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UN REGALO CELESTIAL

Dice una canción: “La madres es el regalo más hermoso que a los hombres da el Señor”. Y es
la prueba fehaciente de la misma existencia de Dios de su bondad y su gran misericordia, pues:
Señor, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes? ¿Qué es el hijo de Adán para que en él
pienses? (Salmo 144:3).

Desde su misma cruz Cristo nos entrega su Madre como el don más preciado en este mundo, y
a María la veo reflejada en mi mamá; en sus preocupaciones, en su crianza, en sus afanes, en
sus caricias hasta en sus enfermedades. La mejor alabanza que se le puede tributar a Dios es
honrando nuestra Madre.

Desde los mismos Mandamiento, Dios nos llama la atención después de tributarle todo el
honor y el especial espacio en nuestra vida. Está honrar a padre y madre como nos dice en el
Deuteronomio, añadiendo una promesa; para que se prolonguen los años de nuestra vida y te
vaya bien en la tierra.

Desde nuestra misma concepción aprendemos a amar cuando nuestros padres nos esperan y
desean como el fruto de su amor. El cuidado especialísimo y afecto sobre nosotros tanto en el
vientre hasta que mueren o partimos primero nosotros. Son los hechos que desencadenan ese
característico amor de un hijo por sus padres.

Mi mamá con su crianza me enseño lo mas importante en esta vida (Dios). Y aunque en ese
tiempo cuando mi razón era segada, más ahora que lo veo todo con claridad, sé que mi Ella
forjo un corazón dispuesto a entregarse al amor trascedente, capaz de donarse todo como ella
lo hizo.

Dios bendiga a todas las madres y María santísima las ilumine en tan alta tarea que le
encomendó nuestro Padre al criar sus hijos.

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