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LA RELACIÓN ENTRE LAS PERSONAS Y LAS ORGANIZACIONES



RE
 

Una
Mirada
De
Las
Culturas
Organizacionales
Desde
El
Análisis
De
Discurso


La
 organización
 es
 un
 espacio
 de
 producción
 y
 reproducción
 cultural,

estrechamente
 ligado
 al
 contexto
 social,
 político
 y
 económico,
 donde
 la
 cultura
 es
 un

tejido
no
homogéneo
de
significados
que
circulan
y
producen
conflictos
de
intereses
que

tienen
 que
 negociarse
 bajo
 estructuras
 de
 poder.
 El
 espacio
 organizacional
 es
 así

construido
 por
 el
 discurso,
 y
 las
 instituciones,
 además
 de
 estructurar
 la
 vida
 social,

restringen
lo
que
se
puede
decir,
quién
lo
dice,
y
la
forma
en
que
la
gente
puede
concebir

su
 libre
 albedrío
 y
 subjetividad,
 entrando
 así
 en
 juego
 las
 anteriormente
 mencionadas

relaciones
de
poder
ejercidas
mediante
los
discursos
dominantes.



El
discurso,
el
poder
y
las
organizaciones


Con
 respecto
 a
 lo
 anterior
 Ibarra
 (1993),
 retomando
 a
 Foucault
 plantea
 que
 la

organización
entendida
como
un
fenómeno
fundamental
en
la
vida
de
los
seres
humanos,

en
el
cual
convergen
sistemas
físicos,
biológicos
y
sociales,
que
permiten
que
se
configure

la
 vida
 humana,
 requiere
 de
 herramientas
 teóricas
 y
 prácticas
 para
 su
 comprensión.

Herramientas
que
como
menciona
Ibarra
al
retomar
a
Foucault,
conciban
al
hombre
y
a
la

sociedad
 como
 una
 unidad
 compleja
 que
 se
 organiza
 tanto
 en
 términos
 de
 orden,

normalidad
 y
 equilibrio,
 como
 en
 términos
 de
 desorden,
 caos,
 no
 equilibrio
 y
 azar.

Logrando
 de
 esta
 manera,
 dar
 lugar
 a
 un
 pensamiento
 complejo
 como
 el
 que
 propone

Morin,
capaz
de
observar
no
sólo
la
realidad
en
sus
procesos,
sino
también
las
relaciones

de
esos
procesos
entre
sí,
y
a
su
vez
tener
en
cuenta
la
particularidad
de
sus
elementos.



Para
 la
 comprensión
 del
 fenómeno
 de
 lo
 organizacional
 o
 lo
 organizado,
 es

necesario
tener
presente
como
elemento
fundamental
de
la
organización
de
los
procesos

sociales:
el
poder.
En
este
sentido,
Foucault
hace
referencia
al
poder
de
la
palabra,
el
cual

se
expresa
en
un
saber
que
se
considera
el
verdadero,
frente
a
otro
que
es
el
sometido;
y

propone
como
forma
de
luchar
contra
ese
saber
verdadero,
darle
voz
a
aquellos
saberes

que
 han
 perdido
 la
 autoridad
 y
 el
 derecho
 de
 usar
 la
 palabra,
 haciéndolos
 emerger,
 y

revaluando
 de
 esta
 forma
 aquellos
 saberes
 oficiales
 propietarios
 de
 la
 “verdad”
 (Ibarra,

1993).



El
devenir
histórico
del
discurso
organizacional,
se
ha
caracterizado
por
expresarse

a
un
nivel
del
ejercicio
cotidiano
del
poder
y
a
un
nivel
del
discurso
organizacional.
En
este

último
siglo
el
ejercicio
del
poder
en
el
discurso
organizacional,
se
ha
hecho
menos
visible

y
 al
 mismo
 tiempo
 más
 brutal.
 También,
 se
 ha
 pasado
 lentamente
 de
 la
 negación

absoluta
 de
 las
 relaciones
 de
 poder
 a
 un
 reconocimiento
 de
 éstas.
 Para
 Foucault,
 las

relaciones
 de
 poder,
 son
 de
 gran
 importancia
 puesto
 que
 las
 considera
 un
 elemento


1


explicativo
 tanto
 de
 la
 organización,
 como
 de
 la
 naturaleza
 de
 lo
 “organizado”
 (Ibarra,

1993).



Por
 otro
 lado,
 frente
 al
 pensamiento
 de
 la
 Teoría
 de
 la
 Organización,

caracterizado
 por
 estudiar
 las
 relaciones
 de
 poder
 desde
 una
 perspectiva
 en
 la
 cual
 la

organización
 es
 entendida
 como
 un
 espacio
 cerrado,
 independiente
 de
 la
 sociedad,

donde
las
relaciones
de
poder
son
percibidas
como
relaciones
legítimas
de
autoridad,
que

buscan
 mantener
 un
 funcionamiento
 organizacional
 determinado;
 y
 frente
 al

pensamiento
 crítico
 de
 la
 Teoría
 de
 la
 Organización,
 que
 considera
 que
 la
 organización

debe
 entenderse
 como
 un
 espacio
 abierto,
 que
 no
 puede
 estudiarse
 al
 margen
 de
 la

sociedad,
 ni
 ocultar
 las
 relaciones
 de
 poder
 que
 emergen
 en
 la
 naturaleza
 conflictiva
 y

contradictoria
 de
 las
 organizaciones
 sociales,
 Foucault
 plantea
 una
 aproximación

organizacional
alternativa,
desde
la
cual
el
fenómeno
de
lo
organizado,
se
concibe
como

cerrado
o
específico
y
abierto
a
la
vez,
centrándose
en
el
cómo
del
poder
frente
al
sujeto
y

a
la
sociedad,
es
decir,
prestando
atención
a
los
mecanismos
del
poder,
mirando
de
esta

manera
 las
 relaciones
 de
 poder
 como
 elemento
 a
 través
 del
 cual
 se
 puede
 entender
 la

organización
y
la
naturaleza
política
de
lo
“organizado”
(Ibarra,
1993).


Teniendo
 en
 cuenta
 que
 el
 poder
 además
 de
 estructurar
 las
 relaciones
 entre
 los

hombres,
 permite
 también
 que
 éstas
 se
 lleven
 a
 cabo;
 y
 que
 como
 resultado
 de
 ese

ejercicio
del
poder
y
del
discurso
que
circula
en
las
organizaciones,
se
da
lugar
a
un
eficaz

dispositivo
 disciplinario
 que
 tiene
 como
 base
 la
 complementariedad
 entre
 el
 poder
 y
 el

discurso,
 complementariedad
 que
 es
 tanto
 contradictoria
 como
 cambiante.
 Se
 viene
 a

introducir
 el
 concepto
 de
 disciplina,
 el
 cual
 para
 Ibarra,
 se
 corresponde
 con
 el
 de

organización.
 Desde
 una
 perspectiva
 organizacional,
 el
 poder
 puede
 entenderse
 como

administración,
y
desde
la
perspectiva
foucaultiana
como
gobierno
(Ibarra,
1993).



Para
 Foucault,
 las
 disciplinas
 son
 modelos
 organizacionales
 que
 pertenecen
 a

momentos
históricos
específicos
y
responden
a
características
de
las
relaciones
de
poder.

En
el
ámbito
industrial,
se
encuentran
tres
modelos
organizacionales.
El
primero
es
el
de

la
 disciplina
 autoritaria,
 el
 cual
 se
 dio
 entre
 1900
 y
 1925,
 y
 se
 caracterizó
 porque
 las

relaciones
de
poder
se
basaban
en
el
control
del
cuerpo.
El
segundo
es
el
de
la
disciplina

satisfaciente,
durante
1925
y
1950,
en
este
modelo,
las
relaciones
de
poder
se
basaban
en

el
 control
 del
 alma,
 donde
 a
 través
 de
 procedimientos
 psicológicos
 se
 medía
 la

satisfacción
 que
 producía
 el
 trabajo.
 El
 tercero,
 es
 la
 disciplina
 participativa,
 modelo

configurado
 en
 los
 años
 sesenta
 y
 que
 actualmente
 sigue
 vigente.
 En
 este
 último,
 las

relaciones
de
poder,
se
fundamentan
en
el
autocontrol
(Ibarra,
1993).



Foucault
considera
que
todas
las
relaciones
de
poder,
exigen
a
su
vez,
que
exista
la

resistencia,
 es
 decir
 que
 ese
 otro
 sobre
 el
 cual
 se
 ejerce
 el
 poder,
 reaccione,
 responda,

genere
estrategias,
manteniéndose
como
un
sujeto
de
acción.
Teniendo
en
cuenta,
que
el

poder
es
un
elemento
que
permite
entender
los
sistemas
disciplinarios
y
sus
dispositivos,

estos
 sistemas
 y
 dispositivos,
 son
 considerados
 puntos
 de
 reflexión
 de
 la
 Teoría
 de
 la

organización
(Ibarra,
1993).


2



Por
 todo
 lo
 anterior,
 el
 terreno
 organizacional,
 es
 considerado
 para
 Foucault
 e

Ibarra,
como
un
espacio
que
permite
comprender
al
sujeto,
las
relaciones
de
poder,
y
los

discursos
que
las
acompañan.
Ellos
consideran,
que
la
comprensión
del
fenómeno
de
lo

organizacional,
 es
 a
 su
 vez
 una
 forma
 en
 la
 que
 los
 seres
 humanos
 se
 comprenden
 así

mismos
(Ibarra,
1993).



Instituciones,
saberes
y
prácticas:
las
relaciones
de
poder


Como
hemos
visto,
el
sujeto
es
construido
a
través
de
los
discursos.
Para
Foucault,

esos
discursos
que
atraviesan
al
sujeto,
generalmente
provienen
de
una
institución
o
del

poder
 que
 ejercen
 las
 ciencias
 sobre
 esos
 sujetos.
 Para
 mirar
 esto
 más
 a
 fondo
 es

importante
 tener
 en
 cuenta,
 cuáles
 son
 los
 discursos
 que
 objetivizan1
 
 al
 hombre,

discursos
 que
 el
 filósofo
 francés
 enuncia
 en
 su
 libro
 El
 sujeto
 y
 el
 poder
 (1983).
 Son,

entonces,
tres
modos
de
objetivación
por
medio
de
los
cuales
el
humano
se
trasforma
en

sujeto,
a
saber:
primero,
los
modos
de
inquirir
que
tratan
de
darse
el
estatuto
de
ciencias,

segundo
la
objetivación
del
sujeto
en
las
prácticas
de
escisión
y,
tercero,
la
vía
por
la
cual

el
individuo
se
vuelve,
él
o
ella,
un
sujeto.
Dicho
en
otras
palabras,
hombres
susceptibles

de
 ser
 estudiados,
 hombres
 como
 seres
 políticos
 y
 humanos
 como
 mujeres
 y
 hombres

que
 configuran
 su
 identidad
 a
 través
de
las
prácticas
 que
 implican
 su
 sexualidad.
Todos

estos
 discursos
 tienen
 algunas
 cosas
 en
 común:
 en
 primer
 lugar,
 que
 son
 ejercidos
 por

saberes
 o
 epistemes2;
 en
 segundo
 lugar,
 dichos
 sujetos
 se
 basan
 en
 la
 dinámica
 de
 las

relaciones
 de
 poder
 (tema
 que
 más
 adelante
 será
 revisado)
 y;
 en
 tercera
 instancia,
 que

dichos
discursos
se
consolidan
en
las
prácticas
que
de
dichos
saberes
se
derivan.



¿Cómo,
entonces,
se
construyen
los
sujetos
a
partir
de
los
discursos?
Cada
uno
de

esos
 discursos
 proviene
 de
 diferentes
 tradiciones
 en
 las
 cuales
 están
 insertos
 gran

cantidad
de
preceptos
que
versan
sobre
las
maneras
en
que
las
personas
deben
llevar
sus

vidas;
 preceptos
 que
 se
 derivan
 de
 las
 diversas
 concepciones
 de
 hombre
 que
 a
 dichas

tradiciones
 corresponden.
 Foucault,
 a
 lo
 largo
 de
 toda
 su
 obra,
 ha
 explorado
 dichas

concepciones
 de
 hombre
 y
 las
 maneras
 como
 esos
 saberes
 han
 irrumpido
 en
 la

cotidianidad
 de
 los
 hombres
 y
 mujeres
 a
 través
 de
 la
 historia.
 El
 ejemplo
 más
 claro
 de

esto
 es
 el
 estudio
 de
 la
 locura
 en
 el
 Nacimiento
 de
 la
 clínica
 (1963);
 en
 esta
 obra,
 se

muestra
cómo
la
construcción
que
se
hace
del
loco
(puede
decirse
sujeto)
varía
según
el

momento
por
el
que
la
ciencia
y
las
condiciones
sociales
estén
pasando.
Puede
hablarse

de
tres
momentos
del
loco:
en
un
primer
momento,
en
la
antigüedad,
era
el
vocero
de
los

dioses
y
tuvo
un
lugar
privilegiado
en
la
sociedad;
más
adelante,
en
plena
modernización,

con
la
iniciación
de
las
nuevas
formas
de
sociedad
y
con
nuevas
reglas
políticas
y
morales
































































1
El término objetivación es usado por Foucault para enunciar la idea de que se han tratado de encasillar a los
sujetos en una u otra categoría, desde la cual emerge una que otra concepción de sujeto.
2
Espisteme es el término usado por Foucault (1966), introducido en las palabras y las cosas, para enunciar
las diversas instancias de la ciencia, que, por medio de sus marcos de referencia, configuran hombres y
mujeres en sujetos, que deben comportarse y actuar tal y como dichos lugares del saber-poder suponen y
pretenden que debe ser.

3


que
erigían
una
nueva
imagen
del
hombre
“civilizado”,
el
loco
fue
confinado
a
las
celdas
y

la
 reclusión,
 único
 camino
 que
 escondía
 al
 particular
 personaje
 que
 no
 encajaba
 en
 la

sociedad.
En
nuestros
días,
el
loco
es
considerado
como
un
enfermo
que
sufre,
y
además,

que
necesita
ser
curado.
El
único
instrumento
que
puede
lograrlo
es
el
poder
ejercido
por

la
ciencia.
Así
como
sucedió
con
el
loco,
ha
sucedido
con
otras
construcciones
que
se
han

hecho
del
hombre:
desde
el
estudiante
hasta
el
obrero,
pasando
por
el
político
o
las
amas

de
 casa.
 Este
 proceso
 se
 lleva
 a
 cabo
 por
 medio
 de
 las
 relaciones
 de
 poder
 que
 se
 dan

entre
el
elemento
que
lo
ejerce
y
aquellos
que
lo
reciben,
obligando
a
que
el
sujeto,
ya
sea

por
medio
del
acatamiento
o
de
la
contrapartida
en
contra
de
los
discursos
emitidos
por

las
instituciones
y
los
poderes‐saber
que
estas
consolidan,
se
comporte
como
se
espera.



¿Qué
tan
importante
es
la
idea
de
que
existan
versiones
que
hagan
contra‐fuerza
a

los
 discursos
 hegemónicos
 que
 ejercen
 poder
 sobre
 esos
 sujetos?
 Pues
 bien,
 para

entender
 esto
 con
 un
 poco
 más
 de
 profundidad,
 se
 hace
 necesario
 entender
 las

características
 de
 las
 relaciones
 de
 poder.
 Para
 Foucault
 (1983),
 el
 poder
 tiene
 que
 ser

estudiado
en
términos
del
cómo,
más
que
preguntarse
por
un
qué
o
un
porqué
del
mismo.

En
 este
 orden
 de
 ideas,
 el
 poder,
 para
 el
 psicólogo
 y
 filósofo,
 implica
 relaciones
 entre

individuos,
así
que,
cuando
hablamos
de
estructuras
de
poder,
es
en
la
medida
en
que

se

ejerce
 poder
 entre
 personas,
 se
 da
 entonces,
 una
 relación
 de
 poder,
 que
 tiene
 que
 ser

diferenciada
de
otros
tipos
de
relaciones
cómo
las
de
comunicación
y
de
las
capacidades

objetivas
 o
 relaciones
 de
 trabajo.
 Aunque
 unas
 y
 otras
 se
 contienen
 y
 apoyan

mutuamente,
 cada
 una
 de
 ellas
 tiene
 un
 campo
 de
 acción
 distinto,
 donde
 puede

prevalecer
 sobre
 las
 demás.
 Cuando
 se
 dice
 que
 el
 ejercicio
 del
 poder
 es
 de
 unos
 sobre

otros,
 no
 sólo
 se
 esta
 hablando
 de
 grupos
 o
 individuos,
 sino
 que
 más
 estrictamente
 se

está
hablando
de
acciones
de
unos
que
modifican
a
las
de
otros.
Luego
la
acción
es
una
de

las
 condiciones
 de
 posibilidad
 del
 poder,
 pues
 para
 que
 exista
 tiene
 que
 ser
 puesto
 en

acción,
y
no
sólo
sobre
los
individuos,
sino
que
sobre
las
acciones
o
posibles
acciones
de

los
individuos.
Por
otro
lado,
la
relación
de
poder
implica
que
exista
resistencia,
aunque
el

consenso
y
la
violencia
son
elementos
constitutivos
de
estas
relaciones,
no
son
estos
los

que
hacen
que
exista
la
relación
de
poder.
En
cambio,
la
resistencia
es
la
que
hace
que
la

relación
 de
 poder
 se
 de,
 pues
 el
 ejercicio
 de
 poder,
 busca,
 por
 medio
 de
 acciones,
 el

control
 de
 las
 acciones
 de
 otros.
 Dicho
 de
 otro
 modo,
 el
 ejercicio
 del
 poder
 es
 el
 de

gobernar
 (en
 el
 sentido
 de
 guía)
 las
 conductas
 otras
 personas.
 Esto
 nos
 remite
 a
 otro

elemento
 constitutivo
 de
 la
 relación
 de
 poder,
 y
 es
 la
 existencia
 de
 sujetos,
 además
 de

actuantes,
libres,
que
tienen
un
campo
de
posibilidades
de
acción.




 Resumiendo,
el
hombre
libre
recibe,
por
medio
de
las
relaciones
de
poder,
el
peso

de
 los
 discursos
 que
 lo
 atraviesan,
 discursos
 que
 son
 transversales
 a
 las
 instituciones,
 
 ‐
como
las
cárceles,
las
escuelas
o
las
empresas
‐
(Foucault,
1975),
que
corresponden
con
el

momento
histórico
social
y
que
imponen,
por
medio
del
uso
del
saber‐poder,
las
diversas

maneras
como
el
momento
específico
espera
que
las
personas
actúen.
De
esta
forma,
el

sujeto
 se
 construye
 por
 medio
 de
 las
 prácticas
 que
 provienen
 de
 dichos
 discursos,
 los

discursos
mismos
y
las
repelencias
que
en
contra
de
éstos
se
dan.




4


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