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Ensayos de emergencia

Carlos Ramírez

La tumba de Calles
Principio y fin del PRI

Editorial Indicador Político


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El PRI no es inmortal, sino

inmorible.

Fidel Velázquez.

Pero el inmortal es el que no

muere

Y el inmorible es el que está

muerto y sigue viviendo.

Juan Pueblo.
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A Lulú, Claudia y Juan Carlos

Y a Renata y Juan Pablo


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Indice

La tumba de Calles:
Principio y fin del PRI

1. La tumba de Calles.

2. Cuando despertamos, el dinosaurio aún estaba ahí.

3. La construcción del olimpo partidista.

4. PRI: partido-sistema.

5. PRI: ¿leyenda urbana o hecho político?

6. ¿En qué momento se había jodido el PRI?

7. PRI: “Hora cumplida”.

8. Ni corrupción, ni democracia; la crisis es de desarrollo.

9. Los días antes del tsunami. Después del tsunami.

10. La tumba de Calles.


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1.- La tumba de Calles.

Pobre padre,
Pobre padre,
Pobre padre.
¿Qué dijo?
¿Dijo algo?
¿A quién?
¿Para qué?
Se llevó los secretos a la tumba.
¿Secretos?
¿Tiene secretos la política?
¿El poder tiene secretos?
Agobiado por la enfermedad, todavía en buena edad --68 años no son
desdeñables--, el general Plutarco Elías Calles murió en cama, no en la propia
sino en la del Pabellón 32 del Hospital Anzures, el viernes 19 de octubre de 1945.
Murió, dicen, de manera prematura; no, dicen otros, murió de tristeza; tampoco,
afirman los que saben, murió de no-poder, no de poder como hacer cosas, sino
del poder de mandar, de hacer, de decir, de ordenar. Había regresado de su
destierro --que, dicen, no exilio-- en 1941, apenas un año después de que
Cárdenas, el que lo echó del país, había dejado la presidencia; y apenas Manuel
Avila Camacho, el presidente de la reconciliación en las élites revolucionarias.
Había avanzado en la descardenización del ambiente político.
Calles regresó.
Pero a qué.
Ya nada era igual.
Los jefes político-militares le habían perdido el miedo.
--Se fue derrotado.
--No peleó como debía.
--Ya no era el de antes.
Pobre padre,
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Pobre padre,
Pobre padre.
De regreso se dedicó a descansar, a poner en orden su archivo, a
reencontrarse con sus pensamientos.
Dicen que entendió la lógica del sistema de que cualquier iniciativa de
poder iba a fracasar.
Dicen que los tiempos habían cambiado.
Dicen que Avila Camacho le advirtió que regresaba a México como
mexicano y no como político.
Dicen que el llamado bloque callista había dejado de existir.
Dicen que su exilio fue su bombillazo como La Bombilla para Obregón.
Dicen que Avila C amacho había tomado la decisión de marcar el fin del
ciclo de los militares en el poder y en la presidencia.
Dicen que Miguel Alemán como secretario de Gobernación de Avila
Camacho había apoyado el regreso, pero había marcado el territorio político de los
licenciados y el fin histórico del ciclo de misgenerales.
Dicen que alguien dijo.
Paradójicamente los tiempos históricos de los ciclos políticos fueron más
rápido cuando el tiempo corría más despacio. Elías Calles tuvo un poder
extraordinario durante 9 años, desde que en 1927 modificó la Constitución para
permitir el regreso de Obregón a su primera y única reelección de las muchas que
anhelaba hasta que fue exiliado o desterrado por Cárdenas en 1936 porque
estaba agitando la vida política nacional mandando donde no debían, declarando
cuando no debía y operando el poder cuando no debía.
Triste paradoja del poder: el que fundó el presidencialismo absolutista
revolucionario --como extensión del presidencialismo absolutista del caudillo Santa
Anna, del hombre fuerte Juárez y del dictador Díaz-- fue aplastado por el
presidencialismo absolutista revolucionario del presidente en turno; el juego de
palabras se había volteado: si antes el presidente de la república vivía en el
Castillo de Chapultepec y el que mandaba vivía enfrente, en la calle de
Guadalajara que se avistaba desde algún balcón del Castillo, ahora el presidente y
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el mando estaban juntos en el despacho presidencial de ese Castillo que albergó a


Maximiliano y a Díaz y a Obregón y a Calles.
Sí, deveras, Elías Calles fue la imagen de la serpiente que se tragó su
propia cola.
Pero bueno, nueve años duró su poder absoluto 1927-1936 y nueve años
duró su destierro externo e interno 1936-1945, cortos tiempos los dos, los
primeros inclusive con la gestión cotidiana del poder que no es fácil, que debe de
atender muchos detalles, que tiene, como diría Lenin, que estar atento al ruido que
provocan los movimientos de las hojas, que deprimía tratar con políticos
ambiciosos, con demagogias que debieron de llegarle a provocar depresiones, con
atención a detalles que nada resolvían pero que era indispensable atender, el peor
de los problemas de todo dictador bueno o dictador malo: las intrigas y traiciones,
ah, cómo lastiman, como provocan tristezas, si Cárdenas llegó porque Elías Calles
lo decidió y por qué se enoja el presidente Cárdenas si el presidente Elías Calles
sólo lo quería ayudar con declaraciones de advertencia sobre la inestabilidad
obrera por las huelgas, con, en suma, las certezas de que el poder aplasta.
¿Pero dijo algo?
La crónica de Excelsior, escrita por el reportero Carlos Denegri que llegaría
a ser a finales de los sesenta el columnista del régimen priísta, dice que el hombre
fuerte, ya debilitado, se quejaba de manera dolorosa, llamó a su médico de
cabecera a que acercara su oído a su boca porque quería decirle algo, le dijo algo,
le murmuró unas palabras.
¿Pero qué dijo?
Nadie supo, pero dijo algo. ¿Algún mensaje cifrado, secreto, en clave? ¿A
quién?
¿Qué puede decir un moribundo en medio del dólar?
¿Su decepción de un país, su patria, a la que le entregó su vida y que luego
lo vio partir sin decir nada, no lo extrañó, lo vio regresar y calló, se olvidó durante
cuatro años de él y que ahora, dicen, lo llora?
Pobre padre,
Pobre padre,
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Pobre padre.
Ya muerto Excelsior publicó en primera plana un apunte a lápiz del hombre
fuerte de la Revolución, la cabeza inclinada hacia la izquierda y hace adelante,
como una especie de asentimiento, apenas una sonrisa medio giocondiana, una
sonrisa que no es y que se ve que sí es, rostro fuerte, de militar enérgico.
Sí, fue hombre fuerte, porque el Caudillo había sido Obregón, al final de
cuentas los dos fueron lo mismo: dirigentes severos, paternalistas, inflexibles,
poco atentos, uno querido, otro temido, al final los dos iguales en resultados: el
poder del puño.
El hombre fuerte se había ido en octubre de 1945 y, en la implacable
realidad del poder, nada había ocurrido; muchos lo habían lamentado, pocos lo
habían sentido.
Sí, larga fila de funcionarios
Políticos
Militares
Empresarios
Pueblo, pueblo, pueblo,
Pero más curiosidad que sentimiento.
¿Morbosidad?
La política, dicen, en la realidad carece de memoria.
¿Quién había sido Elías Calles? Un político, un poder, un gobernante.
Elías Calles carecía de carisma, a Obregón le faltaba, a Cárdenas lo
respetaban, los tres como padres sustitutos en una sociedad paternalista, Papá
gobierno, Papá presidente, Papá patrón, Papá patroncito.
Pobre padre,
Pobre padre,
Pobre padre.
Es la regla del poder: el carisma y el temor están asociados al poder. Elías
Calles murió ante el sentimiento impávido de los mexicanos, apenas la élite del
poder; Cárdenas también murió en la soledad del poder.
¿Usted se acuerda de algo de Elías Calles que le hubiera beneficiado?
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¿Usted lo lloró?
¿O usted?
¿O usted?
¿O usted?
¿Qué fue presidente?, eso dicen; ¿Qué hizo mucho por los mexicanos?,
eso dicen ¿qué es lamentable que se haya ido?, eso dicen.
¿Pero qué hizo? A ver, dígame qué hizo por el pueblo.
Lo quiso mucho, hablaba siempre de él.
Bah.
Mantuvo en alto los ideales de la Revolución.
Bah.
Combatió a la reacción.
Bah.
En realidad amó al poder, sólo el poder, nada más que el poder.
Sus principales batallas fueron por el poder, no contra los federales de
Díaz.
Fue enemigo de la iglesia, sí, pero por el poder. Elías Calles fue el que
descubrió el poder real de la religión: el terrenal; y para México, no la fe, sino el
poder trasnacional: Elías Calles fue el que reveló que los sacerdotes mexicanos
sirven a un príncipe extranjero. Por eso quiso hacer la iglesia mexicana, muy al
estilo de la anglicana de Henry VIII, y aquí no por las pasiones del sexo sino por el
poder, el poder real, aquí y ahora, no después del juicio final.
Así que, a ver díganme, díganmelo con pruebas: ¿Elías Calles fue un héroe
del pueblo?
Nada hay peor que la soledad de la muerte, la soledad del dolor que
consume, la soledad en medio de la parafernalia de la política, del desfile de
personas del pueblo frente a su féretro, en medio de la multitud luchando a codo
abierto por llegar a ver, a mirar, a estar, sin saber por qué o para qué, la cosa es
hacer tumulto.
El país ya iba y va a seguir.
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En nueve años se borran las historias menores que fueron mayores y que al
final de los tiempos a lo mejor ni son historias.
Así que la tumba de Calles fue el olvido, la marginación, la referencia.
Terminar siendo nombre de un auditorio del PRI, cuando a él le hubiera
gustado ser el referente histórico. Y peor cuando el PRI ya no es ni la sombra del
PNR.
Y cuando el PRI acaba de pasar, julio de 2018, a la historia: apenas 13.5%
de votos y 7.6 millones de sufragios.
Uf.
Uf.
Y recontra uf.
En 1929 el PNR de Elías Calles se estrenó como aparato de poder con el
gran fraude a José Vasconcelos, a quien le reconocieron apenas 11 mil votos
(5.4%), imposible ante el arrastre del Maestro de América, no creíble en las
crónicas de Mauricio Magdaleno, absurdo en una sociedad de jóvenes que vieron
en Vasconcelos el salto cualitativo.
Así no era.
El PNR nació para conservar el poder.
No para perderlo.
Ahora el PRI se duele del olvido de Elías Calles.
¿Cómo?
Sí, el PRI de Elías Calles en el ciclo 1992-2018 fue el partido del
neoliberalismo de mercado, del modelo de desarrollo de los empresarios, el del
proyecto del PAN.
¿Entonces?
Entonces qué.
Digo, ahora entiendo.
Pero eso fue después. En octubre de 1945 importa sólo saber que Elías
Calles murió de enfermedad terminal y la élite política lo lamentó, bueno, un rato, y
después a lo mismo de siempre, a lo suyo, a administrar el poder.
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1945, Avila Camacho como el presidente de la reconciliación con los


enemigos históricos de la Revolución Mexicana, la élite gobernante administrando
hacia el centro y a la derecha los radicalismos de Cárdenas, todos preparando el
otro salto cualitativo: al civilismo y al centro capitalista, total, si la Revolución
Mexicana no fue socialista, ni de lucha de clases, sino capitalista con vigilancia
social del Estado, si se podía, claro, o hasta donde se pudiera.
1945, el país ya no revolucionario sino consolidando avances, un Estado
con preocupaciones sociales, una burguesía en construcción y expandiendo su
dominio, gobiernos con nuevos acuerdos con los viejos enemigos de la
Revolución, pues al fin y al cabo da para todos, para qué nos peleamos, todos
somos mexicanos, ¡viva la unidad nacional! y Elías Calles ese 15 de septiembre
de 1942 junto a los expresidentes vivos, bueno, respirando, porque su viveza
había sido lobotomizada por la supervivencia del sistema, el presidente es el
presidente y luego es un mito, quién sabe si genial o amargo, pero mito al fin,
porque ahí aparece, para reforzar simbolismos, Cárdenas a la izquierda del
presidente Avila Camacho y Elías Calles a su derecha.
Entonces, qué, si al final el poder los une, los distancia, y sólo si no se
matan entre sí aparecen como una familia, sí, con ustedes, señoras y señores,
damas y caballeros, ladies an gentleman, la Familia Revolucionaria, todos a una,
como la imagen de Fuenteovejuna del poder, la unidad de todos diluyendo el
anonimato de los reclamos sociales, de las perversidades del poder, de las luchas
que construyeron un país para ellos, a la medida de sus ambiciones personales
disfrazadas de sociales-populares-humanas.
Bah.
Pobre padre,
Pobre padre,
Pobre padre.
1945: al final del día, la muerte ajusta cuentas.
La muerte diluye ilusiones.
1945: murió el hombre fuerte de Revolución, el jefe máximo de la
Revolución. Y murió rodeado de los que lo alabaron, lo traicionaron y lo olvidaron.
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Así que nada cuenta un poco de modestia.


Murió el líder.
Qué le vaya bien.
Y nos veremos pronto.
La tumba es doble: morada y biografía.

2.- Cuando despertamos, el dinosaurio todavía estaba aquí.

La victoria presidencial de Andrés Manuel López Obrador --en su tercer


intento-- trae el mensaje anticlimático de que las cosas van a cambiar… para
seguir igual. El proyecto político del tabasqueño nunca ha sido alternativo al del
PRI, ni siquiera de alternancia; como se vio en su gestión en el gobierno del DF
2000-2005, López Obrador busca sólo un relevo en las élites, un gobierno eficaz y
sobre todo basa su oferta de lucha contra la corrupción en el modelo de la
“renovación moral de la sociedad” del presidente Miguel de la Madrid Hurtado
1982-1988.
La propuesta electoral 1988-2018 de López Obrador, desde su salida del
PRI para acompañar a Cárdenas y luego desde 2006 por cuenta propia, no es
más que la reconstrucción en grado de restauración del viejo sistema político
priísta, sólo que ahora bajo el mando de su partido Morena como un placebo del
PRI. Desde su aparición como líder político en 1988, López Obrador ha querido
rehacer el viejo sistema/régimen/Estado priísta-populista.
El problema radica en que las circunstancias históricas no se repiten
mecánicamente --primera regla del materialismo histórico-- ni se calcan, porque la
dinámica de las fuerzas sociales siempre evoluciona a zonas de conciencia o
inconciencia. Las masas no siempre serán las mismas, por lo que los intentos de
restauración siempre fracasan por razones de la evolución de las contradicciones
sociales en las élites y en las propias masas. El sistema priísta se fundó en 1929
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como estructura de dominación militar, sin partidos, sin sociedad, con el liderazgo
de Plutarco Elías Calles y por el asesinato del general Alvaro Obregón.
El sistema político priísta se construyó como consecuencia de
contradicciones políticas, históricas y de clase que correspondieron a las
circunstancias de 1920-1929: asesinato del caudillo Alvaro Obregón, dominación
política de los grupos de interés militares como facciones revolucionarias
triunfadoras, ausencia de una burguesía madura, inexistencia de clases sociales
correspondientes al modo de producción capitalista, Estado autoritario por la
Constitución de 1917 y la astucia del zorro y la fiereza del león Calles para
formalizar el presidencialismo y el partido como los ejes del nuevo sistema.
A lo largo de noventa años, desde el asesinato de Obregón a la victoria
electoral de López Obrador, el sistema político priísta tuvo el éxito de carecer de
alternativas y la habilidad para modificarse en función de nuevas élites dirigentes y
recomposiciones de grupos. Por eso la democracia nunca fue una prioridad
inmediata: las oscilaciones ideológicas y de clase dentro del sistema hacían
innecesaria una oposición de alternativa. La crisis estalló cuando los salinistas se
apoderaron del sistema, no lo soltaron, impusieron una política económica adversa
contra el bienestar de las masas priístas y generaron grupos de adversarios dentro
del mismo sistema: Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador.
Hoy la sociedad mexicana se ha despriízado, ha adquirido una autonomía
relativa del autoritarismo del Estado, los liderazgos sociales opositores son
fuertes, Morena no es el partido del Estado, no existe una clase obrera ni una
clase campesina con poder de clase para confrontar a la clase burguesa y la
capacidad hegemónica del Estado es menor. Hoy sería imposible un Calles como
en 1928.
López Obrador carece de las tres características del genio político de
Calles: el control de la estructura militar, la presidencia en funciones para construir
el sistema e imponer su fuerza institucional sobre todos los grupos… hasta que se
encontró con Cárdenas en 1936. El sistema político de 1927-1934 carecía de
funcionalidad, movilidad, clases y grupos diversos; hoy existe un sistema de
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partidos, una oposición mayoritaria, instituciones electorales y sobre todo una


estructura militar institucional, alejada de la política y respetuosa de las leyes.
Por tanto, las posibilidades de López Obrador para reconstruir el viejo
sistema político priísta presidencialista son inexistentes y su presidencia serían
más tipo Echeverría y López Portillo --sólo gasto social para comprar lealtades--
que callista o cardenista de reorganización autoritaria de los liderazgos.
La propuesta orgánica de López Obrador a lo largo de su larga campaña
presidencial 1988-2018 se basó en tres banderas específicas: contra la
corrupción, contra la mafia del poder y por los pobres. Ninguna de ellas tocó el
gran punto de debate en la campaña: la continuidad o ruptura del modelo
económico de estabilidad macroeconómica, la globalización del mercado y la
estructura de desigualdad en la distribución del ingreso nacional como necesidad
de funcionamiento del neoliberalismo. Sus enfrentamientos con los empresarios
no fueron por definiciones de política económica o de redistribución del poder, sino
para reconstruir la relación autoritaria Estado-burguesía. El bloque de poder priísta
funcionó hasta 1983-1992 en que Salinas de Gortari planteó la autonomía relativa
del Estad priísta social de las bases sociales dependientes del gasto social. AL
perder la lealtad del Estado, las masas paulatinamente se fueron realineando a las
formaciones políticas que marcaron su distancia del PRI: el PAN y el PRD y luego
su fragmentación vía Morena.
La otra razón que fue alejando al PRI de sus bases-masas se localiza en la
redefinición de sus funciones sociales:
Los tres grandes problemas de la crisis mexicana dibujan el agotamiento
del proyecto nacional de desarrollo de la Revolución Mexicana en 1992, sesenta y
cuatro años después de la fundación del PNR en 1928. Los tres pilares del
sistema/régimen/Estado priísta fueron muy claros en sus interrelaciones:
1.- El sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional.
2.- El modelo de desarrollo/política económica/bienestar social.
3.- Y la rectoría del Estado/economía mixta/redistribución de la riqueza.
Los ciclos del desarrollo mexicano cincelaron sus élites políticas: el
populismo de Estado operó bajo el mando militar de Alvaro Obregón a Manuel
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Avila Camacho, la definición de la política social se hizo en el primer periodo de


los políticos con el PRI de Miguel Alemán a Gustavo Díaz Ordaz, el neopopulismo
de Estado regresó con Luis Echeverría y José López Portillo. Este largo periodo
1929-1982 --cincuenta y tres años-- tuvo tres candados macro: la estabilidad
macroeconómica, la estabilidad social y el funcionamiento pendular sexenal en las
élites para una distribución del poder.
En 1983 llegaron a la presidencia los tecnócratas y el péndulo
conservadurismo-progresismo-conservadurismo quedó enganchado del lado
neoliberal de la economía durante seis sexenios, de De la Madrid a Peña Nieto,
polarizando a las organizaciones sociales y productivas por la pérdida de bienestar
social. El péndulo populista 1934-1983 mantuvo el crecimiento económico alto (6%
promedio anual), pero acumulando sectores sociales marginados. El péndulo
neoliberal 1983-2018 logró regresar la inflación a una tasa promedio de 3% anual,
pero a costa de tres sacrificios: PIB no mayor a 2.5% promedio anual, reducción
del gasto social a programas indispensables de asistencialismo para los más
pobres y anclaje antiinflacionario del salario con pérdida de poder adquisitivo para
reducir el papel de la demanda en las presiones inflacionarias.
En este sentido, la victoria de López Obrador se explica en función de los
datos sociales: la peor crisis de 1994 no fue la política --asesinatos de un
cardenal, del candidato presidencial del PRI y del secretario general del PRI--, sino
la devaluación de diciembre cuando el gobierno carecía de reservas
internacionales, la fuga de capitales y el alza criminal en las tasas de interés en
1995 que llevó a millones de mexicanos a perder bienes muebles e inmuebles. La
reforma política que se negoció a cambio del voto al programa económico
anticrisis profundizó el desmantelamiento del Estado, condujo a la pérdida de la
mayoría absoluta del PRI en el congreso y a la pérdida del gobierno del DF y en el
2000 a la derrota electoral del PRI en las elecciones presidenciales.
El proceso de jibarización del sistema/régimen/Estado priísta en el ciclo
2000-2018 --tres sexenios-- provocó un realineamiento de las bases sociales-
políticas. La opción progresista --que nunca de izquierda-- se desprendió del PRI
en 1988 y tardó en calibrar la propuesta de reconstruir el populismo cardenista-
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echeverrista-lopezportillista y en el periodo 2000-2012 prefirió una alternancia a la


derecha panista. Salinas y Zedillo mantuvieron la hegemonía priísta, Fox y
Calderón pactaron con el PRI y Peña Nieto arrancó con un Pacto por México que
subordinó a toda la oposición.
Salinas absorbió la rebelión perredista con el Tratado de Comercio Libre,
Zedillo atenuó el costo social de la crisis con reformas que condujeron a la
alternancia en el 2000 y Fox y Calderón pactaron con un PRI en recomposición.
Peña Nieto logró un capital político con una victoria electoral indiscutible de 6
puntos porcentuales de ventaja sobre López Obrador y con la firma del Pacto por
México. Sin embargo, los dos gobiernos panistas con sus concesiones a favor de
organismos autónomos del Estado construyeron una élite liberal, organizaciones
ciudadanas que ocuparon medios, medios de comunicación altamente críticos un
avance democratizador a través de observatorios ciudadanos de clase media con
capacidad de interlocución con el gobierno y el Estado.
Los tres problemas que se salieron de control de la presidencia peñista
construyeron activismo social: corrupción, pobreza y ciudadanización. Las élites
medias altas organizadas en grupos de presión no partidista ascendieron a niveles
de confrontación con el gobierno y lograron meter su agenda en los desdenes del
gobierno y en las elecciones estatales. El PRI perdió su papel estabilizador, el
gobierno se encerró en su Camelot mediático, la corrupción fue multiplicada por
las denuncias ciudadanas y el efecto social de las reformas estructurales de 2013-
2014 fue negativo por alzas de precios.
El presidente Peña Nieto, que había hecho su tesis sobre el
presidencialismo del general Alvaro Obregón, ignoró todos los avisos, perdió en su
sexenio diez gubernaturas por corrupción de los gobiernos priístas salientes,
multiplicó la salida de priístas del partido porque no quiso ceder posiciones
electorales y nunca atendió las denuncias de casos flagrantes de corrupción. La
designación del candidato presidencial del PRI a finales del 2017 presentó la
oportunidad de regresar al espacio sistémico de los acuerdos sociales, pero Peña
decidió la candidatura en función de sus intereses de continuidad. El saldo fue
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obvio: su candidato priísta-no priísta nunca tuvo expectativas de victoria y siempre


corrió en tercer lugar en las encuestas.
El dilema de Peña en el 2018 fue designar un candidato para sacar al país
de la crisis acumulada 1973-2018 o un candidato para su continuidad personal y
de grupo: salvar la república o salvar su alma.
López Obrador fue siempre candidato de su propia necedad populista. Sólo
que en el 2006 y el 2012, las expectativas sociales tenían ciertos grados de
resistencia al populismo de López Obrador. En el 2012 López Obrador pagó la
factura electoral de sus excesos en el 2006: el plantón en Reforma y su ceremonia
de toma de posesión como “presidente legítimo” de la república. Pero a lo largo
del gobierno de Peña Nieto hubo un cruce de expectativas negativas: fueron
mayores los agravios sociales de Peña que los abusos populistas de López
Obrador. La jugada mayor del tabasqueño fue fundar su propio partido, Morena,
para salirse de los grupos perredistas corrompidos por el poder.
El punto de inflexión de López Obrador en la construcción de una
candidatura presidencial competitiva ocurrió cuando importantes figuras del
sistema político decidieron sumarse a Morena y al lopezobradorismo. Las tres
banderas de López Obrador tuvieron comportamientos irregulares: la corrupción
movilizó a las élites ilustradas a partir de la creación de observatorios ciudadanos,
la pobreza creciente lanzó a los marginados a los brazos de Morena-López
Obrador porque el PRI los abandonó en medio del naufragio del PRItaninc, el PAN
nunca se preocupó por ellos y el gobierno federal puso el bienestar cono ancla
estabilizadora macroeconómica.
López Obrador se convirtió en el candidato de los abandonados por el
gobierno, el PRI y el PAN en 2006 con el lema “por el bien de todos, primero los
pobres”. En aquella campaña presidencial, su lema no era rupturista; inclusive, un
análisis de la frase llevaba a conclusiones conservadoras; los ricos nunca podrían
vivir tranquilos para disfrutar sus riquezas, con las crecientes de marginados y
empobrecidos, Por tanto, López Obrador ofrecía programas asistencialistas para
desactivar la dialéctica pobreza-revolución. Sin embargo, las élites económicas y
las élites ilustradas vieron el potencial peligro de la organización social de los
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pobres. En el 2000 y en el 2006 el PAN ofreció alternancias a la derecha que


continuaron los programas neoliberales que acumularon mayores marginados.
El país ha vivido una crisis económica permanente, con costos sociales
progresivos, desde 1973 subieron los precios de petróleo crudo de importación.
De 1973 a 1982 México padeció una crisis económico-social producto del
populismo de aumento de gasto sin aumentos de ingresos, inflación, devaluación y
desde 1975 convenios de estabilización anual con el Fondo Monetario
Internacional, a través de los cuales México se ha comprometido a bajar la
inflación por tres vías: baja de gasto social, disminución del PIB y control salarial.
De 1983 a 2018 el crecimiento promedio anual del PIB ha sido de 2.2%, contra el
6% del largo periodo 1934-1982.

3.- La construcción del Olimpo partidista.


¿Dónde, cuándo, cómo construyó Plutarco Elías Calles el partido?
A lo largo de su vida militar-política --en ese orden-- Plutarco fue siempre un
subordinado del general Alvaro Obregón, inclusive al grado de pasar a veces por
patiño, como cuando Obregón, burlón, le puso “Plutarco Elías Corres” después de
la derrota en Nacozari contra tripas de Huerta. Pero Calles era un militar curtido en
la disciplina militar ajustada a la diferencia de grados.
La clave del partido del Estado (PNR-PRM-PRI) se localiza en la relación
Calles-Obregón, dos personalidades sonorenses. Calles se sumó al ejército
maderista en 1911 y luego en 1913 se alió a Carranza a través de Obregón. De
1913 al Plan de Agua Prieta en 1920, la lucha por el poder en las élites
revolucionarias provocó muchos reacomodos y bastantes asesinatos. La
Constitución de 19017 puso las bases orgánicas del sistema político
posrevolucionario, pero hubo de lidiar con las élites poco respetuosas de las
normas jurídicas.
La lucha abierta de Obregón y Carranza por la candidatura presidencial de
1920 --que iniciaría ya el proceso institucional de renovación del jefe del ejecutivo
federal-- fijó el principio rector del sistema político posrevolucionario: la facultad
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metaconstitucional1 del presidente saliente para designar a su sucesor en el cargo


--designación directa, sin oposición partidista real-- sin interferencias, por derecho
de poder y como principio aglutinador del poder. Se trataba, en realidad, de un
modelo instaurado por Porfirio Díaz, aunque él se auto designaba como su propio
sucesor.
Díaz, Carranza, Obregón y Calles forjaron este principio rector del poder
presidencial como facultad política irrebatible y como definición del poder
presidencial; los presidentes posteriores, hasta Salinas de Gortari, ejercieron ese
poder: la designación del candidato oficial era la elección.
En 1920, Carranza escogió como candidato al ingeniero Ignacio Bonillas,
civil y embajador en Washington, por encima de todos los mandos militares con
intereses políticos que tenían fragmentos de poder en la estructura del Estado.
Obregón se opuso y lanzó el Plan de Agua Prieta el 23 de abril de 1920. El
objetivo fue destituir a Carranza, nombrar a un presidente provisional, organizar
las elecciones de septiembre para elegir al sucesor de Carranza. Perseguido,
Carranza salió de Ciudad de México rumbo a Veracruz, pero fue alcanzado y
asesinado en una choza de Tlaxcalantongo, Puebla. El gobernador sonorense
Adolfo de la Huerta, aliado a Obregón, fue designado presidente provisional.
Obregón se presentó como candidato en las elecciones del 4 de septiembre y
ganó con un millón 131 mil 751 votos --elección directa--, el 95.8%, con dos
candidatos patiños.
La consumación de la derrota de Díaz ocurrió con la Constitución de 1917,
luego del cuartelazo de Victoriano Huerta en febrero de 1913 y su derrota en julio
de 1914 con Carranza como el jefe militar opositor y Obregón como uno de sus
generales más activos. Pero ya desde ese año Obregón quería la presidencia: en
las elecciones del 5 de febrero de 1917, luego de la promulgación de la
Constitución, Carranza y Obregón se enfrentaron en las urnas: fue la disputa del
civil porfirista Carranza que rompió con Porfirio y encabezó la defensa de la
Revolución al derrocamiento de Madero; en las urnas, Carranza arrasó: 798 mil
486 votos, el 97.18%; el candidato independiente Obregón quedó en cuarto lugar

1
Carpizo.
20

con 4 mil 7 votos, el 0.49%; otro general prestigiado, Pablo González, acreditó
11mil 695 votos, 1.41%; y en tercer lugar, arriba de Obregón --como para
ridiculizarlo-- el eterno patiño electoral don Nicolás Zúñiga y Miranda contabilizó 7
mil 557 votos, el 0.92%. De 1917 a 1920, Obregón hostilizó a Carranza hasta
llevarlo al magnicidio.
Obregón2 fue un animal del poder --en el sentido aristotélico--. Su ambición
iba más allá del cortísimo tiempo de ejercicio presidencial de cuatro años --Díaz
pasó de 4 años a 6 en 1904, pero la Constitución de 1917 regresó al periodo de
cuatro años que luego cambiaría Calles a seis años para iniciar sexenios en 1928,
precisamente en la segunda presidencia obregonista--; tanta lucha formal iniciada
apenas en 1910 para tener sólo cuatro años presidenciales en 1920. Su influencia
sobre Calles llevó a las dos reformas constitucionales: permitir la reelección luego
de un periodo intermedio y ampliar a seis años y de ahí, continuando el modelo de
Porfirio Díaz, hasta donde se pudiera. En agosto de 1978 el escritor José Emilio
Pacheco hizo un esfuerzo de anacronismo sobre Obregón a partir del frustrado
atentado de José León Toral contra Obregón en el parque de “La Bombilla”:
Obregón sube en septiembre de 1928 por segunda vez a la presidencia de la
república, se reelige hasta su muerte en 1968 3.
En la realidad, adueñado del poder por la liquidación de Carranza, la
presidencia en manos de su incondicional Adolfo de la Huerta y Calles como el
operador militar-político, Obregón lanzó su candidatura en 1920 y salió con un
millón 131 mil 751 votos, el 95.8% de los votos; y don Nicolás Zúñiga y Miranda,
quien le había superado en 1917, quedó en tercer sitio con apenas 7 mil 557
votos, el 0.92%. Para molestia de Obregón, aumentó en más de 333 votos la cifra
de Carranza en 1917, pero en porcentaje tuvo 1.38 puntos porcentuales menos.
Aunque, al final, el propósito político era llegar.
La crisis en la élite gobernante en 1917-1918 fijó los parámetros de
funcionamiento de las reglas del sistema político mexicano en función del poder
presidencial absolutista, el mismo que había sido descrito por Francisco I. Madero

2
Krauze, Camín.
3
Pacheco, José Emilio (2017), Inventario. Antología, Tomo 1, Editorial Era, México págs.
313-314.
21

en su libro La sucesión presidencial en 19010 para describir el puño de Díaz4: la


Constitución de 1917, el derrocamiento y asesinato de Carranza, la presidencia
absolutista de Obregón 1920-1924, la imposición de Calles como sucesor, el
mandato obregonista a Calles para modificar la Constitución y permitir la
reelección presidencial luego de un mandato intermedio, la candidatura
reeleccionista de Obregón a través del asesinato político de los generales
Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez, la victoria contundente de Obregón en
1928 con el 100% de los votos y finalmente el asesinato de Obregón.
Si el primer paso fue el fortalecimiento de la figura y el poder presidencial, la
ambición de Obregón amenazó con desbarrancar el movimiento
posrevolucionario. Aunque Obregón tenía muy clara la construcción del poder
presidencial de Díaz, el escenario posrevolucionario era diferente por tres cosas:
los militares eran autónomos y querían el poder, la liquidación de jefes
revolucionarios amenazaba una guerra civil y el poder posrevolucionario podría
ser de corto plazo porque Obregón no era Díaz, había muchos generales rebeldes
y la sociedad mexicana no era la de 1884 cuando Díaz inició su segundo periodo.
El segundo paso lo dio Calles: la construcción de un liderazgo político que
evitara una nueva guerra civil entre los jefes revolucionarios militares que
comandaban tropas. El objetivo era evitar alzamiento o pronunciamientos o planes
de rebelión. México había padecido mil 500 pronunciamientos rebeldes de 1821 a
18765, un promedio de 27 al año, o 2 al mes. La Revolución encaraba esa
posibilidad. Por eso el asesinato de Obregón fue usado por Calles para armar un
acuerdo político entre los jefes revolucionarios, a partir de su condición de
presidente de la república saliente y de dos compromisos muy claro: no extender
su periodo y no dividir a los jefes militares con el apetito de poder de la
presidencia. Calles le apostó a construir un liderazgo personal sin permanecer en
el poder, pero sí conduciendo el proceso porque estaba a punto de ser ex
presidente y no se iba a perpetuar en el poder.

4
Madero. Sucesión
5
Fowler, Will (2009), El pronunciamiento mexicano del siglo XIX hacia una nueva tipología,
Estudios de Historia moderna y Ontemporánea de México, No. 38, julio-diciembre 2009, págs 5.
22

La salida fue una reunión con los generales de una a tres estrellas,
conocida como “la junta de generales”6. Ahí Calles logró el compromiso de los
generales de respetar sus dos propuestas: no extender su periodo presidencial ni
regresar a la presidencia y que el presidente provisional que preparara una nueva
elección fuera civil. Lo que Calles no dijo fue que una vez afianzado su liderazgo,
él iba a manejar el poder presidencial sin estar en la Silla del Aguila y con el poder
de jefe máximo de la Revolución, o un Porfirio Díaz o un Obregón.
Los generales cayeron en el garlito de Calles: aceptaron las reglas, le
otorgaron a Calles todo el poder y con ello fortalecieron al presidencialismo. Sólo
que Calles, en efecto, puso a un civil como interino --el abogado Emilio Portes Gil--
para manejar la elección extraordinaria, pero para la constitucional de 1929 violó el
acuerdo y puso al débil general y diplomático Pascual Ortiz Rubio, quien renunció
a los dos años después de que fue víctima de un atentado criminal el día de su
toma de posesión. Varios generales se inconformaron y se alzaron en armas
--Juan Andreu Almazán, José Escobar, Saturnino Cedillo y Roberto Cruz--, pero
fueron aplastados.
En la “Junta de generales”, Calles cerró varias puertas con candados y tiró
las llaves: sometió a los generales a la voluntad del hombre fuerte que puso y
quitó presidentes, centralizó el poder militar en la figura de ese hombre fuerte
cumpliendo el dictamen de que el Estado es el monopolio de la fuerza y la
represión7, colocó a los militares como los guardianes de la revolución y consolidó
un ciclo de poder político-militar que terminó en 1946 con la designación de Miguel
Alemán Valdés como candidato presidencial oficial. En el modelo político en que la
negación es la afirmación, Calles se comprometió a no hacer mal uso de esas
facultades y a respetar a los presidentes. Aunque, eso sí, su reinado fue muy
corto: de 1928 a 1936 en que el presidente Lázaro Cárdenas lo arrestó y lo subió a
un avión para exiliarlo en Los Angeles por estar interviniendo en asuntos
presidenciales.

6
Elías Calles, Plutarco (1988), Pensamiento político y social. Antología (1913-1936), Fondo
de Cultura Económica, Instituto de Estudios de la Revolución Mexicana y Fideicomiso Archivos
Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, México, págs. 252-275.
7
Localizar cita Constant, Gramsci y Weber.
23

El siguiente paso lo dio el presidente Lázaro Cárdenas. Impulsado por la


expropiación petrolera de marzo de 1938, a finales de ese mes reformó con
urgencia el Partido Nacional Revolucionario para convertirlo en Partido de la
Revolución Mexicana, creándole cuatro sectores corporativos de clase: la clase
obrera, la clase campesina, las clases populares de profesionistas y la clase
militar. Asimismo, convirtió a esos sectores en líderes de sus especialidades,
obligando a todos los demás a subordinarse a los acuerdos corporativos. La clave
de esta estructura de Cárdenas se localizó en el hecho de que organizó a esas
representaciones productivas como masa y no como clase8 y con ello eludió el
modelo exclusivista y dictatorial de la Unión Soviética.
El modelo de sistema político priísta se completó en 1946: el candidato
oficial Miguel Alemán Valdés reformó el partido oficial en enero de ese año para
convertir a PRM en el Partido Revolucionario Institucional con tres instancias
definitorias: el presidente de la república sexenal era el jefe real del PRI, el PRI se
convirtió en el espacio físico para reparto de parcelas de poder y el PRI era el
responsable de las políticas sociales que le darían legitimidad.
N este sentido, Calles, Cárdenas y Alemán fueron los constructores del
sistema político priísta basado en tres pilares: presidencialismo porfirista, partido
corporativo y políticas sociales para las masas. El pensamiento histórico
cohesionador era el discurso de la Revolución Mexicana, vigente hasta mazo de
1992 en que el presidente Carlos Salinas de Gortari lo borró de los documentos
básicos del PRI y del gobierno y lo sustituyó por el de “liberalismo social” 9.
De 1992 a 2018 el PRI tuvo una vida política decreciente, pasó por doce
años de gobiernos panistas 2000-2012, logró sobrevivir porque el PAN no fue un
partido-sistema y Vicente Fox y Felipe Calderón prefirieron pactar con el PRI
porque no hubo propuesta alternativa de gobierno sino apenas alternancia de
élites y terminó su ciclo histórico en el 2018 con la victoria de López Obrador y,
sobre todo, el relevo en el poder de Morena por el PRI, aunque Morena como un
partido-Babel sin las características sistémicas del PRI. El PRI atravesó muchas
crisis: la militar en 1928-1929, la pugna de poderes Calles-Cárdenas en 1936, el
8
Arnaldo Córdova
9
CSG diwcurso del liberaoismo social.
24

relevo civil en 1946, las rebeliones obreras de 1958 cuando el Partido Comunista
tomó el control de importantes sindicatos, la lucha cristianismo-comunismo en
1960-1962 por el efecto de la Revolución Cubana, la disputa gobierno-
empresarios en 1960, la dere4chizºación del régimen en 1960-1967, la represión
estudiantil en 1968 y el populismo de Echeverría y López Portillo. El relevo
neoliberal en 1983 culminó en 1992 con la reforma ideológica del PRI.
El PRI entregó la presidencia al PAN en el 2000 y el 2006, pero la recuperó
en el 2012. En el 2018 la alternancia se dio dentro del mismo régimen priísta:
López Obrador va a intentar reconstruir el modelo priísta con más populismo y con
Morena en el papel del PRI.

La crisis económica.
La victoria electoral de López Obrador no se debe entender sólo por su
participación electoral en las elecciones del 2006 y del 2012, sino que tiene una
explicación mayor. Ni en la fractura en la coalición gobernante priísta en 1988 con
la salida del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del presidente Lázaro
Cárdenas que transformó en 1938 el PNR en Partido de la Revolución Mexicana.
Uno de los datos más importante fue la crisis económica estallada en 1973 con la
inflación importada que llegó con la compra de petróleo crudo que en esas fechas
México no producía. Los cuarenta y cinco años de crisis económica, de 1973 al
2018, deprimieron el crecimiento económico y llevaron al país a un larguísimo
programa de ajuste ortodoxo para combatir la inflación como el problema central.
De 1973 a 1982, diez años, el PIB mantuvo su tasa promedio anual de 6%,
pero ya con cifras inflacionarias de 20% de 1973 a 1976, de 35% de 1977 a 1982
y de 86% de 1983 a 1988, con el dato inolvidable de que la inflación en el año
1987 fue de 159%. El control de la inflación se hizo por el lado de la demanda: el
PIB anual promedio en el periodo 1983-1988, el más duro del ajuste, fue de 0%
La larga crisis económica mexicana 1973-2018, además, provocó la
definición de un nuevo modelo de desarrollo basado en la apertura comercial, la
integración del mercado México-EU-Canadá, el retroceso de la actividad
económica el Estado y el dominio de las reglas del mercado.
25

La redefinición del papel del Estado en el periodo 1979-1994 condujo al


nuevo modelo de desarrollo basado en la dinámica del mercado y en la
globalización comercial dictaminada por el Consenso de Washington. El modelo
salinista --mercado, FMI y Tratado de Comercio Libre-- quedó inhabilitado con la
crisis estadunidense del 2008. Pero en el 2006 el neoliberalismo salinista
extendido por Zedillo y Fox había consolidado ya una base de pobreza
mayoritaria. En las presidenciales de 2006 y del 2012 López Obrador fijó una base
electoral de 15 millones de votantes, un tercio. Calderón y Peña Nieto no quisieron
entender el mensaje y profundizaron el modelo neoliberal, sólo con algunos
programas asistencialistas de asignación directa de dinero. Las reformas
estructurales de Peña que aumentaron precios energéticos fueron la puntilla al
PRI y al PAN.
El PIB promedio anual de 2.2% en el ciclo 1983-2018, el aumento salarial
anual en cifras menores a la inflación, el subempleo para el 60% de la población
laboral, la distribución de la riqueza 80% pobres-20% ricos y la candidatura de
continuidad neoliberal de José Antonio Meade Kuribreña (PRI) y la falta de una
propuesta de alternancia de Ricardo Anaya Cortés (PAN-PRD-MC) colocaron a
López Obrador con una ventaja en tendencia de votos: a su base de 30% le bastó
agregar un 10% de mexicanos hartos de la arrogancia priísta-peñista para
mantenerse en el primer lugar desde finales de 2017. Cuando los marginados o
mexicanos en crisis fueron mayoría, las tendencias electorales se alinearon para
López Obrador. Ni Peña Nieto, ni el PAN, ni el PRI entendieron la lógica social del
modelo económico neoliberal salinista.
Lo que queda al final es que López Obrador carece de una propuesta
alternativa; basará su presidencia en la experiencia priista que conoce: un partido
con preocupaciones sociales, un líder social, masas que desempolvan sus
expectativas… otra vez y una política de desarrollo que no cambia la esencia de la
condicionalidad estabilizadora. Es decir, López Obrador va a repetir la experiencia
del PAN en los dos sexenios 2000-2006 y 2006-2012. Si acaso, el presupuesto
federal será revisado, despuntado, reorganizado… para seguir igual.
El desafío de López Obrador se define en tres puntos concretos:
26

--PIB promedio anual de 5% o más.


--Inflación de hasta 4% anual.
--Presupuesto asistencialista o presupuesto social, con el 50% del gasto
como corriente.
Si deveras la gestión de López Obrador va a ser de fondo y no
asistencialista, entonces tendrá seis años para revertir la estructura de la
desigualdad social: sólo el 22% de los mexicanos se encuentra en situación de no
pobre y no vulnerable y el 78% tiene de una a cinco carencias sociales. De tener
como referente el Óptimo Pareto de la distribución de la riqueza --80% de
bienestar y 20% de marginación--, entonces la política de desarrollo de López
Obrador deberá sacar de la situación de desigualdad social a 96 millones de
personas, para dejar a 24 millones con restricciones inevitables.
Por la dimensión del reto, la capacidad financiera del Estado mexicano
apenas ha logrado beneficiar --cifras del Coneval-- a 6.9 millones de mexicanos
para pasarlos de pobreza a bienestar sin carencias sociales en un periodo de ocho
años. Pero no más por falta de presupuesto.
Por ello es que el desafío de López Obrador para responder a las
expectativas de bienestar vendidas en campaña se moverá en dos escenarios: un
nuevo modelo de desarrollo económico-social, un pacto con los empresarios como
la Alianza para la Producción que firmo López Portillo en 1977 o un Estado con un
presupuesto quintuplicado, pero sin deuda externa ni aumento de impuestos.
A lo largo de la campaña, López Obrador hizo énfasis en los programas de
gasto asistencialista y nunca explicó bajo qué política económica y modelo de
desarrollo se iban a mover. Ya instalado en Palacio Nacional y con un gabinete
económico ortodoxo de especialistas no populistas, los tiempos de gobierno le
exigirán los dos primeros años de consolidación de ingresos, dos años para
expansión de gasto y dos años finales de regreso a la austeridad. El error de
Echeverría fue pasar de aumentar el gasto desde el primero año, pero sin su
correspondiente aumento en los ingSresos,

La transición olvidada.
27

En enero de 1984, en la revista Vuelta apareció el ensayo de Enrique


Krauze --historiador, analista-- titulado Por una democracia sin adjetivos. El
momento histórico era clave:

 Relevo ideológico y generacional en la élite gobernante: técnicos por


políticos.
 Reversión del viejo modelo estatista de la Revolución Mexicana que
había culminado el primero de septiembre de 1982 con la
expropiación de la banca privada, rompiendo el equilibrio de la
economía mixta. El gobierno de De la Madrid privatizó el 34% de las
acciones de los bancos a favor de particulares.
 Discurso contra la corrupción bajo el argumento de la “renovación
moral de la sociedad”.
 Liberación de los controles autoritarios priístas-gubernamentales
para elecciones municipales en la zona norte de la república.
 Y redefinición del papel del Estado como una instancia con
autonomía relativa de las clases y las fuerzas sociales en pugna.

El modelo político de Miguel de la Madrid era de un PRI no absolutista. Por


tanto, existía, pues, el momento para apretar el botón del debate por la
democracia. El texto de Krauze tenía un referente no nuevo, pero tampoco
vinculatorio en el pasado: la transición de España a la democracia en 1976-1978,
con su tránsito de la dictadura de Franco a la democracia electoral. La respuesta
de las élites políticas fueron diversas: el gobierno (Manuel Camacho, politólogo en
funciones de gobierno) dijo que no cedería el poder, la izquierda (Pablo Gómez,
del PCM; Manuel Aguilar Mora, trotskista; y Eduardo Valle, del PMT; Rolando
Cordera, en tránsito del socialismo a la socialdemocracia) con el objetivo socialista
en su último aliento.
La transición española, instrumentada a la muerte de Franco el 20 de
noviembre de 1975, ha sido reducida a las elecciones libres con un sistema plural
de partidos, incluyendo el sorprendente registro del Partido Comunista de España,
28

con su líder Santiago Carrillo, y los dos activos republicanos en la guerra civil
1926-1939, sólo que ahora reconociendo el modelo de monarquía parlamentaria.
Sin embargo, la clave de la transición española se localizó en los Pactos de la
Moncloa, un acuerdo obrero-patronal y social para la reformulación del modelo de
desarrollo frenando primero la inflación y luego reformas judiciales acordes con las
participaciones democráticas.
El debate mexicano sobre la democracia había comenzado en 1968 con las
banderas aún confusas del movimiento estudiantil, se potenció después de
Tlatelolco 2 de octubre, disminuyó con la apertura democrática del presidente
Echeverría y el efecto simbólico de intelectuales progresistas a su lado, revivió con
la reforma política de López Portillo que legalizó al Partido Comunista Mexicano y
lo llevó al congreso y llegó a su punto culminante con la expropiación de la banca
como una forma de fortalecer la rectoría económica del Estado. Sin embargo, la
democracia seguía siendo una bandera y no una agenda.
La declinación del autoritarismo generalizado --quedó el selectivo, como
quedó claro en el texto de respuesta de Camacho a Krauze-- abrió expectativas al
interior del sistema y régimen: en 1987 Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano introdujo
el debate en la XII asamblea nacional del PRI para preparar la designación del
candidato presidencial de De la Madrid para el sexenio 1988-1994. Sin ningún
espacio de democratización dentro del sistema/régimen, Cárdenas llevó el tema a
la sociedad en las elecciones presidenciales de 1988 presentándose como
candidato independiente arropado por varios partidos y corrientes en el Frente
Democrático Nacional. El saldo electoral oficial --sin pruebas contundentes-- dejó
al candidato oficial Carlos Salinas de Gortari con 50.-3% de los votos --no llegó al
51% de mayoría absoluta y desde entonces ningún candidato del PRI o del PAN lo
logró-- y a Cárdenas le reconocieron 31.1% de sufragios.
Luego de la fundación del PRD en 1989 y del colapso político y de
estabilidad de mayo de 1993-28 de febrero de 1995 (del asesinato del cardenal
católico Juan Jesús Posadas Ocampo al arresto de Raúl Salinas de Gortari
acusado del asesinato del político Juan Francisco Ruiz Massieu), el debate sobre
la democracia pasó a segundo término por algunos avances en elecciones a favor
29

de la oposición. La guerrilla zapatista no fue reprimida y se potenció, por la


habilidad de Camacho Solís, como parte de la agenda de la estabilidad sin
represión. En 1989 se liquidó la república priísta con victorias opositoras en
gobiernos estatales. El presidente Zedillo disminuyó su apoyo al PRI, aunque
mantuvo su control estricto. Las XIV asamblea introdujo candados a los estatutos
exigiendo que el candidato presidencial tuviera por fuerza un cargo de elección
popular y Zedillo se quedó sin candidatos propios (eran José Angel Gurría Treviño
y Guillermo Ortiz Martínez, dos economistas de pensamiento y acción
neoliberales); echó mano a Francisco Labastida Ochoa, ex gobernador de Sinaloa,
economista, político oscuro, sin grupo de poder.
Las elecciones presidenciales del 2000 volvieron a revivir el tema de la
transición a la democracia. En una reunión privada en 1975 el comunista español
Santiago Carrillo sugirió al dirigente priísta Jesús Reyes Heroles que México
debería seguir el camino de la transición española entonces como demanda. El
priísta le dijo que las condiciones eran diferentes porque México no era una
dictadura franquista. La repuesta era exacta; sin embargo, el modelo autoritario
político mexicano pudiera parecer un franquismo light, sin asesinatos pero sin
democracia. De 1975 al 2000, el PRI fue distensionando el autoritarismo al permitir
victorias de la oposición a nivel regional. En 1997 el PRI había perdido la mayoría
absoluta en la Cámara y nunca más la recuperaría.
Fox se apoderó de la bandera de la transición a la democracia y Cárdenas
la quiso ondear muy tarde y no con convicciones fuertes. En ambos, el enfoque se
resumía sólo en el respeto al voto. Sin embargo, la pieza fundamental de la
transición española fue el nuevo modelo de desarrollo pactado entre empresarios
y obreros --sobre el lomo de una inflación anual de 25%--; sin la estabilización
macro a partir de congelación salarial, baja de utilidades y reorganización fiscal, la
democracia no hubiera servido de gran cosa. El PAN ganó la presidencia en el
2000, pero mantuvo el rumbo económico estabilizador del neoliberalismo y co-
gobernó con el PRI. En el mitin de victoria electoral la noche del primero de julio
del 2000, una voz le dijo a Fox, fuerte y claro: ¡no nos falles!
30

La presidencia de Fox sí le falló al compromiso de la alternancia. Y ahí


estuvo el problema: los tres caminos de México en el 2000 fueron el de la
alternancia, la alternativa o el relevo en las élites. El primero fue la entrada de
panistas a niveles de ejecutivo federal, pero en los hechos se trató de un relevo de
élites. La parte fundamental era la alternativa de modelo de desarrollo/política
económica/bienestar social; y como reformas globales, las de sistema
político/régimen de gobierno/Estado constitucional. Las reformas
democratizadoras y de modelo de desarrollo en España se ataron con una nueva
Constitución que recogía el nuevo equilibrio social y político.
La derrota presidencial del PRI representaba un desafío de reorganización
de los poderes político, económico y social. Frente al desafío de un modelo
económico basado en la estabilidad macroeconómica per se, Fox reafirmó la
misma vía de crecimiento controlado con creciente costo social con la designación
de Francisco Gil Díaz como secretario de Hacienda; Gil era considerado desde
1977 el jefe de los Chicago boys mexicanos o economistas forjados en la doctrina
monetarista de Milton Friedman, profesor de Gil y éste en algún momento su
adjunto en la Universidad de Chicago. Friedman fue el ideólogo del monetarismo
como variante monetaria del neoliberalismo de mercado salvaje. Atado al Tratado
de Comercio Libre que determinó la apertura comercial indiscriminada, Fox diseñó
el primer gobierno priísta del PAN, apoyándose en acuerdos con el PRI en el
Congreso.
Fox no supo administrar el poder presidencial. Como todos los gobiernos
priístas, el panista de Fox quiso emular al PRI y gobernar para utilizar en el PAN
presidencial el esquema de la sucesión presidencial tipo priísta: el presidente en
turno opera el poder desde el principio para designar al candidato presidencial de
su partido y llevarlo a la victoria; sólo que el PAN no era el PRI y Fox no pudo
imponer na su valido Santiago Creel Miranda porque Felipe Calderón Hinojosa
ganó la elección interna en el PAN; a regañadientes y ante la posibilidad de que
en el 2006 ganara la presidencia Andrés Manuel López Obrador, Fox operó el
aparato presidencial de poder para ayudar a Calderón a ganar la presidencia
apenas con 0.58% más de votos, 243 mil 934 sufragios.
31

El gobierno de Calderón reprodujo el modelo foxista-priísta: el primer


secretario de Hacienda, para que no quedara ninguna duda de los enfoques, fue
Agustín Carstens Carstens, que venía directamente de la subgerencia general
--rango segundo-- del Fondo Monetario Internacional, el organismo guardián de la
política económica monetarista estabilizadora. En diciembre de 2009 renunció
Carstens, pero para preparar su arribo en enero de 2010 a la gubernatura del
Banco de México, desde donde apadrinó y supervisó la actividad de su reemplazo
en Hacienda, el actuario Ernesto Cordero Arroyo, a quien Calderón estaba
proyectando como su candidato presidencial panista para el sexenio 2012-2018.
Pero Calderón tampoco pudo imponer candidato y Josefina Vázquez Mota le ganó
la votación interna en el PAN. En la elección, Calderón prefirió al priísta Enrique
Peña Nieto en lugar de la candidata panista.
El PAN en la presidencia se agotó en un relevo de élite, porque también
Calderón tuvo que pactar con el PAN las reformas superficiales al modelo
económico monetarista. Un dato ilustra la visión corta del PAN en la presidencia: a
Calderón le tocó la celebración oficial del bicentenario de la Independencia y el
Centenario de la Revolución y como pieza presidencial del partido histórico de
oposición --nació en 1939 a raíz de la radicalización cardenista-- careció de una
reformulación de la historia nacional para fijar nuevas interpretaciones históricas.
El pensamiento histórico del siglo XX lo diseñó el PRI para construir una ideología
única; a ese modelo le llamó José Revueltas, desde el enfoque marxista, “un
Estado ideológico total y totalizador” que era el edificio del poder priísta.
Calderón no supo aprovechar esas celebraciones para reinterpretar la
historia y quitarle al PRI su justificación histórica y su máxima aportación a las
celebraciones fue la construcción --en un caso de corrupción escandalosa que el
gobierno priísta de Peña Nieto no quiso investigar-- de una “estela de luz”: una
pequeña torre con luces ascendentes y descendentes, que fue cotizada en 500
millones de pesos y al final costó casi 2 mil millones, de apenas 104 metros de
altura en medio de edificios en la punta de Reforma y Chapultepec de 225 metros.
Los libros de historia con patrocinio oficial no se atrevieron a reescribir las gestas
de lucha de los mexicanos fuera de la ideología priísta.
32

La victoria de Peña Nieto en julio del 2012 como candidato presidencial


priísta sólo confirmó que los dos sexenios panistas habían sido, en los hechos,
priístas.

El fracaso del PRI 1929-2018.


La victoria presidencial de Andrés Manuel López Obrador como candidato
del partido Morena (Movimiento de Regeneración Nacional) es un regreso del viejo
PRI 1929-1992. El PRI nació en 1929, escribió Daniel Cosío Villegas en 1972,
para “contener el desgajamiento del grupo revolucionario, instaurar un sistema
civilizado de dirimir las luchas por el poder y dar alcance nacional a la acción
político-administrativa para lograr las metas de la Revolución mexicana”. La
primera prueba fue el exilio de Plutarco Elías Calles ordenado por el presidente
Cárdenas, la segunda prueba la privilegió el PRI hasta 1987 en que Salinas le dio
un portazo a las expectativas de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano de que el PRI
abriera la votación interna para la candidatura presidencial y la tercera prueba
llegó a su fin el 4 de marzo de 1992 en que Salinas de Gortari fue al PRI a decir
que el concepto de Revolución Mexicana desaparecería del PRI y en su lugar
quedaría el concepto de “liberalismo social”, una especie de neoliberalismo con
solidarismo con los pobres.
El PRI fue el partido-sistema, en el modelo de David Easton: una caja negra
dentro de la cual una fuerza superior asignaba de manera autoritaria los beneficios
y valores10. El general Plutarco Elías Calles inventó dos de los instrumentos de
poder: el presidencialismo cuando logró que los generales le dieran su apoyo en la
designación del presidente interino en 1929 y del constitucional al en 1930 y el
partido como el espacio para el reparto ordenado del poder. El general Cárdenas
potenció la relación presidente de la república-partido cuando reformó el PNR con
cuatro sectores corporativos como representantes de las clases sociales
respectivas --obreros, campesinos, clases medias profesionales y militares-- y
centralizó el reparto de beneficios.

10
Easton
33

Este modelo funcionó de 1936 con el exilio forzado de Calles por Cárdenas
sin que hubiera alzamientos o una nueva guerra civil a 1992 cuando Salinas de
Gortari reformó al partido para convertirlo en el Partido Solidaridad con un Estado
sin representación social, borrando la Revolución Mexicana de la ideología de
amarre consensual y depurando a priístas de viejo cuño para convertir al PRI en el
Partido del Neoliberalismo del Tratado de Comercio Libre con los EE. UU. y
Canadá.
Hacia el 2000, el PRI ya no era más el partido analizado por Cosío Villegas
en 1972: priístas se salieron del partido y se fueron al PAN, al PRD y a otros
partidos, Salinas de Gortari amarró el péndulo ideológico en el lado conservador
de 1988 hasta el 2000 y la Revolución Mexicana desapareció del discurso oficial
que cohesionaba por la ideología. En 1987 se salió Cárdenas del PRI con todo y el
peso de su apellido, en 1989 fundó el Partido de la Revolución Democrática
fusionando a expriístas, radicales y comunistas, en 1993 Salinas firmó el TCL con
los EE. UU. para formalizar el neoliberalismo sin preocupación social como el
único camino, en 1994 el EZLN estalló un alzamiento revolucionario tipo castrista y
decidió correrse al centro cuando logró un impresionante apoyo social de los
sectores progresistas huérfanos de una motivación, en 1995 el gobierno priísta de
Zedillo estalló una severísima crisis social con el alza criminal de las tasas de
interés bancarias arriba de 100% y con ello provocó la pérdida de bienes muebles
e inmuebles de millones de mexicanos, en 1997 el PRI fue castigado con una
votación de 38% que le hizo perder la mayoría absoluta en el Congreso y en el
2000 se cerró el círculo con la victoria presidencial del PAN.
El PNR-PRM-PRI de Calles-Cárdenas-Alemán pasó de ser un partido social
a un partido sin compromiso de clase, como lo describió Salinas de Gortari en
1985, colocándolo por encima de los conflictos entre las clases. De la reforma
constitucional de De la Madrid en diciembre de 1982 para fijar la rectoría del
Estado no como diseñadora del modelo de desarrollo sino como función
administrativista de tareas por encima de los compromisos con las clases
propietarias y las no propietarias, poniendo al Estado por encima de las clases y a
la burocracia como élite dominante ya sin el apoyo de las masas. Cárdenas había
34

tenido el genio político para construir sectores corporativos populares en el


enfoque de la lucha de clases --el proletariado--, pero desactivó su potencial
revolucionario por sí mismo al organizar a los proletarios como masa y no como
clases; la dirección política del gobierno dominaba el proletariado sin que un líder
proletario definiera el gobierno; es decir, armó un modelo tipo soviético, sin
exclusión de clases y con una burocracia administrativa. Lo que hizo Salinas con
el PRI del liberalismo social fue repetir el modelo Cárdenas, sólo que con
neoliberalismo y no con Revolución Mexicana.
El asalto al PRI comenzó en 1979 cuando el presidente López Portillo
designó en mayo a Miguel de la Madrid Hurtado, entonces subsecretario de
Ingresos de Hacienda, como secretario de Programación y Presupuesto
encargado de la redacción de un plan de desarrollo. El politólogo gramsciano
Manuel Camacho Solís se hizo cargo del discurso político del Plan Global de
Desarrollo 1980-1982, el economista francés Joseph-Marie Córdova Montoya --un
ex militante del ala derecha del Partido Socialista Francés de François Mitterrand--
aplicó el modelo neoliberal y el economista maoísta-harvardiano Carlos Salinas de
Gortari como director general de Política Económica y Social fue el jefe de grupo.
El PGD dio por terminado el ciclo económico del modelo de desarrollo social de la
Revolución Mexicana y fijó el papel de Estado en función de sus posibilidades de
equilibrio macroeconómico y no de sus compromisos con el bienestar social.
De 1979 a 1993 el grupo salinista mantuvo el control de la política
económica y de sus objetivos estabilizadores macroeconómicos, sacrificando el
viejo papel social del Estado. De 1934 a 1982 --del comienzo del gobierno de
Cárdenas al final del gobierno de López Portillo-- el enfoque populista del
desarrollo logró un crecimiento económico promedio anual de 6%. En cambio, en
el arranque del periodo neoliberal 1983-1993 la tasa promedio anual del PIB fue
de 1.8%, menos de un tercio. A lo largo de la segunda etapa fijada ya por el TCL
1994-2018 apenas subió a un promedio anual de 2.5%. La prioridad en el periodo
populista 1934-1982 fue el bienestar de la gente a través del crecimiento
económico, en tanto que el enfoque central de la política económica en el ciclo
neoliberal 1983-2018 fue la estabilidad macroeconómica a través de tres
35

instrumentos: baja del PIB para enfriar la economía, el control salarial para
manejar la inflación por el lado de la demanda y la reorganización del gasto social
para dejarlo como gasto asistencialista sin modificar la estructura de la pobreza y
la desigualdad.
En una observación desde lejos se puede decir que la disminución electoral
del PRI en cada elección desde 1982 fue producida por la doble pérdida de
lealtad: de la sociedad hacia el PRI porque ya no garantizaba bienestar social y
del PRI hacia la sociedad porque regateaba sus votos. La votación del PRI de
1982 al 2015 pasó de 70% en promedio a 30%. En cambio, los votos priístas
perdidos se fueron primero al PAN en el 2000 y el 2006, luego al PRD y ahora a
Morrena. Den promedio, las encuestas le dieron a Morena 37% contra 19% al PRI
en tercer lugar. En términos generales, el PRI apenas lograba en tendencia de
votos una quinta parte y la oposición al PRI sumó 80% de votos. El factor de
realineación de los votos a favor del PRD y de Morena fue el vasto programa de
gasto asistencialista a marginados sociales. Según cifras de Consejo Nacional de
Evaluación de Políticas de Desarrollo, el 78% de los mexicanos tiene entre una y
cinco carencias sociales y apenas el 22% vice sin problemas de carencias
sociales. Las cifras de tendencias electorales son compatibles con la situación de
bienestar/marginación: 80/20. Ahí está la clave de las encuestas de las elecciones
presidenciales del 2018.
El cambio de enfoque fue muy visible: de 1934 a 1982 fijaron políticas
sociales de bienestar; de 1983 a 2018, sólo programas asistencialistas a los más
pobres. En el fondo, el Estado neoliberal no daba recursos suficientes para definir
políticas sociales por la razón de la estabilidad macroeconómica: los economistas
salinistas reconocieron que el gasto social del Estado era el motor de la inflación,
lo mismo en salarios que educación-salud-alimentación. Las políticas de Estado
fueron sustituidas por programas dirigidos. Del bienestar social se pasó al control
social de las protestas con gastos a favor de los más pobres y más marginados. El
populismo operaba en inversión social que generaba demanda social e impulsaba
la oferta de bienes y servicios; el neoliberalismo recortó los gastos bajo la premisa
de que el gasto social era improductivo.
36

La relación marginación-voto determinó la base electoral de López Obrador


porque supo capitalizar el desdén neoliberal de los candidatos del PRI de 1988 al
2018: treinta años y cinco presidentes de la república del PRI y del PAN y de
nuevo el PRI construyeron un desencanto social respecto a las posibilidades del
bienestar; si no iba a ser el Estado, la élite neoliberal no supo construir
detonadores de crecimiento económico que impulsaran el excedente salarial para
conseguir bienestar. En cambio, Cárdenas y el PRD y López Obrador y el PRD y
Morena articularon un discurso político sencillo: el bienestar llegaría con un
gobierno para los pobres y programas sociales para el bienestar. López Obrador
inventó la pensión a la tercera edad, pero el PRI no supo qué ofrecerle --empleo
productivo circunstancial-- a los adultos mayores.
Zedillo ofreció bienestar para la familia y le endilgó a los mexicanos un alza
criminal de tasas de interés bancarias que llevó a millones de mexicanos a perder
propiedades muebles e inmuebles. Fox ofreció la transición a la democracia y
mantuvo la prioridad neoliberal. Calderón prometió ser el presidente del empleo y
no cumplió su compromiso. Peña Nieto tuvo un discurso de reformas para el
bienestar y las reformas sólo aumentaron precios de precios relativos que llevaron
a mantener controles salariales.
El neoliberalismo 1979-2018 fue el fertilizante del populismo.

AMLO, un producto del sistema priísta.


Lo que muchos consideran una falta de evolución política e intelectual en
López Obrador --el mismo discurso social repetitivo, con los mismos argumentos,
a lo largo de treinta años-- ha sido el principal activo de López Obrador: defender a
los pobres, acercarse a ellos y representarlos cuando menos en el discurso. Como
líder social, López Obrador se forjó en el PRI, fue dirigente estatal, viajó a la Cuba
socialista y se trajo ejemplos, siempre asumió un liderazgo personal. El politólogo
Enrique González Pedrero lo cobijó, pero López Obrador se movía con autonomía
personal y no de grupo; pero en todas sus posiciones de su afiliación al PRFI en
1970 a la edad de 17 años hasta su salida del PRI en 1988, López Obrador
mantuvo enfoques sin variaciones, unidireccionales, personales.
37

4.- PRI: Partido-sistema


1.- Introducción.
Con el método clásico de la filosofía, el tema del PRI se puede abordar a
partir de preguntas:
 ¿Por qué el PRI logró asimilar la tercera reforma ideológica en 1991-
1993 cuando el presidente Salinas de Gortari y jefe máximo del
partido excluyó el concepto histórico de “Revolución Mexicana” para
meter en su lugar el vacío concepto de “liberalismo social” y de paso
ablandó los artículos que definieron al PRI como el partido de la
Revolución Mexicana 3 (educación), 28 (Estado), 27 (ejido) y 130
(iglesia católica) …, y aun así siguió ganando elecciones?
 ¿Por qué el PRI no se diluyó en el 2000 cuando perdió las elecciones
presidenciales y tuvo que entregar el poder en paz y no se lo
quitaron a balazos, como había maldecido el vetusto líder sindical
Fidel Velázquez?
 ¿Por qué el PRI ganó las elecciones presidenciales en el 2012 si el
PAN había cometido muchos menos errores que el PRI en setenta y
un años?
 ¿Fue cierta la apreciación de Fidel Velázquez de que el PRI no era
inmortal sino inmorible?
 ¿Es cierta la apreciación política de que el PRI no es un partido sino
una cultura política y una tradición cultural y que al final se ha
derivado en un modo de vida?
 ¿Qué es el PRI?: partido clásico, coalición de intereses, buró político,
alianza de clases, organización corporativa, estructura fascista,
Sociedad Anónima, consejo de administración, mafia, una
organización a partir del excepcionalísimo.
38

La ciencia política mexicana no ha sabido cómo abordar el tema del PRI.


Cuando menos existen tres problemas que no se han explicado sobre el PRI: su
origen, su funcionamiento y su estructura. ¿Es el PRI un partido dentro del sistema
o el sistema político es el partido? Por ejemplo, se ha asentado el método de
analizar al PRI como parte del sistema político y casi como instrumento de poder
del presidencialismo. Por ello existe la leyenda urbana de que el PRI es
indefinible, fuera de las categorías de la ciencia política. En 1968, el priísta y
analista Mario Ezcurdia hizo un experimento interesante: utilizó el instrumental
teórico de Duverger para analizar al PRI y concluyó que el PRI no era un partido
político clásico11 pero líneas adelante hizo pasar al PRI por el modelo de partidos
de Duverger para concluir que el PRI sí se puede ajustar a la teoría de los
partidos12. En 1968, el político Manuel Moreno Sánchez, del grupo de Adolfo
López Mateos pero expulsado del paraíso priísta por Gustavo Díaz Ordaz, publicó
varios artículos en el periódico Excelsior para hacer el primer análisis del PRI
como partido del Estado13, lo que ya se sabía pero no se podía explicar
metodológicamente. En su edición del miércoles 4 de julio de 2012, el semanario
Los Pinos 2012 tituló a lo largo y ancho de su portada, en ese juego del cuento de
Monterroso, un intento de resumir el regreso del PRI a la presidencia de la
república luego de doce años en la oposición: “cuando el dinosaurio despertó, aún
estábamos aquí”.
La existencia del PRI, en realidad, no es difícil de explicar científicamente.

2.- Enfoque sistémico.


La tesis central de este ensayo es simple de exponer:

El PRI no es una institución extraterrestre: nació de las entrañas del


sistema político revolucionario como estructura de ejercicio de poder de ese

11
Ezcurdia, Mario (1968), Análisis teórico del Partido Revolucionario Institucional, Costa
Amic- Editores, México, pág. 27.
12
Op. Cit., pág. 32.
13
Moreno Sánchez, Manuel (1970), Crisis política de México, Editorial Extemporáneos,
pág. 139.
39

grupo y por tanto el PRI va a morir --metafóricamente hablando- cuando el


sistema político revolucionario-priísta ya no exista.

Hay dos ejemplos como punto de comparación:


 La transición política de España se dio cuando se dio por
terminado el sistema político franquista y con ello se disolvió el
Movimiento, la falange política y sindical de Franco. Por cierto, el
responsable de esa operación política fue Adolfo Suárez, quien pasó de
secretario general del Movimiento a la presidencia del gobierno para
operar la transición democrática14.
 En 1991, el golpe de Estado contra Mijail Gorbachov llevó a
éste a tomar la decisión de disolver el Partido Comunista de la Unión
Soviética y ahí se derrumbó el sistema político comunista soviético; la
URSS se desarticuló en Estados independientes y Gorbachov se quedó
sin nación y tuvo que renunciar15.
Los puntos de comparación entre ambas experiencias radican en que en
España hubo --siguiendo a Morlino16-- una instauración democrática después de la
elección democrática de junio de 1977, en tanto que en la URSS Gorbachov no
pudo dar el paso siguiente a la transición: la construcción democrática. Lo dijo el
propio Gorbachov:

No logramos la sincronización necesaria entre la destrucción de las


viejas formas de vida y el nacimiento de las nuevas 17.

O:

14
Transición española.
15
Gorbachov, Mijail (1992), El golpe de agosto. La verdad y sus consecuencias, editorial
Diana, pág. 155.
16
Morlino, Leonardo (1985), Cómo cambian los regímenes políticos. Instrumentos de
análisis, Centro de Estudios Constitucionales, España, y (2005) Democracias y democratizaciones,
Centro de Estudios de Política Comparada, México.
17
Gorbachov, Mijail (1993), Memorias. Los años decisivos 1985/1992, Editorial Planeta,
pág. 15.
40

El antiguo sistema se derrumbó antes de que lograra comenzar a


funcionar el nuevo18.

En México, la alternancia partidista en la presidencia se agotó en la


democracia electoral pero no en la reconfiguración del sistema político
revolucionario-priísta; peor aún, el PAN en la presidencia decidió, durante dos
sexenios, no sólo mantener la vieja estructura político-social del PRI sino pactar
con el PRI, por lo que el resultado fue el obvio: el PRI se fortaleció como
estructura de poder en la sobrevivencia del Estado priísta y las elecciones del
2012 fueron mero trámite para reconquistar el poder.
Por cierto, la sobrevivencia del PRI durante los dos sexenios de
presidencias panistas demostró la tesis de que el eje central del sistema político
priísta no era el presidente de la república o el presidencialismo sino el Partido
Revolucionario Institucional.
La teoría política mexicana ha considerado al PRI como una pieza del
sistema político y el presidencialismo como su instancia fundamental. Sin
embargo, el desensamblamiento del sistema político de México podría ofrecer una
mejor explicación con las piezas por separado. El presidente de la república es, en
efecto, como dicen las explicaciones teóricas mexicanas, sobre todo las
provenientes de la ciencia jurídica y por tanto desde los enfoques
constitucionalistas19, la pieza clave porque constituye la institución que concentra
la instancia de toma de decisiones y por lo tanto en su poder confluyen las demás
piezas.
Pero se trataría de una explicación procedimental, de ejercicio del poder y
de toma de decisiones, no a partir de una estructura sistémica de poder. Desde un
enfoque funcionalista, el PRI como el partido del Estado y del gobierno aparece
como el espacio en el que se cruzan las seis variables que forman parte del
mecanismo de relojería que se conoce como sistema político y que le daría el
apellido final: sistema político priísta, porque, como se vio en los doce años de

18
Op. Cit., pág. 283
19
Carpizo, Jorge (1980), “Notas sobre el presidencialismo mexicano, en Estudios
Constitucionales, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México.
41

gobierno panista en la presidencia de la república, el PRI sin el cargo de la


presidencia de la república permitió el funcionamiento sistémico.
El sistema político de México comenzó a estudiarse como tal en los
espacios académicos a partir de 1970 con el ensayo Posdata20 de Octavio Paz y
luego Cosío Villegas en 197221, aunque en el extranjero hubo intentos, un poco
antes, para un acercamiento metodológico y científico al PARI y al sistema político
mexicano priísta22. El enfoque de Paz fue crítico desde el análisis liberal y sobre
todo a partir de la crítica del poeta a los sistemas comunistas con partido único y
ausencia de libertad para la crítica23; el de Cosío fue más bien procedimental,
funcionalista e histórico, aunque Manuel Camacho Solís lo redujo a un “ejercicio
de periodismo ilustrado”24. Paz enfatizó su crítica al papel del partido como
obstáculo para la democracia y Cosío exaltó el funcionamiento del sistema como
maquinaria política de poder vinculada a la Revolución Mexicana 25.
Aquí proponemos un modelo de sistema político mexicano. En primer lugar,
se trata del sistema político priísta, mexicano, ciertamente, pero lo que le da
sentido es su funcionamiento como aparato de poder; si se tratara sólo del
presidente de la república, sería dictadura institucional unipersonal; pero al
tratarse de una maquinaria política definida por Garner 26, en consecuencia se
20
Paz, Octavio (1970), Posdata, Siglo XXI Editores, México,.
21
Cosío Villegas, Daniel (1972), El sistema político mexicano. Las posibilidades de cambio,
Cuadernos de Joaquín Mortiz, México.
22
La lista es amplia y debe abrirse más: Padgett, L. Vincent (1966), The mexican political
system, Houghton Mifflin Boston, USA; WEzcurdia, Mario (1968), Análisis teórico del Partido
Revolucionario Institucional, B. Costa-Amic Editor, México; Furtak, Robert (1969), El Partido de la
Revolución y la estabilidad política en México (1969), Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM,
México; Meister, Albert (1971), El sistema mexicano, editorial Extemporáneos, México; Reyna,
José Luis (1974), Control político, estabilidad y desarrollo en México, Centro de Estudios
Sociológicos de El Colegio de México, México; Camacho Solís, Manuel (1974), El poder: Estado o
“feudos” políticos, revista Foro Internacional XIV, enero-marzo, El Colegio de México, México;
Camacho Solís, Manuel (1977), Los nudos históricos del sistema político mexicano, Revista Foro
Internacional XVII, abril-junio, El Colegio de México, México; Pellicer de Brody, Olga, y Reyna, José
Luis (1978), El afianzamiento de la estabilidad política, Historia de la Revolución Mexicana 1952-
1960 No. 22, El Colegio de México, México; Revueltas, José (1983), México: una democracia
bárbara, Obras Completas No. 16, Editgorial ERA, México; Meyer, Lorenzo, y Reyna, José Luis
(1989), Los sistemas políticos en América Latina, Siglo XXI Editores y Universidad de las Naciones
Unidas, México; Rodríguez, Jaime O., edited (1993) The evolution of the mexicano political system,
SR Books, USA
23
Paz, Op. Cit, págs. 47-57.
24
Camacho Solís (1977), pág. 590.
25
Cosío, Op. Cit, pág. 35.
26
Perry, Laurens B. (1996), Juárez y Díaz. Continuidad y ruptura en la política mexicana,
Editorial Ediciones Era, México.
42

percibe al partido como un mecanismo de engranes que hace funcionar el sistema


político a través de tres funciones casi orgánicas:

 Sistema nervioso: ejercicio de la soberanía: la estructura de


seguridad.
 Sistema sanguíneo: la fuente de la vida: el presupuesto público.
 Sistema óseo: la unidad estructural de la república: el sistema
político.

El sistema político está conformado por seis variables; tres de ellas son
estructurales --presidente de la república, Estado, Constitución-- y las otras tres
funcionales --cultura política, sectores invisibles vía acuerdos y entendimientos y
avales y el ejercicio del presupuesto público--; y las seis engloban al PRI como el
aparato de poder. Por eso el PAN ganó la presidencia de la república pero no
pudo instaurar la democracia porque el PRI siguió controlando los aparatos de
poder.
La figuración del juego mexicano de las damas chinas ayudaría a plasmar
en imagen el sistema político priísta: las seis instituciones avanzan sobre el centro
del tablero que es el PRI para ganar posiciones al otro lado de su posición original.
Y en el cruce del avance el sistema político opera con eficacia/ineficacia para
redistribuir áreas de poder y jerarquías políticas.
43

La clave para entender la capacidad de sobrevivencia y refortalecimiento


del PRI se localiza en lo que pudiéramos llamar la teoría del Estado de José
Revueltas, ensayista y novelista marxista del tercer tercio del siglo XX mexicano:
el Estado mexicano no es totalitario sino “total y totalizador” y el secreto de su
fuerza radica en el “control de la totalidad de las relaciones sociales” 27. En su
ensayo, Revueltas enfatizó el hecho de que, por ejemplo, las estructuras de
representación político-partidista de la Confederación Nacional Campesina eran al
mismo tiempo las estructuras de representación del Estado en la república den
materia agropecuaria28. El control de las relaciones sociales se hacía a partir del
PRI como el espacio de subordinación corporativa de las clases.

3.- PRI: 1946-2012.


El gobierno de Cárdenas radicalizó la Revolución Mexicana desde la
presidencia. Al arrancar su gobierno en 1934 reformó el artículo 3 de la

27
Revueltas, José (1983), México, una democracia bárbara, editorial Era, págs. 18-19.
28
Revueltas, CNC.
44

Constitución para instaurar la educación socialista 29, rompiendo con el modelo de


proyecto revolucionario popular30 pero no socialista. Cárdenas buscó impedir la
victoria política de la jerarquía católica que se había negado, hasta entonces, a
reconocer el valor dominante de la Constitución y la había combatido con una
guerra civil religiosa31. Calles y el presidente interino Emilio Portes Gil habían
apaciguado a la iglesia sin demasiadas concesiones políticas y Cárdenas le puso
un dique de contención con la educación socialista para impedir “toda doctrina
religiosa” en la educación --el principio de la educación como un aparato
ideológico de dominación-- y “combatir el fanatismo”. Sin embargo,
paradójicamente, Cárdenas frenó las aspiraciones presidenciales del general
Francisco J. Mújica en 1940 para impedir una mayor radicalización de los grupos
revolucionarios y optó por el general Manuel Avila Camacho quien de hecho
estabilizó el entendimiento con la iglesia con su declaración de “soy creyente” 32. El
30 de diciembre de 1946 el presidente Alemán, quien como candidato presidencial
había impulsado en enero de 1946 la transformación del PRM cardenista en
Partido Revolucionario Institucional, reformó el artículo 3 y le quitó el concepto de
educación socialista33.
El PRI se convirtió en el aparato de ejercicio de poder de la élite
gobernante. Los presidentes utilizaron el partido para su beneficio, pero el PRI
quedó como permanente. El papel del PRI en la historia política debe atender a su
fundación: ciertamente el asesinato del candidato presidencial ganador general
Álvaro Obregón, pero con ciertos indicios poco explorados por los historiadores del
sistema. Entre ellos destacan dos:

29
http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/dof/CPEUM_ref_020_13dic34_ima.pdf.
30
Córdova, Arnaldo (1973), La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del
nuevo régimen, editorial Era, México, págs. 33-34.
31
Meyer, Jean (2010), La cristiada, dos tomos, Siglo XXI Editores, México.
32
Blancarte, Roberto (1992), Historia de la iglesia católica en México 1929-1982, Fondo de
Cultura Económica, México, pág. 74.
33
http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/dof/CPEUM_ref_041_30dic46_ima.pdf.
45

 La junta del presidente Elías Calles con los generales para buscar un
consenso en la elección de un presidente interino civil, a fin de no
desatar otra lucha violenta por el poder34;
 La fascinación que sintió Elías Calles por los soviets leninistas
creados en 1905 como poder obrero, la asamblea obrera,
campesina, militar que se convirtió en la estructura de poder de los
comunistas rusos y el sistema óseo de la unión de repúblicas para
conformar la URSS, como lo reveló el propio Elías Calles en 1926 al
recibir las cartas credenciales de la embajadora de la URSS: “el
soviet aparecía en el mundo como una novedad entre las
tradicionales formas de organización política de las naciones” 35.

El PRI --en sus tres versiones-- pasó por presidentes, reformas


organizativas, reformas ideológicas y crisis políticas y… sobrevivió. El partido y su
ideología se ajustaron a las temporadas políticas conservadoras y radicales y
operaron como contrapesos con el mecanismo del péndulo 36, oscilar hacia la
derecha ante la radicalización a la izquierda y a la izquierda para compensar
inclinaciones a la derecha. Al final, la ideología del partido fue oscilante pero
conservando cuando menos dos de las fórmulas indispensables para el apoyo
popular: una política social popular y el discurso de la Revolución Mexicana.
La ideología priísta se movió en periodizaciones ajustadas a la lucha en las élites:

 Elías Calles aprovechó el asesinato de Obregón para decretar el fin


del caudillismo y anunciar la era de las instituciones, pero con
habilidad convirtió el cargo presidencial en una especie de
caudillismo institucional reforzado después por Cárdenas.
 En 1934 inició la radicalización cardenista: educación socialista,
reparto de tierras, confrontación con empresarios, apoyo a las
huelgas obreras y la expropiación petrolera.
34
Macías, Carlos, prólogo, selección y notas (1994), Plutarco Elías Calles. Pensamiento
político y social. Antología (1913-1936), Fondo de Cultura Económica, págs. 252-275.
35
Op. Cit., pág. 204.
36
Péndulo, Basáñez.
46

 En 1936 Cárdenas expulsó a Elías Calles del país por criticar la


política obrera del cardenismo y ahí nació la fuerza del
presidencialismo.
 En 1938, menos de un mes después de la expropiación petrolera,
Cárdenas transformó el PNR en Partido de la Revolución Mexicana,
creó los cuatro sectores corporativos --obrero, campesino, popular y
militar-- como organizaciones y no como clase37, lo que definió el
papel del PRM como aparato de control político del presidente de la
república.
 En 1946 el PRI osciló pendularmente del radicalismo al
conservadurismo para frenar la reforma agraria cardenista con la
creación del amparo agrario, la política económica estabilizadora y la
institucionalización del acceso al poder.
 En 1958-1968 el PRI avaló la política de represión obrera, campesina
y popular contra organizaciones disidentes.
 En 1970-1982 se instaló una política económica populista con el
aumento del gasto público sin ajustes en los ingresos, aumento de la
intervención del Estado en la economía y discurso internacional
progresista, pero con una severa crisis 1973-1977 y luego 1981-1982
que quebró la legitimidad del Estado priísta.
 En el ciclo 1981-1995 se consolidó el modelo económico neoliberal:
privatización de la economía pública, privatización de las empresas
del Estado, fijación del salario como mecanismo antiinflacionario,
reforma ideológica del PRI, exclusión del concepto de Revolución
Mexicana de los documentos del PRI y contrarreformas a los
art6ículos clave de la Revolución: el 3 de la educación, el 27 del
ejido, el 123 de la alianza histórica del Estado con los trabajadores y
el 130 para reconciliarse con la iglesia católica.

37
Córdova, Arnaldo (1974), La política de masas del cardenismo, editorial Era, México,
pág. 32.
47

 La reforma política 1995-1997 llevó a la pérdida de la mayoría


absoluta del PRI en el Congreso y a la pérdida del gobierno electo
del DF.
 2000-2012. El PAN ejerció en la presidencia de la república, aunque
sin modificar las estructuras de poder del PRI: el Estado priísta, la
constitución priísta y el sistema político priísta.

El PRI enfrentó una reconfiguración en función de los intereses del proyecto


político de la élite gobernante:

 Fase 1: 1910-1917: fijación de las reglas del poder.


 Fase 2: 1917-1929: construcción de las instituciones políticas
básicas: la Constitución de la élite gobernante, el partido y la
presidencia de la república.
 Fase 3: 1929-1946: caudillismo institucional.
 Fase 4: 1946-1994: burocratización de las élites, con las diferentes
crisis económicas y la oscilación entre populismo y neoliberalismo.
 Fase 5: 2000-2012: alternancia partidista en la presidencia, sin
reconstrucción del Estado, de la Constitución ni del sistema político.
El PAN duró poco porque ejerció la presidencia sin un partido propio
como su estructura de poder y dependiendo del colaboracionismo
interesado del PRI.
 Fase 6: 2012: regreso del PRI a la presidencia de la república, al
Estado y al sistema político.

4.- ¿Qué es el PRI?


De nueva cuenta la dialéctica filosófica:

 ¿Hubiera sido posible construir el presidencialismo mexicano sin el


PRI?
48

 ¿Fue realmente el PRI el espacio de la dictadura perfecta que


denunció en 1991 Mario Vargas Llosa38.
 ¿En qué medida ayudó/afectó al PRI la reforma política de 1977 que
legalizó el Partido Comunista y terminó con el periodo de un sistema
de partidos controlado por el PRI?
 ¿Los primeros setenta y un años en el poder fueron del mismo PRI o
de varios PRI?

El PRI resistió todo: la expulsión del país de su fundador, las rebeliones


obreras, campesinas, estudiantiles y populares del ciclo 1956-1968, la condena a
las represiones brutales de estudiantes, médicos y guerrilleros, las crisis
económicas y devaluaciones del peso, el registro del PCM y el ingreso de la
izquierda al debate parlamentario, la protesta popular ante los fraudes electorales
para mantenerse en el poder, el fin del discurso histórico de la Revolución
Mexicana, las reformas constitucionales que liquidaron los artículos
revolucionarios, las derrotas electorales y la pérdida de la presidencia de la
república.
En elecciones --tanto en el ciclo en el que el gobierno priísta controlaba las
elecciones como en las organizadas por el organismo electoral autónomo-- el PRI
pasó casi de una mayoría promedio de 90% a cifras abajo del 50% a partir de
1988 y el piso de 22% en las elecciones presidenciales del 2006. A ello se agrega
el otro dato significativo: el PRI recuperó la presidencia de la república con el
28.9% de los votos, con 14.5 millones de votos --sin su alianza con el Verde, sólo
como PRI-- y sin llegar a la cifra máxima de votos individuales de 17.2 millones en
la elección de Zedillo Ponce de León. Además, hay que contabilizar un dato
mayor: con Zedillo el PRI logró su máximo nivel de porcentaje de votos sobre el
total de la población (20%), contra apenas el 12.5% de Peña Nieto en la misma
relación. Y el menor número de votos para el PRI en el periodo 1970-2012 fue en
la elección presidencial del 2006, cuando el candidato Madrazo Pintado sólo pudo
acumular 9.3 millones, casi la mitad de los logrados en 1994, el año del colapso
38
Vargas Llosa, Mario (1992), La dictadura perfecta, diario El País de España, 1 de junio,
sección editorial.
49

político más grave que enfrentó el PRI: asesinato de su candidato presidencial,


alzamiento guerrillero, devaluación, secuestros y crímenes políticos.
Los datos electorales del PRI han sido los siguientes:

Año Candidato Presidencial Votos (millones) Porcentaje


1958 López Mateos 6.7 90.4
1964 Díaz Ordaz 8.3 88.1
1970 Echeverría Alvarez 11.9 84.8
1976 López Portillo 16.4 95.5
1982 De la Madrid Hurtado 16.7 70.9
1988 Salinas de Gortari 9.6 50.3
1994 Zedillo Ponce de León 17.2 48.6
2000 Labastida Ochoa 13.5 36.1
2006 Madrazo Pintado 9.3 22.2
2012 Peña Nieto 19.2 38.239
2018 José Antonio Meade 9.3 14.4
Kuribreña

Con el regreso a la presidencia de la república, el PRI habrá pasado por


prácticamente todas las adversidades y sigue en el poder, inclusive cuando
no tenía la presidencia siguió gobernando desde la mayoría de gobiernos
estatales, alcaldías y como primera fuerza partidista en las dos cámaras
federales. Así, el PRI ha sido una hegemonía dominante. En los dos
sexenios panistas, por ejemplo, los secretarios de Hacienda fueron del PRI:
Francisco Gil Díaz con Fox Quesada y Agustín Carstens con Calderón
Hinojosa; por tanto, cambió la sigla partidista en la presidencia de la
república pero permaneció la política económica priísta, cuando el PAN
había ganado votos en el 2000 y el 2006 justamente de electores
sacrificados por la política económica neoliberal del PRI.
De ahí el corte de caja: el PRI ha sido el proyecto político que habrá dominado la
estructura de poder de la república de 1920 con el caudillismo de Obregón
que fue el modelo político de Elías Calles al 2018 del fin de sexenio de
Peña Nieto, a casi dos años del centenario, aunque la clase política priísta
que comenzó con la Revolución Mexicana cumplió sus primeros cien años
39
El PRI logró 32% de votos y subió a 38% por 6 puntos aportados por su alianza con el
Partido Verde.
50

el pasado 2010. El Parido Comunista de la Unión Soviética nació en 1912 y


desapareció en 1991, durando setenta y nueve años en el poder.

5.- Salinastroika sin priisnot.


Las reformas del PRI llevaron a modificar su nombre para ajustarlo a las nuevas
realidades: los cientos de pequeños partidos dieron a luz al PNR en marzo
de 1929, Cárdenas definió su partido al llamarlo Partido de la Revolución
Mexicana y Ruiz Cortines-Alemán Valdés refundaron esos dos partidos en
el modelo oxímoron de Revolucionario Institucional o, en palabras de
Garrido, de la “revolución institucionalizada” 40.
A lo largo de ciclo 1946-2012, el PRI cambió muchas veces de camiseta, de
discurso y de objetivos y de alianzas. En este ciclo de 66 años o de dos
tercios de siglo, el PRI tuvo cuando menos tres periodos claros:

 Clásico 1946-1970: fidelidad a la Revolución Mexicana e intentos por


cumplir con los compromisos sociales, con sacrificios menores.
 Posclásico 1971-1982: periodo populista, intentos por regresar a los
principios fundadores de tipo social.
 Neoclásico 1983-2012: regreso a los orígenes de liberalismo social
precapitalista del siglo XIX como reformulación del proyecto político
del PRI, aunque en el fondo fue una fase típicamente neoliberal.

En realidad, el PRI ha tenido cuatro reformas, tres de las cuales son de


sobra conocidas: la de su fundación como reforma política del grupo obregonista-
eliascallista en el poder, la de la radicalización de la Revolución Mexicana y la de
la institucionalización. La cuarta reforma fue de fondo: ideológica, estructural,
constitucional, histórica y de élite gobernante; fue la reforma priísta diseñada por
Carlos Salinas de Gortari en 1979 con la redacción del plan Global de Desarrollo
1980-1982, profundizada en su sexenio 1988-1994, consolidada en el sexenio de
Zedillo Ponce de León 1994-200, mantenida por el PAN ante la ausencia de una
40
Garrido, Luis Javier (1982), El partido de la revolución institucionalizada. La formación
del nuevo Estado en México (1928-1945), Siglo XXI Editores, México, págs. 99-102.
51

opción social-solidaria y reciclada por el regreso del PRI para el sexenio 2012-
2018.
La reforma de Salinas de Gortari implicó el fin histórico del proyecto de la
Revolución Mexicana y el inicio del modelo de economía capitalista con menor
intensidad social. En lo ideológico, la reforma salinista del PRI quiso sustituir la
propuesta popular de la Revolución Mexicana por el liberalismo social del juarismo
del siglo XIX. Lo que analistas, críticos y seguidores priístas no analizaron a
profundidad fue el alcance del modelo de liberalismo social y se quedaron
intencionadamente con el mensaje de que se trataba del liberalismo de Juárez,
mejor conocido por su enfrentamiento contra los fueros eclesiásticos y las
invasiones extranjeras, es decir, el liberalismo social oficializado41 por la historia y
no el real: el de la instauración autoritaria de las bases del capitalismo del laissez
faire, laissez passer.
La reforma de Salinas de Gortari buscaba básicamente reactivar la
producción en función de un nuevo liberalismo de mercado. El PRI perdió
ideología, la Constitución reformó sus artículos que la relacionaban con la
Revolución Mexicana. La relación gobierno-sociedad abandonó las referencias
revolucionarias y disminuyó al convencionalismo de los beneficios de corto plazo;
sin recursos financieros, el Estado cambió su política de bienestar social por la de
beneficios inmediatos; peor aún, Salinas transformó la política social del Estado
basada en la recaudación de impuesto para financiar el gasto social al Programa
Nacional de Solidaridad donde las comunidades pagaban una doble tributación:
sus impuestos que debían de convertirse en obras públicas y aportación de su
trabajo en obras públicas financiadas en parte con impuestos y en parte con
trabajo forzoso.
Los cambios sustanciales de Salinas de Gortari ocurrieron en el discurso
histórico del PRI en el poder al pasar de la Revolución Mexicana al liberalismo
social, en el abandono de los compromisos corporativos al privatizar el ejido y
reactivar la hegemonía del mercado como factor de sobreexplotación laboral, en la
clase política gobernante porque llegaron los economistas educados en el
41
Reyes Heroles, Jesús (1988), El liberalismo mexicano, III.- La integración de las ideas,
Fondo de Cultura Económica, México, págs. 627
52

extranjero como proyecto neocolonizador42 y el fin histórico del Estado como la


institución estabilizadora del conflicto social. El elemento cohesionador del nuevo
proyecto de nación del PRI fue el tratado de comercio libre de México con los
Estados Unidos y Canadá, la apertura comercial y la subordinación de la
economía mexicana a los intereses de la estadunidense.

10.- Bibliografía.
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Huntington, Samuel (), Violencia política en las sociedades en cambio,
Editorial Paidós, México.

42
“México es un país extraordinariamente fácil de dominar, porque basta con controlar a un
solo hombre: el Presidente de la República. Tenemos que abandonar la idea de poner en la
Presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. La
solución necesita de más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes ambiciosos las puertas de
nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, según
nuestros valores y en el respeto del liderazgo de los Estados Unidos”. Carta de Richard Lansing,
secretario estadunidense de Estado, febrero de 1924.
http://memoriapoliticademexico.org/Textos/6Revolucion/1924CRL.html.
53

Macías, Carlos, prólogo, selección y notas (1994), Plutarco Elías Calles.


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5.- PRI: ¿leyenda urbana o hecho político?


54

El PRI no es inmortal sino inmorible.


Fidel Velázquez, líder de la CTM

I
Primero, tres lecturas nacionales sobre el PRI:
1.- En 1968, el militante priísta Mario Ezcurdia publicó un libro insólito por el
intento de analizar seriamente la existencia y funcionamiento del PRI 43, haciendo
pasar el PRI por la teoría de los partidos políticos, sobre todo la de Maurice
Duverger44; a pesar de la acumulación de datos que mostraban al PRI como un
partido político típico en lo general, Ezcurdia no pudo evitar la fascinación sobre el
funcionamiento del partido en el poder y lo calificó como un “fenómeno político
extraordinario”45.
2.- En 1970 el ex dirigente priísta Manuel Moreno Sánchez --jefe del
Senado durante el sexenio de López Mateos (1958-1964)-- recogió en un libro 46
sus artículos y ensayos publicados en Excelsior en julio de 1968 sobre el
funcionamiento interno del PRI y su papel en el sistema político y ahí definió la
categoría política de la “simbiosis partido-gobierno” o “paralelismo estructural” 47.
Marginado del partido y colocado entonces en el territorio de la crítica --luego
fundaría el partido Socialdemócrata--, Moreno Sánchez convocaba primero a
conocer al PRI para después plantear los cambios; la crítica como paso previo
para la reforma.
3.- En 1972, el entonces economista e historiador Daniel Cosío Villegas
publicó como libro48 algunas notas de una conferencia dictada ese mismo año en

43
Ezcurdia, Mario (1968), Análisis teórico del Partido Revolucionario Institucional, B. Costa-
Amic Editor, México.
44
Duverger, Maurice (1987), Los Partidos Políticos, Fondo de Cultura Económica, México,
edición de 1951.
45
Ezcurdia, op. Cit., pág. 164.
46
Moreno Sánchez, Manuel (1070), Crisis política de México, Editorial Extemporáneos,
México.
47
Op. Cit., pág. 139.
48
Cosío Villegas, Daniel (1972), El sistema político mexicano. Las posibilidades de cambio,
Cuadernos de Joaquín Mortiz, México.
55

la Universidad de Texas en Austin sobre el funcionamiento de la política en


México. El punto central de Cosío fue “el espectáculo sorprendente de siete
sucesiones presidenciales hechas pacíficamente” 49, de 1929 a 1970, aunque en su
ensayo a partir de la historia oficial --“ejercicio de periodismo ilustrado”, lo calificó
Manuel Camacho Solís50, y no un enfoque sistémico politológico-- fue elusivo en
cuando al estudio de las crisis políticas, crisis en las élites, crisis económicas y
crisis sociales en ese mismo periodo que hicieron tambalear el sistema y
condujeron a reformas que llevaron a la alternancia partidista en la presidencia de
la república en el 2000.
Ahora tres lecturas extranjeras sobre el PRI:
1.- En 1963, los politólogos Gabriel Almond y Sidney Verba publicaron una
encuesta y su correspondiente análisis sobre la cultura cívica en cinco naciones,
entre ellas México51. La cultura cívica fue el punto de partida para evaluar la
cultura política. A partir del modelo Easton de input-output, demandas-ofertas,
Almond y Verba encontraron que hacia comienzos de los años sesenta --luego,
por cierto, de las grandes rebeliones sindicales que enfrentaron la represión y el
encarcelamiento de líderes radicales-- la sociedad mexicana planteó una
significativa lealtad política, que los investigadores calificaron de “afecto al
sistema” por la eficacia de dos fenómenos: el de las demandas políticas
encarriladas al interior del cuerpo de gobierno --input-- y el administrativo en
programas sociales --output--52, con un especial reconocimiento de la población a
dos instituciones fuertes: el presidente de la república y la Revolución Mexicana 53
2.- En 1966, el politólogo estadunidense Padgett publicó la primera edición
de un ensayo que enfocó el aparto de poder en México como “sistema político” 54,
basado en el modelo de Easton. El estudio enfatizó tres características del PRI:

49
Op. Cit., pág. 20.
50
Camacho Solís, Manuel (1977), Los nudos históricos del sistema político mexicano,
revista Foro Internacional XVII, abril-junio de 1977, El Colegio de México, México, pág.590.
51
Almond, Gabriel, y Verba, Sidney, (1970), La cultura cívica. Estudio sobre la participación
política en cinco naciones, Fundación Fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada,
España.
52
Op. Cit., pág. 125.
53
Op. Cit., pág. 467.
54
Padgett, león Vincent (1974) The mexican political system, segunda edición de la primera
de 1966, editorial Houghton Mifflin Co., Boston, USA.
56

autoritario, dirigido por funcionarios y partido del gobierno y mecanismo de


transmisión de poder y beneficios. El estudio de Padgett fue el primero que abrió
en el extranjero el debate sobre el PRI y el sistema político en México 55.
3.- En 19769, el politólogo checoslovaco Robert K. Furtak publicó un
estudio sobre el PRI56 para significar su papel en la estabilidad política, aunque
reconociendo severas crisis que el estudio de Cosío decidió dejar a un lado: los
problemas de entendimiento político, entre ellos los que generaron violencia social
como los que “culminaron con el drama de Tlatelolco” 57. Furtak señaló que la
función esencial del PRI era la de conservar, vía mecanismo y espacios internos,
la estabilidad política del país.
El PRI ha sido el común denominador político en México a partir de 1929
cuando se fundó como Partido Nacional Revolucionario. Pero a pesar de su
presencia dominante, ha sido también la institución menos analizada como
categoría política por las ciencias sociales. Algunas investigaciones lo han
abordado históricamente, otros como parte del sistema y los más como el
instrumento de poder del sistema presidencialista, pero sigue haciendo falta una
biografía política del PRI.
El problema de la ciencia política mexicana ha sido su tendencia al
excepcionalismo no sólo político sino hasta social, cuando en realidad existen los
elementos analíticos para observar el sistema político mexicano con el
instrumental de las ciencias sociales. En un ensayo sobre el excepcionalismo
mexicano, el politólogo César Cansino llega a la conclusión de que esa situación
especial se ha ajustado a las reglas de la democracia política, aunque con
tendencias antidemocráticas que provienen de tradiciones históricas 58.

II

55
Op. Cit., pág. 74.
56
Furtak, Robert K. (1974), El partido de la Revolución y la estabilidad política de México,
edición en español de la checoslovaca de 1969, Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM,
México.
57
Op. Cit., pág. 193.
58
Cansino, César (2012), El excepcionalismo mexicano. Entre el estoicismo y la
esperanza, Editorial Océano, México, pág. 159.
57

La lectura política sobre las lecturas politológicas del PRI permite llegar a
una propuesta de análisis científico sobre el PRI, para entender algunas razones
de su derrota presidencial en el 2000 y algunos elementos para situar
científicamente su victoria presidencial en el 2012:

El PRI es un partido político tradicional creado para ganar elecciones,


pero su funcionamiento y fuerza deriva de su condición de partido-sistema
en el modelo Easton59 que hace funcionar la maquinaria política del poder 60.

Pese a la maldición del fallecido líder eterno sindicalista Fidel Velázquez de


que el PRI “no es inmortal sino inmorible”, se puede establecer la siguiente tesis
sobre el futuro del PRI, a partir de su pasado:

El PRI nació de las entrañas de la estructura del poder gobernante y


del sistema político como aparato de ejercicio del poder y por tanto el PRI
va a morir --metafóricamente hablando-- cuando el sistema político
revolucionario-priísta deje de existir como estructura dominante del poder y
México instaure un verdadero sistema democrático.

El debate politológico sobre el sistema político mexicano fue sesgado por la


doctrina constitucional moderna, sobre todo por las tesis presidencialistas de
Carpizo MacGregor61. Sin embargo, se olvida que el origen del sistema político
mexicano fue la Constitución de Cádiz de 1812 y que el primer modelo sistémico
fue parlamentario de las Diputaciones Provinciales 62 electas como el eje de la
participación política de los ciudadanos en la elección de instituciones de gobierno.

59
Easton, David (1997), “Categorías para el análisis sistémico de la política”, en Easton,
David, compilador, Enfoques sobre teoría política, Amorrortu Editores, Argentina, pág. 221.
60
Perry, Laurens (1996), Juárez y Díaz. Continuidad y ruptura en la política mexicana,
Editorial Era, México.
61
Carpizo, Jorge (1980),”México, poder ejecutivo: 1950-1975” y “Notas sobre el
presidencialismo mexicano”, en Carpizo, Jorge (1980), Estudios Constitucionales”, Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México.
62
Cádiz, Constitución (2012), Constitución Política de la Monarquía Española Promulgada
en Cádiz a 19 de marzo de 1812, Librerías L, España, págs. 92-97.
58

De ahí que se haya considerado al presidente de la república como la pieza


fundamental del sistema político moderno del siglo XX.
Sin embargo, aquí se ensaya la propuesta de que la verdadera pieza
fundamental del sistema es el partido oficial. El presidente es el titular del poder
ejecutivo federal, ejerce ciertamente el poder omnímodo derivado de las
tradiciones y es titular de facultades no escritas pero sí otorgadas por la
funcionalidad misma del sistema político. Pero el presidente es el titular sexenal
del poder ejecutivo, y en la historia política de México ha habido presidentes que
no ejercieron ese poder y sí otros inimaginables en su momento --acuerdos
secretos con organismos políticos, de seguridad nacional y económicos
extranjeros, por ejemplo--, pero en realidad el poder de control del poder político
no ha sido la institución presidencial sino el partido.
La tesis central en la que se apoyan estas notas sobre el partido-sistema
fue establecida desde la izquierda marxista por el escritor y ensayista José
Revueltas en la introducción en 1975 a la reedición de su ensayo México: una
democracia bárbara, publicado originalmente en 1958, al calor de la sucesión
presidencial que favoreció a Adolfo López Mateos. En ese texto escrito con el
instrumental del análisis político marxista, Revueltas estableció su teoría del
Estado mexicano, ciertamente apenas esbozada y desarrollada de manera
dispersa en otros textos. Pero es esa introducción sentó las bases científicas de lo
que se consideró el partido-gobierno/partido-Estado:

El Estado mexicano, a través de numerosas vicisitudes internas y


externas, y de una serie de pruebas y contrapruebas, derivadas de su inicial
acto de origen como acto ideológico que le impedía estatuirse como
diametral negación de la sociedad porfiriana, se ha ido afinando cada vez
más, hasta llegar a su máxima expresión contemporánea como Estado
ideológico total y totalizador63. Cuando decimos Estado ideo0lógico total, no
se quiera ver en esto un escamoteo de lo que constituye la naturaleza
interna del verdadero Estado mexicano. La ideología no es metafísica ni

63
Cursivas de Revueltas.
59

extrasensible. La ideología es una totalidad concreta operante y activa, que


tiene sus raíces sólidamente establecidas en el compuesto social. El
compuesto social en que el Estado mexicano arraiga, dentro de se
magnitud circunstancialmente variable, lo constituyen las clases sociales,
sin que deje por ello de ser un Estado de la burguesía que encuentra su
sostén más vigoroso en las grandes masas domesticadas de la clase
obrera, los campesinos y las clases medias.
El secreto de la dominación total no se encuentra en otra parte que
en la total manipulación, por el Estado, del total de las relaciones sociales.
O dicho de otro modo, así como el pueblo afirma que al pulque le falta un
grado para convertirse en carne, al Estado mexicano le falta un grado para
ser fascista64.

Revueltas, observador agudo de la realidad política mexicana como


marxista y como historiador, sustentó su argumentación en el ejemplo del papel de
las formaciones campesinas como representantes de la organización sindical de la
CNC del PRI --las ligas de comunidades agrarias y sindicatos campesinos-- pero
al mismo tiempo como los representantes con autoridad delegada directamente
por el Estado, es decir, “el Estado se desdobló” y las masas campesinas
organizadas por el PRI asumieron la representatividad del Estado en el campo 65.
De ahí la propuesta analítica en el sentido de que la pieza clave del poder
en México y de su sistema político es el PRI --y en sus dos versiones anteriores:
PNR y PRM-- porque su control de las relaciones sociales a través de las masas
son las que le dan fuerza al ejercicio del poder por el titular del poder ejecutivo
federal. La otra clave del control de las relaciones sociales la dio Córdova al
analizar el movimiento obrero cardenista: corporativizar a las masas como
organización y no como clase66, es decir, como estructura de poder organizativo
para subordinarlos a los objetivos del Estado; el espacio de control de las masas

64
Revueltas, José (1975), México: una democracia bárbara. Posibilidades y limitaciones
del mexicano, Editorial Posada, México, págs. 20-21.
65
Op. Cit., págs. 115-116.
66
Córdova, Arnaldo (1979), La política de masas y el futuro de la izquierda en México,
Editorial Era, pág. 32.
60

no se dio en la figura del presidente de la república sino en los espacios del


partido, primero para que el partido del gobierno de la Revolución cumpliera los
compromisos sociales del movimiento social y luego a través de cuotas de poder
para acceder a cargos de elección popular como representación de sector
productivo pero con el objetivo final de control social de las masas para fines de
fortalecimiento del Estado y para apuntalar al partido del Estado en las elecciones.
Ahí es donde se configuró el sistema político priísta moderno, con el partido
como el administrador de los mecanismos de input-output señalados por Easton67.
La fase de consolidación del sistema político dejó dentro del PRI la función de
administrar demandas-ofertas, pero con la posibilidad de asegurar lealtades con
las cuotas de poder a los sectores corporativos. Este modelo funcionó hasta
principios de los años setenta del siglo XX cuando el propio gobierno, en un
análisis crítico sobre la funcionalidad del PRI como espacio de negociación, abrió
canales de demandas directas de grupos sociales hacia el gobierno, creando una
nueva ruta movilizaciones callejeras-convenios directos, pero con el cuidad de no
anular del todo al PRI.

67
Easton, pág. 225.
61

Cuando el partido del gobierno dejó de ser funcional a la intermediación


mayoritaria, los grupos sociales externos pasaron de las negociaciones directas
con el Estado a las exigencias conflictivas y otras formas de presión y obtuvieron a
cambio convenios directos con el Estado. El partido-sistema dejó de operar para
paulatinamente dejar espacios a la negociación directa vía movimientos sociales,
aunque manteniendo --vía la cuota electoral de cargos de elección popular-- la
lealtad de las corporaciones obreras, campesinas y populares.

III
Los partidos políticos han sido analizados y estudiados como instancias de
ejercicio del poder en espacios legislativos. Pero los partidos cumplen otras
funciones. La transición de España a la democracia pasó por una reforma política
que legalizó los partidos existentes y colocó el sistema de partidos como el centro
del ejercicio de la democracia; lo paradójico fue que el promotor de esa iniciativa
fue Adolfo Suárez, quien había sido secretario general del Movimiento, la
organización falangista de control de masas del franquismo 68. En cambio, en la
Unión Soviética, el golpe de Estado de agosto de 1991 contra Mijail Gorbachov
como última resistencia de los sectores del viejo régimen llevó al operador de la
transición a cometer un error estratégico: en represalia por el intento de golpe,
Gorbachov ordenó la disolución del Partido Comunista de la Unión Soviética,
cueva de los sectores del pasado comunista 69; sin embargo, el PCUS se había
constituido --un poco como el PRI en México-- en la columna vertebral social, de
identidad, ideológica y política del Estado comunista en las repúblicas asociadas y
su desaparición derivó inmediatamente en la desarticulación de la Unión y la
creación de Estados independientes.
A partir de estas experiencias de partidos en Estados en transición
democrática, en México el PRI jugó un papel vital desde el enfoque orgánico por
su papel como tres subsistemas:
68
Ramírez, Carlos (2006), México, entre España y la URSS, Revista Vértigo, 19 de agosto
de 2006, México.
69
Gorbachov, Mijail (1993), Memorias. Los años decisivos 1985/1992, Editorial Planeta,
pág. 15.
62

1.- El subsistema nervioso: ejercicio de la soberanía ideológica como


identidad a través de la Revolución Mexicana.
2.- El subsistema sanguíneo: la fuente de la vida, la organización estatal y
municipal en sectores.
3.- El subsistema óseo: la unidad de la república a través de los PRI
estatales para la designación de candidatos a cargos de elección popular.
Al abordar una crítica a la represión estudiantil el 2 de octubre de 1968, el
poeta y ensayista Octavio Paz inició una de las críticas más severas pero
consistentes sobre el papel del PRI como aparato de poder y no como
representante de una ideología:

El partido no es una agrupación política en el sentido recto de la


palabra; ni su forma de reclutamiento es democrática ni en su seno se
elaboran programas y estrategias para realizarlos. Es un organismo
burocrático que cumple funciones político-administrativas. Su misión
principal es la dominación política, no por la fuerza física sino por el control
y la manipulación de los grupos populares, a través de las burocracias que
dirigen los sindicatos obreros y las asociaciones de los campesinos y las
clases medias. En esta tarea cuenta con la protección del poder público… 70

Paz aportó elementos de explicación organizativa del PRI, pero más


adelante dio una clave para entender la importancia fundamental del PRI como el
espacio de poder central del sistema político mexicano:

Para ser presidente, gobernador, senador, diputado o alcalde, hay


que pasar por el PRI, aprobar las asignaturas y ascender escalón por
escalón. El PRI es una escuela, un laboratorio y un cedazo de dirigentes
políticos y gobernantes71.

70
Paz, Octavio (1970), Posdata, Siglo XXI Editores, pág. 50.
71
Op. Cit., pág. 53.
63

La formación política del presidente de la república, por tanto, se


consolidaba en el PRI, algunos con mayor o menor militancia. Zedillo, nacido en
1951, se inscribió oficialmente al PRI en 1971 aunque nunca se probó porque
careció de participación partidista, estudió economía en el Instituto Politécnico
Nacional y se doctoró en Yale, regresó a México a trabajar en el Banco de México
y de ahí pasó al equipo de Pedro Aspe en Hacienda, donde Salinas lo rescató por
recomendación de Joseph-Marie Córdoba Montoya, lo hizo subsecretario de
Programación y Presupuesto en 1987, titular de esa cartera en 1989, secretario de
Educación Pública en 199272 y jefe de la campaña priísta del candidato Luis
Donaldo Colosio en 1994 y pasó a ser candidato presidencial a la muerte de
Colosio; como presidente de la república, Zedillo marcó lo que él mismo
caracterizó como “sana distancia” del PRI --una especie de separación pública
aunque en privado Zedillo nunca soltó el control del PRI porque representaba una
garantía mínima de estabilidad política--, le quitó al PRI el control de la
organización electoral con la independencia del IFE en 1996 y el PRI perdió las
elecciones en el año 2000.

IV

El ensayo de Paz contiene otra evidencia del modelo del partido-sistema: el


PRI como corazón político del sistema de poder. En el 2000, el PRI perdió las
elecciones presidenciales pero sobrevivió como primera fuerza legislativa en la
Cámara de Diputados y regresó a la presidencia de la república doce años
después; la clave se localizó en la fuerza del PRI como partido que impidió la
reforma de la estructura priísta del poder, lo que permitió su regreso.
En el 2006 el voto presidencial cayó al sótano con 22% y tercer lugar en la
competencia pero mantuvo su dominio legislativo. En esos doce años en la
oposición, el PRI mantuvo --perdiendo y ganando-- la mayoría de los gobiernos
estatales y municipales. Y por la división del voto en tres grandes partidos y su
72
Presidencia de la república (1992), Diccionario biográfico del gobierno mexicano, Fondo
de Cultura Económica, México, pág. 402.
64

alianza con el Partido verde Ecologista de México, el PRI recuperó la presidencia


de la república con 14.5 millones de votos y el 28.9% de los sufragios, aunque el
PVEM lo ayudó a subir la contabilidad final de 19.2 millones de votos y 38.2%,
contra 15.9 millones de votos y 31.6% de votos del candidato del PRD-PT-MC
Andrés Manuel López Obrador73.
¿Cómo fue que el voto ciudadano logró derrotar al candidato presidencial
del PRI en dos ocasiones pero el PRI siguió dominando la escena política? La
respuesta se localiza en la estructura política de partido-sistema del PRI. Tomando
prestada la categoría política de Laurens Perry, el PRI ha sido una maquinaria
política.74 El sistema político mexicano ha sido poco analizado por la ciencia
política mexicana, salvo los casos de seguimiento histórico o de problemas de
gobernabilidad.
Para efectos de este ensayo, el sistema político mexicano es la estructura
de funcionamiento de las instituciones nacionales a través de un mecanismo de
engranes de instituciones, organismos, sectores y élites interrelacionados. Y
también para este ensayo, el sistema político es un hexágono de seis puntas que
giran alrededor del PRI:

1. El presidente de la república.
2. La Constitución.
3. El Estado.
4. El presupuesto público.
5. La cultura política.
6. Y los sectores invisibles externos pero dentro: medios de
comunicación, intelectuales, ejército, gobierno de los Estadios Unidos y jerarquía
católica.

Si bien el sistema político está formado por instituciones, reglas y


protocolos, su funcionalidad pasa por el PRI. En este sentido, el PRI es mucho

73
Cifras oficiales del IFE.
74
Perry, Laurens (1974), "El modelo liberal y la política práctica en la República
Restaurada: 1861.1816". Historia Mexicana, V, XXIII, no. 4, abril-junio, pág. 674.
65

más que un mero partido político. Se ha tratado del espacio de consenso de los
grupos de poder. La figura presidencial aparece como el pivote del sistema --Elías
Calles en su reunión con los generales para pactar el acuerdo sobre el sucesor del
asesinado general Álvaro Obregón--, Cárdenas y la creación de sectores
corporativos para fortalecer el proyecto revolucionario y su enfrentamiento contra
Elías Calles y Díaz Ordaz con el apoyo del aparato de poder para enfrentar el
movimiento estudiantil de 1968 como el único que ha cimbrado realmente al poder
priísta. Pero la sola existencia de la figura presidencial sin el papel activo del
partido hubiera desembocado en una dictadura personal e institucional sin
posibilidades de dominación. Y en el periodo 2000-2012, el PRI no sólo prevaleció
vigente sino que pudo operar su regreso a la presidencia con un presidente de la
república salido de la oposición.
El partido ha sido fundamental en el sistema. En el horizonte histórico,
Juárez no hubiera podido liderar el ciclo liberal sin la existencia del partido liberal.
Y Díaz cometió el error histórico de negarse a aceptar un partido porfirista y
decidió la disolución del partido reyista, lo que lo dejó como la figura a combatir,
como lo recuerda Limantour75. El PRI ha permitido al sistema político atravesar
tormentas de arena. Inclusive, la inteligencia política de Elías Calles entendió que
su fuerza personal y militar no iba a ser suficiente para evitar una nueva guerra
civil y de élites por el asesinato de Obregón y de donde salió la idea del partido
que aglutinara a los grupos revolucionarios para un reparto sin violencia del poder.
De ahí que el partido fue una especie de cámara hiperbárica para oxigenar las
crisis en sucesor determinados que hubieran colapsado al país:

 El asesinato de Obregón.
 La guerra cristera.
 La radicalización socialista de Cárdenas.
 El choque Elías Calles-Cárdenas.
 El exilio forzado del jefe máximo de la Revolución.

75
Limantour, José Yves (1965), Apuntes sobre mi vida pública (1892-1911), Editorial
Porrúa, México, pág. 167.
66

 La contrarrevolución agraria con el amparo.


 El control sindical para fijar el horizonte del desarrollo estabilizador.
 La guerrilla campesina de Rubén Jaramillo.
 La rebelión obrera en el periodo 1956-1959.
 El efecto interno de la Revolución Cubana.
 Las rebeliones estudiantiles de los sesenta.
 La crisis económica por el populismo en 1976 y 1982, con la
aplicación drástica en ambas ocasiones del programa de ajuste del Fondo
Monetario Internacional que aumento la pobreza.
 Los alzamientos empresariales con Cárdenas, Echeverría y López
Portillo.
 La ruptura priísta de 1987 de Cuauhtémoc Cárdenas y la crisis
electoral de 1988 cuando por primera vez se puso en duda la victoria presidencial
del candidato del PRI.
 Las reformas salinistas: la exclusión del concepto de Revolución
Mexicana de los documentos del PRI, la privatización de las empresas públicas, la
aceptación de la derrota del Estado en el desarrollo y el periodo de dominio del
mercado y las reformas constitucionales para liquidar los artículos-compromiso de
la Revolución: educación, Estado, ejido e iglesia católica.
 La victoria panista en las elecciones presidenciales de 2000 y 2006.

El PRI no sólo sobrevivió a esas crisis sino que se fortaleció. La única razón
que explica su sobrevivencia y su regreso a la presidencia se encuentra en el
hecho de que la oposición a lo largo de la crisis del PRI --del colapso económico
de 1976 a las elecciones presidenciales del 2012, poco más de un tercio de siglo--
no supo reformar los tres pilares del poderío priísta: 1) el Estado priísta, 2) la
Constitución priísta y 3) el modelo de desarrollo priísta. Peor aún, la oposición
panista no capitalizó el giro ideológico del PRI hacia el centro-derecha con el
neoliberalismo salinista ni menos aún reformó la estructura de poder priísta --los
corporativismos atados al Estado-- cuando el PAN gobernó doce años desde la
presidencia de la república.
67

Si se quiere encontrar el principio dinamizador del sistema político priísta se


tiene que enfocar la atención en la política social que, en victorias y derrotas, le dio
legitimidad y dominio ideológico al PRI. El PRD en el poder ha construido un
neopopulismo priísta vulgar sin efecto en la conformación de una verdadera base
social con influencia en el sector productivo y el PAN mantuvo la política social tipo
Pronasol sin crear una estrategia de alianza con los sectores populares
productivos. El PRI, en cambio, mantuvo el control de sus aparatos corporativos
de masas en los sectores obrero, campesino y popular, sin mucho efecto en la
movilización pero con incidencia en el modelo productivo y por lo tanto en la
relación de clase; además, con esos sectores corporativos el PRI mantuvo el
dominio de las relaciones sociales que señaló Revueltas.
Y queda el dominio aún de la Constitución, aún con sus perfiles menos
estatistas. En su campaña presidencial en 1970, el entonces candidato
presidencial priísta Luis Echeverría Álvarez fue preguntado sobre cuál era su
proyecto de gobierno; la respuesta del político fue muy sencilla: la Constitución.
Salinas de Gortari despuntó los contornos revolucionario-sociales de la
Constitución pero dejó los indispensables de la articulación Constitución-PRI-
proyecto deslavado de la Revolución mexicana.

V
En 1978 el Partido Comunista Mexicano solicitó su registro como partido
legal, en el contexto de la reforma política de López Portillo que permitió la
creación, en serio, de un sistema de partidos. Hasta entonces existía el PAN como
oposición real y el PPS y el PARM como oposición formal y como partidos-rémora
del PRI porque siempre llevaron como candidato presidencial al del PRI. El PCM
arribó al sistema de partidos con un criterio político que delineó su objetivo de
partido de oposición también real: la denuncia sobre la derechización del régimen
político. En su discurso en la ceremonia de entrega de la solicitud de registro del
PCM, el entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, planteó un
argumento que le otorgaba un valor adicional al sistema de partidos: la
68

derechización de un régimen es responsabilidad de la oposición 76, lo que


trasladado a situación posterior pudiera decir que el mantenimiento y regreso del
viejo régimen ha sido responsabilidad de la debilidad de las fuerzas de la
democratización.
El PAN y el PRD, en su lucha contra el PRI, se enfocaron a las elecciones y
no a la reconstrucción del sistema político; peor aún, el PRD buscó la oportunidad
política que planteó el modelo neoliberal de Carlos Salinas de Gortari para
ofrecerse como el viejo PRI cardenista. Los dos partidos olvidaron que la lucha por
el poder era apenas una parte de la reconfiguración de las opciones políticas de
México. El PRD supuso que lo logrado en el Distrito Federal --el desplazamiento
del PRI y su reducción a su mínima expresión-- podía reproducirse a nivel nacional
y fracasó en su intento. El PAN llegó a la presidencia sin mayoría en el Congreso y
con mayoría de gobiernos estatales en poder del PRI.
Si se revisan las cifras electorales, el regreso del PRI a la presidencia fue
apretado. Los 14.5 millones de votos en el 2012 77 fueron menores a los 16.4
millones logrados en la elección presidencial de 1976 78 con el doble de la
población nacional; es decir, el PRI gobernará con menos relación de
votos/población nacional: 12.5% en el 2012, contra 28.7% en 1976. El mayor
volumen de votos alcanzado por el PRI fue en la elección de 1994, cuando Zedillo
acumuló 17.2 millones de votos, con una relación de 21% votos/población
nacional.
La derrota electoral del PRI en el 2000 y el 2006 fue insuficiente para
cambiar la estructura de poder; por tanto, y a partir del concepto de partido-
sistema, las posibilidades del cambio real, estructural, en México radicarán en la
necesidad de romper la relación del PRI con el sistema político. La transición
mexicana completó su fase con la alternancia partidista en la presidencia de la
república, pero faltó la siguiente fase que ha estudiado Morlino para enfocar el

76
Reyes Heroles, Jesús (1996), Jesús Reyes Heroles. Obras Completas. Política. Tomo III,
Asociación de Estudios Históricos y Políticos Jesús Reyes Heroles, A.C., Secretaría de Educación
Pública y Fondo de Cultura Económica, pág. 557.
77
http://computos2012.ife.org.mx/reportes/presidente/distritalPresidenteEF.html.
78
Castellanos Hernández, Eduardo (1997), Formas de gobierno y sistemas electorales en
México. Estadística electoral, Centro de Investigación Científica “Jorge L. Tamayo”, México.
69

ciclo del cambio político: la instauración democrática 79, sobre todo porque la
estructura sistémica priísta fue la que permitió la victoria en el 2012. El sistema es
un aparato de poder y el sistema político priísta fue construido sobre la base de la
organización de las masas justamente para procesos electorales pero también
para la conservación del poder.
Las expectativas de regreso al poder presidencial del PRI van a depender
de la funcionalidad del partido-sistema. La oposición panista tuvo doce años para
reconstruir el sistema político pero careció de un proyecto funcional. La oposición
perredista sólo aspira a desplazar al PRI del sistema pero mantener esa misma
estructura de poder. En este contexto, las posibilidades de reforma política del
sistema van a oscilar entre la modernización productiva que afectará algunos de
los compromisos del PRI --la reforma laboral, la reforma energética, la reforma
fiscal, entre otras-- y la reformulación de compromisos con los sectores de masas
del PRI. La teoría de la inmoribilidad del PRI se sostiene no en alguna maldición
gitana sino en el análisis de los sistemas políticos y sobre todo en una radiografía
del sistema político priísta.
Mientras el sistema político mexicano --y su correlativa estructura de poder
institucional-- sea priísta y el PRI sea la parte sustantiva de ese sistema, el PRI
seguirá como el partido hegemónico y la democracia mexicana será parcial.

6.- ¿En que momento se había jodido el PRI?


La astucia política de presidentes de la república salidos del PRI y de
dirigentes de las estrategias del PRI logró eludir definiciones y moverse en el
pantanoso espacio territorial de los acomodamientos circunstanciales. Así, el PRI
fue dictatorial, autoritario, oficina del presidente de la republica, agencia de
colocaciones, oficina de distribución de poderes menores, candidaturas salidas del
dedo caprichoso del presidente en turno, se movió en la izquierda, el centro y
hasta la derecha ultraconservadora, claro, todo en nombre de la Revolución
79
Morlino, Leonardo (2005), Democracias y democratizaciones, Centro de Estudios de
Política Comparada, México, pág. 149.
70

Mexicana. En su seno hubo de todo: desde fascistas hasta marxistas y en medio


todo lo que cupiera en el jarrito sabiéndolo acomodar.
El PRI nació de la mente de Calles en 1928, pero el reinado del jefe
máximo duró realmente poco: de 1928 a 1936 como todopoderoso poder
supremo, del exilio en 1936 a 1941 vivió abandonado en Los Angeles, California,
regresó a consolidar el modelo avilacamachista de Unidad Nacional, murió en
1945 con todos los honores de un sistema que lo había perdonado y culminó su
camino histórico en noviembre de 1969 cuando sus restos fueron trasladados al
Monumento a la Revolución junto a los de su archienemigo Lázaro Cárdenas, pero
la Revolución lo dividió todo y la Revolución reunió todo.
En los hechos, el poder de Calles fue breve: ocho años, aunque su modelo
sobrevivió hasta el 2018. La fuerza política del partido del Estado no radicó
realmente en su agenda revolucionaria o en el espacio que admitieron todos los
políticos como inevitables en el reparto escalafonario del poder. En la real politik,
el PRI mantuvo su poder superior al convertirse en el sistema político en cuyo
interior se hicieron las distribuciones del poder por la mano reconocida del
presidente de la república en turno. El PRI como sistema se consolidó como tal en
1936 cuando el presidente Cárdenas potenció su poder sobre la clase política
revolucionaria con una acción de autoridad: exiliar al jefe máximo que controlaba
militares, sectores y ministros, pero sin que hubiera alguien que se opusiera. La
noche del 9 de abril de 1936, en Ixtapaluca, Estado de México, llegó una partida
militar para arrestar a Elías Calles, subirlo en un avión y dejarlo abandonado en
Los Angeles. Esa noche, por así decirlo, nació el sistema priísta autoritario con el
poder presidencial como la punta equidistante de la pirámide del poder.
El PRI logró superar pruebas graves: el efecto político de Tlatalolco-2 de
octubre, la disputa Echeverría-Díaz Ordaz, el alzamiento zapatista en 1994 y hasta
dos sexenios de presidencia panista. En el 2018 fue aplastado por Morena y su
candidato López Obrador, pero con indicios de que el PRI no es inmortal sino
inmorible; es decir, no vivirá por siempre, sino que estará muerto pero seguirá
moviéndose como zombi. La clave de la vida del PRI después de López Obrador
71

estará en la posibilidad cumplida o incumplida de Morena de constituirse en un


sistema político tradicional sustituto.
El PRI ha tenido dos fases: como el partido de la Revolución Mexicana
como eje ideológico y el partido de la funcionalidad posrevolucionaria ya sin
ideología de la Revolución y sí con objetivos más o menos sociales. Al perder su
relación directa con la Revolución Mexicana, el PRI también comenzó su
declinación social. En 1964 los politólogos Gabriel Almond y Sidney Verba
realizaron una encuesta en cinco países sobre el tema de la cultura cívica y en
México encontraron que había dos valores sociales fundamentales para la
estabilidad social: La Revolución Mexicana y el presidente de la república. Cuando
el PRI dejó de moverse sobre estas dos piernas, su papel perdió legitimidad social
histórica.
¿En que momento se había jodido el Perú?, se pregunta el narrador de la
novela Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa. ¿En qué momento
se había jodido el PRI? ¿Hubo un instante preciso? Sí, sí lo hubo: el 16 de mayo
de 1979 el presidente López Portillo designó a Miguel de la Madrid Hurtado --un
abogado constitucionalista especializado en temas económicos-- como secretario
de Programación y Presupuesto no sólo para poner orden en las finanzas, sino
también, y, sobre todo, para redactar tardíamente un programa de desarrollo
nacional. De la Madrid arribó a ese cargo con su principal asesor: el joven
economista Carlos Salinas de Gortari, quien fue colocado de manera inmediata en
la Dirección General de Política Económica y Social de la SPP con la consigna de
redactar ese plan; Salinas se hizo acompañar de tres operadores directos: el
economista neoliberal francés Joseph-Marie Córdoba Montoya, el economista
politólogo Manuel Camacho Solís y el econometrista Rogelio Montemayor Seguy.
Entre los cuatro redactaron el Plan Global de Desarrollo 1980-1982.
La tesis central del PGD se basó en el agotamiento del modelo social del
Estado revolucionario como administrador de los objetivos económicos, políticos y
sociales del Estado y del Estado como el representante de la defensa de todos los
intereses sociales. La crisis económica de 1973-1979 era producto del
cumplimiento de cada vez mayores compromisos sociales del Estado, pero con un
72

presupuesto casi como la piel de zapa de Balzac: se achacaba con cada


compromiso asumido y cumplido. La limitante fiscal y de deuda externa tenía
limitado el gasto presupuestal y los rebasamientos se convertían en el círculo
perverso de gasto-inflación-devaluación. En el PGD, por primera vez, el gobierno-
Estado llegaba a la conclusión de que los alcances de la política social del Estado
eran limitados y que tendría que ser selectivo en su cobertura. El nuevo modelo de
desarrollo propuesto por Salinas a través del secretario De la Madrid definía un
Estado ya no como el representante total de la sociedad, sino como el operador de
una política económica que dinamizara la cobertura de necesidades sociales a
través de la actividad empresarial.
Ahí, con ese PGD, el Estado priísta iniciaba su repliegue de su concepción
de Estado “total y totalizador” en materia de bienestar social, porque el dinero no
alcanzaba para todos. El modelo incluía, como era obvio, el repliegue del Estado
de ciertas actividades y la entrega de importantes sectores productivos al sector
empresarial. Como consecuencia lógica, el discurso social totalizador del PRI
también hubo de ajustar su dimensión de cobertura. Lo grave fue cuando la nueva
generación de funcionarios economistas movieron los instrumentos sociales de la
política económica hacia los mismos objetivos de retiro de metas sociales; por
ejemplo, el salario social era una obligación del Estado en sus dos dimensiones:
en monetario con la revisión anual por encima de la inflación para fortalecer el
salario real y no monetario con una política social de subsidios directos e
indirectos a favor de los asalariados. De 1983 en adelante, en todo el ciclo
neoliberal hasta 2018, el salario ya no fue el instrumento social por excelencia,
sino el ancla anti inflacionaria; bajo y decreciente como factor deflacionario, un
enfoque monetarista por la vía de la demanda.
Si el PRI fue el eje ideológico del sistema político desde 1928, su primera
derrota ocurrió en 1979 con el PGD: el Estado abandonaba sus funciones
sociales, se colocaba por encima de las clases y se dedicaba a administrar sus
posibilidades reales. Esta segunda etapa se hizo, sin ningún rubor, en nombre de
la Revolución Mexicana, aunque el neoliberalismo salinista simplemente operaba
al margen y casi siempre contra los principios ideológicos históricos de la
73

Revolución Mexicana. Pero en la realidad, el proyecto histórico de la Revolución


Mexicana quedó anulado con el PGD.
La trayectoria histórica del PRI como partido de la Revolución Mexicana
tuvo otras estaciones en su penar por el tiempo histórico:
--En diciembre de 1982 el presidente De la Madrid, en el escenario de
replanteamiento ideológico del Estado que comenzó con el PGD, presentó un
paquete de reformas constitucionales para introducir el concepto de “rectoría
económica del Estado”; sin embargo, era un concepto ambiguo: lo mismo
señalaba el papel clave del Estado en la economía mixta como regulador y agente
productivo que --como fue para De la Madrid-- definir los límites decrecientes del
intervencionismo. El significado clave de las reformas de De la Madrid fueron
aclaradas por Salinas de Gortari en una conferencia en la UNAM en 1985: el
Estado abandonaba su papel rector y pasaba a ser una instancia superior sin
compromisos sociales con alguna clase; ello implicó el abandono de las clases
populares --obreros, campesinos, clases medias y profesionistas-- a su propia
fuerza, en tanto que el Estado sólo garantizaría el funcionamiento de las
instituciones vía sus instrumentos tradicionales: gasto público, autoridad
gubernamental.
--En marzo de 1987 ocurrió el más profundo replanteamiento del PRI en
tres tiempos: el presidente mantenía su poder para designar a su candidato
sucesor, el PGD-Plan Nacional de Desarrollo se convertía en automático en los
documentos básicos del PRI y el péndulo progresismo-conservadurismo se
quedaba anclado en el conservadurismo con la candidatura sucesora de Salinas
de Gortari. Los priístas progresistas que se movían aún en los espacios políticos
del progresismo social encontraron en Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y su
Corriente Democrática un refugio para luchar por el equilibrio ideológico dentro del
partido; sin embargo, De la Madrid y Salinas de Gortari cerraron todos los
espacios. Sin atención a su propuesta de abrir la nominación del candidato
presidencial a una votación interna entre la militancia, Cárdenas aceptó la
candidatura del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana --hasta entonces un
membrete del PRI-- y forzó su salida del partido tricolor. Con la auto expulsión de
74

Cárdenas, los priístas progresistas quedaron en mero grupo simbólico; las


candidaturas presidenciales de 1988 y 1994 fueron neoliberales y las victorias
panistas del 2000 y 2006 se con siguieron con aval del PRI a condición de
mantener el neoliberalismo y el PRI neoliberal regresó a la presidencia en el 2012
con la candidatura del gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto.
--El sexenio de Salinas de Gortari 1988-1994 no sólo confirmó el camino
neoliberal de la política económica que él había diseñado en 1979, sino que fue
más allá: con la cobertura del PRI propicio un relevo de élite política: economistas
neoliberales fueron candidatos a diputados, senadores, alcaldes y gobernadores,
desplazando a los priístas progresistas que no se convirtieran al neoliberalismo. El
candado definitivo al modelo neoliberal fue el tratado de comercio libre con los
Estados Unidos y Canadá en 1990-1993. Pero su paso más audaz fue la
liquidación ideológica del PRI como partido del proyecto histórico de la Revolucion
Mexucana y de paso el entierro definitivo de dese movimiento social que había
marcado el rumbo de México desde 1910: en marzo de 1992 Salinas de Gortari
acudió al PRI a anunciar el fin de la Revolución Mexicana y la desaparición de ese
concepto de los documentos básicos del PRI para sustituirlo por el gelatinoso
concepto de “liberalismo social”, tratando de darle un cierto aire juarista al partido
pero en realidad metiéndolo de lleno en el modelo del capitalismo de mercado
salvaje. Para ese año de 1992 los sectores corporativos de la clases productivas
que le dieron conceptualización de partido de clase al PRI --obreros, campesinos,
clases medias, profesionales del Estado y grupos lumpen dependientes del
presupuesto público-- estaban liquidados como clase, como masa y como sector
político; por ejemplo, la voz de Fidel Velázquez --el eterno líder obrero, que había
potenciado al Congreso de Trabajo como una gran coalición obrera en 1981
contra el proyecto neoliberal empresarial de la derecha del PRI y del gobierno con
el apoyo del FMI-- era ya, a los noventa y dos años de edad, una estatua zombi. El
alzamiento zapatista en enero de 1994 como protesta contra el TCL y la
derechización salinista fue neutralizado por sus propias contradicciones
ideológicas, el fracaso del EZLN como grupo armado que no pudo avanzar un
municipio chiapaneco y el mandato social de que los mexicanos no querían
75

violencia. Ante el escenario de lucha ideológica en 1994, el sector cardenista


fracasó en las elecciones y el PRI salió fortalecido.
--La crisis económica de 1994 y 1995 provocó un alto costo social, el PRI
no sirvió para administrar el descontento, el programa de ajuste en 1995 --alza del
IVA, recorte de gasto, entrega de la factura petrolera a Washington para un crédito
de emergencia y mayores compromisos estabilizadores con el FMI-- llevó al
presidente Ernesto Zedillo Ponce de León a una gran reforma política que le quitó
al PRI instrumentos de poder y de dominación, como el manejo gubernamental de
las elecciones. En 1988 el PRI había perdido la mayoría absoluta presidencial por
el voto de 50% de Salinas de Gortari, Zedillo en 1994 llegó a 48.7% y en 1997 el
PRI perdió la mayoría absoluta en el congreso federal --40% de senadores y 47%
de diputados--.
--La gran derrota del PRI ocurrió en 1999-2000. En 1999 el presidente
Zedillo no pudo, por primera vez en la historia, designar a su sucesor porque la
XVII asamblea de 1996 le puso candados a los candidatos: un cargo previo de
elección popular, y los validos de Zedillo --Guillermo Ortiz Martínez y José Angel
Gurría Treviño-- carecieron de él; obligado a abrir la nominación impidió que
llegaran Roberto Madrazo Pintado o Manuel Bartlett Díaz, dos políticos
tradicionalistas del viejo PRI populista y optó por Francisco Labastida Ochoa, un
burócrata sin carisma ni propuesta, ni garantía de continuidad neoliberal, además,
rodeado por priístas de la vieja burocracia partidista. Fox, en ese espacio político,
nunca representó una opción, su propuesta fue ganarle al PRI y la continuidad
neoliberal estaba garantizada con la burocracia del Banco de México en el equipo
asesor. La alternancia fue simbólica.
--El regreso del PRI a la presidencia en el 2012 fue producto de una pugna
interna en el PAN y del avance electoral de López Obrador y el PRD: del 16% en
votación presidencial en el 2000 a 35% para López Obrador en 2006. El PAN
había caído de 33% a 28% en voto legislativo y las potenciales candidaturas
panistas a la presidencia --el calderonista Ernesto Cordero Arroyo y la foxista
Josefina Vázquez Mota-- carecían de atractivo en las encuestas, en tanto que la
imagen mediática del gobernador priísta mexiquense estaba en la punta de los
76

sondeos, muy por arriba inclusive de López Obrador. Peña Nieto ganó las
elecciones con una cómoda ventaja de 6 puntos porcentuales. El PRI vio la luz al
otro lado del túnel. Sin embargo, el gobierno de Peña Nieto fue personal, no
priísta: tuvo una luna de miel de dos años y a finales de 2014 comenzó a
desmoronar su ventaja en la aprobación por casos de violencia política, fracaso en
la lucha contra la inseguridad y casos importantes de corrupción familiar e
institucional. El PAN se dividió por el manejo personal del partido que hizo Ricardo
Anaya Cortés, hasta llevarlo a la fractura en el 2017. López Obrador, en cambio,
administró sus intolerancias y se colocó a la cabeza las encuestas, sin romper
consensos. El PRI, en cambio, entró en el caos: la presidencia partidista de César
Camacho Quiroz, personero de Peña, exgobernador del Estado de México y líder
de diputados, operó como intendencia presidencial y marginó a la militancia; en
agosto del 2015 le entregó el cargo al experto político Manlio Fabio Beltrones
Rivera, quien no supo lidiar su dependencia de Peña y fracasó en las elecciones
de gobernador del 2016 --perdió siete de doce-- y renunció en junio; su ougar fue
ocupado por el asesor presidencial Enrique Ochoa Raza, sin militancia partidista ni
conocimiento del partido, para manejar la candidatura presidencial. El PRI entró en
el desorden, al grado de que Ochoa Reza fuer desplazado del cargo en mayo del
2018, dos meses antes de las elecciones y su lugar fue ocupado por René Juárez
Cisneros, ex subsecretario de Gobernación y ex gobernador de Guerrero, pero a
destiempo y con la campaña operada directamente por el presidente Peña Nieto a
través del coordinador Aurelio Nuño Mayer y la supervisión del canciller Luis
Videgaray Caso. Al final Peña Nieto llevó al PTRI a la victoria en el 2012 y al
hundimiento en la peor de las derrotas en el 2018 dejándolo en tercer sitio con un
16% de los votos y quebrado en su unidad interna.
Lo que viene para el PRI es la reorganización y la reconquista de algunas
posiciones en las legislativas federales del 2021, aunque dependiendo más del
hundimiento del PRD y de la fractura en el PAN. El PRI de Elías Calles quedó,
después de las elecciones presidenciales del 2018, fracturado en tres grupos: el
de Peña que lo va a querer mantener hasta la próxima elección presidencial del
2024, el de la militancia disidente con cuadros medios con movilización, pero sin
77

recursos ni posiciones en la estructura del PRI y los cuadros del viejo PRI en
retirada y con la posibilidad de negociar con los otros dos.
El problema más grave del PRI será la falta de cuadros dirigentes y de
competencia; el grupo de Peña Nieto quedó hundido en el fracaso electoral y sin
capacidad operativa para mantener el control del partido; la militancia activa no
tiene, desde ahora, una figura para las presidenciales del 2024 ni recursos para
manejar el partido, sobre todo porque los gobernadores priístas van en retirada. Y
la burocracia priísta que regresó a la estructura del Estado en 2012 tendrá que
abandonar sus zonas de confort sin haber construido una alternativa en el PRI.
Si el PRI tardó dos sexenios en reconstruir su regreso, las condiciones de
hoy son diferentes a las del 2000-2012: el PRI habrá de tocar fondo en el 2021,
carecer de un espacio territorial para reorganizarse, es posible que el PRI pierda
su último bastión en el 2023: el Estado de México, la confrontación priístas-
peñanietistas estallará en el segundo semestre de 2018 y a mediados del 2019
cuando se dé el relevo formal en la dirección política, los pocos gobernadores
priístas perdieron sus plazas en la elección legislativa de 2018 y los sectores
corporativos están literalmente aniquilados.
¿En qué momento se había jodido el PRI? En el momento en que Salinas
de Gortari tomó el control absoluto de la política económica, retiró al Estado de su
función social, relevó a los políticos por tecnócratas en cargos públicos, le dio al
PRI el modelo neoliberal antisocial, no pudo mantener el poder transexenal
después de 2014 y dejó al PRI sin el apoyo social.
La posibilidad de que el PRI regrese triunfante la tuvo en el 2012, pero
Peña Nieto prefirió seguir por el camino neoliberal; si se atiende a la lógica de las
contradicciones sociales del poder, el PRI tendrá una dificultad central para
recuperar posiciones de poder: a diferencia del PAN, Morena es el partido
sustituto del PRI y López Obrador sabe que su poder y extensión por cuando
menos dos otro sexenio más estaría en consolidad a Morena como un partido del
sistema, del Estado y del gobierno, es decir, un PRI.
En todo caso, hasta las primeras semanas del 1 de julio, Morena se alzó
como la estructura central partidista de López Obrador y el PRI mantuvo cuando
78

menos su estructura partidista básica; el PAN, en cambio, padecerá una disputa


por el poder entre grupos internos y el PRD en los hechos desaparecerá del mapa
político-electoral-partidista en las elecciones del 2021. Ningún otro partido podría
entrar en los rangos de 15%-20% de los votos. Por tanto, el congestionamiento de
Morena como partido mayoritario y las contradicciones internas entre grupos,
facciones, tribus y oportunistas lo lleve a perder su ventaja legislativa de 44% de
votos del 2018.
El 2021 será clave para el PRI: resiste o desaparece.

7.- Hora cumplida. Crisis terminal del sistema político priísta.


(NOTA: El titulo primario de este ensayo --“Hora Cumplida”-- es tomado del
ensayo publicado por Octavio Paz en julio de 1985 en la revista Vuelta: Hora
cumplida (1929-1985). La intención del poeta y ensayista, desde mi punto de vista,
fue la de señalar que el PRI había cumplido su función histórica --mal que bien o
bien que mal-- y que era la hora de retirarse. Las circunstancias eran propicias:
agotamiento del viejo PRI, dispersión fuera del partido de las relaciones sociales,
cancelación del populismo, nueva élite priísta tecnocrática en el gobierno y
funcionarios dispuestos a abrir la democratización. En 1985, al calor de las
elecciones intermedias legislativas, era la hora de propiciar una transición pactada
y conducida por el PRI con apertura democrática para un nuevo equilibrio de
partidos.
Si el ensayo de Paz implicaba una toma de conciencia priísta, mi objetivo es
señalar que el sistema político priísta no entendió los tiempos históricos de 1985 y
que su vigencia ha llegado a su fin. Y si en 1985 pudo haber sido una transición
administrada, ahora será una transición forzada. López Obrador y Morena no van
a administrar el sistema con pactos con el PRI como el PAN en 2000-2012 no
pudo lograr; López Obrador y Morena querrán sustituir al PRI sin lograrlo,
desplazándolo de las instancias de ejercicio del poder. El sistema político priísta
79

dejará de funcionar, pero Morena no podrá asumir su control porque no es el PRI.


Y ahí se dará, sucesiva, la crisis del sistema político morenista.)

1.- Ni inmortal ni inmorible.


Desde la crisis de represión y credibilidad de 1968 se comenzó a cantar el
fin del PRI. La izquierda siempre propuso una alternativa socialista-marxista. El
centro y la derecha se escabulleron por los senderos de la dinámica crisis-reforma.
Sólo el sector liberal atendió al tema central: el agotamiento en la funcionalidad del
sistema político. En enero de 1984 Enrique Krauze publicó su ensayo Por una
democracia sin adjetivos y en julio de 1985 Octavio Paz publicó su texto Hora
cumplida (1929-1985) y Gabriel Zaid su ensayo Escenarios sobre el fin del PRI.
El debate desde el sector liberal llevó a Fidel Velázquez a pronunciar su
apotegma: “el PRI no es inmortal; es inmorible”. La diferencia de conceptos es
clara: el inmortal nunca muere, el inmorible vive muerto.
Pero llegó la hora. No habrá opciones.
¡El sistema político priísta ha muerto, viva el sistema político morenista!
El sistema político priísta morirá el primero de julio del 2018, cualquiera que
sea el resultado electoral: si gana el PRI, si logra la victoria Morena o si el PAN
recibe una segunda oportunidad.
La muerte del sistema político priísta --como se ha analizado desde
mediados de los setenta-- solo podría darse con el fin del PRI.
Los principales datos de la muerte del sistema político priísta están a la
vista:
1.- El candidato presidencial priísta José Antonio Meade Kuribreña no es
del PRI y tampoco se afilió al partido cuando le dieron la candidatura. Si gana, el
dinamo político presidente de la república-PRI no podrá funcionar porque no
funciona la relación presidente de la república-PRI que exige una militancia real. El
compromiso --incumplido-- de Zedillo de “mantener una sana distancia del PRI”
llegará con Meade --si gana--. Y si pierde, el PRI carecerá de un liderazgo
reconstructor porque será una baja primera minoría o Morena le quitará el control
80

legislativo. Y sin el PRI bajo su mando por liderazgo de poder, el presidente de la


república se quedará sin sistema político.
2.- SI López Obrador gana las elecciones presidenciales y Morena se
coloca como la primera o segunda fuerza legislativa, tampoco podrá sustituir al
PRI como el eje del sistema porque el PAN descubrió en el 2000-2012 que no se
trata sólo de sustituir a un partido por otro. Las bases de Morena no son sectores
corporativos, sino un lumpen de organizaciones de masas sin influencia en el
sistema productivo. Morena sería posiciones políticas, en tanto que el PRI era
estructura de poder.
3.- Si Ricardo Anaya Cortés se alza con la victoria electoral, sus fuerzas
partidistas habrían quedado desarticuladas: el PAN sería el mismo del 2000-2012
y el PRD trataría de reproducir sus bases en función del modelo populista de
Morena. Anaya enarboló la bandera de cambio de régimen y Miguel Ángel
Mancera representó la propuesta del gobierno de coalición, pero la primera es una
forma de gobierno que trataría de superar la funcionalidad del sistema fuera del
presidencialismo centralizador y autoritario y el gobierno de coalición no es más
que la búsqueda de una mayoría legislativa.
El PRI --lo demostró Mario Ezcurdia en 1969 con Análisis teórico del
Partido Revolucionario Institucional-- no es un partido político tradicional, sino una
estructura de poder. El PAN en la presidencia y el PRD en el gobierno del DF-
Ciudad de México no supieron reproducir esa estructura de poder para ejercer los
gobiernos y tuvieron que formar una especie de cogobierno con el PRI legislativo.
La clave del PRI como eje del sistema político priísta fue su conformación
corporativa que reproducía en su seno el espacio de funcionamiento de la lucha
de clases como motor de la economía y ésta determinó por extensión la estructura
ya mediatizada del poder. Un dato que desarrollaremos más adelante en este
ensayo: los sectores del modo de producción --trabajadores y empresarios--
fueron siempre sectores estructurales del PRI y con ello diluyeron la lucha de
clases a través de acuerdos de producción administrados por la autoridad del
presidencialismo. Y ni Morena, ni el PAN, ni el PRD han sabido construir en sus
senos esas relaciones administradas de poder.
81

El sistema político priísta sólo funcionaba con el PRI y su estructura


corporativa de clases como los engranes del poder real que se ejercía desde la
presidencia. Por eso, a pesar de parecer lo contrario, era el presidente de la
república el que dependía del PRI; cuando Zedillo se alejó del PRI, la presidencia
pasó a manos del PAN; ahora que el presidente Peña ha desdeñado al PRI, la
derrota se reflejó desde el comienzo del proceso electoral en las encuestas.
Ninguno de los partidos fuertes --PAN, PRD y Morena-- ha podido --a veces no
han querido, sin entender la lógica del poder presidencial priísta-- reproducirse
como una estructura tipo PRI. Los tres tienen sus grupos dominantes, pero sin
representación corporativa de clase. Por tanto, son partidos en competencia, no el
principio dinamizador del sistema.
El dato más importante del proceso electoral del 2018 radica en el hecho de
que el PRI perderá la primera minoría en las dos cámaras por el ascenso de
Morena. Y ninguno de los hoy partidos en la oposición podrá rescatarlas para sí.
El problema no radica en que en los hechos los obreros, los campesinos, las
clases medias y los sectores empresariales en la realidad hayan perdido su
potencial revolucionario --en el modelo marxista de la lucha de clases como motor
de la historia-- y electoral --en el pragmatismo del poder--, sino en que sus masas
bajo control del PRI fortalecían las negociaciones del presidente-PRI con la clase
empresarial.
El PRI no fue sólo el espacio de control de la lucha de clases bajo la
conducción presidencial, sino que siguió operando como el espacio de control de
las relaciones sociales derivadas de las relaciones de producción. Y si en el 2018
las clases corporativas del PRI y sus sectores aliados no garantizaban los votos
para sumar victorias, de todos modos dentro del PRI ofrecían el control de la
disputa por la riqueza. EL populismo morenista, panista y perredista carece de
imbricación con las clases sociales productivas.
El corredor del poder político presidencia-PRI no debe asumirse como
mecánico, de tal manera que baste con sustituir al PRI por Morena o el PAN o el
PRD, sino que constituye un andamiaje histórico basado en los arreglos políticos y
82

de intereses de clases. El PRD y Morena se han concretado sólo a crear sus


bases sociales en el lumpen de la sociedad afectada por el largo ciclo neoliberal
de austeridad y programas sociales en retroceso, sin poder captar a las clases
sociales del modo de producción, todas ellas ajenas a las clases obrera y
empresarial productivas. El inconveniente no es de habilidad --en el PRD y
Morena sobreviven algunos marxistas de las catacumbas y no pocos priístas del
viejo régimen corporativo--, sino de costo-beneficio: reconstruir al proletariado de
los cincuenta a setenta requiere de un Estado de clase con enorme intervención
en el proceso productivo que la oposición nunca entendió y menos podrá
reproducir.
En este sentido, el sistema político priísta dependía de los últimos lazos de
lealtad con trabajadores, campesinos, clases medias y clase populares apenas
entretejidas con cuotas de poder en cargos públicos. La lealtad empresarial no
pasaba por el PRI, sino por las decisiones de política económica manejada desde
Los Pinos y con objetivos de estabilidad y no de intervencionismo. En este
escenario, Morena, el PAN y el PRD carecen de capacidad, fuerza y control del
Estado como para heredar esas relaciones con esas clases productivas básicas.
López Obrador o Anaya en la presidencia tendrán a su lado partidos débiles
en cuanto a estructuras de clase y sin mucha capacidad para negociar con la
burguesía ya suelta de sus compromisos con el PRI en segundo o tercer sitio, lo
que implicaría una presidencia sin poderes reales y fácticos. Los acuerdos de
cualquiera de ellos dos con los sectores de clase tendrán que darse desde la
debilidad del poder --a menos, claro, que se ejerza el monopolio de la fuerza y de
la represión-- o desde nuevos entendimientos que iniciarían con la subordinación
presidencial a esos poderes reales productivos; es decir, requerirían de la
fundación de otro sistema político no priísta.
Una presidencia opositora sin un PRI con control de clases productivas
sería un sistema político débil, porque la construcción de alianzas-compromisos-
complicidades del PRI pasaron por una revolución y la construcción de un Estado
autoritario. Y una presidencia priísta con un presidente no priísta terminaría por
conducir al PRI a una guerra de facciones como las que existían en el periodo
83

sangriento de 1911-1928. En cualquiera de los dos escenarios, el fin histórico del


PRI será, de manera correlativa, el fin histórico del sistema político priísta que dio
vida al modelo de presidencialismo mexicano que tanto reconocimiento tuvo en
México y en el extranjero.
Este ensayo hará una revisión teórica, histórica y política del sistema
político mexicano, de sus crisis, de sus renacimientos de sus propias cenizas; y a
partir de un modelo politológico presentaré el desafío y el dilema del fin del
sistema político priísta: autoritarismo o república, el primero como necesidad y el
segundo como utopía. Y que la clave del fin del PRI como partido y como pieza
central de la relojería sistémica estará en la victoria de Morena o del PAN-PRD sin
fundamentos históricos, ni contradicciones suficientes como para reconstruir el
sistema priísta con otro partido.

2.- Teoría del sistema político priísta.


La teoría de los sistemas políticos es relativamente nueva: apenas tres
cuartos de siglo, contra los diez siglos de historia de la organización política de la
polis --de Homero siglo VIII a.C. a la fecha--. Los sistemas políticos como
instituciones de administración del poder comenzaron a estudiarse con Platón en
el año 370 a.C. en su diálogo La República --fecha tentativa porque no hay
seguridad en cuanto a su publicación-- y el primer acercamiento fue de formas de
gobierno como régimen y su operatividad como algo parecido a un sistema
político.
La primera tesis formal sobre los sistemas políticos fue del politólogo
canadiense David Easton con la publicación de su ensayo de 1953: The political
system. An inquiry into the state of political science, publicado en español como
Política Moderna en 1968. Su teoría del sistema político la resumió en su ensayo
Categorías para el análisis sistémico de la política publicado en ingles como A
framework for political analysis (1965). Más procedimental que filosófico, el modelo
de Easton formalizó el concepto funcionalista y conductista de sistema político.
La teoría de Easton se basa en dos puntos concretos:
84

1.- El conjunto de interacciones entre actores para la distribución autoritaria


de valores o bienes y servicios.
2.- El sistema dibujado como una caja negra dentro de la cual ocurrían esas
interacciones y esa distribución de beneficios.
Hasta antes de la formalización teórica del sistema como un espacio
específico cerrado, el esquema de distribución de valores ocurría en las relaciones
políticas, de poder y de producción, con conflictos y acumulaciones irregulares a
favor de los más fuertes. La distribución se daba en función de reparto de
beneficios, de lealtades, de acuerdos, de riqueza o de lucha de clases. La
originalidad de Easton ocurrió al construir el espacio simbólico de una caja cerrada
a los ojos extraños para una distribución autoritaria pero equilibrada de los
beneficios. Pero lo que le faltó indagar a Easton fue la forma en que se daban
esas interrelaciones y la manera en que se asignaban valores de manera
autoritaria sin derivar en guerras civiles.
El modelo Easton operaba así:

Las demandas y apoyos entraban a la caja negra sistémica para


interrelaciones, negociaciones y asignaciones y salir convertidas en decisiones y
acciones de políticas públicas. Las instancias con capacidad para influir al interior
85

de la caja negra eran las figuras de poder y sus aliados políticos y de clase. Y si
bien la asignación de valores y bienes y servicios se hacía de manera autoritaria,
el funcionamiento de esas interacciones utilizaba mecanismos que evitaran la
violencia: las técnicas de pesos/contrapesos, tensiones/equilibrios,
repartos/acumulaciones dependía de las fuerzas con capacidad para distribuir sin
rupturas.
La relación entre insumos y producción tenía una segunda fase: la
retroalimentación. La capacidad política de las fuerzas dominantes al interior de la
caja negra ayudaba a eludir los conflictos. Hacia los setenta, Samuel Huntington
desarrolló la relación gobernabilidad/ingobernabilidad en el modelo de
demandas/políticas públicas del sistema de Easton, encontrando un punto de
equilibrio en la velocidad entre la exigencia de reformas por parte de grupos
sociales y la capacidad de respuesta de las instituciones para atenderlas. Cuando
el ritmo de reformas era dinámico y mayor a las demandas, los sistemas se
localizaban en las coordenadas de la gobernabilidad; cuando las demandas
superaban a las ofertas institucionales, el escenario se hundía en la
ingobernabilidad.
Easton dividió los sistemas en dos conjuntos de exposiciones: los
intrasociales y los extrasociales; los intrasociales tenían que ver conductas,
actitudes e ideas referentes a la cultura, la economía, la estructura social y los
individuos; los extrasociales estaban constituidos por organizaciones fuera del
sistema e inclusive en la escena internacional. Los dos configuraban el ambiente
del funcionamiento del sistema político. Easton definió las demandas como inputs
y las decisiones como outputs.
Se trataba de un modelo dinámico, procedimental, de equilibrios sociales,
sin ningún referente de filosofía política. Los sistemas tenían la función de
distribuir sin tensiones y satisfacer todas las demandas. Las dimensiones de las
cajas negras han tenido que ver con las instituciones encargadas de recibir las
demandas, procesarlas, jerarquizarlas, tomarlas y distribuirlas.
La teoría política posterior a Easton ha desarrollado los sistemas políticos
en función de la relación tensiones/equilibrios.
86

Por su localización en la base de la pirámide del poder --debajo del Estado


y del régimen o forma de gobierno--, los sistemas políticos son el principio rector
de las sociedades organizadas. El Estado delega la administración del poder a los
regímenes y estos ceden a los sistemas la relación del gobierno con la sociedad.
En este sentido, los sistemas son estructuras de relación directa de demandantes
y demandados, una instancia de intermediación y mecanismos institucionales para
el reparto de beneficios. Las tres tareas básicas de los sistemas políticos tienen
que ver con demandas, beneficios y distribución. La faena de los sistemas
políticos está definida por las tensiones en la medida en que el número de
demandantes es superior a los recursos por repartir; Easton habló de la
“distribución autoritaria” de los beneficios, en tanto que las democracias modernas
crearon formas más equitativas de distribución.
Los sistemas políticos distribuyen tres tipos de beneficios: políticos, de
bienestar y de legitimidad. En teoría los sistemas políticos deben dejar satisfechos
a demandantes y demandados; sin embargo, siempre los beneficios son menores
a las demandas, por lo que los sistemas viven en estados permanentes de
ingobernabilidad, aunque la clave radica en la administración/represión de los
conflictos. La capacidad de gestión de los sistemas políticos define los grados de
gobernabilidad-ingobernabilidad de los regímenes, tomando a los primeros como
los que tienen crisis de demandas de un cuarto de los totales, en tanto que los
segundos reflejan insatisfacción de más de la mitad de los demandantes.
El estudio teórico de los sistemas políticos fue retrasado por el
funcionamiento de los regímenes políticos. Sin una caracterización categórica o
directa, los sistemas políticos han funcionado como un subsistema de gobierno. Si
se quiere referir dos fechas de fundación de los sistemas políticos como
mecanismos de representación y administración de demandas, habría que
registrar la Carta Magna de 1215, la Bill of Petition de 1618 y la Bill of Rights de
1689, las tres referidas a Inglaterra. La primera sometió el control del voluntarismo
del rey John I a reglas aprobadas por los barones de la burguesía, la segunda le
puso control a la vulneración de derechos sociales por parte del rey Charles I y la
tercera estableció un coto al rey Jacob II al establecimiento de impuestos con la
87

aprobación del parlamento. Estas tres leyes, producto de la disputa entre el poder
absoluto de los reyes contra el poder limitado de las burguesías, dieron el salto
cualitativo entre la edad media (siglos V-XV d.C.) y el absolutismo (siglos XV a
mitad del XVI) al renacimiento (siglos XV-XVI).
El debate central ocurrió en la colocación de límites al poder absoluto de los
reyes. La frase atribuida a Louis XIV (reinado de 1643 a 1715) de que “el Estado
soy yo” ilustraba la inexistencia de contrapesos en las monarquías europeas. A
nivel teórico se dio un gran debate sobre la filosofía de la autoridad real y la
filosofía del poder civil. En 1680 el inglés Robert Filmer publicó su texto Patriarca
o el poder natural de los reyes para fundamentar que el poder de los reyes
provenía directamente de Dios y que ninguna autoridad terrenal podría acotarlo y
en 1689 John Locke --el padre ideológico del liberalismo-- publicó sus Tratados
sobre el gobierno civil en respuesta directa a Filmer. La Carta de los Derechos de
1689 le dio la razón a Locke por encima de Filmer. Un poco tarde y más referido al
debate del absolutismo francés en ese entonces encarnado por Louis XIV,
Jacques Bénigne Bossuet publicó su ensayo La política a partir de las sagradas
escrituras como una defensa tardía del modelo de absolutismo monárquico. Este
debate lo cerraron el baron de Montesquieu con El espíritu de las leyes (1748) y
Benjamin Constant de Rebecque con Principios de política aplicables a todos los
gobiernos representativos (1815).
Los parlamentos como contrapeso de las monarquías pueden ser
considerados como el primer paso hacia la formalización de los sistemas políticos,
sobre todo por sus dos efectos: limitar el poder de los reyes y reconocer la
jerarquía de la sociedad organizada para equilibrar el poder absoluto de los
monarcas a través de la representación parlamentaria. El segundo paso hacia los
sistemas fue la creación de los partidos políticos como espacios de confluencia
social y participación en el debate de los gobiernos. Los primeros partidos políticos
nacieron en Inglaterra en el último cuarto del siglo XVII, definidos ideológicamente:
los whigs o liberales y los tories o conservadores. Un siglo después la base de los
partidos franceses fueron clubes que derivarían en partidos: los jacobinos como
progresistas radicales y los girondinos como conservadores moderados; la
88

colocación de las bancadas en la Asamblea Nacional fundó la caracterización de


izquierda (jacobinos) y derecha (girondinos) en función del peso de las demandas
sociales --los primeros-- y los privilegios --los segundos--.
Los parlamentos y los partidos fueron las células fundacionales de los
sistemas políticos como espacios de agrupamiento de demandas, administración
de peticiones y distribución de beneficios, tres de las principales funciones
--entonces y ahora-- de los sistemas políticos.
El estudio de los sistemas políticos comenzó con Easton a mediados del
siglo XX y a lo largo de tres cuartos de siglo se ha metido en los caminos sinuosos
y oscuras de la crisis de las formas de organización del funcionamiento de las
polis. Las formas de gobierno han dificultado el funcionamiento de los sistemas: el
parlamentarismo, el presidencialismo y la crisis de los regímenes monárquicos han
encontrado también dificultades en las nuevas ideas políticas, algunas más
superficiales que otras, pero al final todas han afectado la distribución autoritaria
de valores y bienes: los derechos sociales, las minorías sexuales, el feminismo, el
ecologismo, la sustentabilidad, entre muchas otras.
Y la dificultad más grave del funcionamiento de los sistemas políticos ha
sido el agotamiento de la estructura interna de los partidos por las ideas de las
coyunturas, lo que ha conducido a una fragmentación de las demandas
atomizándolas, a un conflicto en la asignación de los beneficios y a sus efectos
también particulares de las decisiones. La reducción de los espacios de acción y
de militancia de los partidos ha llevado a la multiplicación de esos organismos de
participación política y por tanto a la configuración de coaliciones de partidos que
afectan la definición concreta de las demandas. Y a ello se ha agregado también
la consolidación de la acción directa de grupos sociales sin reglas ni compromisos
internos y con demandas estalladas en movilizaciones, violencias e intolerancias.
La proliferación de grupos demandantes ha obligado a ir transparentando la
caja negra para llevar por la vía de las movilizaciones sociales a una caja gris y en
democracias exigentes a una caja transparente. Pero el problema real no ha sido
la dimensión de oscuridad/luz al interior de la caja negra, sino el hecho de que la
dispersión de demandantes impide políticas públicas generalizadoras. Y entonces
89

los sistemas políticos entran en zonas de


incertidumbre/tensiones/conflictos/rupturas/revoluciones ante la imposibilidad de
que la distribución autoritaria de valores y beneficios no cumpla con las
expectativas y los demandantes se salgan del esquema sistémico para exigir por
la vía directa (la ingobernabilidad de Huntington) beneficios que la distribución
institucional no alcanza a satisfacer.
3.- Historia del sistema político priísta.
El sistema político mexicano comenzó a estudiarse por la academia
mexicana apenas en 1972, aunque en los Estados Unidos hubo análisis desde
mediados de los cincuenta. De manera formal, se asume al sistema político
mexicano como el operado en el siglo XX, producto de la revolución que derrocó al
dictador Porfirio Díaz --en el poder desde 1876--. Sin embargo, estructuras
sistémicas han existido desde las primeras monarquías indígenas. En este
sentido, el sistema político priísta ha sido un proceso progresivo de acumulación
de experiencias, a pesar de las rupturas revolucionarias.
Como forma de gobierno e instituciones de conducción de sociedades, el
sistema político mexicano nació con las primeras comunidades indígenas y sus
instancias de conducción de gobierno: el Tlatoani o titular del poder, el consejo de
ancianos, los comerciantes y los guerreros. Esta primera organización viene de las
primeras tribus sedentarias de Mesoamérica en el siglo I a.C. Como dato
revelador, la institución del Tlatoani representa el papel que hoy tiene el presidente
de la república o titular del poder ejecutivo.
Las fases de ruptura-construcción del sistema político mexicano pueden
periodizarse así:
--Monarquías indígenas: siglo IX a.C.-1521, de los mayas como la
Grecia de América a la conquista española con la ocupación de
Tenochtitlan.
--Virreinato español: de Antonio de Mendoza como primer virrey en la
Nueva España 1535 a la consumación de la independencia en 1821 firmada
en Córdoba por Juan O´Donojú como jefe político superior porque no llegó
a asumir el cargo de virrey.
90

--Primer Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide y primera Corte


mexicana organizada como sistema político monárquico: 1822-1823.
--Primera República Federal; 1824-1836. De la Constitución de 1824
que fijó la forma republicana y representativa de gobierno y la primera
estructura de poder a la república centralista de 1836.
--Primera República Centralista: 1836-1846.
--Santa Anna como hombre fuerte 1836-1855.
--Segunda República Federal: 1846-1872. Invasión estadunidense,
guerra civil de Reforma, invasión francesa e Imperio de Maximiliano, muerte
de Juárez y control político de Porfirio Díaz.
--Segundo Imperio Mexicano: 1863-1867. Llegada de Maximiliano de
Habsburgo como emperador importado. Derrota de los franceses,
reinstalación de la república en Palacio Nacional y muerte de Juárez.
--República presidencialista autoritaria: 1872-1911. Porfirio Díaz
como figura dominante de la muerte de Juárez a su renuncia.
--República democrática: 1911-1913. De la elección a la muerte de
Francisco I. Madero por el cuartelazo de Victoriano Huerta.
--Dictadura militar de Huerta: 1913-1914 y el nacimiento de la
revolución constitucionalista de Carranza.
--Liderazgos militares en pugna: 1914-1917. De la Convención de
Aguascalientes a la promulgación de la Constitución.
--República federal caudillista: 1917-1929. De la Constitución a la
fundación del Partido Nacional Revolucionario como reorganización de las
élites revolucionarias militares por el asesinato del general Álvaro Obregón.
--República priísta: 1929-2018. Dominio constitucional del PRI en el
sistema/régimen/Estado, incluyendo el periodo panista presidencial 2000-
2012 en que el PRI cogobernó con el PAN desde su mayoría en el
Congreso.

La continuidad de las instituciones sistémicas ha mostrado un modelo


constructivista. La institución presidencial del siglo XXI priísta fue la acumulación
91

de experiencias de los Tlatoanis indígenas, el rey-virrey-jefe político del dominio


español, el modelo del hombre fuerte de Santa Anna, el liderazgo de Juárez y la
mano dura de Díaz.
El sistema político priísta puede definirse como la caja negra de Easton en
cuyo seno, con la mano dominante del presidente de la república como el hombre
fuerte del partido, que administra las interacciones y define la distribución
autoritaria de valores y beneficios. La construcción del sistema priísta fue
pragmática y se basó en los enfoques de dominación autoritaria del militarismo
revolucionario de los jefes de las facciones en lucha. La dialéctica de mando
--militares de grado/comandantes de bandas-- derivó en estructuras de poder
vertical. El genio político-militar de Carranza, Obregón y Elías Calles estuvo en la
arquitectura del sistema político.
La caracterización de sistema político priísta a sucesos anteriores a la
fundación del PRI --1929 como Partido Nacional Revolucionario-- refiere el hecho
de que el partido fue el edificio terminado. Es decir, el PRI fue la caja negra final
del sistema político en su largo periodo de construcción 1908-1946, de la crítica de
Francisco I. Madero al sistema presidencialista autoritario de Díaz en La sucesión
presidencial en 1910 a la fundación formal y final del partido como Revolucionario
Institucional. La lucha de facciones que puedo haber derivado en una nueva
guerra civil en 1928 fue administrada a través del partido del
gobierno/Estado/régimen.

El sistema político fue analizado de manera dispersa:


● En 1908 el libro La sucesión presidencial en 1910, de Madero, fue el
primer enfoque politológico y sistémico del sistema político mexicano:
analizó el presidencialismo de Díaz, hizo la primera caracterización
del poder absoluto, detectó el modelo de sucesiones presidenciales
--poder heredado-- como la pieza política clave del sistema, reveló
que el poder presidencial se fundaba en el poder del presidente en la
designación de su sucesor --Díaz a sí mismo y luego el PRI
92

convirtiendo la sucesión en el poder absoluto-- y presentó a la


democracia como el modelo político a seguir.
● En 1958 el ensayista marxista José Revueltas publicó un breve
ensayo de 80 páginas sobre el sistema político --México: democracia
bárbara-- a partir del análisis de la elección presidencial de ese año.
Revueltas presentó el primer ensayo de la simbiosis Estado-PRI en
cuanto a estructuras de representación: el partido representaba al
Estado y el Estado al partido. Puso un ejemplo: las delegaciones
agrarias del Estado estaban representadas por las delegaciones de
la CNC, sector agrario del PRI. En el prólogo a una nueva edición del
ensayo en 1975 concluyó que el Estado controlaba a través del PRI
la totalidad de las relaciones sociales.
● En 1963 el sociólogo Pablo González Casanova terminó su ensayo
La democracia en México --era entonces director de la Escuela
Nacional de Ciencias Políticas-- presentando la estructura de poder
desde el enfoque cuantitativo de las estadísticas. El ensayo se
publicó en 1965.
● En julio de 1968 el político priísta Manuel Moreno Sánchez comenzó
a publicar en Excélsior una serie de artículos para revelar en
funcionamiento interno del sistema político priísta. Los textos
comenzaron pocos días antes del estallamiento del movimiento
estudiantil de 1968. Los textos, con otros más, conformaron el libro
Crisis política de México circulado en 1970. Líder del senado durante
el sexenio de López Mateos, Moreno Sánchez reveló las estructuras
de dependencia del poder y sobre todo los mecanismos de
dominación. La coincidencia entre los textos de Moreno Sánchez y el
colapso provocado por el movimiento estudiantil cruzaron la teoría
con la realidad.
● En octubre de 1968 el poeta y ensayista Octavio Paz envío a la
Secretaría de Relaciones Exteriores de México, en su condición de
embajador en la India, reflexiones sobre los movimientos
93

estudiantiles en el mundo y obviamente el mexicano. Sus


evaluaciones fueron críticas y mostraron el agotamiento del sistema
político priísta como institución autoritaria. En cartas apretadas,
presentó el dilema de democracia o dictadura. Luego de su renuncia
al cargo por el 2 de octubre en Tlatelolco, Paz participó en octubre de
1969 en una conferencia en la Universidad de Texas en Austin,
dentro de un ciclo sobre el sistema político mexicano, y leyó un
ensayo crítico sobre la crisis del sistema mexicano. Esa conferencia
terminaría en el ensayo Posdata de principios de 1970. Las cartas, la
conferencia y el libro mantuvieron el común de nominador de señalar
el agotamiento del sistema político priísta.
● En 1972 el historiador Daniel Cosío Villegas también extendió su
breve conferencia sobre el sistema político en un libro titulado El
sistema político mexicano. Posibilidades del cambio. Se trató de un
enfoque historicista, acrítico, de registro de hechos. Su valor
consistió en presentar formalmente el sistema sobre dos piezas
clave: el presidente de la república y el PRI. Y el registro histórico del
proceso de formación del sistema político quedó como eferente
básico para estudios posteriores.
● En 1972 el politólogo Arnaldo Córdova publicó un breve ensayo
titulado La formación del poder político en México, una propuesta de
construcción del poder político como sistema a través de instancias
específicas: el Estado, la ideología, el partido y el presidencialismo
como piezas funcionales al ejercicio del gobierno y del poder.
● En 1974 el politólogo José Luis Reyna publicó en El Colegio de
México el ensayo Control político, estabilidad y desarrollo en México,
el primer esfuerzo de enfoque sistémico a partir de la lectura de
David Easton. El enfoque fue el del control corporativo vía el PRI y el
ejercicio del autoritarismo para mantener la disciplina y lealtad. La
línea de investigación de la Revolución en El Colegio de México fue
94

la que insistió en la construcción de instituciones sistémicas o la


institucionalización del régimen revolucionario.
● En 1977 Manuel Camacho publicó, en El Colegio de México, el
ensayo Los nudos históricos del sistema político mexicano, el primer
enfoque sistémico de la crisis de funcionalidad de las instituciones de
la caja negra. La indagación de Camacho rastreó el saldo
institucional en la distribución de beneficios dentro del sistema, pero
ya con instituciones corporativas o excluyentes. El modelo fue el del
anudamiento de los hilos del poder. Si Paz en 1968 hablaba de la
opción democrática para eludir la dictadura, Camacho planteó la
reforma del sistema desde dentro.

La crisis del sistema político como fin de la capacidad de estabilización del


PRI como la caja negra de los arreglos corporativos, de sectores y de demandas
fue planteada por el pensamiento liberal en la primera mitad de los ochenta. El PRI
había atravesado con abolladuras la crisis estudiantil de 1968 y se había
tambaleado con la crisis devaluatoria de 1982. El propio sistema priísta, con
sensibilidad para prever conflictos, emprendió dos cambios en las élites: en 1975
designó como candidato presidencial al burócrata José López Portillo, con raíces
históricas pero sin la red elitista que sólo da la configuración de redes de poder,
por encima de una sucesión en el escalafón burocrática que representaba Mario
Moya Palencia, secretario de Gobernación del presidente Luis Echeverría; y en
1981 López Portillo escogió como candidato del PRI y seguro sucesor a Miguel de
la Madrid Hurtado, un oscuro burócrata, abogado con especialización en
economía y jefe de un pequeño grupo de economistas educados en los Estados
Unidos al mando del joven Carlos Salinas de Gortari, nieto de la Revolución e hijo
de Raúl Salinas Lozano, secretario de Economía del gobierno de López Mateos y
frustrado precandidato a la presidencia en 1963.
La clase política que había arribado al poder con Miguel Alemán Valdés en
1946, año por cierto en que el propio Alemán había transformado el Partido de la
Revolución Mexicana en Partido Revolucionario Institucional, pasó a retirarse en
95

1976. López Portillo encabezó un fugaz sexenio de administrativismo funcionalista;


y De la Madrid irrumpió con sus economistas para dar un golpe de timón en el
rumbo de la política económica: del populismo estatista al neoliberalismo de
mercado. La política económica de los gobiernos de De la Madrid y Salinas de
Gortari fue equidistante con el pensamiento del Fondo Monetario Internacional en
materia de estabilidad macroeconómica y con el Banco Mundial y sus reformas
estructurales, ambas instituciones al frente de la ola internacional y sobre todo
latinoamericana de desestatización, instalación del mercado y pensamiento
económico monetarista.
Sin demasiados sobresaltos, el sistema político se ajustó al nuevo
escenario. En lo político, De la Madrid y Salinas de Gortari impulsaron un relevo
de cuadros políticos que llevó a la ruptura dentro del PRI en 1987 al excluir del
PRI y de la definición del candidato presidencial para las elecciones de 1988 al
grupo neocardenista y neopopulista de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; la salida
del PRI de Cárdenas y la Corriente Democrática condujo a la fundación del PRD
como partido neopopulista-cardenista, dejando en el PRI a los neoliberales
solidarios. El costo de ese éxodo priísta fue de cuando menos 30 puntos
porcentuales electorales, porque Salinas de Gortari cono candidato priísta apenas
acumuló 50% de la votación y el PRI desde entonces perdió la mayoría absoluta.
El PRI como caja negra del sistema política perdió su eficacia en 1968, el
estatismo de Echeverría le inyectó oxígeno social por el reparto de beneficios, el
petróleo lopezportillista dibujó la ilusión del paraíso social, pero la crisis
inflacionaria, devaluatoria y de colapso de las finanzas públicas llevaron el ingreso
al PRI de los neoliberales estabilizadores y ahí la caja negra sistémica perdió
funcionalidad: grupos sociales marginados por el nuevo Estado con menores
compromisos sociales, el recorte de gasto público, la baja del PRI y el
achicamiento del Estado encontraron un PRI sin capacidad para administrar las
movilizaciones sociales; y desde 1989, el PRD construyó una base social que le
quitó el control de los dependientes de los beneficios públicos. Así, la caja negra
priísta perdió una parte que se fue al PRD y que decidió confrontar al sistema
desde fuera con acciones directas. El PRD y ahora Morena han logrado construir
96

pequeñas cajas negras con grupos sociales dependientes del gasto asistencialista
intercambiando lealtad electoral por programas de beneficio directo.
4.- Anatomía del sistema político priísta.
Como estructura dominante desde el Estado en el largo periodo 1917-1982
y con reducción de sus alcances sociales por restricciones presupuestales y
estabilizadoras en el periodo 1983-2018, el sistema político perdió cohesión en
1989 con la fractura en el Estado, el PRI y el sistema político; mientras el PAN
nunca se preocupó por entender al sistema político ni su funcionamiento --en el
2000-2012 gobernó con el PRI y como PRI--, el PRD cardenista construyó su
propia caja negra desde la oposición y luego en el DF-Ciudad de México y Morena
no ha hecho más que instalar una tercera caja negra más priísta que perredista en
el modelo de López Obrador.
El sistema político priísta --y de muchas formas en el sistema político
perredista y morenista-- ha funcionado en dos esferas específicas: los pilares que
lo sostienen y las fuentes de legitimidad que lo legalizan.
Los pilares del sistema político se dividen en dos grupos; de un lado, los
fundamentales que lo hacen funcionar como caja negra: presidente de la
república, PRI y Estado de bienestar; de otro lado, los que articulan la
funcionalidad como círculo de refuerzo: poderes fácticos, ideología y facultades
constitucionales. Cada uno de ellos tiene su configuración histórica en la lucha por
el poder:

● El presidente de la república. El titular del ejecutivo ha sido el


poder central, aunque acotado por otros poderes: el consejo de
ancianos, la iglesia y los guerreros, en el pasado indígena; el rey
y las comunidades indígenas latentes, en la colonia: el congreso
que elegía al presidente, en la primera constitución federal; los
electores indirectos con la Constitución de 1857; y la elección
directa como beneficio de la Revolución de 1910 en la
Constitución de 1917. El presidente de la república en el sistema
político priísta tuvo tres tiempos: el voto directo con la
97

Constitución de 1917, la reunión del presidente Elías Calles con


los militares en 1928 para tener el poder militar subordinado en la
designación de su sucesor y el corporativismo del PRM creado
por Calles. El presidente de la república es, con poderes
constitucionales, pragmáticos y delegados, el centro del poder
político, con facultades constitucionales, fácticas, autoritarias,
directas-indirectas e históricas.
● El PRI. Nacido en 1929 para coordinar el reparto del poder
después del asesinato del presidente reelecto Álvaro Obregón en
julio de 1928, el partido oficial-del gobierno-del Estado fue el
centro de administración del poder y del reparto de beneficios, la
caja negra de Easton: primero porque nació del poder militar
centralizado por Elías Calles, segundo porque controló a las
masas de clases productivas como estructura corporativa y
tercero porque depende directamente del presidente de la
república. El PRI ha sido el espacio de administración y
distribución del poder político y de los beneficios sociales. Sin el
PRI, el presidencialismo hubiera sido una dictadura al estilo
Porfirio Díaz.
● El bienestar social. A partir del inciso a) de la fracción II del 3º
constitucional, la democracia como forma de ejercicio de la
política y el poder ha sido desplazada por el bienestar; el mandato
constitucional señala que la democracia es el bienestar. Los años
del autoritarismo priísta 1934-1983 fueron posibles por la tasa
promedio anual del PIB de 6% y una política social en salud,
educación y alimentación. Mientras hubo bienestar, la sociedad
aceptaba el autoritarismo; la gente prefería el bienestar a la
democracia. La crisis de legitimidad del sistema priísta se explica
por el PIB promedio anual de 2.2% en el periodo 1983-2018, el de
los gobiernos neoliberales, de mercado y de Estado decreciente.
El PRI y el presidencialismo comenzaron a perder posiciones de
98

poder con la crisis de bienestar. La quiebra del PRI en 1987-1988,


del conflicto con Cárdenas en el PRI hasta las elecciones
presidenciales, consolidó el tránsito del Estado de la Revolución
Mexicana al Estado neoliberal de estabilidad macroeconómica a
costa del bienestar social.
● Poderes fácticos. Alguna vez dentro de la caja negra del sistema
priísta, importantes sectores fueron estableciendo una autonomía
relativa del Estado priísta: militares (fueron sector del PRI de 1938
a 1940), empresarios, medios de comunicación, oposición leal,
inversionistas extranjeros, embajada de los Estados Unidos,
movimientos sociales de acción directa, intelectuales, iglesia
católica, liderazgos indígenas y burocracia fuera del partido, todos
ellos conocidos como sectores invisibles del sistema; quedaron
fuera de la caja negra, pero dependiente de las directrices
presidenciales. El sistema prefirió acuerdos y entendimientos a
sometimientos autoritarios que hubieran llevado a la ruptura,
aprovechando que esos sectores dependían del sistema y no de
su insuficiente fuerza. El modelo priísta no fue totalitario (en el
modelo Hannah Arendt o Raymond Aron), sino “total y totalizador”
en el modelo José Revueltas de México: una democracia bárbara.
Los sectores corporativos --incluyendo a los grupos empresariales
dependientes de las políticas públicas-- garantizaban el control
corporativo de la economía sin estar en el PRI. Los sectores fuera
del sistema formal están dentro de su ámbito de influencia y
tienen formas de entendimiento con el sistema. La fuerza del PRI
y del presidente de la república lograba negociaciones sin
represión.
● La ideología. El sistema político creó dos instrumentos de
dominación: la ideología histórica convertida en cohesión nacional
y la educación como aparato ideológico (modelo Louis Althusser)
del Estado priísta. El qué pensar como pensamiento único y cómo
99

reproducirlo han sido los instrumentos de dominación priísta. Este


mecanismo se reforzó, durante decenios, con el hecho de que el
PRI ostentaba en su escudo los tres colores nacionales de la
bandera antes de que hubiera una ley que reglamentara los
símbolos patrios. La ideología oficial historia-PRI construida a
partir del pensamiento histórico ha determinado que los gobiernos
priístas son los titulares de la herencia social de la república. El
pensamiento histórico es la interpretación oficial de la historia
convertida en ideología. Desde Santa Anna, los titulares del poder
ejecutivo son los guardianes de la Historia Nacional. Y la historia
nacional se reproduce, vía el PRI y el discurso político priísta, a
través de la educación como aparato ideológico del Estado priísta
y como mecanismo de control social.
● La Constitución. La legitimación del poder sistémico en México ha
sido construida a través de la Constitución: cada fase
revolucionaria (Independencia, Reforma, Revolución) fue
reforzada con una Constitución correspondiente a valores y
controles. La simbiosis historia nacional-presidente-PRI-ideología
encuentra en la Constitución el mecanismo de dominación social.
Aún sin que el presidente de la república cuente con votos de
mayoría absoluta para su partido, la fuerza del presidencialismo
se apoya en las facultades constitucionales y autoritarias. El
modelo de constitucionalismo autoritario libraba los retenes
democráticos con facultades absolutistas a partir de que el
presidente de la república es el titular del Estado y el presidente
de la república es la autoridad responsable de la conducción del
Estado.

Las fuentes de legitimidad del sistema político mexicano priísta son tres:
100

● La Constitución como sumatoria del poder, con el presidente de la


república en la punta de la pirámide. La Constitución ha sido la
garantía de los abusos autoritarios y de dominación del PRI.
● El pensamiento histórico oficial como consenso consciente e
inconsciente. En 1964 los politólogos Gabriel Almond y Sidney
Barba realizaron una encuesta sobre cultura cívica y en México el
factor dominante era la Revolución Mexicana como ideología
social.
● Y el PRI como ejercicio de la dominación en el espacio de control
de las relaciones sociales, la caja negra de David Easton. Más
que un partido tradicional el PRI fue en sus mejores momentos el
espacio de administración del poder, las crisis y el reparto de
posiciones.

La historia de los tres pilares básicos --presidente de la república, PNR-


PRM-PRI y Estado de bienestar-- revela la construcción de un poder central fuerte,
no democrático, “totalizador y no totalitario” --tesis de José Revueltas-- y
legitimado por la historia oficial. Se trató de un proceso de construcción
progresiva, a pesar de las rupturas revolucionarias.
1.- Presidente de la república. Hay dos características del sistema
presidencialista mexicano: la centralización del poder en el ejecutivo y el fracaso
en el modelo parlamentario. En las monarquías indígenas el poder central era el
Tlatoani y el Tlatoani-Tlacatécatl (jefe militar). La colonia española instauró un
sistema basado en tres puntales: el rey, el virrey y el jefe político. Hacia 1812, con
la crisis de Bayona por el secuestro de los reyes Carlos II y Fernando VII y la
coronación falsa de José Napoleón Bonaparte (hermano del caudillo) en 1808, la
monarquía española pasó a monarquía parlamentaria con Cortes, vía la
Constitución de Cádiz, la cual, a su vez, instauró en la Nueva España los
ayuntamientos y sobre todo las diputaciones provinciales.
La Constitución de 1824 creó la figura del jefe del ejecutivo federal, aunque
dependiente del Congreso: su nominación era producto de propuestas de las
101

diputaciones provinciales al Congreso federal y la selección del nominado más


repetido. Este modelo fue modificado por la Constitución de 1857 porque introdujo
el sistema estadunidense de elección indirecta vía electores. Entre las dos
constituciones se implantó el modelo de jefe político en funciones: Antonio López
de Santa Anna de 1935 a 1855 y Juárez de 1857 a 1872; Porfirio Díaz logró la
mixtura de un presidente constitucionalmente fuerte y un caudillo autoritario aún
más fuerte.
La Constitución de 1917 sentó las bases de la autonomía presidencial al
terminar con el esquema de elección indirecta vía electores e instauró la elección
directa, universal y secreta, separando al presidente de cualquier dependencia del
legislativo.
El presidencialismo posrevolucionario retomó esas experiencias, pero creó
las propias. Carranza, Obregón y Elías Calles consolidaron el modelo de caudillo
personal fuerte, autoritario y constitucional. El asesinato de Obregón en julio de
1928 llevó a Elías Calles a dar un paso audaz que fortaleció la presidencia: en
septiembre de 1928 tuvo una reunión con todos los generales y ahí les solicitó el
voto de confianza para designar al presidente sustituto y al presidente
constitucional, en el entendido de que no debía ser militar para no tentar la guerra
civil. Los generales le dieron ese poder a Elías Calles y ahí nació la nueva fase del
modelo de sucesión presidencial en la que el presidente saliente designa a su
sucesor, un mecanismo inaugurado por Díaz aunque auto designándose como
candidato a la reelección.
La segunda fase del presidencialismo fue la fundación desde el ejecutivo de
los sectores corporativos --obrero, campesino, popular y militar-- y luego su
articulación como pilares oficiales del PRM. Este paso fue dado por Cárdenas,
cuya obsesión por el presidencialismo mesiánico se quedó como operatividad
institucional. La transformación del PRM en PRI también salió del ejecutivo.
2.- El PRI. Nacido desde el poder para mantener el poder del grupo militar
dominante de Elías Calles ante la división entre las facciones militares metidas en
la disputa por el poder, el PRI fue consustancial del modelo callista: luego de
obtener el apoyo y subordinación de los generales, Elías Calles promovió la
102

fundación del PRI como el espacio --caja negra dentro del grupo gobernante-- de
arreglos pacíficos por el poder con una distribución pacífica. El error de Elías
Calles fue romper la dependencia presidente-PNR y tratar de colocarse por
encima del presidente constitucional Cárdenas.
El PRI mantuvo el dominio absoluto de la competencia electoral de 1929 a
1976, con un sistema de partidos determinado por el presidencialismo priísta: dos
partidos comparsa --el Partido Popular Socialista del colaboracionista Vicente
Lombardo Toledano y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana de
generales afines a Venustiano Carranza--; el PAN fue un partido nacido de la
vertiente conservadora liberal del PRI como una opción de honestidad y moral y
funcionó como oposición leal --concepto de Soledad Loaeza-- hasta 1982; en las
elecciones presidenciales de 1988, 1994 y 2000 compitió por la alternancia
partidista, aunque sin diseñar una alternativa real.
El PRI como partido del Estado-gobierno-elite priísta se reproduce a nivel
nacional a través de las estructuras del Estado y del gobierno. Ningún otro partido
tiene los recursos para hacerlo; el PRI lo logra a través del poder presidencial en
el manejo del presupuesto público. Los seccionales del partido son células del
gobierno-Estado (Revueltas en México: una democracia bárbara, de 1958). La
dependencia del PRI del poder presidencial crea un circuito de poder, pero al final
de cuentas el poder efectivo está en el PRI y el presidente de la república sabe
cómo ejercerlo. Por ello el presidente la república determinó hasta la fecha las
principales candidaturas a alcaldes, gobernadores, diputados locales, diputados
federales, senadores y presidente de la república.
El poder del PRI aparece en sus números electorales:
--Para presidente de la república el promedio electoral fue de 86.5% en las
elecciones de 1929 a 1976 y de 30% de 1988 al 2012, con el sótano de 22.2% en
la elección presidencial del 2006 que perdió Roberto Madrazo Pintado. El PRI
perdió las elecciones en el 2000 con 36.1% de los votos y en el 2006 con 22.2%.
Por sí solo el PRI ganó 32% de los votos presidenciales en el 2012 y subió a
38.2% por los votos del Partido Verde.
103

--En el Senado, el PRI tuvo el 100% de las curules de 1929 a 1982; en 1988
perdió cuatro y bajó a 93.7% y en 1994 volvió a bajar a 74.2%. En las tres
elecciones sexenales de 2000, 2006 y 2012, las curules promedio en la cámara
alta fueron de 39%, con el nivel más bajo en 2006 con sólo 30.4%.
--En la Cámara de Diputados el promedio de 1946 a 1952 fue de 74%, de
85.7% de 1958 a 1976, de 58% de 1982 a 1994 y de 21.8% de 1997 a 2015. En
dos grandes bloques, el promedio fue de 79.8% de 1946 a 1976 y de 45.4% de
1982 a 2015.
--A nivel de gobernadores, el PRI mantuvo el 100% de los mandatarios
estatales hasta 1988 y en 1989 perdió el primero gobierno estatal, Baja California.
En el 2018 el PRI mantiene apenas 14 gubernaturas, el 43.76% del total.
--Hacia las elecciones presidenciales, legislativas y de nueve gobernadores
en el 2018, el PRI asiste con el 38.2% de votos presenciales del 2012, el 40.6% de
curules en el Senado en el 2012 y el 40.6% de diputaciones en el 2015, un
promedio total de 39% del poder político nacional.
3.- El Estado de bienestar arroja cifras que revelan que el PRI ya no
garantiza el nivel de vida de los mexicanos; fijó la meta de mínimos de bienestar
con López Portillo y quedó en mera solidaridad con Salinas de Gortari. Las cifras
de la pérdida de nivel de vida a la fecha son reveladoras de la crisis del PRI como
garante de un bienestar que apenas beneficia al 20% de los mexicanos:
--Según el último reporte de 2018 del Consejo nacional de Evaluación de
Políticas de Desarrollo Social (Coneval), el 78% de los mexicanos vive con una o
varias carencias sociales.
--Según el Inegi, el 55% de los trabajadores labora en condiciones de
marginalidad y subempleo.
--Las últimas cifras de distribución del ingreso en deciles de familias, el 70%
de los mexicanos tiene el 50% del ingreso, en tanto que una minoría de 30%
acapara la otra mitad.
--En el periodo de estabilidad 1934-1982 (cuarenta y ocho años), el PIB
promedio anual fue de 6%. En el ciclo del PRI sin compromiso social, de 1983 a
2018 (treinta y cinco años), el PIB promedio anual fue de 2.2%. Para atender las
104

demandas de los mexicanos que se incorporan cada año a la población


económicamente activa, le economía debe crecer en 6.5%; por tanto, el promedio
de 2.2% es apenas un tercio de las necesidades mínimas, condenando a dos
tercios a condiciones de marginalidad, subempleo e informalidad.
Al perder el ritmo del bienestar en 1982, el PRI comenzó a disminuir su
legitimidad política e inició su ciclo de declinación electoral. En 1982 no sólo
cambió el diseño social de la política económica del desarrollo pasando del Estado
de bienestar al mercado capitalista sin cobertura de políticas sociales, sino que
hubo un relevo en la élite gobernante pasando de los políticos y populistas a la
generación de tecnócratas. El Estado de bienestar terminó su ciclo en 1982 e
inició, según definió en 1985 Carlos Salinas de Gortari como secretario de
Programación y Presupuesto y arquitecto del proyecto neoliberal de crecimiento, la
del Estado responsable de directrices y ya sin representación de compromisos
sociales o de clase, el Estado mercado de Theda Skocpol.
De modo natural, la falta de liderazgo social y político del presidente de la
república en el periodo neoliberal, la declinación electoral del PRI al perder sus
bases sociales populares legitimadoras y con un Estado responsable de la
estabilidad neoliberal macroeconómica, el modelo del PRI diseñado por Elías
Calles terminará su ciclo en 2018.
5.- Las muchas crisis del sistema político priísta.
En su trabajo El sistema político mexicano. Las posibilidades del cambio, el
historiador Daniel Cosío Villegas hizo un repaso sucinto sobre el escenario
histórico del sistema de 1929 a 1970, año de las elecciones presidenciales
posteriores a la crisis política provocada por el movimiento estudiantil de 1968. Y
escribió que la estabilidad del régimen mexicano había atraído el reconocimiento
mundial por ocho elecciones presidenciales --en el método de la sucesión
revelado por Madero en su libro La sucesión presidencial en 1910-- sin crisis ni
conflictos. Como el tema de su estudio, basado en su conferencia en el ciclo
mexicano de la Universidad de Texas en Austin, era la arquitectura del
funcionamiento del poder político en México, Cosío no hizo mucho caso a los
105

tropiezos cotidianos del sistema porque al final de cuentas los mecanismos


procedimentales estaban funcionando sin interrupciones.
Sin embargo, el sistema político mexicano 1908-1928 y el sistema político
priísta 1929-1971 --las dos caras del Jano del poder-- nunca tuvo un día de
tranquilidad. Los gobernantes militares --Carranza, Obregón, Elías Calles, Pascual
Ortiz Rubio, Cárdenas y Avila Camacho-- y los civiles --Miguel Alemán, Adolfo
Ruiz Cortines (pagador del ejército pero no jefe revolucionario), Adolfo López
Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría-- lograron superar los últimos
alzamientos militares, las protestas sindicales, las rebeliones campesinas y las
largas luchas estudiantiles desde 1951, además de algunas tentaciones del poder
como el intento de reelección de Alemán, las rupturas sindicales por liderazgos del
Partido Comunista Mexicano en 1958 y el endurecimiento del poder con Díaz
Ordaz.
La legitimidad revolucionaria del régimen se transformó en ejercicio del
monopolio de la fuerza y la represión y, como con López Mateos, en declaraciones
que generaron incertidumbre y movilizaciones empresariales, como la de López
Mateos: “mi régimen es de extrema izquierda, dentro de la Constitución”. Los
presidentes militares revolucionarios se encargado de liquidar el poder político de
la espada y lograr la lealtad castrense a las autoridades civiles, el gran triunfo de
Elías Calles en su reunión con generales en septiembre de 1928. Los políticos
consolidaron el avance con un funcionamiento sistémico del poder con reglas más
institucionales, civiles y políticas, como lo consolidó el politólogo estadunidense
Peter H. Smith al definir, en su estudio Los laberintos del poder basado en las
biografías de políticos mexicanos, las veintidós reglas para hacer política en
México, ninguna de las cuales tuvo que ver con la fuerza o el uniforme militar y
todos giraban en torno a la configuración de redes, grupos y relaciones de grupo.
En el periodo del sistema político priísta 1917-2018 --un siglo y un año--
atravesó por las tolvaneras de crisis en sus diferentes grados, algunas de las
cuales llegaron a cimbrar y hasta tambalear la existencia del
sistema/régimen/Estado, pero en todas ellas hubo siempre una salida de
emergencia: la solidez del sistema, la viabilidad de sus reglas y la inexistencia de
106

una fuerza de recambio. Y fueron, algunas de ellas, crisis de viabilidad sistémica:


el 68, las devaluaciones, el alzamiento zapatista y la alternancia panista, entre las
más importantes.
Las crisis respondieron a protestas sociales, rupturas de acuerdos y/o
reorganización en las élites. Algunas de esas crisis contribuyeron a configurar
procedimientos políticos, no necesariamente de rompimientos. Otras enfrentaron
movimientos sociales. Y algunas fueron provocadas por decisiones erróneas.
La larga lista de crisis del sistema político priísta 1929-2018, ochenta y
nueve años, tiene registros precisos:

1. 1936-1938: crisis de institucionalización del poder presidencial. Elías Calles


impuso la candidatura de Lázaro Cárdenas y quiso gobernar desde su
poder como hombre fuerte de la Revolución, un caudillo posobregonista.
Calles lo subió a un avión y lo mandó exiliado a Los Ángeles, California.
Fue el primer gran paso hacia la institucionalización del presidencialismo
como eje del poder. Luego de la expropiación petrolera en marzo de 1938,
Cárdenas reformó el PRM y lo convirtió en Partido de la Revolución
Mexicana con estructura corporativa de los sectores del modo de
producción: clase obrera, clase campesina y clase popular y los militares
como sector defensor del modelo revolucionario dentro del partido.
2. 1940: sucesión o ruptura. El radicalismo revolucionario de Cárdenas
enfrentó problemas al interior del régimen por el costo de la continuidad
cardenista. Las opciones de Cárdenas fueron el radical Francisco J. Mújica
o el conservador Manuel Ávila Camacho. La crisis del modelo económico y
político del cardenismo estaba reventando en 1940 por el agotamiento de
los acuerdos sociales y políticos con los factores de poder externos al
sistema pero con acuerdos con el sistema, elevando el costo de la
continuidad revolucionaria. Algunos indicios de militares descontentos
encendieron los focos del tablero estratégico del presidente. Ante la
imposibilidad de la reelección presidencial y sin voluntad autoritaria tipo
Elías Calles como para seguir controlando al siguiente gobierno, Cárdenas
107

superó la crisis con un candidato conservador. No hay datos duros que


indicaran el riesgo de un golpe, pero sí descontentos que hubieran
regresado los alzamientos de militares descontentos.
3. 1958: la rebelión obrera. Controlados en el PRI por la CTM, los sindicatos
dejaron de ser un problema. La contrarreforma cardenista había
desactivado la movilización obrera de la CTM y había expulsado de su seno
al radical Lombardo Toledano. Fidel Velázquez se hizo del control de la
CTM desde 1941 y lo mantendría hasta su muerte en 1997. La decisión de
Cárdenas de organizar a los trabajadores como masa y no como clase
había dado resultados: los obreros apoyaban al régimen a cambio de
políticas obreristas, sin aspirar al poder. Pero en 1958 líderes sindicales
comunistas de maestros, ferrocarrileros, tranviarios y maestros tomaron el
control de sus sindicatos. En 1958 ya era candidato el secretario del
Trabajo ruizcortinista López Mateos y la rebelión obrera mandaba señales
hacia una sucesión que rompía la transferencia del poder en el sector
político de Gobernación. El uso de la fuerza por el entonces subsecretario
de Gobernación Díaz Ordaz abrió el ciclo del endurecimiento del poder: la
legitimidad del régimen comenzaba a ser cuestionada.
4. 1964: rebelión de clases medias. El relevo de López Mateos a Díaz Ordaz
movilizó en contra del nuevo presidente a grupos sociales de clases
medias: la revista Política --de tendencia radical dentro del PRI-- y los
doctores del sector salud pasaron al enfrentamiento con el poder
presidencial. Los médicos fueron citados al despacho presidencial de Los
Pinos para recibir la advertencia: nada de protestas, el uso de la fuerza
sería privilegio del régimen y las demandas tendrían que ser encauzadas a
través del PRI como la caja negra del sistema. Fue la fase más aguda del
autoritarismo presidencialista. Díaz Ordaz consolidó el modelo de desarrollo
estabilizador de controlar la inflación --y evitar las devaluaciones-- con
salarios bajos, control del PIB y políticas sociales limitadas. Este modelo
requería de un mayor control social y Díaz Ordaz no vaciló en mandar los
mensajes pertinentes sobre el uso de la fuerza contra sindicalistas,
108

campesinos, grupos populares y estudiantes. Fue el periodo autoritario del


sistema político priísta sin contrapesos de poder.
5. 1968: crisis política. El autoritarismo presidencialista no tuvo suficiente con
el discurso de la Revolución Mexicana para mantener y extender los
acuerdos de estabilidad. Los estudiantes se convirtieron en el factor de
inestabilidad. El movimiento estudiantil se salió de control: sus motivos
originales fueron callejeros, pero el exceso de respuesta autoritaria del
Departamento del Distrito Federal --bajo la dirección del general Alfonso
Corona del Rosal, quien aspiraba a ser sucesor de Díaz Ordaz-- impidió
una negociación. La crisis escaló la violencia hasta el colapso en Tlatelolco
el 2 de octubre, todavía sin elementos suficientes para una conclusión
analítica. El uso de la fuerza contra estudiantes rompió acuerdos de
estabilidad. Y esa crisis llevó a reformas que debilitaron al sistema/régimen,
abrieron espacios a la oposición radical, provocaron un relevo de clase
política y llegaron hasta la alternancia en el 2000.
6. 1976: crisis del modelo de desarrollo. Como efecto de la crisis del 68 en su
lectura de crisis social y de expectativas por la marginación derivada del
modelo económico de desarrollo estabilizador --control de la inflación por el
lado de la demanda--, el gobierno de Echeverría combatió la marginación
social con programas asistencialistas cargados al presupuesto, aunque sin
políticas fiscales agresivas de ingresos. A más gasto y menos ingresos, la
inflación distorsionó la estabilidad económica. Y a ello se agregó el temor
de los empresarios y sectores políticos de derecha a una radicalización
socialista --imposible en la realidad, pero vigente en los miedos-- y por tanto
los llevó a una rebelión de inversiones. El resultado fue inflación alta y un
déficit presupuestal de 8% que precipitaron la devaluación del peso,
después de veintidós años de tipo de cambio fijo, libre y bajo. Echeverría no
era socialista ni radical; usó el discurso crítico para recuperar la legitimidad
perdida por el régimen en Tlatelolco. Sin embargo, el PRI sirvió para el
control de los sectores corporativos, pero no para construir una nueva
legitimidad del régimen. En 1976 la estabilidad nacional se le quebró a
109

Echeverría y entregó el poder en medio de rumores de golpe de Estado


para mantenerlo en el poder más allá de su tiempo sexenal. La nueva fase
del neopopulismo --gasto social sin apoyo en ingresos fiscales correlativos--
prohijó el aterrizaje del neoliberalismo estabilizador.
7. 1992: crisis de los equilibrios económico-políticos. El descubrimiento de
enormes yacimientos petrolero y el ingreso de México a las ligas mayores
de la exportación de crudo le dio al gobierno casi 45 mil millones de dólares
que se invirtieron en infraestructura petrolera, programas sociales,
aumentos salariales y corrupción. La segunda fase populista --sustituyendo
ingresos fiscales por petrodólares y deuda externa-- volvió a disparar el
déficit presupuestal a tasas de 12% en 1981 y 1982, provocando una grave
crisis inflacionaria: 35% promedio anual, contra 2% en los gobiernos de
López Mateos y Díaz Ordaz. La crisis financiera en 1982 por el desplome
de los precios petroleros, la disminución en los ingresos y el vencimiento de
deuda a corto plazo llevó a una especulación grave de tipo de cambio. La
decisión de López Portillo fue la expropiación de la banca privada,
rompiendo el acuerdo de economía mixta. La expropiación catapultó a los
principales empresarios y sus cúpulas a pasar de sector leal e invisible del
sistema político priísta a la oposición panista para definir el ciclo por la
conquista del poder vía la alternancia. Fue la peor crisis del sistema porque
perdió a su aliado corporativo fundamental.
8. 1988: crisis de cohesión interna. En 1987 estalló una fuerte disputa por el
poder en el PRI, a propósito de la designación del candidato presidencial
para el periodo 1988-1994. La tradición le asignaba al presidente de la
república --desde los tiempos de Díaz, según explicó Madero en su libro La
sucesión presidencial en 1910-- y todos los grupos de poder aceptaban esa
decisión. Cuauhtémoc Cárdenas exigió un proceso abierto con voto de la
militancia y creó la Corriente Democrática. La batalla se dio en febrero en la
XII asamblea nacional del PRI, donde Cárdenas y seguidores encontraron
las puertas cerradas. Esa asamblea incorporó como documento básico y
plan de gobierno el Plan Nacional de Desarrollo de Salinas de Gortari y su
110

grupo de tecnócratas. En octubre Salinas de Gortari fue nominado


candidato y Cárdenas aceptó la candidatura del Partido Auténtico de la
Revolución Mexicana, anterior aliado del PRI. El saldo no sólo fue la salida
del PRI del hijo del general Cárdenas, sino que su candidatura le dio --en
cifras oficiales que nadie cree-- el 31% de los votos y colocó a Salinas en la
línea debajo de la mayoría absoluta: 50.3%. Los priístas cardenistas
consiguieron el registro como partido del Partido Comunista y fundaron el
Partido de la Revolución Democrática para quedarse con el proyecto
histórico social de desarrollo del PRI, porque el neoliberalismo salinista se
olvidó de ese origen del PRI.
9. 1994: crisis de legitimidad. Fortalecido el neoliberalismo de mercado como
estrategia de desarrollo, disminuido el Estado a la administración del
capitalismo de mercado y enfilado México en el tratado comercial con los
Estados Unidos abriendo las fronteras comerciales, el sistema político
recibió un torpedo debajo de su línea de flotación: el alzamiento guerrillero
en Chiapas. El EZLN fue una guerrilla castrista, clasemediera,
sesentayochoera. El primer efecto fue el apoyo social que impidió la
respuesta represiva. Pero la guerrilla, que quería avanzar hacia el DF y
derrocar al gobierno de Salinas, fue contenida por el ejército en su propia
zona de influencia chiapaneca. Derrotada militarmente pero con un amplio
apoyo popular, el líder guerrillero subcomandante insurgente Marcos giró el
contenido de su alzamiento hacia la agenda indígena. La protesta se
desinfló y pasó a la negociación institucional. La crisis de sistema/régimen
se redujo a una crisis de gobernabilidad; demandas sociales mayores a las
políticas públicas. La negociación de la paz regresó la ruptura violenta a
una estabilidad precaria, pero demostró la fortaleza del
sistema/régimen/Estado priísta. En las elecciones presidenciales de 1994 el
PRI ganó con el 48.7% de los votos, contra 26% del PAN y un magro 16.7%
para Cárdenas como primer candidato presidencial perredista.
10. 1997: crisis de hegemonía. Presionado por los resabios de la crisis del 68 y
acorralado por la crisis electoral de 1988 y por la crisis rebelde de 1994, el
111

sistema político priísta permitió una reforma electoral que le quitó al


gobierno la organización de las elecciones. Si bien la Revolución Mexicana
se alzó al grito de sufragio efectivo, el voto nunca fue respetado por el
poder revolucionario-priísta. Sin el control oficial sobre comicios, el PRI
perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y perdió el gobierno
electo en el DF, la capital del poder. Asimismo, el presidente Zedillo tuvo
que alejarse de la visibilidad como priísta, pero al costo de que la militancia
del partido le pusiera candados a la candidatura presidencial exigiendo un
cargo de elección popular. La jugada priísta fue triple: asumir el control del
partido, evitar el dedazo presidencial en la designación directa desde Los
Pinos del candidato y romper con el neoliberalismo que le había ido
quitando votos al PRI y enfilándolos al neopopulista-neocardenista PRD.
11. 2000: crisis de sistema. La pérdida de la mayoría absoluta en las
votaciones para presidente y para congreso condujeron a la pérdida de la
presidencia de la república, Zedillo prefirió la derrota de Francisco
Labastida como candidato de un PRI populista que iba a regresar el
neoliberalismo al populismo priísta. La victoria panista de Vicente Fox
definió la alternancia partidista en la presidencia de la república, pero no
ofreció una alternativa de proyecto de desarrollo: Fox y Calderón
mantuvieron el rumbo neoliberal entregándole la Secretaría de Hacienda a
personeros del neoliberalismo tecnocrático y pactando reformas con el PRI
en el Congreso. En esos doce años se consolidó la figura opositora de
Andrés Manuel López Obrador como candidato perredista a la jefatura de
gobierno del DF en el 2000 y a la presidencia de la república en el 2006 y
en el 2012 y ya con su partido Morena en el 2018. Del 2000 al 2017 el PRI
siguió bajando en votaciones y en el 2018 apenas tiene, además de minoría
en la presidencia y en las dos cámaras, catorce de las treinta y dos
gubernaturas estatales.
12. 2006: crisis de oportunidad. La pérdida de apoyo social del PAN y su
gobierno con Fox fue una oportunidad para el PRI, pero el partido entró en
una disputa por la candidatura presidencial: Roberto Madrazo usó la
112

presidencia del comité ejecutivo nacional para amarrar esa candidatura


presidencial para sí y la fractura del partido llevó a una votación de 22.2%
en el 2006, quedando en el tercer sitio. Calderón y López Obrador tuvieron
un empate técnico, aunque legalmente el medio punto porcentual le dio el
poder al panista. El PRI y el sistema político priísta no le dio al escenario
nacional una lectura estratégica. Calderón dividió al PAN en la nominación
del candidato presidencial panista y prefirió pactar con el candidato priísta
Enrique Peña Nieto. Con los recursos presupuestales de la gubernatura del
Estado de México, Peña construyó una imagen mediática que lo colocó
siempre arriba de un López Obrador afectado por sus radicalismos
irracionales --plantón en reforma y presidencia legítima-- y logró construir
un liderazgo priísta por su formación política y sin condicionalidades de
pensamiento económico neoliberal.
13. 2012: crisis de la restauración. El fracaso del PAN en la presidencia, los
radicalismos de López Obrador y el saldo negativo en materia de seguridad
le abrieron la oportunidad al PRI para regresar a Los Pinos. Sin embargo,
Peña Nieto leyó mal el escenario: le dio prioridad a las reformas
estructurales que aumentaron el costo social de la modernización, perdió el
control de la seguridad con el caso de Ayotzinapa por malos manejos de
gobierno y las revelaciones de corrupción con la Casa Blanca le redujeron
las expectativas sociales. Las elecciones de gobernador con candidatos
priístas sin compromisos llevaron a casos escandalosos de corrupción. La
posibilidad de la restauración priísta se topó con una sociedad activa en las
redes sociales sin controles y la crisis de expectativas colocó a López
Obrador en la punta de los escenarios electorales presidenciales. El tamaño
de los errores priístas se puede medir con el hecho de que el electorado le
perdonó a López Obrador sus radicalismos rupturistas y sus populismos del
pasado, porque el tabasqueño logró encarrilar a su favor todo el repudio a
la marca PRI y a la figura de Peña Nieto.
14. 2017: crisis de la república priísta. En las elecciones de gobernador el PRI
perdió siete de las doce en disputa y apenas pudo alzarse con la victoria en
113

cinco. El problema radicó en el manejo de candidaturas y campañas desde


Los Pinos, sin dejarle al experimentado presidente priísta Manlio Fabio
Beltrones la oportunidad de reconstruir la política electoral del partido. En el
2017 el PRI movilizó todo el aparato de poder del gobierno y del Estado y el
PRI apenas pudo mantener la gubernatura en el Estado de México, pero
dejando un partido quebrado: el PRI perdió un millón de votos respecto a
2011 y su votación en solitario --sin los del Verde y otros aliados-- fue de
29.8% contra 30.8% de la candidata de Morena. Si en votación presidencial
y en votación legislativa el PRI ya no ha tenido mayoría absoluta, a nivel de
gobernadores apenas mantiene ante el 2018 catorce de las 32, el 43.7%.
La república priísta no sólo perdió espacios estatales, sino que en varios de
ellos el PRI carece de competitividad electoral. Pero el subsistema nervioso
del sistema político priísta era la circulación del poder a nivel federal. Y el
PRI perdió en 1997 el gobierno de Ciudad de México, la capital de la
república y no hay indicios de que pueda recuperarla alguna vez, porque
Morena ha ido desplazando al PRD.
15. 2018: crisis terminal. En la alternancia del 2000, el PAN no pudo sustituir al
PRI como eje del sistema político priísta. Y el PAN pudo mantener el poder
en el 2012 porque fue la única posibilidad de evitar la victoria de López
Obrador. En cinco años, López Obrador ha construido a Morena como un
partido de alternativa, no nada más de alternancia. La candidatura priísta de
un no-priísta terminó por reventar al PRI desde dentro e imposibilitará --en
caso de una victoria del candidato Meade-- la funcionalidad de la relación
de poder presidente de la república-PRI. En cambio, López Obrador, al final
de cuentas un activo del viejo sistema político priísta, ha sabido entender
que la capacidad de gestión de la presidencia de la república --en caso de
ganar-- dependerá de tener un partido político propio y subordinado,
reproduciendo el modelo PRI, lo que el PAN nunca supo prever ni
instrumentar. Si pierde las elecciones, el PRI queda al garete, sin mando,
reventado en sus grupos de poder y sin liderazgo. Los peñistas en el
congreso no tendrán capacidad para mantenerlo a flote por la razón de que
114

la mayoría llegaron directo a las candidaturas legislativas y sin representar


a grupos priístas. De perder las elecciones presidenciales, ha dicho el
exgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz, la militancia se quedará con un
cadáver de partido. La clave de la crisis terminal del PRI radica en que
López Obrador y su Morena legislativo no necesitarán al PRI para gobernar.
6.- Las razones del fracaso sistémico del PAN 2000-2012.
El tiempo histórico 1910-1938 fue una verdadera montaña rusa para todos
los que participaban en la construcción de las instituciones del México
posrevolucionario. La Constitución de 1917 había señalado el fin de la guerra civil
y del proceso de distribución del poder político, económico y social. La disputa
entre las élites, el agotamiento del discurso revolucionario y la correlación de
fuerzas sociales, políticas y productivas de las primeras instituciones decantaron
las tendencias políticas, sociales, culturales, ideológicas intelectuales e históricas.
En casi treinta años el país atravesó la vorágine de una tolvanera de
vientos y arena. El punto culminante de la Revolución fue la transformación del
Partido Nacional Revolucionario --creado para administrar el reparto pacífico del
poder-- en el Partido de la Revolución Mexicana como el mecanismo de ejercicio
del poder y como la caja negra de la negociación de demandas y políticas
públicas. La radicalización cardenista había provocado la redefinición de ideas,
proyectos y lealtades. Pero la nueva fase de la Revolución se encontró ya sin
revolucionarios y con mecanismos de neutralización de polarizaciones. El avance
cardenista constó del exilio de Elías Calles, la expropiación petrolera y la
refundación del PNR como PRM. La sucesión presidencial de Cárdenas optó por
una solución conservadora en la figura de Manuel Ávila Camacho, el último
presidente-general-revolucionario.
En la cresta de las contradicciones ideológicas y de clase y de
la polarización proletariado-burguesía, el banquero privado, funcionario fundador
de instituciones financieras del Estado y político ajeno a la corrupción Manuel
Gómez Morin decidió fundar en 1939 el Partido de Acción Nacional --luego Partido
Acción Nacional, PAN-- como un contrapeso al PRM. Pero por el pensamiento
político e institucional de Gómez Morin, el PAN nació de una costilla --la del
115

Estado-- del sistema político institucionalizado. Su tesis central fue reencauzar las
desviaciones morales, ideológicas, sociales y políticas de los revolucionarios que
se habían convertido ya en una casta ajena a los ideales maderistas del
movimiento social de 1910.
El PAN fue ideado en 1928 por el repudio al fraude electoral contra José
Vasconcelos como candidato independiente a la presidencia y el ánimo despertó
entre los jóvenes idealistas de la primera generación de la Revolución Mexicana.
El PAN se movió en su origen en el dilema planteado en 1939 por Vasconcelos en
una carta a Gómez Morín: un partido para la presencia ideológica y moral o un
partido para la contienda electoral. En 1940, para enfrentar la sucesión de
Cárdenas, el PAN no presentó candidato y decidió apoyar al general Juan Andreu
Almazán, de no buena calidad ética, En su carta al PAN, Vasconcelos fue
dialéctico:
La honra no está en preferir poca ignominia a mucha ignominia, sino
que rechazar entera la ignominia.

La sugerencia de Vasconcelos fue que el PAN se abstuviera de participar


en la contienda electoral. A nivel legislativo, el Partido ganó en 1946 su primera
curul distrital, participó con candidato propio hasta las elecciones presidenciales
de 1952 y ganó la presidencia de la república en el 2000. En este itinerario de
contradicciones entre la presencia moral y el ejercicio brutal del poder con sus
exigencias no-éticas.
La lucha por las posibilidades electorales de acceder al poder marcó las
fases de participación política del PAN:
--1939-1972: liderazgo de panistas históricos.
--1972-1987: transición entre el PAN ético y el PAN del poder.
--1987-1996: irrupción en el PAN de los empresarios neopanistas.
--1996-2018: el PAN en el poder.
Los elementos que motivaron el salto cualitativo del PAN estuvieron
determinados por tres hechos: el populismo Echeverría-López Portillo 1970-1982,
la expropiación de la banca en 1982 como ruptura del pacto de economía mixta y
116

el avance del Estado en el territorio financiero privado, la decisión del PAN en


1982 de pasar de oposición leal a oposición en lucha por la alternancia, la alianza
embajada de los Estados Unidos-PAN-empresarios-iglesia católica conservadora
en 1985 por el avance electoral del PAN en municipios del norte y la elección a
gobernador en Chihuahua que obligó al PRI a un fraude escandaloso para evitar la
entrega del cargo al PAN y el modelo económico conservador de De la Madrid-
Salinas de Gortari a partir de 1983 con base en el programa económico del PAN
de menos Estado y más mercado.
La cercanía al poder y la posibilidad de alcanzar la presidencia de la
república llevaron al PAN a decantarse hacia la derecha católica, empresarial y
pro estadunidense. A nivel interno, declinó el idealismo y abrió espacios al
pragmatismo, ganando espacios en el poder pero perdiendo compromisos
originales. La gran oportunidad del PAN llegó en el 2000: la crisis del
neoliberalismo salinista, el alzamiento zapatista y el caos sistémico de 1994, la
devaluación de diciembre de 1994 que provocó ajustas inimaginables en tasas de
interés en 1995, la ruptura Salinas-Zedillo que llevó a la cárcel a Raúl Salinas de
Gortari y la necesidad de pactar un programa de ajuste con el Congreso llevaron a
Zedillo a una reforma del poder que se concretó en una decisión histórica: sacar
del control del gobierno a los organismos electorales, lo que llevó a la demanda de
sufragio efectivo que exigió Madero en 1908.
El PAN llegó a la presidencia ondeando la bandera de la transición, pero
confundió transición con relevo en la élite. En los doce años en la presidencia, las
reformas políticas del PAN no modificaron la estructura de funcionamiento del
sistema político priísta, si acaso algunas hicieron más fluido el proceso electoral y
no pudo negociar con el PRI las modificaciones de carácter sistémico. En el fondo,
el PAN quedó atrapado en el hecho de que el PRI de Salinas y su modelo
neoliberal le había arrebatado las banderas al neopanismo.
Fox y Calderón cogobernaron con el PRI en el Congreso, mientras el PRD y
López Obrador buscaban sustituir al PRI en los espacios sociales de programas
asistencialistas. En el DF-Ciudad de México, el PRD y López Obrador fueron
sacando de las estructuras de poder al PRI y creando su propio sistema como
117

caja negra administrada por gobernantes perredistas y lopezobradoristas. El PAN


en la presidencia, en cambio, no le otorgó prioridad al modelo de caja negra y dejó
que el PRI la administrara.
El PAN tuvo la visión de entender el modelo sistémico del PRI, pues al PAN
se le debe la caracterización del PRI como PRI-gobierno. Pero al PAN le faltaron
los politólogos sistémicos --los tuvo, pero sin influencia en el diseño de la
presidencia panista de la república-- que configurarán una transición de sistema.
La dificultad para construir un nuevo sistema fue obviada por el PRD y López
Obrador: como los sistemas nuevos se fundan de sacudimientos revolucionarios y
construcciones estructurales de poder, los perredistas aprovecharon el hecho de
que se habían forjado en el PRI para establecer la meta de sustituir o suplir al PRI
en el mismo sistema político, solo que en espacios locales ya sistemas perredistas
o sistemas lopezobradoristas.
En este contexto, el problema del PAN radicó en su percepción de no
necesitar posicionarse de la caja negra sistémica del PRI, sino en dejar que el PRI
regenteara esa función para beneficio del PAN. En este sentido, la meta de una
alternativa en proyecto de nación con el PAN en la presidencia ni siquiera se
evaluó; y lo más grave fue el hecho de que tampoco logró establecer una
alternancia de partido; a lo más que llegó el PAN fue a un relevo de ciertas élites
en oficinas de gobierno.
La superficialidad en el ejercicio de la política presidencial del PAN hizo
crisis en las dos sucesiones presidenciales: Felipe Calderón le arrebató a Fox la
candidatura, porque Fox no supo/no pudo construir una autoridad presidencial en
torno a la facultad política de todo presidente de la república en la era priísta de
imponer a su sucesor; y a Calderón le quitaron también la oportunidad de designar
sucesor cuando Josefina Vázquez Mota llevó la nominación a votación panista.
La crisis del sistema político con el PAN fue doble: no supo administrar el
funcionamiento de la caja negra y los presidentes Fox y Calderón carecieron de
instrumentos políticos para designar a su sucesor.
7.- 2018: las dos crisis terminales del sistema político priísta.
118

La crisis del PRI fue larga, tediosa, casi en silencio político, pero terminal.
Comenzó en 1968 cuando el PRI no supo dar respuestas políticas a las exigencias
política de estudiantes y sociedad. Como en Francia, la estructura del partido en el
poder se movió a favor del gobierno: la continuidad del establishment. Y a pesar
de que el PRI se confió en su capacidad de control de las estructuras sociales y de
poder y absorbió las movilizaciones en contra, de todos modos ese mismo sistema
comenzó a abrirse por necesidad de sobrevivencia: el presidente Luis Echeverría
Álvarez, secretario de Gobernación en el año de 1968 y co-operador de la
respuesta política autoritaria del Estado a las demandas estudiantiles, obtuvo la
candidatura presidencial priísta en 1969 y ganó las elecciones presidenciales en
1970 con el 83% de los votos.
El ritmo estabilizador de la política se había roto en 1968 por el tamaño de
la contención de las protestas. Echeverría abrió la crítica, profundizó la vertiente
populista de la política social con gasto inflacionario, movió el discurso de la
política exterior hacia China, el Movimiento de los No Alienados, Cuba y Chile
socialista, pero rompiendo los acuerdos con los grupos sociales polarizantes.
Hacia finales de su sexenio riñó con el sector privado financiero elevando las
tensiones dentro del sistema.
Pero la decisión que inició la debacle en cámara lenta del sistema priísta
fue la nominación de su sucesor: el ritmo institucional señalaba al secretario de
Gobernación, Mario Moya Palencia, como su heredero escalafonario, toda vez que
esa posición administraba la política como el cruce de todos los caminos del
sistema en la estructura presidencialista y como el funcionario encargado de la
funcionalidad de la relación PRI-ejecutivo: el sistema se manejaba,
operativamente, desde Gobernación.
Echeverría optó por José López Portillo como el candidato presidencial del
PRI en 1975, un funcionario sin grupo político, ajeno a las redes de poder del PRI,
amigo personal de la infancia de Echeverría, abogado, profesor universitario de
teoría del Estado, funcionario medio-bajo del gobierno de Díaz Ordaz donde había
sido acusado de malversación de fondos. En el gobierno de Echeverría tuvo un
ascenso rápido: subsecretario de Patrimonio Nacional, director de la Comisión
119

Federal de Electricidad y a mediados de 1973 secretario de Hacienda en pleno


estallamiento de la crisis que duraría hasta la devaluación del peso en agosto de
1976.
La nominación de López Portillo fue el inició del ciclo tecnocrático en el
poder presidencial y la marginación de los políticos; aunque salido de familia
política, López Portillo fue el brevísimo ciclo de administradores eficientistas entre
los políticos y los economistas. Por ello fue que en 1981 López Portillo designó
como candidato del PRI a la presidencia a Miguel de la Madrid Hurtado, un
abogado constitucionalista experto en finanzas públicas, quien había llegado en
1979 a la titularidad de la Secretaría de Programación y Presupuesto acompañado
por su grupo de jóvenes economistas que sería el nuevo núcleo de funcionarios y
políticos: Carlos Salinas de Gortari, Manuel Camacho Solís, Rogelio Montemayor
Seguy y Joseph-Marie Córdoba Montoya. A pesar de que Salinas y Camacho eran
considerados nietos de la Revolución Mexicana porque sus respectivos padres
habían sido funcionarios de gobierno de la segunda generación de la Revolución,
su preparación técnica se había hecho en centros universitarios privados y
estadounidenses.
El PRI entró en la dinámica tecnocrática en 1977, no sólo con la nueva
generación de funcionarios sino con la reforma política que legalizó al Partido
Comunista Mexicano y lo llevó al congreso. De golpe, el PRI entró en la
competitividad política e ideológica. Salinas y Camacho redactaron en 1979 el
Plan Global de Desarrollo 1980-1982, que fue el centro ideológico, político e
histórico del nuevo discurso del sistema: el agotamiento del compromiso político
de la burocracia con la Revolución Mexicana, la incorporación de México a la
dinámica del nuevo capitalismo comandado por el Fondo Monetario Internacional y
el agotamiento del perfil del Estado social para construir un Estado ajeno a los
compromisos sociales.
La transición del PRI de partido dominante-hegemónico-de clases-
corporativo a un partido en competencia con una oposición incipiente fue posible
por la desarticulación de las estructuras de dominación del sistema: la separación
orgánica --aunque siguió autoritaria-- entre la élite gobernante y las masas del
120

PRI, la creación de instancias autónomas políticas, la disminución del dominio del


PRI de 95% a 70% en elección presidencial, la pérdida de la mayoría calificada en
el congreso --60% o menos de la bancada necesaria de 67% para modificar la
Constitución por sí mismo-- y la apertura crítica en los medios de comunicación.
Esa transición se completó en 1987 cuando el PRI de De la Madrid y
Salinas cerró los espacios de consenso e impuso la línea tecnocrática,
provocando la salida del partido de Cuauhtémoc Cárdenas y otras figuras del
priísmo histórico. El golpe fue fuerte: el PRI ganó la presidencia en 1988 con el
50.3% de los votos, menos de la mayoría absoluta, pero depuró sus liderazgos
permitiendo la salida de los diferentes grupos populistas. Sin equilibrios
ideológicos, el PRI se convirtió en el aparato de control político de las
corporaciones, disminuyó la presencia del discurso histórico de las Revolución
Mexicana hasta que lo borró formalmente en 1992 y quedó en un partido de apoyo
al proyecto económico neoliberal de capitalismo de mercado.
Entre 1987 y 1992 el PRI perdió su fuerza, legitimidad e ideología y quedó
en una mera estructura de control del poder y en 1992 Salinas de Gortari anunció
la desaparición del concepto de Revolución Mexicana de los documentos y
discursos del PRI y su sustitución por el gelatinoso concepto de “liberalismo
social”. La relación PRI-Estrado cambió; de un lado, el PRI fue sometido a una
operación de lobotomía ideológica para borrarle su pasado revolucionario. Las
medidas neoliberales anticrisis pasaban por el tránsito del Estado revolucionario a
un Estado sin compromisos sociales. La función del Estado priísta ya no fue la del
bienestar social, sino la del equilibrio macroeconómico; de 1992 al 2018, pasando
por dos sexenios panistas con continuidad neoliberal, la prioridad del Estado ya no
fue social sino económica: PIB promedio anual de 2.,2% en el periodo 1983-2018,
control de la inflación por el lado de los salarios y atención sólo a los más pobres.
Ahí, en ese momento histórico, el PRI dio su primer paso hacia su crisis
terminal.
Como punto culminante del proceso, en noviembre de 2017 el PRI nominó
como su candidato presidencial a José Antonio Meade Kuribreña, un burócrata
que laboró lo mismo para el PAN que para el PRI, y cuya principal característica
121

fue la de no ser militante del PRI; en agosto, el PRI había modificado sus estatutos
en su XX asamblea nacional para permitir candidaturas de no militantes. Meade
había sido dos veces secretario del gabinete del presidente panista de la república
con Felipe Calderón Hinojosa y dos veces secretario del gabinete presidencial de
Peña Nieto. A pesar de que tuvo oportunidades de afiliarse al PRI durante el
proceso de definición del candidato a lo largo de 2017, Meade no lo hizo.
Como candidato sin militancia en el PRI, Meade rompió con la condición
priísta de los candidatos presidenciales. El PRI, con el pretexto de que la marca
estaba bastante deteriorada, presentaba a un candidato no priísta. Sólo que el PRI
no era una agencia de colocaciones y un candidato no priísta generó la dispersión
de militantes. Y de ganar Meade las elecciones, el circuito de poder Los Pinos-PRI
estaría roto.
8.- Morena, placebo de sistema político priísta.
López Obrador y su estructura de poder han dejado la creencia de que su
objetivo será sólo el de ir sustituyendo las estructuras del PRI. Por su pasado
priísta y populista-cardenista, López Obrador en realidad no busca la transición ni
ofrece una alternativa; su propuesta ni siquiera es de alternancia: se trata de una
mera sustitución de un grupo por otro, dejando intacta la configuración del sistema
político priísta. Inclusive, en sus confrontaciones en campaña con sectores
básicos del sistema --aliados desde fuera-- López Obrador nunca ha pensado en
sustituir el Estado neoliberal por un Estado populista; su meta es más sencilla pero
clara: rehacer el papel dominante del Estado, en condición de hegemonía al estilo
Gramsci --una coalición de grupos sociales-- y reasumir el mandato constitucional
de “rector” del desarrollo. La intención de López Obrador es la de reconstruir el
papel del Estado en la dirección política y económica de la república.
La clave más importante de la elección presidencial radica en la
comprensión de sus alcances. Cuando el PAN ganó la presidencia en el 2000 y en
el 2006, en realidad se dio un relevo de élites, no una alternancia partidista ni
menos aún una alternativa de proyectos: por falta de un plan panista de
reorganización del sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional, el
PAN se concretó sólo a la administración del cargo en tres tiempos: acordó con el
122

PRI como primera minoría en el Congreso una agenda de reformas de


funcionalidad del desarrollo, los secretarios de Hacienda como jefes del proyecto
neoliberal de crecimiento salieron del Banco de México como Xanadú del
pensamiento priísta neoliberal --Francisco Gil Díaz con Vicente Fox y Agustín
Carstens con Calderón-- y mantenimiento del sistema/régimen/Estado priísta.
En este sentido, los gobiernos panistas fueron superficiales, no alternativos.
López Obrador ha ofrecido una imagen paradójica: sus ideas, propuestas,
estructuras y aliados son un desprendimiento del sistema/régimen/Estado priísta,
pero su objetivo de fondo radica en una reorganización de estructuras priístas sin
el PRI. Ninguno de los pronunciamientos de López Obrador --aún los más
radicales-- ha implicado alguna reformulación audaz del viejo régimen priísta
1929-2018; la propuesta ha sido la de reconstruir el sistema político sobre las
bases de las alianzas de López Obrador. Es decir, la intención de López Obrador
es la de refundar el sistema priísta sobre las bases partidistas de Morena, tratando
de usar la estrategia de Cárdenas: liquidó el cacicazgo de Plutarco Elías Calles en
1936, sometió a los empresarios nacionales y extranjeros en 1936 y 1939 a la
autoridad del Estado, le dio al Estado el recurso energético como instrumento
clave del desarrollo --el petróleo es la sangre del capitalismo-- y cerró el candado
con la transformación del Partido Nacional Revolucionario de liderazgos militares
en el Partido de la Revolución Mexicana de corporaciones clave del modo de
producción capitalista --proletariado y burguesía--.
La clave del éxito del PRI en el poder desde 1929 fue la configuración de un
sistema político, es decir, una estructura de poder. El sistema político priísta se
sostiene sobre seis pilares: presidente de la república, PRI, Estado de bienestar,
acuerdo con sectores sistémicos fuera del sistema, la educación y la cultura como
eje reproductor de la ideología y la cohesión Constitucional. De los seis pilares, el
más importante es el PRI, no el presidente de la república. Los presidentes son
sexenales, cambiar no sólo de persona sino de grupo dominante; por tanto, lo
único constante es el PRI., Y el PRI no es sólo el partido que canaliza la lucha por
cargos públicos --electos o designados--, sino que opera como el espacio físico-
político para las disputas y distribuciones del poder.
123

El PRI podría ser la institución que probara la tesis de David Easton en


1953 de la primera teoría formal del sistema político. Hasta mediados del siglo
pasado, el concepto de sistema político se asumía --o confundía-- con el de forma
de gobierno. Easton organizó una explicación teórica al analizar la política desde
el punto de vista de un sistema estructurado, inclusive al margen de la forma de
gobierno: el aparato de la estabilidad de la política. Y razonó que la estabilidad era
producto de acuerdos para la distribución de los beneficios del poder. De ahí nació
su definición de sistema: interacciones para la asignación autoritaria de valores y
beneficios. Dentro de un espacio físico, una fuerza superior distribuía valores y
beneficios no para beneficiar a un grupo sobre otro sino para buscar la estabilidad
en función de un reparto equitativo. Al espacio de las interacciones le llamó Estado
“la caja negra”.
Cada experiencia de sistema político ha obtenido su propia caja negra para
asignar la distribución de valores y beneficios. En México, sin que los generales
políticos y ni siquiera los primeros políticos civiles lo supusieran así, el PRI se
convirtió en la caja negra que imaginó Easton: de un lado entraban las demandas,
dentro del PRI-caja negra se distribuían los beneficios y salían como políticas
públicas garantes de la estabilidad en tanto las asignaciones fueran negociadas
con equidad. La sabiduría de los fundadores y reformadores del PNR-PRM-PRI
radicó en crear como estructura decisiva a los garantes del modo de producción
capitalista: proletariado y burguesía, obreros y empresarios. El Presidente la
república controlaba al PRI por el poder de la institución y por ello el PRI asumió la
condición de partido-sistema, la caja negra de distribución de beneficios y
poderes. Y la clave la dio Cárdenas al organizar a los trabajadores como clase-
masa dentro del PRI y usarlos como contrapunto en las negociaciones con la
burguesía productiva; Alemán y Díaz Ordaz dieron el paso siguiente: no controlar
como PRI a la burguesía, sino darle un espacio dentro del partido. Así, el partido-
sistema tuvo en su seno la lucha de clases, sólo que administrada por la élite
gobernante con la distribución más o menos equitativa de beneficios --relaciones
utilidad-salario--, con el factor estabilizador de la política social del Estado que
124

completaba el bienestar de los trabajadores con programas asistencialistas y de


protección del bienestar de las mayorías.
El partido-sistema funcionó hasta 1982; el nuevo grupo tecnocrático
neoliberal arribó al poder en 1983, recortó el gasto social para estabilizar la
inflación, rompió la relación Estado-bienestar social y redujo al PRI a un mero
aparato de control del poder sin funciones redistribuidoras. El PRI como caja negra
disminuyó su efectividad en el control social, lo que se reflejó en un aumento
permanente de movilizaciones sociales fuera del PRI y en acción directa de lucha
por beneficios sin la función distributiva del partido. Los grupos sociales se fueron
saliendo del PRI, con el caso simbólico del PRD como el partido del priísmo
cardenista y Morena como desprendimiento del PRD peleando el mismo espacio
de priísmo cardenista. El dato más importante es que el PRI abandonó su función
de partido-sistema-caja negra y la política quedó al garete en la asignación de
valores y beneficios.
López Obrador tiene el diseño de una reconstrucción del sistema político
como caja negra, con Morena como la pieza funcionalista o el engrane principal de
la maquinaria del poder. Por tanto, la propuesta central de López Obrador es la de
reconstruir una nueva fase del sistema político priísta, sólo que ahora con Morena
como el pivote.
Sin embargo, la tarea se presenta imposible porque el sistema político
priísta funcionaba porque el PRI --como PRI, con su historia y transformaciones--
había sido construido como caja negra específicamente para cumplir el área de
sistema de entendimiento. Morena, en cambio, carece de una estructuración tipo
PRI. Los problemas que tiene Morena para ser el partido-sistema que fue el PRI
son los siguientes:
1.- Morena es un movimiento, no un partido. Su estructura interna no
reproduce el modo de producción capitalista --burguesía-proletariado-- que
determina la estabilidad social y política de un régimen. El genio político de
Cárdenas logró organizar a obreros y empresarios como masa, no como clase, y
tenerlos en el PRI para reducir la lucha de clases a un entendimiento en la
distribución de valores y beneficios. Al atenuar la lucha de clases dentro de la caja
125

negra, la estabilidad del régimen estaba garantizada por el presidente de la


república y el PRI. Sin Morena como caja negra ni la lucha de clases administrada
en ese m movimiento, el sistema carecerá de estabilizadores. Las veces que
obreros y empresarios sacaron sus luchas del PRI el país entró en la inestabilidad
de la crisis.
2.- La fuerza del presidente de la república como pilar de poder del sistema
político no dependía de sus facultades o del monopolio de la fuerza o de la
represión, sino del control social, político y económico del PRI donde se insertaba
la lucha de clases controlada. El modelo de desarrollo neoliberal --control
macroeconómico estabilizador-- sacrificó control de clases en aras de las cifras de
inflación y los hilos de la estabilidad social y política no sólo se aflojaron, sino que
se rompieron. Sin una cadena de mando político presidente-partido y sin un
partido del presidente como primera e inobjetable primera fuerza política por sí
misma --más del 40% de curules en ambas cámaras, sin alianzas--, el sistema no
funcionará por defecto del partido como partido de control de clases y como
instrumento redistribuidor de valores y beneficios.
3.- Morena no será un sustituto del PRI; es decir, no será un partido-
sistema. Morena, en las reglas de la ciencia política, no es un partido sino un
movimiento de grupos desorganizados que son beneficiarios de los programas
asistencialistas. Como partido de grupos lumpen (capítulo VII de El dieciocho
brumario de Luis Bonaparte, de Karl Marx), los grupos desclasados son multitud,
pero no clase, llenan plazas pero no doblegan a la burguesía, gritan mucho y
toman tribunas legislativas pero no articulan los tres subsistemas políticos: el
sanguíneo, el nervioso y el óseo. Para ser un partido-sistema, Morena necesitaría
la mayoría de los gobiernos estatales, la mayoría de los congresos locales y la
mayoría en los asientos en los organismos autónomos, tener organizada a la clase
obrera y establecer relaciones de dominación política de los grupos empresariales
como sector y como empresas y sobre todo controlar la administración de las
relaciones de producción con autoridad y autoritarismo. Sin ese control de
estructuras de poder, Morena será sólo un partido-escoba o partido-Babel por la
multiplicidad de grupos e intereses individuales en su seno. Y con un partido así,
126

el presidente de la república no podrá administrar el sistema; peor aún, con un


partido así simplemente no habría sistema político.
4.- Morena no es un partido político formal y como movimiento es una
organización de caudillo. López Obrador es el eje-pivote del partido. En la
campaña se vio que Morena sólo jalaba militantes y votos por el liderazgo
personal de López Obrador; pero ya en la presidencia, López Obrador no podrá
ejercer ese liderazgo porque existe un sistema de partidos que ya no podrá
funcionar con favoritismos a uno sólo como en el largo periodo 1929-1978. La
imposibilidad de funcionar como partido-gobierno o partido-Estado limitará el
funcionamiento del sistema político. Aún usando las mañas del PRI para disfrazas
dedazos en la designación de gobernadores, alcaldes, senadores y diputados,
López Obrador no podrá utilizar el poder presidencial para consolidar la fuerza de
Morena. Y sin una red estatal y municipal, el partido-sistema con Morena será
insuficiente.
5.- Una de las claves funcionales del sistema presidente de la república-PRI
radicó en el ejercicio de la facultad pragmática y de poder del presidente de la
república de designar directamente a su sucesor en el cargo presidencial. El poder
se ejercía a partir del voluntarismo presidencial en una estructura electoral
controlada por el presidente para garantizar la victoria: la mera nominación del
precandidato priísta era la elección. A partir de 1988 el nivel de competitividad en
elecciones presidenciales ha subido al grado de haber existido dos alternancias:
de PRI a PAN, de PAN a PRI y ahora la posibilidad de PRI a Morena. Sin la
garantía del triunfo por la disminución en el control presidencial de las estructuras
electores le disminuye el poder al presidente de la república. Y a nivel de
caudillismo, López Obrador es todo Morena y sin él en la continuidad de poder por
la no reelección su fuerza podría diluirse ya no en un sexenio sino después de las
elecciones intermedias en el 2021. El problema de los caudillos radica en que el
liderazgo se consume con el jefe, como lo prueba Venezuela al desaparecer el
líder Hugo Chávez.
6.- Los ciclos de desarrollo mexicano han agotado sus posibilidades en sí
mismos: el largo periodo populista 1924-1982 y el periodo neoliberal 1983-2018.
127

Cada uno construyó sus reglas, sus funcionalidades sistémicas, sus posibilidades
reales. Y cada uno terminó su tiempo histórico agotando sus posibilidades: el
populismo construyó una base de desarrollo, pero concluyó con una economía
reventada por la inflación, el gasto desordenado y el Estado intervencionista
ineficaz; el neoliberalismo comenzó poniendo orden en la economía, pero terminó
con Estado social, sin estructura de administración de las demandas y con más de
la mitad de los mexicanos en situaciones de crisis social. El populismo de López
Obrador es una mezcla de objetivos sociales del populismo y la crisis de pobreza
del segundo. Ello quiere decir que la propuesta de López Obrador no le alcanzará
para regresar al nivel de vida de 1970, su costo será un desorden financiero de
1982 y arrastrará el mantenimiento de la crisis social de 2018.
En este escenario de imposibilidad de reproducir el sistema político priísta
con el caudillismo personal de López Obrador y Morena como partido-Babel, la
administración del sistema como equilibrio de demandas-satisfactores estallará
desde el día siguiente de la victoria electoral. Morena carece de mecanismos de
contención, mediación y liderazgos institucionales y los diferentes movimientos
sociales no tienen tiempo para negociar sus demandas. Como movimiento, estas
organizaciones populares se construyen en función de demandas cuantitativas de
corto plazo.
A ello hay que agregar la configuración de los aparatos políticos, de
gobierno y de Estado, ahora dominados por la burocracia acostumbrada a los
beneficios al estilo PRI y cuya configuración responde a un precario e ineficiente
servicio civil de carrera. Por desidia, por incapacidad de control y por corrupciones
de las organizaciones sindicales de trabajadores del gobierno, se fue configurando
un Estado burocrático fuera del control presidencial. La corrupción gubernamental
más importante --la del funcionamiento día a día del gobierno y de sus tareas de
obra-- es producto de un Estado burocrático o de una burocracia que controla para
sí mismo el funcionamiento del Estado, desde el agente de tránsito de la esquina
hasta el responsable de otorgar obra concesionada o dar los permisos cotidianos
o aliviar los procedimientos en las oficinas públicas.
128

La clave de la viabilidad del gobierno de López Obrador estará en tres


variables:
1.- La ausencia de un partido-sistema.
2.- El agotamiento de su caudillismo personal.
3.- Las restricciones del presupuesto.
De ahí que el gobierno de López Obrador se vaya a mover dentro de las
coordenadas de la peor de las crisis que pudiera existir: la crisis de expectativas.
9.- “Hora cumplida”.
El sistema político priísta llegó a su fin histórico con las elecciones del
primero de julio de 2018.
Ganara quien ganara, no podrá gobernar como antes.
Y ni el PRI, ni el PAN, ni el PRD, ni Morena hicieron un diagnóstico de la
crisis para ofertar una transición. La que más se acercó a la realidad de la crisis
fue la coalición PAN-PRD con su propuesta de cambio de régimen y de gobierno
de coalición, pero sin un diagnóstico de la crisis y sin ofertar la construcción de
nuevos partidos y nuevas formas de asociación y en busca sólo de espacio para la
gobernación del poder.
Si ganaba el PRI, su minoría no le permitirá reconstruir el sistema.
Si ganaba el PAN, carece de una propuesta de sistema.
Si ganaba Morena, el caudillismo personal se agotará por la crisis de
expectativas.
El que ganara, de todos modos, tendrá que gobernar en medio de una
sociedad fuera de los mecanismos de participación del inservible sistema político
priísta.
En su texto de junio de 1985 en la revista Vuelta, Octavio Paz hizo uno de
los mejores análisis sistémicos del sistema político mexicano --valga la
redundancia-- y, en resumen, enlistó los tres beneficios: estabilidad a la república,
eludió el terror ideológico y fue el gran canal de movilidad social. Pero a renglón
seguido enumeró las tres herencias negativas: inmovilizó la vida política, no ha
vacilado en usar la fuerza y la represión para mantener el poder y ha sido
determinante en la corrupción. Luego pasó revista a los principales problemas:
129

aumento de la población, fracaso de la agricultura, escasa productividad, ruina del


sistema educativo
Frente a esas contradicciones de avances-retrocesos, Paz presentó el
camino: la democracia como método para discutir las crisis y buscarles soluciones.
“Hasta hace algunos años creía, como tantos, que el remedio era la reforma
interna del PRI. Hoy no es suficiente. Lo intentó Madrazo, y después, con mayor
realismo e inteligencia, Reyes Heroles. Pero la opinión pide más. Pide una
democracia sin adjetivos, como ha dicho Enrique Krauze. En cuanto al PRI: ojalá
que retome en su totalidad, es decir, sin olvidar al demócrata Madero, su herencia
como partido de la Revolución Mexicana”.
Al PRI le había llegado su hora cumplida. La referencia de Paz al texto de
Krauze tenía mucho de fondo: un año antes, el texto de Krauze había sacudido al
PRI: pedía, simple, una democracia sin adjetivos y para ello proponía el camino de
la transición española 1975-1978. La respuesta del sistema priísta fue de
resistencia; paradójicamente la élite gobernante elogiada por Paz en Hora
cumplida que estaba tratando de modernizar la gestión del gobierno en los hechos
se resistía a democratizar. La respuesta más directa al ensayo de Krauze fue de
Manuel Camacho Solís, entonces secretario de Desarrollo Urbano y pieza clave
del grupo político de Carlos Salinas de Gortari, secretario de Programación y en
1984 principal estratega de la propuesta del presidente Miguel de la Madrid:
atender la democracia sin adjetivos sería la entrega del poder a otro grupo ajeno al
de la Revolución Mexicana. Pero en el fondo el grupo ajeno a la Revolución era el
de De la Madrid, Salinas y Camacho.
La propuesta de Paz era sencilla: la democracia por el camino de la
pluralidad, pero sobre todo “compartir el poder con los otros partidos y grupos”. En
1984 el gobierno de De la Madrid había dado la orden de respetar el voto en los
procesos electorales y el PAN había conquistado alcaldías en la zona norte de la
república. Entre la crisis heredada del gobierno de López Portillo y el colapso de
1982, el programa de ajuste drástico para controlar la inflación con la caída del
PIB a 4.2% en 1983 y el relevo en las élites priístas por políticos tecnócratas, las
elecciones federales de 1985 fueron un ligero aviso: 60% de votos y el 72% de la
130

Cámara de Diputados. Hacia 1988 el PRI de De la Madrid y Salinas habría de


cargar con la salida del partido de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y las élites
del grupo Corriente Democrática: el PRI cayó en votación presidencial a 50%, la
de diputados se desplomó a 52% y por primera vez el tricolor perdía 4 senadurías.
10.- La alternancia que no será.
La crisis terminal del sistema político se va a localizar en el hecho de que
Morena no es --ni será-- un PRI como partido-sistema. En las dos presidencias del
PAN (2000-2006 y 2006-2012) se dio una alternancia de élite gobernante, no una
alternativa de sistema político: el PAN se quedó igual, como partido de posiciones,
y los presidentes panistas Fox y Calderón prefirieron trabajar en consonancia con
el PRI. A ello contribuyó, además, el hecho de que los gobiernos panistas no
modificaran la política económica ni el modelo de desarrollo priísta neoliberal.
La estrategia de López Obrador se basa en tres partes:
1.- Reconstruir el liderazgo presidencialista verticalista y autoritario.
2.- Consolidar a Morena como primera fuerza nacional y legislativa.
3.- Promover un programa asistencialista de gobierno.
En síntesis, el modelo de López Obrador buscará mantener el esqueleto del
sistema político priísta, sólo que ahora con Morena en el lugar del PRI.
Sin embargo, este objetivo de López Obrador será imposible de imponer
por razones muy concretas:
1.- Morena no es un parido político formal, sino un movimiento de
movimientos sociales.
2.- Morena es un partido-escoba o partido-licuadora o partido Babel. Su
militancia garantiza programas asistencialistas y los militantes de otros partidos
llegaron por posiciones de elección popular o cargos en el gobierno de López
Obrador.
3.- Morena no será un partido de corporaciones de las clases dominantes
en el modo de producción: los obreros han perdido espíritu sindicalista y los
empresarios construyeron sus propias corporaciones distantes de los controles del
Estado.
131

4.- Como partido de bases lumpen, Morena no será capaz de imponerse


sobre las clases productivas.
5.- Con un López Obrador autoritario en la presidencia y un partido-
movimiento sin control sobre clases determinantes, la estructura del sistema
político carecerá de los hilos de poder presidente-partido. La presidencia de López
Obrador podría ser como la de Ernesto Zedillo en 1994-2000: sin partido, el
presidente no pudo ejercer sus tres facultades sistémicas de poder absoluto:
poner a su sucesor, hacerlo ganar y controlar a las fuerzas productivas como
garantes de la funcionalidad del sistema. Si López Obrador no fija el control
absolutista del sistema desde el primer día en función de su sucesión en 2024,
Morena no le servirá como partido-sistema.
Los conflictos y choques adelantados de López Obrador con estructuras
sindicales --los maestros, los petroleros, los mineros y los sindicatos del sector
público federal y de Ciudad de México-- y con empresarios con argumentaciones
de ruptura de relaciones de confianza y colaboración dejaron a las fuerzas
sociales productivas sin un espacio sistémico. El elemento anticorrupción como
factor de negociación con trabajadores y empresarios no le dará a López Obrador,
por más autoritaria que sea su presidencia, los suficientes controles de fuerza para
evitar que la disputa por la riqueza se salga de cauce.
La clave de la estabilidad productiva --y por tanto política y social-- estuvo
de 1929 a 1992 en el PRI como partido-sistema o como la caja negra del modelo
de David Easton y el liderazgo estabilizador del presidencialismo absolutista. Y la
clave de la fuerza del binomio presidente de la república-PRI se dio hasta 1994 en
la capacidad autoritaria del jefe del ejecutivo de decidir al candidato sucesor y
hacerlo ganar. Zedillo no pudo poner candidato y el PRI perdió en el 2000 y el
2006; Peña Nieto se auto impuso como candidato en el 2012 y logró el acuerdo
del PRI; pero como presidente de la república impuso a su candidato en el PRI y la
presidencia la ganó --de continuar la tendencia mostrada en la campaña electoral--
López Obrador.
Sin un sistema político priísta --presidente, PRI, Estado de bienestar, control
de poderes fácticos, ideología de pensamiento histórico y estructura
132

constitucional--, López Obrador se encontrará sin un sistema político funcional,


con una presidencia operando con decretos y las fuerzas productivas al garete o
conflictuadas entre sí por la ausencia de un espacio sistémico de distribución
autoritaria de valores y beneficios (modelo Easton) y su escenario es de conflicto
permanente por la falta de un sistema articulado para administrar las demandas y
los beneficios.
La crisis terminal del sistema político priísta se presentaba como el
escenario dominante después de las elecciones:
1.- Si ganaba el PRI, Meade Kuribreña no será priísta y el PRI entrará en
disputa entre tecnócratas y bases militantes. La funcionalidad del liderazgo
presidente de la república-PRI habrá desaparecido.
2.- Si ganaba la presidencia la alianza PAN-PRD, sus propuestas de
cambio de régimen y de gobierno de coalición no serán posibles sin un sistema
político que administre las reformas y el conflicto productivo: el PRI y Morena
estarían en la oposición y el PAN y el PRD saldrán desarticulados de las
elecciones.
3.- Si López Obrador ganaba las elecciones, su presidencia será caudillista,
verticalista y de arriba para abajo, carecerá de un partido-sistema para administrar
su proyecto populista y las expectativas requerirán de decisiones inmediatas y de
beneficios de corto plazo. Morena ha sido incapaz de construir una red de poder
con los grupos soltados por el PRI.
En este escenario, México entrará en una severa crisis política, de sistema
y de políticas de desarrollo porque el PRI ya no tiene el control del sistema
político, Morena no será un partido-sistema y la alianza PAN-PRD es de élites y no
de sectores productivos.
De ahí que el saldo de las elecciones de 2018 es muy claro: la muerte del
sistema político priísta, sin que exista un sistema político de relevo; por tanto, la
transición mexicana de sistema/régimen/Estado obligada por las circunstancias de
la autodisolución del viejo sistema político priísta provocará una severa crisis de
estabilidad y su detonador será una crisis de expectativas que tendrá niveles altos
con López Obrador, decepcionantes con Meade y de tensiones con Anaya.
133

Y lo peor de todo es que ninguno de los tres principales candidatos tiene


clara la crisis terminal de sistema político y desde la estrechez de su victoria y sólo
tendrá posibilidades de improvisación en el día a día, porque los tres candidatos
están preparados para llegar al poder y aplicar sus propuestas, pero sin entender
que la estructura de poder del régimen posrevolucionario --1920-2018-- que le
daba legitimidad máxima-mínima al PRI o al PAN en la presidencia, ya no existirá
después de las elecciones de julio de 2018.
Y la debilidad electoral del ganador --cualquiera de los tres-- no le dará
capacidad de iniciativa y control al ganador para construir un nuevo sistema
político, por lo que se puede prever que el ganador --quien quiera que sea-- sólo
tenga el camino de trabajar sin sistema político. La única salida institucional de la
crisis terminal del sistema político priísta se localiza en la construcción
democrática de una república de instituciones para la que ninguno de los tres, sus
partidos y sus fuerzas activas está preparado.
En consecuencia, después de las elecciones presidenciales México caerá
en la peor de las crisis de transiciones: cuando el viejo sistema político no
funciona, pero el nuevo no está siquiera diseñado. De ahí que a México se le
presente el escenario soviético de 1988-1991 explicado con pesimismo por Mijaíl
Gorbachov: el desmoronamiento del viejo régimen y el nacimiento de uno nuevo
liderado sobre las bases de un caudillismo personalista (Vladimir Putin desde
1999) autoritario, depredador y sin bienestar social.
11.- Ensayo bibliográfico.
I
El seguimiento teórico y práctico del sistema político mexicano ha sido
siempre un pasivo y por tanto una deuda de la academia mexicana. Los primeros
estudios formales en la academia politológica surgieron después de tres eventos
importantes: las crisis mismas del sistema político, los primeros estudios de la
politología estadunidense desde finales de los sesenta hasta finales de los
ochenta y --quizá la más importante-- la falta de autonomía teórica de la ciencia
política mexicana desde la fundación del Instituto de Investigaciones Sociológicas
134

de la UNAM en 1939 y la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la


misma universidad en 1951.
En ambos casos, la ciencia política estadunidense y la ciencia política
mexicana, el detonador fue la crisis política de 1968. Hasta esa fecha, los estudios
sobre la estructura de poder de México se enfocaban hacia el presidencialismo, el
Estado, la ideología de la Revolución Mexicana y el papel del PRI. El gobierno de
los Estados Unidos prefirió delegar en el PRI y en el presidente de la república la
administración de la estabilidad mexicana y no distraer a sus organismos de
inteligencia y seguridad nacional. La CIA --Agencia Central de Inteligencia-- fue
suficiente en México para tener información de inteligencia, toda vez que la
Dirección Federal de Seguridad (DFS) había nacido a propuesta de la CIA y las
relaciones de dependencia eran estructurales.
La agenda política de México en los Estados Unidos se reducía a la guerra
fría y a la contención de Cuba. La CIA logró penetrar en las altas esferas del poder
y llegar hasta los presidentes de la república Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz
Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, quienes en el presidencialismo centralizaban
también la información de seguridad nacional. Sin estudiar al PRI ni al
presidencialismo, los mexican desk de la comunidad estadunidense de servicios
de inteligencia, seguridad nacional y militares tenían la seguridad de una alianza
estratégica de altos niveles.
El primer libro sobre el sistema político publicado en los EU fue Mexican
government in transition, de Robert E. Scott, publicado en 1959. El primer libro
formal de estudio del sistema político mexicano fue publicado en 1972 por el
historiador Daniel Cosío Villegas (Cuadernos de Joaquín Mortiz). En medio,
algunos estudios y ensayos fueron acercamientos indirectos. Por ejemplo, México:
una democracia bárbara, de José Revueltas en 1958, abordó el proceso de
designación del candidato presidencial del PRI y las elecciones --agrupados en el
concepto político de “sucesión presidencial”-- y aportó algunos enfoques del
funcionamiento de la estructura de poder como sistema político. Y en 1965 Pablo
González Casanova, en La democracia en México, consolidó la estructura de
135

poder a través de seguimiento estadístico de los espacios de dominación de los


grupos políticos.
El interés estadunidense sobre la política en México tuvo como espacio de
indagación el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas
en Austin. En México, la crisis de la estabilidad centró la atención con enfoques
sistémicos en espacios periodísticos y editoriales y en El Colegio de México. La
UNAM tardó demasiado en abordar críticamente el sistema político, toda vez que
en los sesenta y setenta --años de ruptura del modelo epistemológico de sociedad
política-- funcionó como escuela de cuadros de la estructura partidista, de poder y
de gobierno del sistema político priísta. En 1981 El Colegio de México publicó la
traducción de Los laberintos del poder. El reclutamiento de las élites políticas en
México, 1900-1971, de Peter H. Smith, en donde consolidó las formas de hacer
política en veintidós reglas y la uno decía con claridad: una carrera universitaria,
“de preferencia en la UNAM”. Por tanto, los enfoques de análisis político de la
UNAM padecían de la dependencia del Estado.
La vertiente estadunidense de análisis teórico sobre el sistema político
priísta se centró en el Institute of Latin American Studies de la Universidad de
Texas en Austin, donde, por cierto, se localizan los más importantes archivos de
políticos, escritores y académicos mexicanos. Dos fases ha tenido ese instituto: de
1966 a 1970 abrió cátedras especiales donde acudieron analistas mexicanos a dar
conferencias sobre la vida política de México. La más recordada conferencia fue la
que impartió en octubre de 1969 el poeta y ensayista Octavio Paz, cuyo texto
México: la última década, de apenas veinte cuartillas a doble renglón, fijó la más
precisa interpretación de la crisis de 1968; la conferencia fue la base del ensayo
Posdata, la primera crítica al sistema político por las protestas estudiantiles
reprimidas por la fuerza.

II
Varios libros permiten ofrecer una revisión bibliográfica del sistema político
mexicano, por su tiempo histórico.
136

1.- En 1970-1971. El Institute of Latin American Studies de la Universidad


de Texas en Austin realizó un seminario sobre el sistema político mexicano bajo el
extraño título --traducción oficial al español del propio Instituto-- de “Encuesta
Política: México”, aunque la palabra inglesa inquiry debió traducirse mejor como
“indagación”. Pero la palabra es lo de menos. El contenido del seminario fue un
abordaje desde la perspectiva estadunidense del sistema político mexicano. El
seminario impulsó a la academia mexicana a abrir más su interés sobre México.
Algunos de los textos del seminario fueron editados en un libro en español,
con una palabra que sonó a cuidado: Críticas constructivas del sistema político
mexicano, con fecha de impresión de 1973. Como participante en el ciclo, Cosío
Villegas leyó el ensayo El sistema político mexicano. Las posibilidades del cambio,
que ampliaría como libro en 1972. Hubo otra conferencia que no se incorporó al
libro, pero de la que se hizo una edición especial: México: 1968-1972. Crisis y
perspectiva, de Manuel Moreno Sánchez, político priísta, jefe político del Senado
en el sexenio de Adolfo López Mateos en 1958-1964, fuera del PRI a finales del
gobierno de Díaz Ordaz y autor de artículos analíticos y críticos del sistema
político mexicano publicado en Excélsior de julio de 1968 a finales de 1979 y luego
acomodados en el libro Crisis política de México, Editorial Extemporáneos, 1970.
La otra parte interesante de ese seminario fue la presentación como
ponente, en dos sesiones de dos horas cada una, del ex presidente Miguel
Alemán Valdés (1946-1952), publicado como breve libro de sesenta páginas bajo
el título de Miguel Alemán contesta, aunque en el libro la transcripción de las
conferencias se subtitula como “Ensayo”. Las conferencias se dividieron en cuatro
temas: historia del sistema político mexicano, estructura y funcionamiento del
sistema, problemas actuales y perspectivas futuras (redundante). Las conferencias
no fueron escritas, sino que se desarrollaron con improvisación --consulta de
algunos datos escritos por el ponente-- y se basaron en tres preguntas: ¿cuáles
fueron los motivos que condujeron al establecimiento del sistema político, único,
de México?, ¿ha habido alguna evolución de los objeticos del sistema a través de
los años? Y ¿cuál fue la contribución de su administración a esa evolución?
Alemán había refundado el Partido de la Revolución Mexicana en enero de 1946
137

como candidato presidencial del PRI y el nuevo partido consolidó avances


revolucionarios y proyectó nuevas alianzas políticas y sociales.
La otra parte interesante de las conferencias de Alemán --diciembre de
1970-- fue un intercambio de preguntas y respuestas con uno de los presentes
que era al mismo tiempo asistente y conferenciante, el historiador Cosío Villegas,
quien para ese entonces contaba ya con setenta y dos años de edad, había sido
fundador del Fondo de Cultura Económica, presidente de El Colegio de México,
coordinador de la monumental Historia moderna de México y responsable del
proyecto de investigación en El Colegio de México de los veinticuatro tomos de
Historia de la Revolución Mexicana. Asimismo, Cosío había comenzado una
colaboración semanal en la página editorial de Excélsior.
Cosío hizo a Alemán cinco preguntas con el conocimiento de la historia del
sistema político mexicano: sobre el número de militantes del PRI, sobre el proceso
de “auscultación” interna en el sistema para definir al candidato presidencial, sobre
el taponamiento en la circulación de las élites, un breve debate sobre la toma de
decisiones corporativas por sectores en el PRI, el conflicto estudiantil de 1968 y el
tema de la clase media. Nunca había ocurrido antes y nunca ocurrió después un
debate --a veces ríspido, pero respetuoso-- entre un ex presidente con reglas de
omertá o código de silencio y un historiador crítico y comentarista de periódicos.
En ese ciclo de conferencias participó Porfirio Muñoz Ledo, recién
designado secretario del Trabajo del gabinete del presidente Echeverría. Y en
calidad de enviado de Echeverría participó en las conferencias de Austin tratando
de explicar las reformas políticas para bajarle tensión a las secuelas del
movimiento estudiantil.
El tiempo histórico de 1968-1973 fue clave para la reconfiguración del
sistema político priísta. El movimiento estudiantil mexicano fue impulsado por el
agotamiento del pensamiento histórico revolucionario, el tránsito generacional de
la clase media, la burocratización de la política, la penetración del PRI como grupo
de choque en las escuelas de educación superior y hacia septiembre-octubre de
1968 el aumento en la participación en los liderazgos estudiantiles de estudiantes
del Partido Comunista Mexicano y la Juventud Comunista. El pliego petitorio
138

estudiantil fue de repudio al autoritarismo y de incipientes demandas


democráticas, producto de la ausencia de una dirección política incoherente y
pulverizada.
El seminario de Austin ayudó a encauzar, cuando menos a nivel académico,
algunas de las reflexiones sobre la crisis del sistema político en ese periodo: del
movimiento estudiantil a la mitad del sexenio del gobierno del presidente
Echeverría, sobre todo por el posicionamiento de los intelectuales y académicos.
Los ensayos de Revueltas, González Casanova, Paz, Carlos Fuentes y el papel
de La cultura en México de la revista Siempre y los espacios editoriales en el
periódico Excélsior despresurizaron el debate y revelaron nuevos enfoques
ideológicos y políticos del sistema.
Los estudios sobre el sistema político mexicano pasaron del silencio y/o la
justificación a las evaluaciones parciales de sus pilares, tales como el
presidencialismo, el estudio del PRI, las élites burocráticas, los avances de la
izquierda. Sin embargo, el estudio del sistema político por sí mismo ha sido
escaso en la academia y en la crítica, a pesar de que la teoría política sobre los
sistemas políticos se relanzó en los Estados Unidos en 1953 con la
fundamentación teórica de David Easton sobre lo que es un sistema político: la
interacción entre grupos e instituciones para la asignación autoritaria de valores y
la figuración física del sistema político como una caja negra en cuyo seno se
distribuían los beneficios de las demandas. El libro The political system de Easton
se publicó en 1968 en español con el título nada atractivo de Política moderna.
En este sentido, los primeros estudios formales sobre el sistema político se
publicaron en el periodo 1965-1980, al calor del sacudimiento epistemológico
sobre la realidad del funcionamiento de la política mexicana.
2.- El segundo libro importante para analizar el sistema político recoge
textos de un seminario realizado por el PRI en noviembre de 1982, justo en el
cruce de cuando menos tres crisis históricas mexicanas: el relevo de la élite
política por la élite tecnocrática en la dirección del gobierno y del Estado, el
colapso financiero de 1982 que condujo a la expropiación de la banca y el control
generalizado de cambios y el uso de la ciencia política como una prognosis del
139

corto-mediano plazo del sistema político priísta. Huelga decir los resultados: la
tecnocracia se apoderó del aparato director, los priístas históricos salieron del PRI
en 1987, el candidato Salinas de Gortari en 1988 logró 50.3% de los votos y el
país entró en un largo túnel de modelo neoliberal de desarrollo hasta el 2018.
El libro Perspectivas del sistema político mexicano ha sido el único
producido por el PRI sobre su propia estructura de poder. A ese seminario,
realizado el 4 y 5 de noviembre de 1982, a menos de un mes de la toma de
posesión de Miguel de la Madrid Hurtado, participaron sobre todo politólogos
extranjeros, lo que le dio un doble valor a la reunión: Stanley R. Ross, Robert E.
Scott, Michael C. Meyer, Oscar J. Martínez, Sidney Weintraub, Henri Favre,
Wolfgang König, entre otros. El comentarista general fue el politólogo José Luis
Reyna, entonces director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, y
los mexicanos actuaron como comentaristas de ponencias: Leopoldo Zea, Blanca
Esponda, Salvador Carmona, Francisco Casanova Álvarez, Horacio Labastida,
Soledad Loaeza, Miguel Basáñez, Miguel Covián Pérez, Carlos Sirvent, Ricardo
Méndez Silva, Vicente Fuentes Díaz y José Luis Molina Piñeiro.
Los enfoques de los extranjeros fueron analíticos y disminuyeron la
dimensión de la crisis; inclusive, Ross, un conocedor a fondo de México, le restó
importancia al relevo en la dirección política de tecnócratas por políticos y acreditó
ese tránsito como parte de la modernización y la necesidad de “talentos
especializados”. Y hacia ese 1982 Ross --quien calificó a los críticos como
“profetas de la ruina”-- afirmó que “la Revolución sigue siendo la base de
legitimación política”, cuando en realidad no se trató de especialización de
dirigentes sino de ruptura de grupos de poder: los tecnócratas de Miguel de la
Madrid dieron por terminada la Revolución, el Estado de bienestar se convirtió en
un Estadio de eficacia técnica y México fue enrolado en la lógica de la
globalización productiva que liquidó el modelo social revolucionario. Scott
aconsejó “actualizar” el sistema a las nuevas correlaciones de fuerzas y
equilibrios. Ian Roxborough afirmó que el camino para encarar los problemas era
más democracia. Y König, profesor de la Universidad de Gotinga, en la entonces
República Federal Alemana, puso el dedo en el principal elemento de la crisis: el
140

modelo de desarrollo, la política económica y la gestión del crecimiento en medio


de enormes desigualdades, poniendo énfasis en la capacidad de sistema para
superar conflictos y contradicciones.
El comentario final fue de José Luis Reyna, el politólogo de El Colegio de
México que abortó desde la ciencia política al sistema en 1976: frente a la crisis en
1982, el sistema político mostraba “todavía capacidad de reproducirse
institucionalmente”, una especie de versión autopoiética del sistema. Además de
la corrupción como problema grave, Reyna apuntó otros: inflación, déficit
presupuestal, devaluaciones crónicas del peso, disminución del poder adquisitivo
de los salarios, desempleo y subempleo crecientes y crecimiento económico
deprimido. Es decir, el sistema político, el modelo de desarrollo y el Estado del
régimen estaban agotándose y planteando la urgencia de “acciones racionales y
de fondo” para evitar crisis terminales.
3.- Hacia mediados de 1976, ya con José López Portillo como candidato
presidencial del PRI, la revista Nueva Política --con auspicio oficial-- dedicó su
número 2 al tema de El sistema mexicano, con ensayos, artículos y entrevistas. Y
por primera vez, sin registro legal pero operando ya en la política abierta y con el
legendario líder ferrocarrilero Valentín Campa como candidato presidencial sin
registro, sólo simbólico, el líder del Partico Comunista Mexicano, Arnoldo Martínez
Verdugo, introdujo en el debate en esa revista el método de análisis marxista para
caracterizar la crisis mexicana y perfilar opciones: la crisis mexicana no era de
coyuntura sino “un conjunto de fenómenos en la esfera político-ideológica”. La
irrupción de nuevas categorías ayudó a posicionar con mayor precisión los
elementos de la crisis; por ejemplo, se hablaba de una disminución del liderazgo
presidencial y de un avance de la oposición hacia un nuevo sistema de partidos.
Martínez Verdugo llevó el análisis a los extremos: México padecía una
deslegitimación de “régimen presidencialista-despótico”. Asimismo, el dirigente
comunista le dio una lectura menos dominante a la Revolución mexicana. Por
primera vez la izquierda socialista y/o comunista irrumpía el debate frente a una
sociedad adormecía por el control del pensamiento histórico y de la educación,
ambas como aparatos ideológicos del Estado.
141

Frente a nuevas formas y más profundas de la crítica, el sistema político


priísta carecía de argumentaciones de fondo. El encargado de responder fue
Muñoz Ledo en su calidad de presidente nacional del PRI, un político formado en
la retórica progresista pero ya oscilante entre el autoritarismo diazordacista y el
progresismo echeverrista. El dato mayor que adelantó Muñoz Ledo fue la
disminución lógica en la base electoral del PRI --debido, sobre todo, al nuevo
sistema de partidos-- y por tanto el abandono del modelo de partido único que
funcionaría hasta las elecciones presidenciales de 1976, pues el presidente López
Portillo --que careció de adversario real en las votaciones porque el PAN se
fracturó y no pudo definir candidato-- realizaría la primera gran reforma estructural
del sistema político priísta: la legalización del Partido Comunista reorganizó el
sistema de partidos y rompió el dominio del PRI en el congreso por la irrupción de
una oposición real y de alternativa que representaba el PCM.
4.- En 1970 irrumpió en el escenario del ensayo político el texto Posdata de
Octavio Paz, un reconocido poeta y ensayista de importantes aportaciones al
debate político y social. Posdata sacudió el sosiego del medio político nacional,
sobre todo porque la candidatura presidencial de Luis Echeverría Álvarez había
encauzado las protestas. Posdata fue un ensayo con elegante estilo literario,
enfoque histórico y un capítulo muy crítico sobre el movimiento estudiantil de 1968
como producto de la desigualdad social y política.
Pero detrás de Posdata existieron dos expresiones más politológicas de
Paz: en septiembre de 1968 el canciller Antonio Carrillo Flores le solicitó a Paz,
entonces embajador de México en la India, unas notas sobre los movimientos
estudiantiles en el mundo, a petición del propio presidente Gustavo Díaz Ordaz. El
reporte de Paz --conocido como “Cartas a la Cancillería” y publicadas en la revista
Vuelta en marzo1998, dos semanas después de su fallecimiento y treinta años
después de haber sido firmadas-- no causó buenos efectos en el canciller
mexicano ni en el presidente de la república, pero revelaron a Paz en una faceta
importante de politólogo. Las cartas y Posdata completaron un análisis de Paz de
la crisis política mexicana con el texto México: la última década, un texto de
142

presentación de una conferencia en dos días en la Universidad de Texas en


Austin.
La conferencia de Paz --un apretado análisis de veinte cuartillas-- fue uno
de los más importantes textos politológicos sobre la crisis del sistema político
priísta. Sus conclusiones fueron tres: la crisis fue consecuencia del cambio en la
estructura de clases, sólo una solución democrática permitiría una salida y sin
salida democrática el régimen llegaría a una dictadura. Su escenario fue de una
década: 1958-1968, un enfoque de una crisis progresiva. En 1958 ocurrió la
primera gran ruptura política: obreros militantes del Partido Comunista llegaron a
la dirección de importantes sindicatos: maestros, ferrocarrileros, tranviarios,
electricistas, universitarios, petroleros, telegrafistas, entre otros. Fue el año de la
elección presidencial con la candidatura priísta de Adolfo López Mateos,
paradójicamente secretario del Trabajo y Previsión Social del gobierno de Ruiz
Cortines. El gobierno endureció el puño, reprimió todos los movimientos y
encarceló a sus principales líderes. Un grupo de intelectuales, entre ellos Octavio
Paz, firmó una carta de protesta contra el gobierno y pidió atender las demandas
de los sindicalistas.
Por alguna razón, Paz prefirió darle más importancia a Posdata que a su
conferencia de Austin. De todos modos, aún sin la difusión amplia, el texto fue
incluido en algunas antologías y en sus obras completas y debería tener una
relectura más de fondo porque fue pionero en la caracterización de la crisis
mexicana de 1968.
5.- El 15 de julio de 1968, once días antes de la marcha anunciada por
estudiantes para recordar el inicio formal de la Revolución Cubana con el asalto al
Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, apareció en el periódico Excélsior un
artículo de crítica política firmado por Manuel Moreno Sánchez, un veterano priísta
que había sido, como culminación de su carrera en el PRI, líder del Senado a lo
largo del sexenio de López Mateos en 1958-1964. La sucesión presidencial de
1963-1964 lo dejó fuera de posiciones de poder porque sus simpatías no habían
estado con el candidato Díaz Ordaz. Ya fuera del sistema priísta, Moreno Sánchez
emprendió el camino del análisis periodístico. Su primer texto periodístico,
143

“Radiografía del PRI. 1.- PRI y pluripartidismo”, inició la develación de los


interiores orgánicos del sistema político priísta.
A lo lago de veinte artículos, Moreno Sánchez abordó tres partes
fundamentales del sistema político priísta: Disidencia y democracia, Radiografía
del PRI y Política y desarrollo. Excélsior irrumpía entonces con una nueva línea
editorial de debatir los grandes temas políticos de México, inclusive sin suponer
que pocos días después del primer artículo de Moreno Sánchez el país entrara en
la vorágine de la protesta estudiantil muy en el contexto de la descomposición del
sistema que adelantaba el autor. Los temas del político ya en condición de
disidente fueron reveladores: “La simbiosis política”, “La unidad PRI-gobierno”,
“Decadencia programática”, “El PRI como burocracia”, y “Centralización política”,
entre los más importantes.
El estilo de Moreno Sánchez fue prácticamente de delación, asumiendo
desde su ruptura priísta los argumentos críticos de la oposición; por ejemplo, el
concepto del PRI-gobierno fue creado por el PAN. Y a favor de las aportaciones
de Moreno Sánchez corría el hecho de que hasta 1970 no existía ningún ensayo
académico sobre el PRI o sobre el sistema político priísta como tal, de no ser el
ensayo Posdata de Octavio Paz. En 1970 Moreno Sánchez agregó otros ensayos
sobre política, economía y desarrollo, en la misma línea de crítica al PRI y los
publicó en un libro pequeño en tamaño aunque muy amplio en escenario: Crisis
política del PRI.
Los artículos de Moreno Sánchez llamaron bastante la atención, al grado de
que en 1970 fue invitado a participar en el ciclo de conferencias “Encuesta política:
México”, del Instituto of Latin American Studies de la Universidad de Texas en
Austin, bajo el título de “México 1968-1872: crisis y perspectivas”, base del libro
Crisis política de México. Por las revelaciones sobre la estructura interna del
sistema político priísta, el análisis de Moreno Sánchez se convirtió en vital para
cualquier estudio sobre la política mexicana.
6.- A principios de 1968 apareció, con circulación mínima, el libro Análisis
teórico del Partido Revolucionario Institucional, publicado por el militante priísta
Mario Ezcurdia, periodista y funcionario partidista. Se trató del primer esfuerzo por
144

razonar, desde la teoría política, al PRI, aunque a veces el autor cayó en las
explicaciones oficiales --no tan profundas-- del partido como un partido de un
tiempo histórico especial, un proceso revolucionario gelatinoso y una función
estabilizadora de gobierno.
El modelo principal de Ezcurdia fue la teoría de los partidos de Duverger.
Sin embargo, el PRI era un partido histórico que nació en la coyuntura de una
lucha violenta por el poder en 1928 y tuvo dos redefiniciones en función de las
coyunturas del gobierno y del Estado: el PRM con el cardenismo con la
expropiación petrolera y el PRI con la institucionalización política del relevo de los
militares en el poder por políticos universitarios.
Lo cierto fue que el estudio de Ezcurdia sólo comprobó analíticamente lo
que se percibía en las apreciaciones sobre el PRI como partido: no era un partido
tradicional, sus tareas iban más allá de la de los partidos y en realidad el PRI
funcionaba como el partido-sistema. Las crisis políticas de 1958 a comienzos de
1968 probaban que el PRI era el brazo político del sistema, del régimen y del
Estado y que era un partido producto de la historia mexicana.
7.- En 1981, cuando apenas comenzaban los primeros estudios sistémicos
sobre México, el politólogo Miguel Basáñez ensayó una interpretación de las crisis
políticas mexicanas de 1968 a 1980 (luego haría ampliaciones hasta llegar a
1990): la conformación de una hegemonía de control del Estado mexicano, ya no
un Estado de una élite; es decir, el Estado era una dirección ideológica, más que
una dominación económica y política.
El estudio de Basáñez profundizó la observación crítica de los sectores que
confluyen en la orientación del desarrollo nacional, las coaliciones políticas
dominantes y las disputas entre los grupos por los beneficios de las políticas
públicas. Las crisis de finales de sexenios 1968, 1976, 1982, 1988, 1994 y 2000 y
ahora el 2018 revelan la solidez de la propuesta analítica de Basáñez: el Estado
dominante cardenista pasó a una coalición de intereses dominantes con
capacidad para infundir dirección ideológica al Estado y por tanto ir reconfigurando
los equilibrios internos en el sistema político.
145

8.- En 1984, un breve ensayo de diez páginas de un historiador liberal --la


caracterización es importante-- sacudió los excesos de confianza del sistema
político. El texto de Enrique Krauze Por una democracia sin adjetivos fue
publicado en la revista Vuelta, de circulación cultural y literaria en círculos
intelectuales y poca lectura en los niveles políticos, pero tuvo efectos en los
diferentes posicionamientos políticos. La tesis de Krauze se resumía así: el
sistema político tenia un agravio pendiente con la sociedad: la democracia. Por
tanto, en 1984 había llegado el tiempo de atenderlo. A partir del modelo --no
copiado sino referencial-- de la transición de España a la democracia 1976-1978,
habría llegado el momento de empujar a México a una transición del sistema de
partido dominante a un sistema democrático.
Las reacciones fueron inusuales: el gobierno priísta de Miguel de la Madrid
leyó el texto de Krauze como el de la entrega del poder al PAN como partido de
alternancia, la izquierda se enredó en su dialéctica y el PAN no entendió los
caminos de la democratización. El debate se desvío hacia las viejas polémicas
sobre el ejercicio del poder. Por tanto, la propuesta de Krauze se quedó en el
vacío: un proceso de democratización que implicara transitar del priísmo
dominante y controlador de instituciones a una democracia procedimental basada
--como en España-- en el principio fundador del respecto al voto.
En 1984, después del texto de Krauze, el PAN ensayó la liberación electoral
de procesos municipales y el PRI perdió su bastión en el norte de la república. En
1987 el PRI se fracturó con la salida de Cuauhtémoc Cárdenas y su Corriente
Democrática y en 1988 el PRI vio desplomarse sus preferencias electorales en un
proceso presidencial menos autoritario y quedar en el umbral de la mayoría
absoluta: 50.3%.

III
En diferentes tiempos políticos y circunstancias partidistas, el sistema
político priísta acumuló una serie de ensayos que configurarían una bibliografía
indispensable:
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10.- Los días antes del tsunami

Semana 1: Trump y violencia se imponen


152

1.- La primera semana de campaña oficial era vital para Ricardo Anaya y
José Antonio Meade, pero el arranque formal de sus campañas fue aguado. Si
siguen igual, no podrán destronar a López Obrador.
2.- El factor Trump ya se metió en el proceso electoral; y ninguno de los
candidatos supo definir una estrategia de seguridad nacional con el vecino. Y el
gobierno de Peña Nieto de nueva cuenta fue aplastado. La iniciativa de López
Obrador de hacer una cadena humana en los tres mil kilómetros de frontera causó
hilaridad en la comunidad de los servicios de espionaje, inteligencia y seguridad
nacional de los EE. UU.
3.- Anaya sumó a su campaña a Raúl Padilla, el gran cacique educativo de
la Universidad de Guadalajara y propietario de la franquicia de la Feria del Libro de
Guadalajara, uno de los negocios más jugosos.
4.- La única nota de Margarita Zavala de Calderón fue el estreno de su
autobús. También dejó pasar su impacto como única --hasta hoy, y aún en duda--
candidata independiente: ni una idea, ni una propuesta, nada que la posicionara
como alternativa.
5.- El gran tema no es la corrupción, ni el gobierno de coalición, ni la mafia
del poder, sino el colapso --ya no crisis-- de las tres seguridades del Estado:
pública, interior y nacional. Y ningún candidato ha dado a conocer su programa
de Estado.
6.- El diálogo del obispo de Chilapa-Chilpancingo Salvador Rangel con
narcos ridiculizó a la Secretaría de Gobernación en los temas de agenda de
seguridad, persecución de criminales y tareas extra pastorales.
7.- El primer spot oficial de López Obrador como candidato tuvo un retrato
de Juárez a su espalda. Pero nadie ha sino más anti juarista que López Obrador:
su alianza evangélica con el Partido Encuentro Social, su ausencia del Viernes
Santo por respeto a tradiciones católicas y sus negociaciones secretas en el
confesionario de la iglesia católica.
8.- El sector privado se puso nervioso porque López Obrador no baja en
las encuestas y se metió en la campaña a fijar su agenda neoliberal que el
candidato priísta-no priísta Meade ha sido incapaz de defender. Pero este
153

activismo empresarial del Consejo Coordinador Empresarial de Juan Pablo


Castañón ha provocado más apoyos a Morena.
9.- La lista de pluris de López Obrador como catálogo de corruptelas ex
priístas, ex panistas y ex perredistas no varió ni un voto a Morena. Y menos el
perdón adelantado de López Obrador a los dirigentes del Partito del Trabajo
acusados con pruebas de corrupciones.
10.- Por tanto, el voto por López Obrador no será por el cambio ni contra la
corrupción.
11.- Anaya no supo capitalizar su victoria contra la Alianza Electoral PRI-
PGR-Pinos porque sigue encaprichado en manejar todo a su arbitrio. Si Jorge
Castañeda no logra imponer su estrategia en dos semanas, Anaya pasará a
tercer sitio electoral.
12.- La primera semana de campaña no tuvo impacto en encuestas y los
candidatos del PRI y del PAN-PRD perdieron la oportunidad para afectar al
tabasqueño.

Semana 2: Bronco, AMLO radical, Meade apagado, Anaya sin rumbo

1.- La nota de la semana no fue la espectacular victoria de Jaime


Rodríguez El Bronco para meterse en la boleta electoral presidencia, sino la
certeza de que el Tribunal Electoral y el Instituto Nacional Electoral fueron
penetrados por intereses priístas, perdieron credibilidad y no tienen el control del
proceso.
2.- La conclusión en medios fue muy clara: El Bronco fue registrado para
afectar a López Obrador y darle un respiro al priísta-no priísta José Antonio
Meade Kuribreña. Pero la primera encuesta después del arranque oficial de las
campañas no registró cambio en la posición de los candidatos. Es decir, Meade
sigue sin desplazar al panista-perredista Ricardo Anaya.
3.- La nueva ofensiva judicial contra Anaya al terminar la semana pasada
dejó claro que no hay ningún pacto presidencial con el panista y que seguirá el
acoso mediático para bajarle expectativas electorales. Los periodicazos político
154

en el mundo de las redes sociales no matan, aunque pueden atarantar lo


suficiente.
4.- Transcurridas dos de las trece semanas de campaña electoral hay tres
datos reveladores: ninguno de los tres principales candidatos tiene alguna
sorpresa guardada, Anaya y Meade están confiados en bajarle puntos a López
Obrador en los debates y el factor Bronco no cumplirá las expectativas oficiales
para afectar a López Obrador.
5.- El Consejo Coordinador Empresarial perdió su papel de factor real de
poder o de poder fáctico porque su función hoy es la de servir de ariete contra el
populismo de López Obrador. Su pasarela no sirvió para quemar al morenista, ni
para fortalecer a Meade. Eso sí, su defensa del modelo neoliberal lo convirtió, más
bien, en otro elemento para votar en contra del PRI-Meade-Peña Nieto. Como
sector invisible del sistema político priísta, el CCE sólo defiende la tasa de utilidad
empresarial.
6.- El factor Trump permitió quince minutos de gloria nacionalista oficial,
pero no prefiguró una nueva estrategia geopolítica de seguridad nacional de
México con los Estados Unidos. La presencia semi militar de la Guardia Nacional
en la frontera sur estadunidense seguirá creciendo, sin que México redefina su
política exterior bilateral.
7.- La aparición del ex presidente Carlos Salinas de Gortari en el escenario
político en la celebración de su setenta años careció de malicia y no tuvo efectos
políticos, ni siquiera por la presencia del presidente del PRD en la fiesta. Salinas
ya no pinta en la política, aunque su modelo económico neoliberal seguirá
vigente. Si López Obrador gana las elecciones, el ex-neo-pos populismo exhibirá
el alto costo social de un cuarto de siglo de salinismo neoliberal.
8.- La rectoría de la UNAM ya votó a favor de López Obrador porque la
programación de su televisora ha beneficiado a los lopezobradoristas. El vocero
morenista John Ackerman tiene un programa de quince minutos a la semana y los
dedica a atacar a los adversarios de López Obrador y a adorar al candidato de
Morena. La esposa de Ackerman es candidata al gabinete del tabasqueño.
155

9.- La votación presidencial no será por el modelo económico


--neoliberalismo versus populismo--, sino como un voto de castigo contra el PRI.

Semana 3: AMLO adelantó agenda autoritaria; Meade: rompe o kaput

Carlos Ramírez

1.- La tercera semana cerró con tres indicios tipo orilla del precipicio: López
Obrador adelantó su agenda autoritaria y abrió frentes de conflicto; el segundo
lugar en encuestas fue para Anaya; y el mensaje del electorado ha sido muy claro:
“cualquiera menos el PRI”.
2.- Rumbo al primer debate, las tendencias dejaron sus propios mensajes:
a López Obrador no hay que atacarlo porque lo blindan, Anaya necesita una oferta
de gobierno que seduzca al electorado y Meade tiene que romper con Peña y
con el PRI o el domingo recibirá la puntilla.
3.- El primer debate presidencial presenta la gran oportunidad para Meade.
Sin embargo, Meade ha entendido mal el mensaje de los electores: si bien carece
de viabilidad por su dependencia de Peña y del PRI, su viabilidad radica en
encontrar ofertas que sobrepongan su dependencia de Peña y del PRI. Pero la
versión que corre dice que Meade no romperá con Peña y que si no gana… pues
ni modo.
4.- La semana 3 no fue para López Obrador: se enredó en el escándalo del
avión privado siglas XB, se peleó no con Carlos Slim sino con el sector privado
inversionista nacional e internacional, mostró su lado autoritario al regañar a
todos.
5.- El primer debate del domingo próximo dejará malas señales: los
moderadores fueron escogidos por el mismo IEN que ha demostrado parcialidad
contra López Obrador. Denise Maerker representa el poder de Televisa, Sergio
Sarmiento encarna los intereses sistémicos de TV Azteca y Azucena Uresti
defiende las posiciones de poder de Milenio TV. Es decir, el debate fue
acaparado por la televisión privada sistémica que busca redocumentar sus
relaciones con el próximo presidente.
156

6.- En medio de tendencias decrecientes de Meade, los grupos priístas con


experiencias electorales han declarado huelga de brazos caídos contra el
candidato, su jefe de campaña Aurelio Nuño y el presidente priísta Enrique Ochoa.
A este PRI le conviene la derrota de Meade porque el PRI quedará al garete, con
un Peña Nieto sin posibilidad de tener liderazgo alguno, con gobernadores sin
mando político.
7.- Algunos indicios hacia el jueves revelaron una sombra de preocupación
en Los Pinos porque no han encontrado la forma de impulsar un ascenso electoral
de Meade. Analistas hablan ya de pactos de gobernadores priístas con Anaya y el
PAN --como en 2006 y 2012-- para encarar la posición privilegiada de López
Obrador. Algunos expertos consultados creen viable esta jugada estratégica, pero
consideran que llega demasiado tarde, con un Anaya resentido con Los Pinos por
la ofensiva judicial en su contra y sin un operador confiable de Los Pinos para
negociarla.
8.- Los expertos también señalan que la campaña del PRI está repitiendo
los errores del 2000: un candidato sin carisma ni discurso, un PRI fracturado
entre tecnócratas y políticos y un Aurelio Nuño jugando el mismo papel que Emilio
Gamboa Patrón con el candidato Francisco Labastida.
9.- Otros analistas han considerado que el presidente Peña Nieto está
llegando al punto de su gran definición estratégica: salvar su alma o salvar al
PRI, y que ya escogió el primer camino.

Semana 4: AMLO, atrapado en su triunfalismo; contra Anaya por Meade

1.- El debate comenzó el péndulo negativo de Andrés Manuel López


Obrador. Era obvio, a pesar de que se escribió que los debates por televisión eran
negativos al tabasqueño no sólo por su impericia en el manejo de medios en
pantalla, sino por su arrogancia de sentirse imbatible. De nueva cuenta no se
preparó y resultó dañado.
157

2.- López Obrador es un seductor de masas militantes favorables y ante


ellas tiene la habilidad para encender pasiones, victimizarse y manejar estados de
ánimo. Pero en el debate descuidó la imagen personal, nunca ha entendido que
en la pantalla chica dice a veces más la imagen que las palabras y se olvidó que
las cámaras graban todo, hasta su salida furtiva, solitaria, cabizbaja, el pelo cano
brilloso, envejecido.
3.- Ricardo Anaya, en cambio, supo capitalizar su imagen, su verbo, su
rostro, su juventud. Margarita Zavala de Calderón se vio histriónica, de atril de
media training (método de entrenamiento) sin procesar en el traslado de ejercicios
a la realidad. El Bronco capitalizó su rancherismo y Meade… siguió sin encontrar
su espacio.
4.- Algo le pasa al PRI y a Meade. Luego de críticas del presidente Peña
Nieto contra su propia estrategia de seguridad --sonó como a autorización a que
el candidato del PRI usara esa línea discursiva--, Meade se colgó del tema para
deslizar con miedo que habría cambio de políticas de seguridad. Sin embargo, el
mensaje se perdió en la tibieza. Lo mismo ocurrió con la afirmación contundente
de Meade de que en su gobierno “no habrá estafas maestras”, pero se quedó en
una frase perdida porque el PRI, Meade y Los Pinos como que tuvieron miedo a
proyectarla, quizá porque hubiera llevado a exigir castigo a los altos funcionarios
involucrados en esa denuncia de corrupción escandalosa.
5.- Los primeros días de la semana 4 hubo análisis que sugirieron que la
alianza PRI-PGR-Pinos podría buscar contactos con el panista-perredista Ricardo
Anaya porque el candidato oficial definitivamente no crecería, pero hacia finales de
nueva cuenta soltaron desde la PGR más líneas de investigación contra Anaya.
6.- En algunos círculos políticos comenzaron a hacerse algunas corridas
exploratorias respecto a que la posibilidad o no de que la anulación judicial de
Anaya pudiera llevarle votos al PRI, pero los primeros indicios volvieron a
reconfirmar que el voto por Anaya y López Obrador es de repudio al PRI y de
castigo al presidente Peña Nieto: si revientan a Anaya no habría un reacomodo
de votos al PRI.
158

7.- El grado de nerviosismo de López Obrador se comprueba por su


triunfalismo discursivo: luego de un video mal asimilado en las redes diciendo que
había ganado el debate, pero en medio de una avalancha de videos, memes de su
derrota, percepciones, encuestas favorables a Anaya, el tabasqueño dijo que por
el debate había subido su tendencia de votos de 42% a 52% y que llegaría a 74%
el primero de julio.
8.- El rumor de la semana 4: López Obrador no asistirá al segundo debate y
se hará la víctima.

Semana 5: salvar a Peña y copar al PRI, no hacer ganar a Meade

La semana quinta, a 57 días de la elección, mostró la opción Titanic:


1.- El relevo del presidente del PRI optó por René Juárez Cisneros, un
eficaz operador, pero no un hacedor de milagros. Si en Los Pinos le atan las
manos como a Manlio Fabio Beltrones en 2015-2016, entonces José Antonio
Meade Kuribreña no tendrá salvación.
2.- Si la política es el juego de los secretos, entonces el nuevo dirigente del
PRI trasladará el control del partido al Senado con Miguel Angel Osorio Chong
para convertir a la bancada tricolor en una vicepresidencia de contención de
López Obrador.
3.- La batalla más fuerte de Meade no ha sido contra López Obrador o
Anaya, sino contra la militancia rebelde que fue marginada de las candidaturas, la
misma que quiere quedarse con el PRI después de la derrota. Si la militancia
rebelde negocia con Juárez, algo podría salvarse, pero en Los Pinos nada
quieren con esa militancia.
4.- Luis Videgaray Caso, el jefe del grupo peñista que puso a Meade y que
copó los espacios legislativos, no va a perder porque le endosó la derrota a la
estructura institucional del partido. Si Meade hace la chica y gana, Videgaray
saldrá ganando; si Meade pierde, también habrá ganado por los peñistas en el
Congreso.
159

5.- René Juárez es la última llamada del PRI. Si pacta con la militancia,
Meade quedará en un segundo lugar; si no logra amarres, entonces le endosarán
la derrota. Sin militancia activa, el PRI quedará en tercero.
6.- Las encuestas después del debate fueron contundentes: Meade siguió
bajando y Anaya se despegó de Meade. Las cifras de la encuesta de Reforma
son irreales en el dato, no en la tendencia, porque distribuyó indecisos entre los
candidatos y sus puntos aumentaron. En cifras brutas, López Obrador sigue en
alrededor de 32%, con Anaya en más o menos 25%.
7.- El candidato Meade tiene claro el lastre que representan las marcas PRI
y Peña, pero está seguro de que no va a romper con ellas. Cuestión de carácter:
es un administrador, no un guerrero; su fuerza depende de Peña y de su grupo.
Y también decidió no entrarle a la política realista, la que gana elecciones.
8.- La batalla en la quinta semana se trasladó a la competencia López
Obrador-Anaya, con el fardo del populismo en las espaldas del tabasqueño.
Aunque le doblaron las manitas a Paco Ignacio Taibo II, de todos modos el daño
estuvo hecho: López Obrador será un presidente populista. Sólo que está
pegando la idea de que quería un populismo tipo Chávez-Maduro, cuando en
realidad López Obrador apenas tendría espacio para ser un populista tipo Salinas:
no más allá de Pronasol.
9.- Los mensajes de Los Pinos fueron claros: el presidente de la república
has declarado públicamente no opera negociaciones a favor de Meade, pero la
casa presidencial se ha mostrado en medios --sin interés en contenerlos-- como la
verdadera casa de campaña del candidato del PRI-PVEM-PNA.
10.- Peña-Juárez tienen prácticamente una semana para reposicionar a
Meade y en Los Pinos hablan de un plan secreto. Sin embargo, ahí la prioridad es
salvar la nave peñista, no la república.

Semana 6: elecciones como guerra electoral han comenzado; todo vale

1.- El caso del periodista Ricardo Alemán marcó el inicio de la fase decisiva
de las elecciones: la lucha sin cuartel por el poder. Dos palabras agregadas a un
160

retuit provocaron el linchamiento del columnista, el cierre-censura de tres medios


al periodista y elevaron el nivel de adrenalina en la competencia.
2.- EL PRI inició la semana con un relanzamiento de su campaña el
domingo 6, ya con nuevo presidente de comité ejecutivo nacional, el guerrerense
operador René Juárez Cisneros, aunque con el mismo coordinador de campaña:
Aurelio Nuño Mayer.
3.- La semana 6 también definió el espacio de lucha: mientras se
apuntalaba al PRI con nuevo dirigente, el gobierno federal siguió soltando dardos
envenenados contra el candidato PAN-PRD Ricardo Anaya en el tema de la nave
industrial, no con la intensidad de antes pero sí con suficiente contenido como
para mandar el mensaje de que no habrá negociación de Peña Nieto para
marginar a José Antonio Meade Kuribreña y buscar un pacto con Anaya.
4.- Sin embargo, una cosa es que Meade haya sido reconfirmado como el
candidato único y otra que siga hundido en el tercer sitio de las expectativas
electorales en las encuestas registradas en el INE.
5.- A pesar de ese posicionamiento debajo de Anaya, los priístas han
comenzado a deslizar parte de su plan de batalla: el 15 de mayo se romperá el
cochinito del gasto de campaña no fiscalizado por el INE, el gasto de obra del
sector público en distritos clave de votos.
6.- El modelo Estado de México de inversión pública con secretarios del
gabinete presidencial al frente de la movilización electoral debe cambiar --cuando
menos ése sería el objetivo-- las posiciones en las encuestas: Anaya va a padecer
algunas filtraciones más de su expediente en la PGR, tratando de que Meade
pase a segundo lugar.
7.- La fecha plazo para que Meade se consolide en segundo lugar con 8
puntos de diferencia del puntero López Obrador sería el 15 de junio, después del
tercer debate. La estrategia buscará que la diferencia real --aplicado el margen de
error de las encuestas-- sea de 3-4 puntos porcentuales entre López Obrador y
Meade.
8.- Sin embargo, expertos en encuestas han detectado en los encuestados
que la tendencia de López Obrador es anti Peña Nieto, anti PRI y anti sistema
161

priísta, como lo reveló el efecto adverso en el choque de López Obrador con


empresarios que se quedó esperando que el miedo político del electorado le
quitara votos.
9.- Los cálculos del cuarto de guerra priísta no han entendido la lógica del
votante: López Obrador y Anaya se reparten el voto contra el establishment
peñista; es decir, el voto contra el PRI no es circunstancial ni cambiante, por más
dinero social que echen en las zonas de reserva de votos.
10.- La tarea sólo de representar al viejo PRI de Juárez Cisneros y la
reconfirmación de Nuño Meyer como coordinador peñista de campaña fueron los
mensajes del presidente Peña Nieto de que no habrá pacto secreto con el PAN y
que el grupo mexiquense se jugará todas sus cartas --el todo por el todo-- para
ganar con Meade.
11.- Y, cuando menos hasta ahora, no hay plan si gana López Obrador.

Semana 7: juego perverso de Margarita y enredos de Córdova

1.- La renuncia de Margarita Zavala de Calderón a la candidatura


presidencial independiente justo a la mitad de las campañas electorales debe
tener una lectura política estratégica: la existencia de un acuerdo en lo oscurito
con alguno de los dos candidatos que marchan en segundo/tercer lugar.
2.- Un análisis de la empresa Indemerc Louis Harris, dirigida por Vicente
Licona y la única que acertó a la victoria de Vicente Fox en el 2000, revela que de
cada cien votos de Margarita Zavala de Calderón 38 tienen a López Obrador como
segunda opción, 29 a Ricardo Anaya Cortés y sólo 7 a José Antonio Meade
Kuribreña.
3.- Muy al estilo de los políticos mexicanos de la cultura priísta --aunque
hayan estado en el PAN, en el PRD o Morena--, la ex panista Zavala de Calderón
sólo va a atender su propio juego de poder: esperar el fracaso de Anaya, suponer
la victoria de López Obrador y comenzar el 2 de julio la construcción de su
partido con los rescoldos del PAN, del Partido Encuentro Social y hasta del Partido
Humanista.
162

4.- A partir de las cifras de las encuestas, Zavala de Calderón carece de


fuerza política y ya perdió hasta los ingenuos que confiaron en su candidatura
independiente simbólica. Si se entendió bien su registro, ella había terminado su
ciclo en el sistema de partidos y apostaba a construir una base política ciudadana
que comenzaría --y era muy valiosa-- con el 3%-5% de votos. Pero al final ya se
supo que ella piensa con la lógica de los partidos.
5.- El efecto Margarita en las tendencias electorales será mínima en cuanto
al realineamiento del 3% de los votos, aunque pudiera tener un impacto en el
30% de indecisos. La condición de indecisos implica, sobre todo, un rechazo al
puntero. De ahí que el mayor número de indecisos se reparte con el potencial
segundo lugar. Las encuestas de la próxima semana podrían registrar ya las
secuelas del retiro de Zavala de Calderón.
6.- El Instituto Nacional Electoral sigue haciendo de las suyas. La
declaración del consejero presidente Lorenzo Córdova Vianello de que habría dos
candidatos que llamarían a la anulación de las elecciones fue leída en los pasillos
políticos como un indicio de que la votación será apretada y que los dos afectados
serían López Obrador y Anaya. Así, Córdova estaría adelantando la victoria de
Meade.
7.- La debilidad de Córdova comienza a ser analizada como casi calcada
de los berrinches de Jorge Carpizo McGregor en 1994, cuya renuncia no sólo
enrareció más el clima electoral, sino que provocó una fuga de capitales de 3 mil
millones de dólares.
8.- Y otros ven a Córdova como una copia de Luis Carlos Ugalde, cuyas
vacilaciones y falta de autoridad política provocó el colapso electoral del 2006 que
llevó a López Obrador a las protestas poselectorales y al plantón en Paseo de la
Reforma que paralizó el DF.
9.- Los últimos discursos radicales de López Obrador demostrarán que su
gabinete adelantado fue una engañifa y que nadie se ajusta al neopopulismo que
viene.
10.- Sólo una sorpresa en el debate del domingo cambiaría encuestas.

Semana 8: votos de Meade a Anaya no alcanzan; lo inmolan por PRI-Peña


163

El asunto de las encuestas ha tenido una lectura estratégica en Los Pinos


con cuatro conclusiones parciales:
1.- Sacrificar a José Antonio Meade para pasarle votos al panista-
perredista Ricardo Anaya --como ocurrió en el 2006 con Calderón-Madrazo--
implicaría la desaparición del PRI porque tendrían que quitarle al tricolor 12 de
los 17 puntos, dejaría al PRI con 5%, habría debacle en votación de diputados y
senadores y no le alcanzarían a Anaya para vencer a López Obrador.
2.- Por tanto, versiones confiables afirman que la decisión presidencial fue
muy racional y no anímica anti Anaya: el presidente Peña prefiere que gane
López Obrador a que desaparezca el PRI. Una votación menor a 10% llevaría al
PRI a perder el apoyo de empresarios, aliados, militantes, medios y posiciones en
cargos porque todos se pasarían al ganador y López Obrador podría acumular, en
este juego de deslealtades acomodaticias normales, más del 50%.
3.- A destiempo y sin tener espacio para construir una alternativa, en Los
Pinos ya entendieron que la elección es una elección anti en tres plazas: anti PRI,
anti Peña y anti inseguridad-corrupción. En la medición minuto a minuto del
segundo debate con grupos de enfoque, Meade se derrumbó y ya no recuperó
simpatías cuando defendió al presidente Peña por la invitación a Trump. Si
hubiera criticado a Peña, Meade habría rebasado a Anaya.
4.- También a destiempo se percataron --en una elección anti sistema-
presidente-crisis-- que López Obrador no va a ganar por las mejores propuestas,
sino porque es la única figura que ha luchado contra el sistema político priísta.
Las ofensivas negativas en su contra --Rusia, enfermedad, empresarios,
Venezuela, maestros radicales, amnistía y otras-- no le dañaron; al contrario,
sorpresivamente le sumaron puntos. En Los Pinos hay pesimismo porque en
treinta y seis días será casi imposible hacer que pierda los más o menos 20
puntos de ventaja sobre Anaya y más de 25 sobre Meade. Con una votación
prevista de 60%-70%, cada punto porcentual suma alrededor de 600 mil votos;
por tanto, en encuestas López Obrador tiene una diferencia de 12 millones de
votos que no podrían realinearse con facilidad.
164

Los cálculos anteriores tienen que ver con las encuestas, asumiendo
certezas y equivocaciones. En Los Pinos se leen con credibilidad sólo dos casas
encuestadoras --las demás se revisan con cuidado, aunque con desconfianza-- y
esas dos dan cifras efectivas --con distribución de indecisos entre los candidatos--
de 50% para el PRI, 24% para PAN-PRD y 16% para PRI.
Lo que hasta ahora no se ha analizado en Los Pinos es el sentimiento anti
de la sociedad. Pero hay razones: marginación, caída del bienestar y falta de
empleo, frente a casos escandalosos de corrupción de funcionarios. El 80% de
los mexicanos tiene carencias sociales y ya se cansaron de votar por el PRI o por
el PAN sin obtener recuperaciones. Si Meade representa la continuidad de ese
modelo, Anaya no supo presentar una propuesta diferente porque se agotó en su
egolatría.
Así que Meade va rumbo al altar de los sacrificios: perder la presidencia,
pero mantener algo de fuerza legislativa del PRI para defender al partido y a
Peña después del primero de diciembre.

Semana 9. Salinas Pliego o los ricos también… quieren participar

Mientras los grandes barones de la empresa privada no han llegado más


allá de cartas conminatorias a sus empleados para atemorizarlos y advertirles que
cuiden el voto y participen en elecciones para conservar las fuentes de empleo,
algunos otros han decidido dar un paso adelante: el empresario Ricardo Salinas
Pliego optó por reunir a los candidatos con jóvenes para que los aspirantes sepan
qué está pensando la juventud que será decisiva el próximo sexenio.
Las maniobras empresariales contra “ya saben quién” tendrán, con todo,
un buen éxito porque están diciéndole a sus empleados que sus puestos de
trabajo podrían estar en riesgo. López Obrador, en el mediano plazo, está
reconstruyendo la política populista obrera contra los empresarios que desarrolló
el presidente Lázaro Cárdenas en 1936-1940: el estímulo a la lucha de clases
entre el trabajador como proletario contra el empresario como burguesía.
Al final de su sexenio, sin embargo, Cárdenas optó por una sucesión
conservadora porque el país se enfilaba a una nueva guerra civil. Y la fundación
165

de las centrales corporativas como ejes del poder social --CTM, CNC y CNOP--
fueron tomadas por el PRI para mediatizar la lucha social.
El pasado lunes 28 de mayo Salinas Pliego reunió a los candidatos
presidenciales con jóvenes dentro del grupo Kybernus, una iniciativa social del
Grupo Salinas para organizar un nuevo espacio de participación social. Fuera del
acarreo partidista tradicional que ha sido poco porque los candidatos y sus
partidos le siguen temiendo a la voz crítica de los jóvenes, la reunión consolidó 50
propuestas concretas a los candidatos, bajo cinco ideas fuerza: libertad, Estado
de derecho, igualdad de oportunidades, sociedad civil fuerte y emprendimiento.
Lo audaz de la iniciativa Kybernus radica en su surgimiento en el centro
electoral de una de las elecciones definitorias de un nuevo ciclo político y una de
las más profundas crisis del sistema político/régimen de gobierno/Estado
constitucional y ante la obviedad de liderazgos políticos y partidos sumidos en el
peor de los desprestigios. La iniciativa de Salinas Pliego rebasa, con mucho, las
conductas de temor de empresarios que se agotan en llamados desesperados a
no votar “por ya saben quién”, pero sin presentar alternativas.
El final del viejo sistema político priísta está llevando a muchos de sus
sectores a buscar nuevas formas de organización social y de participación
política. La tesis podría resumirse así: la política es demasiado seria como para
dejarla en manos de los políticos. Los diferentes sectores de la sociedad se están
organizando en estructuras de participación, ideas, propuestas y desde luego
metiéndose en la competencia por el poder para fijar ideas sociales. El próximo
sexenio verá nuevas agrupaciones de participación de la sociedad.
Una frase de Salinas Pliego toca la parte más sensible de la crisis de
sistema/régimen/Estado actual: “para cambiar las cosas, lo primero que hay que
cambiar son nuestras ideas”. La actual campaña presidencial está probando que
México está hundido en una severa crisis de ideas: las viejas no sirven, las
nuevas no se conocen y nadie está debatiendo la interpretación de la realidad
para cambiarla. PRI, PAN, PRD, Morena y otros son el viejo régimen.
166

Detrás de Kybernus como forma directa de hacer política abierta de Salinas


Pliego y de crear formas de participación a jóvenes se encuentra una propuesta
de largo plazo.

Semana 10: Encuestas, Tabasco y Chiapas a Morena, Pacto… sí

1.- Como los procesos electorales a la mexicana no se acaban hasta que


se acaban (Yogui Berra como politólogo de pasillos del Metro), la votación
presidencial está a tres semanas de realizarse. Todos hablan de alguna sorpresa,
aunque podría ser que la sorpresa sea… que no haya sorpresas. El dato de la
semana fue la versión de que el presidente Peña ya pactó con López Obrador una
elección-transición ordenada, pero se trata de una obviedad sin necesidad de
plantearlo y menos suscribirlo.
Pérdida la elección por su candidato a sucesor, el legado de Peña Nieto no
es mantener al PRI en Los Pinos, ni siquiera mantener sus reformas, sino
simplemente salir del cargo y no dejar el país incendiado. López Obrador, aún con
pacto, tendrá que poner a Peña en el centro de su accionar político sólo para
distraer la lucha en la Torre de Babel que es su gabinete, sus grupos sumados,
sus candidatos y sus radicales.
Echeverría, López Portillo y Salinas pactaron con sus sucesores evitar la
persecución, pero las circunstancias llevaron a acosos inevitables. Entre priístas
--y López Obrador lo sigue siendo-- existe la leyenda de los tres sobres que recibe
del ex presidente y que el presidente en funciones abre en crisis inevitables:
échame la culpa, cambia gabinete y… escribe tus tres sobres.
2.- El otro dato mayor es la conquista por Morena de cuando menos cuatro
gubernaturas. Dos se las quita al PRD: Ciudad de México y Morelos, lo cual
resulta obvio por el descuido del PRD en la construcción de una base política.
Pero dos tiene más significado: Chiapas --con Rutilio Escandón-- se la quita al
Partido Verde y su aliado el PRI.
Y Tabasco, donde el morenista Adán Augusto López le entrega la
gubernatura al tabasqueño López Obrador, por la que el ahora candidato
167

presidencial de Morena había luchado desde 1988 y en dos como candidato


estatal. Y la victoria lopezobradorista dará hoy dos golpes: contra el PRD que le
quiso quitar la plaza y contra el PRI porque el gobernador hoy perredista Arturo
Núñez Jiménez no sólo fue importante priísta sino que en 1988 operó desde la
Comisión Federal Electoral de Manuel Bartlett Díaz el fraude contra Cuauhtémoc
Cárdenas y contra el propio López Obrador como candidato a la gubernatura por
el entonces Frente Democrático Nacional.
En las dos el pivote fue López Obrador.
3.- En el asunto de las encuestas hay dos datos muy precisos: la cifra que
vale es la votación bruta, sin distribución matemática de indecisos, y ahí la
votación de López Obrador es de 35%.; y la experiencia señala una distribución
atípica de indecisos, de acuerdo con cifras de Consulta Mitofsky:
--En mayo del 2006, las encuestas daban 28.9% a AMLO y 29.1% a
Calderón; en las cifras finales de la votación, AMLO subió 7 puntos que pudieron
ser indecisos y Calderón 7.6 puntos.
--En el 2012, AMLO registró tendencia de 21.7% de votos, Peña Nieto
35.6% y Josefina Vázquez 20.4%; la votación real registró un aumento de 9.8
puntos para AMLO, 2.6 para Peña y 5.3 para Vázquez; el aumento fue de
indecisos.

Semana 11: Anaya encontró tema; violencia política cosecha siembra

1.- Rumbo a la última media semana de campaña y media semana de


vacío electoral para meditar el voto, candidatos y tendencias siguen atados de-
ses-pe-ra-da-men-te a las decenas de encuestas que sólo unifican ventaja para
López Obrador. Sólo con dato analítico: en junio del 2006, Calderón iba abajo de
López Obrador y ganó y en el 2012 el tabasqueño estaba a 13 puntos de Peña y
perdió por 6 puntos.
2.- A una semana de las elecciones, hay datos inquietantes: López Obrador
sintió presiones del ambiente y comenzó a buscar el voto útil; la posible
explicación: votos que se le están escapando. El PRI, luego de conflictos internos,
apeló ya a la estructura partidista y rompió el cochinito de los recursos para
168

comprar votos. Y Ricardo Anaya finalmente encontró eco en su discurso de


investigación de corrupción de Peña Nieto y Meade y comenzó a explotarlo con
buena respuesta, al grado de que hasta el propio López Obrador tuvo que aceptar
a regañadientes que no será tapadera de la corrupción actual.
3.- El presidente Peña Nieto quedó atrapado en sus contradicciones y
apareció rebasado por la dinámica de los conflictos gubernamentales, de Estado
y electorales. El problema radica en el hecho de que todo lo centralizó en Los
Pinos y no alcanza el tiempo, las circunstancias, los recursos y sobre todo carece
de personal para operar la campaña. De pronto pareció entenderse con López
Obrador, pero Anaya colocó la corrupción actual en el centro de su campaña y
sus spots y López Obrador tuvo que tomar también esa bandera.
4.- El gobierno y el PRI han usado todo su aparato de poder y de
propaganda para vender el discurso político de campaña de que Meade va en
segundo lugar con base en encuestas pagadas en medios chicos, pero Indemerc-
Luis Harris, Consulta Mitofsky, Reforma, El Financiero y El Universal siguen
poniendo a Anaya en segundo y a distancia inalcanzable por Meade. La
estrategia ni siquiera fue la de intentar preparar una voltereta casi imposible
--que Meade se coloque en primer sitio--, sino cuando menos dejar al PRI como la
primera oposición.
5.- El fracaso del PRI está casi cantado en las elecciones presidenciales,
pero lo más grave es que tampoco puede remontar el tercer sitio legislativo, con
un dato revelador en la encuesta de Coparmex: el PT le daría a López Obrador 14
puntos porcentuales, lo cual indicaría que el PT podría quitarle al PRI su tercer
lugar legislativo.
6.- Como Vicente Fox en el 2000, López Obrador está adelantando
vísperas porque quiere comenzar a gobernar desde el 2 de julio y busca una
reunión con el presidente Peña el 3 para discutir el aeropuerto, pero los plazos
legales para ungirlo en presidente electo serán tardados y de varias semanas
más. Por lo pronto, en los pasillos del poder dicen que López Obrador va a
exigirle a Peña el nombramiento de un secretario de Hacienda lopezobradorista
desde agosto para rehacer el presupuesto de egresos 2019. Inclusive, una
169

operadora lopezobradorista ya está rediseñando la alcoba principal en Palacio


Nacional sin preocuparse por las murmuraciones a su alrededor.
7.- La violencia en Pachuca es producto de un neo lopezobradorista que
genera tensiones locales.

Semana 12: AMLO, sólo alternancia neopopulista con ex PRI, PAN y PRD

1.- Después de treinta y cinco años de neoliberalismo con tasa promedio de


PIB de 2.2%, corrupción escandalosa asociada a la complicidad gobierno-
empresarios, 78% de mexicanos con una a cinco carencias, millones de personas
en la informalidad y un Estado al servicio de la plutocracia, México se enfila a un
neopopulismo más priísta que sudamericano.
2.- Luego del fracaso de la alternancia panista en 2000 y 2012, el péndulo
hacia el neopopulismo hubo de pasar la prueba de fuego: con la incorporación a
Morena de centenas de priístas, panistas y perredistas que tendrán a su cago el
manejo del próximo gobierno, López Obrador demostró que no es revolucionario
rupturista sino un priísta anterior al neoliberalismo salinista.
3.- En todo caso, el peligro real de la presidencia de López Obrador es su
estilo personal de hacer política; si bien todos los populistas tienden a ser
autoritarios ante la falta de un consenso de clases, López Obrador mostró en su
campaña las dos prácticas del modelo autoritario de Carl Schmitt --el teórico
constitucional del nazismo--: la política como la relación amigo-enemigo y el
Estado total.
4.- Este modelo no es nuevo. En 1976, en el prólogo a la reedición de su
ensayo de 1958 México: democracia bárbara, el ensayista marxista José
Revueltas caracterizó al Estado mexicano como “total y totalizador”, no
totalitario; pero el poder totalizador autoritario provenía “del control de la totalidad
de las relaciones sociales” en el PRI. La política amigo-enemigo de López Obrador
necesitaría que Morena sea un partido de control de clases como el PRI, pero
hasta ahora Morena es un partido-licuado.
5.- El neopopulismo de López Obrador está necesitado de una nueva
relación de dependencia de los empresarios poderosos con el nuevo Estado
170

totalizador lopezobradorista. Por eso sus choques con el Consejo Coordinador


Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios, las dos cuevas del poder
plutocrático que fortaleció el neoliberalismo salinista dándoles autonomía relativa
del Estado y, mejor aún, subordinando al Estado a los intereses plutocráticos.
6.- De ahí la prioridad de López Obrador de reconstruir el poderío
presidencial sobre los demás poderes: Corte, legislativo, organismos autónomos,
gubernaturas. Sería un presidencialismo autoritario tipo Cárdenas y tipo Salinas
de Gortari. En las fotos de campaña de legisladores, gobernadores y alcaldes,
López Obrador impuso su figura como mensaje directo de que habrá un poder
central, unitario e inflexible.
7.- Pero a la presidencia lopezobradorista en el escenario del sistema
político priísta o de prácticas priístas le faltan los tres pivotes del viejo
presidencialismo autoritario: un partido-sistema como espacio para la distribución
del poder, una mayoría absoluta en el Congreso para aprobar o rechazar
nombramientos de organismos autónomos y el poder para designar directamente
a su sucesor en el 2014.
8.- Todos los astros podrían alienarse a favor de López Obrador, salvo tres:
una base electoral menor a 40%, Morena no es partido sino camión materialista de
cascajo y no existe una clase obrera militante que apoye su confrontación con
los empresarios. Y la crisis de expectativas tendrá un termómetro social: o
castiga de inmediato la corrupción de las altas esferas del gobierno de Peña Nieto
o la sociedad le quitará el consenso social que requiere el primer año para
consolidar su presidencia.

10.- La segunda tumba de Calles.


171

el tiempo pasado nunca ocurrió, el presente es una ilusión y el futuro no


existe porque no hubo, en realidad, ni pasado, ni presente, pensó E. al llegar a la
estación del Metro Balderas, se bajó del tren en medio de la aglomeración de
pasajeros hacia ninguna parte, a codazos se abrió camino a las escaleras para
salir no a la superficie sino al aire libre, no fresco porque huele a ácido, caminó por
Av. Hidalgo rumbo a Insurgentes y en la calle de ¿???? Dio vuelta a la izquierda
para desembocar en las aceras que rodean el Monumento a la Revolución ya
remodelado. En medio de un fluir incesante de automóviles, prácticamente se
armó de valentía y se lanzó a cruzar la calle hacia la explanada del Monumento
obligando a los autos a detenerse con un chirrido de llantas, pero sólo así, a valor
mexicano, había E. Logrado hacer algunas cosas en la vida, no muchas, no
pocas, pero las buenas le dejaron un pequeño sentido a la vida, como si la vida
tuviera grandes sentidos cuando en realidad la vida es un desafío diario ante una
vida sin sentido;
y ya en la explanada no pudo resistir la tentación de ir al lado poniente para
admirar el edifico que hoy alberga un banco con identificación roja, esa mole de
concreto y piedra de Plaza de la República esquina con Ignacio Ramírez,
paradojas del destino, el Nigromante, el indígena que hizo política al lado de
Juárez, pero quiñen se fija en esas pequeñeces, ahí en ese edificio que por el
nombre de la calle remite a lo que la cultura oficial señala como la época de oro de
la política, el pensamiento y la construcción del Estado, ahí estaba asentada la
Dirección Federal de Seguridad, la temible policía política del régimen durante casi
cuarenta años, ahí había ido E., paradójicamente, en dos ocasiones, la primera
acompañando a un funcionario menor pero con acceso a los famosos archivos,
para revisar su expediente sólo en la ficha biográfica porque su amigo le había
comentado pequeños datos ajenos a E. y el amigo le pidió ayudarlo a poner en
orden y al día esa nano biografía del poder, porque E. representaba poco para la
estabilidad del régimen, peor aún, como profesor universitario de literatura sólo le
interesaba al poder porque su clase en una pequeña universidad privada había
destacado en el ambiente político y literario por la forma de abordar la producción
de temas políticos en la narrativa y el ensayo, y por eso fue hasta ese parte del
172

sótano y ayudó a poner al día su biografía sintetizada en apenas tres hojas porque
su amigo no le permitió ver más, pero E. sí entendió la razón de esa visita porque
no se trataba de darle rango imposible de peligro para el régimen y para el sistema
y para el Estado, sino que ésa era una forma del poder para intimidar a quienes
intimidados jugaban el papel de correas de transmisión de las intimidaciones en
personalidades que sí debía de ser intimidadas pero la debilidad política del
gobierno no contaba con la fuerza para lograrlo, extraña forma del poder de
ejercer la intimidación por reflejos a través del juego de espejos de esa parte de la
sociedad activa en los espacios educativos superiores otrora penetrados por el
radicalismo ideológico;
y sin la presión del tiempo porque no tenía prisas, E. estuvo un buen rato
caminando a lo largo de la calle del Monumento a la Revolución frente al viejo
edificio de la DFS y se imaginó escuchar voces, gritos, pasos corriendo, lamentos,
pero no, no era cierto, sólo estaban los ruidos de una ciudad caótica con
apresuramientos para llegar a cualquier lado, aunque de todos modos ese edificio
le hizo hacer algunos gestos de disgusto, sobre todo porque la segunda ocasión
en que estuvo en aquel palacio negro que no era Lecumberri no fue por amistad
sino casi arrastrado, con cuidados pero con firmeza, primero hacia una oficina
desnuda donde lo esperaba primero el subdirector de la policía política para
ablandarlo con presiones sicológicas y luego una charla muy amigable con el
director famoso justo por eso, por amedrentar sin hacerlo, por intimidar con su
sonrisa, con intercambio de favores que siempre cumplía, en fin, con una forma de
trato que siempre terminaba por convertir esa reunión casi en una charla de
conocidos dispuesto a sincerarse en temas personales y sociales porque E. en
realidad no era ni siquiera disidente, menos aún crítico, quizá, sí, insatisfecho,
porque ahí le dijo al caballero de la tortura que sus comentarios en un programa
de radio habían sido superficiales, que nada tenía contra el superfuncionario del
régimen de origen francés que tomaba decisiones de poder, y ahí, provocado por
los gestos lentos del funcionario, se atrevió a decirle que ese superfuncionario
tenía acceso a informaciones de seguridad que, aseguraba E., eran más bien para
usted, le dijo al director policiaco, y éste, amigable, hizo un gesto con las dos
173

manos como diciendo gracias, pero así es la vida en las estructuras del poder,
claro que E. no escuchó eso sino sólo violas manos moviéndose y la sonrisa
sincera del funcionario;
el caso fue que E. tomó un respiro y soltó una narrativa extraña al principio,
suponiendo que el director jefe de la intimidación del Estado tenia no sólo todo el
tiempo del mundo, sino que pudiera estar interesado en saber por qué el viejo
profesor, viejo con afecto, de literatura en una pequeña universidad privada había
sido invitado a in programa de radio sobre temas de análisis político, ciertamente
no muy escuchado pero entre las paredes de aquel edificio la clasificación de
importancia no es la misma que existía en las calles, en las escuelas o en las
oficinas públicas, y ahí E. le dio un resumen de su vida como ser social, ante un
funcionario que movió las cejas, comenzando por lo más importante de su
biografía: cuando tenía cinco años, en octubre de 1945, su padre, el del profesor,
había ido a presentar sus respeto a una casa en la colonia Roma Norte, frente al
Castillo de Chapultepec, donde había falleció la víspera un general revolucionario,
de los de antes, de los que estuvieron en el campo de batalla, de los que
inventaron la política del poder, en medio de mucha gente que entraba y salía de
la casa, y que luego supo que había muerto el general Plutarco Elías Calles, lo
supo entones pero entendió mucho después, cuando al cumplir los veintiún se
afilió al PRI, con otro gesto del funcionario, aunque sin militancia real, siempre
votando por el PRI pero por eso con la posibilidad de criticarlo desde dentro, y el
director de los separos del poder, con delicadeza, le dijo a E. lo entiendo, lo
entiendo, lo entiendo, más como forma de decirle que cambiara de tema;
y lo ocurrido en esa reunión le sigue llegando a E. como disparos en la
oscuridad, se le había quedado grabado en el inconciente, ¿en su imaginario
individual?, en realidad sin mucha razón porque E. no era guerrillero, ni terrorista,
ni crítico consistente, sino apenas un priísta desencantado primero de sí mismo
porque sabía con claridad que las cosas ocurren no porque tengan que ocurrir por
fatalidad, sino porque no hay nadie que pueda modificar el rumbo de los destinos
de las gentes, cosa que por cierto no es difícil, que ocurre a veces sin saberlo en
su momento, pero que uno quiere una cosa y las circunstancias lo llevan por otros
174

caminos, no tan malos y a veces quizá mejores de lo que uno pudiera imaginarlo,
lo que pasa es que uno a veces es tan necio que no acepta más destino que el
que quisiéramos y que muchas veces es más incierto, inalcanzable y con
satisfacciones reducidas, que el que pudo haber ofrecido una desviación a tiempo,
no es cierto, le dice el funcionario del Estado, y E. asiente por no tener nada más
que decir, sobre todo porque le quedó la incomodidad y el enojo del trato grosero
que le dio el anterior policía encargado del ablandamiento de caracteres antes de
pasar con el Torturador en Jefe, y al pensarlo así E. se dio cuenta de que lo
estaban torturando, e hizo un gesto de sonrisa que por fortuna el todopoderoso
funcionario no se percató del todo, quizá un poco sí, pero bueno, el funcionario
sabía que una forma de despresurizar las conversaciones es darle espacios de
picardía al torturado;
y E. seguía pensando en esa charla cuando se dijo basta, ya es hora, dio
media vuelta y se dirigió a la entrada al museo del Monumento a la Revolución,
todavía le dio tiempo para detenerse en el centro de los cuatro pilares, justo
debajo de la enorme cúpula, levantó la vista, no llamó la atención de nadie, y ahí
estuvo un par de minutos solo, ahí, sin moverse, mirando el techo, los pilares, a la
gente sin rostro que pasaba junto a él sin saber que existía, quizá porque E. era
una persona normal, del montón, con sus setenta y siete años a cuestas son
señales de vejez, el pelo aún negro y canoso en las sienes, con lentes normales,
afeitado, traje de burócrata oscuro, camisa blanca, corbata negra, él transparente,
hombre invisible de la política, la gente podría atravesarlo si quisiera,
embarnecido, caminar sin prisas, un periódico doblado en las manos, así estaba
E. a la mitad del Monumento a la Revolución, como si esperara una señal para
moverse, pero en realidad él mismo era quien se daba las órdenes y por eso se
movía sin prisas como los demás, lo raro es que no parecía moverse en un
escenario sino que ahí estaba, a la espera de sí mismo;
entonces decidió por sí mismo dirigirse a la entrada del museo, porque, se
dijo sin hablar, sólo en su pensamiento, había llegado la hora;
175

el tiempo pasado no existe, el presente es una ilusión y el futuro es un hoyo


negro, pensó E, ahora sentado en un lugar alejado de la reunión de la asamblea
del PRI, lejos del espacio político de la toma de decisiones, pero desde un
observatorio casi total del salón de sesiones, viendo hasta ahora las espaldas de
sus compañeros, bueno de los asistentes porque ya casi no conocía a ninguno de
ellos, y no sólo por edad porque al final de cuentas los senderos de la policía son
como un edificio sin paredes y con un elevador sin identificación de pisos y el
aparato se detiene dónde quiere, no tiene puertas y cualquiera se puede subir y
bajar donde tiene la sensación de que llego a su destino, todos se saludan como
viejos camaradas,
no invitaron a E., pero tampoco le impidieron la entrada cuando se presentó
en la puerta principal de la sede del partido en Insurgentes Centro, quizá porque
había sillas vacías que llenar con bultos humanos, y como era el aniversario
setenta de la muerte del jefe máximo pues había que evitar lugares sin ocupar,
aunque desde la mañana, antes de salir de su casa E. sintió un como vacío en el
estómago, para qué ir, a qué ir, cómo llegar, no cómo en cuando a ruta de su casa
al partido, sino cómo llegar al partido, con qué cara, en razón de qué, pero, bueno,
de todos modos se había hecho a la idea de ir y estar, y pasara lo que pasara
tampoco iba a cambiar sus entendimientos sobre la política del partido, ya había
perdido el poder y lo había recuperado y en los tres últimos años como que ese
viejo partido no se amoldaba a las nuevas características --para decir algo, lo
menos-- de la política,
total que E. llegó al partido, lo dejaron entrar sin problemas, se sentó y
esperó, esperó y esperó, el evento comenzó y recordó entonces algunas cosas
que su padre había ficho hace exactamente setenta años cuando se apersonó en
la casa de Elías Calles en la calle de Guadalajara y pudo colarse sin problema,
codearse con la élite del poder, intercambiar palabras con, óiganlo bien, ministros
del poder, de tú a tú, nada importante, pero al final de cuentas pudo decir fíjate
que tal ministro me dijo, ole dije a tal ministro, y se sentía bien, sólo se sentía,
aunque para qué sentir lo que no se tiene,
176

pero ahí está E., sentado, tranquilo, a la espera, y comienza la ceremonia y


ve que el orador principal es el licenciado Enrique Ochoa Reza, ¿quién?, el
licenciadocohoarezadistinguidopriista, ¿qué?, ¿distinguido?, ¿cómo?, ¿deveras?,
bueno, ni qué hacer, el señorlicenciadochoareza es, en efecto, dice el
presentador, distinguidopriista, y nos dirá sus sentidas palabras sobre nuestro
héroe Elías Calles, y los aplausos recuerdan que, ni modo, ellicenciadochoareza
es disinguidopriista, hoy con el cargo de director de la Comisión Federal de
Electricidad, sin cargo electo, pero distinguido porque así lo dijeron en el PRI
porque se lo dijeron desde Los Pinos, porque el licenciadoicohoareza es amigo del
señor presidente y va a llegar muy lejos, y, siéntense para que no se caigan de la
sorpresa, fue designado un año después nada menos que
presidentedelcomiteejecutivonacional de nuestro partido, jefe del partido que fundó
Elías Calles, y luego se supo que tuvieron que inventarle una credencial de afiliado
para que vieran que era verdad, porque alguien en el PRI es el guardián de una
caja que vale oro, diamantes, piedras preciosas, una caja que contiene
credenciales en blanco de todos los presidentes del partido, para llenarlas según
sea el caso, como hoy,
y E. dice que no hay nada ya qué hacer, se queda en su silla no para poner
atención sino para descansar, porque había tomado la decisión de regresar por
tercera ocasión al monumento a la revolución para visitar la tumba del general
Elías Calles, pero ya cansado, sin ganas, pero ya que andaba por los rumbos, y
recordó que a él sí le tocó estar en el monumento el 20 de noviembre de 1969, no
sólo el aniversario del inicio formal de la Revolución Mexicana en 1910, pero esta
vez no para la ceremonia anual ni el desfile, sino para atestiguar el ingreso al
Monumento de los restos del general Elías Calles para que reposaran junto al
símbolo de lo que él ayudó a construir, la Revolución Mexicana, aunque en
realidad Elías Calles no fue recordado por ninguna batalla, sino que le tocó más
bien las luchas e intrigas palaciegas y en cuarteles por el poder revolucionario,
desde que ayudó a redactar el Plan de Agua Prieta contra Carranza y se convirtió
en el principal colaborador del general Obregón, y su tarea no fue la de derrotar
pelones federales porfiristas, sino mover los hilos del poder para desplazar
177

arribistas y adversario y garantizarle a Obregón su dominio del poder, esas


batallas que fueron históricas pero que no contribuyeron a derrotar a los porfiristas
y que al final de cuentas la verdadera lucha de Elías Calles por el poder fue de
1919 a 1936, apenas diecisiete años-poder, no muchos, pero suficientes para
garantizar el mando político revolucionario,
y E. no aguantó todo el discurso del distinguidopriistaenriqueochoareza y se
salió sin que nadie le dijera nada y se fue al Monumento a la Revolución y en el
camino se acordó que a Elías Calles, fíjense nada más, al jefe máximo de la
Revolución, le costó muchos años, veintitrés para ser exactos, en que le hiciera
justicia la Revolución, ¿cómo?, al hombre fuerte?, sí, a él, porque murió en 1945
cuando ya nadie lo tomaba en cuenta y en 1946 el presidente Avila Camacho
decretó que sus restos pasaran al Monumento a la Revolución pero todos se
hicieron los distraídos, sí, para qué vean que el poder puede ser no-poder, y ese
decreto se hizo realidad en 1969, quizá porque el presidente Díaz Ordaz
necesitaba un mensaje a los priístas, o porque ya estaba molesto con el discurso
político del candidato priísta Luis Echeverría Alvarez criticando todo lo que había
ayudado a construir o porque después de tlatelolcodosdeoctubre Díaz Ordaz
estaba urgido de refrendar su militancia revolucionaria histórica, pero fuera lo que
fuera, los restos de Elías Calles llegaron a la Revolución hecha monumento en
una construcción que había iniciado nada menos que con don Porfirio pero que la
Revolución le impidió verla terminada, y ahora servía como espacio físico
dedicado a la Revolución Mexicana que en 1969 pocos se acordaban,
bueno, no en 1945, sino en 1969, porque Excelsior publica un texto del
reportero Alejandro Iñigo en el que localizó al general Jacinto B. Treviño, un aliado
y luego adversario de Elías Calles con el que rompió en 1933 por la sucesión
presidencial de Lázaro Cárdenas y el general, ese 20 de noviembre de 1969 había
ido a cargar gasolina a una gasolinera y hasta ahí llegó el reportero y el general
Treviño comenzó a hablar elogios de la Revolución, pero se detuvo cuando le
preguntaron sobre Elías Calles y entonces dijo que ehhh, no escucho, hay mucho
ruido, y se fue, pero en el monumento a la Revolución ese 20 de noviembre de
1969n se dieron cita los funcionarios del poder que lo mismo elogian a unos que a
178

otros, y E. fue testigo de un acto protocolario, burocrático, porque no, nadie


entendió en realidad al general Elías Calles, no captaron su forma de ser, lo vieron
como un instrumento de poder, pero los instrumentos no son máquinas sino
formas de hacer política y la política era en esos tiempos revolucionarios una
manera de ejercer el poder, sólo el poder y nada más que el poder,
y E., bueno, ha ido y venido al Monumento a la Revolución y no hay mucho
que hacer ahí, son paredes que callan, que no han visto nada y que sólo deprimen
al visitante, y E. dice que de todos modos seguirá visitando el lugar cuando pueda
porque… porque…, bueno, porque sí,

Carlos Ramírez

La tumba de Calles
Morena: cambiar para seguir igual
179

Editorial Indicador Político

--Si allí no estamos también

nosotros --añadió--, ésos te

endilgan la república. Si queremos

que todo siga como está, es preciso

que todo cambie. ¿Me explico?

El gatopardo, G. Tomasi di

Lampedusa, Editorial Argos

Vergara, España, primera edición

en italiano 1958, pág. 20.


180

Para Lulú, Claudia y Juan Carlos

Y para Renata y Juan Pablo


181

INDICE

1. Y sin embargo…

2. El populismo que siempre fue.

3. El dieciocho brumario de López Obrador.

4. El escenario electoral del 2018: La crisis enero. Y resumen de revistas.

5. La Cuarta Transformación es la Tercera Bis.

6. 53.21.24.

7. Los desafíos de AMLO. El modelo neoliberal salinista.

8. Morena como PRI.

9. Después del tsunami.

10. La tumba de Calles: capitalismo, represión, autoritarismo.


182

1.- Y sin embargo… se mueve.


Andrés Manuel López Obrador se salió del PRI en 1988 a invitación de
Cuauhtémoc Cárdenas. En aquellos años el tabasqueño carecía de presencia
nacional y a nivel local era poco conocido. Como político se había cincelado en el
PRI desde la campaña del poeta Carlos Pellicer Cámara como candidato a
senador tabasqueño. De 1975 a 1988 estuvo en el PRI loca, pero sin encontrar
acomodo. Su estilo personal de imponer enfoques lo llevó a conflictuarse con
todos, inclusive con su promotor enrique González Pedrero, politólogo y político.
Luego de un paso fugaz por el PRI estatal, anduvo en posiciones burocráticas
menores en el Distrito Federal.
En 1988 aceptó la candidatura del Frente Democrático Nacional a la
gubernatura y logró, por el efecto Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el 21% de los
votos, contra el 71% del candidato del PRI Salvador Neme Castillo. En 1994 volvió
a ser candidato a gobernador frente a Roberto Madrazo Pintado y subió sus votos
a casi 38%, contra 56% del priísta; esta vez intensificó sus protestas, hizo
marchas y plantones y reveló cajas con documentación del sobregiro en el gasto
electoral, aunque sin consecuencias porque el aparato electoral estaba manejado
por la Secretaría de Gobernación de Jorge Carpizo McGregor. Ya para el 2000 se
había asentado en el DF donde dirigió el PRD de 1996 a 1999. En el 2012
renunció al PRD para consolidar su propio partido, el Morena.
El perfil político de López Obrador es el de un agitado social, un líder de
masas; en el cargo de jefe de gobierno del Distrito Federal no dejó más huella que
183

los segundos pisos: sus programas asistencialistas construyeron su base político-


electoral para mantener el control del gobierno capitalino hasta el 2012 vía su
sucesor Marcelo Ebrard Casaubón, pero ya no más allá porque Miguel Angel
Mancera se coló por sí mismo y fue en el 2p012 la única figura perredista-no-
perredista que podía conservar el espacio político. En los hechos políticos reales,
el DF-Ciudad de México seguirá en manos del mismo grupo político cardenista,
sólo que ahora lopezobradorista.
López Obrador siempre ha sido un político dominante, no construye
alianzas ni figuras alternativas, exige obediencia y sumisión, tiende a la
centralización del poder y sus exigencias se basan en la lealtad que impide
construcción de nuevas figuras. Se trata de un estilo personal de gobernar propio
de un líder social de masas, no de un jefe de un grupo mayor. En todo caso, suele
atraer a otras figuras con la tentación de cargos públicos, pero una vez
conseguido los incorporados deben asumir la condición de asimilados. Su
exigencia de lealtad incondicional impide el juego político de personalidades a su
alrededor y por tanto sus ramificaciones de poder se reducen a dos o tres hilos
bajo control.
Como líder social, López Obrador carece de un pensamiento político propio,
estratégico, de modelo de gobierno-Estado; sus comportamientos son intuitivos,
no se preocupa por definir líneas de acción ni por tener estrategias; se basa en
acciones que definen objetivos únicos por fases y la final es la adquisición del
poder. Sus ideas económicas son pragmáticas, las políticas se reducen a frases
de discursos y las sociales definen preocupaciones por los más pobres. Carece de
una propuesta de modelo de desarrollo, no entiende de los equilibrios en políticas
económicas, tampoco tiene un modelo de lucha contra la pobreza; todas sus
acciones son de corto plazo, asistencialistas.
En todo caso, sabe accionar los resortes históricos: se ha forjado una
personalidad juarista, pero no ha vacilado en pactar con los conservadores
religiosos; sus lecturas del siglo XIX fueron más bien estudiantiles, para lograr una
titulación quince años después de haber terminado sus estudios. Su visión del
liberalismo del siglo XIX se agota en la meta cita-recordatorio, sin ninguna
184

reflexión sobre circunstancias y enseñanzas; en todo caso, comparte con Juárez


el objetivo de la modernización por el camino del capitalismo. Su política
económica de Estado se reduce a programas a favor de los pobres. Y su
resentimiento hacia la clase empresarial es a veces hasta medio teatral y en todo
caso su meta no es sustituir al sector privado sino someterlo a la autoridad del
Estado, lo que lleva a la conclusión de que no tiene el objetivo de regresar al
capitalismo monopolista de Estado.
En el fondo, la educación política de López Obrador es priísta, pero priísta
en todas sus etapas, desde la revolucionaria hasta la institucional; de ahí que sus
comportamientos políticos sean previsibles si se les enfoca desde el priísmo
histórico. Cuando era perredista le costaba trabajo referirse a sí mismo como de
izquierda. Inclusive, como presidente del PRD promovió una propuesta de
gobierno que no fue analizada a fondo: la conversión de los trabajadores en
empresarios vía la propiedad accionaria de las fábricas, una idea, por cierto, de la
izquierda socialista italiana que había comenzado con los comités de fábrica.
Ayudó a no generar debates críticos el hecho de que el PRD, a pesar de venir del
venero del Partido Comunista Mexicano, nunca optó por la construcción de bases
obreras; la configuración interna vía grupos de presión, corrientes internas o tribus
desvió al PRD de una definición socialista real.
Como presidente del PRD López Obrador no dejó huella; en el 2000 impuso
su candidatura a jefe de gobierno del DF a pesar de no contar con la residencia,
pero tuvo el apoyo de dos figuras priístas: el entonces presidente Ernesto Zedillo y
su operador Esteban Moctezuma. Ganó las elecciones apenas con 3.4 puntos
porcentuales sobre el panista Santiago Creel Miranda; la victoria de Fox impidió
denunciar irregularidades en la elección porque la jefa interina de gobierno
Rosario Robles implementó una elección de Estado a favor del perredista. En el
2006 impuso su candidatura presidencial perredista y perdió por medio punto
porcentual.
El discurso central de López Obrador siempre ha sido: por el bien de todos,
primero los pobres. En su análisis no existe un diagnóstico de las causas de la
pobreza; en lugar de causas --un concepto metodológico de análisis sistémico--,
185

insiste en señalar culpas: la corrupción institucional. Sus principales propuestas de


gobierno en programas asistencialistas prometió financiarlos con el dinero
rescatado de la corrupción, calculado por él mismo en 500 mil millones de pesos;
sin e margo, ya en el poder encontró otro culpable de las crisis sociales: el
despilfarro en el gasto corriente. En ambos casos ha tenido la razón, pero en la
realidad la pobreza y la desigualdad social ha sido producto de la estructura de
distribución de la riqueza a favor del capital y sacrificando al trabajo. Su enfoque,
sin embargo, carece de un diagnóstico sobre los tres problemas económicos con
efectos sociales: PIB bajo, salarios castigados y estructura de distribución de la
riqueza. Los programas asistencialistas tienden a disminuir presiones en los
sectores más pobres, no a construir un modelo de distribución equitativa de la
riqueza.
En el fondo --y a veces en la superficie-- López Obrador es un priísta típico:
apoyo social, preocupaciones sociales, acercamiento a las masas, ideas políticas
conciliadoras, modelo económico sin polarizaciones sociales. En su vida política,
nunca ha hablado de la Revolución Mexicana ni de sus metas --cumplidas o no--,
ni tampoco si pudieran ser actualizadas. Su única referencia histórica es Juárez,
pero no como gobernante, político o luchador anti imperialista, sino por unas
cuantas frases sacadas de su discurso del 2 de julio de 1852 como gobernador de
Oaxaca:

Bajo el sistema federativo los funcionarios públicos no pueden


disponer de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos
de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes; no pueden
improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse
asiduamente al trabajo, resignándose a vivir en la honrosa medianía que
proporciona la retribución que la ley haya señalado.

Ahí se localiza, en el escenario de López Obrador, el origen de la


corrupción: los funcionarios ven en los recursos públicos una propiedad. Por eso
sus primeras acciones después de la victoria presidencial fue anunciado el tope
186

salarial de 108 mil pesos mensuales para el presidente de la república y nadie


podría estar arriba de ese techo. Y ahí, también, estalló la primera crisis: el
desorden salarial en el sector público en sus tres niveles propició el despilfarro del
presupuesto.
El problema principal de López Obrador se localizará en la dualidad líder
social de masas-jefe de Estado-gobierno-ejecutivo. Luis Echeverría Alvarez fue un
agitador priísta en su campaña y le funcionó para alejarse del gobierno y los
estilos de Díaz Ordaz y superar el ambiente de tensión provocado por el
movimiento estudiantil del 68. Ya como presidente continuó con sus agitaciones
sociales y rompió los precarios equilibrios de la estabilidad política, sobre todo
cuando mantuvo su enfoque progresista en un modelo de desarrollo económico
político y social de corte conservador rompiendo las relaciones de poder con la
derecha empresarial, aumentando las expectativas de los sectores sociales
marginados y sobre todo llevando la crítica a un medio periodístico e intelectual
que desbordó los límites institucionales. López Obrador viene de un espacio social
muy cómodo para él, pero la victoria del 53% no le garantiza que el sistema
político prevaleciente --aún priísta y bastante institucional, con equilibrios
sostenidos por débiles alfileres-- sea refractario a la ruptura de acuerdos y nuevos
equilibrios políticos e ideológicos.
Hasta donde se tienen escenarios previsibles, López Obrador no es ni un
reformista ni un revolucionario; su Cuarta Transformación es discursiva y
coyuntural; su meta es mantener el mismo modelo de desarrollo, sólo que con tres
propuestas personales muy concretas: sin corrupción, buscando la eficiencia y
distribuyendo asistencialmente la riqueza. El problema radica en que el actual
modelo no da para tasas de PIB mayores a 3% y esta cifra no alcanza para
generar bienestar. México necesitaría crecer a 6% anual para atender las nuevas
necesidades e ir atenuando los pasivos acumulados de treinta y cinco años de
neoliberalismo --1983-2018--, con la circunstancia agravante de que su propia
presidencia elevará la intensidad, dinámica y población marginada a atender.
Por tanto, el actual modelo de desarrollo con techo de 3% de PIB y un
gobierno con altísimas expectativas es candidato a crisis de corto plazo, y más
187

cuando las primeras medidas van a aumentar +el desempleo con funcionarios
despedidos por carecer de seguridad en el trabajo, funcionarios que buscarán
mejores salarios y demandantes de empleo que esperaban buenos y atractivos
salarios, además de los empleados que tendrán que renunciar por carecer de
expectativas con la descentralización del 80% de las dependencias públicas.
Al mismo tiempo, su enfrentamiento sin poder real --aún no tomaba
posesión en julio y ya había chocado-- con poderes fácticos institucionales como
el judicial, el INE y algunos otros organismos autónomos estaría condicionando el
discurso social de la equidad en el uso de los recursos públicos. El problema va a
radicar no en el 53% de los votos ni en las mayorías legislativas, sino en la disputa
palmo a palmo con la burocracia de 5.5 millones de empleados públicos en los
tres niveles. El día de la victoria electoral, López Obrador tuvo la mayoría absoluta
en votos; sin embargo, el poder real de los presidentes tarda cuando menos un
año en consolidarse. Todos los presidentes tuvieron el cuidado de consolidar
primero su poder institucional en el cargo y luego confrontar a estructuras de
dominación.
Hasta las dos primeras semanas de la victoria, López Obrador había dejado
claro que no habría cambio de rumbo económico y que su primera lucha sería
contra el abuso en el uso de los recursos públicos, a fin de tener fondos para
financiar sus programas asistencialistas prioritarios. Y que las primeras batallas
serían al interior del gobierno y de la estructura federal-estatal-municipal por el
ejercicio presupuestal. Por eso la tranquilidad de los empresarios respecto al
fantasma del populismo que vieron como niebla sobre la república.
Al final de cuentas, el modelo de López Obrador es el de Gatopardo de
Lampedusa:

Si queremos que todo siga como está es preciso que cambie.

Y que las primeras crisis de expectativas serán con su base militante


radical, luego vendrán las crisis de expectativas de los esperanzados en aumentar
su nivel de vida y al final consigo mismo cuando se percate que el liderazgo social
188

de masas no alcanza para reconstruir una república priísta en enfermedad


terminal y que vea que su propio proyecto es insuficiente para reactivar la
viabilidad nacional.

2.- El populismo que siempre fue.

El debate sobre el populismo comenzó en México hacia 1975: el presidente


Luis Echeverría había aumentado el gasto para beneficiar a las clases populares,
pero sin un correspondiente aumento en los ingresos. La inflación hacía salto de
un promedio de 5.2% promedio anual en 1971 y 1972 a 21.6% en 1973. La culpa
le fue endosada, con razón parcial, al aumento de los precios de petróleo que
México importaba en ese entonces, producto de la lucha de los productores por
mejore precios para sus productos y su organización en la OPEP como cártel de
productores.
En ese 1973 Echeverría decidió aumentar gasto, pero se encontró con que
su secretario de Hacienda, el ortodoxo Hugo B. Margáin, se negaba a atender la
exigencia. El 30 de mayo el presidente hizo una jugada de dos efectos: sustituyó a
Margáin por el administrador José López Portillo y lo proyectó hacia la candidatura
presidencial en 1975 y la presidencia 1976-1982. Ante las críticas de poner a un
administrador y no un economista, Echeverría declaró textualmente: “de todas
maneras las finanzas se manejan desde la presidencia de la república”. Ahí
comenzó el ciclo del presidencialismo económico o la gestión personal del
presidente de la república de las finanzas públicas.
Lo de menos era que en los hechos las finanzas se manejaban desde la
presidencia; la leyenda urbana ha contado que Antonio Ortiz Mena, secretario de
Hacienda 1958-1970, los sexenios de López Mateos y Díaz Ordaz, llegaba a
Palacio Nacional con una hoja cuadriculada y un lápiz con borrador y en breves
189

cuentas le explicaba al presidente de la república los ingresos y los gastos y salía


con la política económica aprobada. Los gobiernos de De la Madrid, Salinas de
Gortari y Zedillo exhibieron al presidente operando los números presupuestales;
Fox, Calderón y Peña Nieto regresaron a los tiempos de secretarios de Hacienda
con todos los poderes. En todo caso, la estructura de los presupuestos se hizo
más compleja en su elaboración técnica --de la hoja cuadriculada a la matriz
insumo-producto--, aunque al final de cuentas siempre debieron de tener la
aprobación del presidente de la república.
La categoría de populismo venía de una situación política intermedia entre
capitalismo y socialismo: atender las demandas sociales con programas
específicos, sin modificar la estructura de la distribución capitalista o socialista de
la riqueza producida: con beneficios al capital o al Estado. La asignación de gasto
por parte del gobierno evitaba definiciones estrictas en materia de mecanismos de
clase como mejores salarios, prestaciones más altas o formas de distribución
social de una parte de las utilidades. El mecanismo tradicional era el de los
salarios para los trabajadores y las utilidades para los empresarios; sin embargo,
los salarios se controlaban por su presión sobre los precios. Por tanto, los
gobiernos de origen popular --y el de México lo fue desde 1910-- tenían que
responder a las demandas sociales; y en lugar de salarios, los gobiernos
prefirieron programas sociales específicos que aumentaban el bienestar social no
de manera directa vía salarios, sino con prestaciones sociales y programas
gubernamentales como salarios no-monetarios, a fin de evitar que la moneda se
convirtiera en presión inflacionaria.
La historia social de los gobiernos posrevolucionarios mostró que la
atención de demandas populares siempre fue con asignaciones directas y no con
mecanismos de distribución más equitativa de la riqueza. Así, al final de cuentas
los gobiernos usaron el populismo ciertamente garantizaba consenso social hacia
el gobernante, pero le servía al capital quitándole la presión social de la lucha de
clases por la riqueza. Los gobiernos populistas mataban dos pájaros con una sola
piedra: disminuían presiones de clase sobre los empresarios y compraban
popularidad con programas asistencialistas. En todo caso, los populismos
190

mexicanos se movieron dentro de la gobernabilidad: no romper límites de


entendimiento ni invadir esferas productivas ni agredir vía impuestos.
Los populismos mexicanos siempre fueron estabilizadores, hasta los que
provocaron algunas rupturas empresariales administrables:

--El populismo de caudillos: Madero, Carranza, Obregón y Elías Calles.


--El populismo de Estado: Cárdenas.
--El populismo político: Avila Camacho, Alemán, Ruiz Cortines y López
Materos.
--El populismo autoritario: Díaz Ordaz.
--El populismo popular: López Portillo y Echeverría.
--El populismo neoliberal: De la Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo, Fox,
Calderón y Peña Nieto.
--El populismo popular II: López Obrador.

Lo que se ha olvidado en el debate sobre el populismo es que la Revolución


Mexicana fue un movimiento de clase que se encauzó en la lucha popular basado
en demandas sociales no de clase, a pesar de que cuando menos el Partido
Liberal de los hermanos Flores Magón tenían un discurso ideológico anarquista
con tintes socializantes. Madero quería la democracia utópica, Carranza buscó la
institucionalidad constitucional y Obregón usó su popularidad entre los pobres
para construir un caudillismo personal. La Constitución de 1917, la original,
construyó un modelo sui géneris de Estado: socialismo sin lucha de clases,
programa de gobierno para la equidad social, sin destruir a la incipiente clase
burguesa y Estado administrador de la lucha de clases.
La caracterización del modelo mexicano de Estado ha sido un desafío para
las ciencias económicas, políticas y sociales, sobre todo en la dialéctica
socialismo-capitalismo. El modelo mexicano, con desviaciones, altas y bajas y
muchas dudas, es de un socialismo capitalista con tintes de capitalismo socialista.
Es decir, de un populismo clásico: el de los narodnik rusos 1860-1884, después de
la aparición teórica del comunismo marxista en 1848 con El manifiesto comunista;
191

este populismo atenuaba la lucha de clases, defendía a los pobres y les aportaba
bienestar social y no liquidaba a la clase burguesa que es la única con capacidad
para instalar fábricas productivas.
Los primeros revolucionarios mexicanos --los anarquistas y los liberales pos
juaristas-- no fueron socialistas, a pesar de que basaban su análisis de la realidad
en la óptica de la lucha de clases entre capital y trabajo; sus demandas se
centraban en el equilibrio social, que los trabajadores siguieran en su condición de
asalariados pero con mejores condiciones de trabajo y de vida. La Revolución
Mexicana consolidó su enfoque obrero con el Pacto de la Casa del Obrero
Mundial, pero en base a mejoras en las condiciones salariales y de vida, fijó su
objetivo agrario en la defensa del campesino productor y siempre tuvo como meta
una clase media estabilizadora. Los objetivos de educación, salud y alimentación
completaron el cuadro de beneficios sociales.
En ningún momento la Revolución Mexicana fue socialista, promotora de la
lucha de clases ni encaminada hacia un socialismo de Estado o un comunismo
utópico. En función de estas experiencias, en 1973 el politólogo Arnaldo Córdova
sacudió la modorra del pensamiento político gubernamental con su ensayo La
ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo régimen. Fue el año
de la consolidación populista del gobierno de Echeverría, a partir de la reactivación
de los valores ideológicos históricos: los movimientos sociales de Independencia,
Reforma y Revolución. Hasta ese año de 1973, el discurso oficial celebraba la
Revolución Mexicana como la primera revolución social del siglo para distanciarla
de la revolución socialista rusa de 1917.
La tesis central de Córdova derrumbó mitos del pensamiento oficial: la
Revolución fue una fase más de la construcción del capitalismo mexicano que
había iniciado Benito Juárez con los liberales. Por tanto, se trató de un movimiento
de corte populista con tres características: capitalista, dirigencia paternalista y
autoritaria y una organización de las masas bajo los dos anteriores supuestos.
Los diferentes populismos se movieron en estas coordenadas. Inclusive, el
populismo más simbólicamente popular que nutrió durante años el pensamiento
de la izquierda progresista-socialista --no la marxista--, el de Lázaro Cárdenas,
192

nunca cruzó la línea de demarcación del capitalismo empresarial; si acaso, fue


duro con los empresarios que se negaban a compartir utilidades; además,
teniendo la oportunidad histórica para dar el paso hacia un socialismo mexicano,
prefirió organizar a los obreros, campesinos y profesionistas como masa y no
como clase, los subordinó a la dirección política de una burocracia partidista y les
restó autonomía de clase al someterlos al partido y éste bajo el mando directo y
autoritario del presidente de la república en turno. Ni el impulso a los salarios, ni la
organización gremial, ni el reconocimiento de las huelgas como instrumentos
proletarios de lucha de clases --que le valió el conflicto con Elías Calles en 1936--,
ni los conflictos con los empresarios de Monterrey --la burguesía organizada con
independencia de clase del Estado--.
El populismo de Cárdenas organizó a las clases sociales en el PNR para
convertirlo en Partido de la Revolución Mexicana, al amparo del proyecto de
capitalismo monopolista de Estado. La misma expropiación petrolera fue posible
por la circunstancia de la revisión salarial y la necedad de los petroleros, como
personajes de La Rosa Blanca de B. Traven, de negarles beneficios salariales y
sociales a sus trabajadores. La organización de la CTM, la CNC y el sector
popular --CNOP en 1943-- fue un paso de consolidación del populismo de Estado
y sus organizaciones de masas, pero sin significar un modelo de desarrollo
socialista.
El populismo de Alemán a Díaz Ordaz --1946-1970-- fue menos radical que
el cardenista y supuso un acuerdo corporativo con los sectores empresariales; la
estabilidad macroeconómica y el desarrollo estabilizar permitieron políticas
sociales sólidas como el salario real, la seguridad social, la estabilidad de precios
y el crecimiento económico de 6% promedio anual. El Estado se convirtió en el
administrador de la lucha de clases, la clase obrera fue sometida a la
intermediación de Fidel Velázquez y los empresarios aceptaron su sumisión a la
autoridad política del Estado. Con dificultades, al final de cuentas empresarios y
trabajadores pudieron sortear los conflictos sociales más riesgosos: la toma de
control de sindicatos por el Partido Comunista Mexicano, las constantes
movilizaciones estudiantiles, el efecto de la Revolución Cubana y la existencia de
193

una élite intelectual progresista que en los sesenta presionó para una
radicalización de los gobiernos de la Revolución Mexicana. La élite gobernante
administró la fuerza de manera selectiva, reforzó el control sobre las
corporaciones del partido, empujó a la izquierda socialista a la clandestinidad y
frenó la organización de nuevas oposiciones.
El populismo popular de los gobiernos de Echeverría y López Portillo fueron
similares --el reconocimiento a la pobreza social creciente--, aunque cada uno con
motivaciones propias: Echeverría rompió con el estilo autoritario diazordacista,
abrió puertas a los jóvenes y criticó el saldo social del desarrollo estabilizador.
López Portillo, en cambio, se encontró con el mismo modelo de aumentar
programas sociales a partir de los ingresos petroleros sexenales de casi 45 mil
millones de dólares. Echeverría sin ingresos y López Portillo con ingresos, al final
el gasto se aumentó sin estabilidad macro y sin propiciar una mayor disponibilidad
de oferta de bienes y servicios. El saldo fue inevitable: inflación permanente de
25.4% promedio anual a lo largo de dos sexenios, contra inflación de 7.8%
promedio anual en los EE. UU. La referencia inflacionaria México-EE. UU. --más
de tres veces-- llevó a México a devaluaciones de 12.50 pesos por dólar en 1970 a
26 pesos en 1982. Lo grave de este populismo fue su confrontación con la
burguesía empresarial, financiera y regiomontana. El último manotazo populista
fue la expropiación de la banca, pero su efecto duró apenas dos meses porque en
diciembre de 1982 llegó a la presidencia Miguel de la Madrid como el arquitecto
del liberalismo antipopulista.
El populismo neoliberal 1983-2018 se centró en la modernización de la
planta productiva vía el retiro del Estado de la actividad productiva directa y de la
apertura comercial y luego con el tratado de comercio libre con los EE. UU. y
Canadá. Si Echeverría aspiraba a una mayor cobertura social de sectores
marginados, López Portillo se centró ya no en bienestar social sino en la cobertura
de los “mínimos de bienestar” de los sectores más marginados. El neoliberalismo
populista dinamizó de nueva cuenta la formación de utilidad con salarios bajos
como ancla antiinflacionaria y utilidades abiertas y su cobertura social se redujo
aún más a los afectados por la pobreza extrema --el 25% de la población--. Y si el
194

régimen de la revolución 1917-1983 hablaba de compromiso vía políticas sociales


generales y extensas --la seguridad social, por ejemplo--, el populismo neoliberal
redujo el concepto de justicia social --es decir: la igualdad de oportunidades y
beneficios y el ascenso social de clase-- a la mera solidaridad: es decir,
asistencialismo sin dinamización de la lucha de clases que siempre derivaba en
conquistas sociales del proletariado frente al capital.
El populismo mexicano nunca fue una reasignación creciente de la riqueza
del capital al trabajo vía la mediación del Estado, sino una administración del
conflicto social atendiendo necesidades sociales a cubrir con gasto público y no
con reorganización de la riqueza productiva. Por eso las cifras de distribución del
ingreso nunca se modificaron sustancialmente: en 1958 el 90% de los mexicanos
tenía el 50.7% de la riqueza, en tanto que el 10% de los más ricos se quedaba con
el 49.3%. A nivel de los más pobres --el 50% de las familias--, la riqueza que le
tocaba apenas era de 16.6%%. En 2016 el 80% de las familias mexicanas tenía el
48.2% del ingreso, en tanto que el 20% restante acaparaba el 51.8%. El 70% de
las familias pobres y medias tuvieron el 36.7% del ingreso, casi igual al 36.3% del
10% de las familias más ricas.
Estas cifras revelan la estructura económica, social y política del populismo:
la distribución de la riqueza ha beneficiado a los más ricos, a costa de las
mayorías. El bienestar alcanzado fue producto de las políticas públicas
asistencialistas. Por tanto, el populismo mexicano 1917-2018 --el ciclo histórico
que va de la Constitución vigente al final del gobierno de Peña Nieto-- administró
la distribución de la riqueza siempre a favor del capital, dejándole al Estado la
cobertura social vía programas asistencialistas con cargo al gasto fiscal.
En todo caso, el populismo estatal tuvo a cambio el fortalecimiento de la
dirección política del Estado por la élite gobernante. De hecho, todos los
populismos similares del siglo XX --los de corte iberoamericano: Brasil, Venezuela,
Argentina, Perú, Bolivia, entre otros, y lo mismo civiles que militares-- tuvieron el
mismo mecanismo de legitimación: el ejercicio de gasto social del Estado para
beneficiar a una élite gobernante. Los casos más simbólicos fueron Cárdenas
1934-1940 y Juan Domingo Perón en Argentina 1946-1955 y 1973-1974 porque
195

prohijaron liderazgos personales fuertes y hasta una corriente política más allá de
su permanencia en el poder.
En este contexto histórico, el populismo de López Obrador no es una
anomalía, tampoco representa una ruptura institucional y sus objetivos se localizan
en un escenario político explicable en sus circunstancias. López Obrador llega al
poder en una coyuntura de agotamiento de liderazgos neoliberales, con una
acumulación de marginación de más de la mitad de la población y con una alianza
de sectores populares institucionales sumados a la propuesta de Morena.
Importantes sectores priístas movieron sus votos a favor de López Obrador,
aunque motivados más por las candidaturas del PRI y del PAN-PRD sin ofertas
sociales ajustadas a sus compromisos políticos. El candidato del PRI ofrecía otros
seis años de neoliberalismo de mercado y el del PAN-PRD sólo propuso un
cambio de régimen sin afectar la estrategia económica de estabilización.
A partir de su origen político en el PRI social de los ochentas y fuera del PRI
por la toma del partido por Salinas de Gortari y su bloque de poder neoliberal,
López Obrador se localiza en el escenario histórico del populismo de la Revolución
Mexicana-Cárdenas-PRI alemanista-echeverrismo/lopezportillismo y hasta los
programas sociales asistencialistas del salinismo neoliberal. En un escenario
histórico de cien años --1917-2018--, el populismo mexicano ha oscilado de
manera pendular entre las políticas sociales y los limitados programas
asistencialistas, pero sin modificar la estructura capitalista basada en la relación
salarios-utilidades del proletariado-burguesía, con el Estado administrador de la
lucha de clases y orientado a cubrir las deficiencias sociales del capital sin
modificar el modelo de apropiación privada del capital.
En los escenarios históricos, el populismo de López Obrador se parece más
al de Echeverría por su discurso crítico que al de un Cárdenas que tuvo la valentía
política de aprovechar las circunstancias estratégicas para expropiar el petróleo y
tampoco convencido del populismo de López Portillo que expropió la banca para
asignarle al Estado el control de la importante política nacional de crédito. A
menos que modifique la Constitución --como Obregón-Elías Calles-- para permitir
la reelección presidencial, el horizonte político de populismos personales --es
196

decir: condicionados a un líder en particular-- es sexenal, no modifica las


estructuras del poder y se agota inclusive en los primeros cuatro años de
gobierno. A pesar de su 53% de votos y de mayoría absoluta en las dos cámaras,
López Obrador no tendría las condiciones para reelegirse, Y como su caudillismo
es personal, su sucesor apenas tendría tiempo para consolidar algunas de las
reformas.

3.- El dieciocho brumario de López Obrador.


1.1.- Si Marx fuera mexicano…
El camino de López Obrador hacia la presidencia de la república podría ser
una versión mexicana de Hacia la estación de Finlandia, ese largo camino de Marx
del exilio hacia San Petersburgo para estallar la revolución bolchevique. Pero sin
duda que se ajusta más a El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, ese
extraordinario ensayo periodístico de Karl Marx para narrar el camino de Luis
Napoleón Bonaparte de la insurrección popular para hacerlo presidente y luego él
mismo convertirse en el emperador Napoleón III.
O podría ser también la marcha de Mussolini sobre Roma (1922) para
alcanzar el poder. O el asalto al palacio de inverno (1917) para destronar al
interino Kerénski.
El itinerario político de López Obrador lo ha llevado a definiciones de fondo:
priísta de 1976 (militante en la campaña a senador del poeta tabasqueño Carlos
Pellicer) a 1988, cardenista-perredista de 1988 a 2000 y lopezobradorista de 2000
al 2018. Dos veces fue candidato a gobernador de Tabasco (1988 y 1994) y en las
dos perdió. Se radicalizó de 1994 a 1998 y llegó a tomar pozos petroleros en
Tabasco, meter a sus huestes en la torre de Pemex, hacer un plantón en el Zócalo
del DF en 1993 y realizar un mega-plantón de tiendas de campaña (muchas de
ellas vacías) en el 2006 en el corredor zócalo-Periférico, sobre todo el Paseo de la
Reforma.
197

De sus cinco incursiones electorales de 1988 al 2012, sólo ganó la de jefe


de gobierno del DF en el 2000: perdió las dos estatales de gobernador en Tabasco
y las dos presidenciales del 2006 y 2012. En todas ellas hubo conflictos pre-
durante-pos electorales para exigir la victoria, pero las instituciones electorales
legales de cada proceso le dijeron que no. En el 2000 en el DF logró el registro
como candidato cuando no cumplía los requisitos de residencia probada con
credencial de elector: como era de Tabasco presentó una hoja sin membrete de
un funcionario de la Delegación Coyoacán alegando estar viviendo en la zona. El
presidente Zedillo, a quien López Obrador apoyó en 1996 cuando había presiones
de renuncia presidencial, ordenó al PRI en el DF que no impugnara el registro.
El resultado electoral fue apretado: López Obrador acumuló un millón 506
mil 324 votos (34.5%), contra un millón 461 mil 931 sufragios de Santiago Creel
del PAN, una diferencia de 44 mil 393 votos (33.4%). En comparativo de cifras, los
votos de López Obrador fueron los más bajos para el PRD en elecciones: un
millón 859 mil 866 para Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, dos millones 213 mil 969
para Marcelo Ebrard en 2006 y 3 millones 32 mil 38 votos para Miguel Mancera en
2012.
López Obrador es un político individualista: sólo su enfoque vale, sólo él
tiene la razón y no hay más dirección que la suya. Aunque ha formado varios
círculos de colaboradores, ninguno ha podido despegar por sí mismo. Su
propuesta de gobierno se resume en gasto público a grupos sociales, pero sin
establecer los mecanismos de aumento en los ingresos. Y si bien tiene muy clara
la forma en que asignará presupuestos asistencialistas que no tendrán efecto
inmediato en el sistema productivo, no ha podido definir su modelo de desarrollo,
su política industrial, su política agropecuaria, su propuesta de inversión en
infraestructura y su articulación con la empresa privada.
Se trata de un populismo rudimentario que tendrá cómo límite la masa de
ingresos presupuestales disponibles. Y como busca atender a una masa social de
alrededor del 75% de los mexicanos, entonces el dinero no le alcanzará y no
habrá inversiones productivas.
198

El modelo político de López Obrador es el diseccionado por Marx en El


dieciocho brumario de Luis Bonaparte: la forma en que el sobrino de Napoleón I
eludió a las masas productivas de la lucha de clases francesa y construyó un
ejército de aliados en los grupos intermedios que carecían de definición de clase y
que estaban dispuestos a salir a la calle a combatir; Marx utilizó la palabra
alemana de lumpen, con significados varios: desde andrajoso, hasta desclasado,
un sector sin conciencia de clase y sin participación directa en el sistema
productivo. Luis Bonaparte no quiso usar a la clase obrera, porque lo obligaría a
un gobierno socialista; en cambio, apuntalarse en masas desclasada tendría
apoyo popular sin compromisos. Una vez en el poder, Luis Napoleón asumió la
presidencia de la república francesa el diciembre de 1848, pero en diciembre de
1852 dio el salto para convertirse en el emperador Napoleón III hasta su derrota
ante los alemanes en 1870 y el fin de su imperio.
El modelo bonapartista se incorporó a la ciencia política como la
construcción de un liderazgo autoritario, personal y dominante, con una base
social popular, sin definición de clase, exactamente lo que ha estado haciendo
López Obrador desde su salida del PRI en 1988.

2.- Soy un rayo de esperanza


Terminaba 1999 y el PRD en la ciudad de México hubo de enfrentar una
decisión de fondo: como la jefa interina de gobierno --Cárdenas había renunciado
para irse como candidato presidencial en el 2000-- Rosario Robles no podía
aspirar a la candidatura porque había candados anti reeleccionistas, entonces el
partido del sol azteca tenía que encarar la posibilidad de perder la jefatura de
gobierno electa ganada por primera vez apenas en 1997. Un operador medio del
perredismo dio la solución: René Bejarano, controlador de grupos sociales en la
ciudad de México por la vía de la movilización para la adquisición de casas
populares, propuso a Andrés Manuel López Obrador, en ese entonces radicado en
Tabasco.
199

--Andrés Manuel es el único que puede ganar en el DF --dijo Bejarano a


quien quisiera oírlo.
El problema no era fácil de resolver. López Obrador no cumplía con los
requisitos de residencia capitalina de cinco años previos al día de la elección. Pero
no era difícil superar las restricciones legales. En 1992, Porfirio Muñoz Ledo había
alegado el ius saguinis o el derecho de sangre de sus antepasados para conseguir
la candidatura perredista a gobernador de Guanajuato. Por decisión de Carlos
Salinas, Muñoz Ledo logró el registro porque no podía ganar las elecciones.
Y el problema se complicaba porque los más severos críticos de la
candidatura ilegal de López Obrador a la jefatura de gobierno del DF eran
perredistas y aspirantes a la nominación: Demetrio Sodi de la Tijera y Pablo
Gómez Álvarez. La decisión no giraba en torno a quién sí cumplía los requisitos,
sino quién podía mantener el poder para el PRD en el DF. Cuauhtémoc Cárdenas
había llegado a la gubernatura capitalina en 1997 con casi un millón 900 mil votos,
pero precedido de su lucha por la democracia y por su papel histórico contra
Carlos Salinas. Sin embargo, Cárdenas había perdido espacios por una gestión
alejada de la ciudadanía, aunque su sucesora interina Rosario Robles había
basado su fuerza política en inversiones altas en imagen personal.

López Obrador había sido impulsado por Cárdenas desde 1988. Forjado en
el priísmo tropical de Tabasco, Andrés Manuel había colaborado con Carlos
Salinas en 1982 cuando éste era director del Instituto de Estudios Políticos,
Económicos y Sociales del PRI nacional y coordinador de programa de la
campaña de Miguel de la Madrid. El tabasqueño fungía como director del Cepes,
la versión estatal del Iepes, durante la campaña para gobernador tabasqueño de
Enrique González Pedrero, intelectual, político a historiador.
La carrera política de López Obrador estaba llena de claro-oscuros. Su
infancia estuvo llena de tribulaciones. Uno de sus profesores en la primaria le
acreditó “incongruente conducta ciudadana”. A los doce años de edad, el 14 de
200

mayo de 1965, Andrés Manuel tuvo un problema con su hermano y lo mata de un


balazo en la cabeza. Los documentos legales fueron desaparecidos de los
tribunales durante la gubernatura de González Pedrero. Sin embargo, los
testimonios han permitido reconstruir los hechos. El asesinato se dio con una
pistola calibre .22. La familia se traslada a Veracruz. Andrés Manuel fue víctima de
delirio de persecución, sentido de culpabilidad y ansiedad. De Veracruz se fue a
Palenque, Chiapas, a vivir con una abuela.
En la ciudad de México estudió la carrera de Ciencias Políticas en la UNAM,
pero su paso por la Universidad ocurrió sin pena ni gloria: fue a clases de 1973 a
1976, pero se tituló hasta 1987. Su tesis fue sobre el Estado en el siglo XIX. En
1976 se incorporó a la campaña priísta del poeta Carlos Pellicer, quien había sido
designado por dedazo por el presidente Luis Echeverría. De ahí, buen trapecista
priísta, López Obrador se pasó a la campaña priísta a gobernador de Leandro
Rovirosa Wade, secretario de Recursos Hidráulicos del sexenio de Echeverría y
operador de la sucesión presidencial de 1976.
La carrera política priísta de López Obrador transcurrió en función de los
grupos dominantes de poder. Ninguno de sus jefes se había destacado por ideas
progresistas. Todas las carreras políticas habían sido decididas a espaldas del
pueblo y de los priístas. Al comenzar el gobierno de Rovirosa en enero de 1977,
López Obrador trabajó en la Secretaría de Promoción Económica directamente
bajo la tutela de Humberto Mayans Cabal, otro priísta tradicional que después se
saldría del PRI por no recibir el favor de Roberto Madrazo para dejarlo como
sucesor en la gubernatura de Tabasco. Mayans se convirtió después en el
operador político tabasqueño del López Obrador perredista.
Del área económica saltó Andrés Manuel a los asuntos indígenas como
director del Instituto Indigenista de Tabasco con sede en el centro político de
Nacajuca. Su tarea era política y para favorecer al priísmo entre los indígenas. Por
tanto, recibió apoyos y dineros no presupuestados para su tarea política. Ahí se
relacionó con el secretario de gobierno estatal Salvador Neme Castillo, quien en
1988 sería su adversario en la lucha por la gubernatura de Tabasco, López
Obrador ya como candidato del Frente Democrático Nacional. En los rejuegos de
201

poder, López Obrador cometería sus primeras traiciones políticas: desertó del
equipo del gobernador Rovirosa porque iba a imponer como sucesor a Nicolás
Reynés Berenzaluce y aprovechó el cargo indigenista para manifestar su apoyo a
González Pedrero.
En 1982, por decisión del presidente López Portillo y con el aval del
candidato Miguel de la Madrid, González Pedrero fue designado candidato priísta
al gobierno de Tabasco. Desde ahí se relacionó con Carlos Salinas, entonces el
principal operador económico y político de De la Madrid. La relación entre Salinas
y González Pedrero y su equipo --López Obrador incluido-- fue creciente, al grado
de que en 1987 González Pedrero ascendió a jefe de la campaña del candidato
presidencial Salinas. Una vez en el poder local, González Pedrero designó a
López Obrador director del Cepes estatal. Desde ese cargo modesto y casi
simbólico, López Obrador le entró a la lucha de grupos. Aprovechó su cercanía al
gobernador González Pedrero para grillar al presidente estatal del PRI y logró su
destitución. El tricolor local entró en una severa crisis que llevó también a la salida
de Andrés Manuel, después de un enfrentamiento con los alcaldes.
La historia de esa etapa fue contada por Indicador Político de la siguiente
manera:
En agosto de 1983, el gobernador tabasqueño Enrique González Pedrero
tuvo que enfrentar un alzamiento político de alcaldes por el estilo autoritario de su
presidente estatal del PRI, Andrés Manuel López Obrador. El Peje había viajado
continuamente durante dos años a Cuba y trajo de ahí las prácticas centralistas y
caudillistas.
En lo más conflictivo de la discusión, el gobernador González Pedrero lanzó
una frase que irritó a López:
--El PRI no es el Partido Comunista de Cuba.
Durante 1982 y 1983, López Obrador había visitado Cuba. Uno de sus
contactos fue la escritora Julieta Campos, esposa de González Pedrero y de
origen cubano. La señora Campos es hoy secretaria de Turismo del gobierno del
DF. En estas visitas, López se había interesado por varios programas de atención
social que quiso calcar en México.
202

Para ello, sin embargo, necesitaba que el PRI fuera un partido más
dominante. Como presidente del tricolor estatal, López Obrador había convocado
a los presidentes municipales para anunciarles que las obras públicas serían
controladas por el PRI. Los alcaldes se negaron y entraron en conflicto con el líder
priísta estatal porque representaba los intereses del gobernador.
Los programas cubanos que más gustaron al Peje tabasqueño fueron los
de la construcción de pisos y letrinas en zonas depauperadas y el manejo de los
esquemas de salud y educación para todos los cubanos. En Tabasco y a través de
los presupuestos de las alcaldías, López Obrador como presidente del PRI local
buscó controlar esas inversiones como tarea del partido y no de los presidentes
municipales.
Los programas de salud y educación no pudieron cristalizar porque López
Obrador renunció al PRI después del regaño del gobernador. Sin embargo, los ha
impuesto como programas prioritarios del gobierno del DF. El de salud ha sido
más lento por la necesidad de reconstrucción de toda la planta sanitaria y porque,
al final de cuentas, se trata de un programa de atención a los ciudadanos sin influir
directamente en sus preferencias políticas e ideológicas.
En cambio, el de educación se echó a andar el año 2001 con la
construcción de preparatorias y universidades que tienen programas de estudio
afines al populismo tabasqueño. Los diseñadores de los programas de estudio son
profesores también vinculados a las experiencias cubanas. Se trata de construir
--como los cubanos con su modelo de los pioneros, un sistema educativo
ideologizado desde el primer nivel-- un espacio de adoctrinamiento en función de
objetivos ideológico, saliéndose del sistema educativo de saber para decidir.
En este contexto de los programas educativos para la formación de jóvenes
ideologizados a favor del modelo político del tabasqueño se debe ubicar, por
ejemplo, la decisión de descentralizarle al DF el gasto educativo como ocurre con
las demás entidades de la república. Asimismo, se buscará pronto que los
programas educativos abandonen el dogmatismo ideológico para centrarlos en los
esquemas científicos plurales.
203

Los dos años que viajó continuadamente a Cuba dejaron en López Obrador
una huella indeleble. Falta por saber mayor información sobre los contactos que
tuvo y que fueron de alto nivel debido sobre todo a su jerarquía de presidente
estatal del PRI en Tabasco y también de su cercanía a Enrique González Pedrero,
intelectual de izquierda, miembro del grupo de intelectuales que en los sesenta
defendió apasionadamente a la revolución cubana, redactor de la revista Política,
ex director de Ciencias Políticas de la UNAM y autor de libros en donde razonó el
valor político e ideológico de la revolución cubana, entre ellos uno especial sobre
el ataque de EU en Playa Girón.
Por tanto, las recomendaciones de López Obrador en Cuba fueron de las
mejores. En esos dos años de 1982 y 1983, conoció todas las experiencias
sociales de Cuba y sus programas de atención a los necesitados. No se tienen
comprobados contactos directos con Fidel Castro, pero hay tabasqueños que
aseguran que lo vio en La Habana y que hubo simpatías mutuas. Eso sí, el Partido
Comunista Cubano --que es el eje de la vida total en Cuba-- le otorgó a López
Obrador todas las facilidades para conocer sus programas de atención social.
En este contexto, el caso Carlos Ahumada --el empresario que enfrentó a
López Obrador-- en Cuba ha permitido percibir las intenciones de Fidel Castro de
beneficiar a López Obrador, aún a costa de amistades entrañables como la de la
Rosario Robles que le hizo un homenaje en diciembre del 2000 en el zócalo del
DF o la del Carlos Salinas que operó espacios de negociación con el gobierno
estadunidense de William Clinton.
Pero los intereses políticos mexicanos de Castro son muy claros: ni Rosario
Robles ni Carlos Salinas pueden ser presidentes de México y López Obrador sí.
Por tanto, Castro decidió jugarse la carta Ahumada para beneficiar al jefe de
gobierno del DF, aunque con el error de matiz de mostrar demasiado sus
intereses. Ahora ya se sabe que el interés de Castro por influir en la elección
presidencial mexicana del 2006 se llamaba Andrés Manuel López Obrador. De ahí
que el tabasqueño haya recibido el beso del Diablo caribeño.
El problema de López no será de simpatías con el socialismo sino los
estilos intervencionistas de Fidel Castro y los intereses plurales de México. Al final,
204

inclusive, López Obrador no es un marxista clásico y su socialismo se agota en el


populismo de atención a la clase pobre sin modificar la correlación productiva ni
eliminar a los empresarios sino privilegiarlos más como ocurre con el caso de
Carlos Slim Helú. Exige lealtad, no ideología.
De todos modos, en el corto plazo el factor Cuba en México pasó por el jefe
de gobierno del DF 2000-2005 y va a ilustrar la agenda de intereses que se
moverán en la elección presidencial mexicana del 2006. Por lo pronto habrá que
anotar que el apoyo de Castro a López Obrador no fue circunstancial, sino que
viene desde 1982 y 1983 cuando López quiso que el PRI en Tabasco fuera una
especie de Partido Comunista Cubano.

González Pedrero reubicó a López Obrador en la oficialía mayor del


gobierno estatal, pero duró apenas un día. Hacia 1984 regresó López Obrador a la
ciudad de México y entró al Instituto Nacional del Consumidor. Ahí conoció a
Roberto Robles Garnica, un michoacano amigo de Cuauhtémoc Cárdenas. Con la
salida de González Pedrero del gobierno para irse a la campaña de Salinas, el
priísmo local perdió foco y se resquebrajó. López Obrador regresó a Tabasco
como candidato del Frente Democrático Nacional a la gubernatura en 1988. Perdió
las elecciones, pero denunció fraude. Al fundarse el PRD, López Obrador se
asignó la presidencia estatal para construir el partido en el estado.

La etapa priísta de Andrés Manuel López Obrador fue demasiado


tradicional. No destacó por propuestas especiales o populares. Más bien obedeció
a su incorporación a grupos dominantes. González Pedrero era en los ochenta un
intelectual progresista…, pero dentro del sistema priísta. Como director de la
Facultad de Ciencias Políticas le tocó enfrentar la crisis del movimiento estudiantil
del 68 y jugó en la cancha del rector Javier Barros Sierra sin romper con el
205

gobierno de Díaz Ordaz. Desde esa posición se relacionó con Luis Echeverría,
quien lo hizo secretario general del PRI bajo la presidencia de Jesús Reyes
Heroles 1972-1974. Como intelectual, González Pedrero fue institucional, aunque
se le consideró desde entonces como el lector más acucioso de Antonio Gramsci.
Cuando López Obrador se pasó al PRD, González Pedrero se hizo perredista; sin
embargo, hubo de pasar por una severa, inoportuna y malagradecida crítica de
López Obrador en uno de sus libros tachándolo de traidor.
La primera etapa perredista de López Obrador destacó por su
reposicionamiento local. De 1989 a 1991 buscó darle bases sociales al partido en
el estado. A finales de 1991 comenzó su segunda etapa perredista: su primer
éxodo por la democracia recorriendo caso mil kilómetros de Tabasco a la ciudad
de México, pero pasando por Veracruz. El motivo: la protesta por los resultados
electorales municipales. Durante 19 días, López Obrador fijó la atención nacional
en esa caminata y a su paso por Veracruz y Tlaxcala generó inestabilidad y
violencia política. Comenzó la fase de movilización social de López Obrador:
bloqueo de carreteras, marchas callejeras, presiones políticas y sociales para
cambiar resultados electorales, violencia con resultados criminales y sobre todo
ruptura del orden social. De 1991 a 1992 López Obrador movilizó a los perredistas
en protestas electorales, incluyendo su adhesión a la caminata del doctor Salvador
Nava para pedir la renuncia del gobernador Fausto Zapata Loredo.
Hacia 1992 descubrió López Obrador el filón político de Petróleos
Mexicanos en el estado de Tabasco. La protesta del perredismo era justa, aunque
sus caminos no buscaban resarcirle al estado el costo social y económico del
petróleo sino usar a la paraestatal como bandera política. En julio de 1992
encabezó López Obrador una marcha en la carretera, pero hubo un accidente que
provocó la muerte de cuatro trabajadores disidentes. Obviamente, López Obrador
culpó a la policía. El PRD de Andrés Manuel encabezó las protestas de
trabajadores petroleros despedidos y para ello hizo una marcha. Y luego otra y
otra. En una de ellas, en enero de 1992, López Obrador le pidió a Carlos Salinas
--entonces no era su enemigo artificial-- que apresurara el cambio democrático.
206

En 1993 terminó la construcción del López Obrador de las protestas


sociales. En septiembre instaló un campamento en el zócalo de la ciudad de
México para negociar una agenda tan general como imposible de abordar:
indemnización de Pemex a campesinos y pescadores por daños ecológicos,
aunque sin definir puntos concretos ni estudios especiales, exoneración de
carteras vencidas de ejidatarios y pequeños propietarios con Banrural, bancos
privados y gobierno estatal, atención especial a la crisis en el sector cacaotero por
el desplome de precios debido a la apertura comercial y pago a productores de
caña del 9 por ciento de su liquidación que les fue retenida por un ingenio.
Ahí nació el López Obrador que, con altibajos, siguió vigente hasta la crisis
de corrupción que reveló el caso del empresario constructor Carlos Ahumada
Kurtz en 2004. Andrés Manuel, en ese septiembre patrio de 1993 y sobre la
coyuntura de la sucesión presidencial, trató de arrinconar al gobierno federal para
impedir la celebración del grito de la noche del 15 de septiembre y del desfile
militar del 16. De nueva cuenta había tomado a Pemex de rehén. En sus discursos
de prensa, López Obrador era el mismo que se vio años después en las
conferencias de prensa por el caso Ahumada: retador, con el dedo flamígero,
absolutista. Acusó al secretario de Gobernación, Patrocinio González Garrido, de
no negociar y dijo que estaba amafiado con “varios columnistas que prácticamente
reproducen los boletines en los que se nos acusa de agitadores y
desestabilizadores”.
Aunque López Obrador hablaba en el DF de búsqueda de soluciones, en
Tabasco era partidario de la violencia. En Villa Benito Juárez, del municipio de
Cárdenas, perredistas habían secuestrado a quince funcionarios como protesta
campesina por el incumplimiento de la recomendación 100/92 de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos sobre la reparación de daños ecológicos. El
gobernador Gurría envío a la policía a rescatar a los secuestrados. “Son naturales
las manifestaciones de inconformidad”, diría en el DF López Obrador. Pero esas
manifestaciones se hicieron en instalaciones de Pemex.
En septiembre de 1993, López Obrador tocó la orilla de la represión
capitalina. El gobierno del DF, a cargo de Manuel Camacho como regente y
207

Marcelo Ebrard como secretario de gobierno, no podía permitir que se


suspendieran las celebraciones patrias del 15 y 16 de septiembre. Y no había más
que dos caminos: o negociar con los manifestantes o desalojarlos con la policía.
Camacho y Ebrard decidieron por el primer camino. Pactaron con López Obrador
una cantidad de dinero por manifestante y lo acreditaron como “pago por desgaste
físico”. El total fue de 5 mil millones de viejos pesos o 5 millones de pesos de
2004. Camacho acudió a Pemex a comunicarles la buena nueva, pero la
administración petrolera se negó a pagar el dinero. Al final, el pago salió de fondos
especiales del DDF. El encargado de entregar el dinero en portafolios --como años
más tarde haría Carlos Ahumada Kurtz a los lopezobradoristas René Bejarano y
Carlos Ímaz-- y sin ningún recibo de por medio fue Marcelo Ebrard. Al final, el
gobierno capitalino de Carlos Salinas había comprado protección y el PRD de
López Obrador había tomado la ciudad de México como rehén político.

En 1994 comenzó la ofensiva movilizadora de López Obrador del brazo de


Pemex. El dirigente perredista tabasqueño logró fusionar dos conflictos: su guerra
contra el priísmo madracista y las banderas de reivindicación social de habitantes
de Tabasco que veían extraer el petróleo de sus tierras sin recibir a cambio más
que participaciones limitadas. El PRD enarboló las banderas del daño ecológico y
exigió indemnizaciones. Así, los temas petrolero y electoral constituyeron un coctel
explosivo para un gobierno salinista en declinación rápida y un gobierno zedillista
sin experiencia política. Antes de las elecciones para gobernador de finales de
noviembre de 1994 --con Roberto Madrazo como candidato priísta y de nueva
cuenta López Obrador como aspirante perredista--, el PRD elaboró más de 30 mil
demandas contra Pemex por lo que llamó “merma en la producción agrícola y
pesquera” debido a la contaminación.
Las elecciones del 20 de noviembre le dieron un triunfo arrollador a Roberto
Madrazo, un político experto en organización de elecciones. El PRD de López
Obrador se inconformó políticamente con el resultado e inició una serie de
208

movilizaciones estatales. Aprovechó no sólo el vacío de poder entre el fin del


gobierno de Salinas y el arranque de la administración de Zedillo, sino el estado
de ánimo social adverso por el alzamiento zapatista en Chiapas. Al comenzar
diciembre, las huestes de López Obrador bloquearon la entrada a catorce
instalaciones petroleras en Tabasco y un grupo entró con violencia al campo de
Compresoras de Castarriscal, “obligando a los trabajadores de la empresa
paraestatal a paralizar la operación de la planta de bombero con graves
consecuencias para el funcionamiento del sistema”.
La estrategia radicaba en estrangular política, social y vialmente el DF y el
sur de la república. El 29 de noviembre había llegado a la ciudad de México López
Obrador con su segundo “Éxodo por la Democracia”. Buscaba obligar a Zedillo a
anular las elecciones tabasqueñas, impedir la toma de posesión de Madrazo,
designar a un gobernador interino y realizar una reforma política local.
Paralelamente a las movilizaciones de López Obrador, el presidente nacional
perredista Porfirio Muñoz Ledo buscaba negociaciones con el gobierno de Zedillo
a propósito de la reunión programada del nuevo presidente con la cúpula del sol
azteca. López Obrador, a su vez, organizaba marchas articuladas con
contingentes de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Veracruz. El objetivo era repetir la
crisis política de 1992 cuando el presidente Salinas decidió la caída del
gobernador Salvador Neme para complacer a los perredistas. El problema legal
era la inexistencia de pruebas. López Obrador, en su estilo de acusar y no
documentar, dijo: “las pruebas son del dominio público”.
Esa marcha había incubado el huevo de la serpiente. López Obrador quería
la caída de Madrazo. El secretario de Gobernación zedillista, Esteban Moctezuma
Barragán, negoció con Muñoz Ledo. Esas pláticas secretas llegaron a la
conclusión de que Madrazo sería designado secretario de Educación Pública del
gabinete de Zedillo para abandonar la gubernatura de Tabasco. La relación de
Zedillo con Madrazo había pasado justamente por el expediente educativo.
Cuando Zedillo era titular de la SEP, Madrazo fue diputado de la comisión de
educación y desde ahí trabajó políticamente muy de cerca con Zedillo. Moctezuma
le informó a Madrazo la decisión. Apesumbrado, el gobernador de Tabasco tomó
209

la carretera a Toluca para abordar un avión privado, pero a medio camino se


desvió hacia la residencia de Carlos Hank González en Santiago Tianguistenco y
de ahí salió con bríos renovados. Llegó a Villahermosa, fortaleció su gobierno y
desalojó por la fuerza el plantón perredista en el zócalo de la ciudad. Días más
tarde, Zedillo visitó la capital de Tabasco y afirmó que él y Madrazo gobernarían
“juntos hasta el año 2000”.
La lucha, sin embargo, continuó. En su libro Entre la historia y la esperanza,
López Obrador incluyó el sentido de la lucha de finales de 1994 y 1995: la
resistencia civil y pacífica, incluyendo la decisión del senador perredista Auldárico
Hernández de bloquear las instalaciones petroleras. La agenda de López Obrador
fue delineada en un mitin en la plaza de armas, donde “pusimos a consideración
de la gente” --en una concentración asambleísta con asistencia de seguidores de
López Obrador y el PRD-- la etapa de la “desobediencia civil” en base a cinco
puntos:
1.- No reconocer al gobierno de Roberto Madrazo ni a los gobiernos
municipales considerados espurios.
2.- No pagar impuestos ni derechos al gobierno.
3.- No pagar ningún crédito al gobierno ni a los bancos.
4.- No comprar en comercios o establecimientos de priístas autoritarios e
intolerantes.
5.- No consumir productos fabricados o distribuidos por empresarios
antidemocráticos.
Casi calcado de la lucha pacífica de Gandhi, las propuestas de López
Obrador incluían un punto adicional no especificado, pero sí asumido: la lucha
frontal, directa y de choque contra instalaciones del gobierno. Desde entonces
afloró el estilo autoritario del tabasqueño de abrogarse el derecho y la facultad de
calificar él a quien sí cumplía con sus requisitos. La euforia de la masa en aquel
mitin impidió preguntar cuáles eran los dueños de comercios y establecimientos de
“priístas autoritarios e intolerantes” o quiénes eran los “empresarios
antidemocráticos”. Por aquellos días de 1994-1995, uno de esos priístas marcados
con el tache de López Obrador era Raúl Ojeda, un empresario tricolor aliado de
210

Madrazo. Cuando Ojeda rompió con Madrazo porque no le dio la candidatura


presidencial del 2000, ese empresario como por arte de magia se volvió
democrático y tolerante --en la categoría política de López Obrador-- porque se
pasó al PRD.
Pero en medio de la euforia, López Obrador había incubado el huevo de la
serpiente. Y la crisis estalló finalmente en 1995. En julio, el senador perredista
Auldárico Hernández encabezó la toma de pozos petroleros en base a la agenda
delineada por López Obrador. El problema de fondo no fue solamente la
capacidad del líder perredista para convocar a la movilización de la sociedad.
Había hechos concretos que revelaban la insensibilidad de Pemex para atender
las quejas de los campesinos y ejidatarios en daños a la ecología y en accidentes
que habían causado daños en propiedades ejidales. A ello se agregaba también la
decisión del gobierno local de Roberto Madrazo de no dialogar con los
campesinos y de cerrarle las puertas de la autoridad. Y como punto adicional, la
decisión de los perredistas de no soltar la bandera del fraude electoral de
noviembre de 1994 y posteriormente la aparición de cajas con presuntas pruebas
de irregularidades en el financiamiento de la campaña de Madrazo.
Hacia mediados de julio de 1995, perredistas habían tomado mil 500 pozos
petroleros en siete municipios tabasqueños. Si la iniciativa había sido del senador
Hernández, el liderazgo de la movilización era indiscutiblemente de López Obrador
como presidente del PRD de Tabasco. En la ciudad de México, el PRD nacional
de Muñoz Ledo estaba enfrascado en negociaciones de una reforma política como
concesión de Zedillo para paliar los efectos nocivos de la devaluación de
diciembre de 1994, el alza escandalosa de las tasas de interés y el daño a
millones de mexicanos deudores de la banca. A cambio de reformas de corto
plazo como el alza de 50 por ciento al IVA --de 10 a 15 por ciento--, Zedillo había
ofrecido una reforma política. En junio había caído el secretario de Gobernación
de Zedillo, Esteban Moctezuma, y el nuevo, Emilio Chuayffet, llegaba con el
mandato de la reforma política.
A finales de julio desalojó la policía los pozos y encarceló a algunos de los
dirigentes, pero luego los liberó. Y de nueva cuenta tomaron los pozos. Pero
211

finalmente Pemex y el PRD firmaron un acuerdo que incluyó la liberación de los


detenidos y la cancelación de las averiguaciones previas. El acuerdo, sin
embargo, no fue cumplido. Y a finales de enero de 1996 volvieron las tomas de
pozos petroleros, sólo que con mayor agresividad y con López Obrador al frente.
La participación de Andrés Manuel le dio más fuerza al movimiento. Y también le
otorgó base social porque las demandas se delinearon en asambleas públicas.
Asimismo, López Obrador logró el apoyo del PRD nacional.
La presencia de López Obrador le dio inflexibilidad al conflicto. Como líder
moral del PRD tabasqueño, Andrés Manuel no ocultó su presencia y le hizo
acreedor a una orden de aprehensión. Acostumbrado a jalar a la prensa hacia su
territorio, una noche previa al desalojo salió de su casa a comprar cigarrillos a la
tienda de la esquina y se “encontró” con una cauda de periodistas. Cuando le
preguntaron si no tenía miedo al arresto, el tabasqueño --como lo haría muchas
veces después en sus conferencias de prensa en el gobierno del Distrito Federal--
respondió con una sonrisa y dijo: “aquí los espero”.

Tabasco fue un laboratorio social. Sus resultados fueron magros. Al final, el


conflicto le sirvió a López Obrador para escalar posiciones. Luego del desalojo, a
mediados de 1996, Andrés Manuel fue designado presidente nacional del PRD
para darle movilidad social al partido. Tabasco, por tanto, pasó a segundo, tercero,
cuarto y hasta quinto lugar en sus prioridades. Delegó el control del estado. En el
2000 ya no quiso ser candidato a gobernador y puso a Raúl Ojeda, pero Madrazo
lo derrotó dos veces para imponer a su sucesor Manuel Andrade.
Los aliados del PRD tabasqueño fueron los priístas desplazados por
Madrazo, con Arturo Núñez a la cabeza. Sólo que con algunos detalles curiosos:
Núñez era el subsecretario zedillista de Gobernación en 1995 y 1996 y por tanto
corresponsable de las medidas de autoridad que el PRD calificó de represivas.
Fueron conocidas las polémicas a gritos de Núñez con Muñoz Ledo. Y los
perredistas no olvidan que fue Núñez el que calificó al PRD de un partido “de
212

tribus” y a sus movilizaciones las llamó parte de la “industria de la protesta”. Pero


desencantado de Madrazo, Núñez se hizo perredista sin renunciar al PRI, hizo
campaña por los perredistas siendo priísta y encabezó al grupo lopezobradorista
en el estado.
Tabasco había sido el nacimiento de una estrella perredista de López
Obrador.

3.- El estilo personal de gobernar


En el fondo, la ciudad de México reveló el estilo personal de gobernar de
López Obrador. Arrinconado por los problemas, por el agobio de su compadre
Nico, por el caso Ahumada y el videogate, López Obrador no da su brazo a torcer.
Pero los conflictos han podido revelar los perfiles del ejercicio del poder del
tabasqueño cuyos principales rasgos delinean una forma de hacer política rumbo
al 2006 –su primera participación en una elección presidencial–:
1.- Manipulador. Usa sin rubor información que le afecta para darle la vuelta
y desgastar a sus colaboradores para fortalecerse él mismo. Usó a su chofer Nico
para enfrentarlo a todos, se desligó de su operador René Bejarano y atacó a su
aliado Gustavo Ponce. En todos los casos ocultó información.
2.- Mentiroso. Dice cosas que no son ciertas y las vende como verdaderas.
No vacila en desligarse del lastre o de olvidar complicidades del pasado. Sólo su
palabra vale. Basta con que él lo diga para exonerar aliados y condenar
adversarios.
3.- Agresivo. Ajeno al debate de las ideas, López es muy dado al insulto
personal, a la calificación del enemigo y a inventar rings para pelear. Sólo que los
medios y políticos le criticaban irregularidades, propuestas y errores, no buscaban
pelea. Para López Obrador, la mejor defensa es el ataque.
4.- Autoritario. Detrás de la sonrisa irónica, de las poses corporales, de la
voz baja ya se sabe que se esconde un hombre inflexible, convencido de sí
mismo, regañón, manipulador mediático. Se cierra al debate. Sólo él califica. Y
cuando pierde, ataca al adversario. "Yo me manejó así", dice para justificar
213

preferencias y para desconocer el derecho social a la información. Todos van


contra él.
5.- Patrimonialista. Como en los tiempos del priísmo, el reinado de López
Obrador en el GDF quedó marcado por las preferencias personales, el disfrute del
poder y sus beneficios familiares a costa del poder. Nadie puede acercarse a su
Camelot, reino ideal.
6.- Nepotista. Frente a la revelación de una larga lista de familiares de su
chofer Nico en la nómina del gobierno del DF, López Obrador se multiplicaron las
redes familiares en el poder. El gobernante desdeñó las evidencias y simplemente
dijo que eso no era nepotismo. Pero los familiares de Nico en el GDF andan como
por 20.
7.- Anti opinión pública. Como todo populista, López se aprovecha de los
medios para enviar mensajes y señales pero los desdeña como críticos. No
respeta la opinión pública, no le hace caso. El flujo de la comunicación es, para él,
unidireccional. Para López Obrador la opinión pública es asumida como masa
informe.
8.- Unilateral. Su capacidad de manipulación de las conferencias de prensa
se aleja de un acuerdo democrático. Habla de lo que quiere y asume a los
reporteros de la fuente como canales a su servicio. Plantea su agenda, escurre los
temas polémicos, se burla de las preguntas, no responde.
9.- Necio. Como buen tabasqueño, se niega a aceptar los errores. Eso lo
lleva a acumular errores porque la cobertura de uno obliga a cometer otros. La
necedad es la peor parte de un político porque lo lleva al autoritarismo.
10.- Delirante. Como no gusta del intercambio democrático, todo lo acredita
a las conspiraciones. Esta acusación facilita la elusión de responsabilidades con la
opinión pública. En toda su vida política no se le recuerda una disculpa o el
reconocimiento de un error. Lo malo de su gestión y de su vida política es
producto de complots.
11.- Ventajoso. Todo su comportamiento lo lleva a sacar siempre ventaja.
Todo lo enreda para su propio beneficio. Gusta usar a la gente y luego hacerla a
un lado. El caso más concreto es el de René Bejarano: lo usó sin pudor para
214

construir su base social en el DF y lo dejó a un lado del camino cuando apareció


en un video atiborrándose las bolsas del saco de dinero.
12.- Auto victimizado. Como no acepta el debate, asume siempre el papel
de víctima. "Déjenme trabajar", dice para eludir la crítica como derecho
democrático de las sociedades para evitar la construcción de dictadores. No
acepta la rendición de cuentas. Se presenta como el enemigo de los malos, lo que
lleva a concluir que sólo él es el bueno de la película.
13.- Populista. Busca siempre el aplauso del público, orienta sus reacciones
no para responder a reclamos informativos sino para agradar a las gradas. No ha
generado una reclasificación de clase. Además, su enfoque porrista carece de un
compromiso de clase. Apela tan sólo a tranquilizar a los pobres para beneficio de
los ricos.
14.- Escurridizo. Hábil en las conferencias, él define qué sí y qué no debe
debatirse. Gusta definir la agenda, aunque en los casos de corrupción del primer
trimestre del 2004 impuso una agenda que todavía exige muchas explicaciones.
López Obrador escoge a sus adversarios, define fechas y duración de los
combates y siempre huye declarando empate o victorias inexistentes.
15.- Ladino. Los que lo atacan son salinistas, enemigos, miembros del
hampa política, derechistas y muchos adjetivos más. Nunca reconoce la
posibilidad de que la crítica tenga un origen democrático. Engaña a sabiendas.
Miente sin rubor. Es un sobreviviente campesino o indígena en un mundo
dominado por los blancos.
Lo bueno de la crítica, sin embargo, radica en el hecho de que puede prever
la personalidad de los políticos. En el pasado priísta, el sistema político trataba
siempre de ocultar la verdadera singularidad de los políticos. Y la sociedad tenía
que conocer vicios y virtudes de los gobernantes cuando ya estaban en el poder y
ni cómo evitarlos. En una sociedad abierta como la actual, los políticos ya saben
que son observados por la sociedad. Sólo que algunos siguen apelando y
teniendo respuestas de la sociedad mediatizada del viejo priísmo que siempre
está a la espera del mesías político que vaya salvarlo de las crisis. Y hay políticos
que se niegan a mostrarse como son y no respetan las reglas de la nueva
215

democracia mediática donde la crítica es el instrumento de relación de la sociedad


con el poder.

4.- “Lo de populista me lo inventó Salinas”


Andrés Manuel López Obrador es un hombre pragmático, no un ideólogo.
Desde su centrismo se acomoda a veces a la derecha religiosa y empresarial y
luego en la izquierda de los movimientos sociales, pero sin casarse con ninguna
ideología. Hubo un tiempo en que autodefinió a la izquierda, pero después decidió
desechar, cuando ya era hombre de poder como jefe de gobierno del DF,
cualquier ideología.
Su posicionamiento no es de ideas sino de decisiones. Su inclinación por
privilegiar a los pobres en su agenda no fue por espacios de izquierda, sino podría
decirse que lo hizo desde la derecha: los pobres sin horizonte de bienestar son los
que pueden romper los sistemas, por tanto, llegó a decir, atender a los pobres
sería una tranquilidad para la derecha. Más que una posición política, López
Obrador ha buscado una justificación pragmática de su liderazgo.
Las percepciones gelatinosas de izquierda han permitido reformas
ideológicas que dañan el concepto mismo de izquierda. Como presidente nacional
del PRD, por ejemplo, López Obrador propuso para el partido algunas
consideraciones que rompían con el molde del marxismo. Un punto resultó
significativo: la propiedad accionaria de empresas por parte de los trabajadores.
Como partido de izquierda heredero del comunismo marxista del Siglo XX, el PRD
conculcaba la herencia ideológica y buscaba convertir a los trabajadores en
empresarios borrando de un plumazo con la lucha de clases como motor de la
historia. La propuesta del tabasqueño para el PRD nunca permeó. Aunque estuvo
animada por la experiencia de los trabajadores de Teléfonos de México, cuya
privatización fue condicionada por el gobierno de Carlos Salinas a la participación
sindical como socia de la empresa.
Históricamente, la definición de izquierda en México estuvo asociada a la
posibilidad de diseñar una alternativa a la formación capitalista y estatista del
216

sistema productivo mexicano, con el Estado por encima de las clases y de la lucha
de clases. Se trató, por cierto, de una moderación de los orígenes ideológicos del
Estado mexicano en la etapa de la radicalización --de Obregón a Cárdenas--, en
los que hubo definiciones socialistas y hasta marxistas de la educación y del
sistema productivo. Al perder referentes ideológicos, el Estado se transformó en
una burocracia dominada no por compromisos de clase sino por mediaciones
interclases para sustituir los acuerdos corporativos por la lucha de clases.
En esa evolución ideológica se localiza la definición de la propuesta de
“izquierda” de López Obrador. Por eso en el gobierno del DF se permitió
programas de apoyo presupuestal a personas de la tercera edad --un subsidio por
el sólo hecho de cumplir 65 años-- junto a proyectos entregados a empresarios
como Carlos Slim. En los años de gobierno en el DF, la lucha de clases
desapareció. Las protestas sociales ocurrieron sólo por conflictos intersindicales
(lucha magisterial), por decisiones de gobierno (Atenco), por restricciones
laborales (ambulantes), por luchas estudiantiles contra el alza de cuotas (CGH en
la UNAM) y por invasión de tierras, nunca para consolidar una alternativa marxista
en la vida de la ciudad de México.

En los años de su encumbramiento como líder conductor de masas ha


habido cuando menos tres críticas severas al modelo político de López Obrador de
populismo sin ideología rectora y todo agotándose en la búsqueda de la
popularidad personal. La primera de ellas le dio sentido político al modelo de
López Obrador: en 1996, en plena campaña por la presidencia del PRD, Heberto
Castillo caracterizó el programa ideológico de López Obrador de lombardista,
haciendo referencia al Vicente Lombardo Toledano que se convirtió en
colaboracionista de los gobiernos priístas de López Mateos y Díaz Ordaz y que
subordinó el Partido Popular Socialista al papel de “oposición leal” y aliado en
función del programa progresista de la Revolución Mexicana.
217

Heberto tuvo razón. López Obrador es un lombardista. El texto de Heberto,


publicado en la revista Proceso 10234 del 10 de junio de 1996 fue muy claro:
“Sorprenden los bandazos del candidato a la presidencia del PRD, Andrés
Manuel López Obrador. De una posición intransigente que demandaba la creación
de un gobierno de salvación mediante la renuncia de Ernesto Zedillo, el
nombramiento por el Congreso de la Unión de un presidente provisional, la
convocatoria a elecciones presidenciales y la elección de un nuevo mandatario
para instaurar el gobierno que salvaría al país del desastre económico, político y
social que vive, se ha pasado a la posición lombardista de apoyar al gobierno si
éste orienta el rumbo según las indicaciones del partido opositor.
“Ahora, el domingo 2 de junio de 1996, en documento que todavía no poseo
pero que fue parcialmente publicado en la primera plana de La Jornada, como la
noticia principal, López Obrador sale a la defensa del presidente Zedillo y reclama
la unidad en torno a él porque ‘está en marcha un proyecto para deponerlo,
inspirado y promovido desde el extranjero y vinculado a grupos políticos y
económicos que traicionan al régimen para apoderarse de las riquezas del país,
esencialmente los yacimientos petroleros’. El documento de Andrés Manuel se
titula ‘La defensa de las instituciones y el rechazo a la renuncia presidencial’”.
“Ante la dura crítica a la posición de López Obrador de parte de miembros
de su misma planilla, Cuauhtémoc Cárdenas se apresuró a defenderlo. Dijo:
‘López Obrador planteó una salida constitucional a la crisis, no un cambio de
personas que lleve a un mayor descontento’. Olvida Cuauhtémoc que esa era su
tesis al proponer el gobierno de salvación nacional en el III Congreso de
Oaxtepec, el cambio de personas. Interpreta Cárdenas las palabras de su
candidato a su gusto y conveniencia. Andrés Manuel no propone una salida
constitucional a la crisis, sino una rectificación de Zedillo a su política neoliberal,
creyendo tal vez que éste la sigue solamente por presión de fuerzas ajenas al país
o a su convicción política. No se entiende que Zedillo practica la política neoliberal
porque cree en ella, porque piensa que es la mejor para el país y para los
intereses políticos, económicos y sociales que representa en el PRI. Zedillo no es
218

de manera alguna un instrumento de otros y que actúa forzado. Es un actor de su


propia convicción política, como lo fueron De la Madrid y Salinas.
“A los dirigentes de la política neoliberal no los vamos a convencer de que
se pasen a nuestro bando político. Hay que presionarlos con métodos políticos
eficaces, parlamentarios, económicos, sociales, para que actúen de acuerdo con
las conveniencias de nuestros representados, del pueblo que ha sido despojado
de su riqueza por los grandes empresarios nacionales y extranjeros beneficiados
por la política económica seguida por los últimos gobiernos.
“Contrario a lo que expresa Cárdenas, López Obrador considera como una
salida a la crisis nacional convencer al jefe del Poder Ejecutivo de la necesidad de
cambiar la política neoliberal que sigue y que de hacerlo tendría el apoyo del
pueblo mexicano y del PRD. Esa delicada posición del PRD no considera AMLO
que hace falta decidirla en un congreso nacional o en un consejo, ni siquiera en el
Comité Ejecutivo del PRD; ya él se sabe presidente del partido, y como tal,
siguiendo la tradición implantada por sus antecesores, puede imponer al partido
sus decisiones. Por ello dice en su documento: ‘Zedillo podría tener el apoyo del
pueblo mexicano, de nosotros mismos (hasta de nosotros, los mejores del pueblo,
parece decir), pero no se la quiere jugar del lado del nacionalismo, de la defensa
de los intereses patrios, de la atención a reclamos sociales de justicia,
democracia, libertad y paz’. Y agrega, para que no haya dudas de su disposición a
la unidad: ‘Si para salvar a la República tenemos que apoyar a la Presidencia, no
vamos a titubear en hacerlo... si el presidente Zedillo tiene sensibilidad política, si
no se confunde con nosotros (?), si no se crece al castigo (?), sepa él y sepan los
mexicanos que nuestro partido es uno solo para defender las instituciones (como
se ve, ya Andrés Manuel habla a nombre del PRD y lo compromete por su cuenta)
y que todos sus militantes y dirigentes somos también soldados de la República’.
“Si a este discurso se le cambia el apellido Zedillo por el de López Mateos o
Díaz Ordaz, un lector ilustrado podría pensar que se trata de un documento del
PPS de los tiempos de aquellos presidentes y de Lombardo Toledano.
¿Volveremos a tener un partido de ese tipo, de ‘leal oposición al gobierno’, atento
a los actos positivos, progresistas de los miembros de la clase gobernante? ¿Será
219

ésta una reacción de la demanda hecha por Zedillo a quienes sólo propalan las
malas noticias y para nada se refieren a las buenas? Porque vale la pena decir
que si hay buenas noticias hay que darlas a conocer, y quienes criticamos los
actos malos del gobierno y el empobrecimiento sistemático de la población
estamos dispuestos a comentar con entusiasmo toda noticia que hable de
cambios favorables para los marginados. Hasta ahora nada sabemos de ese tipo
de cambios; crece la deuda externa; sigue el saqueo de nuestro petróleo, de los
dineros que ingresan al país por concepto de turismo, porque con esos dos rubros
se pagan los intereses de aquélla.
“Puede ser que la planilla que encabeza Andrés Manuel y que promueve
Cuauhtémoc Cárdenas haya cambiado su concepción del gobierno priísta y, en
vez de pedir la renuncia del presidente, piense ahora que debemos unir fuerzas
con él para sacar al país de la crisis si Zedillo acepta cambiar su política
económica. Nosotros no lo creeríamos aunque nos lo dijera el presidente, porque
el sustento ideológico del gobierno del PRI, su fundamento desde hace 13 años
cuando menos, es la doctrina neoliberal que pretende integrar a México al mundo
moderno, que considera imposible defender la planta económica nacional de la
competencia desleal que exigen las grandes naciones industrializadas.
“Tenemos a la vista la prepotencia imperial de Estados Unidos con su Ley
Helms-Burton cuando, ante el rechazo unánime de los 32 asistentes distintos a
Estados Unidos a la XXVI Asamblea General de la Organización de Estados
Americanos (sólo se ausentó República Dominicana), la representante
estadunidense ante la OEA, Harriet Babbith, calificó el cuestionamiento de la ley
como ‘una cobardía diplomática’ y negó que el Comité Jurídico Interamericano al
que los países solicitaron determine sobre la validez de la Ley Helms-Burton tenga
atribuciones para dictaminar sobre una ley estadunidense.
“Quienes hemos luchado toda la vida por construir un partido capaz de
vencer al PRI y al PAN para ser gobierno no podemos aceptar estos
planteamientos, y cuando los escuchamos vislumbramos acuerdos oportunistas
con funcionarios del gobierno para facilitar el arribo a la dirección del partido de un
grupo que pretende mantener indefinidamente su control sobre el PRD.
220

“Cuauhtémoc debe fundamentar claramente su apoyo a la posición de


Andrés Manuel, contraria a la que propuso en el III Congreso Nacional del PRD en
Oaxtepec. Si se convenció de las razones expuestas por los compañeros que
ganaron la discusión y que aprobaron por gran mayoría la transición pactada hacia
la democracia con todas las fuerzas políticas de la nación, su nueva posición de
apoyar a Zedillo si éste acepta el programa económico del PRD no contribuye a
que se avance en la construcción de la democracia sino, por lo contrario, ayuda a
que el PRD se quede atrás como simple ayudante del partido en el poder para
sacarlo de los apuros que padece internamente.
“Porque a nadie debe escapar que los rumores acerca de la renuncia de
Zedillo provienen de los hombres del poder, de México y de Washington. Entre los
hombres del gobierno, entiéndase, no hay desacuerdo sobre la política neoliberal
que se aplica, sino por la conducción que se tiene de ella. Nadie dentro del
gobierno interesado en quitar a Zedillo piensa en cambiar de rumbo; lo que
quieren es afianzar ese rumbo. Y debemos entender que la cúpula en el poder
sabe que las fuerzas progresistas están dispersas, desorganizadas y enfrentadas;
por ello se animan a ir por el camino del golpe, porque está entre ellos quien
reemplazará al desplazado. Usan el rumor para desestabilizar y aprovechan las
posiciones políticas y económicas que tienen en Estados Unidos. Recordemos
que la Dow Jones ha usado antes el rumor.
“La inconsistencia de los dirigentes sale a relucir en las emergencias.
Vivimos en una muy grave. Cuauhtémoc avanza en una posición de promotor
abierto de un candidato a opositor abierto de otro. Ahora me descalifica en el
debate sostenido con Diego Fernández de Cevallos en el Canal 40 de televisión.
Ahora Cuauhtémoc y López Obrador saltan de posiciones opuestas en breves
lapsos. Defienden la industria petrolera y se oponen a su venta, pero proponen
comprarla sin consulta previa con la dirección del partido y mucho menos con sus
bases. Se olvidan de que, si la Constitución prohíbe la venta o concesión de la
industria, ésta o parte de ésta no puede comprarse. Y se ignora que para
adquirirla se requieren 6 mil millones de dólares, esto es, 45 mil millones de pesos,
de los cuales se han recolectado en dos meses apenas 300 mil pesos, por lo que
221

de seguirse percibiendo las aportaciones a ese ritmo, en 12 mil quinientos años


más, los compañeros Cárdenas y López Obrador habrán reunido el resto.
¿Habrán considerado estos números o ni siquiera pensaron en ellos? Propuestas
de este tipo descalifican las luchas que damos en el PRD por defender los
recursos de la nación y nos muestran como, al menos, poco serios. Y siguiendo el
mismo camino individualista para tomar decisiones que comprometen a todo el
partido, ahora cambian su política intransigente de pedir la renuncia de Zedillo por
la de apoyarlo si cambia el rumbo económico de la nación. Se llega al extremo de
decirle al presidente en el documento que comentamos que ‘nuestro partido es
uno solo... y que todos sus militantes y dirigentes somos también soldados de la
República’. Sí lo somos, digo yo, pero depende para realizar cuál lucha.
“He respetado la decisión de Cárdenas de apoyar abiertamente la
candidatura de López Obrador. Está en su derecho. Respeto la decisión de
Porfirio Muñoz Ledo de mandar sus cuadros a promover a Amalia García. Es su
derecho. Pero rechazo la discriminación que públicamente hace Cuauhtémoc de
mi candidatura a la presidencia del PRD. En esta contienda hemos dicho que se
puede apoyar, se puede criticar; lo que no se puede ni debe es descalificar.
Tenemos que actuar ofreciendo razones del porqué de nuestras posiciones si
queremos mantener la unidad dentro del partido. Y construir la democracia hacia
dentro, la que tanto demandamos hacia afuera.”

El conflicto de la lobotomía ideológica del PRD que se ha magnificado con


la ausencia de ideología de López Obrador ha llevado a disputas entre
organizaciones afines o de algún modo cercanas en objetivos. El 4 de febrero del
2003, en una de sus tantas cartas sobre su recorrido político y social por el centro-
sur-sureste de la república, el subcomandante Marcos hizo una severa crítica al
PRD de Cárdenas y López Obrador justamente por su pragmatismo. El documento
provocó respuestas de Cuauhtémoc Cárdenas y otros perredistas, pero de todos
modos quedó en el debate el hecho de que un movimiento guerrillero en armas
222

criticaba severamente los acomodamientos pragmáticos del PRD. La crítica de


Marcos había dado en el blanco:

“Orizaba, año del 2001, la plaza llena...


“En un rincón se encontraban dos personajes de la política: los senadores
Jesús Ortega (jefe de la bancada perredista en el Senado) y Demetrio Sodi de la
Tijera (miembro perredista de la Cocopa). La plaza de Orizaba siempre ha sido un
lugar difícil para las manifestaciones políticas, y los dos senadores estaban ahí
para atestiguar el fracaso en la convocatoria de los zapatistas. Con el rostro
desencajado y cenizo, veían a la gente y la escuchaban. Entonces se miraron
entre sí, entendiendo que había que hacer todo lo posible para que esa fuerza no
saliera definitivamente a la lucha abierta... nunca.
“En un lado, Jesús Ortega, nativo de Aguascalientes, ex fiel seguidor de
Rafael Aguilar Talamantes en el Partido Socialista de los Trabajadores, diputado
de 1979 a 1982, expulsado del PST en 1987, miembro del PSM y después del
PSUM, nuevamente es diputado de 1988 a 1991, en 1989 se suma a la corte más
próxima a Cuauhtémoc Cárdenas, desde 1993 su trabajo en el IFE le permite
ligarse a los órganos del PRD en los estados, de nuevo diputado de 1994 a 1997
(entonces coordinador de la fracción de diputados del PRD), fue un cortesano de
Cárdenas hasta el año 2000, cuando incluso le aconsejó el retiro (hoy es uno de
sus principales detractores), es ahora senador de la república y coordinador de la
bancada de su partido en esa cámara.
“Sin haber dirigido ningún sector social, sin ninguna producción intelectual,
sin dotes de tribuno, sin carisma alguno, el senador Jesús Ortega es un botón de
la gran muestra de dirigentes del Partido de la Revolución Democrática.
“A su derecha, Demetrio Sodi de la Tijera, defeño, ex gerente de empresas
públicas y privadas, coordinador general del DDF en los tiempos de Ramón
Aguirre, ingresa al PRI en 1975, diputado federal por el PRI cuando se concreta el
fraude salinista contra Cárdenas, asambleísta -con la bendición de Salinas- del
PRI en la segunda Asamblea Local del DF (91-94), formaba parte del grupo de
Manuel Camacho Solís hasta que éste no es elegido candidato presidencial por el
223

PRI, sale del PRI en 1994 después del asesinato de Colosio, dirigente de Alianza
Cívica en 1994 y miembro del Grupo San Angel en el mismo año, en 1996
participa en el Foro de la Reforma del Estado (organizado por el EZLN) con una
ponencia donde auguraba que el PRI se mantendría en el poder por mucho tiempo
y que sólo las candidaturas conjuntas de PAN y PRD podrían derrotarlo, entra al
PRD -animado por el triunfo de Cárdenas en el DF en 1997, diputado del PRD en
1997-2000, ahora senador del 2000 al 2006. Como senador, además de impulsar
la contrarreforma indígena, ha buscado llegar a acuerdos con el PAN en lo de la
privatización de la energía eléctrica, votó en contra de renegociar la entrada en
vigor del capítulo agropecuario del TLC, y en no pocas ocasiones se manifestó en
contra de los campesinos rebeldes de San Salvador Atenco.
“Hace unos días, el analista político Armando Bartra hacía una especie de
balance de los 9 años del TLC y de la presencia pública del EZLN. No me
detendré en criticar el análisis frívolo y superficial de las iniciativas zapatistas, sino
en un señalamiento: el maestro Bartra decía que no debíamos buscarle caras de
Lulas (en referencia al hoy presidente de Brasil) a nuestros políticos, pero que
había que luchar, no sólo desde abajo, también desde <arriba> (es decir en las
cámaras) por la transformación de México. De acuerdo en lo de no verle cara de
Lula a los políticos. Pero parece también un error verle al PRD mexicano cara de
PT brasileño. ¿Y dónde está el equivalente al MST (Movimiento de los Sin Tierra)
carioca?
“Parece que el único argumento para sostener que hay que apoyar al PRD
es que no hay otra cosa, que si no se le apoya, entonces el PRI y el PAN y la
madre del muerto, y el sectarismo y todas las desgracias, caerán sobre nosotros.
Recientemente, como respuesta a las críticas al PRD hechas por los 7
comandantes y comandantas del EZLN, el primero de enero de este año, la
presidenta de ese partido, Rosario Robles, llamaba a no pelear entre "amigos", e
insistía en que lo de la votación de la ley indígena había sido un error y así se
había reconocido.
“¿<Amigos>? ¿<Error>?
224

“Según se desprende de las defensas a ultranza que los senadores Ortega


y Sodi hicieron de la contrarreforma indígena (cuando ya ni Bartlett ni Cevallos la
defendían, pues era mayúsculo el repudio nacional e internacional), no se trató de
un <error táctico>. Bajo la visión de Ortega y Sodi realmente no es muy importante
que a las comunidades no se les reconozca su carácter de <entidades de derecho
público>; tampoco que no se hable del <disfrute colectivo de los recursos
naturales> (¡según Ortega esto es innecesario!); incluso lo del territorio, en tanto el
<hábitat abarca lo del territorio>.
“Con todo lo anterior, los reclamos y la oposición de los pueblos indios de
México en contra de la Ley, que los senadores quisieron y quieren limitar a <gente
cercana al EZLN y al subcomandante>, sólo se reduce a que los pueblos indios no
comprenden la <sabiduría> de los legisladores perredistas.
“Pero el asunto es que los senadores de la izquierda mexicana defendieron
una ley que es de derecha. Y cuando el señor Cárdenas Solórzano indicó votar
por la contrarreforma indígena (<¿Eres un senador del EZLN o del PRD? ¡Vota
por la unidad del partido!"> habría dicho, olvidando que los senadores no son del
EZLN, pero tampoco del PRD, del PRI o del PAN, sino senadores DE LA
REPUBLICA), lo hizo por una ley de derecha.
“La alternativa era clara: o con los pueblos indios (y los millones de
mexicanos no indios que apoyan sus demandas) o con la contrarreforma indígena
de Cevallos-Bartlett-Ortega. Y el PRD eligió, y eligió de acuerdo al perfil que se
construye: el de una izquierda agradable y cómplice de la derecha.
“La aprobación de la ley Cevallos-Bartlett-Ortega (by the way, ninguno de
ellos fue elegido por votos --entraron al Senado como cuota de partido--), es decir,
del PRI-PAN-PRD fue, en efecto, un triunfo de la clase política mexicana en contra
de los pueblos indios (y no sólo contra el EZLN), pero un triunfo pírrico, que se
desvanece ya ante el avance de los procesos de autonomía y de resistencia no
sólo en los indígenas.
“¿Los diputados perredistas se <salvan>? Bueno, el voto en contra de la
contrarreforma se acordó en la fracción parlamentaria de la Cámara de Diputados
225

con apenas 3 votos de diferencia. Y los diputados del PRD están aprobando varias
cosas que tienen que ver con dicha contrarreforma.
“Pero, ya en el terreno de los supositorios, pensando que sí, que sólo fue un
<pequeño error> que debemos perdonarnos como <amigos>, entonces ¿qué
significa lo que sigue?
“1) El PRD lleva tres años seguidos votando a favor del presupuesto
federal. Ellos se justifican señalando que no han sido los proyectos originales de
Fox. La realidad es que en Hacienda se manda un presupuesto que ya saben que
deberá ser <modificado> por los diputados (aumentando un poquito a educación,
salud, etc.), con lo cual se asegura su voto. Si es verdad, como dice la teoría
económica, que el presupuesto representa el modelo económico en funciones,
entonces el PRD lleva tres años votando a favor del neoliberalismo y contra los
mexicanos, y su voto ha significado votar a favor de pagar la deuda externa, de
limitar el crecimiento, de seguir fielmente los dictados del Fondo Monetario
Internacional y del Banco Mundial.
“2) Los diputados del PRD están poniendo en práctica los acuerdos que se
votaron mayoritariamente sobre la Ley indígena, tanto en lo que tiene que ver con
las leyes reglamentarias, como en lo de las partidas presupuestales. Votaron en
contra, pero son garantes de la implementación de esa ley.
“3) En el Senado el PRD votó a favor de las modificaciones a la Convención
Internacional sobre desaparecidos, con lo cual se garantizó el fuero militar (los
soldados solamente serán juzgados por tribunales militares) y la no retroactividad,
con lo cual se garantizó la impunidad.
“4) En diciembre pasado varios legisladores del PRD (entre otros, el
senador Sodi) votaron con el PAN y el PRI sobre no exigir que se suspendiera la
aplicación del capítulo agropecuario del TLC.
“5) Simplemente para darse una idea del dispendio que significaron las
elecciones internas del PRD, un anuncio de 20 segundos en el noticiero de López
Dóriga, en Televisa, cuesta 465 mil pesos. Se pagaban a los brigadistas (muchas
veces miembros de pandillas de varias colonias pobres) 60 pesos por hora en el
día para pegar propaganda, y 80 pesos la hora en la noche para quitar la del
226

contrincante. Se calcula que el costo de la campaña previa del PRD fue de cerca
de 80 millones de pesos.
“6) El señor Ramírez Cuéllar, de El Barzón, uno de los <líderes> del
movimiento campesino actual, ¿no fue precandidato del PRD a la delegación
Venustiano Carranza del DF que, por supuesto, está mayoritariamente poblada
por campesinos? ¿Cuántos de los candidatos del PRD a puestos diversos han
sido alguna vez líderes sociales? ¿Cuántos precandidatos del PRD a las
delegaciones ni siquiera aparecieron en las boletas de encuesta? ¿Cuánto se
gastaron los precandidatos que se anunciaron en radio y televisión? ¿Cuánto se
gastó en la avioneta que promocionaba a uno de los precandidatos?
“7) ¿Un partido de izquierda recurre a las encuestas para elegir a sus
candidatos y dirigentes? ¿Un partido de izquierda promociona nombres y rostros
en lugar de principios y programas? ¿No es verdad que el 67% de los municipios
que gana el PRD, los pierde en la siguiente elección por gobernar como lo hacen
el PRI y el PAN? ¿No es cierto que el discurso del PRD no le <llega> a los
jóvenes, a los indígenas, a los ecologistas, a las mujeres, al nuevo movimiento
campesino? ¿Cuál es la posición clara del PRD en los asuntos internacionales?
“El PRD, es cierto, alguna vez fue un partido de izquierda. Ya no. Ha optado
por sumarse (a la cola) a la lógica de la clase política y sólo aspira a ser el peso
que modifique la balanza, olvidando que al dueño de la balanza eso le tiene sin
cuidado. Se ha ligado ya orgánicamente al aparato de Estado y depende
económicamente, es decir, políticamente, de él. A su interior se ha formado ya una
nueva clase de políticos que vive del presupuesto y hace todo lo posible por
mantenerse en él. Ya no hay principios, ni programa... y, ergo, ni partido.
“A los zapatistas no se nos escapa el hecho de que hay mucha gente
honesta y consecuente en el PRD (la saludamos). Pero no es ella la que decide el
rumbo y el perfil de ese instituto político.
“Una y otra vez se nos dice que, ni modo, no hay otra cosa. Pero, como dijo
el Comandante Tacho el uno de enero, SI hay otra cosa...
“Desde las montañas del sureste mexicano.
“Subcomandante Insurgente Marcos.”
227

Y en el mismo tenor, el historiador y fundador del PRD Adolfo Gilly envió


una carta abierta el viernes 26 de marzo del 2004 al presidente interino del partido,
Leonel Godoy, para recriminarle la pérdida de rumbo ideológico. Sin mencionarlo
por su nombre, Gilly --aliado de Cárdenas y autor de uno de los enfoques más
novedosos, el trotskista, de la historia de la revolución mexicana: La revolución
interrumpida-- hizo un severo cuestionamiento de la desideologización perredista
en el gobierno del DF de López Obrador por sus alianzas con los enemigos
históricos de la izquierda y de los grupos progresistas:
“Estimado Leonel: Recibí tu atenta carta (supongo que es una circular,
enviada también a otras personas) en la cual me anuncias la realización del
octavo Congreso Nacional del PRD y me dices:
“<Reconociendo su trayectoria y aportación a la democracia y cultura del
país, nos gustaría contar con su presencia como invitado en este evento>.
“Como tú sabes, pero tal vez otros no, fui fundador del PRD en 1989 y
participé como redactor del Llamamiento al pueblo mexicano a través del cual un
numeroso grupo de ciudadanos convocó, en 1988, a la organización del partido
que ahora presides.
“Ante la realización del evento al cual me invitas, quisiera hacer algunas
reflexiones.
“Este evento, denominado octavo congreso del PRD, no es tal en realidad.
Un congreso se conforma con delegados elegidos que representan la opinión y
llevan el mandato de sus electores. Para este evento no hubo elección y quienes
asisten con voz y voto no son delegados por nadie. Representan apenas la
votación de la cual surgió el precedente séptimo congreso, efectuado en mayo de
2002 para tratar otros problemas que los actuales, y suponiendo además que esta
votación no hubiera estado viciada por los fraudes probados en el informe de
octubre de 2002 elaborado por la Comisión para la Legalidad y Transparencia
designada por aquel congreso. En el mejor de los casos, el actual evento podría
228

ser una asamblea de dirigentes del PRD o un encuentro de miembros de sus


actuales estructuras dirigentes.
“Esto, pues, Leonel, no es un congreso: es una reunión de ustedes, a la
cual deseo, dentro de lo posible, el más ordenado desarrollo y la mejor conclusión.
Otras facultades no tienen, como tampoco las tendría ninguna agrupación paralela
que asumiera el nombre de PRD.
“Dicho lo anterior creo, como todos los ciudadanos de este país, que el
PRD atraviesa una coyuntura gravísima. Esta gravedad depende en buena parte,
a mi juicio, del prolongado e ininterrumpido proceso de alejamiento del PRD con
respecto a la vida, los afanes, las angustias y las formas de organización y de
lucha del pueblo mexicano. Su contrapartida es el ininterrumpido acercamiento del
PRD, hasta el punto de identificación casi total, con las instituciones
administrativas y políticas del Estado, de las cuales el PRD parece considerarse la
parte <izquierda>.
“Ejemplos de esta identificación abundan, pero para no ser extenso
mencionaré sólo dos: uno, la función meta estatutaria que se asigna a los
gobernadores en las deliberaciones y las decisiones del PRD, como si se tratara
de un Consejo de Pares del Reino; el otro, la intención no desmentida de los
diputados del PRD de participar en el próximo atentado contra la Constitución
todavía existente, contra la tradición jurídica nacional desde el Constituyente de
1917 y contra los derechos democráticos del pueblo mexicano, que consistirá, si
nadie lo evita, en establecer la relección inmediata para los diputados y senadores
de la nación.
“No será esta, Leonel, la primera defección en esos terrenos, pues ya en
1992 los legisladores perredistas, encabezados en esta empresa por el profesor
René Bejarano, participaron en la contrarreforma salinista del artículo tercero
constitucional para abrir la puerta a la liquidación de la gratuidad de la enseñanza
pública a nivel universitario, atentado cuya materialización hasta hoy los
universitarios hemos impedido. Esta entrega de principios sustantivos mereció
mucha menor atención por parte del PRD que los tristísimos videos en los cuales
dicho profesor aparece en sucesos de ínfima importancia. Pero ambos hechos
229

están unidos por una coherencia de sustancia y de vida que, una vez más, la
ensordecedora moralina imperante tiende a encubrir.
“En otras palabras: el PRD se ha convertido en un partido cercano de las
instituciones y lejano del pueblo. Este alejamiento del pueblo trabajador, de los
oprimidos, los subalternos, los explotados y despojados; de las clases populares,
que fueron quienes rompieron en 1988 el monopolio PRI-PAN y dieron origen a
este partido, y, sobre todo, de sus organizaciones y sus autonomías, no es una
cuestión de moral, sino de trasformación política. El PRD es hoy, en suma, un
partido que mira desde arriba hacia abajo, y no desde abajo hacia arriba; desde
las instituciones hacia el pueblo, y no desde el pueblo hacia las instituciones. El
PRD ha adquirido, sin duda, una mirada subordinada a la mirada de las clases
dominantes.
“Esta transformación política de lejano origen es la que determina, pienso,
la reacción defensiva, inepta y desconcertada de la estructura dirigente del PRD
frente a las denuncias de corrupción en su contra. Es penoso ver cómo la
dirección del PRD, en su totalidad, se deja acorralar por la televisión y sus más
tenebrosos personajes, que conducen una campaña obviamente orquestada y
dosificada. Es penoso ver el torrente de moralina que viene desde esas
estructuras partidarias, tronando contra los "corruptos", pidiendo "castigo
ejemplar", hablando de depuraciones y de ética, y fingiendo ignorar lo que el
pueblo dice y sabe de tantos funcionarios provenientes de todos los partidos,
incluido el PRD, en las administraciones municipales donde siguen imperando la
mordida, la amenaza, la prepotencia y la represalia contra quienes no se dejan. Es
absurda la moralina cuando se ignora la progresiva asimilación del PRD a los
viejos "usos y costumbres" de la clase política, facilitada por la colonización del
PRD y de sus estructuras de representación por políticos provenientes del PRI,
que siguen siendo exactamente lo mismo que antes, salvo que toman al PRD
como una buena franquicia electoral. Esta asimilación empieza por los métodos
clientelares con que se amarra y se moviliza a las "bases partidarias" en toda la
geografía nacional. Lejos, muy lejos estamos del partido de ciudadanos al cual
convocaba el llamamiento inicial de 1988.
230

“Y esto, compañero presidente, no es una cuestión moral o estatutaria, que


en eso se han convertido desde hace mucho las discusiones en las instancias
dirigentes del PRD, sino una cuestión de orientación política: con quién está el
PRD, a quién representa, a quién sirve y junto a quién lucha. Porque, permíteme
decirte, es un viejo cuento que los socialistas siempre hemos rechazado el de que
un partido puede responder a la vez a los intereses de los trabajadores y el pueblo
y a los intereses y las exigencias de los empresarios, por más <progresistas> que
éstos digan ser.
“Por esa mutación política --que no moral-- del PRD en un partido de
empresarios y de políticos, que <también> se ocupa de <los pobres> (y busca
protegerlos, pero no apoyar su organización autónoma), es que Carlos Ahumada,
auténtico empresario, pudo pasearse por todas las tribunas del PRD, codearse
con sus dirigentes, discutir con ellos a cada momento y, no me digan que no
porque aquí nadie nació ayer, tener voz y peso en muchas de las decisiones que
esos dirigentes tomaban. No es una cuestión personal o de vida privada ni una
<infiltración>, como dicen los moralistas de uno y otro bando. Es el símbolo de la
prolongada y profunda mutación en la política, en la sicología y en los estilos de
vida en los destacados dirigentes del PRD. Luis Buñuel lo llamaba >el discreto
encanto de la burguesía>.
“Desde esta mutación en los principios, en las propuestas, en las políticas y
en las alianzas, está escrito el canto a los "verdaderos empresarios" con que Martí
Batres se dirige a la Canacintra en La Jornada del 25 de marzo, a través de un
panegírico a su presidenta saliente. Un partido del pueblo y sus eventuales
dirigentes debe, por supuesto tratar, conversar y llegar a acuerdos convenientes
con los empresarios de todo tipo. Lo que no puede ni debe hacer es entonar las
loas políticas de esta clase social privilegiada frente a la miseria, la exclusión y la
explotación que sufre la inmensa mayoría del pueblo, ignorando la ira y la furia
que en ese pueblo se está acumulando mientras el PRD se extasía con tales
<empresarios>. Esta mutación sicológica y política es lo que hizo posible
--inevitable, diría-- la infortunada aventura del PRD con el pícaro Carlos Ahumada,
empresario de innegable espíritu emprendedor y de notable capacidad de
231

convicción. Atención: no es el único ni, por mucho, el más importante e inteligente


de esa especie.
“Tres cuestiones políticas que fueron decisivas en esta transformación, y no
las únicas, quiero anotar en esta carta:
“1) La política de alianzas del PRD, que aquí se alía con el PAN, allá con el
PRI y más allá quién sabe con quién, fuera de toda preocupación de principios o
de programa. De ese tipo era la alianza que en 1998 se trató de imponer con
Ignacio Morales Lechuga: el fallido intento, como se ha visto, tuvo sus secuelas.
De esas alianzas, la más inaceptable, la que en cualquier ocasión y lugar que se
realice resultará funesta, es la alianza con el PAN, es decir, la alianza con el
partido conservador, representante político del poder más antiguo y reaccionario
de México: la jerarquía de la Iglesia católica, el partido de la subordinación a
Estados Unidos y de la aplicación a fondo de la restructuración neoliberal y la
privatización total de los bienes comunes de la nación. Esas alianzas son una
aberración, contraria a las raíces liberales y radicales del PRD.
“2) El abandono, por momentos hasta el límite del enfrentamiento, del
movimiento estudiantil y universitario de 1999, el último movimiento social de
envergadura que, pese a todas las vicisitudes y los sectarismos (buena parte de
los cuales se deben a la deserción del PRD), impidió la abolición de la enseñanza
gratuita a nivel universitario. La contrapartida es que el PRD, como estructura
partidaria, no tiene nada que hacer en la UNAM y, para bien de la universidad,
ojalá no intente regresar nunca. Fue ésta una deserción de sus obligaciones hacia
los movimientos de la sociedad y, sobre todo, hacia el universitario, decisivo en los
orígenes mismos del PRD en 1987 y 1988.
“3) El abandono, en el Congreso de la Unión, de las demandas indígenas y
democráticas contenidas en los acuerdos de San Andrés y la participación en la
elaboración de la ley Bartlett-Fernández de Cevallos-Ortega de contrarreforma
indígena y en su votación unánime en la Cámara de origen, el Senado. La ley
Cocopa representaba una reforma constitucional que no sólo defendía los
derechos indígenas, sino que abría paso a una transformación y ampliación
democrática de todas las estructuras del Estado y de las relaciones de la sociedad
232

en México. A ella se opusieron por sólidas razones tanto los conservadores del
PAN como los liberales del PRI. Esta deserción de sus compromisos y
obligaciones con la democracia por parte del PRD fue una de las fases definitorias
-no remediada por declaraciones inefectivas posteriores- en su transformación en
uno de los sostenes de las estructuras opresoras, injustas y excluyentes que
encierran en sus actuales límites a la vida política del país.
“De estas deserciones, claudicaciones y abandonos en el terreno liberal, en
el terreno social y en el terreno democrático, y de muchas otras en los tres
terrenos, se fue nutriendo la gravísima situación que hoy enfrenta el PRD. No tiene
sentido abordarla como una cuestión de moral individual o de normas estatutarias.
Si esta asamblea, como todo lo indica, toma por ese camino, terminará de
encerrar al PRD en un callejón sin salida.
“Tierra, petróleo, energía, derechos y autonomías indígenas, educación,
investigación, salud, pensiones, territorio, ecología, biodiversidad, salarios,
empleos, vivienda, legislación social, régimen fiscal equitativo, medio ambiente e
infraestructura urbana, seguridad, soberanía, paz y oposición a las guerras,
democracia, justicia, ciudadanía, corrupción y narcotráfico, retiro del Ejército de
Chiapas, paz y respeto al EZLN y al movimiento indígena nacional, libertades,
derechos y libertades de las mujeres, Ciudad Juárez, cultura, medios de
comunicación, tiempos libres, edades de la vida, convivencia, son sólo algunos de
los temas que debería abordar, previa amplia discusión e intercambio, una
asamblea, conferencia o congreso de un partido liberal, democrático y social que
estuviera cercano al pueblo mexicano de estos días y quisiera contribuir al
surgimiento de nuevos movimientos de la sociedad desde lo más profundo, únicos
que podrán en el futuro cambiar el estado de cosas existente.
“Esos temas tendrían que traducirse no tanto en <políticas públicas> (que
parece ser lo único en lo cual piensa el PRD), sino en primer lugar en políticas de
organización autónoma desde abajo y desde adentro de esos movimientos
profundos de la sociedad, del pueblo, de los subalternos y los oprimidos, hoy
abandonados a su suerte por todos los partidos. Son los únicos que tendrán la
233

fuerza, con sus movilizaciones, para revertir el actual curso conservador, entre
resignado e indiferente, de la vida política y social en el país.
“Por todo lo que sabemos, Leonel, este próximo evento no tratará, y
tampoco estaría en condiciones de hacerlo con seriedad y profundidad, ninguno
de esos temas, es decir, de aquellos que conforman la vida, las angustias y las
esperanzas del pueblo mexicano.
“Hablará, parece, sobre todo del propio PRD, sus equilibrios, sus
estructuras, sus estatutos y sus consideraciones económicas y morales.
“Por eso, y por las razones que expongo en esta carta, sólo me queda,
Leonel, agradecer una vez más que hayas recordado mi nombre en la lista de
invitados a este importante evento y decirte que en estas condiciones no tendría
sentido mi asistencia.
“Salud y suerte, presidente.”

5.- AMLO: largo y sinuoso camino al populismo.


En intentos desesperados por eludir el debate a fondo de las ideas, López
Obrador ha buscado un control de daños sobre el contenido real de su propuesta
de gobierno. Por ello ha querido ocultar la dimensión populista del cuerpo central
ideológico de su oferta de gobierno y la ha querido presentar como política social.
Sin embargo, el señalamiento de populismo a la política de gobierno de López
Obrador no es una crítica sino una verdadera y profunda caracterización histórica
e ideológica que no comenzó con el venezolano Hugo Chávez, sino que asumió
su verdadera dimensión a finales del siglo XIX en la Rusia zarista entre los
marxistas de Lenin y los socialdemócratas.
La estrategia de López Obrador ha sido la de negar lo innegable, de acusar
a Carlos Salinas de la campaña y de deslindarse de cualquier parecido con
Chávez. Asimismo, ha reducido el asunto a una crítica, dice, contra su programa
de pensión a personas de la tercera edad. También ha tomado el caso como un
problema de lenguaje, en donde el concepto de populismo quiere equipararse con
popular, con preocupación por las clases populares. Y con habilidad, ha querido
234

convertir el concepto de populismo en algo positivo y de beneficio social, cuando


su significado es exactamente otro.
Sin saberlo del todo, el iniciador del debate sobre el populismo fue Karl
Marx en su libro El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, publicado como análisis
en la revista Die Revolution en 1852. El concepto de bonapartismo que asumió
más tarde Trotsky nació justamente del ensayo periodístico de Marx sobre el golpe
de Estado de Luis Napoleón Bonaparte en 1851 para coronarse como el tercer
emperador de Francia. El bonapartismo, señala Elisa Chuliá en la introducción del
libro de Marx en la editorial Alianza, fue ensayado a partir del criterio de que una
clase propietaria le entregó el poder a un ejemplar del cesarismo. Así, una clase
social popular ejerce el poder, pero para beneficio de otra clase social no popular.
El populismo se convirtió a mediados del siglo XX en un hijo directo y
predilecto del bonapartismo. La diferencia es de matiz y de utilidad. El populismo
se nutrió del bonapartismo en su objetivo de clase, pero le dio jerarquía a partir del
movimiento de masas mayoritarias y de liderazgos caudillistas. El populismo se
convirtió en la alternativa a la lucha de clases que colocó Marx como el motor de la
historia en El manifiesto del Partido Comunista de 1848. Se trató de un modelo de
atención a las necesidades sociales de las mayorías marginadas, pero sin
modificar la estructura de propiedad ni de clases y sin generar guerras fratricidas.
El debate ruso sobre el populismo ocurrió a finales del siglo XIX entre los
marxistas y los socialdemócratas revisionistas. En su texto Nuestro programa,
Lenin señalaba que la socialdemocracia se había metido en una crisis ideológica
porque ya no aspiraba al poder y el marxismo seguía optando por la lucha de
clase del proletariado para alcanzar el poder político.
El populismo, por tanto, se ha convertido en una desviación conciliadora de
la izquierda. En la experiencia latinoamericana, el populismo descarrió las
posibilidades del socialismo para acceder al poder al desvirtuar el objetivo de la
lucha de clases en los trabajadores por el del colaboracionismo a partir del
liderazgo del caudillo. Peor aún: el populismo tuvo derivaciones en el caudillismo y
el cesarismo de los dirigentes. Y al final de cuentas, un grupo dirigente sin
compromiso de clase asumió el poder en nombre de las clases populares --y no
235

directamente de la clase obrera-- pero para servir a la clase propietaria


directamente o a través de las expropiaciones. Y ocurrió con Juan Domingo Perón
en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México, Juan Velasco
Alvarado en Perú, Jacobo Arbenz en Guatemala, entre muchos otros. Hoy el caso
de Hugo Chávez-Nicolás Maduro es paradigmático del reciclamiento del
populismo.
Lo que falta por racionalizar a nivel teórico es el vacío político e ideológico
que existe entre el populismo y el socialismo. Fidel Castro puede tener muchas
simpatías por Hugo Chávez, pero las diferentes entre la revolución cubana y la
revolución bolivariana son enormes: la primera es marxista y aspira al comunismo;
la segunda es populista y se agota en ciertas decisiones que los relevos
democráticos pudieran retrotraer en cualquier momento. En todo caso, los
populismos revolucionarios fallan en la ausencia de una base de clase obrera y
todo se agota en movilizaciones callejeras. Y lo que ha enseñado la historia es
que los populismos dependen de un líder cuyo agotamiento, desviacionismo o
desaparición por relevos democráticos diluye la viabilidad del modelo social.
En este escenario aparece la propuesta populista de López Obrador, hija
política --aunque no de modelo-- de los populismos mexicanos del pasado: el de
Obregón, el de Calles, el de Cárdenas y el de Luis Echeverría. No hay lucha de
clases ni cambio de modelo productivo, sino liderazgo personal suficiente para
atemperar la lucha de clases del lado de las no propietarias y sin el consenso de
las propietarias. Pero como todo populismo y sobre todo los populismos
mexicanos, su posibilidad depende directamente de un acuerdo entre las clases. Y
las propietarias difícilmente han aceptado sacrificar beneficios en aras de una
tranquilidad que han podido encontrar por la vía de los autoritarismos de Estado.
Asimismo, el principal talón de Aquiles de los populismos es la política fiscal
del Estado, como lo demostró la crisis económica de 1976 por el desbordamiento
de gastos del gobierno ante la paralización de los ingresos. Los gobiernos
populistas tienen facilidad para gastar, pero no encuentran forma de aumentar los
ingresos. Y las clases propietarias son reacias hasta para invertir fiscalmente en
su propia tranquilidad. En este escenario, López Obrador ha enfrentado
236

dificultades fiscales para su programa de subsidios. Pero hasta el gobierno del DF


–cuando López Obrador lo gobernaba– hubo relativa facilidad porque no destinó
demasiado presupuesto a programas sociales; en todo caso, supo
mediáticamente promoverlos como política social cuando se trató simplemente de
dinero regalado a un sector minoritario de la población.
El populismo, por tanto, es un asunto por debatir. Pero en función de un
concepto que no se asuma como maldición o acusación, sino como
caracterización de un modelo de desarrollo y de política económica, así como un
modelo de estabilidad social. En sí mismo el populismo no es malo; en todo caso,
su lado negativo tiene que ver con la interrupción de un proceso de confrontación
de clases inevitable y en la dificultad estructural de satisfacción de las crecientes
demandas sociales. En el fondo, el populismo ha querido verse como una especie
de modelo comunista con existencia de sector propietario. Pero al existir las
clases, su confrontación es inevitable porque muchas veces no depende de
sucesos locales sino de la lógica del desarrollo capitalista internacional.
A diferencia del objetivo de clase del socialismo marxista y en la toma del
poder por la clase trabajadora, el populismo consolida un grupo gobernante al
frente de un Estado sin compromiso de clase. Asimismo, no busca la propiedad de
los medios de producción, sino que legitima la explotación obrera. La equidad no
se logra vía la dictadura del proletariado, sino a través de políticas sociales
garantizadas por programas que tienen el consenso de la clase propietaria. Y al
final la lucha de clases se mitiga a través de los compromisos de los caudillos
populistas, pero sin terminar con la explotación de la clase proletaria. Lo que
queda es la anulación de la lucha de clases como motor de la historia.
La caracterización populista de López Obrador en realidad no tiene que ver
con sus parecidos con Luis Echeverría. Más populista fue Lázaro Cárdenas y
consolidó un movimiento de masas en torno a un programa revolucionario de
prestaciones sociales y de contención de la clase propietaria. Pero Cárdenas tuvo
la visión histórica de contener radicalismos y de eludir el caudillismo transexenal;
su sucesión conservadora pudo consolidar su modelo social. El populismo de
Echeverría entró en colapso --como logró probar con cifras Carlos Tello en su libro
237

La política económica en México (1970-1976)-- por el lado de los ingresos ante un


gasto desbocado, y por los desacuerdos con el sector empresarial por temores a
las simpatías de Echeverría con el cubano Fidel Castro y el chileno Salvador
Allende.
El populismo de López Obrador en la jefatura de gobierno del DF ha sido
limitado en sus acciones administrativas y presupuestales. Se ha agotado sólo en
algunos programas de subsidios sociales con cargo al presupuesto público, pero
sin afectar la clasificación social de suyo desequilibrada entre una mayoría
explotada y una minoría explotadora. Echeverría agrandó el Estado sin atender la
crisis fiscal de las finanzas públicas, aumentó la burocracia y aprobó programas
sociales aislados. Como en tiempos de Echeverría, López Obrador ha descuidado
el ingreso fiscal y ha cargado buena parte del gasto a la deuda pública.
El populismo de López Obrador, por tanto, es más mediático y discursivo
que político. El saldo social de pobreza en el DF aumentó a pesar del compromiso
de “primero los pobres”. En la ciudad de México alrededor del 60% de la población
vive en condiciones de pobreza, el detonador de la construcción no logró reactivar
a otros sectores de la economía. Los subsidios a algunos servicios públicos para
la clase baja --y no la depauperada--, el apoyo a precios bajos a algunos
productos básicos y la pensión de menos de un salario mínimo a las personas
mayores de 60 años de edad han sido algunas de las más importantes decisiones
de apoyo a las mayorías marginadas. En cambio, han recibido más beneficios las
clases empresariales y las clases medias en sus servicios.
El trasfondo del debate sobre el populismo de López Obrador tiene que ver
con las referencias a la representatividad de la izquierda o más bien de una
izquierda. Antes de ser convencido por Manuel Camacho de que la mejor bandera
era la del centro político, el jefe de gobierno del DF se presentó a sí mismo como
un gobernante de izquierda. Inclusive marxistas y ex dirigentes del Partido
Comunista Mexicano también reiteraron la caracterización de izquierda de López
Obrador. Pero todos se han cuidado de definir con claridad qué tipo de izquierda:
la socialista, la comunista, la marxista, la populista o la socialdemócrata o la de
centro.
238

El populismo fue la coartada de los generales revolucionarios con formación


sentimental socialista que concluyó que México no era un país apto para el
comunismo, ni siquiera para un socialismo radical. Las diferentes versiones de
populismo respondieron a la caracterización real del concepto: caudillos en lo
individual o como grupo que tomaron el poder en nombre de la clase proletaria,
pero para servir a los intereses de la clase propietaria. El camino intermedio radicó
en la creación de un Estado con compromisos sociales con los mexicanos
marginados, una legislación constitucional lasallista para proteger los intereses
populares y un partido corporativo que a la larga se convirtió en un instrumento de
control y de mediatización de clase.
Aunque todos los gobernantes mexicanos del siglo XX se han presentado
con preocupaciones sociales y populares, López Obrador sería uno de los pocos
que quiere llegar al poder luego de un gobierno local de tipo populista y como
oferta de gobierno nacional. Lo que preocupa de López Obrador a muchos
sectores no es la pensión a la tercera edad, ni los segundos pisos vehiculares, ni
su perredismo, sino su tendencia a la movilización de las masas para imponer
decisiones de poder o para eludir el imperio de la ley. Asimismo, su inclinación al
control político de las instituciones de gobierno y de otros poderes. Y su insistencia
en una presencia caudillista en medios para dominar el medio político y exaltar su
propio dominio de los espacios políticos.
La salida que encontró al caso de El Encino y su correlativo proceso de
desafuero adelantó sus comportamientos populistas autoritarios. En lugar de
resolver el conflicto en varias instancias anteriores, provocó el desafuero y luego
sacó a la gente a la calle para obligar al gobierno de Fox a interrumpir el proceso
legal. Pero no se trató sólo de un desafío personal y de poder, sino que formó
parte de una estrategia de agotamiento de las estructuras jurídicas, políticas y
sociales para la conformación de un modelo populista de largo plazo. López
Obrador tiene claro que no le alcanzará un sexenio para imponer sus planes y por
tanto se ha dedicado a sabotear el modelo de gobierno priísta a fin de instaurar
uno nuevo con la posibilidad de reelección hasta por tres periodos. Esta salida
utilizó Hugo Chávez para mantener en el poder a su revolución bolivariana.
239

El modelo transexenal de liderazgo de gobierno tiene su referente en Fidel


Castro. La viabilidad en el horizonte de la revolución cubana no ha dependido de
sus saldos sociales y políticos sino del control del poder durante 46 años como
hombre fuerte. Chávez apenas podría durar quince años. Y López Obrador
aspiraría como mínimo a tres sexenios. Pero a la larga el deterioro del modelo
acelera las contradicciones sociales, la exclusión política genera resentimientos
entre grupos y todas las experiencias --excepto la de Cárdenas-- terminaron en
golpes de Estado o severas crisis políticas. Castro se ha salvado por la condición
de Cuba como dictadura militar y su aislamiento por el bloqueo norteamericano,
además del sentimiento nacionalista alimentado en el odio hacia Washington.
En este contexto, el debate del populismo de López Obrador no se debe
agotar en la crítica superficial o en la negativa consistente. Sino que debe llevarse
al análisis del modelo mismo.

6.- Populismo, fase superior del priísmo


El populismo se convirtió históricamente en un punto de definición del
socialismo, de la izquierda y del marxismo. El origen conceptual del populismo y
su confrontación con el marxismo comenzó a mediados del siglo XIX. Y la
polémica la abrió el propio Karl Marx con su ensayo El dieciocho brumario de Luis
Bonaparte, la aplicación del marxismo teórico a un caso práctico de lucha de
clases. La tesis del texto es sencilla de exponer: la burguesía cede su poder a un
caudillo para mantener vigentes sus intereses económicos y políticos y contener el
avance revolucionario de la clase obrera. Ahí nació el concepto de bonapartismo,
es decir, la llegada al poder en nombre de las clases populares pero en el ejercicio
del gobierno a favor de las clases burguesas. Y el bonapartismo se transformó en
populismo en el nacimiento del leninismo.
En su ensayo tiene Marx uno de los párrafos clave de su tesis:
“Por tanto, al demonizar como socialista lo que antes celebraba como
liberal, la burguesía confiesa que su propio interés le fuerza a obviar el peligro de
gobernarse a sí misma; que para restablecer la paz en el país, había que
240

apaciguar, sobre todo, al parlamento burgués; que, para mantener incólume su


poder social, su poder político tenía que ser quebrantado; que los burgueses
particulares sólo pueden continuar explotando a las otras clases y gozando
tranquilamente de la propiedad, la familia, la religión y el orden, bajo la condición
de que su clase sea condenada, junto con las otras a la misma nulidad política que
para salvar su bolsillo, había que negarle la corona y que colgar sobre su propia
cabeza, cual espada de Damocles, la espada que debía protegerla”.
La fórmula del populismo no es difícil de exponer: se trata de un camino
intermedio entre el socialismo y el capitalismo, en una desviación ideológica y de
clase. Y se trata de una doctrina contraria a la izquierda, al socialismo y al
marxismo, no complementaria. Marx expone en su ensayo el mecanismo:
encontrar al representante de los intereses de la burguesía que pudiera llegar al
poder y mantenerse ahí con el apoyo de las clases populares. El arribo al poder de
Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del legendario Napoleón El
Grande (caracterización de Víctor Hugo) encontró la solución: consenso popular
para servir a la clase burguesa. El cuadro estaba consolidado. El modelo comenzó
a llamarse, en análisis de marxistas rusos de finales de siglo XIX, bonapartismo
por el modelo de Napoleón El Pequeño. Pero en la Rusia zarista tuvo su variante
local como derivación del papel de los socialdemócratas conservadores y se le
llamó populismo.
El fondo del conflicto se ha localizado en el objetivo político de la izquierda.
Marx lo definió como la búsqueda del poder político para la clase obrera, pero
hubo liderazgos políticos que desviaron ese camino para no modificar la estructura
de clases. Se trató también de que la izquierda no llegara al poder con la clase
obrera sino con caudillos políticos. Si el destino final era la instauración del
socialismo y utópicamente la sociedad comunista como modelo de la clase obrera,
el bonapartismo encontró un espacio intermedio que eludía la lucha de clases y se
proponía como un modelo de gobierno por sí mismo: caudillos que tomaban el
poder para equilibrar la lucha de clases.
Desde sus orígenes, el marxismo denunció este desviacionismo. Marx lo
racionalizó en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte y siguió hasta el ascenso
241

de la revolución rusa. El problema fue siempre el conflicto entre las ideas del
socialismo y el comunismo y los grupos que se salieron del carril. En 1875, por
ejemplo, Marx publicó un folleto ilustrativo: Crítica del programa de Gotha, un
análisis del programa del Partido Obrero Alemán porque se alejaba de las tesis del
marxismo del Partido Socialdemócrata Obrero Alemán.
Al que le tocó batallar más con el populismo y su expresión bonapartista fue
Lenin. El líder ruso se acreditó la tarea de luchar contra todo revisionismo
marxista. Su lucha fue temprana, pues se registran polémicas con los revisionistas
rusos --o “marxistas legales”-- desde que Lenin tenía 23 años de edad --1893--.
Uno de los puntos más polémicos con los revisionistas era la tendencia a
desvirtuar el marxismo y ubicarlo en el terreno político y no en el económico,
productivo, de propiedad y de lucha de clases. Sus tesis fueron desarrolladas en
su texto de 1985 Contenido económico del populismo y su crítica en el libro del
señor Struve (El reflejo del marxismo en las publicaciones burguesas).
Hacia 1899 Lenin afirma en Nuestro programa que “la socialdemocracia
atraviesa en la actualidad por un periodo de vacilación ideológica”. El problema
era la llegada al poder y la implantación del modelo socialista en busca del
comunismo. Los revisionistas buscaban alguna “colaboración” con la burguesía y
Lenin era de la opinión de la destrucción del sistema de producción burgués. En
ese mismo año publica la Protesta de los socialdemócratas de Rusia para
reafirmar el papel clave del marxismo en la ideología del Partido Socialdemócrata
Obrero, porque “últimamente se viene observando entre los socialdemócratas
rusos la tendencia a desviarse de los principios fundamentales de la
socialdemocracia rusa, que fueron proclamados por sus fundadores y luchadores
de vanguardia”.
En esa lucha de la izquierda socialista y marxista contra el desviacionismo,
Lenin publicó en 1902 su ensayo ¿Qué hacer? En el que hacía una diferenciación
de los socialdemócratas rusos. Lenin realizó una periodización de la
socialdemocracia para definir justamente las tareas por venir: la primera fue una
socialdemocracia sin movimiento obrero, la segunda operó como un movimiento
social impulsado por las masas, en el tercero ocurrieron dispersiones y sobre todo
242

vacilaciones al tiempo que se abandonó la teoría marxista. Esta tercera etapa fue
muy criticada por Lenin porque “el socialismo científico dejó de ser la teoría
revolucionaria integral, convirtiéndose en una mezcolanza a la que se añadían
libremente líquidos procedentes de cualquier manual alemán”. Por tanto, Lenin
llamó a que el cuarto periodo fuera el de “acabar con el tercer periodo”.
La polémica de Lenin contra los populistas rusos fue hasta el fondo. En
1905 publicó su texto Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución
democrática y en sus páginas volvió al debate contra los populistas, sobre todo
Piotr Struve por su propósito de “crear una democracia rusa apoyándose no en la
lucha de clases sino en la colaboración de clases”. Y ahí Lenin atacó a los
“intelectuales con privilegios sociales”. Ahí se localizaba el alcance del populismo:
no el cambio de régimen sino el mismo, aunque con el apoyo popular, pero para
servir a la burguesía.
El debate lo siguió Lenin en otras dos de sus obras vitales: El Estado y la
revolución y La revolución proletaria y el renegado Kautsky. En el primero
cuestiona el folleto de La dictadura del proletariado de Kautsky por haber
desvirtuado el marxismo. Kautsky había sido amigo personal de Marx. Inclusive,
Marx acudió a él para criticar el programa de Gotha. Para Lenin, Kautsky había
abandonado el marxismo para aliarse a Struve y su tesis de “una lucha de clase
no revolucionaria del proletariado”. Para Lenin, Kautsky se había unido “a la
burguesía para mofarse de toda idea de revolución, toda acción dirigida a una
lucha efectivamente revolucionaria”. En el segundo libro, Lenin denuncia que
Kautsky “ha desnaturalizado por completo la doctrina de Marx suplantándola por el
oportunismo”. Lenin tenía razón, pues Kautsky había escrito que “en una sociedad
socialista pueden coexistir las más diversas formas de empresas: la burocrática, la
tradeunionista, la cooperativa, la individual”. Para Lenin “estas consideraciones
son falsas y representan un retroceso respecto a lo expuesto por Marx y Engels en
la década de los setenta (del siglo XIX) sobre el ejemplo de las enseñanzas de la
Comuna”.
El paso delante de la crítica del marxismo al populismo lo dio Trotsky. Para
este líder revolucionario el populismo se convirtió en bonapartismo. En varios
243

artículos y en parte de sus obras sobre la revolución rusa, Trotsky mantuvo la


línea crítica. En su concepción el bonapartismo era una expresión del populismo
como desviación del marxismo histórico. El populismo/bonapartismo era un
camino equivocado del socialismo. Peor aún, apartaba a la clase obrera de la
lucha por el poder. Se trataba, en suma, de debatir la esencia del marxismo: la
lucha de clases para llevar a la clase obrera al poder e imponer su enfoque
ideológico. En el bonapartismo la clase obrera no llegaba al poder sino que se
convertía en la estructura de fuerza de un caudillo y era obligada a convivir con la
burguesía. Por tanto, no se modificaba el modo de producción ni de propiedad. El
bonapartismo tampoco buscaba la desaparición de la clase burguesa sino su
colaboración. Y lo que era peor, el caudillo llegaba al poder a través de la clase
obrera pero mantenía la estructura de propiedad privada que era la esencia de la
lucha de clases.
En varios textos, Trotsky documentó en los treinta la trampa del
bonapartismo. En su texto Otra vez sobre la cuestión del bonapartismo. El
bonapartismo burgués y el bonapartismo soviético, el dirigente ruso --ya entonces
rotas sus relaciones con Stalin-- definió el bonapartismo:

Entendemos por bonapartismo el régimen en el cual la clase


económicamente dominante, aunque cuenta con los medios necesarios para
gobernar con métodos democráticos, se ve obligada a tolerar --para preservar su
propiedad-- la dominación incontrolada del gobierno por un aparato militar y
policial, por un salvador coronado. Este tipo de situación se crea cuando las
contradicciones de clase se vuelven particularmente agudas; el objetivo del
bonapartismo es prevenir las explosiones.

A partir del debate que se abrió sobre el concepto de bonapartismo, Trotsky


le dedicó otro texto: El Estado obrero, termidor y bonapartismo, en el que volvió al
debate contra el gobierno de Stalin al que calificaba de bonapartista:
244

El concepto de bonapartismo, por ser demasiado amplio, exige que se le


concrete. Estos últimos años (decía en 1935) aplicamos este término a los
gobiernos capitalistas que, explotando los antagonismos entre el campo proletario
y el campo fascista y apoyándose directamente en el aparato militar-policial, se
elevan sobre el Parlamento y la democracia como los salvadores de la unidad
nacional.

La preocupación de Trotsky tenía que ver con la revolución rusa y el


impacto ideológico dentro de la república:

La contradicción entre el régimen político bonapartista y las exigencias del


desarrollo socialista constituyen la razón más importante de la crisis interna y un
peligro directo para la existencia misma de la URSS como Estado obrero.

Agregó Trotsky algunos dardos contra el gobierno de Stalin, cuyo liderazgo


caudillista iba a llevar a la URSS a la sustitución del régimen del proletariado:

La existencia de la dictadura del proletariado seguirá siendo en el futuro la


condición necesaria para el desarrollo de la economía y la cultura en la URSS. Por
lo tanto, la degeneración bonapartista de la dictadura amenaza directa e
inmediatamente todas las conquistas sociales del proletariado.

En su caracterización del bonapartismo, Trotsky regresa a Marx, Engels y


Lenin:

Como puente entre la democracia y el fascismo, aparece un régimen


personal que se eleva por encima de la democracia y concilia con ambos bandos,
mientras a la vez protege los intereses de la clase dominante.

En este contexto, el debate histórico sobre el populismo llevó a caracterizar


el populismo como la fase superior del bonapartismo caracterizado por Marx en El
245

18 brumario de Luis Bonaparte: la toma de otro camino diferente al socialismo, al


marxismo y a la ideología de la izquierda y su consolidación como un régimen
personal, de caudillo, que concilia las clases y llega al poder con el apoyo de la
clase obrera pero para servir a los intereses de la burguesía.
En lugar de apoyarse en la clase obrera, el bonapartismo/populismo se
atrinchera en el lumpenproletariado que también Marx había detectado en el golpe
de Estado de Napoleón El Pequeño. También Marx descubre las trampas
dialécticas de los socialistas desviacionistas. El concepto de república social
apareció en el brumario de Luis Bonaparte, pero sobre la sangre de la clase
obrera. “La burguesía francesa se encabritó contra la dominación del proletariado
obrero, pero ha llevado al poder al lumpenproletariado”. Así, un régimen
supuestamente revolucionario prescindía de la clase obrera y se creaba su propia
clase pero imposibilitada para cambiar el modo de producción.
En este contexto histórico, el populismo como fase superior del
bonapartismo se ha convertido en una desviación de la ideología marxista de
izquierda porque apela a una revolución socialista sin proletariado y a una lucha
de clases vestida de colaboración de clases. Al final, el bonapartismo/populismo
es tan sólo un régimen personalista que depende del ciclo de fuerza del caudillo y
que no modifica la correlación de clases ni tiene el objetivo socialista de la
izquierda marxista. Marx demostró en el análisis del brumario de Napoleón El
Pequeño que el bonapartismo no es revolucionario sino que se revela más
temprano que tarde en un régimen burgués.

7.- AMLO y el populismo histórico


El populismo priísta aceptó desde su origen las limitaciones ideológicas al
amparo del bienestar de la población. Eludió la lucha de clases y sustituyó el
modelo socialista de producción por el papel hegemónico del Estado como el
rector del desarrollo nacional, pero conduciendo las formas de propiedad pública,
privada y social y sin desviarse del camino hacia el capitalismo. A lo largo de toda
su vida política, el sistema priísta enfrentó cuestionamientos de la izquierda. Pero
246

no alteró su objetivo: un modelo de desarrollo capitalista conducido por el Estado y


con políticas de bienestar social, lo que Manuel Camacho definió en 1970 como el
modelo de “desarrollo capitalista dependiente”. Los movimientos de masas del PRI
se crearon no para enfrentar a la clase propietaria y fundar un modelo social sino
para fortalecer las políticas públicas de conciliación productiva y de promoción del
bienestar social.
Los populismos priístas a lo largo de sus 71 años de existencia han tenido
diversas características:
1.- Revolucionario. Nacido con un discurso de ruptura de un modelo de
concentración de la riqueza, la agitación revolucionaria no dio tiempo a darle ideas
coherentes y aglutinadoras. De todos los programas revolucionarios derivados de
sus caudillos, el común denominador fue siempre la justicia para los de abajo, las
mayorías explotadas, pero sin crear un modelo de producción socialista. Fue la
época de un populismo reivindicador, sentimental, para el registro cotidiano de la
historia.
2.- Caudillista. Derrotado Díaz, expulsado Huerta, los jefes revolucionarios
se enfrentaron entre sí en dos escenarios: el del dominio político basado en el
carisma y la propuesta sectorial y el de la disputa sangrienta por el poder. Madero
hubo de enfrentar a Zapata y Villa, Obregón a los demás. Las reivindicaciones
respondieron a los apoyos obreros a Carranza, el Zapata del Plan de Ayala, el
Villa sin sector y quizá el más popular y populista de los caudillos por la
reivindicación de los pobres. En medio, la nueva casta de políticos que no
participaron en batallas pero que dominaron las decisiones de los jefes
revolucionarios.
3.- Constitucional. Carranza tomó la decisión histórica de encauzar la
revolución hacia un espacio de coherencia política y legal: la Constitución. Los
debates de los constituyentes reivindicaron la ideología socialista pero
concluyeron un modelo de justicia social sin lucha de clases. Se conformó la
propuesta de una tercera vía --ni socialismo ni capitalismo-- basada en la
hegemonía del Estado en la propiedad y el presupuesto y en un vasto programa
de reformas sociales para beneficiar a las mayorías acotando la distribución de la
247

riqueza por la vía fiscal. Se trataba de un modelo basado en la rectoría del


desarrollo nacional por parte del Estado, no la hegemonía de la clase trabajadora
sobre las demás. Al Estado le correspondía, a través del partido y de la clase
política, generar un modelo de distribución de la riqueza y del bienestar.
4.- De partido. La aplicación del modelo constitucional se atravesó con la
reorganización del pacto social en los años veinte. La clase empresarial aceptó la
hegemonía del Estado. Más aún: aceptó que el Estado fuera el garante de la tasa
de utilidad y de mecanismos de apropiación privada de la riqueza nacional. Los
gobernantes se convirtieron en responsables de conducir el modelo de economía
mixta, pero en un espacio de disputa por el poder. El asesinato de Obregón en
1928 llevó al presidente Calles a proponer en 1929 la creación de un partido de los
revolucionarios que ganaron la lucha armada y que tuviera la función de
cohesionar a la sociedad dándole la vuelta a la lucha de clases. La Constitución, el
Estado y el partido se convirtieron en la estructura de funcionamiento y legitimidad
del modelo de promoción de un capitalismo con cobertura social garantizada por el
Estado.
5.- De masas. A mediados de los treinta la lucha de fuerzas en la élite
política desvió al país del camino social de la revolución. El país estuvo en peligro
de reproducir el error porfirista de la reelección. Pero cayó en la tentación del
continuismo transexenal a través de hombres fuertes que subordinaron a las
fuerzas sociales y políticas. Cárdenas rompió el callismo y profundizó las reformas
de la revolución mexicana. Organizó el Partido de la Revolución Mexicana en
torno a sectores sociales controlados por el Estado. El sector empresarial vio el
peligro del socialismo de Estado. La lucha social y política se agudizó durante el
sexenio cardenista, pero Cárdenas construyó una base de masas para el Estado a
través del partido. No anuló al sector privado sino tan sólo lo acotó. El objetivo fue
encontrar mejores fórmulas de distribución social de la riqueza.
6.- Conciliador. Avila Camacho se encontró con una clase política agitada.
Cárdenas había reconstruido un frente político de militares revolucionarios
--Heriberto Jara, Francisco J. Mújica y otros-- pero no había podido dejarles el
poder. Avila Camacho privilegió el entendimiento entre clases y grupos e introdujo
248

un proyecto conciliador con los grupos más nerviosos: empresarios, jerarquía


católica, Estados Unidos y clases medias. La clave de su modelo estuvo en la
acción social del Estado y en el control de los sectores corporativos. Cárdenas
había creado la CTM en 1936 y puesto al frente a Lombardo Toledano, un
profesor marxista convencido de la lucha de clases. Avila Camacho neutralizó a
esa corriente y fortaleció a Fidel Velázquez como sucesor. Hacia finales de su
sexenio dio por terminado el breve ciclo del PRM y fundó el Partido Revolucionario
Institucional, en cuyo segundo apellido llevaba la intencionalidad populista:
institucionalizar el país.
7.- Empresarial. La sucesión de Avila Camacho fue integral: canceló al
partido revolucionario, concilió con la derecha, regresó a los militares a sus
cuarteles y dio vida a la clase política como clase gobernante. El ciclo duró dos
sexenios: Alemán y Ruiz Cortines fortalecieron al sector privado y neutralizaron a
las clases trabajadores y campesinas con espacios propios de movilidad y
reformas sociales a su favor. El populismo buscó trasladar riqueza privada a
presupuesto público y acostumbró a trabajadores y campesinos, así como a
clases medias y grupos intelectuales radicales, a sobrevivir de los recursos
públicos vía diversas formas de subsidio. La intención fue siempre la misma de
todos los populismos: neutralizar la lucha de clases como motor de la dinámica
social y del desarrollo. El saldo positivo en bienestar y la estabilidad
macroeconómica ayudaron al modelo.
8.- Autoritario. Sin embargo, el PRI se olvidó de hacer política y se dedicó a
traficar con cargos públicos y partidas presupuestales. Los sectores que no
pudieron beneficiarse de los programas gubernamentales buscaron caminos
callejeros de expresión. La izquierda marxista aprovechó el lenguaje radical de
sectores oficiales y tomó casi por asalto las organizaciones sindicales. El
populismo enfrentó su primera crisis de legitimidad: la exclusión de importantes
sectores y la ausencia de democracia. López Mateos y Díaz Ordaz dieron vida al
populismo autoritario: programas de beneficio social y aumento del salario real
pero sin libertades políticas y con aplicación de medidas represivas contra los
disidentes.
249

9.- Populista. Producto de los regímenes priístas que Echeverría y López


Portillo. Sin cambiar la lógica de la producción capitalista, el Estado asumía la
responsabilidad de atender necesidades sociales que deberían de ser parte de la
producción empresarial. Al quitarle peso social al capital, el Estado construía una
base social de negociación con el empresariado. Pero el costo se pasaba a
presupuesto. Y en sociedades tan desiguales como la mexicana, ningún
presupuesto fue suficiente y el gasto social desquició las finanzas públicas y llegó
al colapso devaluatorio.
10.- Tecnocrático. Sobre las mismas bases políticas y pragmáticas del
populismo social, el populismo tecnocrático disminuyó el presupuesto social y lo
centró en las necesidades de los más pobres. Así, la tarea del Estado no fue la de
equilibrar las clases, sino nada más atender a los más pobres que pudieran ser
proclives a las rupturas violencias. López Portillo fue el tránsito con su política de
atender los “mínimos de bienestar”, no construir una equidad social. El
neoliberalismo de De la Madrid, Salinas Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto
mantuvo todo el apoyo al capital y al Estado sólo le dejó la atención a los más
pobres. El Estado fue, así, una especie de Cruz Roja social: atender heridos, no
construir mejores clases sociales.

8.- El populismo-neoliberal lopezobradorista en Los Pinos.


1.- El camino de López Obrador a Los Pinos estuvo sobresaltado de una
resistencia a la derrota:
--En 2004 López Obrador, en efecto, se negó a acatar un amparo sobre un
terreno en El Encino y el procedimiento legal era su destitución. Sin embargo, tuvo
la habilidad de politizar el problema, catapultarlo como propaganda y obligar a
Vicente Fox a detener el proceso. A pesar de la forma de capitalización del
suceso, López Obrador no ganó las elecciones del 2006.
--En el 2006 comenzó el proceso electoral con 25 puntos de ventaja en las
encuestas y perdió por 0.5 puntos.
250

--En la campaña del 2006 López Obrador cometió muchos errores nunca
reconocidos, se confrontó con aliados y la campaña de Calderón presentándolo
como “un peligro para México” le quitó puntos electorales.
--El error estratégico de López Obrador en su conflicto poselectoral radicó
en moverse en la protesta tradicional, pero en un escenario institucional con
mejores y más procedimentales reglas. Reprodujo sus viejas movilizaciones para
obligar a las instituciones a entregarle el poder, pero las instancias
procedimentales mostraron la fuerza de los organismos electorales.
--Todo el arsenal de protestas de López Obrador se topó contra el muro
institucional: las protestas, las marchas, las acusaciones, el plantón de tiendas de
campaña vacías en Reforma y la instrucción a los perredistas para impedir la
entrada y toma de posesión de Felipe Calderón en el Palacio Legislativo.
--La instauración de su “presidencia legítima” fue una parodia, pero en el
fondo buscó darles a sus seguidores la expectativa de la protesta para evitar la
desarticulación de su movimiento. En 1988 Cárdenas había aceptado la derrota y
su influencia se redujo a la mitad. En el 2006 López Obrador quedó como
presidente legítimo en rebeldía y sus seguidores tuvieron una motivación.
--En el 2012 López Obrador mantuvo su votación del 2006, pero el PRI
logró una recuperación espectacular: de los 9.3 millones de votos de Roberto
Madrazo (22%) pasó a 19.2 millones (38.2%) de Peña Nieto. Peña Nieto superó a
López Obrador con 3.3 millones de votos, 6.6 puntos porcentuales. De nueva
cuenta en el 2012 López Obrador mantuvo su conflicto electoral, pero también otra
vez las instituciones electorales se impusieron sobre las movilizaciones y las
quejas.
--El escenario electoral del 2018 se presenta más parecido a 2006 que al
2012. A favor de López Obrador tiene su propio partido Morena, la baja aceptación
popular del presidente Peña Nieto y el activismo social en las redes cibernéticas.
Hasta la toma de protesta de candidatos y antes del inicio formal de las campañas
--primero de abril--, López Obrador encabeza las encuestas con una brecha de 3-
12 puntos porcentuales, por las diferencias entre cada sondeo.
251

2.- El proyecto de nación de López Obrador es una versión revisada,


reescrita y recuperada del viejo PNR-PRM-PRI: dotar al Estado de legitimidad vía
la satisfacción de las necesidades de bienestar de los mexicanos no propietarios.
Las diferentes versiones de ese proyecto lopezobradorista se resumen a una idea:
el Estado debe usar el presupuesto para ofrecer bienestar al 75% de los
mexicanos fuera de los niveles de bienestar, pero como forma de construir una
base social que apoye a ese gobierno.
El PRI comenzó con una política social y terminó con una política populista.
La primera --la social-- buscó construir una base de bienestar que promoviera la
reclasificación de las clases sociales vía educación, salud, vivienda, alimentación y
empleo. Sin embargo, el modelo de concentración de la riqueza en manos de los
empresarios fue aumentando la masa de marginados --en diferentes niveles, no
sólo de pobreza, sino de expectativas sociales-- y las posibilidades del crecimiento
económico se desviaron hacia el acaparamiento de la riqueza: en términos
generales, a lo largo del periodo del PRI en el poder 1929-2018, el 80% de los
mexicanos forma la clase no propietaria, padece alguna carencia social y apenas
tiene acceso al 20% de la riqueza, en tanto que el 20% de los ricos tiene el 80%
del ingreso nacional.
La política social de los gobiernos con estabilidad macroeconómica --de
Manuel Ávila Camacho 1940-1946 hasta Díaz Ordaz 1964-1970-- fue general y
con el objetivo del ascenso social de las clases mayoritarias; pero la política de
aumento desordenado de gasto social y la crisis inflación-devaluación-
decrecimiento económico redujo la política social sólo a política de satisfacción de
las mínimas necesidades, es decir, sólo programas asistencialistas. De los
gobiernos con política social se transitó al periodo de los gobiernos con políticas
populistas.
El PRD --Cárdenas, López Obrador, Muñoz Ledo-- nació del seno del
pensamiento social-populista del PRI y de la estrategia popular de Lázaro
Cárdenas. A partir de su liderazgo político, Cárdenas construyó una base social
popular de apoyo a sus decisiones de gobierno. Pero se cuidó de no avanzar en el
modelo socialista de la dictadura del proletariado; organizó, sí, a los trabajadores
252

para defender las definiciones del gobierno, pero se cuidó de asumir a la clase
trabajadora como masa y no como clase. Esta diferenciación es clave: los
trabajadores no construirían un sistema socialista-comunista-marxista, sino que
serían el puntal de gobiernos con programas populares. En lugar de un Estado
soviético --como prototipo del modelo marxista de Estado--, el mexicano fue un
Estado populista con economía mixta --empresarial, estatal y social--, lo que
quería decir que el capital privado sería clave en la consecución del modelo de
bienestar nacional.
Lo que hizo el PRD a raíz de la crisis populista del Estado fue dar un paso
adelante del Estado popular: mantener el alejamiento del proletariado de cualquier
definición de clase en el Estado, marginar a los trabajadores como pilar de la
propuesta perredista --Cárdenas había optado por el modelo corporativo de
clases, pero sin tomar el control del poder-- y centrarse en los marginados sin
clase --desclasados-- como motor del dinamismo popular. Durante su gobierno,
Cárdenas siempre sacaba a los trabajadores organizados como masas proletarias
a las calles para advertirles a los capitalistas que el poder lo tenían los
trabajadores; el PRD canceló esa posibilidad porque sólo lanza a las calles a
grupos del lumpen social, no a sindicalizados. La máxima amenaza de Cárdenas
se la dijo a empresarios de Monterrey: “si no quieren trabajar sus fábricas,
entréguenselas a los trabajadores”. Fue, ciertamente, una amenaza, pero caló en
los empresarios que prefirieron pagar mejores salarios y sus impuestos a ser
desplazados por los obreros.
Al final, el modelo populista de Cárdenas era un capitalismo liderado por el
Estado, con reparto de beneficios a favor de los empresarios y con la obligación
del Estado de cubrir el bienestar social que no salía de las utilidades
empresariales. Este modelo de reducción de la política social a política
asistencialista fue el que asumieron el PRD, Cárdenas, López Obrador y Morena.
3.- López Obrador no representa una ruptura histórica, ni política, ni
revolucionaria. Su personalidad se puede entender en dos planos: de un lado, su
obsesión por el poder y su capacidad de movilizar grupos urbanos en función de
los objetivos de un caudillo; de otro, la ausencia de una alternativa al modelo
253

nacional de desarrollo --el PRI en sus versiones diferentes, desde la revolucionaria


hasta la neoliberal--, agotándose sólo en el uso de la inversión pública en
programas asistencialistas sin recuperación productiva.
Los populismos mexicanos fueron de mayor alcance:
Cárdenas definió un programa social basado en el Estado, el capitalismo y
al apoyo de las masas, una especie de capitalismo con Estado dominante. La
expropiación de las compañías petroleras se dio en tres planos: el nacionalismo
energético, el papel potenciador del desarrollo con un petróleo en manos del
Estado y un sistema productivo mixto en el que el empresariado tomara utilidades
razonables y ayudara con impuestos y prestaciones sociales al bienestar de sus
trabajadores. De manera racional no alcanzaba para asumir una especie de
socialismo mexicano o a la mexicana; si acaso, un estatismo social, a partir del
espacio productivo del sector privado.
López Mateos y Díaz Ordaz usaron el concepto de política del Estado
social, menos radicalizado que Cárdenas; el Estado tenía recursos para ofrecer
educación, salud, empleo, vivienda y alimentación y garantizar que el sector
privado se incorporara a esas tareas. Los dos asumieron el modelo de Antonio
Ortiz Mena, secretario de Hacienda en esos dos sexenios, de subordinar el gasto
al mantenimiento del control de la inflación para evitar presiones inflacionarias. En
esos doce años hubo importantes inversiones sociales en educación y salud. El
Estado conducía, sin dominar de manera excesiva, el modelo de economía mixta.
El control de las variables productivas permitió un PIB promedio anual de 6% con
una tasa inflacionaria promedio anual en esos doce años de 2.5%, en el entendido
de que una inflación baja es también una política de dimensión social porque
garantiza estabilidad en el acceso a bienes y servicios.
Echeverría se encontró con una república fracturada en lo político, desigual
en lo social y con un Estado débil ante el empresariado. Su estrategia de
desarrollo fue combatir la desigualdad social con inversiones del Estado y un
aumento en la participación directa del Estado en el sistema productivo. Pero al
mantener estable la política fiscal, el déficit presupuestal pasó de 2% promedio en
los doce años anteriores a 8% promedio sexenal, creando presiones inflacionarias
254

y éstas llevando a tensiones predevaluatorias. Sus desavenencias con el


empresariado fueron producto de una política exterior activa con países socialistas
y de confrontación con los EE.UU. Como Cárdenas, Echeverría quiso imponerles
condiciones a los empresarios, pero la capacidad de organización de la burguesía
era mayor y sus resultados más fuertes. Los empresarios notaron que Echeverría
carecía del factor de equilibrio social que tuvo Cárdenas: el proletariado; Cárdenas
le encargó la organización del proletariado a Vicente Lombardo Toledano, un
marxista universitario. Echeverría sólo tuvo a Fidel Velázquez, un líder eficaz para
el control de las masas, pero inofensivo para la movilización proletaria. Al final, el
populismo de Echeverría no logró modificar la distribución del ingreso, creó
condiciones inflacionarias para terminar con el modelo estabilizador y careció de
un partido fuerte para encarar la ofensiva de la burguesía.
López Portillo encabezó un modelo de tránsito del populismo al
neoliberalismo. Aprovechó los 45 mil millones de ingresos petroleros en su
sexenio para programas sociales, pero de nueva cuenta no equilibró gastos con
ingresos fiscales, el aumento salarial desquició el equilibrio inflacionario, la
inflación fue producto del aumento de la demanda con un estancamiento timorato
de la oferta y en 1981 y 1982 la dinámica inflación-devaluación-inflación desquició
la economía. López Portillo decidió sólo el aumento del gasto, pero sin una
reorganización del Estado. Esta deficiencia pudo haber sido inexplicable: hasta su
nominación como candidato presidencial del PRI en 1975, López Portillo era
profesor de teoría del Estado en la UNAM. Por tanto, sabía de las configuraciones
del Estado. En su sexenio aumentó la presencia del gobierno, pero sin reformar el
Estado. En septiembre de 1982, agobiado por la fuga de capitales y las
devaluaciones, expropió la banca privada y rompió el acuerdo fundamental de
economía mixta; los empresarios decidieron en ese escenario romper acuerdos de
estabilidad de Estado con el gobierno y optaron por iniciar en ese 1982 su camino
hacia la conquista del poder, hacia la alternancia con el PAN y hacia la búsqueda
de un Estado con hegemonía de la burguesía. Los programas asistencialistas de
López Portillo no rompieron los equilibrios de clase.
255

La crisis del populismo de Cárdenas-López Portillo (1934-1982) agotó el


modelo de dominio económico del Estado y abrió las puertas al largo periodo de
neoliberalismo sin Estado (1983-2018). El neoliberalismo llegó por el PRI, el
gobierno y el Estado en 1982 con la presidencia de Miguel de la Madrid y el
modelo económico de mercado. Las reformas productivas 1982-1994 --desde el
acotamiento del Estado con una rectoría para la supervisión laxa del mercado
hasta la liberación productiva con el tratado de comercio libre de Norteamérica--
lograron consolidarse en el PRI, evitar las tentaciones populistas de Luis Donaldo
Colosio y Francisco Labastida Ochoa y sobrevivir dos sexenios panistas con la
designación de secretarios de Hacienda provenientes de la élite neoliberal de
Hacienda-Banco de México, además de lograr prevalecer el gobierno perredista
en DF-Ciudad de México de 1997 al 2018.

En este largo periodo histórico 1934-2018 de populismo-neoliberalismo


conviviendo sin rupturas sociales ni políticas se debe localizar la propuesta de
gobierno de López Obrador: no representa una alternativa al estatismo-
neoliberalismo priísta porque las relaciones de producción no se definen desde el
Estado-gobierno, sino que son producto de la lucha de clases burguesía-
proletariado. Y como López Obrador no representa a la clase obrera porque sus
bases sociales provienen del lumpen social sin capacidad de asumirse como clase
en el método analítico marxista, entonces su proyecto de nación no incidirá en la
definición de un nuevo Estado. Sus objetivos son de equidad social vía programas
asistencialistas financiados con gasto no inflacionario sino direccionado sin
corrupción.
Asimismo, Morena es un partido sin identidad ideológica, política o de
masas, sino que es resultado de la suma de simpatizantes provenientes de todos
los rincones de los demás partidos y de las ideologías registradas en el sistema de
partidos. Hasta 1989 el único partido con propuesta alternativa de gobierno-Estado
fue el Partido Comunista Mexicano; pero en 1989 el PCM le cedió su registro al
256

PRD y no para que los comunistas del PCM fueran el venero principal de los
liderazgos y propuestas alternativas, sino para que el PRD se fundara a partir de
las ideas del viejo PRI y del cardenismo ideológico. Así, el PRD quiso ser una
mezcla del cardenismo populista y del PRI populista y de ese PRD se desprendió
López Obrador para construir Morena como un partido con objetivos sociales de
bienestar vía el asistencialismo.
En este contexto, el populismo de López Obrador no modificará la
estructura neoliberal del modelo de mercado, sino que concretará su objetivo en
fortalecer una base social de beneficiarios de los programas asistencialistas como
una especie de masa electoral. En este sentido, la propuesta de gobierno de
López Obrador se reduce a un modelo de populismo-neoliberal igual al que operó
en el ciclo del priísmo López Mateos-Díaz Ordaz.

4.- Escenario 2018: Crisis de sistema/régimen/Estado.

Política de resane.
En la gramática de la albañilería existe una palabra que se usa para
terminados en paredes, pisos y techos, pero lo mismo aplana para mejorar
apariencia uniforme que para ocultar fracturas: resanar. Aunque sus
interpretaciones han sido variadas, la crisis de 1968 se ha reducido a un
movimiento estudiantil de protesta antiautoritaria. Por tanto, los gobiernos de Luis
Echeverría Alvarez y José López Portillo realizaron algunas reformas de resane
del sistema político priísta, a costa de provocar una severa crisis económica; y los
gobiernos de Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari reformaron
el sistema productivo.
En 1994 hubo una crisis generalizada de sistema político, de saldos
económicos por marginación y de rupturas sociales. Los pocos márgenes de
maniobra que tuvo el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León apenas lograron
estabilizar la economía, aunque el efecto posdevaluatorio volvió a sacudir los
precarios acuerdos políticos y sociales. El resultado fue la expectativa de la
257

alternancia partidista en la presidencia de la república como una forma de definir


nuevos caminos del desarrollo y la estabilidad.
Pero los gobiernos panistas de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón
Hinojosa agotaron sus posibilidades en la alternancia de élites políticas en las
instituciones del poder, pero no pudieron/no quisieron/no supieron definir una
alternativa al proyecto del PRI. Ante la amenaza de Andrés Manuel López Obrador
y el PRD con una oferta de reconstrucción del viejo priísmo populista social, el
PAN prefirió regresar al PRI a Los Pinos, en el entendido de que el PRI en
realidad nunca se fue porque el PAN en el ciclo 2000-2012 reprodujo el modelo
económico neoliberal del priísmo de De la Madrid-Salinas-Zedillo y sus
correlativas relaciones sociales y de poder.
En tres párrafos se puede sintetizar la crisis de México en el espacio
temporal del movimiento estudiantil de 1968 a las elecciones presidenciales de
2018: la crisis del sistema político/régimen presidencialista/Estado social del PRI
agotó sus posibilidades en 1970 y a lo largo de ocho presidentes se ha dado un
deterioro progresivo y acumulativo de las principales variables económicas,
políticas y sociales.
A crisis cuantificables se respondió con ofertas retóricas de apertura
política, pero en un escenario de ausencia de verdaderas alternativas de gobierno:
el PRI ha caído del dominio del 100% de los puestos de poder en 1934 a 40% en
elecciones, curules legislativas y gubernaturas, pero el modelo de desarrollo, la
política económica y las metas cuantitativas siguen siendo las del PRI. El PAN
llegó dos veces a la presidencia y el PRD logró gubernaturas y la poderosa Ciudad
de México, aunque en los hechos en los mismos escenarios de gobernación del
PRI. La única alternativa política real fue la del Partido Comunista Mexicano, pero
su funcionamiento legal resultó muy corto: de su registro legal en 1978 a su
disolución en 1989; y lo más grave en este punto fue el hecho de que su
alternativa socialista arrió sus banderas y le cedió su registro al PRD formado por
expriístas cardenistas del viejo régimen.
Hacia las elecciones presidenciales del 2018, México carece de opciones
reales: el PRI mantiene su propuesta neoliberal de1979, el PRD y Morena insisten
258

en el cardenismo de 1936-1939 que sobrevivió en el PRI alemanista y que fue


liquidado en 1992 por el presidente Salinas y el PAN comparte con el PRI
neoliberal sus propuestas de mercado, solidarismo y Estado subsidiario.
Sin embargo, la crisis es más grande, profunda y pesada que las
propuestas de administración de los problemas que ofrecen los candidatos
presidenciales registrados.

La crisis de todos tan temida.

Lo más que alcanzan a ofertar todos los candidatos es a resanar el edificio


cuarteado de la crisis nacional. Los datos de la crisis circulan, se conocen, se
asumen y se matizan, pero nadie hasta ahora ha diseñado una propuesta de
reorganización general del proyecto nacional para darle bienestar al 80% de
mexicanos marginados.
—El PIB aumenta promedio anual 2.2% de 1983 a las metas
establecidas para el 2024 por los Criterios Generales de Política Económica.
—Cada año se incorporan a la población económicamente activa
alrededor de un millón de mexicanos que exigen empleos en el sector formal, pero
para atenderlos la economía necesita crecer 6% promedio anual.
—La tasa de informalidad laboral es de 57%.
—La tasa desocupación parcial y desocupación es de 14%.
—El salario mínimo es de 11 pesos la hora, apenas .60 centavos de
dólar, contra los 7.65 dólares la hora en los EE.UU. y 7.80 dólares en Canadá.

—El 80% de los mexicanos vive con restricciones en bienestar, en tanto


que sólo el 20% vive en condiciones de no-pobreza y no-marginación.
—La encuesta ingreso-gasto por hogares de 2016 concluyó que el 70% de
los hogares mexicanos tiene el 36% del ingreso, en tanto que sólo el 10% de los
más ricos se queda con otro 36%. El 10% de los hogares más pobres apenas
tiene acceso al 1.7% del ingreso, en tanto que el 10% de los más ricos acapara el
36%.
259

—De los 36 millones de mexicanos que viven en los EE.UU., once de ellos
salieron de México en el periodo de la crisis económica 1990-2017.
—El tratado de comercio libre de América del Norte ha aumentado las
exportaciones mexicanas de 38 mil millones a 380 mil millones, pero la estructura
de la desigualdad social ha empeorado.
Las cifras de la democracia han aumentado:
—El presidente Peña Nieto logró para el PRI el 32% de los votos en 2012 y
pudo subir la cifra a 38% con los votos de su aliado el partido Verde.
—En las elecciones legislativas de 2015 el PRI consiguió 30% de los votos,
aunque con ajustes con los plurinominales logró el 40% de las curules.
—En 1968 el PRI gobernaba en las 31 entidades de la república y en el DF
por designación presidencial directa y en el 2017 esa cifra bajó a 14 gubernaturas,
el 40% del total.
—El PRI perdió la mayoría absoluta en las elecciones presidenciales en
1988 (a Salinas le dieron apenas 50.7% de los votos). En las encuestas para las
presidenciales del 2018 al PRI le asignan el 22% de votos. En el 2006 el candidato
del PRI quedó en tercer lugar con 22% de votos.
—El PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados desde 1997
y su bancada conservó el 42% del total, aunque logra la mayoría absoluta con
alianza con otros partidos. La debacle del PRI ocurrió en 2006 cuando el PRI
apenas acreditó 20.6% de votos y logró apenas 103 diputados de los 500.
—La competencia política ha aumentado. Hasta 2012, había en el país sólo
tres fuerzas políticas dominantes —PRI, PAN y PRD—, con partidos pequeños
con porcentajes de votos de 3%-5%. Para el 2018 existen cuatro fuerzas
importantes:
PRI, PAN, PRD, Morena, con la posibilidad de cuando menos dos figuras
independientes con tendencias de voto cercanas a 10%.

En este sentido, la crisis económica, la crisis social y la crisis política,


aunado a los avances en la reducción de espacios presidencialistas por la
260

multiplicación de organismos autónomos, le han reducido el margen de maniobra y


de dominio al PRI.
En los hechos, sin embargo, el poder del PRI se mantiene porque se centra
en la relación directa del presidente de la república y las bancadas del PRI en el
legislativo, toda vez que los organismos autónomos dependen de propuestas
presidenciales al legislativo y de votos avalados por las bancadas del PRI.
Mientras no se rompa este dominio ejecutivo-legislativo y el control absolutista del
presidente sobre su partido, las posibilidades de la democracia real que dibujan
las cifras del deterioro del dominio del PRI van a ser menores: una democracia en
dispersión de poder, pero un autoritarismo legislativo-ejecutivo.

Ingobernabilidad gobernable con ingobernabilidad.


De 1951 al 2018, México ha tenido algunas expresiones de inestabilidad
violenta: las guerrillas rurales, las protestas estudiantiles, las rebeliones obreras
históricas de 1958, las movilizaciones estudiantiles del 68, la guerrilla urbana, los
secuestros por alza en el crimen organizado, la violencia de los cárteles del
narcotráfico, la guerrilla zapatista, los asesinatos políticos y las expresiones
anarquistas y sociales violentas en las calles.
La oferta de apertura democrática del presidente Echeverría fue un
mecanismo de despresurización policía posterior al colapso político del 2 de
octubre del 68. Sin embargo, se trató de una forma de abrir para volver a controlar
o de abrir pero dentro de los márgenes estrechos del propio sistema político
priísta. En todo caso, paulatinamente y de manera acumulativa, organismos
sociales y ciudadanos fueron consolidando espacios de autonomía relativa. La
incorporación del PCM al sistema de partidos en elecciones de 1978 a 1988 fue
creado formas de organización social fuera de los controles institucionales, sobre
todo en sectores semiurbanos.
La primera gran ruptura en la célula gobernante del PRI —a pesar de
experiencias en el pasado— ocurrió en 1987-1988 con la separación del partido
de la Corriente Democrática Cardenista, la competencia independiente con una
coalición político y social, el saldo oficial de 30% de votos en unas creíbles pero
261

oficiales. Ahí perdió el PRI cuando menos un tercio de su poder y de su militancia.


Y luego vino la definición neoliberal de 1979 a 1992 en que el grupo salinista
liquidó el discurso histórico ideológico de la Revolución Mexicana para transformar
el Estado social en un Estado de mercado.
De 1968 al 2000 se construyó la opción no-priísta que llevó a la alternancia
partidista pacífica en la presidencia de la república, aunque acotada por la
ausencia de una alternativa panista: Fox y Calderón administraron el Estado, no
cambiaron sus bases populistas y tampoco construyeron una nueva hegemonía
conservadora porque paradójicamente esa nueva alianza estaba controlada por el
PRI y sus grupos económicos neoliberales. Por tanto, la fragilidad en las alianzas
dentro del PAN facilitó el regreso del PRI a la presidencia de la república en 2012,
sin que hubiera ningún sobresalto en las estructuras conservadores de poder. Al
final de cuentas, el bloque de poder priísta esperó que se agotara el grupo
populista madracista en 1999-2007, vio que el PAN no había construido su bloque
de poder en la presidencia y lo acuerdos corporativos con las élites de poder
ayudaron a un regreso rápido del PRI a Los Pinos.
Sin embargo, la administración de Peña Nieto ha sobrevivido en el poder en
medio de la tensión dinámica entre la institucionalidad priísta que ha funcionado
como antes, como siempre, y las nuevas formaciones sociales impulsadas desde
las redes cibernéticas de la comunicación dinámica. En este contexto, el sistema
priísta ha logrado navegar en la ingobernabilidad como expresión de desacuerdos
entre las crecientes demandas sociales de liberalización de áreas de poder y las
escasas concesiones del sistema priísta para permitir mayores espacios
democráticos.
La ingobernabilidad creciente acumula contradicciones, insatisfacciones y
compromisos incumplidos. El sistema priísta ha entendido que el avance de la
oposición tiene a la reducción de margen de maniobra, pero ha podido posponer
las rupturas con concesiones. Al final de cuentas, la estructura de dominación
priísta ya no es como antes: el absolutismo presidencialista, el control de las
mayorías políticos y el ejercicio autoritario a través de los mecanismos de coerción
de fuerza, judicial y policiaca.
262

La clave del dominio priísta se localiza en la relación ejecutivo-legislativo, la


capacidad de iniciativa política sobre los partidos y organizaciones y sobre todo el
papel del presidente de la república como jefe máximo del PRI y como “el primer
priísta de la república priísta”. La nominación del candidato presidencial priísta, en
medio de presiones para empujar a un perfil político, para abrir a la militancia y
para responder al juego de tensiones internas, mostró que el presidente de la
república domina al PRI a través del mecanismo prevaleciente de candidaturas,
apoyos con cargo al presupuesto público y la autoridad del poder.
La gran reforma política, del poder y del sistema político sería muy sencilla
de entender pero complicada de aprobar: el mecanismo de las elecciones
primarias para elegir candidatos del PRI a la presidencia de la república, a las
gubernaturas estatales, a las senadurías y a las diputaciones federarles le
quitarían al presidencialismo mexicano la esencia de su poder. A través de esas
candidaturas el presidente construye su aparato de poder en el legislativo y ahí es
donde se dirimen las propuestas a organismos autónomos. El caso del IFE-INE es
simbólico: en 1996 Zedillo le dio la independencia absoluta al Instituto, pero a
partir del 2003 los partidos colocan incondicionales en los cargos de consejeros
electorales; así, la autoridad electoral es definida por los partidos.
La crisis de gobernabilidad o fase de ingobernabilidad seguirá latente en
tanto las demandas sociales sean mayores a las reformas institucionales.

Crisis del aparato de poder.

El sistema político priísta resistió las ofensivas sociales demandantes de


espacios democráticos en función de la legitimidad del Estado vía el bienestar. Los
mexicanos aceptaban la dureza sistémica en tanto ella permitiera saldos sociales
positivos. Los años más duros del autoritarismo —1958-1973— fueron los de la
mayor estabilidad socioeconómica; PIB de 6% promedio anual y tasas de inflación
de 3%. Las represiones obreras, estudiantiles y campesinas fueron avaladas en
los hechos por las clases medias porque el Estado garantizaba nivel de vida.
263

El Estado autoritario priísta había surgido de una revolución social; el


pensamiento histórico, el discurso ideológico y la retórica revolucionaria le daba al
Estado priísta la legitimidad institucional. El amarre de historia, disputa ideológica
y retórica fue la Constitución y sus artículos de bienestar social: educación, salud,
alimentación, trabajo tutelado. Historia y carta magna fueron propiedad del PRI. En
una encuesta realizada por Gabriel Almond en cinco países para indagar sobre la
cultura cívica, México apareció con dos elementos dominantes de la legitimidad
social: el presidente de la república y la Revolución Mexicana.
Hasta 1979 México se movía en un escenario ideológico pendular: izquierda
y derecha aglutinados en un centro-progresista. Los presidentes mediaban con la
izquierda para impulsar decisiones de derecha y con la derecha para empujar
avances de izquierda. La clave estuvo en construir un centro dominante, en una
hegemonía estabilizadora de los extremos. La política económica fue estatista de
1934 a 1970, oscilando entre el poscardenismo retórico y la estabilización
funcional. Luego llegaron los populismos de Echeverría y López Portillo y el
sistema accionó sus mecanismos de neutralización de extremos. La generación de
economistas neoliberales que arribó al poder en 1979 se construyó en la ideología
social del Estado, aunque en la eficacia de las variables macroeconómicas. La
economía estatal había crecido en 1971-1982, pero a partir de 1983 hubo un
repliegue dentro de los espacios ideológicos del sistema.
El ciclo pendular neoliberal de 1979, sin embargo, modificó las reglas: la
caracterización del Estado pasó de dominante a reguladora funcional. Sólo que la
introducción de nuevos equilibrios sociales y políticos conservadores no
modificaron la estructura del poder. Y ahí radicó el origen de la crisis mexicana:
una política económica de mercado desactivó la potencialidad social de fuerzas
estatistas, pero liberó nuevas fuerzas conservadoras que ocuparon los lugares del
repliegue del viejo régimen priísta.
La política en México ha sido expresión de la correlación de fuerzas
productivas: la declinación del Estado intervencionista fue liquidando la función
motora de los sectores sociales funcionales, sobre todo los sindicales, campesinos
y populares. La disminución de la cobertura social del Estado potenció la
264

desarticulación de la estructura de alianzas sociales. El neoliberalismo económico


de mercado careció de fuerzas sociales propias, pero el control institucional de las
clases proletarias desactivó conflictos mayores. Bastó que el Estado diluyera sus
funciones tutelares sobre los derechos de los trabajadores, para que el
proletariado dejará de definir la dinámica productiva. Más que el bienestar, el eje
fue el de la tasa de utilidad.
La neoliberalización de la economía productiva no se convirtió en crisis de
fuerzas porque el Estado controló las fuerzas sociales del PRI; los obreros,
campesinos y clases populares aceptaron pasivamente su nuevo papel subsidiario
porque ninguna oposición en el periodo 1979-1993 supo encabezarlas: el PCM
pasó muy rápido a priísmo vía PRD, el PAN abandonó a la derecha radical y los
sectores progresistas del PRI carecieron de decisión para reventar al partido con
fracturas ideológicas. La nominación —formas y fondo— del economista José
Antonio Meade Kuribreña como candidato del PRI como aspirante no-priísta fue el
punto culminante de la lobotomización ideológica del PRI, el PRD se redujo a
propuestas asistencialistas, el PAN se quedó sin ideología y Morena fue el
ejemplo típico del bonapartismo estudiado por Marx en El 18 Brumario de Luis
Bonaparte: una coalición sin clases, sostenida por un lumpenproletariado
desclasado.
La crisis de México se explica por la ausencia de clases definidas, por un
Estado asistencialista y una burguesía beneficiaria de la concentración del
ingreso.
¿Quién podrá defendernos?
Sí, si la pregunta es si México puede extender otros seis de lo mismo, sí, la
respuesta es la misma de hace seis años o doce o veinticuatro: sí puede, sí se
puede; las opciones de rebelión, revuelta, revolución y oposición han sido
desactivadas, no funcionan, carecen de horizonte. Y no por la falta de
potencialidad social. El problema no es la sociedad; ahí hay fermentos de rebelión
y rebeldía; la crisis es de liderazgos.
En pocas palabras: México carece de oposición, de oposición real, de
oposición de alternancias y sobre todo alternativas. La única oposición real fue el
265

Partido Comunista, desde la semiclandestinidad 1959 hasta la candidatura de


Heberto Castillo en 1988; y su desactivación opositora desde le declinación de
Castillo en 1988 a favor del recientemente priísta Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano como candidato del Frente Democrático Nacional, del cual el PMS
(PCM-PSUM). La propuesta comunista era radical: nacionalizaciones,
expropiaciones, Estado obrero, proletariado como clase dominante, metas
socialistas, alianza con campesinos revolucionarios,norganizaciones comunitarias.
Ya no pudo ser. El programa de gobierno de Cárdenas y el FDN fue el del
rescate del programa social cardenista, un priísmo con metas de bienestar social,
de Estado paternalista, de presupuesto asistencialista, de pos-populismo, de
masas y no clases, de socialismo de Estado, de capitalismo monopolista de
Estado. El PCM se disolvió en cenizas, los últimos comunistas —Arnoldo Martínez
Verdugo, Pablo Gómez Alvarez— le entraron a la institucionalización y las batallas
parlamentarias, pero siempre como tercera minoría. La izquierda comunista se
corrió al socialismo con la legalización, aunque se siguió hacia la derecha hasta
llegar al populismo asistencialista. La estructura de proletariado se encontró con
una clase obrera lobotomizada, imposible de reeducar, sin conciencia de clase, en
situación de sobrevivencia, sin espíritu socialista, destruida como organización por
la CTM (cardenista, por cierto); por tanto, los liderazgos socialistas prefirieron la
batalla legislativa, se olvidaron de la lucha de clases, se agotaron en la
redistribución parlamentaria de espacios de poder y las bases sociales lumpen
consolidaron grupos de poder como tribus.
La izquierda fracasó en el diseño de una opción de modo de producción: el
modelo social del viejo PRI se redujo al solidarismo panista asumido por el
proyecto neoliberal salinista. En el escenario histórico, la izquierda marxista nunca
pudo lidiar con el peso del pensamiento histórico, reproducido como dominación
cultural por la educación —artículo 3o constitucional— como aparato ideológico
del Estado priísta, En 1947 hubo una reunión de marxistas con militantes del
nacionalismo revolucionario del PRI, entonces abanderados de los objetivos
progresistas del Estado social, cuya conclusión fue el corrimiento de Vicente
266

Lombardo Toledano del socialismo marxista al socialismo oficial sin lucha de


clases del cardenismo.
La izquierda socialista se disolvió con el PMS —ex PCM— y pasó a ser
progresismo poscardenista —no neo sino a posteriori— desclasado, sostenido por
sectores lumpen de los cinturones semiurbanos dependientes de inversiones
públicas. AL quedarse sin izquierda socialista, el escenario político mexicano
mostró una aglomeración en el centro conciliador. Pero el costo fue haber dejado
al país sin una alternativa ideológica: el PAN y el PRD llegaron a posiciones
ejecutivas —federal, el primero, estatales, el segundo— para gobernar
exactamente igual que el PRI, dejando sólo pequeños espacios para algunos
programas asistencialistas especiales.
La crisis del 68 inició el encadenamiento de crisis parciales en sectores de
gobierno: económicas, de acuerdos sociales, de rebeliones radicales, pero todas
mostrando los perfiles de la crisis de gobernabilidad porque las demandas sociales
ya no encontraron en el sistema político el espacio para canalizar demandas y
convertirlas en políticas públicas. Pero más que administración de demandas, la
crisis fue de agotamiento de los mecanismos de funcionalidad del sistema político
en sus seis variables: presidencialismo, PRI, Estado de bienestar, acuerdos con
sectores invisibles del sistema, ideología oficial y Constitución.
Los datos de la crisis del sistema revelan que el el modelo PRI ya fue
rebasado: presidente y PRI gobiernan con menos del 40%, el país sólo puede
crecer 2.2% promedio anual, los sectores invisibles del sistema se hicieron visibles
en los espacios de la alternancia, la ideología oficial de la Revolución Mexicana
fue liquidada por Salinas de Gortari en 1976 y la Constitución ha sido tan
parchadas que también disminuyó la base de legitimidad del poder priísta.
Ciertamente que México puede aguantar uno o dos sexenios más —2018-
2024 y 2024-2030—, pero los saldos sociales y el deterioro del bienestar irán
convirtiendo la baja legitimidad del PRI en oscilaciones opositoras, pero ambas en
escenarios de mantener el modelo PRI. Lo malo, sin embargo, radica en el hecho
de las opciones opositoras —PAN, PRD, PAN-PRD, Morena e independientes—
han sido incapaces de diseñar una alternativa de proyecto nacional y sus alcances
267

sólo llegan a administrar la crisis con programas que mantengan la legitimidad


social de la actualidad: 80% de mexicanos marginados y sólo 20% en condiciones
de bienestar.
El viejo sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional priísta
se ha confiado en la disolución de rebeliones radicales: los empresarios en los
setenta y ochenta, los indígenas en los no-venta, el conservadurismo panista en la
primera década del XXI, la oposición desde 1988 y el sistema/régimen/Estado
sigue siendo el mismo.

5.- La Cuarta Transformación es la Tercera bis.

En plena campaña presidencial López Obrador se sacó de la manga la


propuesta de la Cuarta Transformación, continuidad de las otras tres: la
Revolución de Independencia, la Revolución de Reforma y la Revolución
Mexicana. Las tres transformaciones originales fueron revolucionarias porque
rompieron una tendencia: la dependencia de la colonia española, el
conservadurismo monárquico-religioso y el porfirismo dictatorial. Y si bien a la
larga cada una reconstruyó mecanismos de control y de legitimación de las
anteriores, también inició una nueva etapa con proyecto de desarrollo, élites
dirigentes y correlación de fuerzas sociales.
En el discurso de campaña la propuesta de Cuarta Transformación fue
interpretada de muchas maneras: desde una nueva revolución de ruptura con la
tercera, hasta una revolución en la revolución y no faltó quien anunciara una
nueva república sin guerra civil como las anteriores. Sin embargo, las bases de los
movimientos sociales sumados a la candidatura de López Obrador no daban para
entender una clase revolucionaria o una élite reformista; la mayoría de los
seguidores del candidato de Morena --en una lectura de El dieciocho brumario de
Luis Bonaparte, de Marx-- apenas daban para masas desclasadas y por tanto sin
objetivos de clase revolucionaria; el neoliberalismo salinista 1979-2018 había
destruido a la clase obrera productiva en su estructura de fermentos
revolucionarios y había entregado la dirección económica del desarrollo a la
268

burguesía especuladora, en una fase del capitalismo financiero, de desarticulación


del modo de producción industrial y de la globalización de los intereses
empresariales.
Los movimientos sociales sumados a la candidatura de López Obrador eran
apenas grupos contestatarios, organizados para la defensa de sus intereses de
grupo social, sin interrelación con la clase obrera, la mayoría con tendencias
anarquistas y acostumbrados a la acción directa con agendas particulares. López
Obrador comenzó a jalar hacia su candidatura a grupos y liderazgos políticos y
sociales en busca de espacios de continuidad transexenal, sin importar ideas o
propuestas reformistas. Un caso podría ilustrar: la diputada panista Gabriela
Cuevas, de tendencia conservadora, no encontró en el PAN una candidatura
plurinominal para saltar al Senado, con el propósito expreso de mantener la
presidencia de un organismo parlamentario internacional desconocido en México y
sin decisiones que beneficiaran al país, pero con la condicionalidad de seguir con
un cargo legislativo. López Obrador le ofreció una senaduría y sin rubores
ideológicos se sumó a Morena. Otros militantes del PAN, el PRI y el PRD,
desencantados con el reparto de posiciones en sus respectivas organizaciones, se
sumaron a López Obrador. Y Morena no pudo definirse como un partido típico de
ideas, masas, clases u objetivos y quedó en un movimiento gigantesco de
movimientos sociales menores, al graso de tener los extremos: personalidades de
la ruptura institucional junto a figuras de la tradición política legal.
Una mezcla de grupos lumpen --es decir: sin representación de clase
productiva-- construyó a Morena sólo como partido electoralista, sin liderazgos
intermedios, ni cohesiones de grupos. Sin clase obrera y sin burguesía, la
propuesta de López Obrador se agotó en reformas de funcionalidad del
sistema/régimen/Estado. Y las decisiones en sus primeros treinta días de
candidatura triunfadora --su presidencia electa comenzó legalmente en
septiembre-- no conformaron una nueva propuesta de república o de
transformación.
Las tres grandes transformaciones revolucionarias de la historia
independiente de México representaron una ruptura de forma de gobierno: la
269

Independencia pasó de una confusa fase de autonomismo y de tentaciones


imperiales que no cuajaron a una república federal; la Reforma rompió con el
modelo de fueros dominantes y de elitismo centralista a la construcción de un
Estado nacional laico con equilibrio de poderes; y la Revolución Mexicana agotó la
dictadura personal de Díaz, el semifeudalismo prevaleciente y la dominación de
una oligarquía nacional-internacional basada en la represión de disidencias y
construyó el Estado social como continuidad del Estado nación.
La Cuarta Transformación propuesta por López Obrador no es una nueva
fase del desarrollo político, de élite o de clase. Una vez terminada la campaña,
consolidada la victoria abrumadora y arracadas como programas las primeras
decisiones, la propuesta no alcanzó la dimensión de una transformación: sin
romper ni cambiar, sí se puede rastrear cuando menos un salto cualitativo. En este
sentido, se puede decir que la oferta real de López Obrador es lograr una segunda
fase de la Tercera Transformación: que el modelo original de la Revolución
Mexicana como la Tercera Transformación --traicionado a lo largo de 108 años por
el conservadurismo económico, la corrupción y la desigualdad social-- funcione
con eficacia como un modelo original ampliado, depurado y ajustado a realidades
sociales apremiantes por la marginación, en función de la recaudación de las
viejas metas: democracia y justicia social; por tanto, se trataría de una tercera
etapa del modelo histórico moderno de la Revolución Mexicana, asumiendo las
otras dos como la fase de los compromisos revolucionarios y la fase del
neoliberalismo de mercado. Sería la de López Obrador, pues, la Tercera
Transformación Bis de la historia nacional.
Las bases del proyecto lopezobradorista son las mismas: una élite dirigente
comprometida con la justicia social, un sistema político basado en el poder dual
del presidente de la república y el partido del gobierno-Estado, un Estado fuerte
para garantizar el bienestar de las clases no propietarias, un consenso social a
favor de esa élite gobernante y su proyecto social y una burguesía sin ninguna
posibilidad de acceder al poder, pero indispensable para la creación de riqueza
productiva. En este sentido, en el discurso de cierre de campaña y en el discurso
de la victoria, López Obrador fijó los alcances reales de su propuesta: respetar el
270

funcionamiento del modelo neoliberal de mercado, con el compromiso de que las


cosas realmente funcionen y que haya una distribución de algunos beneficios del
crecimiento económico a través de la acción justiciera del Estado, aunque sin
llegar a un modelo de desarrollo con distribución de la riqueza; lo más que buscará
López Obrador desde la presidencia es disminuir la pobreza, pero sin cambiar el
mecanismo capitalista de acaparamiento del ingreso por la burguesía productora y
la burguesía parasitaria especuladora de los servicios financieros.
El compromiso popular de López Obrador desde el 2006 ha sido muy claro:
“por el bien de todos, primero los pobres”; se trata, en realidad, de una meta que
no modifica el sistema capitalista de distribución e inequitativa distribución de la
riqueza, sino que se agota en la función del Estado para evitar el empobrecimiento
masivo. Como en teorías económicas no hay engaños, la propuesta de López
Obrador es similar a la del Plan Nacional de Desarrollo 1982-1988 del presidente
Carlos Salinas de Gortari: el “aumento productivo” del nivel de vida, es decir,
aumentar la explotación de la plusvalía obrera a favor de los empresarios y apartar
un poco de beneficio para las clases no propietarias. La meta de Salinas fue
mantener el neoliberalismo, pero aumentando el reparto de la riqueza en términos
productivos, o sea, con el incremento de la productividad, dándole reconocimiento
a la sobreexplotación de la mano de obra; en pocas palabras: aumentar la
plusvalía al dueño de la fábrica, con una derrama mínima al trabajador; sin el
aumento de la plusvalía, no habría mayor salario.
El modelo de López Obrador se basó en el reconocimiento de una base
social amplia de mexicanos sin condiciones de vida aceptables mínimas,
abandonados por las empresas y por las políticas públicas. Esos mexicanos eran
producto de la desigualdad en la distribución de la riqueza y de un modelo de
desarrollo basado en la sobreexplotación de la mano de obra. La tasa de
disminución de la mano de obra empleada en el sector formal de la economía --la
que se beneficia con salarios regulares y prestaciones sociales como salario no-
monetario-- fue disminuyendo con la modernización de la planta productiva: los
trabajadores del sector informal de la economía--sin salarios formales ni
prestaciones-- pasaron del 34% (7.5 millones) de la población económicamente
271

activa en 1990 a 56.7% (30.6 millones) en el 2016, producto de una tasa promedio
anual de crecimiento del PIB de 1983 a 2018 de 2.2%.
Hacia el 2016, en el último reporte del Consejo Nacional de Evaluación de
Políticas Sociales (Coneval), el 78% de los mexicanos padecía entre 1 y 5
carencias sociales y sólo el 22% de los mexicanos tenía todas sus necesidades
cubiertas. A partir de 1994 las protestas sociales, producto sobre todo de las
condiciones de marginación y pobreza, se salieron de los espacios reglamentados
del sistema político institucional y pasaron a la acción directa de las calles; todas
esas protestas fueron asumidas por el PRD, Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD para
canalizarlas en busca de soluciones. Ante la rigidez del modelo económico
neoliberal desde 1983, esas protestas escalaron la violencia. Ahí se localizaba la
propuesta de López Obrador: programas asistencialistas a favor de los pobres,
para desactivar su potencialidad revolucionaria. No se trataba, por ello, de ningún
modelo progresista de atención social, sino de programas específicos para evitar
las protestas de sectores sociales marginados. Si los pobres salían a las calles,
serías más que los sectores satisfechos.
En este sentido, la propuesta de López Obrador en sus tres incursiones
como como candidato presidencial no fueron para presentar un programa
económico alternativo al neoliberalismo, sino para exigir programas de atención a
las necesidades de los pobres sin cambiar el enfoque neoliberal. A partir de la
victoria presidencial el 1 de julio del 2018, López Obrador anunció un paquete
doble de medidas: de un lado, austeridad a partir de frenar el despilfarro en el
gasto corriente de los funcionarios; de otro, aumentos en ingresos mínimos y
programas asistencialistas nuevos. Lo importante de su paquete de medidas fue el
compromiso de respetar todas las medidas de corte neoliberal: metas de inflación,
techos bajos de déficit presupuestal, estabilidad inflación-tipo de cambio,
autonomía del Banco de México, globalización garantizada y continuidad del
tratado de comercio libre con los EE. UU. y Canadá.
En este sentido, la Cuarta Transformación de López Obrador se confirma
como la Tercera Bis porque no hay un replanteamiento de modelo de
desarrollo/política económica capitalista globalizada, sino sólo programas sociales.
272

La Tercera Transformación nació en 1917 con la Constitución y su objetivo central,


además de derechos sociales, en el artículo 27 de constituir la nación-Estado
como la propietaria de tierra, aguas y productos y a partir de la propiedad de la
nación-Estado constituir la propiedad privada; ahí se localizó la propuesta
revolucionaria del movimiento social de 1910. Si Juárez construyó el Estado-
nación, los revolucionarios configuraron el Estado como el aparato político y social
de la nación; al hablar de “nación” en la Constitución se estaba fijando ya el
concepto de Estado.
El concepto de Estado fue modificado por las reformas neoliberales de De
la Madrid y Salinas de Gortari en diciembre de 1983 al crear los artículos 25 sobre
la rectoría del Estado sobre el desarrollo y el 26 sobre la planeación democrática.
Sin embargo, estas reformas solamente formalizaron el deslindamiento del Estado
de los compromisos sociales populares para colocarlo como el administrador de
las contradicciones productivas entre el capital y el trabajo y dejando descuidadas
las responsabilidades del Estado con los grupos que no participaban directamente
en el modo de producción capitalista. El candado se cerró con la globalización
productiva: la apertura comercial con el ingreso de México al GATT en julio de
1986 y luego en 1993 con la firma del tratado de comercio libre con los EE. UU. y
Canadá.
El Estado social se transfiguró en el Estado productivo ya sin compromisos
de equidad social. De 1983 a 2018, los años del neoliberalismo y globalización
comercial, el promedio anual del PIB fue de 2.2%, cuando México necesitaba de
un crecimiento mínimo de 6.5% para dar empleo formal a la nueva población
económicamente activa anual y atender los rezagos; es decir, el modelo de
desarrollo neoliberal sólo podía atender a un tercio de la población, acumulando a
lo largo de treinta y cinco años a mexicanos sin acceso al desarrollo-bienestar.
Esa población marginada encontró en López Obrador al abanderado de la crítica
al neoliberalismo.
La Tercera Transformación tuvo etapas: de 1917 a 1936 resolvió los
conflictos en los liderazgos para evitar guerras civiles, de 1938 a 1983 desarrollo
políticas económicas estabilizadoras y sociales y de 1983 en adelante privilegió la
273

modernización productiva vía la estabilización macroeconómica provocando un


aumento escandaloso de las desigualdades sociales. La propuesta del candidato
priísta José Antonio Meade Kuribreña fue la extensión otros seis años del mismo
modelo neoliberal y la meta del PIB subió a apenas 3% promedio anual sexenal,
con las mismas políticas sociales del viejo Programa Nacional de Solidaridad del
gobierno de Salinas de Gortari: atender asistencialmente a los más pobres con
subsidios y sin inversiones que multiplicaran la actividad productiva, es decir, con
dinero regalado y no con salario real. López Obrador, en cambio, aumentó los
programas asistencialistas, aunque también sin cambiar el modelo neoliberal de
desarrollo.
El fondo del conflicto social y económico del crecimiento mexicano ha
radicado en la asunción del modelo capitalista de producción en dos variantes:
como capitalismo de Estado durante el largo ciclo populista 1934-1983, con una
burguesía subordinada al Estado vía tasas de utilidad y acumulación de la riqueza;
y luego, como capitalismo empresarial de 1983 al 2018, con un Estado garante de
la explotación laboral por controlar salarios como ancla anti-inflacionaria, sin
regular fiscalmente las utilidades privadas. En la encuesta ingreso gasto de 21016,
el INEFGI encontró la dimensión de la desigualdad social, apuntalando las cifras
del Coneval: el 70% de las familias mexicanas --de clase marginada a media--
lograron el 36.7% del ingreso nacional, en tanto que el 10% de las familias más
ricas se apropiaron del 36-.30% del ingreso; es decir, el mismo porcentaje de
ingreso entre 70% de familias y 10% de ricos. El mismo Inegi aportó otro dato en
2013: el 60% de los mexicanos estaba considerada, por ingresos, en la categoría
de “clase baja” y sólo el 1.7% en clase alta.
La Tercera Transformación revolucionaria se extravió en el populismo y el
neoliberalismo. López Obrador se sumó en 1988 a la convocatoria de Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano de separarse del PRI e iniciar un camino de lucha por la
recuperación del contenido social de la Revolución Mexicana. El eje del discurso
político de la Corriente Democrática del PRI 1986-1987 fue justamente el del
bienestar social abandonado por el neoliberalismo: el programa de ajuste del
gobierno de De la Madrid 1983-1988 tuvo un PIB promedio anual sexenal de 0%,
274

logrando la acumulación de crisis social durante seis años. Un dato basta: en seis
años no se creó ningún empleo en el sector formal. La inflación promedio anual en
ese sexenio fue de 86%, con el pico de 160% en 1985.
La crisis económica y social pasó de una economía de Estado con défiti
presupuestal de 8% promedio 1970-1982, un tipo de cambio que subió de 12.50
pesos por dólar a 26.00, un PIB promedio anual de 6% y un salario que subio once
veces, a una situación de crisis 1983-1988: PIB promedio anual sexenal de 0%,
devaluación de 26.00 a 2 mil 300, un salario que creció 18 veces y una inflación
promedio anual de 86%. El primer sexenio del neoliberalismo, el del gobierno de
De la Madrid, distorsionó la economía y los propios funcionarios culparon al
Estado. Por eso en 1987, ante los indicios de que De la Madrid escogería como
candidato del PRI a su secretario de Programación y Presupuesto responsable del
desaguisado económico-social, Carlos Salinas de Gortari, Cárdenas introdujo el
tema de una votación interna en el PRI en la XII asamblea nacional de marzo de
1987.
Al fracasar en su intento, Cárdenas se salió del PRI, lanzó su candidatura
ciudadana que arroparon cuatro partidos --los ex oficialistas PARM, PPS y Partido
Socialista de los Trabajadores convertido en Partido del Frente Cardenista de
Reconstrucción Nacional y el Partido Mexicano Socialista-ex PCM-- y en 1989
Cárdenas recibió el registro legal del PMS-PCM para fundar el PRD. Sin embargo,
la configuración de grupos --tribus-- fragmentó al partido, impidió que fuera un
partido de clases e hizo que naciera con células de su propia destrucción: en
septiembre del 2012 López Obrador salió del PRD y en noviembre del 2014
Cárdenas también renunció al partido. Sólo López Obrador dio un salto adelante al
anunciar la fundación de su organización Morena con funcionamiento partidista.
Al nacer del seno del PRI, el PRD careció de autonomía ideológica porque
se presentó como el partido del proyecto social priísta anterior al ciclo neoliberal
de 1983. En 1997, al calor de la crisis 1993-1995 de colapso social y de
devaluación y alza en tasas de interés, el PRD dio un salto al obtener 25% del
voto legislativo y una abrumadora victoria en el primer gobierno electo del distrito
Federal. Sin embargo, en votación presidencial el PRD bajñó del 31% del Frente
275

Democrático Nacional en 1988 a 16% en las elecciones de 1994 y 2000 y subió a


31% en 2006 y 2012. Los datos revelaron que López Obrador fue mejor candidato
que Cárdenas.
Si el PRD nació como una propuesta social de modelo económica contraria
al neoliberalismo De la Madrid-Salinas de Gortari, en el fondo se trató de
definiciones de política social y no de reorganización de modelo de desarrollo. La
Cuarta Transformación enarbolada por López Obrador mantiene ese desequilibrio;
programas sociales para atender la desigualdad y la pobreza, pero sin modificar el
modelo neoliberal y globalizador de crecimiento económico. De ahí que la Cuarta
Transformación haya sido más discursiva que propositiva y en los hechos vaya a
ser durante el gobi9erno de López Obrador 2018-2024 sólo una Tercera
Transformación Bis regresando a la atención a la desigualdad social que se
abandonó a finales de 1982.
A veintinueve años de la fundación del PRD y treinta años de la ruptura de
1988, ahora llega López Obrador sin un programa integral de gobierno, sin un
grupo cohesionado y sólo con el discurso de campaña de la Cuarte
Transformación. Pero sus primeras decisiones definieron distancias, rumbos y
posibilidades. En los primeros quince días entregó sus tres paquetes principales:
la reorganización de la burocracia administrativa, su paquete de doce reformas
legales y sus cincuenta reglas. Sin embargo, una Cuarta Transformación después
de la Tercera que representó la Revolución mexicana necesitaba cuando menos
tres grandes paquetes de redefiniciones:

 Modelo de desarrollo/política económica/bienestar social.


 Sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional.
 Rectoría del Estado/economía mixta/distribución de la riqueza.

Las doce reformas legales definieron normas salariales, reorganización de


las secretarías del despacho presidencial, limitaciones en protecciones legales de
funcionarios, plan de austeridad republicana y abrogación de leyes sobre el agua y
reforma educativa y nuevos delitos. Fueron objetivos muy concretos, aislados, que
276

respondieron a compromisos de campaña. Días después, López Obrador emitió


cincuenta lineamientos contra la corrupción y como criterios de la austeridad
republicana: salarios, gastos, delitos de corrupción, prestaciones, compras,
servicios de asesoría, disminución de puestos, recorte de 50% a la publicidad
gubernamental y otros similares, todos vinculados a las actividades cotidianas en
las altas y medias oficinas públicas, incluyendo algunos demasiado precisos como
la prohibición para que funcionarios usen a trabajadores en labores en sus
hogares o para que cierren calles o detengan el tráfico.
Las nuevas reglas afectarán a los 5.4 millones de personas que laboran en
el sector público de los tres niveles de gobierno. Sus efectos serán al interior de
las labores cotidianas. Entre todas las previsibles, hubo una que se incluyó sin
explicación, la número 43: “se tratará con amabilidad a los ciudadanos en las
oficinas y en cualquier otro lugar”. En este punto se define la relación de los
ciudadanos con los funcionarios: actuar con la autonomía del poder o asumir a los
funcionarios como servidores de los ciudadanos porque éstos pagan los salarios
de aquéllos. Este punto fue explotado por Donald Trump como candidato
republicano en el 2016 ante la queja que recibía de que los funcionarios eran un
poder por sí mismos y no entendían que tenían salarios gracias a los impuestos;
esta separación de responsabilidades había creado un repudio social
--presentimiento, dice la investigadora Katherine Cramer-- no sólo hacia el
funcionario sino hacia el Estado. El autoritarismo burocrático es producto del
Estado patrimonialista propiedad no de la sociedad, sino del burócrata. Y ese
patrimonialismo es la explicación de la corrupción y la doble tributación: el
ciudadano paga sus impuestos y estos se transforman en el salario del burócrata,
pero luego tiene que sobornar al burócrata para que cumpla su tarea en la
tramitación de asuntos cotidianos en oficinas públicas.
Todas estas medidas configuran parte de la funcionalidad cotidiana de las
oficinas públicas, tienen que ver con la construcción de personalidades en medios
y refieren criterios para las decisiones oficiales que se toman en los millones de
trámites diarios. Sin embargo, no reconstruyen el modelo de desarrollo, no definen
el papel del Estado en la reorganización del sistema productivo y menos ayudan
277

de alguna manera a determinar el impulso a actividades productivas


multiplicadoras de la producción y del bienestar. Varios voceros informales del
lopezobradorismo explicaron estas medidas --las doce leyes y los cincuenta
lineamientos-- como parte de la Cuarta Transformación. En todo caso, ahí pudiera
localizarse el alcance limitado del proyecto lopezobradorista de transformar --es
decir: darle forma-- a las funciones públicas, pero no constituirían una verdadera
reforma del modelo de desarrollo.
El efecto de estas leyes y lineamientos en el PIB y en la distribución de la
riqueza es inexistente. Por tanto, se trataría de una nueva versión de reforma
administrativa en un aparato público de política, poder y burocracia de 5.5 millones
de personas, paradójicamente disminuyendo su nivel de vida por las prestaciones
adicionales a los salarios, los salarios aumentando arriba de la inflación y los
ingresos adicionales producto de la corrupción. Pero nada más. Y si acaso, podría
contribuir a un agradecimiento de la sociedad que tiene que usar los servicios
públicos y se encuentra todos los días con corruptelas, ineficacias y malos
humores.
En realidad, la Cuarta Transformación no constará de modificaciones en las
estructuras productivas que determinan las relaciones sociales y de poder, sino
que su objetivo central será que las cosas funcionen en el aparato publico, no que
cambien. Sin embargo, la crisis nacional no es de disfuncionalidad burocrática,
sino de modo de producción y de los mecanismos de distribución inequitativa de la
riqueza hacia el trabajo y concentradora hacia el capital. Y las cifras de pobreza
sólo se podrán revertir con un nuevo modelo de desarrollo con distribución
automática de la riqueza para la sociedad y disminuida para el capital.

7.- El desafío de AMLO: neoliberalismo salinista 1979-2024,

1.- El pensamiento neoliberal


278

En la reunión del candidato presidencial Miguel de la Madrid con dirigentes


del Sindicato de Trabajadores de la Industria de Radio y Televisión, en mayo de
1982, el líder sindical Fidel Velázquez apareció muy serio, lejano, como ausente,
particularmente austero. Días antes, los asesores de la CTM –economistas,
abogados, sociólogos– participaron por primera vez en una reunión con el
candidato presidencial priista organizada por el IEPES, dirigido por Salinas,
organismo que ha prescindido de la participación obrera en las reuniones en que
se perfila el programa del próximo gobierno.
Los funcionarios del IEPES acudían preferentemente a especialistas en los
temas de las juntas o a funcionarios del gobierno actual. Fueron relevantes dos
ocasiones: una, cuando acudieron a los economistas del sexenio echeverrista que
han mantenido un diálogo crítico con el gobierno y la otra cuando la CTM hizo
propuestas al candidato.
La política del IEPES de Salinas, al respecto, parecía ser ecléctica. Era
común ver en reuniones a banqueros y empresarios hablando sobre lo que deberá
ser el próximo gobierno. Asimismo, destacaba el criterio de enfrentar posiciones
para disminuir ciertas posturas críticas. Una vez puso a Francisco Gil Díaz –
conocido como el jefe de los Chicago Boys mexicanos–, director de Política Fiscal
de Hacienda, para contrarrestar las propuestas de una reforma fiscal a fondo que
hizo Samuel del Villar, quien después sería cardenista. Otra ocasión el IEPES
organizó una reunión en la que participó Daniel Murayama, economista de
confianza de la CTM, pero colocó como comentarista a Pedro Aspe, director de
Economía del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), conocido como
nuestra Universidad de Chicago por la presencia frecuente, como conferenciante
estrella, de Arnold Harberg, socio de Milton Friedman en asesorías conjuntas en
América Latina. En Puebla, una reunión sobre financiamiento del desarrollo del
IEPES fue abierta por un representante del Banco del Atlántico y clausurado por
un enviado de Bancomer.
A la CTM no se tomó en cuenta en la campaña de De la Madrid, y menos al
Congreso del Trabajo. La reunión del viernes 21 de mayo de 1982 fue tirante en
su preparación. El IEPES les dio solamente una hora con el candidato, aunque la
279

CTM se tomó tres. Cuando Salinas de Gortari pidió las ponencias por adelantado,
Fidel Velázquez se negó a hacerlo. La clase política del IEPES y del PRI había
tomado muy pocas recomendaciones de la CTM y del CT para la elaboración de
documentos básicos. El Plan Básico del PRI tuvo su origen en el Plan Global de
Desarrollo, antes que en las proposiciones de los sectores del partido.
La participación en la campaña de los trabajadores afiliados al PRI ha sido
mínima. Aunque algunos pronunciamientos del candidato y de su equipo han
coincidido con planteamientos obreros, se observa un vació en el enfoque social y
político de los programas. Para el IEPES, el aspecto central del próximo gobierno
se encuentra en la participación del Estado en la economía; los trabajadores van
más allá: darle a esa participación estatal acciones concretas: nacionalizaciones,
medidas coherentes. Durante los últimos años ensalzó la voluntad obrerista del
gobierno, pero en la crisis se les sacrificó de nuevo.
Quienes se encargaron de diseñar planes, programas y reuniones del
candidato presidencial priísta eran los jóvenes del IEPES, casi todos formados en
la burocracia financiera estatal, en instituciones educativas privadas y en el
ejercicio intelectual solitario. Los planificadores del gobierno delamadridista serían,
al final, los nuevos científicos neoporfiristas, aquéllos que se colocaban por
encima de la sociedad y sus compromisos populares para señalar rumbos,
salidas, planes, posibilidades. Para ellos, el gobierno funcionaba al margen de los
compromisos con la sociedad civil y con las mayorías trabajadoras. De ahí que
sus pronunciamientos ofrecieran enfoques de cierto tono popular, pero dados en
un vacío social y político. Economicismo, mecanicismo, sobrevivencia, fueron los
pilares de sus teorías: podían prometer cambios, pero en las crisis no vacilaban en
sacrificar intereses mayoritarios.
Este grupo de funcionarios salinistas cobijados por el candidato De la
Madrid eran conocidos también como los tecnólatras, o adoradores de la técnica.
Así lo recogió la columna de Carlos Ramírez en la revista Proceso el 12 de
julio de 1982, después de las elecciones ganadas por De la Madrid:
280

El resultado de las elecciones presidenciales del 4 de julio coloca al país en


el umbral de una nueva composición interna de la estructura del Estado. Se
avecinan nuevos tiempos y nuevas realidades, otros aires soplan en la nación
cuando los técnicos lograron, finalmente, suplantar a los políticos, otras
perspectivas se abren cuando las elecciones anuncian el desembarco de los
"tecnólatras" en la política, cuando surge una nueva generación de funcionarios
del Estado.
Bajo la bandera de programas, proyectos, planes y análisis subyace una
aureola ganada a contrapelo acerca del nuevo papel que puede jugar la técnica en
la política. De esa síntesis surgen los tecnólatras. El replanteamiento de estas
tesis implica, de origen, un cambio en la correlación de fuerzas del sistema político
mexicano: ante el desgaste, ineficacia, corrupción, vulnerabilidad, olvido de
compromisos, crisis ideológica y componendas del poder político, las nuevas ideas
de la técnica se ofrecen como viables, posibles.
El desembarco de los tecnólatras viene precedido de indicadores
importantes en su gestión como funcionarios del Estado y como funcionarios en
campaña. Como los primeros, diseñaron el Plan Global de Desarrollo 1980-82,
cuya esencia era subordinar al país y a las clases a un conjunto de variables
económicas, a metas cuantitativas, en medio de un discurso conciliador,
mesurado, objetivo, equilibrista, con un Estado por encima del bien y del mal. En
cambio, en campaña presidencial su lenguaje se tornó crítico, amnésico,
incipientemente realista, cuestionador de una realidad que ellos mismos se
encargaron de provocar con sus planes.
Como funcionarios de Estado y como técnicos en campaña política, los
tecnólatras han señalado en los últimos meses inclinaciones que podrían cambiar
la función del Estado, al convertir una realidad histórica de rectoría y unos
compromisos populares en una función conciliadora. Eso ocurrió cuando
diseñaron el PGD. O cuando, desde la Secretaría de Programación y
Presupuesto, en vísperas del destape, desdeñaban las demandas de cambio
social del Congreso del Trabajo, porque "tienen una orientación que podría dañar
281

el equilibrio del sistema de economía mixta". (Evaluación de planes y propuestas,


a cargo de Bernardo Sepúlveda.)
O cuando el director del IEPES habló de devolverle a la sociedad civil lo
que el Estado no puede ni debe asumir –la derecha estuvo de plácemes–,
obligando al propio De la Madrid a reiterar la rectoría económica del Estado y a
negar cualquier desnacionalización.
O cuando el IEPES y el PRI soslayaron la participación del sector obrero en
el diseño de programas, planes básicos y de gobierno para el sexenio 1982-86.
O cuando el PRI convirtió una campaña política en una campaña de
publicidad y propaganda para vender un producto comercial.
O cuando los mecanismos de consulta popular se convirtieron en embudos
y tamices que sólo dejaban pasar aquello que justificaba teorías y tendencias de
los jóvenes tecnólatras.
Los planes de la nueva generación de funcionarios está en marcha. No son
tecnócratas, sino tecnólatras: saben que la política es importante, pero prefieren el
uso de instrumentales, variables y formularios de la técnica. Son, en suma, los
nuevos gerentes del Estado que sustituyen compromisos sociales con
posibilidades económicas, que suplantan demandas con contraofertas, que
consideran al Estado como conciliador nacional, que, en fin, confunden el poder
político con el poder adquisitivo porque consideran que la correlación se asume
por la capacidad económica, por el poder económico de las clases sociales.

Y en diciembre, la izquierda comunista en la Cámara de Diputados, que


arribó como producto de la reforma política de 1978, cumplía su tarea de
confrontar las tesis economicistas de los hombres del gobierno. Carlos Ramírez,
en su columna en Proceso el 20 de diciembre de 1982, recogió el saldo de la
primera comparecencia de Carlos Salinas como flamante secretario de
Programación y Presupuesto. La columna se tituló “Los E.T.”, por la película de
Steven Spielberg entonces de moda:
282

Rolando Cordera (diputado de la izquierda) lo dijo con humor: los nuevos


funcionarios del área económica del gobierno parecían unos extraterrestres que
habían aterrizado de emergencia en el planeta Tierra y se habían encontrado con
un país en ruinas. Aunque Jesús Silva Herzog, Carlos Salinas de Gortari y Ramón
Aguirre Velázquez ofrecieron en sus comparecencias ciertos elementos de
continuidad en la política económica durante el periodo de crisis que une a los
gobiernos de José López Portillo y Miguel de la Madrid, en el fondo rompieron
amarras y deslindaron responsabilidades.
Por entre las rendijas de justificaciones con cierto tono de sensibilidad
social en el discurso, los nuevos estabilizadores no dejaron de ser vehementes y
honestos en la defensa de sus políticas, criterios y teorías. Así, el estructuralismo
de los neomonetaristas habla de modificaciones económicas en términos de
eficiencia y eficacia, en tanto que las mayorías urgen cambios sociales y políticos
que trastoquen el mecanismo de concepción y aplicación de un modelo
intrínsecamente injusto.
Jesús Silva Herzog actuó, en momentos, como el ultraprogresista del
gabinete. Justificó ciertas decisiones del gobierno de López Portillo y llegó a
calificar la nacionalización de la banca como una "conquista popular". No quiso
atacar o cuestionar las pérdidas del "populismo financiero". Sin embargo, al final,
su extraterrenalidad quedó explícita en el manejo de argumentos que subordinan
el costo social a los resultados financieros de la recuperación.
Carlos Salinas de Gortari fue el más apasionado. Con un diestro manejo de
cifras, datos y planes, el funcionario buscó desactivar las acusaciones contra el
carácter antipopular del paquete económico. Quiso desviar la atención señalando
la devastación social de un programa ortodoxo, cuando en realidad lo que hizo fue
trazar el país que dejará la austeridad que hoy se aplica.
En ambas comparecencias, el realismo económico emitió un tufo a
tecnocracia, a tecnoeficiencia. Para analizar los efectos del programa de
reordenación del desorden –prioridad esencial del nuevo gobierno–, acudieron a
estudios y análisis económicos. Sin embargo, el tratamiento de shock comienza a
manifestar consecuencias sociales aún inconmensurables. Pero a fuerza de
283

repetir conceptos, los axiomas de los tecnócratas adquirieron la categoría de


realismo, por más que los propios diputados priístas no se mostraron convencidos
–desde ópticas diferentes pero válidas– de que realmente se este pulsando el
impacto social de la recesión en un país que acrecienta su rezago de justicia.
En términos políticos, las comparecencias fueron un diálogo de sordos. Si
bien esta costumbre ha sido tradicional, en momentos en que se imponen medidas
drásticas de ajuste conviene atender llamadas de atención. La semana pasada los
funcionarios fueron a defender con pasión un programa económico que no es
susceptible de modificaciones ni está a discusión. Y no las habrá a pesar de
cuestionamientos de los partidos, de las dudas de los propios priístas y de las
alarmas y oposiciones del sector clave del PRI, el obrero.
En rigor, las preocupaciones sociales no son prioridad para los E.T. que
manejan el área financiera del gobierno. Por lo pronto, la propia sociedad jala el
cordón de la alarma social: en la Delegación Gustavo A. Madero, a finales del
sexenio pasado, las pocas inversiones oficiales iban a atender las necesidades
mínimas de las ciudades perdidas y los cinturones de miseria. Ante la protesta de
los habitantes de las colonias residenciales por el descuido de sus servicios
indispensables, la justificación gubernamental fue en el sentido de atender lo
urgente de los marginados para evitar que se desbordaran sobre los sectores de
alto poder adquisitivo. Los quejosos optaron por acudir a la cooperación para
atender sus propias demandas.
Y si eso ocurrió antes de la nueva política económica, la austeridad actual
sacrifica el gasto de bienestar popular en aras del equilibrio financiero. En estos
casos no queda más que prepararnos para la emergencia social que tenemos
enfrente.

Salinas y su grupo ya definían, tempranamente, su perfil de ideología


económica neoliberal. Así se publicó en Proceso el 10 de enero de 1983,
caracterizando lo que sería el perfil político de la política económica de Salinas:
284

Los estrategas de la política económica empezaron a fruncir un poco el


ceño porque las cosas no están saliendo según lo planeado. En lo referente a la
política de precios, el mercado de consumo liberalizado debió haberse comportado
con menos anarquía. Sin embargo, en los primeros días de enero se observa que
el gobierno no tiene todo el control sobre los acontecimientos, pero sigue a la
espera de que la oferta y la demanda se ajusten automáticamente.
Mientras tanto, los aprendices de políticos no dejan de preocuparse por las
protestas sociales, la angustia de las mayorías de mexicanos que ven que todo
cuesta más caro y ellos ganan prácticamente lo mismo. De ahí que, muy a su
pesar, los E.T. de la economía apliquen sus teorías monetaristas pero sin dejar de
realizar ciertos actos de fe populares. De ahí también que el país comience a
advertir un "populismo monetarista" en aquellos programas que buscan reconciliar
lo irreconciliable: liberalismo económico y compromiso social.
Las contradicciones son obvias: el programa inmediato de reordenación, los
criterios generales de política económica, la política de precios, la
desnacionalización del 34% de la banca y el capítulo económico en la Constitución
aceleran aquello que pretenden corregir: a cambio de sacrificios en niveles de
vida, salarios, empleo, inflación, bienestar y expectativas, se prometen paraísos al
salir del túnel. La idea no es nueva. En los treinta, Keynes descalificó la estrategia
del futuro promisorio, a cambio del presente de sacrificios. Es, además, una
contradicción en la propia teoría monetarista, pues para corregir deficiencias
destruye las incipientes relaciones de justicia económica. "A la larga todos
muertos", escribió Keynes.
Lo que más preocupa a la sociedad es la inflación. Frente al desorden en
los precios, un problema real, tangible, que afecta a la mayoría de los mexicanos –
el 75% de ellos gana el salario mínimo, menos de eso, o no tiene ningún ingreso–,
el gobierno opta por el liberalismo y las declaraciones oficiales se dan sólo para
sumir en el discurso lo que niegan en la realidad: la defensa efectiva de la
economía popular. El 30 de diciembre se anunció el fin del control de precios. Al
día siguiente se informó de un programa tripartita de protección a la economía
popular. El 2 de enero se denunció la escalada de la carestía. El 3 se detectó un
285

aumento generalizado de caso 100% en los precios. El 4 el mercado era


anárquico y abusivo.
La Secretaría de Comercio apareció hasta el 5 de enero, para anunciar
clausuras de tiendas que violaran precios de los 300 artículos controlados. Pero
en los demás la inflación fue una fiesta. Ese mismo día la CTM denunció que los
empresarios violaron el acuerdo y la carestía era insostenible y grosera. El 6 de
enero como regalo de Reyes, la Secom surgió para controlar precios, pero luego
que éstos subieron. Un diario tituló la noticia con certeza: "Después de las alzas,
los controles".
Por lo demás, las preocupaciones sociales del gobierno no cristalizan en la
realidad. En diciembre, las promesas de justicia y equidad apenas pudieron
cumplirse en parte, pero no porque el gobierno hubiera querido ser congruente: la
verdadera subversión y protesta de la diputación obrera priísta echó abajo parte
de la política fiscal y del aumento general de impuestos, aunque no pudo detener
el impacto de otros en los precios finales de los productos.
Hacia comienzos de enero y de cara al comportamiento real del mercado,
los monetaristas ven que las cosas no salen como las previeron. De acuerdo con
los cálculos en el papel, la carestía no debió ser tan violenta ni tan abrupta y
menos aún tan pronunciada. Pero ante la ausencia de otras medidas en su
recetario monetarista, no les queda más que esperar que el mercado se ajuste
automáticamente. Y para que no digan, el discurso social tenderá a equilibrar los
ánimos de aquellos que se ven sacrificados por una política antipopular. Pese a
ello, quisquillosos como son, los nuevos estabilizadores siguen rechazando el
calificativo de "populismo monetarista" para su política.

El perfil neoliberal fue explicado en un reportaje de Carlos Ramírez en


Proceso, el 27 de diciembre de 1982:

Primero fueron las dudas, luego las certezas:


De la mano de un programa de estabilización económica, del brazo de una
austeridad antipopular e injusta, aliado a un convenio con el Fondo Monetario
286

Internacional que lo avala en el exterior y armado de un diagnóstico apocalíptico


que justifica cualquier medida, el país se encuentra embarcado en una
contrarrevolución monetarista que busca solucionar la crisis sin atender los altos
costos sociales.
Si todo sale como está planeado, la nación encontrará en 1985 un camino
desbrozado de baches: no más tropiezos con la misma piedra. Los que sobrevivan
lo atestiguarán. El paraíso de la estabilidad económica está a la vuelta de la
esquina, aunque haya que pagar caro el precio.
Con el instrumental que reduce la crisis a una serie de variables y
estadísticas que se pueden controlar, confundiendo causas con orígenes,
justificando en el discurso compromisos que se rompen a golpes de decisiones
antisociales y buscando modificar la estructura del país más a favor del mercado y
menos a favor del Estado, la política económica se enmarca en un decálogo de
reordenación que significa, en su intención última, una sublevación monetarista
contra ideas y prácticas estatistas que son –dicen los nuevos monetaristas– la
culpa de todos los males.
Todos los caminos llevan a Friedman: las primeras decisiones del gobierno
del presidente Miguel de la Madrid cumplen, con puntualidad y exactitud, el
manifiesto monetarista. Los cargos de conciencia social, los impactos en los
sectores pobres, las declaraciones de fe populistas son, de todos modos, el diseño
de un monetarismo a la mexicana. Arnold Harberger –socio de Milton Friedman
para América Latina– habla ya del "monetarismo híbrido": aquel que acepta la
existencia de un Estado fuerte, asimila los problemas de ideologías, no soslaya
algunos compromisos sociales mínimos, pero estas fatalidades no modifican en
nada los objetivos del monetarismo clásico.
Después de una crisis en evolución durante más de un año y medio, el
nuevo gobierno propone salidas que se identifican rápidamente: controlar la
inflación, disminuir los números rojos en la contabilidad en el exterior –balanza de
pagos– y circunscribir la acción del Estado a sus posibilidades reales de
financiamiento. Al final, la economía relucirá estabilizada, aunque el precio que
haya pagado la sociedad resulte oneroso.
287

Por lo demás, el decálogo anticrisis no es nuevo. De hecho se reproduce en


1982-84 lo que se llevó a la práctica –sin resultados positivos, ni siquiera en las
estadísticas– en 1977-78. A mediados de 1978 se tenían las primeras evidencias
del programa que sacaría al país de los problemas de agosto de 1976:
disminución del gasto público, reorientación de inversiones pública y privada,
fomento a la inversión privada, combate a la inflación –el villano de la crisis–,
equilibrio en la balanza de pagos, disminución en los créditos externos,
congelación de salarios, liquidación de paraestatales, reorganización del aparato
gubernamental, liberación y aumentos de precios, carta con el FMI.
Era, también por aquel entonces, el lenguaje del realismo, hoy redivivo con
mayor crudeza. Lo de antes se receta hoy, pero en mayores dosis. Así, a ritmos
de crisis y desajustes en cadena, el monetarismo se vuelve la medicina drástica y
única contra la crisis, aun por encima de compromisos sociales y populares.
Frente a una crisis económica que es ya crisis social, el diagnóstico caracteriza a
la crisis como de desequilibrio interno (inflación), desequilibrio externo (balanza de
pagos) y exceso de estatismo.
Y contra ellos apunta sus baterías el nuevo gobierno.
El aterrizaje del monetarismo en la política económica responde a la
formación de los nuevos funcionarios del área (ver recuadro). Aunque se niegue
en público, aunque se rechace con insistencia, las medidas del gobierno
reproducen los supuestos del manifiesto monetarista. Basta comparar las
decisiones recientes del gobierno con el decálogo friedmaniano para articular
intenciones; basta cotejar ese parentesco con las ideas que desde 1936 a la fecha
–de Keynes a la búsqueda contemporánea de soluciones que no despojen a la
economía de sus compromisos sociales– han desmontado la verdadera intención
del monetarismo: volver a las sociedades a los tiempos del mercado libre, del
dejar hacer, dejar pasar.
La contrarrevolución monetarista está en marcha. Lo inevitable de la crisis y
lo doloroso de las soluciones conforman la justificación:

INFLACION
288

Monetarismo.– Se genera por causas monetarias. Controlando la moneda


se disminuye la inflación: bajar circulante, detener la demanda, confiar en los
ajustes automáticos del mercado para encontrar el nivel de precios. La
intervención del Estado causa más problemas que soluciones. Aumentar el gasto
público acelera la inflación y provoca desempleo. Disminuyendo el déficit fiscal y el
circulante se controla la inflación. Hay una "mano invisible" que controla el
mercado, que lo regula sin intervención estatal. Toda oferta crea su propia
demanda y su estabilidad en precios. Que el circulante crezca en porcentaje igual
al crecimiento de la economía.
Antimonetarismo.– No es el circulante lo que provoca inflación sino la baja
en la tasa de utilidad. El origen del aumento de los precios se encuentra en la
lucha de clases por la apropiación de la riqueza. Bajar los salarios no garantiza un
aumento en el consumo; al contrario, modular la demanda disminuye el consumo y
se crea recesión como medida drástica para abatir precios. Antes que disminuir la
demanda hay que aumentar la oferta a través de inversiones estatales.
Programa del presidente De la Madrid.– Contener la demanda para no
presionar precios a la alza. Bajar el circulante, deprimir el salario real para hacer
atractiva la inversión y la ampliación de la oferta. Apoyar la oferta y modular la
demanda. Disminuir el control de precios para que éstos se ajusten
automáticamente en el mercado libre. Absorber la liquidez –retirar dinero de la
circulación– vía tasas de interés y papeles gubernamentales. Hacer atractiva la
utilidad para promover la inversión, disminuir el gasto público, pues se considera
inflacionario, se gastará lo que se tiene y no lo que no se tiene.

AHORRO-INVERSION
Monetarismo.– Incrementar las tasas de interés para promover el ahorro. El
ahorro es inversión. Usar la "tasa natural de desempleo" y los precios altos como
estímulo para la inversión. Toda abstinencia en el consumo es ahorro que luego
se convierte en inversión, de manera automática. La función de la banca central es
estimular el ahorro y la inversión con base en reglas automáticas y no
discrecionales.
289

Antimonetaristas.– El ahorro no es inversión automática. Es más, la tasa de


interés no estimula la inversión. No se necesita el ahorro de las clases ricas,
porque es inversión que no se hace. En ocasiones, el ahorro y las tasas de interés
desestimulan la inversión. En un mercado libre, un aumento en el ingreso de la
sociedad puede originar más ahorro sin que se plantee un aumento automático en
la inversión. Se llega al momento en que el ahorro sube pero la tasa de interés no
estimula inversión productiva. Así, la tasa de interés causa problemas y si es
demasiado alta frena inversiones y no alienta la ocupación.
Programa DLM.– Aumentar la tasa de interés para estimular el ahorro.
Disminuir el gasto público para generar ahorro público. Usar el crédito para
estimular la inversión.

ESTADO
Monetarismo.– El Estado Leviatán es el culpable de todos los males. Su
intervención en la economía debe reducirse a su capacidad para financiar
sanamente sus gastos, sin crear demasiado circulante y sin acrecentar la carga
fiscal. No debe crear empleo ni usar las políticas fiscal ni monetaria para crear
ocupación. Su gasto debe ser equilibrado. El mercado resolverá por sí mismo sus
contradicciones. Su función debe ser proteger la libertad, hacer cumplir los
contratos privados y fomentar los mercados competitivos.
Antimonetaristas.– La inversión del Estado estimula la producción al ampliar
la demanda colectiva, además de crear empleos. Su función es socializar las
inversiones. La intervención del Estado en los treinta abrió salidas a la gran
depresión y "sebó la bomba" de una crisis de enormes dimensiones. Su papel es
económico y social, impide y frena la explotación, regula los mercados e interviene
para que el dejar hacer, dejar pasar no tenga costos sociales.
Programa DLM.– Disminuir el gasto público. Presupuestar lo que puede
cubrirse con ingresos propios y sanos, sin crear circulante, sin aumentar
impuestos directos al capital y sí al consumo y sin aumentar la deuda externa
pública. Se propone la rectoría pero definida por la corriente monetarista dentro
del gobierno. Así, la rectoría responderá a lineamientos económicos, no sociales.
290

Se sanearían paraestatales, a costo de aumentar los precios y de impactos


bruscos en la economía popular. Despido de burócratas, pues los empleos los
debe dar el sector privado. Disminución del gasto corriente –sueldos, salarios,
administración–. Que el Estado no cree demanda ficticia, apresurada, inflacionaria.

EMPLEO
Monetaristas.– El empleo es consecuencia de la actividad económica, no
objetivo central. La "tasa natural de desempleo" alienta la inversión y crea trabajo.
El desempleo se debe a salarios altos. Bajos salarios estimulan la creación de
empleos.
Antimonetaristas.– La insuficiencia en la demanda colectiva es lo que
propicia la baja oferta, la baja inversión y el bajo nivel de creación de empleos. El
nivel de ocupación y el ingreso global están determinados por el nivel de
inversiones y la propensión a consumir. El desempleo es indicador de la
distribución inequitativa de la riqueza. Con ahorro alto e inversiones bajas, el
Estado debe provocar deliberadamente el crecimiento de las inversiones y la
creación de empleos.
Programa DLM.– Se protegerá sólo el empleo productivo. Hay que corregir
los desequilibrios internos en la economía para estimular la creación de empleos.
No hay suficiente ahorro para financiar inversiones, por lo que no existe empleo
amplio. La "tasa natural de desempleo" alentará las inversiones. Deteniendo el
salario real se facilita y abarata la inversión. Se aumentará el desempleo para
permitir una competencia que estimule los bajos costos de la inversión. La tasa de
interés y el ahorro promoverían la ocupación.

FISCO
Monetaristas.– La política fiscal no debe buscar que el Estado aumente sus
ingresos para ampliar gastos. La función de los impuestos no es redistribuir la
riqueza sino financiar los gastos indispensables del gobierno. Más impuestos
indirectos (al consumo) y menos al capital, pues de lo contrario se deprime la
inversión.
291

Antimonetaristas.– El fisco tiene varios objetivos: ampliar los ingresos del


Estado, estimular la inversión, redistribuir el ingreso y atenuar los impactos de la
crisis en los sectores sociales más desprotegidos.
Programa DLM.– La reforma fiscal quedó en mayores impuestos al
consumo y pocos impuestos al capital. No se globalizan ingresos. Se incrementan
los impuestos indirectos, crece el IVA. El 44% del ingreso fiscal del gobierno es
por IVA y el 31% por impuesto sobre la renta (ISR). De 1982 a 1983 el IVA crece
en 204% y el ISR apenas el 36%. En 1982, el IVA era el 62% del ISR. En 1983 el
ISR es apenas del 71% del IVA. Los consumidores cargarán con el saneamiento
fiscal del gobierno. Al no tocar la renta, se estimula la inversión.

BALANZA DE PAGOS
Monetaristas.– El desequilibrio en cuenta corriente de balanza de pagos es
en todo tiempo y en todo lugar un fenómeno monetario. Modulando la parte
monetaria, el desequilibrio se corregirá automáticamente. Se debe buscar, en
consecuencia, la estabilización de la balanza de pagos y a partir de ello ir
adecuando todos los renglones de egresos e ingresos que inciden en los
resultados. Si el déficit se provoca por desequilibrio comercial, hay que aumentar
exportaciones y disminuir importaciones. Si hay ausencia de ingreso de divisas,
hay que abrir la inversión extranjera.
Antimonetaristas.– Los números rojos en la contabilidad nacional con el
exterior son reflejo de desajustes estructurales en la economía.
Programa DLM.– Limitar el déficit de balanza de pagos a una determinada
cantidad y de ahí para atrás hay que corregir cada renglón que propicia presiones.
Más exportaciones, menos importaciones, mayor inversión extranjera,
incorporación del país a la competencia del comercio internacional.

Por lo demás, otras decisiones involucran la orientación monetarista:


desnacionalizar la banca, funcionamiento empresarial –eficiencia y eficacia– del
sistema financiero, liberalización del tipo de cambio y regulación automática del
mercado vía oferta y demanda de dólares. En rigor, colocan a la sociedad, a sus
292

aspiraciones de equidad, a sus demandas de justicia, justo debajo de la


estabilidad de una economía.
No obstante, las contradicciones saltan a la vista. Si se quiere combatir la
inflación por el lado de la demanda, las altas tasas de interés la estimulan además
de que crean recesión. Ingresamos en una etapa de recesión con precios altos
(estanflación).
El aumento en precios y el alza en impuestos desestimulan el consumo y
éste reduce la demanda y ésta frena la inversión y ésta acelera el desempleo y
éste no genera demanda. El círculo vicioso tendrá que romperse, necesariamente
con la intervención del Estado.
En su tiempo, la señora Joan Robinson se refirió a los objetivos
monetaristas: "Si solamente establecieran el libre comercio, restauraran el patrón
oro, mantuvieran equilibrado el presupuesto y dejaran que el libre juego de las
fuerzas del mercado estableciera el equilibrio, todo sería para lo mejor, en el mejor
de los mundos posibles".
En el fondo, el pensamiento monetarista está experimentando en México un
modelo de desarrollo que aspira a corregir los desequilibrios externos e internos, a
costa de una modificación en el consenso económico y social del país. Así, el
estructuralismo de los monetaristas se fundamenta en una contrarrevolución
económica que despojará al Estado de su papel social y político y lo dejará en un
ente económico sano, en medio de una sociedad con injusta distribución de la
riqueza.

Con Salinas había llegado al gobierno una nueva camada de economistas.


Ya no eran de la UNAM, donde Salinas había estudiado, sino que provenían del
nuevo centro productor del pensamiento económico oficial: el ITAM, fundado por
empresarios para educar a sus profesionistas, y de su escuela de economía, cuyo
director Pedro Aspe ya era uno de los principales colaboradores de Salinas. La
revelación la hizo Carlos Ramírez en Proceso el 27 de diciembre de 1982:
293

De los rincones y los suburbios del Estado, los monetaristas mexicanos


comienzan a salir a la luz pública y empiezan a tomar las riendas de la política
económica con la convicción de que ahora sí el país finalmente resolverá sus
grandes problemas. El programa de ajuste, que busca la estabilidad sin desarrollo,
que carga el peso de la recuperación en los sectores mayoritarios más
desprotegidos y que no tiene sensibilidad social y política para prorratear costos,
tiene en ellos a sus ideólogos y a sus apasionados defensores.
Ahora sí hay salidas, dicen afilando sus tesis y teorías, al tiempo que se
acomodan en oficinas públicas de alto nivel. La toma de posesión de los
principales niveles del gobierno tiene contentos a los monetaristas. Es, de hecho,
la primera generación de economistas educados en el extranjero, en las
universidades donde la economía se queda en la clásica y llega a Milton
Friedman, pero sin pasar por John Maynard Keynes o el estructuralismo
latinoamericano. Este grupo accede al poder y lo copa, expulsando a otros
economistas con ideas estatistas, keynesianas y simplemente más abiertas.
A esta generación la unen varios hechos: su visión de los problemas
económicos, su aprendizaje como alumnos aventajados de Friedman, sus
estudios en otras escuelas de ideas similares. Pero sobre todo, el hilo conductor
es el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), nuestra doméstica
Escuela de Chicago, a la que llega con frecuencia –como su propia casa– Arnold
Harberger, socio de Friedman para América Latina e invitado con insistencia por el
ITAM o por Guillermo Prieto Fortún, subsecretario de Hacienda ratificado.
El acceso de los monetaristas parece no dejar un espacio sin ocupar.
Tienen amigos, conocidos, compañeros a quien seguir. Carlos Salinas de Gortari,
secretario de Programación y Presupuesto, fue un apreciado maestro en el ITAM.
Su pensamiento brillante y rígido es recordado por coincidir con las ideas
generales del monetarismo.
Otros funcionarios no pasan por el ITAM pero sí participan de las ideas de
la economía clásica, aquellas que se saltaron a Keynes y revivieron con Friedman.
En el mismo nivel, Horacio García Aguilar, secretario de Agricultura y Recursos
Hidráulicos, viene del grupo del antiguo Banco de México, cuando esta institución
294

era el instrumento de los banqueros privados para sabotear la política económica


y orientarla hacia lo que beneficiara a los financieros particulares. En las
reuniones, encabezando el FIRA –organismo de apoyo al campo vinculado al
Banco Mundial–, García Aguilar cuantificaba la viabilidad de los proyectos en
función de los subsidios. Si los había, el proyecto no funcionaba.
Las mismas ideas, los mismos enfoques, articulan a otros funcionarios.
Jesús Silva Herzog, secretario de Hacienda, vio la puerta de salida a la crisis en
un repliegue del Estado, por encima de los compromisos sociales del gobierno.
Inclusive, en abril se calificó su primer programa anticrisis –que después fue
radicalizando– como monetarista, ortodoxo, un verdadero tratamiento de shock,
más tibio que el que se aplica en la actualidad. En términos reales, aquél no causó
sino estragos en la población mayoritaria que gana del salario mínimo hacia abajo,
aunque después ese programa de shock se lavó y se entregó en diciembre más
drástico.
Lo mismo Héctor Hernández Cervantes, secretario de Comercio, que
Francisco Labastida Ochoa, secretario de Patrimonio, ambos coinciden en usar el
instrumental monetarista. El primero insiste en aplicar las teorías de Friedman
para resolver el déficit en la balanza de pagos abriendo el país a la inversión
extranjera indiscriminada e incorporando a México al GATT.
En ese mismo primer nivel, caso especial es Miguel Mancera Aguayo,
director del Banco de México. De inclinación monetarista abierta, militante,
combativa, se opuso a cualquier decisión del Estado para resolver la especulación
con divisas, aún a costa de que la economía perdiera el control. Fue soslayado en
septiembre para que se asumieran decisiones de fondo que corrigieran lo que él
no pudo controlar en el periodo marzo-agosto. Sin embargo, fue reinstalado en
diciembre para desmontar los decretos del VI Informe y para convertir,
nuevamente, al Banco de México en la cueva más importante del monetarismo
gubernamental.
Copado el primer nivel, los demás fueron ocupándose por seguidores de
esa corriente. Y los nuevos estabilizadores llegan a tomar el control de la política
económica después de muchos trabajos, ataques y humillaciones. Y lo ejercerán
295

sin miedo, con ganas. Un hecho destaca. Para cerrar el círculo, los monetaristas
desactivaron la posible oposición de la Cámara de Diputados. Manuel Cavazos
Lerma, exalumno de Friedman, monetarista que desea olvidarse de su militancia
en la economía clásica y ortodoxa, y maestro destacado del ITAM, es presidente
de la Comisión de Hacienda de los diputados. Formado en la escuela financiera
del Banco de México, en su época brillante como instrumento auxiliar en la
aplicación del desarrollo estabilizador, Cavazos Lerma fue un militante convencido
del monetarismo. Después, sobre todo cuando se incorporó a la política desde la
precandidatura de Miguel de la Madrid, exorcizó su pasado de "Chicago boy".
Queda, no obstante, el testimonio de su ensayo publicado en el libro Cincuenta
años de Banca Central, en 1976:
Tras de justificar la aportación brillante del desarrollo estabilizador a la
economía mexicana, Cavazos Lerma dice: "se ha observado que a `mayor
disciplina monetaria' (que confirma la tesis friedmaniana de que los males
económicos son en todo tiempo y en todo lugar un fenómeno monetario, por lo
que recomienda controlar el circulante y se evitarán crisis) corresponde una mayor
contribución de la política monetaria al logro de los principales objetivos de una
política económica que propicie la mejor distribución del ingreso, el dinámico
crecimiento económico y la generación de ahorros y empleos a través de la
preservación, en el mayor grado posible, del poder adquisitivo interno y externo de
la moneda".
Dice además que aunque hay duda acerca de la experiencia en este
sentido, "los hechos siempre se han encargado de demoler hipótesis inaplicables
a nuestro país", rechazando cualquier búsqueda de caminos distintos del
monetarismo.
Por lo demás, los monetaristas comienzan a tener responsabilidades
mayores en concepción, diseño y aplicación de la política económica. La lista
abarca nombres conocidos y se completa conforme se hacen nombramientos en
los diferentes niveles del área financiera y hacendaria de la administración pública:
296

Alfredo Phillips Olmedo, viene del grupo Banco de México y hoy es director
del Banco Nacional de Comercio Exterior. Menos radical que los otros, su
monetarismo, no obstante, es intelectual, meditado, abierto.
Gustavo Petricioli, ahora director de Nacional Financiera, se vincula a los
monetaristas en los últimos años, sobre todo como presidente de la Comisión
Bancaria.
Ernesto Fernández Hurtado fue director del Banco de México en el sexenio
de Luis Echeverría. Hombre mesurado, elegante, conservador, Fernández Hurtado
no tuvo el rubor de dejar el sector oficial y pasarse al privado. Fue director del
nacionalizado banco BCH, al que contribuyó a transformar en banca mixta. Como
coordinador del libro sobre el cincuentenario del BM, Fernández Hurtado escribió
un ensayo largo en el que externó sus convicciones monetaristas. Dice en una
parte:
"Para elevar con rapidez necesaria sus índices de vida, lo cual sólo es
posible mediante el mantenimiento de altos niveles de inversión productiva y de
empleo, los países en desarrollo deben adecuar constantemente sus políticas de
regulación monetaria y fiscal como lo manda el manifiesto monetarista a la
necesidad de inducir una mayor generación y captación interna de ahorros
públicos y privados". Aquí son prioridad los mecanismos monetarios, subordinando
objetivos de justicia y equidad a resultados monetarios.
Francisco Gil Díaz, exalumno de Friedman, vuelve por sus fueros. Después
de varios años en una dirección menor de Hacienda, pasa a encargarse de los
estudios económicos del Banco de México. Su función será elaborar análisis que
contribuyan a la toma de decisiones en materia monetaria. Partidario de menos
Estado y más mercado libre, Gil Díaz ha dejado pocos testimonios escritos de su
pensamiento. Sin embargo, sus alumnos en el ITAM lo recuerdan por su
convicción monetarista. En un ensayo publicado en el libro citado sobre el Banco
de México, Gil Díaz escribe un artículo en el que define sus ideas con dureza:
"Se dice que la política monetaria debe fomentar el empleo, redistribuir el
ingreso, estabilizar los precios, controlar el déficit en la cuenta corriente de la
balanza de pagos y mantener bajas las tasas de interés para fomentar la
297

producción". Para él, no es así: "parece ser que la política monetaria es más
efectiva y logra mejor el sinnúmero de objetivos que se le señalen mientras mejor
se evita que sus efectos sean desestabilizadores (como los objetivos de empleo,
ingreso, precios y balanza de pagos). Es decir, el aspecto positivo de la política
monetaria está en evitar que sus efectos sean negativos, no en tratar de
instrumentar con ella toda una serie de metas económicas. El principio de escasez
en economía indica que cuando los objetivos son independientes entre sí, un
instrumento debe asignarse a un sólo objetivo". Así, la política monetaria debería
funcionar para regular la moneda, sólo eso.
Su conclusión es interesante: "este trabajo (titulado Política monetaria y
fiscal) más bien sugiere que hay que programar un crecimiento relativamente
armónico de las cantidades monetarias y fiscales alrededor de la tendencia de
crecimiento de la economía". Tal vez esto justifique la política actual de modular el
circulante monetario al ritmo de la economía y de desactivar cualquier reforma
fiscal que desaliente la inversión".
Otros nombres se agregan a la lista:
Enrique Creel de la Barra, con intereses familiares en varios bancos
privados, pasa a hacerse cargo de Banobras.
Rogelio Morán, director financiero del Canal 13, es recordado en el ITAM
como un combativo monetarista contra el keynesianismo estatista.
Julio Rodolfo Moctezuma, director de Somex, accedió tarde al monetarismo.
Sin embargo, en su corta estancia en la Secretaría de Hacienda –de diciembre de
1976 a noviembre de 1977– instrumentó las ideas estabilizadoras del Fondo
Monetario Internacional en la política económica nacional. Su inflexibilidad lo llevó
a chocar con Carlos Tello.
Mario Ramón Beteta, hoy director de Petróleos Mexicanos, pasa de la
banca mixta a la empresa paraestatal número uno del país. Su función en Somex
fue la de un banquero privado, lanzando a Somex de lleno a la especulación de
1982 que dio al traste con el peso. Asimismo, al nacionalizarse la banca, los
investigadores gubernamentales encontraron una pista interesante en la propiedad
de Beteta de parte del Banco Continental. Después de la nacionalización, Beteta
298

propuso la banca mixta como salida y fue partidario del regreso de las acciones a
los empresarios.
Francisco Suárez, del grupo Banco de México, es subsecretario de
Hacienda. Su pertenencia al selecto equipo de financieros del BM lo ubica como
participante activo de los monetaristas que coparon desde los sesenta ese
organismo.
Luis Bravo Aguilera, ahora subsecretario de Comercio Exterior, forma parte
de los grupos que practican el conservadurismo económico. Pertenece al grupo de
Héctor Hernández y siempre ha sido partidario de que México ingrese en el GATT.
Rogelio Montemayor, maestro distinguido del ITAM, es subsecretario de
Programación.
Marcela González Salas, oficial mayor de la SPP, es maestra y egresada
del ITAM y de la línea dura del monetarismo.
Pedro Aspe, hoy coordinador de los Servicios Generales de Geografía,
Estadística e Informática de la SPP, fue director de Economía del ITAM. De un
monetarismo flexible, se enorgullece de haber hecho su tesis de doctorado en el
Instituto Tecnológico de Massachussets y de haberla escrito junto con un miembro
del Partido Comunista Italiano.
Jesús Reyes Heroles González, egresado del ITAM, también asistió al
Tecnológico de Massachussets. De inclinación flexible, su tesis fue asesorada por
Francisco Gil Díaz y obtuvo un premio de economía. Hoy es director de
Planeación Hacendaria de la SHCP.
Gilberto Escobedo, subdirector de Somex, viene del grupo de Hacienda que
incorporó Julio Rodolfo Moctezuma, pero identificado por su inclinación
monetarista.
Manuel Suárez Mier, exalumno de Friedman, hoy ocupa la subdirección de
Estudios de Pemex.
Abel Garrido, del grupo de Héctor Hernández, fue brazo derecho del
negociador que quiso emboletar al país en el GATT. Fue ratificado en la Dirección
de Negociaciones Internacionales de la Secretaría de Comercio.
299

Agustín López Mungía fue exsubdirector general del viejo Banco de México,
cuando éste servía a los intereses de los banqueros. Hoy es oficial mayor de la
Secom.
La lista se extiende en la medida en que unos llaman a otros de sus mismas
ideas. Destaca el hecho de que se busca un gobierno monolítico, unívoco, sin que
tengan acceso a él quienes no compartan ideas, reflexiones, proposiciones.
El círculo se completa con la incorporación de empresarios al gobierno.
Destaca el regreso de Manuel Sosa de la Vega a la dirección de Mexicana de
Aviación, de donde salió cuando el gobierno anterior adquirió la empresa por estar
en peligro de quiebra. Con el respaldo del gobierno y como burócrata de alto nivel,
Sosa de la Vega, próspero empresario, no tendrá preocupaciones por el volumen
de pasivo en dólares que pudo haber aniquilado a la institución.
Francisco Cano Escalante, que de la Concanaco pasó al gobierno hace 12
años, vuelve a un puesto importante: subsecretario de Abasto, donde pondrá en
práctica la experiencia que adquirió como líder de los comerciantes allá por los
conflictivos años del sexenio de Echeverría.
Ricardo García Sainz, hoy en el IMSS, viene de formación empresarial. De
la IP saltó al sector público y llegó a ser un fugaz secretario de Programación y
Presupuesto.
Arsenio Farell Cubillas, hoy secretario del Trabajo, fue director del Centro
Patronal de Guadalajara. Sus primeros pronunciamientos en estas semanas han
sido para detener las peticiones obreras de aumentos salariales, frente a una
inflación agobiante.
José Campillo Sainz repite en el Infonavit. Allá a finales de los sesenta fue
líder de la Concamín. Con Echeverría fue secretario de Industria y Comercio.
Guillermo Prieto Fortún, empresario del ramo automotriz, pasó en el
sexenio anterior a la Subsecretaría de Ingresos. Ahí sigue.
Héctor Vázquez Tercero, hoy director de Controles a la Importación de
Productos Manufacturados, es un prominente economista del sector privado.
Víctor García Lizama, que ha sido miembro distinguido de la iniciativa
privada, es también funcionario público desde hace pocos años. En el gobierno
300

actual fue designado coordinador del Fideicomiso Liquidador de Instituciones de


Crédito.
Alfredo Luengas, exbanquero privado que fue nacionalizado el 1o. de
septiembre, es hoy presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros.
Visto en su conjunto, la coherencia y la uniformidad de pensamiento del
equipo económico del gobierno actual inclina la balanza hacia un lado, sin más
contrapeso que la flexibilidad de algunos funcionarios pero nunca la contraposición
de ideas, la confrontación de puntos de vista. Sin diques ni desviaciones de
ninguna naturaleza, el camino del país no tiene veredas de regreso. Es, en rigor,
un equipo de uno para todos y todos para uno.

2.- La disputa por la nación entre economistas

El arribo de los economistas de Salinas al área de decisiones de política


económica del gobierno representó una verdadera disputa por la nación entre dos
posiciones: la popular-sindical en declinación por el deterioro político e ideológico
de Fidel Velázquez y el sindicalismo priísta y la neoliberal de De la Madrid y
Salinas. El FMI, el Estado, la crisis, el sacrificio social y las opciones al desarrollo
fueron los temas.
La lucha la había decidido el FMI con sus exigencias a cambio de créditos.
El pensamiento económico conservador del FMI, que determinaría las políticas del
gobierno de 1975 al 2000, fue revelada el 23 de octubre de 1978 en un análisis
publicado por Carlos Ramírez en la revista Proceso. En aquellos días, el FMI era
un organismo casi desconocido en México:

En la reunión del Fondo Monetario Internacional, de septiembre de este año


de 1978, México aceptó que ese organismo internacional ejerza "una firme
supervisión" de la política cambiaria del peso y se comprometió a "realizar
regularmente" consultas con técnicos fondistas para "una revisión detallada" de su
política económica y financiera nacional.
301

Estas consultas, revela un informe especial del FMI, las deberán hacer
todos los países miembros del Fondo como "una obligación" anual. La enmienda
reciente a los estatutos de voluntarias en obligatorias.
Los compromisos de México con el FMI son amplios y profundos. Así han
sido desde hace pocos años, dice David Colmenares Páramo, segundo lugar del
Premio 1978 "Juan F. Noyola", del Colegio Nacional de Economistas.
En su trabajo La economía mexicana y el FMI dice, al hablar sobre la
vigente carta de intención de México con ese organismo:
"Los primeros resultados de la operación del programa de estabilización
monetarista implementada bajo las directrices teóricas del FMI, son onerosos para
la sociedad mexicana y lesivos para la soberanía nacional".
El premio fue otorgado por el siguiente jurado; David Ibarra Muñoz,
secretario de Hacienda; Ricardo García Sainz, secretario de Programación; Jorge
de la Vega, secretario de Comercio; José Andrés de Oteyza, secretario de
Patrimonio; Carlos Tello, ex secretario de Programación; los directores de
Economía de la UNAM y del IPN, y Armando Labra Manjarrez, diputado y
presidente del CNE.
El libro de Colmenares Páramo y los informes del FMI, del 25 de septiembre
de 1978, revelan los compromisos recientes de México con el Fondo. Los
lineamientos de ese organismo son trazados por los países que aportaran más
cuotas y reciben mayor porcentaje de votos; Estados Unidos (19.97 por ciento),
Inglaterra (6.97), Alemania Federal (5.15), Francia (4.59) y Japón (3.98), todos
ellos dependientes de la "diplomacia política del dólar".
La dependencia de la economía mexicana hacia las políticas del FMI se
acentúa en 1976, cuando el gobierno echeverrista firma una carta de intención de
tres años (aún en vigor). El Fondo impuso condiciones que se cumplieron y siguen
vigentes:
Devaluación monetaria, algunos impuestos a las exportaciones, suspensión
de reembolso de impuestos, control de salarios, eliminación de los controles a la
importación, ajuste de precios, medidas monetarias y fiscales combinadas con un
estricto control de gastos públicos, dice Colmenares.
302

En septiembre de 1978 el Fondo explicó sus nuevas condiciones a los


países miembros:
"Con el fin de asistir al FMI en su tarea de garantizar que estas obligaciones
(respecto a políticas de cambio) se cumplan y ejercer una firme supervisión de las
políticas cambiarias, los países miembros deben realizar consultas con el Fondo,
regularmente, en principio anualmente, conforme al artículo IV".
"Estas consultas constituyen una oportunidad para efectuar una revisión
detallada de la situación económica y financiera, así como de las políticas de los
países miembros, tanto desde el punto de vista nacional como internacional."
El mecanismo de consulta es el siguiente: comienzan con un informe
preparado en el FMI con base en la información regularmente recibida del país
miembro o solicitada especialmente por esa institución. En el país supervisado se
revisa el informe y se competan los datos a fin de constituir una base para las
discusiones sobre asuntos de política. Estas discusiones tienen lugar en el país
miembro, entre un equipo de funcionarios del Fondo y representantes del banco
central y de los ministerios nacionales interesados.
Explica el informe del FMI el propósito de la supervisión; mantener
regímenes de cambio ordenados, estimular un crecimiento económico ordenado,
evitar perturbaciones erráticas en la economía.
Pero para Colmenares Páramo las intenciones del FMI van más lejos:
– privatizar la economía.
– debilitar el papel del Estado en la economía.
– carga sobre los trabajadores el costo y el ajuste de la crisis.
Agrega:
"Cuando algún país solicita la ayuda del FMI, esta institución plantea una
serie de medidas de política económica a través de las misiones que envía
periódicamente a cada país. Esta son: devaluación monetaria, liquidación de
empresas estatales, reducción de gasto público, de la burocracia y de gastos de
seguridad social, reducción de la intervención del Estado en la economía y
congelamiento de salarios sin diminuir las utilidades."
303

Estas recomendaciones, argumenta, fueron parte medular de la política


económica de México en 1977. ¿Los resultados? 1978 transcurre entre los efectos
de la política fondista:
– Desempleo, austeridad, recesión, descenso de la inversión,
disminución de la participación del Estado en la economía, más
inflación, problemas de balanza de pagos, lesión de la soberanía
nacional,. pauperización de clases populares, concentración del
ingreso, caída del salario real, disminución del nivel de vida y de
la atención social y represión.

OTROS COMPROMISOS CON EL FMI


El informe del FMI destaca los requisitos que se deben llenar para tener
acceso a los créditos en sus distintas etapas. De ahí se desprende que el Fondo
no prestará dólares si antes no se cumplen condiciones como las siguientes;
programa que represente esfuerzos razonables por superar problemas de balanza
de pagos.
También exige: programa que justifique sustancialmente los esfuerzos del
país miembro para superar problemas de balanza de pagos.
Para tener acceso al servicio financiero ampliado del FMI es necesario
presentar un programa a mediano plazo hasta tres años, destinado a superar
desajustes estructurales de balanza de pagos; declaración detallada de las
políticas y medidas para el primer y subsiguiente períodos de doce meses.
¿Por qué el FMI?
Responde Colmenares Páramo:
"Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos subordinaron el
desarrollo de América Latina al logro de otros fines, como son la lucha contra el
comunismo y la expansión de las empresas transnacionales norteamericanas,
aprovechando su influencia en agencias regionales o instituciones financieras
internacionales. Así surgen el FMI, y el Banco Mundial, en 1944, como producto
del diálogo EU-Inglaterra, donde se impusieron los intereses norteamericanos".
304

En materia financiera, agrega, estamos en medio de pugnas de los grandes


centros capitalistas y "cargamos sobre los hombros de nuestras clases populares
el costo de la crisis de los consorcios internacionales, los cuales a través del
Banco Interamericano de Reconstrucción y Fomento y el FMI penetran
masivamente en las economías nacionales de los países pobres".
–¿Qué representan los cambios en la estructura del FMI?
–Las discusiones internacionales y las reformas al Convenio del Fondo no
han hecho más que vitaminar a la institución en sus funcionas de punta de lanza
del capitalismo financiero. El FMI continuará "sugiriendo" y supervisando la
adopción de programas de estabilización en países necesitados de recursos para
salir del bache económico.
Explica el efecto de las imposiciones del FMI en México: "Los remedios
recetados por el FMI y surtidos por sus vergonzantes esbirros nacionales
incrustados en lugares claves de la administración pública terminarán por
envenenar al enfermo mordido por una víbora de cascabel hasta lograr su
muerte".
Y se pregunta: ¿cómo es posible mayor soberanía nacional estando nuestra
economía vigilada por las misiones técnicas del FMI y cómo es posible mayor y
mejor participación política con el fortalecimiento de las burocracias sindicales que
se encargan de reprimir las demandas salariales de sus representados?
Como única salida, Colmenares Páramo plantea la elaboración de un
proyecto nacional que "considere la participación de las clases populares en su
elaboración y en el reparto de sus beneficios y cuyos ejes sean el nivel del empleo
y el bienestar colectivo".
Indica: "la redefinición o creación del proyecto popular, nacional y
democrático no es un problema técnico como dice el FMI, sino político y social".
Se requiere, pues, un Estado.

Este pensamiento del FMI estaba en el fondo --y en la superficie-- de las


políticas económicas de De la Madrid-Salinas. Lo que estaba en disputa era el
sentido y contenido del proyecto nacional de desarrollo y de sus alianzas con
305

sectores populares o empresariales. Así lo narró, en su momento, un reportaje de


Carlos Ramírez en Proceso el 12 de abril de 1982, el año del colapso, con el
presidente López Portillo agobiado por la crisis, y De la Madrid y Salinas a punto
de tomar el poder:

- El proyecto nacional histórico, en retroceso ante el empresarial.


- Los patrones, dueños ya del poder económico, construyen su
país.
Ante el repliegue de iniciativas del Estado, la confusión ideológica de la
clase política y la falta de decisión gubernamental en épocas de crisis como la
actual, los empresarios ocupan espacios y llenan vacíos políticos y económicos.
Los empresarios tienen el poder económico, pero quieren el país. Hay, para
lograrlo, un verdadero, coherente y articulado proyecto empresarial que desea
imponerse, para sustituir al proyecto nacional histórico.
En 1976 probaron su fuerza. De 1977 a 1981, los empresarios pasaron su
prueba de fuego, además de lograr buenos avances. En 1982 hacen
prácticamente lo que desean: empeñan y desempeñan palabras, chocan contra el
Estado, incumplen compromisos, sacrifican a trabajadores, exigen cada vez
mayores apoyos sin dar nada a cambio, convencen con sus interpretaciones
parciales de los problemas, logran medidas a su favor. Pero quieren más: por un
lado, dominar al Estado y plegarlo a sus necesidades e interpretaciones; por otro,
imponer a la sociedad su visión del país.
Los enfrentamientos empresariales con el Estado no son gratuitos.
Tampoco sus negativas a cumplir compromisos o palabras dadas. No quieren
asaltar el poder político... por ahora. Sin embargo, a golpes de crisis y de
enfrentamientos con el Estado y la clase política aspiran a aplicar su proyecto del
país. Son partidarios, eso sí, de una guerra de posiciones, de una conquista
paulatina del poder político. Han ganado, por lo pronto, dos puntos: colocar a
empresarios en el aparato estatal implantar como verdad a ciegas –en el Estado y
parte de la sociedad –En el Estado y parte de la sociedad– la interpretación
empresarial de problemas y soluciones nacionales.
306

De las ideas, de los principios, del deber ser moral, han pasado, de hecho,
al protagonismo, a la ofensiva, a la obligatoriedad social de la ideología
empresarial.
Hay un proyecto empresarial, existe, se ofrece como alternativo al proyecto
nacional, dicen los investigadores Salvador Cordero, del Centro de Estudios
Sociológicos de El Colegio de México; Rafael Santín, de Sociología de la
Universidad Autónoma Metropolitana de Azcapotzalco, y Ricardo Tirado, del
Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Los tres –especialistas en
temas empresariales– entregaron a Proceso el fruto de su investigación sobre el
proyecto empresarial, realizada a partir de documentos oficiales de la cúpula de la
iniciativa privada, declaraciones y posiciones en conflictos con el Estado.
El problema es grave, sobre todo en momentos de crisis y enfrentamientos.
El proyecto empresarial gana lo que necesariamente pierde el proyecto nacional.
Y el proyecto nacional pierde posibilidades en la medida en que la clase política no
puede satisfacer las demandas sociales y económicas de las mayorías: empleo,
mínimos de bienestar, salud, vivienda, poder adquisitivo, recreación, productos
básicos.
La duda no cabe, dicen: el proyecto empresarial, fundamentado en la más
conservadora doctrina social de la Iglesia y encabezado por la Coparmex, la
Concamin, el Consejo Coordinador Empresarial y la Concanaco, vive frecuentes
choques con el proyecto nacional derivado de la Revolución Mexicana. Y los
choques son frontales, verdaderas pulsaciones de fuerza, son directos; a veces
son sordos, en ocasiones abiertos –como ahora, acerca del arbitrio del Estado en
cuestiones salariales–, pero siempre frente a frente.
Lo peor de todo, señalan en su estudio, es que el proyecto empresarial no
se circunscribe a la cuestión económica, sino que abarca proposiciones sociales a
través del manejo de los medios de comunicación social y de la educación.
Quieren todo. Su proyecto es, así, un proyecto de nación.
"Es necesario reconocer que estamos ante un proceso de maduración del
pensamiento empresarial. De este proceso están conscientes, cada vez más, las
307

cúpulas empresariales, lo que permite ir afinando sus posiciones y respuestas a la


problemática nacional actual", señalan los investigadores.
El proyecto empresarial existe, dicen. "Esto lo queremos subrayar en virtud
de las consecuencias políticas que tiene aceptar o no la presencia de un proyecto
de los empresarios. Aceptarlo significa identificarlo y estar prevenidos. Significa
reconocer que hay nuevos elementos en la realidad social del país que han hecho
que emerjan nuevos proyectos para el desarrollo de México, que pueden
convertirse en alternativos, debido a que el proyecto del grupo en el poder ha ido
perdiendo representatividad en la medida en que no han sido satisfechas las
necesidades básicas e inmediatas de la mayoría de la población, sobre todo en las
últimas dos décadas".

UNA SOCIEDAD OCCIDENTAL Y CRISTIANA


Para los investigadores Cordero, Santín y Tirado, los empresarios buscan
articular a México a las corrientes sociales de América Latina, ahí donde es
fundamental el carácter occidental y cristiano de un país. Para ello acuden a dos
criterios: por un lado, un sistema de valores determinado; por otro, una supuesta
obligatoriedad del Estado y clases a esos conceptos. Olvidan evoluciones
históricas y desean que sus ideas morales, económicas y políticas sean las que
prevalezcan.
Hay una verdadera lucha para imponer este proyecto. Es más: los
empresarios han llegado a usar tácticas de la izquierda, sobre todo las de
Gramsci, para conquistar ámbitos de presencia en una guerra de posiciones. Hay,
además, rutas críticas: primero, definición del proyecto; segundo, presentación en
sociedad; tercero, confrontación con el del Estado; cuarto, imposición de sus
criterios en etapas críticas; quinto, conquista de la sociedad civil.
De acuerdo con las investigaciones de los sociólogos, los empresarios
mexicanos son arbitrarios en el origen de sus ideas. Usan parte del discurso
religioso de los papas –de León XIII a Paulo VI–, pero no con precisión. Han
soslayado ciertos principios de la Iglesia que han evolucionado, sobre todo desde
Juan XXIII, en los cuales se reconocen "desequilibrios injustos en la sociedad y en
308

las relaciones laborales" y en aquellos pronunciamientos que han introducido


cambios importantes en cuanto a la función de la misma sociedad.
Pero para sus intereses, los empresarios han acudido a todo. "Es posible
que la estrecha vinculación entre los sectores empresariales y las organizaciones
religiosas nos explique, en parte, la enorme difusión y utilización concreta que han
hecho los grupos empresariales de algunos acontecimientos religiosos como
fueron la visita a México del Papa Juan Pablo II y la celebración del 450
aniversario de la aparición de la Virgen de Guadalupe".
El proyecto del sector privado abarca mucho: decisión de participar en
política, reto al populismo, crítica al régimen de Echeverría, complacencia por la
derrota del reformismo del sexenio pasado, insistencia en acabar con los
subsidios, apoyo al ingreso de México en el GATT. A esto se añade "la clara y
definida conciencia de modificar los valores de la sociedad mexicana, mediante el
control de los medios masivos de comunicación y su participación activa en el
sistema educativo, incluyendo muy recientemente la presión y crítica a la política
exterior del gobierno de López Portillo hacia Centroamérica y específicamente
hacia Nicaragua".
Pero el proyecto va más allá que lo anterior. Es una precisa y bien armada
proposición para redefinir el papel del país y de sus habitantes. Una semblanza de
ese proyecto es presentada por los investigadores, donde los empresarios señalan
nuevas funciones:
Estado.- Limitación de su actividad económica y promoción de la
participación privada. El Estado estará limitado, en lo económico, al interés de los
particulares. Su participación en la economía será limitada y transitoria. Cualquier
abuso del Estado en lo referente a la libre iniciativa de los particulares generará
desconfianza e inseguridad en los inversionistas. Su papel es complementario en
la creación de la riqueza, pero apoyando con infraestructura económica, política,
jurídica y administrativa. Es, en suma, la cancelación de toda intervención estatal
de carácter nacional y popular. Su función es aceptada en sectores no cubiertos
por la iniciativa privada y los servicios públicos básicos.
309

Gasto Público.- Hay un convencimiento casi general de que el gasto público


es origen de la inflación. Ahí es donde ha triunfado el propósito empresarial de
imponer interpretaciones. De ahí que, bajo el pretexto de lucha contra la inflación,
se pida disminución en el gasto público, sobre todo aquel de tipo social o de
subsidio al consumo, pues inhiben al empresario. Rechazan el encaje legal, así
como a cualquier régimen fiscal que afecte los intereses privados.
Política fiscal.- Para los empresarios, el papel del fisco es estimulativo de la
inversión privada. Aunque su criterio teórico es que el fisco debe redistribuir la
riqueza, en la práctica no conceden mucho espacio de acción al fisco.
Mercado.- A la usanza del liberalismo económico, el proyecto empresarial
pugna por un mercado libre de influencias estatales. El control de precios ha de
ser estrictamente transitorio, ya que desalienta la inversión y provoca el
estancamiento económico. Esto significa que la satisfacción de las necesidades
sociales de bienes y servicios está sujeta en el proyecto empresarial a la
liberalización del mercado donde operarán sin control alguno sus leyes generales
y las de la ganancia. Este criterio es pieza clave del proyecto y en la visión global
del empresario sobre la economía. La participación del Estado en el mercado
inhibe la actividad productiva de los particulares, además de que limita la libertad y
propicia la competencia desigual. El Estado debe vigilar el mercado pero no
intervenir. Debe existir la libre competencia.
Productividad.- Es importante en el proyecto empresarial el aumentar
constantemente la productividad. Todo debe enfocarse al aumento de la
productividad. De ahí que deba fortalecerse el sistema productivo, a fin de
aumentar la producción vía productividad. Para complementar lo anterior, el
proyecto empresarial propone el mantenimiento del diferencial salario-
productividad, mediante topes salariales. El salario remunerador es efecto del
aumento en la productividad. Detrás de esta idea se encuentra el hecho de que en
la carrera precios-salarios, el nivel de ganancia es el factor decisivo. Dependen de
él la capitalización, resultado de la productividad y el salario.
Educación.- En 1981, el Consejo Coordinador Empresarial presentó
formalmente, ante la Secretaría de Educación Pública, un proyecto educativo para
310

expandir la educación privada en todos los niveles. Se busca desplazar del primer
lugar, en lo cuantitativo y lo cualitativo, a la educación pública. El objetivo es
modificar los contenidos y las prácticas educativas del sistema público,
ajustándolo a la visión empresarial y crear las bases para desarrollar un sistema
de educación privada mediante cambios en la legislación y en la adopción de
apoyos fiscales al sector privado. Este punto del proyecto empresarial gira en
torno de dos aspectos: apoyarse en recursos económicos estatales; y orientar la
educación al cumplimiento de las necesidades del capital, en lugar de las
necesidades de las mayorías.
Medios masivos de comunicación.- El proyecto empresarial buscar
perpetuar el control casi exclusivo de los medios. Para los empresarios, los
medios de comunicación son instrumentos de difusión cultural, informativa e
ideológica más poderosos. Rechazan, en consecuencia, cualquier intervención
estatal. El ideario del CCE señala la preservación de la propiedad privada de los
medios. El Estado sólo debe garantizar la libertad que señala la Constitución. Por
su parte, la Coparmex propone la utilización de la comunicación para "enaltecer y
dignificar el concepto, razón de ser y necesidad de la libre empresa".
Este es el proyecto empresarial. Por lo conquistado a la fecha, no es
propiamente un proyecto en ciernes sino en marcha. Ha logrado más de lo
previsto. Su última victoria ha sido lograr un consenso acerca de que el origen de
la inflación es el gasto público. Ante la ofensiva empresarial, existe un evidente
retroceso en el proyecto nacional en los últimos seis años. La alianza Estado
empresarios jugó a favor de una ampliación del espacio del proyecto empresarial.
La guerra de posiciones ya no es secreta si no abierta.

3.- El asalto a la razón.

El asalto al Estado por los neoliberales había comenzado en 1979. Carlos


Ramírez reveló en Proceso, el 17 de septiembre de 1979, que trabajaba en el
gobierno mexicano el socio de Milton Friedman para asesorías neoliberales a
311

gobiernos dictatoriales de América Latina, los dos autores del llamado “genocidio
económico”:

El economista estadunidense Arnold Harberger, quien estructuró con Milton


Friedman el programa económico de la Junta Militar de Chile en 1973-1976, se
encuentra en México como asesor de funcionarios de política fiscal de la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Este es su segundo viaje con los
mismos motivos en los últimos tres años.
Como acostumbra, Harberger no presta asesorías oficiales sino personales.
Así lo hizo en Chile varias veces: de 1973 a 1975 estuvo cinco veces en Santiago
y actuó como consejero de los seguidores de la teoría monetarista que aplicaron el
“tratamiento de shock”, que fue calificado como “genocidio económico”.
El campo de acción en México del economista estadunidense es la
Dirección General de Política Fiscal de Hacienda, cuyo titular es Francisco Gil
Díaz, exalumno de Milton Friedman en la Universidad de Chicago. También se ha
reunido con los Chicago Boy’s mexicanos, cuya lista fue publicada en Proceso
número 72 (20 de marzo de 1978).
El economista belga André Gunder Frank, también exalumno de Friedman y
de Harberger y que posteriormente dio un giro teórico de 180 grados y se convirtió
en el principal impugnador del monetarismo, envió en agosto de 1974 una carta
abierta a Friedman y a Harberger, a raíz de su viaje de asesoramiento a la Junta
Militar Chilena. En ella les decía que el “programa de Chile”, de los golpistas,
habían sido planeado desde la década de los cincuenta, en el Departamento de
Economía de la Universidad de Chicago, “en el cual ustedes prepararon a los
Chicago Boy’s, que hoy son los inspiradores y ejecutores de la política económica”
de los militares.
Gunder Frank escribió posteriormente una posdata y a mediados de 1976
envió su famosa segunda carta abierta, en la que acusaba a los dos economistas
estadunidenses de aplicar en Chile la política del “genocidio económico”, que
condenaba al hambre y al desempleo a millones de chilenos y que servían
fundamentalmente a los intereses del gran capital local y trasnacional.
312

En los primeros años de la década de los setenta el Fondo Monetario


Internacional hizo suyas las tesis del monetarismo y las impuso a muchos países:
Inglaterra, Italia, Portugal, Perú, Argentina, Jamaica, Chile, Israel, México, y otros.
El propósito central de esa corriente es privatizar la economía, disminuir la
intervención del Estado en la economía, reducir los ingresos fiscales al posponer
cualquier intento de reforma fiscal que afecte el capital y cargar sobre los
trabajadores los efectos de la crisis.
Friedman y Harberger tuvieron especial interés en Chile después del golpe
militar de 1973. Varias veces estuvieron en Santiago para asesorar a los
economistas de la junta, principalmente al superministro de Economía, Cauás.
Hicieron muchas declaraciones públicas en apoyo del programa económico de los
militares. Recibieron también muchas críticas por los efectos “genocidas” de sus
consejos; los cuestionaron organismos de la Organización de las Naciones
Unidas, estudiantes de economía de la misma Universidad de Chicago, el
Congreso de Estados Unidos, varios gobiernos de Europa, y el New York Times,
el Business Week, entre otros. Inclusive, los criticaron el partido fascista Patria y
Libertad y el expresidente de la Sociedad Chilena de Fomento Fabril.

PRIVATIZACION DE LA ECONOMIA
En su segunda carta, Gunder Frank (revista Comercio Exterior, volumen 26,
número 12, diciembre de 1976) explicaba como la política económica monetarista,
conducía a un “genocidio económico”: liberación de precios (reducción drástica)
del salario real, aliento al mercado “libre” de capitales, inflación desenfrenada,
desplazamiento del ingreso y de la riqueza desde el trabajo hacia el capital y
desde los pequeños capitales hacia los grandes.
Respecto al Estado, dice que el monetarismo propicia la venta de empresas
estatales “a precios ridículos”. Asimismo, señala que esa corriente “instituye un
programa intensivo de contrarreforma agraria” que regresa latifundios expropiados
o entrega la tierra a “nuevos propietarios capitalistas”. Explica que en Chile la junta
militar regresó dos millones de hectáreas expropiadas por los gobiernos de Frei y
de Allende.
313

Se refiere también a la política económica hacia el exterior del


“friedmanismo”. “Se reducen aranceles y otras restricciones a la importación, se
otorga toda clase de privilegios al capital extranjero”. Se “reajusta la balanza de
pagos reduciendo la importación de bienes necesarios para satisfacer las
necesidades de consumo esenciales de la población, al tiempo que se exportan
manufacturas e incluso alimentos que el bajo poder adquisitivo de los
consumidores le impide comprar y que los productores no pueden colocar en el
mercado interno”.
Agrega Gunder Frank que la aplicación del programa monetarista implica la
reestructuración de la producción y el cambio del destino de la inversión para
“lograr un estímulo aún mayor a las exportaciones no tradicionales de alimentos,
materias primas y artículos manufacturados a expensas de los consumidores”.
La aplicación de este plan, en Chile, fue desastrosa. El New York Times dijo
en marzo de 1976 que “Chile es la prueba ácida de la economía de Friedman,
pero la crisis empeora”. Gunder Frank dice al respecto:
“Estas crecientes críticas son la expresión de las consecuencias que tiene
la política económica de la Junta Militar y la Escuela de Chicago, aunque debemos
admitir que a estos críticos no les preocupa tanto sus efectos sobre el pueblo de
Chile como los que tienen para el capital empresarial, chileno y extranjero, que
ellos representan.”
Indica que las críticas se acentuaron a raíz de la llegada de Friedman a
Chile en marzo de 1975, “acompañado por Arnold Harberger, que hacía su tercer
viaje”. En esa ocasión ambos recetaron un “tratamiento de shock”, que a partir de
abril de 1975 fue “aplicado por el superministro de economía Cauás”.
Según la lista de los Chicago Boy’s mexicanos, las áreas estratégicas de
política económica están casi en sus manos. Hay monetaristas en el Banco de
México, Hacienda, Comercio y asesoría presidencial. Los informes del Banco de
México insisten en señalar como prioridades la lucha contra la inflación y como
instrumentos a las medidas monetarias. La reforma fiscal ha sido pospuesta
indefinidamente.
314

El 20 de marzo de 1978, Carlos Ramírez publicó en Proceso la primera lista


de economistas neoliberales mexicanos. La lista causó estragos en el gobierno de
López Portillo porque representaba el relevo de los nacionalistas. La lista era
elocuente, y muchos de ellos terminaron trabajando en el gobierno de Salinas:

Con destacados monetaristas en puestos de influencia sobre renglones de


la política económica nacional, el Fondo Monetario Internacional (FMI), no ha
utilizado realmente muchas presiones sobre el gobierno mexicano para imponerle
un modelo de desarrollo estabilizador y recesionista que se orienta en rigor hacia
la privatización del país.
Porque aquéllos están donde estratégicamente deben estar para aplicar sus
concepciones de teoría económica.
Por ejemplo: para la liberación de precios una de las prioridades del
monetarismo obsesivamente antiinflacionario, el licenciado Leopoldo Solís, de la
Universidad de Yale –segunda en la escala de la teoría de Friedman–, estructuró
en su calidad de subsecretario de Planeación Comercial el decreto que entró en
operación el 1º. de febrero y que golpeó directamente la capacidad adquisitiva de
la mayoría de los consumidores. Hoy Solís es subdirector del Banco de México.
En política fiscal, donde esa corriente niega con fervor cualquier reforma
impositiva que afecte al capital puesto que, según ellos, de él depende la salida de
la crisis, se encuentra el licenciado Francisco Gil Díaz, exalumno del premio nobel
Milton Friedman en la Universidad de Chicago y conocido como el líder de los
“Chicago Boys” mexicanos.
Este economista fue director de Estudios Económico-Hacendarios de
Hacienda durante la devaluación del peso –en sus trabajos de investigación
descansó parte de esa decisión de agosto de 1976– y ahora es director de Política
Fiscal de la misma dependencia. Oficialmente se anuncia que tampoco este año
se realizará la reforma fiscal integral –que José López Portillo prometió como
candidato presidencial.
Están, también, en el Banco de México: Carlos Bazdresch Parada,
subdirector; Alfredo Phillips Olmedo, subdirector; Luis Sánchez Lugo, subdirector;
315

Manuel Cavazos, también exalumno de Friedman y con estudios en la Escuela de


Chicago, asesor del subgerente Ariel Buira; Jesús Alejandro Cervantes, jefe de la
Oficina de Economía Internacional; Guillermo Ortiz, jefe del área de
investigaciones económicas.
En Hacienda hay otros: Javier Gala Palacios; Gilberto Escobedo, director de
Planeación Hacendaria; Alfredo del Mazo, director de Deuda Pública.
En la Secretaría de Comercio están Marín Maidón, jefe de Estudios
Económicos y quien fue llevado por Leopoldo Solís; y Luis Bravo.
Rafael Izquierdo, por cuyas manos pasan todas las decisiones
presidenciales de tipo económico, planteó, durante la campaña presidencial, en
reuniones del IEPES, la “realidad del desarrollo económico” como punto de partida
y el “eficientismo” como política económica.
El FMI adoptó para sí, desde la reunión de Breeton Woods que reordenó el
sistema económico internacional al finalizar la Segunda Guerra, los llamados
programas de estabilización que se enfrentaron al keynesianismo que se instaló
en occidente a raíz del crack de 1929 en los Estados Unidos.
Este enfoque económico fue adoptado y proyectado teóricamente por el
adusto profesor Milton Friedman, de la Universidad de Chicago; desde entonces
se le conoce como “política friedmaniana”. A este respecto dijo Irma Manrique, del
Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM:
“Tal sinónimo se utiliza en honor del premio Nobel de economía, quien sin
poseer la originalidad de haberla estructurado, se ha dado a la tarea de
`acondicionar’ los planes de estabilización –por excelencia arma antiinflacionaria
del FMI– y ponerlos al uso y beneficio de un capitalismo en crisis”.
Recordó que no todo marcha bien para ese profesor norteamericano,
incluso dentro de su propio plantel, porque “el 75 por ciento de los alumnos de la
Escuela de Chicago están en contra de las teorías de su maestro”.
Para Maritano el centro del monetarismo está en la siguiente afirmación: “el
dinero lo hace todo”. Y para David Colmenares Páramo, en su estudio publicado
en El economista mexicano de enero-febrero de 1978, los objetivos del programa
de estabilización del binomio Friedman-FMI se resumen en tres aspectos:
316

– Privatizar la economía.
– Reducir el gasto público.
– Congelar los salarios y disminuir inversiones productivas.
¿Qué resultados se han obtenido de la aplicación de esta teoría? Maritano
afirmó que “hubo efectos desastrosos en los países en que se aplicó. En Italia
generó inflación, el segundo lugar europeo, y desempleo. En Chile y en Argentina
generó miseria, despidos. En Israel también creó problemas”.
En México los efectos son enumerados por Colmenares Páramo:
disminución del gasto público, reorientación de la inversión pública y privada hacia
sectores estratégicos, fomento a la inversión privada, congelamiento de salarios,
liquidación de empresas paraestatales, reorganización del aparato estatal,
liberación de precios.
En todo momento salta la lucha contra la inflación como condición previa a
la salida de la crisis económica. Y esta obsesión surge en quienes como
funcionarios aplican sus conocimientos teóricos e influyen en definiciones de
política económica.
Porque ellos no esconden su formación teórico-ideológico. Así se lo dijo
Elizer Tijerina al principal monetarista mexicano, Francisco Gil Díaz, durante una
mesa redonda en 1974 en el Colegio Nacional de Economistas.
Después de que Gil Díaz sostuvo que los monopolios y las concentraciones
generan economías externas y que el “villano” de la inflación es el sector público o
el Ejecutivo Federal, Tijerina le respondió directo: “en estos dos casos concretos
me parecen claras las implicaciones reaccionarias”.
Ahí mismo Tijerino le dijo a Gil Díaz:
“Nos parece ingenuo refugiarse en ideologías del laissez-faire, ya muy
superadas incluso en los Estados Unidos, para sostener tajantemente que
cualquier control de precios es ineficaz (esto lo había señalado el hoy director de
Política Fiscal)”.
Como funcionarios del Banco de México, Gil Díaz y Manuel Cavazos
participaron en la edición oficial del libro 50 años de banca central que abrió una
317

nota del entonces director de esa institución, Ernesto Fernández Hurtado, hoy
responsable de un banco privado.
En las conclusiones, Cavazos señaló la identificación entre monetarismo,
“realismo económico” y pragmatismo:
“A pesar de que la experiencia acumulada hasta ahora, parece existir la
duda acerca de este principio fundamental (el de la “disciplina monetaria” como
objetivo de política económica). Sin embargo, los hechos siempre se han
encargado de demoler hipótesis inaplicables a nuestro país. Esta circunstancia,
procreadora del sano pragmatismo que ha caracterizado a la política monetaria
mexicana, ha facilitado la corrección oportuna de los pasos encaminados por
sendas extraviadas”.
La participación de Leopoldo Solís en el Banco de México se revela en el
informe anual de 1977. Al explicar el BM la actividad financiera, dice que la
evolución favorable de la economía se debió a la aplicación de medidas
monetarias y crediticias y a la lucha contra la inflación. Un párrafo afirma:
“La eficacia de estas medidas dependió de la firme postura antiinflacionaria
que adoptó la política fiscal, así como de la estrecha coordinación que hubo entre
políticas de salarios y precios con la fiscal y la monetaria-crediticia”.
Aunque la Universidad de Chicago como institución no representa en si
misma el monetarismo, se ha identificado como escuela o tendencia económica.
Pero, también, esa teoría se ve fuertemente aceptada en otros centros de estudio
como la Universidad de Yale o como la London University.
Aquí en México tiene dos planteles claves: el Instituto Tecnológico
Autónomo –de donde es director de Economía Gil Díaz– y el Instituto Tecnológico
de Estudios Superiores de Monterrey, de donde cada año salen importantes flujos
de pasantes o titulados hacia Chicago o Yale. Sin embargo, también de la
Facultad de Economía de la UNAM o de la Escuela Superior de Economía del IPN
salen monetaristas.
Muchos de esos egresados que encuentran en Friedman a su maestro y
guía están en el sector público como investigadores, o funcionarios de nivel medio.
318

Aparentemente identificados con los propósitos del Estado mexicano, aplican en


ciertas decisiones su forma de entender la economía.

El pensamiento neoliberal ya no saldría del gobierno mexicano. El 23 de


marzo de 1981, Carlos Ramírez analizó en Proceso cómo se había dado una
correspondencia entre los economistas neoliberales con las decisiones de política
económica:

Exalumnos de Milton Friedman, ex asistentes a la Escuela de Chicago, y ex


becarios en la Universidad de Stanford –semillero este último de la masa
académica conservadora del presidente norteamericano Ronald Reagan–, son los
responsables en la Secretaría de Hacienda de diseñar la política de ingresos del
gobierno.
Es como poner la Iglesia en manos de Lutero o el arbitraje de un partido del
América en manos de Televisa; o como mentar la soga en la casa del ahorcado o
creer en la política de derechos humanos de James Carter. Es eso y más: es dejar
un instrumento de justicia y equidad en manos de quienes sólo lo conciben como
una técnica para darle ingresos al gobierno federal.
Un empresario próspero es el subsecretario de Ingresos de Hacienda,
Guillermo Prieto Fortún, dueño de las empresas automotrices “Guillermo Prieto” y
hasta hace poco representante en México de la Chrysler; Francisco Gil Díaz, es
director general de Política de Ingresos, ex alumno de Friedman, y líder de los
Chicago Boys mexicanos e hijo de Juan Gil Preciado; son los becarios, asesores y
funcionarios del área de ingresos de Hacienda, provenientes de Chicago, Stanford
y el Instituto Tecnológico Autónomo de México, sede de monetaristas y fuente de
especialistas para Hacienda.
Y no es gratuito que justamente ahí se den definiciones y tesis fiscales de
carácter oficial. Y que sea también ahí donde asesores y conferenciantes
provengan de terrenos académicos detectables. El de mayor autoridad ha sido
asesor golondrino de Hacienda: Arnold Harberger, quien con Milton Friedman
319

diseñó la política económica de la Junta Militar que derrocó a Salvador Allende en


1973.
En varias ocasiones ha estado Harberger en México para dar pláticas
formales a funcionarios del área de ingresos de Hacienda. Proceso tiene en su
poder la copia de una transcripción de una plática de Harberger, en la que abordó
distintas formas de allegar dinero al gobierno sin molestar a la iniciativa privada,
sin tocar las riquezas ni ingresos, y sí, en cambio, cargando todo el peso en los
asalariados, en el consumo básico y en la contracción de la actividad del Estado.
La presentación de Harberger fue de Guillermo Prieto Fortún y el agradecimiento
final fue de Francisco Gil Díaz.
Algunas de las opiniones de Harberger –que modelaron los criterios de los
funcionarios asistentes– fueron éstas:
–“El salario mínimo ya ha sido implantado en la política económica de
muchos países. Sería un suicidio del gobierno el derogarlo. Pero una cosa si se
puede hacer: a medida que pasa el tiempo y con la inflación, ya que el salario
mínimo está por encima de lo que nosotros llamamos el salario equilibrio, ir con
aumentos más reducidos en ese salario mínimo, hasta que termine siendo más
realista, que refleje las fuerzas del mercado”.
–Respecto a las leyes sociales –traba al empleo en el sector afectado–,
Herberger pide que se aten a los sueldos y salarios y no a las necesidades
sociales, “pues es casi la única manera de prevenir un aumento demagógico de
los beneficios del sistema, que costaría mucho y que sacaría grandes recursos de
toda la economía”.
–Respecto a la progresividad del impuesto a los ingresos que gravan la
riqueza, dice Harberger que “la idea debe ser buscar una solución justa, según el
sentimiento del pueblo en general en un momento determinado y no pensar que
uno va a ir, mediante el mecanismo tributario, rectificando la distribución del
ingreso como tal”.
–Cualquier impuesto reduce el ingreso disponible de los habitantes de un
país permitiendo menor consumo y ahorro privado. En un sentido muy general, los
impuestos reducen la inversión privada.
320

–En las ciencias de las finanzas públicas modernas... los científicos están
casi unánimemente en temas como los impuestos al consumo, en lugar de
impuestos al ingreso, ideas que todavía no han llegado a la realidad pero que
están llegando.
–El IVA, tal como se ha diseñado en Europa y América del Sur, es
fundamentalmente un impuesto al consumo.
–Ustedes están pensando que el impuesto al consumo grava al pobre y el
impuesto al ingreso grava al rico, pero no es así.
–Una de las cosas que más llama la atención en los sistemas fiscales de los
países en vías de desarrollo, es que con frecuencia el sistema impositivo reduce la
demanda de mano de obra.
–Acepto teóricamente la validez de la idea de dar créditos fiscales o
subsidios a mayor empleo, pero me inclino más hacia la eliminación o la reducción
de las otras distorsiones en el sistema, tales como los salarios mínimos que están
por encima de lo que nosotros lamamos salario de equilibrio y tratar
paulatinamente de ir aproximando (a la baja) esos salarios mínimos a un salario
de equilibrio.
–Considerar que una de las metas, objetivos y propósitos de la política
tributaria sea la rectificación de la distribución del ingreso es un enfoque errado
desde un principio. La política tributaria ni puede influir mucho en la distribución
del ingreso y quien realmente intenta en serio efectuar importantes cambios en la
distribución del ingreso mediante la política tributaria, probablemente va a
fracasar, y si no fracasa va a arruinar la economía de todas maneras.
–Si se quiere utilizar la política fiscal para ayudar a promover la estabilidad
en la economía, la manera de hacerlo es por el lado de los gastos. En casi todos
los países con problemas inflacionarios en los cuales he trabajado, el problema
principal ha sido el gasto público, y en donde han controlado el gasto público han
podido controlar su inflación.
–Los sistemas impositivos actuales no son favorables a la formación de
capital, y es deseable estimular la formación de capital... Hay que favorecer la
321

acumulación de capital, entre otras cosas porque favorece una mejor retribución a
las fuerzas de trabajo.
–En un país como México, el resultado de gravar los ingresos de capital no
resulta en que sus propietarios estén pagando más, porque tal como ocurre en
Panamá, los mexicanos tienen la oportunidad de invertir en mercados de capital
extranjeros. Y no tengo la menor duda de que hay bastantes mexicanos que
tienen su cuenta en la Bolsa de Nueva York, en Canadá, en Europa... ya que es
muy difícil en un país como México poder controlar los ingresos provenientes del
exterior.
–El efecto de gravar más el capital en México se traduce en que más capital
se va afuera o menos va a venir del exterior, y el resultado será que en México
habrá menos capital por trabajador.
–Respecto a utilidades excedentes y luego de rechazar cualquier carga
fiscal en ellas, Harberger señala: “considero preferible subir la tasa general del
impuesto a la renta de las personas físicas y personas jurídicas, en lugar de tener
un impuesto sobre utilidades extraordinarias”.
–Cuando la especulación es benéfica socialmente, el beneficio es mayor
que la ganancia de este valor. Cuando la especulación daña a la sociedad,
generalmente el daño a la sociedad es menor que la pérdida del especulador,
entonces el especulador pierde más de lo que la sociedad pierde.

4.- Derrota de los economistas nacionalistas

La gran victoria de Salinas no fue el Tratado de Comercio Libre de 1993,


sino la toma del control de todas las áreas de la política económica del gobierno.
De 1978 a 1981 ocurrió el copamiento de oficinas que tenían que ver con el diseño
de las políticas económicas. Pero el funcionamiento del sistema político priísta
permitía la existencia de economistas progresistas en algunas --cada vez menos--
áreas del gobierno. Con habilidad, Salinas creó un grupo de choque de
economistas neoliberales para ir arrinconando a los economistas nacionalistas. La
confrontación final ocurrió en mayo de 1981, durante la celebración del congreso
322

del Colegio Nacional de Economistas (CNE). El Colegio era el refugio de los


nacionalistas. Había sido rescatado en 1976 por Armando Labra Manjarrez, un
priísta progresista hijo de un ex gobernador del Estado de México. Labra creó un
grupo de análisis para criticar las decisiones neoliberales.
En 1981, Salinas tomó por asalto el CNE. Y lo hizo con violencia política.
Los progresistas habían titulado su congreso con el concepto de proyecto
nacional, a fin de crear conciencia de que la sucesión presidencial que se decidiría
en septiembre de ese año tenía un contexto decisivo. De la Madrid, ya con el Plan
Global redefiniendo la estrategia de desarrollo, atacó con Salinas el tema: no
podía permitir que se hablara de dos proyectos nacionales. A De la Madrid le urgía
mantener la tesis de que el PGD era la continuidad del proyecto nacional, aunque
en realidad era diferente.
En el congreso de Guadalajara estalló la guerra de enfoques económicos.
Pero Salinas acudió a reventar la reunión, no a debatir. Atacó a los economistas
progresistas y la cosa estuvo a punto de llegar a los golpes. Carlos Ramírez y
Francisco Gómez Maza, reporteros de Proceso, recogieron

El 26 de octubre de 1981, ya con De la Madrid como candidato presidencial


y Salinas como jefe de redacción del programa de gobierno, Carlos Ramírez
publicó en Proceso, con el reportero Gómez Maza,un análisis de cómo el gobierno
había aplastado la independencia de pensamiento crítico del Colegio Nacional de
Economistas:

En tiempos de sucesión presidencial y épocas de definiciones y de


enfrentamiento de enfoques, teorías y proposiciones, el IV Congreso de
Economistas reavivó pugnas y choques intragubernamentales y por la definición
del proyecto nacional y por el replanteamiento de la política económica estatal.
En una verdadera guerra de posiciones, economistas de diferentes
tendencias dentro del aparato gubernamental, se enfrentaron en Guadalajara bajo
el lema de “hacia un proyecto nacional”. Ante la ausencia del presidente José
López Portillo –desaire que disminuyó el contenido crítico de las ponencias y
323

reorientó las proposiciones de los participantes–, el Congreso colocó frente a


frente a un proyecto que fue definido como nacionalista, democrático, popular e
independiente y el Plan Global de Desarrollo, que otros especialistas esgrimieron
como el proyecto aplicable de nación.
Ante un resurgimiento de la crisis que, tiene hoy un alto costo social y
político y ante el alud de “petropesos” que otorga autonomía financiera al Estado,
economistas de uno y otro bando discutieron acerca del contenido del proyecto
nacional: o se vuelve a la historia y a los compromisos sociales no cumplidos o se
coloca a la modernización y a la técnica por encima de demandas de justicia y
equidad.
La ausencia presidencial desconcertó a los participantes. Poco refractario a
la crítica de especialistas y funcionarios a la vez, el presidente López Portillo había
reclamado a los economistas en el Tercer Congreso Nacional de 1979, y les pidió
menos críticas y más proposiciones concretas. Este año, sin su presencia, hubo
menos crítica y una proposición.
En sus conclusiones, el Congreso propuso un proyecto nacional que
interprete “los sentimientos de la nación”: libertad, soberanía, justicia, progreso,
democracia y bienestar común. Asimismo, los participantes presentaron, a partir
de una “profunda y permanente actualización del programa histórico de la
Revolución Mexicana”, el perfil del proyecto nacional:
“Tiene un carácter nacionalista, toda vez que se orienta a garantizar la
defensa de los recursos de la nación para beneficio del pueblo de México;
contribuye a consolidar el ejercicio de la soberanía de la nación y conduce a la
mayor autodeterminación económica. Es popular y nacional en la medida que
atiende las necesidades básicas e inmediatas de la mayoría de la población.”
Hay, reconocieron, otro proyecto nacional surgido también en el seno del
propio gobierno. Al respecto dijeron: “el proyecto (del cuarto congreso) en sus
componentes nacionalista, democrático y popular, no sólo es viable sino
imperativo. Es necesario plantearlo ante los elevados costos sociales y la
seducción pragmática de otros proyectos –elaborados con premeditado
simplismo– que no son ni nacionales, ni democráticos, ni populares; que implícita
324

o explícitamente rechazan la validez y vigencia histórica de la Revolución


Mexicana y de la Constitución como principio y fuente del proyecto nacional al que
aspira la mayoría del pueblo mexicano”.
Estas dos posiciones se encontraron de frente en el Cuarto Congreso de
Economistas. Hubo contrariedades, contradicciones, discusiones agrias,
divisiones, acusaciones, miedos, virajes, pasos atrás. Hubo también definiciones
precisas: por un lado, los dos proyectos proponen objetivos más o menos
similares. Sin embargo, el diagnóstico de la crisis y las puertas de salida
plantearon las similitudes y las diferencias.
Algunos economistas del Colegio atenuaron el sentido de su crítica, aunque
no dejaron de señalar que la política económica de los últimos cuatro años ha
resuelto los problemas para el sector privado, aunque las clases trabajadoras
continúen sufriendo, en crisis y desajustes sucesivos, el costo de la recuperación.
Para otros, encabezados por Carlos Salinas de Gortari, director de Política
Económica de la Secretaría de Programación y Presupuesto, las altas cifras de
crecimiento económico califican la vigencia de la política económica actual y el
Plan Global de Desarrollo conforma el proyecto nacional del país para los
próximos años. Este enfoque sería retomado días después por el propio secretario
Miguel de la Madrid Hurtado, al señalar concretamente que el proyecto nacional es
el Plan Global de Desarrollo.
Frente a situaciones particulares y específicas del país, las posiciones
apuntaron a influir en el diseño y aplicación de la política económica. Lo que se
debatió fue el papel del Estado ante su solidez económica por el flujo de
petropesos y en medio de un sistema económico que ha acelerado la marginación
de grupos sociales y ha soslayado alianzas fundamentales con las clases
trabajadoras.
El debate interno entre las distintas posiciones exhibió divisiones y
apresuramientos, que se advertían desde la preparación misma del congreso.
Semanas antes de la reunión de Guadalajara, dos secretarios de estado –Jorge
de la Vega, de Comercio, y José Andrés Oteyza, de Patrimonio y Fomento
Industrial– advirtieron, en comidas con el Comité Ejecutivo del Colegio, que no
325

existían elementos para proponer un nuevo proyecto de país y que el proyecto


nacional estaba contenido en la Constitución. Este criterio sería integrado a las
conclusiones, aunque el diagnóstico de la realidad nacional no dejó de señalar
olvidos, políticas antipopulares y ausencia de decisiones que atendieran los
problemas de las clases trabajadoras.
En este contexto, el economista Rolando Cordera –investigador de la
UNAM y coautor con Carlos Tello del libro La disputa por la nación– dijo que el
proyecto nacional popular implica la reestructuración interna del sistema estatal y
la hegemonía efectiva y ejercida de los trabajadores. Expresó también que pasó el
tiempo del festinamiento y el optimismo fáciles y agregó que proyectos como el
SAM y el Programa de Energía deben ser más completos y permanentes. De no
ser así –advirtió– el proyecto nacional nunca irá más allá de la “guerrilla
burocrática” y se convertirá “en una mera pantalla demagógica”.
Por su parte, Armando Labra Manjarrez, expresidente del Colegio, dijo que
el país afronta tres alternativas históricas: continuar en el empeño de configurar un
sistema capitalista dependiente, acomodando pragmáticamente el quehacer
político; acelerar el proceso de acumulación capitalista, propiciando la
concentración monopólica y la internacionalización económica, o actualizar el
proyecto nacional, democrático e independiente e impulsar un proceso de
desarrollo con beneficio social.
El proyecto esbozado por esta corriente busca restituir al Estado el papel de
aliado con las clases trabajadoras y no con los intereses económicos privados, a
efecto de utilizar la fortaleza financiera derivada del petróleo para responder a los
olvidos y compromisos sociales soslayados en la etapa reciente de la crisis. En la
discusión de esta proposición hubo desacuerdos y frustraciones, aunque se
coincidió en lo fundamental.
Frente a este panorama, Salinas de Gortari habló de optimismos, y se refirió
a las “críticas de burócratas”, refiriéndose a los que son funcionarios y despliegan
simultáneamente una actitud crítica ante la realidad nacional. En una parábola
ferrocarrilera, el funcionario de Programación y Presupuesto dijo que la posición
326

de los economistas críticos es similar a la de los pasajeros de un tren que van en


los asientos de atrás y quisieran sentarse hasta adelante.
La posición crítica del Colegio Nacional de Economistas frente a la realidad
de país ha sido incómoda. En su primer Congreso Nacional, en tiempos de
Echeverría, tuvieron un enfrentamiento directo con el entonces Presidente. Con
López Portillo han sido, en síntesis, cinco los puntos de fricción: cuando se
divulgaron los compromisos y dependencias de la política económica con el Fondo
Monetario Internacional; cuando se pidió una definición nacionalista y popular de
la política energética; cuando se opusieron los economistas al ingreso de México
en el GATT; cuando se bombardearon las insuficiencias y contradicciones de la
Ley de Fomento Agropecuario y cuando se propusieron nuevas modalidades en el
diseño de la política económica.
No obstante las diferencias de criterio y las críticas, las relaciones entre los
economistas impugnadores y el Presidente no habían registrado un desaire como
la ausencia de López Portillo en el Congreso de Guadalajara. En el fondo, según
se advirtió en el contenido de las proposiciones esgrimidas por los economistas,
persiste la intención de otorgarle a la política económica estatal un conjunto de
contenidos y propósitos más claros y específicos y una serie de nuevas
definiciones y compromisos que reorienten la actividad de un Estado
económicamente fuerte.
Al final, los distintos enfoques buscaron rescatar criterios y opiniones
presidenciales, a efecto de que los distintos proyectos no perdieran su posibilidad
de aplicación. A los economistas colegiados esto les significó críticas y divisiones,
aunque las conclusiones recogieron el diagnóstico –apoyado en cifras, datos y
documentos– de un país que sigue viviendo en crisis, pese al optimismo y
triunfalismo del otro sector de economistas que reivindicó los logros del actual
gobierno y del Plan Global de Desarrollo.

El manotazo estaba dado. El CNE había sido finalmente sometido. Una


nota de Carlos Ramírez en Proceso recogió, en octubre de 1982, el final político
del Colegio de Economistas como centro del pensamiento crítico en economía. De
327

la Madrir era presidente electo y Salinas el encargado de su política económica.


La disidencia de los economistas progresistas había terminado:

Después de un año de ostracismo, el Colegio Nacional de Economistas


apenas sacó la cabeza. Aprovechando el ambiente político que creó la
nacionalización de la banca y el control de cambios, ese organismo se lanzó, sin
rubor alguno, a alabar las decisiones del 1º de septiembre y a apoyar al presidente
López Portillo. Pero esa actitud fue parcial.
Detrás de sí, la actual directiva del CNE, dirigida por Antonio Gazol
Sánchez, tenía un período de oscuridad, como le llamó públicamente el
economista Guillermo Velasco. Durante los últimos meses el Colegio se negó a
señalar abiertamente su posición y soslayó compromisos en sus desplegados.
Antes del 1º de septiembre, Gazol Sánchez censuró varios documentos internos,
reprimió las peticiones de economistas para analizar sin censuras la política
económica y marginó a los sectores progresistas que deseaban convertir al CNE
en un interlocutor y en un representante de los intereses de las mayorías.
Después de la devaluación del 17 de febrero, el Colegio publicó un
documento que se conoció como el “yo pecador”. En el texto declaraba que todos
eran culpables de la fuga de capitales, incluyendo las dos terceras partes de los
mexicanos que no tienen acceso a los dólares. Asimismo, Gazol Sánchez rechazó
la propuesta de un grupo de economistas que le pedía analizar la política
económica nacional y señalar los errores cometidos por las autoridades
financieras.
Meses después, cuando el secretario de Hacienda había anunciado los
programas de austeridad tipo Fondo Monetario Internacional, el Colegio sacó otro
desplegado, pero con las características anteriores. Rechazó un borrador que
calificaba de monetaristas las medidas oficiales y aprobó otro que llamaba a la
cordura y censuraba las presiones de Estados Unidos.
Antes del VI Informe de Gobierno, los economistas definieron su posición.
Un grupo de ellos propuso incorporar a un boletín del Colegio las propuestas del
sector obrero, sobre todo aquellas referentes al control de precios y a la petición
328

de nacionalización de la banca y el control de cambios. El presidente del


organismo, Gazol Sánchez, dijo que eran peticiones absurdas que no podían
siquiera incorporarse a los postulados de los economistas.
Después de los anuncios del 1º. de septiembre, el CNE inauguró una serie
de reuniones para analizar la política económica y difundió públicamente su apoyo
incondicional al Presidente de la República por las decisiones tomadas en su VI
Informe. En esas Reuniones se abrieron las posibilidades para que el Colegio
estableciera su posición ante la reforma económica, pero los temas fueron
orientados a examinar lo positivo de los decretos y el patriotismo del Presidente.
Pasada la euforia, el Colegio volvió a callar.

5.- Salinas, ¿abogado o economista?

A pesar de toda la propaganda a su favor, Salinas ha sido un economista


fallido. Cuenta la leyenda urbana que en el Banco de México lo trataban como
abogado porque dudaban de sus credenciales técnicas. Francisco Gil Díaz, un
competente economista neoliberal, considerado el jefe de los Chicago boys
mexicanos, ex director de Economía del ITAM y jefe de estudios económicos del
Banxico, se cruzaba con Salinas en las reuniones de comisiones mixtas y le decía:
“quiubo mi abogado”. Gil habría de tragarse sus palabras: en 1989 fue designado
por el presidente Salinas como subsecretario de Ingresos de Hacienda. Pero en
los tiempos de 1978-1981, Salinas fungía como secretario técnico del gabinete
económico. Y ahí fue recordado siempre por sus equivocaciones económicas.
El 5 de julio de 1982, Carlos Ramírez publicaría en Proceso otra evaluación
crítica contra al PGD. La gran propuesta de política de desarrollo de Salinas había
fracasado, aunque para esa fecha De la Madrid iba rumbo a las elecciones y
Salinas seguía como su economista principal:

Presentado como camino hacia un México más justo, el Plan Global de


Desarrollo se desinfló un año y dos meses después de su aprobación. Los 22
puntos del Plan aspiraban a modificar las relaciones que permitían la injusticia,
329

con vistas a retomar la ruta del crecimiento sostenido, el empleo y el combate a la


inflación. El arma sería el petróleo. Una divisa fue reiteradamente señalada:
transformar el crecimiento económico en desarrollo social. Dos años después que
salió de la circulación, la esencia del PGD se revive como programa de gobierno
del próximo Presidente de la República, con las mismas deficiencias y sin asimilar
las experiencias que condujeron al fracaso económico de 1982. Se ofrece, hoy, un
cambio de ruta, de rumbo, de estilo, pero no de modelo de desarrollo, cuya
estructura propicia y acrecienta la sociedad desigual. La relación se establece: el
autor del PGD como secretario de Programación y Presupuesto y el candidato
presidencial del PRI son la misma persona: Miguel de la Madrid Hurtado, que
capeó la primera etapa de la crisis del país, pues fue postulado en los umbrales
del desajuste devaluatorio. Los planes se emparentan, en deseos, aspiraciones,
proyectos, mientras la realidad económica se impone al país en sus partes más
sensibles y vulnerables, que –por coincidencia– son aquellas que ninguna de las
dos propuestas modifica radicalmente: financiamiento para el desarrollo, inflación,
política financiera y estilo de crecimiento, cuyos efectos en la crisis golpean
indiscriminadamente a las mayorías nacionales. En la crisis, el PGD fue hecho a
un lado sin ambages. En la crisis, el Plan de Gobierno de De la Madrid se ofrece
como solución mágica para una cadena de problemas que arrastra la economía
mexicana desde hace varios decenios. Lo malo del asunto es que en 1980 se
presenta como salida aquella puerta que no funcionó en 1980-81.
Los 22 puntos del Plan Global de Desarrollo son los siguientes:
1.- Fortalecer al Estado, para satisfacer las necesidades de la sociedad.
2.- Modernizar los sectores de la economía y de la sociedad.
3.- Generar empleo: 2.2 millones de empleos, en ambiente digno y de
justicia, entre 1980 y 1982.
4.- Consolidar la recuperación económica, logrando, por lo menos, un
crecimiento del PIB de 8% durante los próximos tres años.
5.- Reorientar la estructura productiva hacia la generación de bienes
básicos y a la creación de una industria nacional de bienes de capital.
6.- Racionalizar el consumo y estimular la inversión.
330

7.- Desarrollar el sector agropecuario para que se eleve el nivel de vida de


los campesinos y se satisfagan las necesidades de alimentación de la población.
8.- Impulsar el Sistema Alimentario Mexicano.
9.- Fomentar el gasto prioritario y reforzar la empresa pública, eliminando
los subsidios excesivos.
10.- Utilizar el petróleo como palanca de nuestro desarrollo económico y
social, canalizando los recursos que de él se obtengan a las prioridades de la
política de desarrollo.
11.- Estimular la política de productividad y una adecuada distribución de
sus beneficios entre los trabajadores del campo y de la ciudad y a la sociedad en
su conjunto.
12.- Destinar mayores recursos para la provisión de mínimos de bienestar,
particularmente para la población marginada, urbana y rural.
13.- Inducir, con pleno respeto a la libertad individual, la reducción en el
crecimiento de la población y racionalizar la distribución territorial.
14.- Obtener una mejoría en el nivel de vida de la población, mediante un
incremento sustancial en el consumo a través del empleo productivo.
15.- Ampliar y mejorar la educación básica para niños y adultos.
16.- Vincular la educación terminal –media y superior– con las necesidades
de trabajadores capacitados, técnicos medios y profesionales, que requiere el
sistema nacional de producción.
17.- Impulsar la capacitación y la organización social para el trabajo.
18.- Desconcentrar, concentrando, la actividad económica y los
asentamientos humanos en un nuevo esquema regional, con énfasis en costas y
fronteras.
19.- Controlar y reducir el ritmo de inflación.
20.- Avanzar en la estrategia de nuevas formas de financiamiento del
desarrollo.
21.- Establecer una vinculación eficiente con el exterior, que estime la
modernización y la eficiencia del aparato productivo.
331

22.- Ampliar la concertación de acciones entre los sectores público, social y


privado, en el marco de la Alianza para la Producción.
Los 22 puntos del programa de gobierno de De la Madrid son:
1.- Reorientación del sistema productivo: salarios, empleos y productos
básicos. Ahondar el proceso de industrialización en cuatro pivotes: bienes de
capital, bienes de consumo básico, industrias de transformación de recursos
naturales e industrias de exportación.
2.- Acceso de la población a la satisfacción de las necesidades
indispensables de alimentación, salud, educación y vivienda. Elevar la calidad de
la vida.
3.- Igualdad de oportunidades para hombres, mujeres, niños y ancianos.
Protección de la justicia a grupos más débiles.
4.- Aumentar el ahorro para inversiones productivas. Reforzar estructura
tributaria, precios y tarifas del sector público y más productividad. Habrá más
deuda, pero con cuidado. Ahorro privado modificando patrones de consumo.
5.- Política de fomento a un vigoroso crecimiento de las exportaciones no
petroleras. Racionalización de importaciones. Protección del mercado interno.
Protección arancelaria. Plan para Desarrollo de la Frontera Norte.
6.- Favorecimiento a demanda y producción de productos nacionales.
7.- El campo lo haremos más productivo y más justo, con una estrategia de
desarrollo integral.
8.- Modernización del comercio. Sistema nacional de abasto.
9.- Solución a problema de almacenamiento de productos agropecuarios.
Fin del sistema de ventas por abonos.
10.- Fortalecimiento del transporte. Revitalizar el sistema ferroviario,
puertos, marina mercante, transporte multimodal.
11.- Promoción de empleos productivos, permanentes y con salario
remunerador.
12.- Crecimiento racional de la economía.
13.- Política ecológica. Protección de recursos naturales.
332

14.- Lucha contra la inflación. La inflación es injusta porque golpea a los


más débiles. Rechazo a políticas simplistas y de choque que generan desempleo
pero no resuelven inflación. Distribución de costos sociales de lucha contra
inflación. Fortalecimiento de la oferta y adecuación de la demanda para que
guarde el peso correspondiente con el crecimiento de la oferta.
15.- Planeación democrática, como método de gobierno.
16.- Inducir la renovación moral de la sociedad. Combate a la corrupción.
Fin de abusos en la prestación de justicia.
17.- Respeto a la alianza con campesinos, obreros y clases medias
populares. Gobierno para todos los mexicanos.
18.- Ajuste de todos los actos a los principios del nacionalismo
revolucionario. Defender soberanía, fortalecer la independencia económica.
19.- Democratización integral de la sociedad. Participación popular en el
gobierno.
20.- Descentralización de la vida nacional. Beneficio a todos los mexicanos.
21.- Apoyo del gobierno en la consulta popular.
22.- Buscar, como esencia del gobierno, una sociedad más igualitaria.

A Salinas siempre le han fallado los cálculos. Indicador Político publicó en


El Financiero, el 22 de noviembre de 1990, un análisis para demostrar que Carlos
Salinas era sinónimo de inflación porque no sabía manejar las variables
económicas. Y no era una revisión menor: Salinas era ya presidente de la
república:

El punto clave de las comparecencias de los secretarios de Hacienda y de


Programación en la Cámara de Diputados se reduce a un tema: la inflación. Y aquí
hay un dato que aparece muy claro: Carlos Salinas de Gortari ha sido un
economista eminentemente inflacionario, es decir, que su gestión en la
administración pública ha estado siempre vinculada a las fases ascendentes de la
inflación.
333

Estos son algunos datos de todo lo que los diputados querían saber pero
temían preguntar:
1.- Hasta 1979, la inflación en México no había rebasado la barrera
psicológica de 20 por ciento anual. En 1980 se pone en marcha el Plan Global de
Desarrollo 1980-82 de Miguel de la Madrid, redactado por su entonces director de
Política Económica y Social, Carlos Salinas de Gortari. Las metas eran planificar
al país para evitar brincos inflacionarios. Sin embargo, en los años del PGD la
inflación se desbordó: 29.8 por ciento en 1980; 28.7 por ciento en 1981 y 98.7 por
ciento en 1982. El PGD no evitó la crisis pero sí lanzó la candidatura presidencial
de De la Madrid.
2.- El gobierno delamadridista se comprometió a controlar la inflación; en su
sexenio fue de 86.7 por ciento, contra 12.8 por ciento de echeverrismo y 35.7 por
ciento del lopezportillismo. La más baja de 51.7 por ciento en 1988 y la más alta
llegó a 159.2 por ciento en 1987. La meta era llevar la inflación a 12 por ciento en
1988. No pudo.
3.- Los múltiples planes antiinflacionarios de De la Madrid fueron diseñados
por su secretario de Programación y Presupuesto: Salinas de Gortari. Y fueron
muchos: dos planes nacionales de desarrollo, seis criterios generales de política
económica y cuatro programas económicos: el Programa Inmediato de
Reordenación Económica (PIRE) que funcionó en Diciembre de 1982 a junio de
1985; el MiniPIRE de julio de 1985 a junio de 1986; El programa de Aliento y
Crecimiento de julio de 1986 a noviembre de 1987; y el Pacto de Solidaridad
Económica (PSE), de diciembre de 1987 a noviembre de 1988.
4.- Las fases de control de la inflación en el sexenio pasado se dieron
cuando, por razones de coyuntura, la política económica estuvo en las manos de
otros funcionarios y no del secretario de Programación. Por ejemplo, la inflación
bajó de 98.9 por ciento en 1982 a 59.2 por ciento en 1984 cuando la economía la
manejó el secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog, para cumplir con los
férreos compromisos amarrados con el Fondo Monetario Internacional por la crisis
de la deuda.
334

5.- La base inflacionaria de 1985, 1986 y 1987 se dio cuando Salinas de


Gortari regresó la economía a la SPP después de la renegociación de la deuda de
1984. La inflación subió a 63.7 por ciento en 1985; 105.7 por ciento en 1986 y
159.2 por ciento en 1987, años clave en los que se decidió la sucesión
presidencial de 1988.
6.- En esta etapa, el gobierno delamadridista desbordó el gasto, al grado de
provocar conflictos graves entre los equipos de la SHCP y de la SPP. El problema
clave fue el alto déficit presupuestal que estaba en manos de la SPP. Ello llevó a
quejas del FMI y a la aplicación, en una etapa de emergencia, del MiniPIRE.
7.- De poco sirvió. Al contrario, llevó a la agudización entre las estrategias
de Hacienda y de Programación. La primera buscaba bajar el gasto y controlar la
inflación y la segunda optó por privilegiar el gasto. La pugna llevó a la crisis de
gabinete presidencial de abril de 1986, que se decidió con la salida de Silva
Herzog. El punto de ruptura fue la renegociación de la deuda en función de un
programa deflacionario de ajuste (JSH) o de uno de repunte económico (CSG).
8.- A la renuncia de Silva Herzog, el control de la política económica fue
retomado por la SPP y no lo volvió a soltar. El nuevo secretario de Hacienda,
Gustavo Petricioli, operó como una especie de subsecretario de Programación y
Presupuesto encargado de los ingresos. Para renegociar la deuda con el criterio
de crecer para pagar se diseñó el Programa de Aliento y Crecimiento (PAC).
9.- Con el PAC la inflación se disparó en 1986 y 1987 a cifras arriba de la
barrera sicológica de 100 por ciento y el crecimiento económico fue demasiado
escaso; -3.8 por ciento en 1986 y apenas 1.5 por ciento en 1987. Ello quiere
decir que el PAC fracasó como programa económico, aunque valió como
programa político, con el agravante de que propició el desorden en las finanzas
públicas, bajó la responsabilidad de la SPP: el déficit fue de 16.0 por ciento en
1986 y 16.1 por ciento en 1987, incluso mayor que el 14.1 por ciento de 1981 y
cerca del 17.7 por ciento de 1982.
10.- Con una inflación de 159.2 por ciento en 1987, la campaña presidencial
le dio el manejo de la economía a otro secretario de Programación, Pedro Aspe
Armella, un economista deflacionario, quien diseño el PSE y el PECE. Con ambos,
335

Aspe Armella bajó la inflación como secretario de Programación a 51.7 por ciento
en 1988 y como secretario de Hacienda a 20.9 por ciento en 1989, porque había
que bajar la inflación para renegociar la deuda.
11.- Sin embargo una vez que se renegoció la deuda en febrero de 1990 el
control de la política económica pasó otra vez a manos del presidente Salinas de
Gortari y de la SPP. Y la inflación regresó. Subió de 20.9 por ciento en 1989 a 30.0
por ciento en 1990. La causa se localizó en la toma de decisiones por encima del
Pacto.
12.- Para 1991 la economía volverá a manos de Aspe Armella porque hay
que disminuir la inflación con miras al Acuerdo de Libre Comercio. Entonces la
meta de inflación se baja 14.0 por ciento. Ello será posible sólo si el control total
de la estrategia queda en manos del secretario de Hacienda. Si el secretario de
Programación o Los Pinos no sueltan todos los hilos, la inflación en 1990 será
mucho mayor a la esperada.

Y el 15 de mayo de 1996, ya Salinas fuera del poder, Indicador Político


haría una evaluación del incumplimiento de las metas económicas de Salinas en el
largo periodo de 1980 (del PGD) al final de su sexenio en 1994:

Cuando Miguel de la Madrid presentó su Plan Global de Desarrollo 1980-


1982, el punto dudoso y criticado fue el de las metas macroeconómicas. Eran muy
optimistas en sus alcances:
-El optimismo es una estrategia de desarrollo -dijo De la Madrid,
inaugurando la fase del optimismo neoliberal.
Dieciséis años después, el secretario de Comercio, Herminio Blanco,
presentó su Programa Nacional de Política Industrial y Comercio Exterior
(Pronapice) y revalidó el optimismo como estrategia de desarrollo. Sin embargo, el
saldo del ciclo neoliberal del salinismo -Carlos Salinas redactó el PGD de De la
Madrid e impuso a Blanco como secretario zedillista de Comercio- ha sido el de
las metas optimistas, pero el de los resultados macroeconómicos pesimistas.
336

El ciclo salinista de dominación de la política económica tiene cuatro


etapas:
1.- El PGD 1980-1982 de De la Madrid que Salinas redactó como director
de política económica y social de la Secretaría de Programación y Presupuesto,
auxiliado por Joseph Marie Córdoba Montoya y Rogelio Montemayor. El PGD se
propuso dos metas fundamentales: una tasa promedio de crecimiento económico
anual de 8 por ciento y una creación de 2.2 millones de empleos en el trienio. El
resultado fue menor: el PIB promedio anual en el trienio fue de 5.6 por ciento y se
crearon menos de 1.5 millones de nuevos empleos.
2.- El Plan Nacional de Desarrollo 1983-88, que Salinas redactó como
secretario de Programación y Presupuesto. En la redacción de ese documento
participó Joseph Marie como director de política económica y social de la SPP,
cargo que le heredó Salinas. Las metas prometidas del PND fueron de una tasa
promedio de crecimiento económico de 5 a 6 por ciento anual. El resultado final
fue espectacularmente decepcionante: el sexenio de De la Madrid, donde Salinas
manejó la política económica, fue de crecimiento cero. Es decir, la tasa promedio
anual del PIB fue de 0 por ciento.
3.- El Plan Nacional de Desarrollo 1989-94 que Salinas supervisó como
presidente de la República, que redactó Ernesto Zedillo como secretario de
Programación y Presupuesto y que vigiló Joseph Marie como jefe de la Oficina de
la presidencia salinista y como ideólogo del salinismo. Las metas de este PND se
fijaron en dos etapas, comenzar el sexenio con un PIB de 3 por ciento y terminarlo
con un PIB anual de 6 por ciento. El saldo fue menor: una tasa promedio de
crecimiento económico de 3.2 por ciento promedio anual, con una caída de 0.4 por
ciento en 1993.
4.- El Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000 que quién sabe quién lo
redactó porque no había secretario de Programación y la Secretaría de Hacienda
se dedicó a paliar el colapso posdevaluatorio derivado del error de diciembre de
1994. El PND de Zedillo no se fijó metas cuantitativas concretas, pero la semana
pasada el secretario de Comercio anunció, al explicar los objetivos del Pronapice,
que la meta de los cuatro últimos años del sexenio zedillista será de 5 por ciento
337

del PIB. Si acaso se cumple esa meta, entonces el promedio anual del PIB en el
sexenio zedillista será de apenas 1.9 por ciento, por el tropiezo de 1995 y el saldo
escaso de 1996.
En este largo ciclo neoliberal salinista 1980-1996, la tasa promedio anual
del PIB se movió en tres escenarios: de 2.7 por ciento promedio anual en el
periodo 1980-1994 (antes de la catástrofe de 1995), de 1.6 por ciento anual
incluyendo el hoyo recesivo de 1995, y de 1.7 anual si se cumple la meta de 3 por
ciento fijada para este 1996. Salvo los años de 1980 y 1981 en que la economía
creció más de 8 por ciento anual, desde 1982 a la fecha la economía tuvo un
techo de 4.4 por ciento como crecimiento máximo en 1990 y cuatro tropiezos de
crecimiento negativo, incluyendo el -10 por ciento de 1995.
El saldo del PIB en el periodo 1980-1995 tiene que cruzarse con un
indicador que el propio Herminio Blanco volvió a circular la semana pasada: las
metas de creación de empleos en el sector formal de la economía, es decir:
empleos permanentes, bien pagados y con cobertura social. Cada año se
incorporan por primera vez a la fuerza de trabajo un millón de mexicanos. Para
crear ese millón de nuevos empleos anuales, la economía debe crecer -según
cálculo del Banco Interamericano de Desarrollo- 6.7 por ciento cada año.
A partir de estas cifras, los resultados del crecimiento de la economía en el
ciclo salinista 1980-1995 han sido menores a las necesidades. La eficacia de una
economía se mide por cuando menos tres indicadores: si proporciona bienestar
social, si genera los empleos necesarios y si logra mantener baja la inflación. Los
tres indicadores deben ser simultáneos. En 1980-96 no se han cumplido: o se
crece o se controla la inflación, o se crean empleos o se baja la inflación, o se da
bienestar o hay crecimiento económico. En el ciclo salinista el crecimiento
promedio de la economía ha sido apenas entre una cuarta o una quinta parte del
necesario para generar los nuevos empleos.
Las conclusiones son las siguientes:
1.- Como técnicos, los economistas salinistas tienen mala puntería: nunca
han acertado. La realidad los reprobó.
338

2.- El modelo neoliberal del salinismo tiene límites estructurales: no ha


podido conciliar crecimiento, con bienestar e inflación baja.
3.- El saldo de la economía salinista 1980-1996 se resume en una palabra:
fracaso. El salinismo metió al país en una antisocial reestructuración y ésta no
sirvió de nada.
4.- Las metas macroeconómicas de los planes de desarrollo del ciclo
salinista no reflejan la realidad de la economía sino que manipulan las
expectativas de la sociedad: el optimismo, diría De la Madrid, como estrategia de
desarrollo. Se ha tratado de la política económica de la zanahoria.
5.- Los verdaderos objetivos del ciclo salinista son ideológicos: implantar el
neoliberalismo y derrotar la política económica del desarrollo social.
El Pronapice lo acaba de reconfirmar: la zanahoria del PIB y los empleos
para que no haya protestas por la política de desarrollo industrial teleciana y
pronorteamericana que ha desarticulado el modelo mexicano de desarrollo social.
Las justificaciones vendrán después.

8.- Morena como PRI: regreso al futuro.

Si se revisan las cifras electorales del primero de julio del 2018, habrá
varios datos que dejan la sensación de un regreso al PRI electoral de las mayorías
absolutas anteriores a la crisis política de la élite gobernante en 1988. El mandato
electoral es clarísimo: convertir a Morena en el sucedáneo --placebo-- del PRI.
Las elecciones pusieron fin al ciclo neoliberal 1982-2018 y mandataron el
regreso al periodo populista del viejo PRI. Y a pesar de que el discurso de
campaña y de victoria de López Obrador insistió en las banderas de la corrupción
y la “auténtica democracia”, en realidad el voto fue motivado por la demanda de
bienestar social perdido por los sacrificios del neoliberalismo 1983-2018.
339

Después del jalón populista 1970-1982 sobre todo en materia de salarios y


programas sociales, la economía entró en un periodo de ajuste neoliberal en 1983;
hacia el año de 1990, luego del periodo inflacionario 1978-1988 --en 1987 la
inflación anual fue de 160%, la más alta en todo el siglo XX--, del ajuste de
salarios para controlar la inflación y del periodo 1983-1988 de 0% de promedio
anual del PIB --seis años de estancamiento y rezagos acumulables-- las cifras de
las cinco principales carencias --educación, seguridad social, vivienda, salud y
alimentación-- llegaron a su punto más alto.
El peor indicador del empobrecimiento nacional fue el gobierno de Miguel
de la Madrid 1983-1988 por ser el sexenio del crecimiento cero: a lo largo de esa
administración, la demanda de empleo en el sector formal fue de seis millones de
mexicanos que por primera vez ingresaron a la economía formal y como tres
millones perdieron sus plazas, pero el PIB fue de 0%, es decir no hubo crecimiento
ni oferta de empleo. A partir de 1989 el PIB creció a una tasa promedio anual de
2%, frente al largo periodo populista de 6% promedio anual del PIB de 1934 a
1982. En términos reales, la economía mexicana debe crecer 6% anual para
ofrecer empleo formal a los mexicanos que se incorporan por primera vez al
trabajo y para mejorar condiciones a los que tienen empleo, pero sin prestaciones
sociales.
Luego de el largo periodo de política económica neoliberal basada en la
estabilidad macroeconómica de inflación baja, el saldo social que recogió en votos
la candidatura populista de López Obrador en 2018 tiene registros tangibles que
atender como prioridad populista:

--PIB 2.2% anual en 1983-2018.


--60% de la población laboral en condiciones de informalidad.
--78% de mexicanos con una a cinco carencias sociales.
--Poder adquisitivo del salario de 35%.
--Salario mínimo diario de 4 y medio dólares.
--Once millones de mexicanos en los Estados Unidos en busca de bienestar
que no encontraron en México.
340

--Caída de 25 puntos porcentuales en la participación nacional en las


exportaciones, lo que habla de un cierre de cadenas productivas y de pérdida de
empleos.
--70% de los mexicanos con el mismo ingreso (38%) que el 10% de los más
ricos.
--El 10% de las familias más pobres tiene apenas el 2% del ingreso, en
tanto que el 10% de las familias más ricas acapara el 38%.
--Por la devaluación de diciembre de 1994 y el alza en tasas de interés
bancarias en 1995, millones de mexicanos perdieron casas y vehículos.
--Los doce empresarios más ricos de México, en la lista de Forbes, tienen
dos características: ocho de ellos --dos tercios-- hacen negocios con concesiones
del Estado constituyendo la distorsionada figura de paraestatales privadas; y entre
los doce suman una fortuna de 135 mil millones de dólares, equiparable con el
52% del presupuesto de egresos de la federación para el 2018 o el 12% del PIB
de 2018.
--Sólo la fortuna de Carlos Slim Helú de 67 mil 100 millones de dólares,
construida en base a la privatización de Teléfonos de México, representa el 25%
del presupuesto de gasto del 2018 y el 6% del PIB del 2018.

En este escenario de treinta y cinco años de neoliberalismo con enormes


costos sociales llegó la candidatura de López Obrador en el 2018, después de dos
intentos --2006 y 2012-- en que enfrentó la alianza PRI-PAN. Pero las
circunstancias en el 2018 fueron otras: una mayoría de mexicanos padeciendo
restricciones sociales crecientes. Ante las promesas de campaña, los votos de los
afectados por la crisis y las bases sociales populistas, López Obrador enfrenta tres
escenarios posibles: atenuar la pobreza con paquetes asistencialistas, revertir la
desigual distribución de la riqueza o ir posponiendo soluciones estructurales ante
la evidencia de que un sexenio y los 30 millones de votos no le alcanza para la
gran revolución económica progresista.
La política de bienestar social había sido el catalizador electoral del PRI
desde su fundación. El PNR en 1929 fue creado con dos objetivos centrales:
341

canalizar el reparto pacífico del poder entre los jefes supervivientes de las
facciones revolucionarias y construir una política de bienestar social --no
asistencialista-- como el gran legado de la Revolución Mexicana, algo asentado en
la Constitución de 1917.
En 1938 el general Cárdenas reformó al Partido Nacional Revolucionario,
retomó los dos principios fundadores y le agregó un tercero: la estructura
corporativas de las clases sociales productivas en el PRM como una forma de
consolidar al partido del Estado como el sistema político; esa decisión elevó las
tres clases sociales populares determinantes del modo de producción --obreros,
campesinos y profesionales-- a la categoría central de la toma de decisiones del
gobierno, convirtiendo a esos sectores en el representantes de sus respectivas
clases, independientemente de que estuvieran o no afiliadas a las corporaciones;
así, el bienestar social ascendió a la condición de hegemonía y dominio de clases
proletarias, a través del partido del Estado, del presidencialismo autoritario y del
control de las clases productivas.
La siguiente estación política del modelo de gobierno basado en el
bienestar la tomó Miguel Alemán Valdés en tres tiempos: como candidato
presidencial, como reformador del PRM para transformarlo en el PRI y como el
responsable de elevar a categoría constitucional suprema la prioridad del
bienestar por encima de la democracia. En diciembre de 1946, casi como primer
acto de gobierno, Alemán reformó el 3º constitucional para quitar el concepto de
educación socialista que habían incluido Elías Calles y Cárdenas y le agregó un
inciso clave que ha determinado las prioridades del poder político:

“(el criterio que orientará a la educación) será democrático,


considerando la democracia no sólo como una estructura jurídica y un
régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante
mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.

La propuesta progresiva del PNR-PRM-PRI fue muy precisa: el bienestar


fijó metas cuantitativas muy precisas en materia de educación, salud, vivienda,
342

alimentación, ciertos servicios y apoyos a la producción. La democracia, en


cambio, nunca ascendió a la categoría de bien social.
Así, por mandato constitucional, el bienestar se colocó por encima de la
democracia, pero en realidad separando una de otra, no interrelacionándolas; una
cosa fue la afirmación de Luis Cabrera de que “los problemas políticos no pueden
resolverse en forma democrática pura mientras subsista nuestra desigualdad
social y económica” y que “no puede haber libertad política sin igualdad
económica y social, pero tampoco puede haber bienestar económico sin
libertades” y otra cosa priorizar el bienestar a costa de sacrificar la democracia por
la consolidación de la élite revolucionaria en el poder. Alemán había leído con
sentido político la situación social en 1946: el país necesitaba de un modelo de
desarrollo formal para generar el bienestar mayoritario, una vez que el país había
sido pacificado por los militares. El modelo económico de sustitución de
importaciones había estabilizado al sector productivo: 6.1% de PIB y 15.3% de
inflación en el sexenio de Avila Camacho y 5.8% de PIB y 6.8% de inflación con
Alemán. La inflación acumulada provocó la devaluación traumática del Sábado de
Gloria de 1954, pero más por su interpretación que por el modesto 44% de
variación en el precio del dólar, pasando de 8.50 en 1950 a 12.50 en 1954. Esta
devaluación condujo a una nueva definición del modelo de desarrollo: el desarrollo
estabilizador, basado en el control de la inflación para mantener un tipo de cambio
fijo, libre y bajo durante veintidós años, hasta agosto de 1976.
La estrategia de privilegiar el desarrollo y el bienestar por encima de la
inflación produjo gobiernos autoritarios: de 1946 a 1957 con la clase política
cerrada y de 1958 a 1994 contra movimientos sociales. En 1968 el gobierno
reaccionó con nerviosismo ante los primeros enfrentamientos entre pandillas de
escuelas privadas y en horas escaló el conflicto contra la UNAM y el Politécnico.
Las primeras protestas fueron contra los abusos de fuerza de los granaderos y la
aplicación del delito de disolución social establecido en el artículo 145 bis, definido
en 1841 para castigar traiciones internas pero que se quedó en el código penal
como una forma de contener rebeliones sociales:
343

ARTÍCULO 145 bis. —Comete el delito de disolución social, el


extranjero o nacional mexicano, que en forma hablada ó escrita, o por
medio de símbolos o cualquiera otra forma, realice propaganda política
entre extranjeros o entre nacionales mexicanos, difundiendo ideas,
programas o normas de acción, de cualquier gobierno extranjero, que
afecten el reposo público o la soberanía del Estado Mexicano.
Se afecta el reposo público, cuando los actos de disolución social
definidos en el párrafo anterior, tiendan a producir rebelión, tumulto,
sedición ó (sic) escándalos.
La soberanía nacional se afecta cuando los actos de disolución
social, puedan poner en peligro la integridad territorial de México,
obstaculicen el funcionamiento de sus instituciones legítimas o propaguen
el desacato de parte de los nacionales mexicanos a sus deberes cívicos.

El movimiento del 68 fue la primera llamada sobre la confluencia, en un


punto de ruptura, entre la necesidad de mayores libertades públicas y las primeras
restricciones en empleo y bienestar, ambas interdependientes. La solución
autoritaria el 2 de octubre de 1968 marcó el pasivo priísta en los temas centrales
de definición del lema del PRI: democracia y justicia social.

II

El mandato popular electoral de las elecciones del 2018 no deja de


preocupar: luego de la represión del 68, la bandera de la democracia se convirtió
en la prioritaria, pero no mayoritaria; en cambio, la presión social por temas de
desigualdad, pobreza y marginación se transformó en agenda permanente. El
sistema político priísta tuvo que administrar la dialéctica democracia-bienestar casi
siempre abriendo las compuertas de la democracia, paulatina pero
irreversiblemente, ante la incapacidad de atender los rezagos y sus
acumulaciones anuales. En 1968 comenzaron a notarse los estragos de la
344

desigualdad social, la falta de expectativas de bienestar, el abandono del campo,


la proletarización de la clase media y sobre todo la contundencia de las cifras de la
desigualdad social: el 10% de las familias más pobres tenían el 1.7% del ingreso,
en tanto que el 10% de las familias más ricas se comían el 45% del ingreso. El
movimiento del 68 encontró una cohesión no tanto en alguna bandera
democrática, sino en su protesta anti autoritaria. El 68 rompió la ilusión de lo que
se vendía, como propaganda de gobierno, el “milagro mexicano”, el crecimiento
alto con baja inflación y una clase media en ascenso.
Y si la protesta estudiantil no generó una reorganización democrática en el
Estado y sus instituciones priístas y tampoco logró la configuración de estructuras
políticas y sociales participativas, en todo caso, sólo dejó el ejemplo de la protesta
callejera como acción directa fuera de los espacios de control social del sistema
político priísta. La rebeldía se canalizó a través de las instituciones repudiadas:
intelectuales, líderes sociales, profesores universitarios y grupos populares
aprovecharon la apertura democrática del gobierno de Luis Echeverría para ganar
espacios en el régimen atacado en las marchas del 68.
Del 68 a las elecciones federales del 2018 se registraron oscilaciones en la
dirección política y estratégica del sistema político priísta, pero sin salirse de sus
espacios de movilidad institucional. El populismo llegó a la presidencia en
diciembre de 1970 y de inmediato buscó aumentar el gasto social, aunque a la
larga cometió el error económico de ampliarlo sin incrementar los ingresos
fiscales: de 1953 a 1970 la inflación logró un promedio anual de 3% y un déficit
presupuestal de 2%. Los gobiernos de Echeverría y López Portillo aumentaron el
gasto y llevaron el déficit a 8% promedio con el primero y 12% con el segundo,
con inflaciones promedio anual de 15% con el primero y de 35% con el segundo.
Las devaluaciones de 1976 y 1982 abrieron la puerta a la irrupción de los
tecnócratas neoliberales en 1982 y sus decisiones de meterle a la economía un
ajuste estabilizador drástico --PIB promedio anual de 2% y pérdida crónica del
salario real--, aunque dando a cambio aperturas democráticas acumulativas hasta
llegar a la alternancia partidista en la presidencia de la república en el 2000.
345

La tarea de articular democracia y bienestar nunca encontró una propuesta


articulada e integral en el PRI, pasando por movimientos pendulares entre
progresismo y conservadurismo y oscilando entre gasto social y ajuste fiscal.
En 1987, en la coyuntura de la designación del candidato presidencial del
PRI y ante los indicios de que el presidente De la Madrid optaría por su jefe
económico Carlos Salinas de Gortari para detener el péndulo gubernamental en el
lado tecnocrático, Cuauhtémoc Cárdenas y un grupo de priístas progresistas,
nacionalistas y con discurso de la Revolución Mexicana quisieron colarse en la XII
asamblea nacional del PRI de febrero para obligar a De la Madrid a abrir la
candidatura a votación entre la militancia.
El escenario fue interesante: en 1981 los economistas gubernamentales
Carlos Tello y Rolando Cordera publicaron un ensayo que fijó las posiciones en
dos proyectos de nación: el proyecto popular del Congreso del Trabajo como clase
proletaria y el proyecto neoliberal de funcionarios delamadridistas y el Consejo
Coordinador Empresarial --fundado en 1976 para combatir el populismo
echeverrista-- como clase burguesa desarrollaban la disputa por la nación, por su
rumbo político y social en la conquista de la presidencia de la república y de las
principales posiciones de poder. La sucesión presidencial de 1982 a favor de De la
Madrid dio la victoria a los neoliberales; en 1987 se dio una segunda batalla:
Cárdenas como abanderado del populismo y Salinas de Gortari como estandarte
del neoliberalismo. Sin capacidad para operar dentro del sistema, Cárdenas perdió
la batalla, salió del PRI, fue candidato de un Frente Democrático plural y consiguió
en la contabilidad oficial --no creíble, pero la única válida legalmente-- el 31% de
los votos.
En 1989 el PRD nació sobre la base de las políticas sociales del viejo
régimen priísta, aunque en grado de asistencialismo, es decir, direccionadas,
restringidas a grupos vulnerables y no convertidas en políticas sociales generales
que modificaran el equilibrio de clases en la distribución de la riqueza. A pesar de
que uno de los fermentos del PRD fue el Partido Comunista Mexicano, al final el
nuevo partido nunca definió una propuesta socialista. El PRD, que tuvo el registro
legal del PCM como célula fundadora, definió su programa de gobierno como un
346

neocardenismo populista tardío, basado sólo en la atención a los más pobres y sin
ninguna reestructuración política y de clases de la república.
De 1988 a 2018 se dio la gran batalla entre los populistas del PRD y los
neoliberales del PRI. Las elecciones presidenciales de 1988 y 1994 fueron
ganadas por el PRI neoliberal y las de 2000 y 2006 beneficiaron al PAN, sólo que
con la circunstancia atenuante de que los panistas Vicente Fox Quezada y Felipe
Calderón Hinojosa no promovieron la redefinición del modelo de desarrollo
neoliberal ni su correspondiente política económica y decidieron llamar como
secretarios de Hacienda a dos técnicos neoliberales: Francisco Gil Díaz con Fox y
Agustín Carstens con Calderón, el primero llegado de la Universidad de Chicago
como centro ideológico del neoliberalismo y el segundo directo de la subgerencia
general --segundo en rango-- del Fondo Monetario Internacional, el organismo
vigilante de las políticas neoliberales. Así, la alternancia partidista en la
presidencia quedó nada más como un relevo en las élites, mientras que los
candidatos Cárdenas en el 2000 y López Obrador en el 2006 presentaban un
radical programa populista con el fin del neoliberalismo.
Las elecciones del 2012 representaron los últimos jalones del
neoliberalismo, frente a una nueva embestida del populismo. El dato mayor
alistaba luces de emergencia: el promedio electoral de Cárdenas como candidato
en 1994 y 2000 fue de 16% - la mitad del 31% logrado en 1988, en tanto que
López Obrador alcanzaría como candidato en el 2006 y el 2012 con 32%,
recuperando el 1988 cardenista. El salto perredista a un tercio de los votos debió
alertar al PRI, pero hubo satisfacción en el 2012 con el 38% de votos para Peña
Nieto, 6 puntos más que López Obrador.
La audacia priísta avanzó un poco más en diciembre del 2012 cuando Peña
Nieto logró la firma del Pacto por México, la confluencia de agendas legislativas
entre los tres principales partidos: PRI, PAN y PRD. Las reformas constitucionales
prometían no sólo la modernización productiva, sino otros tres avances: salir del
hoyo del 2.2% promedio del PIB, relanzar la planta productiva y bajar los precios
de bienes y servicios públicos. Las reformas constitucionales se aprobaron en
2013 y 2014, pero ninguna de las tres metas se cumplió. Peña Nieto perdió el
347

control político, el secuestro de estudiantes de Ayotzinapa y la denuncia de una


casa privada de 8 millones de dólares marcó el principio de la crítica social
creciente contra el presidente y la pérdida de aprobación social hasta llegar a 15%
el día de las elecciones presidenciales del 2018.
A pesar de los indicios multiplicados de deterioro de la aprobación
presidencial, Peña Nieto siguió funcionando como si fuera el inicio de su sexenio.
López Obrador tomó una decisión audaz: se salió del PRD en 2014 porque
denunció a los perredistas como colaboracionistas de las reformas peñistas y
fundó su partido Morena como una confluencia de movimientos sociales y
personalidades del sistema en busca del espacio político que les negaban el PAN,
el PRI y el PRD. Ni Peña ni López Obrador modificaron sus posiciones políticas;
en cambio, la sociedad encontró en las redes sociales el espacio para bombardear
sin piedad al presidente de la república y exaltar a López Obrador, al tiempo que
éste iba dejando a un lado su lenguaje de agresión y rencillas de callejón. En tanto
que Peña perdía posiciones --gubernaturas en 2016 y 2017--, López Obrador
pluralizaba su movimiento con figuras del institucionalismo del viejo régimen.
La tercera oportunidad electoral de López Obrador en 2018 se sustentó en
tres espacios fundamentales: un movimiento plural-institucional, el deterioro de la
aprobación del PRI y del presidente Peña Nieto y sobre todo una mayoría de
mexicanos en situaciones de pobreza, marginación y carencias sociales
ejerciendo su derecho al voto como protesta. Y a ello se agregó una cuarta
realidad indefinible: las bases priístas dejaron de satanizar a López Obrador para
enfocar sus críticas al PRI y a Peña Nieto. Estas cuatro circunstancias eliminaron
parte de las objeciones a López Obrador.
El problema de la elección presidencial radicó en la intención de López
Obrador de privilegiar su propuesta asistencialista para beneficiar a los
marginados y de abandonar cualquier propuesta democratizadora; es decir, el
candidato de Morena supo capitalizar la cultura político-electoral de los mexicanos:
votar por pragmatismo, no por ideas, En 1964 el politólogo Gabriel Almond publicó
una encuesta sobre cultura cívica a en cinco países y en México encontró dos
valores ideológicos: la Revolución Mexicana y el presidente de la república. Estas
348

conclusiones fortalecieron la percepción en 1976 del ensayista marxista José


Revueltas de que el Estado mexicano era un “estado ideológico total y totalizador”
que operaba sobre el valor autoritario de la ideología histórica como pensamiento
dominante en las masas; el PRI y sus funcionarios representaban los valores
históricos oficiales que se inculcaban a los niños a través de los libros de texto
gratuito y la educación como un aparato ideológico (Althusser) del Estado priísta.
El neoliberalismo, por cierto, fue cambiando esta percepción educativa. En
1987, el año de la nominación de Salinas de Gortari como candidato priísta de la
continuidad neoliberal, una Comisión Binacional de intelectuales e historiadores de
México y los Estados Unidos concluyó que había que cambiar el enfoque histórico
de los libros de texto mexicanos para terminar con la percepción de que “los
gringos nos robaron la mitad del territorio”; el informe de esta Comisión, titulado El
desafío de la interdependencia, fue aplicado por Salinas ya en la negociación del
tratado de comercio libre con los Estados Unidos para verlos como socios y no
como ladrones de territorios. Pero al diluir la carga histórica del pasado, los libros
fueron desideologizando la educación y el PRI fue arrasado en esa fase.
La crisis de la ideología progresista que provocó el neoliberalismo, los
pobres llegando a la mayoría de ciudadanos, los sexenios tecnocráticos priístas
basados en el eficientismo de las estadísticas de inflación, los dos sexenios
panistas sin ideología, el sexenio peñista de pérdida de consenso de la institución
presidencial y el papel revulsivo de las redes sociales en el deterioro de la figura
presidencial de Peña --víctima de la crueldad de los memes como dazibaos de la
revolución cultural china: frases revolucionarias desestabilizadoras-- fueron el
escenario idóneo para que López Obrador se colocara, de punta a punta, en el
primer lugar de las tendencias electorales en las encuestas.
Sin ideología priísta revolucionaria, sin política social de gobiernos priístas y
sus aliados panistas, con cifras de profundización de la pobreza estructural y con
evidencias de que las políticas económicas neoliberales habían consolidado una
plutocracia poderosa, el PRI asistió a las elecciones presidenciales del 2018
confiados en la paciencia ciudadana.
349

III

Las elecciones presidenciales del 2018 ofertaron tres candidaturas: la del


PRI con la continuidad seis años más del neoliberalismo 1983-2018 y sus
crecientes empobrecimientos sociales, la de la novedosa alianza PAN-PRD
basada en la propuesta de cambio de régimen y sin ninguna agenda de bienestar
y la de Morena-López Obrador insistiendo por tercera ocasión en luchar por un
gobierno que resolviera los problemas de deterioro de pobreza del 78% de los
mexicanos a partir de un neocardenismo asistencialista limitado. En los hechos,
las últimas elecciones presidenciales han reproducido el mismo esquema de
neoliberalismo-populismo: 1981-1982 con la disputa por la nación entre el
proyecto popular y el proyecto neoliberal, 1988 con el neocardenismo y el
salinismo, 1994 con el alzamiento zapatista potenciado la polarización riqueza-
pobreza, 2000 con los compromisos neoliberales de Zedillo y la bandera del
cambio político anticorrupción de Fox, de 2006 con el PAN como el dique de
contención al avance perredista-lopezobradorista y 2012 con las reformas
estructurales de Peña Nieto ofertando un mayor bienestar, modernización y baja
de la carestía de la vida.
Las cifras económicas y sociales de 1983-2018 sólo revelan las
consecuencias de una causa mayor: el agotamiento final del proyecto de nación
de la Revolución Mexicana. El PRI nació para esa agenda, pero se convirtió más
en sistema político autónomo y caja estabilizadora que en espacio para detonar
políticas que cumplieran con la meta social de la Revolución.
En términos históricos, el proyecto Revolución Mexicana-PRI tuvo varias
crisis específicas: 1958 con la represión obrera, 1968 con la represión estudiantil,
1976 con la devaluación provocada por inflación y ésta impulsada por gasto social,
1979 con la llegada al poder de decisión del modelo económico de los neoliberales
y 1992 con la exclusión del concepto de Revolución Mexicana de los documentos
del PRI. El alzamiento zapatista en 1994, el posicionamiento del PRD en 1997, la
conquista panista de la presidencia en 2000 y 2006, la victoria neoliberal de Peña
Nieto en 2012 y la brutal derrota del PRI y su tercer sitio electoral con 15% de
350

votos en el 2018 fueron secuelas de las causas originales: el PRI ya no


representaba el proyecto de nación que delineó, con contradicciones, limitaciones
y pasiones, la Revolución Mexicana 1910-1917 y su marco referencial centenario
de la Constitución de 1917.
El PRI como propuesta histórica quedó tocado en 1987 con la ruptura
provocada por la salida del partido de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del
general Lázaro Cárdenas como jefe revolucionario, expropiador del petróleo y
reformador del PNR para convertirlo en PRM. En 1987 ocurrió un golpe elitista en
el PRI: el fin de los presidentes políticos y el inicio del ciclo de los presidentes
tecnócratas y por tanto un relevo en los enfoques del desarrollo nacional. Por
tanto, el ciclo neoliberal debiera registrar su inicio en mayo de 1979 con el arribo a
la Secretaría de Programación y Presupuesto de la generación de funcionarios
neoliberales, aunque su entronización total ocurrió en diciembre de 1982 con la
toma de posesión de Miguel de la Madrid Hurtado como presidente de la
república.
De 1979 a 2018 --treinta y nueve años-- el modelo ideológico-económico-
social neoliberal diseñó la estructura de gobierno, el sistema productivo y el
esquema de distribución de la riqueza nacional. Y su principal saldo fue 2.2% de
crecimiento económico promedio anual en esas casi cuatro décadas. Y si la
principal motivación ideológica, política e histórica del PRI en el gobierno era la
búsqueda del bienestar mayoritario, a lo largo de casi cuarenta años se privilegió
la estabilidad macroeconómica inflacionaria como esencia de la acción pública y
no, como señala la Constitución, “el constante mejoramiento económico, social y
cultural del pueblo”.
El eje del fracaso económico, político y social de los gobiernos
revolucionarios y del PRI fue, pues, el promedio de 2.2% de PIB en el periodo
1983-2018. Por el tamaño de la población y la cifra de alrededor de un millón de
mexicanos que se incorporan cada año al trabajo formal por primera vez, la
economía debiera crecer 6%, tal y como lo hizo en el largo periodo 1934-1982. Al
crecer sólo 2.2%, la economía apenas le daba empleo formal a un tercio de los
nuevos trabajadores, acumulando a lo largo de siete lustros rezagos de empleo y
351

sus derivaciones en bienestar. Esos mexicanos sin bienestar se fueron


convirtiendo en votos latentes contra el PRI a la espera de alguna opción diferente
al PRI. El primero de julio del 2018 el 78% de los mexicanos vivía con una a cinco
carencias sociales, el 80% se repartía el 40% del ingreso y la plutocracia
beneficiada del modelo neoliberal económico había acumulado una fortuna del
12% del PIB.
El agotamiento del proyecto social de la Revolución Mexicana ya había sido
señalada en varias ocasiones: el 1931 el carrancista Luis Cabrera había
denunciado la traición a la Revolución Mexicana, en 1947 el abogado Daniel Cosío
Villegas dijo que la crisis de México era consecuencia del incumplimiento de las
metas de la Revolución y, entre muchos otros, en 1949 el economista Jesús Silva
Herzog escribió que los objetivos sociales de la Revolución estaban incumplidos.
En este contexto nació el PRI ya no como el partido de rebeldes, agitadores y
revolucionarios, sino como el instrumento de formalización del modelo de
desarrollo para la igualdad social: en enero 1946 Alemán puso en el centro de la
gestión pública el bienestar, el desarrollo estabilizador 1954-1970 creó políticas
sociales y construyó una clase media multiplicadora del bienestar y de 1970 a
1976 los gobiernos aumentaron el gasto para ampliar programas sociales.
Los gobernantes revolucionarios, los presidentes con visión de Estado, los
gobernantes populistas y los técnicos neoliberales aprovecharon el PRI como el
aparato ideológico del Estado en su objetivo de gobernar para el bienestar,
aunque pocos hubieran avanzado pasos reales. Los presidentes del ciclo
neoliberal --PRI, PAN, PRI-- tuvieron que hacer esfuerzos adicionales para definir
como sociales sus políticas de ajuste macroeconómico que aumentaban la
pobreza y la marginación: bajas en el nivel de vida, pero propaganda a favor de
Pronasol y otros programas sociales posteriores.
El agotamiento del proyecto nacional de la Revolución Mexicana ocurrió,
como fecha fija, en marzo de 1992 cuando el presidente Salinas de Gortari acudió
al PRI, último bastión del proyecto de gobierno del siglo XX, a anunciar el fin
histórico de la Revolución Mexicana. De 1992 a 2018, el PRI tuvo que soportar
una política económica neoliberal con un discurso vacío de bienestar social. Las
352

bases priístas y la sociedad que dependía de las políticas públicas de bienestar


aguantaron candidaturas presidenciales del PRI ajenas a las tradiciones históricas,
pero indispensables ante opciones opositoras. La oportunidad planteada por la
candidatura de Cárdenas en 1988 no fue entendida por la sociedad, aunque le dio
al ex priísta el 30% de los votos y dejó al PRI, desde entonces, con votaciones
menores a la mayoría absoluta de 51%.
La elección de 1994 fue tensada por la aparición de un movimiento
guerrillero revolucionario que despertó temores en los electores, pero en la del
2000 y 2006 vieron a un PAN como alternancia viable. La del 2000, inclusive, de
pronto se localizó en el escenario de una transición de México a la democracia y la
del 2006 despertó miedos en la sociedad por la candidatura radical y rupturista de
López Obrador. En el 2012, Peña Nieto pudo definir una propuesta de
modernización económica que recordaba las viejas promesas priístas de
bienestar, pero sus reformas aumentaron el empobrecimiento salarial de los
mexicanos. El candidato López Obrador no preocupó en el 2000 cuando compitió
por el gobierno del Distrito Federal, pero Fox y Calderón introdujeron miedos en el
2006 y el 2012. Sin embargo, el candidato López Obrador del 2018 fue
esencialmente el mismo, quizá sólo menos rijoso y rupturista.
Lo que cambio en la sociedad fue la percepción. Luego de seis gobiernos
del PRI y del PAN, la situación social seguía empeorando. El dato mayor radicó en
el hecho de que en el 2018 la mayoría de los mexicanos estaba en el lado de la
sociedad empobrecida, con una clase media bajando en la escala social. Hacia el
2013 el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) hizo una
contabilidad de las clases sociales: baja: 59.1%, media; 39.2% y alta 1.7%, con
una clase media con más mexicanos en condiciones de restricciones, una clase
media, pues, más baja que alta. La mayoría de los mexicanos, hacia las
elecciones de 2018, estaba en la clase baja y media-baja.
El otro dato concluyente surge por sí mismo: sin un PRI que representara
un lastre ideológico-histórico, una élite priísta dirigente alejada de las masas y de
la realidad nacional, una corrupción abusiva en las altas esferas y gobiernos sin
sensibilidad social, los electores comenzaron a mirar con otros ojos a López
353

Obrador. Ante este cambio de enfoque social, López Obrador contribuyó con un
cambio en su discurso agresivo, con un partido propio y sobre todo con la
estrategia de puertas abiertas a panistas, priístas, perredistas y mexicanos sin
partido. Dos avisos no fueron procesados por el PRI: el avance electoral de
Morena-López Obrador en Veracruz y el Estado de México y la pérdida de ocho
gubernaturas priístas en 2016 y 2017.
Las candidaturas presidenciales del PRI, PAN y PRD para el 2018 fueron
producto de la incapacidad para interpretar los mensajes de los electores. El PRI
decidió en función de los intereses del grupo político del presidente Peña Nieto, el
PAN y el PRD construyeron una alianza que tenía potenciales posibilidades de
convencer al electorado, pero al final agotaron sus posibilidades en el mecanismo
panista para apropiarse de la candidatura y en el PRD no procesaron para sus
militantes el significado político de una coalición oxímoron y de su propuesta de
cambio de régimen. Las nominaciones de José Antonio Meade Kuribreña por el
PRI y de Ricardo Anaya Cortés por el PAN no sólo fueron cupulares, sino que
carecieron de un discurso hacia las masas y tampoco se preocuparon por
promover el hecho de que López Obrador representaba al viejo régimen.
López Obrador ganó, entre otros hechos, por pocos muy precisos:
--Las mayorías marginadas votaron contra el neoliberalismo.
--El PRI dejó de representar un proyecto histórico y dejó que la imagen de
la corrupción ocupara el imaginario colectivo.
--Anaya nunca pudo elaborar un discurso propositivo de reconstrucción
nacional y el PRD en la realidad abandonó la coalición mientras era desfondado
por Morena.
--Millones de militantes panistas, priístas y funcionarios adelantaron en las
encuestas su voto a favor de López Obrador.
El López Obrador del 2018 es el mismo López Obrador de 1988, de las
marchas callejeras, de las protestas en las calles, del cierre de accesos a pozos
petroleros, del plantón del 2006, de las protestas del 2012. Lo que cambio, en todo
caso, fue la perspectiva de la sociedad: preferir a un político así que mantuvo su
354

lucha contra la élite del poder, a un Meade representando al Peña repudiado en


85% por la sociedad o a un Anaya sin ton ni son.
Lo que quedan, en todo caso, es la permanencia de la crisis. López
Obrador enarboló prioritariamente las banderas de la corrupción y la democracia,
cuando los problemas del país son de modelo de desarrollo neoliberal que permite
el crecimiento bajo a costa de aumentar el empobrecimiento social, la inseguridad
producto de la complicidad del Estado con las bandas del crimen organizado y la
pobreza estructural por los mecanismos de concentración de la riqueza en pocas
manos. Depurado de demagogia, la propuesta de López Obrador nada tiene de
reorganización del proyecto nacional --menos la intención arrogante de diseñar
uno nuevo-- y se agota en el eficientismo del modelo actual: es decir, sólo que
funcione, no que se cambie. Por eso el candidato presidencial de Morena abrió las
puertas de par en par a todos los tránsfugas del régimen priísta en
descomposición que andaban en busca de empleos, beneficios y privilegios.
El desafío de López Obrador --con todo y sus 30 millones de votos y el 53%
de bono electoral-- no será el PRI ni la corrupción, sino, primero, definir el rumbo
ideológico de su gobierno en función de las tres opciones viables:

 Neoliberalismo de mercado.
 Populismo estatista.
 Socialdemocracia liberal.

Y a partir de ahí tendría que encarar las cuatro grandes reformas


interrelacionadas que pudieran --ahí sí-- redefinir el proyecto nacional mexicano:

 Modelo de desarrollo/política económica/bienestar social.


 Sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional.
 Rectoría del Estado/economía mixta/distribución de la riqueza.
 Educación científica y técnica/reforma agropecuaria/planta industrial.
355

Más que la corrupción, la democracia e inclusive la inseguridad, la gran


crisis de México es de desarrollo. Por tanto, las metas de López Obrador debieran
ser muy precisas:

 PIB de 5%, contra el 2.2% actual.


 Inflación de 3%, ahora oscilante ante variables constantes y atada al
control salarial, PIB bajo y recortes de gasto social.
 Empleo formal de 80%, contra 40% en la actualidad.
 Creación de 1.5 millones anuales de puestos de trabajo en el sector
formal, contra 500 mil en la actualidad.
 80% de población sin carencias sociales, contra el 18% en la
actualidad.
 Poder de compra al 100%, contra el 35% en la actualidad.
 Aumento de 35% a 75% el componente nacional de productos
exportados.
 Salario mínimo diario de mil pesos, contra 87 pesos en la actualidad.

Los rezagos sociales no son pocos. Se trata del empobrecimiento real y de


expectativas de dos tercios de mexicanos que han sido marginados del ritmo de
crecimiento promedio anual de 2.2%. Y ahí se localiza el reto de construir un
modelo de desarrollo que llegue a una tasa promedio anual de 6% para que todos
los mexicanos tengan posibilidad de salir de la zona de la marginación y las
insatisfacciones cotidianas. No se ha estudiado el efecto de largo plazo del
gobierno de De la Madrid con su tasa promedio anual de 0%: sacrificó el bienestar
a costa de estabilizar la economía, hoy la economía está más o menos estable y
sostenida con alfileres, pero nadie, ni siquiera el PRI, ha hecho algún compromiso
para saldar la deuda social con los dos tercios de mexicanos que han sido
marginados año con año a lo largo de treinta y siete años. Esa marginación votó
por López Obrador.
El modelo de desarrollo actual que hasta ahora López Obrador no ha
criticado y menos ha buscado ofrecer una alternativa es el culpable de la pobreza,
356

la marginación, la corrupción, la inseguridad y la democracia autoritaria y sólo


electoral. Si en realidad López Obrador quiere una alternancia de expectativas,
debe comenzar con la propuesta de un pensamiento económico de desarrollo con
distribución de la riqueza, y no estabilizador y concentrador del ingreso. El
rediseño del modelo de desarrollo requiere también de un gran pacto social con
los factores de la producción. Y ahí encontrará su primer obstáculo: en tanto que
hay una “minoría rapaz” --categoría fijada por el propio López Obrador-- que
produce para concentrar la riqueza --la plutocracia del Consejo Mexicano de
Negocios es el prototipo--, no existe una clase obrera organizada no sólo para la
producción sino para la lucha social dentro del modo de producción; esta falta de
clase obrera explica el encono verbal de López Obrador contra los empresarios.
Pero más allá de los exabruptos se percibe que López Obrador no podrá controlar
a las grandes riquezas empresariales con discursos e inclusive con políticas
fiscales autoritarias, sin una clase obrera activa y militante --la usaron Cárdenas,
Echeverría y López Portillo-- para obligar a los ricos a ese pacto social por la
producción y distribución: el único espacio que puede redefinir el modelo de
desarrollo es el del modo de producción y las relaciones entre las clases
productivas por la riqueza producida; pero mientras los empresarios sientan varias
veces a López Obrador, la clase obrera carece de organismo, la CTM es
inexistente y los políticos no la toman en cuenta.
Los primeros pasos de López Obrador después de las elecciones del
primero de julio se dieron hacia la consolidación del poder, pero al viejo estilo
priísta: el reparto de posiciones. Su discurso de victoria se basa en el eficientismo
del modelo actual de desarrollo. E inclusive, en ese pronunciamiento perfiló el
principal error de su razonamiento sobre el problema de la desigualdad: “la
corrupción es la causa principal de la desigualdad social y económica”. En
realidad, la desigualdad es producto de las estructuras parciales de distribución de
la riqueza vía salarios controlados, políticas sociales restringidas, servicios de
seguridad social sin presupuesto, utilidades crecientes y, sobre todo, el modelo
capitalista de producción-reparto-apropiación de la riqueza producida socialmente.
Combatir la corrupción le daría, en el mejor de los casos, mayores recursos de
357

gasto al gobierno para orientarlos a ciertas prioridades sociales, pero sin modificar
la estructura de distribución/apropiación de la riqueza.
En todo caso, el primer instrumento redistribuidor de la riqueza en aras de
la igualdad está en el salario, pero con la condición de que los empresarios no los
reabsorban vía precios. La esencia de la lucha de clases como lucha por la
igualdad social se da justamente en la relación salarios-inflación. La realidad
económica revela que la inflación es la esencia, en modelo micro, de la lucha de
clases por la riqueza y el bienestar; los obreros vía salarios crecientes y los
empresarios a través de precios al alza. El aumento de circulante vía salarios es
asimilado por la clase patronal vía precios y no con mayor oferta de bienes y
servicios. La vía rápida es recortar el beneficio salarial en la adquisición de bienes
y servicios con alzas de precios. Por tanto, toda política salarial justa debe obligar
a precios no acaparadores y mayor oferta de productos. En el modelo del
capitalismo de mercado, los aumentos salariales son una reasignación de
utilidades privadas.
Hasta la primera semana después de las elecciones, López Obrador nada
dijo sobre las cinco reformas necesarias para redefinir el proyecto de nación, salvo
su discurso de victoria que anuncio que las cosas iban a funcionar. Es posible que
un eficaz funcionamiento del aparato público ayude a recuperar recursos para
programas de emergencia. Sin embargo, el problema de fondo es mayor: cómo
rehacer el modelo de desarrollo y la planta productiva para lograr disminuir las
cifras de desigualdad social más allá de salarios-subsidios. Sin un acuerdo
gobierno-empresarios-trabajadores para rehacer el modelo de desarrollo y un
Estado con autoridad para mediar en la distribución de la riqueza, el sexenio
lopezobradorista se irá desdibujando en pasitos cortos hacia ninguna parte en
especial.

IV

El desafío de López Obrador se puede resumir en pocas palabras: un


nuevo modelo de desarrollo productivo para revertir las tasas altas de desigualdad
358

social y de bienestar disminuido. Pero hasta el día de la victoria electoral, la


propuesta de López Obrador fue asistencialista limitada a los más pobres, sin
incidir en la reformulación del modelo productivo cuya estructura de apropiación de
la riqueza explica los niveles de desigualdad social entre pobres y ricos.
La propuesta de López Obrador se basa en la restauración del viejo
régimen priísta, basado en el modelo Cárdenas-Echeverría: un Estado
asistencialista controlado por una élite gobernante y administrando el apoyo de las
masas marginadas con programas asistencialistas como cuota electoral. La meta
debiera ser otra: un Estado promotor del desarrollo capitalista con instrumentos
inmediatos de distribución de la riqueza basados en la igualdad social. Aquí, en
esta dinámica política, se dibuja la nueva fase de la disputa por la nación: el
neoliberalismo con reasignación de riquezas al capital con un Estado garante de la
riqueza empresarial o un modelo de desarrollo con distribución de la riqueza a
través de un Estado no intervencionista con instrumentos para evitar la
polarización riqueza-pobreza.
El populismo es una fuga lateral hacia ningún lado, con contradicciones,
conflictos y pasivos sociales acrecentados por los limitados alcances de las
medidas populistas. Si acaso, la baja en la corrupción y el discurso social pudieran
atenuar --aunque no desaparecer-- los resentimientos sociales de quienes votaron
por Morena-López Obrador con la esperanza de que el regreso al viejo populismo
cardenista-priísta-echeverrista sea la solución a sus problemas.
En este sentido, la luna de miel del bono electoral será corta: si en seis
meses no hay resultados tangibles en bienestar, corrupción y seguridad y López
Obrador y su equipo --como dice la lógica sistémica priísta-- se enzarzan en la
lucha adelantada por la candidatura presidencial de 2024, comenzará el regreso al
infierno de la crítica en redes y aparecerán, como en casos similares, calcomanías
con el mensaje de “yo no voté por él”.
El dilema de López Obrador se ve claro: apelar al consenso populista o
reconstruir la república; lo primero se le da en forma natural; lo segundo lo ignora.
359

9.- Después del tsunami.

AMLO-Morena: más de lo mismo

1.- Las posibilidades de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador


dependen de su habilidad para administrar en Morena sus nuevas bases licuadas
de todos los grupos y personas que ya no encontraron en el sistema político
priísta lo necesario para sus ambiciones personales.
2.- Por tanto, su propuesta no es reformista, ni revolucionaria, ni histórica,
ni diseñadora de un nuevo proyecto de nación diferente al del tercer movimiento
revolucionario nacional: la Revolución Mexicana. En la realidad, es neopopulista.
3.- La propuesta de López Obrador es, paradójicamente por estar
sustentada en una alianza neopopulista, apenas eficientista; se trata de que las
cosas como están en el actual sistema económico/político/social simplemente
funcionen. Por eso centró el eje de su modelo en la lucha contra la corrupción,
pero no porque los mexicanos la hayan definido o exigido --los morenistas le
entraron hace tiempo a la corrupción--, sino porque la corrupción ha
distorsionado el funcionamiento eficiente del aparato público.
4.- En este sentido, tampoco es pospopulista; carece de voluntad, fuerza y
aparato institucional para construir un nuevo modelo de relaciones sociales de
producción. Como llegó a la presidencia por el voto de los marginados, entonces a
ellos les deberá la esencia de su gobierno y su asistencialismo como control de
la protesta social.
5.- El responsable directo de la derrota abrumadora del PRI no sólo por
porcentaje electoral sino porque fue desplazado de los equilibrios políticos y quedó
anulado como partido-sistema, fue el presidente Enrique Peña Nieto. Su modelo
de sucesión presidencial quiso reconstruir el viejo presidencialismo obregonista
--su tesis El presidencialismo de Alvaro Obregón--: dedazo, tapado, control de la
campaña por el grupo peñista --Luis Videgaray, Enrique Ochoa, Aurelio Nuño--,
360

supeditación al presidente saliente, apropiación de las candidaturas legislativas,


uso de la política social y cero autonomía al PRI.
6.- El presidente Peña careció de una lectura estratégica del escenario
electoral y se negó a una jugada audaz: apostar su resto a una alianza Meade-
Anaya con un programa de reforma de sistema/régimen/Estado y, de paso, la
quema de alguna figura contaminada por la corrupción, sobre todo del gran
escándalo que se conoce como la estafa maestra.
7.- Pero nada. El presidente Peña operó la sucesión de 2018 como
Obregón la de 1928: para sí mismo; el trasfondo de la reelección directa antes e
indirecta hoy. López Obrador, en cambio supo leer entre líneas el proceso peñista
y uno a uno fue desmontando sus puntos clave.
8.- López Obrador entendió el hartazgo social contra el PRI, el sistema
priísta y Peña Nieto. Por eso no importó que fuera sumando en Morena la larga
lista de auto exiliados del PRI y del gobierno y de la oposición, no contó la pesada
carga de corruptelas en las espaldas de cada neo morenista; el problema será
ahora reconstruir el sistema viejo con los que lo destruyeron.
9.- El destino del PRI es un dilema: dejarlo en manos de Peña y terminar
de hundirlo o encontrar un liderazgo de reserva sin Peña que cuando menos
evite el naufragio total.
10.- Y el principal desafío de López Obrador estará en encontrar su
sistema político para la administración del poder sin repetir la crisis priísta 1983-
2018.

Disputa abierta por el PRI

Después de muchos conflictos y épocas de oro, el PRI ha llegado a su


lucha final: quedar en manos de la élite que lo rescató en el 2006, lo llevó a la
victoria en el 2012 y lo hundió a un nivel peor que el de 2006 o pasar a una
militancia que tendría que construir otro partido para terminar con el caudillismo
sexenal.
361

El debate viene fuerte. El grupo Democracia Interna, cuya cabeza visible es


el exgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz, parte de tres hechos reales de la
debacle:
1.- En el 2006 el PRI perdió la presidencia y quedó en tercer sitio legislativo,
pero en el 2009 regresó a la primera minoría el la Cámara baja.
2.- Peña Nieto regresó al PRI el poder presidencial y el dominio legislativo
en el 2012, pero para llevarlo al 2018 a perder todo.
3.- Y lo más grave: el control de Peña Nieto sobre el PRI llevó a priístas a
realinearse en Morena. En la larga crisis 1997-2012 no había un partido similar al
PRI; Morena aparece como un placebo priísta en cuanto a proyecto,
funcionamiento, liderazgo y discurso y absorbió sin preguntas a priístas
desencantados del PRI.
En la campaña presidencial del 2018, señala Democracia Interna, el PRI fue
secuestrado por el presidente de la república y su grupo de interés: pero no sólo
el candidato, el discurso y el equipo de campaña eran peñistas, sino que el
gobierno de Peña Nieto le trasladó sus negativos (80%) al PRI; por eso el PRI
nunca salió del sótano de tercer sitio.
En una entrevista que se transmitirá hoy en “Hablemos de Política con
Carlos Ramírez”, en Efekto TV, Ruiz Ortiz define con precisión la ruptura que
viene, sobre todo porque el grupo peñista quiere quedarse con los restos del PRI
para las elecciones legislativas de medio sexenio y para las elecciones
presidenciales del 2024. Para ello, señala, Peña Nieto impuso en candidaturas
plurinominales a la élite peñista.
Por lo pronto, Democracia Interna parece ir con todo: “vamos a cerrarle el
paso a quienes se quieren apoderar del PRI a través de sus supuestas influencias.
Los ex dirigentes surgidos desde la cúpula ya tuvieron su oportunidad y nos
dejaron un partido que tuvo que postular a un candidato ciudadano para lavarse
la cara manchada de corrupción”. Es la primera vez que desde el fondo del PRI,
desde la militancia, se asumen las acusaciones de corrupción contra el gobierno
de Peña Nieto que fueron el factor electoral adverso que aprovechó López
Obrador.
362

El estado de ánimo de la militancia priísta es hostil contra el presidente


Peña Nieto y su clase política perdedora. El punto de ruptura estará en la próxima
asamblea nacional donde los peñistas no sólo estarán en minoría, sino que no
podrán ocultar su derrota electoral. En el 2000 Madrazo recogió el PRI de la
derrota y en el 2006 fue paradójicamente Peña Nieto, desde la gubernatura
mexiquense, quien asumió el liderazgo. Hoy la militancia quiere salvar al PRI…
de la debacle de Peña Nieto.
El grupo Democracia Interna ya le puso el cascabel de la rebelión al gato
del PRI de Peña Nieto.

Morena no es el PRI (aunque quiera)

La luna de miel de López Obrador ocurrió antes de la boda electoral. El 2


de julio amaneció el país luego de una noche de insomnio político. Una cosa es
que el candidato presidencial y sus propuestas legislativas tengan mayoría
absoluta y otra cosa que supongan que esas posiciones serán suficientes no para
gobernar, sino para regresarle al país la gobernabilidad perdida.
Como quedaron las cuentas electorales, López Obrador y Morena van a
padecer no tanto la insuficiencia de votos, sino las expectativas de los
significados: se espera de ellos menos de lo que pueden dar. El dilema está a la
vista: o asumir presidente y partido el papel sucedáneo de PRI o emprender las
reformas de reorganización republicana.
Por como se desarrolló la construcción política de López Obrador en la
oposición y como se fue configurando Morena con la retacería de otros partidos
sin pasar por filtros de control político y social, la nueva administración no ha
pensado en ningún momento la reforma republicana. Por tanto, México no sólo ha
regresado a las mayorías presidenciales anteriores a 1988 y legislativas antes de
1997, sino que López Obrador y Morena van a ocupar, sin modificarlos, los
espacios dejados por el PRI.
O sea: el sistema político priísta cambiará de apellido a sistema político
morenista. Sólo que Morena no es el PRI, no podría serlo. El PRI nació en 1929
por la voluntad del presidente Plutarco Elías Calles y sus tres funciones fueron
363

muy claras: apéndice del presidencialismo, proyecto social cohesionador y


organización corporativa de factores de la producción.
Morena es un partido-licuado, su proyecto social no es cohesionador y
López Obrador es un caudillo. De las tres condiciones de Elías Calles, Morena
cumple sólo una: su dependencia ciega del caudillo. Pero al no representar en el
partido a las clases productivas y tener sólo algunos programas asistencialistas, el
control sobre la estructura de poder derivada del modo de producción será
mínimo. Sin estructuras corporativas obreras, campesinas, profesionales y
empresariales dentro de Morena, la capacidad de gestión presidencial de López
Obrador estará acotada.
Los números de la victoria pueden ser engañosos. Y la euforia no podría,
siquiera, convertirse en una luna de miel, a pesar de los priístas, panistas y
perredistas que cambiaron de barco al ver hundirse sus respectivas naves. El
problema de López Obrador y Morena estaría en su intención de reconstruir el
modelo de legitimación popular del ciclo priísta 1928-2018; pero las circunstancias
históricas pueden simular una repetición, pero las relaciones sociales de
producción que determinan la correlación de fuerzas políticas están
imposibilitadas a repetirse mecánicamente por las leyes de la evolución social.
De poco servirán a López Obrador y Morena sus mayorías legislativas y
regionales, si su gestión no se sustenta en políticas de desarrollo consensuadas
con las clases productivas. En campaña, ninguna de sus propuestas en realidad
sobresaltaba los estilos priístas; inclusive, sus confrontaciones con los
empresarios fueron meros posicionamientos de poder que tentaciones estatistas
expropiadoras.
El peor error de López Obrador pudiera ser su deseo de suplantar al PRI,
porque al final de cuentas el deterioro electoral del PRI fue por ser PRI.

México: ni populismo ni izquierda, sólo caudillismo

Lo primero que hay que aclarar del resultado electoral de México en la


elección de presidente de la república para el periodo diciembre de 2018-
noviembre 2024 es su caracterización: ni es populista ni es de izquierda. Hasta
364

ahora se trata de un modelo de caudillismo personal con un partido-Torre de Babel


y cuando menos dos metas específicas: programas asistencialistas y lucha contra
la corrupción.
El proyecto político de López Obrador y su partido Morena es un
desprendimiento político del PRI ocurrido en 1987 y 1988, cuando Cuauhtémoc
Cárdenas quiso modificar la estructura de poder del PRI que le daba al presidente
de la república la facultad metaconstitucional de designar a su sucesor en la
presidencia y exigir que el candidato surgiera de una votación interna. Como
escenario de esa lucha de Cárdenas estaba el hecho de que en 1988 el grupo
tecnócrata de neoliberales de Salinas de Gortari se jugaba la continuidad en el
poder.
Como se supuso entonces, Cárdenas fue derrotado, se salió del PRI
compitió como candidato de un frente democrático, le reconocieron 31% de los
votos y Salinas ganó con 50.3%. Los priístas populistas abandonaron el PRI y
fundaron el Partido de la Revolución Democrática con el registro del Partido
Comunista Mexicano. En 1988 López Obrador también salió del PRI y participó en
el PRD hasta 2014 en que fundó su propio partido Morena.
El PRD y Morena, por tanto, no redefinieron una propuesta ideológica; se
quedaron con la que el PRI desechó en tiempos de Salinas: el llamado
“nacionalismo-revolucionario”, en realidad, eso sí, una variante menor del
populismo. El PRI nació de la voluntad del presidente Plutarco Elías Calles en
1928 a raíz del asesinato del presidente electo Alvaro Obregón, el último caudillo
revolucionario. Ese partido, hoy conocido como PRI, convirtió la Revolución
Mexicana 1910-1917 en su programa ideológico. Desde su origen siempre hubo
problemas para una caracterización ideológica de la RM: revolución social,
revuelta democratizadora, revolución anti feudal, revolución democrático-
burguesa. En 1972 el politólogo Arnaldo Córdova la definió simple y sencillamente
como “populista”.
Por razones de comodidad intelectual, se ha asumido a Cárdenas y a López
Obrador como representantes de una propuesta de izquierda, pero del concepto
de izquierda que tiene un componente minoritario de socialismo, comunismo,
365

marxismo, lucha de clases. Al sector del nacionalismo-revolucionario del PRI se le


colocó a la izquierda dentro del PRI; había muchos marxistas, comunistas y
socialistas dentro del PRI, pero aceptando que México nunca sería socialista.
Por eso debe aclararse que López Obrador y su partido Morena no son de
izquierda ideológica; si acaso, se les puede ubicar dentro del neopopulismo. El
populismo mexicano ha sido la esencia de los gobiernos desde 1929, con
inclinaciones hacia las clases populares y también beneficiando a las clases
explotadoras, populismos progresistas y populismos conservadores. El
neoliberalismo mexicano 1982-2018 ha logrado cierta estabilidad de clases con
programas asistencialistas que han sacado al 2% de la población de sus
condiciones de pobreza, pero manteniendo la estructura de desigualdad en la
distribución de la riqueza.
Las dos banderas de López Obrador son asistencialistas: programas para
los más pobres y lucha contra la corrupción. Inclusive, en sus últimos discursos,
López Obrador reveló una incomprensión total de las ideologías y de las
relaciones de producción; afirmó que “la corrupción es la causa principal de la
desigualdad social y económica y de la violencia”. En realidad, la desigualdad
social y económica es producto del sistema capitalista de producción y del Estado
como guardián de la acumulación privada de la riqueza social; y la violencia es
consecuencia de la incapacidad del Estado para defender a la sociedad.
Los medios internacionales de comunicación han saludado la victoria
electoral de López Obrador como de “la izquierda”. Y lo peor es que López
Obrador mantiene un conjunto de ideas --que no asumen la categoría de
ideología-- que más bien lo colocan en un espacio político de centro-progresismo;
y como ya prometió respetar la estabilidad macroeconómica neoliberal, entonces
pudiera localizarse en el sector progresista de la derecha económica.
El populismo se entiende como un gobierno a favor de las clases populares;
y puede ser responsable si mantiene la condicionalidad de los equilibrios
macroeconómicos o irresponsable si dispara el gasto sin ingresos y lleva a la
economía a la debacle. El escenario venezolano de Chávez-Maduro lo padeció
México al final de los periodos populistas de Echeverría (198790-1976) Y López
366

Portillo (1976-1982): gasto sin control, déficit presupuestal de dos dígitos,


devaluaciones crónicas y desplome del PIB.
La mayoría presidencial, legislativa y regional le alcanzará a López Obrador
para decidir el rumbo económico populista, pero no para encarar la crisis
económica que le acotaría resultados. Lo malo es que en su definición de
opciones no aparece la gran reforma de modelo de desarrollo para reconstruir la
planta productiva sobre bases más sanas. La inflación en México se controla
(doctrina del FMI) del lado de la demanda: bajos salarios, PIB debajo de 2.5% y
recorte de gasto social.
En suma, López Obrador no es una propuesta de izquierda; si acaso, sería
la victoria tardada del grupo que en 1987 quería que el PRI regresara a sus
orígenes populares. López Obrador, así, representa el regreso del viejo PRI, del
ancien régime, del gobierno para el pueblo, del populismo caudillista, de la
izquierda priísta que pudiera significar cualquier cosa menos lo que debe proponer
toda izquierda: el socialismo.

Cambio para seguir igual

Ah, cuál miedo, basta ver los cielos llenos de confeti, de esos papelitos de
colores, como antes, como lo vimos en los tiempos gloriosos de Echeverría
recorriendo como presidente de la república las mismas calles de las marchas del
68, sólo que después con gritos de apoyo, no denuestos contra el poder.
Ah qué tiempos aquellos que hoy regresan, plazas llenas de entusiasmo por
la victoria presidencial del Caudillo, esas plazas donde hasta antes de su
entusiasmo previo pago de esa solidaridad, todo eran rencores; ahora no, ahora
todos van por puritito gusto, antes del primero de julio los gobernantes las rehuían
o las llenaban de acarreados, esos profesionales de la militancia que iban a
mítines a gritar vivas, a expresar sus sentimientos de desesperanza.
Ah, México, mexiquito, ya te extrañaba.
El furor de las masas la noche del domingo 1 de julio de 2018 (anótenlo
para la Historia, no sea que pronto se les vaya a olvidar) ilustra la dimensión de la
victoria de Andrés Manuel López Obrador y Morena: luego de treinta años de
367

lucha, de cinco elecciones presidenciables, de incontables marchas de protesta


contra fraudes electorales existenciales (la existencia precede a la esencia), al fin
les hizo justicia la revolución: ya no hubo fraude, ya no hubo compra de votos, las
encuestas ahora sí tuvieron la razón histórica; claro, si el Caudillo hubiera perdido,
como demonios no habría habido fraude, sólo así bla, bla, bla.
¿Pero qué ocurrió exactamente el domingo 1 de julio en las urnas? Como
para saber a qué le tiramos cuando soñamos, mexicanos. Los medios de
comunicación extranjeros (los que opusieron la agenda de interpretación, ante la
baja calidad de los mexicanos) saludaron con entusiasmo mal comprendido el
arribo de la izquierda al poder en México. ¿La izquierda? ¿Qué es la izquierda?
Bueno, un entusiasmo, una palabra que saliva las bocas que antes cantaron loas
a la Revolución Mexicana. A estas alturas, cualquier cosa es izquierda. Pero si se
entienden las categorías políticas, diría Jean-Paul Sartre, la izquierda es, ni más ni
menos, anótenlo ustedes, que quede claro, que se cincele en rocas de la historia,
que vengan las fanfarrias, la izquierda es el socialismo.
Ah, verdad.
Y ahí comenzamos con problemas. López Obrador no es de izquierda y
Morena no es de izquierda; vamos, ni el PRD es de izquierda. Para ser claros: la
única izquierda real, como tal, auténtica, de carne y hueso, famélicos ambos, pero
ahí estaban, que ha existido en México, con todo y sus errores y falsas
percepciones, fue el Partido Comunista Mexicano --1919-1981 como PCM, 1981-
1987 como Partido Socialista Unificado de México, y 1987-1989 como Partido
Mexicano Socialista-- que en su apellido (santo origen marcado como tatuaje)
llevaba la definición ideológica: la lucha para instaurar un sistema socialista
marxista, algo leninista, el proletariado al poder. Y esa izquierda murió en 1987
cuando fue adoctrinada por los priístas en condiciones de ex.
Así que… Bueno, el PRD nació con el registro legal del PCM-PSUM-PMS y
la militancia de los ex priístas de la Corriente Democrática, sí, leyeron bien,
priístas que se salieron del PRI en 1987 y 1988, porque ese PRI era neoliberal y
ellos, los priístas, se sentían cardenistas --cualquier cosa que ello pudiera
significar--, y sí, en efecto, era priístas históricos, del PNR de Elías Calles, del
368

PRM de Cárdenas y (agárrense todos) del PRI de Alemán que institucionalizó al


partido de la revolución dejándolo como revolucionario pero institucional, y ustedes
razonen como quieran, pero el caso es que ese PRI ya no revolucionario como
Villa o Zapata o Cárdenas y sí, deveritas, institucional como Alemán y la naciente
clase política dirigente acomodaticia, pero siempre en nombre de la sacrosanta
revolución, qué le vamos a hacer.
Así pues, a esos priístas les nació la congruencia (acabáramos, a estas
alturas) y muy orgullosos caminaron en fila india fuera del edificio del PRI, algunos
con lágrimas nostálgicas, pero todos con la esperanza de que el líder Cárdenas
tuviera algo para encauzar luchas. Así, del PRI nació el PRD, y por consecuencia
natural, de ese PRD nació Morena: de, decían, los priístas de a deveras, no como
los neoliberales. ¿Y los comunistas?, bien gracias, y por su casa cómo andan; los
comunistas, para horror del Lenin que combatió a los populistas, encontraron un
limbo que a esas alturas bien podía dar algunas comodidades del paraíso (cargos,
recursos, tarjetas de crédito con cargo al erario del Distrito Federal a donde
llegaron en masa, como estampida de búfalos, a rumiar sus expectativas), los
comunistas se volvieron populistas, porque el PRD definió su acción con
programas asistencialistas, nada de lucha de clases, menos de lucha
revolucionaria, para qué si ya nadie quiere balazos, se conforman con protestas y
marchas callejeras, pero el caso fue que los comunistas dejaron a un lado el
materialismo dialéctico y el materialismo histórico y se convirtieron en neo
populistas, ahí está el caso del último comunista sobre la tierra mexicana, Pablo
Gómez Alvarez, líder de la Juventud Comunista durante el movimiento estudiantil
del 68, con sus discursos marxistas leninistas, hoy ya no, qué decepción, ahora
adorando a López Obrador.
En fin, que viva el cambio por el regreso del viejo PRI y los entusiasmos
populares medidos por el número de confeti que han soltado al paso del nuevo
Caudillo, que todo va a cambiar para seguir igual; bueno, no es idea mía: la
escribió Lampedusa en 1958, cuando Italia se resolvía en la indefinición de la
posguerra y los gobiernos caían como moscas, y recordaba aquella lucha del
dictador Garibaldi a finales del siglo XIX cuando los revolucionarios luchaban por
369

la república y los conservadores por la monarquía de Víctor Manuel II, y el


Príncipe de Salina, luego de una noche de amores, recibió a su sobrino que se iba
a despedir porque se iba con los republicanos, ¡horror!, si ellos eran monárquicos,
y el joven Tancredi le dijo al viejo zorro por qué todos los gatos eran pardos y por
qué los monárquicos debían de sumarse a la lucha de los republicanos por la
unificación de Italia:
--Si no estamos allí también nosotros (/los nobles), ésos te endilgan la
república. Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. ¿Me
explico?
Me explico, corea el eco, eco, eco, me explico por que López Obrador es
una versión del viejo PRI, del ancien régime, del pasado que varias veces se ha
ido para quedarse, para cambiar y las cosas sigan igual.
En fin, que las cosas vienen como vienen y los cambios en México tienen
sus dosis implícitas de antídotos. Porque, dijera Marx en versión dispositivo móvil,
las verdaderas revoluciones las hacen las clases sociales, en tanto que los
populismos caudillistas-bonapartistas-populistas las realizan las masas informes
como lumpen.
Amén.

Que no, que AMLO no es de izquierda sino neopopulista

La segunda gran derrota política en el proceso electoral 2018 la padeció la


prensa nacional: la narrativa analítica, demoscópica y de posicionamiento de
parámetros ideológicos la impuso la prensa extranjera. Pero con un error de
interpretación: esa prensa extranjera quiere vender la idea de que en México
triunfó la izquierda; pero no, López Obrador y Morena no son de izquierda.
La revisión de los tres principales discursos de López Obrador --el 20 en
Los Reyes, el 27 en el Azteca y la noche del primero de julio-- revela la definición
ideológica del próximo gobierno y todo apunta a la restauración del viejo
populismo priísta, sobre todo más cercano al modelo de Miguel de la Madrid:
neoliberalismo económico de mercado con renovación moral de la sociedad.
370

Este contenido ideológico podría explicar el origen de los votos que le


dieron la aplastante victoria al tabasqueño: un realineamiento de votos priístas
hacia Morena. Respecto a su promedio electoral en 2006 y 2012, en 2018 López
Obrador aumentó 20 puntos porcentuales; de la votación de Peña Nieto en 2012 a
la de José Antonio Meade en 2018 el PRI perdió 22.4 puntos porcentuales y el
panista Ricardo Anaya bajó 3.6 puntos. Por tanto, los priístas fueron los que
engrosaron la base electoral de Morena.
En cuanto al proyecto de nación, los discursos de López Obrador no
hablan de uno nuevo; sería el mismo de 1917-2018, sólo que más eficiente. Por
ejemplo, el discurso de la victoria ofreció “una auténtica democracia”, como si la
que le dio la victoria sin conflicto no fuera auténtica. Prometió las libertades que ya
existen, ofreció respetar el sistema financiero vigente, no terminará con la reforma
energética privatizadora y sólo revisará contratos.
El eje central de su proyecto es la lucha contra la corrupción. En su
discurso del domingo primero hizo una afirmación que confunde enfoques:
“estamos absolutamente seguros de que este mal (la corrupción) es la causa
principal de la desigualdad social y económica y de la violencia”. La verdadera
izquierda señala que la desigualdad social es producto del modelo económico
empresarial y de la estructura capitalista de concentración de la riqueza social en
pocas manos.
El populismo es un sistema de poder para administrar el gobierno
favoreciendo a los más pobres con gasto asistencialista, pero sin modificar la
estructura capitalista de producción-distribución-apropiación de la riqueza. En este
sentido, el populismo sólo refuerza el modelo de producción basado en la
apropiación empresarial de la riqueza social a través de las utilidades y en
detrimento de los salarios. El gobierno administra el modelo concentrador
empresarial y atenúa pobreza con programas asistencialistas que significan
lealtades electorales a los populistas; y al final, todos contentos: los empresarios
con sus riquezas y los populistas con sus votos.
De ahí que el populismo mexicano --de Cárdenas a Peña, sin excepciones,
extendido ahora al lopezobradorismo en Palacio Nacional-- sea bonapartista:
371

ejercer el poder en nombre de las clases pobres, pero para mantener privilegios
en el acaparamiento de la riqueza por empresarios. Un enfoque de izquierda
simplemente destruiría este sistema productivo empresarial por otro más justo a
favor de los trabajadores.
Por eso la prensa extranjera se equivoca al decir que en México ganó la
izquierda.

La batalla que viene: vs. poder empresarial

Por más reuniones privadas, acuerdos formales, sonrisas, abrazos y hasta


desplegados, el gran adversario del populismo lopezobradorista es el
empresariado; y la guerra apenas está comenzando. Lo que se va a definir es el
poder del Estado sobre las clases.
Sometido por el priísmo antiguo y adorado por el neoliberalismo salinista, el
poder del capital hegemónico ahora viene por la redocumentación de las
relaciones con el poder político popular.
Pero el poder empresarial descansa en una larga lista de razones:
1. El PRI.
2. El PAN.
3. El presidencialismo
4. El neoliberalismo vigente.
5. Lealtades y sumisiones.
6. Complicidades y corruptelas.
7. Concesiones, permisos y contratos.
8. Presidencialismo económico.
9. Disolución del proletariado (CTM ni CNC).
10. Repliegue y privatización de la economía pública.
11. Estado sin compromisos sociales.
12. Papel clave en la estrategia estabilizadora.
13. Beneficiarios de control salarial para aumentar utilidades.
14. Treinta y cinco años de neoliberalismo.
372

15. Poder real en el Consejo de Negocios. Consejo Coordinador


Empresarial, Coparmex y cámaras, intendencias en manos de
empleados y no dueños.
16. Hombres ricos y no burguesía productiva.
17. Estado subordinado a los intereses del capital.
18. Empresarios paraestatales.
19. Neoliberalismo entregó el poder al capital especulativo
20. Familiares de políticos y funcionarios como empresarios.
21. Capitalismo de Estado vía empresarios.
22. Política fiscal para la acumulación privada y no la estabilidad social.
23. Proteccionismo de Estado a empresarios vía precios, utilidades, tipo
de cambio y fisco.
24. Privatización del Estado vía intereses empresariales.
25. Estado, intermediario político: empresarios para aumentar utilidades
y no para aspirar a cargos públicos
26. La presidencia de la república como el espacio de negociación
directa de los capitales con el Estado.
27. Empresarios como hombres ricos: carecen de clase (Marx) y de
clase (Monsiváis). No es burguesía, sino lista de Forbes.
28. De los diez mexicanos más ricos de Forbes, seis dependen de
concesiones del Estado.
29. Empresarios se enriquecen y apuntalan a funcionarios que ejercen el
poder político para facilitar la actividad empresarial.
30. Como los campesinos en el sexenio de Echeverría y los obreros en
el gobierno de López Portillo, los empresarios fueron los “hijos
consentidos del régimen” (categoría de Arturo Warman) durante los
treinta y cinco años de neoliberalismo salinista.

López Obrador ataca a la plutocracia para asentar la tesis de que el poder


no está en el PRI, ni en Salinas de Gortari, ni en Peña, ni en el CMN-Coparmex-
373

CCE, sino en la oficina del próximo presidente de la república y que el poder está
en la política y el Estado y no en las cúpulas empresariales.
Ya quedó claro; el modelo de trato de López Obrador a empresarios será el
de Cárdenas y su conflicto con la Coparmex en 1936. O se subordinan o
entregan sus empresas a sus trabajadores.

Desarrollo estabilizador de AMLO, segunda fase de neoliberalismo

Cuando el presidente Zedillo se percató que no podría hacer candidato a


uno de sus dos validos --Guillermo Ortiz Martínez o José Angel Gurría Treviño--
para mantener la continuidad neoliberal porque la militancia priísta le había
puesto candados a la nominación, su opción no fue en realidad Francisco
Labastida Ochoa sino la alternancia al PAN.
Los tres valores básicos del PAN aparecían en la real politik como los
mismos del PRI neoliberal: Estado subsidiario, bien común y solidarismo con los
pobres. Zedillo, por lo demás, había adquirido compromisos estratégicos con los
EE. UU. en 1995 cuando el presidente Clinton aportó un fondo de 55 mil millones
de dólares sin aprobación del Congreso para salvar a México de la crisis
devaluatoria Salinas-Zedillo.
Luego de 1997 era imposible pensar en una victoria del PRI en el 2000. El
candidato panista Vicente Fox resolvió las preocupaciones: el secretario de
Hacienda sería alguien del Banco de México, dejando entrever que Francisco Gil
Díaz estaba en el primer sitio de la lista. Gil era el jefe de los Chicago boys
neoliberales, los hijos intelectuales de Milton Friedman, el papa del neoliberalismo
que había recibido el premio nobel de economía en 1976 por su teoría monetaria
de la inflación. Gil, inclusive, había sido asistente de Friedman en Chicago.
El neoliberalismo panista se mantuvo en el 2006 con la designación del
primer secretario de Hacienda calderonista: Agustín Carstens, traído a ese cargo
directamente de la subgerencia general --segundo en jerarquía-- del Fondo
Monetario Internacional, el policía financiero del capitalismo neoliberal
globalizador. Con esos dos secretarios de Hacienda, el PAN en la presidencia era
garantía de continuidad neoliberal.
374

López Obrador hubo de pasar por la misma prueba; lo de menos era el


discurso populista para sus masas; la clave de la posibilidad de que le
reconocieran su victoria estaba en la continuidad del modelo neoliberal. El
mensaje quedó claro con su secretario de Hacienda designado: Carlos Urzúa no
pertenece al establishment neoliberal del Banco de México-Universidad de
Chicago, pero su pensamiento económico es estabilizador.
Urzúa fue el que educó a López Obrador en el modelo del desarrollo
estabilizador que diseñó Antonio Ortiz Mena para los gobiernos de López Mateos
y Díaz Ordaz: estabilidad macroeconómica vía inflación controlada y diseño
presupuestal acotado por esta condicionalidad. La inflación se controló por la vía
ortodoxa: déficit presupuestal bajo y control salarial. En un entorno internacional
estable, el PIB mantuvo su tasa de 6% promedio anual que venía desde 1934,
con el candado anti devaluatorio vía la inflación.
El costo de este modelo fue social: el presidente Echeverría encontró un
grave rezago social indígena, rural y proletario; lo malo fue que quiso remediarlo
con aumento del gasto público sin incremento en los ingresos, el déficit
presupuestal subió de 2% a 8%, se financió con deuda y circulante; los
empresarios politizaron el populismo y bajaron inversiones, además de un asalto
a las reservas en 1976. El saldo fue la devaluación. El modelo fue replicado por
López Portillo.
El neoliberalismo salinista 1979-2018 ha sido un desarrollo estabilizador
vergonzante: la inflación como eje de la estabilidad. López Obrador viene por
segunda fase de desarrollo estabilizador y segunda fase de neoliberalismo
salinista, elementos clave de su aceptación mundial.

De impunidad o continuidad, el pacto EPN-AMLO hundió al PRI

Doce días después de la derrota, el presidente Enrique Peña Nieto ha


abandonado al PRI a su suerte y a sus contradicciones en busca de
responsables. Ya recibió a López Obrador y al candidato derrotado priísta-no-
priísta José Antonio Meade Kuribreña, pero el PRI que controló en el proceso
electoral sigue sin ser convocado a Los Pinos para analizar el descalabro.
375

En el 2000 Zedillo recibió en Los Pinos a la plana mayor del PRI al día
siguiente de la derrota; hoy, el jefe máximo del PRI ha abandonado al partido al
garete.
Lo que preocupa a los priístas en sus reclamos es si hubo un pacto de
impunidad o de continuidad del presidente Peña Nieto con el candidato López
Obrador, todo el sexenio arriba en las encuestas. El operador de estrategia del
candidato panista Jorge G. Castañeda puso la agenda de un pacto de impunidad:
apoyo a cambio de ninguna persecución en los expedientes graves de
irregularidades.
Pero hubo otros indicios respecto a un pacto de continuidad del modelo
económico neoliberal, sobre todo a partir de la insistencia de López Obrador en la
campaña formal en 2018 de que se ajustaría a la estabilidad macroeconómica y a
la globalización, eje dominante del neoliberalismo salinista 1979-2018. Zedillo
mantuvo atado al PRI en el 2000 cuando se enteró que el secretario de Hacienda
de Fox sería Francisco Gil Díaz, el jefe de los Chicago boys neoliberales.
Los priístas están analizando todo su proceso electoral a la luz de la
existencia de algún pacto Peña-AMLO a partir de las derrotas del 2016 cuando el
PRI perdió siete gubernaturas bajo el mando político del experimentado Manlio
Fabio Beltrones. En ese instante político, dicen, el presidente Peña se percató que
era imposible la victoria del 2018.
Desde ese momento Peña Nieto manejó al PRI no para hacer un esfuerzo
para ganar, sino para contener radicalismos que ensuciaran la elección
presidencial: atrasó la designación del candidato, decidió por un no-priísta sin
negociarlo, manipuló la asamblea para modificar estaturas a favor de Meade, le
puso a Meade operadores ineficaces para defender sus reformas y no trabajar
para la victoria, colocó a un incompetente no-priísta en la presidencia del partido
para que se encargara de frenar al partido y retrasó la entrega de dinero para la
campaña.
López Obrador, en cambio, se dedicó a mandar el mensaje de “amor y
paz”, a insistir en que no habría persecución de corruptos, que respetaría la
condicionalidad macroeconómica --inflación baja como eje de su política
376

económica--, que no tocaría la autonomía del Banco de México, que avanzaría en


la globalización de mercados y que financiaría sus promesas populistas con
ahorros presupuestales y no déficit de gasto público, impresión de dinero, deuda
externa o impuestos.
Los datos en Los Pinos desde la elección de gobernador en el Estado de
México en julio del 2017 confirmaron que el PRI no ganaría las presidenciales del
2018 bajo ningún supuesto o circunstancia. Así que hubo el tiempo para amarrar
compromisos de protección política y de continuidad neoliberal transexenales
con López Obrador.
De esto quisieran hablar los priístas con su líder Peña Nieto, pero
seguramente por esto es han visto cerradas las puertas de Los Pinos.

AMLO y el imperio de Trump

Distraídos en la larga lista de reformas --doce hasta ahora-- del gobierno


de López Obrador en su fase apenas de candidato ganador, la visita hoy de una
misión de alto nivel del gobierno de Donald Trump reducirá los márgenes de
maniobra del lopezobradorismo.
La relación de México con la Casa Blanca y sus áreas de inteligencia,
seguridad nacional y estructura militar ha sido históricamente de dependencia
estratégica. México es el problema número uno de seguridad nacional de
Washington y Washington es el problema total de México.
Por lo pronto, la visita del ultraconservador Michael Pompeo --ex director de
la CIA que ha negociado directamente con el presidente Peña Nieto en Los
Pinos, bajo la mirada cómplice de la oscura embajadora Roberta Jacobson-- hoy
en su calidad de secretario de Estado ya tuvo el primer guiño del próximo
gobierno lopezobradorista: el anunciado cierre de la frontera sur mexicana para
evitar los migrantes que van rumbo a los EE. UU. y evitarle a la Casa Blanca
conflictos como los actuales.
La visita de Pompeo estuvo precedida, ayer, con la publicación de un
artículo en El Universal de Marck McLarty (gente de Clinton) y el temible John
Dimitri Negroponte (de la CIA, desestabilizador, estabilizador imperial, jefe de
377

inteligencia y embajador de Bush Sr. 1989-2005), quien se encargó de definir el


marco geoestratégico y de dominación estadunidense del tratado de comercio
libre de Carlos Salinas de Gortari.
La visita de Pompeo y el texto de Negroponte antes del reconocimiento
oficial de López Obrador como presidente electo fueron una maniobra de
imposición imperial de agendas. Al mismo tiempo, reveló que López Obrador no
tuvo razón cuando dijo en campaña que la mejor política exterior era la interior; al
contrario: la política interior es la política exterior. Por tanto, el eje de la viabilidad
de gobierno de López Obrador no estará en la política interior --una ingenua Olga
Sánchez Cordero en Gobernación (“la orden es cerrar heridas”, Eje Central 12 de
julio), un agobiado Ricardo Monreal en el Senado y quien quede en la Cámara de
Diputados--, sino en el manejo estratégico de Marcelo Ebrard Casaubón como
secretario de Relaciones Exteriores.
Negroponte y McLarty hacen hincapié en la “colaboración constructiva” de
México hacia la Casa Blanca de Trump, un mensaje de ablandamiento a la nueva
administración mexicana. Las circunstancias aconsejaban retrasar ese encuentro
porque López Obrador carece hoy de instrumentos de poder para administrar
esa reunión, lo que pudiera haber sido el primer error geopolítico frente al gigante
estadunidense.
Los EE. UU. sólo hablan el lenguaje del poder: México es el muro
geopolítico contra la contaminación de pobreza y flujo de migrantes ilegales de
Centroamérica a territorio estadunidense y contra los intentos de reconstrucción
del bloque bolivariano. Por eso López Obrador debió haber esperado la
condición de presidente electo para una reunión con los EE. UU. hasta cerca de la
toma de posesión, a fin de evitar las lecturas políticas que vean sus decisiones
casi como aprobación del vecino estadunidense.
La semana 2 de López Obrador mostró más voluntarismo interno y
neurosis de poder que comprensión de que la presidencia de México ante
Washington es política estratégica pura.

AMLO: su democracia, bárbara, presidencialista y total


378

El enigma más importante desde la fundación del PNR en 1928-1929


radica en tratar de entender el modelo político presidencial de López Obrador.
Aunque a veces peca de obviedad circunstancial, detrás de su obsesión por
el poder se localiza la reconstrucción del sistema político priísta en su versión
original: Obregón (caudillo), Elías Calles (presidencialismo) y Cárdenas (partido
corporativo).
Desarticulado el presidencialismo por el fracaso del populismo 1970-1982 y
por el neoliberalismo salinista 1979-2018, la principal tarea de López Obrador será
la de reconstruir el presidencialismo absolutista en la punta de la pirámide del
aparato político de poder.
De entre todos los presidencialismos --agregando los de Santa Anna,
Juárez y Díaz--, el que más convence al candidato presidencial ganador es el de
Elías Calles y Cárdenas: el primero se impuso a la muerte de Obregón por encima
de los grupos de poder y el segundo fue más genial: organizó a las clases
sociales productivas como masas del Estado y del presidente y corporaciones de
control social y a través de ellas subordinó a todos los sectores.
En su ensayo México: una democracia bárbara de 1958, José Revueltas
denunció las secuelas del modelo presidencialista de partido de Cárdenas: las
oficinas de representación de las dependencias agrarias del gobierno-Estado
estaban en manos directas de los dirigentes de las Ligas de Comunidades
Agrarias y Campesinas, la CNC del PRM-PRI. Hoy los delegados únicos del
gobierno federal de López Obrador son los representantes de Morena en los
estados de la república: de nueva cuenta, la reconstrucción del partido del
Estado.
Lo que le falta a Morena para reproducir el modelo PRI en Morena es la
reconstrucción de la relación productiva obrero-patronal. Cárdenas entendió que
los empresarios tenían que estar dentro del PRM y por eso se conflictuó con ellos.
Echeverría y López Portillo dejaron fuera a la plutocracia empresarial y padecieron
sus ataques especulativos en 1976 y 1982.
Hasta ahora, López Obrador ya domesticó a los grandes capitales, pero su
modelo de control político presidencialista va a fracasar si no los mete a Morena.
379

Por ello anda en busca de un mecanismo de dominación corporativa de las tres


principales cúpulas que pudieran obstaculizar su proyecto populista: el Consejo
Mexicano de Negocios, el Consejo Coordinador empresarial y la Coparmex. El
único camino hasta ahora es el control fiscal.
El presidencialismo lopezobradorista ha entendido muy bien las tradiciones
sociales de subordinación a un poder absoluto: Santa Anna, Juárez y Díaz las
explotaron en su beneficio. En 1964 el politólogo Gabriel Almond realizó una
encuesta sobre cultura cívica en cinco países y encontró que en México había dos
valores absolutos, tradicionales e inflexibles: la sumisión social a la Revolución
Mexicana y al presidente de la República. En este sentido, la Cuarta
Transformación propuesta por López Obrador quiere ocupar el espacio
psicológico de la Revolución Mexicana, Y el voto presidente-Morena con más de
50% fue la esperanza social de que de nueva cuenta un mesías.
Por eso López Obrador ha estado domesticando políticamente a los
sectores corporativos del viejo sistema priísta: medios, empresarios, gobernadores
y va por las corporaciones sindicales. De ahí que el modelo de López Obrador sea
el de reconstruir el sistema priísta bajo su mando y el de Morena.

Morena no será el PRI ni partido-sistema para gobernar

La pieza clave del sistema político priísta no fue el presidente de la


república sino el PRI. El partido fue el sistema político: la caja negra explicada por
el teórico David Easton, en cuyo seno se realizaban las interacciones entre
agentes políticos y el presidente distribuía verticalmente valores y beneficios.
Todo, pues, se resolvía dentro del partido. Para ello, el PRI primero pactó
con los jefes revolucionarios, luego creó las estructuras corporativas que
representaban a la totalidad de las clases productivas y finalmente le dieron la
función de centralizar al sistema.
Morena no es un partido con organización y disciplina para funcionar como
sistema político. Y sin partido, el presidencialismo derivará en autoritario y
dictatorial. Hay muchos conceptos para intentar definir Morena
380

1. Partido Tradicional.
2. Clásico.
3. Movimiento.
4. Consejo de Administración.
5. Sociedad Anónima.
6. Familiar.
7. Torre de Babel.
8. Agencia de Colocaciones.
9. Culto.
10. Caudillista.
11. Imperial.
12. Cofradía.
13. Licuadora.
14. Masas.
15. Lumpen.
16. Acarreados.
17. De Plaza Pública.
18. Oligárquico.
19. De Comité Central.
20. De Politburó.
21. De Oportunistas.
22. Líderes.
23. Chavista Bolivariano.
24. Neo-pos-cardenista.
25. Militantes.
26. Pirata.
27. Escoba.
28. Recogedor.
29. Camión Materialista (recoge cascajo).
30. Cacha todo.
31. Populista.
381

32. Peronista sin obreros.


33. Cártel.
34. Coalición Dominante.
35. Quilt (parches cosidos).
36. Elites.
37. Electoralista.
38. Grupos de Interés.
39. Hegemónico.
40. Celular.
41. Ideológico.
42. Cooperativa.
43. Cuadros.
44. Militantes.
45. Afiliados.
46. Notables.
47. Parlamentario.
48. Atomos.
49. Grupos de apoyo.
50. Brazo político.
51. Presidencialista.
52. De Credenciales.
53. Profesionales.
54. Leninista.
55. Social.
56. Partidista.

12.- La tumba final de Calles.


382

La fundación del partido del Estado fue una idea --Luis L. León-- del general
Alvaro Obregón al descubrir que los grupos revolucionarios estaban
desorganizados, divididos y sin un objetivo central. La movilización de los
generales Francisco Serrano y Arnulfo R. Gómez en 1927 para buscar la
candidatura presidencial que Obregón ya había apartado con la reforma
constitucional del presidente Elías Calles para permitir la reelección era otro factor
decisivo: la lucha por el poder sin la existencia de reglas estaba rompiendo las
reglas de la disciplina militar, al grado de que los generales Serrano y Gómez
fueron asesinados bajo el gobierno de Elías Calles para frenar sus ambiciones
políticas presidenciales sin la aprobación del Caudillo.
Con los principales jefes revolucionarios asesinados --Zapata, Villa,
Carranza--, el caudillismo de Obregón era fuerte, cerrado, implacable,
verticalista… y único. Su intención era clara tratando de reproducir el modelo de
Porfirio Díaz para instaurar sus siete reelecciones: cambiar la Constitución de
1917 que prohibía la reelección, permitir la reelección una vez dejando pasar un
periodo, llegar por segunda ocasión al poder en 1928-1934 y volver a modificar la
ley para dejar abierta la reelección indefinida. La astucia de Obregón había leído
mal la realidad política del país: Díaz combatió a Juárez --como Obregón a
Carranza-- y en los hechos tomó el control del país en 1872 a la muerte de Juárez
--igual que Obregón después del asesinato de Carranza-- y las elecciones de 1876
sólo formalizaron el poder de Díaz; luego de un periodo de cuatro años, Díaz dejo
a su compadre Manuel González 1880-1884 para cambiar la Constitución y durar
en la presidencia hasta abril de 1911. En los hechos, Díaz gobernó México a lo
largo de 35 años, de 1876 a 1911. Si Obregón cumplía su sueño, habría de
gobernar de 1920 a 1955… o más
Díaz confío su vida al general Manuel González y lo puso de presidente en
el periodo 1880-1984 para cambiar la Constitución. Obregón quiso tener en Elías
Calles a su Manuel González, pero Elías Calles sólo cumplió la primera parte de
su deseo: modificar la Constitución. Obregón fuer asesinado un par de semanas
después de su aplastante victoria --sus rivales Serrano y Gómez ya estaban
muertos-- y en semanas la figura de Obregón desapareció de las relaciones
383

políticas militares, dejando en el escenario político sólo a Elías Calles quizá no


como caudillo, pero sí, en lenguaje militar y colonial, como el hombre fuerte y el
jefe político de la república.
La astucia política de Elías Calles leyó bien el ambiente político-militar.
Sabía que todas las sospechas del magnicidio de Obregón recaían en él y por
tanto carecía de fuerza dentro de la élite militar como para extender su periodo o
reelegirse. El modelo político Díaz-Obregón de ejercicio directo del poder no tenía
ninguna posibilidad de funcionar; por ello Elías Calles encontró el camino indirecto:
centralizar el poder en su presidencia, colocar presidente sustituto para convocar a
nuevas elecciones, designar candidato presidencial para el periodo 1930-1934 y
asumirse como la autoridad política máxima sin necesidad de ejercer las funciones
presidenciales; el modelo callista fue de regencia indirecta. La clave de la
centralización del poder fue la junta con los generales el 5 de septiembre de 1928,
una vez que el primero de septiembre Elías Calles había dicho en la Cámara de
Diputados que no se reelegiría para tranquilizar a los obregonistas. En esa junta
con los militares de los tres niveles Elías Calles obtuvo todo el apoyo de la alta
jerarquía militar para designar al sustituto y al constitucional.
El deslindamiento del asesinato de Obregón, su compromiso de no
extender su periodo ni reelegirse y la necesidad de designar a dos candidatos
presidenciales fueron presentados por Calles como una operación política de
supervivencia de la élite gobernante. El partido fue el aparato de poder para
atender tres necesidades políticas: evitar una nueva guerra civil, repartir el poder y
construir a partir de la lógica militar un mando político único. Lo de las metas de la
Revolución dentro del partido fue adicional: el discurso social justificatorio, sobre
todo porque las metas de la Revolución eran todo y nada, ya estaban en la
Constitución y en realidad los militares querían eludir el rumbo ruso de una
revolución proletaria destructora de clases y se centraba en la consolidación de
una clase política por encima de la clase obrera y de la clase empresarial y la
construcción de las bases de un Estado ideológico dominante basado en el
imaginario colectivo de que la Revolución Mexicana era el paraíso y que sólo las
élites político.-militares eran capaces de edificarlo. Ya existía la Constitución y sus
384

artículos sociales, el gobierno había tomado el control del Estado y estaba por
encima de la lucha de clases, la élite gobernante fusionaba gobierno-Estado y no
existía una burguesía fuerte porque los grandes capitanes de las empresas habían
huido del país por la Revolución, habían dejado sus acciones encargadas a
empleados y éstos eran ya los empresarios sin conciencia de clase burguesa.
Por tanto, el partido era el aparato de poder que no pudieron construir ni
Santa Anna, ni Juárez, ni Díaz para fortalecer sus presidencias personales y
caudillistas. La propuesta de un partido fue funcionalista; ni Elías Calles ni los
militares de élite tenía el talento político para pensar en el papel que debería jugar
un partido; en función de la educación militar improvisada por altos mandos que se
forjaron en las batallas contra los federales de Díaz y no en las estrategias de la
teoría militar, el partido se vio como una especie de estado mayor político. En todo
caso, los operadores del PNR estudiaron las organizaciones de los partidos
fascistas en Europa.
En su primer manifiesto a la nación el comité organizador del PNR --obvio:
controlado por Elías Calles como ex presidente pero ya como el jefe máximo de la
Revolución-- había, inclusive, un esquema para una nueva estructura política de
poder controlado por mandos militares: construir un sistema de partidos limitado a
dos fuerzas, las revolucionarias y las reaccionarias, sólo dos partidos, muy a la
usanza, inclusive, más del modelo de los EE. UU. --bipartidismo republicanos-
demócratas-- que de Europa. Lo significativo del PNR fue que nació del centro de
poder del Estado: la presidencia de la república, es decir, el partido como
apéndice del núcleo central del poder. Por tanto, el partido estaría al servicio del
gobierno-Estado.
La construcción de una estructura de poder en realidad no liquidaba el
modelo de caudillo que explotaron a su favor Santa Anna, Juárez y Díaz;, ese
poder absoluto denunciado por Francisco I. Madero en su libro La sucesión
presidencial en 1910, publicado en 1908 en contra de Díaz; en todo caso, creaba
un aparato institucional para el ejercicio de ese caudillismo con tres restricciones:
el poder sexenal, la continuidad del grupo gobernante y la distribución del poder
para evitar la disputa sangrienta por el poder. Elías Calles logró centralizar el
385

poder dual: en la institución presidencial y en su carácter de general de mayor


jerarquía, creando la figura de jefatura máxima de la revolución, en el entendido de
que los militares como élite gobernante dominante sólo entendían de disciplinas
castrenses. En la lógica de Elías Calles podía adivinarse la creación de una
reelección factual controlando la presidencia desde el poder militar real, con
candidatos presidenciales débiles y sin grupo fuerte. Con este modelo puso Elías
Calles a Portes Gil como interino, a Pascual Ortiz Rubio como constitucional en
1930, a Abelardo Rodríguez como interino en 1932 y a Cárdenas como
constitucional en 1934. El poder constitucional estaba en el Castillo de
Chapultepec, pero el poder real se asentaba “enfrente”, en la casa particular del
general Plutarco Elías Calles--calle Guadalajara No. 104, frente al Parque España,
en la Colonia Condesa--, donde el Caudillo de facto imponía gabinetes, realizaba
sesiones de gabinete en su casa y aprobaba leyes.
El asesinato de Obregón a manos de un extremista religioso y con la
sospecha de participación de algunas figuras oscuras de los grupos
revolucionarios estuvo a punto de conducir a una nueva guerra civil entre los
liderazgos revolucionarios supervivientes y alertó a Elías Calles de la necesidad
de canales institucionales para que la derecha reaccionaria tampoco usara la
fuerza de la protesta. Elías Calles retomó la idea --original de Obregón-- de un
partido de los revolucionarios. En el corto periodo de julio a septiembre de 1928, el
presidente operó el control de daños producidos por el magnicidio en cuando
menos tres pasos precisos:

 Anunció que no se reelegiría bajo ninguna circunstancia.


 Concentró en la presidencia de la república el poder total con la
Junta con los Generales
 Anunció la formación de un partido desde el Estado para
institucionalizar la lucha por el poder.

En su IV y último informe de gobierno el primero de septiembre de 1928


lanzó tres iniciativas estabilizadoras: convocó a “los grupos representativos de la
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reacción” a participar abierta y legalmente en la lucha política, avisó la necesidad


de un partido y en los hechos institucionalizó el primer sistema moderno de
partidos como eje de la lucha política. El párrafo clave de su discurso lo leyó más
o menos a la mitad de su alocución:

La entrada definitiva de México al campo de las instituciones y de las


leyes y el establecimiento, para regular nuestra vida política, de reales
partidos nacionales orgánicos, con olvido e ignorancia, de hoy en adelante,
de hombres necesario como condición fatal y única para la vida y para la
tranquilidad del país.

El partido de los revolucionarios nació en 1929 y el sistema de partidos


tardó diez años en formalizarse. El PAN se fundó formalmente en 1939, aunque la
idea surgió al calor de las elecciones extraordinarias de 1929 y el fraude
escandaloso del PNR en su primera elección contra el independiente José
Vasconcelos. De 1929 a 1946 algunos partidos pequeños hicieron candidatos a la
presidencia a figuras del mismo grupo revolucionario: José Vasconcelos en 1929,
Antonio Villarreal y Adalberto Tejada en 1934, Juan Andreu Almazán en 1940,
Ezequiel Padilla en 1946 y Miguel Henríquez Guzmán en 1952. El PAN presentó
su primer candidato presidencial formnal en 1952 y logró poco más de 7% de
votos. Aún con su independencia, el PAN operó (Soledad Loaeza) como oposición
leal y no de alternancia o alternativa hasta su ruptura con el sistema priísta el
septiembre de 1982 por la expropiación de la banca que afectó al poder financiero
privado que estaba ya tomando el control del PAN. De 1929 a 1987 funcionó el
sistema priísta de partidos con dos partidos-rémora del PRI: el Partido Popular
Socialista fundado por Vicente Lombardo Toledano como partido marxista-
leninista, pero siempre aliado al PRI, y el Partido Auténtico de la Revolución
Mexicana de generales del estado mayor presidencial del presidente Carranza. El
verdadero sistema de partidos propuesto por Elías Calles en 1928 comenzó a
funcionar en realidad el 3 de mayo de 1978 con el registro legal del Partido
387

Comunista Mexicano, el único partido de alternativa al proyecto de la Revolución


Mexicana que mantuvieron todas las organizaciones partidistas.
Los colores de la bandera, su condición de partido surgido de una alianza
de los jefes revolucionarios en 1928-1929 y su papel de partido defensor del
proyecto histórico de la Revolución Mexicana le confirieron al PNR-PRM-PRI la
condición de partido histórico del proceso libertador mexicano desde 1810. La
esencia del PRI fue, en este sentido, su papel representativo de las tres herencias
históricas: la Independencia, la Reforma y la Revolución, las tres con sus
propuestas y sus élites. El PNR-PRM-PRI como partido de la ideología oficial
constituyó a legitimidad del partido del Estado.
El callismo se convirtió en un mito. En los hechos, el papel de Elías Calles
como el jefe máximo de la Revolución duró escasos ocho años: de la muerte de
Obregón en 1928 a su exilio forzado por Cárdenas en 1936. En ese corto periodo
sólo pudo poner cuatro presidentes, aunque el cuarto se le rebeló y lo expulsó del
país. Tres años más grande que Obregón, Elías Calles llegó a 1928 con 51 años,
aunque con apariencia cansada por las batallas y penurias de la lucha
revolucionaria. En la jerarquía militar no había ningún líder forjado en la lucha
revolucionaria; existían, sí, generales reconocidos y algunos de ellos buscaron el
poder fuera del partido del Estado y fracasaron. A Elías Calles le ayudó el
asesinato de Obregón, su alejamiento de los cargos y sobre todo su forma de
vender su liderazgo político entre todos los militares.
En 1934 Elías Calles se encontró sin piezas propias en los mandos
militares; de hecho, todos cargaban ya el desgaste en el ejercicio del poder
político y nadie le garantizaba la sumisión. El general Cárdenas del Río, entonces
con 39 años, era un joven general que había estado subordinado a Elías Calles
con obediencia castrense. El carácter pétreo de Cárdenas suponía obediencia.
La nominación de Cárdenas, cuenta Beatriz Rojas en La sucesión
presidencial de 1934 y la familia revolucionaria, marcó los límites del callismo: se
impuso por las circunstancias, ningún callista estuvo a la alturas del desafío, el
poder de Elías Calles estaba acotado por grupos de poder político-militar, el PNR
no funcionó como debía y su enfrentamiento con Cárdenas estuvo a punto de
388

reventar la estabilidad, desde antes de aceptar la candidatura en mayo de 1933 y


antes de formalizarse en diciembre hubo el camino del plan sexenal cardenista y
el del callismo en el PNR, Elías Calles hubiera podido imponer candidato de
manera directa --Cárdenas u otro-- pero sólo medió porque muchos grupos se
hubieran salido de la institucionalidad.
El poder real de Elías Calles era simbólico y real; los jefes militares de los
grupos políticos asumían ese liderazgo a condición de no ser impositivo. Al salir a
una gira a Baja California en tren acompañado de Cárdenas, Elías Calles fue
despedido en la estación por los jefes militares el gabinete y el comitñe del partido.
Ahím, recuerda Beatriz Rojas, el canciller José Manuel Puig Casauranc pronuncio
un breve discurso en el cual delineó la estructura de poder político:

 La función administrativa del gobierno es íntegramente ejercida por


el presidente.
 La función propiamente política --que comprende la actividad
parlamentaria-- es dirigida y controlada por el PNR, el cual reconoce
al general Calles como orientador y guía en las situaciones más
difíciles, constante moderador de apetitos, armonizador de
voluntades, interprete de aspiraciones y de necesidades políticas del
país, lazo de unión definitiva entre los revolucionarios de México.

En los hechos, pues, el poder de Elías Calles era muy fuerte, pero también
muy débil: es decir: más simbólico que real. Luego de que la convención erigió
candidato a Cárdenas y de que hubo el rumor de que iban a cambiarlo antes de
protestar, Cárdenas fijó su propio espacio en el plan sexenal, pero Elías Calles se
permitió mandar un mensaje a la convención con frases de escepticismo hacia el
programa de Cárdenas y con mensajes velados de que esperaba decisiones más
radicales.
Cárdenas tomó posesión de la presidencia en diciembre de 1934, pero al
mismo tiempo asumió el poder político real; y fue más radical que las sugerencias
del jefe máximo, al grado de que Elías Calles --cuentan XXXX-- se alió a todos los
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sectores conservadores --empresarios, religiosos, estadunidenses, europeos--


para alentar la fundación del PAN después de que Cárdenas reformó al PNR
callista para convertirlo en el PRM cardenista.
Ahí, en 1938, con la transformación del PNR de Elías Calles en el PRM de
Cárdenas ocurrió la muerte política definitiva del callismo; lo demás fue
aprovechamiento de su figura: Cárdenas lo exilió en 1936 a Los Angeles, Avila
Camacho lo regresó a México en 1941 y lo aisló a su vida privada, la muerte lo
sorprendió en 1945, sorpresivamente el gobierno de Díaz Ordaz asumió a
Cárdenas y a Elías Calles como esencia del PRI --una síntesis política neoclásica
entre dos proyectos contrarios-- y sepultó sus restos en el Monumento a la
Revolución en 1969.
Plutarco Elías Calles ha sido más un símbolo que una realidad. A lo largo
de su carrera política 1915-1936 dejó muy poca huella; su gran aportación a la
política fue la fundación del PNR en 1928-1929, el partido que nació para
organizar las tres aportaciones de la Revolución Mexicana --equilibrio de clases,
élites revolucionarias y camino para cristalizar los derechos sociales de la
Constitución de 1917-- y que simbólicamente murió en marzo de 1992 cuando
Salinas de Gortari modificó los documentos básicos para sacar el concepto, la
ideología y el simbolismo de la Revolución Mexicana. Ahí, en ese 1992, fue la
primera verdadera muerte de Plutarco Elías Calles.
De 1992 a 2018 el PRI se convirtió en el partido del neoliberalismo
económico de mercado. En 1988, adelantando las vísperas, las corrientes
poscardenistas se salieron del PRI para fundar el PRD como el partido que
recogería la herencia social, ideológica e histórica de la Revolución Mexicana,
pero este nuevo partido neocardenista nunca pudo reconstruir en su seno el pacto
social del PNR callista. La clave de la liquidación del PRI como partido histórico y
del PRD como frustrado intento de reconstrucción cardenista fue la falta de
prioridad para rehacer en el seno del PRI y del PRD la representación de clases
del modo de producción capitalista.
En ese cuarto de siglo de 1992 al 2018, el PRI sustituyó las metas
históricas de la Revolución Mexicana --más como filosofía política que como
390

ideales de justicia obrera, campesina y popular-- por los objetivos de estabilidad


macroeconómica. Salinas reformó la Constitución en sus artículos que establecían
una conexión histórica entre la Revolución y su Constitución de 1917 con las
definiciones obreras y campesinas y laicas, para consolidar el modelo de mercado
y privatizar los ejidos y los recursos naturales que habían sido la gran conquista
revolucionaria de Cárdenas. Los motivos fundacionales del PRI fueron, así,
destruidos por Salinas y su generación de gobernantes que sustituyeron el modelo
del Estado social por el de mercado salvaje en los enfoques del Estado mexicano.
La muerte definitiva de Elías Calles ocurre en dos tiempos: por un lado, el
aplastamiento del PRI como partido dominante que en el 2000.-2012 había
sobrevivido como primera oposición y que había regresado a la presidencia de la
república en el 2012 y que el primero de julio de 2018 quedó recudido a su mínima
expresión: 7 millones 677 mil 180 votos (13.56%) por sí mismo, contra 25 millones
186 mil 577 votos (44.49%) de Morena; y por otro lado, el ascenso de Morena
como partido sin ideología política, sin referentes históricos y sin representación
de clases.
La tumba de Elías Calles la cavaron los priístas en 1992. La última paletada
de tierra la pusieron Morena y López Obrador el primero de julio de 2018.

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