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ORACION EN FAMILIA

CAMINANDO CON…
Miércoles, 08 Julio, 2020
XIV Semana del Tiempo ordinario

El Tiempo litúrgico denominado Ordinario es el tiempo más largo, cuando la comunidad de bautizados es llamada a
profundizar en el Misterio pascual y a vivirlo en el desarrollo de la vida de todos los días. Por eso las lecturas
bíblicas de las misas son de gran importancia para la formación cristiana de la comunidad. Esas lecturas no se hacen
para cumplir con un ceremonial, sino para conocer y meditar el mensaje de salvación apropiado a todas las
circunstancias de la vida.
El tiempo ordinario significa un programa continuado de penetración en el misterio de salvación siguiendo la
existencia humana de Jesús a través de los Evangelios, contenido principal y esencial de la celebración litúrgica de
la iglesia. En este tiempo litúrgico en el que nos encontramos podemos observar las vivencias de nuestro Señor
Jesús, las cuales debemos imitar para alcanzar el crecimiento espiritual y buscar lograr la santidad.
El que no crece, se estanca, se enferma y muere. Debemos crecer en nuestras tareas ordinarias: matrimonio, en la
vida espiritual, en la vida profesional, en el trabajo, en el estudio, en las relaciones humanas. Debemos crecer
también en medio de nuestros sufrimientos, éxitos, fracasos. ¡Cuántas virtudes podemos ejercitar en todo esto! El
Tiempo Ordinario se convierte así en un gimnasio auténtico para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios,
ejercitarnos en virtudes, crecer en santidad…y todo se convierte en tiempo de salvación, en tiempo de gracia de
Dios. ¡Todo es gracia para quien está atento y tiene fe y amor!
El tiempo ordinario es el sentido de las lecturas, podemos hablar de un sentido de horizontalidad y de verticalidad
de las lecturas con respecto al Evangelio. La primera lectura: se toma del Antiguo Testamento y concuerda siempre
con un aspecto del Evangelio proclamado ese domingo en una relación Anuncio – Profecía y el cumplimiento de las
escrituras en una línea de progresividad pedagógica . En cuanto a la segunda lectura: se toma del Nuevo Testamento
y concuerda siempre con un aspecto del Evangelio proclamado el domingo inmediatamente anterior, es decir en una
relación vertical.
Desde la semana decima del tiempo ordinario, hemos venido proclamando y reflexionando desde el Evangelio de San
Mateo. En dicho evangelio se ubican cinco grandes discursos de Jesús: el primero es el Sermón de la montaña,
ubicado en los capítulos 5, 6 y 7, con un componente narrativo entre los capítulos 8 y 9. En ese tiempo nos hemos
formulado las reflexiones desde la convivencia con Cristo, la Iglesia, la familia y la situación histórica.
Desde este día, vamos a descubrir un segundo eje temático del Evangelio de Mateo que inicia con un discurso sobre
la misión de los apóstoles, en el capítulo 10; el tercer discurso es el de las parábolas, ubicado en el capítulo 13; el
cuarto discurso trata sobre los términos del discipulado y de la comunidad, en el capítulo 18; y el quinto es el
discurso de la llegada futura del reino de Dios o discurso escatológico, ubicado en los capítulos 24 y 25.
Por medio de estos bloques que tiene organizado el evangelio y que la liturgia nos lo presenta durante las semanas
siguientes, vamos a avanzar en nuestro crecimiento en la fe. Ya hemos convivido con Cristo y sin dejar esta
experiencia, vamos a caminar con Cristo en la Iglesia, en la familia y en la sociedad con una realidad histórica
Tengamos presente que el Tiempo litúrgico denominado Ordinario busca hacernos crecer y madurar nuestra fe,
nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios, pidámosle al
Espíritu Santo que nos permita descubrir la Novedad del Evangelio propuesto en este tiempo litúrgico por el cual
estamos caminando, que teniendo claro estos aspectos y características mencionadas anteriormente y proyectemos
nuestras vidas a imitación de la de nuestro señor Jesús como nos lo propone el Evangelio en este tiempo ordinario.
Iniciamos este caminar con Cristo asumiendo nuestra elección como discípulos, por ello comenzamos reflexionando
con el discurso de la misión apostólica.

Doce discípulos siguieron a Jesús


tomando en su vida una buena decisión;
durmieron, comieron, vivieron junto a Él,
milagros hermosos de Jesús pudieron ver

Pedro, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo,


Juan, Tadeo, Felipe y Tomás,
Simón el zelote y Judas Iscariote,
Andrés, Santiago y Bartolomé

Ven y decide hoy seguir al Salvador,


te invito a que serás discípulo de Él;
viviendo a su lado tu vida cambiará,
milagrosos hermosos mi Jesús en tu hará.

He decidido seguir al buen Jesús,


seré un discípulo fiel del Salvador;
tal vez en la Biblia mi nombre no está,
mi nombre en el Libro de la Vida
Dios podrá.

Animador o coordinador de la celebración: En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden: Amén.
ANTÍFONA DE ENTRADA Lc 12, 42
Éste es el siervo prudente y fiel, a quien el Señor puso al frente de su familia.

Bendigamos al Señor, que ha querido reunir en su Hijo a todos los hijos dispersos, que se ha dignado habitar en toda
casa consagrada a la oración, hacer de nosotros, con la ayuda constante de su gracia, templo suyo y morada del
Espíritu Santo, y con su acción constante santificar a la Iglesia, esposa de Cristo, representada en edificios visibles,
y, en estos tiempos de dificultades sanitarias, quiere que nuestras casas, nuestras residencias, sean templos, donde
nos invita bondadosamente a la oración y a la mesa de la Palabra, como Cuerpo de Cristo, como Iglesia, que somos y
también como familia, Iglesia doméstica, y ser resplandecientes por la santidad de vida.
TODOS: Bendito sea Dios por siempre.

INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO


Oh Dios, que has instruido a tus fieles, iluminando sus corazones con la luz del Espíritu Santo, Amor del Padre y del
Hijo, concédenos obtener por el mismo Espíritu el gustar del bien y gozar siempre de sus consuelos.
Gloria, adoración, amor, bendición a Ti eterno divino Espíritu, que nos ha traído a la tierra al Salvador de nuestras
almas. Y gloria y honor a su adorabilísimo Corazón que nos ama con infinito amor.
Señor Jesús, envía tú Espíritu, para que con su asistencia y su luz, además, la Palabra, escrita en la Biblia,
descubramos la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de la vida y bebamos esperanza en la fuente de
vida y resurrección. Y podamos caminar contigo en medio de la realidad histórica que nos ha correspondido vivir.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las
personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de
nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.
Oh Espíritu Santo, alma del alma nuestra, te adoramos: ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los
tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de
la Palabra y revelarnos sus más íntimos secretos, guíanos, fortifícanos, consuélanos, enséñanos lo que debemos
hacer, danos tus órdenes.
Te prometemos someternos a lo que permitas que nos suceda: haznos sólo conocer tu voluntad.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado
concebida.

ACTO PENITENCIAL
Animador o coordinador de la celebración: invita a los participantes al arrepentimiento:
Hermanos: El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra, nos llama ahora a la conversión. Reconozcamos,
pues, que somos pecadores e invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
Después de unos momentos de silencio, prosigue:
- Tú, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad: Señor, ten piedad.
- Tú, que enviaste a tus apóstoles a anunciar el mensaje del Evangelio a todo el mundo: Cristo, ten piedad.
- Tú, que haces de nosotros testigos de tu amor: Señor, ten piedad.
Animador o coordinador de la celebración dice la siguiente plegaria Dios es un Padre misericordioso que, a pesar
de que nosotros nos alejamos de Él, siempre nos espera para darnos el abrazo del perdón, perdone nuestros pecados
y nos lleva a la vida eterna.
TODOS: Amén

ORACIÓN COLECTA
¡Oh Dios!, por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída; llamaste a los doce, a cada uno por
sus nombres, cada uno de ellos apóstoles, todos tan distintos, todos tan singulares y, sin embargo, todos tan
queridos por Ti. y hoy sigues llamando con la misma fuerza, con la misma ilusión, con los mismos detalles, te damos
gracias por habernos llamado. Es lo más hermoso que ha ocurrido en nuestras vidas. Concede a tus fieles la
verdadera alegría, para que, quienes han sido librados de la esclavitud del pecado, alcancen también la felicidad
eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos

DIOS NOS HABLA


PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Oseas 10, 1-3. 7-8. 12
Israel era una viña exuberante, que producía su fruto. Cuanto más se multiplicaban sus frutos, más multiplicaba él
los altares; cuanto mejor le iba al país, mejores hacía él las piedras conmemorativas. Su corazón está dividido, ahora
tendrán que expiar: el mismo Señor destrozará sus altares, devastará sus piedras conmemorativas.
Seguramente dirán entonces: “No tenemos rey, porque no hemos temido al Señor. Pero el rey ¿que podría hacer por
nosotros?”
¡Samaría está completamente perdida! Su rey es como una astilla sobre la superficie de las aguas. Los lugares altos
de Avén, el pecado de Israel, también serán destruidos; espinas y cardos invadirán sus altares. Ellos dirán entonces
a las montañas: “Cúbrannos”, y a las colinas: “¡Caigan sobres nosotros!”
Siembren semillas de justicia, cosechen el fruto de la fidelidad, roturen un campo nuevo: es tiempo de buscar al
Señor, hasta que él venga y haga llover para ustedes la justicia. Palabra de Dios.

SALMO 104, 2-3. 4-5. 6-7 (R.: 4b)

R. Busquen constantemente el rostro del Señor.

¡Canten al Señor con instrumentos musicales,


pregonen todas sus maravillas!
¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor! R.

¡Recurran al Señor y a su poder,


busquen constantemente su rostro;
recuerden las maravillas que él obró,
sus portentos y los juicios de su boca! R.

Descendientes de Abraham, su servidor,


hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos. R.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mc 1, 15.


Aleluya, aleluya. Está cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el Evangelio. Aleluya, aleluya.

EVANGELIO
Escuchemos la lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 1-7
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier
enfermedad o dolencia.
Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego,
Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de
Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: “No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna
ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que
el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a
los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”. Palabra del Señor. Gloria a ti,
Señor Jesús.
REFLEXIÓN
Terminadas las lecturas el Animador o coordinador de la celebración entabla un diálogo con reflexión y respuesta a
esa Palabra proclamada y meditada para provecho de todos. Para ello, leamos personalmente los textos que se nos
proclamado. Y preguntarnos ¿Qué dice el texto? ¿Qué nos motiva hacer?

Después de compartir, leer la siguiente reflexión:


Les propongo unas pautas para interiorizar la Palabra de Dios, y como María, meditarla en nuestro corazón, bajarla
de nuestra mente al centro de nuestra existencia, a nuestra intimidad, y entrando en nuestra existencia, caminar
con Cristo, la Iglesia, la familia, en la situación histórica.
Por la corrupción general, el poder político pierde toda su fuerza, y la sociedad se destruye a sí misma antes de
sucumbir en manos de los pueblos vecinos; el castigo aparece como el final de la civilización.
Cuando el hombre, por su soberbia, solo se deja guiar por sí mismo y sus caprichos, cae en la destrucción.
El hombre, por muy adulto que sea, necesita de un lazarillo, alguien que lo acompañe, lo guie, lo oriente, le sirva de
apoyo y lo auxilie en los momentos de dificultad y adversidad.
En ese camino debemos tener un primer objetivo, que nos presenta la respuesta del salmo 104,4: “Busquen
constantemente el rostro del Señor”.
El pueblo elegido es comparado a una “viña” frondosa que producía mucho fruto, pero que a medida que aumentaba su
fruto, más aumentaba los altares. Cuánto más prosperidad había en el país, mejores y más lujosos hacían los ídolos.
Dios les daba prosperidad y felicidad, pero ellos daban gracias a los Baales. Fingen permanecer fieles al verdadero
Dios, pero su corazón está en los cultos sexuales de los Baales.
En el hombre se puede dar el corazón con doblez. Le atrae el bien, pero su corazón va hacia los materialismos
fáciles. San Pablo confesará que hay “dos hombres en él, uno que se complace en la ley de Dios, otro que le empuja
al pecado”. (Rom 7, 14-25)
Así, el trasfondo social que explica las palabras del profeta Oseas está marcado por el desafío y el cinismo de una
generación que se ufana de hacer cuanto se le pega en gana. No respetan al Señor, mucho menos van a dejarse
intimidar por los funcionarios del rey de Israel.
Una sociedad caótica donde no hay garantías ni un mínimo de seguridad para las personas. Oseas comprende que
pueblo y monarca caminan a la ruina. Son astillas que se lleva el agua rumbo al precipicio.
El profeta presentía la catástrofe.
El castigo toma la forma de un final de civilización: el poder político pierde toda su fuerza en la relajación general y
la sociedad se destruye a sí misma antes de perecer por los golpes de los vecinos. Oseas pudo haber constatado ya
los primeros síntomas de ello en la inestabilidad del poder.
Y el profeta interpreta toda esa historia.
Y desde esa interpretación hace un llamado, que se convierte en nosotros en un segundo elemento para caminar con
Dios en la sociedad: ser fieles.
Jesús, en el Evangelio de Lucas, es presentado citando ese pasaje de Oseas (Lc 23, 30).
En ese buscar constante el rostro de Dios y ser fieles como característica del caminar con Cristo en la realidad
histórica, debemos caminar realizando una misión.
El Señor Jesús envía a sus discípulos a predicar y curar a los hombres y mujeres. Lo hace porque está cierto de que
Dios viene a reinar en medio de su pueblo. En los tiempos difíciles que vivimos nos afligen, aún hay espacio para la
esperanza y el consuelo. Como discípulos del resucitado tenemos que reencontrar el camino de la paz.
Para ello se requiere sembrar simiente de justicia, recoger cosecha de amor, y al realizarlo, entonces, se
descubre que es el tiempo de buscar al Señor, hasta que venga a lloveros justicia.
Las amenazas de los profetas, nunca son solamente amenazas. Siempre se abre una esperanza de conversión, en un
futuro mucho mejor, si los hombres quieren colaborar en ello...
La misión del profeta y de los apóstoles no consiste únicamente en poner en evidencia los pecados y en mostrar su
gravedad. Consiste también en revelar la actitud adoptada por Dios ante la infidelidad de aquellos a quienes ama.
El pecado más grave de depositar la confianza fuera de Dios, despreciando las cláusulas y el espíritu de la alianza.
La confianza, en su más antigua manifestación, es la fe en la marcha de Dios cerca del hombre, con el hombre. Para
expresar la profundidad de la relación con Dios los profetas emplean el verbo “creer”. En él está incluido el riesgo
de cada individuo y de cada pueblo, que son continua y repetidamente llamados por Dios, a salir de las seguridades
humanas y a fundamentar su situación en el conocimiento vivo de Dios.
Dios llama y elige a los profetas y apóstoles para que sean lazarillos de la humanidad, y aunque el hombre tenga
doblez de tendencia en el corazón, se acerque, busque y ponga su seguridad en Dios mismo.
Esta tarea se realiza, en la medida que el profeta y el apóstol, están cerca del Señor y son conscientes que deben
realizar la misma tarea que Jesús. San Marcos 3, 14-15 nos dice: “Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para
enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios”.
Esta tarea es de realizar la misión redentora de Cristo en la humanidad, a ejemplo de Jesús. Sintiéndose redimidos,
“estuvieran con él”, fueran a redimir, es la tarea de los apóstoles.
Esta idea, de una manera más amplia e indirecta la presenta Mateo en su esquema del evangelio.
En el evangelio de San Mateo se ubican cinco grandes discursos de Jesús, de los que ya hicimos alusión en la
introducción de este momento de oración.
Con el pasaje evangélico de hoy, que lo encontramos después de la serie de milagros que había narrado después del
sermón de la montaña, en el que da unas consignas para la misión evangelizadora de los apóstoles. Ya había insinuado
la idea al final del evangelio de ayer, cuando Jesús contemplaba la abundancia de la mies y la escasez de obreros
para la siega, invitándonos a orar al Padre que envíe trabajadores a su campo.
En el texto se presenta la lista de los doce, quienes son enviados por Jesús a la gran misión, compartiendo con ellos
su poder de aliviar, sanar la salud y liberar a las personas de las ataduras del pecado.
Su misión va a ser, ante todo: “id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca”. Pero este anuncio debe ir
acompañado de hechos: “expulsar espíritus inmundos, curar toda enfermedad”.
Dice Concilio Vaticano II, en la Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, 20: “La misión divina
confiada por Jesús a los apóstoles durará hasta el fin del mundo (Mt 28,20) puesto que el Evangelio que ellos deben
propagar es en todo tiempo el principio de toda la vida para la Iglesia. Por esto los apóstoles se cuidaron de
establecer sucesores en esta sociedad jerárquicamente organizada. En efecto, no sólo tuvieron diversos
colaboradores en el ministerio (Hch 6,2-6; 11,30), sino que, a fin de que la misión a ellos confiada se continuase
después de su muerte, dejaron a modo de testamento a sus colaboradores inmediatos el encargo de acabar y
consolidar la obra comenzada con ellos, encomendándoles que atendieran a toda la grey, en medio de la cual el
Espíritu Santo los había puesto “para apacentar la Iglesia de Dios” (Hch 20,28). Y así establecieron tales
colaboradores y les dieron además la orden de que, al morir ellos, otros varones probados se hicieran cargo de su
ministerio.
Entre los varios ministerios que desde los primeros tiempos se vienen ejerciendo en la Iglesia, según el testimonio
de la tradición, ocupa el primer lugar el oficio de aquellos que, ordenados obispos por una sucesión que se remonta a
los mismos orígenes, conservan la semilla apostólica. Así, como atestigua san Ireneo, por medio de aquellos que
fueron instituidos por los apóstoles obispos y sucesores suyos hasta nosotros, se manifiesta y se conserva la
tradición apostólica en todo el mundo.
Los obispos, pues, recibieron el ministerio de la comunidad con sus colaboradores, los sacerdotes y diáconos,
presidiendo en nombre de Dios la grey, de la cual son pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto
sagrado y ministros de gobierno. Y así como permanece el oficio que Dios concedió personalmente a Pedro, príncipe
de los apóstoles, para que fuera transmitido a sus sucesores, así también perdura el oficio de los Apóstoles de
apacentar la Iglesia, que debe ejercer de forma permanente el orden sagrado de los obispos…”
La Buena Noticia de Dios, de la salvación y la vida que nos ofrece, debe ser anunciada a toda la humanidad. Cada
generación es nueva, en la historia, y necesita ser evangelizada.
Por eso sigue en pie el encargo de Jesús. A unos se lo encomienda de un modo más intenso y oficial: a los obispos de
la comunidad eclesial, que son los sucesores de esos doce apóstoles. Como también a sus colaboradores más
cercanos, los presbíteros y los diáconos, que reciben para ello una gracia especial en el sacramento del Orden.
Pero es toda la comunidad cristiana la que debe anunciar la salvación de Dios y dar testimonio de ella con palabras y
con obras. En el ámbito de la familia, del trabajo, del estudio, de la política, de los medios de comunicación, de la
sociedad en general. En tierras de misión y en países cristianos.
Es lo mejor que un cristiano puede hacer, dar testimonio del amor y la cercanía de Dios a su alrededor, curar las
dolencias, expulsar los demonios, es decir, los elementos que crean división de nuestra sociedad, ayudar a que todos
puedan vivir su existencia con esperanza y sentido. No todos somos sucesores de los apóstoles, pero todos somos
seguidores de Jesús y debemos continuar -cada uno en su ambiente-, la misión que él vino a cumplir. Todos
formamos la Iglesia “apostólica” y “misionera”.
Todos llamados al seguimiento de Jesús. Llamados a acompañar en su camino a Jesús, dejándose formar con su
ejemplo y su Palabra. Ser compañeros de Jesús, caminar con Jesús, y responder a la convocatoria a continuar la
obra. Los doce no son un grupo selecto destinado a gobernar al pueblo y a los demás discípulos. Su función no es
sustituir al Maestro como tal, sino colaborar como servidores.
Jesús les da poder para luchar contra el mal y para recuperar a aquellos que por la enfermedad han sido
marginados. Su objetivo es rescatar las ovejas perdidas. Como las ovejas andaban sin pastor, es probable que
muchas distrajeran su camino y se hayan extraviado. Es deber de los pastores, los que se sienten responsables de
ellas, ir en su búsqueda.
Con esta analogía, tomada de la vida campesina, Jesús funda una nueva organización, que reemplaza todas las
instituciones anteriores del pueblo de Israel. Él quiere que los apóstoles se interesen de verdad por el pueblo y que,
en consecuencia, se consagren a él. Evitando la actitud burocrática, más interesados en el dinero, el prestigio y el
poder que en la vida del Pueblo de Dios. Aunque nombrados por Dios, evitar un comportamiento de asalariados, a los
que no les importa su misión sino únicamente sus intereses personales. Los apóstoles, por el contrario, deben ser los
abanderados del ministerio o servicio gratuito, y de la evangelización con los pobres, rompiendo con los vicios
burocráticos. Pastores responsables, dialogantes y con una fuerte experiencia de Dios, para comunicar al pueblo la
Buena Noticia.
Esta tarea es de todos y para todos. Y las instrucciones deben se seguidas por todos.
El llamado es a caminar con Cristo y con su pueblo. Siguiendo el ejemplo del mismo Cristo. Primero estar en las
manos de Dios, como nos lo narra San Lucas, en el texto paralelo de Mateo que escuchamos hoy, (Lc. 6,12) nos dice
que Jesús pasó la noche orando, para luego llamar a los apóstoles. Nosotros debemos orar, estar con Jesús, caminar
con Jesús, para luego realizar la tarea en bien de la humanidad, caminando con la humanidad, con el hombre
concreto, en sus dificultades, para llevarlos a la búsqueda de Dios
La Iglesia es una comunidad misionera. Tiene su origen en el cumplimiento de la misión del Hijo y del Espíritu Santo
según el plan de Dios Padre.
Hoy Jesús nos sigue llamando por nuestro propio nombre y desde nuestras particulares circunstancias. No nos llama
para una misión fácil. Estamos en medio de una realidad deshumanizante; ante un mundo enfermo de egoísmo,
corrupción y ambición desmedida que todo lo justifica.
Es en este mundo, donde el Señor nos llama a proclamar con fuerza y valentía, la llegada del Reino de vida y
esperanza, a ser servidores de la Palabra de gracia, al servicio del Reino por el que Jesús, consagró su vida. Sus
palabras y sus actos, aquello que hoy nos invita a reproducir, no tenían otra finalidad que la de crear entre los
hombres, lazos tan fraternales que el Espíritu pudiera desde ellos hacer nacer el Reino.
Renovar entre los hombres los lazos que la vida se encarga de deshacer, para que los excluidos sean reinsertados en
la comunión, los pecadores sean rescatados y el perdón pueda crear una nueva historia

Preguntémonos:
 ¿Cómo respondemos al llamado y envío de Nuestro Señor Jesucristo para anunciar el reino de Dios, por
donde vayamos?
 ¿Reconocemos que la tarea evangelizadora de los apóstoles ha quedado en nuestras manos?
 ¿Has pensado en el significado de tu nombre? ¿Has preguntado a tus padres porqué te pusieron el nombre
que llevas? ¿Te gusta tu nombre?
 Jesús llama a los discípulos. Su llamado tiene una doble finalidad: formar comunidad e ir en misión. ¿Cómo
vives esta doble finalidad en la vida personal?
 ¿Dónde descubres que tiene que hacerse presente el anuncio?
 ¿Sientes la responsabilidad de anunciar la Vida Nueva del reino?
 ¿Te urge la realización de un mundo que sea Reino?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a renovarnos en plenitud, para comenzar todo con la novedad de
Cristo.
LA PALABRA SE HACE ORACIÓN
Animador o coordinador de la celebración: Después de escuchar la Palabra de Dios oremos al Señor nuestro Dios:
 Para que la Iglesia sepa anunciar a Cristo. Roguemos al Señor.
 Para que los políticos acierten en la solución de los graves problemas. Roguemos al Señor.
 Para que crezca entre todos los ciudadanos el sentido de la solidaridad. Roguemos al Señor.
 Para que sepamos dar un buen testimonio cristiano. Roguemos al Señor.

Animador o coordinador de la celebración: Escúchanos, Señor, y concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo
nuestro Señor.

Animador o coordinador de la celebración: Elevando nuestros corazones al cielo y guiados por el Espíritu Santo,
digamos: Padre nuestro…

COMUNIÓN ESPIRITUAL
Hagamos nuestra oración de comunión:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el santísimo sacramento de altar. Te amo sobre todas las
cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como no puedo recibirte sacramentalmente, te pido vengas a mí
espiritualmente a mi corazón. Y, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a vos. No
permitas, Señor, que jamás me separe e ti. Amén
Luego de un momento de silencio, durante los cuales vamos a comprometernos Durante este día, todo lo que haga
llevará el sello de la singularidad. Se lo ofrezco yo a Él.
Y ahora, como hijos confiados dirijámonos a María santísima, Madre de Dios, diciendo:
Te damos gracias, Jesús misericordioso,
por habernos dado a María
como Madre y te damos gracias a ti, María,
por haber dado a la humanidad al Maestro divino,
Camino Verdad y Vida, y habernos aceptado a todos,
en el Calvario, como hijos tuyos.
Tu misión está unida a la de Jesús,
que “vino a buscar a quien estaba perdido.”
Por esto yo, agobiado por nuestros pecados, nuestras ofensas
y nuestras negligencias, acudimos a ti, Madre, como esperanza suprema.
Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos;
tus cuidados maternales sean para estos hijos enfermos.
Todo lo esperamos de ti:
perdón, conversión, santidad.
Forma entre tus hijos una nueva clase:
la de los más infelices, en los que abundó el pecado
donde había abundado la gracia.
Será la clase que más te conmoverá.
Recíbenos entre ellos.
Realiza un gran milagro,
cambiando un gran pecador en apóstol.
Será un motivo de gloria para ti, que eres Madre suya y mía.
Todo lo esperamos de tu corazón, Madre,
Maestra y Reina de los apóstoles.
Amén.

Oración mientras dura la pandemia.


OREMOS
Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que te
ofrece en nombre de los pecadores y perdona a los que imploran tu misericordia, a ti nos dirigimos en nuestra
angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han
muerto por la pandemia del “corona-virus”, consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos,
fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor,
glorificando juntos tu santo nombre. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Después de un momento conveniente de oración en silencio, concluye diciendo, con las manos juntas:
OREMOS
Señor, tu llamada íntima, personal, en medio de un diálogo con el Padre en el silencio de la noche, nos llena de
ternura y emoción. Desde ahora vamos a valorar más nuestra vocación, nos vamos a sentir las personas más felices
del mundo porque tú nos amas con un amor de predilección. Si amor con amor se paga, sólo queremos ya vivir para
amar: amarte a Ti y amar a los que Tú quieres que nosotros amemos
Renovados con el sacramento que da vida, te rogamos, Señor, que nos concedas vivir para ti en justicia y santidad, a
ejemplo y por intercesión de san José, el varón justo y obediente que contribuyó con sus servicios a la realización de
tus grandes misterios.
Amado Jesús, tú que nos has enseñado que el amor debe reinar entre los hombres, concédenos la fuerza y la gracia
de aceptar tu llamado y ser instrumentos en tu proyecto de salvación.
Espíritu Santo, modela el ser humano.
Padre amado y eterno, envía trabajadores a tu mies, que es mucha y pocos son los obreros, te lo suplicamos en el
dulcísimo nombre de tu amado Hijo Jesucristo.
Santísima Trinidad: bendice, protege y guía a los sacerdotes y consagrados, para que sigan anunciando tu reino con
alegría y con el amor que tú nos transmites.
Madre Santísima, Madre de la Iglesia, protege a todos los que, dejando su vida personal, abandonan todo por seguir
a tu amado Hijo Jesús en consagración total y absoluta.
Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

CONCLUSIÓN
Finalmente, signándose de la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho, dice:
El Señor nos bendiga para la misión, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
TODOS: Amén.
CANTAR Ave María o canto a la virgen.
BENDITA ELECCION
(Elección)

Preciosa elección que diera el señor, a un hombre bendito;


Vio con su corazón y así lo escogió para su servicio.
Bendita elección que muestra el amor, amor sin igual de nuestro creador;
Por el puedo hallar de Cristo bondad glorioso perdón.

Coro
A ti, mi señor, te canta mi amor por esta esperanza, que en ti encontré,
Cuando escuche al hombre que amas.
A ti, mi señor, las gracias te doy por darme tu gracia.
Por esta elección que trajo el perdón, que muestra el amor de nuestro creador;
Bendita elección que envía el señor para salvación.
Bendita elección.

Bendita elección que deposito, el Dios de los cielos;


En un vaso fiel, amado por él, pues fue su deseo.
Bendita elección que el cielo abrió, por dar paso a aquel que abra su ser;
A la obra de Dios que trae redención, en su corazón.

Bendita elección se manifestó en este último tiempo;


La lluvia llego y fructifico a ciento por ciento.
Preciosa elección mostrada por Dios, para rescatar a toda nación;
Que se acerque a él y crea en la unción, del hombre que Él envió.

¡Buscad a Yahvé y su poder,


id tras su rostro sin tregua,
recordad todas sus maravillas,
sus prodigios y los juicios de su boca! (Sal 105,4-5)

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