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LA VIDA SIGUE IGUAL

—Éxito, placer y fracaso—


De Esquizofrenia Natural

Tenemos visiones muy erradas sobre la vida humana. ¡Es normal! A veces pasa tan rápido
que cuesta ponerse a pensar sobre ella, a veces simplemente es en exceso confusa.
“La vida sigue igual”: es una frase que me repetía a menudo durante mis años de
universidad. Habían pasado cosas increíblemente traumáticas, pero a pesar de todo, parecía
que la vida simplemente seguía igual. Misma rutina, nada extraordinario ocurría.
En esta sociedad del espectáculo donde todo lo baña, lo toca y lo trivializa la
publicidad, así como los discursos cinematográficos y televisivos, se suele creer en lo
“extraordinario”; vaya, se suele creer que llegan momentos en la vida en que todo se
transforma en un montaje donde las cosas se hacen rimbombantes cual sinfonía de la
grandeza y la plenitud.
¡No es así! Las grandes cosas, los grandes cambios, a menudo ocurren en silencio.
Ocurren a través de varios días en los que parece que la vida sigue igual, que nada tiene
sabor, ni color, ni resultados.
Las palabras “éxito” y “fracaso” son demasiado pesadas y muy a menudo aparecen
en las conversaciones familiares, incluso también en comerciales y películas. Son temas
muy muy presentes y se conectan a la idea de la felicidad, ¡Como que la felicidad es algo
que no se puede separar del éxito!
En otras palabras, el esfuerzo se piensa como algo bello, y no es así: la vida no ha de
ser, ni es un viaje de placer. Es lógico que con la obsesión con el placer de la
posmodernidad el simple hecho de asumir que algo dolerá es una especie de tabú. Es una
forma de pensar que eso no tiene sentido, o que es malo: que habría de evitarse. ¡No!
Muchas cosas que a veces van a servir para absolutamente nada, duelen. Son un tormento: a
veces el dolor simplemente no lleva a nada. Así es, no es como en las películas o en alguna
narrativa, el dolor o la autocompasión no siempre llevan a algo bueno. A veces, tras todo lo
terrible, la vida si sigue igual. Esto no lo digo alentando o incentivando a las personas a
rendirse, lo digo para que jamás esperen resultados positivos solo porque creen que se los
merecen.
No es fácil reconocer los patrones de la vida y tendemos a la rutina. Se quiera o no,
en la misma hay comodidad. Y a veces, eso es lo que buscamos, aún sin darnos cuenta. Por
qué se quiera o no, ¡la imperiosidad de la vida industrializada es más grande que la
resistencia de cualquier humano! Un contexto en que hasta los rostros y emociones dejan de
tener sentido por ser tantos, que no hay mente y/o empatía capaz de procesarlos.
Ante eso, a veces la rutina es una victoria pírrica, que, aunque dolorosa, brinda un
poco de tranquilidad en medio del caos civilizatorio. ¡Oh! Pero la rutina es eso que te
llaman a vencer, a destruir; ¡todo en cómodos pagos mensuales!
Y así, uno va de un lado a otro mientras los años corren y corren, a veces sin que
uno tenga la menor idea si esos años han guardado un mínimo valor. Y hablando sobre el
poder de los años, la vida puede sentirse como un río furioso desorientador, pero también
como uno en el que hay que ir, de forma bastante irónica, cada vez más rápido, aunque uno
termine golpeándose con las rocas. Universidad, trabajo, pareja y otras tantas exigencias
tienen de fondo un cronómetro cuyo tic-tac tic-tac no para nunca.

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