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INTRODUCCIÓN
Quien quiera conocer la verdad y practicarla, tiene que buscar con todo su corazón
a Jesús. Y hay un elemento complementario de la verdad que es la gracia. No se
puede hacer justicia sin la gracia. Se necesita la verdad, pero también la gracia.
Leemos en Juan 1:14: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de
gracia y de verdad”.
Éstos son dos términos entre los cuales se conforma una tensión. Digamos que
aquellos que se fundamentan en la verdad y dejan de lado la gracia, son personas o
grupos religiosos que tienen una tendencia legalista y conservadora, una línea dura
de cristianismo.
Son personas que tienen un alto nivel de exigencia de lo que es pureza y santidad,
de tal manera que cuando una persona gay o una prostituta, o cualquier otra
persona con características conflictivas entra a la iglesia, los pone mal porque
procuran que, quien quiera formar parte de una iglesia cumpla ciertas condiciones
para ser recibidos y aceptados. Por ejemplo, una persona que fuma no será bien
recibida, o una prostituta no se sentirá cómoda sino más bien señalada. Porque los
legalistas tienen un concepto determinado de sí mismos y de cómo deben ser las
cosas, es por eso que les ponen barreras a las personas. La gente no quiere abrir
su corazón y decir lo que le pasa porque piensan que si conocen sus miserias no
serán amados o se burlarán de ellos, o no los dejarán formar parte de la
congregación. En otras palabras, para formar parte de una iglesia en el concepto de
los legalistas, la persona tiene que cumplir con muchos requisitos. Es decir, antes
de que la persona sea tratada por el poder de Dios, tiene que mostrar ciertos
cambios. Si la persona es divorciada no podrá hacer determinadas cosas, si es
fumadora tendrá trabas, etc.
Por otro lado, están los que tienen un concepto liberal. Estos, más que en la
verdad, se basan en la gracia. La gracia es el favor de Dios inmerecido por el cual
perdona pecados, sana enfermedades, echa fuera demonios, rompe ataduras, une
las familias. ¡Eso es la gracia de Dios! Esta clase de personas está convencida de
que Dios los ama así como son y señalan que Dios es un Padre amoroso; entonces,
¿qué padre mandaría a su hijo al infierno? Para ellos el infierno no existe, tampoco
la condenación. He escuchado a algún predicador decir que Jesús murió en la cruz
para perdón de los pecados de todo el mundo por lo que todo el mundo ha sido
perdonado, entonces todos van al cielo. La diferencia es que algunos se enteran
que han sido perdonados y otros no. La verdad está ligada a la ley, y la ley te dice
lo que es correcto y lo que no. La gracia sabe que está mal, pero no importa,
porque Dios es un Dios de amor. Entonces, se genera como dije, una tensión entre
lo que es la verdad de Dios y lo que es la gracia.
¿Qué es la verdad? Que el pecado existe. Hoy en día, la palabra pecado no se toma
como tal; no se toma el adulterio como pecado y se defienden los derechos
sexuales de las personas. Es un derecho humano y fundamental tener sexo como te
guste, con quien te guste y donde te guste. Entonces, hablar de fornicación y
adulterio está mal. Vivimos en un mundo liberal y hay iglesias liberales. También
hay iglesias muy cuadradas, muy ortodoxas y legalistas y no todos pueden entrar
porque si no se cumple con ciertos requisitos no será bien recibido y se sentirá
incómodo.
¿CÓMO FUNCIONAN?
A una madre le han matado a su hijo y ella mirando legalmente dice que al asesino
de su hijo habría que encerrarlo para siempre, o colgarlo de un árbol, y le aplica la
justicia. Pero la mamá del asesino lo mira con misericordia y clama por ayuda
diciendo que su hijo no es malo. Ella dice que su hijo asesinó por culpa de las malas
juntas y procura un abogado.
Muchos nos piden para internar a sus hijos que han cometido delito en algún hogar
de Beraca, pero les decimos que eso lo tiene que decidir un juez y si éste ve que es
el caso, nos lo mandan. La mamá mira a su hijo con ojos de gracia. Visita a su hijo
en la cárcel, el cual está cumpliendo un período de condena y le dice que está
orando por él. El hijo está totalmente reacio y le pregunta si le trajo cigarros. Ella
insiste que está orando por él y sabe en su corazón que va a ser un predicador. La
mamá mira a su hijo con ojos de misericordia. Cualquier otra persona lo ve de
diferente manera a ese que ha cometido delito.
O sea que, dentro de lo que es la justicia, tenemos una mirada más misericordiosa
o tenemos ojos más legalistas. Están las iglesias que son muy legalistas, ortodoxas
y conservadoras; y no está mal, porque la iglesia es columna y baluarte de la
verdad. Y la Biblia dice que nosotros somos la sal de la tierra, lo que significa que
somos los conservadores de la tierra. Somos los que no dejamos que la verdad sea
torcida; mantenemos el conocimiento, la esencia y la sustancia de la verdad tal
cual. Como Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasaran” (Mateo 24:35). Hace dos mil años, el adulterio era adulterio; hoy ya no
es así. ¡No señor! ¡El adulterio sigue siendo adulterio! Todavía, nosotros somos
columna y baluarte de la verdad. De ahí a que seamos muy conservadores o duros
con la gente es otro tema. Necesitamos pedirle a Dios que nos enseñe a mirar con
los ojos con que Él mira las cosas. Y para eso necesitamos comunión con Èl y tener
un ojo como el suyo, misericordioso.
¿Qué hace Jesús? Dice Mateo 9:10: “Y aconteció que estando él sentado a la
mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían
venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos”. ¡Fue
Jesús a la casa del publicano! ¡Y se sentó a comer con él! Jesús cometió una
transgresión. Recordemos cuando el centurión le dijo: “Señor, no soy digno de
que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado
sanará” (Mateo 8:8). Un oficial romano no podía entrar en la casa de un judío
porque la contaminaba y tampoco un judío podía entrar en la casa de un oficial
porque era contaminado. Un oficial romano era un pecador, y un judío era un
sacrosanto; era alguien que amaba la ley y la cumplía, y llamaba a los demás de
gentiles. Gentil significa “gentuza o idólatra”, porque creían en muchos dioses.
“Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino
los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y
no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al
arrepentimiento” (Mateo 9:12 y 13). Los judíos hacían sacrificios en el templo.
¿Qué eran los sacrificios y las ofrendas? Eran los ritos que se hacían en el templo
para el perdón de los pecados. ¿Qué significa esto? Que ni los sacerdotes, ni los
religiosos cumplían la ley. Ellos también eran pecadores. Si no lo fueran, no
necesitarían templo ni altar, no sería necesario hacer sacrificios. O sea que, se trata
de pecadores juzgando a pecadores.
Hay personas que se creen buenas porque miran los pecados de otros y consideran
que sus pecados no son nada en comparación con los de ellos. Aunque ya sabemos
que por cualquier pecado nos vamos al infierno y estamos condenados. Aquellos
que necesitan el perdón de Dios, aquellos que hacen sacrificios para ser perdonados
por Dios, le cortan la puerta de la salvación a los que son más pecadores que ellos.
Esto hace la legalidad, el conservadurismo extremo y la falta de misericordia. Y
Jesús les dice: “Vayan y aprendan lo que significa: Misericordia quiero, y no
sacrificio”. No valen los sacrificios para el Señor si no se tiene misericordia por los
que son más pecadores que ellos. Aquí vemos la fricción entre lo que es la verdad y
la gracia. Si fuiste perdonado y salvo no fue por tus méritos, porque eras más
bueno que otros; sino que fue por pura gracia, por soberanía y elección de Dios. No
sabemos cómo funciona la gracia de Dios; no es racional ni tiene reglas. La gracia
de Dios actúa en la vida de un sinvergüenza. Una persona que le vendía droga a
otros, que embromó a tantas mujeres y abandonó a sus hijos. Pero llega la gracia y
se posa sobre él. ¿Cuál es la lógica acá? ¡Es la misericordia de Dios que lo salvó! En
cambio, hay otro que fue baleado por la policía o ha muerto por un ajuste de
cuentas.
La verdad y la ley nos manda a todos al infierno; pero la gracia nos rescata. ¿Cuál
de las dos es mejor? Necesitamos la ley para saber que somos pecadores,
necesitamos la verdad para saber que estamos destituidos de la gloria de Dios, que
estamos condenados irremisiblemente; y necesitamos la gracia para saber que Dios
nos ama, nos perdona, que ha descendido del cielo para dar su vida por nosotros.
“…Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”,
dijo Jesús. Así que, ir a comer a la casa de un publicano no era un pecado como lo
consideraban los legalistas, sino que era darle la oportunidad a un publicano de ser
limpio, perdonado, y de llegar a ser hijo de Dios.
La gracia genera fricción con la ley. En la iglesia hay gente que se dedica a
predicarles a las prostitutas y por ahí aparece un hombre entusiasmadísimo que
dice sentir de parte de Dios el ir a predicarles a las prostitutas. Es complicado, no
es cuestión de establecer normas rígidas; porque está aquel que se cree que tiene
un gran corazón para las prostitutas cuando en realidad tienen una debilidad
terrible por el sexo.
Encontramos otro caso en Juan 5:10: “Entonces los judíos dijeron a aquel que
había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho”. La
escena ahora es en el estanque de Bethesda; allí, de vez en cuando bajaba un
ángel y removía las aguas. El lugar estaba lleno de gente enferma y la primera
persona que se metía al agua cuando el ángel removía las aguas era sanada.
Ahora, llega Jesús al estanque y pone su mirada sobre un enfermo. Era un hombre
paralitico, no podía moverse por sus medios; tendría que tener a alguien todo el
tiempo dispuesto a meterlo al agua en el momento que bajaba el ángel. Hacía
treinta y ocho años que estaba ahí; treinta y ocho años en que todo su mundo era
el borde del estanque de Bethesda, esperando que algo suceda, pero nunca
sucedía.
Un día sábado, Jesús llega al estanque, lo mira, se entera que hace treinta y ocho
años que estaba así y su corazón se llena de misericordia. Entonces se acerca al
enfermo y le pregunta: “¿Quieres ser sano? Señor, le respondió el enfermo, no
tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo
voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.
Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo”. Fue entonces
que lo reprenden unos fariseos: “Es día de reposo; no te es lícito llevar tu
lecho”. Entonces el hombre les responde: “El que me sanó, él mismo me dijo:
Toma tu lecho y anda”.
El legalismo no aceptaba que haya sido sanado en día de reposo ni que llevara su
lecho cuando no era lícito. La ley decía que en día de reposo nadie podía hacer
ningún tipo de trabajo y no se podía llevar ningún tipo de carga. Pero la
misericordia supera el legalismo, y la misericordia de Jesús es más grande que la
ley, por eso el Señor lo sanó. Pero, ¿por qué lo sana a él y no a los demás que
estaban en el estanque? ¿Cómo funciona la gracia? No sé cómo, pero la gracia me
cayó a mí y lo voy a alabar cada día de mi existencia por su gracia. El lugar estaba
lleno de enfermos, y allá en el fondo el paralítico, entonces Jesús se abre paso
entre la gente y llega a donde estaba él. A ningún otro le preguntó si quería ser
sano, sólo a ese paralítico.
“Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te
es lícito llevar tu lecho”. El hombre no sabía quién lo había sanado. Leemos en Juan
5:13 y 14; “Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús
se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. Después le halló
Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para
que no te venga alguna cosa peor”. Aquí aparece la verdad. Jesús no le dijo al
paralitico: “Mira, tus pecados son muy graves. Tienes que arrepentirte y pedir
perdón. Haz la oración del pecador conmigo: Señor Jesús, soy un terrible pecador y
me voy al infierno. Perdóname, líbrame y dame nueva vida…” ¡Nada de eso! ¡Fue
pura gracia! Jesús le pregunto: “¿Quieres ser sano?” Claro que quería ser sano.
“Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda”. Luego lo encuentra nuevamente y
le dice: “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa
peor”.
CONCLUSIÓN
Allí aparecen la ley, la justicia y la verdad. Jesús no niega la verdad, pero tiene
armas más poderosas como la misericordia y el amor. Vivimos en un tiempo en que
entrarán a las iglesias los homosexuales y los transgénero, y nosotros no podemos
negar la verdad, pero tampoco podemos ser inmisericordes. Necesitaremos mucha
gracia y mucho amor.
Como mencioné anteriormente, se me acercó un joven gay y me dijo: “Pastor,
quiero saber de qué tipo es esta iglesia porque soy gay y quiero saber cómo tratan
ustedes a las personas como yo. ¿Les dan cabida o no?” Este joven está yendo a
repartir comida a los que están en la calle junto con otros chicos de la iglesia. El
joven agregó: “Yo creo que Dios es Padre de todos y nos ama a todos por igual; y a
mí me ama así como soy, gay. Y creo que Dios no está en contra de las personas
gay”. Le dije que no estaba de acuerdo con èl porque nos aferramos a lo que dice la
Biblia, pero le aseguré que en Misión Vida lo íbamos a amar; le aseguré también
que íbamos a hacer que se sienta bien, pero nunca le vamos a decir que está bien
ser gay.
Algunos quieren que nosotros pensemos como ellos, pero nosotros pensamos como
Jesús piensa, nosotros pensamos como piensa la palabra de Dios. Y si por ello
tenemos que ir presos, yo no tengo problemas de ir preso. Jesús dio su vida por mí,
yo también quiero dar mi vida por Jesús.
Tal vez haya alguien que no te cae bien, y el Señor está esperando que mires a esa
persona con los ojos con los que Él la mira. El Señor se acercó a ti para perdonarte
y ningún pecado que había en tu vida le agradaba. Tú no eras mejor que otros y
Jesús se acercó a ti con amor y te mostró su misericordia. Dios quiere cambiar tu
corazón; quiere poner en ti un corazón misericordioso. Quiere que dejes de señalar
a los demás y ames como Él ama. Tú eres fanático de la verdad, pero no te das
cuenta que actúas como un legalista y pretendes quitar la paja del ojo ajeno, pero
no te das cuenta que en tu ojo hay una viga. ¡El Señor quiere hacerte libre hoy! Tú
necesitas perdón porque has sido muy legalista. Eres legalista con otros, pero no
contigo; has visto los defectos de otros y no has visto tus defectos. ¿A quién miras
mal y con qué derecho? “Yo, que tengo todo el derecho de juzgar al mundo por sus
pecados, he derramado mi sangre por todos, porque los amo y tengo
misericordia”, dice el Señor.