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A lo largo del libro Stanislavski 1 desarrolla su tesis sobre lo que debe ser capaz un
actor, lo hace de una manera extensa, detallada y didáctica, sin embargo inicia
con una postura radical: Un actor debe servir al arte, sacrificarse si es necesario,
y no para llegar un fin egoísta. Debe trabajarse espiritual y físicamente, debe
“buscar lo mejor en el arte y tratar de entenderlo”.
“Un actor debe estar dotado de sensibilidad” por lo que debe sentir lo que se
interpreta, pero como todo dentro del arte debe cultivarse, la creación del actor no
debe depender del subconsciente como podría creerse. Explorarse a es
fundamental, puesto que dentro de lo que constituye a cada persona, a cada actor
hay elementos sujetos a la conciencia, por lo tanto a la voluntad y al ser accesibles
son también aptos “para actuar en un proceso psíquico involuntario”.
La exploración inicial por tanto, consiste en utilizar la conciencia como técnica para
sentir el flujo la vida interna y externa, es decir conocer que detona nuestras
sensaciones de manera natural y por nosotros mismos. Esto es conocer el
material con el que se trabaja, el actor no solo esculpe el mármol, él es el propio
mármol, el martillo y el cincel, pues “un actor está obligado a vivir su parte de una
manera internamente controlada, cuidadosamente, y dar cuerpo, externamente, a
su experiencia”.
Acción
La concentración y relajación
En este punto Stanislavski plantea algo que podría generar discusión ¿El actor
debe olvidar al público y plantear una cuarta pared? Creo que no, un actor debe
estar pendiente de lo que ocurre en el público, con cierta distancia y en cierta
medida, sin embargo profundizar en esta idea nos tendría que referir por
obligación a otros autores. Sin embargo la atención principal del actor debe estar
en el escenario, la realidad del personaje.
Asumir la realidad sin duda es fundamental por esto se debe estar interesado en
algo dentro de la escena tanto externo, como interno, se debe tener un punto de
atención, mirar algo más allá de solo fijar la vista.
La atención es como una luz que se focaliza, se marcan a través de una línea
imaginaria, por lo que estas barreras se encontraran dentro de nuestra mente.
Esta luz debe llevarnos a sitios fuera de nosotros mismos, pero también debe ser
introspectiva, lo cual se llega a través de los sentidos, volver consiente lo que se
siente, escucha, huele y sabe. Es en estos puntos donde la imaginación y la
verdad deben convergir.
Los ejercicios físicos que se realicen durante cualquier entrenamiento, deben tener
una enérgica observación del control, que implica atención, distinción y ajuste
inmediato ante las sensaciones corporales, saber que músculos deben contraerse
y cuales no. Relajare implica encontrar un sentido de equilibrio.
Hasta este punto me parece que lo que se requiere para la preparación actoral es
conciencia y comodidad en todos los aspectos, hacer que estas converjan en el
personaje y en actor a través del cuerpo, asimilar por medio de este la verdad que
se construirá a partir de la mirada enfocada y las emociones que fluyan hacia el
escenario y los demás actores.
El objetivo y la verdad
Los objetivos que se planteen teñirán de verdad las acciones y tener en cuenta lo
anteriormente descrito ayudará a definirlos, de ahí que Judith Weston en su libro 2,
retome lo que se plantea en este, usar un verbo en lugar de un adjetivo para
escoger el objetivo.
La líneas físicas, es decir el trazo debe conducir a través de los espacios internos
y externos de la obra, la verdad en la escena es “todo aquello que pueda creerse
con sinceridad”, todo lo que para los actores y espectadores exista dentro y fuera
de estas líneas. Esto se consigue dirigiendo las acciones físicas movimiento por
movimiento, segundo a segundo, hasta que lo que se construye tenga una
secuencia coherente y completa.
Emociones y Superobjetivo
La memoria emocional es “uno de los únicos medios por los cuales se puede
influencias en cierto grado la inspiración”, por lo que el evocarla, el desarrollarla
será parte del proceso de por medios consientes alcanzar el subconsciente.
Primero se plantea encontrar los medios que cada actor considere necesarios
para incitar este material emotivo y posteriormente descubrir un “método para
crear un número infinito de combinaciones de almas humanas, caracteres,
sentimientos y pasiones” para la interpretación.
Para el uso de esto durante el trabajo actoral, hay un punto muy importante a
considerar: No empezar por los resultados. Estos aparecerán como un producto
consecuente al desarrollo que se tenga. Las emociones suelen ser salvajes, se
esconden en “lo profundo del alma”, depende del trabajo consiente el
domesticarlas y entrenarlas, para después hacerlas entrar en comunión con los
otros, que sean percibidas con la realidad con la que son evocadas.
Finalmente el libro concluye con la importancia de conducir todo lo descrito para
en un objetivo, permitir que la comunión sembrada durante el trabajo de la puesta
en escena aterrice en un “Superobjetivo”, es decir el propósito fundamental de la
obra.