Hugo N. Santos
Resumen A pesar de que Donald Winnicott, psicoanalista y pediatra inglés, no pretendió formular una
psicología de la religión, su teoría del espacio transicional en el que él incluye a lo religioso, permite
abrir un campo sumamente interesante para comprender algunos fenómenos donde la experiencia
religiosa está implicada Así, tomando como punto de partida esta teoría, el artículo menciona cuati o
temas que se prestan para un amplio campo de investigación el espacio transicional que supera la
dicotomía objetividad-subjetividad, las representaciones psíquicas que rodean a la experiencia religiosa,
el uso de los símbolos religiosos y la imagen de Dios en relación con lafiguramaterna
Abstract Although Donald Winnicott, English psychoanalist and pediatrician, did not intend to
formulate a psychology of religion, his theory of transitional space, within which he include religion,
allows us to open a very interesting field to understand some phenomena where religious experience
is implied In this way, taking this theory as a starting point, this article mención four topics that can
be included in a wide field of investigation The transitional space beyond the dichotomy objectivity-
subjectivity, the psychic representations that surround the religious experience, the use of religious
symbols and the image of God in connection with the mother-figure
pediatra trabajó orientando la relación de las mamas con los chicos pequeños; y
como analista lo hizo mucho con psicóticos y con casos límites, por lo cual sus
hipótesis se centran básicamente en las primeras etapas del desarrollo, en el co-
mienzo de la formación del yo, donde él considera que se darían las deformaciones
o defectos en la formación yoica que dan origen a situaciones psicóticas.
En particular, a partir de la observación del uso de los primeros objetos,
Winnicott plantea la teoría acerca de un espacio intermedio entre el mundo interno
y el externo. Este enfoque que explica como se estructura el psiquismo infantil
tiene consecuencias en la clínica, pero se proyecta en la comprensión de procesos
culturales.
Winnicott observa que el uso que el niño hace de los objetos, siendo estos
reales y concretos, están impregnados de subjetividad, sin que lo pueda catalogar
como objetos internos.
Esta observación le permite inferir que las primeras posesiones se dan en
una zona entre la realidad psíquica y la realidad externa, que se ubica entre el yo
y el no-yo y que articula la presencia y la ausencia de la madre. Al respecto dice
lo siguiente, después de mencionar el interior y el exterior del sujeto: "Yo afirmo
que así como hace falta esta doble exposición, también es necesaria una triple: la
tercera parte de la vida de un ser humano, una parte de la cual no podemos hacer
caso omiso, es una zona intermedia de experiencia a la cual contribuyen la reali-
dad interior y la vida exterior.
Se trata de una zona que no es objeto de desafío alguno, porque no se
le presentan exigencias, salvo la de que exista como lugar de descanso para un
individuo dedicado a la perpetua tarea humana de mantener separadas y a la vez
interrelacionadas la realidad interna y la exterior"1.
Se podría inferir que, al principio, esta área es una hendidura imperceptible.
La madre y el niño constituyen una unidad en la cual los cuidados de la primera
son tan adecuados a las necesidades del niño que crean en él la ilusión de comple-
tad, de omnipotencia mágica. Pero estos cuidados, tarde o temprano dan cuenta de
su inevitable incompletud y provocan en el bebé el descubrimiento de sus límites.
Con este referente, llamará a los objetos a los que nos referimos "objetos
transicionales" y a todo lo que se desarrolla en este espacio como "fenómenos
transicionales". Aquí aparece una importante concepción que nos permite enri-
quecer nuestra idea del mundo interno y de las relaciones de la persona con la
realidad. La propuesta de una zona transicional da lugar al registro del pasaje de
los estados subjetivos al reconocimiento de la exterioridad.
2 El término clivaje proviene originalmente de la química y designa, en los cristales, los distintos planos y zonas
donde la unión de los átomos se vuelve más débil. Es decir, que estas zonas se constituyen en posibles planos de
ruptura o fractura.
234 Hugo Ν. Santos, Religión y transicionalidad a partir de la teoría...
3 Donald Winnicott: Escritos de pediatría y psicoanálisis. Laia. Barcelona, 1979. Pag. 325.
236 Hugo Ν. Santos, Religion y transicionalidad a partir de la teoría...
cualquier ser humano se determina por el destino de este espacio potencial que se
forma entre el bebé y su madre.
Básico a la experiencia cultural es la manera en la cual el ser humano trans-
forma o transfigura su medio ambiente y los objetos que en él están, atribuyendo
a objetos, formas y figuras del mundo real un valor simbólico y significativo. A
través de la cultura, el individuo introduce el mundo externo dentro de su mundo
interior con sus personales significaciones.
Dos ejemplos pueden servirnos para profundizar la comprensión de estos
fenómenos: la experiencia de lo bello y del juego.
¿Cuál es la esencia de la experiencia estética? ¿Por qué nos conmovemos
frente a una sinfonía, un poema o un cuadro? ¿Por qué calificamos como bellas
determinadas experiencias? La cualidad de lo que se vivencia subjetivamente no
puede ser puesta en palabras. Si le preguntáramos, por ejemplo, a un físico, espe-
cialista en sonido, en qué consiste la belleza experimentada por personas que se
sienten conmovidas en un concierto, no podría darnos una respuesta porque lo be-
llo no forma parte de las cualidades físicas del objeto. El conocimiento del sonido
en nada ayuda a la experiencia estética. Ni los físicos tienen una sensibilidad espe-
cial para lo bello, ni los grandes compositores tuvieron inspiraciones científicas al
producir los sonidos. De modo tal que lo bello no es propiedad del objeto. Si fuera
así, todos sentirían lo mismo frente a idéntica melodía.
Pero tampoco es subjetividad pura. Si así fuera no haría falta ir a un con-
cierto, sólo bastaría con recordar alguna experiencia conmovedora vivida ante-
riormente. La conciencia solo siente lo bello cuando es tocada por algo que le
viene del exterior. El placer estético es una respuesta emocional de un sujeto a un
objeto.
Lo bello, entonces, se encuentra en el momento que la dicotomía entre lo
subjetivo y lo objetivo, lo interno y lo externo se disuelve. El sujeto se encuentra
envuelto por el objeto que a su vez es envuelto por aquél. El sujeto y el mundo se
transforman en una unidad.
Una unidad paradisíaca pareciera recuperarse. La experiencia estética no
produce cosas, pero produce la más alta forma de placer: el placer del sentido.
Otro elemento importante es el juego que tiene elementos en común con
la experiencia estética. Hay idiomas que usan la misma palabra para referirse a
ambas experiencias. Por ejemplo, en inglés y en alemán: Play y spielen, respec-
tivamente. También el juego trasciende las realidades inmediatas de la vida y da
sentido a la acción. Es paradójico que el juego no produciendo nada en términos
materialmente objetivos, siempre significa algo.
238 Hugo Ν. Santos, Religión y transicionalidad a partir de la teoría...
4 Johan Huizinga: Homo Ludens. Emecé Editores. Buenos Aires, 1957. Pag. 14.
Cuadernos de Teología. XXIII, 2005 239
Es Ana María Rizzuto quien intenta articular la tensión entre ambas po-
siciones: "En el lenguaje ordinario, el lenguaje de todos los días donde nos en-
contramos públicamente, ilusorio y real son antitéticos, conceptos mutuamente
excluyentes. Esto no lo es tanto en la esfera de la realidad transicional donde las
experiencias de las dimensiones ilusorias y reales se interpenetran una con otra de
modo tal que no pueden ser tomadas aparte sin destruir lo que es esencial en la
experiencia. Es imposible separar la madre creada por el niño de la madre que él
encuentra.. .La realidad, por otro lado, puede tomar, por la experiencia individual,
todas las formas que las defensas psicológicas necesitan atribuirle para hacerla so-
portable. . .El riesgo de comprender la vida psíquica es aplicar a esta la separación
de sujeto y objeto indispensable en ciencia y filosofía. Freud ha mostrado, más allá
de toda duda, las necesidades del hombre y el color de sus deseos más allá de lo
que hace y más allá de lo que ve. El hombre está siempre jugando con la realidad
o creándola él mismo a través de anticipaciones ilusorias, sostenido él mismo por
la reforma ilusoria de lo que hace o parece soportable, o simplemente tontear a
través de la ilusoria distorsión de lo que él no es. Si la ilusión, el jugar con la rea-
lidad disponible, va más allá de la necesidad inmediata, la patología y el engaño
sobrevienen. La trasmutación ilusoria de la realidad, es el proceso indispensable e
inevitable donde todos nosotros debemos ir si estamos creciendo normalmente y
adquiriendo significado y sustancia para nuestro psiquismo"5
La ilusión en el enfoque de Winnicott llega a ser una forma, dentro del
desarrollo de transición a la realidad, en el sentido que sin la capacidad de utilizar
objetos transicionales y generar formas transicionales de experiencia el intento de
los niños de "hacer pie" en la realidad será frustrado. La ilusión no es una obstruc-
ción para experimentar la realidad sino un vehículo para acceder a ella. Si Freud
descartó la ilusión, Winnicott la acogió para incrementar la capacidad humana en
pro de la creatividad. Para él la ilusión es una parte importante de la vida. El ser
humano necesita crear, dar forma y transformar su medio ambiente, encontrar
vehículos para la expresión de su vida interior y encontrar formas de relacionar su
experiencia interna y su realidad psíquica.
En el esquema valorativo de Winnicott la salud psíquica no supone la sepa-
ración del deseo y la realidad sino más bien su constante interacción. Es a través
de la ilusión que el espíritu humano se alimenta. Freud vio, en El porvenir de una
ilusión, la vida humana en un mundo severo de factores y realidades frías, bajo el
imperio de la razón. Esta tuvo un lugar importante para Winnicott, pero la imagina-
ción, la expresión de la creatividad es parte fundamental de la experiencia humana.
El ser humano sin imaginación, sin la capacidad de jugar, sin la ilusión creativa es
5 Ana María Rizzutto: The birth of the living God. A psychoanalytic study. The University of the Chicago Press.
Chicago, 1979. Pag. 227-228.
240 Hugo Ν. Santos, Religión y transicionalidad a partir de la teoría...
condenado a vivir en un mundo estéril bajo el duro dictado de la realidad sin color
ni variedad, sin el enriquecimiento continuo de sus capacidades creativas. En ese
aspecto, Winnicott se acerca mucho más a Pfister que a Freud.
Dicho en otras palabras, neurótico (por lo menos) es aquel que modifica la realidad
por la imaginación. Por lo tanto, sano es quien sabiendo que la imaginación está
ligada a la ilusión, la reprime voluntariamente y se adapta a las reglas del principio
de realidad. De este modo, aquellos que se guían por la ciencia comprenden más
que nadie la necesidad de reprimir las pulsiones y esto lo aceptan voluntariamente.
Con esta racionalidad, vale preguntarse ¿Qué lugar puede tener lo religioso cuando
aquello de lo que se habla no está corroborado por el reino de los sentidos? Más
aún, la sospecha referida a su falsedad y necesidad de eliminarse de la vida está
avalada porque el discurso de la religión se corresponde, en buena medida, con los
deseos más trascendentes de la vida humana que hallarían su realización en esa
otra realidad que entra en coalición con esta.
Frente a esto cabe preguntarse ¿Dónde existe esa conciencia pura reivin-
dicada como sinónimo de normalidad? ¿No será esa conciencia producto de la
imaginación, pero imposible de encontrar en la realidad humana? ¿No supone
este enfoque, en último análisis, un mito, una sacralización de la realidad, en tanto
transforma hechos en valores?
Piaget decía que el conocimiento no es una copia sino una organización de
lo real. Para ponerlo en otros términos: la conciencia es una teoría de la realidad.
Su matriz emocional supone la exigencia de que la estructura de la realidad esté en
consonancia con sus valores.
Volvamos al científico que aparece como paradigma de respeto por los datos
de la realidad, ¿Qué encontramos en él en el momento de "construir" la ciencia?
Pues una persona con problemas reales que lo condicionan, con sus prejuicios, sus
amores, sus posturas en relación con el objeto de estudio. En fin, sus emociones
y su imaginación. La ciencia, no importa cuan pura sea, es el producto de seres
humanos comprometidos en la tarea de vivir sus vidas personales. Sería un tema
para reflexionar la cuestión acerca de en qué medida las afirmaciones científicas
reproducen los acontecimientos externos y en qué medida tales afirmaciones res-
ponden a la necesidad humana de autoconsistencia.
Para no ver la reproducción de la realidad y la imaginación como términos
tan antitéticos, bastaría pensar en el papel desempeñado por la fantasía y la ima-
ginación en los grandes inventos y descubrimientos hechos por la ciencia. Cómo
los grandes descubridores concibieron realidades que no estaban en la realidad.
Lo mismo podríamos decir de cualquier situación de cambio aplicada a personas,
grupos, instituciones, etc..
Con esto no estamos diciendo que la imaginación se oponga, a priori, al co-
nocimiento de lo real, pero tampoco puede ser considerada desde el comienzo como
fuente de errores cognoscitivos ni como elemento, causa y consecuencia de nuestra
neurosis. Si así fuera, deberíamos también admitir que, en el proceso de la evolu-
242 Hugo Ν. Santos, Religión y transicionalidad a partir de la teoría...
ción, se ha producido un fatal error en tanto que los animales no tienen imaginación,
pero sí los humanos. Por eso, los tales son religiosos, no así los animales.
En relación con esto, Durkheim que estudió a fondo el tema religioso desde
la sociología, en su libro Las formas elementales de la vida religiosa, comentaba
que los animales conocen solo un mundo, el que perciben por medio de la expe-
riencia, tanto interna como externa, y que solamente los humanos tienen la facul-
tad de concebir el ideal, de agregar algo a lo real. La experiencia de los animales,
dicho en otros términos, se agota con los datos que les ofrecen los sentidos en re-
lación con lo exterior a ellos. Realidad y posibilidad se identifican. El ser humano
está siempre andando entre las cosas tal como son y las cosas tal como podrían ser,
entre lo ya instaurado y lo que solo existe como objeto de deseo, aquello por lo que
se espera. Berger y Luckmann, en su ya clásico libro La construcción social de la
realidad, explican como esto que llamamos real se construye en la subjetividad.
Hay algo en el ser humano que se resiste a aceptar a la realidad como ins-
tancia final. Por algo la persona se sumerge en el juego, en el sueño, en las produc-
ciones artísticas y literarias que no están necesariamente en consonancia con esto
que llamamos realidad, pero que revelan lo más profundo de su ser. Si esto fuera
así, la religión, desde la psicología, es otro de los productos de la imaginación. La
persona religiosa se resiste a promover a la categoría de realidad última los datos
que los sentidos le ofrecen. La imaginación es una expresión del amor y del deseo
a lo que no es, una proclama a favor de lo que todavía no ha nacido. Por eso, la
imaginación y la ilusión empujadas por el deseo (en esto Freud no estaba equivo-
cado) son expresión de una ausencia, de insatisfacción por la realidad presente, de
deseo por aquello que falta en la vida real.
Porque el ser humano necesita trascender la realidad produce obras litera-
rias, hace el amor, se entrega a la religión. A través de la imaginación, trasciende la
realidad y proclama que mucho de lo que es no debería ser y algo de lo que no es,
esto es lo que debería ser. Por eso, la religión más allá de esto que suele llamarse
realidad, es un conjunto de símbolos, un enjambre de deseos llevados a su máxima
expresión, un grito de esperanza, un ramillete de ilusiones, un horizonte que da
sentido a todos los horizontes, la más extraordinaria y poderosa expresión de pro-
testa y búsqueda de transformación de la realidad. Quien consideró a la religión
como opio confundió la esencia de la experiencia religiosa con otros productos
que se pueden generar a partir de los procesos de organización y de instituciona-
lización que la circundan.
La ilusión tiene una orientación hacia el futuro, que es una dimensión tem-
poral de la subjetividad humana. La ilusión, siendo presente y actual, se proyecta
hacia el futuro y se refiere a él como proyección y anticipación.
La ilusión implica la introducción de la "irrealidad" dentro de la realidad
y es un ámbito de la imaginación. Esta es una dimensión característica y propia
de lo humano. Es la dimensión que hace posible la vida humana. Si el ser humano
estuviera solo sujeto a lo pasado y presente, su vida sería solo reactiva, estaría
limitada, no habría posibilidades de elección.
El tema de la ilusión en tanto que lanzado hacia el futuro supone la di-
mensión vinculada con la esperanza. La esperanza es una teoría de la realidad.
También la podemos pensar como una sospecha que los valores, aun no estando
presentes, son más reales que los hechos inmediatos. Lo que ahora es importante
se revelará como poderoso e instalado en el futuro. Cuando se pierde la esperanza
hay fantasías de desintegración; la esperanza, estructura.
Júrgen Moltmann, uno de los teólogos que más se ha destacado en la consi-
deración del tema de la esperanza, dice que la conversión cristiana es conversión a
un futuro y que la misma es fe en la resurrección. Dice él: "La fe en la resurrección
es el nacimiento nuevo a la esperanza. El Cristo resucitado convierte la vida en
una continua fiesta, en una fiesta que no tiene fin"8. Y agrega: "La creencia en la
resurrección se hace viva en los hombres en la protesta contra la muerte, pero vive
de otra cosa diferente: de la exuberancia del futuro prometido por Dios.. .ella vive
del inconmensurable asombro ante el futuro, concretamente en la alegría sin fin
por los nuevos cielos y la nueva tierra, en los que habita la justicia y la eterna feli-
cidad. . .La pascua es una fiesta y se celebra como la fiesta de la libertad. Pues con
la pascua comienza la risa de los redimidos, la danza de los liberados y el juego
de la fantasía. Desde los tiempos más antiguos, los himnos de la pascua celebran
la victoria de la vida, mientras que se mofan de la muerte, hacen burla del infierno
y dejan en ridículo a los señores de este mundo. La pascua es la protesta de Dios
contra la muerte. La pascua es la fiesta de la liberación de la muerte. Debemos
tener presente ambas cosas. La resistencia es la protesta del que espera, y la espe-
ranza es la fiesta de los que resisten o se oponen"9. Así entonces para este autor,
mediante la resurrección de Cristo se le ha abierto al creyente un incomparable
futuro, puesto que es imperecedero: "Indestructible y seguro, el reino de la libertad
y de la paz de Dios queda abierto para la renovación de cielo y tierra"10
12 Saúl Miguel Rodríguez Amenábar: Psicología y religión. Ediciones Universidad del SalvadQr. Buenos Aires,
1988.
Cuadernos de Teología, XXIII, 2005 249
preedípica, en donde el niño es uno con el cuerpo de la madre y con los fantasmas
de ella. Si esto es así estamos ubicados en un contexto de la experiencia que no
está dentro de las coordenadas de la cultura y que antecede al tiempo histórico. Es
a partir de la relación con la madre que se genera este espacio transicional.
Para Jung, los fenómenos religiosos no son una sublimación, sino expre-
siones de una auténtica y legítima función del psiquismo humano. Las manifes-
taciones religiosas son confesiones psíquicas que, en último término, obedecen a
procesos inconscientes. Él lo expresa de este modo: "En virtud de que la religión
constituye, ciertamente, una de las más tempranas y universales exteriorizaciones
del alma humana, sobrentiéndase que todo tipo de psicología que se ocupe de la
estructura psicológica de la personalidad humana habrá, por lo menos, de tener en
cuenta que la religión no sólo es un fenómeno sociológico o histórico, sino, tam-
bién, un importante asunto personal para crecido número de individuos"14
Vergote dice que "si se pretende hacer una interpretación de la obra de
Jung, será preciso, sin duda alguna, buscar en el símbolo maternal la clave del
sistema y la raíz de su psicología"15. En este modelo el símbolo paternal, si bien no
está ausente, ocupa un lugar secundario que contrasta con el lugar preponderante
que aparece en el freudismo. Si la pérdida del paraíso fue en realidad la pérdida de
la madre, ¿el símbolo maternal no evoca este paraíso primero anterior a la ruptura
y a los conflictos?.
Lo maternal es para Jung la fuente de toda la realidad psíquica. Él pone a
la madre en el centro de las neurosis porque ve en la relación con la madre un dato
más primario que la relación con el padre. La madre es un "arquetipo" y simbo-
liza a Dios, al menos, como el padre. El deseo de reencontrarse con la integridad
perdida original, renaciendo a una nueva vida, es una aspiración dada en y por la
madre. La madre se concibe como mediadora en este proceso. Tres características
definen el símbolo maternal: su calor fecundo y nutritivo, su dimensión emocional
que despierta a la vida consciente, su carácter oscuro y oculto. En el inconsciente
colectivo que habita todo ser humano, la madre es, esencialmente un arquetipo.
Esta tendencia mística de unión con el todo, es algo innato en el ser huma-
no por la potencia afectiva de la libido. Esta guarda recuerdos de sus orígenes y las
religiones se han apoyado en la potencia afectiva del Eros.
Nos encontramos entonces frente a una psicología que, utilizando una ter-
minología un tanto particular, reinterpreta las religiones considerándolas como
otras tantas tentativas simbólicas de realizar el deseo de unión e integridad origi-
nal. Así el pensamiento de Jung aporta, en su análisis psicológico de la religión, el
16 Sigmund Freud : Sobre la sexualidad femenina. En Obras Completas. Volumen IH. Biblioteca Nueva. Madrid,
1968. Pag. 518.
17 Sigmund Freud: Pegan a un niño. En Obras Completas. Volumen I. Biblioteca Nueva. Madrid, 1968. pag. 1181.
Cuadernos de Teología, XXIII, 2005 253
18 Sallie Mac Fague : Teología para una era ecológica y nuclear. Sal Terrae. Santander, 1995. Op. cit.. Pag. 165.
19 Sallie Mac Fague: Op. cit.. Pag. 179-180.
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