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GALLARDO, Roberta. Qué Es Seguridad Jurídica PDF
GALLARDO, Roberta. Qué Es Seguridad Jurídica PDF
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Presentación
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En un tiempo histórico en donde se retoma ese concep-
to, con el objeto de frenar las transformaciones que ha
encarado nuestro país, nada mejor que echar luz sobre
las cuestiones y alumbrar la senda a recorrer. Es este el
motivo por el cuál se decidió ahora, la impresión y di-
vulgación del trabajo en forma de libro, en una edición
oficial de la Defensoría General de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
“¿Qué Seguridad Jurídica?” es un texto que, descarto,
será de suma utilidad para todo aquel que pretenda de-
sarrollar un enfoque superador y comprometido en ma-
teria de Derechos Sociales, se trate de un lego o de un
operador jurídico calificado y también una herramienta
de labor para aquellos a quienes compete la misión de la
Defensa Pública de las personas y sus derechos.
Mario Kestelboim
Defensor General de la Ciudad de Buenos Aires.
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dad jurídica es la cualidad del ordenamiento jurídico,
que implica la certeza de sus normas y, consiguiente-
mente, la previsibilidad de su aplicación.
Ahora bien, ratificando lo dicho al comienzo resulta-
ría entonces inconcebible un sistema jurídico cuyas
normas fueran inciertas y sus aplicaciones impre-
decibles. Un escenario con esas características nos
hablaría de una sociedad anómica en donde el uso
de la fuerza prime por sobre cualquier regla. Será en
ese caso el más fuerte, en la actualidad, el que podrá
decidir la suerte de cualquier controversia.
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titución de un conjunto de certezas normativas y
sus respectivas pautas de aplicación (certeza norma-
tiva y aplicación previsible) por otras de diferentes
características. Esto es, si sacásemos dos fotografías,
v.gr. una antes y otra después de emprendido el
cambio normativo, encontraríamos en cada una de
ellas expresiones contundentes de seguridad jurídica
y no podríamos predicar válidamente inseguridad
en ninguno de los cuadros en estudio.
Es claro pues, que la preocupación de los “seguris-
tas” es que no existan mutaciones en el tiempo de
aquellas condiciones jurídicas a las cuales se sometió
algún tipo especial de relación económica o política.
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“seguristas”, entonces, de igual forma, se tratará de
una peligrosa “inseguridad jurídica”.
Aun siendo las nuevas reglas producto del mandato
popular en términos de la democracia representativa
o bien de iniciativas populares enroladas en los me-
canismos de participación democrática semidirecta,
si su contenido modifica algún aspecto “sensible”
del sistema normativo, que les afecte, entonces tam-
bién aquí hablarán de “inseguridad jurídica”.
¿Implica esto que los sistemas jurídicos deben ser
inmutables? ¿Quién define la viabilidad del cam-
bio normativo? Si los mecanismos formales de
producción normativa no pueden validar la muta-
ción ¿cuál es el mecanismo apto para tal fin?¿Puede
primar la voluntad del mercado por sobre la so-
beranía popular? ¿Es la seguridad jurídica un fin
en sí mismo? ¿Puede la seguridad jurídica sostener
valoraciones diferentes a las reconocidas por las
Constituciones y los Tratados? En el caso argenti-
no ¿pueden las condiciones convencionales del inc.
24 sobreponerse a las del inc. 22, en el art. 75 de la
Constitución Nacional?
Todos estos interrogantes serán abordados segui-
damente con el objeto de contrastar el blanco y
el negro del tema y simplificar su análisis a fin de
develar los verdaderos objetivos de tanta declama-
ción crítica.
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nuevas constituciones o estatutos y se extienden ha-
cia toda la dimensión jurídica.
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mente involucrados en la concentración econó-
mica global. Sin ir más lejos, hasta el año 2003,
Argentina fue sistemáticamente “monitoreada,
auditada, fiscalizada y gerenciada” por organismos
tales como el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial. Las ortodoxias de ambos entes,
sugirieron, presionaron y obligaron en algunos ca-
sos, a la adopción de determinadas decisiones polí-
ticas y económicas que impactaron de lleno en las
relaciones de mercado.1
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rinflacionaria y la caída política del presidente.2
La condición estaba creada. El pueblo sumido en
el pánico y la psicosis del descalabro económi-
co total, estaba “listo” para ser “seducido” con las
fórmulas de la salvación. Estas fórmulas implica-
ron la brusca “reforma” del Estado, que en reali-
dad fue su desguace y la venta perdidosa y ruin de
sus estructuras productivas y de servicios. Se mal-
vendieron y concesionaron rutas, suelos, recur-
sos naturales, aire, empresas, servicios públicos y
todo cuanto tuviere una connotación económica
de potencial rentabilidad.3
2. El 8 de julio de 1989, con cinco meses de antelación -el traspaso
de poderes estaba previsto para el 10 de diciembre-, Carlos Menem
se hacía cargo de la Presidencia de la Nación con una hiperinflación
cercana al 5.000% y una deuda externa que rondaba los 63.000
millones de dólares, provocadas, entre otras cosas, por las corridas
financieras de sectores de la economía concentrada.
3. Una vez en la Presidencia, Menem cambió el mensaje populista
de su campaña por un duro programa de ajuste, cuyo carácter ultra
liberal no hacía más que poner en marcha aquello que académicos,
economistas y funcionarios estadounidenses y del Banco Mundial
y del Fondo Monetario Internacional establecieron a comienzos
de 1989 en el denominado “Consenso de Washington”. Fue
así que estableció el llamado Plan Bunge y Born por medio del
cual se impuso el control de precios, el cierre a las importaciones
y la convocatoria a negociaciones paritarias entre empresarios y
sindicatos. También se aprobaron la Ley de Reforma del Estado y
La Ley de Emergencia Económica, que esbozaban un amplio plan
de privatizaciones y dotaban al Ejecutivo de amplias facultades. Se
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Esa profunda mutación de las condiciones econó-
micas y políticas implicó la supresión de numero-
sos derechos de los trabajadores y de otros grupos
sociales. La eliminación de regímenes previsiona-
les. La destrucción del sistema solidario de obras
sociales. El quiebre de miles de pequeñas y me-
dianas unidades productivas, motivo del brusco
cambio en las condiciones de intercambio. Y así
variadas y numerosas restricciones y/o eliminacio-
nes de derechos y garantías convencionales, cons-
titucionales e infraconstitucionales. La alteración
de las condiciones jurídicas de este período, que
sobradamente son las más profundas y lesivas de
las que se pueda tener memoria, no mereció por
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parte de los “seguristas” ningún reparo. Más bien,
todo lo contrario.4
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quiso5-, cambiar las condiciones negativas que con
tanto empeño había establecido su antecesor y su-
cumbió frente al caos social desatado.6
La revuelta popular de 2001 es producto directo de
la actividad desplegada previamente por los grupos
de la economía concentrada, guiados por las pro-
clamas de las administraciones norteamericanas y
británicas y tutelados por los organismos interna-
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cionales de “asistencia financiera”.7 Los muertos de
diciembre de 2001 se contaron por decenas y los
desocupados por millones. El pueblo argentino no
toleraba más el modelo de dominación económica y
en medio de la crisis desatada, la propuesta del na-
ciente kirchnerismo apareció como aceptable y por
sobre todo, posible.
Por cierto, al alcanzar el poder, el Presidente Néstor
Kirchner debía poner fin a situaciones y relaciones
económicas, que impedían cualquier abordaje serio
de la crisis integral en la que el país estaba sumido.
Así, se pergeñaron entre otros, planes específicos
sobre el sector laboral, sobre el sistema previsional,
sobre los sectores agrarios concentrados y sobre los
sistemas conglomerados de comunicación social.8
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Contrariamente a lo acontecido con los cambios ju-
rídicos producidos en la década de los noventa, en
este caso los “seguristas” rápidamente organizaron
sus formas de reclamo y denunciaron reiterada y sis-
temáticamente, la inexistencia de “seguridad jurídi-
ca”, la carencia de “reglas” y la necesidad de revertir
los pasos dados por el gobierno nacional.9
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de cualquier charla foral.11
¿Por qué los “seguristas” no denunciaron las prácti-
cas del gobierno de Menem? ¿Por qué no se cuestio-
naron las formas inconstitucionales de ejercicio del
poder?¿Acaso la seguridad jurídica es patrimonio de
algunos pocos en detrimento de otros muchos?
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esenciales al Estado argentino.12
Las “cláusulas pétreas” tienen la misma lógica y la
misma inteligencia que el reclamo de los “seguris-
tas”. No preocupa que el cambio propiciado respete
las formas establecidas para su producción, sino que
preocupa el cambio per se.
Obviamente, los doctrinarios que proclaman la
existencia de las cláusulas pétreas se refieren con-
cretamente, a la supervivencia sine die de un orden
político determinado y al statu quo en materia de
dominación económica.
La Constitución Nacional sabiamente ha previsto la
factibilidad de la generación de un nuevo orden po-
lítico y económico, sin que ello implique la ruptura
institucional. Los canales constitucionales pueden
resultar aptos para viabilizar un cambio pacífico en
la estructura basal de la sociedad. Negarlos u obs-
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truirlos no es sino una invitación a la solución vio-
lenta del conflicto.13
En el discurso de los “seguristas” la invitación es la
misma. Al negarse la eficacia del mandato político
popular y propiciarse la eliminación de toda norma
que altere las “condiciones previas” so pretexto de
la “seguridad de los inversores”, lo que resulta es un
vaciamiento profundo de la práctica democrática y
13. En este sentido la historia argentina resulta tal vez uno de los
ejemplos más claros. En el año 1955 se derrocó a través de un
violento golpe militar al gobierno peronista que había sido elegido
democráticamente y con una amplia mayoría. Luego se proscribió
a esa fuerza mayoritaria y se ejerció una represión violenta contra
cualquier expresión de apoyo a esa fuerza, a punto tal que se llegaron
a fusilar civiles en ejercicio de la “ley marcial” o a militarizar el
funcionamiento de empresas por la llamado Plan Conintes
(Conmoción Interna del Estado). Cada vez que el peronismo
intentó regresar al poder por las vías democráticas (acuerdo
con Frondizi, elecciones del año 62, etc.) se frustró ese intento
violentamente utilizando el aparato militar del Estado. Vedadas las
vías democráticas comenzaron a aparecer organizaciones armadas
de jóvenes y antiguos militantes de la resistencia peronista para
responder a la violencia generada por los sectores de la economía
concentrada. El final de este proceso es tristemente conocido
por todos, el mayor genocidio que haya sufrido nuestro país y
posiblemente el más cruel, de todos los países de América Latina,
perpetrado por la dictadura militar que usurpó el poder entre los
años 1976 y 1983. Durante esa dictadura se registraron más de
30.000 desaparecidos, otros miles de secuestrados clandestinamente
y torturados en forma salvaje junto al robo sistemático de bebés
que aún hoy se investiga.
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la instalación social de la creencia concreta de que el
gobierno no es del pueblo a través de sus represen-
tantes, sino de los poderosos grupos económicos a
través de la “voz de los mercados”.
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situaciones de vulnerabilidad social, discrimina-
ción o persecución política. Mientras éstos hablan
a las claras de los derechos que pretenden concretar
como los Derechos Humanos más elementales, los
que claman desde el “segurismo” solo promueven el
sostenimiento de sus especiales y ventajosas condi-
ciones de existencia, que configuran generalmente
la contracara necesaria de la exclusión social.
Por cierto, los “seguristas” como cualquier grupo de
presión, nunca exponen el verdadero interés secto-
rial que gobierna sus actos. Siempre es el “interés ge-
neral”, el “bienestar de la sociedad”, el “crecimien-
to del país”, la “sana economía” y numerosas otras
modalidades las que asume el mensaje encriptado.
Nótese muy especialmente que tanto los movimien-
tos sojeros (el “campo argentino”), cuanto los gru-
pos multimediáticos (la “libertad de expresión”) y
los sectores industriales de capital extranjero, han
actuado en la Argentina en los últimos años recla-
mando en forma vehemente “seguridad jurídica”
bajo coberturas de interés general.15
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zuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, entre otros, han
consolidado sus respectivos mecanismos institucio-
nales para viabilizar, cada uno con su identidad y
plazo, un proyecto nacional, popular y dignificante
del hombre. En este contexto se ha privilegiado y se
privilegia, la voluntad popular expresada a través de
los órganos políticos de gobierno. El pueblo es el su-
jeto legitimado para construir y modificar el sistema
jurídico que cada Estado requiere, para concretar la
dignidad de sus habitantes. Por cierto, la dinámica
democrática no es una aplicación matemática de fór-
mulas, sino el producto de un debate permanente,
de la puja entre fuerzas e intereses contradictorios y
cuya resultante o síntesis es por esencia, de carácter
inestable. La mayor o menor perdurabilidad de las
síntesis democráticas, es consecuencia necesaria de
la madurez de los consensos asumidos y del com-
promiso social logrado.
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centrales y sus poderosas corporaciones transnacio-
nales para sostener sus intereses en la región. Nor-
mas convencionales, tribunales supranacionales y
sanciones internacionales, son las formas de que se
valen para impedir que los países periféricos de la
región suramericana, generen políticas de autode-
terminación económica.
Los “seguristas” acuden a la falsa academia, a secto-
res afines del Poder Judicial, a los medios de prensa
adictos y a los formadores de opinión, para instalar
y reproducir, con vocación de seriedad, un discurso
que tiene como único y egoísta interés, el sustento
de sus beneficios sectoriales.16
Desde estas usinas se proclama que las condiciones
de contratación del Estado, las concesiones otor-
gadas, los beneficios concedidos, las jurisdicciones
prorrogadas, los acuerdos suscriptos y todas las obli-
16. Discursos tales como “ojalá que no pase lo que siento que va
a pasar” o “no me duele tanto lo que vamos a sufrir si nos sirve de
aprendizaje” y otra clase de recursos similares empleados por la ahora
caída en desgracia Elisa Carrió (quien fue considerada la “vocera de
la oposición”), fueron una constante durante todo el período 2003-
2011. Estos discursos que a veces referían la ocurrencia de tragedias
económicas y políticas y otras la insinuaban, fueron reproducidos
hasta el hartazgo por los grandes grupos mediáticos, junto con
algunos columnistas que, sin formación sólida, acompañaban ese
proceso. Entre los columnistas se destacó un abogado, Adrián
Ventura, y en TN Marcelo Bonelli.
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gaciones asumidas por el Estado en oportunidad de
los regímenes dictatoriales y/o neoliberales, deben
ser respetados a rajatabla para así defender y soste-
ner la “seguridad jurídica”.
En castellano antiguo se diría de la siguiente mane-
ra: “Déjennos seguir ganando fortunas, a expensas
del empobrecimiento general y merced a escandalo-
sas formas de entrega.17 Para ello dejad vivas todas y
17. Tal vez sirva de ejemplo el caso paradigmático de la
privatización de YPF. Aunque violaba la Ley de Hidrocarburos
17.319 (1967), Menem legalizó la entrega con las Leyes 23.696
de Reforma del Estado y 23.697 de Emergencia Económica
elaboradas por su ministro de Economía Domingo Cavallo. En
1990, cuando facturaba unos 4.000 millones de dólares anuales,
el decreto 2.778 transformó a YPF en sociedad anónima bajo la
dirección del ingeniero José Estenssoro, empresario petrolero con
importantes vínculos internacionales. En 1993 se vendió el 80%
de las acciones de YPF por 6.300 millones de dólares, acciones
que en 1998 valían 10.300 millones. Aunque el costo promedio
de producción era muy inferior, las petroleras privadas vendían
internamente el petróleo a precios internacionales (el costo ronda
hoy los 7 dólares por barril, se vende a 47 y el precio internacional
excede los 90). Cuando aumentaba el valor internacional, los
combustibles aumentaban eso y un poco más; cuando en 1998 el
precio internacional disminuyó un 40%, los precios bajaron menos
del 3%. Durante todo el período las petroleras tuvieron irrestricta
libertad de remisión de utilidades, dividendos, regalías y pagos
de patentes; de importación de maquinarias, equipos, insumos y
tecnologías aunque existieran en el país; de transferencia de pagos
por supuestos préstamos contraídos en el exterior con sus casas
matrices; de repatriación parcial o total de capitales cuando lo
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cada una de las normas que lo permiten y no muteis
nada que pueda afectarme”.
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En esa lógica la trama intenta disciplinar a los Esta-
dos y a sus gobiernos, en tanto afecten los intereses
extranjeros mediante la modificación de los órdenes
jurídicos específicos.
El mensaje simplificado de los “seguristas” es: la vo-
luntad popular en los países periféricos tiene como
límite nuestro interés económico. Si este se afecta,
se afecta nuestra seguridad, es decir: “la seguridad”
y luego, todos los recursos disponibles son válidos
para propiciar su restauración.
El mensaje de los “seguristas” forja la matriz de las
democracias adjetivas que se reducen a la reiteración
en el tiempo de procesos de selección de represen-
tantes, pero resultan incapaces de acompañar ins-
titucionalmente un proceso de cambio social. Esas
democracias adjetivas a su vez, promueven la violen-
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cia social y contribuyen a la desintegración y frag-
mentación de los conglomerados humanos naciona-
les, en tanto no pueden dar respuesta a la histórica
demanda social de dignidad.
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sible es aquella que promueve la concreción de dos
aspectos: el primero sustancial, vinculado al respeto
integral del núcleo constitucional y de la normativi-
dad derivada, el segundo, formal, abordando el aca-
bado cumplimiento de los procesos institucionales
de génesis normativa.
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del Estado, es esa concesión ruinosa la que afecta
la seguridad jurídica y no su revocación o anula-
ción posterior. La anulación es una consecuencia
necesaria de la aplicación regular de los principios
constitucionales que privilegian la vida, la salud y la
dignidad de los habitantes del Estado. Los “seguris-
tas” levantan su voz cuando la norma reparatoria in-
valida actos previos viciados por su forma irregular
o por la afectación que provocan a los intereses so-
ciales o a los Derechos Humanos de los habitantes.
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constitucional (ver art. 75 inc. 22).
Los planteos de los “seguristas”, conforme el cuadro
descripto, son ciertamente absurdos. La misma ló-
gica podría utilizar un laboratorio de productos me-
dicinales, titular de una patente anulada, en razón
del daño a la salud que produce el medicamento en
cuestión. ¿Podría ser admisible un planteo de segu-
ridad jurídica cuando se ha demostrado el daño que
produce? ¿Acaso no ha ocurrido ya en los países cen-
trales que con temas como el del ejemplo o tantos
otros han dejado sin efecto actos previos o normas
generales, sin que ello haya dado pie para planteo
alguno de “inseguridad jurídica”?19
Cuando un inversor privado contrata con el Esta-
do debe necesariamente conocer cuál es el núcleo
constitucional que rige el destino institucional de
ese Estado. Si la esencia de su vinculación comer-
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cial vulnera derechos, garantías u objetivos del Es-
tado no puede luego alegar su desconocimiento ni
su buena fe para peticionar la “estabilidad” de un
negocio que ab initio era improponible. Si un in-
versor privado obtiene de un grupo de funcionarios
inescrupulosos un contrato para la instalación de
un frigorífico en la India y luego el mismo es clau-
surado y revocado el acto con fundamento en prin-
cipios religiosos, que hacen a la médula constitutiva
del Estado indio, no puede este pretender la “segu-
ridad jurídica” ni la estabilidad del contrato argu-
mentando el desconocimiento del núcleo constitu-
cional. Los inversores extranjeros y los poderosos
inversores locales, asociados generalmente a ellos,
tienen recursos de sobra para contratar estudios
jurídicos que puedan ilustrarles sobre el alcance y
el riesgo de sus negocios, cuando estos constituyen
expoliaciones de bienes y de derechos o se oponen
críticamente al núcleo constitucional.
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es la concreción de un estado de cosas justo, equili-
brado y racional y una norma injusta por naturaleza
conspira contra ese objetivo. Y podría preguntarse
¿cuándo una norma es injusta? En este acotado aná-
lisis lo es, cuando conspira contra el núcleo cons-
titucional. El bien social está en ese núcleo con-
densado y todo lo que contra él atente debe ser
reputado injusto por los tribunales y borrado del
universo normativo.
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plicidad abierta con grupos oligárquicos locales,
para endeudar espuriamente al Estado para luego,
en su rol de acreedores y proveedores, obtener las
mejores condiciones de intercambio, en obvio per-
juicio de los intereses productivos, laborales y so-
ciales de los países así sometidos. La historia con-
firma esta descripción con holgura.20 Ellos, en su
discurso de la “seguridad jurídica”, lo que ocultan
es que en general el sostenimiento de las condicio-
nes que pretenden, es la contracara necesaria de la
pobreza y el hambre de millones de personas. Si
tan sincero fuera el interés que tienen por la esta-
bilidad de las normas y su acabado cumplimiento,
debieran haber planteado, desde hace décadas, un
discurso de alarma en torno de los millones de po-
bres y desnutridos que transitan por nuestra Amé-
rica Latina. En realidad, esa pobreza profunda y
crónica, no está en sus agendas.
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alterado y que contrariamente, la política mun-
dial debía orientarse a trabajar la contención de los
millones que quedarían inexorablemente fuera del
sistema. No se los podía eliminar físicamente, pero
si tolerar su deterioro y su muerte (que resultaría
accidental por cierto). Esta y no otra, ha sido la
lógica con la que han operado el Banco Mundial,
el Fondo Monetario Internacional y las Naciones
Unidas. Sin ir más lejos, basta informarse de lo que
actualmente, y ya por décadas, ocurre en África, en
Haití o en otros países o regiones del mundo aban-
donadas a su suerte. Los “seguristas” nada pro-
ponen para estos grupos de excluidos, justamen-
te porque son ellos la contracara necesaria de su
“seguridad jurídica”. Mientras ellos continúan con
negocios expansivos que producen transferencias
de ingresos millonarias, alimentan la política fidu-
ciaria, engordan fondos de inversión golondrina
y siembran en los paraísos fiscales, los pobres del
mundo se multiplican sin freno y sin esperanza,
con destino hacia una muerte pronta e indigna.22
22. Los datos más recientes indican que por un lado, el 50% de
la población adulta acapara el 98% de la riqueza del mundo. Sin
embargo, por el desglose de ese fragmento puede saberse que el
10% de la población posee el 83% de la riqueza y que el 43% de
toda la riqueza está concentrada en manos del 1% de la población.
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dente en sus egoístas objetivos que no resiste cobi-
jo bajo ninguna bandera nacional. 24
Mientras los negocios crecen, amparados en la “se-
guridad jurídica”, crecen los excluidos. Los primeros
se concretan, los segundos se estudian.25
Si realmente les importase la única y verdadera “se-
guridad jurídica”, los gobiernos de los Estados y las
organizaciones internacionales, debieran ciertamen-
24. Los argumentos se repiten en todas las latitudes. El diario ABC
(www.abc.es) publica el 14/05/2012 declaraciones de la delegada
del Gobierno de Madrid que afirma que el desalojo violento de
Puerta del Sol efectuado por la policía fue ejemplar y felicitó a los
efectivos. El mismo diario publica que “los seis gigantes de la banca
española necesitan 15.337 millones más” haciendo referencia a los
euros que deberá adicionarse para su salvataje. Asimismo, en su
editorial el mismo diario afirma respecto de las protestas: “Estamos
en un momento muy difícil que exige rigor y eficacia, dejando de lado
discursos sin contenido, disfrazados de una falsa utopía que esconde
intereses partidistas a corto plazo”. La apología del rigor, de la eficacia,
que es sinónimo de las políticas de ajuste y achique promovidas por
el Fondo Monetario Internacional y que ya mostraron su fracaso.
25. El último informe del Banco Mundial calcula que casi 1.200
millones de personas viven actualmente con una renta máxima
de un dólar diario, lo que supone que cerca de la cuarta parte de
la humanidad se encuentra en una situación de extrema pobreza,
sin poder cubrir siquiera sus necesidades nutritivas. El mismo
informe estima que, si pobreza es “tener hambre, carecer de cobijo
y ropa, estar enfermo y no ser atendido, y ser iletrado y no recibir
formación”, el 46 por ciento de la población mundial padecería
estas condiciones ya que 2.800 millones de personas viven con
menos de dos dólares diarios.
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te preocuparse por la confección de una agenda que
ordene los objetivos partiendo desde lo más elemen-
tal. La seguridad alimentaria, la seguridad de salud,
la seguridad de trabajo y la seguridad de vivienda
de los habitantes del planeta. Es decir, cómo ase-
gurar su dignidad. Luego, será el turno de las otras
seguridades, claramente de rango inferior. De lo
contrario, permaneciendo alterado el orden lógico
y natural de las cosas, lo único que se logrará es una
escalada violenta a nivel mundial, producto necesa-
rio de la violencia sistémica, que impone el mode-
lo.26 Como refiriera con justeza Pierre Bourdieu, la
violencia se conserva y se potencia con las diversas
expresiones de las que mana. Los Estados que hacen
de la “seguridad jurídica” mal entendida un culto, y
las organizaciones internacionales que son funcio-
nales a los grupos de concentración económica, no
hacen sino convertirse en usinas de violencia.
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23
45
en su forma cuanto a su sustancia. Impedir, bajo el
pretexto de la “inestabilidad”, que los Estados de-
terminen soberanamente la mejor forma jurídica de
dar respuesta a las exigencias sociales y políticas de
dignidad, es quebrantar la autodeterminación de los
pueblos y avasallar a sus gobiernos democráticos.
24
46
Estado cuyo núcleo constitucional se desconoce o
se concreta parcialmente. La seguridad jurídica es
justamente la concreción del núcleo constitucional
de derechos, garantías y objetivos.
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La Seguridad Alimentaria
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mal podrá ser garante del resto de las obligaciones
secundarias que le son propias.
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humano por hambre jamás puede ser naturalizada.
Tal como se ha dicho con justeza: el que muere de
hambre muere hoy asesinado.
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que incumple sus obligaciones es responsable civil y
penalmente por las consecuencias de sus faltas. Solo
en la medida en que situaciones como la descrip-
ta acontezcan, y dejen de naturalizarse situaciones
que por cierto son anormales, podrá comenzar la re-
versión efectiva de la problemática alimentaria. Por
cierto distinto es el caso de los países cuya pobreza
estructural atraviesa la totalidad de su territorio y
carecen de recursos como para hacer frente a la obli-
gación alimentaria. Allí, la responsabilidad es inter-
nacional, ya que numerosas son las organizaciones
obligadas a estudiar, proyectar y ejecutar soluciones
para el tema del hambre en el mundo.
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ponsabilidad en su producción.
La piedra basal de la seguridad jurídica es la seguri-
dad alimentaria.
29
La Seguridad Social
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El enfermo debe acceder sin límites a la salud, consi-
derada en su máxima comprensión, a través del sis-
tema de seguridad social. El servicio de salud debe
ser estatal, solidario y general. Todos los trabajado-
res activos deben contribuir a su sostén y ellos, sus
grupos familiares y los trabajadores en estado pasivo
deben obtener sus beneficios y prestaciones, para
cuando resulte menester.27
27. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales establece en su artículo 9: “Los Estados Partes en el
presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la seguridad
social, incluso al seguro social”. Por su parte en el artículo siguiente
prevé que: “1. Se debe conceder a la familia, que es el elemento
natural y fundamental de la sociedad, la más amplia protección y
asistencia posibles, especialmente para su constitución y mientras
sea responsable del cuidado y la educación de los hijos a su cargo.
El matrimonio debe contraerse con el libre consentimiento de los
futuros cónyuges. 2. Se debe conceder especial protección a las
madres durante un período de tiempo razonable antes y después del
parto. Durante dicho período, a las madres que trabajen se les debe
conceder licencia con remuneración o con prestaciones adecuadas
de seguridad social. 3. Se deben adoptar medidas especiales de
protección y asistencia en favor de todos los niños y adolescentes,
sin discriminación alguna por razón de filiación o cualquier otra
condición. (…)”. El art. 11 establece:“1. Los Estados Partes en el
presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a un nivel de
vida adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y
vivienda adecuados, y a una mejora continua de las condiciones de
existencia. Los Estados Partes tomarán medidas apropiadas para
asegurar la efectividad de este derecho, reconociendo a este efecto
la importancia esencial de la cooperación internacional fundada
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30
53
mente en gozar de una alimentación adecuada, sino
también, de poder dar respuestas efectivas y rápidas
a todas aquellas situaciones vitales que alteran el re-
gular vivir.
31
54
nes y Pensiones (AFJP).29 Millones de trabajadores
fueron prácticamente obligados a ceder sus aportes
previsionales a estos fondos de inversión. Las AFJP,
no tenían en realidad como misión específica la de
optimizar la vida de los pasivos, sino la de generar
buenos y brillantes negocios de inversión en la rule-
ta financiera internacional.30 La crisis económica de
55
los primeros años del siglo XXI dejó al descubierto
la verdadera trama de intereses y fue el desencade-
nante de la estatización del sistema de previsión so-
cial en la Argentina.
Lo propio ocurrió con el sistema de obras sociales
(Ley de desregulación de obras sociales). Se propi-
ció la desregulación de las mismas, permitiéndose
la libertad de elección por parte del afiliado, lo cual
implicaba, necesariamente la eliminación de un im-
portante segmento de obras sociales sindicales de
pequeño o mediano tamaño y la concentración de
los servicios de salud en manos de un puñado de
grandes prestadores sindicales o privados.31
56
32
33
57
hacia el sistema de “reparto”32, jamás habían pronun-
ciado palabra alguna cuando toda la prestación social
pendía de un hilo y los únicos beneficiados eran los
gerenciadores de los sistemas.33 La calidad de la pres-
tación social nunca fue un objetivo de los “seguristas”.
58
34
La Seguridad Laboral
59
y convive con numerosas normas complementarias y otras que
regulan el derecho colectivo y el derecho de la seguridad social.
Esta Ley de Contrato de Trabajo, tuvo su origen en el año 1973 a
instancias de la CGT y tal vez como resultado de la llamada “Acta
de Compromiso Nacional” que suscribió ese año con el Gobierno
Nacional y la Confederación General Económica. El cuerpo de
abogados de la CGT y colaboradores vinculados a ella prepararon
un anteproyecto de Ley de Contrato de Trabajo que consistía,
básicamente, en una recopilación de las normas vigentes para la
época. Dicho anteproyecto fue elevado al Poder Ejecutivo, donde
también se le hacen modificaciones, antes de su aprobación y
presentación al Congreso. En 1974, luego de que cada Cámara
también incluyera modificaciones al proyecto, es aprobado como
Ley de Contrato de Trabajo con el Nº 20.744. Por su artículo 19,
en la redacción originaria, la ley justificaba las rigideces que, en
un solo sentido, son propias del derecho del trabajo, del siguiente
modo: “Las desigualdades que creará esta ley a favor de una de las
partes, sólo se entenderán como forma de compensar otras que de por sí
se dan en la relación”. Al decir de Héctor Recalde, esta norma que
luego fue derogada por la dictadura militar, recogía el principio
tutelar, que es la columna vertebral del derecho del trabajo y en la
Argentina cuenta con sustento en el art. 14 bis de su Constitución,
cuando ordena: ”El trabajo en sus diversas formas, gozará de la
protección de las leyes” (2.-). Los lamentables acontecimientos de
1976 trascendieron en el derecho del trabajo. La ley 20.744 sufrió
la desaparición de 25 artículos y modificaciones en el texto de otros
97, que representan más del 40% del contenido original de 301
artículos. Por disposición de facto llamada Ley 21.297, so pretexto
de evitar “distorsiones económicas” o situaciones que contribuyeran
a “excesos respecto del equilibrio de comportamiento a observar en
las relaciones”, según se informa en el mensaje ministerial que
acompañó al proyecto, se aprobaron “reacondicionamientos” que
60
consistieron en la desregulación por recorte de numerosos
beneficios alcanzados con jerarquía legislativa aun antes de 1974,
a punto tal de ser necesario aprobar un nuevo texto ordenado de
la Ley de Contrato de Trabajo, derivado de haberse suprimido una
notable cantidad de artículos. En 1990, a siete años de reanudada
la democracia en la Argentina, se inicia otra etapa de desregulación
que afectó sensiblemente los mecanismos protectorios que el
Derecho del Trabajo Argentino había logrado implementar hasta
ese año. Dentro de esta esfera encontramos al Decreto 2184/90 (hoy
derogado por la Ley 25.250), a través del cual el Poder Ejecutivo se
arrogó el uso de facultades reglamentarias del derecho de huelga.
En 1991 con la Ley 24.013 llamada “de Empleo”, se establecieron
límites que redujeron la indemnización común por despido, se
incluyeron los llamados “contratos basura” (a plazo determinado, sin
indemnización). El argumento “flexibilizador” que inspiró esta “Ley
de Empleo” partía del supuesto de interpretar que “bajando” los
niveles de protección, al permitirle a empleadores contratar
a plazo determinado, sin indemnización a su vencimiento,
se estaría fomentando el empleo. Al momento de sanción de
esta Ley 24.013 (1991), la tasa de desempleo en la Argentina
era aproximadamente del 7%. En 1993 pasó casi inadvertida
la modificación por Decreto 470/93 al Decreto 199/88 que
reglamenta el régimen de negociación colectiva (Ley 14.250).
Por el art. 3 bis de esta reglamentación, se estableció en el inciso
c.-) que “Los convenios colectivos de trabajo de empresa en los que
haya intervenido una asociación sindical con personería gremial que
comprenda a la empresa en su ámbito de actuación, no requerirán
homologación. Serán registrados en el Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social”. Estos convenios de empresa, al ser considerados
acuerdos plurindividuales sin efectos erga omnes, quedaron de este
modo sustraídos del control estatal de legitimidad y aprobados
mediante el simple trámite de registro. Ello llevó a que numerosos
61
Bajo la excusa de la competitividad, los “seguristas”
propusieron la liberalización del mercado laboral,
como si fuera posible aplicar fórmulas de libre con-
62
currencia y equilibrio a un mercado controlado y
digitado desde la demanda, para maniobrar a con-
veniencia en escenarios de desocupación creciente.
La libre circulación de mercaderías, producto de la
caída de las barreras aduaneras, arancelarias y para
arancelarias, trajo como epifenómeno necesario, la
importación de los “salarios esclavos” y de la condi-
ciones “esclavas” de contratación laboral.
No puede resultar de otra manera. Los países periféri-
cos como el nuestro no pueden competir con la esca-
la de los formadores de precios internacionales y son
estos los que reducen hasta el máximo los salarios de
los trabajadores. De esa forma, el ingreso del produc-
to importado, implica el ingreso de las condiciones
de producción del mismo y por ende la nivelación
hacia “abajo” de las calidades laborales locales.
Como se ve, nuevamente las preocupaciones de los
“seguristas”, distan bastante de aquellas que hacen
a la dignidad humana y se centran solo en las que
conducen a la optimización de sus beneficios.
35
63
rantiza el acceso efectivo a una fuente de trabajo y
a que las condiciones de prestación laboral resulten
dignas en cuanto a su modo de ejecución.
Así, no existe desde nuestro punto de vista, un de-
recho “de trabajar” (liberal) esto es a ejercer sin obs-
táculos una tarea determinada sino un derecho “al
trabajo” (social) que implica acceder concretamente
a una fuente de trabajo.35
Es que el trabajo es mucho más que una actividad
que conlleva una paga (salario) y que permite la
supervivencia de una persona y su grupo familiar a
cargo. El trabajo es una práctica social dignifican-
te, que socializa e integra a las personas al núcleo
de la comunidad. Aunque las prácticas de exclu-
sión privilegien la efectivización de una paga sus-
titutiva, careciéndose efectivamente de trabajo (tal
como resulta de los planes de contención), ello no
resuelve adecuadamente la problemática integral
del ser desprovisto de actividad útil. La desocupa-
ción no se resuelve con un plan de ingresos, sino
35. Así lo establece la Constitución Nacional cuando prevé en
su artículo 14 bis que “el trabajo en todas sus formas gozará de
la protección de las leyes” y el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, que en su art. 6° indica: “1.
Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho a trabajar,
que comprende el derecho de toda persona a tener la oportunidad de
ganarse la vida mediante un trabajo libremente escogido o aceptado, y
tomarán medidas adecuadas para garantizar este derecho”.
64
con trabajo efectivo.
Si bien en nuestras sociedades capitalistas el primer
demandante de trabajo es el mercado de produc-
ción y el comercio, ello no implica que no sea el
Estado el último responsable por el cumplimiento
de los estándares de seguridad laboral apuntados.
De esta forma, la Seguridad Laboral estará confi-
gurada al momento en que la totalidad de los ha-
bitantes, en condiciones de acceder activamente
al mercado de trabajo, gocen del efectivo acceso
al mismo. A su vez, las condiciones de ejercicio
de este derecho sustantivo “al trabajo” deben ser
adecuadas y dignas. Por ejemplo, las retribuciones
deben ser acordes a las necesidades del trabajador
y su grupo familiar (salario mínimo vital), deben
respetarse las condiciones de seguridad e higiene
en el trabajo. Supone también una adecuada pro-
tección estatal de la actividad y un eficiente siste-
ma de respuesta frente a aquellos infortunios que
afectan la regular prestación del servicio por parte
del trabajador (accidentes, despidos, enfermedades
profesionales, etc.)
Un Estado que cronifica niveles de desocupación o
sub-ocupación, no hace sino sumir en la indignidad
a un segmento importante de su población y en este
contexto no puede reputarse jurídicamente seguro.
65
36
La Seguridad en la Vivienda
66
mayoría de los casos.
En los noventa los “seguristas” impulsaron la priva-
tización del sector de la construcción, propugnando
que se redujera la actividad estatal en el área de vi-
vienda social y fomentaron el auge del mercado in-
mobiliario privado, la privatización del crédito para
vivienda y la desaparición de las formas solidarias o
cooperativas de construcción.
Por cierto, los efectos en nada fueron beneficiosos
para el sector más postergado y vulnerable en esa ma-
teria. Los pobres fueron y son los más afectados por la
retracción estatal en las políticas públicas de vivienda.
Los “seguristas” jamás consideraron que la seguri-
dad jurídica se vería afectada por los miles de “sin
techo” que deambulan por las ciudades de América
67
Latina. Su foco de preocupación estaba centrado en
el mercado y en la seguridad de la renta de sus nego-
cios inmobiliarios.
Los institutos de vivienda locales y nacionales, fue-
ron vaciados durante los noventa y el saldo negativo
se hizo sentir con intensidad a comienzos del siglo y
hasta la fecha.
Por supuesto, lo que aquí se discute no es el derecho
a ser “propietario” de una vivienda sino el derecho al
uso y goce de una vivienda digna en las condiciones
en que el Estado determine, conforme las capacida-
des específicas de los grupos beneficiados. La idea de
“vivienda social”, “vivienda cooperativa” y de “co-
modato social”, constituyen alternativas aptas para
la superación del déficit en materia de vivienda que
padecen la mayor parte de los Estados de Suramérica.
Sin embargo, la incomprensión de la dimensión de
este derecho, parece extenderse a la mayor parte de
los tribunales judiciales, aun a aquellos pertenecientes
a jurisdicciones que podrían tildarse de “progresistas”.
37
68
medio millón de personas, que carecen de vivienda
o que carecerán de ella en forma inminente.37 Ello in-
volucra -según datos oficiales del Gobierno de la Ciu-
dad- a unos 108.255 hogares, aunque posiblemente
sean 150.000 familias aproximadamente. Paradóji-
camente, algunos estudios dan cuenta de que en la
misma ciudad, existen sin uso, casi la misma cantidad
de viviendas. La inexistencia de políticas de presión
tributaria progresiva o contrariamente, de estímulo a
la utilización de la propiedad en función social, hacen
posible el sinsentido que acaba de revelarse.
38
La Accesibilidad Judicial
37. http://www.buenosaires.gov.ar/areas/jef_gabinete/vivienda/
sit_habitacional.php?menu_id=7538
38. Gallardo, R. Andrés. El lenguaje del cangrejo. Ediciones Madres
de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2008.
69
teniendo en consideración que mal podría hablarse
de “Seguridad Jurídica” en una sociedad en donde
segmentos importantes de la población puedan ver
impedida la posibilidad de accionar judicialmente
para concretar sus derechos básicos.
Consagrar como “jurídicamente segura” a una so-
ciedad que habilita a unos y priva a otros del servi-
cio de justicia, no es sino oficializar la desigualdad
y la injusticia.
Nos preguntamos en el “Lenguaje del Cangrejo”39 si:
¿Es accesible el sistema judicial para reclamar la exi-
gibilidad de los derechos? El aparato judicial es para
los pobres un cofre en el medio del monte. Llegar a él
cuesta demasiado y su contenido nunca es seguro.
Aunque todas las normas apunten hoy a facilitar el
“acceso a la justicia” y sugieran su democratización, la
realidad, como la mayor parte de las veces, va por otra
senda. El marginado que ha sorteado por alguna causa
la ignorancia, es decir que sabe qué derechos le corres-
ponden o los intuye y se propone exigirlos, debe dar
comienzo a un proceso sinuoso. Todos los obstáculos pa-
recen menores para quien está preparado para sortear-
los. No ocurre lo mismo con aquellos que solo conocen
superficialmente la modalidad de su reclamo y que por
supuesto desconocen qué porción del aparato judicial
70
es la que habrá de intervenir. Las cuestiones de compe-
tencia, por ejemplo, son inteligibles para los operadores,
pero no para los legos y mucho menos para aquellos cu-
yos niveles de formación son primarios o inferiores aún.
No existe para los pobres una “central de derivacio-
nes” que les remita al lugar apropiado. Es decir que
la primera fase de su acción es la búsqueda por ensayo
y error del tribunal competente. Las más diversas ex-
presiones de la injusticia básica40: violencia familiar,
policial, carencia de alimentos, problemáticas de vi-
vienda, escolaridad, adicciones, etc, tienen cada una
su propia y específica competencia. Además, como es
conocido, los tribunales de un mismo fuero no siempre
están en un mismo edificio, sino que se desperdigan
por la ciudad con considerables distancias entre sí.
Allí comienza el peregrinaje.
71
39
72
ción. Casi todas las proclamas de accesibilidad son
discursivas, nominales. El diseño del sistema judi-
cial actual es parte de su lenguaje. La justicia habla
disciplinando. En este caso se trata de un lenguaje
meta jurisprudencial, algo que nadie escribe en una
sentencia o en un dictamen, pero no por ello está
dotado de menor valor disciplinante. Las senten-
cias judiciales que niegan alguna petición contie-
nen un razonamiento judicial y una evaluación de-
terminada de los hechos y del derecho en conflicto.
La eyección de los pobres del sistema judicial, es
decir su expulsión previa a toda consideración o
alegato, no es sino una forma distinta en la que el
sistema sentencia, también disciplinando.
Se trata entonces de una barrera, de un muro in-
franqueable que separa a los que buscan justicia y
reclaman por sus derechos básicos, del sistema ju-
dicial que en hipótesis se ha diseñado para propen-
der a esos objetivos. El cerco deja afuera “de iure” a
quienes ya están afuera “de facto”. La marginalidad
estructural encuentra en ese “cerco” su correlato su-
praestructural, su expresión adjetiva.
73
40
La Seguridad Informativa
74
McBride42, tildándolo de marxista, Estados Unidos
se retiró junto al Reino Unido de la UNESCO, as-
fixiándola económicamente para forzar un nuevo
informe rectificatorio.
Esa es la práctica que utilizan los poderosos para que sólo
sobrevivan los guiones políticos que les son funcionales.
Sin embargo, el informe McBride tiene hoy una vi-
gencia absoluta. Sus predicciones se han cumplido
42. Nació en París en 1904, de familia irlandesa. Independentista
irlandés, fue detenido en numerosas ocasiones. Diputado del
parlamento irlandés (1947-1958). Ministro de Asuntos Exteriores
de Irlanda (1948-1951). Vicepresidente de la Organización
Europea de Cooperación Económica -OECE- (1948-1951).
Presidente del Consejo de Ministros del Consejo de Europa (1950).
Secretario general de la Comisión Internacional de Juristas (1963-
1971). Consultor pontificio de la Comisión Justicia y Paz (1966).
Presidente de Amnistía Internacional (1961-1975). Director
ejecutivo de la Oficina Internacional de la Paz (1968-1974), de la
que fue su presidente (1975-1985). Director del Comité Especial
de las ONGs sobre Derechos Humanos de Ginebra (1968-1974).
Vicepresidente del Congreso de Fuerzas Mundiales para la Paz
(Moscú, 1973). Delegado del secretario general de la ONU en
el conflicto de Namibia (1973-1977). Presidente de la Comisión
Internacional de Comunicación de la Unesco (1977-1980).
Presidente de la Comisión Internacional de vigilancia internacional
en el Líbano (1982). Es autor de The Right to Refuse to Kill: A
New Guide to Conscientious Objection and Service Refusal,
International Peace Bureau, Ginebra, 1971. American Medal
of Justice (107). Premio Lenin de la Paz (1977). Premio Nobel
(1974), compartido con el primer ministro japonés Eisaku Sato.
Medalla de plata de la Unesco (1980). Falleció en 1988.
75
una a una y el diagnóstico trazado puede aplicarse al
contexto actual con total justeza. Por cierto, ninguna
de las medidas correctivas o paliativas que proponía el
informe fueron cumplidas. Además y pónganse como
ejemplo los casos argentino y venezolano, los intentos
de los gobiernos de los países periféricos, de poner coto
a los monopolios informativos aliados a los pulpos ex-
tranjeros han sido severamente resistidos. Los medios
concentrados han usado y abusado de su poder, para
combatir el proceso de atomización informativa.
La comunicación social es prioritaria y decisiva a la
hora de evaluar la seguridad jurídica que se verifica
en una sociedad determinada. Si tenemos en cuen-
ta que la comunicación tiene por funciones -según
la investigación de McBride- informar, socializar,
motivar, discutir, educar, desarrollar culturalmente,
entretener e integrar, resulta más que evidente que
el modo en que la comunicación social se produce,
debe respetar ciertos estándares mínimos que pue-
dan hablarnos de su seguridad.
41
76
a garantizar la supervivencia de las corporaciones
oligopólicas y sus rentas. No han actuado los “se-
guristas” en defensa de la identidad cultural, de la
diversidad informativa o de la desmonopolización
de las estructuras informativas, sino por el con-
trario, han sido sistemáticamente funcionales a la
concentración informativa y a la retirada de la acti-
vidad estatal en los medios informativos (procesos
de privatización).
42
77
rencias de ingresos producidas durante la dictadura
militar argentina (1976-1983) y durante la década
de los noventa, implicaron la pauperización de mi-
llones de argentinos y el surgimiento de una clase
social dominante rica, reducida y ligada claramente
a los intereses extranjeros.43
78
se produjo una caída salarial del 23%. El nivel salarial promedio
era durante ese año para las trabajadoras de U$S 135 y para los
trabajadores de U$S 190.
Por último, no debe dejar de considerarse la magnitud del
incremento de la desocupación. Mientras en 1998 la desocupación
alcanzaba a un 13,2% de las personas en condiciones de trabajar,
en abril de 2002 esta cifra había ascendido a 23% denotando
un incremento del 74,2%. En 2003, en base a la misma fuente
(INDEC), la desocupación en los 31 aglomerados urbanos
alcanzó un 17,9% de la PEA a quienes deben sumarse el 13,8%
de subocupados demandantes y el 6,1% de subocupados no
demandantes. Descontando los Planes Jefes y Jefas de Hogar la tasa
de desocupación alcanzó un promedio de entre el 21 y 23% de la
Población Económicamente Activa.
Todos estos factores, deterioro ocupacional y caída salarial, sumados
a la descomunal expulsión de trabajadores del mercado de trabajo
explican la evolución regresiva de la distribución funcional del
ingreso. En 1975 los asalariados percibían el 43% del total de los
ingresos generados. En la actualidad, esta participación no alcanza
al 20%.
Es decir que, según indican los cálculos, los asalariados ingresaron
a la década de los `90 luego de haber transferido U$S 132.000
millones hacia los sectores de la concentración económica. Cifra
esta que se ha profundizado fundamentalmente por la vía de la
caída del empleo más que por el descenso salarial.
Como consecuencia, los estudios respecto a la distribución del
ingreso señalan que mientras el 10% de la población más pobre
percibía en 1974 el 4,4% hacia mediados de los `90 su participación
había caído al 1,7%. En inverso comportamiento el 10% más rico
de la población argentina pasó de percibir en 1974 el 23,6% del
total de ingresos, a recibir a finales de los `90 el 35,9%. La enorme
fractura social que produjo la regresiva distribución del ingreso
79
Esa casta fue la que implacablemente desarrolló es-
trategias de “seguridad jurídica” acordes con sus in-
tereses y necesidades específicas, subordinando los
intereses nacionales a sus egoístas proyectos.
43
80
en tanto sólo un orden justo, distributivo y parti-
cipativo, es capaz de reducir los niveles de tensión
y puja social y permitir el desarrollo de proyectos
nacionales duraderos y coherentes. La violencia que
mana de la dualidad social es un factor clave de in-
seguridad jurídica y fáctica.
La República Federativa del Brasil comprendió hace
décadas que un modelo de exclusión conspiraba
contra sus propios intereses de desarrollo y solidez
económica. Su clase política, su burguesía nacional
y sus fuerzas armadas comparten premisas de inte-
gración e inclusión en forma paralela al desarrollo
económico. No quiere decir esto que esas metas se
hayan alcanzado totalmente en el país vecino, pero
sí dan cuenta de los progresos logrados, de la estabi-
lidad política obtenida y del grado de mejora cuali-
cuantitativa de la población, en el marco del ascenso
económico del país, que ocupa, en estos días, el sex-
to lugar como potencia económica mundial.
44
81
cesariamente de la afectación de las arcas de la con-
centración económica. Bajo diversas modalidades
(tributarias, expropiatorias, intervencionistas, copar-
ticipativas de ganancias empresarias, etc.) el Estado
debe involucrarse activamente en un proyecto de ni-
velación y justicia social efectiva. Solo la distribución
de la riqueza pone coto a la sociedad dualizada.
Juan Domingo Perón ya en la década del cuarenta
había anunciado que la Argentina solucionaba sus
problemas de inclusión social, justicia social y de-
sarrollo integral, solo con la afectación del 30% de
lo que ostentaba la clase dominante. También sen-
tenciaba sabiamente que si ellos -los oligarcas- no
se desprendían de esa parte de su patrimonio, más
tarde o más temprano, todo lo iban a perder.44
82
porque es el desgobierno y la disociación paulatina y progresiva de
las fuerzas productoras de la Nación. En mi concepto, esa ha sido
la política seguida hasta ahora. El Estado, en gran parte, se había
desentendido del problema social, en lo que él tiene de trascendente,
para solucionar superficialmente los conflictos y problemas parciales.
Es así que el panorama de la política social seguida representa una
serie de enmiendas colocadas alrededor de alguna ley, que por no
haber resultado orgánicamente la columna vertebral de esa política
social, se ha resuelto parcialmente el problema, dejando el resto
totalmente sin solución.
(…) Esas masas inorgánicas, abandonadas, sin una cultura general,
sin una Cultura política, eran un medio de cultivo para esos agitadores
profesionales extranjeros. Para hacer desaparecer de la masa ese grave
peligro, no existen más que tres caminos, o tres soluciones: primero,
engañar a las masas con promesas o con la esperanza de leyes que
vendrán, pero que nunca llegan; segundo, someterlas por la fuerza;
pero estas dos soluciones, señores, llevan a posponer los problemas,
jamás a resolverlos. Hay una sola forma de resolver el problema de
la agitación de las masas, y ella es la verdadera justicia social en la
medida de todo aquello que sea posible a la riqueza de su país y a su
propia economía, ya que el bienestar de las clases dirigentes y de las
clases obreras está siempre en razón directa de la economía nacional.
Ir más allá, es marchar hacia un cataclismo económico; quedarse muy
acá, es marchar hacia un cataclismo social; y hoy, esos dos extremos, por
dar mucho o por no dar nada, como todos los extremos, se juntan y es
para el país, en cualquiera de los dos casos, la ruina absoluta.
(…) Pueden venir días de agitación. La Argentina es un país que no
está en la estratósfera; sino que está viviendo una vida de relación;
de manera que las ideologías que aquí se discuten, no se decidirán
en la República Argentina, sino que ya se están decidiendo en los
campos europeos; y esa influencia será tan grande para el futuro,
que la veremos crecer progresivamente hasta producir hechos decisivos
83
Perón había comprendido que no existe orden jurí-
dico que pueda reposar sobre una sociedad desigual
84
e injusta. Y también había profetizado que aquellos
que sostienen intereses egoístas y sectoriales, igno-
rando al resto, sucumben necesariamente por la pe-
queñez de su meta.
45
85
minan, es la legitimación de todas esas formas de
apropiación ilegal. Esa y no otra es la causa de por
qué aborrecen a los historiadores y académicos
que demostraron con sus investigaciones cuál es
el verdadero objetivo que persiguen sus discursos
y sus prácticas.
46
86
Albright en el Departamento de Estado Nor-
teamericano, generan un verdadero cuadro de
intervenciones de los países más poderosos (ge-
neralmente Estados Unidos, Reino Unido y Fran-
cia) sobre el resto, tendientes a “garantizar” sus
intereses concretos.
Irak, Libia, Afganistán, Colombia, son algunas ex-
periencias recientes que dan cuenta de la modalidad
reinante. Los Estados centrales juzgan per se un te-
rritorio como “inseguro para sus intereses”, intiman,
resuelven e intervienen militarmente para “restable-
cer” el orden que suponen alterado.
47
87
su cumplimiento, gradualmente socavan toda la
construcción jurídica aquilatada.
Los “seguristas” se sienten cómodos con quienes
desconocen el derecho internacional y actúan “de
facto”, allí donde el interés económico lo sugiera
necesario. De hecho, esa forma de legitimar por la
fuerza aquello que de otro modo no podría lograrse,
no es sino la misma práctica que ellos utilizaron y
utilizan internamente en los países periféricos para
consolidar sus expoliaciones. Como simple ejemplo,
en su momento, las fuerzas armadas de los países
periféricos operaron coordinadamente para neutra-
lizar todo intento de cambio social.45
88
48
89
negativa ya que desde nuestra perspectiva, otro de
los presupuestos centrales de la seguridad jurídica es
el de la soberanía estatal como base de la autonomía
de las naciones. Por cierto deben ser aplicables todas
aquellas normas que hagan a la garantía del respeto
por los derechos humanos, pero siguiendo también
a rajatabla, las formas procesales internacionales de-
sarrolladas en la segunda mitad del siglo XX.
49
90
da”, admitiendo que tribunales extranjeros o su-
pranacionales o ad-hoc, pudieran dirimir conflictos
suscitados en el marco de actividades económicas
extranjeras desarrolladas en dichos Estados o con
efectos sobre ellos.
Para lograr este objetivo diseñó un complejo anda-
miaje jurídico en el que diversos sectores del Esta-
do actuaron funcionalmente.
La realidad, que es la única verdad, ha demostrado
que la prórroga de la jurisdicción solo sirvió para
legitimar las maniobras y las rentas de las empresas
extranjeras, defendiendo sus intereses y sojuzgando
a los Estados pobres46.
La prórroga de la jurisdicción afecta en forma direc-
ta e inexorable a la soberanía de los Estados. Máxi-
me cuando dicha prórroga se aplica a cuestiones de
naturaleza económica, en donde claramente los paí-
ses centrales son quienes sostienen y organizan los
tribunales que luego resuelven sus causas.
Los tribunales del CIADI (Centro Internacional
de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones)
y de la OMC (Organización Mundial del Comer-
91
cio), han actuado como verdaderas usinas de dis-
ciplinamiento de los países periféricos, velando en
forma abierta y sistemática sólo por los intereses de
los países centrales.
50
92
optar por no contratar o buscar otro destino para
sus negocios. Nadie los obliga a invertir, no pue-
den ellos obligarnos a aceptar que sean ellos los
jueces de sus propios actos.
51
93
ria de sociólogos, economistas, médicos, abogados y
otros profesionales que concurran para diseñar esa
novedosa modalidad de control.
La falacia de los “seguristas” ha llegado a su fin. Es
tan clara la cuestión, como se apreció, que su discur-
so carece ya de sustento. Aunque sus próceres de la
academia y sus esbirros de la prensa pretendan con-
tinuar con su práctica erosiva, la conciencia social y
la experiencia histórica, con sus tiempos lentos pero
inexorables, van cercando y desenmascarando a los
protagonistas de la escena.
El interés que motivó este texto, fue el de brindar
un panorama completo sobre la cuestión y permitir
recursos para discutir y neutralizar el discurso y la
acción de quienes tanto daño le han ocasionado a
nuestra patria y a su pueblo. Ojalá la misión se haya
cumplido y esta última hoja encuentre en el lector a
un nuevo militante por la única seguridad jurídica
admisible, aquella que contribuye a hacer del hom-
bre un ser digno y libre.
94
Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
MINISTERIO PÚBLICO