No es raro encontrarnos con tejidos relacionales entre la música y la literatura:
basta con saber que las letras de las canciones tienen estructura poética, con recordar las referencias al mundo del Jazz hechas por Cortázar a lo largo de su obra, con escuchar la canción de Radiohead titulada Banana Co. en homenaje a Cien años de soledad, etc. Siguiendo esta misma línea musical, debemos decir que existe una escritora argentina llamada Mariana Enriquez que le devolvió la pelota de la intertextualidad a Radiohead. La forma que eligió para hacerlo fue titular Cómo desaparecer completamente a una de sus novelas. Nombre mejor puesto, imposible. No sólo porque se ajusta a la temática de la novela, sino porque la angustia de la canción How to disappear completely -del disco Kid A- invade cada espacio en que los personajes se mueven, sobre todo el de Matías, personaje principal de la historia. Matías es un joven de 15 años agobiado por la pobreza en la que le tocó hundirse, por la degradación de su familia, por la locura de su hermana, el fanatismo religioso de su madre, las perversiones de su padre. En un universo retorcido y lúgubre como ese, encuentra una salida en la venta de cocaína que alguien dejó escondida en su casa. Sin embargo, apropiarse de esa mercancía y sacar rédito de ella implica también poner en peligro su integridad física: el verdadero dueño podrá tomar venganza por este robo. Por eso, la única manera de salvarse será huir. Borrarse del mapa sin dejar huellas. Perfectamente ambientada, con un estilo que imprime velocidad a la lectura, realismo, suspenso, y tamizada con constantes alusiones a la música que acompaña las situaciones que se narran –los jóvenes desencantados con la vida que se juntan en la plaza escuchan Punk, en las cercanías de los barrios pobres no cesan de sonar canciones de cumbia- y con citas a sombríos músicos como Nick Cave y Kurt Cobain –o incluso homenajes solapados a The Smiths- la novela nos sumerge en un mundo de angustia idéntico al que habita Matías. También nos obliga a escapar, a acompañarlo, a desaparecer junto a él. Nos inspira el mismo deseo que pregona la canción de Thom Yorke y compañía: agazaparnos en un rincón solitario, en un escondite aterrador y cantar a coro con los personajes de la historia: I’m not here, this isn’t happening. Por María Lucía Santagata