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Cueva de los sueños olvidados – Werner Herzog

Jorge Andrés Acosta Londoño

La arquitectura se desarrolla en la relación entre el sujeto y el mundo, siendo el sujeto lo no


construido, la imaginación o proyección y que permite otorgar un cambio a lo que está dado. Para
el hombre contemporáneo, esta cueva se convierte en una máquina del tiempo y su vehículo es la
imaginación, lo que proyecta tal vez un pasado que describe los rasgos de un mundo prehistórico
dentro de las representaciones que cobran vida y cuentan una historia.

Los gestos que comunican la representación de aquel mundo prexistente, evocan el sentido de lo
intangible dentro de la imaginación de cada usuario, dándole cabida al arte figurativo o rupestre
que explora las necesidades básicas del ser humano por comunicarse y plasmar sus ideas de
manera simple y objetiva, es en esta simplicidad donde se encuentra la esencia del mundo que lo
rodea; pero finalmente el artista no expresa un reflejo de lo que observa, sino que traduce lo que su
espíritu siente en la medida que se detiene a imaginar o a pensar en algo que lo conmueve de su
entorno.

“La cueva se transforma en un mundo encantado de lo imaginario donde el tiempo y el espacio


pierden su significado.”
La atmósfera del lugar habla de una “omnipresencia”, es decir, del vacío como presencia o
ausencia de la condición inmaterial, el tiempo, que cohesiona con la vida humana siendo el trazo o
la huella del hombre en un lugar determinado. El silencio, las grandes o estrechas cavidades, los
“ecos” generados por la reflexión acústica y la tensión producida por el caminar en precarias
plataformas con poca visibilidad, hacen de hecho que las personas connoten en la relación
intrapersonal de la percepción inmediata un sentido de irrespeto hacia el lugar.

Finalmente compartiendo algo personal tal vez esto más allá de ser un comentario, resulta ser la
apertura de un campo de reflexión que se pronuncia con la desafortunada situación actual de
confinamiento, nos recuerda de una manera introspectiva que existimos y que habitamos un lugar.

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