Es peligroso el elogio desmesurado cuando no existe una razón de peso
que lo justifique. Fue el Gral. Álvaro Obregón quien encendió la antorcha
de la admiración para alumbrar la figura de Zapata. No lo hizo porque en realidad pensara que se trataba de un gran hombre, sino para colocar una nube negra frente a la efigie de don Venustiano Carranza, a través del Gral. don Pablo González a quien atribuía la muerte de Zapata. Tomado de "El Porvenir", jueves 21 de marzo de 1974 Artículo escrito por José P. Saldaña. Cronista de Monterrey