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Reg: 4100 eka del EsMIE G. BRANNER ASOCIACION CASA EDITORA SUDAMERICANA Av. San Martin 4555, B1604CDG Florida Oeste Buenos Aires, Republica Argentina Titulo del original: Beyond the Veil, Pacific Press Publishing As- sociation, Boise, ID, E.U.A., 1999. Direccién editorial: Aldo D. Orrego Traducci6n: Alberto Novell Diagramacién: Eval Sosa Tapa: Hugo Primucci IMPRESO EN LA ARGENTINA Printed in Argentina Primera edicién MMIV - 35M. Es propiedad. © Pacific Press Publ. Assn. (2003). © ACES (2004). Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723. ISBN 987-567-051-0 Branner, Esmie G. Detras del vel damericana, 2004. 128 p. ; 20x 14 em. 1° ed. - Buenos Aires : Asociacién Casa Editora Su- Traduccién de: Alberto Novell ISBN 987-567-051-0 | 1, Autobiografia. L Titulo. CDD 920 a Se terminé de imprimir el 18 de noviembre de 2004 en talleres Ppropios (Av. San Martin 4555, B1604CDG Florida Oeste, Bue- nos Aires). Prohibida la reproduccién total o parcial de esta publicaci6n (texto, imagenes y disefio), su manipulacién informatica y transmisién ya sea electrénica, mecdnica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor. —36792— Qovicatoria Este libro esta dedicado a mis hijos Javid, Taariq, Adam, Aisha y Zaina. Hijos, no tienen nada que te- mer del futuro a menos que olviden la manera en que Dios nos ha con- ducido en el pasado. Amen a Dios y a los demas, sean obedientes y fie- les a nuestro Sefior y Salvador Jesu- cristo. Entonces, y solamente enton- ces, heredardén el Reino de los Cie- los y nuestro gozo sera pleno y completo. ces Wt Contenido EpiLoco UN NUEVO COMIENZO HACIA LA LUZ..... jQUE Dia!..... EL LLAMADO A IR. A LUGARES DESCONOCIDOS UN TESTIGO FIEL EL PRIMER SABADO. LEJOS DEL HOGAR UNA GRAN PERDIDA TESTIGOS SILENCIOSOS ...... EL AMOR DE MADRE PROBADO ‘TIEMPOS DE PRUEBA TENTADA Y PROBAD: NOTICIAS DEL EXTRANJERO JUNTOS OTRA VEZ ......- SOLO DEJAME SER LA MADRE DE ELLOS. MISION CUMPLIDA LA LIBERACION .... LIBRE AL FIN...... EL PODER DE CRISTO SOBRE EL MAL jCUANTO AMOR! .. ESPERANDO EN EL SENO! GUIADA PASO A PASO... CREADO PARA Mi UNA NOVIA EN JUNIO 101 106 109 114 118 120 124 126 Qronotvnientos A mis hermanos y hermanas, Dorothy, Derick, Jeffrey y Merlene; Janet y Neville Ha- trington, Stanley, Julie y Marlon. Gracias por sus oraciones y apoyo. A mi sobrina Denise, gracias por el tiem- po que dedicaste para copiar el primer borra- dor de esta historia. Carl Fletcher, gracias por los articulos y por divulgar esta historia. Ta- mah Henley Curry, muchas gracias por la ayuda y el consejo en la redaccin de este li- bro. A todos mis amigos que me animaron, gracias. A mi querida madre, una verdadera ma- dre de Israel, gracias por la fe que siempre manifestaste y especialmente por tus oracio- nes. A mi esposo, mi mejor amigo, Arthur Branner Il, gracias por amarme y valorarme. Eres mas que un don de la creacién, mucho mas de lo que yo le pedi al Seftor y un verda- dero sacerdote en nuestro hogar. Gracias, Sefior, por el maravilloso testi- monio que me confiaste. Capitulo | U., NUEVO comilenzo ~~ ra una brillante y soleada mafiana. Al despertarme para en- frentar el dia en el cual estaba segura de que habria de morir; dentro de mi, sin embargo, me regocijaba por mi nueva expe- riencia con el Seftor. Reflexionaba en el hermoso servicio de comu- nion con velas encendidas de la noche anterior. Todo parecia tan perfecto. Todo, excepto la realidad que las fuerzas del mal estaban obrando contra mi y que pendia sobre mi cabeza una amenaza de muerte. Por primera vez en mi vida estaba poniendo toda mi con- fianza en el Senior, alguien a quien nunca habia visto. Sin embargo, sabia que no habia otra manera de descubrir verdaderamente a Dios. Tan a menudo, como seguidores de Cristo, le permitimos ha- cer solamente las cosas que a nosotros nos parecen posibles; aque- llas cosas que pueden ser vistas y explicadas por nuestra logica. Pero cuando le pedimos a Dios que haga lo imposible, algunas ve- ces renunciamos a nuestra fe antes que Dios pueda actuar, y nunca alcanzamos a verlo y conocerlo lo suficiente como para fortalecer nuestra fe. Cuando Jacob luché con Dios no lo solté hasta que reci- bid su bendicién (Gén. 32:24-30). De modo que yo llegué al mo- mento decisivo de saber que, 0 me aferraba de sus promesas y probaba a Dios, 0 dejaba pasar para siempre la oportunidad de co- nocer su real existencia en mi vida. Fue una decisi6n muy dificil. Mi vida pendia de un hilo. No deseaba morir y le dije al Sefior que preferia vivir. Le pedi a Dios que salvara a mis hijos para su reino. Habia tomado la decision mas importante de mi vida, y estaba resuelta a que, aun cuando 7 8 DETRAS DEL VELO tuviera que enfrentar la muerte, no retrocederia ante la palabra empeniada. La perspectiva de perder a mi esposo y no ver nunca mas a mis tres hijos y-mis dos hijas se me hizo muy real al decidir mante- ner la decisién mas importante que hubiera tomado alguna vez en relacién con cualquier cosa 0 a cualquier persona, una decisién que cambiaria para siempre mi vida y la de mi familia. Pero tenia que seguir adelante con mis planes. Habia aprendido demasiado y habia ido muy lejos como para abandonar al Sefior Jestis. Mi decisién habia sido tomada varias semanas antes que me atreviera a decirsela a mi esposo. Cuando lo hice, Mohamed pare- cié experimentar un cambio completo en su personalidad. Me amenazé con el divorcio y con quitarme a mis hijos. Cuando le dije que necesitaba ropa para la iglesia, extrajo todo el dinero de nues- tra cuenta bancaria. A medida que me acercaba mas y més a Cristo se me hizo muy real cudn desnuda estaba, no sélo espiritual sino también fisicamente. No encontré en mi ropero nada que fuera apropiado para que vistiera una cristiana. Mis buenas ropas se li- mitaban a vestidos para fiestas 0 clubes nocturnos, y mi ropa co- min no era de la clase que me hubiera hecho sentir cémoda en la iglesia. Creo que todo lo que vestimos debe honrar a Dios y hablar de nuestra relacién con Jestis. Me encontraba virtualmente desnu- day sin un centavo. Pocos dias antes del bautismo, Mohamed me mostr6 el cuchi- Ilo con el cual atravesaria mi corazon si yo insistia en someter a nuestra familia a semejante prueba. Dejé de comprar alimentos y proveyé6 sélo lo mas indispensable. A pesar de todo esto, me sustentaba la promesa divina que nuestra agua y nuestro pan serian ciertos, y me propuse en mi co- razon ensefiarles a mis hijos, secretamente, acerca del verdadero Dios y contarles las historias de la Biblia. Ellos amaban esas histo- rias y siempre querian escuchar mas. Las amenazas de Mohamed no me hicieron retroceder; decidi bautizarme y estaba determinada a hacer de esa decisién una reali- dad, aun cuando esto fuera la ultima cosa que hiciese. Descubri que al estudiar la palabra de Dios era dotada de fortaleza para se- UN NUEVO COMIENZO 9 guir adelante. Sin embargo, habia una premonicién en el aire. ¢Y si Jesuis escogia no salvarme la vida? Experimenté una tremenda ten- sin en mi alma. La guerra espiritual era real. Esta habria de ser la prueba mas severa, con mi vida pendiendo de un hilo, siendo re- cién nacida en cuanto a mi relacién con Cristo. Deseaba muchisimo que mis hijos fueran testigos de mi bautismo. Pero Mohamed te- nia el serio propésito de matarme. Yo le tenia miedo; sentia que, 0 no lo conocia, o que él era capaz de hacer cualquier cosa. No podia dejar de preguntarme si el bautismo era algo tan va- lioso como para morir por él. Recuerdo haber estado sentada a la mesa del comedor meditando en todo esto, con dudas que daban vueltas en mi mente. Y si Dios no es verdaderamente real? ;Cémo puedo saber con seguridad que él es real? ~Puedo permitirme arriesgar mi vida? Entonces, stibitamente me senti iluminada. Fue como si hu- biera sentido una voz suave pero clara que deca: “Si no confias en mi hasta el fin, nunca llegaras a conocerme”. Me di cuenta de que demasiado a menudo habia retrocedido ante la prueba antes de llegar a ver el resultado final. Nunca habia tenido paciencia para esperar y ver si Dios intervendria 0 no. Creo que esa fue una de las razones que contribuyeron para que me hu- biera separado de Cristo y de la Iglesia. Nunca habia conocido a Jestis como un amigo personal y jamds le habia confiado el control de mi vida. Ahora, gcudl seria el final de esta existencia de descon- fianza? Tenia que aprender a confiar en él, a saber que Dios resul- taria victorioso al fin. Finalmente la fe prevalecié y dije: “Si perezco que perezca”. Preferia morir por el nombre de Cristo y —si fuera el caso- equivocarme del lado correcto, antes que hacerlo del lado equivocado. Coincidi con el apéstol Pablo cuando dice en Filipen- ses 1:21 “Para mi el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Dediqué la semana previa al dia del bautismo a orar, ayunar y buscar la direccién de Dios para saber c6mo conducirme en cada prueba. La iglesia también estaba orando, y aunque experimenté alguna vacilaci6n, sentia paz interior y tranquilidad de saber que Dios estaba en control. 10 DETRAS DEL VELO En el servicio de comunién del viernes de noche previo al bautismo, testifiqué de la bondad de Dios hacia mi y comparti con mis hermanos creyentes mi deseo que mis hijos me acompafnaran al templo y fueran testigos de mi inmersién en la tumba liquida del bautismo. Regresé a mi casa con la confianza que Jesus iba a hacer algo grande por mi y por mis hijos. Los detalles acerca de cémo imaginaba aquel feliz evento vol- vian una y otra vez a mi mente en el camino de regreso a mi hogar. * Decidi preguntarle una vez mas a Mohamed si permitiria que los nifios me acompanaran a la iglesia el siguiente dia. Aparentemente motivado por la frustracién de tener que escuchar nuevamente mi repetida stiplica, levant6é su puto y me golpe6 la cara. Su reaccién nos sorprendié a ambos. Nunca antes habia hecho nada parecido. No lo habfa conocido como una persona violenta, pero era eviden- te que no estaba controlandose de si mismo; un nuevo espiritu lo controlaba. Yo reconoci esto, y el Sefior me dio fuerzas para mirar- lo con amor y espiritu perdonador. Al repasar en mi mente los acontecimientos que me llevaron a este momento, me parece evidente que la mano de Dios me estaba dirigiendo, aun cuando por afios lo habia dejado a él fuera de mis planes y fuera de mi vida. Yo naci y fui criada en un hogar Adventista del Séptimo Dia; era una de los ocho hermanos —cuatro varones y cuatro mujeres— que manteniamos a mis padres muy ocupados. Mi hogar, situado en el hermoso condado de Gloucester, Inglaterra, era cdlido, amo- roso y confortable. La nuestra era una tipica familia cristiana de- vota; la religion era una parte importante de nuestras vidas. No- sotros, los niftos, habiamos cumplido con los rituales de la asisten- cia regular a la iglesia, la participacion en ella y el bautismo. Fui bautizada a los trece anos, juntamente con algunos de mis amigos de la iglesia. No le presté mucha atencién; era lo mas natural como parte de mi formaci6n cristiana. Cuando algiin tiempo después, a los 17 aiios, dejé mi hogar para asistir a la escuela de enfermeria en Surrey, cerca de Londres, experimenté una nueva libertad a la que no estaba acostumbrada. No habia alli nadie que me dijera qué hacer. Podia tomar mis pro- UN NUEVO COMIENZO = Il pias decisiones. Podia ir a donde deseaba y hacer lo que queria, vestirme a mi gusto, escoger mis amigos, hacer lo que se me anto- jaba y divertirme. No fui cuidadosa en la eleccién de mis amista- des. La vida giraba en torno a una fiesta tras otra, un baile tras otro. Todo mi interés estaba concentrado en tener diversiones, di- versiones y mas diversiones, y antes que me diera cuenta de estaba bebiendo, asistiendo a bailes y fumando. No habia mucho tiempo para la religion; la vida era demasia- do excitante. Razonaba que, siendo que habia sido criada en un hogar cristiano, todo iba a salir bien. Pensaba que podia ir hasta el limite porque yo misma estaba en control y sabia cudn lejos podia ir sin sufrir dato y me imaginaba que estaria segura de no caer donde otros habian caido. Después de todo, mi familia oraba cons- tantemente por mi y Dios seguramente escucharia sus oraciones si no escuchaba las mias. Fue durante ese tiempo que conoci a Mohamed, uno de los percusionistas en la banda de mi hermano. Una noche, al asistir a un ensayo del grupo, alli estaba él, alto y buen mozo con esos atractivos ojos oscuros, agradable, con ondeado cabello negro y con una apariencia arabe cautivante y misteriosa. Fue amor a pri- mera vista. Cuando nuestros ojos se encontraron pude sentir una corriente eléctrica entre ambos. Mohamed me invit6 a salir juntos esa misma semana. Era muy facil conversar con él. Y no pasé mucho tiempo antes que me dijera que querfa que fuera su esposa. Era el hombre de mis suefios y esta- ba locamente enamorada. Los sentimientos de amor y pasion me dominaban y me encontraba totalmente inmersa en el encanto de la relacién. Me resultaba dificil sacarlo de mi mente aun cuando lu- chaba para continuar en la escuela de enfermeria. A medida que nuestra relacién se profundizaba, recuerdo que me comunicaba con Dios solamente para decirle que Mohamed era el hombre que deseaba y que estaba determinada a tenerlo sin importar lo que ocurriese. Pienso que estaba como Sans6n, cuya atraccién por Dali- la nubl6 todo su pensamiento racional. En ese tiempo no imaginé que habria de aprender una leccién muy dura por mi completa irresponsabilidad de dejar a Dios fuera de mis planes. 12 DETRAS DEL VELO Durante nuestro noviazgo, con Mohamed hablamos acerca de muchas cosas, pero ni una sola vez tocamos el tema de la religi6n. Yo tenia solamente 19 afios y quedé embarazada muy temprano en nuestra relacién. Traté desesperadamente de volver a la iglesia pensando que realmente necesitaba que Dios me perdonara y me ayudara. No pude continuar con el programa de entrenamiento en enfermeria a pesar que sdlo me faltaban seis meses para terminar. Dejé Surrey y retorné a mi hogar en Gloucester, donde mi fa- milia y Mohamed vivian. Fui desfraternizada de la iglesia. No me permitian cantar con mi grupo en la iglesia, ni tomar parte en ninguna actividad. Eso realmente me dolid. Me sentia rechazada. Me sentia abochornada y avergonzada de mi abultado abdomen. Tenia que sobrellevar tam- bién sentimientos de culpa porque habia chasqueado a mi familia, a mi iglesia y a mis amigos. Mirando hacia atrés puedo comprender ahora la razén de esta clase de respuesta hacia una adolescente embarazada en la iglesia. Es animador saber que Dios esta dispuesto a pasar por alto nuestro tiempo de ignorancia (Hech. 17:30). El embarazo en la adolescencia es algo que ocurre con frecuencia en nuestras iglesias, pero mu- chas escogen el aborto para evitar que su secreto sea revelado y para mantener una apariencia de “buen caracter cristiano”. Otras, que deciden tener a su bebé, a menudo son ridiculizadas, rechaza- das y atin objeto de ostracismo por parte de algunos miembros de la iglesia. Nuestras iglesias necesitan educar a sus miembros jévenes so- bre sexo y espiritualidad. Y los adultos debieran ser educados en cuanto a cémo recibir y aceptar a jovenes embarazadas que no son casadas, acerca de cémo animarlas y mantenerlas en la iglesia, 0 de cémo alcanzarlas si han salido de ella. El sexo era un tema del que no se hablaba en la iglesia de la cual yo era miembro, y el pro- medio de embarazos entre las jovencitas aumentaba cada afio. Mi interés en la iglesia disminuy6 considerablemente. Y jus- tamente antes del nacimiento de mi hijo, Mohamed y yo decidi- mos mudarnos a un departamento y vivir juntos. Cinco meses después del nacimiento de mi hijo quedé embarazada otra vez, y UN NUEVO COMIENZO 15 esta vez con mellizos. Durante este embarazo Mohamed se fue a vivir a la India por seis meses. Sus padres lo enviaron alla porque deseaban que encontrara una esposa musulmana; en aquella época yo no lo sabia. Regresé a tiempo para el nacimiento de los mellizos. Ahora teniamos tres hijos varones. Tres semanas después que nacieron los mellizos, mis padres dejaron Inglaterra para ir a vivir a los Estados Unidos. Yo los extra- hé muchisimo. Ellos habian sido comprensivos conmigo. Poco después de eso, Mohamed se fue de nuevo, pero esta vez al Cana- da para estar un tiempo con su hermana. Pienso que se sentia abrumado por haber tenido tantos hijos en sélo dos afios. Cuando él se fue me senti tan sola que comencé a orar otra vez. “;Qué haré, a donde iré?”, le preguntaba a Dios. Mis padres me llamaban con frecuencia instandome para que fuera a vivir con ellos a Estados Unidos y comenzar mi vida de nuevo. La idea pare- cia buena. Estaba cansada de Mohamed, él era un padre muy in- consistente, de modo que decidi aceptar el ofrecimiento de mis pa- dres y emigré a los Estados Unidos con mis tres hijos. Esto me dio un sentimiento de libertad. Habia comenzado un nuevo capitulo en mi vida. No habia nadie alli que supiera quién era yo 0 que su- piera algo acerca de mi pasado. Estaba preparada para criar a mis hijos por mi misma. Le habia dicho a Mohamed que necesitaba rehacer mi vida. El se molest6 conmigo y comenzé a hablar de ser mas consistente en relacion con sus hijos. Hasta hablo de la posibilidad de casarnos. Le dije que no crefa que esa idea fuese a funcionar por causa de nuestras diferentes creencias religiosas. Una vez mas comenz6 a ablandarme el corazén, y seis semanas después de haber llegado a la casa de mis padres, él vino a Estados Unidos. Tan pronto como lleg6, para afliccién de mis padres, comenzamos a hacer planes para nuestro casamiento. Planeamos criar a los hijos con una perspectiva cristiana/isl4- mica, y cuando tuvieran la edad suficiente para decidir por si mis- mos, les permitiriamos elegir entre las dos religiones. Fueron pla- nes muy apresurados, hechos sin consultar a Dios, y el 28 de julio de 1982 fuimos casados por un juez de paz y mas tarde tuvimos 14 DETRAS DEL VELO una ceremonia de casamiento musulmana en una mezquita. Yo habia querido una bendicién cristiana pero sencillamente nunca se concreté, Mirando retrospectivamente, me pregunto cémo podria Dios haber bendecido aquello que habia prohibido. Dios ha dicho que no debemos unirnos en yugo desigual con los infieles (2 Cor. 6:14). Auin teniendo hijos juntos, eso no nos da el derecho de tratar de corregir las cosas que Dios ha prohibido. El sexo fuera del matri- monio es fornicaci6n. Tratar de expiar el pecado casandose con un incrédulo, solamente empeora las cosas. Eso fue lo que ocurrié en mi caso. Dos errores no convierten algo malo en bueno, y esa leccién fue la que tuve que aprender. Si cometes un error y concibes un bebé, eso no significa que tengas que casarte con tu pareja. Mi con- sejo seria que no cometas la equivocaci6n que yo cometi, aun cuando la persona sea un miembro de la iglesia. Considera cuida- dosamente si la persona con la cual estas involucrada sera un buen esposo. No te apresures a entrar en un matrimonio que luego lamentaras. Los miembros de iglesia que conocen a una mujer 0 a un hombre en esta condicién, sepan que éstos necesitan genuino amor y aceptacién. A los afectados les diria que deben saber que sus nombres deben ser desglosados de la iglesia, pero no deben enojarse o guardar resentimiento; mas bien, témense tiempo para evaluar su situacién con el Seftor. Decidan renovar su comuni6n con Dios. Eventualmente la iglesia les dara la bienvenida nueva- mente como miembros. No siempre todos los miembros de iglesia acttian correctamente, pero el trigo y la cizafia deben crecer juntos hasta el tiempo de la siega. A medida que regreses al Sefor, aprenderas a amar a quienes dijeron cosas desagradables acerca de ti. 3 No importa cudn grandes sean las consecuencias de los peca- dos que cometemos, mayor ser la victoria que podremos alcanzar sobre cualquier pecado. Dios puede ayudarnos a aceptar la situa- cion y a enfrentar las consecuencias. Aun cuando volvemos a cruci- ficar a Cristo cuando caemos, él viene a nuestro encuentro para dar- UN NUEVO COMIENZO 15 nos dnimo y capacitarnos para enfrentar las consecuencias que he- mos acarreado sobre nosotros mismos. Por eso Jestis murié la muer- te que nosotros mereciamos. Asi que, si caemos, humillémonos, arrepintamonos, pidamos perdén y busquemos nuevamente a Dios. Mohamed era una persona poco comunicativa. Pronto fue evi- dente cudn poco conocia al hombre con quien me habia casado y cuan poco me conocia él a mi. Nuestros trasfondos eran un comple- to misterio para ambos. Uno de los pocos detalles que supe acerca de él fue que siempre habia querido tener muchos hijos. En el naci- miento de cada uno de nuestros hijos, él estuvo presente en el parto y fue el primero en sostener al bebé. Yo lo amaba atin mas cuando lo veia tomar al bebé recién salido del vientre, llevarlo hasta la ventana de la sala de partos y susurrarle algo al ofdo. Parecia algo tierno y amoroso. Lo que yo no sabia era que los estaba introduciendo en el Islam repitiendo el llamado islamico a la oracién, lo cual significaba que el nifio era musulman a partir de aquel momento. Mohamed y yo casi no discutiamos; todo parecia andar mara- villosamente. Después de algunos afos en Estados Unidos, tuvi- mos dos hijos mas, esta vez nifas. Mohamed habia sido firme con los varones, pero la llegada de las nifas despertaron su ternura. En los primeros anos de nuestro matrimonio, ni Mohamed ni yo fuimos muy devotos a nuestros trasfondos religiosos. Todavia sosteniamos la idea que cada uno ensejiaria su religién a nuestros hijos de modo que ellos tuvieran una base para decidir cual elegi- rian cuando Iegaran a ser adultos. Crefamos que eso daria los me- jores resultados. Para cuando todos mis hijos nacieron, mi asistencia a la iglesia era esporddica, y mi decision de ensefarles acerca del cristianismo no era mas que una buena intencién. Mohamed, en cambio, co- menz6 a ensefiarle a los varones el alfabeto arabe desde que eran muy pequefios; con los afios afiadié oraciones arabes y algunas en- sefianzas del Islam. Los muchachos pronto oraban en arabe. La in- fluencia del Islam estaba metiéndose sutil y sigilosamente en nuestro hogar y en nuestras vidas. Yo estaba tan alejada de Dios que no reconoci el poder que estaba en el control de mi hogar. A veces sentia el impulso del Espiritu Santo urgiéndome a per- 16 DETRAS DEL VELO mitir que Cristo entrara en mi vida, pero de alguna manera sentia que si yo obrara siguiendo ese impulso causaria problemas en mi hogar. Deseaba tanto preservar la atmésfera de paz. Unas pocas ve- ces le dije a Mohamed que deseaba ir a la iglesia y llevar a los chicos conmigo, pero él siempre replicaba: “Si lo haces, no volveras a ver- los nunca mas”. Cuando decfa eso me sentia temerosa, pero luego se refa como si hubiera estado bromeando. Detrds del exterior jovial, sin embargo, yo sentia la amenaza de alguna cosa seria. Mas 0 menos un afio después del nacimiento de nuestra se- gunda hija yo empecé a sentir la obra del Espiritu Santo instando- me a volver al Senior. Esta vez, sin embargo, fue muy diferente de las otras veces. Habia un sentido de urgencia acompafiado de un presagio siniestro y temor de muerte. Me preguntaba qué ocurriria si moria y perdia mi alma. Qué ocurriria con mis hijos, especial- mente porque ellos no conocian a Cristo. Yo habia sido descuidada y no les habia ensefiado acerca de Uno que los amaba infinitamen- te mas de lo que yo podfa amarlos. Habia fallado en la mas impor- tante responsabilidad que tenia como madre. Me di cuenta de que necesitaba hacer algo rapidamente. Era una real emergencia que yo restableciera mi relaci6n con Cristo. Esta vez no me preocupaba por los efectos que tendria sobre mi matrimonio. Lo prioritario era retornar al Seftor. ~C6mo pude haber negado a mis hijos la experiencia de cono- cer al Dios que yo habia gozado tanto en mi nifiez? Al sentir ese intenso anhelo por Cristo y por la paz mental, me parecia escuchar la voz de mi maestra de Jardin de infantes en la Escuela Sabatica cuando nos relataba las emocionantes historias de Jestis. Con los ojos de la imaginaci6n podia ver las hermosas figuras en el franeld- grafo tan claramente como en los dias en que me sentaba en las pequenias sillas. Comencé a desear las mismas experiencias para mis hijos, el mismo gozo que yo tenia cuando fui criada en un ho- gar cristiano. Mientras tanto, Mohamed estaba intensamente ocupado en ensefiarles el Islam a los nifios. Yo percibia que ellos se sentian in- felices con ese estudio. Al mirarlos a los ojos me daba cuenta de que no habia gozo en ellos. Los estudios eran muy estresantes. No UN NUEVO COMIENZO 17 entendian el lenguaje ni el significado de las oraciones. Para em- peorar la situacién, Mohamed a menudo perdia la paciencia y los cacheteaba cuando cometian un error al memorizar las oraciones. Verlos tristes dia tras dia, con lagrimas corriendo por sus meji- las al ser forzados a permanecer sentados por largos periodos para aprender porciones de oraciones, era algo que casi no podia so- portar. Anhelaba hacer algo, pero no sabia qué. :Debia abandonar la casa con mis hijos? Pero, a dénde irfa? ¢Qué me haria Moha- med? Me estaba sintiendo cada vez més infeliz en mi casamiento. A menudo me preguntaba: “;Es esto todo? Es esto lo que significa el matrimonio?” Una nube negra y pesada se asentaba sobre mi casamiento con Mohamed. Estaba experimentando la realidad de haberme equivocado en la eleccién del compafiero para mi vida. Lo que pensé que era oro fino habia resultado ser lat6n deslucido. La pa- sion y la atraccién sexual habian desaparecido, y me sentia vacia para sobrellevar mi situacién. No teniamos nada en comun, excepto nuestros hijos. No po- diamos comunicarnos bien el uno con el otro. Mi vida triste era poco mds que un trabajo penoso, sin embargo mi formacién cristia- na no me permitfa abandonar a mi esposo. Sabia que el matrimo- nio era para toda la vida y decidi hacer lo mejor que pudiera en la situacién en la que me encontraba. Pero necesitaba ayuda para so- brellevar la carga, y yo habia abandonado la tinica ayuda posible, la cual era Cristo. La lucha por la cual estaba atravesando me afecté mental y espiritualmente. Sufria de palpitaciones y la mayor parte del tiem- po me sentia débil y exhausta. El estrés estaba teniendo efectos de- vastadores en mi. Vivia en constante temor de morir y dejar a mis hijos sin el ancla segura que podia ser encontrada solamente en Je- stis. A menudo, en mi desesperacién clamaba: “jOh Jesis!, si eres real en mi vida y si tienes misericordia, jaytidame! jNo sé a quién acudir!” En mi coraz6n sabia que si habia respuesta a mi problema, sta estaba solamente en Jestis. Pero estaba tan lejos de él que me preguntaba si me escucharia y contestaria mi oraci6n. Capitulo 2. asda la luz 4, cababa de terminar mi trabajo del turno de la noche y me estaba dirigiendo a mi casa. El sol se veia de color ana- / ® ranjado intenso y se reflejaba sobre mi auto en forma tan rillante que parecia que éste estaba en llamas. Irracional como puede parecer, esto me causé estremecimientos de temor y casi perdi el control del auto. Pensamientos relacionados con la muerte me perturbaban continuamente y el temor era mi compaiiero constante. Una noche, mientras permanecia acostada en mi cama, me parecié oir una voz que decia: “Esmie, ti no estas muriendo de una muerte fisica, estas muriendo de muerte espiritual”. Eso me sobrecogié. Comencé a pensar si quizas me estaba volviendo loca. No podia sacar de mi mente lo que habia experimentado. Era algo diferente, apremiante y sin embargo suave. Reflexionaba en las palabras y me daba cuenta de que habia mucho de verdad en ellas. Pero no tenia idea de lo que podia hacer con relacién a mi situa- ci6n aparentemente sin esperanza. Dos noches mas tarde, soiié que me encontraba con mi padre ya fallecido en una habitacién Mena de luz. El estaba comiendo pan y le rogué que lo compartiera conmigo. En vez de hacerlo, se- nalé hacia una ventana en forma de arco. Al mirar a través de la ventana al cielo azul, vi la forma de Jestis haciéndome sefias para que fuera hacia él. Yo queria obtener un poco de aquel delicioso pan, pero mi padre sacudi6 la cabeza, indicando que yo debia reci- birlo por mi misma de Jesus. Supe entonces que Jestis me estaba Hamando de las tinieblas espirituales a su luz, y que éste era un lamado urgente. 18 HACIALALUZ 19 Algwin tiempo después comencé a leer El camino a Cristo que mi madre habia puesto en mi valija la primera vez que sali de casa. El libro me cautivé de tal modo que no pude dejar de leer hasta que lo terminé. Era exactamente lo que yo necesitaba. Cada pala- bra, cada frase, parecia haber sido escrita para mi. Estaba sorpren- dida de cémo conocia Dios los detalles de mi vida y pudo inspirar a la autora a escribir un libro que consiguiese satisfacer mis necesi- dades. Me pregunté: ;Quién es este Dios que me conoce tan intima- mente? Mi amiga y compafiera de trabajo, Olga Smith, me sugirié que leyera El Deseado de todas las gentes de la misma autora. El libro relata la historia de Jestis. Al leerlo, mi corazon comenzé a derretir- se. La luz habia comenzado a brillar y tenia ansias de recibir mas. Parecia que no podia encontrar suficiente material de lectura que me elevara espiritualmente. Antes no gozaba de la lectura, pero en ese momento oré por sabiduria y el Sefior me dio el deseo de leer y saber mas acerca de él. Cuanto mds lefa, mas deseos tenia por cosas espirituales y la tensién en las cuerdas de mi coraz6n lleg6 a ser muy real. Sentia un poder que me arrastraba de regreso a Cristo y a la iglesia. Desa- rrollé un hambre intenso por las cosas espirituales. A medida que pasaban las semanas, sentia un profundo anhelo de recapturar las experiencias espirituales de mi nifiez y juventud. Deseaba sentar- me en la congregaci6n y cantar. Deseaba cantar nuevamente aque- los viejos himnos: “En Jesucristo, martir de paz”, “Comprado con sangre por Cristo”, “Grato es contar la historia”. Deseaba tanto cantar. Era sorprendente. Reconocia que Dios me estaba atrayendo de vuelta a él. Ahora, finalmente podia decir: “Si, Sefior”. Mientras cantaba los viejos himnos que habia aprendido en mi niftez, escuchando mi propia voz, comencé a sentir que Dios me estaba guiando a través de sus simples mensajes. Le pedi un ungimiento especial sobre mi voz con el fin de poder cantar para honra y gloria de su nombre. Dios no respondié positivamente a mi pedido hasta muchos afios més tarde, después de haber sufrido muchas pruebas y de haber alcanzado la experiencia de estar dis- puesta a negarme a mi misma. Al buscar diariamente su conduccién, mi fe se fortalecio. Me 20 DETRAS DEL VELO hizo saber claramente a través de sus promesas que no debia esca- par con mis hijos, pero que él me libraria a mi y a mis hijos del Is- lam. Sin embargo, algunas preguntas importantes aparecian en mi mente, tales como: gCémo decirle a Mohamed lo que estaba ocu- rriendo en mi mente? ¢C6mo podria ir a la iglesia? Habia periodos de duda porque yo deseaba agradar a mi esposo y me daba cuenta de que mi manera de actuar lo atribulaba. Pero no queria ignorar las impresiones del Espiritu Santo. Decidi avanzar por fe y comen- zar a asistir a la iglesia sola. Un miércoles de noche del invierno de 1987, decidi asistir a la Iglesia Adventista del Séptimo Dia de Hartford, Connecticut. Al aproximarme a la puerta me senti como el hijo prédigo retornando a su amante padre. Aunque los miembros no me conocian se mos- traron calidos y amorosos y me sent{ cémoda y en casa con ellos. Cantaron las palabras del himno favorito de los cultos de oraci6n: “Dulce oracién”, y tuve el sentimiento calmo y célido de un buen hogar. El estudio aquella noche fue sobre el libro de Apocalipsis. Es- cuché verdades que nunca antes habia ofdo. Habia pensado que sabia todo porque habia sido criada en la Iglesia Adventista. Pero aquella noche las verdades de la Biblia llegaron a ser muy vividas. Una paz y una fortaleza interior comenzaron a desarrollarse en mi. Mi vida comenz6 a cambiar rapidamente. jComprendi que Dios verdaderamente vive, que es real! Pude sentir su tierna con- duccion en mi vida. Sus palabras eran verdad y mi corazon qued6 convencido. La Biblia era vida para mi. A través de sus paginas podia escu- char a Dios hablandome, diciéndome: “Este es el camino, anda en él”. Pasé muchos dias caminando y hablando con él, razonando y contandole todos mis temores. Sentia que tenia por delante una gran batalla y que necesitaba toda la fortaleza que pudiera obte- ner para hacerle frente. Deseaba unirme al coro de la iglesia. Me dijeron que debia en- rolarme en la clase bautismal y ser rebautizada primero. Yo sentia que debia volver a bautizarme porque me habia ido muy lejos de Dios, habiendo hecho, durante muchos afios, lo que se me antoja- HACIALALUZ 21 ba. Deseaba declarar al mundo que habia escogido un camino me- jor. Fui conducida a través del curso biblico Amazing Facts Bible (Hechos asombrosos de la Biblia) y el Seftor claramente me mani- fest6 que debfa dedicar mi vida nuevamente a él. Muy pronto completé las lecciones de la clase bautismal y es- tuve lista para ser bautizada. Deseaba mucho que mis hijos fueran testigos de esta ocasi6n. A mi juicio, yo habia sido una buena ma- dre, excepto por no haberles ensefiado acerca de Jestis. Queria en- mendarme porque ahora que era cristiana, sabia que era respon- sable por su crecimiento espiritual. Una vez que decidi hacer del cristianismo parte de mi vida, intenté testificar a Mohamed acerca de Cristo, pero él me prohibié que volviera a mencionar que Cristo era Seftor y Salvador. Para Mohamed, Jestis era solamente un pro- feta. Capitulo 4 iQué dial /y a pura belleza de este nuevo dia —un sabado del Senior— y el escalofrio que me corria por la espina dorsal, me he trajo de vuelta a la realidad. A medida que los pensa- Mientos se agolpaban en mi mente conclui que habia tomado la decisién correcta. Era el dia en el que habia planeado ser bautiza- da. Me preguntaba por qué la semana habfa sido tan terrible. Al abrir la Palabra de Dios, el Espiritu Santo me hablé a través del li- bro de Lucas, capitulo 12, versiculos 50 y 51: “De un bautismo ten- gO que ser bautizado; y jcémo me angustio hasta que se cumpla! éPensdis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensién”. Comprendi que era la voz de Dios explicandome las dificul- tades que encontraria después de haber tomado la decision de se- guirlo hasta el fin, y lo alabé por darmelas a conocer. Lagrimas de gozo y gratitud corrieron por mis mejillas al darme cuenta de que Jestis me amaba tanto que me habia protegido en mi estado peca- minoso mientras andaba lejos de él. Me habia preservado aunque no era merecedora de ese cuidado. Me quebranté sintiendo la mas profunda tristeza por mis pecados y por mi vida pasada. Jesus me mostr6é que mi arrepentimiento era verdadero. Le dije que nunca podria compensar el dolor que le habia causado. Todo lo que tenia para darle era a mi misma, y eso era todo lo que él pedia que hiciera. Deseaba obedecerle y hacer todo lo que man- daba. Sencillamente debia y queria complacer a mi amoroso Jestis. En ese momento, escuché que Mohamed se daba vuelta en la cama y me di cuenta de que estaba despierto. Me sobrevino temor a iQuE DIA! 23 mientras esperaba mi muerte. Yo habia dejado preparada la ropa de los chicos para que se vistieran para su primer viaje a la iglesia. Estaba determinada a llevarlos conmigo para que fuesen testigos de mi bautismo. Mohamed lo sabia, pero un milagro ocurrié ante mis propios ojos. Se preparé con calma para ir al trabajo y sali6 sin decir una palabra. Una vez mas alabé a Dios por su gran poder y proteccién. Ra- pidamente desperté a los nifios, los guié en el culto de familia y comenzamos a prepararnos para dirigirnos a la iglesia. Mohamed se habia llevado el auto asi que decidi que iriamos caminando. Puse al bebé en el cochecito y los otros cuatro chicos caminaban a mi lado. Con el coraz6n leno de gratitud a Dios por contestar mis oraciones de una manera tan milagrosa, mis pasos se hicieron ligeros, y los casi cinco kilémetros que tuvimos que ca- minar hasta la iglesia me parecieron un precio muy bajo. Cuando llegamos a la iglesia los miembros nos recibieron jubi- losos. Se alegraron de ver a mis hijos. Ellos se portaron muy bien; aun cuando no estaban acostumbrados a quedarse sentados en un servicio religioso, estuvieron quietos y absorbieron todo. Los miembros de iglesia se mostraron muy dispuestos a ayudarme con los nifios. Mi hermana, quien habia comenzado a asistir a la iglesia como resultado de los cambios que habia visto en mi vida, también me ayud6. El Seftor nos bendijo y el servicio fue hermoso. Después de la ceremonia, el pastor hizo un llamado para que otros se unieran a la clase bautismal con el fin de prepararse para un bautismo futuro. Fui gratamente sorprendida al ver a Javid, mi hijo mayor, ponerse de pie con sus manos levantadas y lagrimas corriéndole por las mejillas, indicando que deseaba ser bautizado. Muy pronto Javid se enrold en la clase bautismal; pero cuando Mohamed lo supo, le dijo: “Nunca mas me llames papa”. Fue muy dificil para mi hijo, a tan tierna edad, escuchar palabras tan duras de su padre. Excepto por las lecciones de arabe, Javid siempre ha- bia disfrutado de su compania y disfrutaba los momentos que pa- sdbamos juntos como familia. Para él fue una prueba muy dificil de soportar, pero oré a Dios y fue fortalecido por medio de su Pa- labra. 24 DETRAS DEL VELO Le di una Biblia y le dije que buscara un lugar apartado y ha- blara con Dios. Cuando volvié, me ley6 1 Pedro 1:7 y me dijo: “Mami, no tengo padre terrenal, pero tengo un Padre celestial”. Mi corazén rebosaba de gozo al escucharlo. El completé sus estu- dios biblicos, se decidié por Cristo y fue bautizado. Una mafiana mientras haciamos el culto, Adam, uno de los mellizos, me cont6 un extrafio suefio que habia tenido la noche an- terior. En el suefio, alguien habia golpeado la puerta de nuestro departamento mientras yo estaba en el trabajo. Su padre estaba en la sala y abrié la puerta. Alli en la puerta habia una figura alta, una luz brillante penetré e ilumin6 todo el departamento. Mis tres hijos miraron la luz y no les afect6; pero cuando su padre la miré, ésta lo enceguecié. Inmediatamente supe que ese suefio habia sido inspirado por el Espiritu Santo. La luz del cielo verdaderamente habia comenza- do a brillar en nuestro hogar, mis hijos y yo la estabamos recibien- do; pero Mohamed la rechazaba. La decisién de Javid de bautizarse suscité otra serie de aflic- ciones para toda la familia. Mohamed se volvié abusivo fisicamen- te conmigo; dejé de comprar alimentos para la familia y no me permitia usar el auto. Sin embargo, si los nifios 0 yo ordbamos, in- variablemente alguien golpeaba la puerta y una familia o un miembro de la iglesia nos trafa lo que necesitabamos. Nuestra fe se fortalecia mas y mas a medida que éramos testi- gos de las intervenciones directas de Dios en nuestras vidas dia tras dia. Nos dedicamos a su servicio todos los dias y él recompen- s6 nuestra fe con muchas bendiciones. El Espiritu Santo habia hecho por mis hijos lo que yo nunca hubiera podido hacer por ellos. Nunca podria haber contrarrestado las ensefianzas y el entrenamiento al que habjan estado sometidos en nuestro hogar. Pero el Espiritu Santo les estaba haciendo com- prender la verdad en forma muy clara. Capitu lot ol llamado a iv medida que el nuevo gozo en Cristo se hacia cada vez mas parte de mi vida, la indiferencia de Mohamed hacia mi aumentaba. Algunas veces actuaba como si yo no ‘istiera. Pasaba la mayor parte de su tiempo en la mezquita con sus amigos sauditas. Yo deseaba una mejor relacién con mi esposo, no solamente por mi sino también por nuestros hijos. Mohamed hizo varios intentos de quitarme a los chicos. En una ocasi6n plane6 Ievarlos con él a Canada y de alli a Arabia Saudita, pero yo insisti en ir con ellos en el viaje. Mas tarde supe que ese fue uno de sus intentos de separarlos de mi. Después de un tiempo noté que estaba siendo mas considera- do y comprensivo. Se interesaba mds en nosotros nos compraba alimentos e incluso nos llevaba hasta la iglesia y nos recogia des- pués del servicio. Yo llegué a pensar que el Espiritu Santo final- mente estaba encontrando el camino para llegar a su corazon. En realidad, él estaba pensando llevar a toda la familia para vivir en Arabia Saudita. Comenzé a hablar de ir a Arabia Saudita y de las grandes posibilidades de trabajo alli. Yo no tenia interés en esa idea, pero Mohamed decidié que él iria primero para ver las posi- bilidades de trabajo. Uno de sus amigos sauditas pertenecia a una familia rica propietaria de un negocio. Ellos prometieron ayudarlo a establecerse. De modo que los nifios y yo permanecimos en Esta- dos Unidos. Dos meses después de su partida me envié un mensaje pi- diéndome que fuéramos, pero yo no estaba preparada para ir. Ne- 25 26 DETRAS DELVELO cesitaba saber si era la voluntad de Dios que lo hiciéramos. De modo que le dije que nosotros todavia no estabamos preparados para ir y que no estaba segura si alguna vez lo estariamos. Mi res- puesta lo enfurecié porque estaba arruinando sus planes. La vida se torné dificil para mis hijos y para mi. Dejé de man- tenernos, esa era su forma de forzarnos a estar donde él estaba. No teniamos alimentos ni dinero. Fuimos desalojados de nuestro es- pacioso condominio y una familia de la iglesia nos alojé en un de- partamento en el subsuelo de su casa. Mohamed retorné a Estados Unidos para convencerme que fuera. Estaba furioso de haber tenido que volver para tratar de convencerme. Se alojé en la mezquita porque, por supuesto, no te- niamos casa. Me dijo que todos los planes para que fuéramos a Arabia Saudita habian sido hechos. Allé nos esperaba una casa y trabajo. Desesperadamente necesitaba saber cual era la voluntad de Dios. Fervientemente estudié la Biblia para hallar alguna indica- ci6n que ése era el camino por el cual él nos estaba conduciendo. Oré y ayuné. Poco a poco Dios comenzé6 a revelarme su voluntad y su direcci6n. Me senti segura de que de Dios deseaba que fuéra- mos con Mohamed a Arabia Saudita. No era lo que yo queria, pero me parecia claro que esa era la voluntad de Dios y que él tenia un propésito al enviarnos alla. La conduccién de Dios era clara y definida. El tenia un propo- sito que cumplir a través de nosotros, sus hijos, al entrar en un rea de oscuridad con el fin de compartir la luz del evangelio. Una declaracién que aparece en el libro El hogar cristiano, en las pagi- nas 444 y 445, parecia haber sido escrita en respuesta a mis oracio- nes. Dice lo siguiente: “Dios invita a familias cristianas a que se trasladen en medio de las comunidades sumidas atin en las tinieblas y el error, con el fin de trabajar para el Maestro con tacto y perseveran- cia. Se necesita renunciamiento para responder a tales Ilama- das. Mientras que muchos esperan que toda dificultad haya desaparecido, hay almas que mueren sin esperanza y sin Dios en el mundo. Muchas personas estan dispuestas a aventurarse ELLLAMADO AIR 27 en regiones pestilenciales y sufrir penurias y privaciones por alguna ventaja terrenal o para adquirir conocimientos cientifi- cos. ¢Quién esta dispuesto a hacer otro tanto para hablar del Salvador? ;Dénde estan los hombres y las mujeres que que- tran ir a las regiones necesitadas del evangelio para anunciar el Redentor a quienes viven en las tinieblas? “Si hubiese familias dispuestas a establecerse en los lugares oscuros de la tierra, donde los habitantes estan rodeados de lobreguez espiritual, y alli dejaran que la luz de la vida de Cristo resplandeciese por su intermedio, se podria realizar una gran obra. Comiencen su obra de una manera modesta y sosegada, sin gastar recursos de la asociaci6n hasta que el in- terés se extienda tanto que no lo puedan atender sin ayuda pastoral”. Aunque sentia que el Ilamado para ir a Arabia Saudita era re- al, continué orando y ayunando. Durante las semanas que siguie- ron, cada oracién, cada serm6n, cada impresién parecian senalar- me esa direccién. Sabia que como esposa y madre cristiana, mi de- ber hacia mi familia era muy importante. Y también sabia que el evangelio debia ser predicado a todo el mundo. Comencé a sentir que habia sido escogida por Dios para hacer la maravillosa obra de llevar las buenas nuevas del evangelio a Arabia Saudita mien- tras cumplia mis tareas para con mi esposo y mis hijos. Estaba se- gura de que alli habria gente esperando ansiosamente para escu- char acerca del Senor. Mi excitacién se veia disminuida por algunos temores, por- que no sabia lo que me esperaba. El temor era la tinica excusa que podia presentar como raz6n para no ir, y sabia que Dios no es el autor del temor. Estaba excitada porque sabia que me iba a embar- car en una gran empresa para testificar por Cristo. Durante ese tiempo estaba trabajando vendiendo libros reli- giosos y de salud, y el Seftor me habia bendecido con un auto nue- vo. Me preguntaba qué haria con el auto. Todavia no habia termi- nado de pagar las cuotas, pero el Seftor dirigié las cosas y un miembro de la iglesia me lo compré. Todo estaba saliendo bien. La 28 DETRAS DEL VELO familia de la iglesia nos hizo una maravillosa despedida y recibi muchas tarjetas y regalos. Finalmente terminaron todas las despe- didas y emprendimos el viaje, primeramente hacia Inglaterra para estar algtin tiempo con mi madre y otros familiares, y luego hacia Arabia Saudita. Mi familia en Inglaterra estaba muy preocupada por nuestra ida, pero cuando oyeron mi testimonio en cuanto a la conduccién de Dios y mi determinacién a hacer Su voluntad, se resignaron an- te el hecho de que era poco lo que podian hacer para disuadirme. Pasamos tres meses en Inglaterra. Durante ese tiempo conti- nué cultivando mi relacién con Jestis. Continué leyendo y cono- ciéndolo mejor. Me animaba la lectura de la experiencia del apéstol Pablo quien habia pasado tres afios en Arabia Saudita. Me daba cuenta de que no era la tinica que sufriria aislamiento con el fin de hacer la voluntad de Dios. La noche previa a la salida de Inglaterra, senti la impresi6n de vestirme como una musulmana. No cuestioné a Dios al respecto, solamente obedeci. Llevaba conmigo muchos libros y mientras los empacaba oraba por ellos y discretamente los coloqué en mis vali- jas. Deseaba tener mucho material de lectura para Ienar los mo- mentos de soledad cuando estuviera tan lejos de mi familia y de mis amigos, y deseaba obtener un conocimiento mas profundo de Jestis. Arranqué las tapas duras de los libros y los envolvi en buzos de lana y toallas para que al tacto resultaran blandos y pasaran inadvertidos. Mohamed me habia advertido de no llevar ningun libro cristiano porque en la aduana revisarian, los confiscarian y nuestras vidas correrian peligro; hasta podriamos ser encarcelados si se nos encontraba literatura cristiana. Capitulo 5 A | iGares Pesconocidos 1 despachar nuestro equipaje en el aeropuerto de Heath- row, en Londres, noté que las valijas no parecian tan Ile- nas como cuando las empaqué, pero descarté el pensa- miento que podrian estar faltando algunas de las cosas que habia puesto en ellas. Simplemente pensé que la ropa y los libros se ha- bian acomodado en su lugar. Yo habia empacado muchos libros en las valijas, sin embargo, algunos de los que mas queria: El ca- mino a Cristo, Consejos sobre el régimen alimenticio, El Deseado de todas las gentes, El hogar cristiano, como también mi folleto de la Escuela Sabatica y alguna otra literatura cristiana estaban en mi bolso de mano, junto con un walkman, algunos casetes religiosos y unos po- cos sermones grabados. Durante todo el vuelo yo estuve tranquila y en profunda co- munién con Dios mientras meditaba en la asombrosa responsabili- dad que descansaba sobre mi por tener que llevar las verdades del evangelio a este oscuro pais. Al sobrevolar Siria, los niftios queda- ron fascinados por la belleza de las luces de la ciudad, pero a esta altura yo estaba pensando en qué podria ocurrir si los libros que habja envuelto eran descubiertos. Oré con mas fervor, porque aho- ra mi mayor preocupaci6n era que los libros no fueran confiscados en la aduana. Aterrizamos en el aeropuerto de Dharan, en Arabia Saudita, a medianoche, el 24 de julio de 1989. La temperatura era de 32° C. Mientras camindbamos hacia la aduana, yo oraba: “Senor, has que me toque el oficial correcto”. En ese momento un hombre de edad aparecié y nos condyjo al primer escritorio. Yo oraba ferviente- 29 30 DETRAS DEL VELO mente en mi mente por los libros. Comencé a darme cuenta de de cuan peligroso era lo que habia hecho. Podria ser enjuiciada y atin ejecutada por tratar de introducir contrabando en el pais. Los oficiales de aduana comenzaron a revisar las valijas. Mientras observaba en suspenso con gran atenci6n, casi podia es- cuchar los latidos de mi coraz6n. Para mi sorpresa, no encontra- ban los libros. Yo estaba rebosante de gozo. Tratando de controlar mi excitacién, pensé: Dios esta realizando un gran milagro aqui. Pero si los libros no habian sido encontrados, comencé a sospechar y a preguntarme: ;Dé6nde estan los libros? Luego, la valija que contenia mi Biblia fue puesta sobre el es- critorio para ser inspeccionada. Oré mas fervientemente que nun- ca. Vi que los oficiales de la aduana buscaban en el fondo de la misma y extraian la Biblia envuelta en un suéter. Era obvio que habia tratado de esconderla. La desenvolvieron y comenzaron a hojearla. Los latidos de mi corazén se hicieron muy rapidos por el temor que me dominaba. Le habia sacado las tapas a la Biblia y a los otros libros de tapas duras esperando que eso hiciera que fue- ran mas dificiles de detectarlos, pero ahora mis mayores temores se hacian realidad. El Espiritu Santo me impresioné a permanecer en silencio, a no mostrar ninguna emoci6n y ver Su salvacién. Oré: “Sefior, lam- para es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino”. Otros ofi- ciales fueron Ilamados, y mientras se acercaban con revolveres en la mano yo temblaba en un intento desesperado de mantener la compostura. Subitamente comprendi que mi vestimenta musul- mana era mi mascara y comencé a agradecer a Dios por haberme inspirado a ataviarme con esa vestimenta. Exteriormente éramos una tipica familia musulmana. Los ofi- ciales hablaban en su lenguaje y nos observaban mientras hojea- ban la Biblia. Se dieron vuelta hacia Mohamed que estaba muy nervioso y le preguntaron: —iUstedes son musulmanes? -Si, por supuesto —contest6. -Entonces, permitame ver su documento de identificacién —dijo uno de ellos. ALUGARES DESCONOCIDOS 31 Mohamed le extendi su documento. Su nombre, unido a su larga barba, tipica de la mayoria de los hombres musulmanes, los convenci6 de sus antecedentes como musulmén. Ellos no me ha- blaron a mi porque en Arabia Saudita el contacto entre un hombre y una mujer no es socialmente aceptable, especialmente en presen- cia del esposo. Permanecieron en silencio unos momentos que pa- recieron una eternidad envuelta en unos pocos minutos. De pronto prorrumpieron en carcajadas y dijeron: “Ustedes son musulma- nes. Vayan, no los vamos a revisar mas porque confiamos en uste- des”. En mis labios hubo alabanzas y aleluyas en mi corazén. iCuan grande es el Dios a quien servimos! Mi bolso personal con los libros que me hubieran identificado como cristiana no fue inspeccionado. Colocaron la Biblia nueva- mente en la valija, la cerraron y pusieron etiquetas azules en el res- to del equipaje indicando que habfa sido inspeccionado, aunque no lo habia sido. Dios habia intervenido como siempre lo hace. Habia sido testigo del primero de muchos milagros que él realiza- ria en mi favor en Arabia Saudita. No habia otra razon por la que los oficiales devolvieran mi Biblia, sino porque Dios amorosamen- te habia intervenido en mi favor. Verdaderamente estaba conmi- go. Senti su seguridad y su consuelo mientras caminaba confiada- mente por la aduana y pasé a través de las puertas hacia mi desti- no para cumplir con la tarea que me habia encomendado. Sammy, el patrocinador de Mohamed, nos recibié en el aero- puerto con sus sirvientes. Se mostré genuinamente contento al vernos. Lo pude ver en su rostro cuando se aproxim6 a nosotros. Sammy y Mohamed se saludaron mutuamente con abrazos, besos y una mirada de alivio en sus rostros. Lo lograste, entonces —dijo Sammy con una sonrisa. Yo supe exactamente lo que eso significaba. El hecho de que los nifios y yo estuviéramos en Arabia Saudita significaba que Mo- hamed finalmente habia ganado la batalla sobre asuntos religiosos en nuestro hogar y que su familia estaba finalmente bajo su con- trol. Los sirvientes tomaron nuestro equipaje y nosotros nos amon- tonamos en el auto y comenzamos el viaje hacia la ciudad de 32 DETRAS DEL VELO Damman donde vivirfamos. La ciudad estaba a media hora de dis- tancia. Para mi sorpresa, entramos en la playa de estacionamiento de un hotel. Mohamed me habia dicho que habia una casa espe- randonos. Mas tarde, aquella misma noche, me enteré que Moha- med no tenfa trabajo. Alli estabamos, en el Medio Oriente, sin re- cursos y sin lugar para vivir. Comencé a sacar las cosas de las valijas sélo para descubrir que todos los libros que tan cuidadosamente habia empacado no estaban alli. Solamente quedaban los de mi bolso de mano. Le pre- gunté a Mohamed si sabia qué habia ocurrido con ellos. Me miré y comenzé a reirse diciendo: “;Realmente piensas que hubiera sido tan estipido de no revisar el equipaje antes de embarcar para aqui? Yo saqué todos tus libros cristianos y los tiré a la basura en Inglaterra”. No solamente habia tirado mis libros sino también todos los regalos y tarjetas de mi familia y de mis amigos en Connecticut. iMe senti tan devastada y herida! Esos regalos tenian valor emoti- vo, especialmente un viejo himnario que habia pertenecido a mi fallecido padre. Mi madre me lo habia dado antes de partir. Y ha- bia una hermosa placa de los miembros de mi grupo de oracién que yo atesoraba. Los libros y los casetes eran muy queridos para mi. Contenfan muchos recuerdos de cémo Dios me habia conduci- do en el pasado. jTodo estaba destruido! Estaba furiosa. Me llené de ira, tuve el impulso de gritarle, pero me controlé sabiendo que estaba completamente a merced de él, podia hacer cualquier cosa conmigo. Nadie me conocia en Arabia Saudita y no tendria a dén- de ir. Mi hogar estaba muy, muy lejos. Me senti tan herida que comencé a dudar de la conducci6n de Dios. El milagro que pensé que Dios habia hecho en el aeropuerto al salvar los libros que llevaba conmigo, era sélo producto de mi imaginacion. Mohamed habia tirado los libros atin antes de salir de Inglaterra. Nubes de dudas me envolvieron. ;Habia cometido una equivocacién? ;Dios realmente habia querido que viniera a este lugar? jHabjia sido sélo una decision mia? Muchas preguntas llenaban mi mente y el peso de las pruebas que tendria que en- frentar parecia demasiado pesado para sobrellevarlo. ALUGARES DESCONOCIDOS 3% Pero no podia abandonar ahora a Dios. Estaba tan lejos de las personas y lugares que amaba. El tinico lazo que me vinculaba con ellas era el Espiritu Santo. De modo que oré y le pedi que fortale- ciera mi fe para enfrentar los dias que tenia por delante, le pedi que aumentara mi confianza en él. Esta habia sido mi primera prueba y senti que debfa pasarla rapido y bien. De alguna manera senti que habria mayores pruebas en el futuro. Consegui recupe- rarme por su gracia y acepté la pérdida de mis preciosas pertenen- cias. Oré para que mis libros perdidos de alguna manera cayeran en manos de alguien que los leyera, que alguien escuchara los case- tes y que encontrara el gozo y el aliento que habian significado pa- ra mi. Al resignarme a la pérdida, me alenté a mi misma diciéndo- le al Seftor que esperaba ver a una o mds personas en su Reino que hubieran encontrado a Cristo a través de ese material. Y todavia tenia varios otros libros preciosos que Mohamed no habia descu- bierto. Esos los tuve conmigo siempre. Capitulo 6 Un testigo tel omo habiamos llegado de noche, mi primera vislumbre del pais fue a la manana siguiente. Atisbé por la ventana y todo - parecia marr6n y marchito. Casi no se veia nada verde. Los pocos Arboles y parches de pasto eran mantenidos cuidadosamente con irrigacion y fertilizantes. Todo se veia descolorido. El calor era sofocante y el olor a aguas servidas saturaba el aire. Durante el dia las calles estaban practicamente vacias por causa del calor. Esto tan sdlo aumentaba mi sentimiento de pérdida. Me sentia muy so- la, muy aislada. Aquella mafiana Mohamed salié para la oficina de Sammy, que era uno de los hermanos que Mohamed habia conocido en Connecticut. El habfa completado sus estudios y habia retornado a su pais. Pertenecia a una familia de buena posicién econémica y le habia prometido a Mohamed que le ayudaria a establecerse con trabajo en uno de sus negocios. Mientras Mohamed estuvo afuera, yo reuni a mis hijos para hacer el culto de familia. Luego llamé a mi familia en Inglaterra y en Estados Unidos y les hice saber que habiamos llegado bien. Comparti con ellos mi preocupacién con relaci6n a que el sébado era considerado el primer dia de la sema- na en Arabia Saudita, que se esperaria que mis hijos asistieran a la escuela los sabados y que los fines de semana eran jueves y vier- nes, con éste ultimo como dia santo. Me preguntaba qué clase de dificultades nos aguardarian en el futuro. No queria que los nifios quebrantasen el sdbado. Oré: “Se- for, no permitas nunca que mis hijos tengan que asistir a la escuela en tu dia”. No sabia cémo Dios contestaria mis oraciones, pero crefa que lo haria. 3+ UN TESTIGO FIEL 35 Comencé entonces a preguntarme dénde podriamos adorar a Dios los sébados. Me parecia imposible guardar el santo dia sin ir a una iglesia. Mi hermana me asegur6 que Dios aceptaria nuestra adoracién atin sin estar en un templo, diciendo que el sébado esta- ba escrito en el coraz6n y que bajo tales circunstancias podria ser guardado sin ir a un lugar especifico. Tuve que aprender rapida- mente que el sdbado seria guardado en nuestro coraz6n como re- sultado de una unién espiritual con Dios. Con el tiempo, la conversacién con mi hermana volvié vez tras vez a mi mente y me lev6 a comprender que hay muchas ra- zones por las cuales la gente asiste a la iglesia. Algunos lo hacen para aplacar su conciencia, otros por la fuerza del habito 0 como parte de una rutina semanal. Pero Dios nos dice que debemos adorarlo en espiritu y en verdad. Esto me consolé y me dio seguri- dad; por primera vez iba a experimentar este tipo de adoracién. Le dije a Dios: “Sefior, ahora somos solamente Tu y yo. No tengo amigos a quien llamar, nadie con quien hablar, nadie que me pue- da aconsejar, nadie para animarme, excepto Tu, Senor”. Cuando finalmente llegué a esta conclusién en mi discusién con el Seftor, senti que él aceptaria nuestra adoracién y me quitaria el sentimiento de “culpa” por no asistir a la iglesia. Todo lo que yo necesitara a partir de ese momento vendria directamente de Dios. Cuando Mohamed volvié a la casa de la oficina de Sammy aquel primer dia, nos dijo que nos preparéramos para ir al merca- do. Yo di la bienvenida a su pedido como una oportunidad de es- capar a mis sentimientos de depresion y pensé que salir de la casa levantaria mi espiritu. Fuimos conducidos en auto hasta el merca- do donde comenzamos a caminar examinando las mercaderias. De pronto senti que era el centro de atencién. Todos los ojos esta- ban sobre mi, observandome con disgusto. Me senti desnuda, co- mo si estuviera caminando expuesta. Entonces cai en la cuenta de que los tinicos rostros que podia ver eran de hombres. Las mujeres estaban cubiertas de un modo extrario, de pies a cabeza, con una fi- na tela negra. Sus rostros también estaban cubiertos, y no podia decir si me estaban mirando 0 no. Mi esposo me Ilevé a un puesto donde vendian hermosos 36 DETRAS DEL VELO vestidos. Me preguntaba si me estaria por comprar un bonito vesti- do nuevo, pero ese pensamiento duré poco. En vez de eso, esco- gid uno de esos mantos negros similares a los que habia observado que vestian las mujeres, juntamente con una chalina negra para mi cabeza. Mientras los pagaba, me indicé que debia usar esa ropa to- da vez que saliera del hotel o pensara en salir de nuestra casa. Esa vestimenta negra se llama abaya. En verdad, tiene varios otros nombres, dependiendo del lugar del Medio Oriente del que uno sea. Pregunté por qué tenia que ser negra y me explicaron que el negro es considerado un color feo, y que las mujeres al usar esta cubierta fea, suelta y sin forma evitan que los hombres caigan en tentaci6n. Si los hombres miraran a la mujer en su forma y belleza, pecarian porque cometerian adulterio. Esto me impresioné. Hoy vemos a mujeres cristianas escasa- mente vestidas, con la espalda descubierta, mostrando los muslos, con los pechos expuestos con ropas muy apretadas y escotes muy bajos. Podemos aprender mucho de otras religiones y su conducta. En los paises islamicos las mujeres son modestas y yo aprecié eso. Algunos pueden pensar que la reforma en el vestir es un extremis- mo, pero es una parte importante de lo que somos y de quiénes so- mos. Algunas de nosotras necesitamos mirarnos a nosotras mismas y hacer nuevas y serias evaluaciones. Debemos buscar la verdad en toda circunstancia y hacerla relevante para enaltecer nuestra fe. Comencé la practica de ver el lado bueno de toda situacion mala. Era bueno tener un abaya para ponerme, especialmente de mafiana, cuando tenia que salir a comprar algo en el almacén de la esquina para el desayuno antes de despertar a los chicos. Sim- plemente me echaba encima ese manto negro y salia rapidamente al almacén. Por otro lado, de nifia yo siempre fui de las que se po- nen ropa inusual. Habia tantos ajustes que tenia que hacer. Me sentia muy res- tringida en cuanto a lo que me era permitido hacer. La realidad de que mi vida no iba a ser la misma mientras estuviera en ese pais me impacté fuertemente. Nuevamente oré para que Dios me ayu- dara a ambientarme répidamente a las costumbres de esa tierra, a su cultura y a su gente, UNTESTIGOFIEL 37 Aquella tarde fuimos invitados a la casa de Sammy. Cuando llegamos, lo primero que noté fue que la casa tenia cuatro entra- das, dos para los hombres y dos para las mujeres. Mohamed y los muchachos entraron por una puerta, y las nifias y yo por otra. Tan pronto como estuvimos adentro, Mona, la esposa de Sammy, nos saludé efusivamente. Ella tenia una sonrisa encantadora y me dijo que habia escuchado mucho acerca de mi y que estaba gozosa de que hubiera ido a su casa. Habia invitado también a Zainup, una mujer norteamericana. Ella y su esposo, que era de Siria, se habian conocido como estudiantes en un colegio de Dakota do Norte. Te- nian tres hijos, ella provenia de un hogar cristiano, pero ahora era una devota musulmana. Me senti muy cémoda con las mujeres. Después que nos salu- damos me quité el manto porque habia solamente mujeres en esa parte de la gran casa. Nos sentamos sobre la hermosa alfombra persa y comenzamos a conversar. Ellas me preguntaron acerca de mi fe religiosa y me fue posible compartir con ellas algunas expe- riencias de mi relacién con Dios. Yo sabia de su creencia de que Je- stis fue solamente un profeta y no el Hijo de Dios. De modo que, respetando sus creencias, me referia a Jestis como Dios y usaba el nombre Ald cuando me referia a Dios. Nunca usé el nombre Jestis para referirme a él, a menos que ellas lo mencionaran en forma de pregunta. Pude testificar acerca de lo que Jestis era para mi. Pare- cian apreciar mi disposicién a contestar sus preguntas. Senti que me respetaban y también a lo que yo crefa. Me hicieron mas preguntas y yo las contestaba feliz, segura de que Dios me estaba usando como su testigo. Dios me dio sabi- duria y fui cuidadosa en no forzar Ja presentacién de mis creen- cias religiosas ante ellas y de mantenerme bajo el control del Espiri- tu Santo mientras contestaba. Sabia que de esa manera el Espiritu Santo podia usarme para transmitir cualquier mensaje que él qui- siera que fuera conocido en ese momento. Mientras conversdbamos, los sirvientes trajeron una muy atractiva comida consistente en ensalada, pollo, arroz, papas y ve- getales. Nos sentamos con las piernas cruzadas sobre la alfombra y comimos todas de la misma gran bandeja. Fui cuidadosa en usar 38 DETRAS DEL VELO DE LAS TINIEBLAS solamente mi mano derecha para comer. De acuerdo a la cultura y costumbres locales, especialmente de los Hadith, que son libros lenos de habitos y practicas del profeta Mahoma, comer con la mano izquierda es muy ofensivo. También uno debe sentarse co- trectamente cuando come y dormir solamente en cierta posicién. La lista va en aumento, pero mientras uno se mantenga imitando la forma en que Mahoma se condujo no puede equivocarse. Sus maneras y habitos deben ser imitados en la vida de cada buen mu- sulman. No escapé6 a la observacién de Mona que yo no participé de la carne ni del café negro que habia sido puesto delante de mi. Ella pregunto por qué no comia pollo, ésta era otra oportunidad para testificar, pensé. El Espiritu Santo inmediatamente me impresiond con el pensamiento de que, aunque sea dificil hablar de Jestis en paises como Arabia Saudita, Dios puede usar el poderoso mensaje de la salud como cufia de entrada para conducir a otros a Cristo. Necesité ser muy cuidadosa para no ofender. Comencé di- ciéndoles que nuestro cuerpo pertenece a Ala porque él nos creé y debemos servirle de la mejor manera. El merece que le sirvamos. Las palabras fluian libremente de mis labios. “Cuando Ald nos muestra una mejor manera de vida y la comprendemos, estamos obligados a permanecer en ella por el poder de Ala. Es correcto cuidar de nuestros cuerpos, dije, comiendo las cosas que nos ali- mentan y favorecen nuestra salud. Haciéndolo asi mantenemos en buenas condiciones su morada. Somos templos de Alé. Cuando cuidamos nuestros cuerpos no introduciendo ningtin estimulante que perturbe el sistema digestivo o que cause enfermedad y ma- lestar, podemos esperar el beneficio de una mente sana, que tenga mayor discernimiento y que pueda comunicarse con él en un ni- vel espiritual mas alto y vencer las tentaciones. De esa manera la mente se fortalece”. Habia dicho mucho. Mona me miré con sorpresa. Ella nunca antes habia escuchado algo parecido y estaba evidentemente im- presionada. -Si —dijo ella-, lo que has dicho tiene sentido. Luego expresé su amor por Ald y su resolucién de tener un cuerpo saludable que UN TESTIGO FIEL 39 pudiera favorecer una mente sana para orar y tener una mayor comprension espiritual. Este era un maravilloso comienzo, porque con una mente sana uno esté mas susceptible a comprender la ver- dad. Después de la comida hablé con Zainup por unos momentos. Ella parecia mas bien timida y habl6 con mucho acento arabe, aun cuando era norteamericana. No conociendo su pasado, uno su- pondria que era una arabe aprendiendo a hablar inglés. Pero oca- sionalmente su acento americano afloraba. “Qué triste”, pensé. Ella era una mujer que habia perdido su identidad. Una mujer de habla inglesa, de Dakota do Norte, ha- blando con acento arabe. jElla habia estado en Arabia Saudita sdlo por dos meses! Su identidad estaba profundamente inmersa en la de su esposo. No tenia sentido de dignidad propia y no se la veia feliz. Me compadeci de ella y me di cuenta de que se sentia a gusto conversando conmigo, porque proveniamos de la misma cultura y podiamos relacionarnos e identificarnos més facilmente. Por algu- na raz6n senti una profunda preocupaci6n por esa mujer y sus hi- jos, en oracion silenciosa la encomendé a Dios. No mucho después, sin embargo, mi esposo envié un mensaje por medio de un sirviente diciendo que estaba listo para partir. El sirviente me trajo mi bata negra, y le agradeci a Mona por la her- mosa velada. Le prometi a Zainup que volveriamos a encontrar- nos para conocernos mejor y las saludé a las dos con un Assalaamu Alaikum (paz) y sali con Mohamed y los chicos. Aquella noche alabé a Dios por el mensaje de salud y por la maravillosa oportunidad que me habia dado de testificar. Oré por Zainup y por Mona para que la semilla de verdad que el Espiritu Santo me habia permitido sembrar, echara raices en el terreno de sus corazones. Capitulo 7 P| jatianeie sAbade a cena en la casa de Mona y Sammy fue una experiencia interesante y disfruté el haber conocido a las mujeres, y sobre todo haber tenido la oportunidad de hacer lo que estaba segura de que el Sefior queria que hiciera al haberme con- ducido tan lejos de mi hogar: testificar de él. Al dia siguiente, nue- vamente en el hotel, me mantuve ocupada con distintas tareas tra- tando de sacar de mi mente las circunstancias que me rodeaban. Todos los dias Mohamed iba a la oficina de Sammy y pasaba la mayor parte del dia alli. Nos dedicaba poco tiempo a los nifios y a mi. No siempre era facil encontrar alguna cosa para llenar las horas que pasaba sola o con los nifios. Decidi lavar la ropa. Junté toda la ropa sucia y la lavé a mano. Traté de enfocar mi mente en las cosas celestiales, pero fue una lucha mental. Todo mi mundo estaba confinado a aquella habitacién. Aquel viernes experimentariamos por primera vez lo que era el dia santo local. Mohamed desperté a los chicos a las 3:30 de la mariana y los llevé a la playa con él. No me invit6, de modo que no me qued6 otra opcién que pasar el dia sola en un pais extrafio. Cuando ellos salieron me senti muy sola, un terrible temor me envolvid. Debo haber estado semidormida cuando comencé a sentir que alguien habia entrado en la habitacién. Pero cuando me di vuelta para ver quién era, no habia nadie. Todo a mi alrededor estaba oscuro y me daba temor. De repente me sentf clavada a la cama con una sensaci6n similar a una corriente eléctrica que corria por mi cuerpo inmévil. No podia respirar. Senti como si las fuerzas 40 EL PRIMER SABADO 41 del mal me dominaran. Indudablemente, un espiritu del mal esta- ba contendiendo por mi vida. Clamé al Sefior y le pedi a Jestis que reprendiera a Satanas. Gradualmente la pesadez de la atmésfera comenzé a aflojar. Me senté y comencé a orar. Sabia que la batalla espiritual por mi vida era real y sabia que debia continuar orando para recibir fortaleza para resistir las fuerzas del mal. Reconoci la importancia de mante- nerme en constante comunién con Dios, con un régimen alimenti- cio simple, leyendo y estudiando la Biblia. Pasé el dia sola. Pedi un desayuno de tostadas, jugo de naran- jay cereales. Luego procedi a vaciar algunas de las valijas; el silen- cio que me rodeaba me permitié pensar y meditar en el Senior. Me preguntaba qué me deparaba el futuro y cuanto tiempo estaria alli. Me sentia muy preocupada por el futuro de mis hijos. El dia siguiente fue nuestro primer sébado en Arabia Saudita. jExtrafidbamos tanto nuestra casa! Yo estaba triste y sentia falta del compafierismo con otros observadores del sébado, También extraiidbamos la compafifa de otros miembros de la familia. Sin embargo, pasamos el dia adorando y orando mientras Mohamed estaba en el trabajo. A esta altura, él habia comenzado a trabajar en el edificio de la oficina de Sammy. Me alegro que ese primer sdbado no haya sido una indicacion de cémo serfan otros sébados. Con el tiempo el Sefior nos mostr6é como guardar el sdbado en espiritu y en verdad, como mi hermana me habia indicado hacerlo. Ella me mostré que el sébado es una comuni6n espiritual con Dios; un descanso espiritual de la mente y el cuerpo. No es tanto el lugar donde se adora, por eso no es siem- pre conveniente adorar a Dios en un edificio. Con el tiempo, nues- tros sentimientos de culpa fueron vencidos y pasébamos nuestros sdbados adorando de la mejor manera que podiamos, pero siempre con la confianza de que él nos amaba y aceptaba nuestra adora- cion. Capitulo 8 ales del hogar espués de diez dias en el hotel nos mudamos a un de- C partamento. Era enorme, suficientemente grande como SS para dividirlo en dos secciones para ofrecer entreteni- mientos y fiestas para hombres y mujeres por separado. No tenia- mos muebles y Sammy nos presté dinero para comprar las cosas més necesarias. Compramos una cocina y una heladera. Mas tarde compramos una maquina de lavar. Almohadones colocados alre- dedor de las paredes en la sala servian como sillas y compramos colchones para usar como camas. Este era nuestro hogar. No teniamos teléfono, ni manera de comunicarnos con nadie en caso de una emergencia. Me sentia ex- tremadamente aislada y sola. Nadie hablaba mi idioma y rara vez veia a un vecino; para todo dependia de Mohamed. Estaba total- mente confinada por las circunstancias sobre las cuales tenfa poco control. Las ocupaciones propias de una casa ocupaban la mayor parte de mi tiempo. Los dias parecfan arrastrarse uno tras otro. Pasaba la mayor parte de los dias cocinando, y cocinar era realmente una ta- tea. Habia que pelar las arvejas, los insectos debian ser separados del arroz y de las verduras, pero tenia todo el dia para hacerlo, no tenia otra cosa para hacer. También lavaba la ropa; era una esposa y madre muy ocupada. Siempre que Mohamed estaba fuera de casa, los nifios y yo estudiabamos, leiamos y dedicébamos tiempo para orar y para ha- cer el culto. Uno de los nifios quedaba en la ventana para vigilar si venia Mohamed. Cuando lo veia venir, rapidamente escondiamos 42: LEJOS DEL HOGAR 4% los libros que yo habia podido introducir en el pais en mi bolso de mano. Los nifios sacaban sus juguetes y yo hacia alguna cosa en la cocina para aparentar que todo estaba normal cuando él llegaba. Esto comenzé a ponerme muy nerviosa, pero lo seguia haciendo. Me di cuenta de que mi matrimonio practicamente se habia desmoronado. No habia intimidad. Mohamed dormia separado de mi para castigarme porque no aceptaba el Islam. Me queria co- mo madre de sus hijos para que cuidara de ellos, para estar seguro de que fueran alimentados, vestidos y estuviesen limpios. Yo sen- tia que él no me amaba. Era frio, legalista y duro conmigo. A me- nudo se llevaba a los chicos y me dejaba sola durante horas. Con frecuencia yo lloraba y preguntaba: “;Hasta cuando, Sefior?” Le rogaba a Dios que hiciera algo para sacarme de esa pesadilla. El estrés en mi vida iba aumentando cada dia. Me hallaba bajo una gran opresién. Aunque pasaba muchas horas sola, sentia que no tenia vida privada porque Mohamed se metia en cada aspecto de mi vida con el propésito de controlarme. Tenia que darle un in- forme del dia, con quién habia hablado, dénde habia estado, y él chequeaba lo que yo le habia dicho con los chicos para ver si era verdad. Mohamed me dijo que me tenia bajo su poder, y que si yo no cumplia con su deseo de dejarles de ensefiar a los chicos acerca de Jestis, me haria escoltar por oficiales al aeropuerto y me enviaria a Inglaterra sin mi familia. Esto me hizo pensar muy cuidadosa- mente en cuanto a cémo continuaria con nuestro culto secreto, porque yo no sabia en qué momento él le haria preguntas a los chicos acerca de lo que hacian durante el dia. Le pedi a Dios que me diera sabiduria y me mantuviera dos pasos delante de Moha- med. Asi, yo esperaba hasta que él le preguntaba a los chicos, y después que salia, haciamos nuestro culto. Era poco probable que interrogara a los chicos dos veces al dia; tenia demasiadas otras cosas en su mente. Era un riesgo, pero el Seftor estaba de nuestro lado. No recibi ninguna carta de mi familia por bastante tiempo después de legar a Arabia Saudita y mi preocupacion iba en au- mento. Yo le habia escrito varias cartas a mi madre, y hasta le ha- bia enviado fielmente mi diezmo y ofrendas por el poco dinero 4+ DETRAS DEL VELO que ocasionalmente recibia para comprar comestibles. Necesitaba toda bendicién que pudiera obtener, y yo sabia que no hay mayor bendicién que la que uno recibe cuando es fiel en los diezmos y las ofrendas. Era extrafio que mi familia no respondiera mis car- tas, especialmente considerando el hecho de que estaba tan lejos de mi hogar. Mi madre y yo teniamos una relacién muy estrecha y siempre nos habiamos mantenido en contacto regularmente. Mohamed empezé a cansarse de mis quejas de que no recibia noticias de mi familia. Un dia me dio una carta de mi madre que habia sido escrita hacia bastante tiempo. Habia sido abierta y falta- ba alguna literatura que ella habia incluido. El me dijo que habia abierto todas mis cartas y que yo no recibiria ninguna que contu- viera algtin pasaje biblico, himnos o cualquier otra cosa relaciona- da con el cristianismo. iMe puse furiosa! ;Quién era él para controlar mi vida privada?, me pregunté. Me di cuenta de que también habia abierto las cartas que yo habia escrito y le habia entregado para que despachara. El era el intermediario de las cartas que yo enviaba y recibia. Mu- chas, sino todas, probablemente nunca fueron despachadas. Me senti muy herida por tener mi vida privada invadida y por haber sido desposeida de todo lo que podia llamar mio. Mohamed estaba decidido a dictaminarme cémo debia vivir, y me dijo que le pediria a los oficiales que chequearan toda la co- rrespondencia que viniera para mf. De ninguna manera iba a per- mitir que los chicos fueran expuestos a recibir la influencia de cualquier literatura cristiana. Resolvi encontrar la manera en que mis cartas fueran despachadas. No podia confiar mas en Moha- med. Necesitaba mantenerme en contacto con mi familia y con mis amigos que oraban por mi, aunque sdlo fuera por mi sanidad. Era imperativo que la comunicacién se mantuviera abierta. Con esa determinacién y un espiritu de lucha busqué al Seftor, deman- dando que él encontrara una salida, no sea que la misi6n para la cual me habia traido aqui no se cumpliera. El Sefior nos insta a presentarle nuestro caso (Isa. 41:21), y eso fue lo que hice, reveren- temente por supuesto. Probablemente por el estrés al que estaba sometida, comencé a re LEJOS DEL HOGAR’ 45 experimentar un malestar general en todo mi cuerpo, y eso me condujo a buscar tratamiento en una clinica local. Alli encontré va- rias enfermeras cristianas, la mayoria de las cuales eran catélicas. Me regocijé tanto haber encontrado a otros cristianos, que no habia tiempo para prejuicios. Las diferencias entre nuestras denomina- ciones parecian sin importancia. Sencillamente estaba muy conten- ta por haber encontrado a otro creyente en Cristo Jestis que habla- ba inglés. Katherine, una de las enfermeras, y yo pronto nos hicimos amigas, y ella me invité a su casa. Yo la visité algunas veces y en una ocasién mis hijas me acompanaron y se las presenté. Conoci a su esposo y a su hijita de diez meses. Algunas veces ibamos juntas a un parque con mis dos pequefas hijas mientras Mohamed estaba con los varones en la mezquita orando. Katherine y su esposo trabajaban mucho para sostener a sus familias que estaban en el sur de la India. Cada mes les enviaban dinero. Katherine me habl6 de las iglesias secretas que se reunian clandestinamente los domingos para adorar. Yo me interesé pero no estaba dispuesta a involucrarme en lo que me parecia presun- tuoso; ademas, no estaba segura de cudn seguro seria todo. Por ese tiempo, Katherine me presenté a la doctora Rassolpur, una de las médicas que también era del sur de la India. A medida que nuestra amistad crecia, le confié a ella algunos de los proble- mas que estaba enfrentando y que la comunicaci6n con mi familia habia sido cortada. Sorprendentemente ella comprendio y me dijo que habfa muchas otras mujeres que estaban en la misma situa- cién que yo. Las leyes, dijo, son muy estrictas y restrictivas con las mujeres. Me sugirié que usara su direccién para enviar y recibir cartas, también se ofrecié para despachar mis cartas. Le agradeci a Dios por escuchar mis ruegos y por abrir un camino para restable- cer el contacto con mi familia. De modo que comencé a esconder las cartas en el cintur6n de mi ropa toda vez que iba a la clinica. Finalmente restablecf el contacto con mi familia. Ahora ellos sabfan lo que me estaba pasando en Arabia Saudita y comencé a recibir cartas de 4nimo de mis amigos y miembros de mi familia. Saber que habia gente orando por mi fue motivo de mucho dnimo. 46 DETRAS DEL VELO Incluso mi madre me envié un paquete que pude llevar a casa de a poquito para que Mohamed no se enterara. Estaba lleno de cosas ricas para comer que hacia mucho que no probabamos. A medida que mi amistad con Katherine crecia, ella expres6 interés en aprender algunas de las doctrinas de mi fe religiosa. Nuevamente me embarg6 un espiritu de gratitud a Dios y pude ver otra raz6n para nuestra amistad. Esto me dio la esperanza de que no habia sido llamada aqu{ solamente para sufrir y que Dios tenia un plan para mi vida en Arabia. Hicimos arreglos para comenzar nuestros estudios, pero sola- mente pudimos estudiar una lecci6n antes que el camino fuera en- torpecido y aparecieran dificultades. Retorné a la clinica pocos dias més tarde, s6lo para encontrar que Katherine no deseaba tener mas contacto conmigo y hacia esfuerzos decididos para evitarme. Por un momento me pregunté si el resultado de los examenes mé- dicos habia indicado que yo tenia una enfermedad altamente con- tagiosa. Le pregunté: -{Qué te pasa, Katherine? Ella me empujé y me suplicé: -iVete, vete! Déjame en paz. Cuando dejé Ia clinica no fui directamente a casa, sino que es- peré afuera hasta que Katherine termino su turno. Queria averi- guar qué era lo que yo habia hecho para merecer esa reaccion. Va- rias horas después ella salié por la puerta, me vio y corrié rapida- mente al otro lado de la calle, caminando velozmente hacia su casa. Yo comencé a seguirla, preguntandole por qué tenia ella esa acti- tud. Ella dijo: —Quédate de aquel lado de la calle, no camines a mi lado. Por favor, déjame sola. Yo estaba decidida a descubrir qué habia pasado y la segui to- do el camino hasta su casa. Cuando entré en el edificio de departa- mentos, yo la segui escaleras arriba y ella me cerr6 la puerta en las narices. Yo empecé a golpear la puerta y continué golpeando hasta que finalmente ella abri6 la puerta y asom6 por una pequefia ren- dija. Me dijo susurrando: -Si te lo digo, gte vas a ir? LEJOS DEL HOGAR 47 -Si, por supuesto —le contesté. Ella me conté que Mohamed habia ido a su casa con la policia, acusando a su familia de promover el cristianismo en el pais y en la familia de él. También los acusé de administrar una organiza- cién de prostitucion. Las autoridades creyeron la historia simple- mente porque ellos eran una familia cristiana. Al esposo lo ence- rraron en la carcel y a ella le advirtieron que si la vefan una vez mas conmigo la ejecutarian. Debimos terminar nuestra amistad inmediatamente por el bien de su familia en la India y por nuestras vidas. La siguiente vez que fui a la clinica le Ilevé un pequefo presente. Era un panfle- to conteniendo los Diez Mandamientos y una nota que decia: “El Espiritu Santo sera tu maestro, Katherine; después de todo, él es el mejor”. El esposo de Katherine fue puesto en libertad pocos dias des- pués. Al poco tiempo la noticia de la manera como Mohamed se habia comportado con la familia de Katherine fue conocida por to- dos los empleados de la clinica. Finalmente la informaci6n legé a oidos de la doctora Rassolpur y ella lleg6 a temerle a Mohamed y al poder que parecfa tener. Decidié que era muy riesgoso para ella continuar con el favor de permitirme usar su direccién de correo. Yo comprendi la dificultad; esa gente era inocente y no podian arriesgar la pérdida de sus posiciones como profesionales, porque no eran los unicos que se beneficiaban; tenian el deber de enviar recursos a sus familias pobres en la India. Esto fue muy duro de aceptar. No pude evitar sentir resentimiento hacia Mohamed. Una vez més la comunicaci6n con mi familia se habia cortado. Me senti sola y muy aislada del mundo. Me di cuenta de que mi mundo nuevamente se habia reducido al departamento al que hacia poco nos habiamos mudado. Eramos solamente el Sefior y yo. No podfa compartir con nadie el tormento por el cual estaba pasando. Nadie mas podia comprender mis mas profundos senti- mientos. Era en realidad una guerra espiritual entre el archienga- fiador y Cristo. No podia ni siquiera orar. Sencillamente me quedé sentada, preguntandome si todo esto era real. Pensaba y pensaba: Me voy a despertar en cualquier momento y encontrar que soy una nifia 48 DETRAS DEL VELO pequefia, una inocente nifia pequeria en una cémoda y tibia cama en la casa de mis padres, despertando de una horrible pesadilla. Pero Dios me tocé suavemente para hacerme volver a la realidad. A pesar que a menudo me sentia muy desanimada para orar, supe en ese mo- mento que el Espiritu Santo era capaz de transformar el grito de mi coraz6n en una hermosa oraci6n. Frecuentemente leja el libro de Salmos, en él encontraba mu- cho aliento en quieta meditacién. El Cielo no estaba tan lejos en- tonces y mi vida llegaba a ser un poco mas tolerable. El Sefor siempre envi6 su Espiritu consolador para ministrar mi quebranta- do espiritu. Jestis promete que no nos dejara sin consuelo. Le roga- ba al Sefior que no se apartara de mi lado, y él me recordaba su conduccién en el pasado, su presencia constante y el hecho de que nunca me habia dejado ni lo harfa. No tenemos nada que temer del futuro a menos que olvidemos la forma en que nos ha conduci- do en el pasado. Alabé a Dios por haber permitido que mi Biblia pasara la inspeccién de la aduana. ;Cémo podria haber pasado es- ta prueba sin su Palabra para iluminar el oscuro sendero y darme el valor que necesitaba para continuar aferrandome de mi fe hasta el fin? Capitulo 9 na gran parece a ciudad de Damman es muy ortodoxa. Es una ciudad antigua con pocos edificios modernos. Todo lo que me rodeaba era un constante recordatorio del total aisla- miento que estaba experimentando. Habia sido separada de mi fa- milia y de las amistades que estaba tratando de cultivar en mis in- frecuentes contactos con otras personas fuera de mi circulo inme- diato. Mohamed no era sensible ni mostraba consideraci6n por mis necesidades. Se torné mas agresivo y perdié toda ternura hacia mi. Me sentia como una sierva, alguien para atender las necesida- des de Mohamed y de los nifios. Sin embargo, continuaba estudiando la Biblia con los nijios. Ese era el tinico medio para escapar de la terrible depresién que se estaba apoderando de mi. Encontraba calma y seguridad en la Pa- labra de Dios. En ella encontraba paz y consuelo. Me mantenia en constante comuni6n; la oracién Llegé a ser la esencia de mi vida. No solamente debemos orar por nosotros mismos, sino también caminar humildemente en la luz que hemos recibido. Dios cambid la situacion de Job cuando él comenzé a orar por sus enemigos. Cuando deseé que los que se habian opuesto a él recibieran ayuda divina, él comenzé a recibir ayuda divina. Debemos presentar de- lante de Dios a aquéllos que nos hieren y que continian hiriéndo- nos. Debemos orar sin cesar, orar, orar, porque él no descansa. Orar en nuestro coraz6n y en voz alta. El Cielo escucha nuestras oraciones elevadas con coraz6n sincero. 49 50 DETRAS DELVELO Mi escritora cristiana favorita escribié: “Clamen a Dios todos los que son afligidos o tratados injusta- mente. Apartense de aquellos cuyo coraz6n es como el acero, y hagan sus peticiones a su Hacedor. Nunca es rechazado na- die que acuda a él con corazén contrito. Ninguna oracién sin- cera se pierde. En medio de las antifonas del coro celestial, Dios oye los clamores del mas débil de los seres humanos. Derramamos los deseos de nuestro coraz6n en nuestra camara secreta, expresamos una oracién mientras andamos por el ca- mino y nuestras palabras Ilegan al trono del Monarca del uni- verso. Pueden ser inaudibles para todo oido humano, pero no moriran en el silencio, ni seran olvidadas a causa de las activi- dades y ocupaciones que se efecttian. Nada puede ahogar el deseo del alma. Este se eleva por encima del ruido de la calle, por encima de la confusién de la multitud, y llega a las cortes del cielo. Es a Dios a quien hablamos, y nuestra oraci6n es es- cuchada” (Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 137, 138). Cuan reconfortantes son estas palabras. Nuestras oraciones serdn contestadas. “Pidan, pues; pidan y recibiran. Pidan humildad, sabiduria, valor, aumento de fe. Cada oracién sincera recibird una con- testacion. Tal vez ésta no Ilegue exactamente como desean, 0 cuando la esperan; pero Iegara de la manera y en la ocasi6n que mejor cuadren a su necesidad. Las oraciones que eleven en la soledad, en el cansancio, en la prueba, Dios las contesta- ra; no siempre segtin lo esperaban, pero siempre para el bien de ustedes” (Elena de White, Obreros evangélicos, pp. 271, 272). A menudo me preguntaba por la vida espiritual de mis hijos y cOmo estarian reaccionando bajo todas las presiones. Ellos extra- faban a la familia y a sus amigos de la escuela. Parecia que se esta- ban adaptando bastante bien a su nuevo estilo de vida. Ellos se en- tretenian bien. Se volvieron muy creativos y hacian juguetes de diarios viejos; jugaban entre ellos, se ofan risas y las usuales pe- UNAGRANPERDIDA 51 leas. Cuando no hacia frio, salian y jugaban con algunos nifios del vecindario. Localizaban y espantaban lagartijas y examinaban los cuerpos muertos de unas cucarachas que tenfan grandes alas. Cierta tarde los nifios salieron a jugar como lo hacfan usual- mente, y después de un rato regresaron muy excitados para con- tarme lo que habia sucedido. Se habian encontrado con un hom- bre hindu, de la India, quien fue directamente a ellos y les pregun- t6 si sus padres necesitaban un sirviente y que estaba dispuesto a trabajar porque necesitaba un empleo. Ellos prometieron que pre- guntarian. Durante el curso de la conversacién, el hombre se dio cuenta de que los nifios no eran arabes, a pesar que tenfan la apariencia arabe; su inglés era demasiado bueno y hacia suponer que venian de lejos. El hombre les pregunté de dénde eran y qué religién te- nian. Qued6 sorprendido cuando los muchachos le dijeron que eran cristianos y le preguntaron a él qué religién tenia. El hombre dijo que era hindu y comenzé a contarles acerca de su religién, de los muchos dioses a los cuales servia, c6mo los tallaba y luego c6- mo oraba a ellos. Los nifios le dijeron que les parecia extrafio crear un dios para luego ofrecerle oraciones, y continuaron diciéndole: -No deberia el dios orar a usted? Después de todo, usted lo fabric6, por lo tanto es mayor que él, en verdad, usted es su crea- dor. El hombre los miré sorprendido, por decir lo menos. Los nifios continuaron diciendo que el Dios a quien ellos ser- vian es el mas grande porque cre6 todo el universo y todo lo que hay en él, incluyendo los materiales que se usan para hacer dioses hindties. El hombre dijo que los hindties adoran a la vaca y que por eso no comen carne de vaca. Los nifios miraron al hombre con una mirada de inocencia y sorpresa y le dijeron: -Nosotros no; nosotros adoramos al Cordero, el Cordero de Dios. El aleja de nosotros todos nuestros pecados. Luego prosiguieron explicandole las leyes ceremoniales y la transferencia de los pecados a un animal inocente y cémo este ani- mal era sacrificado para que los pecados de la persona fueran per- 52 DETRAS DEL VELO donados. Le siguieron diciendo que cuando Jestis vino a la tierra tomé el nombre de “el Cordero de Dios” porque la tierra estaba toda llena de pecado y no habia suficientes corderos para los sa- crificios. Asi que Dios envié a su tinico Hijo para ser el ultimo cor- dero que moriria por los pecados de todos, lo cual sucedié cuando muri6 en la cruz, y también le contaron que la cortina del templo fue rasgada de arriba hacia abajo, porque él lo hizo, y que ahora Jestis estaba en el cielo. Yo estaba completamente sorprendida mientras miraba a los nifios y escuchaba la historia de la redencién dicha de una manera tan simple. Ellos siguieron diciendo que el hombre estaba tan inte- resado que permaneci6 alli y escuchaba. —Le dijimos que cuando la cortina fue cortada, las leyes cere- moniales terminaron y que ahora, al aceptar a Jestis en nuestras vi- das y creer que él es el tiltimo cordero que fue sacrificado por nuestros pecados, podemos ser perdonados. -~Cémo lo hacen? -el hombre pregunté. Los nifios dijeron: ~Lo hacemos orando a Jestis y diciéndole que nos hemos equivocado. Creyendo que es el simbolo de la oveja, ponemos nuestros pecados sobre él, él los acepta y nosotros recibimos su perdon. Yo miraba a mis hijos con asombro, tan inocentes y tan felices. Habian testificado y supe que Dios tenia un propésito para ellos también. Mis ojos se llenaron de lagrimas al ser testigo de la pre- sencia del Espiritu Santo en sus vidas individualmente. Comprendi que no tenia nada que temer respecto a ellos. Dios me mostré que eran suyos y que todas mis ensefianzas no habian sido en vano. Dios habia escrito su Palabra en sus corazones y estaban verdade- ramente convencidos de su creencia en Dios como el Creador. Al hombre le dijimos que no necesitabamos un sirviente por el momento, pero que agradeciamos su ofrecimiento. Les dije a mis hijos cudn orgullosa estaba de que habian dado testimonio de su fe. Al dia siguiente fui impresionada con la conviccién de ense- fiarles a los ninos la historia de José. Como, siendo un nifio inocen- UNA GRAN PERDIDA 53 te, habia sido sacado de la seguridad de su hogar a una vida de in- certidumbre. José recordé las ensefianzas de su padre y confié en el gran Dios del cielo y de la tierra. Extrafié a su padre y algunas ve- ces sintié temor, pero se mantuvo fiel a su fe y a su creencia en el Dios que lo rescataria. Pudimos identificarnos con la historia y prometimos permanecer fieles a Dios si alguna vez fuésemos se- parados. Una noche, durante nuestro culto familiar, estaba hablando con los nifios acerca de la iglesia remanente y como identificarla. Los nifos se mostraron particularmente interesados en el tema. Nos concentramos tanto en el asunto que el tiempo pas6 rapida- mente y nos olvidamos que Mohamed podia legar en cualquier momento, a pesar que uno de ellos vigilaba en la ventana. Era ex- trafio que Mohamed no hubiera venido a la hora acostumbrada. Mohamed fue astuto. Suponiendo que yo todavia seguia ensenan- dole a los nifios, aquella tarde estacioné el auto lejos, caminé el resto del camino y entré por la escalera de atras. El debe haber es- tado afuera, al lado de la puerta, por media hora 0 mas, cuando stibitamente la puerta se abrié y entré Mohamed enfurecido. No hubo tiempo de guardar los libros. jFuimos pescados! El temor se reflejaba en los rostros de los nifios mientras espe- raban para ver qué ocurriria. Yo junté calmadamente los libros y sosteniéndolos contra mi pecho caminé hacia el dormitorio pasan- do al lado de Mohamed. Pude sentir su furia y odio hacia mi. La presencia de los demonios en el departamento era real y eso me hizo temer. Traté de no mostrar temor para que los nifios no se asustaran. Mientras guardaba los libros, Mohamed se acercé a la puerta del dormitorio y dijo: Asi que contintias ensefidndoles a los chicos? jYo no quiero que mis hijos conozcan esa diabélica religion tuya! Yo guardé silencio porque cualquier respuesta a ese tipo de comentario airado producirfa una escena terrible. El fue siguién- dome, respirando sobre mi cuello con los puftos cerrados. Si yo hubiera argumentado 0 abierto mi boca, seguramente hubiera muerto aquella noche. Era como si me estuviera provocando a que hablara para tener una excusa para pegarme. 54 DETRAS DEL VELO Sali mientras él gritaba furiosamente. No pensé que les haria algo a los nifios, pero no tenfa certeza de lo que haria conmigo. Te- mi por mi vida y rapidamente fui hacia el bafio y cerré la puerta con llave. Mientras permanecia alli temblando, sin saber lo que ocurriria, podia escuchar el ruido de las cosas que él arrojaba al suelo. Me preguntaba: ;Y ahora qué, Seftor? Comencé a orar. “;Se- Nor, esta es una emergencia! ;Por favor, ven a nuestro rescate!” De repente senti un portazo en la puerta del frente. Enseguida los nifios golpearon la puerta del bafio. “Mam4, mama”, llamaron, “puedes salir ahora, papa se ha ido”. Me dijeron que Mohamed se habia llevado mi Biblia, todos los libros, los casetes y otras publica- ciones. jQuedé tan turbada, tan enojada! Me senti despojada de mis unicos recursos, sin fuerzas y debilitada. Verdaderamente, pensé que todo estaba perdido. Fue con el corazon muy atribulado que acosté a los nifios aquella noche. Fui a mi pieza, cai sobre mis rodillas y tuve una se- ria conversaci6n con el Sefior. Le dije cémo me sentia. Estaba tan agotada y oprimida, tan aturdida. No tenia control sobre ningtin aspecto de mi vida. Pensé que me estaba volviendo loca. Oré por sanidad. No podia entender el intenso sufrimiento. ¢ Por qué, Dios? éPor qué? Estaba como los hijos de Israel. Dios hacia grandes cosas por mi; luego alguna cosa ocurria y terminaba quejandome con fe vaci- lante. Pero entonces, palabras consoladoras de las Escrituras, pa- Sajes que habia atesorado en mi mente, comenzaron a desplegarse en mis oidos. “Tu guardards en completa paz a aquél cuyo pensa- miento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isa. 26:3). Y con la dulce comuni6n del Espiritu Santo ministrando mi alma atribu- lada, cai en un suefo profundo y tranquilo. Cuando me desperté a la mafiana siguiente, oré y le pedi a Dios que me trajera a la memoria todas las lecciones que me habia ensefiado, para que pudiera continuar compartiendo su Palabra con mis hijos. El culto de familia aquella maiana fue realmente maravilloso. Dios trajo a nuestras mentes muchas hermosas ver- dades. Hablamos acerca del Espiritu Santo. Recordé versiculos de la Biblia y Pasajes del Espiritu de Profecia; fuimos fortalecidos y UNA GRAN PERDIDA 55 espiritualmente motivados para enfrentar los desafios del dia. Continuamos adorando a Dios y pudimos testificar que el Sefior traia a nuestra memoria aquello a lo que le habiamos dedicado tiempo, aquello que habiamos estudiado y memorizado, tal como Jo habia prometido en su Palabra. Estabamos agradecidos por el tiempo que habiamos dedicado a atesorar su palabra en nuestros corazones, porque si no hubiera habido nada en la vasija, nada podriamos haber extraido. Dios ha- bia dicho en su Palabra: “Mi pueblo fue destruido porque le falt6 conocimiento” (Ose. 4:6), estabamos felices de conocerlo. Los ni- fios estaban excitados porque cada vez que nos reunfamos para el culto, el Espiritu Santo traia a nuestra mente un t6pico para discu- tir. Los momentos de devoci6n resultaban muy inspiradores y lle- nos de significado. Capitulo 10 Crstigos silenciosos espués de aproximadamente una semana, comencé a Q)s* ansiosa otra vez. Estaba muy impaciente con L Dios. El me habia dado una obra para hacer en Arabia Saudita y yo no tenia las herramientas para el trabajo, o al menos eso pensaba. Comencé a buscar mis libros; seguramente Dios no le habria permitido a Mohamed destruirlos. Busqué en todo lugar imaginable en el departamento y alrededor de él, pero en vano. Busqué en lugares tan imposibles como el tacho de la basura. Ca- minaba por las calles orando y hablando con Dios pidiéndole que me condujera a donde estaban los libros y fijandome en los cubos de la basura al mismo tiempo. No podia creer que se hubieran perdido. Volvia al departamento con el coraz6n quebrantado y 1a- grimas en los ojos, rogando al Sefior que me diera fortaleza. Es interesante notar que cuando pensamos que le hemos en- tregado nuestros problemas a Dios, pronto descubrimos que los hemos tomado de vuelta, incluso sin darnos cuenta. De repente sentimos que la presién comienza a subir otra vez y la desconfian- za en Dios empieza a manifestarse a medida que la carga se hace mas y mas pesada. De pronto caemos aplastados bajo su peso y clamamos a Dios nuevamente por ayuda. jDios es tan paciente con nosotros! Acababa de terminar de preparar el almuerzo cuando los ni- fos irrumpieron en el departamento. Mohamed los habia traido de vuelta al departamento después de las oraciones de la tarde y él habia retornado a la oficina. Vi que estaban muy excitados y que tenian alguna cosa nueva para decirme. Lo que of me dejé tremen- 56 TESTIGOS SILENCIOSOS 57 damente sorprendida. Mohamed habia llevado mis libros a la ofici- na donde trabajaba, los nifios dijeron que todos los hombres los estaban leyendo y discutiendo entre ellos las verdades del evange- lio. Mi gozo era incontenible. Salté y alabé a Dios por lo que habia hecho. Habia Hevado los libros adonde estaban aquellos hombres, sabiendo muy bien que, como mujer, yo nunca podria haber ido. Las semillas de la verdad estaban siendo sembradas en sus mentes, verdades que algtin dia, por la gracia de Dios, podrian germinar. jQué tremendo resultado habia sido éste! Reflexioné en cudn enoja- da habia estado con Dios por permitir que mis libros me fueran quitados. Y ahora, ese mal se habia transformado en algo bueno. Comencé a alabar y agradecer a Dios por haberme usado de esa manera para testificar. Debemos alabar a Dios por su sabiduria. El sabe qué hacer y el momento correcto para realizar sus poderosos actos. j|Oh, cuanto més necesitamos confiar en él! Dios no nos aflige, pero obra en no- sotros y a través de nosotros para cumplir sus propésitos aun cuando nuestra fe es débil. Yo sentia como si constantemente es- tuviera teniendo nuevas vivencias con Dios. Siempre estaba arre- pintiéndome y pidiendo perdon. Estaba cansada de mi misma, pe- ro Dios me aseguré que él nunca se cansa de mi. En esto esta basa- da la santificacion. Si fallamos en ir a Dios después que hemos cai- do, estaremos perdidos y el sentimiento de indignidad nos vence- ra. Esta es la tactica de Satands, hacernos sentir que Dios esta can- sado de nuestras faltas y pecados. Aquella tarde no podia esperar para decirle a Mohamed que sabia adénde habia llevado mis libros; pero tan pronto como se lo dije me di cuenta de de que habia cometido una equivocacién. Ha- blé sin consultarlo a Dios. Deberia haber sido mas paciente. Me di- je a mi misma que deberia haber esperado que Dios completara la obra que habia comenzado con esos libros. Mohamed se enfurecié y calific6 a los chicos de traidores. Le ordené a una de las nifas que trajera un zapato para castigar a los tres muchachos. Ella obe- decié nerviosamente. Todos observamos cémo tomé a los mucha- chos sobre sus piernas, uno por uno, y los castig6 sin misericordia. 58 DETRAS DELVELO Al mayor lo castig6 mas que a los mellizos. Ellos lloraban y grita- ban. Cuando no pude soportar ms la escena salté hacia él y traté de detenerlo. Le grité: -iNo es culpa de ellos! {Deja de pegarles! ;Deberias castigar- me a mi! jDéjalos! La escena era de confusi6n. Habia gritos y llantos. jEra horri- ble! De alguna manera logré alejar a Mohamed de los nifios. El se dio vuelta y me dio una bofetada en el rostro cortandome un labio contra los dientes. Mis hijos rogaron: —iMami, no digas nada mas! Por favor, mami, quédate quieta. Aparentemente pensaron que si yo no intervenia se detendria la ira de su padre. La desesperaci6n en sus rostros me atraves6 el corazon y me calmé por ellos y sali de la habitacién. Esa fue una noche que nunca olvidaré. Dos dias después mis cosas comenzaron a aparecer, una a una. Primero encontré mi Biblia, luego algunos de los libros perdi- dos y la otra literatura junto con mi pasacasete. Los hombres de la oficina habian destruido unos pocos textos. Mas tarde los niftos me dijeron que su padre habia rescatado el material y lo habia traido de vuelta a la casa. ;Cudn contenta me senti de ver de nuevo mis libros! Fue como si hubiera tenido un reencuentro con amigos por largo tiempo perdidos. La tristeza parecia ser mi constante compafiera. Habia siem- pre alguna prueba para reemplazar a la anterior que habia sido superada. Estaba fisica y mentalmente extenuada, y los dias que siguieron fueron especialmente diffciles. Me estaba cansando de estar siempre encerrada dentro de la casa, asi que decidi Hevar a los nifios a un parque cercano donde yo podia leer mientras ellos jugaban. El calor era extenuante, pero sentia la necesidad de salir por un rato. El tiempo parecia pasar muy lentamente; en realidad, los dias parecian no pasar. Es muy raro en Arabia Saudita ver a una mujer sola con sus hijos afuera. En verdad, una mujer que sale sola se coloca en el grave peligro de ser violada o raptada. Hay criminalidad en Arabia Saudita, pero generalmente no es informada por los medios periodisticos, Los sauditas tienen leyes TESTIGOS SILENCIOSOS 59 muy estrictas establecidas por la religi6n del Islam. Como parte de Ja tradicion, los viernes, después de las oraciones del mediodia, las familias comen y luego van a algun parque 0 a la orilla del mar para jugar, bafiarse y gozar de la mutua compaiiia. Sin embargo, los viernes también se dedican para realizar eje- cuciones al aire libre; y esto fue lo que ocurrié algunas veces. Un viernes en particular, los niftos y yo vimos una multitud en el cen- tro de la ciudad. Preguntamos qué estaba pasando y se nos dijo que acababa de producirse una ejecucién. Tres ladrones que ha- bian violado y matado a sus victimas fueron ahorcados publica- mente en la calle mientras familias con nifios pequefos observa- ban la escena. Las familias eran animadas a Hevar a sus hijos para presenciar esas ejecuciones como medio preventivo para evitar conductas criminales. Yo resolvi que seria mejor salir con mis hijos de Arabia Saudi- ta, y comencé a tomar las cosas en mis propias manos para tratar de ayudar a Dios. En una de nuestras caminatas decidi tratar de ponerme en contacto con la Embajada de los Estados Unidos 0 de Inglaterra para ver si alguien podria ayudarnos a salir del pais. Me alegré tanto cuando finalmente descubri cémo usar el teléfo- no. Después de gastar lo que me parecié una gran cantidad de di- nero, logré ponerme en contacto con la embajada estadounidense. Relaté mis experiencias, pero para mi pena, los oficiales norteame- ricanos se disculparon diciéndome que no les era posible ayudar- me, y que eran muchas las mujeres que estaban en situaciones si- milares a la mia en Arabia Saudita. Me senti tan descorazonada. Fue de poca ayuda saber que habia otras que estaban experimen- tando la misma suerte que yo. Encontrandome embargada en mi frustracion, stibitamente escuché a los chicos que gritaban “Papa, papa”. Efectivamente, Mohamed acababa de llegar manejando. Era obvio que nos habia estado buscando. No esperaba que llegase a casa a esa hora tem- prana. Mi plan habia sido estar de vuelta antes que él regresara. El bajé furioso del auto y comenzé a agarrar a los chicos y meterlos en el auto por la fuerza. Luego arrancé dejandome a mi alli parada, sola y en estado de shock. 60 DETRAS DEL VELO Tenia miedo de ir a casa; sin embargo, tenia que hacerlo por- que mis hijos me necesitaban. “Oh Dios”, oré, “;dénde estas ti?” Sea como fuere, yo sabia que Dios habia prometido no dejarme ni abandonarme y que no permitirfa que la prueba fuera mayor de lo que pudiera soportar. Confiando que Dios estaba a mi lado, me encaminé hacia la casa. Mohamed me estaba esperando en la puerta y me sacé las llaves del departamento. De ahi en adelante, fui prisionera en mi propia casa; él cerraba con llave la puerta del departamento toda vez que salia. Se llevaba a los nifios con élal trabajo cada dia. El tiempo que yo pasaba con ellos ahora, era muy limitado. Permanecia en constante comuni6n con Dios, rogando por mis hijos y las influencias a las que podrian estar expuestos. Cada vez que necesitaba palabras de consuelo, Dios me hablaba a través de su Palabra. El dijo: “Mis ovejas oyen mi voz”, y yo aprendi a reconocer su voz como nunca antes. jAleluya! Capitulo ii} Pal} amor de mady PES Lado /\, vertir a nuestros hijos a la religién islamica. A menudo les hablaba de sus planes a nuestros tres hijos varones. El Sefior me mantuvo en la delantera de lo que iba a ocurrir, mediante suefios. En un sueiio, yo estaba en el auto con todos mis hijos. Stibitamente vi que los varones eran sacados y alejados, y, por alguna raz6n desconocida, no me fue posible darme vuelta para ayudarlos. Fui dejada con mis dos hijas. Yo las tomé fuerte- at ohamed no guardé en secreto sus intenciones de con- mente de las manos y ahora estabamos caminando por un sendero angosto. Todo a mi alrededor era oscuridad y lobreguez. Miré ha- cia arriba y vi un coraz6n que descendia del cielo. Al llegar mas cerca, reconoci que estaba formado por angeles y en la cispide ha- bia dos pilares conteniendo los mandamientos. El coraz6n repre- sentaba el amor. “Si me amas, guarda mis mandamientos”, fueron las instrucciones. Yo continué por el sendero angosto, teniendo cuidado para que mis pies no resbalaran y que mis hijas no se sol- taran de mi mano y se hundieran en la profundidad del valle. Me desperté muy atribulada. El 26 de noviembre de 1989, Mohamed se desperté y dijo que levaria a los nifos a la playa. Aunque esto era algo inusual, yo no objeté. Cuando estaban por salir, les dijo que buscaran sus chaque- él 62 DETRAS DEL VELO tas livianas. No entendi por qué necesitaban chaquetas puesto que hacia mucho calor afuera. Le susurré a Adam que me sentia in- quieta como si alguna cosa les estuviera por suceder. E] me miré y me dijo: “No te preocupes, mamé, todo va a salir bien”. Ellos salie- ron y yo los segui con la mirada hasta que el auto desaparecié de la vista. Muy dentro de mi sospeché que alguna cosa andaba mal. Alrededor de las 9 de la noche, se oyeron golpes en la puerta. Abri la puerta y me encontré con Sammy y Mona parados alli, los dos con una expresién de tristeza en los rostros. Los invité a pa- sar. Tomando asiento, me dieron las nuevas de que los muchachos habian ido a Medina con su padre para tomar clases sobre Islam en una escuela con internado. Yo lloré amargamente y pregunté por mis hijas. Me aseguraron que las nifias estaban bien y que esta- ban en la casa de ellos. Al salir con ellos para encontrarme con mis hijas, Sammy me extendi6 un sobre que contenfa una nota de Mo- hamed. Esta decia: “Lo lamento, tuve que hacerlo de esta manera porque si no lo hubiera hecho asi, ti hubieras armado una gran escena. Estaré de regreso en diez dias. Aqui hay trescientos riyals para comprar alimentos”. No podia creer lo que me estaba ocu- rriendo. jEstaba sofiando? Ni siquiera habia podido despedirme de mis hijos. ¢Cémo pudo Mohamed hacerme eso? Al regresar a casa, fui a la pieza de los muchachos y estuve mirando sus colcho- nes y sus ropas; Todo estaba tan quieto, tan vacfo. Todas sus ro- pas estaban alli. Ni siquiera habian llevado sus cepillos de dientes, pero ellos se habian ido y estaban muy lejos. A medida que pasaban los dias, yo oraba fervientemente a Dios por la seguridad de mis hijos. Oraba para que Mohamed re- considerara lo que habia hecho y trajera de vuelta a casa a los mu- chachos, sanos y salvos. Esperé durante diez dias. Los minutos pa- recian arrastrarse. Cuando finalmente los diez dias pasaron, esperé ansiosamente que sonara el timbre de la puerta esperando ver a Mohamed con mis tres hijos a su lado. Pero ese dia llegé y pasé como los primeros nueve, sin ninguna noticia de Mohamed. Al dia siguiente me levanté temprano, vesti a las nenas y fui con ellas al lugar de trabajo de Mohamed. Cubria mi rostro cuando algtin hombre pasaba a mi lado. Yo sabia que seria extraiio para EL AMOR DE MADRE PROBADO 63 ellos verme parada a la entrada del hall con las dos nenas. Los hombres parecian disgustados por ver a una mujer parada en el vestibulo, eso no era aceptado; pero a esta altura de las cosas no me importaba. Estaba desesperada por saber dénde estaban mis hijos. Finalmente vi a un amigo de Mohamed y le pregunté si ha- bia ofdo algo acerca de él. “;Cudndo va a volver? Iba a regresar ayer”. Me dijo que no habian tenido ninguna noticia. Sali de alli y volvi a casa chasqueada. Pasaron dos semanas, cuatro, seis... y no tenia noticias de mis hijos ni sefiales de Mohamed. Continué yendo a la oficina tres 0 cuatro veces por semana esperando oir alguna cosa, pero nada. A esta altura no me importaba lo que los hombres pensaran de mi. Simplemente queria saber dénde estaban mis hijos. El dinero que mi esposo me habia dejado duré solamente dos semanas. Los ali- mentos en nuestra casa estaban escaseando, y ahora estébamos pasando hambre con mis hijas. Parecia que la muerte por inani- ci6n seria nuestra suerte, a menos que se produjera alguna clase de intervenci6n. Habia llegado el invierno y el departamento esta- ba muy frio. Empecé a desesperarme mas y mas. No podia hablar el idio- ma asi que oré y le pedi a Dios que me diera sabiduria para saber qué hacer con el fin de obtener alimentos para mis hijas. Tenia que hacer algo; al fin de cuentas, ellas dependian de mi. Recordé el Salmo 37:25 que dice: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”. Esto me animé y estaba segura de que Dios no permitiria que siguiéra- mos pasando hambre. Tomé recipientes vacios que habian contenido arroz, aceite y otros alimentos y comencé a golpear las puertas de los vecinos. Cuando les mostraba los recipientes vacios, sabian exactamente lo que necesitaba y los Ilenaban. Una vecina fue tan generosa que en varias ocasiones nos preparé un plato caliente y lo envid en una bandeja juntamente con frutas y verduras. Esta vecina también me ayud6 a enviar algunas pocas cartas a mi familia. Asi como el Sefior envié cuervos para que alimentaran a Elias, envio a varias personas para alimentarnos a nosotras. Multiplicd 64 DETRAS DEL VELO todo lo que teniamos, tanto que mis hijas comenzaron a subir de peso. Después de dos meses de aislamiento, ansiedad y noches sin dormir, estaba mentalmente lista para matar a Mohamed por lo que nos habia hecho. Llegué a imaginar que le clavaba un cuchillo en el coraz6n y que sentia satisfaccién de verlo muerto. El Seftor tenia que hacer algo por mi. Mientras esperaba, me di cuenta de que habia muchas leccio- nes que tenia que aprender. Aprendi durante aquel tiempo que necesitaba amor en mi coraz6n con el fin de ser vencedora, y no odio ni furia. Necesitaba el amor de Dios, amor agape, para ayu- darme a manejar la hostilidad que estaba sintiendo hacia Moha- med. Comencé a ver cudn desesperadamente mala era en realidad. No estaba satisfecha con la persona que veia en mi. Al mismo tiempo, pensaba que era una buena mujer cristiana, haciendo el bien a todos, pero ahora me encontraba cara a cara con mi propio yo. Yo era una asesina, lista para matar a alguien que Dios habia creado. Quedé tan avergonzada de mi misma cuando Dios me se- fiald estas cosas y me mostr6 que su preocupaci6n era la salvacion de mi alma. Necesitaba limpieza. Dios tenfa que limpiarme y qui- tarme toda la escoria del pecado. Habia tantos rasgos de caracter pecaminosos en mi vida que antes habjan sido encubiertos por mi justicia propia. Las circuns- tancias habian traido estos pecados a la superficie, y me sorprendi de saber cudn bajo habia cafdo. Esta fue la mas humillante expe- riencia. Me di cuenta de que no era mejor que Mohamed. Durante el periodo de espera Dios probé mi paciencia y me mostré que el amor seria la unica herramienta que me daria la victoria. Fue una batalla feroz con el yo, pero escogi amar. Comencé a pasar muchas horas sobre mis rodillas, hablando con Dios, pidiéndole fortaleza para enfrentar las pruebas y direccién para saber como recibir y tratar a Mohamed cuando volviera. Las nifias y yo decidimos visitar a Zainup, e hicimos un habito el ira verla por lo menos una o dos veces por semana. Las nifias ju- gaban con sus hijos y lo pasaban bien juntos. Zainup y yo cocina- ELAMOR DE MADRE PROBADO 65 bamos y preparabamos comidas que después comiamos juntas. Hablabamos de Estados Unidos y del estilo de vida que ambas ex- trandbamos. Aprendi mucho acerca de su familia y de cémo se ha- bia encontrado y casado con su esposo sirio. A menudo fbamos juntas al almacén de comestibles. Zainup se mostraba muy com- prensiva conmigo y entendia mis dificultades. Cuando nos fami- liarizamos mas me conté de los abusos fisicos que sufria por parte de su esposo. Seguin él, ella nunca hacia nada bien y constante- mente la amenazaba con llevar a una segunda esposa a la casa. Llegamos a ser amigas, y me permitié contarle de mis experiencias con el Sefior y compartir con ella la historia del evangelio. Lo mas importante fue que le mostré que Jestis la amaba y cuidaba de ella. Aquella Navidad fue muy solitaria para las nifias y para mi. Era dificil entrar en el espiritu de la Navidad. Los sentimientos c4- lidos que trae esta fiesta estaban ausentes cuando nos sentamos en la pieza del departamento que habiamos hecho nuestro hogar. Nos abrazamos bajo las frazadas y pensé en mi familia y en los go- ces que las navidades pasadas habian traido. Una semana después estabamos entrando en un nuevo aio, y eso tampoco tuvo nada de excitante. Teniamos sentimientos de dolor por no saber ni dénde ni cémo estaban los muchachos. Las nifias realmente extrafaban a sus hermanos. Aunque eran de corta edad, hacian todo lo posible para pasar de la mejor manera esa mala situaci6n. Comenzaron a jugar con tres amigos imaginarios a quienes Ilamaron Shannon, Hackis y Lena. Se concentraban en sus juegos, se disfrazaban y en todo encontraban motivo de risa. A veces estaban quietas y se chupaban el dedo. Podia ver que esta- ban lamentando la ausencia de sus hermanos y también la de su padre. Otras veces observaba que suspiraban, ponian sus cabezas en mi falda y me ped{an que les hiciera cosquillas. Necesitaban reirse; como dice la Biblia: “El corazén alegre es medicina”. Asi que, aunque mi corazén estaba dolido, las abrazaba y co- rria mis dedos por sus costillas. Esto requeria un gran esfuerzo de mi parte, y a menudo miraba a la distancia con tristeza y lagrimas. No queria que las nenas me vieran llorar. No queria que compar- tieran mi miseria. De noche, cuando dormiamos juntas, las nenas 66 DETRAS DEL VELO me ponjan entre las dos y me pedian que les contara historia tras historia y que les leyera. Era dificil para mi porque yo también es- taba sufriendo, y significaba mucho esfuerzo; pero lo hacia por ellas. Capitulo ee Ciicmmpos de prucka ~~ 1 11 de enero de 1990 Mohamed volvié. Lo recibi con los bra- zos abiertos y lo besé en la mejilla. Mi corazén rebosaba de amor divino, no mio, sino el que Dios sentia por él. Cuando entr6, yo eché una mirada hacia afuera para ver si los muchachos estaban escondidos detras de la puerta para darme una sorpresa, pero la entrada estaba vacia y mi animo decay6 profundamente. Las nifias anduvieron todo el tiempo alrededor de Mohamed mientras desempaquetaba lo que habia traido. Su papa estaba en la casa y ellas estaban muy felices de verlo. Empecé a preparar algo para comer y le pregunté por los muchachos. El insistié en que es- taban bien, que estaban acomodados y me aseguré que estaban muy contentos. En ningtin momento le crei. ;Cémo podian estar contentos lejos del nico hogar y la tinica familia que conocian? Aquella noche Mohamed durmié en el dormitorio de los mu- chachos. Hacia frio alli. Teniamos dos estufas portatiles que Sam- my nos habfa dado para que usdramos, pero como las nifias y yo éramos las tinicas que estabamos en el departamento, mantenia- mos entibiada solamente una habitacién. Me preparé para acostar- me con las nenas. Fui movida a compasién por Mohamed que esta- ba durmiendo en una pieza tan fria, de modo que tomé la otra es- tufa y la coloqué en la pieza en que él estaba para que estuviera en un ambiente tibio y confortable. Luego volvi a la habitaci6n donde estaban las nenas y me dormi. Al dia siguiente él me informé que dentro de cuatro dias esta- ria saliendo hacia la ciudad capital, Riyadh, donde dijo que tenia una oferta de trabajo. De modo que a los cuatro dias nos dejé otra 67 68 DETRAS DEL VELO vez con la promesa de visitarnos semanalmente 0 cada dos sema- nas. Era obvio que no queria que estuviéramos con él. No ofrecié Hevarnos. Al verlo partir mi coraz6n se entristecié con la perspecti- va de la soledad que debia enfrentar otra vez. No me quedaba otra opcién que aceptar su decisién. Al final de cada semana, que en Arabia Saudita cae en miérco- les, crecian mis esperanzas de que Mohamed viniera a la casa. Vez tras vez durante el dia iba a la ventana esperando ver su auto. Ri- yadh estaba a una distancia de tres horas de viaje en auto. Invaria- blemente, sin embargo, cuando las mafanas se convertian en tar- des y las tardes en noches, mi ansiedad se tornaba en desespera- cién. Anhelaba la compafiia de otra persona adulta. Gozaba la compania de mis hijas, pero necesitaba alguien con quien conver- sar a nivel de adultos, Estaba muy cansada de simples juegos de nenas; necesitaba conversacién de adultos, aun cuando ésta fuera con una persona tan cruel conmigo como lo era Mohamed. Los fi- nales de semana, a medida que la claridad del dia se iba tornando tinieblas, lo mismo ocurria con mi espiritu. Vivia esperando el so- nido de la Have de Mohamed en la cerradura de la puerta. El tenia la costumbre de no hacerme saber cuando llegaria. De modo que todos los fines de semana estaban llenos de ansiedad y expecta- cién anticipada por su venida. A menudo nos deprimiamos cuan- do él no aparecia. Asi pasaron varias semanas sin rastros de Mohamed. Los sen- timientos de aislamiento comenzaron a consumirme. Comencé a tener pesadillas. Pensaba a menudo en mis hijos y los imaginaba llorando por mi. Algunas veces me despertaba a media noche tras- pirando profusamente y clamando al Sefior que protegiera a mis muchachos. La angustia mental era enloquecedora, y constante- mente oraba pidiendo a Dios que preservara mi sanidad mental. Dios habia prometido guardarme en perfecta paz y yo dependia de él para que esto fuera asi. Una noche el Sefior me mostré en un suefio que necesitaba orar més. Para hacerlo le pedi que me despertara temprano en la mafiana para poder encontrarme con él y comulgar juntos. No te- TIEMPOS DE PRUEBA 69 niamos reloj despertador, por eso le pedi al Seftor que me desperta- ra cada manana para orar. jY Dios lo hizo! Fue sorprendente la va- riedad de maneras que us6 para ayudarme a mantener mi cita con él. Por ejemplo, una mafiana me desperté con dolor de cabeza; tan pronto como comencé a orar, el dolor desaparecié. Algunas mafia- nas me despertaba con dolor de muelas que desaparecia tan pronto como comenzaba a orar. Una mafiana una de mis hijas vino adon- de yo estaba y me tocd, luego volvié a su pieza para seguir dur- miendo. Otra vez of la voz de mi madre que me llamaba; respondi saltando de la cama; era el momento para orar. Reconoci en todos estos incidentes la intervencién de Dios. Cada mafiana, un agente especial de Dios, a través del Espiritu Santo, me despertaba hasta que el ciclo biol6gico queds establecido. Llegé a ser muy real para mi que era objeto de una feroz gue- rra entre las fuerzas de la luz y las fuerzas de las tinieblas, Cristo contra Satanas. Leyendo y estudiando la Palabra de Dios, mi rela- cién con el Sefior se hizo mas fuerte y yo oraba para que pudiera ser atraida atin mas cerca de él. Hubo ocasiones en que la guerra se torné en una lucha fisica por mi vida. Satanas deseaba mi muerte. Durante la noche, mien- tras las nenas dormian, yo me despertaba sintiendo una presencia en la habitacion. Tenja la sensaci6n de que la pieza estaba lena de demonios y experimentaba un indescriptible temor. Mi cama era agitada y sacudida como si lentamente se estuviera levantando del piso. Otras veces tenia el sentimiento de que mi vida estaba siendo aplastada; yo luchaba por respirar; sentia que mi pecho se hundia y clamaba al Seftor en mi mente: ;Sdlvame, sdlvame! jJestis, salvame! El temor era muy intenso. A veces sentia como un choque eléctrico a través de mi cuerpo, como si la mano de Satanas me es- tuviera reclamando. Yo clamaba al Sefior: “jNo le permitas tener la victoria! {No le permitas quitarme la vida!”. Después de un mo- mento venia el alivio y podia ofr la quieta voz de mi Salvador di- ciéndome que me quedara tranquila y asegurandome que mi vida estaba en sus manos. Hablaba claramente; cada vez su voz era co- mo medicina a mi fragil cuerpo, reviviéndome y dandome la respi- racién normal. 7O DETRAS DEL VELO Me resultaba muy claro que verdaderamente “no tenemos lu- cha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potesta- des, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efe. 6:12). Siempre que haya un testigo de Dios, Satands tratard de negar el testimonio y traer desanimo. Es un furioso adversario. En Apo- calipsis 12:17 dice: “Entonces el dragén se llené de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testi- monio de Jesucristo”. Puedo testificar que Satands no es un mito ni un cuento de ha- das. Es real, tanto como Dios es real. Mi experiencia no fue siempre de triunfo. En algunas ocasio- nes sentia que seria mejor morir antes de seguir viviendo asi. Mu- chos dias mi experiencia fue solamente de pena y sufrimiento. Co- mencé a preferir la muerte a la vida. Pasé largos periodos de desa- liento, mirando a través de la ventana. El suicidio parecia ser una aceptable alternativa a esta muerte en vida que estaba experimen- tando. En més de una ocasién senti el impulso de arrojar a las ne- nas por la ventana y saltar detras de ellas, poniendo fin a la vida miserable que estaba teniendo. Pero cada vez Dios envié a su Santo Espiritu y sus angeles poderosos en fortaleza para consolarme y salvarme de mi misma. Emocional, fisica y mentalmente habia alcanzado un nivel muy bajo. Pesaba solamente cuarenta kilos y mi cabello se cafa en mechones. Me sentia débil de tanto llorar, agonizar, ayunar y orar a toda hora, dia y noche. Ademas, estaba sufriendo por mis hijos, de quienes no tenia noticias desde que Mohamed me los habia quitado. Estaba preocupada por su bienestar fisico. A menudo me despertaba a media noche con la impresion de que debia orar por ellos. Sentia que alguna cosa estaba yendo mal con ellos y rogaba fervientemente a Dios que en su misericordia atendiera sus necesi- dades. Fue un tiempo muy dificil para mi. No podia soportar el pen- samiento de que mis hijos estuvieran sufriendo de la misma ma- nera en que yo estaba sufriendo. Le pedi a Dios que les permitiera TIEMPOS DE PRUEBA 71 morir donde estaban antes que sufrir. Oraba: “Sefior, llévatelos; prefiero saber que estan enterrados y durmiendo en el seno de la tierra lejos de esta guerra. {Por qué Dios, por qué estamos sufrien- do tanto?” Reflexionaba en mi vida y en la manera en que habia ignorado a Dios en el pasado. Cémo me habia apartado de su lado para ha- cer mi propia voluntad, desobedeciendo sus direcciones en mi vi- da. Al principio habia estado enojada con Dios. Me preguntaba si él me estaba castigando por mis faltas pasadas. Me venia el pen- samiento de que “la paga del pecado es muerte, mas la dadiva de Dios es vida eterna” (Rom. 6:23). Podria haber muerto cuando esta- ba en el mundo, y era lo que merecia, pero Dios en su tierna mise- ricordia no me dio lo que yo merecia; en vez de eso me ofrecié vida eterna. Puso un muro protector alrededor de mi cuando no era consciente de su presencia. De pronto me di cuenta de cudn bendecida habia sido por te- ner una madre que oraba. jGracias a Dios por las madres que oran! Mi madre es muy especial, una mujer de fe que nunca dej6é de interceder por mi. Creo que fui protegida por sus oraciones de los males del mundo que podrian haber causado la muerte. Al darme cuenta de esto entré en razon. Alabé a Dios por salvar mi vida miserable. Por primera vez me di cuenta de que mis hijos no me pertene- cian y le pedi perdén a Dios por pedirle que les quitara la vida. Fui convencida por el Espiritu Santo de que estaba equivocada, que el egoismo estaba en la raiz de una oracién tal, y que yo no es- taba confiando en Dios como deberia. Querfa que las cosas fueran mis faciles de soportar para mi. Sin embargo, sabia que Dios com- prendia mi corazén y rehusé vivir bajo sentimientos de culpa. Dios me habia perdonado. Capitulo iio) C. [ fr: de los pocos fines de semana que Mohamed vino a ver- ntada y r olAsA me, trajo consigo a un imdn para que tratara de convertirme al Islam. Los imanes son los hombres mas santos en el Is- lam y los lideres en las mezquitas. Tienen memorizado todo el Co- ran y todas las oraciones. Llevan largas barbas para distinguirse entre la gente. Para mi sorpresa, este hombre trajo consigo tres di- ferentes versiones de la Biblia. Le pregunté cémo hacia para tener tantas versiones de la Biblia en un pais donde el cristianismo esta prohibido. El se rid y dijo: -Yo soy musulmdan, un imén. Puedo usar la Biblia para pro- bar los errores del cristianismo. Luego prosiguié mostrandome lo que a él le parecian contra- dicciones en las Escrituras. Mientras me hablaba, yo oraba por sabiduria para saber c6mo contestar. Obviamente satisfecho con su presentacién, se recliné hacia atrds en el asiento y orgullosamente esperé mi respuesta a su desafio. Yo lo miré a los ojos y me escuché a mi misma compar- tiendo con él todo lo que Jesucristo habia hecho por mi y expre- sando confianza en lo que él estaba haciendo y atin haria. Estaba lena de sabiduria de Dios, incluso me ensefié a mi misma algunas cosas. Creo que el Espiritu Santo tuvo el completo control de la si- tuacién y hablé a través de mi de una manera que me asombr6é hasta a mi misma. Podia percibir, mientras hablaba, que el iman se estaba po- niendo mas y mas irritado. Su impaciencia iba creciendo y sus mo- dales bondadosos desaparecieron répidamente. Cambiando de en- 72 TENTADAY PROBADA 73 foque del desafio intelectual a uno emocional, me replicé pregun- tando: —¢Quiere tener de vuelta a sus hijos? -Si, por supuesto —fue mi répida respuesta—. ;Por qué ustedes los hombres decidieron quitarmelos y llevarlos lejos? Si usted cree que su religion es la verdadera, {por qué me ve a mi como una amenaza hacia usted? Después de todo, yo soy una mujer débil y fragil; yo no los estoy desafiando a ustedes. Le rogué que permitiera que mis hijos volvieran. Me prometid hacerlo solamente si yo tomaba el Shahadah, esto es una profesion de fe: “No hay dios sino Ala y Mahoma es su profeta”. Estas pala- bras son las que inician a la persona en el Islam. Fui severamente tentada a cumplir con ese requisito. Surgie- yon pensamientos en mi mente al considerar la perspectiva de lle- gar a ser musulmana y poder tener a mis hijos de vuelta inmedia- tamente. Era todo lo que parecia requerirse. Comencé a razonar con Dios y a racionalizar. Después de todo, pensé, podria jugar el papel de musulmana. Sabia exactamente qué hacer y como com- portarme como una de ellas. Las semillas del compromiso estaban buscando alojarse en mi mente. Desesperadamente deseaba que mis hijos volvieran. Razoné que yo podria comportarme como una musulmana, pero que Dios sabria que mi coraz6n siempre le perte- necia a él. Senti que esta seria la nica manera en que podria tener paz en mi hogar y restablecer mi matrimonio. Mi esposo me ama- ria otra vez y mis hijos volverfan para estar conmigo. Seriamos una familia otra vez. Varios otros imanes vinieron para visitarme tratando deses- peradamente de convencerme de que me convirtiera al Islam. Me dejaban casetes y libros para que estudiara el Islam. Yo los escu- chaba y leia con mente muy abierta, deseando conocer la verdad, pero nada permanecia en mi mente como la Palabra de Dios. La Biblia estaba firmemente enraizada en mi mente y no hubiera po- dido quitarla de mi aunque hubiera tratado de hacerlo. Esos hombres siempre usaban a mis hijos para tentarme a ser musulmana. Decian: “Si solamente ora a Ald, tendré a sus hijos de vuelta... No los ama?... Entonces hagase musulmana.” 7+ DETRAS DEL VELO Tuve que terminar con esa tortura. El asunto qued6 resuelto en mi mente. Consideré mis opciones en oraci6n. Visualizaba a mi Salvador siendo tentado después de su bautismo cuando estuvo en el desierto ayunando, orando y prepardndose para su misién en la tierra. Fue cuando estaba en su estado més débil por el ayuno que el enemigo lo tent6. Sin embargo, él no cedié a la tentacién. Pude decir como Cristo dijo cuando estuvo en el punto mas dlgido de la feroz batalla con el enemigo: “Apartate de mi, Satanas”. Les dije a Mohamed y a los imanes que podian quedarse con mis hijos, porque sus palabras no me garantizaban que los volveria a ver, aunque cambiara mi fe y aceptara el Islam; y que, por el contrario, mi fe en Jestis y mi confianza en sus promesas y la se- guridad en su Palabra, me daban la certeza de que si no tenia el privilegio de volver a ver a mis hijos en esta tierra, los veria en el Reino de los Cielos. Mohamed quedé completamente avergonzado y me amena- 26 con ponerme en un asilo, pero habiendo tomado mi decisién, me senti mds fuerte fisica, espiritual y emocionalmente que lo que me habia sentido en muchos meses. Los imanes estaban furiosos, chasqueados y sorprendidos por mi obstinacién, pero me habia re- signado a mi suerte y salieron sin decir otra palabra. No lo percibi en el momento, pero habia requerido toda la fortaleza que era capaz de tener para hacer frente resueltamente a estos imanes. Cuando ellos salieron quedé asombrada por la mane- ra en que el Espiritu de Dios me habia usado. A medida que los dias pasaban, extrafiaba a mis hijos, oraba por ellos y recordaba los lindos momentos que habiamos pasado juntos. Le pedi al Espi- ritu Santo que les recordara el culto especial que habiamos tenido cuando les conté la historia de José, de modo que ellos fueran for- talecidos y confiaran que Dios algzin dia los libraria. Una noche cai sobre mi cama y comencé a sollozar incontrola- blemente. La agonia mental y fisica era como una nube oscura a mi alrededor. No veia una salida. Clamé a Dios: “Hazme descan- sar, hazme descansar, joh Seftor!” Me arrastré sobre mis manos y rodillas porque estaba demasiado débil para incorporarme. Una vez mas le pregunté a Dios por qué tenia que sufrir tanto, si él no TENTADAY PROBADA 77 pensaba que ya habia soportado més que mi justa cuota. “Dios, “por qué me estas haciendo esto?” Estaba enojada con Dios y de- seaba que lo supiera. “No me puedes consolar”, grité. “Mis hijos estan lejos. Yo pensé que Tui dijiste: ‘Dejad a los nifios venir a mi’. {Dénde estan los mios que yo te entregué? Nada puede consolar- me. Esta agonia es demasiado profunda atin para que Tu, Dios, puedas darme consuelo. {Por qué no me dejas sencillamente mo- rir?” Mientras yacia alli sintiendo dolor en mis entrafias y mi llanto torndndose en sollozos, comencé a tener visiones del Calvario. Vi a Cristo en la cruz y me di cuenta de que sus sufrimientos habian si- do mucho mayores que los mios. El sufrio por los pecados de todo el mundo. No solamente Ilevé mis pecados en la cruz sino tam- bién los de todos los habitantes del mundo que viven en el presen- te, los que vivieron en el pasado y los que viviran en el futuro. Su gloria relampagueé delante de mi, levanté mi cabeza y estiré el brazo para alcanzar mi Biblia. La acerqué hasta mi. Mis ojos esta- ban Ilenos de lagrimas cuando la abri. Busqué y of su tierna y dulce voz hablandome. Las paginas se abrieron en Jeremias 31. Este era justamente el libro que habia estado leyendo en mis devociones personales. Lef todo el capitulo pero nada se aplicaba a mi. Le rogué que me hablara. Desesperadamente necesitaba escuchar su voz. Mis ojos comenzaron a enfocarse en los versiculos 15 al 17, y reconoci que Dios volvia otra vez con las palabras que necesitaba escuchar. “ Asi ha dicho Jehova: Voz fue oida en Rama, llanto y loro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. Asi ha dicho Jehova: Reprime del Ianto tu voz, y de las lagrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehova, y volveran de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehova, y los hijos volveran a su propia tierra”. Inmediatamente mis ojos fueron abiertos. Sent{ una oleada de nueva vida a través de mi fragil y débil cuerpo. Empecé a vivir otra vez. Senti que la mafiana de la victoria estaba amaneciendo. Alabé, bendije a Dios y le pedi perdén por haber dudado de él. 76 DETRAS DEL VELO Comprendi que nunca me habia abandonado; que siempre habia estado alli, sosteniéndome a través de los momentos cuando me senti mas sola y desesperada. Habia escuchado mi Ilanto y me ha- bia respondido. Recibi énimo para continuar. Confié en que mis hijos volve- rian a mi. No sabia en qué momento ocurrirfa; pero, por ahora, atesoraba el gozo y la seguridad de saber que todas las cosas esta- ban en las manos de Dios. El me fortalecié para seguir testificando en su favor en mi hogar. Tenia que ser fuerte por mis hijas y era importante que fuera un fiel testigo para Mohamed. A esta altura, sin embargo, ya estaba harta de Arabia Saudita. Dia tras dia permanecia en la ventana y oraba fervientemente para que Dios enviara un ejército que nos rescatara a mis hijos y a mi. Me parecia que esa seria la tnica manera de salir de alli, puesto que no tenja dinero ni otro medio tangible de escapar con mis hijos. No tenia dudas de que Dios tenia poder para hacer cualquier cosa que él deseara en favor de sus hijos. Como seguidores de Cristo so- mos la nifia de su ojo; como sus hijos, somos especiales a su vista y es como fuego consumidor para los malvados, especialmente para aquéllos que darian a uno de los suyos. Senti tristeza por Moha- med porque él no tenia idea de cudn grande y poderoso es Dios. Continué adorando al Seftor mientras esperaba su liberacion. Mohamed no abandon6 su propésito de convertirme al Islam. Continu6 enviando imanes islamicos para hablarme. Pero cada encuentro me daba la maravillosa oportunidad de testificar al compartir con ellos lo que Jestis significaba para mi. Estos hom- bres venian preparados, habiendo estudiado la Biblia en un es- fuerzo de refutar todo lo que yo pudiera decir. Algunas veces pare- cian mas conocedores de la Biblia que yo, pero Dios me daba sabi- duria y legué a ser un canal a través del cual Dios hablaba. Yo sélo tenia que abrir la boca y él la Ilenaba con las palabras adecuadas. Los imanes a menudo se ponian muy impacientes, furiosos y hasta hostiles conmigo. Después de todo, yo era solamente una mujer. En su desesperacién y en un esfuerzo por salvar su reputa- cién, ponjan en tela de juicio mi amor por mi esposo y por mis hi- jos cuando yo rehusaba aceptar el Islam. Capitulo 1a VV oticias del eA Praniore n fin de semana Mohamed volvié de Riyadh para visitar- L Jee Yo hubiera querido que permaneciera con nosotros, ‘F aunque él odiaba estar conmigo. Yo anhelaba la comparifa de adultos; de alguien con quien conversar en mi propio idioma. Trasladarnos a Riyadh con él estaba mas alla de toda posibilidad. El decia que no estaba preparado para que nos mudaramos para alld y que nunca lo podriamos hacer porque yo no era musulmana. Aquel fin de semana él se llev6 a las nenas a la mezquita para orar mientras yo permaneci en la casa. Fijandome en sus cosas, no- té que su portafolio estaba en el piso de la sala. Un extrano senti- miento de curiosidad me sobrevino. Tuve la fuerte impresién que debia abrirlo. Vacilé al principio, pero luego cedi al impulso y co- mencé a revisar su contenido. No estaba preparada para lo que en- contré, Alli habia cartas que yo habia escrito y que se las habia en- tregado a Mohamed para que las despachara. Habia cartas de mi familia que nunca me habia entregado. “Dios, ¢c6mo puede ser es- te hombre tan cruel? Yo no quiero seguir en este matrimonio, pero no tengo escapatoria”. Le rogué a Dios: “Si hay alguna otra cosa oculta, muéstramela para que yo tenga la manera de salir de este matrimonio”. Al seguir buscando encontré un sobre con sello postal de la India. Qué extrario, pensé, zquién esti en contacto con él desde la In- dia? Habia una carta escrita en inglés en un sobre con una envoltu- ra escrita en urdu, un dialecto de la India. La escritura a mano, en inglés, me result6 extrahamente familiar. Al examinar mejor la carta, noté que habia tres diferentes estilos de letras y que la carta 77 78 DET RAS DEL VELO habia sido escrita por mis hijos. Ellos habian tomado una hoja de papel y los tres habian escrito cada uno unas cinco lineas. Pedian sus juguetes y expresaban su deseo de que su papé y yo arreglara- mos las cosas de modo que ellos pudieran volver al hogar. Roga- ban que no los olvidéramos. Mi corazén se quebranté al leer sus palabras. A esta altura mis lagrimas fluian abundantemente y casi no me permitian ver, pero répidamente anoté la direccién. Las pre- guntas se agolparon en mi mente. Por qué estaban en la India? Mohamed habia dicho que los habja llevado a Medina. Habia si- do engafiada y esto no me gustaba en absoluto. No entendia cual habria sido la diferencia de saber toda la verdad, pero resentia el hecho de que lo poco que Mohamed me habia dicho era mentira. Continué mirando en el portafolio y encontré otro sobre. Den- tro de é1 habia una tarjeta con las siguientes palabras como titulo: “Cuanto quisiera que estuvieses aqui”. Mi corazon comenz6 a pal- pitar rapidamente. “Cuanto quisiera que estuvieses aqui”, me dije a mi misma. Los sentimientos expresados sugerian que habia sido escrita por una mujer que habria pasado algtin tiempo con Moha- med en la India. Obviamente habia sido un amorio. Rapidamente escribi también la direccién de esa carta. Y con las dos direcciones en mis manos, cerré el portafolio y me puse de pie. Sentia debilidad en las rodillas; en mi cuerpo no quedaba ni un gramo de energia. Sentia como si toda mi sangre hubiese sido extraida. Empecé a dar pasos yendo y viniendo, preguntandome qué hacer. ;Cudles eran mis opciones? Una idea que me vino a la mente fue la de mostrarme amigable con Mohamed y pedirle que me permitiera volver a mi casa para renovar mi tarjeta de extranje- ria, la cual estaba por expirar. Este plan me permitiria obtener ayuda para mis hijos en la India y planear el escape. Pero, ;qué ocu- rriria con las nenas? Ademas, Mohamed nunca me permitiria aban- donar el pais. Si pudiera encontrar una manera de rescatar a los muchachos, probablemente perderia a las nenas. Muchos pensa- mientos pasaron por mi mente. Mi coraz6n estaba destrozado, mi mente confundida mientras caminaba frenéticamente yendo y vi- niendo por la casa, pidiéndole a Dios su direccién. NOTICIAS DEL EXTRANJERO 79 Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la Ilave en la cerradura. Corri al dormitorio y escondi las dos direc- ciones. No sabia qué decir. Entonces decidi decirle la verdad. El se puso furioso conmigo por haber revisado su portafolio, pero, com- prendiendo mi pena y frustraci6n, se control6. Me explicé que esa mujer era una amiga que él habia encontrado en la India y trat6 de asegurarme que los muchachos estaban realmente bien. Parecié que se estaba ablandando, comenzé a hablar de planes para Ilevar- nos a las nenas y a mi a Riyadh donde él habia estado trabajando y viviendo los tiltimos dos meses. Varias semanas mas tarde nos mudamos a Riyadh. Riyadh represent6 un cambio favorable. Habia mas diversi- dad de influencias culturales alli y me senti mas en contacto con el mundo que me rodeaba. Los primos de Mohamed, quienes habian vuelto de Inglaterra hacia diez afios, vivian alli. El esposo era mé- dico y la esposa ama de casa. Eran muy agradables. Y aun cuando también eran musulmanes, no eran adherentes tan estrictos a las ccostumbres. Mucho de su tiempo lo dedicaban a entretener amista- des de todas partes del mundo. Fue en una de esas cenas que yo conoci a Ana, una joven brita- nica que se habia casado con un hombre de las Indias Occidentales, de Barbados, y tenian dos hijos. La familia de Ana no practicaba ninguna religion cristiana, ni tampoco estaban involucrados con el Islam, eran de mente abierta. Ella y yo rapidamente nos hicimos buenas amigas, y comparti con ella todo lo que me habia ocurrido desde que habia llegado a Arabia Saudita. Ella se admir6é de mi fe en Dios. Pasébamos tiempo juntas llevando a las nifias a la pileta de natacién para las damas 0 preparando comidas juntas. Poco tiempo después, Mohamed instalé un teléfono en el de- partamento, pero las Mamadas a largas distancias eran restringidas y yo podia lamar solamente dentro del area de Riyadh. Le dije a Ana lo del teléfono y cuanto deseaba tener noticias de mi familia y hablar con mi madre. Me dijo que ella llamaria a mi familia en In- glaterra y les haria saber de mi situacién. Ella les dio a ellos mi nt- mero de teléfono y los instruy6 en cuanto a la hora del dia en que debian llamarme, cuando Mohamed no estuviera en la casa. Fue 80 DETRAS DEL VELO maravilloso tener noticias de mi casa y comunicarme nuevamente con mi familia. Me senti muy animada por saber que se unian con- migo en oracién y ayuno por el retorno seguro de los muchachos, y por nuestra liberacién sanos y salvos. La vida era mucho mejor en Riyadh porque el ambiente era mucho mas internacional. Me sentia mas en casa pudiendo comunicarme con adultos que habla- ban mi propio idioma y pudiendo obtener algunos de los alimen- tos que consumia en mi casa. Los musulmanes aqui no eran tan estrictos ni ortodoxos como los de Damman. Seguia sufriendo por mis hijos. Ana y yo hablabamos mucho acerca de Dios, su fe crecia dia tras dia por nuestras conversaciones acerca de Cristo y las grandes cosas que habia hecho por mi. Ana deseaba ayudarme a escapar. No podia soportar mas verme sufrir, asi que llam6 a la embajada para preguntar si habia alguna manera en la que pudieran ayudarme a salir del pais con mis hijas y en- contrar a mis hijos en la India. Pero las noticias no fueron alentado- ras; era muy poco lo que podian hacer. Los sauditas tenian siempre la ultima palabra. Ana continué haciendo llamadas a amigos de Estados Unidos para ver qué podian hacer por mi. Alguien le dio el ntimero de un grupo cristiano en Chipre. Los obreros de la misi6n allf estaban dispuestos a enviar dinero para ayudarme a escapar a través del desierto a Chipre. Aparentemente habian ayudado a gente en el pasado. Al principio esto soné muy excitante. Eos querian que yo les diera una idea de dénde estaba ubicada. Oré acerca de esto y tuve la impresién de que hubiera sido avanzar delante de Dios. Pensé que éste no era el escape que él en su providencia habia pla- neado para mi. No deseaba dejar Arabia Saudita sintiéndome co- mo una criminal escapando por mi vida. Sabia que Dios me habia enviado a Arabia Saudita con la mi- sion de ser testigo, y me sentia honrada de cumplir una parte en este gran plan. Yo no debia escapar como si hubiese hecho algo equivocado; de ninguna manera iba a dar gloria a Satands esca- pando de noche, asustada y atormentada, preguntandome si todo saldria bien. No, yo servia a un gran Dios, Uno que me devolveria mi dignidad y le mostraria a Mohamed quién es Seftor y Rey. Sen- NOTICIAS DEL EXTRANJERO 81 ti la seguridad que Dios me pondria en libertad cuando fuese su tiempo, cuando mi obra estuviera terminada y después del retorno de mis hijos. No me habia olvidado de la noche en que Dios me habl6 en las palabras de Jeremias. De modo que continué orando por gracia, porque él ha dicho que su gracia es suficiente. Le agradeci a Ana por su diligencia y comparti con ella que no era la voluntad de Dios que nosotros saliéramos escapando. También le dije que cuando hubiese terminado de usarme aqui, él harfa un gran milagro para libertarnos. Pero que necesitaba esperar el retorno de mis hijos para salir juntos, lado a lado, mirando a to- dos mis hijos, cuidando de ellos en el avién, ajustandoles el cintu- r6n de seguridad listos para partir. Ana comprendié, siendo ella misma una madre, admiré mi fe y confianza en Dios. Capitulo 5 Juntos otra vez ct abian pasado seis meses desde la tiltima vez que habia mt visto a mis hijos y casi habia llegado el momento en el que las escuelas de la India comenzaran las vacaciones de verano. Esa realidad me trajo un sentimiento de expectacién al preguntarme donde irian mis hijos cuando se cerraran las escue- las durante el verano. Esperaba y oraba para que Mohamed los trajera de regreso a casa, pero él se negé diciendo que ellos pasa- rian el verano en la villa de Vilpur con miembros de su familia. Dios me fortalecié para soportar esta frustracién. Acepté mi suerte y continué orando para que el amor de Dios reinara en mi coraz6n y que pudiera seguir dando un alegre testimonio en mi hogar. Una noche tuve un suefio en el que vi a una joven mujer india. Su rostro se veia borroso en el suefio. Estaba llorando por Moha- med. En el sueno vi también una foto de pasaporte de esta misma mujer. Me desperté sintiéndome abatida y atribulada. Mohamed me habia dicho que él no tenia mas contacto con esa mujer con la que se habia encontrado en la India; pero este suefio me perturbo. En el pasado, el Sefior me habia hablado muchas veces a través de suefios, mostrandome muchas cosas. De modo que le pedi a Dios que me indicara mas claramente cémo eran las cosas. Algztin tiempo més tarde, encontré un recibo telefénico con un numero de teléfono. Cuando lo comparé con el ntimero que una vez hab{a obtenido del portafolio de Mohamed, comprobé que era el mismo. Eso me confirmé que Mohamed todavia se estaba co- municando con esa mujer y que la amistad continuaba, a pesar de 82 JUNTOS OTRAVEZ 8} que yo le habia escrito a ella diciéndole que Mohamed era un hombre casado. Mas tarde aquel dia, Mohamed Ilamé a la casa y le pregunté si todavia estaba en contacto con esa mujer india con la que habia te- nido un amorio. El lo negé, pero cuando le dije que tenia la fecha y el numero de teléfono que verificaban que él la habia llamado, no supo qué decir y empezé a confesar, diciéndome que estaba ha- ciendo planes para que ella viniera a Arabia Saudita. Me imaginé que esa habia sido la raz6n por la que habia visto la foto del pasa- porte en el suefio. Ella lo habia estado presionando para que vol- viera a su lado porque lo extrafiaba mucho. Pero jera esa una excu- sa para abrigar el pensamiento de hacer mi vida mas miserable de lo que ya era? Le pregunté por qué estaba pensando en traerla a Arabia Saudita, pero él sdlo se rid. Quedé pensando en la posibilidad de que ella pudiera llegar a ser una segunda esposa. En efecto, él me habia dicho que estaba pensando casarse otra vez para establecer y preservar la influen- cia musulmana en el hogar para beneficio de los hijos. El sentia que era tarea de la madre educar a los hijos en el Islam y que yo era negligente en esta tarea por ser cristiana. Me entristeci y me preocupé por lo que eso podria significar y oré para que Dios me diera valor y fuerzas para afrontar cualquier cosa que pudiera so- brevenir. Mas tarde sabria lo que les habia ocurrido a mis hijos mien- tras estuvieron en la India. Pasaron varias semanas viajando en busca de una escuela apropiada, con internado. Se detuvieron en una escuela islamica, pero no habia chicos de su edad alli. Los me- llizos tenian ocho afios y el mayor nueve. Los muchachos en la es- cuela eran de quince afios para arriba, de modo que el primo de Mohamed que atendia esa escuela fue designado para hacerse car- go de los chicos. Los muchachos no estaban felices; extrafiaban su hogar y se sentian fuera de lugar. De esa escuela viajaron a la villa de Vilpur donde permanecieron con sus primos por algtin tiempo. Ayudaban con las tareas, alimentaban al ganado y jugaban con los monos salvajes, lo que no siempre era seguro hacer. Vieron mu- chas cosas inusuales y se adaptaron tanto como les fue posible a la 8+ DET! DELVELO vida de la villa en la India. En una ocasi6n, un carro tirado por toros casi pas6 por encima de mi hijo mayor. En otra, él cay6 en un suelo pantanoso y a duras penas pudo sostenerse aferrandose de algunos pastos que se que- braban en sus manos cuando luchaba por salir, mientras sus her- manos corrian en busca de ayuda. Uno de los mellizos se enfermé gravemente de malaria y casi murié. Fue llevado a un hospital con temblores y fiebre alta. Pasaron varios dias antes de que pudiera caminar. Después de unas pocas semanas en la villa, lleg6 el momento en que los muchachos debian pasar a otra escuela con internado. Para entonces, los muchachos estaban cansados de ir de un lado para otro y de viajar en esos trenes lentos y atestados. El espacio era muy apretado e incémodo como para que un chico estuviera por muchos dias consecutivos. Cuando recibieron la noticia de que tenian que irse, uno de los nifos corrié gritando hacia la jun- gla. Estaba harto. Pero los de la villa lo alcanzaron y lo castigaron por haberse escapado. En la nueva escuela los muchachos encontraron varios chicos de su misma edad. Los mellizos asistian a clases todos los dias, pe- ro al mayor no se le permitia asistir porque Mohamed no habia arreglado sus papeles. Por lo que pasé esos cinco meses solo, du- rante los dias en que sus hermanos asistian a la escuela. Cada dia los muchachos se levantaban temprano para las ora- ciones de la mafiana. Eran castigados si llegaban tarde; sin embar- go, cada vez que iban para orar, ellos oraban en el nombre de Jestis y le pedian que los rescatara. Lo hicieron todos los dias durante mas de seis meses. Dios comenzé a darles 4nimo mediante suefos. Uno de ellos sofié que estaba en un profundo foso y que en el fon- do del abismo habia un dragon parado para vigilarlo. El estaba aterrorizado, pero entonces un poderoso angel, alto y brillante en- tro en el foso, levanté en alto su poderosa espada, mato al drag6n y le ayud6 a escapar. Esto le dio fe en que Dios habia escuchado sus oraciones y que vendria para rescatarlos. El padre de Mohamed comenzé a llamarnos desde Inglaterra y a darnos informes periddicos acerca de cémo les estaba yendo a JUNTOS OTRAVEZ 85 los muchachos en la India. Aparentemente no les estaba yendo muy bien. Estaban molestos, incémodos y extrafiando cada vez mas su casa. A menudo lloraban por su madre. Deseaban retornar a Arabia Saudita para estar con el resto de la familia. Me sorprendio escuchar esto de parte de mi suegro, conside- rando que él era el responsable financiero de la permanencia de ellos en la India. Le pedi a Dios en oracién para que la familia que estaba a cargo de ellos en la India se cansara de los muchachos y sintiera que era demasiado pesado tener que cuidarlos. Después de todo, no era facil cuidar los hijos de otro, especialmente por tanto tiempo Supe por mi suegro que el Seftor estaba haciendo precisamen- te eso en respuesta a mis oraciones. La familia constantemente se quejaba y se sentia molesta por tener la responsabilidad adicional de los tres muchachos. Frecuentemente Ilamaban al padre de Mo- hamed, que estaba en Inglaterra, para presionarlo con el fin de que le dijera a Mohamed que fuera a la India para llevarse a sus hijos. Reconociendo que su padre estaba bajo una constante presi6n por parte de otros miembros de la familia, Mohamed, de mala ga- na, sac6 un pasaje y volé a la India para ver cémo estaba la situa- cidn. Sali a principios de mayo de 1990, cuatro dias mas tarde Ila- mé6 desde Bombay y pude hablar brevemente con mis tres hijos. Fue dificil para mi controlar el temblor en mi voz; traté de aprove- char al maximo esta corta conversaci6n. {Cuan emocionante fue escuchar sus voces! Las noticias que me dio Mohamed no eran buenas. Habia problemas con las visas de los muchachos que necesitaban ser re- novadas en Bombay. Me dijo que por varios dias habia esperado fuera de la Embajada Britanica, con un calor htimedo, en una larga fila que se extendia por las calles sucias de la ciudad, con la espe- ranza de que el problema fuera corregido. Durante varios dias, el horario laboral en la embajada terminaba y las puertas se cerraban antes que él pudiera entrar. Lo tinico que yo podia hacer era orar. Me mantenjia la esperanza de que Dios, que habia contestado to- das nuestras oraciones hasta ese momento, obraria nuevamente en favor de nosotros en esta situacion. 86 DETRAS DEL VELO Después de tres semanas de ansiedad y oraciones, el timbre de la puerta soné el 3 de junio, justamente cuando con las nenas estabamos terminando el desayuno. Pueden imaginarse mi deleite cuando abri la puerta y me encontré con mis tres hijos y mi esposo parados alli. Extendi mis brazos para abrazarlos a todos. Ellos esta- ban felices de verme y corrieron hacia la pieza de sus hermanas para abrazarlas y preguntarles por sus juguetes mds nuevos. Mientras ellos hablaban, contaban y seguian hablando, senti que mi nido se habia llenado otra vez. El silencio del hogar se habia ro- to. Su charla sonaba como la musica mas dulce en mis oidos. La familia estaba unida otra vez, un simbolo de que, en ultima instan- cia, era Dios el que estaba en control; le agradeci por escuchar y contestar mis oraciones. El gozo Ienaba mi coraz6n e inundaba mi alma mientras pre- paraba la comida favorita de mis hijos para la cena: tallarines. Los observaba mientras devoraban la comida. Tenia un gozo muy grande por tenerlos en el hogar nuevamente. Los muchachos estaban de buen dnimo, pero fisicamente es- taban bastante deteriorados. Se los veia flacos y con el abdomen li- geramente distendido. Habia parches de sequedad en sus rostros y en algunas partes de sus cuerpos; parecian deshidratados. Sus unas estaban negras, y sus pies encallecidos y con resquebrajadu- ras por haber calzado sandalias por tanto tiempo. Sus cuerpos esta- ban cubiertos por picaduras de insectos: parecian veteranos de guerra. Tanto la ropa que tenian puesta como la que estaba en las valijas llevaba los rastros de sangre de las picaduras de insectos. Mi hijo mayor tenia una profunda herida en uno de sus pies; esta- ba Ilena de tierra. Su piel se encontraba tan reseca y endurecida que estaba quebrada en algunos lugares. Cuando los puse en un bafio de agua tibia con solucién antiséptica para limpiar y suavizar sus heridas, fue muy evidente cudn exhaustos estaban fisica y mentalmente. Noté que su cabello estaba Ieno de piojos. Se reian entre ellos calculando quién tendria més. Diria que habian encontrado la ma- nera de hacer frente a las incomodidades que habian tenido que padecer. jCudn grande es el Dios a quien servimos! JUNTOS OTRAVEZ 87 Decidi que la mejor manera de luchar contra los piojos era ra- pandoles la cabeza y compré un champt especial para eliminar- los. Hicimos de sus cabezas afeitadas un motivo de risa. Mientras tanto, Mohamed permanecia indiferente, sentado, mirando televi- si6n mientras yo estaba muy ocupada alrededor de los muchachos limpiandolos y tratando de hacerlos sentir c6modos otra vez. jOh, cudn contenta estaba esa noche cuando me retiré a dor- mir! Dormi profundamente sabiendo que todos mis hijos estaban bajo el mismo techo. Habia paz y consuelo en mi coraz6n. Ana lla- m6 a mi familia en Inglaterra para hacerles saber que los mucha- chos estaban de vuelta en el hogar. Ellos se regocijaron con la noti- cia. Ahora que estabamos todos juntos, mis familiares en Inglate- tra y en Estados Unidos comenzaron a ayunar y orar para que Dios nos permitiera salir de Arabia Saudita. Yo oraba y le pedia a Dios que pudiera salir con dignidad, no mirando hacia atras, ni es- capando del enemigo. Le recordé a Dios que habia venido a este pais por una misi6n que él me habia encomendado. “Tu me trajiste aqui, Sefior, ahora sécame de aqui”, le rogaba. Durante los siguientes dias, la ira de Mohamed y su apariencia de estar en profunda meditacién me preocupaban. Podia imagi- narme cudn derrotado debia sentirse. Después de todo, él habia hecho todo lo posible para convertirme al Islam y nada habia dado resultado. Su sentimiento de derrota debe haber sido particular- mente intenso cuando, forzado por las circunstancias, debié traer de vuelta al hogar a los hijos. Continué orando por una rapida libe- raci6n al pensar en lo que Mohamed pudiera estar maquinando como siguiente paso. Capitulo 16 PAR PE avese ser la madre de ellos ocas semanas después que los muchachos Ilegaran al ho- gar, Mohamed me informé que estaba pensando seria- mente en traer una segunda esposa al hogar. Cuando oi , inmediatamente oré por una dispensaci6n adicional de fortale- za y coraje. Yo habia leido en alguna parte, que cada prueba nos prepara para enfrentar la siguiente, y esa para otra mas, cada una mayor que la anterior, pero de alguna manera sentia que no estaba preparada para esto. Mohamed me asegur6 que yo seria siempre la primera esposa, y que la otra serfa una esposa secundaria. No puedo decir honestamente que esto me proporcioné alguna seguri- dad. Le pregunté si pensaba traer a su amiga india como segunda esposa. Me dijo que no tenia mds interés en ella y que haria algu- nas entrevistas para encontrar una esposa. Cierto tiempo después de su anuncio, estuvimos de visita en la casa de uno de sus amigos para la cena. La esposa de su amigo me confié que Mohamed le habja pedido a su esposo que mantu- viera un ojo abierto por una posible esposa para él. Me dijo que aunque en el Islam las mujeres aceptan el derecho de sus esposos de tener hasta cuatro esposas al mismo tiempo, era lo ultimo que las mujeres nativas deseaban. Ella era musulmana, pero simpati- zaba conmigo por lo que estaba pasando. Le resultaba dificil com- prender por qué Mohamed me estaba amenazando de esta mane- ra, y me dijo que él no era un buen musulman, juzgando por la 88 SOLO DEJAME SER LAMADRE DE ELLOS 89 manera en que se comportaba. Dios me fortalecié para enfrentar la prueba como siempre lo habia hecho en el pasado. El dirigié mis pensamientos a las leccio- nes que yo necesitaba aprender de mis experiencias. Comencé a comprender la sabiduria de los consejos biblicos de no unirse en yugo desigual con los infieles. Reflexioné en mi vida y senti el de- seo de haber obedecido a mis padres y a la Palabra de Dios. Las consecuencias de las malas decisiones tienen un efecto perjudicial que a menudo se extienden por toda la vida. No le podia echar la culpa a nadie, sino sdlo a mi misma. El acusador de los hermanos trabajé con mis sentimientos de culpa y mis errores pasados, recordandome que yo era merecedora de todo lo que me estaba ocurriendo. Pero yo pude decir: “Verda- deramente soy merecedora de todo lo que me esta pasando, pero Cristo murié por mi. El me liberté del pecado y de la muerte, y aun cuando yo tengo que enfrentar las consecuencias por haberlo rechazado en el pasado, ahora lo conozco y tengo la esperanza de vencer y experimentar su perd6n y su poder para salvarme. De modo que, si, soy pecadora, pero salvada por su gracia”. Mohamed continué hablandome de una nueva esposa. La costumbre islamica indica que todas las esposas deben ser trata~ das de la misma manera, con las mismas provisiones. Me dijo que la segunda esposa viviria con nosotros hasta que él pudiera encon- trar un departamento para ella. Me sorprendié cudn cémodo se sentia sentandose y hablandome de su nuevo casamiento, como si yo fuera una observadora casual 0 como si no fuera humana ni tu- viera sentimientos. Lo que me sorprendia mas todavia, era como el Seftor estaba conmigo cuando conversaba con él y lo animaba. Sabia que tenia que ser el Espiritu de Dios el que hablaba a través de mi. Me dio el valor para enfrentar esta situacién. Le dije a Dios que cualquier cosa que quisiera que yo hiciera, lo haria. Me entre- gué por completo y le dije: “Seftor, si ti quieres que me quede aqui, me quedaré. No hay mejor ni mas seguro lugar para estar que en tu voluntad”. Lo amaba tanto que estaba realmente dis- puesta a hacer cualquier cosa que él ordenara. Ya no dudaba ni de él ni de sus planes para mi. Le dije: “Sefior, si quieres que sea un 90 DETRAS DEL VELO testigo para esa nueva esposa, seré el canal a través del cual tu Santo Espiritu pueda brillar”. Después de esta entrega, recibi calma y seguridad de Dios sa- biendo que me seria posible vivir en cualquier circunstancia en la que fuera colocada a partir de ese momento. Como Mohamed observaba el amor y el afecto que compar- tiamos con los chicos, llegé a ponerse celoso. El sabia que habia una relacién muy especial entre nosotros. Comenz6 a amenazar- me otra vez con enviarme fuera del pais, haciéndome escoltar has- ta el avin que me llevaria a Inglaterra, por causa de mi influencia cristiana que afectaria la educacién y crianza de los nifios. Entré en panico; le rogué que me permitiera permanecer. No porque qui- siera quedarme en Arabia Saudita, sino porque no podria sopor- tar la separacién de ninguno de mis hijos. Le prometi que no ten- dria mas cultos con los chicos y que no interferiria con las ense- fanzas islamicas. Hice esta promesa porque Dios me habia prepa- rado ya para esta situacion a través de las paginas de la inspira- ci6n relacionadas con la influencia de la madre cristiana en el ho- gar. Las siguientes palabras del libro El hogar cristiano habian Ila- mado mi atencién. “Después de Dios, el poder de la madre en favor del bien es el més fuerte que se conozca en la tierra. “La influencia de la madre no cesa nunca... “Cuando su influencia esta de parte de la verdad y la virtud, cuando la sabiduria divina guia a la madre, jcudnto poder ejercera su vida en favor de Cristo! Su influencia llegaré a tra- vés del tiempo hasta la eternidad. jCudn solemne es pensar que las miradas, palabras y acciones de la madre daran fruto en la eternidad, y que de su influencia resultard la salvaci6n o Ja ruina de muchos! “Muy poco se percata la madre de que su influencia en la educaci6n juiciosa de sus hijos atraviesa con tanto poder las vicisitudes de esta vida para extenderse hasta la venidera in- mortal. Para formar un cardcter de acuerdo con el Modelo ce- lestial se requiere mucha labor fiel, ferviente y perseverante; pero sera recompensada, porque Dios es galardonador de to- SOLO DEJAME SERLAMADRE DEELLOS 91 do trabajo bien dirigido en la salvacién de almas. “El vinculo terrenal mas tierno es el que liga a la madre con su hijo. Este queda mas impresionado por la vida y el ejem- plo de la madre que por la del padre, porque aquélla y el nifio se ven unidos por un vinculo ms fuerte y tierno” (Elena de White, El hogar cristiano, pp. 215, 216). Estos pasajes me aseguraron que mi influencia como madre cristiana habia sido mas poderosa que cualquier otra fuerza sobre esta tierra. De modo que, no importaba lo que viniera, mientras yo me sentara a los pies de Jestis y recibiera su influencia en mi vida, esto tendria el mismo efecto que los cultos con los nifios y las ense- fianzas acerca de Jestis. Me di cuenta de que Dios no solamente salvaria a mis hijos, sino que también me salvaria a mi en el proce- so. jLa victoria era mia! Recordé a la madre de Moisés y como su influencia habia sido poderosa, no solamente para salvarlo a él, si- no también a toda una naci6n. Le dije a Mohamed que queria sola- mente ser la madre de mis hijos. “S6lo permiteme ser la madre de ellos, cuidarlos y alimentarlos. Eso es todo lo que quiero”, le im- ploré. Cai de rodillas y le rogué al Seftor que nos liberara, pero s6lo si era su voluntad. Capitulo 7 isién curmplida a a ansiedad iba en aumento mientras me preguntaba qué seria lo siguiente que sucederia. Mis oraciones por Com el envio de un ejército que viniera a rescatarnos se vol- Son més intensas. Aprendi a vivir un dia a la vez, mientras espe- raba la intervencién divina. A medida que los dias pasaban, encontré consuelo cantando himnos que elevaban mis pensamientos al cielo. Una mafiana me desperté con voces de angeles cantando, fortaleciéndome e inun- dando mi alma con musica. Era un canto de esperanza y gozo. Las dulces y melodiosas voces del coro angelical renovaron mi dnimo. Saber que Dios ministraba mis necesidades personales de una ma- nera tan singular, me trajo la dulce seguridad de que nunca me dejaria, sin importar cudn oscura fuera la noche. Una tarde Mohamed retorné del trabajo con la noticia de que Sadam Hussein habia invadido Kuwait. Esta accién era muy per- turbadora en el Medio Oriente. Inmediatamente mis pensamien- tos se reflejaron en mis oraciones pidiendo un ejército que viniera a rescatarnos. Extrafio como pueda parecer, este giro en los eventos me dio mas esperanza. Senti que mi fe iba a ser recompensada con la reali- dad de un rescate. Era como si Dios me estuviera diciendo: “Has sido tentada y probada, ahora te voy a liberar. Quédate tranquila y conoce que yo soy Dios”. Muchos extranjeros estaban abandonando el pais por el temor de perder su vida y el de una guerra inminente. Le pregunté a Mohamed si nosotros ibamos a salir también. Su respuesta fue un categérico no. Sin embargo, yo crefa que la mano de Dios llegaria a 92 MISION CUMPLIDA 9% manifestarse en forma evidente en los eventos que estaban ocu- rriendo en el Ambito mundial. Sentia que él usaria esta circunstan- cia de alguna manera para contestar mi oraci6n. La parabola de las noventa y nueve ovejas que fueron dejadas enel redil por el pastor para ir a buscar la que estaba perdida tenia mucho significado para mi. Sabia que Dios estaba dispuesto a va- ciar todo el cielo para rescatar a un hijo perdido; y yo era aquella hija perdida en el Medio Oriente, en el abismo de oscuridad, cla- mando para que un angel de luz viniera a rescatarme. ¢Me chas- quearia Dios? Pasaron varias semanas. Mi familia me llamé desde Inglate- rra y me dijo que estaban ayunando, orando y juntando dinero pa- ra nuestro vuelo desde Arabia Saudita. Estos eran actos de fe, por- que no habia ninguna garantia de que Mohamed cambiaria de pa- recer y nos dejaria salir. En varias ocasiones hablé con Ana haciéndole saber lo que es- taba pasando. Ella siguid poniéndose en contacto con mi familia para tenerlos informados de la situacién. El sdlo hecho de saber que mi familia y la iglesia estaban orando por nuestra liberacion me dio el empuje espiritual que necesitaba. Visité a Ana, le dejé mi Biblia y otra literatura cristiana para que leyera. No tenia sentido salir del pais con ellas siendo que era tan dificil introducirlas por la aduana. Ella se alegré mucho de reci- birlas. Oramos juntas y prometié leer aquel material. Dios estaba obrando. Podia sentir que la victoria estaba cercana, a las puertas. Pero el corazén de Mohamed estaba tan duro como el del anti- guo Fara6n, quien se negaba a dejar salir a Israel a pesar de los ruegos de Moisés. Me sentia como una prisionera de guerra. Por momentos sentia panico y ansiedad. Dios aquietaba mi espiritu y me ayudaba a sentir descanso mientras él obraba. Empecé a sen- tirme drenada de energia; no quedaba mas espiritu de lucha en mi. A esta altura estaba enteramente en las manos de Dios. Estaba muy cansada de agonizar ante el Seftor; pero en mi debilidad sen- tia la seguridad de que él me estaba llevando a la victoria. Apenas mas que un afio habfa pasado desde que habiamos llegado a Arabia Saudita. Parecia que habia sido toda una vida. 94 DETRAS DEL VELO Me detuve a considerar todo lo que nos habia acontecido desde que habiamos llegamos aqui. Al rememorar todo lo ocurrido du- rante el afio y leer en mi diario lo sucedido, me hallaba agotada y descansando enteramente en Jestis. Al reflexionar en todo lo que habia pasado, me di cuenta de que no hubiera podido ir tan lejos sin la Palabra de Dios conmigo para instruirme y guiarme, y sin los escritos de mis escritores cristianos favoritos para enseharme las habilidades necesarias para el crecimiento como hija de Dios. El maravilloso poder de Dios se veia ahora mas claro y definido. Me di cuenta de que habia experimentado un mini conflicto como el del tiempo del fin, en el que tendremos que permanecer por la fe. Las Escrituras nos aseguran que debemos hacer todo lo que esté de nuestra parte para poner nuestra completa confianza en Dios y tener toda su armadura. Mi fe en Jestis habia sido severa- mente probada. Las cosas que yo més habia acariciado me habian sido quitadas: mis derechos humanos basicos, justicia y libertad, incluso mis hijos. Me di cuenta de que la tinica cosa que podia de- cir que realmente me pertenecia, era el poder de eleccién, y yo es- cogi a Cristo por sobre todas las cosas que mas amaba. Mori al yo, no a través de algo que hubiera en mj, sino a través del poder de Cristo obrando en mi. Ahora podia apreciar la enormidad del pe- cado y el sufrimiento que causa. Comprendi mas claramente por qué Cristo tuvo que morir. {Sabemos realmente lo que pedimos cuando le rogamos a Dios que nos introduzca en el reino? Para nada. Porque estamos pidiendo que nos conduzca a tra- vés del camino que nos modelara, y debemos confiarnos a él para que lo haga. El sendero por el cual te puede guiar, quizds no sea el que tu hubieras elegido; el camino al reino puede ser muy Aspero. Nunca se nos prometié que el camino seria suave, pero se nos ha prometido que Jestis nunca nos dejaré. Dios quitara todo idolo, cualquiera que sea éste, cualquier cosa que nos dé una falsa sen- sacién de seguridad, todo rasgo pecaminoso del caracter, hasta es- tar limpios. No fui util para mis hijos mientras estaban lejos. No los podia MISION CUMPLIDA 95 banar, vestir ni alimentar, ni atin abrazarlos. Tuve que depender de un poder mayor que yo misma para que hiciera todo lo que no podia hacer. Jestis es el guardian sobre todas nuestras transaccio- nes terrenales. ;Por qué no aprender ahora, en este tiempo de paz, a confiar en Dios? ;Por qué tener que esperar a que venga la cala- midad para sentirnos forzados a confiar en él? Se dice que muchos tendran que aprender a confiar en Dios durante los terribles con- flictos sobre la tierra precisamente antes de la venida de Cristo. Pero, :quién resistira hoy y en los dias previos a la venida de Cristo? Muchos seran Ilamados al descanso en Jestis, para escapar a las pruebas que vendran en los dias finales. A juzgar por el dolor que yo experimenté en mis pruebas, no puedo concebir ninguna cosa peor, pero no podemos ni imaginar siquiera como seran las pruebas que vendran. Debemos obedecer los mandamientos de Dios ahora, no vacilar, si es que vamos a aprender a renunciar al yo, ano hacer siempre las cosas que nos agradan y que nos hacen sentir bien, siempre deseando ser los primeros y los mejores. Para muchos hijos de Dios la vida consiste en gratificar al yo. No hay victorias en contra del yo. Vestimos de la manera que que- remos, comemos lo que deseamos, hacemos lo que nos place y pensamos que a Dios no le molesta porque nos ama. El yo es el enemigo mas grande contra el cual tenemos que luchar como cris- tianos. Si podemos vencer nuestros deseos egoistas y dejar las co- sas que no nos edifican moralmente, que degeneran nuestro fisico y que arruinan nuestra espiritualidad, si podemos comenzar a ha- cer esto ahora cuando todo esta aparentemente bien en nuestra vi- da, confiando en la Palabra de Dios, esto nos fortalecer4 para el tiempo cuando vengan pruebas a nuestro camino. Todos tendre- mos que pasar por pruebas y dificultades, ;por qué no prepararnos ahora? Muchos que parecen ser santos fracasarén porque nunca aprendieron a disciplinar al yo. Muchos pasaran hambre y otras dificultades. Otros venderdén a sus propios hijos. En los dias de prueba justamente antes que cayera Jerusalén, hubo madres que cocinaron y comieron a sus hijos. Nos gusta pensar que estamos en control de todo y que cuando vengan esos tiempos, nos negare- 96 DETRAS DEL VELO mos a nosotros mismos y haremos esto 0 aquello; pero muchos que se arrullan en esta confianza seran sorprendidos por la forma en que responderan ante las pruebas severas. La capacidad de tomar buenas decisiones en tiempos dificiles estd basada en tener una mente sana, poderosa capacidad de razo- namiento y salud intelectual. Dios nos ha dado instrucciones de como alcanzar esto a través de una vida saludable y del estudio de las Escrituras. Puesto que la mente y el cuerpo estan en tan intima conexién, es de suma importancia controlar lo que comemos, lo que bebemos y lo que hacemos con nuestro cuerpo: suficiente sue- fio, agua, luz del sol y ejercicio. Al caminar por los hospitales ve- mos mucha gente enferma. Si pudiéramos rastrear hacia atrés para ver c6mo trataron sus cuerpos, veriamos los efectos de sus regime- nes de alimentaci6n en la mayoria de las enfermedades. Dios ha establecido reglas para sus hijos de modo que puedan vivir mas y mejor para ser sus testigos. Es muy dificil para las personas creer que cosas simples tales como el régimen alimenticio y el cuidado del cuerpo, son factores importantes, decisivos cuando se trata de escoger para vida o para muerte. Sin una mente y un cuerpo sa- nos, disminuye nuestra capacidad de ser victoriosos. Nuestros pensamientos deben estar sujetos bajo el control del Espiritu Santo. Debemos vigilar lo que vemos y lo que oimos. De- bemos hacer todo lo que podemos para vivir a la altura del conoci- miento que tenemos. Dios se ocupa de nosotros alli donde esta- mos. Su sangre derramada en el Calvario es plenamente suficiente para cubrir a cada pecador que camina con él, viviendo de acuerdo a la luz que ha revelado. No debemos permitir que nadie nos diga que la dieta no es importante. Yo no tenia idea de cuanto me iba a ayudar en tiempos de severo conflicto, tormenta y tristeza, el vivir a la altura de toda la luz que conoefa. Por eso no debemos cuestionar a Dios en rela- cién con los mandatos que nos dio a nosotros como su pueblo. De- bemos amar a Jestis, confiar en él y obedecerlo aun cuando no comprendamos todo. Hemos Iegado a ser personas de conoci- miento intelectual. Cuestionamos todo. Rechazamos mandamien- tos simples que una criatura podria entender para seguir nuestro MISION CUMPLIDA 97 propio camino. Vemos el “Asi dice Jehova” pero lo discutimos. Dios sabia lo que decia cuando sefialé que debemos ser como nifios para entrar en el Reino. Los nifios son muy impresionables y com- prenden simples mandamientos. Dios sélo espera que vivamos a la altura de lo que conocemos. No negando lo que él dice que es lo mejor para nosotros y avanzando por fe, negandonos a nosotros mismos y confiando en su conduccién. Esa es la manera en que nos ponemos la armadura de Dios, pieza por pieza, como dice en Efesios 6:11-17. Al ver cémo Dios me habia guiado y después de analizarme mi misma, para estar segura de que estaba viviendo a la altura de lo que me habia sido revelado, reconoci que sélo entonces podia permanecer firme en sus promesas y demandar mi liberacién de toda esta opresién. Habia llegado el momento en que Dios debia actuar. Era tiempo de descansar y esperar en su Palabra. Yo soy un testimonio viviente de que cuando uno hace todo lo que esta de su parte para permanecer fiel, cuando uno vive a la al- tura de la luz que Dios le ha dado, puede descansar en Cristo, pues él se encargara del resto. Capitulo 18 fea libe acién 4-¥ asaron dos semanas mds y Mohamed todavia se rehusa- ba a firmar los papeles que nos permitirian salir. Me senti impresionada a orar para pedirle a Dios que obrara un ilagro mas. Una tarde, Mohamed regres6 del trabajo con una expresién de tristeza y preocupacién. Nos explicé que se estaba quedando sin trabajo y que la compaitia estaba en medio de una lucha finan- ciera. El estrés y el temor se dibujaban en su rostro. Con la pers- pectiva de una guerra y nuestros propios desafios financieros, esto era lo peor que podia ocurrir. Mohamed estaba muy endeudado, entre otras cosas, debia el alquiler de medio afio. Ademas, queria inscribir, por primera vez, a nuestros hijos en una escuela en Ara- bia Saudita. Esto seria muy costoso, porque deseaba inscribirlos en una escuela britanica 0 norteamericana. Mohamed estaba entre la espada y la pared y no veia una sali- da. En su trabajo le ofrecieron un departamento para solteros y su empleador le aconsejé que lo mejor seria que enviara a su familia a la casa de familiares por un tiempo. Mohamed estaba perturbado, pero yo discernia el poder de Dios obrando en nuestro favor. No habia nada que él pudiera hacer. Se arrojé sobre el sill6n con una clara expresion de derrota y perplejidad en el rostro. La victoria para mi qued6 asegurada cuando comenzé a re- nunciar a su dominio sobre nosotros; pero tuve que ser cuidadosa para no manifestar regocijo por su fracaso. En cierto sentido sentia tristeza por verlo, finalmente, abandonar su lucha porque no tenia otra opcién. El se daba cuenta de que nuestro nuicleo familiar se estaba destruyendo. Traté de consolarlo y animarlo porque sabia que todos somos pecadores, todos cometemos equivocaciones. Lo 98 LA LIBERACION 99 que Mohamed habia hecho, lo habia hecho por un amor equivoca- do hacia sus hijos. Mi corazén sentia mucha simpatia por él. Supuse que ésa tenia que ser la amante simpatia de Dios hacia sus hijos descarriados que se estaba manifestando en mi hacia Mohamed. El me dio instrucciones exactas de cémo debiamos conducir- nos al llegar a Inglaterra. Me dio la orden de inscribir a nuestros hijos en escuelas islamicas y de vestirme como musulmana. Habia panico y desesperacién en su voz mientras miraba a su familia, sa- biendo que podia perderla para siempre. Pensé que a esta altura estaria saltando de gozo, riéndome en su cara y alardeando por- que mi Dios era mds grande y poderoso, pero en vez de eso lloré por el dolor y la confusién que él estaba experimentando. Me ima- giné que el dolor que él estaba sufriendo era muy similar al que yo habia pasado. No se lo deseaba ni para mi peor enemigo. Cuando Dios dice “mia es la venganza”, debemos hacernos a un lado y dejar en sus manos las consecuencias. Es peligroso ser un obstaculo en el camino de los hijos de Dios. Somos para él como la nifia de su ojo, y por eso vendra en nuestra ayuda. Los que caen en las manos de Dios sin haber sido cubiertos por su justicia, cierta- mente vivirdn para lamentar todo lo que han hecho. Mohamed se preguntaba en voz alta de dénde conseguiria el dinero para nuestros pasajes. El no sabia que mi familia ya habia depositado el dinero para la compra de los pasajes para los seis en la compaiiia aérea egipcia y estaba listo para ser retirado en el mo- mento conveniente. Cuando se lo dije qued6é sorprendido, pero no tuvo mds opcidn que aceptarlo. Esto fue dificil para un hombre or- gulloso como Mohamed; me hizo acordar del pasaje de Proverbios 16:18 que dice: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caida la altivez de espiritu”. Mohamed comenz6 a tramitar las visas para nuestra salida. Por primera vez desde que llegamos a Arabia Saudita vi nuestros pasaportes; él los habia guardado en su oficina en su trabajo. Las reservas fueron hechas en la compaiifa aérea egipcia para el 15 de agosto de 1990. Los tiltimos dias estuvieron llenos de excitacién y ansiedad porque Mohamed continuamente cambiaba de opinion en cuanto a 99 100 DETRAS DEL VELO si nos dejaba ir o no. Era muy estresante, pero mantuve mi fe en Dios sabiendo que todo estaba bajo su control. Finalmente lego el 15 de agosto; nuestras valijas estaban pre- paradas y nosotros estébamos listos para salir. Los chicos estaban muy excitados, pero les habia pedido que no manifestaran su ale- gria porque nos ibamos, debido a que su padre quedaba atras. Mohamed nos Ilevé al aeropuerto dandonos instrucciones to- do el camino. Cuando Ilegamos, mi corazén palpitaba fuertemente. Estabamos muy nerviosos por la posibilidad de que Mohamed cambiara de idea en cualquier momento y tuviéramos que regresar a casa. Yo oraba todo el tiempo. “Senor, por favor, permite que salgamos”. La fila frente al mostrador era muy larga, dandole a Mohamed tiempo suficiente para cambiar de idea si lo hubiera deseado. Cuan- do finalmente llegé el turno para que nos atendieran en el mostra- dor, me preguntaba si él me despacharia a mi y llevaria a los niftos de vuelta a la casa. Tuve que confiar en Dios, después de todo era su plan el que estaba en marcha. No podria haber ocurrido de otra ma- nera. Dios era el que nos estaba sacando del pais. Cuando Ilegamos a los detectores de metales, Mohamed no pudo seguir mas adelante. Pasamos uno por uno. Nos despedimos agitando las manos y nos encaminamos hacia la puerta de embarque dejandolo atras. Nos di- mos vuelta una vez mas para ver su rostro a la distancia; una vez mas agitamos los brazos en un tltimo adiés. Una vez a bordo, miré por la ventanilla y alli estaba el hombre con quien me habia casado, parado en la terminal, mirando hacia el avién. Lo vi muy solo. Me pregunté qué estaria pensando, qué clase de pensamientos estarian pasando por su mente. El habia montado una gran batalla, y aunque pens6 que la iba a ganar, la habia montado contra un poder infinitamente superior al suyo. Ahora se veia despojado de todo lo que pensé6 con avidez que ibaa conseguir por sus propios esfuerzos. Por otro lado, yo habia sido enriquecida en mi experiencia. Tenia a mis hijos conmigo y una fe mas firme en la conducci6n providencial de Dios. Si, los tiempos habian sido muy dificiles, pero habia ido con Cristo y estaba sa- liendo con él. La misién estaba cumplida. Capitulo 19 eo al fin ¢® entados a bordo del jumbo jet egipcio estabamos listos para / \y el vuelo a Inglaterra donde veriamos a nuestros familiares ( J y amigos, con una parada en El Cairo. Los asientos estaban “posicion vertical, los cinturones de seguridad ajustados, listos para el despegue. Algo debe andar mal, pensé. El procedimiento ge- neralmente lleva solamente unos pocos minutos para que la puerta se cierre y el avi6n esté en el aire. Pero la puerta todavia estaba abierta y nosotros sobre la pista. jOh no! ;Mohamed no habra cambiado de opinién otra vez! Cono- ciéndolo, era plenamente consciente de que eso podria ocurrir. Después de habernos traido hasta aqui, y de habernos embarcado, ; ¢de- tendria el vuelo para que no salga?! Yo sabia que Mohamed era capaz de hacer casi cualquier cosa, e ir a cualquier extremo con tal de cumplir sus propésitos. Este y otros pensamientos pasaban por mi mente mientras el avidn estaba estacionado en la pista. Los chicos y yo esperdbamos con el aliento en suspenso. Esperaba que en cualquier momento los oficiales de a bordo dieran la orden para que bajaramos del avion. Los minutos pasaban lentamente. Finalmente, después de una hora, vi que la puerta del avién se cerraba y of el ruido de los mo- tores que se ponian en marcha. Los chicos me miraron y observé sus rostros ansiosos. El avi6n carreteé por la pista aumentando ca- da vez mas su velocidad. Cuando despeg6, pude finalmente recli- narme hacia atras y comenzar a relajar mis musculos tensos. Pero no podia hacerlo completamente pues temia que en cualquier mo- mento durante el vuelo el avién fuese emplazado a retornar a Ara- 1Ol 102 DETRAS DEL VELO bia Saudita. Al aterrizar en El Cairo, parecié como si el Senor y sus angeles estuvieran estacionados en todas partes para asegurarnos protec- cién y escoltarnos hasta el hotel donde pasariamos la noche antes de abordar el vuelo que nos llevaria a Inglaterra. Yo vestia mi atuendo musulméan, ya que ésta era una manera segura para viajar con mis hijos por el Medio Oriente. Aquella noche adoramos a Dios en espiritu y en verdad. Can- tamos alabanzas juntos por primera vez en mucho tiempo. Ora- mos y agradecimos a Dios. Después de comer un plato caliente, nos retiramos a dormir. A la mafana siguiente nos levantamos temprano, hicimos nuestras devociones y fuimos a tomar el desa- yuno. Luego subimos al taxi que nos Ilevaria al aeropuerto para volar a Inglaterra. Cuando llegamos, casi la familia completa estaba en el aero- puerto esperandonos. Todos, excepto mi madre. Deseaban darle una sorpresa. jQué gozo habia en sus rostros! Nos abrazamos y lloramos de alegria. Mientras viajabamos desde el aeropuerto hacia la casa observé las colinas verdes de Inglaterra y alabé a Dios por la libertad. jFinalmente libre! Mi madre se sorprendié y regocijé grandemente al vernos. Formamos un circulo tomados de la mano y alabamos a Dios por su bondad y por habernos protegido la vida. El gozo se extendid por sobre el Océano Atlantico cuando mi familia de la iglesia en los Estados Unidos supo de nuestra libertad. Lo llamé a Mohamed para hacerle saber que habiamos llegado bien. Para mi sorpresa, pidid que volviéramos inmediatamente a Arabia Saudita porque su trabajo le habia sido restablecido, habia recibido una promocién y un aumento de salario. Sonaba como una buena oferta, de modo que consulté con Dios para saber cual era su voluntad. Pienso que incluso en lo que nos parece obvio, debemos buscar la voluntad de Dios. De modo que consulté en las Escrituras para saber su voluntad. El Sefor me condujo a Galatas 5:1 donde dice: “Estad, pues, firmes, en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. iEso decia todo! Esa era mi respuesta. No cuestioné a Dios. El LIBRE AL FIN 103 me hablé claramente y yo me senti tan aliviada y gozosa al saber que serfa libre de esa esclavitud. Mohamed quedé muy chasquea- do y me rog6 que volviéramos, pero yo comprendi que aquéllos a quienes Dios libera, son verdaderamente libres (Juan 8:36). Durante varias semanas después de mi llegada vivi con te- mor. Mohamed estaba furioso y amenazaba con Ilevarse a los chi- cos de vuelta a Arabia. Después de todo lo que Cristo habia hecho por mi estaba todavia abrumada con dudas. Tenia miedo que es- pias de Mohamed y miembros de su familia vieran a los chicos yendo a la iglesia. Me aseguré de que fueran a escuelas islamicas durante la noche para aprender el Coran. Es sorprendente como puede controlar el temor. Mohamed me habia amenazado que si no cumplia con sus deseos para la educacién de nuestros hijos, en- viaria personas para secuestrarlos; y yo le creia. Me llev6 un tiempo comprender que el temor no viene de Dios y que no podria continuar toda la vida de esa manera. Pasé de ser temerosa a ser muy resuelta. Tomé el paso decisivo de sepa- rarme de él por la via del divorcio. Sentia que debia hacerlo y que estaba preparada para vivir el resto de mi vida sin él y criar solaa mis hijos. El divorcio es muy controvertido en nuestras iglesias hoy. Al- gunos creen que el matrimonio debe continuar tanto en las buenas como en las malas; pero pasar por “las malas” no significa que una de las partes esté sufriendo amarguras y abusos por parte de la otra. Lo que significa es que juntos afrontan las dificultades, apoyandose y améndose mutuamente en todas las circunstancias y compartiendo juntos los momentos tristes. A Dios no le gusta el divorcio, aun cuando ha establecido una via de escape para los que sufren y viven una vida amarga. Dios ha hecho provisiones para los que viven una vida desigual, pero requiere constante oracién, negacién propia y abundancia de su gracia. La vida cristiana es suficientemente dificultosa sin necesi- dad de acarrear sobre nosotros cargas que Dios nunca orden6, por eso nos advierte para que no nos unamos en yugo desigual. Mu- chos vivimos cada dia bajo una nube de lobreguez con el compafie- ro que nosotros mismos escogimos.

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