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EL SENTIMIENTO BÁSICO DE

SEGURIDAD
septiembre 15, 2003
by Juan José Albert

En cierta ocasión, hace ya algunos años, conversando sobre el desarrollo de los caracteres
expresaba mi interés a cerca de la conveniencia de cuidar más el desarrollo del carácter
de nuestros hijos. Mi interlocutor mantenía la idea de que esta preocupación era
irrelevante puesto que necesariamente desarrollarían uno u otro tipo de carácter. Cierto –
fue mi respuesta – pero el asunto en el que yo estaba no era tanto favorecer el desarrollo
de un tipo u otro de carácter, lo cual, ciertamente, es irrelevante y quizás poco posible,
sino facilitar que el desarrollo del carácter, sea cual fuere, ocurra del modo más natural y
saludable posible.

Y en ello persisto. Si la motivación de la que partimos generalmente para buscar


afanosamente la salud, y algunos el crecimiento personal, es el cese de nuestro
sufrimiento y, más adelante, la apertura de la conciencia y, más delante aún, el desarrollo
de la espiritualidad como punto culminante en la obtención de Salud, el carácter es,
precisamente, el principal obstáculo pero también nuestra principal herramienta. No
parece, por tanto, mala idea el cuidarlo desde el principio. Es decir, ayudar a que nuestros
hijos desarrollen SU carácter proporcionándoles los apoyos que ELLOS necesitan en cada
momento.

Tengo la sensación de que la actitud más común ante el proceso que implica el
desarrollo de la salud es algo así como que tenemos que “fabricárnosla”, con cierta
tendencia a olvidarnos de que la palabra desarrollo se refiere a potenciar algo que ya
existe en cada uno, porque si no existiese no podría existir. Es más, de que tenemos que
conseguirla en algún sitio donde alguien nos la proporcionará, nos sanará. Nada más
errado del blanco.

Es evidentemente cierto que hay determinados lugares donde se propician estos procesos
y determinadas personas que ayudan a ello, pero en definitiva sólo se trata de encontrar
lo que siempre ha estado en nosotros, en algún rincón oscuro de nuestra consciencia:
nuestro propio origen. Si bien lo intuimos, nos resulta bastante desconocido, (y lo
desconocido infunde cierto temor), aunque permanentemente se haya mantenido en el
mismo sitio, en el núcleo de nuestro propio Ser. Ciertamente vamos a necesitar un guía,
pero nadie nos lo va a proporcionar sin nuestro compromiso y esfuerzo personal, y es
perdida de tiempo y origen de sufrimiento buscarlo fuera de cada uno de nosotros. Otra
cosa es que nos ayuden a hacer el camino exploradores que disponen de mapas porque
conocen los territorios. Hacer el Camino depende de cada uno. Esta es la ineludible
responsabilidad individual.

El proceso de maduración evolutiva de niño a adulto en nuestras actuales


condiciones socioculturales conlleva, en mayor o menor medida, cierto oscurecimiento
del contacto con nuestro núcleo espiritual y amoroso, con nuestro ser original,
precisamente como consecuencia del inevitable desarrollo del carácter. Buscar la Salud
es hacer un viaje de retorno hacía nuestro reencuentro a través del carácter, una acción
tan inevitable como heroica que precisa de intención, voluntad y confianza, además de
guías conocedores de algunas, excepcionalmente de todas, las etapas del Camino del
Viaje.

Cuanto más sano es el desarrollo de nuestro carácter menos nos apartamos de nuestro
núcleo amoroso y menos dificultades encontraremos para el camino, siempre y cuando
no olvidemos que el carácter, por muy sano que parezca, mientras permanece anclado y
condicionado por el inconsciente oscurece y distorsiona las percepciones de nuestra
conciencia sobre nosotros mismos y sobre el mundo, precisamente por los puntos que por
no ser conscientes son ciegos.

Para iniciar el Viaje ayuda saber que la perdida de Confianza en la Vida y en


nosotros mismos es la base sobre la que se desarrollan las distorsiones perceptivas
sensoriales, emocionales e intelectuales del carácter (o de la neurosis, tanto da), y que
éste sólo nos proporciona una fantasía de seguridad con la que suplir la perdida de
confianza. Y ayuda más conocer que la perdida de confianza además de ser el origen es,
también, un artefacto del desarrollo del carácter, una vivencia distorsionada y reactiva a
nuestra dolorosa realidad infantil, una fantasía más en definitiva que refuerza
neuróticamente la estructura defensiva caracterial. No hay nada que nos atemorice más
que las fantasías de abandono, falta de apoyo y soledad, y el carácter viene a tapar estos
“agujeros” por los que alguna vez en nuestras vidas tuvimos que pasar y quedamos
maltrechos.

Hacer actos de confianza a partir de tener fe en la idea de que la vida es lo suficientemente


sólida y segura como para sustentarnos, aunque nuestra percepción distorsionada no nos
lo muestre así, es esencial para el Viaje. Ayuda a traspasar el miedo que podemos sentir
ante la dolorosa sensación de vacío que queda al disolver las estructuras caracteriales por
las que nos sentimos protegidos, a pesar de que, (o precisamente porque), realmente nos
están alienando.

Nuestra salud psicoemocional se apoya sobre el Sentimiento Básico de


Confianza. Este Sentimiento se desarrolla paralelamente, y en una relación de
retroalimentación reciproca, a la maduración somática y psicoemocional del niño durante
los primeros años de vida. Favorecer su desarrollo y arraigamiento es favorecer un
crecimiento saludable y minimizar la posible, e indudable, distorsión perceptiva del
carácter.

Aunque el Sentimiento de Confianza Básico es unívoco, por tanto sólo divisible


artificiosamente con fines didácticos, el hecho de que se vaya estructurando a lo largo del
desarrollo infantil nos permite considerar varias fases o etapas en su devenir histórico,
comunes a todos nosotros. Dichas fases se dan en el tiempo cronológico, pero como éste
es diferente al tiempo emocional y al tiempo inconsciente, resulta que éstas fases son
activas en nuestra vida adulta en un presente continuo sea éste consciente o no. Por ello,
tener en cuenta éstas etapas, sin que nos distraigamos de su esencia unitaria y unívoca,
nos sirve de ayuda para comprender y apoyar en su transito al niño y para reparar sus
posibles deficiencias en el adulto a partir de su expresión como manifestaciones
caracteriales.

Desde mi punto de vista ( tal y como lo tengo didácticamente estructurado para


los cursos de formación ), el primero de estos sentimientos comienza a desarrollarse en
la fase preoral, es decir durante los tres primeros meses de edad, cuando el niño sólo se
percibe a partir de las sensaciones originadas por las necesidades más básicas y
elementales. Si éstas necesidades son adecuada y tiernamente satisfechas, el bebé tiene
una percepción sensorial de sí placentera, sin que sufra ninguna interrupción el continuo
de atención en sí mismo. Así de desarrolla y arraiga el Sentimiento Básico de Seguridad
en la existencia, el cual quedará interrumpido tan pronto como la atención sensorial del
bebé en sí mismo quede interrumpida por sensaciones displacenteras. Su desarrollo
deficiente y distorsionado es el punto de anclaje del carácter esquizoide: una
autopercepción fragmentada de la existencia de ser.

Seguidamente y sobre el anterior, durante la fase oral que viene a durar hasta el
año y medio aproximadamente, se desarrolla y arraiga el Sentimiento Básico de
Seguridad en si mismo y en el entorno inmediato fundamentalmente propiciado por la
función madre. Dicho sentimiento proporciona confianza necesaria para que pueda
expresarse cómo se siente, en un entorno (el otro-madre) suficientemente sustentador y
seguro, tan facilitador como para que pueda ir adecuando sus impulsos al medio sin
necesidad de inhibirlos o distorsionarlos. De este modo se desarrolla sin perder la
confianza en que la expresión espontanea de la demanda de satisfacción de sus
necesidades y de sus incipientes emociones y sentimientos será bien acogida. Su
desarrollo insuficiente será la base para el arraigamiento del carácter oral : una
autopercepción carencial y de inseguridad en la autosatisfacción de ser.

Durante la fase siguiente, a la que llamamos fase anal y que dura hasta los dos
años y medio aproximadamente, se desarrolla y arraiga el Sentimiento Básico de
Seguridad en la individualización o diferenciación del otro, fundamentalmente del otro-
madre, apoyado en el desarrollo suficiente de las capacidades cognitivas que ya le
permiten decir NO con intención e introyectar las normas. Mediante el uso de ésta
maravillosa y recién adquirida palabra, NO, el niño expresa su sentir: “ Yo soy yo y tu
eres tu. No soy una prolongación de ti. Cuídame y respétame”. Es mucho más que una
terca y cabezota oposición, aunque a veces también lo sea. Si se entiende y se cumple su
significado real el niño va adquiriendo su propia identidad si tener que renunciar al
contacto consigo mismo, sin tener que evolucionar confundido con la necesidades del
otro-madre. Su lesión será la base para el arraigamiento del carácter masoquista : una
autopercepción de inseguridad ante la autonomía de ser.

Durante la fase fálica, hasta los tres años y medio más o menos, se desarrolla y
arraiga el Sentimiento Básico Seguridad en la socialización, apoyado en el mayor
desarrollo de las capacidades musculares para el movimiento en el espacio, en la intensa
e incipiente curiosidad y en la puesta en practica de la necesidad psicoemocional de
exploración del entorno próximo y lejano, propio y ajeno, más amplio que el familiar pero
con la garantía de ésta está. El niño espera que la manifestación espontánea de sus
necesidades e incipientes deseos sea bien acogida por el entorno social, sin tener
necesariamente que cumplir con la imposición de las expectativas del otro-madre, del
otro-padre, del otro-colegio…….., únicamente las suyas propias dentro de los límites que
puede ya ir asumiendo. De esta manera irá explorando paulatinamente la adecuación, el
desarrollo y las limitaciones de sus posibilidades y capacidades sociales según sus propios
deseos. Su desarrollo condicionado dará lugar al carácter psicopático (nada que ver con
psicópata, terminología en desuso): una autopercepción de inseguridad en la expresión de
ser en el mundo.

Finalmente, a partir de que las terminaciones nerviosas sensitivas de toda la


superficie corporal maduran, el niño puede ir adquiriendo por primera vez la noción de
integridad y unidad corporal, y la capacidad para experimentar placer erótico. Esto ocurre
a partir de los tres años y medio, aproximadamente, durante la fase evolutiva genital. Este
nivel de maduración biológica y psicoemocional posibilita que vaya integrando sus
afectos tiernos con su necesidad y deseo de experimentar placer sensorial, y que desee
entregarse y ser aceptado tal y como él se siente, íntegramente, sin tener que disociarse
del placer para poder expresar el amor. Es el momento de desarrollo y arraigamiento del
Sentimiento Básico Seguridad en el compromiso y entrega a sí mismo y, de ahí, de
compromiso y entrega al Otro. El desarrollo y arraigamiento disociado de ambos
sentimientos, placer y amor, dará lugar a la estructuración de los caracteres rígidos, (el
histérico, el pasivo-femenino, el fálico narcisista obsesivo y el fálico narcisista
compulsivo, según el modo y manera en que cada uno de ellos encuentra su lugar en la
familia y en la sociedad, a lo largo del desarrollo del conflicto edípico): una
autopercepción de inseguridad en el ser con otro.

Todas estas fases evolutivas, básicas para el desarrollo sano, no se dan como
compartimentos estancos, no se acaba una y comienza la siguiente, sino que se desarrollan
a modo de espiral, imbricadas unas en otras hasta que el carácter queda cerrado, durante
la fase de latencia, iniciada alrededor de los siete años de edad. Después, el estar en la
vida adulta estará condicionado por la compulsión inconsciente a la repetición de las
estrategias adquiridas para defendernos del dolor y la angustia originados por la
desconfianza surgida de la perdida de contacto con nuestro núcleo de Ser Amoroso, con
nuestra Esencia. Encontrar, reconocer y conocer este dolor, y nuestras estrategias de
evitación, es doloroso. Pero suprime el sufrimiento y la angustia, y nos hace mejores
personas. Todos nos beneficiamos de cualquier proceso individual puesto que la Salud,
si bien puede tener un inicio individual, es un bien colectivo que impulsa naturalmente a
ser compartido para su realización completa.

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