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1. Los Testamentos
a. Significado del vocablo “testamento”. La Biblia está dividida en dos partes
desiguales llamadas testamentos. Cada una de estas partes es en realidad una colección
de escritos conocidos comúnmente como libros, si bien algunos de ellos no son más
extensos que un folleto. La primera parte, denominada Antiguo Testamento, se
compone de 39 libros y la segunda, o Nuevo Testamento, de 27.
El término “testamento” procede de la palabra latina testamentum, siendo ésta la
traducción del vocablo griego diatheke. Pero diatheke no sólo significa “testamento”
sino también “pacto” o convenio entre dos partes. La última acepción es la más usada en
el Nuevo Testamento.1 En el Antiguo Testamento la versión de los Setenta emplea
diatheke como traducción de la voz hebrea berith, la cual siempre significa “pacto”. La
versión de Reina-Valera, revisión de 1960, dice “pacto” donde la anterior rezaba
“testamento”; pero siguiendo una tradición secular, ha conservado la traducción
incorrecta para las secciones principales de la Biblia. De acuerdo con las antiguas
versiones griegas de la Escritura, éstas debieran llamarse más bien “El Antiguo Pacto” y
“El Nuevo Pacto”, o mejor aún, “Los Libros del Antiguo Pacto” y “Los Libros del
Nuevo Pacto”.
Pero ¿por qué llamar pacto a una colección de libros? Aunque en el Antiguo
Testamento se mencionan varios pactos de Dios con los hombres, el principal fue el que
hizo con Israel en el monte Sinaí (Génesis 9:9; 15:18; Exodo 2:24; 24:6–8). Este pacto
quedó consignado en un libro, el cual sin duda contenía las palabras de Dios que Israel
se comprometió a cumplir (Exodo 24:4, 7). A este mismo pacto se refirió el profeta
Jeremías cuando lo comparó con el Nuevo Pacto que Dios haría con su pueblo y que
siglos después sería hecho efectivo por Cristo (Jeremías 31:31–34; Mateo 26:28). Pablo
se refiere a estos dos pactos en 2 Corintios 3:6, 14 y es el primero que llama “antiguo
pacto” a los libros del Antiguo Testamento. Por la misma razón los cristianos de los
primeros siglos hicieron extensivo el nombre “nuevo pacto” a los libros del Nuevo
Testamento.
b. Su importancia. De vez en cuando surgen voces que plantean si acaso el Antiguo
Testamento no debiera excluirse de la Biblia. Uno de los primeros que hizo esto fue
Marción, heresiarca del siglo II que consideraba obsoleto el Antiguo Testamento como
revelación divina. Otros creen que el Antiguo Testamento contradice al Nuevo, porque
consideran a aquél un pacto de obras y a éste uno de gracia. Y aun hay otros que ven en
Jehová a un Dios de justicia y en Jesús a un Dios de misericordia.
Los testamentos, sin embargo, no se contradicen, sino que se complementan.
Hebreos 11 nos da una larga lista de hombres y mujeres que por todo el Antiguo
Testamento nos muestran que hallaron gracia ante Dios por medio de la fe. La justicia y
la misericordia de Dios coexisten en ambos testamentos (Salmo 136; Hebreos 12:29).
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No tendrían objeto las genealogías y las alusiones y citas del Antiguo Testamento que
aparecen en el Nuevo si el plan de Dios hubiera sido descartar al primero, pues éste fue
la Biblia que usaron Jesús y sus discípulos al presentar las verdades del nuevo pacto.
Bien lo expresó Agustín, el filósofo cristiano, refiriéndose a la relación entre los dos
testamentos: “El Antiguo Testamento está revelado en el Nuevo, y el Nuevo Testamento
está escondido en el Antiguo.”
Por otra parte, reconociendo el progreso de la revelación divina, no debemos
subordinar el Nuevo Testamento al Antiguo como lo han hecho los judaizantes antiguos
y modernos al igual que otras sectas heréticas de nuestros días. ¡Con cuánto fanatismo
algunos construyen todo un edificio doctrinal basándose en pasajes del Antiguo
Testamento y luego fuerzan y tergiversan los del Nuevo Testamento para que
concuerden con aquéllos!
Aunque se publican ediciones del Nuevo Testamento solamente, éstas tienen un
carácter transitorio, con miras a que los que las adquieren posean posteriormente un
ejemplar de la Biblia. Pero no se puede pretender que una edición del Antiguo
Testamento solamente, como la Biblia hebrea, sea la revelación completa de Dios.
Buena práctica será, pues, que el estudiante de las Escrituras comience a leer primero el
Nuevo Testamento para seguir después con la lectura del Antiguo Testamento. De este
modo no se verá confundido con sucesos y prácticas que pertenecen a una época más
primitiva de la revelación divina.
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Libros históricos Daniel, Esdras-Nehemías y
Crónicas
22 Los Salmos eran el primer libro, y el mayor, de esta sección. Puede ser que su nombre se
haya hecho extensivo a toda la sección.
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Lamentaciones, Ezequiel y Daniel
Desde luego, tratándose de una división artificial, no todos los libros están en el
grupo que les corresponde. Por ejemplo, Génesis es un libro histórico y Lamentaciones,
poético. La mitad de Daniel es histórica (con secciones proféticas) y la otra mitad,
profética. Algunos libros poéticos contienen profecías y los libros proféticos son en gran
parte poéticos y contienen bastante historia. Pero en general los libros se han agrupado
según su contenido principal.
A la sección de la Ley se la conoce también bajo el término de “Pentateuco”,
nombre que viene de una palabra compuesta griega que significa “cinco libros”. Los
libros proféticos están subdivididos en dos grupos: profetas mayores y menores. Esta
subdivisión no sugiere que los primeros sean más importantes que los últimos, sino sólo
que su contenido, con excepción de Lamentaciones, es más extenso.
b. Divisiones del Nuevo Testamento. Siguiendo el sistema de la versión de los
Setenta, los dirigentes de la iglesia primitiva dividieron el Nuevo Testamento en cuatro
secciones, a saber:
1) Libros biográficos: (4 libros) Mateo, Marcos, Lucas y Juan
Como el lector habrá podido notar, los libros de la Biblia no están arreglados
cronológicamente, pero en algunas secciones sí se puede ver tal orden.
3. Otras divisiones
Con algunas excepciones, los escritores sagrados no dividieron sus escritos en
secciones menores como capítulos y párrafos, lo cual es común en la literatura moderna.
Pero siglos después los copistas comenzaron a hacerlo principalmente para facilitar la
lectura y estudio de la Biblia.
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a. Los capítulos. Entre las divisiones naturales de los escritos originales podemos
mencionar los Salmos, si bien el libro no es una obra continua dividida en 150 partes,
sino más bien una colección de 150 poemas. Pero sí vemos algunas divisiones en el
Salmo 119 y en Lamentaciones, las que se indicaron con letras.
Las primeras secciones que se subdividieron fueron el Pentateuco y los Evangelios.
Posteriormente se subdividieron del mismo modo las demás secciones del Antiguo
Testamento. Generalmente las divisiones de los Evangelios eran más cortas que los
capítulos actuales; pero las del Antiguo Testamento eran más largas.
Se cree que fue Esteban Langton, profesor de la Universidad de París y después
Arzobispo de Canterbury, quien primero dividió toda la Biblia en capítulos por el año
1227 d.C. Pero otros sostienen que fue el Cardenal Hugo de San Cher hacia mediados
del siglo XIII.
b. Los versículos. Indicios de versículos se ven en los manuscritos del Antiguo
Testamento, los que aparecen como simples espacios entre palabras, ya que éstas no se
separaban en la escritura. Más adelante se agregaron algunas marcas para distinguirlos.
Pero fue en 1551 cuando Roberto Stephanus, impresor parisiense, publicó el primer
Nuevo Testamento griego con versículos y en 1555 la primera edición de la Vulgata con
capítulos y versículos.
c. Los párrafos. Varias ediciones modernas de la Biblia, entre ellas la versión de
Reina-Valera, revisión de 1960, vienen divididas en párrafos, además de estarlo en
capítulos y versículos. Los párrafos traen su respectivo título y le permiten al lector
captar la unidad de pensamiento de los pasajes bíblicos, unidad que a veces ha sido
destruida por una desacertada división de capítulos. Un ejemplo lo tenemos en Génesis
1, en donde el capítulo termina en el versículo 31 cuando debiera haberlo hecho en 2:3.
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Jn. 3:16 significa “Evangelio según San Juan, capítulo 3 y versículo 16”, pero
generalmente se lee “Juan tres, dieciséis”.
Cuando una cita bíblica abarca dos o más versículos seguidos de un mismo capítulo,
la referencia indica, después del capítulo, solamente el primero y último versículos de la
cita separados por una coma o un guión. Por ejemplo: Jon. 3:4, 5 (Jonás tres, cuatro y
cinco); Hch. 2:2–4 (Hechos dos, dos al cuatro). Pero si los versículos no son seguidos,
van separados por comas, como Mt. 1:20, 24 (Mateo uno, veinte y veinticuatro); Mr.
9:44, 46, 48 (Marcos nueve, cuarenta y cuatro, cuarenta y seis y cuarenta y ocho).
Las referencias bíblicas de diferentes capítulos, si se las escribe en serie, van
separadas por punto y coma: Mt. 8:12; 25:30; Lc. 13:28 o Mr. 12:35–37; Lc. 20:41–44.
Si una cita abarca más de un capítulo, se indica con las referencias de su primero y
su último versículo separados por una raya. Por ejemplo: Ex. 7:8–12:13.
Cuando la referencia incluye todo un capítulo, se la escribe con el número que le
corresponde: Exodo 2. Si abarca varios capítulos seguidos, se indica con los números
del primero y el último separados por una raya: Mateo 5–7. Una notación similar se
emplea cuando la referencia pertenece a un libro de un solo capítulo, con la diferencia
de que los números indican los versículos: Filemón 21; Judas 17–19.
Algunos escritores usan las letras a, b y c para referirse a las partes en que se puede
dividir un versículo largo. Así Romanos 6:23a sería la referencia de la cita siguiente:
“Porque la paga del pecado es muerte.”
DE LA TEORÍA A LA PRACTICA
1. ¿Por qué se debe aconsejar a la gente nueva que lea primero el Nuevo
Testamento?
2. ¿Por qué debe el creyente maduro conocer bien el Antiguo Testamento?
3. ¿Qué valor ha tenido el Antiguo Testamento para usted personalmente?
4. ¿Qué es “verso” en castellano?
5. ¿Por qué no debemos decirles “versos” a los versículos de la Biblia?