Aristóteles menciona las virtudes dianoéticas o intelectuales por primera vez al final del libro I
de la Ética Nicomaquea. En el libro II, como vimos en clase, las diferencia de las virtudes éticas
ya que éstas se consiguen y mantienen mediante el hábito; mientras que las intelectuales, se
aprenden. Ahora, en el libro VI no sólo buscará explicar con más detalle estas virtudes, sino
también será lugar de la relación entre la definición de virtud como hábito de elegir (hexis
proairetiké) y las virtudes dianoéticas.
Al comenzar a leer el párrafo introductorio del libro VI, nos percatamos que Aristóteles inicia
con una referencia a lo que ya había definido como virtud ética previamente. La vuelve a definir
como el elegir el término medio según la recta razón (orthos logos), sin embargo agregará más
adelante que este justo medio es un blanco (skopos). Aquí el skopos se utiliza como una
metáfora diferente, ya que sólo habrá una forma de actuar con virtud, entendida como alcanzar
la perfección, darle en el objetivo, y, por el contrario, muchas formas de errar. El término medio
podría comprenderse entonces como la metáfora de darle con una flecha al blanco, lo cual será
más difícil que dispararla fuera de él.
Además, se incluye el término orthos logos, el cual se refiere a la recta razón que deberá ser
empleada antes del proceso de deliberación para establecer un objetivo delimitado sobre el cual
recaerá la acción; es decir, la recta razón determinará el término medio. Para realizar esto, se
deberá tomar en cuenta no sólo el objetivo en sí mismo, sino también el contexto en el que se
está inmerso (Gill 2015, 95 102). Por ejemplo, si busco indicar dónde queda un lugar a alguien,
no sólo debo tomar en cuenta saber la ubicación del lugar, sino también de dónde procede la
persona que pide las indicaciones.
Aristóteles procede a retomar la división del alma para situar a las virtudes dianoéticas en las
partes correspondientes de aquella. Recuerda que el alma se encuentra dividida en dos: la
irracional y la racional. Ésta a su vez se vuelve a fragmentar en la parte contemplativa o
científica, y en la calculadora, llamada también razonadora o deliberativa. Estas dos partes del
alma racional se pueden diferenciar por sus objetos a tratar: en el primer caso, los objetos
poseerán principios intactos, es decir, lo que no podrá ser de otra manera; en el segundo, los
objetos sí tendrán principios variables, en otras palabras, serán contingentes (Natali 2014, 185).
Esto lo hace mención Aristóteles de la siguiente manera:
Dijimos ya antes que son dos las partes del alma: la racional y la irracional. Dado que, ahora,
debemos subdividir la parte racional de la misma manera, estableceremos que son dos las partes
racionales: una con la que percibimos las clases de entes cuyos principios no pueden ser de otra
manera, y otra con la que percibimos los contingentes (EN 1139a4-10)
1
María Fernanda Limo Durand
Dicho esto, las virtudes dianoéticas están presentes en la parte racional del alma. Son cinco en
total: tres de ellas, la ciencia (episteme), el intelecto (nous) y la sabiduría (sophía), pertenecen a
la parte científica; mientras que las dos restantes, el arte (techne) y la prudencia (phrónesis), se
ubican en la parte deliberativa. De cada una de estas partes se analizará más adelante en la obra
cuál es la virtud más importante.
Al inicio del segundo apartado, se consideran tres facultades del alma que rigen y determinan la
acción y la verdad. Éstas son la sensación (aístesis), el intelecto y el deseo (órexis), las cuales
serán causa y principio (arché) del reconocimiento de una verdad y de la decisión de actuar de
cierta forma. La acción se verá afectada sólo por las dos últimas facultades, ya que, según
platón, los animales poseen sensación, pero no participan de la acción. A su vez, en el caso del
conocimiento, el deseo no intervendrá necesariamente. Al hablar de virtudes intelectuales, es
necesario hacer una diferencia entre decir si algo es verdadero o falso, y hacer algo bueno, pues
reconocer una verdad y actuar bien son cualitativamente distintas. Esta comparación nos remite
a reconocer que hay una diferencia entre conocimiento y ética; sin embargo, no están
completamente desvinculadas entre sí.
Aristóteles vincula la verdad y la acción mediante una analogía: la verdad posee una relación
análoga con la bondad, a pesar de no ser lo mismo. Así, en la búsqueda de la verdad (propio del
entendimiento teorético), algo puede ser afirmado o negado; la bondad y la maldad son la
verdad y falsedad; mientras que en el caso de lo práctico, uno aceptará o rechazará realizar una
acción. Esto se sintetiza cuando Aristóteles menciona que un razonamiento será verdadero,
cuando el hábito de elegir esté guiado por un deseo deliberado (guiado por la razón).
Puesto que la virtud ética es un modo de ser relativo a la elección, y la elección es un deseo
deliberado, el razonamiento, por esta causa, debe ser verdadero, y el deseo recto, si la elección ha
de ser buena, y lo que <la razón> diga <el deseo> debe perseguir. (EN 1139a24-29)
Quien obra bien, entonces, es como si aplicara los criterios de discernimiento del conocimiento
teorético en su vida. En este sentido, esta clase de entendimiento y verdad son de índole
práctica. Ambos tipos de entendimiento (teórico y práctico) poseen un objeto en común, el cual
es la verdad del actuar que se encuentra en concordancia con el recto deseo.
2
María Fernanda Limo Durand
yo actúo por causa de algo, y este algo será la necesidad de retomar las clases debido a una larga
semana de ausencia. El agente entonces actuará en vistas de un fin.
No sólo bastará lo dicho para poder elegir, sino también será necesario el uso del intelecto y de
la reflexión. Sin embargo, éstos por sí mismos no pueden mover algo, sino que necesitarán de
una causa y una práctica: estarán ligados al deseo. Esto es de gran importancia ya que, según
Aristóteles, el intelecto creador se verá gobernado por el deseo y por realizar algo con miras
hacia un fin: incluso en el pensamiento racional creativo existe un deseo moderado por la razón.
Dicho esto, podemos concluir que la elección es inteligencia deseosa (orektikós nous) o deseo
inteligente (órexis dianoetiké), y que este principio es el ser humano.
La primera virtud que es descrita por Aristóteles es la episteme o ciencia. Ésta posee como
objeto las cosas que conocemos por medio de la ciencia (epistámeta), las cuales no pueden ser
de otra manera. Además, su objeto se caracteriza por ser necesario, eterno, ingénito,
indestructible y enseñable. Por un lado, cabe destacar que lo que es eterno e ingénito será
también incorruptible: no posee generación ni destrucción, ya que lo generado es afectado por
un proceso de corrupción, tal como les sucede a los seres vivos (plantas, animales y nosotros
mismos), los cuales nacen para crecer hasta cierto límite, donde lo que yace luego de haber
alcanzado aquel punto álgido de madurez es un proceso de deterioro paulatino que finalizará
con la muerte. Por otro lado, lo enseñable deberá ser también conocible mediante métodos
inductivos y deductivos que permitirán entender y explicar hechos generales en término de sus
causas (Broadie 1993, 223). El primer método busca una verdad universal a partir de un dato
particular; el segundo es un silogismo, y parte de una verdad universal para ser aplicada a casos
particulares.
Dicho todo esto, Aristóteles define a la ciencia como un modo de ser demostrativo (hexis
apodeiktiké) (EN 1139b32-33); es decir, un hábito ligado a la demostración. Al utilizar la
fórmula que define la virtud (hexis proairetiké) en esta definición y en las otras virtudes
dianoéticas, se puede inferir que hasta el trabajo teorético posee una dimensión de ejercicio
práctico y de ética: la virtud es el hábito de elegir; y la ciencia, el hábito de demostrar o de
deducir. Habermas en su obra Conocimiento e interés postula que detrás de todo conocimiento
hay un interés:
3
María Fernanda Limo Durand
retro- traducirse en orientaciones para la acción racional con respecto a fines (en tecnologías y
estrategias) (Habermas 1989, 324)
La segunda virtud dianoética que expone Aristóteles es la techne o arte, y se desempeña sobre lo
que puede ser de otra manera, en el campo de lo contingente. Aquella se encargará del objeto
producido (poyetón, póyesis) y la acción que lo produce (praktón, praxis), y será definida como
el hábito racional de producir, que debe estar acompañado por razón verdadera (EN 1140a1-10).
Existe una diferencia entre la póyesis y la praxis, la cual se menciona por primera vez al
comienzo del libro I: la póyesis posee un fin externo y se refiere a la producción, la manufactura
de objetos, lo que se fabrica con las manos; es lo que ejercería un carpintero, por ejemplo,
cuando quisiera fabricar una mesa, y está asociada con la economía, la fabricación y la razón
instrumental. En cambio, la segunda es una acción, pero no en sentido genérico, sino
refiriéndose a las interacciones intersubjetivas, comunicativas, y acciones éticas y políticas. En
el apartado tercero del libro VI, Aristóteles las diferencia en el siguiente extracto:
Porque el fin de la producción es distinto de ella, pero el de la acción no puede serlo; pues
una acción bien hecha (eupraxia) es ella misma el fin. (EN 1140b5-8)
La producción, por ende, se desempeña sobre un producto externo y se juzgará el trabajo del
productor en base de la calidad de ese objeto producido. En cambio, en la praxis se juzgará la
acción misma: si la acción es buena, es un caso de actuar bien; por lo tanto juzgamos el bien del
agente como un agente práctico, o como habiendo perfeccionado la buena agencia. Se juzga la
performance y no los motivos (Broadie 1993, 207-208).
Hannah Arendt hace uso de la diferencia entre praxis y póyesis en su obra La condición
humana. Hace mención de tres actividades propias del hombre que se diferencian entre sí: la
labor, el trabajo y la acción. La primera es ejercida por el animal laborans, cuyos productos se
caracterizan por tener una duración muy corta, ya que responden a satisfacer una necesidad,
como el alimento. Además, su motivación por ejercer sus funciones se fundan en su propia
supervivencia. El trabajo, que podría identificarse con la praxis, es ejercido por el homo faber.
Se centra en crear aquellos objetos que son duraderos, incluso más que la vida del propio
hombre, y nos permite dominar la naturaleza para poder construir nuestro propio mundo y
hacerlo más útil y bello. Finalmente, la acción, la cual es la más elevada de las actividades
según Arendt, está ligada con el discurso, y con el ejercicio de ambos, el ser humano puede
desvelar su propia identidad con otros e inaugurar su aparición en el mundo humano. Por esto,
la política, por ejemplo, es propia de la acción.
Luego de definir la techne también como un hábito, seguirá el estudio de las restantes virtudes
intelectuales. La prudencia será descrita como el hábito “racional verdadero y práctico, respecto
de lo que es bueno para el hombre” (EN 1140b4-5). Además hará una distinción importante
4
María Fernanda Limo Durand
entre esta virtud y el arte, donde el que realiza la techne puede errar voluntariamente sin ser
necesariamente un error, mientras que en el caso de la prudencia hacer eso sería negligente. El
intelecto será mencionado brevemente como una disposición por la cual podemos conocer la
verdad, al igual que el conocimiento y la sabiduría. Finalmente la sophía será descrita como la
más exacta de las ciencias y estará enfocada hacia lo universal y poco práctico; a diferencia de
la prudencia, la cual debe conocer también lo particular ya que es práctica. Luego, Aristóteles
describirá algunas características de la prudencia: su similitud con la política, la necesidad de la
experiencia, razonamiento y rectitud para poder ejercerla correctamente, su enfoque en lo
particular, y su relación con las demás virtudes intelectuales.
5
María Fernanda Limo Durand
Bibliografía:
Broadie, Sarah, Ethics with Aristotle. New York: Oxford University Press, 1991.
Gill, Mary Louise, Virtue and reason in Aristotle’s Nicomachean Ethics en Bridging the
gap between Aristotle’s science and ethics. Cambridge: Cambridge University Pess,
2015.
Natali, Carlo, The book of wisdom en The cambridge companion to Aristotle’s nicomachean
ethic’s. Pittsburg: Cambridge University Press, 2014.