su
familia sin estar en el hogar para cuidar a los niños. Estos roles escapan a lo
esperable para una ama de casa y al ideal del matrimonio. Donde el varón tiene
el deber de ser el sostén económico y la mujer de criar a los niños (Fernández,
2014).

El quiebre de los ideales de pasividad: la aparición de nuevos modos de


subjetivación y sus consecuencias
El ideal de pasividad femenina dedicada exclusivamente al mundo privado
de lo doméstico, y al no cuestionamiento alguno del orden establecido, produce
efectos en la protagonista de la película. Es sumamente interesante poder situar
la primera vivencia narrada al inicio del desarrollo como una de las más
importantes para pensar un cambio en Josey. La decisión determinante de
abandonar el hogar compartido con su pareja da cuenta de cómo la protagonista
se rebela contra el maltrato, la sumisión frente a la impotencia y la pasividad de

25
sus acciones. Esto da paso a una Josey consciente de su situación diaria y
dispuesta a cambiarla.

La segunda vivencia exhibe un traspaso de esta mujer que acata las


órdenes sociales y las vivencias que le tocan. La decisión de tomar el empleo en
la mina podría considerarse como un atisbo de intento de libertad, de decisión
propia, de prioridad de necesidades y de cuestionar inconscientemente su lugar
cómo mujer. De esta manera puede redefinirse y ampliar su lugar tradicional de
madre dedicada a sus niños y mujer que acepta la realidad de violencia en la
que vive. El cambio es abismal y le permite ser su propio sostén económico y
empezar de cero en un nuevo hogar.

El tercer punto de quiebre en la protagonista se basa en la decisión de


llevar a juicio a la empresa minera por las humillaciones y los maltratos hacia ella
y las demás trabajadoras. La determinación de formar parte y luego denunciar
los maltratos sufridos permite que la protagonista acceda a un lugar de poder
dónde lentamente la mujer comienza a ganar terreno.

Se podría hipotetizar que las tres vivencias nombradas anteriormente


exhiben cómo la protagonista logra manifestar su libertad a partir del
cuestionamiento de los estereotipos de ella como mujer y el trastrocamiento de
su rol pasivo, determinante e instituido. Pese a que la maternidad continúa
funcionando como uno de los pilares de su subjetividad, ésta no es la única
misión en su vida (Paragis y Mastandrea, 2017). Es decir, Josey sigue viviendo
el ser madre como una experiencia significativa, pero comienza a plantearse
otros objetivos a nivel personal y profesional. Esto da cuenta de un traspaso del
modo tradicional de subjetivación de género femenino al modo transicional
(Tajer, 2009), donde abandona los valores de maternidad y de conyugalidad
como ideales de vida. El desarrollo personal y laboral toma protagonismo, lo que
le permite poder salirse del rol tradicional de la mujer, estipulado por la época y
el contexto. Josey comienza a construir activamente su propia realidad para
conseguir éxito en las estructuras dominantes machistas (Paterna y Martínez,
2002).

Su realización personal ya no recae solamente en ser madre, sino en otras


posibilidades que, al igual que la maternidad también aportan felicidad y

26
satisfacción (Agudelo Londoño et al., 2016), como por ejemplo la importancia
que cobra su trabajo y ser su propio sostén económico. Esta nueva libertad le
autoriza el poder dejar de ser de Otro dando lugar a una nueva producción de
ser para sí (Fernández, 2014) que puede verse reflejado en el comentario que le
hace a su amiga Glory estando en la mina “Siento por primera vez en la vida que
estoy viviendo”. Es de esta manera que se hace visible el tránsito de la
heteronomía a la autonomía económica, donde la mujer comienza a tener
modelos de éxito personales y libertad económica (Fernández, 2014). El
quebramiento de su posición acatadora y las resistencias a las cuales se enfrenta
invitan a pensar en el accionar de Josey como un movimiento instituyente
(Castoriadis, 1988) en una sociedad donde lo fijo y lo establecido es la
subordinación de la mujer.

El cambio de posición en la protagonista no sólo trae aparejadas


consecuencias a nivel personal, sino también a nivel social en sus pares
masculinos y en sus compañeras de trabajo. Hay una resistencia a considerar
que lentamente las mujeres empiezan a abrirse paso en los ámbitos sociales y
laborales ganando espacio y derechos.

Fernández (2014) expresa justamente lo interesante que es la reacción


de los varones frente al cambio subjetivo de la mujer que le permite acceder a
un lugar de poder dónde su palabra adquiere razón. También es fundamental
considerar que se produce un impacto en las mismas mujeres al ver que una de
ellas se ha individualizado y tiene voz particularizada. Josey encuentra
muchísimas resistencias sociales frente a sus decisiones. Sus compañeras de
trabajo comienzan a mirarla mal cuando decide llevar adelante la denuncia y
hasta la última escena de la película no saben si formar parte de ella. Finalmente,
deciden correrse de su lugar subordinado levantando la voz y haciendo oír sus
verdades sobre los acosos sufridos.

Otras consecuencias visibles son aquellas que se producen en el seno


familiar. Podría pensarse que los conflictos que se generan en la institución de
la familia lejos tienen que ver con lo afectivo, sino con el trastrocamiento del
poder entre sus integrantes. Esto puede verse reflejado en el film y en los
comentarios que le hacen la madre y su hijo a la protagonista cuando ella decide
tomar el trabajo en la mina. “Tu trabajo es el de cuidar a los niños. El de tu padre
27
es la mina. Si trabajas ahí lo vas a humillar” le dice la madre a Josey. Por otra
parte, su hijo se enoja con ella: “La mayoría de las madres limpian y cocinan, no
trabajan en la mina. No le sacan el trabajo a otras personas”. La nueva realidad
cuestiona los pactos y los contratos que venían rigiendo las relaciones familiares,
los roles estereotipados y las normas sociales que habían delimitado las
relaciones entre los géneros durante largo tiempo (Fernández, 2014).

28
Conclusiones

En función a lo desarrollado se puede observar una diferencia asimétrica de


los géneros a lo largo de todo el film. El film refleja una sociedad patriarcal donde
los roles de mujeres y varones en los circuitos del mundo público se establecen
de acuerdo al sexo. Las prácticas que manifiestan dichas diferencias son
cotidianas y están naturalizadas en ámbitos familiares y laborales. La
naturalización de las diferencias radica en la concepción de la mujer como ajena
al varón, como lo Otro, lo diferente y lo alterno e inferior. Al ser vista como inferior
adquiere un lugar subordinado o secundario en la sociedad.

Lo interesante es poder situar cómo los miembros de la comunidad organizan


el mundo público y privado mediante los mitos en torno a lo femenino: la mujer
como sujeto sumiso y pasivo que debe dedicarse a las tareas domésticas y al
cuidado de los niños sin cuestionamiento alguno. Es a partir de estas
concepciones que la protagonista del film, Josey, sufre humillaciones y
desprecios por el hecho de ser mujer, y decide correrse del lugar tradicional de
madre, asumiendo responsabilidades y ocupando roles que no le
corresponderían socialmente.

La lucha de Josey por ir contra la “Tierra de Hombres 1”, que al final del film
se convierte en una lucha colectiva de mujeres, se sitúa como instituyente en
una sociedad donde el ordenamiento social basó su organización en el
patriarcado por décadas. El quiebre de la pasividad exigida por la época, junto
con la denuncia de las discriminaciones sufridas en su trabajo y los acosos
sexuales y psicológicos, llevan a pensar que Josey rompe con los estereotipos
atribuidos a lo femenino. Se produce un trastrocamiento de su rol pasivo
producto de nuevos procesos subjetivos donde no solamente prima la
maternidad como ideal de vida, sino también la realización profesional y laboral.
La noción de la maternidad como algo secundario y la prioridad de los intereses
personales permiten dar cuenta de cómo el sexo femenino habilita la posibilidad
de elegir otros destinos. Josey comienza a plantearse determinados objetivos a

1
Traducción en España de North Country (Wechsler, 2005)

29
nivel personal y profesional mediante los cuales logra reconocer otras formas de
ser y roles que ocupar.

Es por lo explicado anteriormente que puede pensarse cómo los estereotipos


y mitos sociales en torno a lo femenino comienzan a perder su vigencia. Los
cambios políticos, sociales y la lucha por los derechos de igualdad, como se
visualiza en la película, permiten que los individuos comiencen a repreguntarse
sobre los valores, creencias, hábitos, roles y posicionamientos que sostienen los
imaginarios sociales que rigen el comportamiento y la vida cotidiana.

A medida que los estereotipos y mitos sociales comienzan a abandonarse y


a perder vigencia, también se producen cambios en cómo lo femenino se ve
representado socialmente en el cine. La mujer comienza a escapar de los roles
pasivos y las figuras secundarias para adquirir voz. Adquiere protagonismo y
perspectiva corriéndose de posiciones periféricas.

Sin embargo, pese a estos intentos de alcanzar lo sublime de la coexistencia


de los sexos en la realidad y en el cine, no hay que olvidar que no es más que
un ideal. Pese a haber un avance, este es un proceso que lleva tiempo debido a
las resistencias que se presentan frente a las nuevas producciones subjetivas.
Las batallas ganadas por el género femenino habilitaron la visualización de las
discriminaciones sufridas y las desigualdades. Este es un primer paso que se
inscribe en su historia, pero es necesario que la lucha continúe, conquistando
nuevos terrenos y desafiando las resistencias.

Actualmente nos encontramos en un proceso de lento abandono de mitos


sociales en relación a lo que significa ser mujer para dar paso a nuevas
significaciones sobre los roles a ocupar y estereotipos. Si se tiene en cuenta que
la mujer es una ilusión recreada según las necesidades contextuales, podría
plantearse preguntas en relación a las condiciones actuales que llevan a darle
un uso diferente a lo femenino. ¿Qué nueva articulación entre la mujer y las
necesidades actuales dan lugar a una nueva significación sobre lo que significa
ser mujer? ¿Qué significa ser mujer en un contexto de traspaso de viejos mitos
a un terreno donde prima el ser para sí?

30
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