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¿Se entra a un laberinto para perderse o para encontrarse?

¿Es el amor el terreno fértil para


cultivar un laberinto?

Minotauromaquia (crónica de un desencuentro) a través de veintidós capítulos teje los caminos


del laberinto del desamor narrado por Tita Valencia, a manera de una crónica -novela-ensayo-
poema (que bien asemeja a una criatura-literaria mitológica) secciona en cada capítulo líneas y
párrafos a maneras de caminos sin salida que van direccionando como un hilo el camino de
entrada y salida del dédalo letrado que compone el dolor de la escritora y protagonista.

En una Creta que toma lugar desde París hasta Palenque, Tita entra hacia los muros del
sufrimiento que se han construido en su memoria, para abordarse como Teseo-Ariadna en un
vaivén de fortaleza y negligencia emocional, llegar al centro de la fortaleza a enfrentar al monstro
alimentado por un mar de amor llamado Egeo que se ha cansado de entregar tributos para
alimentar a la bestia que la carcome por dentro y finalmente asesinarla con la daga de su olvido.

Tita Valencia aborda desde su complicidad y su valentía provenientes de su posición de amante, el


dolor de entregarse a alguien, a alguien que busca “poseer para no amar”, a alguien que en toda la
novela resulta ausente.

Claudia Domingo señala en el prólogo que es un libro que le exige menos a la lectora, pues está
orientado a dolor perpetuado por figuras masculinas-patriarcales, misma idea que el texto va
ilustrando poco a poco, referenciado a distintas figuras de la mitología griega, y esto se cristaliza
cuando la autora expresa “...me pregunte qué hace tan desdeñable el dolor femenino y tan
trascendente el masculino. Que en el hombre pase por historia lo que en la mujer pasa solo por
histeria”. Aquí también cobra sentido el señalamiento al escritor al que va dedicada esta obra:
Juan José Arreola, su viejo amor y minotauro de esta novela-laberinto.

El maestro que endulza los labios de su amada alumna, el maestro que conquista y luego sufre el
dolor de su falta de ética es lo busca lidiar la protagonista ante esta figura mítica literaria que nos
presenta, si la bestia sufre, pero no como las cornadas que se lleva la minotorera. Valencia
describe este encuentro sobre la plaza de una manera bélica: “Si sufriste, tu dolor fue el de los
sitiadores que ejercen el crimen desde perímetros exteriores, no el del vándalo que saquea ,
incendia, y comparte con el vencido la sed y las ruinas”.

Destacan las distintas disciplinas de las que se vale la autora para tomar conceptos que le
permiten construir sus metáforas, pues no solo se queda en las referencias literarias, además
aborda la técnica fílmica, la música, la geografía, teología, el teatro, pintura, química, etc.. Lo que
enriquece en sobremanera y da cuerpo a su texto, pues para abordar el dolor se necesitan más
figuras e imágenes que las que ofrece la mitología, y encuentra en el sin número de campos que le
permiten explorar y analizar sus lágrimas.

Parte de la colección Vindictas, esta obra reeditada por la UNAM, es una joya que brilla ante el
brillo de las necesidades este nuevo amanecer social.

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