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17/4/2020 El Mercurio Legal Móvil
Haga memoria y váyase a aquellos años cuando Argentina le cortó el gas a Chile; recuerde la
seguidilla de juicios que debieron enfrentar a este lado de la cordillera las empresas que querían
mantener los precios de energía eléctrica que les habían comprometido otras empresas chilenas en
contratos a largo plazo, proveedores que comenzaron a trasparentar que el mercado spot estaba
carísimo, pues no sólo no había gas, sino que el petróleo había alcanzado máximos históricos. En
pocas palabras, el mercado había cambiado y no se podían mantener los precios.
Haga memoria —no tan atrás— y váyase a mediados de abril de 2013, cuando el alcalde de La
Florida revocó el permiso que había otorgado para que se hiciera en su comuna una feria del libro
que estaba programada con bastante anticipación y por la cual había contratos celebrados y pasajes
aéreos comprados, entre otros compromisos.
En ambos casos ¿Se trató de un caso de fuerza mayor, un acto de autoridad imposible de resistir?
¿O fue un hecho que cae dentro de la teoría de la imprevisión, pues de alguna manera se podría
haber cumplido esos contratos, pero a costos que superaban cualquier estimación previa?
Entendamos, a modo de resumen, que la imprevisión ocurriría cuando por circunstancias que no
eran previsibles al momento de contratar, el contrato se torna excesivamente oneroso para una de
las partes.
Tres entrevistados: dos opiniones a favor y una en contra. ¿Qué debe primar: la equidad o la certeza
jurídica? ¿El reconocimiento de situaciones que alteran la equivalencia en las contraprestaciones o
el contrato como ley para las partes contratantes?
Como nuestra legislación no consideró la teoría de la imprevisión en forma expresa, algunos acuden
a figuras que ya existen dentro del sistema y otros confían en que, si se trata de un árbitro arbitrador,
acoja la teoría de todas maneras. La jurisprudencia de los tribunales no ha sido uniforme.
Víctor Vial, profesor de derecho civil de la U. de Chile y juez árbitro, es partidario de la teoría de la
imprevisión e indica que la doctrina europea hace mucho tiempo que la tiene muy presente.
Para él “la fuerza obligatoria de los contratos” (pacta sunt servanda) es un “viejo concepto rígido”,
donde las causales para no caer en incumplimiento contractual deben estar establecidas en la ley. Y
la causal por excelencia es el caso fortuito o fuerza mayor.
“Pero el caso fortuito o fuerza mayor supone dos elementos. Primero, que el hecho sea imprevisto,
que racionalmente no se pueda prever que ocurra; y, segundo, que el hecho sea irresistible”, dice. El
problema estaría en que al buscar ejemplos, siempre se puede cumplir el contrato recurriendo a
otras fuentes, pero que le representarían a una de las partes un costo muchísimo más alto.
Cristóbal Jimeno, socio de Gutiérrez, Waugh, Jimeno & Asenjo, considera que para el tráfico
económico el artículo 1.545 del Código Civil es muy importante, la piedra angular del sistema
contractual chileno, pero que también es cierto que hay situaciones que las partes no pudieron
prever y que afectan la entidad económica de las prestaciones.
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17/4/2020 El Mercurio Legal Móvil
Para él, la mayor importancia de esta teoría se encuentra en contratos de ejecución diferida o de
tracto sucesivo. Y, entre ellos, “donde más puede ser importante es en los contratos de
construcción”, dice.
Explica que en legislaciones extranjeras existe el hardship, una cláusula que permite estudiar el
contrato si se hace muy oneroso para una de las partes. “Pero normalmente esos contratos tienen
jurisdicción y leyes extranjeras”, advierte.
Jimeno recuerda que Claudio Illanes del Río fue el primer árbitro que se atrevió a aplicarla en la
década de los 90, pero se trataba de justicia arbitral. “En la justicia ordinaria ha habido fallos a favor
y en contra. Y la doctrina tampoco está de acuerdo si es necesario o no legislar”, sostiene.
¿Es necesario legislar? Si se hiciera, opina que debiera ser muy residualmente. “Nadie está de
acuerdo en se legisle a rajatabla, pero sí se podría regular de forma muy acotada”.
Distintas soluciones
Víctor Vial cuenta que el apoyo a la consideración de las nuevas circunstancias, tradicionalmente se
han inclinado por apoyarse en dos elementos centrales: que habría abuso del derecho —pues una
parte no toma en cuenta circunstancias que destruyen a la otra parte— y la buena fe: una parte que
quiere ejecutar el contrato que se volvió excesivamente oneroso para la otra, no está actuando de
buena fe, no cumple el “deber de cumplimiento decente” de un contrato y con ello obtiene un
aprovechamiento injusto.
Pero para él, el sistema jurídico prevé otra solución: el “principio de integración contractual”, recogido
en el artículo 1.546 del Código Civil: “La buena fe permite incorporar al contrato, con la misma fuerza
y valor de declaraciones de voluntad, obligaciones no expresadas”, dice.
Así, se integraría una condición resolutoria si el cumplimiento torna excesiva para una de las partes
la obligación y la otra se aprovecha de ello. “Importaría una reducción o rebaja de la prestación que
resultó excesiva, o un aumento de aquella que resultó muy baja, de manera de restablecer de alguna
manera el equilibrio que se vio alterado”, explica.
Cristóbal Jimeno, por su parte, afirma que son dos las formas de atacar esa despropoción en las
contraprestaciones. Una de ellas es legislando, pero el juez podría llegar a adquirir mucho poder; la
otra —que es recurrente en los litigios sobre la materia— es utilizar mecanismos que provee la
misma legislación: el grado de diligencia exigible y la verdadera intención de las partes.
De acuerdo al primero, cuando una obligación se vuelve tan onerosa para una de las partes por
causa sobreviniente, lo que ocurre es que se excede el nivel de diligencia al que se comprometió esa
parte, y por lo tanto la obligación no le sería exigible.
De acuerdo al otro argumento, el artículo 1.560 del Código Civil permitiría entender que la vredadera
intención de las partes nunca fue tener desproporciones tan abultadas en sus contraprestaciones.
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“De algún modo para eso sirven los contratos, para ‘domesticar’ los eventos de un futuro incierto. Si
tuvieran que estar adaptándose a las circunstancias que son siempre cambiantes, nadie contrataría”,
dice.
Pero hace la salvedad de que se refiere a los contratos entre partes simétricas, con poderes
equivalentes de información y negociación, pues “las mismas partes, si así lo quieren, pueden
introducir una cláusula para encomendar la revisión del contrato a un tercero (cláusula hardship)”.
Art. 1546. Los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que
en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la
obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella.
Art. 1560. Conocida claramente la intención de los contratantes, debe estarse a ella más que a lo
literal de las palabras.
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