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PERÚ 19 DICIEMBRE 2002

Pollack, el amigote del presidente Toledo

Adam Pollack es un personaje singular. Alto y voluminoso como un


oso, farfullero como un narrador hípico, es el hombre más connotado
de la corte de Alejandro Toledo. Gente del entorno palaciego lo
define como “amigo personal y consejero privado del presidente”. Y en algún momento
incluso voceros oficiales afirmaron que era el asesor presidencial de inversiones
extranjeras.

Lo cierto es que, Pollack, rumano de origen israelí, no tiene un puesto formal en el


gobierno toledista. Y, según él mismo, no cobra un centavo y todo lo que hace es ad
honorem. “Yo soy de todo y no soy nada”, ha dicho Pollack sobre el rol y la influencia que
ejerce en el poder. Las pocas veces que ha tomado contacto con la prensa suele mostrarse
hermético respecto de sus funciones. “Eso lo sabemos él (Toledo) y yo, nadie más... Es un
asunto netamente personal entre él y yo”, estila responder.

Debido a esta falta de transparencia, sus respuestas evocan las de Fujimori hablando de
Montesinos. “Es un asesor personal que trabaja ad honorem”, refería el cleptócrata
cuando era interrogado sobre su Rasputín. La diferencia en este caso es que Pollack,
además de ser íntimo amigo del jefe de Estado, es amigo de periodistas y propietarios de
medios de comunicación, lo cual explicaría el “poco interés” –y hasta cierta actitud
reverente– de la prensa local ante el hombre más cercano al poder. Montesinos no tenía
amigos. Era simplemente un comerciante. El ex asesor compraba medios y periodistas con
dinero contante y sonante.

Evidentemente no pretendo cuestionar en estas líneas la amistad “increíblemente


profunda” que le profesa Pollack a Alejandro Toledo. Creo, como Voltaire, que todas las
grandezas de este mundo no valen tanto como un buen amigo. Además, ha quedado claro
que el sentimiento es mutuo. Cuando la mujer de Pollack fue secuestrada, Alejandro
Toledo movilizó a todas las fuerzas de seguridad del país y declaró alerta nacional hasta
encontrarla. ¡Eso es un buen amigo!

Sin embargo, hay cosas que Pollack debe aclarar para que su amistad no llame a sospecha.
Como, por ejemplo: si es verdad que, como él mismo ha reconocido, es un empresario
quebrado, endeudado, que ha perdido patrimonio, que no tenía ni para el rescate de su
esposa, ¿de qué vive? Cuando viaja a Santo Domingo, Nueva York o a Punta Sal
acompañando al presidente, ¿viaja con su plata o con la nuestra? Si es cierto todo lo que
dice el periodista Tany Goldstein en el semanario Kol Hair sobre sus peripecias
empresariales en Israel, ¿no le parece que el papel de asesor –aunque sea informal– en
asuntos de inversiones le queda un poco grande? Según dicha información, no rebatida
aún, Pollack aseguró, hace 16 años, que haría brotar petróleo del desierto israelí, levantó
millones de dólares de inversionistas bursátiles para dicho fin, no encontró una sola gota
de petróleo, entró en bancarrota, abandonó el país por haber sido acusado de estafa, y
dejó tras de sí una deuda de 8,5 millones de dólares con el banco y los inversionistas de su
empresa.

Sorprende que sobre esas serias denuncias, tan minuciosas y abundantes en información
(anteriormente el diario Maariv reportó lo mismo), el amigazo de Toledo no emprenda
juicios por difamación o calumnia, pero sí por cuestiones menores como en el caso de
Alvaro Vargas Llosa.

No son pocas las cosas que debe aclarar Adam Pollack, por lo que resulta extraño que el
Congreso no haya tomado la iniciativa hasta ahora. Afirmar que “para atacarlo a él
(Toledo) me atacan a mí”, como desliza Pollack, a manera de escudo, cada vez que le
preguntan por las negociaciones que ha conducido, no suena convincente.

Su actitud con la prensa que no le es adicta es, por lo demás, sumamente preocupante. La
persecución implacable que sufre Alvaro Vargas Llosa, actualmente en la clandestinidad
gracias a Pollack, es sintomática. Por criticar al gobierno y en venganza, el amigote de
Toledo lanzó contra él amenazas y procesos judiciales que han suscitado la preocupación
de la Sociedad Interamericana de Prensa y otros organismos que velan por la libertad de
expresión.

Adam Pollack debe ser investigado por la prensa independiente y por los parlamentarios
con dos dedos de frente.

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