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EL QUE SE ENOJA PIERDE
CONVERSAR NO DISCUTIR
QUE QUIERES CLARO Y CONCISO
ABIERTO AL SILENCIO Y PAUTAS, ESUCHA Y QUEDARSE CALLADO, ACEPTAR LOS SILENCIOS
PARARSE DE LA MESA, ES NORMAL, TENER LA TRANQUILIDAD, GRACIAS , DOY LA MANO Y ME PARO
GANAR GANAR HAY QUE BUSCAR, TRATAR DE AYUDAR LO QUE LOS OTROS QUIEREN

TODOS QUERIAN PAZ PAZ / AMBICION DE HITLER


INICIO DE UNA NUEVA GUERRA REALMENTE

ESTUVO A PUNTO A LLEVAR A EUROPA A LA GUERRA


REVISION VERSALLES
GRAN ALEMANIA
EXPANSION HACIA EL ESTE
La Conferencia de Munich
(El análisis es extraído del libro de Karras, 1970)
En 1938 el Primer Ministro Británico Chamberlain fue el que lideró el manejo de
la relación y tratos con Hitler. Analicemos la situación.

Durante tres años Hitler llevó a cabo movimientos espectaculares y agresivos y


en todos ganó. Contra las recomendaciones de sus generales, él rearmó
Alemania, reconstruyó la Marina y estableció una poderosa fuerza aérea. Hitler
sentía, correctamente, que los británicos y los Franceses querían la paz, más
aun, un largo periodo de paz desesperadamente y eventualmente estaban
pasando por alto el rearme y el expansionismo alemán. Entusiasmado y
empujado por sus éxitos, Alemania presionó fuertemente a Austria y ocupó este
país a inicios de 1938, Checoslovaquia era el siguiente.

Hitler no estaba totalmente satisfecho con sus primeras victorias, en particular


por haberlas conseguido sin combatir y con muy poco derramamiento de sangre.
Lo que Hitler deseaba era mostrar al mundo cuan poderosa era Alemania
provocando una guerra sangrienta y lo hizo planteando demandas
increíblemente altas agresivas y humillantes al gobierno Checoslovaco y
definiendo el 1 de octubre de 1938 como el "deadline" para la guerra. Este era un
movimiento ridículo.
Como se verá más adelante, el poder relativo de negociación era claramente
favorable a los Aliados el 27 de setiembre de 1938. Hitler tenía claro que en ese
momento era aun débil y eligió ganar en una negociación lo que no podría ganar
en ese momento en una guerra. Los siguientes hechos ponen en claro porque
Hitler estaba tan optimista:
1. El 13 de setiembre Chamberlain anuncia su deseo de otorgar importantes
concesiones si Hitler aceptaba discutir los temas críticos
2. El 15 de setiembre el veterano Primer Ministro Británico hizo un larguísimo
viaje para encontrarse con Hitler al este de Alemania. Hitler había rehusado
reunirse en un punto intermedio
3. Hitler abrió la conferencia rápida y agresivamente haciendo demandas
increíbles de territorio, a las cuales los líderes de occidente y Chamberlain
accedieron casi inmediatamente
4. Hitler fue puesto en conocimiento que Chamberlain usó los siguientes 4 días
luego de su regreso, convenciendo a los Franceses que se podía confiar en los
Alemanes. Los Checos fueron agresivamente convencidos de que estaban siendo
poco razonables tratando de llegar a una guerra por territorio dado el alto riesgo
de derramamiento de sangre
5. El 22 de setiembre Chamberlain viajó nuevamente hasta el este de Alemania y
ofreció a Hitler incluso algo más de lo que había exigido. Hitler estaba
sorprendido pero no satisfecho, él elevó sus demandas.

6. Chamberlain regresa a casa para argumentar las causas de Hitler mientras el


líder Alemán hacía públicos anuncios que la guerra comenzaría el 1 de octubre si
sus moderadas demandas no eran aceptadas.

Cuando ambos líderes se encontraron nuevamente el 29 de setiembre, Hitler ya


no tenía ninguna duda de su victoria.

Todavía no sabemos si la Conferencia de Múnich fue un ejemplo de humillante cobardía diplomática o un desastre de relacion

Para algunos historiadores, aceptar el chantaje de Hitler fue un error


enorme, que envalentonó al dictador alemán y ni siquiera evitó el estallido
de la II Guerra Mundial, justo un año más tarde, porque nada iba a frenar
sus ambiciones. Para otros expertos fue un hábil movimiento político que
permitió a los británicos ganar tiempo, ya que su Ejército no hubiese
resistido entonces una ofensiva alemana y, en cambio, un año más tarde
sí.

Resulta interesante que dos novelas de éxito reciente, El orden del


día (Tusquets), del francés Éric Vuillard, y Munich, del británico Robert
Harris (todavía no traducida), traten este momento de la historia europea.
También ha alcanzado cierta notoriedad un ensayo del periodista
francés Gilbert Grellet, Un verano imperdonable (Escolar y Mayo), sobre la
indiferencia de las democracias europeas tras el golpe de Estado fascista
con el que estalló la Guerra Civil. El subtítulo de este interesante libro lo
dice todo: "1936: la guerra de España y escándalo de la no intervención".
Lo que entonces se llamó política de apaciguamiento hacia Hitler cobra
un nuevo sentido en la actualidad, porque también ahora crecen fuerzas
antidemocráticas.
Es cierto que ahora no existe un tirano que juegue con la bola del mundo
y quiera que una raza superior someta al continente a la esclavitud, ni
que planifique la exterminación de todo un pueblo. Afortunadamente no
hay nadie comparable a Hitler o Stalin. El régimen norcoreano es tan
terrorífico como los anteriores, pero su alcance territorial es limitado. El
islamismo violento, en cambio, actúa en medio mundo desde bases
remotas y su objetivo es destruir las democracias occidentales.

La situación actual es indudablemente diferente de la de septiembre de


1938, con una Europa unida formada por democracias, que no se
enfrentan a la amenaza a los grandes totalitarismos del siglo XX. Pero los
ecos de los años treinta son evidentes: la subida de la ultraderecha en
demasiados lugares, Gobiernos de países como Hungría o Polonia que
están forzando los límites del Estado de derecho hasta diluirlos o el
constante aumento del antisemitismo. Resulta imposible no sentir un
escalofrío ante crímenes como el asesinato en Francia de una anciana,
superviviente del Holocausto, por el hecho de ser judía, como también
escuchar los discursos del recién reelegido primer ministro
húngaro, Viktor Orbán, contra Georges Soros, teñidos de un lenguaje de
conspiraciones mundiales que hemos escuchado demasiadas veces en el
pasado.

Tampoco deberíamos olvidar que la Rusia de Putin ha demostrado con la anexión de Crimea y la guerra de Ucrania sus ambicio
"Los ecos de los años treinta son evidentes", explicaba Robert Harris en una entrevista con la BBC. Este escritor es un fino ana

El libro de Vuillard, con el que ganó el Premio Goncourt, es una extraordinaria investigación histórica, pero sus conclusiones so

¿Cómo pueden enfrentarse las democracias a lo intolerable?

Estos libros no servirán para frenar la polémica en torno al


apaciguamiento porque seguramente no exista una solución: cada
momento histórico es diferente, cada situación presenta matices que
pueden ser cruciales. Pero es indudable que los problemas se repiten.
¿Cómo pueden enfrentarse las democracias a lo intolerable? ¿Cómo
pueden reaccionar ante personas que ponen en peligro sus más
profundos valores? ¿Cuándo una guerra puede ser una opción o siempre
es un error? ¿Hubiese evitado una intervención internacional temprana en
Siria el desastre en que se ha convertido ese conflicto, ISIS incluido, o
hubiese empeorado las cosas? ¿Qué hacemos ante Corea del Norte, un
régimen enloquecido que mejora la capacidad de su armamento año tras
año?
En Europa, las cosas son más sutiles, pero nunca podemos olvidar que,
como escribe con certeza Vuillard, "las mayores catástrofes se anuncian
a menudo paso a paso". ¿Hasta cuándo puede tolerar la UE que algunos
de sus miembros se pasen por el forro principios fundacionales de la
Unión como la división de poderes o la libertad de expresión? ¿Cómo se
frenan las injerencias rusas en procesos democráticos cuando
un hacker habilidoso puede intervenir un sistema bancario o electoral?
¿Cómo frenamos el antisemitismo, que actualmente tiene orígenes
diversos? Por un lado, está el mismo que ha recorrido Europa desde las
Cruzadas, un odio atávico, pero también existe uno de nuevo cuño,
promovido por el islam radical violento, como queda claro en Francia.

Al final, sólo quedan preguntas y ninguna respuesta clara: ¿cuál es la


mejor forma de defender nuestros valores y nuestra libertad? ¿Hasta
dónde estamos dispuestos a ceder para evitar un mal mayor? Estudiar la
Conferencia de Múnich y la actitud de las democracias occidentales no
nos dará una respuesta. Aunque está claro que la política de
apaciguamiento, entonces, no evitó el desastre.
El pacto desafortunado
El Pacto de Múnich, que más tarde llegó a simbolizar los males del apaciguamiento, se firmó
en las primeras horas del 30 de septiembre de 1938.
En la ciudad alemana, Reino Unido y Francia aceptaron el desmembramiento de
Checoslovaquia y la transferencia de la región de los Sudetes a Alemania ante a las
amenazas cada vez más belicosas de Hitler de una acción militar.
Las esperanzas de Chamberlain de que este humillante sacrificio satisfaría la demanda
territorial de Hitler y evitaría otra catastrófica guerra se desvanecieron en cuestión de cuatro
meses.

Tras este monumental descalabro, el nombre de Chamberlain se convirtió en un abusivo


sinónimo de debilidad, vacilación, de la inmoralidad de la diplomacia de alto nivel y, sobre
todo, del apaciguamiento cobarde de matones sin importar el precio de honor nacional.

A pesar de sus muchos logros en la política interna, en última instancia la reputación de


Chamberlain permanece indeleblemente manchada por Múnich y el fracaso de su estilo
personal de diplomacia.

Como confesó en la Camara de los Comunes cuando estalló la guerra, "todo por lo que he
trabajado, todo lo que he esperado, todo lo que he creído en mi vida pública, está en ruinas".

La posteridad le ha juzgado consecuentemente, en detrimento de cualquier evaluación más


equilibrada del hombre y los problemas que enfrentó durante la década de 1930.

NOTA
El tratado de 1938 le permitía a Adolf Hitler anexar las zonas fronterizas de Checoslovaquia (los
Sudetes), en su mayoría habitadas por hablantes de alemán

Chamberlain presentó el pacto como un triunfo diplomático, diciendo que garantizaba "la paz para
nuestro tiempo" (ampliamente citada desde entonces como "la paz en nuestro tiempo")

El acuerdo no logró ponerle límites a las ambiciones de Hitler ni prevenir la II Guerra Mundial; a
menudo se usa la frase "un momento de Múnich" para calificar algo de fracaso diplomático y
apaciguamiento de los malvados

SI UNO GANO Y OTRO PIERDE NO HAY NEGOCIACION


Tras este monumental descalabro, el nombre de Chamberlain se convirtió en un abusivo
sinónimo de debilidad, vacilación, de la inmoralidad de la diplomacia de alto nivel y, sobre
todo, del apaciguamiento cobarde de matones sin importar el precio de honor nacional.

A pesar de sus muchos logros en la política interna, en última instancia la reputación de


Chamberlain permanece indeleblemente manchada por Múnich y el fracaso de su estilo
personal de diplomacia.

Como confesó en la Camara de los Comunes cuando estalló la guerra, "todo por lo que he
trabajado, todo lo que he esperado, todo lo que he creído en mi vida pública, está en ruinas".

La posteridad le ha juzgado consecuentemente, en detrimento de cualquier evaluación más


equilibrada del hombre y los problemas que enfrentó durante la década de 1930.

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