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Lo que es evidente es que el budismo no es un sistema político, por lo cual no tiene una
ideología política definida. Sí, en cambio, tiene lineamientos o principios éticos y
espirituales de los cuales se desdobla un accionar político. En diferentes textos se
recogen enseñanzas de Buda que pueden tomarse como fundamentos políticos: "Cuando
el gobernante de un país es justo y bueno, los ministros son justos y buenos; cuando los
ministros son justos y buenos, los oficiales son justos y buenos; cuando los oficiales son
justos y buenos, los servidores son justos y buenos; cuando los servidores son justos y
buenos, las personas son justas y buenas" (Anguttara Nikaya).
El Dalái Lama dijo en una conferencia en Washington, de manera bastante política, que
el budismo siente gran afinidad con los valores democráticos: "La institución que el
Buda estableció fue la sangha o la comunidad monástica, que funciona mayormente en
líneas democráticas. Dentro de esta fraternidad, los individuos son iguales, no importa
su clase social o casta. La única diferencia de estatus depende de su prima de antigüedad
en su ordenanza". El Dalái Lama también manifiesta que dentro del exilio la
organización budista actual busca poner en práctica los valores democráticos. A lo que
se suma su declaración de que la institución del liderazgo a través de la reencarnación
será interrumpida con él y a su muerte se llevará una elección democrática. El budismo
tibetano por siglos ha elegido a su líder a través de un sistema de reconocimiento de la
reencarnación de los lamas, basado en astrología y en las mismas direcciones que el
Dalái Lama indica antes de morir. Se considera que existen dos tipos de
reencarnaciones, aquella a la que un individuo es arrastrado por las fuerzas del karma y
aquella de un boddhisattva que decide reencarnar voluntariamente y por lo tanto tiene
control de su encarnación.
las personas creen que pueden elegir a la persona adecuada para que sea presidente,
pero la persona que elijan cambiará. ¿Quién se mantiene siempre? También, no hay
certeza de que, cuando una mayoría elija al presidente esa selección luego sea
considerada un error y las creencias de la mayoría sean consideradas como falsas e
ilusorias. (A Cascading Waterfall of Nectar)
Algunos críticos seculares del budismo han manifestado que históricamente el budismo
se ha adaptado a los gobiernos de los países en los que ha tenido afluencia, prefiriendo
generalmente la no confrontación no obstante que estos sistemas políticos hayan
realizado acciones poco budistas. Sin embargo, también es cierto que el budismo ha
influido positivamente en algunos gobiernos, siendo un poderoso impulso de desarrollo
cultural y de establecimiento de la paz. Por supuesto, el caso más famoso es el del rey
Ashoka, emperador de la India durante los años 268 a 233 a.C., quien después de
presenciar la matanza de miles de personas que él mismo había ordenado se convirtió al
budismo y dedicó su poderoso reino a esparcir los principios del budismo, efectuando
monumentales construcciones y liberando una ola religiosa que fue fundamental en la
expansión del budismo en Asia. Cuentan las historias que después de la victoria de la
batalla de Kalinga, contemplando los cadáveres y la desolación de la muerte, Ashoka
entendió que la victoria de esta batalla en realidad había sido una derrota (algo que
parece inédito en la historia de la guerra y la política). H. G. Wells escribió sobre
Ashoka que entre las vastas hileras de gobernantes en la historia: "el nombre de Ashoka
brilla, brilla, casi solitario, una estrella".
Debe mencionarse el caso del emperador Shomu, quien reinó del año 724 a 749 en
Japón, y quien al renunciar tomó los votos como monje budista y fue una gran fuerza
cultural también. Un caso controversial, que merece mencionarse, es el de la
emperadora Wu Zetian en China, quien elevó brevemente al budismo como la principal
religión del imperio y es recordada por importantes construcciones de templos y
estatuas. Wu Zetian, sin embargo, ha sido criticada por confucionistas como una experta
manipuladora, lo que le permitió ser la primera y única emperadora de China. Críticas
vienen también por el apoyo o el estrecho vínculo de autoridades budistas locales con el
gobierno de países como el de Tailandia, en el cual se tiene instituida la pena de muerte
en contradicción con principios budistas: en todos lados se cuecen habas.