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eran tales sus deseos de salir de allí que no se concentró en el camino, avanzó unos pocos metros pero de repente

notó una pequeña piedra que sobresalía en la acera, trató de esquivarla pero fue inútil, se tropezó y cayó de

rodillas en plena calle rompiendo su pantalón y lastimando su pierna derecha. Continuó su camino con menos

prisa pues iba cojeando, sangrando un poco y llorando de dolor, ahora lo único que le importaba era llegar a la

escuela para limpiarse un poco y poder pasar al salón y frenar su agitación.

En medio de su rabia por el retraso, el pantalón dañado y el regaño que le esperaba por parte de su madre cuando

llegara a casa luego de clases, Pablo culpó de su desgracia al perro y continuó hasta llegar a la escuela, a pesar

de todo su esfuerzo no logró cumplir con el horario y aunque llegó tuvo que firmar el observador del alumno como

un llamado de atención y esperar hasta la segunda clase para acceder al salón; tenía el ánimo por el suelo y se

le hizo eterna la jornada escolar, casi no se levantó de su silla por las molestias que tenía en la pierna, solo fue

al baño una vez para evitar moverse y que se notara lo que le había sucedido. Llegó la tercera hora de clase y

tenía examen de biología, pero por el dolor y los pensamientos confusos no era capaz de concentrarse y su

maestra le puso una mala nota.

Al salir a descanso se sentó aparte, no tenía hambre ni quería jugar pues algunos compañeros de clase se

burlaron de su pantalón roto y lo ofendieron llamándole tonto por haberse caído, esto le produjo un sentimiento

de vergüenza, pero a su vez sintió ira y ganas de desquitarse sumado a la frustración por no poder hacer nada

por cambiar las cosas; tuvo que aguantar unas horas más hasta que sonara el timbre que indicaba el fin de las

clases. Pablo tomó sus libros y salió lentamente del salón y del colegio sin mediar palabra, se dirigió a casa lo

más rápido que pudo, aunque tenía miedo por el posible regaño por parte de su mamá por la llegada tarde, la

mala nota y el pantalón roto, tenía una amalgama de sentimientos reprimidos hacia el perro, los compañeros y

los profesores del colegio.

Por el camino iba rememorando lo sucedido, cayendo en cuenta que su día empezó con el pie izquierdo desde el

momento en que se levantó tarde; a pesar de ello sintió que el mundo era injusto y que alguien más aparte de él

debía tener la culpa de su infortunio y aunque hasta el momento siempre había sido un niño

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