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Hay que asumir que la muerte provocada por muchas enfermedades y fundamentalmente por el
SID, el cáncer y la demencia por lo general no se producen de forma súbita, sino que pasan por un
periodo denominado fase terminal, variable en el tiempo y en la sintomatología, y en la cual se
han agotado los tratamientos activos y priman los paliativos.
Morir en casa es posible, se cubren todas las necesidades básicas, fundamentalmente atendidas
por el médico de familia y por el resto de los miembros del equipo de atención primaria. Cuando
esto no sucede, se produce lo que llamamos enfermo ping-pong. Paciente con una alta tasa de
consultas a los servicios de urgencia, que no suelen resolver los problemas puntuales que el
enfermo y la familia demandan; basados principalmente, en una marcada ansiedad y sensación de
abandono, que puede llegar a motivar ingresos y tratamientos innecesarios. La estructura sanitaria
no está dando la respuesta adecuada para la atención al paciente en fase terminal.
Ausencia de políticas nacionales efectivas en el alivio del dolor y otros aspectos de los
cuidados paliativos.
Falta de formación de los profesionales sanitarios en esta área
Preocupación excesiva de que el uso de morfina y medicamentos análogos aumenten el
consumo ilegal de drogas, lo que se traduce en restricciones en la prescripción y
abastecimiento de opioides.
Los tratamientos curativos y paliativos no son mutuamente excluyentes, sino que son una cuestión
de énfasis. Así, se aplican gradualmente un mayor número y proporción de medidas paliativas
cuando avanza la enfermedad y el paciente deja de responder el tratamiento específico. Una vez
agotado éste y en presencia de enfermedad progresiva los objetivos terapéuticos deben dirigirse
hacia la promoción de bienestar del enfermo y familia. El alivio de los síntomas de los síntomas
debe ser un objetivo primordial en los cuidados paliativos, que debe perseguirse aun asumiendo
riesgos terapéuticos importantes.