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EPICURO SOBRE LA FELICIDAD Prélogo de Emilio Lledé Nock Vrrraee’ ¥ Siete libros sobre el arte de vivir, seleccionados y presentados por Carlos Garcfa Gual Presentaci6n El arte de vivir o la busqueda de la felicidad Taos quieren vivir felizmente, hermano, pero al considerar qué es lo que produce una vida feliz caminan sin rumbo claro. Pues no es facil conse- guir la vida feliz, ya que uno se distancia tanto més de ella cuanto més empefiadamente avanza, si es que se da el caso de haber equivocado el camino; y la misma velocidad resulta causa de su mayor ale- jamiento» Con este parrafo comienza Lucio Anneo Séneca su breve tratado Acerca de la vida feliz. La afirma- cién de que todo ser humano busca primordial- mente su felicidad por un impulso natural era ya un topico muy usual en la filosofia helenistica. Lo era también la idea de que convenia orientarse bien en. esa buisqueda de la felicidad, a riesgo de equivocar el camino y desviarse con un rumbo cada vez més des- dichado. Ya Aristételes, al plantearse la cuestién, habia sefialado que ser feliz era el fin natural de la existencia humana, y también él, como Séneca, re- comendaba recurrir a la reflexi6n filos6fica para in- vestigar y orientar tan crucial cuestién. Porque si la aspiracién a la felicidad es un fin natural de nuestra vida que todos o la gran mayoria aceptarfan como algo evidente, la cuestién se complica cuando in- tentamos definir en qué consiste esa felicidad, esa dicha estable, opuesta a los vaivenes de la fortuna, que los griegos llamaban eudaimonia. ‘No todos, como sabemos por experiencia, apete- cemos las mismas cosas, nos apasionamos con los mismos deseos ni ciframos la dicha en idénticos lo- gros. Muy atinadamente, el fildsofo del Liceo distin- ula diversos tipos de vida feliz, acomodados a dis- tintos tipos de personas, En efecto, unos se complacen en la vida intelectual, otros en la convi- vencia social y los éxitos de la virtud competitiva, mientras que otros més se contentan con disfrutar de goces y placeres. La vida feliz se perfila distinta segtin la preferencia por uno u otro de estos tres ti- pos de vida. (Arist6teles, que en esto no diferia mu- cho de su maestro Platon, destacaba que era distin- ta la felicidad apetecida segtin el bios politikés, el theoretikos y el bios apolaustikds.) Los senderos de la dicha son multiples y uno puede divagar, dudar y perderse en el bosque de sus variados anhelos y seductores sefiuelos. El ser hu- mano se caracteriza por estar poco determinado por naturaleza, y es ése uno de los rasgos inolvidables de la condicién humana: cada uno debe hacerse a sf mismo eligiendo y avanzando en ese jardin de sen- deros que se bifurcan. Cada uno debe, en cierta me- dida, disefiar con lo que tiene a mano su propio ca~ mino y construirse, en ese paseo breve de final inseguro, su felicidad. Tiene que hacerlo en la convi- ‘yencia con los otros, y en un marco forzado y no ele- gido de la existencia hist6rica. Es decir, en un con- texto predeterminado y con unos factores de riesgo muy variables. : Mediante la reflexién y la experiencia, el didlo- go y la observacién, mejor 0 peor educado y en un margen mayor o menor de libertad, todo ser hu- mano se ve obligado a inventar 0 dibujar su propio ideal de felicidad, en el espacio de tiempo y en las circunstancias en que se inscribe su vida. Esta for- zado, pues, a decidir en libertad su personal pro- yecto vital, Debe, siempre en sus circunstancias azarosas, hacerse el arquitecto de su propia vida, su propio riesgo, con un margen mayor 0 menor de originalidad. (Toda vida esta anhelante de ies nestar, pues, recordando de nuevo lo que escribié Aristételes, el destino del ser humano no es s6lo vivir, sino vivir bien; y el hombre, en su condicién de animal civico y légico «por naturaleza», esta programado, por su misma condicién natural, para «la vida feliz». Falta s6lo saber en qué consis~ te la felicidad y decidir cémo la consigue cada uno.) El arte de vivir se perfila as{ como la realiza- cién personal de un proyecto, que, a partir de un anhelo universal, debe realizarse en cada caso se- tin las particulares preferencias personales y en el marco de una siempre existente y limitada liber- tad. Para conocer qué modo tenemos de acceder a la felicidad debemos no s6lo conocer nuestras po- sibilidades de accién, sino ademas conocernos a Nosotros mismos, definir nuestra verdadera natu- raleza y el objetivo de nuestra actuacién, Para ello encontramos en los grandes pensado- res —en la larga tradicién espiritual europea—va- riadas y sugerentes propuestas, planteamientos sobre la felicidad desde diversas perspectivas, Y Puesto que, ya sea en forma de un manual de con- ducta préctica, o bien como una programacién te- Orica més abstracta, cualquier orientacién ética supone, de forma evidente o en su trasfondo, una visi6n del mundo, una filosofia o una doctrina reli- Siosa, en la que se enrafza y sustenta, la programa- ci6n ofrecida en esa gufa para la felicidad depende, en.titimo caso, de una determinada confesisn filo. Sofica 0 religiosa. Su trasfondo, més 0 menos dog- mtico, mas o menos doctrinario, se funda en un determinado sistema de valores y de creencias, surgido en un determinado contexto historico; Propuestas que, a su vez, suelen enfrentarse o dis. tanciarse criticamente de las que la sociedad, edu- 10 cadora pero alienante, hist6rica e ideol6gicamente configurada, transmite e impone a través de sus usos ¢ instituciones. De ahi que convenga subrayar el valor que mu- chas éticas filoséficas 0 de origen religioso tienen para liberar al individuo de las presiones que cual- quier sociedad, de modo indiscriminado, impone, transmitiendo con la ideologfa tribal su aparato de poder, su manipulacién turbia de los deseos, 0 bien ahora, con sus reclamos del consumo, la moda y los usos y estandares sociales, etc. Por eso a menudo la ética de origen filoséfico o religioso suele presentarse como una liberacién, un saber de salvaci6n, una terapéutica. Como si la principal amenaza a la felicidad estuviera en el ambiente so- cial, con sus prejuicios, sus opiniones vanas, sus sefiuelos tramposos. * De ahi que muchas veces la doctrina filos6fica, en su afan de descubrir la verdad perdida 0 adulte- rada, se ofrezca como una medicina 0 farmacopea del alma, El filésofo puede presentarse como mé- dico espiritual y ofrecer su mensaje como un re- medio para la curacién por la palabra contra las angustias y ansiedades animicas. El simil es muy antiguo. «Vana es la palabra del filésofo —dice un famoso fragmento de Epicuro— que no remedia ningén sufrimiento del hombre. Porque asi como no es dtil la medicina si no suprime las enferme- ul dades del cuerpo, asf tampoco la filosofia, sino su- prime los sufrimientos del alma» En la tradicién occidental, que comienza con los griegos, hallamos pronto algunas méximas de Perenne validez. Recordemos sélo dos, muy carac- teristicas del pensamiento clasico. La primera, atribuida a uno u otro de los Siete Sabios y graba. da en el atrio del templo de Apolo en Delos, rezaz «Conécete a ti mismo» (es decir, conoce tus limi- taciones, explora tu interior para actuar segtin lo que verdaderamente quieres). La segunda, una maxima de origen aristocratico, es la frase formu- lada por el poeta Pindaro, que dice: «Ojalé llegues a ser el que eres» (es decir, realiza las posibilidades que Hlevas contigo, hazte ta mismo). Las grandes méaximas se prestan a ser reinterpretadas. Sécrates reflexion6 acerca de la primera, subrayando la im- Portancia de la propia conciencia critica como el ee més firme para construir la felicidad, (En su racionalismo, Sécrates era muy optimista, pues pensaba que la maldad sélo era un error de conoci- miento, y sostenia la paradoja de que el sabio de verdad vive siempre feliz.) Goethe adopts como ema la otra maxima, en el sentido ya apuntado de frecuentacién de los textos clasicos, que relefa y ci- taba a placer en sus Ensayos, tan sueltos, tan jugo- sos y tan modernos. Hay en sus escritos una sabia manera de considerar la vida extremadamente per- sonal, con algunas notas melancélicas y un escepti- cismo tenaz que caracteriza su saber practico, su actitud ante el mundo, sin ambicién de poder y con talante algo epictireo. En la mirada tersa y fresca de Montaigne, moderna, amistosa, inquisitiva, hay una alegre leccién de sabiduria y de afecto por la extrafia variedad del mundo. Baltasar Gracin fue jesuita, pensador y escritor barroco, doctisimo autor y maestro del estilo con- ceptista, Si bien el Ordculo manual y arte de pru- dencia es la mas famosa de sus obras, su ingenio critico y su afan moralista estan presentes en todas ellas, desde su intrincada y extensa novela EU criti con hasta su preceptiva pottica Agudeza y arte de ingenio, pasando por los tratados mas breves El hé roe y El discreto... En esos escritos morales, Gra- cian, fino y sesgado lector de Maquiavelo, ofrece consejos y avisos sobre cémo triunfar en sociedad, en la sociedad cortesana y los circulos del poder. Entre sus consejos esté muy significativamente aquél, tan maquiavélico, de usar la piel del le6n, y, cuando convenga, la del zorro. Triunfar a toda costa es el objetivo. Las maximas de Gracian, jesuita un tanto discolo, son recetas sutiles y de sugerente Ww agudeza, que insintian un hondo recelo frente a las afiagazas del mundo y los manejos cortesanos. Schopenhauer fue gran admirador de Gracién, al que tradujo y aprecié en extremo. Compartia con él su vision un tanto acida de la sociedad como cam- po de trucos y trampas. No deja de ser un tanto pa- rad6jico que un filésofo tan pesimista y tan solitario, como fue el autor de £7 mundo como voluntad y re- presentacién, acabara luego siendo un consejero acerca del arte de ser feliz. (Fl mismo era consciente de tan rara paradoja.) Pero, en fin, partiendo de la idea de que el mundo es un escenario lamentable; la trama de la vida, oscura e imprevisible, y el hombre una criatura mal equipada para la dicha, el fildsofo, buen conocedor de muchos libros y autores, le ofre- cfa a un ptblico amplio y burgués sus sabios avisos para desenvolverse en él con astucia y provecho. Y lo hace sin apasionamientos, con mirada aguda y un estilo elegante y no falto de ironia. Bertrand Russell es el mas moderno de los pensa- dores aqui reunidos, en todos los sentidos de la mo- dernidad. Y figura con uno de sus libros mas frescos, estimulantes y de més agudo sentido del humor. Mas cercano casi siempre de Voltaire que de Montaigne, se interesé siempre por la pedagogia ilustrada, con su clara confianza en la raz6n y en la critica como ins- trumentos al servicio de la verdad. Céustico e iréni- co, Russell es, a su modo, uno de los tiltimos grandes 18 humanistas de Occidente. Y hay, en este libro pun- zante y de estilo didfano, una evidente prueba de su marcha en pos de la felicidad terrestre y mundana, no una biisqueda trascendente como la del Grial, pero no menos digna de un esforzado empefio, soli- tario y solidario, Como el lector va a constatar, estos siete libros esbozan siete sendas hacia la felicidad en caminos de fino y licido trazado, pero muy divergentes, que se abren como un abanico de sabios consejos. La di- versidad de opiniones sobre cémo orientar la vida ppara lograr la felicidad buscada responde a la irisada variedad real de las reflexiones sobre un tema de tanto interés existencial como dificil consenso. Pues, como deciamos, son distintas las ideas y doc- trinas acerca del mundo y de la vida que sustentan estas diversas teorias acerca del arte de vivir. No po- demos reducir la variedad de opiniones a una tinica doctrina de salvaci6n sin pecar de doctrinarios. Ast que es el lector quien debe decidir, en una sutil apuesta, cual es la que le parece mas convincente y acertada a partir de sus lecturas y sus propias con- vicciones sobre la vida y el mundo, Siete son los caminos aqui esbozados por pen- sadores de muy fuerte personalidad espiritual. Pro- ceden de distintas épocas historicas y son de diver- sos credos y talantes. Ofrecen, en su polifénica disidencia, una clara y vibrante muestra de la rique- 19 za intelectual que permea la tradicién estética de Occidente. Cada texto tiene, pienso, sus propias vir- tudes, cada senda sus atractivos. Quizé alguno de ellos esté mas de moda hoy porque encaja mejor con nuestras inquietudes, con nuestro escepticis- mo, y alguno nos resulta algo més lejano. Segura- mente es asi, y es justo que el lector afiance sus pre- ferencias. Pero sobre esas divergencias se construye una panorémica que ofrece, a mi parecer, un enor- me interés, porque muestra que el arte de vivir no esta predeterminado, sino que, como apuntamos antes, lo debemos practicar a partir de una reflexion propia y una eleccién siempre personal. Cada uno es responsable de tomar su propia orientacién y preferir un cierto camino hacia la dicha. A esa elec- cién pueden ayudar estos consejos, de estilos tan varios. La clara diversidad de las propuestas favore- ce una idea més didfana y coloreada de la cuestién de fondo: el arte de avanzar en la ardua busqueda de la felicidad. Cantos Garcia Cuat, 20 Prélogo Sobre el epicureismo i de vivir parece que fueron las propues- tas de los fildsofos en ese largo perfodo que, des- pués de Aristételes, ha dado en Ilamarse «helenis- mo». No es que, un siglo antes, las ideas de Séerates, Platén y el mismo Aristételes no hubie- sen pretendido lo mismo. La Republica platénica —ese gran cuadro ideal en el que se habla de la organizacién de los seres humanos y de su convi- vencia— establecié, con radicalidad, los engarces colectivos que sostienen la sociedad y los princi- pios que la rigen. También Aristételes, en la Politi- ca oen las Fticas, hizo algunos de los andlisis mas sutiles para entender qué es el bien del hombre y cuales son las estructuras que, en comin, alientan yafianzan ese bien. Estos escritos que brotaban ya en los primeros pasos —pasos muy firmes, por cierto— de la filosofia, indicaban también un sen- dero por el que habja de desplazarse el pensa- an miento humano. Y ese sendero tena que ver, en primer lugar, con la organizacién de la conviven- cia y, tal vez, en segundo lugar, con las posibilida- des de esa convivencia para la felicidad, para el bien vivir. Con independencia de las especulaciones més te6ricas que idearon los fildsofos griegos y, con- cretamente, Platén y Aristételes, todas ellas estu- vieron inmersas en ese espiritu politico que no era otra cosa que el reconocimiento de la necesidad de la solidaridad, y en vistas de esa convivencia afecti- va, la buisqueda de la justicia como forma suprema de hacerla posible. Es verdad que todo ello implicaba un anilisis de las estructuras reales e ideales de ese «animal que habla», que tan certeramente habia caracteri- zado Aristételes. Un animal que habla, porque la esencia del convivir necesita de la comunicaci6n, y ésta es, a su vez, el elemento estructurador de la polis. Un animal que habla porque convive, porque vive con otros que le son préximos, que le son cer- canos, que le son amigos 0, incluso, enemigos. Y convivir es hablar, comunicarse, entenderse. La ya tan conocida tradicién de la convivencia sigue siendo un ideal imprescindible de la politica de to- dos los tiempos. Pero, efectivamente, la reflexién sobre la orga- nizacién de la polis implicaba, a su vez, el conoci- miento de la realidad humana, y de las formas bajo las que el «ser» se presentaba en ese mamifero tan singular y, al mismo tiempo, tan colectivo. Por eso Platén, en los Didlogos, pretende mostrar, con ele- mentos muy heterogéneos, la imagen de esos se- res humanos, de qué estan hechos, qué razones les alimentan, qué deseos les empujan. Aristételes, es- timulado por los planteamientos platénicos, le- vant6, a su vez, un impresionante edificio para acercarse a esta «filosofia de las cosas humanas» y construyé una serie de saberes que se desplazaban por territorios hasta entonces inexplorados: la 16- gica, la psicologia, la fisica, la zoologia, la retorica, la poética, la metafisica, la ética, la politica. Todo ello tenia sentido porque podfa ayudar a la cons- truccién de la Politica, «el mas arguitecténico y dominante de los saberes porque parece ser que los comprende a todos... pues aunque el bien del individuo y el de la ciudad sean el mismo, es evi- dente que seré mucho mas grande y mas perfecto alcanzar y preservar el bien de la ciudad; porque, ciertamente, ya es apetecible procurar este bien Para uno solo, pero es mas hermoso y sublime lo- grarlo para un pueblo y para las ciudades». (Etica Nicomdquea, 1,2, 1094a 26-1094b10.) 23 La filosofia del periodo llamado helenismo, que va surgiendo después de la época clasica del pensamiento griego, no implica sélo una mera sucesién temporal. Las escuelas epictireas, estoi- cas, escépticas que cubrian buena parte del espa- cio cultural, a partir del siglo 1v a.C., arrancan también de muchos de los planteamientos de Pla- ton y Aristételes, aunque sea para polemizar con ellos. Uno de los opositores més radicales a los gran- des maestros griegos va a ser Epicuro. Su personali- dad, desfigurada, semiborrada en la tradicién filosé- fica, representa, sin duda, una de las figuras mas atractivas y, a la par, misteriosas de la historia del pensamiento. No es facil probarlo, pero podria esta- blecerse una hipétesis plausible afirmando que Epi- curo fue una de las primeras victimas de la censura ideolégica. Las razones de esta condena constituyen, también, una de las dificultades mayores para enten- der, en todos los detalles, el sentido de su mensaje. Pero esa misma dificultad nos permite adentrarnos por senderos que han estado abriéndose siempre en los mérgenes del amplio camino de la tradicién, aunque no siempre hayan sido recorridos, Este seria el motivo de la marcada «marginalidad» del epicu- reismo. Una filosofia, pues, «incorrecta», no asumi- 24 da plenamente por los «correctos» dominios de una buena parte de la Filosofia, Es verdad que esta sim- plificacion puede resultar injusta para algunos de los, grandes innovadores filoséficos que, dentro del ca- mino «tradicional», han aportado territorios nue- vos, visiones nuevas con que alimentar nuestra vida y, Por supuesto, nuestros cerebros. Pero estos filéso- fos han sido, al menos, conocidos. Sus obras han Ile- gado hasta nosotros en su mayor parte, y aunque ha- yan podido ser rechazadas, malinterpretadas e, incluso, prohibidas, han legado al menos hasta sus posibles lectores. Pero de Epicuro no nos quedan més que tres cartas dirigidas a sus amigos, recogidas en la poste- rior recopilacién de Diégenes Laercio, ya a finales del siglo 1 de nuestra era, y unos cuantos frag- mentos. Por referencias de otros autores sabemos que la produccién escrita de Epicuro fue muy abundante y el mismo Diégenes Laercio, al co- mienzo del libro X de su Vida de los fildsofos mds, ilustres, da titulos como Sobre la naturaleza, So- bre el amor, Sobre las plantas, Sobre la justicia, Sobre las imagenes mentales, Sobre la muisica, Sobre las enfermedades, Sobre las sectas, Sobre las formas de vida, Sobre el juicio y la eleccion, etc. Algo parecido habfa ocurrido con un fildsofo muy proximo al pensamiento de Epicuro y del que éste podria considerarse discipulo. Demécrito de 25 Abdera, el otro gran materialista de la antigiiedad, por utilizar una expresi6n usual en los manuales de filosoffa, autor de una extensa obra escrita a quien s6lo podemos conocer a partir de breves fragmentos supuestamente auténticos, reunidos amorosamente por los fildlogos. Otro maldito, pues, de la filosofia y a quien, sin embargo, debemos una de las intuicio- nes cientificas fundamentales: el concepto de dto- mo, y la estructura atémica de la materia, Epicuro, hijo de colonos atenienses, habia na- cido en el afto 342 a.C. en la isla de Samos, muy préxima a las costas de Asia Menor y a esas ciuda- des que, como Mileto y Efeso, habian sido cuna de la filosoffa. Pero el colono Neoclés, su padre, no slo se dedicaba a cultivar la tierra, sino a una pro- fesién tal vez no muy distinta, la de maestro de es- cuela, en la que, al parecer, le ayudaba su hijo. E liados los padres a Colofén, Epicuro entré en contacto con discipulos de Demécrito e incluso tuvo influencias aristotélicas. Es a los treinta afios cuando empieza sus ensefianzas en Mitilene, que contintia por otras ciudades. Estos viajes le permi- tieron rodearse de un pequeiio circulo de fieles amigos que, como Hermarco, Metrodoro y Colo- tes, le acompafiarfan ya toda la vida. Pero quizd, el momento més importante de ese peregrinaje fue su llegada a Atenas en el aio 306 y, alli, la compra de una casa, con un pequefio 26 ae jardin, que habria de convertirse en una escuela de sabidurfa, en un establecimiento semejante a la fa- mosa Academia platdnica o el Liceo de Aristételes. Epicuro residié en Atenas, hasta su muerte en el afio 271, aunque emprendié algunos viajes para vi- sitar a los pequefios grupos de amigos repartidos por las islas y por las ciudades de Asia Menor. BI llamado «Jardin» de Epicuro era, sin em- bargo, muy distinto de las instituciones docentes fundadas por Platén y Aristételes. Mucho menos preocupado por llevar a cabo investigaciones cien- tificas 0 lingiiisticas, como el Liceo, y nada intere- sado, como lo estuvo la Academia, en forjar lideres politicos, «reyes-filésofos», que se hicieran cargo de la nave del Estado y que supieran Hlevarla a buen puerto, Epicuro hizo una verdadera revolu- ci6n en la forma y sentido de sus ensefianzas e, inclu- 30, en la variedad de sus oyentes. Mujeres, escla- vos, nifios, ancianos acudfan al Jardin a escuchar al maestro y a dialogar con él, Estos encuentros se orientaban, casi exclusivamente, a descubrir en qué consistia la felicidad desde las rafces mismas sobre las que se levantaba cada vida individual. Esto implicé ya un planteamiento muy distinto de aquel (acataplexia) del nimo, posicién semejante a la de sus maestros, y no muy distante de la del propio Epicuro. Todos estos detalles hacen més notable la agria reaccién de Epicuro contra él, al calificarle de «molusco», «analfabeto», cbribén» y «prostituta», entre otras referencias a su servilismo y su sofiste- ria, Tal vez fue la decepci6n, al observar la proba- ble incongruencia entre la teoria fisica, abocada como en Demécrito al determinismo, y la conclu- sién ética, 1o que explica la hostilidad hacia su maes- tro. «Peor que un oponente, Nausffanes era en tér- minos ideolégicos un desviacionista», sugiere J. M. Rist !, Esa misma virulencia verbal la atesti- gua Epicuro con otros fil6sofos, adjetivando a Pla- ton de «aureo» (burla de la distincién en clases sugeridas por aquél) y a los platénicos de «adula- dores de Dionisio» (el tirano de Siracusa), a Aris- TIM. Rist, Bpicurus, Cambridge, 1972 45 7 ee aaa toteles de «depravado», a Herdclito de «embrolla- dor», a Demécrito de «charlatén», a los dialécticos de «devastadores», y a Pirrén de «inculto» e «ine- ducado». (D. L., X, 8). Del atomista Leucipo neg la existencia (probablemente no como persona ff- sica, sino como fildsofo).. Estas criticas que no conocemos en detalle, pero que —a pesar de la escasa diplomacia habi- tual de los filésofos para con sus competidores—, parecen de notable dureza verbal, se explican pro- bablemente por el objetivo moral y pragmatico que la filosofia asume para Epicuro. Toda la sabi- duria te6rica de sus predecesores no habria sido, a sus ojos, desde esa perspectiva moralista, mas que una diversién sin conclusiones validas para la vida. En gran parte «paideia», en el doble sentido de «educacién» y «cultura» (despreciable como un superfluo presupuesto del auténtico filosofar para Epicuro), pero no el camino que pudiera conducir hacia la felicidad. Como observa con acierto Rist, «sea cual sea la raz6n, personal, filos6fica o ideol6gica, de la hosti- lidad de Epicuro hacia el maestro de quien proba- blemente més habfa recibido, no hay duda de que Epicuro se proclamaba autodidacta, Lo tinico que esto puede significar si queremos verlo desde una pers- pectiva amistosa, es que aquello que é! valuaba més en su propia filosofia, sus actitudes éticas, sus 46 — ideas sobre la libertad y la necesidad y sobre los dioses, eran el producto de su propio pensamiento. Sélo el material bruto de ese pensamiento le habia sido proporcionado por sus maestros de hecho, ta- les como Nausifanes y sus antecesores espiritua- les, como Demécrito y Leucipo». El caso es que, a sus treinta y un aftos, después de estos diez de aprendizaje técnico, Epicuro fun- d6 su primera escuela propia en Mitilene. En un afo esta escuela fracas6 por la hostili- dad ptiblica de otros filésofos y de la gente de la lo- calidad, y Epicuro tuvo que abandonar la ciudad. Probablemente sacé algunas conclusiones venta- josas de este fracaso: una mejor prudencia para el futuro y la compaiifa de Hermarco, fiel discipulo y su sucesor en la direccién del Jardin. Desde el 310 al 306 Epicuro habita en Lampsa- co, donde se rodea de un circulo de fieles discipulos y amigos, Idomeneo, Leonteo y su esposa Temista, Metrodoro, personas de posicién distinguida en la ciudad; Polieno de Cizico y su amante Hedeia, Co- lotes (cuyo satirico escrito contra las escuelas filo- soficas rivales motiv una réplica de Plutarco 400 afios después), y el joven Pitocles, entre otros. Cuando en 306 abandona esta ciudad para insta- larse en Atenas, deja en ella un buen recuerdo y un circulo epictireo de fieles discfpulos. «Durante cierto tiempo filosofé en interrela- a7 a cién con otros fildsofos, pero luego se retiré a un Ambito privado fundando la escuela que lleva su nombre» dice Didgenes Laercio (X, 2). No sabe- ‘mos si ese abandono de la predicacién publica para dedicarse a una ensefianza privada y restringida al grupo de seguidores intimos se refiere a la estan- cia en Lampsaco, y es un resultado del recelo y la desconfianza tras la experiencia de Mitilene sobre la agresividad de otros filésofos y la muchedum- bre. Pero es probable que ya el cfrculo de Lampsa- co fuera, como el Jardin ateniense, un local priva- do y de cierta familiaridad, mas seguro para el cultivo de una libre sinceridad y de la amistad tan preciada. Cuando Epicuro vuelve de nuevo a Atenas, quince afos después de su primera visita, se halla en medio del camino de su vida. Con sus treinta y cinco afios ha recorrido varias localidades jénicas prestigiosas en la cultura y la filosofia griegas, des- de que su familia en 322 tuvo que abandonar Sa- mos. En algunas de estas ciudades ha conocido a filésofos devotos de la tradicién cientifica de los jonios y ha fundado escuela de filosofia. Pero la vuel- taa Atenas, después de estos quince afios de expe- riencias viajeras, para establecerse alli definitiva- mente en la escuela que se llamaré «el Jardin», es sintomatica de su apego a esta ciudad, la tinica en que podré sentirse ciudadano. Mas que la propa- 48 i f =EEeEE aE ganda filoséfica y la discusién con los rivales de la Academia y del Liceo, 0 con los futuros predica- dores del Pértico (Zenén de Citio tardarfa atin unos afios en exponer su doctrina estoica), Epicu- ro busca la vida reposada y la fecundidad en el tra- bajo intelectual en aquel ambiente cargado de re- cuerdo y amarguras. Atenas acababa de ser otra vez «liberada»; ahora (en el 307) por Demetrio Po- liorcetes; y es probable que para la fundacién de su escuela Epicuro aprovechara la oportunidad de este hecho, que oscurecerfa la proteccién politica al Liceo y la Academia, de tendencia filomacedo- nia, que aquel afio tuvieron que cerrar sus puertas varios meses. No sabemos cuales fueron los avatares psicol6- gicos de Epicuro, ni qué parte de su obra habria compuesto antes de su llegada a Atenas para su es- tablecimiento definitivo, A través del estilo de su prosa podemos suponer un carécter vehemente y austero. {Qué impresién le producirfa el pueblo, desengafiado y temeroso, adulador y retérico, de Atenas, después de haber recorrido por largos anos las ciudades jénicas, de haber encontrado va- gabundos apatridas, tiranos engolados, profesores de astronomia y supersticiosos de mil nuevos cul- tos! Desorden y servilismo en el alma de las mu- chedumbres necias, que Epicuro despreciard siem- pre con el mismo talante aristocratico de otros 49 fildsofos griegos, como Sdcrates, Platén 0 De- mécrito. Los sucesores de Alejandro intentaban entre tanto repartirse la herencia de un imperio. Los caudillos militares, intrigantes y belicosos, Antigo- no, Casandro, Lisimaco, Demetrio y Tolomeo, se enfrentaban sin otros afanes ideolégicos que sus ambiciones personales, mientras todas esas per- turbaciones afectaban a una poblacién cada vez més sumisa y entregada al despotismo de los nue- vos monarcas. La vida, con esos inesperados reve- ses politicos y las consiguientes crisis econémicas, habia cobrado un perfil de inseguridad, y el ciu- dadano medio, que un tiempo crey6 en su accion personal en la democracia ateniense, se sentia su- bordinado al caos. Epicuro compré en Atenas una casa en el res- petable distrito de Melite y un «jardin» cerca de la puerta del Dipylon, en la vecindad de la famosa Academia de Plat6n. (Como anota De Witt, mu- chos turistas en siglos posteriores podian combi- nar en el mismo paseo la visita a los dos santuarios filos6ficos. Cicer6n y su amigo Atico visitaron asi el Jardin en 78 a.C. sorprendiéndose de su peque- fez, tal vez en comparacién con las «villas» roma- nas que ellos conocerian.) Sefiala Farrington que el famoso Jardin (en griego Kepos) seria tal vez muy parecido a un *, Probablemente la impresién de que el mundo esta enfermo sin rumbo y sin finalidad, sometidos los hombres a los terrores del futuro y a tormentos mutuos, y ese énfasis en la seguridad y en la filoso- fia como medicina, responden a una experiencia vital. En la crisis de los valores tradicionales, la adulacién retrica habia llegado a notables extre- mos, y como sucede en todos los momentos de perturbacién politica, el lenguaje habfa degradado sus significados. Como un ejemplo significativo, el famoso himno de Hermocles a Demetrio Poliorce- tes, el inquieto conquistador, le reconocia como a un dios, més cercano y més activo que los dioses tradicionales: «Los otros dioses, pues, 0 se en- cuentran muy distantes 0 no tienen ofdos 0 no existen 0 no nos prestan un momento de atencién, pero a ti te vemos presente, no de piedra ni de ma- dera, sino de verdad.» El himno, compuesto hacia el 290 a.C. por en- cargo del propio Demetrio, es un sintoma de los tiempos. Mientras tanto, un filésofo a la moda, Evémero de Mesana, cuya obra iba a cobrar rapida- mente un amplio prestigio, exponia en la corte Ta gaya ciencia, max. 45. 53. macedonia su teorfa sobre el origen de la religion, Eneella sostenfa que los dioses no son més que an. tiguos héroes y reyes benefactores, divinizados por la gratitud y el irénico olvido de las generaciones mortales. En la teoria repercute un reflejo de la dei- ficacion de los grandes conquistadores de la época helenistica. iQué diferentes los dioses que, a su propio ciemplo y semejanza, afirmaré Epicuro, apartados ¥ felices de los tumultos del mundo, como el sabio auténtico! También él sera llamado un dios por sus discipulos (asf Lucrecio, V, 8 y sigs.), que tal vez Tecordardn su propia expresién: «En nada, pues, Parece hombre mortal quien vive entre inmortales bienes». (D. L., X, 135); bienes como la sabia tem- planza y la amistad, Para Epicuro el filosofar se caracteriza como la busqueda de un remedio contra la confusién de su €poca. La Filosofia es definida de modo caracteris. tico como medicina del alma, y el cuidado médico del alma es el oficio del filésofo, que se transforma asi en un psiquiatra 0 psicoanalizador de una so- ciedad perturbada por el temor y la servidumbre. En esta terapia psiquica hay un recuerdo socrati. £0: therapeia tes psyches, «cuidado del alma» era ara Socrates la actividad filos6fica, a lo que ahora se aflade un nuevo acento sobre la enfermedad co- lectiva que hay que evitar. Ya el sofista Antifonte 54 habia insistido en esta virtud médica de la Filoso- fia, y su método de curacién por la palabra hacia de su ideario una ¢échne alypias, de ciertos ecos en los tratamientos psicosomaticos de la moderna medicina’, En Atenas muere Epicuro treinta y cinco afios después; afios que podemos suponer de reposo y actividad filos6fica frente a la ajetreada primera €poca de su vida. Desde su retiro presencié con de- silusi6n los sucesos de la politica ateniense y grie- 8a de la época, politica confusa y envilecida. Fren- te a las perturbaciones de su tiempo, el fildsofo busca la imperturbabilidad o ataraxia; y, frente a la servidumbre y el servilismo, la capacidad de go- bernarse a si mismo. La independencia que la ciu- dad ha perdido, puede el sabio todavia guardarla Para si mismo en su retiro y su mente libre. «El mas grande fruto de la autosuficiencia es la liber- tad» (Gnomologio vaticano, 77). Cartos Garcia GuaL * Ch Guthrie, A History of Greek Philosophy Ill, Cambridge, 1969, ad. 200 y sigs. Sobre Sécrates puede verse el libro de Vives Genesis y evolucin de la ética platénica, Madrid, 1970, pig. 131 y sigs, 55 ARTA A MENECEO (D. L., X, 122-135) Epicuro a Meneceo, salud. {122} Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se haste. Pues nadie es joven © viejo para la salud de su alma. El que dice que atin no es edad de filosofar o que la edad ya pas6 es como el que dice que atin no ha llegado 0 que ya pas6 el momento oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo. Este para que, aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el recuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea joven y viejo a un tiempo por su im- pavidez ante el futuro, Necesario es, pues, meditar Jo que procura la felicidad, si cuando esta presente todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo lo hace- ‘mos por poseerla. [123] Ta medita y pon en préctica los principios que siempre te he aconsejado, teniendo presente 59 que son elementos indispensables de una vida fe- liz. Considera en primer lugar a la divinidad como un ser viviente incorruptible y feliz, segdin la ha grabado en nosotros la comin nocién de lo divino, y nada le atribuyas ajeno a la inmortali- dad 0 impropio de la felicidad. Respecto a ella, por el contrario, opina todo lo que sea suscepti- ble de preservar, con su incorruptibilidad, su feli- cidad. Los dioses ciertamente existen, pues el co- nocimiento que de ellos tenemos es evidente. No son, sin embargo, tal como los considera el vulgo porque no los mantiene tal como los percibe. Y no es impfo quien suprime los dioses del vulgo, sino que atribuye [124] a los dioses las opiniones del vulgo, pues no son prenociones sino falsas su- posiciones los juicios del vulgo sobre los dioses. De ahf que de los dioses provengan los més gran- des dafios y ventajas; en efecto, aquellos que en todo momento estan familiarizados con sus pro- pias virtudes, acogen a los que les son semejantes, considerando como extrafio lo que les es discorde. Acostiimbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal resi- den en la sensacién y la muerte es privacién de los sentidos. Por lo cual el recto conocimiento de que la muerte nada es para nosotros hace dichosa la mortalidad de la vida, no porque afiada una temporalidad infinita sino [125] porque elimina 60 el ansia de inmortalidad. Nada temible hay en efecto, en el vivir para quien ha comprendido realmente que nada temible hay en el no vivir. De suerte que es necio quien dice temer la muerte, no porque cuando se presente haga sufrir, sino porque hace sufrir en su demora. En efecto, aquello que con su presencia no perturba, en vano aflige con su espera. Asi pues, el mas terri- ble de los males, Ja muerte, nada es para noso- tros, porque cuando nosotros somos, la muerte no esta presente y, cuando la muerte esta presen- te, entonces ya no somos nosotros. En nada afec- ta, pues, ni a los vivos ni a los muertos, porque para aquellos no est y éstos ya no son. Pero la mayorfa unas veces huye de la muerte como del mayor mal y otras veces la prefiere como descan- so [126] de las miserias de la vida. El sabio, por el, contrario, ni rehtisa la vida ni le teme a la muer- te; pues ni el vivir es para él una carga ni conside- ra que es un mal el no vivir. Y del mismo modo que del alimento no elige cada vez el mas abun- dante sino el més agradable, asf también del tiempo, no del mas duradero sino del més agra~ dable disfruta. Quien recomienda al joven vivir bien y al viejo morir bien es necio no s6lo por lo agradable de la vida, sino también por ser el mis- mo el cuidado del bien vivir y del bien morir. Mu- cho peor atin quien dice: 61 «Mejor no haber nacido, pero, una vez nacido, Pasar cuanto antes las puertas del Hades.» 127] Porque si esto dice convencido por qué no deja la vida? En sus manos esta hacerlo, si con cer- teza es lo que piensa. Si se burla, necio es en algo que no lo admite. Se ha de recordar que el futuro no es ni del todo nuestro ni del todo no nuestro, para no tener la absoluta esperanza de que lo sea ni desesperar de que del todo no lo sea. Y hay que considerar que de los deseos unos son naturales, otros vanos; y de los naturales unos son necesarios, otros sélo naturales; y de los necesarios unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la vida misma. (128) Un recto conocimiento de estos deseos sabe, en efecto, supeditar toda eleccién 0 rechazo a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque esto es la culminacién de la vida feliz. En razon de 62 esto todo lo hacemos, para no tener dolor en el cuerpo ni turbacién en el alma. Una vez lo haya- mos conseguido, cualquier tempestad del alma amainard, no teniendo el ser viviente que encami- nar sus pasos hacia alguna cosa de la que carece ni buscar ninguna otra cosa con la que colmar el bien del alma y del cuerpo. Pues entonces tenemos necesidad del placer, cuando sufrimos por su au- sencia, pero cuando no sufrimos ya no necesita- mos del placer. Y por esto decimos que el placer es [129] principio y culminacién de la vida feliz. Al placer, en efecto, reconocemos como el bien pri- mero, a nosotros connatural, de él partimos para toda eleccién y rechazo y a él llegamos juzgando todo bien con la sensacién como norma. Y como éste es el bien primero y connatural, precisamente por ello no elegimos todos los placeres, sino que hay ocasiones en que soslayamos muchos, cuando de ellos se sigue para nosotros una molestia ma- yor. También muchos dolores estimamos preferi- bles a los placeres cuando, tras largo tiempo de su- frirlos, nos acompafia mayor placer. Ciertamente todo placer es un bien por su conformidad con la naturaleza y, sin embargo, no todo placer es elegi- ble; asi como también todo dolor es un mal [130], pero no todo dolor siempre ha de evitarse. Convie- ne juzgar todas estas cosas con el cdlculo y la con- sideracién de lo util y de lo inconveniente, porque 63 en algunas circunstancias nos servimos del bien como de un mal y, viceversa, del mal como de un bien. ‘También a la autosuficiencia la consideramos un gran bien, no para que siempre nos sirvamos de poco sino para que, si no tenemos mucho, nos contentemos con poco, auténticamente convenci. dos de que més agradablemente gozan de la abun- dancia quienes menos tienen necesidad de ella y de que todo lo natural es facilmente procurable ¥ lo vano dificil de obtener. Ademés los alimentos sencillos proporcionan igual placer que una comi- da excelente, una vez que se elimina del todo el dolor [131] de la necesidad, y pan y agua procuran el maximo placer cuando los consume alguien que los necesita. Acostumbrarse a comidas sencillas y sobrias proporciona salud, hace al hombre solicito en las ocupaciones necesarias de la vida, nos dis- pone mejor cuando alguna que otra vez accede- mos a alimentos exquisitos y nos hace impavidos ante el azar, Cuando, por tanto, decimos que el placer es fin no nos referimos a los placeres de los disulutos 0 a los que se dan en el goce, como creen algunos que desconocen 0 no estan de acuerdo o mal interpre- tan nuestra doctrina, sino al no sufrir dolor en el cuerpo ni turbacién en el [132] alma. Pues ni ban- quetes ni orgias constantes ni disfrutar de mucha- 64 chos ni de mujeres ni de peces ni de las demas co- sas que ofrece una mesa lujosa engendran una vida feliz, sino un célculo prudente que investigue las causas de toda eleccién y rechazo y disipe las falsas opiniones de las que nace la més grande tur- bacién que se aduefia del alma. De todas estas co- sas principio y el mayor bien es la prudencia. Por ello la prudencia es incluso més apreciable que la filosoffa; de ella nacen todas las demés virtudes, porque ensefia que no es posible vivir feliz sin vivir sensata, honesta y justamente, ni vivir sensata, ho- nesta y justamente sin vivir feliz. Las virtudes, en efecto, estan unidas a la vida feliz y el vivir feliz es inseparable de ellas. [133] Porque a quién estimas mejor que a aquél que sobre los dioses tiene opiniones piadosas y ante la muerte es del todo impavido, que tiene en cuenta elfin de la naturaleza y ha captado que el limite de los bienes es facil de colmar y de obtener y que el limite de los males tiene corta duracién 0 produce ligero pesar; que se burla del destino por algunos considerado como sefior supremo de todo dicien- do que algunas cosas suceden por necesidad, otras por azar y que otras dependen de nosotros, porque 65 la necesidad es irresponsable, porque ve que el azar es incierto y lo que esta en nuestras manos no tie- ne duefio, por lo cual le acompafia la censura o la alabanza? (Porque era mejor [134] prestar ofdos a los mitos sobre los dioses que ser esclavos del des- tino de los fisicos. Aquellos, en efecto, esbozan una esperanza de aplacar a los dioses por medio de la veneracién, pero éste entrafia una inexorable nece- sidad.) Un hombre tal, que no cree que el azar es un dios como considera el vulgo (pues nada desor- denado hace la divinidad) ni un principio causal in- determinado (pues sin creer que por él les es dado a los hombres el bien y el mal en relacién con la vida feliz, piensa, sin embargo, que proporciona los principios de los grandes bienes [135] y males) es- tima mejor ser desafortunado con sensatez que afortunado con insensatez; pero a su ver es preferi- ble que en nuestras acciones el buen juicio sea co- ronado por la fortuna. Asi pues, estas cosas y las que a ellas son afines meditalas dia y noche contigo mismo y con alguien semejante a ti y nunca, ni despierto ni en suefios, suftiras turbacién, sino que vivirés como un dios entre los hombres. Pues en nada se asemeja a un ser mortal un hombre que vive entre bienes in- mortales. 66 FRAGMENTOS Y TESTIMONIOS ESCOGIDOS 1 Epicuro decfa que la filosoffa es una actividad que con discursos y razonamientos procura la vida feliz. 2 Vana es la palabra del filésofo que no remedia ningin sufrimiento del hombre. Porque asi como no es titil la medicina si no suprime las enferme- dades del cuerpo, asi tampoco la filosofia si no su- prime las enfermedades del alma. 3 Con amor a la verdadera filosofia se desvanece cualquier deseo desordenado y penoso. 4 Bs preciso que sirvas a la filosofia para que te alcance la verdadera libertad. 69 La felicidad y la dicha no la proporcionan ni la cantidad de riquezas ni la dignidad de nuestras ocupaciones ni ciertos cargos y poderes, sino la ausencia de sufrimiento, la mansedumbre de nuestras pasiones y la disposicién del alma al deli- mitar lo que es por naturaleza. El que presta atencién a la naturaleza y no a las vanas opiniones es autosuficiente en cualquier circunstancia. Pues en relaci6n a lo que por natu- raleza es suficiente toda adquisici6n es riqueza, pero en relacién a los deseos ilimitados la mayor riqueza es pobreza. 7 Conviene decir de qué modo se preservara me- jor el fin de la naturaleza y como nadie, en un principio, accede espontaneamente a los cargos piblicos. 70 Nada produce tanto regocijo como el no cum- plir muchos cometidos ni emprender asuntos en- gorrosos ni violentar nuestra capacidad més allé de sus fuerzas, pues todo esto provoca perturba- ciones en nuestra naturaleza. 9 iHuye, afortunado, a velas desplegadas de toda forma de cultural 10 Te estimo dichoso, Apeles, porque limpio de toda cultura te entregaste a la filosofia. u ‘Téngase presente s6lo el cuadriférmaco: dios no se ha de temer, la muerte es insensible, el bien es facil de procurar, el mal, fécil de soportar. 7 12 Sélo Epicuro concibié que existen los dioses por el hecho de que la naturaleza ha grabado en el 4nimo de todos la nocién de ellos. Pues {qué pue- blo hay o qué estirpe de hombres que no tenga, sin previa instruccién doctrinal, una cierta antici- pacién de los dioses, que Epicuro llama prolepsis? 13 El ser vivo incorruptible y feliz (la divinidad), saciado de todos los bienes y exento de todo mal, dado por entero al goce continuo de su propia feli- cidad e incorruptibilidad, es indiferente a los asun- tos humanos. Seria infeliz si, a modo de un opera- rio o de un artesano, soportara pesadumbres y afanes por la construccién del cosmos. aU Si Dios prestara ofdos a las stiplicas de los hombres, pronto todos los hombres perecerfan porque de continuo piden muchos males los unos contra los otros. 72 15 i, dice Epicuro, lo mas excelso, algo como sobresaliente en preeminencia. El sabio, en efecto, tiene en todo momento opiniones puras y reverentes acerca de la divinidad y estima excelsa y augusta su naturaleza. Pero, sobre todo en las fies- tas, avanzando en la idea de la divinidad por tener de continuo en los labios su nombre con vivisima emoci6n, alcanza a comprender la inmortalidad de los dioses. 16 Sacrifiquemos, pues, piadosa y rectamente como conviene, y cumplamos con todas las demas cosas de acuerdo con las leyes, sin dejarnos turbar por las vanas opiniones acerca de los seres mas perfectos y augustos. Seamos ademas justos en base a la doctrina de la que os he hablado. Pues asi es posible vivir de acuerdo con la naturaleza. 17 Frente a las demas cosas es posible procurarse seguridad, pero frente a la muerte todos los hom- bres habitamos una ciudad sin murallas. 3 18 Tan grande es la ignorancia de los hombres, tan grande su locura que algunos por temor de la muerte son empujados a la muerte. 19 Muéstrese gratitud a la feliz Naturaleza porque hizo facil de procurar lo necesario y dificil de obte- ner lo innecesario. 20 El hombre es infeliz ya por el temor, ya por el deseo ilimitado y vano. Quien a esto ponga brida puede procurarse la feliz sabiduria. a1 Con una actividad desenfrenada se acumula gran cantidad de riquezas, pero a ellas se les une una vida desgraciada. a 22 Muchos que consiguieron riquezas no encon- traron en ellas la liberacién de sus males sino una permuta de éstos por otros atin peores. 23 La autosuficiencia es la mayor de todas las ri- quezas. 24 Es raro encontrar un hombre pobre si se atie- ne al fin de la naturaleza y rico si se atiene a las va- nas opiniones. Ningtin insensato, en efecto, se contenta con lo que tiene, sino que mas bien se ator- menta por lo que no tiene. Pues asi como los que tienen fiebre, por la malignidad de la enfermedad, siempre estan sedientos y desean las cosas més perjudiciales, asi también los que su alma tienen en mal estado sienten siempre que todo les falta y se precipitan por su avidez en los més diversos deseos. 15 25 La naturaleza nos ensefia a considerar insigni- ficantes las concesiones de la fortuna, a saber ser desafortunados cuando somos afortunados y, cuando somos desafortunados, a no valorar en ex- ceso la fortuna. También nos ensefia a recibir con serenidad los bienes concedidos por el azar y a mantenernos firmes frente a los que parecen ser sus males. Porque efimero es todo bien y todo mal estimado por el vulgo y la sabidurfa nada tiene en comin con la fortuna. 26 La pobreza acomodada a la ley de la naturaleza es gran riqueza. 27 La serenidad del alma y la ausencia de dolor corpéreo son placeres catastematicos. La dicha y el gozo se revelan por su actividad como placeres en movimiento. 16 28 Por mi parte no sé qué idea puedo hacerme del bien si suprimo los placeres del gusto, del amor, del ofdo y los suaves movimientos que de las for- mas exteriores recibe la vista. 29 Para quienes son capaces de reflexionar, el equi- librio estable de la carne y la confiada esperanza de conservarlo conllevan la dicha mas grande y segura. 30 Debemos apreciar lo bello, las virtudes y las cosas por el estilo si producen placer; si no, hay que mandarlas a paseo. 31 Yo exhorto a placeres continuos y no a esas vir- tudes vacias y necias que conllevan inquietas espe- ranzas de fruto. 7 32 Entonces necesitamos del placer, cuando sufrimos por su ausencia; pero cuando esto no sufrimos y esta- ‘mos en condiciones de sentir, entonces ninguna nece- sidad tenemos del placer. No produce, en efecto, dafio la necesidad natural sino el deseo de la vana opiniGn. 33 Principio y raiz de todo bien es el placer del vientre. Incluso los actos més sabios e importantes a él guardan referencia. 34 Es mejor soportar algunos determinados dolo- res para gozar de placeres mayores. Conviene privarse de algunos determinados placeres para no sufrir dolores mas penosos. 35 Reboso de placer en el cuerpo cuando dispon- go de pan y agua. Y escupo sobre los placeres de la 78 abundancia no por si mismos sino por las moles- tias que les siguen. 36, Escupo sobre /o bello moral y los que vanamen- te lo admiran cuando no produce ningtin placer. 37 Si quieres hacer rico a Pitocles, no aumentes sus riquezas sino limita sus deseos. 38 El acordarse de los bienes pasados es muy im- portante para la vida feliz. 39 También las virtudes se eligen por el placer, y no por sf mismas, como la medicina por la salud. 40 Epicuro y los cirenaicos dicen que el placer es el bien primero y natural. Pues la virtud que ha pasado inadvertida por causa del placer, ha produ- cido placer. 41 El més grande fruto de la justicia es la sereni- dad del alma. 42 Las leyes estén establecidas para los sabios, no Para que no cometan injusticia sino para que no la sufran, 43 Aun eligiendo la amistad por el placer, Epicuro dice que soportamos los mayores males por los amigos. AA Los epictireos huyen de la politica como dafio y destruccién de la vida dichosa. 45 Jamas pretendi contentar al vulgo; porque lo que a él le agrada, yo lo ignoro y lo que yo sé, bien lejos esta de su comprensin. 46 Vive oculto. 81 MAXIMAS CAPITALES (D.L., X, 139-154) 1 Elser feliz e incorruptible (la divinidad) ni tiene €l preocupaciones ni se las causa a otro; de modo que ni de imaginaciones ni de agradecimientos se ‘ocupa. Pues todo eso se da sdlo en el débil. (En otros lugares dice [Epicuro] que los dioses son visibles a la razén, presenténdose unos en su existencia numérica, y otros en forma humana, por una asimilaci6n formal a partir de la continua ema- nacién de imagenes semejantes y confluyentes.) 2 La muerte no es nada para nosotros. Porque lo que se ha disuelto es insensible y lo insensible no es nada para nosotros. 3 Limite de la magnitud de los placeres es la eli- minacién de todo dolor. Donde haya placer, por 85 el tiempo que dure, no existe dolor o pesar o la mezcla de ambos. No se demora el dolor permanentemente en la carne, sino que el mas extremado perdura el més breve tiempo, y aquél que tan sdlo distancia el placer de la carne tampoco se mantiene muchos dias. Las enfermedades muy duraderas tienen para la carne una dosis mayor de placer aun que de dolor. No es posible vivir placenteramente sin vivir sensata, honesta y justamente; ni vivir sensata, ho- nesta y justamente, sin vivir placenteramente. Quien no consigue tales presupuestos, no puede vivir con placer. Con vistas a obtener seguridad frente a la gen- te, seria un bien acorde a la naturaleza el ejercicio 86 del poder y la realeza, como medios para poder procurarse en algtin momento esa seguridad. 7 Algunos han querido hacerse famosos y admi rados, creyendo que asi conseguirian rodearse de seguridad frente a la gente. De modo que si su vida es segura, consiguieron el bien de la naturaleza. Pero si no es segura, se quedan sin el objetivo al que se sintieron impulsados desde el principio conforme a lo propio de la naturaleza. \gtin placer por si mismo es un mal. Pero las cosas que producen ciertos placeres acarrean muchas mas perturbaciones que placeres. Si pudiera densificarse cualquier placer, y pu- diera hacerlo tanto por su duracin como por su referencia a todo el conjunto 0 a las partes domi- nantes de nuestra naturaleza, entonces los place- 87 res no podrian diferenciarse nunca individual- mente. 10 Si las cosas que producen placer a los perversos les liberaran de los terrores de la mente respecto a los fenémenos celestes, la muerte y los sufrimientos, y ademés les enseftaran el limite de los deseos, no tendriamos nada que reprocharles a éstos, saciados por todas partes de placeres y carentes siempre del dolor y el pesar, de lo que es, en definitiva, el mal. u Si nada nos perturbaran los recelos ante los fe- némenos celestes y el temor de que la muerte sea tal vez algo para nosotros, y ademas el desconocer los limites de los dolores y los deseos, no necesita- riamos de la investigacién de la naturaleza. 2 No era posible liberarse del temor ante las mas definitivas preguntas sin conocer cudl es la natu- 88 raleza del universo, y recelando algunas de las creen cias segtin los mitos. De modo que sin la investiga: cién de la naturaleza no era posible recoger place- res sin mancha, 13 Ninguna serfa la ganancia de procurarse la se~ guridad entre los hombres si se angustia uno por los fendmenos del cielo y de debajo de la tierra, y, en una palabra, por los del infinito. 14 ‘Cuando ya se tiene en una cierta medida la se- guridad frente a la gente se consigue, cimentada en esta posicién y en la abundancia de recursos, la seguridad més limpida, que procede de la tranqui- lidad y del apartamiento de la muchedumbre. 15 La riqueza acorde con la naturaleza esté deli- mitada y es fécil de conseguir. Pero la de las vanas ambiciones se derrama al infinito. 16 Poco le ofrece al sabio la fortuna. Sus mayores y mas importantes bienes se los ha distribuido su juicio y se los distribuye y distribuird a lo largo de todo el tiempo de su vida, 7 El justo es el més imperturbable, y el injusto esta repleto de la mayor perturbacién. 18 No se acrecienta el placer en la carne, una vez que se ha extirpado el dolor por alguna carencia, sino quee sélo se colorea. En cuanto al limite del pla- cer puesto por la mente, lo produce la reflexién so- bre esas mismas cosas que habfan causado a la men- te los mayores temores, y las de género semejante. 19 Un tiempo ilimitado y un tiempo limitado con- tienen igual placer, si uno mide los limites de éste mediante la reflexion, 90 20 La carne concibe los limites del placer como ilimitados, y querria un tiempo ilimitado para pro- curarselos, Pero la mente, que ha comprendido el razonamiento sobre la finalidad y limite de la car- ne, y que ha disuelto los temores ante la eternidad, nos consigue una vida perfecta. Y para nada nece- sitamos ya un tiempo infinito. Pues no rehtye en modo alguno el placer; ni cuando los aconteci- mientos disponen nuestra marcha de la vida, se aleja como si le hubiera faltado algo para el éptimo vivir. 21 Quien es consciente de los limites de la vida sabe cudn facil de obtener es aquello que clama el dolor por una carencia y lo que hace lograda la vida entera. De modo que para nada necesita cosas que traen consigo luchas competitivas. 22 Es preciso confirmar reflexivamente el fin que nos hemos propuesto y toda evidencia a la que re- 91 ferimos nuestras opiniones. De lo contrario, todo se nos presentara lleno de incertidumbre y con- fusion. 23 Si rechazas todas las sensaciones no tendras siquiera el punto de referencia para juzgar aqué- Has que afirmas que resultan falsas. 24 Si vas a rechazar en bloque cualquier sensa- cién y no vas a distinguir lo imaginado y lo afiadi- do y lo ya presente en la sensacién y en los senti- mientos y cualquier contacto imaginativo de la mente, confundirés incluso las demés sensacio- nes con tu vana opinién, hasta el punto de recha- zar toda capacidad de juicio, Por el contrario, si vas a dar por seguro incluso todo lo afiadido en tus representaciones imaginativas y lo que no se presta a la confirmacién, no evitards el error. Asi que en cualquier deliberacién estaras guardando una total ambigiiedad entre lo auténtico y lo inauténtico. 92 25 Si no refieres en cualquier oportunidad cada uno de tus hechos al fin segtin la naturaleza, sino que antes te desvias dedicandote a perseguir cual- quier otro, no seran consecuentes tus acciones con tus pensamientos. 26 Todos los deseos que no concluyen en dolor de No saciarse, no son necesarios, sino que represen- tan un impulso facil de eludir, cuando parecen ser de dificil consecucién 0 de efectos perniciosos. 27 De los bienes que la sabidurfa ofrece para la fe- licidad de la vida entera, el mayor con mucho es la adquisicién de la amistad. 28 EI mismo conocimiento que nos ha hecho te- ner confianza en que no existe nada terrible eterno 93. ni muy duradero, nos hace ver que la seguridad en os mismos términos limitados de la vida consigue su perfeccién sobre todo por la amistad. 29 De los deseos unos son naturales y necesarios. Otros naturales y no necesarios. Otros no son na- turales ni necesarios, sino que nacen de la vana opinion. (Naturales y necesarios considera Epicuro a los que eliminan el dolor, como la bebida para la sed. Naturales pero no necesarios los que s6lo colorean el placer, pero no extirpan el dolor, como los alimen- tos refinados. Ni naturales ni necesarios, por ejem- plo, las coronas y la dedicacién de estatuas.) 30, A algunos de los deseos naturales, que no aca rrean dolor si no se sacian, les es propio un inten- so afan. Proceden (sin embargo) de una vana opi- ni6n; y no se diluyen, no por su propia naturaleza sino por la vanidad propia del ser humano. 31 Lo justo segiin la naturaleza es un acuerdo de Jo conveniente para no hacerse dafio unos a otros ni sufrirlo. 32 Respecto de todos aquellos animales que no pudieron hacer pactos sobre el no hacer dafto ni sufrirlo mutuamente, para ellos nada fue justo ni injusto. Y de igual modo también respecto a to- das aquellas razas que no pudieron 0 no quisie- ron hacer esos pactos sobre el no hacer ni sufrir dao. 33 La justicia no fue desde el principio algo por sf misma, sino un cierto pacto sobre el no hacer ni sufrir dafio surgido en las convenciones de unos y otros en repetidas ocasiones y en ciertos lugares. 95 34 La injusticia no es por si misma un mal, sino por el temor ante la sospecha de que no pasaré inadvertida a los destinados a castigar tales actos. 35 No le es posible a quien ocultamente viola algu- no de los acuerdos mutuos sobre el no hacer ni suftir daiio, confiar en que pasara inadvertido, aunque haya sido asf diez mil veces hasta el presente. Porque es imprevisible si pasaré asf hasta el fin de su vida. 36 El derecho comtin es lo mismo para todos, es decir, es lo conveniente para el trato comunitario. Pero el derecho particular del pais y de los casos concretos no todos acuerdan que sea el mismo. 37 De las leyes convencionales tan solo la que se confirma como conveniente para la utilidad del 96 trato comunitario posee el cardcter de lo justo, tanto si resulta ser la misma para todos, como si no. Si se ha dado una ley, pero no funciona segin lo conveniente al trato comunitario, ésa ya no po- see la naturaleza de lo justo. Y si lo que es conve- niente segiin el derecho llega a variar, mas durante alguin tiempo se acomoda a nuestra prenocién de 41, no por eso durante ese tiempo es menos justo para los que no se confunden a si mismos con pa- labras vanas, sino que atienden sencillamente a los hechos reales. 38 Cuando, sin sufrir variaciones en las circuns- tancias reales, resulta evidente que las cosas san- cionadas como justas por las leyes no se adecuan en los hechos mismos a nuestra prenocién de lo justo, ésas no eran justas. Cuando, al variar las cir- cunstancias, ya no son convenientes las mismas cosas sancionadas como justas, desde ese momen- to eran sélo justas entonces, cuando resultaban convenientes al trato comunitario de los conciu- dadanos. Pero luego ya no eran justas, cuando de- jaron de ser convenientes. 39 Quien se prepara de la mejor manera para no depender de las cosas externas, éste procura fami- liarizarse con todo lo posible: y que las cosas impo- sibles no le sean al menos extrafias. Respecto a todo aquello con lo que no es capaz siquiera de eso, lo deja al margen y marca los limites de todo lo que resulta titil para su actuacién. 40 Aquellos que han tenido la capacidad de obte- ner la maxima confianza en sus projimos, han lo- grado asi vivir en comunidad del modo mas agra- dable, al tener la més segura fidelidad; y aunque tuvieran la més plena intimidad, no Horan como en lamentacién la apresurada despedida del com- pafiero que muere. 98 EXHORTACIONES DE EPICURO (Gnomologio vaticano.) 1 (MC, L) 2 (MC, 2.) a (MC,4.) 4 Cualquier dolor es facilmente desdefiable; pues el que entrafia intenso sufrimiento tiene corta duracién, y el que en el cuerpo perdura produce ligero pesar. 101 (MC, 5.) (M C, 35.) 7 Es dificil que el que comete injusticia pase inad- vertido; que consiga la confianza de Pasar inadverti- do, imposible. (MC, 15.) 9 La necesidad es un mal, pero ninguna necesi- dad hay de vivir en la necesidad, 102 ll Para la mayor parte de los hombres la inactivi- dad es torpeza; locura. 12 (MC, 17.) 13 (M C, 27.) 14 Nacemos una sola vez, pues dos veces no es posible, y no podemos vivir eternamente. Tt, sin embargo, aunque no eres duefio de tu mafia- na, sometes la dicha a dilacién. Pero la vida se consume inttilmente en una espera y cada uno de nosotros muere sin haber gozado de la quietud. 103 15 Apreciamos nuestras costumbres como algo ue nos es propio, tanto si las tenemos por buenas, y somos admirados por los demés, como si no. Del mismo modo es preciso apreciar las de nuestro Pr6jimo, si son honestos. 16 Nadie, cuando ve el mal, lo elige, sino que que- da cautivo de él, seducido como por un bien en re- laci6n a un mal atin mayor. 17 No ha de ser estimado dichoso el joven, sino el viejo que ha vivido una hermosa vida. Porque el joven, en la flor de su juventud, es frecuentemente sacudido por las veleidades del azar, mientras que el viejo arriba a la vejez como a un puerto, coro- nando los bienes que antes con zozobra habia es- perado en el apacible gozo del recuerdo. 104 18 Si se suprime la vista, el trato y el contacto fre- cuente, se desvanece la pasién amorosa. 19 El que se olvida de los bienes gozados en el pa- sado es ya viejo hoy. 20 (MC, 29.) 21 No hay que violentar la naturaleza sino per- suadirla; y la persuadiremos satisfaciendo los de- seos necesarios, los naturales siempre que no nos resulten perjudiciales, y rechazando rigurosamen- te los nocivos. 22 (MC, 19.) 105, 23 Toda amistad es deseable por si misma; pero tiene su origen en los beneficios, 24 Los suefios no tienen naturaleza divina ni po- der adivinatorio sino que resultan del aflujo de si- mulacros. 25 La pobreza acomodada al fin de la naturaleza es gran riqueza. Por el contrario, la riqueza no su- jeta a limites es gran pobreza. 26 Conviene tener en cuenta que tanto el discur- so extenso como el breve tienden al mismo fin. 106 27 En nuestras restantes ocupaciones, una vez cumplidas, recogemos el fruto con no pequefia di- ficultad. En la filosofia, por el contrario, el placer coincide con el conocer, Pues no se goza después de haber aprendido, sino que gozar y aprender se dan conjuntamente. 28 No se ha de considerar aptos para la amistad ni a los precipitados ni a los indecisos, pues también por amor de la amistad es preciso arriesgar amistad. ‘ 29 Yo preferirfa proclamar con sinceridad, al in- vestigar lo concerniente a la naturaleza, lo titil para todos los hombres, aunque nadie Hlegara a comprerderme, que prestar conformidad a las va- nas opiniones y recoger el cerrado aplauso dispen- sado por el vulgo. 107 | 32 La veneraci6n del sabio es un gran bien para el ue lo venera. 33 Este es el grito de la carne: no tener hambre, no tener sed, no tener frio; quien tenga y espere tener esto también podria rivalizar con Zeus en fe- licidad. 3 No necesitamos tanto de la ayuda de nuestros amigos cuanto de la confianza en esa ayuda. 35 No debemos menoscabar lo que ahora tene- mos con el deseo de lo que nos falta sino que es preciso tener en cuenta que también lo que ahora tenemos formaba parte de lo que desedbamos. 108 37 Débil es la naturaleza para el mal, pero no para el bien; en los placeres, en efecto, se conserva, en los dolores, al contrario, se destruye. 38 Muy poca cosa es, de cierto, aquél que encuentra muchos motivos razonables para abandonar la vida. 39 No es verdadero amigo ni el que busca en todo la utilidad, ni el que jams la une a la amistad. Pues el uno se convierte en tendero de favores con la idea de recompensa y el otro corta de raiz toda buena esperanza para el futuro. 40 El que dice que todo acontece por necesidad nada puede objetar al que niega que todo acontece por necesidad, pues esto mismo afirma que acon- tece por necesidad. 109 41 Es preciso reir y, al mismo tiempo, filosofar, cuidar de los asuntos domésticos y mantener las demas relaciones habituales, sin dejar de procla- mar jamés las maximas de la recta filosofia. 42 En el mismo tiempo nace y se goza el maximo bien. 43 Codiciar el dinero injustamente es impfo; co- diciarlo de acuerdo con lo justo, indecoroso. Es vergonzoso, en efecto, atesorar con sordidez, in- cluso de acuerdo con lo que es justo. 44 Puesto en parangén el sabio frente a la necesi- dad sabe més dar que tomar para sf; tal es el tesoro de autosuficiencia que ha obtenido. 10 45 El estudio de la naturaleza no forma jactancio- sos artifices de la charlataneria ni ostentadores de Ja cultura por la que pugna la mayorfa, sino espiri- tus independientes, capaces, orgullosos de sus propios bienes y no de los que surgen de las cir- cunstancias. 46 Desterremos completamente de nosotros las malas costumbres como a hombres malvados que, durante mucho tiempo, nos han causado dafios. 48 Esforcémonos en hacer el ultimo camino me- jor que el precedente, mientras estemos en cami- no. Y cuando Ileguemos al final, alegrémonos con moderacion, 49 (MC, 12.) nT 50 (MC, 8) 52 La amistad danza en torno a la tierra y, como un heraldo, anuncia a todos nosotros que desper- temos para la felicidad. 53 De nadie se ha de sentir envidia. Pues los bue- nos no lo merecen y los malos, cuanto mas afortu- nados son, tanto més se perjudican a sf mismos. 54 Es necesario no fingir que filosofamos, sino filosofar realmente; no necesitamos, en efecto, aparentar que estamos sanos, sino estarlo verdade- ramente. 112 55 Debemos curar las desgracias presentes con el grato recuerdo de los bienes perdidos y con el re- conocimiento de que no es posible hacer que no sea lo acontecido. 56-57 No sufre més el sabio si es sometido a tortura que si un amigo es sometido, y por él esta dispues- toa morir. Porque, si traiciona a su amigo, toda su vida seré desconcierto y agitacién por causa de su infidelidad. 58 Hemos de liberarnos de la cércel de los intere- ses que nos rodean y de la politica. 59 No es insaciable el vientre, como suele decir el vulgo, sino la falsa opinion acerca de la ilimitada avidez del vientre. 13 60 Cada cual deja la vida como si acabara de nacer ahora. 61 Hermosisima es la visin de nuestro pr6jimo si el primer encuentro implica concordia o al menos produce inclinacién hacia ello. 62 Si la ira de los padres para con los hijos esta justificada es, sin duda, necio el oponerse y no tra- tar de obtener el perdén. Si no esta justificada, sino que es algo en exceso absurdo, es entonces ri- diculo que quien en su animo tiene la sinrazén re- curra a todo lo que va contra la provocacién y que quien en su nimo tiene la sensatez no intente apaciguarlo de otra manera. 63 También la frugalidad tiene su medida; el que no la tiene en cuenta sufre poco mds 0 menos lo 14 mismo que el que desborda todos los limites por su inmoceracién. 64 Conviene que nos acompaiie, espontaneo, el encomio de los demas, pero nosotros debemos ‘ocuparnos de la salud de nuestras almas. 65, Es ahsurdo pedir a los dioses lo que cada uno es capaz de procurarse por si mismo. 66 Compadezcémonos de los amigos, no con la- mentaciones sino prestndoles ayuda. 67 Una vida libre no puede adquirir grandes ri- quezas por no ser cosa facil de conseguir sin servi- lismos al vulgo y a los poderosos. Pero esta clase 5 de vida ya posee todos los bienes en continua abundancia y si casual mente obtuviera muchas ri- quezas, también le seria facil repartirlas para ga- nar la benevolencia del projimo. 68 Nada es suficiente para quien poco es lo sufi- ciente. 69 La ingratitud del alma hace al ser viviente vi- do de variar hasta el infinito los alimentos. 70 Nada hagas en tu vida que pueda procurarte temor si fuera conocido por el prdjimo. a ‘Tenemos que presentar a todos y cada uno de los deseos esta interrogacidn: {Qué me sucedera si 116 se realiza lo que mi deseo trata de conseguir? y équé si no se realiza? 72 (MC, 13.) B El que hayamos padecido algunos dolores en el cuerpo nes ayuda a ser cautelosos frente a sus con- géneres. m4 En las discusiones entre quienes aman razonar obtiene mas provecho el que resulta inferior por lo que del otro aprende. B Ingrata para con los bienes disfrutados en el pasado es la maxima que dice: Mira el final de una larga vida. ut 76 Eres, aun haciéndote viejo, tal como yo reco- miendo ser, y has distinguido qué es filosofar para si mismo y qué para la Hélade. Me complazco contigo. 7 El mis grande fruto de la autosuficiencia es la libertad. 78 El hombre bien nacido se dedica principal- mente a la sabiduria y a la amistad. De éstas, una es un bien mortal; la otra, inmortal. 79 El hombre sereno no da molestias ni a si mis- mo ni a los demas. 118 80 En el joven el remedio infalible para su salud es conservar la juventud y estar precavido contra todo lo que por sus exaltados deseos pueda entur- biarla. 81 No libra de la turbacién del alma ni produce alegria estimable la mayor riqueza que exista ni el honor y la consideracién entre el vulgo ni ninguna otra cosa que guarde relacién con causas indeter- minadas. 19 ACERCA DEL SABIO (D. L., X, 117-121) (Sobre las normas de conducta, de cémo debe- mos elegir esto y rehuir eso, escribe del modo si- guiente. En primer lugar pasemos revista a lo que sobre el sabio opinan él y sus discfpulos.) Dajios provienen de los hombres, por odio, por envidia o por desprecio, cosas que el sabio supera con su razonamiento. Mas incluso el que ha llegado a hacerse sabio tuna vez no adquirira ya més la disposiciGn de ani- mo contraria, ni la fingird por su propia voluntad. Se contendra mas en sus pasiones, para que no puedan estorbarle en su sabiduria. No esta sin embargo, al aleance de cualquier disposicién corporal ni de cualquier raza llegar a ser sabio. Aun en medio de la tortura el sabio es feliz. Sélo el sabio sabe conservar el recuerdo agradecido, de forma que puede vivir continua- mente con el elogio de sus seres queridos, igual de los presentes que de los ausentes. Pero cuan- do esta sometido a torturas, entonces se queja y gime. De la uni6n sexual con mujer el sabio se abs- tendra cuando lo prohiban las leyes. (Segtin dice 123 Didgenes en su Epitome de las Doctrinas Eticas de Epicuro.) No castigaré a sus sirvientes, sino que se com- padeceré de ellos y tratara comprensivamente a los que sean personas de bien. Opinan que el sabio no ha de enamorarse. Ni ha de preocuparse de su sepultura. ‘Tampoco creen que el amor sea de origen divi no (segtin Didgenes en...). ‘Tampoco discursearé con elocuencia Las relaciones sexuales, dicen, nunca produ- cen provecho; pero son amables con tal de que no produzcan dafio. EI sabio puede incluso casarse y tener hijos (se- gtin Epicuro en sus Incertidumbres, y en su Sobre la naturaleza). En algin revés de la vida puede contraer matrimonio. También puede disuadir a otros de él. ‘Tampoco parlotearé en medio de la borrachera (dice Epicuro en su Banguete). No hard politica (segtin el primer libro de So- bre las formas de vida). No se hard tirano, ni se haré cinico (segtin el segundo libro de Sobre las formas de vida). Ni se hara mendigo; incluso después de perder la vista mantendré su mismo modo de vivir (segtin dice en el mismo libro). ‘También el sabio puede afligirse (segdin Didge- nes en el libro quinto de sus Selecciones). 124 Puede acudir a los tribunales. Y legar escritos a la posteridad. Pero no acudira a las concentra- ciones multitudinarias. Velara por su hacienda y por su futuro. Amara la campifia. Se opondré al azar, y no abandonard a ningtin amigo. Cuidaré de su buena fama, en la medida preci- sa para no ser despreciado. Y se regocijaré mas que los otros en las fiestas. Dedicaré estatuas si pudiera. Pero es indiferen- te que lo haga. Solo el sabio puede dialogar con acierto sobre las artes musicales 0 poéticas, pero no dedicara su actividad a componer. Ninguno es ms sabio que otro. Puede buscar una ganancia monetaria, pero s6lo de su saber, en caso de necesidad. Y en la ocasi6n puede servir a un monarca. Estard agradecido a cualquiera por una buena correcci6n. También puede dirigir una escuela, pero de modo que no atraiga muchedumbres. Llegara a dar lecturas en ptiblico, pero no por su gusto. Tendra principios de certeza, y no dudara de todo. Incluso en los suefios se mantendra ecuanime. 125 Por un amigo llegar a morir, si es preciso. Piensan que los errores son desiguales. Para algunos la salud es un bien, a otros (les parece) algo indiferente. Que el valor no se produce por naturaleza, sino que nace del célculo de lo mas conveniente. La amistad se desarrolla con las ventajas mu- tuas; es preciso, no obstante, que se haya iniciado anteriormente (asf como sembramos el campo); pero adquiere consistencia por la comun partici- pacién en el logro de los placeres. Imaginan que hay dos tipos de felicidad; la mas alta, que es la que rodea a la divinidad, no conoce alternancias, y la otra que varia con la adquis y la pérdida de placeres. 126

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