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INTRODUCCIÓN
A lo largo de los siglos, mucha gente ha visto y
visitado la Iglesia como un hospital del alma,
adonde ir a curar sus heridas y recibir consuelo,
amor y ánimo. Pero Jesús no la fundó con este
propósito. Para Él la Iglesia es un ejército, la
fuerza militar espiritual del Reino, a la que
encomendó predicar su mensaje y reclutar
discípulos dispuestos a seguir sus pasos. Es
verdad que cuando llegamos al Reino, venimos
malheridos, golpeados por el mundo, y la Iglesia
nos acoge, nos sana, nos limpia y nos restaura;
pero eso es sólo una parte de sus funciones. Se
puede decir que la Iglesia tiene un sector de
hospital para recibir, sanar, liberar y restaurar a
los que fueron oprimidos por el diablo; pero una
vez recuperados, no deben permanecer allí, pues
tienen que pasar a las otras dependencias de la
casa de Dios. Por algo, Jesús le dio a la Iglesia,
la autoridad que conquistó en la Cruz para sanar
a los enfermos y deshacer las obras de Satanás,
el enemigo de Dios.
Aquí es donde entra el tema de este libro. Una
vez que el ser humano ha sido restaurado al
reino de Dios, sus heridas han sido curadas, sus
emociones sanadas y ya está de pie, se pasa a la
etapa del entrenamiento, de la madurez.
Comenzando por la relación con el Padre
celestial que todo guerrero debe tener, este libro
nos llevará a través de las distintas etapas o
niveles de penetración en el mundo espiritual
hasta llevarnos a la máxima, la guerra espiritual.
En este entrenamiento, recorreremos sectores
prácticos, pero también teóricos, como el
conocimiento fundamental de la batalla legal,
ignorada por muchos y causante de las grandes
derrotas o fatalidades de la guerra. Esta obra
termina con un capítulo impactante,
absolutamente relacionado con el primero, pero
con la riqueza de los restantes, donde vemos
cómo un hijo llega a ser un guerrero. Pero no
sólo eso, sino que llega a estar en la posición de
levantar y entrenar a otros para multiplicar los
éxitos en la guerra espiritual y esparcir el
dominio del reino de Dios a todos los territorios
usurpados por el enemigo. El hijo
experimentado en la batalla, aquel que ha
tomado ciudades y naciones para el Reino, tiene
como tarea final, entrenar a otros en lo mismo,
dándoles la paternidad que generará identidad y
sentido de propósito y destino.
Las próximas generaciones serán victoriosas si
la nuestra es capaz de generar padres
espirituales, experimentados en la batalla, para
transferirles su unción, su conocimiento, sus
estrategias de guerra y su peso espiritual. Los
hijos del mañana serán más poderosos, más
avezados, más arriesgados, más decididos, si los
padres de hoy conocen y cumplen su comisión.
¡Vamos adelante, hijos del Dios Todopoderoso!
¡Ascendamos en oración y adoración y
descendamos en guerra, como saetas en manos
del valiente…!
CAPÍTULO 1
La revelación de la paternidad de Dios
La paternidad es el fundamento sobre el cual
Dios ha escogido edificar toda la estructura de la
sociedad; sin ella, la sociedad se desintegra y
todo se convierte en caos. Es decir, la familia, la
sociedad y todo lo que se desprende de ellas, no
funcionarán debidamente hasta que la
paternidad sea restaurada.
Dios promete la restauración de la paternidad
“5He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes
que venga el día de Jehová, grande y terrible.
6El hará volver el corazón de los padres hacia
los hijos, y el corazón de los hijos hacia los
padres, no sea que yo venga y hiera la tierra
con maldición.” Malaquías 4.5, 6