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Quien no comience por el Amor jamás sabrá lo que es la Filosofía

Andrés Felipe Rodríguez Pérez


CC. 1020738844 de Bogotá
Estudiante de Noveno Semestre
Facultad de Filosofía
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá
elepricoyelgordo@hotmail.com

Resúmen

Decía Gilles Deleuze que solo escribimos cuando estamos en el límite de nuestro saber.
«¿Cómo hacer para escribir si no es sobre lo que no se sabe, o lo que se sabe mal?» 1 Preguntar y
escribir sobre el amor prueba que no sabemos lo que es, o bien que lo sabemos mal. Pero, ¿qué es
eso que no sabemos? No sabemos pues experienciamos que el amor es siempre una disyunción.
El amor se inicia siempre en un encuentro: un encuentro entre dos diferencias absolutas o dos
singularidades. Ese encuentro no es como una simple mirada seductora o como una cita, aunque
estos pueden ser los términos de lo que pasa tras él. Ese encuentro es un acontecimiento. Pero en
tanto acontecimiento el inicio del amor es siempre contingente. El amor inicia con un
acontecimiento, es decir, con una ruptura en el orden normal de un mundo. Sin embargo, el amor
no se encierra en el éxtasis del encuentro, ni es el reemplazo de una relación sexual fallida y
mucho menos una excusa para la reproducción de la especie. El amor es un proceso de verdad
efecto de un encuentro azaroso. Ese azar da inicio a una nueva duración, una nueva manera de
durar en la vida según una verdad eterna. Una duración garantizada en la fidelidad a la diferencia
en lo Dos.

1
Ver Deleuze. Diferencia y Repetición, p. 18.
2

I. ¿Qué es lo que no sabemos del amor?

Decía Gilles Deleuze que solo escribimos cuando estamos en el límite de nuestro saber.
Preguntar y escribir sobre el amor prueba que no sabemos lo que es, o bien que lo sabemos mal.
Pero, ¿qué es eso que no sabemos? No sabemos pues experienciamos que el amor es siempre una
disyunción. El amor se inicia siempre en un encuentro: un encuentro entre dos diferencias
absolutas o singularidades. Ese encuentro no es como una simple mirada seductora o una cita,
aunque estos pueden ser los términos de lo que pasa tras él. Ese encuentro es un acontecimiento.
Pero en tanto acontecimiento el inicio del amor es siempre contingente. El amor inicia con un
acontecimiento, es decir, con una ruptura en el orden normal de un mundo.
Sin embargo, el amor no se encierra en el encuentro como creería una visión fusional. La
concepción fusional del amor lo recluye en el éxtasis del momento del encuentro. Un éxtasis tal
agota el amor en una suerte de fusión. Así el fusionalista trata el amor desde la mirada de lo Uno
y lo pierde como proceso o despliegue sobre la “escena de lo Dos”. Esta concepción del amor,
por bella que sea, lo juzga desde un plano trascendente al tratarlo como fusión, pues destruye las
diferencias absolutas o singularidades encontradas al reunirlas en la indiferencia de lo Uno. El
amor de verdad no se asfixia en la posterioridad del encuentro, pues es una construcción y por
ende tiene una duración. El amor siempre es una construcción de una vida nueva, de una nueva
duración sobre la escena de lo Dos. «Un amor verdadero es aquel que triunfa duraderamente, a
veces duramente, sobre los obstáculos que el espacio, el mundo y el tiempo le proponen»2.
Pero la construcción propia del amor y la introducción de una nueva duración no es la
construcción de un mundo familiar y conyugal. La duración del amor no es simplemente la
permanencia prolongada de la unidad conyugal. La duración del amor es la introducción de una
nueva vida en lo que compone el Dos de las singularidades encontradas. El encuentro es entonces
una reinvención de la vida y el amor es una reinvención de esa reinvención. Así, Rimbaud tiene
razón cuando dice que “el amor está por reinventar”. Pues el amor es algo que solo puede
reinventarse al introducir una duración siempre desconocida.
2
Ver Badiou , Elogio del amor, p. 12.
3

Para algunos el amor no es más que un suplemento o un oropel del deseo sexual con
fines reproductivos. Pero como notó Lacan el deseo sexual en últimas es un deseo narcisista.
Antes de ser el medio propio para la reproducción del animal humano, el acto sexual es un acto
narcisista. Mientras que el deseo sexual es un tratamiento del otro como un completo objeto
parcial o incompleto sobre el cual el deseo siempre se mantiene insatisfecho. Pero si en el acto
sexual cada quién está ocupado en lo suyo así, consideraba Lacan, habría que decir que “la
relación sexual no existe”. No hay nada como las relaciones sexuales, pues los actos sexuales son
actos fundamentalmente masturbatorios. Por supuesto que esta masturbación compartida no tiene
nada de malo y mucho de maravilloso. ¿No es acaso el acto sexual masturbatorio un grandioso
acto reflexivo? Tal vez sea el mayor grado de conciencia al que se puede acceder. En el acto
sexual se ve al otro para volver a sí como si se estuviese mirándose mirarlo.
Sin embargo, el amor viene a constituirse como el vacío de esa no-relación y no como
simple reemplazo suyo. En el amor cada diferencia absoluta va más allá de sí misma e intenta
abordar al otro en su diferencia absoluta, mientras que en la no-relación sexual el otro es medio
para vincularse con uno mismo. La reproducción humana, en últimas, o bien puede ser un fallo
del fallo dado en la no-relación sexual, un fallo del acto masturbatorio, o bien un término del
procedimiento amoroso. Así la reproducción nunca puede determinar el fin del acto sexual y
mucho menos el del amor. Lo anterior, empero, no implica la incompatibilidad del acto sexual y
el amor.

«El cumplimiento del deseo sexual funciona también como una de las raras pruebas materiales,
absolutamente ligada al cuerpo, de que el amor es algo más que una declaración. La declaración del tipo “te amo”
sella el acontecimiento del encuentro, y es fundamental: compromete. Pero liberar nuestro cuerpo, desnudarnos para
el otro, cumplir los gestos inmemoriales, renunciar a todo pudor, criar, toda esta entrada en escena del cuerpo vale
como prueba de un abandono al amor. Y, por lo mismo, se trata de una diferencia esencial con la amistad. La amistad
no tiene prueba corporal, resonancia en el goce del cuerpo. Y ello porque es el sentimiento más intelectual, de ahí
que aquellos filósofos que desconfían de la pasión lo hayan preferido siempre»3.

La preferencia del filósofo por la amistad es de sobra conocida, el estoicismo del


filósofo le hace procurar mantenerse lejos de las pasiones. La amistad, lejos de ser una pasión, es
3
Ibídem, p.13.
4

un sentimiento puramente intelectual, en ella, se dice, opera una suerte de afinidad primordial de
las almas desinteresadas. La amistad es de un orden distinto al del amor, pues es el nacimiento de
otra cosa, de otro tipo de verdad. En la amistad nace la verdad de la política, pues sólo podemos
llamar político a aquello que construye comunidad bajo ciertos principios amistosos.
El amor, por su parte, es también un procedimiento de verdad. En el amor se construye
un tipo de verdad: la verdad de lo Dos. En él, dice Badiou, se da una experiencia compartida de
la Diferencia. Pero se preguntará, ¿cómo es que un encuentro contingente puede llegar a
convertirse en un procedimiento constructor de una verdad? El amor, como se ha dicho, se fija y
asegura en la declaración post-acontecimental del “te amo; yo también”. Este acto performativo
en su locución ilocuciona el encuentro y perlocuciona el proceso, fija el azar de un encuentro
amoroso y al hacerlo funda un mundo nuevo, una nueva duración desconocida, reinventa una
reinvención en la que se vive un experiencia compartida de la Diferencia. Pero ese nuevo mundo
recién fundado tiene el carácter de haber advenido contingentemente a imponer determinada
necesidad.
Así, no es extraño que los enamorados siempre experiencien su amor como un destino.
Cuando se está enamorado nunca se dice, “podemos terminar esto mañana o más tarde así que
mejor no digas que me amas”. La declaración de amor, entonces, es una declaración de amor
eterno. La verdad del amor es entonces una verdad eterna; el encuentro amoroso funda una
verdad eterna. Es en este sentido que todo amor verdadero es “para siempre” e introduce una
nueva manera de durar en la eternidad. Aunque su amor no dure indefinidamente, el enamorado
no deja de repetir la última (penúltima) vez en cada situación compartida con el otro.
El acontecimiento de la verdad que procede en el amor, al declararse, funda un mundo
de necesidades compartidas. El estar-con el otro se hace un destino y también una necesidad
física y mental. Por esto produce tanta angustia tal declaración, pues toda declaración de amor es
un paso repetible y repetido del azar al destino. El amor se decide sin embargo sobre lo
indecidible mismo, pues nunca se sabe completamente si se está enamorado o no: se decide entre
dos indiscernibles el hecho de estar enamorados y el de no estarlo. Sin embargo, los efectos del
encuentro pueden ser recreados siempre que se vuelva a emitir la declaración de amor. La
5

declaración no solo se da ni debe dar una vez, puede darse cuantas veces sea preciso para fundar
la verdad del amor y garantizar nuestra fidelidad, el amor entonces es infinito. Así la verdad
siempre se dice a medias: un punto inombrable le es siempre propio. Hay un exceso de la verdad
del amor que hace a la declaración siempre estar incompleta. Se comprende por esto que los celos
sean una expresión clara de la verdad o razón in-suficiente del amor, esto es, lo Dos. El celoso
siempre lee signos en el amado de manera delirante, ya que su amor se le ha vuelto una necesidad
y un destino verdaderos. El fracaso de un amor, por su parte, sólo puede darse entonces con una
decisión, tal y como se decide su prolongación, tras de la cual todo amor es eterno.

II. El amor hoy

Vale la pena ver la manera en que hoy se manifiesta la angustia que produce el declarar
el amor y con esto marcar nuestra fidelidad a su advenimiento. Dice Slavoj Zizek:

«El primer mito a ser abandonado, pienso, es la idea de que vivimos en una era cínica donde nadie cree ya
en lo valores, y que en otros tiempos, más tradicionales, hubo gente que en verdad creyó, confiando en alguna clase
de noción sustancial de la creencia y todo eso. Pienso que hoy creemos más que nunca y, como Fuller lo desarrolla
de una buena manera, irónica, (…) la última forma de la creencia para él es el deconstruccionismo ¿Por qué? Veamos
cómo funciona el deconstruccionismo en su versión standard, ya en la textura de su estilo. No puedes encontrar
ningún texto de Derrida sin: a) todo está marcado entre comillas y b) en todo hay una distancia retórica. (…) Si a
alguien como Judith Butler le preguntáramos ¿qué es esto? Ella no diría nunca “esto es una botella de té”. Ella diría
algo así como, “si aceptamos la noción metafísica de que el lenguaje está claramente identificado con los objetos y
teniendo en cuenta esto, entonces nosotros no...” como a ella le gusta ponerlo en términos retóricos “de acuerdo al
alcance de nuestra hipótesis, en las condiciones de nuestros juegos de lenguaje esto puede decirse que sea una botella
de té”. Entonces siempre necesitamos distanciarnos. Y esto aplica incluso en el amor. Casi nadie osa hoy decir “te
amo”. Tiene que ser: “como un poeta habría dicho, te amo” o cualquier otro tipo de distancia (…) ¿Por qué este
miedo?»4

Si en la declaración está incluida toda esa distancia, ¿para qué ponerla explícitamente?
El problema está, dice con razón Zizek, en que creemos que decir “te amo” podría significar
demasiado. Asumir la declaración del amor en su simpleza y claridad nos aterroriza, pues el
destino que se impone tras ella es algo que no estamos dispuestos a asumir en nuestra sociedad
del libertarismo deseante. Esta distancia es una de las nítidas marcas de la ideología
4
Ver Astra Taylor. Zizek! Minuto 4:18.
6

contemporánea, de la creencia mejor repartida, que Alain Badiou a llamado acertadamente


materialismo democrático. Es un materialismo, porque el individuo en esta convicción sólo
reconoce la existencia de los cuerpos. La “doxa” contemporánea opera la inmersión de la
humanidad en una visión sobreextendida de la animalidad. Según ésta debe haber protección
humanista de todos los cuerpos vivos.
Es democrático porque habría que reconocer la pluralidad de los lenguajes y suponerles
la igualdad jurídica. La reabsorción animalizante se completa entonces en la identificación del
animal humano con la diversidad de sus subespecies y sus derechos democráticos. Así, un
lenguaje que pretenda dar su norma a todos los otros y regir los cuerpos es llamado dictatorial y
totalitario. La regla del materialismo democrático es la de hacer pagar a los cuerpos sus desvíos
del lenguaje. Con esto se comprende que la convicción del materialismo democrático se afirme
en la máxima: “sólo hay cuerpos y lenguajes”. El seguimiento de esa máxima se evidencia en la
opinión que los medios de comunicación masivos nos entregan del amor.

«El objetivo que se persigue desde la Agencia Matrimonial en Internet, Love forever, es el de satisfacer tu
deseo de conocer a la pareja ideal. (…) De esta manera podrás encontrar pareja, es así de fácil y de sencillo sabiendo
ya cómo es el perfil de la otra persona, si te gusta o no, sin necesidad de perder el tiempo en buscar pareja que no
responda a tu perfil deseado, evitando así situaciones comprometidas y embarazosas. De este modo ahorras tiempo
buscando o quedando con esas personas que quieres conocer y sobre todo dinero en cenas, ropa, bailes o incluso
viajes si vive lejos de ti y ¿todo para qué? ¿Para que luego esa persona no te guste? Para eso estamos nosotros, para
ayudarnos, para que os podáis conocer ahorrando tiempo y dinero y así poder consumirlo cuando encuentres tu
media naranja»5.

Es evidente que este grupo de amigos, con tan buena voluntad, ha asumido su
impotencia ante el riesgo, resignándose a la seguridad que otorga el cálculo de las características
de quien se supone se quiere como pareja. Esta búsqueda de seguridad última es propia de nuestra
época. Solo hace falta ver un ejemplo político cercano para comprobarlo. ¿Acaso nuestro
presidente no ganó las pasadas elecciones portando la bandera de la llamada seguridad
democrática? Es ese miedo al riesgo y a la violencia de todo encuentro en tanto ruptura del orden
normal de un mundo el que nos hace hoy decir también: “para qué enamorarse si puedes tener
5
Ver http://www.iloveforever.com/quienes_somos_es.asp
7

sexo por montón”.

«En nuestra comunidad de citas online encontrarás los contactos sexuales más excitantes y cachondos con
las tías más buenas que te puedas imaginar. Si eres un chico divertido, activo y con ganas de conocer chicas
divertidas y liberales, éste es tu sitio. Contacta con jovencitas salidas, amas de casa insatisfechas o ninfómanas de tu
ciudad, todas buscan lo mismo: un rato de sexo gratis sin complicaciones»6.
Como si el amor fuese un reemplazo de la inexistente relación sexual. Como si el amor
viniese a llenar el vacío de esa no-relación. Pero muy por el contrario el amor es el vacío de esa
no-relación, no porque en el amor no se constituyan relaciones sino porque el amor mantiene una
disyunción entre dos diferencias absolutas. Se dirá con obvias razones, ¡el amor es algo que se
comparte en su construcción! Entonces, ¿cómo es que una disyunción puede llegar a constituir un
sólo mundo?

III. La dialéctica materialista y la verdad amorosa

Para el materialismo democrático el sexo y el amor deben ser asegurados bajo la


máxima del “sólo hay cuerpos y lenguajes”, lo cual traducido a términos sexuales y amorosos
sería algo como: “sube tu perfil con tu descripción y la de lo que buscas, sea sexo o amor, no
importa, tu puedes eligir lo que quieras”. ¿Cómo oponerse a esta tergiversación? Podríamos
resignarnos en el contrario formal de este materialismo democrático, una suerte de idealismo
aristocrático, proponiendo como alternativa la fundación de una sociedad secreta de creadores
sobrevivientes, dejando así que el vulgo se hunda con las opiniones simplonas que les dan los
medios sobre el amor y la sexualidad.
Pero la Filosofía nace con una afirmación. Existe para decir “sí” a los riesgos del
acontecimiento, existe para asumir el destino que le impone un azar. A saber, Badiou dará el
nombre de dialéctica materialista a su proyecto para enfrentar la “doxa” dominante.
Sustantivando dialéctica, para comprender que lo importante está en una relación tal, que el tercer
término es aquel que marca la diferencia entre los otros dos y que constituye al mismo tiempo su

6
Ver http://www.flirtfair.es/contactos-sexuales
8

relación. Adjetivando materialista, pues una visión contemporánea no acepta negar la evidencia
de los cuerpos, ni afirmar la imaginería de las almas separadas. La máxima de la convicción
propia de la dialéctica materialista dice “sí, sólo hay cuerpos y lenguajes”, pero le agrega algo
fundamental. “Sí, sólo hay cuerpos y lenguajes, sino que hay verdades”. Ese sino que indica que
las verdades son excepciones y no meras adiciones al conjunto “cuerpos y lenguajes”. Solo
existen cuerpos y lenguajes, pero las verdades insisten tras un advenimiento azaroso. La
Filosofía, dice Badiou, es el “espacio de composibilidad de las verdades”, sean políticas,
científicas, artísticas o amorosas (estos son los procedimientos genéricos que para Badiou
configuran los mundos). Ahora bien, hemos dicho para Badiou en el amor opera un
procedimiento de verdad. Pero, ¿qué quiere decir esto?
Una verdad para él procede en la experiencia y es una figura singular de la inmanencia.
Esta es en primer lugar indecidible: se produce como una decisión pura y sin concepto entre dos
indiscernibles. Una verdad es también una multiplicidad infinita pues su propio despliegue o sus
consecuencias no puede hacerse completamente de un saber que la fije. Para una verdad tampoco
existe un rasgo predicativo que permita subsumirla en una totalidad pues es una verdad es
genérica. Toda verdad es, entonces, acotada por un punto innombrable, así no puede forzarse sin
desastre, así no se disemina mediante juicios en el saber.7
El mundo o la situación es el lugar múltiple donde opera una verdad. Una verdad está en
una situación, está en un mundo. La verdad es inmanente a un mundo y nunca es resultado de una
donación, una verdad es verdad del mundo en el que insiste. Es un subconjunto del conjunto en el
que está contenida. Así, no revela nada por fuera de su mundo pero tampoco debe ser buscada
como si estuviese dada ya ahí en su mundo. La verdad no se esconde en las profundidades. Pero
si no se origina por una donación y es inmanente a su mundo entonces una verdad se origina en
una desaparición. Esa desaparición es precisamente el acontecimiento, pues de él solo tenemos
su haber-tenido-lugar, su efecto o la verdad que ha fundado.
La verdad no es el saber, se sustrae al saber o es un agujero en el saber. Una verdad en
tanto subconjunto es tal que sus componentes no pueden ser totalizados por una fórmula fija. Es
7
Ver Badiou, La Verdad: forzamiento e innombrable, pgs. 187 – 202.
9

un subconjunto genérico. Las verdades son conjuntos no constructibles al ser demasiado


indeterminados. Así, no puede ser tratada como dato enciclopédico y sólo puede decirse-a-
medias. Una verdad, según esto, es infinita, pues sólo lo que es finito puede ser subsumido, bajo
un predicado, en una totalidad finita. Sin embargo, la verdad puede ser forzada a entrar en el
mundo enciclopédico como vericidad. Podemos, por supuesto, establecer la vericidad del
enunciado amoroso “yo te amo” aunque su verdad no se reduzca al valor de verdad que se le
atribuye. La verdad entonces siempre puede ser tratada como algo acabado. Pero si es
fundamentalmente algo inacabado su forzamiento implica su nombramiento. Sin embargo, la
verdad tiene un punto de innombrable que no puede ser identificado en una fórmula de la lengua.
Ese punto siguiente de todo infinito es innombrable y hace singular a toda verdad. ¿Cómo
entonces nombrar un innombrable? El nombre propio de la verdad sólo puede ser el de
innombrable.
Si bien es cierto que las formas en las que se da la declaración amorosa son diversas,
más allá de las determinaciones históricas y culturales, hay algo que nos hace sospechar de
entrada que en el amor opera una verdad. Todo el mundo comprende lo que se quiere decir
cuando nos afirman “estamos enamorados”, lo cual no implica que se tenga el saber sobre lo que
“es” estar enamorado. Como se ha dicho, la relación sexual inexiste y en este sentido es vacía,
pues sólo existe aquello que tiene elementos constitutivos. La relación sexual es del orden del ser.
El amor en cambio, en tanto suplencia y no llenado del ser puro de la no-relación sexual solo
puede advenir aleatóreamente, de tal manera que es del orden del acontecimiento. El encuentro es
el nombre del azar que inicia esa suplencia. Mientras que es la declaración de amor la que
constituye el exceso del amor sobre el objeto de deseo. El amor subsume el objeto de deseo en el
ser de un nuevo Sujeto y mantiene la diferencia dada en el vacío que separa a dos amantes como
cuenta-para-dos. Así, nubla el goce sexual al exceder el objeto y trae una satisfacción, entre otras,
que otorga la fidelidad a toda verdad: la felicidad.
El amor no debe comprenderse como la fusión en lo Uno de la visión fusional, pero
tampoco como la suma de dos unos o el uno + uno de la visión del reemplazo. El amor opera en
las experiencias compartidas, así, opera inmanentemente. Es irreductible a una fusión y a un
10

reemplazo, así, es genérico. Es una multiplicidad infinita, pues en su duración siempre repite la
última (penúltima) vez y en ese sentido no tiene fin. Esa repetición de la última vez le da su punto
innombrable que le impide ser abarcado totalmente en una fórmula del saber. “El amor es un
pensamiento”, dice Pessoa; sí, es un pensamiento de la diferencia desde sí misma.

IV. El matema del amor.

A saber, una relación siempre es una relación efectiva. Si los términos de la relación son
singulares, como en la relación sexual, esa relación sólo puede ser antisimétrica. En una relación
antisimétrica, si aRb y bRa entonces a = b. Siendo a y b términos irremplazables pues ninguno
puede ceder su lugar en la relación. De tal manera que conviene pensar dicha relación como una
relación de orden. En toda relación de orden se cumple que [a ≤ a] por reflexividad, que [a ≤ b y
b ≤ c → a ≤ c] por transitividad y [a ≤ b y b ≤ a → a = b] por antisimetría. Por la refexividad se
indica que toda singularidad se relaciona con sigo misma, por la transitividad que toda
singularidad transita por “fenómenos de serialidad” y por antisimetría que una singularidad nunca
es indiferente a su lugar en una relación. Así, la relación hombre y mujer (posiciones sexuadas
independientemente del sexo biológico) nos muestra que son incompatibles. Los dos sexos
morirán cada uno por su lado: H // M. Ningún término t es común a la posición H (hombre) y M
(mujer). De tal manera que esa relación es vacía: [(t ≤ H) y (t ≤ M)] → t = 0.
Pero la no-relación de H y M no puede ser tomada como una disyunción pura, pues con
esto perderíamos el amor en el caso que se de. Así hay un término no nulo que entra en lugar de
la no-relación: (∃u) [ u ≤ M y u ≤ M]. Pero u no es el único término que compartirían H y M,
pues su pertenencia común a la Humanidad (u) les hace compartir una infinidad de términos; u
sólo es el término mínimo que nos hace pensar en la aproximación admisible a una relación entre
H y M. Es en este sentido que siempre se hace el amor con todos los nombres de la historia y no
11

solo con la otra posición sexuada.


Pero este término u es indeterminable, indescriptible o indescomponible en su
simplicidad. Hay algo en relación con las dos posiciones, pero ese algo no está compuesto por
nada. Por lo tanto, no puede ser descrito mediante análisis. Nada entra en relación con ese
término sino el vacío: (u ≤ H y u ≤ M) → [t ≤ u → t = 0]. Si las posiciones sexuadas son tales
que u las intersecta a una y a otra, u permanece indeterminada, pues solo el vacío entra en
relación con ella. Así la unión de H y M no es nunca total, de tal manera que H ∪ M no es 1.
Tenemos entonces que H y M son incompatibles: H // M. Que tienen un término en
común u. Que el término u es incompuesto o atómico. Pero también que H y M no conforman
ningún todo. Así, lo que está en el fondo de que u ≤ H y u ≤ M puede ser leído de doble manera:
por un lado puede tomarse al inanalizable u como lo que circula en la no-relación de H y M,
donde H y M es el malentendido sobre u que es causa de su deseo común, por el otro como que u,
en tanto atómico, sea el término que introduce por escisión interna conjunta o en términos de
Deleuze una síntesis disyuntiva por emparejamiento de las dos mitades (M – u) y (H – u) el Dos
de las posiciones. En el primer caso el malentendido sobre el objeto soporta la relación y en el
otro el exceso sobre el objeto soporta que no sea de él de quien dependa la conjunción ni el ser de
cada posición.
El acontecimiento amoroso es la doble función de u. Como u es indescomponible en él
no se puede buscar su doble función, por eso no puede reducirse el amor al equivoco local sobre
el objeto de deseo. Pero u no se puede reducir a su segunda función pues permanece asignado el
anudamiento de la no-relación. La doble función sólo se puede buscar en la expansión del Dos.
En las prácticas cotidianas y experiencias compartidas, en su proceso. Según su escisión interna
conjunta, lo Dos existe a partir de lo indeterminado que le copertenecía en su versión de no-
relación. Así es posible identificar lo que envuelve la escena del Dos como tal o su expansión:
sea t un término de la situación o mundo del amor que envuelve la sustracción de u desde las dos
posiciones: (M – u) ≤ t y (H – u) ≤ t y no ( u ≤ t); t tiene el valor predicativo para M escindido de
u y para H escindido de u. El conjunto de los términos “t” esboza la escena de un amor por la
12

sustracción mutua del término u8.


La conexión o relación entre dos deseos no es un deseo, esto es, inexiste tal y como la
conexión natural de los números naturales 7 y 3 7/3 inexiste. Entre los dos términos de la no-
relación sexual sólo está el vacío, así la no-relación sexual es atómica. Las posiciones sexuadas
no pueden ser por ende totalizadas en lo Uno. Los axiomas de la no-relación sexual son según lo
anterior:

1. Incompatibilidad de las dos posiciones o desconexión.


2. Existencia de un término común vacío.
3. Atomicidad del término común.
4. No-totalidad de los términos.

El amor viene a ser la cuenta por Dos del Dos inmanente, post-ecuentro; que no es ni
uno más uno ni una fusión. Así el vacío de la no-relación (u) de las posiciones sexuadas se asume
en el amor como el átomo, inanalizable por simple, del amor o la escena del Dos.

IV. Conclusión: amar el Amor

Con todo lo anterior podemos comprender que «la inteligencia que el amor libra es que
el Dos como tal, pensado como proceso, no está ni pegado al Uno que opaca la distancia, ni
desapartado de él al punto que se pueda contar, como un tercer término, el intervalo que separa
los componentes»9. El amor no es ni la trivialidad de la aventura sexual ni lo sublime del
encuentro. Ni es el dos que cuenta por Uno el Dos o el amor reducido a reemplazar la aventura
sexual fallida, ni el Dos contado como Uno en la fusión, o uno + uno, por el tres que lo
trascendería y daría sentido. El amor no es el llenado artificial de un deseo sexual irremediable ni

8
Ver Badiou. La escena del Dos, p.26 – 36.
9
Ibidem, p.37.
13

el don de un dios totalizador. El amor opera lo que el sexo es capaz, pues el sexo nunca nos da la
verdad o razón suficiente del amor, es el amor quien nos da la verdad del sexo.
El amor entonces no puede asegurarse en la conyugalidad. El amor, en cambio, se
establece en la repetida declaración que nos prueba la fidelidad al encuentro. Ser fiel a la verdad
que ha tenido lugar en el amor es repetir la declaración que fuerza el acontecimiento mientras se
despliega su escena. Tal fidelidad no es una simple monogamia, pues por más que se tengan
diversas aventuras sexuales o bien, si es posible construir varios amores, nunca se lo hará igual,
pues todo amor está en la Diferencia de Dos singularidades. En el amor se construye la escena del
Dos en la conformación de un Sujeto de verdad o un Sujeto fiel a la verdad. A ese Sujeto se
contraponen los Sujetos oscuros de la conyugalidad del uno más uno y los Sujetos reactivos de la
fusión dada por la visión un tercero trascendente. Ese Sujeto fiel no es otra cosa que el mundo t o
que envuelve la doble escisión de las posiciones sexuadas, la de la no-relación sexual y la del
vacío que impide perder lo Dos en lo Uno. Dice con verdad una canción de Extremoduro: “no
necesito que haya nada entre tu y yo: la piel”.
Quisiera concluir con un breve pensamiento acerca de la relación entre la Filosofía y el
Amor.
Si la Filosofía es el amor a la verdad, filosofar acerca del amor es literalmente amar el
amor. Por eso, Platón tenia razón al decir que quien no empiece por el amor no sabrá nunca qué
es la Filosofía, pues para hacer Filosofía primero hay que amarla y en el despliegue de la escena
de ese amor se irán descubriendo los detalles vacíos, es decir: inmanentes, genéricos, infinitos e
innombrables que nos mantienen separados por una nada de ella. La Filosofía no es una amistad,
o un sentimiento intelectual respecto a la verdad; este solo es un aspecto suyo. La filosofía
propiamente es amor a la verdad producto de una encuentro azaroso que hace composibles las
verdades de la amistad en la política, las del descubrimiento en la ciencia, las de los afectos en el
arte y las del sexo en el amor. El amor a la verdad no es otra cosa que el amor a lo indecidible, lo
indiscernible, lo infinito y lo innombrable. Así, cuando la Filosofía trata del amor, opera como un
amante del amor. Entonces un filósofo enamorado termina siendo como cualquier otro, pues su
ser “amante del amor” se anula en ser un amante cualquiera cuando ha sido víctima de un
14

encuentro. El otro amado anula en el filósofo su meta-enamoramiento. Nos recuerda Badiou que

«es importante que el filósofo recuerde las innumerables circunstancias de la vida en las cuales no se
distingue de ningún otro. Por lo demás, si se olvida de ello la tradición teatral (y particularmente la comedia) tendrá
que volver a metérselo, quizás un poco rudamente, en la cabeza. En efecto, sobre la escena está un tipo bien definido
como es el del filósofo enamorado, donde se ve que toda su sabiduría estoica, toda su desconfianza argumentada con
respecto a las pasiones, se hacen añicos cuando una mujer radiante entra en el salón, porque por ella habrá sido
fulminado para siempre»10.

BIBLIOGRAFÍA

Badiou, Alain. Elogio del amor. Traducción de Alejandro Arazomena. Edición digital.
Café Voltaire, Flammarion, 2010. Disponible en
http://www.scribd.com/doc/38479590/Alain-Badiou-Elogio-Del-Amor

“La escena del Dos”. En El Balcón del Presente. Conferencias y entrevistas.


Buenos Aires. Siglo xxi editores, 2008.

Lógicas de los mundos, El ser y el acontecimiento, 2. Buenos Aires. Ediciones


manantial, 2008.

“La Verdad: forzamiento e inombrable”. En Condiciones. Buenos Aires. Siglo


xxi editores, 2002.

Deleuze, Gilles. Diferencia y Repetición. Buenos Aires. Amorrortu Editores, 2006.

PELÍCULAS

Astra, Taylor. ¡Zizek!

10
Ver Badiou. Elogio del amor, p. 4.
15

REFERENCIAS DE INTERNET

I love forever. En http://www.iloveforever.com/quienes_somos_es.asp

Flirtfair. Encuentros e intercambios sexuales. http://www.flirtfair.es/contactos-sexuales

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