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No hay dudas: los domingos absolutamente quietos.

Hay quien dice que es


porque ese día ni siquiera Dios trabajó, otros aseguran que es porque en la televisión
solo pasan películas malas, un par juran que es por la escasez de negocios abiertos;
particularmente creo que es porque simplemente sabemos que al día siguiente nos
augura el inicio de otra semana laboral. Leer es una buena manera de enfrentarlos.
Si hay un escritor que se adapta perfectamente a la melancolía de un domingo,
combinada con el humor necesario para afrontar el lunes, ese es Alfredo Bryce
Echenique. Peruano, de prolífica carrera, cuenta con gran número de novelas, cuentos y
ensayos en su obra. Algunos están ambientados en el Perú de los años 1950, repletos de
nostalgia y tonos sepias; otros en Europa, tanto en España, Francia e Italia, ya con tintes
post-Mayo del ’68, televisión color y punk en las radios. Cualquiera de estos últimos
puede ser perfecto aperitivo para un domingo gris, verde o anaranjado. Sin embargo, a
la hora de empezar por uno, quizás para devorar en un día, valdría la pena correr a
cualquier librería y buscar La última mudanza de Felipe Carrillo. ¿Por qué? Porque más
allá de ser un libro cuya edición de bolsillo es sumamente barata, es una novela corta y
repleta de humor, a pesar de los infortunios del personaje que le da nombre a la obra.
El amor y los corazones rotos se mezclan en una historia en donde abundan no
solo los malentendidos y las situaciones tragicómicas, sino también las reflexiones sobre
el devenir de nuestra existencia cuando nos encontramos subidos al tren del
enamoramiento. Digna de ser leída en pleno duelo post-ruptura amorosa como también
en el cénit de un noviazgo, esta novela sorprende por su prosa honesta y por la forma de
mostrar que, incluso en los peores momentos, el humor y la esperanza pueden hacer más
llevadera cualquier situación. Con un café, con una cerveza helada, con un vaso de licor,
con un buen pedazo de pastel, La última mudanza de Felipe Carrillo se disfruta llueva,
nieve o truene. Eso sí: no se olvide de agregar, como acompañamiento, un profundo
tango despechado. Con el ambiente ya armado, puede sumergirse en las peripecias,
disparates y sarcasmos de un hombre abandonado, que, como nos sucede los domingos,
debe dar un paso valiente para volver a empezar. Emprenda la aventura con él.

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