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Pueblo perdido
Sebastián Fonseca
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Fonseca, Sebastián
Pueblo perdido
Sebastián Fonseca - 1a ed.
San Carlos de Bariloche
Municipalidad de San Carlos de Bariloche, 2016.
88p. ; 20 x 14 cm.
ISBN 978-987-96371-1-1 1.
Narrativa Argentina.
I. Título.
CDD A863
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Pueblo perdido
Sebastián Fonseca
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A Loli, mi gran compañera
A Martina, mi hija
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Todos los narradores viven en la misma patria:
la espesa selva virgen de lo real.
Juan José Saer
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El asistente
veo por el rabillo del ojo cómo se me acerca Carriqueo, sigiloso. Aparece en mi
campo visual con esa mandíbula deforme, algo desplazada hacia un lado, como si
un instante, hasta que lo miro a los ojos. Solo entonces, desviando la mirada, me
Miro hacia el oeste y veo cómo, poco a poco, justo atrás del cerro Ventana,
ese día amaneció con ocho grados bajo cero y yo me enojé conmigo mismo por
seguir con un auto destartalado que no tiene calefacción. Por suerte, antes de que
termine este otoño pude levantar un techo para no dejarlo a la intemperie. Aunque
por dentro se hiele igual que por fuera, por lo menos no tengo que sacarle
Es que acá en Pueblo Perdido, cae mucha nieve. Y eso significa la muerte.
Cada copito que va cayendo aumenta las probabilidades de que alguien nos deje
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para siempre. Ya sea por falta de calefacción, alguna enfermedad respiratoria o un
Como el bueno de Carlitos, que hace dos semanas se encontró con hielo negro
directo al sector congelado del lago Tigre. No tuvo chance el pobre. Cuando lo
encontraron estaba boca abajo sobre la capa de hielo y tenía las piernas en el
agua, como si hubiera intentado salir por el hueco que hizo el auto al caer. Esa
zona no es muy profunda, pero igual no se sabe cuándo podrán sacar el coche del
¡Y qué injusta que es la vida! Viene la señora ministra, que es nuestra jefa
máxima después del presidente del país, y no va a estar Carlitos para verla. Él,
justo él, que tanto la idolatraba. Si hasta tenía una foto de ella en nuestra oficina.
Carlitos para verla. Eso para mí, es un desfasaje, como algo que se supone que
va todo junto pero después no solo se presenta por partes, sino que además estas
menos, él debería haberse enterado de que ella venía. De haberlo sabido, quizá él
hubiese puesto más cuidado, hubiera extremado precauciones. Tal vez, enterarse
Espero que por lo menos, la llegada de la ministra salve muchas vidas y así
Se dice que la ministra es casi milagrosa, que por donde ella pasa mejora la
vida de los más pobres. Yo creo que eso ocurre porque, para darle credibilidad a
sus palabras, todo un equipo va corriendo detrás, facilitando cada vez más
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recursos desde el Estado. Como el año pasado que, en una localidad lejana al
norte del país, la ministra se entusiasmó tanto hablando que hasta prometió agua
potable para cada familia y a los dos meses comenzaron las obras. Hoy, en ese
En este pueblo agua potable tenemos todos, pero hacen falta muchas otras
cosas. Los más pobres viven entre maderas y pedazos de plástico, y se abrigan
con los desechos de quienes, por vivir cerca y estar un poco mejor, nos sentimos
culpables.
En la oficina que el ministerio tiene acá, somos muy pocos, apenas tres sin
pasa toda la jornada al lado del calefactor, mirando por la ventana, tomando café,
acerca de los pobres. A veces, con mucho disimulo, lee alguna novela. Él dice que
También está Ingrid, una compañera nueva que se sumó al equipo hace apenas
dos años. Tiene la misma profesión que Leandro y tampoco sale de la oficina,
pero a diferencia del viejo, ella es peligrosa. No tiene ningún cargo por encima del
Como es bajita, dientuda y fea, lo único a lo que puede aspirar es a ser vista
hombro.
Por suerte nuestro jefe, además de no estar casi nunca en la oficina, no valora
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cuenta y sigue actuando como si estuviese en una empresa privada, donde suelen
salíamos a recorrer el barrio Virgencita, uno de los más pobres de Pueblo Perdido.
A veces, solo se trataba de arremangarse y trabajar codo a codo con los vecinos
para destapar un conducto pluvial, organizar los festejos del día del niño, o
rellenar los inmensos baches que producen la nieve y la lluvia en esas olvidadas
calles de ripio.
Otras veces, nuestra tarea consistía en realizar algún trámite o mover los hilos
disponibles para que lleguen cuatro chapas o el audífono para un niño sordo.
Si tuviera que sincerarme, diría que a mí me interesaban tanto las tareas como
estar con la gente, pero por encima de todo eso estaba el hecho de poder
pretender cambiar las cosas a pulmón, desde la base más elemental, casi desde
el subsuelo de la realidad, desde el trato diario con las personas. Él fue, además,
sexuales.
Y ahora, Carlitos no va a estar. Él, que leyó todos los libros de esta señora y
escuchó todas las entrevistas que le han hecho, que tenía como a uno de sus
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sueños conocerla en persona. Este acto será una situación que se desenvolverá
en el vacío, sin un sentido lógico de continuidad, sin sonidos. Cine mudo para mí.
Recuerdo que, cuando se acercó Ingrid a decirme que habían llamado desde
acordarme de que Carlitos había muerto. Por eso me levanté de un salto y fui
Cuando volví, Ingrid retomó su relato sin preguntarme cómo me sentía. Me dijo
que al día siguiente tendríamos una reunión con un equipo técnico del área social
del municipio. Ella tomaba todo en sus manos y me estaba ordenando que la
acompañara.
nacional— dijo Ingrid, con su media sonrisa de dar órdenes. Los técnicos del
equipo social del municipio se miraron entre sí, como si no hubiesen entendido.
Yo, que observaba la situación como quien mira televisión, solo pude mover la
cabeza de arriba hacia abajo varias veces, antes de que Ingrid volviera a insistir
Los municipales volvieron a mirarse entre sí, por un instante que me pareció
larguísimo. Por fin Carriqueo, el responsable del equipo, moviendo esa mandíbula
—Sí, entendimos bien, licenciada, pero es que… perdón, pero creemos que eso
que usted dice es imposible— y con una paciencia envidiable nos explicó que esa
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formación, con los niños vestidos de celeste y blanco, solo sería visible desde
varios metros de altura, y para eso habría que hacer el acto al aire libre. Por
La lógica era aplastante, así que volví a mover la cabeza de arriba hacia abajo
varias veces, girándola hacia Ingrid, quien con una cara tenebrosa que nunca le
—No, ninguna carpa. Si para lograr esa imagen es necesario que no haya un
Así terminó esa reunión. No me animé a mirar a la cara a los del equipo
Ingrid me contó que, al día siguiente, vendría una delegación del nivel central de
oficina y recorrí con la memoria cada rincón, cada cuadro, cada afiche, cada
imagen.
problema: una foto hecha cuadro. El viejo Leandro abrazado con los aprioristas
del gobierno municipal anterior. Esto podía representar una ofensa para los
qué hubiera pasado si él aún estaba allí. Tomé el cuadro entre mis manos y, como
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La foto tendría por lo menos diez años, que es el tiempo que ha pasado desde
ese gobierno municipal, y la escena retratada era un festejo. Con una sonrisa
cuello de Leandro. Y este, con expresión de felicidad, sostenía una bandera con el
aprioristas.
ignorancia de los visitantes del día siguiente. Era muy posible que no conocieran
al intendente anterior, pero al emblema de sus enemigos políticos seguro que sí.
Me costaba mucho decidir qué hacer con ese cuadro. Lo único que tenía en
claro era que no podía estar colgado en nuestra oficina. Pero me daba mucha
pena por el viejo Leandro, ya que esa foto tenía para él un valor emotivo muy alto.
Casi media hora estuve pensando en qué hacer con la imagen comprometedora,
Es el escondite perfecto. Cabe una sola persona de pie, no hay ventilación y las
Hubo una época, hace ya unos años, en la que el viejo Leandro se encerraba
para fumar. Pero con Carlitos lo convencimos de que no nos molestaba que lo
—Redonda tendría que ser la formación de niños, porque más que bandera,
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principio de la reunión lo miraba con expresión ausente, ahora parecía estar a
—Claro que sí, traje conmigo el comunicado original y lo dice claramente— dijo
Félix, y mientras con una mano abría su carpeta, con la otra se acomodaba los
anteojos.
ciprés rojo del salón de reuniones de la municipalidad. Félix leyó en voz alta “…
por lo que se sugiere que los niños estén ubicados alrededor de la figura de su
dedo índice y señaló que el texto decía “alrededor”. Y haciendo aspas con las
rectangular de la situación.
boca más que para presentarse. La palabra de Félix se imponía, no solo por
persona), sino además porque olía a perfume caro y eso siempre genera un
Ingrid como yo, sabíamos que la inminente devolución sería la definitiva. Dirían lo
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Félix se puso más serio de lo que ya estaba desde el comienzo de la reunión y
le echó una mirada a su acompañante, quien con un leve movimiento subió y bajó
la cabeza dos veces. Ambos nos miraron sonriendo y Félix nos dijo que no había
“escarapela” y, tal vez, hasta agregara la frase “formando así una figura redonda”.
—¡Qué hijo de mil putas!— dijo Ingrid, mientras caminábamos bajo las primeras
plumas de nieve del día. No conocía a Ingrid así, tan enojada, y tuve que taparme
Desde siempre me pasó que, en las situaciones más intensas, mi boca cobra
ver a Ingrid furiosa, mostrando por fin un rasgo humano. Parece que no era tan
Cuando llegamos a nuestra oficina ya caían copos grandes y con tanta fuerza
iba al baño.
desodorizante vacía, entendí que este gesto de amabilidad de Ingrid tenía más
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última cabeza sobre la que podía intentar pararse, para mantener así una mínima
cada mañana.
Si mi hipótesis era cierta, ella se comportaría de una forma cada vez más
amable, de manera que a mí me resultase cada vez más difícil negarle algún
favor. Una estrategia muy básica, de manual, pero una de las más efectivas con
los desprevenidos.
de que llegara Ingrid a trabajar con nosotros, había ocurrido lo mismo y la causa
era que se salía un clavito que aseguraba la manija al mecanismo de apertura. Así
elemento.
Ingrid esperaba sentada en la silla del director, con una taza humeante entre las
manos y otra sobre la mesa, justo enfrente, indicándome el lugar en el que según
taza y justo cuando tomaba el primer sorbo de café, ella confirmó mis sospechas.
Empezó diciéndome que entendía muy bien lo difícil que debía ser todo para mí,
Pueblo Perdido. Y que además, estaba segura de que por eso mismo yo trataba
de ocultarlo todo el tiempo y hasta era posible, según su intuición, que en algún
ocultaba nada sino que simplemente no iba por la vida aclarándole a la gente
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cruzó por la cabeza la posibilidad de acostarme con una mujer, porque jamás tuve
esa duda. También le dije que, según suponía yo, la vida en Pueblo Perdido era
Pero me pareció que me estaba saliendo un poco del papel que Ingrid me había
asignado, así que sonreí, le tomé una mano y le dije que todo estaba bien. Ella
sonrió y mientras yo tomaba mi café, empezó a hablar mal de este tal Félix al que
Para referirse a él, utilizó los adjetivos calificativos más desagradables que oí en
había sido como inocularle una neurotoxina que, habiendo pasado ya unas dos
llevándome la taza a la boca, una y otra vez, dando pequeños sorbos para ocultar
la sonrisa involuntaria.
Al día siguiente, fuimos a ver los dos lugares posibles para la realización del
acto. Félix y su joven acompañante iban con Carriqueo, en su Ford Falcon verde
de faros redondos. Ingrid y yo, íbamos en mi Fiat Duna blanco del año noventa y
dos.
Ingrid solo paraba de comerse las uñas para observarlas un instante, como
evaluando por cuál seguiría antes de llevarse otra vez los dedos a la boca. Por un
un gesto mínimo. Pero me repuse enseguida al pensar en que ella es una de esas
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personas capaces de mandar a fusilar a alguien y luego tratar de lavar esa culpa
haciendo terapia.
Ingrid no tiene escrúpulos. Ella no es lo que parecía en ese momento, una pobre
camino de ripio, sino una zorra a la que solo le importan sus propios objetivos.
Pero aquella mañana, teníamos uno en común: encontrar un lugar adecuado para
el acto de la ministra.
Éramos una caravana destartalada buscando el mejor lugar para que alguien,
nuestros puestos.
Yo, que trabajo en el mismo lugar desde el gobierno de los aprioristas, sé muy
bien que esa es una mentira burda, alimentada por los funcionarios, que son
quienes tienen un cargo que es político y, por lo tanto, volátil. Ellos mismos hacen
correr ese rumor para que, los que tan solo tenemos un puesto de trabajo, nos
asustemos y colaboremos de buena manera en todo lo que nos pidan. Pero aún
que no solo me resultaba divertido, sino que además con el clima así, tan hostil,
El primer lugar que visitamos fue el estadio municipal, un galpón gigantesco que
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personas viviendo ahí adentro y cuatro perros muy flacos. En medio de la cancha,
compartían. El fuego se mantenía encendido y era alimentado a cada rato por los
niños y las mujeres. Ahí hervían agua, cocinaban y se calentaban un poco los
Una señora, que con un palo revolvía el contenido de una gran olla renegrida y
muy abollada, nos miraba con expresión de incertidumbre. Unos metros más allá
de la gran fogata central, un grupo de niños jugaba con una pelota hecha de
trapos. La pateaban entre todos, con furia, riendo histéricos, como si el juego
momento, el más corpulento de ellos tomó la pelota entre sus manos y le dijo a los
otros algo que no alcancé a oír, pero por los gestos, parecía que se trataba de
nuevas reglas o algún tipo de explicación acerca de cómo se suponía que debían
pidió por favor que lo escucháramos un segundo. Félix fue el primero en decir que
sí. Nos acercamos un poco más y nos contó que habían podido entrar levantando
unas chapas que estaban atadas con alambre, suplantando a una puerta trasera
a Félix, dijo que eran nada más que tres familias, la de él y las de sus dos hijos, y
que se mantenían juntos porque esa era la única manera de sobrevivir que
conocían.
espacio público, sino evitar que los niños muriesen de frío. Que si nosotros
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podíamos ayudarlos de alguna manera, ellos estarían más que contentos de poder
Carriqueo, Ingrid y yo mirábamos a Félix, quien sin quitar la mirada del piso
aseguró que, ni bien regresara a Buenos Aires, se iba a ocupar personalmente del
asunto y ver qué se podía hacer. Tuve que taparme la boca con una mano para no
soltar una carcajada y, como para disimular, apoyé el codo en la otra mano,
Las ganas de reírme nacían de la impotencia, de saber que Félix era apenas un
los trámites ministeriales necesarios para gestionar un evento, pero sin ningún tipo
un papel que este pobre desgraciado le había atribuido al verlo tomar la iniciativa
y por estar bien vestido y perfumado. Cuando Félix esté en Buenos Aires, lo más
probable será que se acuerde de esto nada más que para reírse con los amigos, si
“haberle regalado parte de nuestro precioso tiempo”, dijo. Hubiera sido más justo
que nos masacrara con un hacha y con nuestros cuerpos alimentara a su familia,
pensé.
Al salir de allí, mientras nos separábamos para subir a los autos, alcancé a
escuchar cómo Félix lo increpaba a Carriqueo, preguntándole que cómo podía ser
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señalando con una mano el galpón, aseguró que si la ministra viera esto volarían
me importó que Carriqueo me mirase con ojos de fuego, ni tampoco que Ingrid
El segundo lugar que visitamos fue el centro comunitario. Mucho tiempo atrás,
pesar de estar casi terminado desde hacía más de un año. Lo único que faltaba
era conectarle los servicios y darle dos o tres manos de pintura exterior. No se
sabía quién tenía las llaves, pero solo era cuestión de averiguarlo. El
Puse agua a calentar en el jarro esmaltado rojo, el mismo que una mañana de
no soy tan joven y hace diez años que trabajo en este mismo lugar. Siempre con
las mismas tareas, los mismos recorridos y las mismas excusas burocráticas
Por momentos, creo que estamos acá nada más que para formar parte de un
enorme simulacro. Somos parte de la gran comedia humana montada para que
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nada cambie de verdad. Quizá nuestra presencia sea tan solo un gesto, una
manera de conjurar una potencial revuelta de los más desgraciados. Quizá solo
estemos aquí para darle una chapa a doña Rosa y un pedazo de plástico a don
José. Tal vez estemos aquí únicamente para que los más desgraciados se sientan
atendidos, que crean que alguien los escucha y se interesa por ellos, que hacen
Es que tal vez no sea conveniente que mejore de verdad la calidad de vida de
que puedan organizarse de otra manera. Quizá no sea conveniente que puedan
en la oficina.
Era el correo y traía una nota con sello oficial dirigida a Ingrid que, gracias al
vapor del agua hirviendo, pude abrir con facilidad. Me preparé un té de rosa
Resultó que ascendían a Ingrid al rango de coordinadora, que era el cargo que
tenía Carlitos. Así las cosas, ella no solo pasaría a cobrar casi el doble que yo,
La escuché durante unos segundos renegar del clima, mientras se quitaba varias
no, que todavía ni siquiera había sonado el teléfono. Ella se preparó un vaso
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La veía muy concentrada. Leía y se llevaba el bolígrafo retráctil a la boca
entreabierta, dejando ver un poco más los dientes manchados de sarro y una
lengua púrpura apenas asomando por la comisura de los labios finitos y resecos.
Cuando acercaba la punta del bolígrafo al cuaderno, iba y venía por las hojas,
murmuraba algo inaudible y escribía con letra diminuta, ilegible, en una pequeña
ella.
Cuando sonó el teléfono, nos miramos intrigados hasta que Ingrid dio un salto y
atendió la llamada. La vi que asentía al decir “Por supuesto”. La oí decir “Lo que
con las manos taparse los ojos. Fue la sobreactuación más floja que vi en mi vida,
Se sentó, cerró el cuaderno y me contó que quien había llamado era el mismo
equipo de trabajo, para él todos estamos bajo la suela de sus zapatos y somos la
misma mierda.
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—Estas cortinas son inaceptables— dijo Chanchi, al empezar el recorrido por el
—Esto no puede ser, habrá que cambiar el piso por otro que no ofenda tanto al
buen gusto— dijo Chanchi, cuando estuvimos parados en medio del salón más
amplio. Ingrid no pudo con su propio genio y comentó que era complicado cambiar
Chanchi la miró, se acomodó los lentes, y abrió por completo los ojos, como si
Chanchi habló.
—Perdón, estaba pensando en otra cosa y no entendí lo que alguien dijo recién.
Ingrid me extendió su cuaderno azul y un bolígrafo y, con voz firme, casi militar,
me dijo:
energúmeno. Abrí el cuaderno azul por la contratapa, donde supuse que habría
hojas en blanco y anoté todo lo que Chanchi iba sugiriendo y que Ingrid repetía.
Incluía, entre otras cosas bastante descabelladas, hacer canteros con tulipanes
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Lo último que exigió Chanchi, fue que Ingrid lo acompañara hasta el hotel. Ahí
Jarrones de tal forma, flores de tal color, cambiar cortinas, pisos y colocar cuadros
No hubo manera de conseguir tulipanes a fines del otoño, así que arriesgándolo
Ya era de noche cuando llegué a casa, y estaba tan cansado que me tiré en la
cama vestido, sin bañarme ni cenar. Dormí de un tirón hasta hoy por la mañana.
que el día anterior Chanchi le había “sugerido” que almorzara con él y después le
pidió que lo llevara a tomar el té a algún lugar lindo. Así que no le quedó otra
opción que oficiar de guía turística durante toda la tarde por el acotado, pero de
nivel internacional, centro comercial de Pueblo Perdido. Me pareció que otra vez
para este día cuando se interrumpió de golpe, anunciando que debía ir de manera
urgente al baño. Caminó unos pasos y, juntando las rodillas por las ganas de
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me lo había olvidado en casa, así que le prometí que al salir de ahí pasaríamos a
buscarlo.
falso. “Mañana todo esto será solo un recuerdo y es poco probable que volvamos
cerrar la pesada puerta de calle, escuché a Ingrid gritar cada vez más alto mi
nombre.
Cuando llegué al centro comunitario la situación era caótica. Faltaban dos horas
para el acto y todavía no lograban ubicar la cúpula transparente justo en medio del
Sin saludarme, me preguntó por Ingrid y le dije que ella no vendría porque no se
sentía bien, pero que me había dado instrucciones precisas para cada asunto.
Los tulipanes se revelan falsos solo si uno los toca. Están muy bien, y hasta
podría decirse que se ven más reales que si hubieran sido verdaderos. El piso
quedado tan reluciente que opaca al resto de la estructura. Tengo que reconocer
que el gran mural, con la cara de la ministra y las mil manos de diversos colores
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alrededor, a pesar de representar para mí el mal gusto en estado puro, es
visualmente impactante.
Todo lo demás, también ha quedado tal y como Chanchi lo había solicitado por
público.
Por fin han terminado de instalar esa bendita cúpula transparente que protegerá
material anti reflejo tan cristalino que, no solo no aparece en las fotos, sino que
además cualquier desprevenido podría llevársela por delante. Y por eso es que,
para señalar su ubicación, han colocado esas luces pequeñas en el piso del
escenario.
metros sobre nuestras cabezas. Supongo que desde allí tomarán la foto de la que
tanto se habló y que parecería ser el único objetivo de toda esta locura.
Me alejo del escenario y camino hasta el otro extremo del centro comunitario,
para tener un panorama más completo del cielo y las nubes. Se acerca una
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Justo en el instante en que la ministra termina de saludar a las autoridades
primeros copos de nieve. Desde abajo de un alero de chapa y protegido del oeste
por una de las paredes, veo copos del tamaño de una pelota de tenis cubrir en
Mientras unos tipos de traje escoltan a la ministra hasta una van negra, la
Aprovecho la confusión y corro hasta mi auto que, por suerte, arranca en el primer
intento.
presión a la que estuve sometido durante las últimas horas. Nada que no pueda
reparar una buena cantidad de horas de sueño, me digo, mientras múltiples copos
Despierto y ya es noche cerrada. Solo se oye cada tanto algún ladrido débil,
lejano. Veo que, por fuera, la nieve acumulada llega casi hasta la mitad de la
ventana. El reloj de la pared marca casi las diez y media de la noche, pero no sé
si han pasado algunas horas o un par de días. Necesito saber cómo viene el clima
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y también en qué día estoy. Confundido, enciendo la radio y busco la emisora
local.
Es todo ruido blanco hasta que me topo con una desagradable canción folclórica
que desconozco, por lo que supongo que esa debe ser la radio local y ahí queda
la sintonía.
letra solo alcanzo a distinguir que en una parte dice Y cuando la noche llega y el
unos segundos más de silencio hasta que una voz impostada, sobre la que han
Y enseguida otra voz, que bien podría ser la misma pero desde el interior de un
caño, dice:
el alerta máxima a causa de la tormenta desatada durante la tarde del día de ayer.
trata de Ingrid González, oriunda de Buenos Aires. La joven fue encontrada esta
tarde ya sin vida en el baño de su lugar de trabajo. Es la hora veintidós con treinta
y cinco minutos. Temperatura diez grados bajo cero, viento del oeste a veinte
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Con la taza vacía en la mano comprendo que se trata de una terrible desgracia,
que tengo en casa el cuaderno azul y lo encuentro junto a otros papeles sobre la
mesa.
frazada. Lo abro por el final y veo la lista de Chanchi, escrita con mi letra
Arranco con cuidado esta página, la hago un bollo y la tiro a un costado. Vuelvo
una poesía potente, llena de vitalidad. El cuaderno azul está desbordado por un
humanas.
Porque entendí
es mi hermano.
Frente al lago
manso y cristalino
rompí a llorar.
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El pescador
Aunque hunda la pala del remo con extrema lentitud, la superficie espejada igual
se rompe. Una y otra vez pruebo metiendo la pala de filo, tan despacio que hasta
puedo ver esa leve curvatura que forma la tensión superficial justo antes de
que sea mínima la turbulencia. Remo con mucho cuidado para no quebrar la calma
que me rodea.
A esta hora de la mañana, el lago Tigre es el lugar más lindo que conozco. Hay
tanto silencio que pareciera que uno se ha quedado sordo y la niebla es tan densa
que no puedo ver ni la orilla que está ahí nomás, a unas pocas brazadas. Como
esta niebla también me tapa el cielo, la luz del sol no penetra en el lago y es por
eso que el agua tiene este color, tan parecido al del plomo. Tendré que estar muy
ubicación de esta perca inmensa que hoy vengo siguiendo desde hace unas
horas.
A decir verdad, hace años que la sigo. Estoy seguro de que es la misma. No
puede haber más de una perca tan grande en esta zona. A juzgar por la aleta
dorsal, seguro que este bicho debe superarme en edad y tener más o menos mi
tamaño. Me pregunto cuánta fuerza tendrá, es la más grande que he visto nunca.
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La primera vez que la vi, yo era apenas un niño. Entonces vivíamos en la ruca
del bosque, pero no tan cerca del pueblo como vivo ahora, sino en el bosque
profundo, el original.
peligro verdadero era el tigre rojo, pero este animal puede olerte a mucha
mayores aseguraban que había muchos peligros más, era de lo más común que
Y aquella vez, después de una travesía de más de medio día, me encontré con
una playa de arena gris, la misma que ahora oculta esta niebla. Me había sentado
Recuerdo que se me puso la piel de gallina cuando de pronto emergió esa aleta
enorme, que se movía tan rápido, como cazando a otros peces. Vi cómo saltaban
Hace un rato largo que no veo movimiento, el agua está tan quieta que parece
dejándome un picor molesto, que solo se alivia con un buen trago de Doble V. El
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Y así paso un buen rato entretenido con el cigarro y la petaca, flotando en este
espejo que se funde con la niebla, ya sin saber si estoy en el lago o dentro de una
Percibo que, desde algún punto de esta bruma que me envuelve, algo grande se
poco más. Lento y manso, el perfil del hocico de un huemul adulto y su llamativa
en casa.
Pasa por delante de la canoa, sin alarmarse por mi presencia que, de tan
inmóvil, debe parecerle parte del paisaje. Lo veo perderse entre la bruma con la
pinchazo, pero veo que se va formando una gota de sangre en la yema del dedo.
Así debe ser cuando algo está bien afilado, pienso, no debe sentirse el dolor, solo
Muchas veces volví a la playa de arena gris, anhelando ver cerca de la orilla a
esa enorme perca cazando truchas de las grandes, pero no tuve suerte. Llegué a
pensar que quizá no era del tamaño que tenía en mi recuerdo, o que tal vez había
sido una alucinación. Hasta que un día, la vi por segunda vez y pude confirmar
que no tenía el tamaño de mi recuerdo, sino que era todavía más grande.
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Yo era un muchacho que había ingresado al ejército. Hoy me resulta gracioso
aprender a manejar un fusil automático. Cuando era un niño, cada vez que pasaba
por el regimiento, veía en ese predio cercado por altísimos alambres de púa mi
posibilidad de libertad. Se me ocurría que ese era el camino ideal para no tener
aquel que pusiera en riesgo el orden de la sociedad. Para eso estaban, para
conocer cada árbol del perímetro del regimiento. Aprendí casi de memoria las
formas de las cortezas de los troncos de los pinos centenarios del lado este y las
de los cipreses del lado norte. Recuerdo también con cierta calidez la uniformidad
de las retamas del oeste y la desmesura de las cortaderas del sur, que frenaban el
viento, permitiendo así que el sol calentara el pasto, creando esas zonas tibias por
Una hora tardaba en dar una vuelta completa. Recuerdo bien la senda estrecha
de tierra y los seis kilos de FAL colgando del hombro. Cada día daba ocho vueltas
así, caminando bien cerca del alambrado, manteniendo siempre los doscientos
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Ocho vueltas, ocho horas: el día entero cuidando el perímetro de una amenaza
Que nos podían asaltar para robarnos el arsenal, nos decía el sargento. Que
estábamos para cuidar a la patria, sí, pero que mientras tanto debíamos cuidar las
vivir sin trabajar. Que teníamos que estar siempre alerta nos decía, porque estos
malditos eran capaces de llegar a disfrazarse de abuelo o hasta de mujer. Así las
cosas, todos eran sospechosos y, como podían adoptar cualquier forma, para mí
eran el mismo diablo. Pero en los casi cuatro años que estuve ahí dentro, nunca
pasó nada. Solo disparábamos nuestros FAL en la sesión semanal de tiro. El resto
de los días se nos iban caminando el perímetro, bien cerca del alambrado,
sosteniendo seis kilos de fierro, viendo cómo del otro lado del cerco pasaban los
Mis compañeros de ronda eran Leguizamón, un negro bajito venido del norte
aquí, en Pueblo Perdido. Con ellos de vez en cuando nos íbamos de jarana. Como
aquella vez de la inesperada salida de pesca, que estábamos los tres muy
pasados de copas.
esos que gustan de regodearse espiando los modos de vida de los lugareños, se
bordes de la mesa, se presentó en un español muy torpe, tan torpe que de todo lo
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Habremos tardado media hora en entender que lo que el gringo quería era saber
dónde podía pescar truchas de las grandes y si alguno de nosotros podía llevarlo
hasta el lugar. Dijo que tenía plata para los tres y que estaba dispuesto a salir ya
Yo tenía esta misma canoa amarrada en este mismo rincón del lago, porque en
ese entonces a veces venía a pescar. Así que hasta aquí vinimos en la camioneta
del gringo. Manejó Leguizamón. Carriqueo no había abierto la boca desde que el
Carriqueo directamente los odia, pero había aceptado participar porque no quería
perderse los cien dólares. El gringo tomaba gin de una petaca de metal y lo poco
empezó a roncar. Sin saber bien qué hacer, fui hasta la camioneta y busqué en la
Encontré una caña Sage sin uso, que debería valer lo mismo que una moto de
moscas variadas. Además, había un chaleco con los bolsillos cargados con
diversas líneas y rollos de nylon de diferentes medidas. Armé el equipo y volví con
El gringo seguía dormido. Carriqueo prendió un cigarrillo, dio una pitada larga y
quijada estaba hecha especialmente para eso, para fumar. Me preguntó de qué
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El negro Leguizamón prefirió echar una siesta en la camioneta y, mientras se
vislumbraba la claridad del sol entre las montañas, Carriqueo, el gringo dormido y
dos tragos de su petaca de metal, se incorporó, tomó la caña, eligió la mosca más
El gringo era un desastre, además de estar muy borracho no tenía la menor idea
de lo que estaba haciendo. Revoleó la línea hacia atrás de manera muy desprolija
gringo, que cayó al agua como un muñeco de trapo, soltando la caña que alcancé
a sujetar en el aire.
entrar en contacto con el agua. Mediante señas pude indicarle que a pocos metros
a sus espaldas estaba la orilla. Volví remando con todas mis fuerzas hacia la
unas pinzas para quitar ese anzuelo. Mientras tanto, Carriqueo alternaba quejas
wader Patagonia sin estrenar. Me acordé del chaleco y al revisarlo encontré una
pinza, de esas de punta fina, que se usan para quitarle el anzuelo a los peces.
El problema era que el gringo no le había quitado la rebaba a los anzuelos, así
que tuve que aplastar esa pequeña y tan molesta punta, al tiempo que trataba de
calmar a un cada vez más quejoso Carriqueo. Pero la pinza no tenía la firmeza
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necesaria, por lo que la punta de la rebaba quedaba un poco levantada y hacía
Pasé un nylon grueso por debajo de la curva del anzuelo, le pedí a Carriqueo
que contase hasta tres y, cuando pronunció el número dos, tiré con fuerza.
neblina, como ahora. El agua tenía este mismo brillo metalizado y hasta parecía
más densa, como si se tratase de un elemento diferente, mercurio o algo así. Ahí
fue cuando vi asomar por segunda vez en mi vida esa enorme aleta dorsal.
como único rastro unos diminutos remolinos en la superficie. Más pequeños que
los que en este momento voy dejando al remar, aunque lo haga con extrema
delicadeza.
dónde se irá. Quizá vuelva al agua, cayendo en finísimas gotas, o tal vez se
evapore hacia el cielo. Como sea, ocurre de una manera tan sutil que uno ni
Hace rato que dejé de remar. Solo estuve flotando, y por más que la sensación
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Tal vez no sea conveniente flotar durante mucho tiempo. Es un estar suave y
cómodo, pero sin rumbo. Tomo el remo y bien despacio hundo la pala en el agua
que, al recibir algunos rayos de sol, vuelve a mostrarse cristalina. Veo la pala
poco más allá, bien abajo, y distingo a unos metros el fondo de arena blanca.
hasta la angostura del lago y desde aquí puedo ver el acantilado de enfrente, esa
Una vez más, vuelvo a esta playa. Creo que, de una manera u otra, siempre
estoy volviendo aquí, aunque esté a mil metros o a cincuenta kilómetros haciendo
por venir a vivir al bosque. Es un enigma que no sé si algún día podré descifrar.
Quizá cada cual tenga un lugar al que, lo quiera o no, siempre debe volver. Un
lugar que representa algo difícil de explicar, pero que forma parte del propio ser,
que a uno lo completa. De alguna manera, yo soy esta playa o, al menos, parte de
ella. Cada tanto necesito habitarla. Y cada vez que regreso, la sensación de
Pero esta perca no se muestra cada vez que vengo, sino en contadas ocasiones
y es por eso que las recuerdo muy bien. Como la tercera vez que pude verla, que
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Ya había renunciado al ejército. Un día, después de casi cuatro años, me di
cuenta de que estaba cansado de dar ocho vueltas por día con seis kilos de fierro
creo que las cosas ya venían mal desde antes de que naciera nuestro hijo y el
hecho de haber sido padres, sin estar seguros de la pareja, solo empeoró la
situación.
A los pocos meses, ella ya estaba viviendo con otro hombre, y a partir de ahí,
pude ver unas pocas veces a mi hijo. Pero más adelante, cuando se hizo grande y
decidió que le gustaban los varones, ya no pude verlo más. Todos saben que le
gustan los muchachos, pero son pocos los que saben que además es mi hijo.
Me gustaría mucho poder aceptarlo como es, pero no puedo. Creo que no podría
abrazarlo, que mi piel lo rechazaría. Y me duele que así sea, pero para mí es
hubiera existido nunca. No puedo entender qué le habrá pasado para llegar a eso,
que nunca puede ser amor, sino más bien una rebeldía, una idea equivocada
acerca de la vida. O, tal vez, sea nada más que algún tipo de venganza en mi
contra.
Hoy debe tener unos treinta y cinco años. Sé que trabaja en una dependencia
del Estado nacional, pero no sé bien qué es lo que hace. La última vez que lo vi,
fue en el barrio Virgencita. Yo estaba con el negro Leguizamón, arriba del techo
unos treinta metros, casi en la esquina. Él escuchaba a una señora que no paraba
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de hablar, que gesticulaba con las manos y de vez en cuando se las llevaba a la
cabeza.
arriba a abajo, le apoyó una mano en el hombro y le dijo algo que pareció una
Esa misma tarde, estuve una o dos horas sentado en esta misma playa, mirando
el agua, fumando y tomando Doble V. Y fue entonces que vi por tercera y última
vez en mi vida a la madre de todos los peces que haya visto antes.
Fue en esa oportunidad cuando pude hacerme una idea más precisa de su
Ese día sentí que algo me unía a esta playa, que existía algún vínculo poderoso
percibir. Y esa sensación no solo me acompañó durante los años siguientes, sino
Poco a poco, fue creciendo mi descontento con la vida en sociedad, hasta que
arena gris. Me alegra pensar en que no necesito nada más para asegurarme la
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supervivencia. La canoa me sirve para manipular las redes y el lago me provee de
alimento.
contento es fácil, basta con cocinar algo rico y concentrarse en disfrutarlo. Con el
las chicas se comportan como muchachos y los muchachos como chicas, al punto
otra persona. El viejo anda todo el tiempo de paseo por el bosque. Noches y días,
semanas enteras, vagando entre los árboles, masticando flores y plantas, sin
seres que solo él puede ver y se ofende de por vida con quien se atreva a
Entre dos mundos estoy, el anterior que ya no puedo aceptar y el nuevo que no
playa.
Hay veces en que me siento triste y recuerdo todo lo que hice mal. Otras, en
cambio, ando tan contento que solo puedo recordar momentos felices.
además cómo. Porque el vaivén del corazón organiza la memoria. Aunque, en ese
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vaivén, a veces la memoria se desborda para un lado u otro, y si se desborda para
el lado negativo se vuelve muy fácil perder el rumbo. Por eso mismo es que,
cuando estoy alegre, como en este momento, siempre trato de recordar todo
—Pesó once kilos y novecientos veinte gramos— dijo Carriqueo, con los ojos
bien abiertos y la mandíbula más ladeada que nunca, para finalizar su anécdota
acerca de la gran trucha que había pescado aquella misma tarde. Estábamos en la
empezaron a acercar sus sillas. Una y otra vez, Carriqueo contó, ante un público
cada vez más numeroso, la peripecia de sacar fuera del agua a un pez de
entusiasmo le ponía al relato y la cuarta vez que lo hizo ya éramos cerca de veinte
escuchándolo.
Durante los días siguientes, fueron a entrevistarlo los dos diarios y las tres
radios. Por un tiempo, Carriqueo fue algo así como un ídolo popular. Pero lo más
Varias veces llevamos gringos a pescar. Las truchas capturadas nunca pasaban
de los tres o cuatro kilos, pero salían muchas y los gringos quedaban muy
Para ese entonces, ya me había instalado en el rancho que me hice acá nomás,
las maderas y los plásticos. Cuatro veces tuve que cruzar el lago para traer todo
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eso. Tardé una semana en armar el rancho y después ya pude dedicarme
Cada dos o tres días, salía en la canoa bien temprano, pescaba un par de
derecho hasta el mercado. Con la mitad de la plata, compraba víveres para dos o
tres días y los cargaba en la Estanciera. La otra mitad del dinero me la gastaba
Así viví unos años, hasta que la semana pasada este viejo conocido cerró su
Pero un hombre hace lo que tenga que hacer para seguir viviendo, y yo ya tengo
centro del local y ante la vista de todos, la voy a dar vuelta para que caiga y ruede
la cabeza de esta bestia. En ese momento, voy a esperar hasta que alguien
es tan importante que todo sea verdadero, pero es fundamental que despierte la
Podría empezar hablándoles de las presencias que habitan las aguas del lago
generosidad del lago, entendí por qué no podemos ver a estos espíritus. Y es que
no podemos verlos porque bajo el agua sus contornos son indefinidos y cuando
salen a la superficie adoptan formas que nos resultan familiares. De manera que a
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veces son golondrina, otras cauquén o hasta libélula. Y, para dejarlos pensando,
podría agregar que solo podemos ver a estos espíritus cuando comprendemos por
Creo que voy a decirles, también, que siempre pensé que esta perca era una de
busqué durante diez días con sus noches, sin dormir, con la chuza en la mano,
atento a los movimientos de la superficie. Que cuando por fin estuvo cerca y pude
clavarle la chuza, entendí que me llevaría un buen rato lograr cansar a semejante
pez. Que no me quedó otra opción que dejarme arrastrar por la cuerda tensa entre
la canoa y la chuza clavada en el lomo de esta bestia. Que estuve dos días y dos
agonizante. Que mientras tanto, comí truchas crudas arriba de la canoa. Que ver
nuestro cielo de noche y reflejado en el lago, desde una canoa que cada tanto es
tironeada desde las profundidades por un pez monstruoso, puede llegar a ser una
experiencia enloquecedora.
También les diré que el alma de un hombre ya nunca será la misma después de
quitarle la vida a un animal tan increíble. Que a medida que fui notando la
creciente debilidad de los tirones, me fue ganando una imparable tristeza. Que
minutos antes de darme cuenta de que la perca había muerto, me puse a llorar.
Que tal vez aproveché la ocasión para sacar lágrimas acumuladas por años,
porque cuando un hombre llora lo hace de verdad. Que todavía lloraba cuando por
anécdota, podría agregar que no me quedó otra alternativa que remar hasta la
embarcación.
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Es muy importante que los testigos de mi relato solo vean la cabeza de la perca.
La imaginación y el boca en boca harán el resto, tanto con el peso como con el
tamaño. Supongo que así será como se arma una leyenda, sin precisiones.
tormenta. Los sigo con la mirada hasta que se disuelven en la lejanía. Hacia el
hace sentir, así que me quito la campera y me quedo en mangas cortas. Destapo
algunas truchas solo para llevárselas a él, que siempre las recibe con mucha
alegría.
La última vez que lo vi, hace unos días, seguía viviendo con toda la familia en el
estadio municipal. Me pidió que compartiera la cena con ellos y comimos trucha
asada, todos juntos alrededor del fogón. Estaba contento, me dijo, porque un
señor muy amable, funcionario importante de la capital, le había dicho que les iba
a resolver el problema de la vivienda. Brindo por eso, por fin alguien se ocupa de
Voy hasta la canoa y verifico que el equipo esté en orden. La chuza con buen
filo, con el mango bien atado a los veinte metros de cuerda plástica que, enrollada
de una manera prolija, tiene en la otra punta un aro de cuero para trabar la
muñeca mientras la mano sujete la cuerda, dos baldes llenos con pedazos de
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Descalzo, sobre la arena gris y húmeda de la playa, me arremango los
pantalones, empujo la canoa hacia el lago y doy unos pasos hasta que los
pinchazos del agua helada me llegan hasta las rodillas. Dando un pequeño salto
en diagonal, subo a la canoa que, por inercia, se desplaza unos metros, llegando
hasta donde el fondo del lago se abisma. Empiezo a remar con energía, me
Una brisa gélida rompe la quietud de la superficie. Ya no puedo ver qué pasa
debajo de esas pequeñas olas, pero sé que estamos en una zona no muy
profunda. Vacío de a poco los baldes con el cebo y observo cómo, mientras los
canoa. Aquí el agua debe llegarme hasta la cintura, y desde la canoa, con solo dar
un paso ya estoy pisando el pasto cortísimo de la orilla, que es una breve planicie
Si tuviese que elegir un lugar para pasar mis días que no fuese la playa de
arena gris, sin dudarlo elegiría este. Bajo los pies descalzos, el pasto corto y
grueso se siente tan fresco y esponjoso que dan ganas de revolcarse, de pasar el
Estoy seguro de que mi padre nunca puso un pie acá. Y mi hijo tampoco. Este
y pasar la noche sin que nadie me diga qué le parece. Es tan mío como esta
canoa. Aquí estoy muy a gusto conmigo mismo, no necesito más que eso para
vivir en paz.
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Por eso necesito cazar a esta perca. Para seguir aquí, respirando esta
tranquilidad, aunque de vez en cuando tenga que hacer que unos gringos se
saquen el gusto de pescar unas truchas. Pero a los gringos no los voy a traer acá,
sino que los voy a pasear por la costa de enfrente, al lado de la ruta, cerca de la
Imagino a los gringos con tanta claridad como si los estuviera viendo, entrando a
haciendo señas de luces para que vaya a buscarlos. Sé que atenderán cada
indicación mía como si de eso dependiesen sus vidas y luego pagarán felices unos
Tendido sobre el pasto, con la cara al sol y los ojos cerrados, oigo el canto de
chimango lanza su chillido territorial y unos teros se alborotan. Los sonidos se van
Abro los ojos, levanto un poco el torso y, apoyando las manos en el pasto, me
estuviese cargado de una energía extraña. En el oeste, por detrás del cerro
pleno centro del pueblo. Miles de techos se vinieron abajo, muchos pobladores
murieron aplastados.
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Pero esto que viene asomando es diferente, es una nubosidad baja del color
profundo del hielo eterno, que ya cubre todo el horizonte del oeste, haciendo que
que eso. Algunos, hasta se animan a hacer pronósticos, pero lo que sabemos es
Escucho movimiento en el agua. Boca abajo, camino con los codos hasta la
canoa. Me asomo con mucho cuidado y veo, a un par de metros, una aleta grande
estiro el cuerpo hacia el interior de la canoa. Paso una mano por dentro del aro de
cuero y sujeto firme ese extremo de la cuerda. Cierro la otra mano alrededor del
me quedo inmóvil, con los músculos relajados pero alertas, esperando el momento
oportuno.
la perca, justo por debajo de la aleta dorsal. De inmediato, el pez se sumerge y los
velocidad de remo. Por la cantidad de cuerda, sé que el pez está a unos veinte
metros de distancia. Voy a esperar hasta que se canse para empezar a enrollar la
cuerda, no quiero poner en riesgo esta captura. Si me apuro, solo voy a conseguir
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acercarme a un pez lleno de energía, en condiciones de intentar un movimiento
atención que se haya cansado tan pronto. Pero enseguida se mueve otra vez,
La situación se pone difícil, nunca pensé que este bicho pudiese tener tanta
poco de freno y esperar unos minutos, no más que eso. Pero ahora me doy cuenta
de que no tengo manera de parar a esta bestia, si recojo la cuerda me acerco con
cada vez más cerca de la capa de hielo y ahí no me quedará otra alternativa que
desenganche.
pronto, algo cambia, estoy a unos metros del borde de la capa de hielo y la perca
ha dejado de avanzar, pero no de moverse. Veo cómo la cuerda, que hasta recién
entraba en el agua unos cuantos metros más allá, ahora se va hundiendo cada
vez más cerca, en una inesperada y rápida huida del pez hacia el fondo del lago.
La bestia tironea hacia abajo con tanta fuerza que, de forma imprevista, la canoa
termina por darse vuelta y me hundo rápido, mientras trato de liberarme de las
51
varias vueltas de cuerda. En el descenso vertiginoso y oscuro percibo el frío cada
vez más intenso del agua y ya estoy soltándome de la cuerda cuando, al costado
Me libero de la cuerda y miro hacia arriba. Estoy bajo la capa de hielo, pero
justo encima mío, a unos pocos metros, hay una abertura por la que se cuela la
luz del día. Hasta ahí subo nadando y, con los pulmones a punto de explotar,
Por fin, llego a la orilla y me acurruco entre los pastos, tiritando. Me levanto la
estómago.
está haciendo ahora mismo, sino porque hace un tiempo que empecé a fallar, que
naturaleza hubieran cambiado de pronto, sin aviso, volviendo inútiles todos mis
saberes.
sido arrebatado, pareciera que los demás comprenden algo que yo no. Cuánto me
Quizá podría intentar trepar arrastrándome, son nada más que cincuenta metros,
cincuenta pasos de hombre hasta la ruta. De vez en cuando, ahí arriba se oye el
Estiro una mano, me tomo con fuerza de una mata de pastos y trato de
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es muy incómoda, así que cubro el tajo con el antebrazo y la palma de la mano.
pastos con la mano libre y moviendo un poco las piernas como pueda.
Haciendo un esfuerzo que está por encima de mis capacidades físicas, logro
Levanto la cabeza, pegando el mentón al pecho, para mirar hacia abajo. Avancé
unos dos metros, dejando una huella de pastos achatados, empastados con
sangre.
arrastrándome hacia arriba, llegar hasta la ruta. Ahí pasa un camión, lo escucho
bien cerca. Si hasta vibra la tierra. Tengo que hacer un esfuerzo más.
Tomo con firmeza un manojo de pasto y tiro con fuerza mientras clavo un talón
en la ladera. Así avanzo una distancia de medio brazo por vez. Miro hacia arriba,
ya casi llego.
Allá abajo, veo la canoa dada vuelta, flotando en el lago, cerca del comienzo de
la capa de hielo. Veo también, sobre la capa de hielo, a unos pocos pasos de la
canoa, la abertura por la cual pude salir y el rastro de sangre hasta los pastizales
de la orilla, mi propio rastro de sangre. Ojalá que aún me quede suficiente como
Ya estoy con la mitad del cuerpo sobre el costado de la ruta, el pasto está tan
crecido que si yo estuviese de pie quizá me llegaría al pecho. Mis piernas, ya sin
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Hace un buen rato que no se oye ningún vehículo. Si alguien pasara en este
Estoy sobre el asfalto, tirado sobre el costado por el que me desangro. Cada vez
Me pregunto si estos copos de nieve que ahora mismo están cayendo, grandes
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El machi
Mañana mismo, antes de que se cierre la noche, tengo que llegar hasta el otro
lado del bosque, a la ruca quemada. El chucao me lo dijo, Kumiray tiene algo que
decirme.
Voy rozando las hojas de los árboles sin alterarlas, soy una presencia que se
despliega, caminando sin ruido ni huella, dando así tranquilidad tanto al huemul
como al nahuel. El bosque es infinito y, bajo este suelo, todos los árboles son uno.
El bosque es infinito porque cambia todo el tiempo, pero también porque es uno y
el mismo.
Llevo lo necesario para esta travesía: piedras del fuego y la piel de nahuel rojo.
Debo hablar con Kumiray mañana por la noche, ella me dirá cuándo y con qué
fuerza vendrá Piren. Sin Piren blanqueando la montaña, el suelo y la copa de los
sabemos que es malo estar débil. Lo débil es comida fácil y, como no puede
conseguir comida con facilidad, se vuelve cada vez más débil. Estar débil es estar
muriendo y Elmapun no quiere eso. Él nos creó para que seamos un Todo cada
Un machi debe ser cada vez más fuerte, cada vez mejor. Como un árbol, que
cuanto más hunde sus raíces en el suelo, tanto más cerca de Antu llega con sus
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Los hijos ya no quieren al bosque. El mío se ha ido hace ya muchos inviernos.
La risa del invasor lo embrujó. El invasor ríe porque no sabe existir, ríe porque la
ignorancia es irrespetuosa. La voz del invasor es temeraria, grita “Aquí estoy yo” y
es capaz de cortarse una mano para demostrarlo. Se repliega sobre sí, como las
El invasor duerme y come más de lo que necesita, por eso tiene el color de
El hijo de este machi se fue hace mucho y solo Elmapun sabe por qué.
Quedó cerca, pero vive el mundo del invasor, cambiando partes de nuestro Todo
por abrigos y alimentos que no salen de los hijos de Aitue. Fuera del Wallmapu,
por propia elección, mi hijo ahora cambia leña y peces por ropas y bebidas sin
espíritu.
Leña y peces a cambio de ropas y bebidas sin espíritu, a eso se dedica el hijo.
Su cuerpo está cerca, pero su alma está embrujada por el mundo del invasor,
ajena al Wallmapu.
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Hijo que vino una vez a pisar de nuevo el suelo sagrado que lo vio nacer y
blanca de Pirén.
pude.
No sirve la magia para entender al huinca. Otros machis aseguran que el invasor
es un pueblo que viene de lejos, pero este machi sabe que el invasor no es un
pueblo. El invasor es un espíritu maligno, más maligno que Fiura y tan fuerte que
No hay magia que lo pare, porque el espíritu del invasor no tiene ancestros para
hace el Cuero con los desprevenidos que por no verlo terminan en el fondo del
lago.
Muchos inviernos pasaron desde que no está Kumiray. Aquel fuego terrible, que
se comió medio bosque, se la llevó. Le aparecieron llamas por los cuatro vientos y
no pudo escapar. Las cenizas de Kumiray fueron así tierra del bosque. Y más
luego fueron árboles creciendo y hojas y flores y pájaros y también animales que
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Y en la noche de mañana va a mostrarse en la ruca quemada y este machi debe
estar allí para hablar con ella. Sé que va a estar ahí porque me lo anunció el
chucao con su canto. Con los ojos cerrados este machi vio a Kumiray cuando el
chucao cantó.
lo necesario para cruzar hasta el otro lado del bosque, gritó una cahuacahua
anunciando que del cielo caería mucha lluvia. Y más luego, cuando empezaba a
Y este machi no buscó refugio. Porque esas son las pruebas que Elmapun nos
pone a los machi. Pruebas que no podemos pasar con la magia. Pruebas que solo
se superan siguiendo, estando, que es la única forma que tenemos de ser dentro
Este machi sabe que hay peligros que no son pruebas de Elmapun, que son los
peligros que solo un machi puede ver. Como esas manchas de sangre fresca que
ahora mismo veo sobre los troncos y las hojas de estos árboles, señales que solo
pueden significar peligro. Ahora, debo ser más silencioso que el huillín, es
Ahí mismo, verde, gruesa y enroscada sobre ese lahuan, la veo a Pihuichen.
Hace como que duerme, apenas si asoma su lengua de dos puntas, haciéndola
vibrar. Olfatea el aire y todo lo que este le traiga. Cada colmillo de Pihuichen tiene
mi tamaño, pero con eso no me mataría, solo chuparía mi sangre. Pihuichen mata
con su silbido y luego vacía de sangre el cuerpo del desprevenido. Pero para ser
vaciado por Pihuichen, hay que ser visto antes de verla. Solo así es como ella
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Desde lo más alto del lahuan, Pihuichen me mira. Levanta las alas sin plumas y
abre la boca ensangrentada. Muestra su saciedad y avisa que sabe que la he visto
para irse hacia algún lugar en donde pueda descansar sin ser vista antes de ver.
bosque por cruzar. Hice una fogata y me ubiqué más allá del alcance del fulgor,
donde la oscuridad me cubre. Me mantengo despierto, debo ver antes de ser visto.
secas rompiéndose, más cerca del fuego cada vez. Desde la negrura que flota
bien cerca del fuego y, con las mejillas rojas, canturrea en mapuzungun antiguo.
Entonces sé, porque canta la canción del destierro y el fuego de los volcanes,
que es Copihue.
Copihue mira hacia los cuatro vientos, asustado como un pudú. Luego abre la
—Me pareció haber escuchado a un machi queriendo hablar como el trueno para
asustarme— dice Copihue y, sentado así como está, sin parar de reír abre las
manos y de ellas salen tantas campanas rojas, pequeñas y refulgentes como este
machi nunca ha visto. Algunas caen al suelo y las demás se adhieren a ramas y
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Un amplio círculo de luz, irradiado por las muchas campanitas dispersas, nos
hacerme algún daño, la fuerza de todos los machis hará que ya no puedas
disfrutar de la chicha.
—Si Elmapun es tan sabio, ¿por qué no elimina la maldad que Gualicho
bondad y que por eso Elmapun es el más sabio. Y digo también que no soy
—¿Y por qué hay algo en lugar de nada?— grita Copihue, a lo que le respondo
que no conozco esa respuesta, ni tampoco entiendo por qué está haciendo
—Te quiero, machi— dice, y se acerca con los brazos abiertos y los ojos
cerrados.
sobre los hombros, tomo un puñado de especias ancestrales que espolvoreo sobre
la cabeza misma de Copihue que, ahí abajo, abraza el tronco del árbol.
arriba en el suelo, murmura algo incomprensible en una lengua que suena como el
antiguo mapuzungun. Solo escucho, con toda claridad, los nombres de seres
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malignos poderosos, como Trauco y Fiura, que Copihue repite varias veces antes
de dormirse profundo.
Busco un canelo para recostarme. Con los ojos cerrados, trato de ver las
embrujada esta por el poderoso enamoramiento que este ser maligno prodiga con
Por ser hombre, Carriqueo ha visto a Trauco tal como este es: un enano
quijada.
vegetación.
Al costado del tronco de un lahuan ancestral, casi oculta, descubro una cueva
oscura.
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Hijos que ya no están.
Madres llorando.
Una boca arrugada y seca que se abre apenas, mostrando unos pocos dientes
amarillos.
Carcajada seca que crece, se expande y corta como a cuchillo el silencio del
Dejo de ver lo que sugieren los ancestros, todo ha vuelto a ser oscuridad. Abro
altas cumbres y el valle. Que vague por el bosque nada más puede responder a la
zigzagueante, entre la hojarasca. Se dirige hacia donde sale Antu. Lo sigo porque
debo ver antes de ser visto, porque un machi es poderoso solo cuando ve primero.
Me muevo por el bosque como la brisa suave. Ya entran los primeros rayos de
Antu entre las hojas más altas de los árboles. Los pies de un machi nunca hacen
ruido ni dejan huella. Me cuidan mis ancestros, soy todo lo que ellos anhelaban,
no puedo avergonzarlos.
Estoy llegando a los límites del bosque sagrado. A través de aquellos coihues
puedo ver el lago en el que, durante el primero de todos los inviernos, Elmapun
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venció al nahuel. Como hay un poco de niebla sobre el lago y me parece ver algo
Veo un wampo flotando. Es un wampo de los que hace el invasor, pero un solo
de todos los peces. Lo vi antes de ser visto y me voy antes de que me vea. Ahora,
No he perdido el rastro de Copihue, sino que este ha salido del bosque y debe
machi no camina entre los arbustos, porque puede ser visto antes de ver y ya no
sería parte del Todo, sino nada más que un hombre caminando entre los arbustos
Nunca pude ser un simple hombre caminando entre arbustos, siempre fui machi.
No se es machi por propio intento, sino que a uno le es dado serlo. Es una orden,
como un rayo que cae del cielo. Un día, siendo niño, uno se cae como muerto y
los demás llaman a una machi para que haga sus curaciones.
Al despertar, todavía sin ser dueño de sí mismo, uno toma el kultrun de la machi
y canta la oración de las almas auxiliadoras y protectoras. Y más luego, uno sigue
bueno que hubiese un machi y que uno no caería en brujerías por ser niño y no
conocer aún la maldad. “Este niño nada conoce de brujos y ha de ser machi por
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voluntad del Todo”, le dijeron. Entonces mi padre dijo que me dejaría ser machi y
Vinieron machis de todo el valle, entonces éramos muchos lof y vivíamos allí, en
la zona del valle. También vino Rancal, que en ese entonces era el machi más
entero con sangre de cordero y se preparó carne cocida y chicha para toda la
concurrencia. El festejo empezó con un baile al son de los tambores. Las machis
de cordero sagrado
al niño machi.
Signado está
el machitun lo quiere
un machi será.
De nahuel rojo
el machi poderoso
la piel vestirá.
En el Wallmapu
un machi bondadoso
sabrá caminar.
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Y después, Rancal, que ya era el machi más poderoso del valle, se paró en el
centro de la reunión y dijo sus palabras de cuidado y bienvenida, que hoy siguen
“Signado con sangre, el machi dirá siempre oraciones valederas en toda ocasión
ningún enfermo, nunca se hablará mal de él y, por donde pase, siempre se dirá
“Ahí va un buen machi”. Y habrá para él, en cada ruca, un vaso de chicha y un
Todos bailaban y ahí es cuando uno experimenta el arte, cuando vienen las
voces de los espíritus buenos que hablan a través de uno. El cuerpo empieza
como a temblequear y las palabras vienen solas. Que va a atender a los enfermos,
dice uno, y que le devolverá la salud a todo aquel que así lo necesite. También
dice uno que aprenderá la magia con respeto y nunca la usará para hacer el mal,
Después, tuve que dar a cada machi presente una olla grande de caldo con
estén siempre dispuestas a ayudarme. Que hablen bien de un machi hace un poco
Así es como uno se hace machi, no por propia ocurrencia, sino por señalamiento
del Todo. Y cuanto más temprana es la edad a la que uno es señalado, tanto
mejor machi será, porque más tiempo tendrá para aprender, para ser ayudado.
las gentes por mis curaciones no solo llenó de animales el corral de mi padre, sino
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que también le hizo levantar nuevos corrales. Y después, anduvo mi padre por ahí,
diciendo a todos que esto y aquello lo tenía gracias a su hijo, el buen machi.
Entonces era un buen machi, sí, pero mis visiones eran todavía jóvenes,
borrosas. Mis manos todavía no se parecían a la corteza del coihue, ni mis pies
eran silenciosos y livianos, como hoy. Aún no era poderoso, todavía no tenía
descansar sobre una de mis rocas. Aprovecho para tomar un poco de agua fresca,
observando un quetri.
Los varios troncos de un quetri. La corteza roja siempre suave, siempre fría. La
otros. Los nuevos, que al crecer unirán sus raíces con las de los antiguos.
Todos los quetris que hay en el recorrido de este pequeño arroyo, son tocados
venció al nahuel. Cuanto más juntos están los quetris, tanto más hermosos y
El quetri solitario no solo es raro de encontrar, sino que suele crecer deforme,
con nudos que delatan sus cambios de dirección, sus dudas vitales, las
incertidumbres de la desolación.
Vivir entre iguales lo hace a uno más igual. Cuando vivíamos en el valle fuimos
una hermosa comunidad, cada vez más grande, cada vez más de iguales. Pero
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separando. Las familias nos fuimos achicando y distanciando, a veces por muerte
porque le teme a todo aquello que no sea como él y desconfía de todo aquello que
se le parezca.
Una noche, despertamos en medio de las llamas. Ardía nuestra ruca y los
portaban rifles y pistolas. Son muchas las batallas perdidas, muchos inviernos han
pasado desde que a nuestro Galvarino le cortaron las manos por alzarse en armas
contra el invasor.
Veinte días anduvimos antes de llegar aquí. Por donde pasamos, vimos la mano
El bosque más lejano fue nuestro último refugio. Este mismo bosque del que ya
éramos parte desde antes de conocerlo. Este mismo bosque en el que pasean los
Camino siguiendo el curso del arroyo, hacia el nacimiento de estas aguas. Estoy
en la zona más nueva del bosque, donde los árboles son jóvenes y Antu llega con
más fuerza. Conozco bien este territorio, es la mitad de bosque que se comió el
fuego. El mismo fuego que hace tantos inviernos se llevó a mi tan querida
Kumiray.
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Este machi salvó de la muerte al padre de Kumiray. Desde el otro lado de la
cordillera habían venido a buscarme, resultó que hasta ahí había llegado mi
nombre. Y caminé cuatro días, con sus noches, para ir a ver qué podía hacer por
ese hombre de gran valía, lonco de una comunidad como en algún tiempo fue la
nuestra.
Y le curé un mal de cabeza y panza que lo tenía a mal traer, con calores y
temblequeo, convaleciente. Una noche entera este machi fumó y echó el humo
Y ahí tuve la primera visión clara como el agua de este arroyo, en la que el
lonco me ofrecía un pedazo de carne cocida. Entonces supe que se pondría bien,
Al día siguiente, bien temprano, vino el lonco a agradecer a este machi las
Cuatro días con sus noches nos llevó el regreso a la ruca del bosque. Y en esos
cuatro días nos conocimos como de toda la vida. Y cuando uno, en tan poco
tiempo, puede entenderse tan bien con alguien que no conoce, es porque se trata
del destino.
No ha sido que conocí a Kumiray por haber salvado a su padre, sino que su
padre enfermó para que nosotros nos conociéramos. Así lo cree este machi, que
ahora camina por el bosque que tantas veces nos vio juntos, este bosque nuevo
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Este machi se fue haciendo machi poderoso, el más poderoso. Pero aún así no
me fue concedida la posibilidad de curar a mis padres de los años que cargaban.
Tampoco pude sanar a mi hermano del embrujo del invasor, que con promesas de
oro se lo llevó a vivir amontonado. Ni pude evitar que mis dos hermanas, siendo
poco más que niñas, un día desaparecieran, sin dejar más rastros que las huellas
de los cascos de cuatro caballos que, saliendo del bosque, seguían en dirección al
De pronto, en este bosque y en un solo invierno, fuimos nada más que dos.
Pero más luego, seríamos tres. Cuando llegó el hijo, vino la primavera a
nuestros días. Creció sano y bien fuerte. Kumiray dijo que estaría bien que
aprendiera del mundo del invasor, que el Wallmapu se hacía cada vez más chico,
que cada vez más hermanos adoptaban las oraciones y las ropas del huinca, que
se podría sobrevivir con solo aprender el saludo huinca y que hijo seguiría
Y así fue como el hijo durante varios inviernos caminó medio día para ir y venir a
eso que el huinca llama “escuela”. Ahí estaba el hijo cuando ardió esta mitad del
bosque y este machi andaba del otro lado de la cordillera, buscando Palo de los
Brujos.
He llegado al pozón que recibe el torrente del salto de los penitentes. El agua
cae en forma de espuma y su sonido tranquiliza a los espíritus. Es este uno de los
lugares mágicos del bosque. Aquí vienen a beber tanto el pudu como el nahuel
La orilla es de una arena fina que tiene el color de Piren. Eso era lo que más le
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algunas frutas y las comíamos aquí, en esta misma playa, sobre esa roca que
asoma en la arena.
Siguiendo el sendero de los animales, me aparto del arroyo. Camino unos pasos
y giro la cabeza para contemplar una vez más el salto de agua. Oigo el sonido del
agua entrando en el agua, pero hay algo más, como por debajo de ese estruendo,
Por el sendero, subo la pendiente, alejándome del agua que cae para prestarle
Los golpes suenan más cerca y más fuerte, ya los oigo por encima del sonido
Sigo subiendo por el sendero y ahora solo se escuchan los hachazos, pero
vienen desde todos los árboles del bosque, que empiezan a girar a mi alrededor y
todo se hace verde, más verde. Me dejo caer de rodillas y, antes de desplomarme,
Abro los ojos y, ahí nomás sobre el pasto, al alcance de mi mano, veo dos
piernas que como pies solo tienen talones. Percibo el olor hiriente de los espíritus
—Estás viejo, machi.— dice Trauco, moviendo esos labios que parecen
babosas, dejando ver dos o tres dientes torcidos. Me pongo de pie y ahora es
Trauco quien tiene que mirar hacia arriba. Levanto las manos todo lo alto que
vuelacabezas.
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Con las manos en alto, usando la voz del rayo, digo:
—Trauco, ser maligno odiador de los hombres, te ordeno que guardes tu hacha
donde este machi no pueda verla y permitas que siga su camino ascendente.
—Estás viejo, machi, te haría un favor más grande volándote la cabeza. Dime,
calcu, este machi no revela sus propósitos a los malvados. Fuera de mi camino.
—Machi que no es amigable, machi que pierde la cabeza.— dice, mientras con
Me quedo parado en el mismo lugar, porque los seres malignos no pueden hacer
daño físico a los machis. El filo del hacha zumba muy cerca de la boca de este
machi, casi bajo la nariz. Por el sendero, retrocedo sin tocar el suelo y me detengo
en la arena de la orilla del pozón. Aquí espero a Trauco que, dando pasos cortos y
torpes, viene con el hacha en las manos, mordiéndose las babosas que tiene por
labios.
Se acerca y levanta el hacha, como para bajarla de un solo golpe que la hunda
hasta el mango en el pecho de este machi. Abro la mano y dejo caer un puñado de
arena sobre la arena. El enano maloliente abre los ojos bien grandes, deja caer un
chorro de baba y suelta el hacha, que cae a sus espaldas. Se arrodilla ante mí y
de los penitentes. Allá abajo, Trauco cuenta granitos de arena y solo Elmapun
sabe cuántas mujeres menos serán engañadas, abusadas y preñadas por este
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enano maligno que ahora se entretiene. Solo Elmapun sabe cuántos hombres
estarán a salvo de que Trauco les deforme la quijada con solo mirarlos. Solo
esté entretenido.
No importa el cansancio, tengo que llegar antes que la noche. El machi ya tiene
sus años, pero aún puede caminar. Despacio, voy cruzando el bosque que
desaparecer.
Ya no hay sendero, pero igual puedo seguir el rumbo. En el tronco del raral,
siempre están esos hongos que crecen ocultándose de Antu. El pitío arma su nido
puede uno mirar hacia arriba, ubicar a Melipal, ver hacia dónde apunta su luz más
brillante y tener por cierto que la salida de Antu será del lado del corazón.
Me pregunto cuánto de todo esto habrá aprendido el hijo antes de irse. Este
machi piensa que el hijo se ha ido por no haber llegado a aprender lo suficiente.
La escuela del huinca le robó el tiempo del espíritu, que es la esencia de la vida
habló de cosas que este machi no conoce y más luego el hijo ya no quiso oír las
ruca nueva en el otro lado del bosque, más cerca del lago, fuera de esta mitad
maldita arrasada por el fuego, muy lejos de la escuela del huinca. Pocos días
había ido.
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Muchos inviernos pasaron hasta que regresó, vestido de huinca, deshonrando al
invasor y nada me parecía más interesante que contemplar una hoja de pellín en
otoño.
que dónde estaban. La pregunta me resultó ofensiva, pero así y todo le contesté lo
que debería saber: que los colaboradores son los espíritus de machis que en vida
han aprendido algo de este machi y que por eso, en situación de necesidad,
quiso un vaso de chicha. Se fue sin saber cómo saludar y este machi se quedó
de la despedida.
Las piedras que veo dispersas en el suelo son cada vez más grandes. Me
sigue, cubriéndose con la piel de nahuel rojo, avanzando entre las muchas hojas
Cortando como una piedra laja el silencio de los árboles, me llega una risotada
llena de maldad que enseguida reconozco. Si hay un ser malvado con el que
ningún machi quiere encontrarse, es este. Un ser tan despiadado que algunos
machis afirman que es un demonio introducido por el invasor, pero esto no puede
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Aún no es noche cerrada, pero el bosque está casi a oscuras. El viento se hace
más fuerte y ahora vuelan hasta ramas pequeñas. Busco reparo en el hueco de un
especias sagradas. Aún lleno de dudas, este machi se prepara para enfrentar a
Fiura.
Este machi sabe que la lluvia está cerca, ya se oyen los estruendos y el bosque
cueva emerge algo que destella. Es un peine de plata con el que una mano
nudosa peina una larga cabellera negra que cubre la mitad de una cara
monstruosa. La mitad de una cara monstruosa que abre la mitad de una boca.
Entre los dientes afilados asoma una lengua bífida, negra y brillante, que con sus
dos puntas se despliega como una culebra, y volando muy rápido, viene
zigzagueando entre los troncos de los árboles, para terminar clavándose en los
para este machi. Tirado boca arriba, escucho cómo se acercan las pisadas de los
enormes pies de la enana Fiura, la madre de todos los seres malignos del bosque.
Percibo el olor acre de su pelo largo que roza mi cara, la escucho respirar, huelo
—No solo el machi se vuelve más poderoso, Fiura también, pero no tanto como
El viento se detiene, ya no siento a Fiura sobre mí. Todo está en silencio, todo
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Estiro las manos hacia adelante y, con cuidado, tanteando árboles y ramas,
A poco de andar, escucho el piso de hojas secas crujir bajo unos pasos que se
interpone en el rumbo que estaba siguiendo. Pregunto quién es y una voz muy
—Cuca, duende bondadoso que asiste a los extraviados, por favor ayuda a este
—El machi estaba tomando otro rumbo, porque el machi además de ciego, está
perdido— dice Cuca y, al tomarme de la mano, puedo ver a través de sus ojos.
Desde la mirada de Cuca, los árboles se ven más altos y gruesos, aunque ya
casi no hay luz. Me veo a mí mismo a la cara, cubierta por la sangre que chorrea
desde las cuencas vacías de los ojos, manchando la piel de nahuel rojo. La
hemos llegado a la ruca que fuera quemada tantos inviernos atrás. Cuca se
manos a la altura de mi cara, con las palmas vueltas hacia arriba, y con la voz del
trueno, realizo la invocación. Enseguida, percibo cómo el aire que está sobre mi
cabeza se vuelve más denso y, despacio, comienza a girar, formando poco a poco
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un remolino lento, pero potente, que termina por cubrir todo el espacio en el claro
del bosque.
la visión, viendo cómo el pasto decrece, como tironeado desde abajo, y las
La noche se cierra por completo. Puedo ver desde mis cuencas vacías gracias a
mis colaboradores y confío en que serán verdades todo aquello que me permitan
observar. Como esta luz intensa que empieza a desplegarse frente a mí, un fulgor
Se ve tan hermosa como la última vez que la vi, pero hay tristeza en sus ojos.
Apenas si sonríe y me dice que tiene que hablarme de Piren, pero que no se trata
solo de Piren, sino del Wallmapu. Que la maldad se ha ido comiendo al Wallmapu
porque los buenos han sido cada vez menos, me dice. Y que han sido cada vez
menos por dejar de creer en sus hermanos. Que no sirve un machi poderoso si
solo es uno. Que no hay comunidad sin magia, como no hay magia sin comunidad.
Que Piren vendrá, y que lo hará con mucha fuerza, como nunca se ha visto. Y que
será la última vez, pero no para Piren, sino para el Wallmapu. Y que lo único
Kumiray cierra los ojos y llora lágrimas de plata, que caen al suelo formando
bolitas. Miro a mis colaboradores y trato de recordar qué cosa aprendió cada cual
de este machi. Me pregunto quiénes son en verdad estos seres refulgentes que
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me han devuelto la visión para ver a Kumiray, si no serán acaso un engaño de
absoluta.
kultrun cada vez más lejano que, en ese apagarse, va anunciando cómo avanza,
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¡Muchas gracias!
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Contenido
El asistente............................................................................................................................................8
El pescador.........................................................................................................................................32
El machi..............................................................................................................................................55
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