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Honestas
de liderazgo
para ser feliz
en el siglo XXi
y más allá
soy
solo
leo piccioli
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LIBERADA POR EL AUTOR
www.leopiccioli.com.ar
SOY
SOLO
LEO PICCIOLI
SOY
SOLO
HISTORIAS HONESTAS DE LIDERAZGO
PARA SER FELIZ
EN EL SIGLO XXI Y MÁS ALLÁ
Edición: Ximena Sinay
Diseño y diagramación: Stereotypo
Contenido (aciertos y errores): Leo Piccioli
Piccioli, Leonardo
Soy solo : historias honestas de liderazgo para ser feliz en el siglo XXI y
más allá / Leonardo Piccioli. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Leonardo Piccioli, 2018.
386 p. ; 24 x 17 cm.
ISBN 978-987-42-7496-0
PREFACIO
9
INTRODUCCIÓN
11
F.U.E.R.A.
17
PRIMERA PARTE
EN LA EMPRESA
PERSONA
CAPÍTULO UNO
El líder feliz 33
CAPÍTULO DOS
¿Alguna vez lloraste en el trabajo? Yo sí. 37
CAPÍTULO TRES
¡Me emociona! 41
CAPÍTULO CUATRO
Al CEO no lo invitan a los afters 45
CAPÍTULO CINCO
Quiero que hablen a mis espaldas: anatomía de un rumor 48
CAPÍTULO SIETE
¿Qué tienen en común un líder y un mozo? 63
CAPÍTULO OCHO
¿Por qué nos cuesta tanto desarrollar líderes mejores que nosotros? 73
CAPÍTULO NUEVE
Siete motivos por los que ser CEO está sobrevaluado 76
CAPÍTULO DIEZ
¿Por qué los jefes odian las infografías? 79
CAPÍTULO ONCE
Estás en Wikileaks 83
CAPÍTULO DOCE
Todos mentimos 88
CAPÍTULO TRECE
Nueve frases que un buen liderado no dice nunca 92
CAPÍTULO CATORCE
Del líder guerrero al líder empático 95
CAPÍTULO QUINCE
“ Y un día voy a tener que echarme” 99
DIFERENCIACIÓN
CAPÍTULO DIECISÉIS
¿Loco o burro? 111
CAPÍTULO DIECISIETE
Millennials: las etiquetas son para los frascos 114
CAPÍTULO DIECIOCHO
Intrapreneurship: ¿el oxímoron del año? 118
CAPÍTULO DIECINUEVE
Diez mandamientos para que un intrapreneur siga (en la empresa) 122
Preguntas del público 125
SEGUNDA PARTE
DE LA EMPRESA
CULTURA Y VALORES
CAPÍTULO VEINTE
Valores y vacaciones 129
CAPÍTULO VEINTIUNO
Mendigos S.A. 134
Índice 5
CAPÍTULO VEINTIDÓS
Todos sabemos cómo robar 138
CAPÍTULO VEINTITRÉS
Aprendiendo de los muebles 143
CAPÍTULO VEINTICUATRO
Siempre lo hicimos así 147
RECURSOS HUMANOS
CAPÍTULO VEINTICINCO
Vos sí, vos no 154
CAPÍTULO VEINTISÉIS
Subite al Titanic 156
CAPÍTULO VEINTISIETE
¿Y si los entrenamos mal y se van por eso? 161
CAPÍTULO VEINTIOCHO
La tijerita 166
VENTAS Y MARKETING
CAPÍTULO VEINTINUEVE
Nueve pruebas irrefutables de que Marketing y Ventas tienen que trabajar juntos 172
CAPÍTULO TREINTA
Muéstrame tu organigrama y te diré qué piensa tu cliente 174
TERCERA PARTE
TRANSICIÓN
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
2 de octubre de 2016:
Por qué dejo un puesto soñado en una compañía genial 199
6 LEO PICCIOLI
¡ESPERÁ!
CAPÍTULO CUARENTA
Viajar en el tiempo 229
DISCIPLINA
CAPÍTULO CINCUENTA
Los niños, el dulce y el modelo industrialista 273
QUINTA PARTE
FUTURO
CAPÍTULO SESENTA
Los sindicatos van a desaparecer 322
FUTURO DE LA INFORMACIÓN
CAPÍTULO SESENTA Y TRES
Mirá qué interesante 340
8 LEO PICCIOLI
EPÍLOGO
La víctima quedó inconsciente o las cuatro etapas de la protagonización 369
AGRADECIMIENTOS
385
PREFACIO
Me gusta compartir las dos caras de la moneda. Tal vez por haber
tratado de estar al tanto de lo último en tecnología desde niño, sé que
es imposible: la tecnología se mueve más rápido de lo que nuestros
ojos pueden leer o de lo que nuestro cerebro puede procesar lo nuevo
que recibe. Y la tecnología se mete en todo. De ahí, mi convicción
de que nadie ya puede ser experto realmente en algún área del co-
nocimiento por más de unos minutos, excepto en cómo uno mismo
enfrenta al mundo, lo que uno siente y piensa, sus dudas, aciertos y
errores. Todas las caras de la moneda.
Así, este libro es una suerte de tarjeta de presentación con esteroi-
des: muestro quién soy y cómo pienso sobre el mundo del trabajo, las
empresas, los emprendimientos y nuestro futuro. En algún momento
del proceso llegué a pensar en escribir Una investigación sobre la na-
turaleza y causas de la riqueza de las personas, parafraseando a Adam
Smith, uno de los padres de la Economía. Él sostuvo que “la mano
invisible de los mercados”, el egoísmo individual, genera la riqueza
de las naciones. Yo estoy convencido de que ese egoísmo fue malin-
terpretado, que existe un coeficiente entre corto y largo plazo que lo
convierte prácticamente en su antónimo: generosidad. Tal vez como
12 LEO PICCIOLI
Trabajé durante mucho tiempo para que el contenido del libro sea mejor
que el que está disponible en la Web. Porque lo pensé, porque rehice
algunos textos, porque agregué contenidos, porque me reuní con gente
que admiro para aprender y validar ideas y porque le di muchas vueltas
para ver cómo hacer para sumar valor. Porque es un libro que no está
escrito desde ningún púlpito, está escrito desde mi experiencia y refleja
mis sufrimientos, mis alegrías, mis éxitos, mis fracasos y mis aprendizajes.
Está escrito con las tripas y el corazón. Bajo ningún punto de vista quiero
que sea un libro más; me enoja cuando me encuentro con un libro que
no debería haber sido creado. Y no quiero que nadie piense eso del mío;
quiero que quien lo compre esté orgulloso de tenerlo en su biblioteca.
Pero a diferencia de una novela, cada capítulo puede ser leído de manera
independiente. Tal vez porque empecé publicando en Internet, escribo
de modo que cada parte se entienda sin necesidad de leer el resto. El
precio de esto: a veces me repito. Trato de no hacerlo, creando contenido
original, pero en algunos casos me fue imposible.
Sin embargo, a medida que mis conferencias fueron evolucionando,
entendí que todo tiene que ver con todo y pude darle una consistencia
general sobre mi forma de ver el liderazgo y el futuro. Esa consistencia
está descripta en el primer capítulo del libro, FUERA. Recomiendo co-
menzar por ahí.
El resto está ordenado en partes, con el defecto de que cualquier cla-
sificación es, en sí, una opinión. Tal vez por mis cambios de los últimos
años, lo separé entre En la empresa, De la empresa, Transición, Fuera
de la empresa y Futuro. Seguramente cuando pase el tiempo encuentre
otras formas de organizarlo, pero creo que ésta sirve para los tiempos
que corren. Estoy convencido de que somos todos profesionales inde-
pendientes que a veces les damos servicio a una empresa y otras, em-
prendemos, por lo que recomiendo no ceñirse a una parte en particular.
Además de leer capítulos al azar, linealmente, empezando por el final,
o usando el índice, otro camino es enfocarse en las citas, esas frases que
me gusta resaltar como aprendizaje. Deberían poder entenderse por sí
solas, pero también llevan, en los párrafos que las preceden, una histo-
ria o explicación. Insisto: no son verdades; son conclusiones de razona-
mientos del autor; es decir, mías.
De mi experiencia en conferencias y online robé la idea de colocar
las “preguntas del público” al final de cada parte, tratando de anticipar-
me a esos vacíos que pueden quedar. Seguramente quedarán muchos
de todos modos.
Si lo que buscás es un libro escrito por un experto con verdades ab-
solutas, podés devolverlo y te doy el dinero. O empezar por el capítulo
“Del líder guerrero al líder empático”, que escribí casi en contra de mis
principios.
Por último, reordenando algunas de las letras del libro, podremos ob-
tener un cuento corto de Isaac Asimov, Ray Bradbury y Edgar Allan
Poe, tres de los autores que me marcaron en mi adolescencia. Les reco-
miendo leerlos directamente.
Muchas más variantes que Cortázar. In your face, Julio.
F.U.E.R.A.
Dos grupos inconexos de personas suelen llegar al mismo resultado dadas las
mismas condiciones iniciales.
Era divertido mostrar el mapa que habíamos creado con las tendencias y
todo el plan: proveedores, clientes y también nuestra casa central queda-
ban mudos. Miraban por bastante tiempo -los proveedores tratando de
entender si existían en nuestro futuro, los clientes tratando de entender de
dónde sacábamos el tiempo para eso y nuestros jefes dudando de nuestro
sentido común. Y todos se hacían la misma pregunta: “¿Qué es TRX/
TRX?”. Siempre la estaba esperando, con la respuesta lista: a medida que
pasa el tiempo, el costo de transmisión (TRX) de datos baja, mientras
que el costo de transmisión de átomos (el segundo TRX) aumenta.
Claro, éramos una empresa de comercio electrónico, que tomaba pe-
didos como datos (afectados por la Ley de Moore) y los entregaba como
F.U.E.R.A. o cómo predecir el futuro sin una bola de cristal ni creándolo 19
Volviendo a las cinco tendencias tuve la suerte de que formen una pala-
bra: FUERA. Y no es que esté echando a nadie, aunque también podría
tratarse de una expresión de deseo: FUERA miedo; FUERA desgano;
FUERA mirar cómo las cosas nos suceden; FUERA dejar que la vida
nos pase por al lado sin ser protagonistas. FUERA son iniciales de las
cinco tendencias que nos ayudan a entender lo que está pasando y pre-
decir lo que pasará.
Felicidad
Para algunas de estas tendencias tengo datos unívocos que las sostienen.
Para otras, tengo datos de esos que puedo forzar para que muestren lo
que quiero. “Felicidad” entra en esta segunda categoría, más cercana a
una opinión que a una certeza, más una convicción que viene de la ex-
periencia propia y el deseo, que del resultado matemático de un estudio.
Cada vez, en promedio, tenemos más necesidades básicas satisfechas:
hay alimentos y medicamentos para todo el mundo, tenemos mejores
servicios en nuestros hogares y eso nos permite disponer de más tiem-
po para elegir. Para esto sí hay datos unívocos, es indiscutible que, en
promedio, conseguir nuestro hogar o alimento es cada vez más barato
en términos del tiempo necesario. Tanto, que llegamos a un mundo en
donde hay más obesidad que desnutrición por primera vez en la historia.
¿Y qué vamos a hacer con el tiempo libre que tenemos? Aquello que nos
hace felices. Más aún, sólo el hecho de elegir nos genera felicidad. No es
un proceso instantáneo ni automático: requiere que tomemos conciencia
de esa libertad. Hacernos cada vez más inmunes al marketing, que intenta
convencernos siempre de que sin ese producto no somos felices. Hacernos
cada vez más conscientes de que todas esas obligaciones que tenemos, no
lo son: fueron o son elecciones (“tengo que trabajar más para que mi hijo
tenga una buena educación” es, en realidad, “elijo tener un hijo y elijo que
tenga una buena educación, trabajar más es el precio que pago”).
Este proceso de toma de conciencia (que se ve en movimientos glo-
bales, como el minimalismo o el “slow”), además de provocar un cambio
fundamental en las empresas (honestidad, relacionado con otra de las
tendencia, la de la “R”), permitirá que cada vez privilegiemos más la
experiencia que nos brinda placer.
F.U.E.R.A. o cómo predecir el futuro sin una bola de cristal ni creándolo 21
Hoy viajamos más que las generaciones pasadas y las nuevas lo harán
aún más que nosotros. Los cuarentennials criticamos al millennial que
se toma un sabático “antes de merecerlo” pero más por envidia que por
convicción. Y no se trata sólo de consumir un producto; valoramos tener
experiencias placenteras. Lo mismo pasa cuando elegimos ir a un recital
o a leer en una librería. La industria de la música se viene adaptando
hace tiempo; la editorial, veremos.
Casi el cien por ciento de la gente vive en donde nació. Solo cuando
las condiciones son insoportables (migración forzada) o la propuesta es
muy atractiva (expatriación, por ejemplo), nos mudamos. Pero, en tanto
empecemos a tomar conciencia de que podemos vivir en muchos otros
lugares, lo haremos más. ¿Te gusta mucho el frío? ¿Preferís una sociedad
más tradicional? ¿No te satisfacen los políticos que tenés? Me imagino,
a no tan largo plazo, éxodos de una sociedad porque no logran romper
los paradigmas políticos sin romper el sistema democrático. Y proba-
blemente quienes se empiecen a ir no sean los que no consiguen trabajo
sino los que más impuestos pagan, dejando en el mediano plazo a los
políticos sin recursos para sostener modelos indeseados. Sí, es una idea
de Ayn Rand, autora de La rebelión de Atlas.
En lo personal, hace unos años me animé a elegir una vida que me
hace más feliz pero que me da menos dinero. De alguna manera, trabajar
es cambiar tiempo por dinero, para usar ese dinero para comprar tiempo
(por ejemplo, un yogur ya hecho). Cuando entendí que en el camino
había costos de transacción (no siempre una empresa paga lo que uno
aporta, además de las dudas y miedos de depender de otro, que nos to-
man tiempo personal), empecé a ver más claramente que podía ser más
feliz con otra distribución del tiempo -y otra actividad.
También cambié radicalmente mi manera de tomar decisiones. Por
un lado, puse más energía en algunas para las que siento haber estado
programado: ¿Me hace feliz tener mi casa propia o prefiero alquilar y
tener más margen para moverme a donde tenga ganas? ¿Me hace feliz
tener el auto en la cochera para manejarlo cuando quiero ir de un lado a
otro o prefiero tomar un taxi o un Uber cuando lo necesito? Esas ideas
son consistentes también con mi visión macro, en donde no entiendo la
felicidad de un gobierno cuando se compran muchos vehículos: habrá
menos felicidad directa e indirectamente (el “nuevo auto” en la sociedad
actual pierde su atractivo cuando en el semáforo vemos uno que nos
22 LEO PICCIOLI
Ubicuidad
Exponencialidad
Hay dos grupos de predictores del futuro de la tecnología: los que la crean y
los que quieren ganar dinero con sus predicciones.
Responsabilidad
Automatización
Cada vez que tengo que hacer un trámite en el Estado y veo a la persona
de Mesa de Entradas poniendo sellos todo el día siento su frustración y
aburrimiento. Ocho horas por día, cinco días por semana, trabaja para
poder dormir, descansar y, tal vez, disfrutar los fines de semana.
La buena noticia es que ese puesto está desapareciendo. El siglo pa-
sado entré a trabajar a la oficina de impuestos de la Argentina y tuve
que ordenar miles de declaraciones juradas en papel según el número
de contribuyente. Hoy, ese trabajo que empleaba a cientos de personas
todos los meses, es automático. Una opción del menú de una planilla de
cálculo. Así, cada tarea repetitiva está siendo automatizada.
El primer nivel de automatización, el más básico, y que no es para
nada nuevo, es el de los trabajos manuales, llámese arado, imprenta, la-
varropas o licuadora. Son herramientas o procesos que repiten lo que el
humano hace, pero con mayor velocidad.
Hay un segundo nivel de automatización, en el que se incorpora in-
teligencia: existe un programa que nos permite dictarle un texto a una
F.U.E.R.A. o cómo predecir el futuro sin una bola de cristal ni creándolo 29
¿Y entonces qué?
El mundo está, cada día, cambiando mucho. Ese cambio es, cada vez,
más veloz. Hay que estar atentos para no quedarnos (Felicidad, Ubi-
cuidad, Exponencialidad, Responsabilidad y Automatización) FUERA.
PRIMERA PARTE
EN LA EMPRESA
PERSONA
CAPÍTULO UNO
EL LÍDER FELIZ
Casi siempre un 15 por ciento de la gente adora una idea, al 70 por ciento le
es irrelevante y el resto está (irreversiblemente) en contra. Convencer a los
del medio es clave.
Sin miedo, no estaríamos vivos. Pero si el miedo supera a la pasión por hacer,
tampoco lo estaríamos.
La felicidad ahuyenta
CAPÍTULO DOS
por no haber logrado que funcionara y triste por tener que echarlo que
no pude hacerlo ese día.
El 13, finalmente, tuve esa charla. Se mostró sorprendido, aún cuando
traté de recordarle las veces en que le había anticipado que yo no estaba
contento, que había cosas que era imprescindible cambiar. Usó la pala-
bra “decepcionado”, que me dolió mucho. El lunes siguiente ya no vino
a trabajar.
Él nunca supo que lloré, aunque le dije que me dolía mucho. No me
creyó. O, en realidad, no era importante para nada. Tampoco nadie supo
que, enojado y triste al mismo tiempo, me emborraché esa noche (algo
bastante fácil ya que casi no bebo).
Estoy convencido de que buena parte de quienes trabajamos en una
empresa hemos llorado por trabajo. Pero también tuvimos momentos
felices: orgullo, cuando alguien de nuestro equipo fue reconocido; sa-
tisfacción, cuando conseguimos un cliente importante; agradecimiento,
cuando 25 personas pasan tres días juntos para abrir una tienda…
A pesar de que todos sabemos que “sentimos” cuando trabajamos, nos hicie-
ron creer que está mal expresarlo.
• Varios jefes me han dicho, cuando tenían que darme malas noticias,
“this is purely professional” (esto es puramente profesional), tratando
de que yo no expresara mis sentimientos, mientras me carcomían por
dentro.
• En 2015, en una conference call con el CEO de la corporación, frente
a su exigencia de que me enfocara cien por ciento en el resultado
de corto plazo, le reclamé que definiera y compartiera una visión de
largo plazo para la compañía (“debería incluir las palabras liderar y
mundo”, le dije enojado). Muchas personas me criticaron por eso:
“No le podés dar órdenes al jefe del jefe de tu jefe, y menos enojado”.
• Siempre me dijeron que en el trabajo no usara frases como “temo
que”, “me encantaría”. No son profesionales.
• Hasta hay estudios que afirman que, en ciertas condiciones, los psi-
cópatas (sí, los mismos que también pueden ser asesinos seriales) son
CEOs ideales por su incapacidad de empatizar.
En la empresa 39
CAPÍTULO TRES
¡ME EMOCIONA!
Hacía no mucho había entendido que hay tres etapas para cada emo-
ción. La primera, incontrolable, es la reacción. Hacia dentro sentimos
la alegría, tristeza o enojo. Por fuera, pueden aparecer una sonrisa, una
lágrima, hasta un grito. No tenemos opción, es algo que sentimos.
La segunda etapa es lo que hacemos con nuestra reacción inicial. Hay gen-
te que se enoja manejando y toca la bocina. Quien recibe una excelente noticia
y abraza al mensajero. O quien ve en la empresa algo mal hecho y grita.
Por último está lo que decidimos hacer a largo plazo con esa emoción.
El ejemplo más claro lo aprendí del rabino Abraham Twerski: “El re-
sentimiento es tener a alguien a quien no queremos viviendo en nuestra
cabeza sin siquiera pagar alquiler”.
En mi experiencia, dominar las emociones es imposible. Pero sí ha-
cernos responsables de la segunda y la tercera etapa.
El poder de la pirámide
Medialunas
“Cada emoción representa algo y pide otra cosa, por ejemplo el miedo
representa la posibilidad de perder algo importante para vos. Si no es
importante, no hay miedo. Si no creés que podés perderlo, tampoco.
Y pide dos cosas: por un lado, reducir el riesgo, trabajar para que haya
menos probabilidades de perderlo. Y, por el otro, minimizar el daño:
que si lo perdemos no nos duela tanto”, nos explicó aquella vez el coach
que me ayudó a desarrollarme en Brasil. El ejemplo que más claro vi
en ese momento era el “miedo a que nos hackeen”, que alguien tomara
el control de nuestros servidores y nos hiciera perder mucho dinero. Y
planificamos reducir el riesgo (con controles, firewalls, etc.) y minimizar
el daño (haciendo backups).
Para cada emoción, el mismo esquema: el enojo representa que per-
dimos algo importante porque alguien hizo algo que no debía. El enojo
44 LEO PICCIOLI
CAPÍTULO CUATRO
AL CEO NO LO INVITAN
A LOS AFTERS
No recuerdo si algún día me invitaron, pero tal vez fue mi culpa. Quizás
respondí un “¡ni loco voy con ustedes, súbditos!” Y les pegué con el látigo
por la insolencia. O quizás ni siquiera contesté. La persona que me lo
preguntó seguro dejó la compañía hace años.
46 LEO PICCIOLI
Las empresas tienen que pagar los after office y happy hours
Un equipo será tan sólido como la relación de confianza más débil entre dos
de sus integrantes.
CAPÍTULO CINCO
-No quiero que hablen a mis espaldas -me dijo preocupado, hace unos
días, un gerente.
No le respondí. Pero me quedé pensando.
Como líder hay que asumir que uno escucha un pequeño porcentaje de lo
que la gente conversa
En la empresa 49
Nuestro discurso público y privado siempre había sido que nacimos vir-
tuales y que nunca abriríamos tiendas. Hasta que entendimos que el
futuro del retail no era extremista (Internet versus locales físicos) sino
omnichannel, que el cliente elija lo que prefiere entre canales de comer-
cialización integrados y coherentes.
El rumor de la mudanza a Pilar escondía un miedo. El rumor de que
íbamos a abrir tiendas, un deseo. Por eso tuvo menos éxito.
Los rumores circulan más rápido cuando se basan en temores que en deseos.
Hacete el distraído
El rumor suele buscar hacer daño: dolor o enojo. Por eso lo mejor es hacer
el esfuerzo de ignorarlo.
Más allá de todos los rumores que escuché, incluso sobre mí, no recuerdo
una situación en que me sintiera mal por alguno. Nunca permití que el
rumor en sí me afectara. Tal vez lo oculté tan bien que hasta yo lo olvidé.
Muchas veces el rumor se alimenta del dolor que causa… Ocultar ese dolor,
por más absurdo que sea, ayuda a minimizar el rumor.
El enemigo en casa
¿Y se pueden evitar?
Si bien es difícil desterrar por completo a los rumores, hay algunas situa-
En la empresa 51
-Tu oficina está un poco vacía -me sorprendió el comentario que una vez
me hizo un supervisor de Ventas.
-¿Te estás mudando? -siguió, frente a mi silencio.
-Mi oficina está igual desde hace un año, cuando -con mucho esfuerzo-
la ordené. Pero la viste un montón de veces así -sólo le respondí porque
me había hecho una pregunta directa.
La semana siguiente me interceptaron en la escalera.
-Hola Leo, ¡hace unos días que no te veía! ¿Estás viniendo menos? Por
ahí andan diciendo que te estás yendo…
Otra vez un rumor. Otra vez la ausencia de una pregunta. Otra vez
no respondí.
PERSONA
Vos eras gerente general cuando tuviste esos “actos de rebeldía”: dis-
cutir con el CEO de la corporación, abrir tiendas en contra de la
política, etc., ¿qué recomendás para una persona que no tiene ese
puesto?
Cuando me hice cargo de un equipo, me contaron que el gerente ante-
rior usaba la frase “no te pago para pensar” con la gente que trabajaba
con él. Yo sí pago para pensar, todas las empresas pagan para pensar
-y si no lo hacen lo tendrían que hacerlo más y más. Ese pensar es
empujar los límites, proponer cambios, tratar de mejorar. Yo, entonces,
no los llamaría actos de rebeldía, sino intentos de mover las fronteras
del negocio más allá.
Creo que para esto es clave entender lo que “los jefes” esperan real-
mente, hacia dónde quieren llevar la compañía o el equipo o una función
dentro del mismo.
Un ejemplo concreto: ¿sabés cómo miden a tu jefe? Sí, qué variables
están en su evaluación de desempeño o cómo se autoevalúa si es dueño.
Averigualas (lo va a sorprender la pregunta). Ayudalo a que le vaya bien.
Sin necesariamente hacer exactamente lo que te pide, sino lo que sabés
que necesita. Es como liderar a tu líder.
54 LEO PICCIOLI
En mi empresa todos los emails están monitoreados para evitar las ma-
las palabras, firmamos un documento que lo autoriza, hay cámaras para
evitar temas de acoso y faltas de respeto. ¿Qué pensás de eso?
Antes que nada, pocas cosas están bien o mal claramente. Si la empresa
da servicios de seguridad y está todo vigilado, tiene sentido. Lo impor-
tante para mí es la coherencia: ¿está “respeto” bien alto entre los valores
de la empresa? Se entiende que prohíban las malas palabras entonces.
De todas maneras, yo no lo haría y me enfocaría en entender qué es lo
que les pasó para llegar a ese punto. Siguiendo con ese razonamiento,
imagino alguna cadena de mails muy hirientes, alguien que salió muy
lastimado y un jefe que tuvo miedo de resolver el problema y creó una
regla para que no pueda pasar nuevamente.
Pero apuesto a que sigue pasando, ya no por mail pero por redes so-
ciales o esa “red social” antigua que hay en las empresas, la cafetería o el
bar de la esquina.
Lo mismo con las cámaras para evitar el acoso: ¿cómo es que tienen
personas que acosan a otras?
Ninguna empresa es perfecta, creo que lo único que no debemos
aceptar es una empresa que no intente mejorar.
No soy una persona sociable, no me gusta tener que charlar sobre temas
que no me interesa con gente a quien no respeto, ¿es imprescindible
que socialicemos con nuestros compañeros/reportes? ¿Se puede tener
una carrera exitosa o un pasar agradable en una empresa sin que sea
necesario socializar?
Decímelo a mí. Sí, se puede. Esa socialización, más allá del placer que
En la empresa 55
CAPÍTULO SEIS
John Kay, autor del libro Obliquity, usa como ejemplo la empresa ICI,
un conglomerado industrial global que tenía, en 1987, el objetivo de
“ser la empresa química líder, atendiendo a clientes globalmente a tra-
vés de la aplicación innovativa y responsable de la química y otras
ciencias”. En 1994, junto con muchas otras empresas, cambió su ob-
jetivo a “maximizar el beneficio de nuestros accionistas enfocándonos
en negocios en donde tenemos liderazgo, una diferencia tecnológica y
costos más eficientes”.
El resultado de ese cambio, de perseguir ser mejor empresa para sus
clientes a ser mejor empresa para sus accionistas, fue una mejora de
resultados de corto plazo y un empeoramiento de largo. En 2008, Akzo
Nobel la compró.
En la empresa 59
A mis 17 años quise trabajar en la Bolsa. No sabía bien qué era, pero
de algunas películas y comentarios de otros parecía una forma divertida
y rápida de ganar dinero. Hice el curso oficial de operador bursátil en
Buenos Aires, estudié bastante y me puse a investigar empresas. Revisé
sus balances, las proyecciones que hacían los analistas y compré mis pri-
meras dos acciones. Una automotriz y una petroquímica.
Perdí 30 por ciento de mi inversión. Al menos lo que aprendí me
serviría un par de años después para ser periodista de Finanzas.
Durante las dos décadas posteriores no compré una sola acción. Hasta
que la corporación para la que trabajaba me comenzó a remunerar con
ellas. Y me dio una oportunidad genial: entender desde dentro qué mue-
ve el valor de una empresa.
La empresa ganaba dinero y la acción solía bajar. “Ganamos menos
de lo que prometimos”, me respondían. Al trimestre siguiente, pasaba al
revés. Nuevamente un problema de expectativas. Hasta ese bendito día
en que me reuní con el CEO en su oficina cerca de Boston. Cuando me
iba, me mostró, en una columna entre las tres secretarias que atendían
a los jefes, una de esas pizarras de tela negra con ranuras para encastrar
números blancos: tres veces por día, actualizaban la cotización de la ac-
ción: “Ésa es mi evaluación de desempeño permanente”.
Solo abstrayéndote un poco del corto plazo podrás lograr resultados sosteni-
bles de largo plazo. Y, al mismo tiempo, de corto.
Las empresas que buscan ganar dinero ganan menos que las que buscan
cambiar el mundo.
¿Se darán cuenta los analistas financieros de que las decisiones de inversión
también tienen un alto componente emocional?
Una entrevista de trabajo consiste en dos personas tratando de ver qué hay
realmente detrás de la máscara de la otra.
CAPÍTULO SIETE
“Tienen que estar con las antenitas paradas todo el tiempo buscando
oportunidades”, nos dijo Nelson Fernández, nuestro profesor de Eco-
nomía en el colegio. Teníamos 17 años. Le pregunté el nombre a un
amigo al que, desde siempre, le decimos “Abuelo”, que no se acuerda lo
que comió ayer pero te tira sin pestañear el nombre de un tipo en el que
no pensó en los últimos 25 años. Yo no recordaba el nombre, pero no me
puedo quitar de la cabeza el movimiento que hacía con las manos cuan-
do se refería a nosotros como hormigas, se alejaba del pizarrón verde y
caminaba entre los viejos bancos de madera del colegio estatal al que iba.
Era quinto año, el último, y ya hacía dos que le había tomado la mano.
Estudiaba lo mínimo para aprobar: ya había entendido que el objetivo
era que el profesor creyera que sabía, no importaba cuánto realmente
recordaba. Siendo originalmente tímido, envidiaba a los más locuaces
que habían logrado desde el primer día minimizar el estudio.
Mi primer año había sido, para mis estándares, terrible. No aprobé
Geografía durante la cursada. Tuve que dar examen de toda la materia
en diciembre y tampoco aprobé. Finalmente, rendí bien en marzo. De
esa profesora sí me acuerdo el nombre, aunque la llamábamos “la Baciga”.
Ejercía su poder sin temor a la crítica, llamaba al azar a alumnos en cual-
quier momento para hacerles preguntas “con nota”, hacía llorar a algunos
64 LEO PICCIOLI
¿Azar?
En unas vacaciones recientes en Brasil, en las que escribir era uno de mis
objetivos, me pasó algo mágico: un turista que había ocupado la misma
habitación dejó un libro en la mesita de luz: El monje y el ejecutivo, de
James Hunter. Debería haber una obligación de dejar libros terminados
para que otros los tomen y se inspiren. O mejor: deberíamos hacerlo
porque es genial.
En la playa comencé a leer ese libro escrito en 1998. Por el formato y
la editorial presupuse que era simple de seguir y entretenido. Contaba la
historia del título y, en el camino, explicaba qué era el liderazgo.
A medida que lo leía cada vez más rápido, inmune a todo lo que
pasaba alrededor, empatizaba con el mensaje. Ya por la mitad del libro
recordé por qué. Lo había leído también en Brasil, también en portu-
gués, solo que unos 15 años antes. Es una virtud -o defecto- que tengo:
mi capacidad de ver una película o serie o leer un libro, como si fuera la
primera vez y no darme cuenta hasta la mitad.
Pero lo más importante fue que me sentí identificado con todos los
conceptos de liderazgo, sentí que los trabajé y los viví. Y también enten-
dí que dejar de tener “empleados a cargo” había tenido que ver con que
no quería ejercer más una de las cosas que implica ser jefe (y no líder):
el poder.
En la empresa 65
Sin aire
de 10 años y detienen a uno de 14” era el título del diario Clarín. Fue en
Florencio Varela. Con miedo, leí la décima y undécima palabras del ar-
tículo. Ingeniero Allan. Pero lo que me espantó fue que el de 14 “habría
confesado que asfixió a la víctima con una almohada”. No averigüé más.
Tal vez ése fue el golpe de gracia, lo que me llevó a entender que ayudar
a los más necesitados no era lo mío. Al menos, no directamente. Yo era
torpe y me costaba comprometerme con la causa.
Pero lo que luego entendí fue algo más importante: necesitaba una
causa. Algo por lo que valiera la pena luchar. Y elegí la mía.
En aquel libro, El monje y el ejecutivo, sostienen que Jesús fue el mejor
líder de la historia: consiguió dos mil millones de seguidores. Y hasta
su nacimiento y muerte marcan, aún 2000 años después, algunos de los
feriados más importantes de nuestro calendario. No soy católico, pero
coincido en que es un ejemplo de líder generoso con una causa. O, po-
dríamos decir, “el influencer del milenio”.
Para ser un buen líder hay que tener una causa que atraiga a otros y ser ge-
neroso con los liderados.
tal vez sin saber que fue a la India a aprender métodos no violentos de
generar cambios -de Ghandi. La Madre Teresa de Calculta suele estar
en ese podio también.
En contraposición, conozco personalmente a algunos políticos des-
de hace mucho tiempo. Los recuerdo como buenas personas. Pero sin
importar el lugar en el arco político que ocupen (muy variado), sus con-
ductas construyeron la imagen de que el poder es más importante que
sus liderados. Parecen egoístas.
El mozo
palabras como con hechos. ¡Fue tan buen líder que en 3 años logró mo-
dificar más de 2000!
CAPÍTULO OCHO
Línea sucesoria
Ser líder como objetivo es mediocre. El desafío es liderar para hacer del
mundo un mundo mejor.
CAPÍTULO NUEVE
3. Dar feedback para mejorar es duro: ¿no sería genial estar todo el tiem-
po celebrando, felicitando y riendo? Parte del trabajo del jefe es marcar
las conductas que deben cambiar; y eso es muy difícil. Me acuerdo de
un caso concreto en el que un reporte mío no paraba de repetir, ante mi
pedido de cambio de conducta, que hacía tiempo lo estaba haciendo
como yo decía. Hay que tener mucha paciencia para liderar.
5. Dormir mal: lideré una empresa de la que 400 familias vivían di-
rectamente y muchas más indirectamente. Y que ayudaba a miles de
empresas a operar día a día. No era médico, no había urgencias. Pero ser
líder implica una gran responsabilidad y muchas veces pasé noches en
vela pensando.
CAPÍTULO DIEZ
-Dios nos dio dos orejas para que escuchemos el doble de lo que habla-
mos -me dijo el primer jefe de verdad que tuve, después de una charla
en la que parece que hablé demasiado.
Cada vez que recuerdo esa frase vuelvo a sentir cómo se hincha mi
cara y me pongo colorado de rabia. Aprieto los puños para contenerme
y, casi, se me llenan los ojos de lágrimas de impotencia. Me sentía un
adolescente tímido a quien “habían descubierto” haciendo algo malo.
Pero tenía ya 26 años.
Un tiempo antes había logrado mi primer puesto de jefe en la em-
presa familiar. Mi poder venía delegado de mi propio jefe (y padre). No
había hecho nada para ganármelo y nadie me enseñó a cuidarlo. El gol-
pe lo recibí más tarde: vendimos la empresa y me quedé. Vino un jefe de
afuera (de la familia y del país). Me gustaría evitar decir que lo odiaba.
Pero eso era lo que sentía en ese momento. Se me cruzaban todas las
cosas: ocupaba el lugar de mi papá, tenía ideas diferentes y yo lo sentía
limitado. Y fue el que me dijo “hablá menos”. Ahora, en venganza, me
dedico a dar conferencias. In your face, Oscar!
-Explicale la situación a tu jefe que te va a entender -le respondí al
periodista en la radio.
La mesa se rió. “Los jefes son malas personas”. “No tienen sentimien-
80 LEO PICCIOLI
Por un lado, es mejor ser líder que jefe. Por el otro, es mejor ser emplea-
do que jefe. Evidentemente, ser jefe es lo peor del mundo.
Volviendo a mis 26, en ese momento odiaba a “los jefes”. Tuve la
suerte (o la busqué) de unirme a Officenet. No fui consciente en ese
momento, pero cuando le dije a Andy , amigo y uno de los fundadores,
que no quería que fuera mi jefe, estaba decidiendo que su socio lo sería.
Estaba eligiendo.
El año pasado conversaba con una persona que trabajaba para “su jefe
soñado”, hasta que se tuvo que ir. Buscaba trabajo “de la manera tra-
dicional”, sin éxito. Conversando, llegamos a la conclusión de que ella
quería un jefe parecido al que tenía antes. Era secretaria, sabía bastante
de él y pensó formas de encontrar otro parecido.
Si la gente renuncia a sus jefes, es lógico que entren a una empresa por su jefe.
Volviendo a las infografías, cada vez que veo esa comparación, pienso
(injustamente) en este orden:
1. Quien lo comparte tiene un “jefe” y no le gusta.
2. No se anima a decirle en la cara lo que espera que mejore.
3. Todavía no se dio cuenta de que el poder del jefe no es de él sino de
quien lo obedece.
La diferencia más relevante entre jefe y líder es que el líder entiende que el
poder se lo dan los liderados.
En la empresa 81
Un líder tiene la humildad necesaria para decir “no sé”. Un jefe, no sé. ;-)
Si ponés demasiado empeño en ser jefe, tal vez tus compañeros tengan la
mala suerte de que lo consigas.
La encuesta fatal
Creo que no voy a convencer a nadie de que ser jefe, como objetivo,
es mediocre. Sin embargo, hace un tiempo leí un estudio que me dejó
pensando. Primero, una salvedad: no le creas a los estudios sobre ciencias
sociales, en donde no se pueden crear condiciones de experimentación
como en las ciencias exactas. La definición del experimento es la parte
más compleja, en donde el científico suele incorporar sus preconceptos.
Para este estudio habían logrado comparar situaciones en donde se as-
cendía a las personas de la manera tradicional con otras en que se promo-
vía totalmente al azar. Y no hubiera sido noticia si no descubrían que las
organizaciones serían más eficientes si se promoviera al azar. Esto se basa
en el “principio de Peter”: promovemos gente de acuerdo a su performan-
ce actual y no a su performance futura. En otras palabras, llevamos a los
empleados a su nivel de incompetencia. O, más claro aún: ¿quién dijo que
el mejor vendedor, agresivo y egoísta, podría ser un buen supervisor?
¿Y entonces?
Mi modelo de gestión ideal es actualmente inaceptable. En otras pa-
labras, vas a decir “qué lindo, pero no se puede”.
Todo lo que pueda automatizarse, debe automatizarse. Ergo, las ta-
reas que vamos a hacer los humanos no van a ser repetitivas; van a ser de
creación, de solución de problemas o de empatía.
En consecuencia, las posiciones, las áreas y las empresas mismas van
a tener que ser híper dinámicas. Crearse rápidamente, desaparecer más
rápido. Pero hay tendencias humanas (al menos actualmente) que resis-
ten esto:
• Construir una empresa que dure mil años.
• Atornillarse a la silla.
• Presupuestos y planes a largo plazo.
CAPÍTULO ONCE
¡ESTÁS EN WIKILEAKS!
Por esa misma época viajé a Estados Unidos a investigar el tema. Cuan-
do pregunté cómo manejaban los descuentos al teléfono, me miraron
atónitos. Después, me preguntaron: “¿Vos, en Argentina, vas al Walmart
84 LEO PICCIOLI
Poco tiempo después nos dimos cuenta de que era inútil la carrera con-
tra todas las potenciales pérdidas de información y decidimos lo que
recomiendo a todos:
En la empresa 85
Cuidá a tus clientes como si supieras que tu competidor tiene esa informa-
ción tan valiosa.
Sincericidio
“¿Por qué Juan, vendedor, ganó más que yo, que soy el Director Ad-
ministrativo Financiero?”, me preguntó en abril de 2010 Hernán. La
86 LEO PICCIOLI
Transparencia forzada
CAPÍTULO DOCE
TODOS MENTIMOS
Yo era una tortura cuando queríamos hacer una encuesta. Sigo teniendo
el preconcepto de que nos van a mentir, vamos a inducir una respuesta o,
simplemente, vamos a preguntar cosas que no nos van a llevar a actuar.
¡Taxi, taxi!
Durante ocho años, Poli fue el taxista que nos buscaba en el aeropuerto
de San Pablo para ir a la oficina. Siempre cumplió. Incluso el último
año que pasé en la compañía, que él estuvo bastante enfermo, siguió
haciéndose cargo pero mandaba a alguien de su confianza. Como si su
Visión fuera “asegurarse de que los argentinos de Staples lleguen a la
oficina sanos y salvos”.
Pero a veces manejaba mal. O muy mal. Así se lo hicieron saber a Tha-
lita, la encargada de contratarlo, que un día decidió cambiar de taxista.
Tuve la suerte de ser el primero para ese taxista nuevo, que apareció
treinta minutos tarde en el aeropuerto, no sabía el camino ni me inspi-
raba confianza.
90 LEO PICCIOLI
Todos mienten.
-No podés decir eso, Leo. Tu gente necesita que sepas, necesita verte
seguro -me dijo Daniel, uno de mis reportes a quien siempre respeté
como líder.
Entre 2005 y 2008 me deben haber preguntado públicamente do-
cenas de veces si Staples iba a abrir tiendas en la Argentina. Siempre
respondía “no sé”. A lo sumo lograron un “por ahora, no”. Pero lo que
Daniel no aguantaba era que también, cuando me preguntaban cómo
íbamos a remontar alguna crisis, mi respuesta era la misma: “No lo sé”.
How to lie with Statistics (Cómo mentir con las estadísticas), de Durrel
Huff, es un libro de 1954 que estuvo durante años en la biblioteca de
Santi en Officenet. En algún momento lo tomé prestado y lo leí en un
par de horas. Me sirvió mucho para entender mejor las noticias publica-
das en los diarios y cómo un mismo dato puede sostener dos opiniones
opuestas. También hay cosas “geniales” que se pueden hacer con gráficos
y tasas de variación.
Claro que no mentí adrede, pero estoy seguro de que algunas de esas
herramientas aparecían en mis Excel o Powerpoints, sobre todo cuando
quería vender una idea. Así aprendí algo muy importante en las empre-
sas:
Todos mentimos. No me creas nada. Formá tus propias opiniones y tomá tus
propias decisiones sin culpar a nadie más.
CAPÍTULO TRECE
Suele decirse que ser líder no es fácil. ¿Alguien pensó en cómo ser un
buen liderado? No recuerdo textos poniendo el foco allí; tal vez venda
menos, pero creo que puede tener más impacto. De hecho, ¡el mundo ne-
cesita más liderados que líderes! Y los líderes necesitan mejores liderados.
4. “Mi jefe no es buen líder”. El buen liderado sabe que todo jefe es hu-
mano, por ende imperfecto y, sin dudas, muy lejano de esa infografía de
“Jefe vs. Líder”. El buen liderado entiende que todos queremos mejorar
y aplaude los esfuerzos de los demás en lugar de criticar lo que le falta.
CAPÍTULO CATORCE
En tiempos en donde todo tiene que ser cada vez más rápido, imagino a
algunos llegando directo a este resumen para encontrar “la verdad” sobre
cómo hay que liderar.
Para ellos, repito algunas salvedades: por un lado nadie tiene “la ver-
dad” en una cuestión como ésta. De hecho, este listado no es consecuen-
cia de ningún estudio científico, sino que es cien por ciento mi opinión.
Por otro lado, el liderazgo va evolucionando. No se consideraban las
mismas características en el siglo XIV que hoy o en la época de los ro-
manos y seguramente seguirá cambiando.
Todos somos líderes de nuestra propia vida. Muchos no lo sabemos
o estamos en el proceso de darnos cuenta de que hicimos muchas cosas
creyendo que era lo correcto o lo que se esperaba de nosotros, en lugar
de que era lo que queríamos. Es uno de los grandes desafíos de la so-
ciedad actual: ¿quién quiero ser realmente? Esto, que cuando éramos
cavernícolas, era tanto más simple: ni siquiera teníamos tiempo de pre-
guntárnoslo.
¿Cavernícola? Es un ejercicio que suelo hacer: para saber si algo es
natural del ser humano o creado por la sociedad, me pregunto qué ha-
ría un cavernícola al respecto. Así, diferencio lo cultural, lo que se creó
después y que tal vez se puede “descrear” para simplificar. Por ejemplo
96 LEO PICCIOLI
5. Prioriza el equipo por sobre una persona: sabe que todos juntos son
mucho más poderosos, por lo que cuando no puede hacer más por lograr
que un miembro del equipo agregue valor, lo quita. Aun cuando sea él
mismo. Conductas que hablan de esto son: contratar muy lentamente
conociendo profundamente al candidato e imaginándolo en el equipo,
ayudar a otros a mejorar o, en el extremo, retirarse exitoso.
No hay que dejar de ser humano para liderar, sino ser más humano.
LIDERAZGO
CAPÍTULO QUINCE
“Y UN DÍA
VOY A TENER QUE ECHARME”
-Tenés que cambiar a todos, Leo, no son tu equipo -me dijo Ricardo,
que tenía bastante más experiencia que las dos semanas que yo llevaba
como gerente general. Era 2005 y había pasado varios años soñando y
luego pensando mis primeros movimientos cuando me hiciera cargo del
negocio en la Argentina.
Durante tres años vi la empresa desde afuera, como si hubiera sido un
consultor. Era el Chief Financial Officer (CFO), puesto muy importante
(manejaba la relación con los accionistas y los decenas de millones de
dólares que habían invertido), pero que hacia dentro no me permitía
tomar decisiones: para eso estaba “la línea”. Escuchaba discusiones que
ya había tenido tiempo antes, experimentos de los que sabía el resultado
-hasta los rumores eran repetidos.
Había esperado pacientemente el mejor momento, podría decir. La
verdad es que quise ser gerente general desde 2000 y no pude. Eligieron
a otro. Pero en 2004 logramos que Staples comprara la empresa y vi mi
oportunidad.
-No, Ricardo, quiero sacar lo mejor de cada persona, no puedo asumir
que no van a funcionar y reemplazarlos -le respondí.
Tres años después había cambiado a mis siete reportes. En una posi-
ción ya había probado tres personas diferentes. Un día mi pasión por las
100 LEO PICCIOLI
Imaginate el equipo que querés desde antes de tener la posición que soñás.
Ya años después, cuando me hice cargo de Brasil, fui más agresivo tra-
tando de consolidar el equipo. En principio, apenas vi que mis trece
reportes entraban apretados en la sala, decidí reorganizarnos. Conozco
mis limitaciones y sé que siete reportes es mi ideal.
Siempre traté de tener una reunión semanal con cada uno de mis
reportes. Eso implicaba, si no hacía cambios, dedicar prácticamente dos
días a esas reuniones -no dejándome tiempo para otras enfocadas en
proyectos, para darle tiempo a mi jefe, para trabajar en planificar ho-
rizontes más lejanos, para interactuar con pares, proveedores, clientes,
para pensar.
Lo resolví fusionando áreas. No todos estaban contentos, pero yo es-
taba convencido de que sería mejor jefe así. Y que los que pasaran a
reportar a otra persona, también tendrían un mejor jefe.
En esa misma época interactuaba mucho con Jackie, mi par de China
y Taiwán. Por los horarios -y porque me costaba entender su acento-
conversábamos mucho por chat. Teníamos países mucho más similares
entre sí que con Estados Unidos, en donde residía nuestro jefe (Mike),
así que nos agregábamos bastante valor. Incluso empujamos a nuestros
equipos a hacer lo mismo, hablar directamente entre ellos. Fue motivo
de orgullo lograrlo en un par de casos. Me acuerdo específicamente de
Gonzalo, que había construído una relación con su par de Compras en
China, y siempre me aportaba información y aprendizajes valiosos. Creo
que nunca lo felicité por eso.
En la empresa 101
Jackie y yo teníamos, cada uno, una reunión semanal con Mike de una
hora. Pero el desafío era que Mike tenía solo tres reportes (uno en Es-
tados Unidos), estaba lejos y su experiencia era de mercados diferentes
a los nuestros. Pasaron varios meses hasta que logramos que nos dejara
tiempo para liderar.
Heptagrama
Pero esta vez era diferente -en realidad era igual, pero me parecía ya in-
tolerable. De alguna manera, un jefe recibe siempre de cada reporte una
parte de lo que siente y se hace difícil empatizar al cien por ciento. Pero,
eventualmente, uno empatiza.
Confiaba mucho en el criterio de Blanco. Giré mi cuaderno noventa
102 LEO PICCIOLI
Esa semana en cada reunión con mis reportes hice el mismo ejercicio,
empezando con el heptagrama en blanco. No me sorprendió ver que en
casi todos los casos las respuestas eran similares: si dos confiaban entre
sí, los dos lo sentían, y viceversa.
Quien nunca dice que “no”, no podrá cumplir todas sus promesas.
Cerveza
Por más que me costara, parte de mi trabajo como líder fue siempre
mejorar las relaciones de confianza entre pares: lograr que el heptagrama
sea perfecto. Y encontré dos herramientas para ello: por un lado, hacer
promesas y cumplirlas. Mi recomendación a los nuevos siempre fue to-
mar nota de todo, no prometer nada. Al menos las primeras semanas.
Luego, prometer de a poco y cumplir.
La segunda herramienta tiene que ver con la parte que más me cos-
taba: la social. Cambié en cierto momento la reunión de equipo de los
lunes a la mañana a los martes, para evitar esos veinte minutos en los
104 LEO PICCIOLI
Chancho va
En mis inicios en la empresa tenía solo dos personas a cargo. Ahí enten-
dí que un jefe con dos reportes (como luego me pasó en Staples) puede
dedicar cuatro horas por día a cada uno. Y que, si en esas cuatro horas
pide explicaciones, reportes y análisis, logra paralizar a su equipo, que
tendrá que dedicar el tiempo a satisfacerlo. Por eso rápidamente entendí
que, si quería agregar valor, mi foco era mirar más a largo plazo y confiar
en que el corto plazo no requería tanta supervisión.
Estos dos reportes eran bien diferentes: confiaba mucho más en uno
que en el otro. Cuando hablé de echar a uno con nuestro gerente de
Recursos Humanos, con mucha más experiencia que yo, me dijo: “¿Estás
seguro? ¿Y si los rotás?”. “Si son súper diferentes, va a ser un desastre
para sus equipos!”, le respondí. “No, Leo, si uno es bueno, desarrolló un
equipo que no lo necesita. A ese equipo, el otro no le hará daño. Y al otro
equipo, el bueno lo ayudará”. Me pareció una solución mágica, pero a las
dos personas involucradas no tanto. De todas maneras hice el cambio,
que duró más de un año. Ambos se esforzaron y lograron mejoras en el
otro equipo - hasta mejoraron el diálogo entre ellos.
Me estremezco
Cada vez que veo la palabra motivación me estremezco. Parece una exa-
geración, pero enseguida me vienen a la mente matrices súper com-
plejas, planillas de cálculo vinculadas y mentes malévolas tratando de
encontrar la falla al sistema de comisiones o “motivación”.
Chancho viene
Con los años aprendí bastante de contratar gente, pero nunca me conside-
ré bueno en ello. Aquellas estadísticas de rotación lo muestran. La virtud
de esto es que me llevó a entender que tenemos que contratar la menor
cantidad de gente posible. Y esto va en contra de lo que muchos piensan.
Recuerdo conversaciones en donde, luego de presentarse, dos jóvenes
106 LEO PICCIOLI
Tener más gente a cargo suele ser prueba de poder, pero en realidad es una
limitación.
Con el tiempo, también aprendí que echar a alguien implica haber he-
cho alguna otra cosa mal (contratarlo, capacitarlo mal o la gestión ge-
neral de la empresa) y eso nos obliga a hacer introspección y mejorar.
Lo más importante es los que quedan, para ellos tiene que estar todo
bien claro. La conversación después de una decisión así es de ésas que
construyen -o destruyen- una cultura.
El equipo que queda después de un despido tiene que tener muy claro qué tie-
nen que hacer para conservar su empleo -y qué puede pasar antes de perderlo.
Nosotros hacemos encuestas todo el tiempo, pero cada vez las contes-
tan menos clientes y empleados, ¿qué sugerís?
En la mayoría de los casos, dejamos de contestar cuando el beneficio
es menor que el costo. El costo de contestar una encuesta es el tiempo
que nos toma, el beneficio es el impacto de las decisiones de la empresa
a partir de la encuesta. Entonces, si la encuesta es más larga, menos
gente responde. Igualmente, si creemos que la empresa no va a cambiar
nada por la encuesta, menos respuestas también. Mi recomendación:
encuestas más cortas, enviadas a menos personas para no cansar y ¡ac-
ción! Cada encuesta amerita una devolución, sea el resultado mismo,
acciones correctivas o un nuevo proyecto.
¡Pero ser jefe sirve para ser feliz! ¿Cómo hago si no?
Mirá películas, por favor. Los jefes no son más felices que los no-jefes,
hasta sufren más. Si te apasiona el desafío, luchá por él y esa lucha te va a
dar felicidad. Pero cuando llegues o cuando te den el auto de la compañía
o cuando tengas “esa oficina”, a las dos o tres semanas vas a estar igual.
Si odiás tanto las encuestas y te parecen tan mentirosas, ¿para qué hacés
encuestas a la hora de pensar un proyecto o para nutrir un artículo o
capítulo?
Me encantan cuando tratan de encontrarme incoherencias, porque a ve-
ces las hay. No odio las encuestas, creo que abusamos de ellas. Tampoco
me parece que sean tan mentirosas, simplemente hay que saber leerlas y
no seguirlas textualmente.
Vos decís que un líder debe ser empático pero, en una empresa tradicio-
nal, como la mayoría de las empresas que todavía hay dando vueltas, un
líder empático, ¿tiene futuro? ¿qué hace un líder empático si le piden un
ajuste con el que no está de acuerdo (o cualquier otra decisión empresa-
rial que no comparte y que afecta a su equipo)? ¿Tiene alguna “tercera
vía” que no sea llevarlo adelante o renunciar? Y, en cualquiera de estos
dos casos, ¿no dejaría de ser un líder para pasar a ser un jefe?
Qué buena pregunta. Llevémosla al extremo. La empresa anda mal y
tiene que reducir gastos urgente porque se queda sin dinero para pagar
sueldos. Le piden a este líder que eche al 50 por ciento de la gente.
¿Quiere hacerlo? No. ¿Está de acuerdo? Y, probablemente faltaría que
lo discuta a muerte, que busque alternativas, que analice qué otras cosas
se pueden hacer. Si, finalmente no las hay, no queda otra que estar de
acuerdo. De nuevo, todos son grises: no quiere porque le duele, pero
quiere porque la compañía tiene que subsistir. ¿Pensó en irse y dejar al
equipo reportando a otro? ¡Yo analizaría hasta eso!
DIFERENCIACIÓN
CAPÍTULO DIECISÉIS
¿LOCO O BURRO?
Diez años antes había nacido, con María Inés, una recepcionista de
Officenet, una idea ridícula totalmente complementaria. Se ve que yo
aplicaba el mismo modelo mental a todo.
Individual y colectivo
CAPÍTULO DIECISIETE
Valle del Zonda, San Juan, 1839. Un periodista de 28 años crítico del
gobierno, escribe un mensaje críptico en francés, “Las ideas no se ma-
tan”, mientras escapa a Chile.
París, 1968. El alcalde manda tapar el grafiti “La imaginación al po-
der”. Al día siguiente aparecen diez más.
Buenos Aires, agosto de 1992. Mi papá tenía en su empresa un main-
frame con terminales bobas en cada escritorio, conectadas con cables
RS232. Y un programador y un operador in house que básicamente tra-
bajaban dos veces por mes 48 horas corridas liquidando sueldos. “Papá,
esto no puede seguir así: dependemos tanto de ellos que les tenemos
miedo. Dudamos de su honestidad, nos cuestan una fortuna y si se van
estamos en serios problemas. Compremos computadoras XT con MS-
DOS y usemos un sistema más amigable y distribuido”, le dije. Yo tenía
21 años y lo convencí.
Buenos Aires otra vez, 2017. Lautaro está todo el tiempo online. Na-
die entiende por qué dejó un puesto genial en una empresa fantástica.
Caprichoso. Pero menos aceptan que no quiera trabajar. Que quiera
hacer lo que le gusta y que le paguen por eso. Y, encima, tiene todo el
cuerpo dibujado. Seguro que fue malcriado, igual que todos los de su
generación, como describe el especialista Simon Sinek. Por eso también
En la empresa 115
Disrupción en casa
Antes queríamos una carrera de largo plazo, ahora queremos una vida de largo
plazo.
Hay dos tipos de líderes, los que los jóvenes eligen y los que van a fracasar.
No etiquetes. Las etiquetas son para los frascos. Y para las infografías.
El mundo se divide en dos tipos de personas, los que entienden que hay
infinitos grises y los que dividen al mundo en dos tipos de personas.
CAPÍTULO DIECIOCHO
INTRAPRENEURSHIP:
¿EL OXÍMORON DEL AÑO?
A veces hay que agitar fantasmas de disrupción para que los equipos reac-
cionen.
En el verano de 2015, en una playa del Caribe, hice mi ritual: fui a com-
prar una postal para mandar a casa. Por suerte demoran mucho en lle-
gar: me encanta recibirlas y revivir el viaje. Cuando le pedí estampillas,
el muchacho que me atendió me preguntó: “¿Se le pueden poner a las
postales?”. Para él, eran simples fotos en venta. Un mes después la postal
llegó. Me dejó pensando en los “pen-pals”, amigos por correspondencia
que tenía mi mamá, y en un partido de ajedrez por correo que jugué en
los ‘80. Los correos, tanto públicos como privados, no vieron venir la
disrupción, así que no pudieron protestar contra el email.
Para hacer las cosas más desafiantes, el cambio es cada vez más rápido.
CAPÍTULO DIECINUEVE
Serás íntegro y claro. “In Staples we first go North”, me dijo Joe hace 12
años. Se refería al gráfico de ventas en el eje horizontal y rentabilidad en
el vertical. El norte era aumentar la rentabilidad. En otras palabras, si
crecía muchísimo en ventas no iban a estar tan contentos como si crecía
muchísimo en rentabilidad. No estaba escrito en ningún lado y tal vez
por eso fue mucho más valioso que todos los documentos de visión que
me compartieron. Decir la verdad sobre la visión, los valores y los obje-
tivos es clave.
¿Cómo dejarse liderar por un millennial? ¿Te parece que vale la pena ir
por ese camino?
126 LEO PICCIOLI
DE LA EMPRESA
CULTURA Y VALORES
CAPÍTULO VEINTE
VALORES Y VACACIONES
Por suerte no todos tenemos los mismos valores, por lo que para trabajar
juntos tendremos que hacer concesiones. Pero para hacerlas necesitamos cla-
ridad en lo que se espera de nosotros.
A papá mono
De a poco pudimos sistematizar algo que ya existía, pero tenía que po-
der sostenerse en el tiempo. Es como esa historia de la jaula con monos,
que espero nadie haya practicado.
Una docena de monos, una escalera en el medio y un racimo de de-
liciosas bananas arriba. Un mono empieza a subir y, usando una man-
guera de bombero, le pegan con un chorro de agua que lo hace caer.
Luego, esa misma manguera le pega a sus once compañeros. A las tres
repeticiones, los monos aprenden: buscar las bananas es malo.
Quitan un mono y entra uno nuevo que, obviamente, piensa: “¡Qué
tontos estos monos! ¿Cómo no agarraron esas deliciosas bananas?”.
Apenas comienza a subir las escaleras tiene once monos feroces pegán-
dole. No entiende por qué, pero aprendió la regla.
Cambiaron los doce monos, uno a uno. La regla perduró.
Nosotros logramos usar esa lógica a favor. Trabajamos con las perso-
nas clave: tanto las evidentes, las que tienen el poder, los jefes, como las
que tienen influencia, influencers los llamaríamos ahora: desde la recep-
cionista, esa persona que tiene tantos años en la empresa que resuelve
todo lo que un jefe no sabe o aquel que construyó relaciones de confian-
za y genera discusiones -o hasta conflictos. Las tareas, los objetivos, se
pueden delegar, pero la responsabilidad es indelegable.
Los valores son una forma de decir “de esta manera queremos hacer las
cosas”.
Son un faro.
CULTURA Y VALORES
CAPÍTULO VEINTIUNO
MENDIGOS S.A.
Una empresa no debe contratar a quien más lo necesita, sino a quien más
valor le agrega.
Altruísmo egoista
¿Será realmente que empresas y personas nos movemos solamente por mo-
tivos tan egoístas que nos da vergüenza aceptarlo?
En resumen, alguien cínico podría decir que tanto el curso como mis
artículos no surgen de mi generosidad sino de mi modelo “freemium”:
doy valor gratuitamente para hacerme conocido, apostando a que me
quieran contratar. O bien que soy como los mendigos: al pedirles que
compartan mis artículos les brindo un servicio para que se sientan bien
por ayudar.
Está funcionando: hasta un cínico me contrató. Uno de esos que le
da monedas a los mendigos solamente para sentirse bien. ¿Importa? Esa
noche el mendigo pudo tomar una sopa. Y yo conseguí un trabajo nuevo.
CULTURA Y VALORES
CAPÍTULO VEINTIDÓS
Robo al Estado
Le pedí ayuda a un compañero para sacar todos los papeles con ese
nombre (mucho más rápido de reconocer que un número) y, cuando no
quiso, lo hice solo. Mientras aceleraba (porque además desde el segun-
do día, con ropa más cómoda, pude moverme rápido), mis compañeros
murmuraban. Y yo estaba súper orgulloso de mis logros.
El cuarto día pasó lo inesperado: descubrí otra mejora más. No tengo
idea de qué fue, solo recuerdo la sensación de éxito.
Robo a Officenet
Las reglas castigan al 99 por ciento por culpa del 1 por ciento.
Sería paradójico que, luego de criticar las reglas, me atreviera a hacer una
lista de reglas para que tus valores funcionen. Prefiero, entonces, ensayar
una lista casi aleatoria de preguntas que hago a las organizaciones cuan-
do me piden ayuda para mejorar su cultura:
• ¿En los procesos de selección, se detectan los valores de los candida-
tos?
• ¿La gente de Compras y Pagos gana bien?
• ¿Las reuniones empiezan en horario?
• ¿Piden a la recepcionista que mienta? (“Rubén no se encuentra”)
• ¿En qué porcentaje aumenta la remuneración de un vendedor, si tiene
un mes genial, gracias a las comisiones?
• ¿Cómo se siente un empleado cuando es llamado a hablar con “la
policía” (Recursos Humanos, un gerente o alguien de “Ética”)?
• ¿Cómo reacciona la compañía ante un error? ¿Busca al culpable o lo
corrige en equipo?
• ¿Por qué motivos se despide a un empleado? ¿Qué conductas se tole-
ran y cuáles, no?
Apuesto a que fueron más los hombres que empezaron a leer seducidos
por el título (aprender a robar). Tengo el prejuicio -o la opinión- de que,
en promedio, las mujeres roban menos.
Si una idea le gusta a todo el mundo no debe ser tan buena idea.
CULTURA Y VALORES
CAPÍTULO VEINTITRÉS
Una mudanza es una situación de alto estrés. Para mí es peor que para
la mayoría. Bueno, eso deben decir todos. El tema es que ese mismo
año me enteré de que iba a tener que afrontar una mudanza más: la de
nuestra oficina en Brasil.
144 LEO PICCIOLI
Obedientes o líderes
Tenía que encontrar una manera de que la mudanza fuera exitosa y ali-
neada con los valores que estaba construyendo en la organización. Para
eso había que matar, definitivamente, algunos hábitos y costumbres del
pasado que nos hacían mucho daño.
-¿Qué es lo importante para vos con respecto a la mudanza? -me
preguntó un día mi coach.
-Tener una oficina que empuje el trabajo en equipo, muestre trans-
parencia y que en el proceso nadie se quede con un vuelto -contesté
más rápido de lo que me había imaginado. Diego -mi coach- se quedó
callado ese milésimo de segundo que alcanzó para darme cuenta de que
sabía lo que creía que no sabía.
Me involucré en el proceso en tres momentos. El primero fue decidir
con qué estudio de arquitectos haríamos las nuevas oficinas. Mi equipo
me mostró los diseños y presupuestos de tres estudios. Yo sabía que en
los diseños siempre podíamos opinar hasta estar contentos, así que me
enfoqué en los presupuestos. Pero antes de decidirme por el más barato,
se me ocurrió preguntar: “¿Cuál es el que nos da mayor confianza y
cuánto vale?”. Al líder del proyecto le pasó como a mí con Diego: en
un milésimo de segundo entendió que si queríamos hacer un proceso
transparente era importante tener un estudio de confianza. Aunque eso
resultara más caro.
Como dijo Albert Einstein, “lo importante es no dejar de hacerse
preguntas”.
Una vez elegidos nuestros socios en el proyecto, tuve el desafío mayor:
¿cómo asegurarme de que realmente las oficinas representaran lo que
soñábamos, sin tener que tomar personalmente todas las decisiones? La
clave fue una reunión que tuvimos como equipo en la que definimos los
valores que la obra debería representar, qué implicaban y cuán impor-
tante era cada uno. Trabajo en equipo, transparencia y confianza que-
daron plasmados. El líder del proyecto pudo, entonces, presentárselos a
los arquitectos para convertirlos en realidad. No era tan importante qué
decidían específicamente, siempre y cuando representaran esos valores.
Si delegás tareas concretas, tendrás gente obediente que hace. Si alineás los
valores y delegás autoridad, formarás líderes.
De la empresa 145
Hace unos años alguien desarrolló un video genial que parecía el golpe
de gracia para las empresas de office supplies, como la que lideraba: la
evolución de un escritorio en los últimos treinta años. Máquina de escri-
bir, de fax, cuadernos, bolígrafos, todo se va cargando de productos (que
vendíamos). Hasta que, en cierto momento, aparece una computadora.
Grande, incómoda, pero que reemplaza a la máquina de escribir. Y sigue
reemplazando productos, al tiempo que se hace más pequeña. El video
para justo antes de que el escritorio desaparezca.
Aunque cambiamos el foco y dejamos de mirarnos el ombligo, el
punto está un poco más allá: estamos viviendo el fin del cubículo.
Para pensar situaciones como “el futuro de las oficinas” siempre hago
experimentos teóricos. Uno de ellos es la hipótesis “alien”: ¿qué pasaría
si la humanidad, con todo su conocimiento, cayera ahora en una Tie-
rra deshabitada?. Sin duda, no viviríamos lejos de donde trabajamos ni
construiríamos rutas, avenidas ni medios de transporte para desplazar-
nos. No es natural para el ser humano viajar tanto tiempo a diario ni ha-
cer largas colas. Vivir y trabajar sucederían en espacios físicos más cer-
canos. Hasta podrían ocurrir en el mismo lugar. Algo tiene que cambiar.
De todos modos, no creo que las oficinas desaparezcan, pero serán bá-
146 LEO PICCIOLI
Muchas veces dejo cabos sueltos, pero esta vez no: ¿dije que fueron tres
situaciones en las que me involucré? La tercera fue una mini-crisis por-
que no llegaban con los tiempos y decidimos inaugurar en dos etapas
en lugar de una.
Ah, ¿y saben qué? Finalmente, me vengué del lavavajillas: lo uso para
esconder los platos sucios. Pero me quedan durante días ahí. Suelo olvi-
darme. Para algunas cosas, me falta disciplina.
CULTURA Y VALORES
CAPÍTULO VEINTICUATRO
En las empresas tenemos 200 por ciento de responsabilidad: 100 por lo que
hacemos y 100 por lo que hacen otros y nos afecta.
(Nadie dijo que trabajar en una empresa tiene que ser justo)
Habíamos pensado todos los detalles con cuidado. Por ejemplo, el
148 LEO PICCIOLI
Unos años después, muchas cosas habían cambiado. Jefes, procesos, ob-
jetivos. Pero ese archivo seguía igual. Hasta que un día de abril, por
algún motivo menor, no lo enviamos. Se nos pasó.
A la semana nos dimos cuenta. Nosotros. Decidimos probar de nue-
vo: hicimos los dos archivos -el de esa semana y el de la anterior- pero
no los mandamos. Si alguien reclamaba, lo enviaríamos tan rápido que
habría parecido solo un error de comunicación.
Nunca más lo reclamaron. Siempre nos quedó la duda de cuándo po-
dríamos haber dejado de prepararlo, cuándo podríamos haber salido de
ese piloto automático y aprovechado ese tiempo real y emocional para
algo más productivo.
Algo a primera vista parecido me había pasado el siglo pasado, cuan-
do una empresa brasileña compró el negocio familiar. Yo era el gerente
de administración y debía, todos los días, mandar un fax con la posición
de caja. Me parecía absurdo, una contradicción: “gerente” y “mandar un
fax” no podían estar en la misma frase; al menos, no para alguien con
soberbios 26 años.
Un día, esta vez sí fue adrede, decidí no enviarlo. Nadie me dijo nada.
Pensé que me había salido con la mía. Pero a la semana tenían que hacer
una inversión en la subsidiaria y la travesura se convirtió en escándalo.
“¿Qué están escondiendo?”, preguntaron.
Solo años después entendí por qué mi jefe era tan pesado con eso.
Insanas costumbres
La evolución, que hace que la sociedad gane como un todo, genera siempre
perdedores individuales.
150 LEO PICCIOLI
Claro, los que perdemos -porque a todos nos toca alguna vez- nos que-
jamos tratando de evitar esa evolución. Pero solo la retrasamos.
Un nuevo comienzo
Ese hueco en el medio del sillón es una zona de confort. Todo el tiempo
nos atrae. Tratamos de sentarnos en una punta, pero caemos nuevamen-
te al medio. En las empresas es igual, ciertas rutinas pueden ser difíciles,
complejas, pero cómodas, el refugio de los workaholics.
El mundo cambia cada vez más rápido. Cada vez más seguido, enton-
ces, tenemos que revisar esas rutinas no solo para hacerlas más simples,
sino, antes que nada, para decidir si hacerlas o no de modo consciente.
Es como si fuéramos nuevos (en la empresa o en cualquier tarea que ha-
gamos) y pudiéramos observar los procesos sin ningún vínculo emocio-
nal del tipo “yo lo creé” o “siempre lo hicimos así”. Nuevos en la empresa,
pero con todo el conocimiento necesario para decidir.
Estoy creando una empresa, ¿qué me recomendás que haga con las ofi-
cinas?
Vi a muchos emprendedores poner el caballo delante del carro. En prin-
cipio, no necesitás oficinas. No hay forma de que me convenzas de que
sí las necesitás. Y luego, tampoco las necesitás. Tal vez una sala de reu-
niones.
Trataría, al máximo, de evitar los costos fijos.
Muchas veces cuesta que los jefes acepten que las rutinas que impusie-
ron no sirven demasiado. Si creo que alguna está siendo nociva, ¿dejo
de hacerla para demostrar que no sirve para nada o intento hablarlo
antes con él?
Creo que la versión más agresiva -dejar de hacerla- es de las últimas
opciones. Hay que lograr el cambio de la forma más “barata”: primero
conversando, luego mostrando, después haciendo.
CAPÍTULO VEINTICINCO
La lógica era simple: la gente tenía que morirse de ganas de trabajar con
nosotros y, sabiendo que la mayoría no podría, como segunda opción
querrían ser nuestros clientes. La limitación de fondos de marketing
y la gran competencia por el interés del consumidor hicieron que sea
mucho más efectivo invertir en Employment Brand que en Branding
tradicional.
Búsqueda disruptiva
CAPÍTULO VEINTISEÍS
SUBITE AL TITANIC
Lo que para unos es normal, para otros puede ser una locura.
esgrimir todas las objeciones que había preparado. Ese miedo al enfren-
tamiento me había hecho prepararme para decir la verdad y tener una
pelea, pero fue todo mucho más fácil.
Mientras esperaba en la puerta, entre timbre y timbre, me acordé de
mi última charla antes de contratar al director de Recursos Humanos
de Staples Latam varios años atrás, un brasileño con el que habíamos
construído bastante confianza.
“Alex, Brasil es como el Titanic; necesito que lo sepas y que me ayu-
des a armar una balsa con lo que rescatemos”, le dije. Fue mágico. Sus
ojos brillaron más y me contestó, en perfecto español: “Leo, eso es lo
que busco”.
La inducción
Un ejercicio interesante sería reunir los anuncios con los que una em-
presa busca empleados y deducir, sin ningún otro dato, los valores que
intentan transmitir. Mi prejuicio es que todas prometen cosas pareci-
das: “amplias posibilidades de crecimiento”, “mercados en expansión” y
“ambientes de trabajo con libertad”. Me recuerda a las campañas de
marketing que prometen la mejor calidad y el menor precio. No les creo
ni a unos ni a otros. Pero más importante, todos pierden la oportunidad
de diferenciarse.
CAPÍTULO VEINTISIETE
Cuando un CEO dice que “me gusta el café”, su equipo va y compra una
plantación.
Sin embargo, que nos traten de una manera especial pero sin escuchar-
nos tampoco sirve.
Cuando me hice cargo de Staples en Brasil, en 2013, me consultaban
absolutamente todo. Yo sentía que eran 200 personas que no se anima-
ban a tomar decisiones. Porque pensaban que no tenían que pensar o,
simplemente, porque no me conocían y temían equivocarse. Esos años
aprendí algo fundamental del management.
De la empresa 163
Para una organización ser eficiente y rápida, las decisiones deben tomarse lo
más abajo de la pirámide posible.
La conferencia
El precio debe ser función del valor percibido. El valor percibido depende de
lo que el cliente entiende que va a recibir.
De hecho aprendí que cada vez que me dicen “sos caro”, entiendo “no
me explicaste bien el valor que das”.
También entendí que el valor de una conferencia en una empresa no
es siempre el que uno cree. Y que hay varias opciones:
• A veces, sirve para que el auditorio aprenda algunos conceptos.
#aprendizaje
• O para transmitir una emoción. #motivación
• Otras, para que vuelva a su casa y le cuente a su familia. #orgullo
• Pero también, para que escuchen de otros lo que el management se
cansa de repetir -o no se anima a decir. #comunicación
Hace unos meses, una persona me pidió un plan para ayudarla a re-
pensar su negocio, lo que implicaba varias reuniones. Cuando hice mi
análisis de cuánto valor había (en otras palabras, cuánto podría ayudarla
De la empresa 165
CAPÍTULO VEINTIOCHO
LA TIJERITA
Si hay “n” partes en una negociación, tiene que haber al menos “n” variables
en juego para que sea win-win.
Si los empresarios hubieran sabido que nacerían los sindicatos, ¿habrían cui-
dado más a sus empleados?
-Que echar a alguien no sea algo terrible: ¿disruptivo yo? Estoy conven-
cido de que las empresas tienen que echar más rápido de lo que lo hacen
para reducir la conflictividad. Siempre con humildad y respeto, y sin que
sea una sorpresa, pero un empleado que, por “bondad” o “solidaridad”
mantiene su puesto, genera daños a la empresa, a su equipo y a sí mismo.
Tal vez me tendrían que haber echado a mí.
-Que las contrataciones sean las menos posible: muchos jefes creen
que cuanta más gente a cargo más exitosos son. O tal vez, más segu-
ros (imprescindibles) se sienten. Algunas áreas a veces también tienen
incentivos a aumentar la nómina y no reducirla (¿alguien de Recursos
Humanos por ahí?). Cuanto más personas tenés, más difícil cuidarlas. Y
si tenés que contratar muy rápido, vas a traer gente no alineada con los
valores de la empresa. Más complejidad por todos lados.
¿Cambiarías algo de las decisiones que tomaste en 1999 y 2010 con res-
pecto a los sindicatos?
Cambiaría nuestra conducta pre-crisis sindical de 1999, cuidaría de otra
manera a los repartidores. También en ese momento debería haber en-
tendido que el puesto de repartidor no puede sostenerse por mucho
tiempo, con lo que debería haber capacitado, con mucha fuerza, para que
cambien de posición o, eventualmente, de empresa.
Vos decís que hay que confiar en el empleado que se muestra desocu-
pado, pero no es algo que suele ser bien visto en las empresas. ¿Por qué
creés que pasa esto?
Creo que tiene que ver con la inseguridad de los jefes, que no aceptan
que parecer desocupado es un síntoma de seguridad y no de vagancia.
Es lo mismo que hace difícil el teletrabajo: “¿Cómo controlo que estén
trabajando?”. La pregunta clave acá es: “¿Qué es importante, que pro-
duzcan lo que tienen que producir o que parezcan trabajando?
Vos criticás que, cuando un CEO dice que le gusta el café, su equipo va
y compra una plantación. ¿Cómo lograr el justo medio?
Simplemente preguntando: “¿Nos estás pidiendo que compremos Hon-
duras o Costa Rica, que haya café siempre o es solo un comentario?”.
Ayudemos al líder a liderar.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
7.ROPO – Research Online Purchase Offline: cada vez están más in-
tegrados los mundos off y online. Es muy común ver un producto en el
mundo real y googlearlo; o ver algo online y querer conocerlo antes de
llevarlo a casa.
CAPÍTULO TREINTA
MUÉSTRAME TU ORGANIGRAMA
Y TE DIRÉ QUÉ PIENSA TU CLIENTE
-Me pedí un libro hace dos semanas. Tenía entrega en 48 horas. Está
en Barracas, a cinco minutos de acá, y todavía no llegó. ¿Podés creerlo?
-me preguntaba más cansado que sorprendido Marcelo, que trabajaba
en Logística en Officenet. Le parecía una falta de respeto que otra
vez no cumplieran con la promesa y mucho más contrastando con el
esfuerzo que él y su equipo hacían por entregar en las 24 horas que
pregonábamos.
-Marce, gracias a empresas como ésa, nos diferenciamos con algo muy
simple: cumplir la promesa; no hace falta más que eso -le decía cada vez
que me hablaba de “ese libro”.
Y obviamente pasábamos a conversar de los plomeros, ese grupo de
especialistas tan especiales que, aún cobrando la visita, solo cumplen un
27,31 por ciento de los turnos agendados.
Los CEOs de estas empresas deberían ser también sus propios clientes.
A los CEOs (y conferencistas) nos pintan un mundo perfecto -hay que verlo
desde los ojos del cliente real.
Back to Basics
Factor I: la promesa
¿Cuál fue el error de esa empresa que vendía libros? ¿No entregar en 48
horas o prometer esas 48 horas? Una definición genial de éxito que vi es:
Ser cliente de uno mismo no solo nos da ideas sobre el servicio sino que
también es clave para la cultura de la empresa: coherencia, integridad.
Pero hay algo más importante, que aprendí hace muchos años. Cuando
vendíamos papel para fax (2007), teníamos unos 40 ejecutivos de cuenta
que atendían a los clientes, tomaban el pedido, las devoluciones, etc.
178 LEO PICCIOLI
Unas pocas veces escuchamos que cierta marca de papel para fax venía
un poco más corta que los 25 o 30 metros que decía el embalaje. Para
enterarnos como empresa, el cliente debía darse cuenta (era solamente
10 por ciento de diferencia), contarle al ejecutivo, que debía escalarlo a
su supervisor. Éste, si no notaba algo que se repetía, se olvidaba. Si lo
notaba, podía escalarlo para que, nuevamente, otra persona decidiera si
era relevante. Nunca pasó. Lo que sí pasó es que a Gonzalo, quien me
reemplazó como CEO de Staples Argentina, se le ocurrió aprovechar la
oficina vacía una mañana a las 7 para medir los rollos de fax y descubrir
que, consistentemente, tenían 10 por ciento menos. Hicimos notas de
crédito a todos los clientes. El proveedor tuvo que pagarlas.
Lo más importante fue el aprendizaje organizacional:
• Una pirámide con muchos niveles nos aleja del cliente.
• Si a eso le sumamos que quien tiene contacto con el cliente no puede
tomar decisiones, garantizamos una baja satisfacción del cliente.
Mi gato me miró con cara de “¿Cuándo filmamos otra vez para el pro-
yecto en idea.me/leo?”. Eso me tranquilizó.
Claro que corrí riesgos, pero años después estoy feliz de haberlo he-
cho. Si yo fuera quien soy pero no me mostrara, probablemente no sería
quien soy. ¿Es un oxímoron?
En realidad, es una paradoja. El mismo año que di esa conferencia
hubo una crisis financiera global que llevó a los clientes de la empresa
que lideraba a enfocarse mucho en reducir sus costos. Nuestros vende-
dores estaban muy preocupados por perderlos frente a opciones que en
apariencia eran más baratas. Teníamos que encontrar una forma de ayu-
dar a nuestros clientes pero sin resignar los precios que necesitábamos
para mantener el nivel de servicio. Así nació una “idea brillante”, aho-
rraenlaempresa.com, una plataforma con maneras de reducir los gastos
generales en una empresa. Ya desde esa época estaba convencido del
“poder de las masas”: cada uno podía publicar sus tips sobre cómo cui-
dar el dinero en la empresa. Electricidad, muebles, productos de librería,
entre otros. Después los votábamos y armábamos el ranking. Casi diez
años después de esta experiencia de crowdsourcing, lanzaría mi proyecto
de libro con crowdfunding.
Aquella vez, en 2008, invertimos en desarrollar el proyecto y carga-
mos las primeras ideas, confiados en que sería un éxito automático. Unos
meses después dejó de funcionar. No sé exactamente cuándo, porque
nadie entraba. Mientras le decía a esos estudiantes “¡Mostrate zapallo!”,
había fracasado rotundamente en la comunicación del proyecto. Tal vez
lo mostramos. Nadie lo vio.
Los proyectos exitosos no nos dejan ver los miles que fracasaron.
Growth Hacking
Primero imaginá el producto, después pensá cómo vas a crecer y recién en-
tonces creá el producto.
De la empresa 181
Vale para Google. Vale para Netflix. Y vale para el fidget spinner. Pero
no mucho más.
Bueno, tal vez el fidget spinner sea la cancha de paddle, el parripollo
o el tamagotchi de 2017.
Todos los demás productos, sean digitales o no, tienen que exponerse
para tener éxito. Así como para dar una conferencia o escribir un texto
tenemos que pensar en cuánta gente lo verá, lo mismo debemos hacer,
por ejemplo, con un sitio web.
Si supieras que una sola persona por día entraría a tu sitio web, ¿cuánto
invertirías en su desarrollo?
Eso mismo veo que le pasa a muchos de los emprendedores con los que
converso: se enfocan en crear un producto o servicio.
Si fuera psicólogo diría que quien empieza una frase con un “no”, sin
que le pregunten nada, está afirmando lo que niega. “Odiás el marketing,
Leo”, aseguraría.
Mucha gente con la que conversé en mi carrera terminó la charla
convencida de que realmente odio el marketing. Casi siempre me pa-
recía un despilfarro, algo que no generaba retorno. Pero eventualmente
-y gracias a trabajar de cerca con David, la que hoy es la agencia más
premiada de la Argentina- entendí mejor el valor, aunque también me
convencí de que el marketing tradicional no sirve más.
182 LEO PICCIOLI
¿MVP o MVM?
MUERTE DE UN VENDEDOR
La inmobiliaria
No sirve que nos digan algo tanto como que nos hagan preguntas para des-
cubrirlo solos. Si no, pregúntenle a Sócrates. O a su analista.
Epílogo
Lo que viene por precio, por precio se va. Lo que viene por valor, se queda.
VENTAS Y MARKETING
El papel y el sitio
Éramos como dos empresas diferentes: el cliente que compraba por In-
ternet veía fotos y descripciones aburridas, desactualizadas, pero el stock
estaba perfecto. El que veía el catálogo tenía fotos geniales, descripcio-
nes divertidas… ¡pero muchas veces ni siquiera teníamos el producto en
stock!
Basta de quejarse
¿Por qué decís que cuantas más restricciones ponemos a los vendedo-
res, peor es el resultado?
En realidad hay una paradoja.
Por un lado, la matemática (optimización lineal) nos dice que si que-
remos maximizar una función (“ventas”, por ejemplo), cuántas más res-
tricciones pongamos (horario, tipo de cliente, tipo de producto, precios,
etc.) es más difícil.
Pero, por el otro, el foco es clave, porque no somos “maximizadores
matemáticos”. Entonces, si yo le digo a un vendedor, “conseguí clientes”,
tal vez lo llevo a caminar por toda la ciudad y consigue menos que si le
dijera, “conseguí clientes de ese edificio”.
El foco es clave. Pero eliminemos las restricciones innecesarias.
¿Qué preferís vender, diez pares de zapatos a once pesos u once pares
a diez pesos?
Me tomo una licencia y me hago esta pregunta, que suelo hacer a otros.
De los temas que estudié estos últimos 15 años, pricing fue uno de los
más importantes. Ahí aprendí que nos educaron para crecer, no solo en
lo individual sino como empresa.
Así, queremos escalar posiciones sociales sin saber por qué o ganar
porción del mercado (market share) sin que nos convenga.
Es más difícil vender diez pares más caros. Eso nos llevaría a transmi-
tir el valor con mucha más inteligencia. Y nos permitiría, luego, invertir
más en marketing (porque tuvimos mucha mayor rentabilidad) para se-
guir aumentando el negocio.
Un dato matemático indiscutible: si el costo de producción es de 5
pesos, diez pares a 11 nos dejan 66 pesos de margen bruto. Once pares a
10 pesos, en cambio, nos dejan sólo 55 de margen.
TERCERA PARTE
TRANSICIÓN
2 DE OCTUBRE DE 2016:
POR QUÉ DEJO UN PUESTO SOÑADO
EN UNA COMPAÑÍA GENIAL
Cada decisión que tomes, aún pequeña, tendrá detractores: eso prueba que
era una decisión y no una tautología o una obviedad.
Staples. Pasé todas las emociones posibles, las lindas y las no tan lindas.
Conocí gente muy interesante, tuve relaciones profundas y también
otras más leves.
Como todo, los ciclos se cierran. Ya es hora de dejar formalmente
el mando que de hecho Gonzalo y JP ocupan en la Argentina y Brasil,
respectivamente.
En estos años hice muchas cosas, empujé cientos de proyectos, apoyé
ideas de otros y corrí riesgos con mi equipo. Todo esto genera un des-
gaste que ya no puedo ocultar.
Llega un punto en la carrera de un gerente en que su equipo tiene
más energía, ideas y planes. Y eso también me empuja a retirarme.
Obviamente la tranquilidad de que no solo las cosas van a seguir sino
que van a estar cada vez mejor, me ayuda a dar este paso en paz.
Tengo tanto que agradecer, aprendí tanto de tantas personas que una
lista sería injusta.
Hay mucha gente que ya no nos acompaña pero que, además de su
esfuerzo, dejó aprendizajes y experiencias geniales.
Entre los que van a recibir este mensaje, me gustaría agradecer a to-
dos, tanto a los que me acompañan hace años (podríamos decir desde el
milenio pasado) como a quienes entrevisté en 2016… De todos apren-
do, siempre.
Cualquier cosa que necesiten, entro en la categoría “amigo de la casa”
y pueden contar conmigo. Estaré en --------------@gmail.com, en Fa-
cebook, LinkedIn, Instagram o cualquier otra red que aparezca en el
futuro (excepto Snapchat que no la entiendo).
Solo les voy a pedir un favor: por algún motivo que no entendí toda-
vía, el mundo/la sociedad trata de limitarnos, de frenarnos. Pregúntense
siempre: “¿Qué querés ser cuando seas grande?”.
Contéstenlo y persíganlo. No dejen nunca de querer.
El resto de esta semana estaré en Buenos Aires y durante la próxima
en San Pablo.
Gracias
(Imaginen de fondo que suena Don’t Stop Believing, versión Glee.)
Espero haberle enseñado a mi equipo a ser rebelde, a jugarse por mejorar las
cosas de acuerdo a sus valores.
Transición 201
2. Ya había hecho todo lo que pensé: las ideas se agotan. Siempre fui un
poco rebelde, innovador o ridículo con mis ideas, dependiendo de quien
las escuchaba. Pero llega un momento en que ya probaste la mayoría o te
diste cuenta de que no querés seguir desafiando el statu quo.
3. Dejé un equipo: hoy me doy cuenta de que sin esto no me hubiera ido.
El cariño que tengo por [Officenet o Staples] me empuja a querer que
les vaya bien, “conmigo o sinmigo”. Dejo la empresa a cargo de gerentes
mejores que yo.
4. Quería otras cosas, algo distinto: todos me preguntaban “¿a qué em-
presa te vas?”. Mi respuesta era simple: si quisiera trabajar en una em-
presa, tenía el mejor puesto del mundo en Staples Latam.
Cuando tus reportes se quedan sin pelo tal vez es hora de retirarte.
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
9 DE OCTUBRE DE 2016:
SOY SOLO
El auto fantástico
Crowdhelping
¿Soy solo?
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
16 DE OCTUBRE DE 2016 :
ESTO TAMBIÉN PASARÁ
Nunca hagas una pregunta que no estés dispuesto a hacerte a vos mismo.
Ganar dinero como objetivo no solo es malo para el individuo, es malo para
la sociedad. Perdón, Adam Smith :-(
El espejo
Hace unos meses les conté a mis hijos adolescentes, por separado, que me
iba de Staples. Los dos reaccionaron igual:
-¿Qué vas a hacer? -me preguntaron, sin rastros de sorpresa.
A los dos les pregunté qué me recomendaban. Ambos dijeron lo mis-
mo: “¡Tenés que dar charlas!”.
Quiero hacer del mundo un lugar mejor, las conversaciones son funda-
mentales, tengo experiencia como jefe en entornos variados (emprende-
dor, corporación, Argentina, Brasil, recesión, expansión), tuve un show de
Standup Comedy…
A veces los otros ven las cosas más claras de vos. Aprendé de vos a través del
espejo de los otros.
Como aprendí, no voy a trabajar: voy a hacer cosas que me gusten y voy a
cobrar por algunas de ellas. Para cada cosa que hago me preparo mucho,
voy a fondo. Eso hace que tenga que elegir qué propuestas aceptar. Eva-
lúo en base al placer que me dé (porque sea algo agradable o divertido o
porque vaya de acuerdo con mi objetivo de ayudar a líderes a desarrollar
mejores líderes), al beneficio de largo plazo que me genere (tanto bran-
ding como aprendizaje, que me pueden ayudar en mis otros objetivos)
y al beneficio económico que implique (de corto plazo, ese que paga las
cuentas). De hecho es un momento muy desafiante para mí: me considero
un experto en pricing (“el arte de poner precios”); ahora es el momento de
aplicarlo en mi mismo.
208 LEO PICCIOLI
O gratis o el precio que considero justo, los descuentos le quitan valor perci-
bido y hacen que nos esforcemos menos.
La validación
30 DE OCTUBRE DE 2016:
YES! EN LA JAULA DE ORO
La yerra
Pero este cambio no se dio de un día para otro. Fue un proceso que llevó
tiempo. Y un día de 2008 decidí cambiar mi actitud. Jamás admitiré que
influyó la película tonta de Jim Carrey Sí, señor, que vi justo ese año.
Como tengo mala memoria (¿ya les conté que suelen decirme Dory?),
decidí tatuarme en el tobillo derecho el cambio que quería: un “YES!”
escrito a mano con mi letra. Cosa de no poder olvidarlo. Y empecé a
darme cuenta del daño que las críticas generaban.
Transición 211
Lukas es una de las personas más inteligentes que conozco. Con dos
doctorados del MIT, tuvo que dejar su trabajo en la NSA (una de las
agencias de inteligencia de EE.UU.) porque después de 2001 no acep-
taban personas que no hubieran nacido en el país. Entonces, eligió ha-
cer carrera en Staples. Un día de 2006 le pregunté cómo se animaba a
empujar siempre cosas raras en la corporación. “Si sale bien, todos van a
felicitarme y decir que lo habían aprobado; si sale mal, por lo menos lo
intenté y me saqué la duda”, me respondió.
Una opción puede ser, como hacía Lukas, emprender dentro de la cor-
poración. Siempre se pueden encontrar objeciones: no se puede, no me
212 LEO PICCIOLI
La libertad que da salir de “la jaula de oro” es una ilusión. Esa libertad solo
puede venir de adentro. Y se puede tener en cualquier situación.
Las empresas grandes dicen que no, pero nacieron diciendo que sí.
Siempre hay, al menos, dos maneras de ver las cosas y ninguna es correcta
o equivocada.
Transición 213
Un líder tiene que estar convencido de que todo va a salir bien. Pero, al mismo
tiempo, ser humilde y disciplinado para trabajar para que esto suceda.
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
3 DE ENERO DE 2018:
ALEJANDRO MELAMED:
“TENEMOS QUE VIVIR PERO NO
MORIR POR LAS EMPRESAS”
poco tiempo. Fue una charla muy importante para mí que no me voy a
cansar de agradecerle. Por eso decidí ir a verlo de nuevo, mientras escri-
bía y corregía este libro, para contrastar algunas ideas.
Vos tenés Humanize Consulting como empresa, pero cada vez que yo
voy a algún edificio corporativo para una reunión, me anuncio y me
preguntan de qué empresa vengo.
Claro, yo soy Alejandro Melamed, director general de Humanize Con-
sulting. Y soy Director general de mí solo: acá no hay nadie, no hay
empleados. Pero me simplifica. Yo aprendí mucho de Robin Sharma,
que en su tarjeta dice: ‘Robin Sharma, ser humano’. Y me parece que
estamos entrando en una era en la que ya no es prestigiante trabajar en
una compañía y los jóvenes no aspiran a eso. El puesto no sos vos. Yo
me empecé a sentir incómodo cuando algunos me hacían creer que yo
era el puesto.
¡Cómo me costó entender eso! Aunque desde hacía años luchaba con-
tra las reglas de la empresa por tener una tarjeta personal sin cargo
(“Soy Leo Piccioli antes que gerente general”), cuando estaba por irme
empecé a ver todo lo intangible que perdería. Y después entendí que
todo ese vacío era necesario para el contenido que quería darle.
En ese momento, ante el fantasma de “me voy a morir de hambre” decidí
empezar a hablar con gente que estuviera en situaciones similares.
Yo hice lo mismo, entre otros vine a verte a vos. Y lo que más rescato de
esas conversaciones fueron las seguridades que me dieron en el sentido
Transición 219
de que las cosas se iba a ir acomodando una vez que diera el paso. En
un sentido parecido a que se encienda el cartel de “libre”. Somos gen-
te piola, laburadora… Apenas le ponemos energía a algo, empiezan
a aparecer las cosas. O tal vez estaban esperando a que nos diéramos
cuenta.
Microdecisiones
quería que me pasara. Por ejemplo, decidí tener un auto dos niveles por
debajo del auto que podía acceder.
¿Por qué?
Porque yo pensaba que si alguna vez me pegaban un tiro no fuera por un
auto que jamás me podría comprar. Y andar con esos autos para mí era
un riesgo total. Y, por otro lado, quería tener un auto que –si algún día
me sacaban de Coca– pudiera comprármelo.
Yo, en cambio, podría haber tenido tiempo. Pero tal vez me daba culpa
invertir plata en otra empresa, de nuevo esa “camiseta puesta a muerte”
me confundía.
Otra decisión posterior fue comprarme esta oficina acá y no en el centro
(estamos en el barrio de Belgrano, con vista a las canchas de un club,
en una zona residencial). Soy feliz trabajando acá, tengo verde, estoy
a diez cuadras de mi casa. Lo principal es que yo tomo decisiones por
mí mismo y soy absolutamente responsable por esto. Y, en paralelo, fui
armando mi página web. Los últimos tres meses había estado constru-
yendo todo esto.
Las cosas puntuales que hiciste (libros, radio) no te dieron plata pero te
hicieron conocido por ese propósito que te motiva. Desde antes de salir,
empezaste a gritar al mundo: ¡soy Alejandro Melamed!
Hubo veces en que tuve la sensación de estar parado sobre un trampolín
y que nunca iba a poder tirarme. Hubo noches en que me despertaba
sobresaltado. Pero finalmente pude tomar la decisión.
222 LEO PICCIOLI
¿Cambió tu día a día, tus rutinas, hacés cosas que antes no te permitías?
Ahora, en promedio, voy una o dos veces por semana a comer al me-
diodía con mi señora. Antes jamás se me hubiera ocurrido. Ayer fui a
buscar a mi hijo a Ezeiza y había un paro de maleteros. El avión tenía
que llegar a las 3 de la tarde y llegó como a las 7. Y esperé sin culpa. Es
más, le decía a mi esposa ‘tengo aeropuerto-office’ y trabajé desde allá sin
drama. Y no sentía la presión de tener que volver a la oficina o qué van
a decir si alguien me ve.
Dijiste sin culpa, yo también hablé de culpa: ¿por qué nos daba culpa?
Muchas de las cosas que hacía tenían que ver con la culpa. Me iba de
vacaciones y me conectaba varias veces por día. Creo que la culpa es
un factor crítico. La culpa es un gran tema. La gente no hace muchas
de las cosas por verdadera decisión sino por culpa. Y eso es muy poco
saludable.
FUERA DE LA
EMPRESA
¡ESPERÁ!
CAPÍTULO CUARENTA
VIAJAR EN EL TIEMPO
Muchas veces no nos damos cuenta del impacto que tenemos en los demás.
Ese recuerdo rondaba mi cabeza cuando vino Sebas, con quien había-
mos compartido la universidad. Después de una carrera corporativa ad-
mirable, pasando por varios países, estaba planeando su próximo paso.
-¿Dónde te ves en 15 años? -le pregunté.
-La verdad, como headhunter no, pero me gustaría ser consultor,
230 LEO PICCIOLI
El tríptico
Humildad, siempre.
¡ESPERÁ!
-No sé, pero le vamos a encontrar la vuelta -dije en 2008 cuando, con la
crisis financiera global (una más), Officenet perdió a sus dos principales
clientes: el banco HSBC y el Santander Río.
Dos personas muy cercanas vinieron después preocupadas a decirme
que lo que la gente necesita es un líder que sepa, no alguien que admita
no saber.
Los hombres no lloran. Los políticos tienen toda la verdad. Y si ésa
no funciona, proponen otra. Nos acostumbraron a no mostrar debilidad.
Pero cada vez que lo hago, cada vez que admito mi vulnerabilidad, gene-
ro conexión. Me muestro humano y construyo relaciones basadas en la
empatía y la confianza. No sé a dónde me va a llevar este camino, pero
lo estoy disfrutando mucho.
cer reportes, no tienen soporte. ¡No podemos seguir así! -le dije a Santi
algún día de 1999.
Había empezado a trabajar en Officenet un año antes como gerente
de Logística y me enfrentaba todo el tiempo a limitaciones del sistema
a mis ideas supuestamente brillantes.
-Hasta que no hayamos agotado lo que se puede hacer con lo que
tenemos, no es correcto comparar con otra solución. Saquémosle todo
el jugo al software que tenemos, exprimámoslo, y ahí comparamos con
otros -fue su respuesta.
Juntos desarrollamos una serie de herramientas en Excel, Crystal Re-
ports y Access que permitieron que Officenet explotara y se convirtiera
en un ejemplo mundial para Macola, el software en cuestión. Santi tenía
razón.
Cuando publiqué, en octubre de 2016, la noticia de que me iba de
Staples, la empresa que comprara Officenet, muchos se me acercaron a
preguntarme cómo lo había decidido.
No sé en qué momento concreto tomé la decisión. Fue un proceso
en el que lo primero que hice fue exprimir al máximo la situación en la
que estaba: me aseguré de minimizar mis costos de trabajar, hice más
teletrabajo, delegué las cosas que no hacía bien o que disfrutaba menos
y elegí mejor mis batallas. Al mismo tiempo, trabajé en maximizar mis
beneficios. Hacía más de una década que me exponía como orador, pero
igual le puse más energía: cada vez que hablaba en público, Staples se
hacía más conocida, así que era win-win. Trabajé para tener una remu-
neración mejor y para disfrutar más cada pequeña cosa que hacía. Si no
hubiera hecho todo eso, habría pegado el portazo que hoy recomiendo
no pegar -al menos, no intempestivamente- muchos años antes.
Imaginate que en vez de buscar trabajo tenés que mostrarte para que el
trabajo te busque a vos.
MANTEPRENEURSHIP
mos, el resultado fue superior. Hoy, veo que esa atracción por “hacer
todo de nuevo” sin antes mejorar lo existente es un patrón casi universal.
El extremo se lo llevan los políticos: prefieren inaugurar obras de un
hospital que nunca se va a terminar, antes que reparar salitas de primeros
auxilios que nunca serán tapa de los diarios. Y ahora levantan la bandera
del “emprendamos todos” como si fuera posible, deseable o útil.
Mi primer año en Brasil fue tan intenso que descuidé muchos otros
frentes, pero un tiempo después mi cabeza nuevamente empezó a traba-
238 LEO PICCIOLI
Plantear una decisión enorme cuando puede ser fraccionada en muchas pe-
queñas es una forma de auto-boicot.
Gotas disruptivas
LA CHANGA
Más allá de haber tenido algunas acciones de Officenet, no tenía por qué
comportarme como dueño de la empresa. Ni siquiera siéndolo.
Pero de hecho hasta me molestaba la gente que tomaba su traba-
jo como “un trabajo”. No entendía cómo podían cambiarse la camiseta
cada vez que cambiaban de empresa. Para mí era un tatuaje.
La paradoja es que había entendido, muchos años antes, que un tra-
bajo es temporario y que hacer algo en paralelo da placer.
tez. ¡Es bueno para nosotros y para las organizaciones!”, me dijo alguna
vez Alejandro Melamed. Con esto entendí que cuando, como gerente
general, juzgaba negativamente a quienes tuvieran esa changa fuera de
la empresa, estaba yendo en contra de mis principios.
Pero no todos están de acuerdo con esto. Santi, por ejemplo, opina lo
contrario: “Ser emprendedor es un trabajo más full time que ser corpo-
rativo. Salvo que estés pensando en algo muy sencillito, muy, muy chan-
ga, que en el fondo no te va a llenar, es un laburo enorme. Con la fantasía
de que alcanza dedicando un rato en las noches, no vas a construir nada
interesante. Creo que, si no decidís quemar las naves y tirarte cien por
ciento a la pileta, más vale ser feliz en la corporación; no lo critico. Lo
que no tiene sentido es querer estar en otro lugar que en el que estás,
pero a la vez quedándote”.
El placer
EMPRENDER DUELE
rara bien, que dejara un equipo sólido, que saliera por la puerta grande.
Cuatro años después, pegué el portazo, que nunca hizo ruido porque en
realidad fue una evolución. Y el miedo, una herramienta.
Diez minutos después, a las 3 y 20, ya pensaba en ese miedo y en qué
me quería decir. Aunque al principio sentía que era un “no lo hagas”,
empecé a notar que ya había pasado bastante tiempo de preparación.
Me sentía inseguro, había algo que me molestaba. Tenía miedo de fallar.
Traté de recordar el valor que estaba dando y cómo se reflejaba en
otros. Alguien me había dicho “gurú” el día anterior, después de una
charla, y enseguida le refuté con un artículo escrito especialmente. Otra
persona había cerrado su mail con un “Sos un genio! Leo 2019! Yo te
apoyo! :)”.
Planteate un objetivo que, cada paso que des, te haga sentir bien.
Estás loco
Creo que es hora de que seamos todos más honestos y contemos lo que
el mercado sabe: qué cosas no somos y en qué fallamos. Porque la infor-
mación circula tan rápido que la verdad siempre se sabe.
Y la verdad es que nadie es perfecto. O todos lo somos.
¡ESPERÁ!
Errores invisibles
SANTIAGO BILINKIS:
“ESTAR A CARGO DE TU DESTINO
ES MUY RIESGOSO”
¿Qué fue lo más copado de tu estadía en Procter? ¿Qué fue lo que más
te gustó?
Por un lado, aprendí mucho en ese tiempo. Llegué ahí por error, sedu-
cido por el concurso, pero, una vez que estuve adentro y mirando en
retrospectiva, fue muy buena idea comerme dos años de corporación.
Me dio mucha metodología en un montón de cosas que no tenía la
menor idea, que la universidad no te las da y que si hubiera salido a
hacer Officenet sin Procter hubiera sido mucho más difícil. Yo era muy
curioso y, en el fondo, sabía que quería emprender desde antes. En al-
gún momento tecleé y la decisión de salir de Procter fue una de las más
difíciles de mi vida.
Dijo “fractal” hablando de una empresa. Ése es uno de los motivos por
los que siempre me gustó discutir con él, siempre aprendo. En mi ado-
lescencia, programando, supe de los fractales, estructuras derivadas de
fórmulas matemáticas que, a medida que uno se acerca, vuelven a apa-
recer. Hay infinitos fractales, pero siempre me atrajeron los que parecen
playas (tanto mirados desde el espacio exterior como con un microsco-
pio) y copos de nieve. Nunca se me había ocurrido aplicarlo a la empre-
sa: un jefe del nivel más bajo tiene las mismas limitaciones que el CEO.
muchas veces uno cree que el jardín del otro es más verde. Entonces, el
que está en la corporación se la pasa diciendo que le gustaría emprender
y no asume que en realidad le gusta estar en un ambiente seguro y tiene
aversión al riesgo… Lo único que critico es el estar permanentemente
fantaseando con tener algo distinto a lo que tenés sin darte cuenta de
que tenés lo que tenés porque sos quien sos.
¿No pensaste en hacer más escalable eso que compartís con empren-
dedores?
Ja, sí. Hace tiempo le vengo dando vueltas a la idea. Unos años atrás
escribí en mi blog algo así como ‘lo que me gustaría que lean antes de
tomar un café conmigo’, sobre el valor de una idea y cómo modelar un
negocio. Pero nadie lo lee, así que ahora estoy imaginando un curso en
video, con un examen. Tenés que aprobarlo para tomar un café conmigo,
¿te gusta?
Pero vos tenés un proyecto en particular, que son tus charlas, ¿es una
construcción que buscaste?
No. Yo daba muchas charlas en universidad y en eventos de emprendi-
mientos. Y un día me llamaron de una empresa diciendo que les gustaría
que diera una charla ahí, adaptándola para que fuera sobre intrapreneur-
ship. No sabía qué precio pasarles y les pasé algo ridículamente barato
con lo cual me contrataron dos charlas en vez de una. Por un rato no
Fuera de la empresa 257
pasó más nada hasta que me llamaron de otra empresa para hacer una
segunda charla y ahí me asesoré con alguien que daba charlas con cierta
habitualidad y les pasé un precio más lógico. Después, a la vuelta de
Singularity, armé mi charla El futuro del futuro porque me di cuenta de
que tenía un contenido súper poderoso entre manos. Y después de un
rato dije: ‘Mi charla en las empresas tiene que ser ésa, no la de empren-
dimiento’.
¿Entonces decís que todos los que tenemos sueldo deberíamos mante-
ner una changa en paralelo?
Invirtamos nuestro tiempo como nuestro dinero. Es sano no poner
todos los huevos en la misma canasta y hacer alguna apuesta de “alto
riesgo/alto rendimiento” siempre -aunque sea pequeña. Puede ser una
changa o también prepararse para un futuro incierto estudiando algo
que te interesa -pero que en el corto plazo no va a generar ingresos.
También ayudar a otros, más allá de que nos hace bien en el corto plazo,
puede ser positivo para el largo plazo.
¿Cómo hacés para regar tu pasto cuando ya estás harto del trabajo que
hacés todos los días?
Buena pregunta. Primero, te desafiaría a dejar tu trabajo. Pero clara-
mente no querés dejarlo -por eso lo tenés. La clave es entender por qué
no querés dejarlo. ¿Qué te da que es tan importante para vos? Todo lo
que hacemos que no disfrutamos es el precio por algo que sí queremos.
¿Te acordás cómo lloraste cuando te dieron la vacuna anti-tuberculosis?
¡Qué injusta es la vida, qué alto precio! Si hubiera sido por mí, no me la
daba. De grandes, ya somos nosotros los que miramos al futuro y deci-
dimos hacer cosas que no nos gustan.
Fuera de la empresa 259
Tengo una idea que creo que es brillante, ¿cómo sigo el camino para
implementarla?
Lo principal es un baño de humildad: entender que seguramente mu-
chas otras personas tienen o tuvieron esa idea. Entonces, tu desafío no
es “implementarla”; es testearla. Probar si funcionaría en este momento
particular, liderada por esta persona en particular.
Para eso tenés que buscar la forma más rápida de mostrársela a tu
público como si fuera real.
¿Tu idea es un servicio? Perfecto: creá una campaña en Internet ofre-
ciendo el servicio. Fijate si alguien realmente lo compra. Si lo hacen,
tendrás que correr o pedir disculpas porque no lo podés hacer, pero vas
a haber aprendido. Porque lo más probable es que, a tu primer intento,
nadie lo va a querer, vas a tener que adaptar la propuesta, entender mejor.
¿Tu idea es un producto? Si podés ofrecerlo por Internet aún sin te-
nerlo, hacelo como si fuera una idea. También podés hacer un prototipo
-una maqueta, dibujo o versión barata del producto. Mostralo a gente
que no te conozca. Vendéselo. Fijate si lo compran. Ajustá.
Testeá. Después hacelo más real. Testeá de nuevo.
BARAJAR Y DAR DE NUEVO
Hay dos actitudes en un escenario. Dar o esperar algo. Cuando das, la au-
diencia lo agradece.
Una de las cosas que no expliqué en esa charla es que hace cuatro o
cinco años empecé un Excel que actualicé muchas veces: eran mis aho-
rros dividido mis gastos mensuales, en tres versiones (“Gastos actuales”,
262 LEO PICCIOLI
Hay miles de personas pasando por lo que estás pasando ahora. Los podés
ayudar. Y pedir ayuda. Somos todos gurúes.
Unos días más tarde me escribió alguien que quería salir de la “jaula de
oro” y no se animaba. Minutos después recibí otro mensaje de alguien
feliz en la jaula de oro. Y un poco más tarde uno de otra persona que
estaba sin trabajo, buscando una jaula de lo que sea. Todos necesitaban
compartir lo que les pasaba y algunos pedir ayuda. Siempre que puedo,
trato de ayudar; pero aprendí a hacer siempre una salvedad:
La felicidad
Mucha gente presupone que cuando llegué a CEO comencé a ser feliz.
Entonces, en Staples Latam, uno solo de 400 personas puede ser feliz.
266 LEO PICCIOLI
buena actitud, la rutina puede ser interesante y, por el otro, esa misma
rutina es candidata a ser robotizada. Así que, en breve, no van a tener de
qué preocuparse.
La clave es entender que la motivación (o lo que las empresas llaman
motivación) viene desde afuera y no perdura. Para que funcione tiene
que venir desde adentro; por eso prefiero siempre hablar de entusiasmo.
SI REALMENTE QUERÉS
MEJORAR EL MUNDO,
REGALÁ TUS IDEAS BRILLANTES
Potylunas
Teníamos unos diez mil clientes. Si los dividíamos por 250 días hábiles
en el año, eran 40 clientes que recibirían una docena de medialunas para
su cumpleaños cada día. Las “Potylunas” (nombre clave del proyecto en
honor a Poty, su inventor) eran una idea brillante. Una startup de me-
dialunas tenía locales por toda la ciudad y ofrecía entregas gratis.
Hicimos el acuerdo con ellos y estaban felices: garantizaban un nivel
de ventas diario y podían entregarlas con bastante flexibilidad, aunque
siempre por la mañana.
Cada día enviábamos un fax con el listado de personas y domicilios y
recibíamos durante la mañana los agradecimientos de los clientes sor-
prendidos. Si hubiese existido Instagram seguramente habríamos visto
las caras de felicidad del cumpleañero regalando a sus compañeros de
oficina una docena de medialunas.
Pero no existía Instagram.
Y un día, quien enviaba el fax tuvo una urgencia. O una distracción.
U otra cosa. Nunca entendimos por qué una idea tan brillante había
quedado en el olvido.
Tuvimos miles de ideas brillantes.
Compartir tu idea con gente que no sea cien por ciento de tu confianza te va
a aportar feedback honesto.
Siempre nos desafiábamos con Santi, con lo que yo tuve mi propia idea
“brillante”: “Compra Flash”, un método en teoría genial para cargar a
un carrito de compras muchos productos al mismo tiempo, ideal para la
empresa que liderábamos o un supermercado.
Tampoco funcionó. Ni siquiera alguien nos copió.
Mirá si me la roban
Entonces la respuesta dependerá de cuánto peso tiene “el bien del mun-
do” en quien tiene la idea. Es curioso, porque muchos dicen que quieren
mejorar el mundo, pero esconden sus ideas.
Hay dos tipos de personas: las que tienen ideas continuamente y las que
tienen miedo de que se las roben.
Parecería ser que Richard Pearse, en 1902, voló unos 300 metros en
Nueva Zelanda. Todos nos acordamos de los hermanos Wright como
los inventores, en 1904, del avión. ¿Antonio Meucci? Algunos creen que
él inventó el teléfono, y no Graham Bell. Hasta el gobierno italiano lo
declaró “Inventore ufficiale del telefono”. Como si eso fuera a cambiar
algo. Tampoco fue Apple la compañía que inventó la música digital por-
tátil con el iPod, se había inventado 20 años antes.
En mi experiencia, quien tiene una idea brillante puede tener más.
Como contraposición, muchas veces el “tengo miedo de compartir mi
idea” incluye, oculta, una excusa perfecta para no hacer.
CAPÍTULO CINCUENTA
Disciplina, esa palabra que todos conocemos desde niños como “la que
va entre Educación Física e Inasistencias” o lo que creemos que demos-
tramos tener cuando dejamos de jugar al Candy Crush para siempre...
Hasta que empezamos con el Candy Crush Saga.
Un jueves de primavera por la mañana, manejando por la autopista,
un auto, por mi derecha, me adelantó a alta velocidad. Sin pensarlo, mi
pie apretó el acelerador. “A mí no me gana nadie”, parecían gritar a coro
mis cinco deditos. De pronto, todas mis convicciones sobre la paz se
evaporaron por culpa de un zapallo que corría porque tenía apuro para
llegar al baño. Un cero en disciplina.
¿Por qué cuando otro hace algo mal una parte de nosotros quiere copiarlo?
¿Será que nos gusta la adrenalina, por eso posponemos las cosas?
274 LEO PICCIOLI
Al día siguiente de aquella charla con CEOs, viajaba en el taxi con Ge-
rry Garbulsky, responsable de TedX en español. Aunque él lo negará,
probablemente el podcaster más exitoso de la Argentina. Una oportu-
nidad única para aprender. “Me está yendo muy bien con los podcasts,
pero quiero un sponsor para que me fuerce a tener disciplina”, le dije.
Me miró con cara rara. Pensé que me iba a pasar una charla TED sobre
hábitos, pero no hizo falta. Me ayudó a pensar y entendí que si no tenía
la disciplina era porque no quería, que elegía hacer otras cosas.
Placer
Tal vez la definición que más me costó entender y que, quizás por eso,
más me sirvió:
Aceptá tus limitaciones. Si hace falta, pedí ayuda en lo que no sos bueno y
enfocate en lo que sí.
Fuera de la empresa 275
Los abogados fueron criados para tener un estudio, ser muy exitosos y
no parar de trabajar; o para estar en un estudio grande y tampoco parar
de trabajar. Nicolás es de los primeros. Un día iba con él en su BMW
modelo 2016 y me contó que estaba agotado de trabajar. En un rapto
de sentido común le pregunté por qué no trabajaba menos y listo. “No
puedo, las cosas no funcionan así”, me dijo.
276 LEO PICCIOLI
El exceso de disciplina es una zona de confort. ¿Una excusa para no ser feliz?
Con el tiempo, uno aprende que puede elegir, que podemos hacer lo
que querramos. Sí, lo que querramos. Con una pequeña salvedad, como
decía John Maynard Keynes: “Podés hacer lo que quieras. Salvo escapar
a sus consecuencias.”
DISCIPLINA
-Tenemos que llegar a que nadie, nunca, nos devuelva nada –dije una
mañana de noviembre de 1999 en la oficina. La tasa de devoluciones no
había crecido tanto, pero el proceso era carísimo. Y artesanal.
Nadie. Nunca. Nada. Había dicho las tres palabras en una misma frase.
-Eso es imposible –contestaron casi todos al unísono.
El porcentaje de pedidos con problemas o reclamos de algún tipo era
estable. Necesitábamos al mismo tiempo mejorar el C-SAT (customer
satisfaction, el resultado de la encuesta de satisfacción del cliente) y re-
ducir los costos. Así que, como siempre me gustó desafiar las estructuras
y plantear objetivos imposibles para ver qué pasaba, les pedí que llegá-
ramos a que no existieran las devoluciones. No pedí mejorar el número;
pedí eliminarlo. Cero. Y lo hice con una frase que a muchos les hizo
ruido.
Yo sabía que era imposible. Pero, justamente, ponernos un objetivo
imposible es lo que nos permite pensar soluciones distintas. Y así fue.
Después de mucho discutir e indagar descubrimos que el principal pro-
278 LEO PICCIOLI
Y todos tenían razón: la culpa era del cliente, era él el que se había equi-
vocado, pero el que pagaba el costo de ese error éramos nosotros -porque
nos hacíamos cargo de la devolución- y el cliente que no tenía lo que
quería -y tampoco lo iba a comprar en otro lado mientras “resolvíamos
el problema”.
Me acuerdo de que, en nuestros comienzos, un cliente devolvió una
cartelera de corcho con un agujero en el medio. Claramente era un acto
de maldad del cliente: pegarle una trompada para romperla y ver si
cumplíamos nuestra promesa. Al menos eso decían algunos, pero tal
vez había sido “por causas naturales”. De todas maneras, las discusiones
internas sobre las buena voluntad de los clientes eran intensas. En el
camino habíamos perdido de vista nuestra promesa de tomar todas las
devoluciones, nuestro tiempo y nuestra paciencia.
gos (que por aquel entonces eran impresos), pusimos el tamaño natural
de papel A4 y Carta. Hicimos muchísimas cosas innovadoras a partir
de un objetivo súper ambicioso: llegar a reducir a cero las devoluciones.
¿Lo logramos? No, claro que no. ¿Mejoramos mucho? Sí. Ésa era la
idea.
Me recuerda a lo que estudié de la llegada del hombre a la Luna:
siete años antes el presidente John Fitzgerald Kennedy había planteado
ese objetivo y muchos lo creyeron imposible. Y enseguida recuerdo una
frase de Julio Verne, que hace más de 150 años escribió De la Tierra a la
Luna: “Todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo
realidad”.
Yo sigo pensando que las devoluciones pueden ser cero. ¿Un empren-
dedor por ahí?
Por otro lado, un objetivo imposible es una Visión, algo por lo que lu-
char juntos.
¡Nadie se va de acá!
Señal de fax
más para agregar? Sí, la famosa cita de Steve Jobs, “los que están lo
suficientemente locos como para pensar que pueden cambiar el mundo,
son los que lo hacen”.
DISCIPLINA
Córdoba
FUTURO
FUTURO DE LAS PERSONAS
En mi opinión la mayor falla del sistema educativo del siglo XIX (el
que usamos en el siglo XX e inicios del XXI) es la no generación siste-
mática de esa incomodidad, esas ganas de saber. Con ese cambio sería
suficiente.
Es un poco más que el 80 por ciento del 20 por ciento, pero vale la pena.
Nótese que agregué “equivocarnos” como una de las actividades que
debemos hacer toda la vida:
Futuro 291
Las malas palabras usadas como hábito dejan de ser malas, solo palabras.
Futuro 293
Hay gente seria que sostiene que la primera persona que vivirá 1000
años ya nació. Supongamos que es así, ¿en cuántas empresas vamos a
haber trabajado? Y si pensamos en los etiquetados “millennials”, esto se
acentúa: ¡¡¡¡podrían trabajar 900 años en 440 empresas!!!!
Esto contradice en parte el argumento inicial: el ROI del entrena-
miento es positivo, pero se lo llevarán otras empresas. En consecuencia,
llegamos a la conclusión de que el desarrollo y capacitación es cada vez
más nuestra propia responsabilidad, sea por conseguirlo de la empresa
en donde trabajamos o como inversión propia.
Platos fuertes
Todos valoraremos más la capacitación que den las empresas. Menos las
empresas.
La tecnología afecta cada vez más a lo que llamamos hard: técnicas, pro-
cesos, etc. En otras palabras, las áreas de Recursos Humanos finalmente
podrán dedicarse a conocer a la gente, construir empatía, entenderlos.
Las empresas dejarán de elegir al brilliant jerk, esa persona que trata mal
a todos pero como es brillante -un gran vendedor, por ejemplo- no pode-
mos sacarla. Priorizarán las capacidades soft: la empatía, la capacidad de
conversar, de trabajar en equipo y de construir para el largo plazo. El de-
Futuro 295
safío es claro: lograr que las empresas duren mil años, como las personas.
La paradoja es que esta misma tendencia hará que los roles financieros
sean cada vez más automatizados -por ser más hard- y las empresas real-
mente se diferenciarán por su gente. Entonces, si la diferencia es la gente,
Recursos Humanos manda.
Cuando hacía shows de standup usaba la frase del título (atribuida a Bill
Gates) como si fuera genial. Pero nadie se reía. Casi como con todas las
otras frases de mi monólogo. Algunos se sentaban de brazos cruzados,
desafiándome. Podía leerles el pensamiento: “Pagué 50 pesos, haceme
reír”. Así fue como fui perdiendo la vergüenza de hablar en público.
Desde chiquito fui nerd, pero lo mío no era estudiar: leía ciencia fic-
ción y programaba. En 1983 tomé la decisión más difícil de mi vida, pero
lo hice de un modo sencillo. Una era más común, seguramente por lo
fácil. La otra, aunque elegante, no me convencía. Finalmente, me decidí
por una tercera opción: la señorita Commodore 64. Era 1983 y ésa iba
a ser mi primera computadora. Apenas la tuve, conecté el datasette, car-
gué mi primer juego (Burger Time) y empecé a jugar. Quince minutos
después me aburrí de los jueguitos, me di cuenta de que quería entender
cómo estaban hechos, quería poder crearlos.
Veinticinco años más tarde, sigo preguntándome qué me llevó, mien-
tras mis compañeros jugaban al fútbol o al Atari, a querer programar.
Pero no tengo dudas de que fue clave para construir quien soy.
Futuro 297
¿Quién soy?
Tu jefe nerd
¡NI SE TE OCURRA
APRENDER A PROGRAMAR!
START WALKING
REPEAT {
WAIT ORDER
IF ORDER = “IZQ” THEN LEFT
WAIT ORDER
IF ORDER = “DER” THEN RIGHT
}
¿Viste cuando comprás un horno a microondas, lo desempacás, tirás
ese librito a la basura y empezás a calentar comida? “Ese librito” es el
manual de instrucciones. Hay estudios que dicen que el 68 por ciento
de la población los tira. Del tercio que los guarda, el 7 por ciento los lee.
De ellos, solo un 10 por ciento es capaz de entender las instrucciones y
seguirlas al primer intento: 10 por ciento del 7 por ciento lee y entiende
las instrucciones; tal vez la mitad (no estaba en el estudio) las obedece.
El mismo estudio volcó la información de esos manuales en computa-
doras y llegó a la conclusión de que el 100 por ciento las entiende y sigue
al primer intento.
-Decidite, Leo, estás pensando en irte de Staples desde hace años
-me dijo un amigo ansioso un día que hice un comentario, sin entender
que un proceso de decisión puede tomar mucho tiempo.
Futuro 301
Toda tarea repetitiva puede automatizarse: cuando leí lo que este pro-
gramador ( John) había hecho me pareció increíble. Tenía un par de
conference calls por semana. Conference calls, probablemente la enferme-
dad más contagiosa en una corporación. Se expande tan rápido que no
tiene traducción y ni siquiera sabemos si es femenino o masculino. John
había hecho un software que “escuchaba” la llamada y, cuando alguien
decía su nombre, contestaba: “Sí, no escuché bien, ¿me lo repetís?”, en
una de cinco variantes. En ese momento, interrumpía la pantalla de
John -en la que estaba haciendo otra cosa- con el texto de los últimos
dos minutos de conversación, para que se pusiera al día y pudiera res-
ponder. Magia emprendedora, dentro de una corporación. Cada vez
hay más ejemplos, incluyendo los que le avisan a la esposa que va a
llegar tarde con una excusa al azar.
Hace poco supe de otro programador que, si algo le toma más de 30 mi-
nutos, prefiere hacer un software que realice esa tarea antes que efectuar
la tarea misma. Invierte tiempo, en vez de gastarlo.
Prototipado: una vez envié uno de mis mails semanales con un error.
Enseguida alguien me avisó, pero ya era demasiado tarde. Diez mil per-
sonas lo tenían en sus casillas. Y yo había descuidado uno de mis prin-
cipios: testear en chiquito antes de lanzar algo nuevo. Este concepto se
aplica básicamente a cualquier idea que tengamos.
Hay quien dice que es 95 por ciento transpiración y 5 por ciento inspiración.
Falta el cien por ciento de testeo.
No programarás lo ya programado.
Poka Yoke: cuando entendí que había un término japonés para “a prue-
ba de boludos”, no podía creerlo. Los usuarios no son programadores.
Nuestros clientes no piensan como nosotros, tenemos que hacerles la
vida más fácil. Eliminemos ese formulario, pongamos un simbolito en
los autos que diga de qué lado se carga el combustible y dejemos de
pedir el “sexo” cuando solo necesitamos el número de documento. Lo
del combustible ya está, buscá la flechita en el indicador de combustible
en el tablero :-)
2. Un robot debe hacer o realizar las órdenes dadas por los seres huma-
nos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
Era uno de esos días en los que tenés que hacer trámites, pero no querés
hablar con nadie. Se me ocurrió la maravillosa idea de intentar conversar
con el banco por mensajes de Facebook. Me atendió un bot. Fue igual de
malo que cuando me atendía un humano. Bueno, un poco más rápido.
Y seguro más barato. Pero no me resolvió nada. Finalmente me derivó
a un humano.
O mejor dicho:
Hace unos meses me enteré de que un call center cerró porque deci-
dieron automatizar la mala atención con bots, manteniendo el nivel de
servicio pero bajando el gasto.
Existe una competencia entre humanos y tecnología por los puestos
de trabajo automatizables pero en mi visión es solo, en el cortísimo pla-
zo y en el entorno de quien pierde el empleo, un juego de suma cero (en
306 LEO PICCIOLI
Los robots son siempre protagonistas. Solo los humanos nos victimizamos.
Aun cuando uno sabe que va a perder, prefiere ponerse del lado del pequeño.
Escucho cada vez a más gente preocupada por “la robotización” y “la
automatización” y pensando alternativas para que esto no suceda. Me
recuerda a esa guitarreada de varios Homo Neanderthalis en la que apa-
reció un Homo Cromagnon, más pequeño y erguido. Se reían de él
porque su cabeza era chiquita. Hoy no hay un solo Neanderthal cazando
por ahí. Pero tampoco ningún Cromagnon.
El trabajo me indigna
Soy un desempleado
Benditos millennials
cura que sería administrar tantos cambios de gente y negando con la ca-
beza. “No puede ser”, escucho, parecido a cuando le decís al de Sistemas
que la computadora no enciende. La negación, primera etapa del duelo.
Mi versión del futuro en las empresas viene por acá:
• Alta rotación de personal, con lo que tenemos que dejar de hablar de
“retención”, “atracción” y otros eufemismos, y abrazar esa rotación
como una especie de “diversidad intertemporal”.
• Freelancers y proveedores independientes mezclados con empleados
full y part time. No sabemos -y no nos importará- en qué país están,
su edad o su sexo. Solo el valor que nos pueden dar.
• Construcción de la “Marca Empleadora” para no atraer a la gente
equivocada, sea empleado o freelancer. Idealmente, procesos de in-
ducción abiertos: que sean tan públicos que empiezan antes de la con-
tratación.
• Oficinas cada vez más pequeñas, solo como ámbitos de reunión. Lo
virtual y lo real se confunden.
• Evaluaciones de desempeño constantes, reemplazando a las torpes,
aburridas y casi inútiles anuales. Obviamente también para los profe-
sionales que den servicio.
• Muerte de la encuesta de clima anual. ¿Te gustaría que haya pandas
y koalas en la oficina? ¿Alguien en su sano juicio contestaría en una
encuesta anónima que no quiere eso, golosinas o masajes gratis? La
encuesta de clima va a ser reemplazada por algo novedoso, se llama
diálogo.
• Organigramas “vivos”, dinámicos, todo el tiempo trabajando por pro-
yecto, con equipos que desaparecen al lograrse el objetivo. Tu jefe se
convierte en tu reporte y viceversa.
• Plan de sucesión: todos somos prescindibles y tenemos que estar lis-
tos no solo para reemplazar a quienes trabajan con nosotros, sino
también preparar el escenario para cuando nos vayamos.
• Cuidar más el tiempo de la gente. Es paradójico: tenemos que capa-
citarnos más, pero dándole herramientas a la gente y dejando que
elijan.
• Atender al sindicato, otra pérdida de tiempo. Todos van a desaparecer
en diez años. Al comentario de “pero tengo una contingencia enorme
si me peleo con ellos”, respondo que el secreto está en entender que
Futuro 311
El veloz le gana al enorme. Tal vez sí haya que estar del lado de David.
Y vos, Leo, ¿qué vas a hacer entre tus 70 y 120 años? ¿Te querés retirar?
¿A qué edad? ¿Cómo imaginás esa etapa?
Ja, es como un búmeran, ¿no? La verdad, me enfoco en un período más
corto, tal vez diez años: me gustaría seguir escribiendo y dando con-
ferencias. Mi mayor preocupación al respecto es quedarme sin temas,
desconectarme de lo que pasa en las empresas... Estoy pensando cómo
resolver eso todo el tiempo.
¿Retirarme? No, quiero seguir ayudando todo lo que pueda. Cuido mi
cuerpo y mi cabeza para hacer eso. ¡Pero me cuesta muchísimo imagi-
narme de 105 años!
FUTURO DE LAS EMPRESAS
APPLE VA A QUEBRAR
Nostradamus
No alcanza con estar convencido de que las cosas van a mejorar. Hay que ser
protagonistas de un mundo mejor.
Pero la visión no es sólo para una empresa. Todos tenemos una. Po-
dría ser el “puesto” que uno elige poner en LinkedIn. De hecho, el mío,
Disrupting Management, era válido durante mi último año en Staples
(cuando lo coloqué) y también después; no hizo falta que lo cambiara.
Porque una visión dura más que un puesto.
316 LEO PICCIOLI
Homo Neanderthalis
A cada taxi le llega su Uber. Pero a cada Uber le llegará otro Uber.
Muerte digna
BRÓCOLIS Y MANZANAS
Si estás en tu casa y tenés freezer, andá, abrilo y miralo. Fijate qué tenés
y respondé sinceramente si vas a usar esos brócolis que compraste hace
cuatro meses. Ahora, detrás de las empanadas, hay un resto de salsa. Es
roja, pero no sabemos de cuándo. Claro, te olvidaste de rotularla. No, eso
no nos pasa a los control freaks. Seguro se despegó la etiqueta. ¿La vas a
consumir? Hay estudios que muestran que, finalmente, el 30 por ciento
de lo que entra al freezer nunca se consume o que cada europeo tira, en
toda su vida, una tonelada de productos lácteos.
Durante décadas evité tener productos de Apple. El hecho de que
tuviera un ecosistema cerrado (desde su propio cable de carga hasta que
las apps requieren un sistema de aprobación) me caía mal y me servía
como la excusa pública. Pero, en realidad, es un problema de larga data:
en 1981 había cuatro computadoras hogareñas para elegir. Una Texas
Instruments, que usaba en el colegio. Una Sinclair Spectrum, que pa-
recía un juguete. Y la Apple II y la Commodore 64, dos claros lados de
la grieta.
Mientras mis amigos elegían (o heredaban) equipo de fútbol, yo ele-
gía computadora. Fan de Commodore a muerte.
Ésa era la razón real.
Pero en 2013, estaba de viaje con mi hija y me tenté. Los locales
Futuro 319
Apple eran tan lindos y, encima, mi Samsung se colgaba. Tuve que com-
prarme un iPhone 4. Después, compré un 5. Luego, un 6. Cada vez que
viajaba, compraba uno nuevo.
Hasta que paré. Hoy veo los nuevos modelos y no se me mueve un
pelo. De hecho estoy convencido de que nos pasa a muchos. Imagino
a Apple con mil ingenieros pensando cómo crear un nuevo celular que
nos seduzca y, a pesar de ver mucha ciencia ficción, no se me ocurre qué
pueden hacer. De hecho, con cada modelo nuevo, la tasa de innovación
parece menor. Lo mismo me pasó con la notebook y el televisor, entre
otros. ¿O ya se olvidaron de cuando teníamos una CPU y le agregába-
mos memoria y otras placas?
Si pudiera recomendarle algo a Apple sería que pongan todo ese ta-
lento a desarrollar otros productos (¡un auto!) o que, directamente, lo
eche para que otras empresas puedan aprovecharlo.
Drones, taladros, autos estacionados todo el día: cada minuto de “no uso” de
un bien es desperdicio.
Utopía o distopía
CAPÍTULO SESENTA
“Se comunica a todos los empleados que a partir del día de la fecha el
ingreso se realizará, hasta las 8:45, por la puerta lateral. Firma confor-
me:”. En mi adolescencia, Esther, la secretaria de mi papá, llevaba los
memos a todos los empleados, uno por uno, y les pedía que los firmen.
Le tomaba tanto tiempo que se aseguraba varias veces de que el texto
fuera perfecto. Un error era comenzar todo de nuevo. Hasta que llegó
el email y eliminó el trabajo de llevar memos. Esther siguió preparando
café (hasta que instalaron la máquina), tomando notas y haciendo reser-
vas de viajes (papá nunca aprendió a hacerlo solo).
Pero por algún motivo no entendemos de verdad qué quiere decir esto.
Si todo lo repetitivo se automatiza, los humanos haremos todos tareas
diferentes, tal vez basadas en la empatía, en la resolución de problemas u
otra cosa no automatizable. Al hacer cosas diferentes, seremos realmen-
te únicos ante los ojos de las empresas. Y no necesariamente los robots
harán que disminuya el empleo. Como ejemplo, podemos ver lo que
hicieron los fabricantes de automóviles de Estados Unidos, Europa y
Asia. Como consecuencia de la instalación de 80 mil robots industriales
decidieron reestructurar algunos programas y eso generó que se crearan
230 mil puestos de trabajo. Y, si miramos datos de desempleo, los países
con más densidad de robots son los que tienen tasas de desempleo más
bajas. Corea del Sur era en 2016 el país más robotizado (con 531 unidad
cada 10 mil trabajadores) con una de las menores tasas de desempleo del
mundo, 3,6 por ciento.
Si a eso le sumamos que buena parte de los trabajos que realicen los
humanos podrán ser remotos, con lo que podremos dar servicio a mu-
chas más empresas (en el mundo/universo), la relación de poder traba-
jador/empleador cambiará radicalmente.
Si somos todos diferentes, será más difícil que alguien nos represente. Por
suerte la tecnología, una vez más, nos ayudará.
Este aumento de la tasa de productividad (que genera que haya más ali-
mentos, vacunas y medicamentos, entre otros) y la tendencia a consumir
menos (o, al menos, a desperdiciar menos) hace que eventualmente no
tengamos que trabajar para vivir. Así, si no nos gusta donde trabajamos,
326 LEO PICCIOLI
podemos dejar ese lugar para buscar otro o, simplemente, para no traba-
jar más. No necesitaremos, entonces, a los sindicatos.
En resumen, la tecnología lleva a que realmente seamos todos dife-
rentes, lo que implica que ni las empresas podrán abusar ni los sindica-
tos representarnos, y a que ni siquiera tengamos que trabajar, ganando
libertad. Recordemos, el trabajo no dignifica. La vida es digna.
Los sindicatos existieron menos del 2 por ciento de la historia humana. ¿Por
qué suponemos que tienen que seguir existiendo?
FUTURO DE LAS EMPRESAS
¿Y SI EN EL LARGO PLAZO
ESTAMOS TODOS VIVOS?
algo que les sirva en el futuro. Por último, a más autos, mayor daño al
medioambiente.
Para mí no hay mucho que festejar. Pero debe ser porque ya no tengo
un “auto de compañía” y estuve a punto de ni comprar mi Peugeot.
Todo el tiempo veo contradicciones entre FUERA y lo que pasa den-
tro de cada país, lo que los gobiernos empujan, lo que todos celebramos.
Me pasa parecido cuando se discute el salario de docentes/médicos/
policías u otros empleados públicos, sabiendo que en diez o veinte años
estas profesiones serán obsoletas. Y que, en el caso de los docentes, los
niños y adolescentes aprenden a pesar de ellos y gracias a tecnologías
más modernas, como las redes sociales o Los Simpsons.
Pero debe ser porque soy insensible a las necesidades sociales.
chequear con un experto. O nos iremos a otra “tribu”, una más racional.
Pero, ¿por qué pasa esto? Porque creemos que el Estado tiene que
resolver nuestros problemas y, consecuentemente, tenemos demasiadas
personas haciendo política. Creímos -la humanidad- que, cuantos más
representantes hubiera, mejor representados estaríamos. Y así llegamos a:
• Matar el sentido común.
• Trabar cualquier discusión realmente relevante.
• Generar muchas leyes superfluas porque cada representante quiere
“dejar su huella”.
¿Por qué ser político o sindicalista (otra forma en que suelen presentarse
los políticos) es, en general, una “carrera”? En una empresa, cada pues-
to genera gastos automáticamente, esos “costos ocultos” que nos harían
tomar decisiones diferentes. En el sector público esto se potencia: ase-
sores, gabinete, riesgos de corrupción en contrataciones... todo sale de
nuestros bolsillos.
Una pregunta que no pude responder todavía es cuántos niveles hay,
en un país, entre un médico de hospital público y el Presidente de la
Nación. Imagino entre seis y diez. Cada uno de ellos es una oportunidad
para “el teléfono descompuesto”, tanto hacia abajo como hacia arriba.
Así como las empresas privadas tienen que ser chatas para maximizar
la orientación al cliente, el sector público también tiene que tener la me-
nor cantidad de niveles. Por lo general, un jefe con uno o dos reportes es,
en lo público o privado, ineficiente. Si suponemos que puede tener siete
reportes, con cuatro niveles gerenciamos una estructura de 400 personas.
Pero es casi exponencial, como muchas otras cosas: con ocho niveles
podríamos tener una organización de 960.800 empleados.
Otra consecuencia de tener tantos políticos y, tal vez, lo peor de todo,
es que no conocemos a nuestros representantes.
¿Por qué para cualquier trabajo nos entrevistan y hacen análisis psicofísicos,
menos para representante político?
330 LEO PICCIOLI
¿Corto o largo?
Cuando alguien habla de largo plazo, los políticos suelen invalidar el ar-
gumento con un “la gente se muere de hambre hoy”. Critican, entonces,
la distribución del gasto público: “Esto no puede seguir así”. Asumen, en
el camino, que todos los anteriores estaban equivocados. Ciclo del que
parece que algunas sociedades no pueden salir.
Los políticos nos llevan a sobreestimar lo que se puede hacer en un año (con
sus promesas) y subestimar lo que se puede en veinte (si planeáramos).
Creo que como sociedad nos equivocamos. Así como Colón descubrió
América buscando otra cosa, estoy convencido de que nuestro corto
plazo solo mejorará si nos enfocamos -y tomamos decisiones- sobre el
largo plazo. ¿Qué creemos que va a pasar con el mundo? ¿Qué tipo de
sociedad queremos? ¿Qué valores se van a mantener constantes? ¿Cuá-
les cambiarán? Una vez discutidos estos temas, simplemente por la ma-
gia de Mary Poppins y el interés compuesto, cada día nos acercaremos
más al mundo ideal. Nunca llegaremos, porque para eso son los mundos
ideales, para soñarlos. Y cambiarlos cuando estamos a punto de llegar.
De hecho, vuelvo atrás un par de siglos, a la época en que nuestros
países se formaban y decidían una Constitución. Y pienso en eso: una
Constitución es una Visión de largo plazo, un ideal para perseguir y
un acuerdo que hicieron nuestros antepasados para simplificar nuestras
discusiones.
Salud: en este ámbito debería haber una revolución, con más gente de
cercanía y especialistas centralizados con tecnología. Aumenta un poco
la cantidad de gente, pero con una distribución diferente. Parte de la
función del médico (diagnóstico) será automatizada, pero harán falta
más personas enfocadas en la empatía.
Burocracia general: se tiene que reducir mucho más del 50 por cien-
to gracias a la tecnología. Eventualmente se podría transparentar que
50 por ciento de los empleados públicos sean beneficiarios de planes
sociales encubiertos y que no ocupen espacio en oficinas innecesarias.
DE NUEVO EN LA TRIBU
Confluencia
Las empresas no se pueden dormir, porque las pasarán por arriba. Esta
competencia -y el hecho de que los monopolios naturales van desapare-
ciendo- las lleva a ser mucho más eficientes que esos grupos liderados
por políticos que llamamos Estados.
Cada ineficiencia del Estado genera una oportunidad para una empresa.
Me encantaría que cada Estado pudiera hacer lo que casi todos cree-
mos que debería hacer, en un mundo ideal… Pero lo veo imposible. Así,
dado que la justicia suele ser lenta, las empresas de comercio electrónico
many-to-many o las de pagos online tienen sistemas de resolución de
Futuro 337
-Mirá qué interesante… -así empecé otra fría mañana de 2007. No pude
seguir, distraído por las caras de preocupación que ponía mi equipo cada
vez que arrancaba una frase de este modo.
Pero esto es interesante de verdad. OK; siempre digo lo mismo.
Futuro 341
Cólera en Harvard
La grieta
¿Qué es Twitter o cualquier otro servicio, entonces? ¿Lo que dice la empresa
o el uso que le damos?
Y este nuevo uso que le doy a Twitter me llevó a hacer un nuevo test:
puse algunos tweets de publicidad. Y, para mi sorpresa, explotó. Tal vez
lo más llamativo fue que al menos cinco personas respondieron al tweet
con algo como “vino como patrocinado, pero te perdono porque el con-
tenido era bueno”.
Duplicate
Editate constantemente
Empezar un mail con la frase del título de este capítulo es terrible. Ter-
minarlo así, es la muerte. Es como pegarle una piña a alguien, de esas
bien premeditadas, y después pedir perdón. Si querés escribir corto, es-
cribí corto. Si tu mensaje es extenso, hacelo extenso. Pero no te disculpes
por algo que podrías haber evitado. De hecho, evitalo directamente. Si
ponés la frase, lo que estás diciendo es: “Escribí para mí, me importa tan
poco tu tiempo que a mi mensaje ya largo le agrego frases que lo hacen
más largo”.
Con los años aprendí a dejar los mails que escribo sin enviar unos segundos,
y leerlos nuevamente con los ojos del lector.
Algunas de las funciones de nuestro show de standup fueron sold out. Sí,
en algún lado tengo la foto de la boletería con ese cartel. Para las prime-
Futuro 347
Las empresas deberían liquidarse todos los años y, luego, fundar otras nuevas
más eficientes sin las cargas del pasado.
Ya sé, parece ridículo. Pero la historia de la Tierra tiene casi 5 mil millo-
nes de años; la humana, unos 10 mil; y la de las empresas, apenas unas
décadas. Creo que estamos frente a un sesgo de “prejuicio del statu quo”:
pensamos que lo que ya existía cuando nacimos va a seguir allí para
siempre. Y nada hasta ahora duró para siempre. Que las empresas (y po-
dés reemplazarlo por lo que gustes: países, sistemas, especies) aparezcan
y desaparezcan es sano. Aunque duela.
FUTURO DE LA INFORMACIÓN
Las Vegas, el lujoso estadio de básquet del Mandalay Bay lleno, siete
mil personas.
Joss Stone se baja descalza del escenario entre aplausos. Con una po-
llera larga y de muchos colores y una pashmina gigante violeta, parece
que brillara. Tiene una belleza tan intensa como la música que acaba de
cantar. Supongo. Porque no la pude escuchar.
Llega ahora el momento del discurso de apertura. De repente, el esta-
dio colmado está en silencio. Se encienden los reflectores. Miles de per-
sonas expectantes dirigen su mirada al hombre parado en el escenario.
El discurso termina. Miles de personas aplauden de pie.
Están aplaudiendo… mi discurso.
Me bajo del escenario temblando. Se me aproxima un hombre son-
riente, me estrecha la mano con fuerza mientras con la otra me da unas
palmadas en el hombro.
-This is the best opening ceremony ever! -me dice casi gritando, por cul-
pa de la música.
Es el CEO de Staples, jefe del jefe del jefe de mi jefe.
Futuro 349
Si estoy a cuatro niveles del CEO, hay siete reportes por nivel, dedica 50 por
ciento del tiempo al personal interno y el tiempo se reduce 50 por ciento por
nivel, me va a dedicar una de cada 2744 horas de trabajo.
Entre San Andrés y Las Vegas el trabajo me forzó a mejorar. Hice cur-
sos de oratoria y standup comedy, armé Excels para preparar presen-
taciones (obviamente) y me expuse cada vez que podía, esforzándome
para liderar mejor.
El precio de la libertad
Ser parte de ese proceso, pero sin sufrirlo directamente, sin exponerme
casi, me ayudó mucho. Fue muy difícil: la primera versión de la presen-
tación era muy mala, totalmente incómoda para el discurso que Santi
tenía preparado. Ahí entendí algo fundamental.
Es muy, pero muy difícil preparar un Powerpoint para otro y que discurso e
imagen sean coherentes.
Futuro 351
El cierre
Pero no siempre termino una charla tan bien. En San Pablo acepté una
vez dar una charla sobre Franquicias. Fui seguro y relajado con mi re-
mera, jeans y zapatillas. Mi uniforme para presentaciones. Me enfrenté
a una audiencia totalmente distinta, más estructurada. Y mi mensaje no
los desestructuró para nada. A mitad de la charla ya me di cuenta de
que no había conexión y lo único que quería era terminar e irme. No
ayudaba que las paredes eran finitas y mi atención se iba todo el tiempo
a lo que decía el orador en el salón contiguo. Era interesante. Y tenía la
intensidad de un tren.
Trágame tierra
Mi primer libro era como un hijo: perfecto. Iba a ayudar a muchos, era
el que me hubiese gustado que me dieran a mis 15 años. Pero las edito-
riales no lo entendieron. Decidí publicar igual. Santi, uno de los pocos
autores locales que respeto tanto por la pasión como por el libro que
publicó, me diría lo mismo que sentí yo: “El esfuerzo fue gigante, pero
no me dio el placer que esperaba”.
Perdí todo
Hay dos tipos de libros, los best-sellers y los que solo compra su autor. Sin
término medio.
Resumir es un arte
“Publicá responsablemente”
¿Será que todos los que publicaron están convencidos de que el mundo
iba a ser mejor por su libro?
EL MÉTODO NETFLIX
PARA QUE LOS NIÑOS ESCRIBAN BIEN
Y HAGAN OTRAS COSAS BIEN TAMBIÉN
6. Ergo, forzamos las listas para que sean 7 u 11 ítems, por ejemplo.
7. ¿Me entendés?
Caer en la tentación
Uno de los primeros artículos que escribí al salir de Staples fue sobre
algo que me apasiona: cómo poner precios. Confundimos tanto valor,
costo y precio que casi todos tenemos oportunidades en esta área. Claro,
con mi experiencia de pricing para miles de productos y clientes en dos
países, me consideraba un experto. Con el título tentativo de “9 consejos
de pricing para freelos” pensaba que mi artículo era excelente. Alguien
que lo leyó me dijo: “Estás escribiendo desde afuera, nunca fuiste freelo.
Tu valor es la honestidad, compartir historias y tus aprendizajes. No
pararte como experto”.
No lo publiqué nunca.
Como dijo alguien cercano a un superhéroe, “con gran poder viene gran
responsabilidad”. Y mi responsabilidad, en este caso, es agregar valor a
quien me regala su atención. Y ese valor no proviene de que sea un gurú
o un experto: mi valor pasa por el esfuerzo que hago por compartir no
sólo lo que aprendí sino cómo lo aprendí.
Entendí entonces tres claves para escribir, que llamo el “método Netflix”.
Futuro 359
Lo superfluo
Inteligentes
Además de que las listas suelen estar escritas desde el punto de vista
de expertos, tienen otro defecto. El mismo que tienen muchos artícu-
los tanto en redes sociales como en periódicos, la televisión y hasta las
publicidades. Si hacemos una curva de Gauss de la distribución de la
inteligencia (sea cual sea la inteligencia y como la midamos), todo el
tiempo veo contenido creado para el primer cuartil, el que corresponde
a la parte que atonta o aburre.
Escribir como si los que leen fueran idiotas es una profecía autocumplida.
Storytelling
Contar historias está de moda. Está de moda desde hace 100 mil años,
ya que es la forma en que la humanidad evolucionó. Pero, después de
algunas décadas de expertos diciéndonos qué hacer (desde el maestro
en el aula, el político en el atril o el Tinelli de turno en la tele), ya no
Futuro 361
De acuerdo a cómo una empresa elija sus competidores serán sus decisiones.
Futuro 363
Imaginate ahora un futuro no muy lejano, cinco o diez años, en los que,
para simplificar el análisis, la tecnología no avanza. Seguimos con el
mismo celular y las mismas redes sociales que en el siglo XXI y con los
mismos bancos, escuelas y políticos del siglo XIX.
Las redes sociales viven de la publicidad, excepto una que se anima a
cobrar una cuota (sí, la “red social más aburrida”: LinkedIn). No es que
LinkedIn no intente incrementar su negocio publicitario, pero parece
que no le está encontrando la vuelta. Por suerte.
Todas las demás necesitan maximizar “tiempo en la pantalla”, que
para Facebook, Twitter o Instagram se traduce en “cantidad de publici-
dad”. Claro, si en promedio pasamos dos horas al día en redes, en diez
años seguramente serán seis o siete, por dos motivos.
El primero es que estas empresas buscan activamente capturar nues-
tra atención:
• Facebook lanzó contenidos de TV propios y Facebook Work ya se
está implementado en algunas empresas.
• Whatsapp sigue creciendo y agregando “motivos para quedarse fren-
te a la app”.
• No me sorprendería que Microsoft hiciera alguna adquisición para
LinkedIn o mayor integración con Skype o similar (también de la
misma corporación). O que colocara publicidad en Word, Excel y
PowerPoint ;-)
Pero el otro motivo es todavía más fuerte: las redes sociales, que por
definición creíamos prácticamente neutras, están todo el tiempo deci-
diendo qué mostrarnos para maximizar el tiempo que pasamos en la
pantalla. Y esto, en unos años, será determinante.
364 LEO PICCIOLI
Gente nueva trae ideas nuevas y nos ayuda a valorar lo que tenemos.
Futuro 365
Posverdad y posmentira
Pero el problema es aún mayor. Antes, todo lo que veíamos y parecía real
probablemente lo era (excepto para Elon Musk y yo, que creemos que
vivimos en una simulación desde el inicio de la humanidad). Pero ahora
algo parece real porque mucha gente lo comparte y automáticamente
nos colocamos de un lado o del otro. Estamos de acuerdo o en desacuer-
do. Sin importar si es verdadero o no, las redes sociales que prometían
información y conocimiento nos llevan de vuelta al oscurantismo.
En muchos países del mundo se está acentuando la grieta, sea como
fuere que la llamemos. “El relato” argentino pasa a ser “the narrative” en
los Estados Unidos... El Brexit gana por un engaño que circula en las
redes sociales… Catalunia se envalentona… Y seguirán otros, constru-
yendo un relato a medida. “La historia la escriben los ganadores, así que
ganemos y después escribamos”.
¿Cuánto falta para que la app de taxis nos permita elegir equipo de fút-
bol y orientación política del chofer? Perderíamos esa función social tan
subvaluada que es la “conversación con extraños”. Sí, ya sé: no todos la
disfrutan. La opción “chofer silencioso” sería genial.
Tengo una empresa hace 20 años, nos sigue yendo bien, pero la in-
dustria está por cambiar mucho y me imagino un mercado con menos
competidores -y nosotros nos vamos a quedar afuera. ¿Qué me reco-
mendás?
Primero trataría de “pulir” esa idea de futuro. Realmente, ¿la industria
está por cambiar mucho? ¿Habrá consolidación?
Si es así, el que venda su compañía antes gana. Cada día que pase, tu
empresa vale menos. Si va a haber consolidación, mejor ser parte de la
misma y no sufrirla.
368 LEO PICCIOLI
Esos duelos corporativos tienen ahora duración exacta: una o dos horas.
Nunca un número que no sea múltiplo de sesenta minutos. Y, como
desde el lejano oeste, siempre están los mismos personajes. Dos egos
muy grandes que, con mucha educación, tratan de dispararse sin que el
otro lo note. Algún casual transeúnte, que no entiende cómo terminó
en el medio de ese evento. Y un religioso o estudiante de coaching, tra-
tando infructuosamente de que no corra sangre. Pero sangre tiene que
correr. La pirámide social es eso, una pirámide. Y solo los cowboys más
agresivos escalan.
Con el tiempo se desarrollaron armas para que los duelos puedan
hacerse a mayor distancia: rifles y conference calls. Esto mejoró la vida
de los transeúntes casuales que no se animan a excusarse: cada vez más
pueden estar sin estar.
El candelabro seguía vibrando, parecía a 440 hertz. Un “la” perfecto.
Pero ya no goteaba. Desde que había cerrado la puerta de la sala de la
fotocopiadora habían pasado unos minutos. La máquina seguía traba-
jando: se veía una luz recorriendo una rendija repetitivamente. Pero de
alguna manera el ruido, ese chirrido con cada copia, parecía de otro
mundo. Como si las pistas de audio estuvieran separadas: se veía bien
claro el pico que hacía, la vibración, una suave caída, otro pico y silen-
cio. Se venía repitiendo hace tiempo, mientras la máquina preparaba
el material para la reunión de inicio de mes, el día siguiente. Porque,
a diferencia del lejano oeste, los duelos ahora tienen otro componente
fundamental: la presentación. Decir mucho sin decir nada, las fotos más
hermosas del mundo, las animaciones mejor coordinadas, los textos más
largos, cada presentación intenta batir a las demás con su estilo único,
ése que habla de quien la hizo. O, mejor aún, del cowboy que la mandó
a hacer.
El de mañana sería un duelo bastante incómodo: Juan venía faltando
todos los fines de mes. Sabía que su jefe lo tenía en la mira desde que
fue ascendido. Juan era su única amenaza y lo había mostrado en cada
reunión. Siempre la misma rutina: llegaba quince segundos después que
su jefe y colocaba su celular último modelo con la pantalla hacia arriba y
girado para que sea legible por los demás. ¡Hacia arriba! Recibía muchos
mensajes por minuto, además de varias notificaciones de redes sociales.
En cada reunión, a los cinco minutos, decía lo mismo: “Disculpen, lo voy
a poner en mudo”. No era solo el celular carísimo o las notificaciones,
Epílogo 371
también el tono de voz que usaba parecía decir: “Ese puesto debió haber
sido mío”. Y su jefe ya no lo soportaba.
La empresa siempre echaba a fin de mes, incluso cuando atraparon
a Mariana robándose dos cajas de clips un día 10. En ese momento le
dijeron de Recursos Humanos: “Este tema no quedará así”. Y el 31,
cuando Mariana ya estaba convencida de que sí quedaría así, la echaron
por robar, con justa causa. El asistente de Recursos Humanos que ma-
nejó todo el caso fue nombrado Empleado del Mes.
Esta vez Juan decidió cambiar su actitud. No quería esconderse más
los fines de mes. Le habían mandado un médico desde la segunda vez
que se ausentó y ya empezaba a correr el riesgo de que se repitiera, de
que un facultativo tuviera la duda de si no estaba simulando esos dolores
de espalda. Estaba seguro de que en Recursos Humanos a nadie se le iba
a ocurrir mandar el médico “con código”, palabra clave para que lo revi-
saran casi ultrajándolo. Hacía tiempo que, preventivamente, había salido
a tomar cerveza con ese equipo, construyendo una red de seguridad.
Sin dejar de sentir la vibración del candelabro, trató de escuchar por
entre los bocinazos y los chirridos de los autos corriendo por llegar a su
casa para seguir la rutina. El ruido de la fotocopiadora seguía, pero era en
paralelo. Podía escuchar todo lo demás. Alguien cerró un cajón en la ofi-
cina. Desde aquel episodio de Mariana todos guardaban sus herramientas
de trabajo bajo llave -todo, menos las computadoras y las resmas de papel
que usaban para elevar el monitor y no tener problemas en el cuello. Los
cuadernos eran lo más importante: tenían siempre información que se
podría usar en su contra. Un año antes habían echado a Pedro (no quiero
dar su nombre real porque puede no conseguir trabajo nunca más). Pedro
tenía dibujos de temas religiosos en los márgenes de varias de las páginas
del cuaderno. Claramente, trabajaba menos de lo que debía.
¿Habrá sido ése el último cajón que tenía que cerrarse? En general,
los primeros cajones de la tarde se cierran suavemente, tratando de no
llamar la atención. Éste, ¿no había sido un golpe fuerte, como diciendo,
“me voy, soy el último y por eso el mejor”?
¿Sería seguro salir ya o mejor esperar un poco más? Si alguien salía
puntual quería decir, en realidad, que “había estado esperando desde
hace rato para irse”. Salir un poco después de hora estaba muy bien vis-
to. Pero hacía un tiempo habían despedido a uno que se quedó noventa
minutos después del cierre: pensaron que se quedó durmiendo para en-
372 LEO PICCIOLI
gañar a la empresa. Pero la realidad es que, esa vez, lo único que le pasó
fue que se equivocó al poner el despertador: 7 de la mañana en lugar de 7
de la tarde. Un error que no va a volver a cometer, al menos en la empresa.
En ese estado de hiperatención, el candelabro parecía seguir vibran-
do, la máquina fotocopiadora trabajando y los autos bocinando. Pero de
repente se oía otro sonido rítmico. Una respiración suave, lenta, relaja-
da. Como de alguien durmiendo sin roncar, totalmente relajado. Alguien
muy cercano pero que, extrañamente, sonaba desde abajo.
“Abajo están los de abajo”, le habían dicho a Juan cuando lo contrataron
y lo sentaron en el segundo piso del edificio de veinticinco. En realidad
eran 26 pisos, pero el último no tenía botón en el ascensor, solo se llegaba
con la tarjeta magnética del Directorio. La misma que permitía “comprar”
en la cafetería lo que quisiera sin pagar o estacionar el auto en las mejores
cocheras. Esa frase, que le había sonado como un éxito hace unos años,
hoy le daba risa. “Abajo está el de abajo, respirando levemente”, pensó.
Es en esos momentos absurdos en donde nuestro cerebro vaga, recorre
caminos que después son difíciles de rehacer, casi el mismo estado de
duermevela, el trance en el que todos entraban al sentarse en su silla de
oficina, mirar la pantalla y apoyar la mano derecha en el mouse. Sistemas
no permitía a los zurdos cambiar de lado el ratón por normas de seguri-
dad. Había que acostumbrarse.
De repente, Juan se veía sentado cómodamente en su sillón preferido
-que todavía no había terminado de pagar- comiendo pochoclo, mirán-
dose en una película, con el candelabro dorado vibrando suavemente. Era
raro porque había dejado de ir al cine cuando nació su primer hijo, hoy
adolescente. En la pantalla podía detectar todos los detalles porque, ade-
más de ser gigante, por algún motivo se veía la luz prendida. Entonces
entendió, como si hubiera recordado, que en el armario donde se guarda
el papel de la fotocopiadora y las cajas de tóner, es donde el jefe escondía
los regalos de más de cincuenta dólares que recibía. Los guardaba ahí para
llevárselos un tiempo después o para regalarlos a, como el decía, “sus polli-
tos”: los que lo seguían con la cabeza gacha a donde fuera y le compraban
el celular cuando él hacía un upgrade.
Una vez un proveedor le regaló un viaje, con valija y todo. En ese ar-
mario dejó la valija una semana. Solo se llevaba en el momento lo que
podía poner en el bolsillo interno del saco sport azul que usaba junto con
sus pantalones caqui anchos y una camisa que cambiaba cada dos días.
Epílogo 373
El último fin de año había llegado una caja alargada con un candelabro
antiguo de hierro con detalles de oro y un certificado de autenticidad
que decía “Fabricado en Venecia, 1782”. Lo había enviado un proveedor
que había sido “bendecido” con varios contratos de largo plazo. Todos
sabíamos pero ya nadie decía nada, al menos desde que María tuvo “ese
problema”...
La habían contratado como auditora del sector Compras, luego de
que el Directorio recibiera cuatro denuncias en dos meses. Era conta-
dora, joven, minuciosa. Y pedía detalles con la misma sonrisa con la que
pediría la sal en la mesa. Entre esos detalles, un 30 de diciembre pidió la
licitación número 47.207. De todas las denuncias que recibió eligió ésa.
Todavía es un número que nadie se anima a repetir.
Apenas empezó a leer la licitación 47.207 se levantó y, con esa sonri-
sa, fue a preguntarle al jefe por qué el proveedor debía tener más de diez
años en el mercado pero menos de doce. “La experiencia, María, es un
arma de doble filo: ayuda pero también ata”, fue la respuesta que recibió
después de unos casi imperceptibles segundos de titubeo. A medida que
hurgaba en la documentación, veía más detalles inverosímiles y requisi-
tos inútiles. Estaba digitada, al igual que la mayoría de las compras que
pasaban por el sector.
Lo que María no sabía era que todos lo sabíamos, por eso queríamos
el puesto de jefe: para poder tener el último celular, viajar por el mundo
y hacer rugir el motor del auto. A nadie le interesaban los candelabros
antiguos.
Ese 30 de diciembre a la tarde encontraron en la computadora de
María fotos pornográficas, que circularon primero por la empresa y lue-
go por uno de estos medios online amarillistas. Al día siguiente, apenas
entró con los ojos rojos por haber pasado la noche en vela llorando y tra-
tando de dar explicaciones, la llevaron al cuarto de la fotocopiadora y le
dijeron que alguien de Seguridad la acompañaría a tomar sus pertenen-
cias y salir de la empresa para siempre. Esas conductas eran inaceptables.
Por eso cuando el jefe llamó a Juan el último día del mes a la sala de
la fotocopiadora, le pareció una hermosa paradoja del destino partirle la
cabeza con un candelabro dorado, regalo de un proveedor.
La víctima quedó inconsciente. Y finalmente Juan fue protagonista
del cambio.
374 LEO PICCIOLI
Una vez que te das cuenta de que te estás victimizando, las soluciones em-
piezan a aparecer más claras.
Todos los errores son míos, eso es obvio. El libro está lleno de opiniones,
también son mías salvo que aclare otra cosa.
Y un agradecimiento especial a todos los que me incentivaron a hacer
el libro en su etapa de crowdfunding, entre otros:
soy
bitos laborales: si no nos mostramos empáticos y humildes, no
podremos ser felices. tenemos que aprender a ser humildes para
poder aprender siempre.
solo los capítulos referidos a quienes trabajan para otros y los que
se corresponden a aquellos que decidieron emprender podrían
leo piccioli entremezclarse, ya que están siempre cruzados por conceptos
comunes. entender que no debemos esperar nada de otros sino
construir nuestro propio camino es uno de ellos. otro, además
de que el mundo cambia cada vez más rápido, es el que sostiene
la idea de que siempre hay opciones, que siempre podemos ser
protagonistas en lugar de víctimas y que elegir nos hará felices
-sin que sea tan importante no equivocarse.
aplicando las mismas tendencias, la sección sobre el futuro pro-
fundiza en lo que le espera a empresas, sindicatos, al empleo en
general, a la información y al estado -siempre pensando en el lar-
go plazo y eligiendo encontrar puntos en común por encima de
ahondar las grietas. aún cuando esto no sea tan fácil de vender.
creo que tenemos por delante una oportunidad única y, por eso,
en Soy Solo comparto, desde la humildad, historias de vida -pro-
pias y ajenas- que dejan un aprendizaje de liderazgo para que
-no sólo al final del camino, sino también durante el recorrido-
todos podamos ser felices.